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Capítulo 2
FAMILIAS Y GRUPOS DE PODER:
ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA
Del escenario pasamos a sus moradores: los miembros de la nobleza
indígena de Tepexi de la Seda77
. Vamos a abordar una serie de historias
vitales, las de un grupo de familias compuestas por caciques y principales, es
decir, individuos con una posición social y económica privilegiada que lucharon
por mantenerla y reforzarla. Quiénes eran, qué tipo de acciones emprendieron
para lograr sus objetivos, y si obtuvieron resultados positivos o negativos, son
algunas de las preguntas a las que trataremos de dar respuesta en éste y los
siguientes capítulos.
Las cuotas de poder que manejaron fueron su principal baza en favor de
la consecución de sus ambiciones. Éstas se alimentaban de tres fuentes
principalmente: las relaciones sociales, el patrimonio personal y familiar, y la
participación en diversos ámbitos de la administración colonial. Son diferentes
esferas (social, económica y política) pero se caracterizan por un proceso de
retroalimentación, fruto del cual se producía un incremento o disminución del
77
Cómo antecedente y referente de nuestro trabajo, cabe destacar la obra titulada Los
popolocas de Tepexi (Puebla).Un estudio etnohistórico de Klaus Jäcklein (1978), aunque su
objetivo principal no es el análisis de la nobleza indígena local. Por otro lado, debemos
mencionar a Margarita Menegus (2005: 28, 29, 33, 52, 53, 65) quien en su análisis
historiográfico del cacicazgo introduce referencias al caso tepexano. Tenemos noticia de que en
el marco del XXVIII Coloquio de Antropología e Historia regionales “Caras y máscaras del
México étnico. La participación indígena en las formaciones del Estado mexicano”, celebrado
en Zamora (Michoacán), los días 26, 27 y 28 de octubre de 2005, presentó la ponencia titulada:
“La territorialidad de los cacicazgos y los conflictos con terrazgueros en el siglo XVIII. El caso
de Tepexi de la Seda, Puebla”. Asimismo Rik Hoekstra presentó en el marco del 52º Congreso
Internacional de Americanistas (Sevilla, 11-21 de julio de 2006) y el simposio “La negociación
cotidiana: indígenas, africanos y españoles, y la construcción del imperio” una ponencia titulada
“Cacicazgo social and economic relations in the early seventeenth century- a case study from
Tepexi de la Seda (Puebla)”.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
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poder global que albergaban en sus manos. En la primera de ellas nos
centraremos en este capítulo.
Partimos de la premisa de que las relaciones sociales se sustentan en la
creación de vínculos entre personas, ya sea mediante lazos familiares, de
amistad, clientela u otro tipo. Unos u otros desembocan en la formación de
colectivos cuyas actuaciones están orientadas a alcanzar una serie de
objetivos o intereses comunes, más o menos perdurables en el tiempo. En este
sentido, a lo largo de nuestro análisis nos referiremos a éstos como “grupos de
poder”, entendiendo a los mismos como una asociación de individuos,
independientemente de su calidad social o condición racial, en los que las
familias nobles ocupaban una clara posición de liderazgo. Es decir, con esta
concepción lo relevante son las personas y sus relaciones (amistades y
enemistades), así como lo colectivo frente a lo individual78
.
En definitiva, vamos a analizar el perfil de los individuos que integran
dichas familias y grupos de poder, así como el tipo de relaciones existentes
entre éstos, a través del examen de los siguientes aspectos: sus orígenes,
calidades, relaciones jerárquicas, formas de acceso y transmisión de su
estatus, así como el reflejo de estos en su educación y formas de vida. Todo
ello con el objetivo de definir el tipo de nobleza existente en Tepexi, la
composición de los grupos de poder y, para terminar, la proyección de sus
influencias dentro y fuera del entorno local.
2.1. Nobles indígenas: orígenes, calidades y jerarquía
¿Quiénes formaban la nobleza indígena de Tepexi? Y lo más importante,
cuando hablamos de ésta ¿a qué tipo de nobles nos estamos refiriendo? La
elaboración de un perfil que nos ayude a establecer a qué individuos
identificaremos como tales es un paso previo y necesario que nos va a permitir
78
Esta noción se gesta a raíz del planteamiento de Martínez (1984: 140) sobre la
administración del poder en Tepeaca al afirmar que:
“El ejercicio y control del poder local, sin embargo, no es obra de individuos
aislados sino de grupos bien consolidados: a lo largo del siglo XVI se nota una
correspondencia plena entre los tlahtocayo que poseen la mayor cantidad de tierras y
terrazgueros y aquellos cuyos miembros gobiernan la mayor parte del tiempo y retienen
para sí el derecho de acceso a los principales cargos. En este sentido el estudio de los
tlahtocayo cobra especial interés, pero es inevitable referirse a individuos. La
identificación de los personajes que intervinieron ocupando los oficiales de república y
su afiliación a uno u otro de los linajes conocidos es imprescindible para determinar la
posición de clase de los cargueros y el dominio ejercido por ciertos tlahtocayo”.
No obstante, nuestra concepción es más amplia, en la medida que incluye a los no-
indios, individuos que son parte activa en los espacios conocidos como pueblos de indios.
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
69
caracterizar a este grupo social en el contexto tepexano y novohispano del
siglo XVIII. La nobleza indígena de Tepexi de la Seda está formada,
principalmente, por cuatro familias79
: los Moctezuma y Cortés, los Mendoza y
Luna, los Cruz, y los Cebrián80
. Todas ostentan apellidos que no nos son
desconocidos, sino que muy al contrario nos remiten a los nobles de otras
latitudes de Puebla y del virreinato novohispano81
.
Las fuentes nos muestran una realidad en la que el uso de los términos
“cacique”82
, “cacique principal”, o bien “cacique y principal”83
, para identificar el
estatus social de éstos, está más que generalizado84
. Para el siglo XVIII
asistimos a un proceso de homogeneización en el que la tradicional distinción
entre caciques y principales es prácticamente inexistente, al igual que la
presencia de una jerarquía entre ambos, la cual había sido uno de los aspectos
característicos en Tepexi, al menos durante el siglo XVI (Jäcklein, 1978: 101).
De hecho, el estatus de cacique o cacica no es potestad exclusiva de uno u
79
Señalamos las principales familias, no obstante se debe tener en cuenta la existencia
de otras como los Hoyo, con una presencia muy secundaria en las fuentes; o los Guzmán, los
Quintero y los Villagómez, siendo estos tres últimos, originarios de otras jurisdicciones como
veremos al analizar las alianzas matrimoniales. Probablemente a alguna de ellas se está
refiriendo Ouweneel (1996: 214) cuando afirma que para 1805 en Tepexi había cinco familias
de caciques. Menegus (2005: 28), sin embargo, obvia en sus referencias a la familia de los
caciques Cebrián.
80
Téngase en cuenta que sus miembros se identificaban de forma indistinta con los
apellidos Ciprián, Cipriano y Cebrián, incluso en algunos momentos añadieron delante de éste
el de “San Martín”; no obstante, con el objeto de evitar posibles confusiones, utilizaremos en
nuestro discurso el apellido Cebrián para referirnos a ellos.
81
Si bien, en algunos casos se debe a meras coincidencias, detrás de otros se esconden
vínculos de parentesco entre las diferentes familias que conforman la nobleza indígena de la
Nueva España. Algunos ya se han demostrado, pero queda mucho trabajo por hacer. La
tendencia de las investigaciones etnohistóricas a circunscribirse a ámbitos locales ha sido uno de
los principales obstáculos de cara a establecer conexiones entre los caciques y cacicas de las
diferentes zonas del virreinato. En este sentido, nuestro análisis, aun siendo de carácter local,
pretende tener una proyección que abarque espacialmente mucho más. Ya que las relaciones de
poder no entienden de fronteras territoriales, en la elaboración de nuestras conclusiones
debemos de intentar que las consecuencias de trabajar con un marco geográfico definido sean lo
más reducidas posibles.
82
Con el fin de profundizar en la situación jurídica de los caciques véase Luque, 2004:
22-26.
83
No hemos podido determinar si detrás de estas expresiones se esconden diferencias de
jerarquía, ya que el uso de una u otra denominación no parece responder a una distinción social
reconocida y aceptada por el conjunto de la sociedad novohispana.
84
En el caso de las mujeres observamos que el uso del término cacica, cacica principal o
cacica y principal está extendido entre la mayoría (41 mujeres de 45), mientras que 4 utilizan la
denominación masculina de cacique. Nos referimos a Dª María Antonia de Moctezuma -
GENEALOGÍA 28- (APTR, LB, Vol. 20: 61v); Dª Petrona de la Cruz I –GENEALOGÍA 19-
(AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 7 p.); Dª Paula Francisca –GENEALOGÍA 15- (AGN,
Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 176v); y Dª Ana Salomé, madre de D. Juan Cebrián I –
GENEALOGÍA 11- (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 406 p.).
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
70
otro linaje, todos se identifican como tal. Asimismo ya no recae únicamente en
el titular del patrimonio, vinculado o no, sino que se hace extensible a todos los
descendientes directos85
. Por lo tanto, esta distinción social se convierte, en
algunos casos, en la única herencia que capitalizar de cara a conseguir, por
ejemplo, un buen matrimonio86
. Sin embargo, ser cacique en este siglo no
significaba únicamente una vía de acceso a beneficios sociales, sino también
económicos y políticos. Siempre se contaba con ventajas de partida, privilegios
que hacían deseable para cualquiera dicha posición: la exención del pago
tributario, de ocupar cargos menores en el cabildo y de prestar servicios en las
minas (Chance, 1989: 142). A partir de dicho mínimo, la habilidad personal de
cada individuo era clave para que fueran más o menos sustanciosos. Pero aún
cuando estamos hablando de una situación de homogeneización en el estatus
social, las diferencias entre familias, así como entre los miembros de cada una
de ellas, siguieron siendo una realidad. Poco a poco iremos viendo en qué se
traducían.
La siguiente pregunta es ¿entonces qué sucedió con los principales?
Según Jäcklein (1978: 101):
“Al aumentar la desgana de la población por cumplir estas exigencias
heredadas, crecieron los problemas de los caciques y también los de los
principales, y estos últimos pronto comenzaron a hundirse en la masa de la
población hambrienta y miserable”.
La condición de “principal”, o para ser más precisos, la de “principal de
nacimiento”, queda prácticamente desterrada. Sin embargo, así como es
probable que algunos pasaran a engrosar las filas de los macehuales, la
movilidad social que otros experimentaron fue ascendente: se convirtieron en
caciques; de ahí el proceso de homogeneización del que venimos hablando.
Son diversas las vertientes del cambio: de principales a macehuales o
caciques, según los casos, pero también de macehuales a principales. Este
proceso de ascensos en la escala social trasciende el entorno tepexano. El
caso cholulteca, entre otros, así lo pone de manifiesto:
85
La definición para el “cacique dieciochesco” que hace Lockhart (1999 [1992]: 194-
195) se ajusta bastante al perfil de los tepexanos:
“En 1700, la palabra cacique en español ya no tenía por lo común el significado
de <el poseedor de una tlatocayotl o cacicazgo>. Su uso tendió a desplazar casi a todo
“principal” en la mayoría de los casos, y hacía referencia a cualquier persona
prominente y con propiedades, que perteneciera a una familia que podía aspirar a ocupar
cargos; a las mujeres de estos círculos se les llamaba cacicas. Un solo pueblo pequeño
podía tener varios caciques”.
86
Es el caso del cacique D. Luis de Guzmán II –GENEALOGÍA 1- (véase los detalles
de su enlace en el apartado 2.2.1).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
71
“Comunes eran los casos en que los acaudalados oficiales de república
solían “componer” su nivel social con las autoridades españolas, medida
incuestionable si el propio rey español era quien la había respaldado mediante
el otorgamiento de los derechos de hidalguía. En este sentido, muchos
“caciques” novohispanos surgieron por decreto de las filas de los indios
principales, secundarios u oficiales de las repúblicas de los pueblos, incluso a
veces mediante la adquisición del título honorífico plasmado en un escudo de
armas. No en balde fue este un importante rubro en los ingresos de la Corona.
La generalización del término “cacique” entre las élites indias novohispanas del
siglo XVIII, anuló el sentido histórico de la transmisión dinástica de derechos
nobles, y significó más bien una elevada posición económica entreverada con
un engrandecimiento político” (González Hermosillo, 1998: 70-71).
Se produce una generalización de los denominados “principales de oficio
o por méritos”, es decir, individuos de origen macehual que por el ejercicio de
un oficio de república adquirieron este nuevo estatus87
. Detrás de estos
ascensos sociales se esconde una estrategia política que es desarrollada,
fundamentalmente, por el cacique D. Juan de Moctezuma I (GENEALOGÍA 4).
Esta forma de actuar la encontramos en otra región como la Mixteca, de la cual
Pastor (1987: 324) nos da testimonio:
“Dada la fragmentación cada vez mayor de las repúblicas originales y
las pestes, un pueblo pequeño con cabildo propio podía verse obligado a elegir
como alcalde o gobernador a un macehual que, ipso facto, era considerado
principal. Pero aun en las cabeceras, para conservar su control del gobierno
local, el grupo minoritario de los principales debió incorporar a sus rangos a
macehuales ricos que lo respaldaran. Hacían elegir estos macehuales para los
cargos superiores dándoles en adelante el título de “don” y consideración de
principal”.
El objetivo era mejorar la posición de los miembros de su grupo de
poder, lo cual se traducía en beneficios para su promotor88
, quien colocaba a
sus parciales en esferas estratégicas del poder local, por un lado, y reforzaba
87
Los casos documentados en las fuentes son los siguientes: D. Antonio Ignacio, alcalde
de primer voto de la cabecera en 1744 (AGN, Indios, Vol. 68, Exp. 53: 97); D. Miguel Gabriel,
regidor de Santa María Nativitas en 1761 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 10 p.) y alcalde del
mismo en 1769 (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 8); D. Antonio José López, alcalde de Santa
María Nativitas en 1770 (AGN, Indios, Vol. 62, Exp. 92: 148) y titular de algún otro cargo sin
definir antes de 1769 (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 113); D. Juan Domingo, regidor de
Santa María Nativitas en 1770 (AGN, Indios, Vol. 62, Exp. 92: 148) y alcalde del mismo antes
de 1777 (AGN, Tierras, Vol. 3552, Exp. 2, Cd. 2: 126v); D. Pascual José López, cabecilla de
Santa María Nativitas (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 47 y 131) y D. José Miguel, de quien
solo tenemos una alusión a su condición de principal (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 47).
88
La valoración de Borah (1985: 38) para los alcaldes mayores resulta para el caso de
los caciques muy reveladora:
“La estrategia más común para permanecer en el poder consistía en colocar a
familiares, amigos y clientes dentro de la estructura administrativa. En el caso de las
mujeres, casarlas con pretendientes con una posición social y económica destacada que
revertiera en beneficios para el grupo entero”.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
72
los lazos de lealtad con estos, por el otro89
. El testimonio de fray Bartolomé de
la Luz (cura, vicario y juez eclesiástico de Tepexi de la Seda y enemigo de D.
Juan I) en 1746, resulta bastante revelador:
“En este poder van todos los indios cabecillas puestos con dones, y el
apoderado también es don, siendo todos los indios tributarios que jamás han
tenido y ahora se lo han dado para que se hayan engreído de calidad y todo les
parece nada donde está el común de dones, que liberalmente se ha repartido
para que todos concurran con don Juan; de quien son repetidas las derramas,
que cada día se están echando a estos miserables, para seguir sus maldades,
porque en mantener a don Juan, mantienen los cabecillas sus gajes y
ganancias, y conservan el alzamiento que hoy tienen, y todos los demás
miserables gimiendo debajo del yugo” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 98-99
pp.) 90
.
Por lo tanto, el uso del don, asimismo indicativo de un rango social
destacado, no fue tampoco una prerrogativa exclusiva para los nobles de
nacimiento, sino que los oficiales de república de origen macehual accedieron
al mismo, junto con la posición de principal91
. Ambas eran una forma de
retribuir a los leales a cambio de la concesión de favores pasados, presentes y
futuros.
Recordemos que dado que una de las diferencias entre ambos tipos de
principales radica en que los primeros trasmiten la principalidad a sus
89
La rentabilidad de este tipo de estrategias, es decir, en qué resultados se tradujo es
algo que podremos comprobar en los capítulos 4 y 5 cuando analicemos su participación en el
acceso y ejercicio del poder político local.
90
Este es un fragmento de una declaración más amplia que se produce en el contexto de
la contradicción presentada contra D. Juan de Moctezuma I, gobernador electo de Tepexi en
1746, por parte de los Luna (parciales del fray Bartolomé) que finalmente no prospera. En ella
se vierten toda una serie de acusaciones contra D. Juan en torno a su ejercicio y obligaciones
como gobernador (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 97-100 pp.). En el apartado 4.3 del capítulo
4 analizaremos en profundidad los procesos de contradicción y recusación que se produjeron en
el marco de las elecciones a la república de Tepexi.
91
A los ya señalados arriba como principales de oficio o por méritos, también utilizaban
el don los siguientes: D. Ignacio Francisco alcalde de primer voto de la cabecera en 1717 (AGN,
Indios, Vol. 40, Exp. 131: 193) y 1729 (AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 6: 47-47v); D.
José Lucas, alcalde de segundo voto de la cabecera en 1717 (AGN, Indios, Vol. 40, Exp.
131:193); D. Antonio Romano, regidor mayor de la cabecera en 1717 (AGN, Indios, Vol. 40,
Exp. 131: 193), alcalde de la cabecera en 1731 (ANP, Prot. nº 1 TR (1731-1754): 2 p.), 1734
(AHJP, 3249: 23), 1743 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 189 p.), 1746 (AGN, Vínculos, Vol.
71, Exp. 1: 164); y escribano de cabildo antes de y en 1729 (AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1,
Cd. 6: 49), 1731 (ANP, Prot. nº 1 TR (1731-1754): 2 p.), 1756 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp.
6: 42 p.), 1761 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 9 p.); D. Pedro Jacinto, alcalde de la cabecera
en 1714 (AGN, Tierras, Vol. 3552, Exp. 2, Cd. 1: 32v), 1725 (AGN, Indios, Vol. 50, Exp. 200:
347v), 1728 y 1729 (AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 6: 46), 1731 (ANP, Prot. nº 1 TR
(1731-1754): 2 p.); y por último, D. Diego López, alcalde de la cabecera en 1725 (AGN, Indios,
Vol. 50, Exp. 200: 347v).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
73
descendientes, mientras que los segundos no pueden hacerlo92
, cuando
hablemos de la nobleza indígena de Tepexi nos estaremos refiriendo a los
caciques, así como a los principales de nacimiento. Estos últimos, no obstante,
se reducen a los descendientes de la cacica Dª Rosa Inés de San Martín
(AHJP, 3812: 12): Domingo, María Inés, Baltasar y Juan de la Cruz y San
Martín, todos ellos de Santa Inés Ahuatempan (AHJP, 3812: 22). Así que para
ser más exactos, ser noble en Tepexi en pleno siglo XVIII se traducía, salvo
contadas excepciones, en ser cacique o cacica.
La diferencia radica, entonces, en la pertenencia al linaje. Detrás de
cada familia noble se esconden unos orígenes y una evolución propia, aún
cuando sus historias confluyen y se entremezclan a lo largo del tiempo. La
reivindicación de sus orígenes se manifiesta como uno de los principales
recursos para legitimar su condición social. En este sentido, optaron por
resaltar los más interesantes y buscaron ocultar los menos recomendables
para contar con el reconocimiento y sanción de las autoridades virreinales. No
obstante, estos últimos fueron una de las muchas armas arrojadizas que
frecuentemente eran desenterradas por los adversarios, los cuales buscaban
minar a sus rivales en la lucha por el control del poder local. Es tiempo de
precisar la heterogeneidad que se escondía tras el título de cacique.
Los Moctezuma y Cortés son, sin duda, la familia de caciques más
importante de la jurisdicción93
. Sus miembros defienden que su legitimidad
radica en que descienden “por línea recta de la real casa de los montezumas”
(AGN, Indios, Vol. 68, Exp. 53: 94v). Por lo tanto, tienen vínculos de parentesco
con Moctezuma II (tlahtoani de Tenochtitlan) quien, siguiendo su tradicional
política de alianzas matrimoniales con los señores locales, casó a su hija Dª
María de Moctezuma con Xochitzin Teuctli, señor de Tepexi y padre de D.
Gonzalo Mazatzin, cacique de la región a la llegada de los españoles (Jäcklein,
1978: 167). Estos orígenes llevan a D. Juan de Moctezuma I (GENEALOGÍA
92
En el caso de los principales de oficio los descendientes solamente accedían al título
cuando el padre y el abuelo habían ejercido cargos mayores (Carmagnani, 1988: 195). La falta
de genealogías para estos individuos no nos permite determinar en qué medida esto fue así. No
obstante, el caso de Juan Pascual López demuestra que después de haber sido gobernador de
Tepexi en 1775, cuatro años más tarde, en 1779 (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 186), seguía
conservando el título de principal (AHJP, 4577: 5). Por lo tanto, vemos como una vez alcanzado
dicho estatus, al menos para los gobernadores pasados, la distinción era de por vida.
93
Su relevancia queda patente en la presencia que el apellido Moctezuma tiene en la
nomenclatura de algunas construcciones del Tepexi actual: el Palacio Municipal, también
conocido como el Palacio de Moctezuma, la Casa de Moctezuma, en el barrio de San Sebastián,
y el Puente de Moctezuma, aunque este último, lamentablemente, ya no se conserva (Aguilar,
1999).
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
74
4), el líder del linaje durante gran parte del siglo XVIII, a declararse sin
complejos como el “principal cacique de la cabecera” (AGN, Vínculos, Vol. 70,
Exp. 8: 105 p.), o dicho de otra manera, “el único cacique de la jurisdicción de
sangre limpia y descendencia legítima” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 229
p.). Con estas afirmaciones buscaba no solo asentar la propia posición en la
pirámide social, sino marcar las diferencias que la homogenización del estatus
de cacique aparentemente había disipado. Sin embargo, esta distinción por
encima de los demás caciques de la jurisdicción, no es solamente fruto de una
percepción personal o interna de la familia. En 1712, en pleno proceso de
composición de tierras94
, los herederos del cacique D. Nicolás de la Cruz I
(GENEALOGÍA 13) se refieren a los Moctezuma y Cortés, en ese momento
encabezados por D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA 3), como “la
primera casa de todos los caciques” (AHJP, 2742: 3v). Esto se tradujo, entre
otras cosas, en que nadie, en ningún momento, cuestionó la legitimidad de su
rango social95
.
La situación cambia cuando hablamos de sus principales rivales: los
Mendoza y Luna. Sobre ellos lo primero que procede comentar es que aunque
el apellido legítimo es Mendoza y Luna, a partir del cacique D. Antonio de Luna
I, fundamentalmente, así como de su hermana Dª María de Luna I y los hijos de
ésta (Francisco, Tomás I y Nicolás de Luna) -GENEALOGÍA 23-, todos los
descendientes de este linaje se identificarán únicamente por el segundo de los
apellidos. Por lo tanto, a partir de este momento, nos referiremos a ellos como
los Luna. Aunque sabemos que era habitual durante la colonia el que los
individuos dieran preferencia a uno u otro apellido en función de los derechos
sucesorios que se quisieran reclamar (Chance, 2001: 47), sin embargo para
este caso, no hemos encontrado ningún indicio que nos acerque al motivo de
dicho cambio, por lo que por el momento solamente podemos dar noticia de
ello.
Esto en cuanto al uso de los apellidos. Pero si volvemos al tema de sus
orígenes, la persona de referencia sobre la que sustentan su legitimidad como
caciques es Dª Ana de Santa Bárbara, bisabuela de D. Antonio de Luna I
94
Véase el análisis de este proceso en el apartado 3.1.
95
El reconocimiento de los Moctezuma como caciques estaba garantizado, en la medida
que dicha calidad había sido transmitida de generación en generación. Pero el mestizaje de su
descendencia se utilizó, aunque sin éxito, para cuestionar la legalidad de su acceso al cargo de
gobernador de la cabecera. Es el caso de D. Diego de Moctezuma (GENEALOGÍA 4), hijo de
D. Juan de Moctezuma I y de Dª Mariana Espinosa, a quien se le acusa de mulato por vía
materna en 1759 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 1-60 pp.). Profundizaremos en el contexto
político de dicha acusación en el apartado 4.3.
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
75
(AHJP, 3611: 2v), y una de las cacicas más importantes de Tepexi de la Seda
entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII96
. Sin embargo, en este
caso tal ascendiente no parece tener el peso necesario, de forma que el rango
social de caciques de los Luna es continuamente cuestionado. D. Juan de
Moctezuma I se expresa en esta línea y al referirse a D. Antonio de Luna I
califica su calidad de cacique de “muy dudable” (AGN, Indios, Vol. 68, Exp. 53:
94); asimismo dicha consideración la hace extensible a otros miembros de la
familia:
“En realidad no lo son [caciques de urbanidad] porque todos ellos no
tienen ni se les conoce padre; tan solo se les ha conocido madre, la cual nunca
ha sido casada” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 87 p.).
Respecto a su pertenencia a la “universidad de nobles y conjunto de
caciques” afirma que carecen de ambas cualidades:
“Por no descender limpia y legitima de una raíz noble, requisito
necesario para la denominación, sin que haya quien entienda la denominación
a los hijos naturales, de padre no conocido, siendo solo comunicable, la
nobleza de los padres a los hijos naturales y no de las madres” (AGN, Vínculos,
Vol. 70, Exp. 2: 88 p.).
Por lo tanto, les considera desnudos de la calidad de caciques y nobles.
Este cuestionamiento es generalizado. El común y naturales de Santa María
Nativitas, sujeto de Tepexi, en un pleito por tierras con D. Francisco de Luna
(GENEALOGÍA 23) dicen de él:
“Que dice ser cacique sin serlo quiere ser de lo que carece como darán
información a su tiempo porque él no tuvo padre, ni abuelo, sino solo abuela y
madre es hijo de las yerbas o de buena guerra” (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp.
7: 152).
Dejando de lado las normas de sucesión que abordaremos en el
siguiente apartado, lo que si es cierto es que D. Antonio de Luna I y su sobrino
D. Francisco de Luna, a los que principalmente se está aludiendo, son hijos de
padres no conocidos97
(AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 102 y 106 pp.), y que al
contrario que con otros de sus aliados98
, no se ha encontrado datos en los
96
Para saber más sobre esta cacica véase el capítulo V “La organización económica de
Tepexi” del libro de Jäcklein (1978: 82-98) en el que se analiza el contenido de su testamento y
el pleito generado en torno a su sucesión. También se puede consultar su testamento en Rojas et.
al., 2000: 104-125.
97
Pastor (1987: 396) los define como “criaturas abandonadas por sus padres,
inmediatamente después de nacidos, en la casa de un vecino de quien –obviamente- se esperaba
que lo diese por bienvenido y criado”.
98
Por ejemplo, el caso de D. Francisco de Moctezuma II (GENEALOGÍA 28). Las
informaciones sobre sus progenitores son contradictorias. Mientras que sus detractores afirman
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
76
registros parroquiales consultados que lo desmientan. Aun así, estos ejercieron
como caciques, al margen de la veracidad de dichas consideraciones sobre su
legitimidad. Al fin y al cabo, D. Francisco de Luna era, en palabras de D. Juan
de Moctezuma I, “cacique de cortesía, porque nuestra cortesía se lo ha
aguantado” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 7: 67 p.). El matrimonio de aquél con
una de las hermanas de éste es probablemente la causa de la concesión de
dicho beneplácito heredado, asimismo, por sus descendientes.
En cambio, la familia Cruz99
no tuvo que enfrentar acusaciones en contra
de su calidad que pusieran en peligro su reconocimiento como caciques frente
a la sociedad. Probablemente por ello sus orígenes son más difusos en las
fuentes que en los casos anteriores. De los nombrados, el miembro más
antiguo del linaje es D. Nicolás de la Cruz “El viejo”, padre de D. Nicolás de la
Cruz I -GENEALOGÍA 13- (AHJP. 3592: 6v); es decir, no nos remontamos más
allá del siglo XVII. La investigación y genealogía de Jäcklein (1978: 168) no
favorece nuestras indagaciones al respecto. A excepción de D. Martín de la
Cruz, que fallece sin descendencia100
, no tenemos ninguna pista acerca del
posible origen de esta estirpe. Otra de sus características, frente al resto de los
linajes tepexanos, es su extensión y complejidad (véase de la GENEALOGÍA
13 a la 22). La costumbre de contraer matrimonio en más de una ocasión y la
reiteración hasta la saciedad en los nombres de sus miembros101
, juegan un
que es hijo de padre no conocido, le califican de adulterino y afirman que su madre se caso
después de darle a luz con otro que no era su padre (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 141 y 148
p.); nos encontramos con que en su acta de matrimonio consta que su padre es Bartolomé
Moctezuma (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071195, Bn. M616358, 1712). Si éste es el
hombre con el que se casa su madre después de su nacimiento no lo podemos precisar. Lo que
está claro que es sus enemigos estaban interesados en demostrar que era hijo de padre no
conocido porque eso implicaba, según sus normas, que no era cacique (AGN, Vínculos, Vol. 70,
Exp. 8: 153 p.). Aún así, al igual que en el caso de sus aliados, los Luna, D. Juan de Moctezuma
I reconoce a D. Francisco de Moctezuma II como “cacique de cortesía” (AGN, Vínculos, Vol.
70, Exp. 6: 68-69 pp.). En este caso, sin embargo, la clave no es el matrimonio de D. Francisco
II, sino el parentesco de su padre D. Bartolomé con D. Juan I, aunque no hemos podido
determinar en qué grado.
99
Este apellido destaca no sólo por su uso común entre los macehuales sino porque,
curiosamente, es aquél que adoptan personas vinculadas por matrimonio a la nobleza indígena
de Tepexi y de los cuales es desconocido al menos uno de sus progenitores. Por ejemplo Dª
Mariana, la primera esposa de D. Juan de Moctezuma I, que utiliza este apellido en lugar del de
su madre: Espinosa (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 3 y 45 pp.).
100
Véase su testamento en Rojas et. al. (1999: 109 -111).
101
La repetición en los nombres propios es una costumbre arraigada entre las familias
nobles tepexanas que frecuentemente nos complica la existencia a los investigadores en nuestro
afán por diferenciar a unos de otros. En ese intento ascendientes y descendientes, así como los
cónyuges, son junto a las fechas de nacimiento y defunción los elementos claves para
desentrañar cuando detrás de un mismo nombre se esconden personas diferentes. No obstante,
esta práctica alcanza, en ocasiones, situaciones extremas en las que se bautiza a más de un hijo
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
77
papel determinante. Esto genera una multiplicación en los descendientes con
derecho, o aspiraciones, a disfrutar del patrimonio familiar, es decir, un
aumento de la conflictividad, que provoca, entre otras cosas, continuos cruces
de acusaciones en los que la legitimidad ocupa un papel destacado como
veremos en el siguiente apartado.
Y por último, los caciques Cebrián (GENEALOGÍAS 11, 27 y 30). En
cuanto a sus orígenes, nos enfrentamos a una situación muy similar a la de los
Cruz. Por un lado, en la medida que su calidad de caciques no es cuestionada;
y por el otro, en que no hacen alusión a un ascendiente común. De forma que
las fuentes únicamente nos permiten rastrear hasta D. Juan de San Martín
Cebrián, bisabuelo paterno de D. Pedro Cebrián –GENEALOGÍA 11- (AHJP,
2713: 11). Aun así, en este caso, la genealogía de Jäcklein (1978: 168) recoge
a un noble del siglo XVI de nombre D. Simón Cebrián que pudo ser uno de los
ascendientes de este linaje. Sin embargo, las limitaciones de ésta no nos han
permitido establecer un enlace entre los Cebrián de finales del siglo XVII y
principios del siglo XVIII, con la descendencia del citado D. Simón.
Pero si el perfil social de los Cebrian es significativo, se debe no tanto a
sus orígenes, sino a su evolución. Aspecto por el que difiere del resto de los
linajes tepexanos. Si recuerda el lector, una de las palabras que compone este
epígrafe es “calidades”. El uso del plural y no el singular de este término se
debe a la consideración de que fruto del intenso proceso de mestizaje entre
españoles y nobles indígenas, estos últimos utilizaron su doble ascendencia,
según las circunstancias. En este sentido, no es extraño encontrar en la
documentación que la misma persona se identifica o es identificada de
diferentes maneras102
. Veamos cómo se refleja esta característica en los
Cebrián.
con el mismo nombre y sin añadir un segundo que marque alguna diferencia. Es el caso de los
dos hijos de D. Nicolás de la Cruz I a los que llama Juan. Para profundizar en este caso véase
Cruz (en prensa-a).
102
Nos gustaría traer a colación un par de citas que reflejan lo fina que era la línea que
dividía las identidades étnicas en la época virreinal. Tal y como ejemplifica Céspedes (1986:
185-186):
“Hay testimonios de que un mestizo hábil y despierto -como solían ser-
cambiaba de grupo social lo mismo que de camisa, sin más que variar su grado de
limpieza personal, vestido, porte, lenguaje o simplemente acento y conducta: podía ser
indio a la hora de pagar impuestos para no satisfacerlos; podía ser mestizo a la hora de
exigirle el tributo indígena, aunque viviese como indio entre los nativos; podía ser
español a la hora de solicitar un cargo modesto o pretender un matrimonio de
convivencia”.
Asimismo Gibson (1978 [1964]: 146) nos advertía ya entonces de que:
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
78
Dª Josefa de Cebrián III (GENEALOGÍA 27) se define en su testamento
como una mestiza (AHJP, 4961: 7). En cambio Rosalía Ramos, una de sus
hijas, está registrada en su acta de defunción (13-12-1779) como “española”.
Esta divergencia en la identificación de las calidades de los individuos queda
patente en las actas de bautismo de las hijas de José Manuel Ramos y Petra
Paula Pérez. Mientras que en la de 1776 se les llama españoles, en la 1780 se
les identifica como mestizos (AHJP, 4961: 23-24). Por último, Antonia María del
Espíritu Santo Ramos, hija de éstos, llama cacica a su abuela Dª Josefa en
1792 (AHJP, 4961: 40). Esta circunstancia, ascendientes y descendientes
identificándose según un criterio que poco tiene que ver con el biológico, no es,
sin embargo, el aspecto más relevante al que queremos llegar. Sí lo es, por el
contrario, la declaración oficial de una de ellos, Dª Mariana Cebrián II
(GENEALOGÍA 30), hermana de Dª Josefa, en 1785, orientada a probar:
“Que su bisabuela, abuela y madre, han sido mestizos y los hijos de la
última castizos, y que sus antepasados fueron caciques, pero han conservado
el apellido Cebrián, sin haber tenido reconocimiento algunos de indios” (AHJP,
5011: 1).
En palabras de los testigos que presentan, los Cebrián “han declinado su
calidad”, lo cual se traducía en que no eran “pensionados como indios”, ni se
les exigía “tributo y obvención” (AHJP, 5011: 5v-8v). Es decir, estamos ante
una familia de caciques, o al menos parte de sus miembros, que optan
públicamente por no seguir siéndolo. Renuncian a una de sus ascendencias
frente a la otra porque les resulta más beneficioso ser considerados españoles.
La causa radica probablemente en el hecho de que algunos de ellos
empezaron a ser considerados tributarios. Y es que los caciques, en su
constante afán por preservar una posición social y económica privilegiada,
adoptaron las medidas que consideraron necesarias. En unas ocasiones esto
pasaba por mantenerse como caciques y en otras, como es el caso, en
convertirse en españoles. Este tipo de actuaciones nos llevan a plantearnos un
par de cuestiones. La primera es si desde el momento en que Dª Josefa
depone oficialmente su calidad de cacica debemos dejar de investigarla, dado
“No sabemos los criterios utilizados para definirlos e identificarlos en los
registros coloniales, y es improbable que los problemas que plantean puedan resolverse
satisfactoriamente algún día. (...) Los criterios externos o visuales para identificar a los
indios eran los rasgos físicos, los trajes nativos y las balcarrotas o estilo de peinado
indígena, cualquiera de los cuales, o todos, podrían haberse aplicado igualmente a los
mestizos. Es de sospecharse que los españoles clasificaban por lo general a los mestizos
como indígenas para obligarlos a pagar tributo y desempeñar otros servicios”.
Para profundizar en nuestros planteamientos acerca del problema metodológico del
mestizaje véase Cruz (2005a).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
79
que conceptualmente ya no es una noble indígena. Y en segundo lugar, si esta
transformación es finalmente un éxito o un fracaso.
Desde nuestro punto de vista, lo relevante son las personas, no las
categorías estanco en las que las enmarquemos. Y si mantuvieron su poder
económico y social (en este caso, su presencia en el cabildo tepexano fue
mínima) esta estrategia y cualquier otra que garantizara su nivel de vida era,
sin duda, un éxito. ¿Acaso no adoptaron las formas de vida impuestas por las
nuevas autoridades tras la conquista con el único objetivo de seguir en el
poder? Entonces ¿en qué difiere una situación de la otra? Simplemente en
nuestras concepciones como investigadores. Si nuestra unidad de análisis se
fundamenta en las distinciones étnicas, efectivamente asistimos a la
desaparición de la nobleza indígena; pero no sólo en el siglo XVIII, sino desde
el mismo momento en el que el proceso de mestizaje biológico y cultural dio
comienzo. Por el contrario, si el objeto de nuestro estudio son los individuos y
sus relaciones, simplemente hablaremos de transformación, de utilización de
los recursos a su alcance (p.e. doble ascendencia), de estrategias para
continuar manteniendo el poder en sus manos. Es decir, tan simple como la
adopción de la filosofía “renovarse o morir”103
.
En definitiva, nos encontramos con cuatro familias que a la hora de
defender su modo de vida optan por diferentes mecanismos, unos defienden su
legitimidad como caciques y otros optan por dejarla a un lado. El caso es que
de todos ellos, únicamente los Moctezuma y Cortés recurren a su ascendencia
prehispánica, mientras que el resto no van más allá de la época colonial, aún
cuando fruto de las intensas relaciones matrimoniales entre los linajes,
Moctezuma II fuera, cuando menos, un ascendiente lejano de todos ellos.
103
Cfrs. Rojas (en prensa: 133):
“Es posible que el término a emplear no sea “desaparición”, sino
“transformación”. ¿Qué supone el que haya una mayoría, o muchos “caciques
mestizos”? ¿Cómo era posible si estaba prohibido? Una posibilidad sugerente es que en
esos casos, como hemos anticipado, se invoque la ascendencia india y se obvie la
española. La mezcla conlleva una doble pertenencia, que puede ser invocada
separadamente. No debemos olvidar que donde había un padre (español), una madre
(india) y unos hijos (mestizos), nosotros estamos separando la familia en nuestro
empeño de hacer distinciones étnicas”.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
80
2.2. La transmisión del estatus: matrimonios y sucesiones
Los miembros de las familias de la nobleza indígena de Tepexi contaban
con un estatus social y económico elevado que mantenían gracias al poder que
ostentaban, el cual se fundamentaba, como hemos indicado, en tres esferas
básicamente: las relaciones sociales, la participación en diferentes ámbitos de
la administración colonial y su patrimonio personal y familiar.
Era tan importante la gestión y rentabilidad que se sacará a estos
recursos, como la creación de estrategias destinadas a perpetuar e
incrementar, en la medida de lo posible, dicho “capital político, social y
económico”. Para ello resultaba de vital importancia la concertación de alianzas
de provecho para los interesados y la transmisión del poder adquirido a las
siguientes generaciones. En este sentido, nos centraremos en profundizar en
dos aspectos claves: los matrimonios y las sucesiones. En ambos, el papel de
las mujeres adquiere especial relevancia para los intereses de sus familias y
grupos de poder. Desplazadas de los cargos públicos, son claves para la
creación de redes sociales que, no en pocas ocasiones, transcienden el ámbito
local104
.
2.2.1 Alianzas matrimoniales
El sagrado sacramento del matrimonio fue el mecanismo de actuación
por excelencia por el que los “grupos de poder” sellaban sus alianzas y
ampliaban sus redes de influencia105
. Y es que la creación de vínculos de
parentesco era la mejor vía para estrechar intereses comunes, aunque como
veremos, no siempre dio los resultados esperados. En esta línea, trataremos
104
Las mujeres de la nobleza indígena novohispana jugaron un papel activo, desde los
roles que, en razón de su género, la sociedad virreinal les asignó, de cara al mantenimiento de
los suyos en una posición predominante. Por ello, es fundamental que, a pesar del desnivel de
información que ha trascendido en las fuentes respecto a sus compañeros varones, ocupen en las
investigaciones el lugar de primer orden que les corresponde. No obstante, las investigaciones al
respecto son escasas, locales y en ocasiones superficiales. Con todo, cabe destacar los trabajos
de Carrasco (1963), Chipman (1987), Haskett (1997), López de Meneses (1948, 1952), Muriel
(1963 y 1998) Pérez-Rocha (1998), Reyes (1977), Schroeder (1992 y 1997), Spores (1997).
Para un análisis más detallado consultase Cruz (2005b).
105
Verónica Zarate (1996: 228) en su estudio sobre el Marquesado de Selva Nevada
plasma una definición sobre las estrategias familiares que consideramos refleja las actuaciones
de las familias nobles de Tepexi de la Seda en este ámbito al definir:
“Las estrategias familiares como uno de los muchos elementos dentro del
sistema global de reproducción biológica, social y cultural por el cual cada grupo
procura pasar a la siguiente generación todo el poder y privilegios que él mismo ha
heredado. Y agregamos que las familias, a través de los matrimonios, buscan multiplicar
dichos atributos”.
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
81
de definir las estrategias matrimoniales seguidas por las familias de la nobleza
indígena de Tepexi durante cuatro generaciones. También analizaremos los
vínculos creados entre los linajes, además de otros dos aspectos: las alianzas
con los caciques y cacicas de otras jurisdicciones, por un lado, y los
matrimonios con españoles, por el otro.
Como se puede observar en las 30 genealogías que recogemos en el
APÉNDICE A (véanse págs. 427-466), las diferentes familias estaban
emparentadas entre sí. En este sentido, éstas deben ser objeto de consulta
durante la lectura de este capítulo, en la medida que favorece la comprensión
de las relaciones matrimoniales que a continuación iremos desgranando.
Los Moctezuma, dada su posición predominante en el contexto local,
celebraron matrimonios con individuos adscritos a los restantes linajes
tepexanos. Esta costumbre responde a una práctica común en los dos siglos
anteriores, de forma que la existencia de lazos de sangre, más o menos
cercanos, era uno de los elementos compartidos por parte de la mayoría de los
contrayentes. Gracias a la investigación de Jäcklein (1978) podemos precisar el
origen de alguno de los matrimonios de los que hablaremos más adelante. Por
ejemplo, las uniones entre las familias Moctezuma y Luna. Dª Ana de Santa
Bárbara, bisabuela de D. Antonio de Luna I (GENEALOGÍA 23), estaba casada
con un hermano de D. Francisco de Moctezuma, cacique ascendiente de los
Moctezuma y con el mismo nombre que algunos de sus sucesores en el siglo
XVIII (Jäcklein, 1978: 83)106
. Por lo tanto, asistimos a una perpetuación de
algunas de las estrategias a lo largo de los sucesivos siglos coloniales.
106
Su decisión de no publicar hasta 27 genealogías por no poder vincularlas a la
principal nos ha generado, lamentablemente, claras limitaciones al respecto, ya que no contamos
con toda la información recogida en la documentación que consultó.
“En la genealogía no han sido incluidas más que las personas, cuyas relaciones
de parentesco se conocen con seguridad. Además de esta genealogía central, con
informaciones parciales muy diversas pude trazar otros 24 fragmentos de genealogías
desde el siglo XVI al XVIII con 217 personas diferentes en total que aparecen en los
documentos como caciques y/o principales. Estos fragmentos no se pueden incluir en la
genealogía central por ahora, ya que no se ha podido establecer la conexión exacta”
(Jäcklein, 1978: 7).
Frente a esta decisión, nosotros hemos optado por publicar todas las genealogías
posibles, al margen de si finalmente hayamos podido vincularlas o no a las demás; también
hemos elaborado un listado con los caciques y cacicas de los que ni siquiera hemos podido
construir una genealogía propia. Todo ello desde el convencimiento de que es nuestra labor
ofrecer todas las piezas del puzzle al resto de los investigadores presentes y futuros (véase
APÉNDICE A, págs. 427-466), y así favorecer la construcción de una genealogía que represente
los vínculos entre las diferentes noblezas indígenas locales del virreinato de la Nueva España.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
82
Pero pasemos a los datos para ser más precisos en nuestras
afirmaciones. Para ello empezaremos analizando los enlaces de la primera
generación, de las cuatro estudiadas, puesto que constituye el enlace entre los
siglos XVII y XVIII. Y más concretamente por los de la primera casa de
caciques en Tepexi: los Moctezuma, constituida por tres hermanos de nombre
María, Francisco y Jerónimo (mayor, mediano y pequeño respectivamente)107
.
Dª María de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 1) se casa con D. Luis
de Guzmán I108
, cacique de Tepeaca, el 23 de julio de 1619 en Tepexi. Las
alianzas entre nobles indígenas de estos dos lugares se remontan al siglo XVI
con la unión entre D. Francisco Moctezuma109
, cacique de Tepexi, con Dª
Francisca de Guzmán, cacica de Tepeaca110
. Asimismo se prolongan durante
el siglo XVII, con al menos dos matrimonios más: Dª María de Guzmán Luna,
cacica de Tepeaca, con un cacique de Tepexi, cuyo nombre no se especifica
(Jäcklein, 1978: 75-76); y Dª María de Mendoza111
, cacica de Tepexi y
descendiente de Dª Ana de Santa Bárbara, que en 1622 se casa con D. Martín
de los Ángeles, cacique principal de Tepeaca112
. Por lo tanto, las dos familias
de caciques más destacadas de Tepexi, los Moctezuma y los Luna,
establecieron enlaces matrimoniales con la nobleza indígena de Tepeaca, los
primeros desde el siglo XVI y los segundos como mínimo desde el siglo XVII.
107
Tanto para Dª María –GENEALOGÍA 1- (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 112v),
como para D. Jerónimo –GENEALOGÍA 3- (AHJP, 3112: 10) las fuentes concluyen que su
padre se llama D. Francisco de Moctezuma. Sin embargo los datos del acta de matrimonio de su
hermano D. Francisco (GENEALOGÍA 2) afirman que su padre es D. Juan de Moctezuma (FS-
IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711952 Bn. M616357, 1659b). Esto nos plantea un dilema, no
sólo en cuanto a los datos sobre quién es el padre, sino porque en la genealogía de Jäcklein
(1978: 168), la última generación, enlace con la recogida en las GENEALOGÍAS 1, 2 y 3,
aparecen dos individuos, hermanos, de nombre Francisco y Juan. En este sentido, aún no
estamos en disposición de ser concluyentes sobre la ascendencia de éstos y cuál es el enlace con
la investigación que nos ha precedido.
108
Sus padres son D. Luis de Guzmán y Juana de Aquino (FS-IGI, Col. Santo Domingo,
Film. 711952 Bn. M616357, 1659a).
109
Una de las consecuencias de este enlace fue la concentración de los gobiernos de
Tepexi y de Tepeaca en la figura de D. Francisco (Jäcklein, 1978:45).
110
Véase genealogía de Tepeaca (Martínez, 1984: 154) y de Tepexi (Jäcklein, 1978:
167).
111
Esta cacica al ser descendiente de Dª Ana de Santa Bárbara es, por lo tanto,
ascendiente de los Luna. El uso del apellido Mendoza es, igualmente, un indicativo claro. No
obstante, dado que las dos Marías de Mendoza y/o Luna de cuya existencia tenemos constancia,
la madre (AHJP, 2713: 1) y la hermana (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 106 p.) de D. Antonio
de Luna I, no tuvieron marido conocido y que su bisabuela fue Dª María de Luna casada con D.
Nicolás de Mendoza (AHJP, 2713:9), por el momento, no estamos en disposición de precisar el
grado de parentesco.
112
Para los gastos de la boda véase Jäcklein, 1978: 96-97.
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
83
Del enlace de Dª María y D. Luis I, sabemos que se celebró en Tepexi,
donde la pareja residió hasta su muerte. Las causas de ésta las
desconocemos, pero la documentación da a entender que o bien fueron
simultáneas o muy próximas en el tiempo, pues dejaron a sus cuatro hijos (Luis
II, María, Juan y Gaspar) huérfanos desde muy pequeños y sin ningún bien
mueble para legarles (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 112-114). De manera
que la rentabilidad de esta unión parece que no fue muy alta, a pesar de que
Dª María era una de las herederas del patrimonio familiar de los Moctezuma.
Por otro lado, la investigación de Perkins (2001) no nos aporta información
sobre la situación de D. Luis de Guzmán I o su familia, que esclarezca algo
sobre los bienes de éstos. En cualquier caso, con este matrimonio se pierde el
rastro de la alianza entre la nobleza indígena de Tepexi y la de Tepeaca, tanto
en el caso de los Moctezuma, como de los Luna. Como iremos viendo, en los
sucesivos enlaces no se repite este patrón.
Sus hijos corrieron en este aspecto una suerte desigual. D. Juan de
Guzmán parece que falleció joven y no llegó a casarse; y Dª María de Guzmán
estaba para 1710 en el convento de religiosas de la Santísima Trinidad113
de la
ciudad de Puebla de los Ángeles (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113).
Mientras D. Gaspar de Guzmán, el primogénito, se casa con Magdalena de
San Juan, cuya calidad desconocemos (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film.
711952, Bn. M616357, 1685). El matrimonio residió en Tepexi donde D. Gaspar
fue candidato a gobernador en 1717, así como elector (AGN, Indios, Vol. 40,
Exp. 131: 192). Nos queda D. Luis de Guzmán II114
, quien al contrario que sus
hermanos, celebró un matrimonio más que provechoso115
. Éste amplía el
círculo de influencias al casarse con Dª Josefa de Villagómez y Pimentel116
,
cacica de los pueblos de Acatlán, Tzilacayoapa y Yanguitlan. También tiene
patrimonio en la jurisdicción de Guaxuapa117
.
113
Profundizaremos en la historia del convento y su vinculación con la nobleza en el
apartado 2.3 sobre educación y formas de vida.
114
Sobre este cacique hablamos por primera vez en la ponencia titulada “Redes
familiares y alianzas matrimoniales de la nobleza indígena de Nueva España” presentada en el
XI Congreso de la Asociación Española de Americanistas: Mediterráneo y América (Cruz, en
prensa-b).
115
Según declaración de un español llamado Lorenzo Pérez: “el dicho don Luis con
mejor fortuna casó en la mixteca con doña Josefa Villagómez, dueña de un buen cacicazgo”
(AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113v).
116
Véase su genealogía en Smith et. al. (1991: 67).
117
En la composición que hace de las tierras de su cacicazgo en 1715 se nos dice que es
cacica y principal de los pueblos de Acatlán, Petlalcingo, Santo Domingo y San Jerónimo, de un
barrio del pueblo de San Pedro (jurisdicción de Acatlán). Y el de San Jerónimo Silacayoapilla y
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
84
D. Luis II es acogido, junto a sus hermanos, por su tío materno D.
Francisco de Moctezuma I quién “los crío y mantuvo en la decencia que pudo”
(AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). De manera que cuando se casó D. Luis
II “no llevó al poder de dicha cacica nada porque hasta las donas que le hizo
fue a costa del licenciado don Antonio Moctezuma, su primo” (AGN, Intestados,
Vol. 9, Exp. 4: 113v). En cambio a su esposa se la define como “señora de un
gran cacicazgo” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113).
Por lo tanto, podemos afirmar que el matrimonio para D. Luis II fue muy
provechoso, de hecho, fue en términos estratégicos su gran baza, ya que su
mujer pertenecía a una destacada familia de la nobleza mixteca que se
encontraba entre los más grandes terratenientes de México desde la segunda
mitad del período colonial hasta el 1800118
. Pero, ¿por qué una cacica de su
posición se casó con un cacique sin más recursos que su título y sus apellidos?
¿Era la mejor opción? Para Chance (2006: 22) la elección de debió a la
necesidad de Dª Josefa, dada su juventud, de contar con alguien que
San Pedro Mártir de la jurisdicción de Guaxuapa y el de Yanhuitlán y sus sujetos: San Francisco
Xaltepetongo y San Pedro Añane (FTTP-BNM, Caja 2, Exp. 199: 1).
118
La presencia de la familia Villagómez en Tepexi no se reduce a Dª Josefa. Por un
lado, tenemos noticia de que se venden tierras pertenecientes al cacicazgo Villagómez en las
proximidades del pueblo de San Marcos al español D. Alonso Ruiz de Barcenas, en una fecha
sin precisar entre 1737 y 1762 (AGN, Tierras, Vol. 887, Exp. 2: 1). Es probable que el titular
fuera D. Martín de Villagómez, aunque no sabemos a ciencia cierta a cuál de los individuos que
conocemos con dicho nombre se refiere. En Tepexi de la Seda, nos encontramos con un acta de
matrimonio que recoge el enlace entre don Martín de Villagómez y María de Mendoza el 31 de
noviembre de 1682 (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071195 Bn. M616357, 1682). En 1729,
otro cacique con el mismo nombre, que por la fecha no parece estar refiriéndose al mismo que
contrae matrimonio, vende, junto al cacique don Tomás de Moctezuma, las tierras de Santa
Cecilia y Santa Ana al Colegio del Espíritu Santo (Puebla) (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp.
Único: 500-500v; Ewald 1976: 104). Por otro lado, se nos habla de la transacción o concierto
entre los herederos de don Martín de Villagómez y los herederos de don Jerónimo de
Moctezuma. El objeto del mismo: una caballería de tierra conocida como el Llano del Trigo
(AHJP, 3119: 9-9v). Asimismo se nos habla de una persona con el mismo nombre que participa,
en calidad de testigo, en el reconocimiento de la raya que separa Tepexi de Acatlán en 1738 y
que, aunque comparece del lado de los de Tepexi, es cacique del pueblo y jurisdicción de
Acatlán (AGN, Vínculos, Vol. 68, Exp. 4: 68v). Por las fechas, podríamos pensar que se refiere
a don Martín de Villagómez Guzmán y Mendoza (¿?-1810), de Suchitepec, casado en 1717 con
doña Teresa de la Cruz Villagómez, de Acatlán. Agradecemos a John Chance sus comentarios y
sugerencias al respecto. Para profundizar sobre éstos véase la ponencia que presentó el 4 de
noviembre de 2006 en el encuentro anual de American Society for Ethnohistory. Las
posibilidades de que éstos y Dª Josefa fueran parientes es cada vez más probable. Por último, las
fuentes nos dan noticia de otra Villagómez de nombre Juana, que según consta en el acta de
bautismo de su hija María en 1730, es cacica de San Vicente Coyotepec (jurisdicción de Tepexi)
y está casada con D. Rafael Rivera (APTR, LB, Vol.15: 17v).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
85
administrara su vasto patrimonio119
Es un matrimonio en el que siendo ambos
del mismo rango, es decir, caciques, el respaldo que avala dicho título es bien
distinto para uno y otro. D. Luis II es cacique de Tepeaca y de Tepexi a secas,
esto es, ha heredado tal distinción social de sus padres, pero carece de un
cacicazgo u otros bienes. Al contrario la posición de cacica de Dª Josefa, su
mujer, va junto con las posesiones de su cacicazgo, ubicadas en diferentes
sitios de Puebla y Oaxaca que ya hemos señalado. Por lo tanto, en términos de
riqueza existe una clara desigualdad.
La pareja reside en Acatlán, donde se encontraban parte de las
posesiones del cacicazgo de Dª Josefa. Allí permanecen hasta que, como
consecuencia de los pleitos que les enfrentan con los naturales de dicho
pueblo, son desterrados. El gobernador y demás oficiales de república, en
representación del común y naturales de la cabecera de Acatlán (jurisdicción
de Petlalcingo) se querellan criminalmente contra D. Luis II, a quien acusan de
cometer toda clase de abusos y vejaciones contra los naturales. Este proceso
dura al menos entre 1703 y 1704120
. Aunque desconocemos la fecha exacta del
destierro, lo que si tenemos constatado es que para 1709 (FTTP-BNM, Caja 1,
Exp. 172: 2) este ya se había hecho efectivo. Asimismo, que esta circunstancia
les lleva a Tepexi en una situación de pobreza121
, teniendo que ser acogidos
por otro de los tíos maternos de D. Luis II, D. Jerónimo de Moctezuma
(GENEALOGÍA 3). Allí residen hasta que en 1710122
es asesinado por causas
119
Esperamos que la investigación de John Monaghan titulada La nobleza indígena y la
reinscripción de los códices mesoamericanos (2001), en la cual estudia a la familia Villagómez,
nos permita profundizar en este aspecto (véase un informe preliminar de la misma en la página
Web de la Fundación para el avance de los estudios mesoamericanos –FAMSI.- En: Internet
<http://www.famsi.org/reports/99031es/> -consulta, 3 de febrero de 2004-). De momento la
publicación de parte de este trabajo (Monaghan, 2005: 422) no nos aporta más información
sobre Dª Josefa que la ya publicada previamente en el estudio de Smith et. al. (2001) sobre el
Códice Tulane. Cuando estábamos cerrando el texto definitivo, John Chance se puso en
contacto con nosotros remitiéndonos su ponencia sobre las alianzas matrimoniales de los
caciques Villagómez de Acatlán-Petlalcingo que presentó el 4 de noviembre de 2006 en el
encuentro anual de American Society for Ethnohistory, por lo cual le estamos agradecidos.
120
Para profundizar más véanse los siguientes documentos: AGN, Indios, Vol. 36, Exp.
78: 79-79v; AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 94: 92-92v; AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 112: 108-109 y
AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 149: 136v-138.
121
Según Pedro del Castillo (español y vecino de la cabecera):
“Pero que cuando murió, murió pobrísimo respecto que para alimentarse el
dicho don Luis difunto fue necesario a su tío don Jerónimo, hermano de don Francisco
de Moctezuma que le sucedió en el cacicazgo, traerlo a su casa y a su esposa doña
Josefa. Y le estaba dando sustento porque en el pleito que tuvo con los naturales de
Acatlán se aniquiló y vendió su ropa y la de su mujer hasta quedar en el estado que le
cogió la muerte” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113).
122
Smith et. al. (1991: 67) señala erróneamente esta fecha en 1698.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
86
desconocidas, muriendo intestado y sin descendencia (AGN, Intestados, Vol. 9,
Exp. 4: 111).
A pesar de que el enlace con Dª Josefa le permitió a D. Luis II disfrutar
de los bienes de un gran cacicazgo, así como acceder a puestos políticos como
la gubernatura de Yanhuitlán (FTTP-BNM, Caja 1, Exp. 172: 11v), se mantuvo
una situación de “separación de bienes” entre ambos123
. Es decir, aunque D.
Luis II gestionó, en calidad de “marido y conjunta persona” de Dª Josefa, los
asuntos y patrimonio de ésta, sus actos parece que no repercutieron finalmente
en el monto de las tierras del cacicazgo. De forma que la declaración acerca de
la situación de pobreza en la que se quedan tras el destierro de Acatlán
requiere de algunos matices. Si bien es cierto que los bienes que tiene D. Luis
II en el momento de su asesinato están valorados en 9 pesos y 2 reales y
medio124
, esto es, una cantidad ínfima, la realidad es que su viuda no se queda
en una situación de desamparo como se pudiera pensar. No sólo por la
declaración explícita de la precaria situación económica de ambos, sino
también porque el destino elegido tras su destierro es Tepexi, donde
únicamente está la familia de D. Luis II, y no Guaxuapa o Yanhuitlán, donde Dª
Josefa tiene más bienes.
No siempre es todo lo que parece a primera vista, sino que la
percepción de las cosas depende de nuestros criterios de búsqueda en los
documentos. Y es que dicha cacica, a pesar de su traslado a Tepexi en una
supuesta situación de penuria económica, se ve inmersa en el proceso de
123
La práctica prehispánica a la que alude Chance (2001: 690) en su trabajo sobre la
nobleza indígena de Tecali: la separación de los bienes del esposo y de la esposa durante el
matrimonio, parece que en algunos casos se perpetuó durante el período del virreinato.
124
Tasación de sus bienes:
- Por la capa vieja de pelo de camello que se empezaba a desflecar...........2 pesos.
- Por los dos sombreros viejos.....................................................................4 reales.
- Por la banda vieja de saya negra……......................................................4 reales.
- Por un sobretodo de pelo de camellón en el que no podían apreciarse sino es
algunos pedazos que estaban tratables y el forro todo roto.....................3 reales.
- Por la casaca vieja y los calzones de paño................................3 pesos y 6 reales.
- Por el pañuelo viejo...................................................................................6 reales.
- Por una banda vieja de saya……..............................................................4 reales.
- Por un tintero de plomo................................................................................1 real.
- Por candelero y tijeras de bronce................................................6 reales y medio.
Esta cantidad es entregada por el alcalde mayor D. Juan Teodoro Prieto al cura del
Partido para que se digan misas en honor del difunto (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 114v).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
87
composición de tierras que afecta a diferentes jurisdicciones125
, al cual hizo
frente su marido hasta su asesinato, y en el cual, tras muchas amenazas de
embargarle sus bienes porque no presentaba los títulos que acreditasen su
posesión126
, recibe composición de todas las tierras de su cacicazgo el 13 de
junio de 1715, tras presentar una información con nueve testigos en la que trata
de demostrar ser la legítima dueña de dichos bienes y su donación a la Corona
de 50 pesos (FTTP, Caja 2, Exp. 199: 3v-17). Por lo tanto, si el enlace de Dª
Josefa con D. Luis II finalmente no le supuso la ruina ¿por qué éste acabó sus
días como cualquier macehual sin recursos? Los datos son cuando menos
desconcertantes. La falta de descendencia y la “desaparición” de Dª Josefa en
la documentación sobre Tepexi127
nos deja por el momento con estas
valoraciones determinantes, aunque no concluyentes.
D. Francisco de Moctezuma y Cortés I (GENEALOGÍA 2), el mediano de
los tres hermanos y heredero del cacicazgo de la familia tras la muerte de su
padre, se casa con la cacica de Tepexi Dª Magdalena de Mendoza128
, hija de
Diego Salvador y Francisca de Mendoza (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film.
711952, Bn. M616357, 1659b), quien probablemente estaba vinculada a la
familia Mendoza y Luna129
.
Y por último, D. Jerónimo de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 3), el
menor y heredero del cacicazgo de la familia, tras la muerte de su hermano
(AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). Éste y sus descendientes son, de los
tres hermanos, los que más huella han dejado en las fuentes. D. Jerónimo se
125
Marquesado del Valle de Oaxaca, Teutitlán del Valle, Tonalá, Tepexi de la Seda,
Acatlán, Piastla y Tlapa (FTTP-BNM, Caja 28, Exp. 718). Sobre cómo afectó este proceso a los
caciques de Tepexi de la Seda hablaremos en el apartado 3.1.
126
Según Dª Josefa, los títulos de sus tierras se quemaron en un incendio acaecido en la
casa de D. Jerónimo de Alvarado, cacique de Acatlán, así como albacea de D. Diego de
Villagómez, su padre, y tutor de ella y su hermana durante su minoría de edad (FTTP-BNM,
Caja 2, Exp. 199: 3-5). Sin embargo, su marido D. Luis II argumenta que por los pleitos que
habían tenido con los naturales de Acatlán, los títulos estaban en la Real Corte de México
(FTTP-BNM, Caja 1, Exp. 172: 4). Al margen de la veracidad de estos argumentos, lo cierto es
que ambos son harto frecuentes en las justificaciones esgrimidas en las reclamaciones ante las
autoridades del virreinato, de cara a la presentación de los títulos de las tierras.
127
Según la fecha de su testamento (1717) no falleció mucho más tarde que su esposo
(Rojas et. al., 2004: 57) y lo hizo en Petlalcingo. En este documento hace referencia a la mala
gestión que hizo su esposo don Luis II de su patrimonio, la cual le ocasionó pérdidas y deudas
(Chance, 2006: 25).
128
Tras fallecer su marido, utiliza el primer apellido de éste, es decir, aparece como Dª
Magdalena de Moctezuma (FTTP-BNM, Caja 28, Exp. 718: 4v).
129
Para sus tres hijos (Antonia, Felipe y Antonio) carecemos de datos sobre los términos
de sus matrimonios. De hecho, únicamente en el caso de Dª Antonia de Mendoza sabemos que
tuvo descendencia aunque las fuentes no especifican el número y nombres de la misma (AHJP,
2713: 6).
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
88
casa con Dª Rosa Flores130
, vecina de Tepexi (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2:
65-66 pp.), sobre la que no tenemos ninguna mención expresa como cacica o
principal; igualmente desconocemos cuál es su ascendencia. No obstante, sus
apellidos podrían ser una pista de vínculos de parentesco con dos familias
residentes en Tepexi y relacionadas entre sí: los Flores131
y los Castillo132
.
De los matrimonios de sus descendientes, destaca el papel de sus hijas
en el establecimiento de una red de enlaces con miembros de las principales
familias de Tepexi, e incluso, de otros lugares. No obstante, por ser menos,
empezaremos por los varones. Tenemos por un lado a D. Carlos de
Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 7), el primogénito, que se casa con Dª
María Hernández, hija de Sebastián Hernández y Magdalena Flores (FS-IGI,
Col. Santo Domingo, Film. 0711953, Bn. M616358, 1719a). Aunque no declara
su calidad, lo más probable es que fuera española133
. De sus tres hijos (Juana,
Rafael y Francisca) la información es inexistente, por ejemplo en el caso de Dª
Juana de Moctezuma Hernández II. En cambio, sobre D. Rafael de Moctezuma
Hernández, el primogénito, sabemos que contrajo matrimonio con otra
española, de San Pedro Coayuca, llamada Dª Ángela Francisca Amadora
130
En las actas de bautismo y matrimonio de sus hijos aparece también nombrada como
Rosa de Santa María Flores (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358,
1719a) o Rosa Flores y Castillo (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711935, Bn. C616343,
1711) aunque en el resto de las fuentes se la conoce como Rosa Flores.
131
Están representados por D. Salvador Flores I y su descendencia (GENEALOGÍA
29). Este “cacique”, es arrendatario del rancho de San Pedro Coayuca, casualmente, propiedad
de D. Jerónimo de Moctezuma (véase AHJP, 3027), el cual, a la muerte de éste, le queda en
usufructo a Dª Rosa Flores (AHJP, 3119: 14). Hemos considerado oportuno poner la palabra
cacique con entrecomillado porque la identificación de Salvador Flores I como tal es puntual y
aislada en la documentación (AHJP, 3027: 28). Tanto su mujer como sus hijos no destacan esta
característica y tampoco se la atribuye su descendencia. De hecho, su hijo mayor, también de
nombre Salvador, se reconoce, según los casos, como mulato (AHJP, 3119: 24v) o español
(AHJP, 2696:1v). Por lo tanto, si efectivamente lo fue, nos encontramos ante otro caso en el
que, por un lado, como hemos visto con D. Luis de Guzmán II, el título de cacique era el único
capital heredado y conservado; y por el otro, en el que, al igual que los Cebrián, los
descendientes de la nobleza indígena tepexana se convierten en españoles. Aunque en este caso
desconocemos las circunstancias de esta evolución debido, principalmente, a que carecemos de
información sobre sus progenitores y antepasados. En todo caso queda ahí la reflexión a la
espera de datos más precisos.
132
Son españoles entre los que cabe destacar a Pedro del Castillo “El viejo”: un
labrador, vecino de la cabecera, que sirvió en la casa de D. Francisco de Moctezuma I (AGN,
Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 112v-113); y a Juan del Castillo: un sastre, tutor de los hijos menores
de D. Salvador Flores I (AHJP, 3027: 30) y comisario de la Santa Hermandad en 1741 (AHJP,
3396: 2-2v).
133
Barajamos esta hipótesis fundamentándonos en que el marido de su hija Francisca,
de nombre Vicente Hernández, posible pariente de ésta, es español (AHJP, 6287: 38).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
89
(APTR, LB, Vol. 20: 93v)134
. Su hermana Dª Francisca Moctezuma y
Hernández III (GENEALOGÍA 26) toma como esposo a Vicente Hernández135
,
vecino de Tepexi, español y de oficio tratante (AHJP, 6287: 38). De sus cuatro
hijas, no tenemos información sobre Dª Josefa Hernández; al contrario que de
Dª Joaquina, que se casa con D. Francisco de la Cruz136
. Dª Juana Hernández
hace lo propio con Domingo Ginés (ANP, Prot. nº 1 TR, exp. 15: 7 p.). Y Dª
Gertrudis Hernández, quien contrae nupcias con José de la Trinidad
(GENEALOGÍA 27), descendiente de dos caciques: D. José Hipólito Ramos y
Dª Josefa Cebrián III137
, junto con sus once hermanos138
. De éstos, aquellos de
los que tenemos constancia que contrajeron matrimonio, lo hacen con
españoles, mestizos y mulatos, quedando en un segundo plano una de las
estrategias matrimoniales seguidas hasta el momento por la familia paterna139
,
ya que tanto su padre, D. José Hipólito, como el hermano de éste, Luis, se
casan con cacicas. Este último con Dª Mariana de la Cruz (GENEALOGÍA 15).
Por el contrario, privilegian la tendencia de la familia materna en la que
predominan los españoles.
Las circunstancias cambian para el segundo hijo varón de D. Jerónimo
de Moctezuma y cabeza de linaje tras la muerte de éste y de su hermano
Carlos. Nos referimos a D. Juan de Moctezuma y Cortés I (GENEALOGÍA 3),
cacique sobre el que ya hemos hablado y seguiremos hablando reiteradamente
a lo largo de este trabajo. D. Juan I contrae nupcias en dos ocasiones. La
134
De sus dos hijos Mª Roberta y Juan German Moctezuma, miembros de la cuarta
generación, carecemos de datos.
135
También aparece en las fuentes como Vicente Fernández de Alva (ANP, Prot. nº 1
TR (1731-1754), Exp. 15: 7 p.).
136
Son varios los individuos que entre 1700 y 1786 se bautizaron con este nombre. Por
lo tanto, valoramos la posibilidad de que algunos de ellos fueran el mismo. Sin embargo, con el
objetivo de identificar la ascendencia del marido de Dª Joaquina, inicialmente descartamos al
marido de Dª Inés de Moctezuma y Cortés -GENEALOGÍA 8- (AHJP, 2713:24v) y al de
Pascuala María -GENEALOGÍA 16- (APTR, LB, Vol.15: 65v). A falta de datos más
concluyentes, consideramos muy probable que aquél y el hijo de D. Nicolás de la Cruz y
Moctezuma (GENEALOGÍA 18) (APTR, LB, Vol.16: 48v), ambos de la misma generación,
pudieran ser la misma persona. Por otro lado, el apellido no nos supone, en este caso, un
indicativo fiable sobre su calidad social. A pesar de que una de las familias nobles de Tepexi se
reconoce por él, las fuentes, sobre todo las parroquiales, reflejan una realidad en la que dicho
apellido no es patrimonio exclusivo de éstas.
137
La declaración en su testamento de que su esposo no trajo bienes al matrimonio y
que lo que tiene ella lo ha heredado de su madre es un indicativo de quién aporto el capital
económico a dicha unión (AHJP, 4961: 8-8v).
138
José González, Catarina de la Concepción, Francisco José, José Mariano, José
Manuel, Rita Casilda, Rosa Basilia, Gertrudis Dolores, Josefa, José Isidro y José Mateo (AHJP,
4961: 1, 7, 8-8v).
139
No tenemos información sobre los matrimonios de las ascendientes de Dª Josefa III:
su madre Dª María y su abuela Dª Josefa II.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
90
primera con Dª Mariana de Espinosa140
, española o mulata, según las
informaciones, e hija de Juana Espinosa141
, una mulata originaria de la ciudad
de Puebla de los Ángeles (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 3 y 45 pp.), de cuyos
descendientes Dª Mariana no fue la única que se casó con caciques de Tepexi
(véase genealogía 10). Con ella, D. Juan I tuvo a toda su descendencia. La
segunda esposa fue Dª María Serrano (AHJP, 4189: 24), de quien no sabemos
más que su nombre.
Su hijo D. Diego de Moctezuma se casa también en dos ocasiones. En
primer lugar con la española142
Dª Ana Sánchez, hija de Domingo Sánchez y
Andrea Torres (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071195 Bn. M616358, 1753).
Y en segundo lugar, con Francisca143
. Su única hija, Dª Rita de Moctezuma,
fruto de su primer matrimonio, se casa con el cacique D. Francisco de
Moctezuma y Cortés “El mozo” III, hijo del cacique144
D. Francisco Moctezuma
y Cortés II y la española Dª Josefa Falcón145
(GENEALOGÍA 28). Es decir, el
enlace entre Rita y Francisco, es un matrimonio entre parientes, aunque no
sabemos en qué grado. Lo que sí podemos afirmar es que el vínculo es a
través del abuelo paterno de éste, Bartolomé Moctezuma, casado con Juana
Flores. Del resto de los hermanos de D. Francisco “El mozo” III, concretamente
seis146
, tenemos constancia del matrimonio entre D. Juan Mariano Moctezuma
140
Puntualmente se hace referencia a ella como Mariana de la Cruz (AGN, Vínculos,
Vol. 70, Exp. 2: 3 p.). No obstante, desconocemos el motivo de estos cambios en el uso de los
apellidos, aunque existe la posibilidad de que proceda de su padre, el cual es desconocido, u
otro familiar cercano.
141
También se la nombra como Juana Serrano (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 45 p.).
142
Deducción hipotética fundamentada en el hecho de que uno de las familias
destacadas de españoles con tierras en Tepexi son los Sánchez (véanse los siguientes
documentos: AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7; AGN, Tierras, Vol. 3545, Exp. 1; AGN, Tierras,
Vol. 3546, Exp. 1 y AGN, Tierras, Vol. 3552, Exp. 2).
143
Al menos desde 1764 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 85 p.).
144
Según D. Juan de Moctezuma I, abuelo de Rita, D. Francisco de Moctezuma y Cortés
II era “cacique de cortesía” lo que lo diferencia de ser “cacique verdadero”, es más se refiere a
él como un simple natural (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 68-69 pp.). Recordemos que el
mismo apelativo utilizaba para referirse a D. Francisco de Luna (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp.
7: 67 p.), su cuñado. La diferencia ahora es que designa como tal a otro Moctezuma, aunque
desconocemos el grado de parentesco entre ambos. Lo significativo es que, según las
afirmaciones de D. Juan I, otros eran caciques porque él lo toleraba, y no por sus orígenes o la
sanción del orden virreinal.
145
Nuestra hipótesis es que D. Francisco de Moctezuma y Cortés “El mozo” III es el
mismo que Francisco Antonio, bautizado en 1749, e hijo de D. Francisco de Moctezuma y
Cortés II y Dª Josefa Falcón (APTR, LB, Vol. 20: 12v). Por un lado el apelativo “El mozo”
indica que su padre se llamaba igual y por otro, la posible fecha de nacimiento de éste (1739-
1746) (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 324 p. y AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 4: 40v)
y la de Francisco Antonio del acta de bautismo, están muy próximas.
146
José, Francisca, Joaquina, Ana, Mª Victoriana, Juan y Mª Antonia.
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
91
III y la cacica Gertrudis Armijo (APTR, LB, Vol. 20: 103) por un lado, y Dª María
Antonia Moctezuma y el español D. Miguel de Mier (APTR, LB, Vol. 20: 61v),
por el otro147
.
La otra hija de D. Juan de Moctezuma I y Dª Mariana Espinosa, esto es,
Dª Josefa de Moctezuma, contrae nupcias con un cacique de la familia
Cebrián: D. Pedro (GENEALOGÍA 11), hijo del también cacique D. Miguel
Cebrián y de Dª María Martínez, de calidad no definida. Así como nieto de D.
Juan Cebrián I, de cuyos cuatro hermanos148
, dos de ellas se casan con
posibles españoles149
. Si retornamos a la descendencia de Dª Josefa y D.
Pedro150
, nos encontramos únicamente con información del matrimonio de Dª
Mariana Cebrián con un español llamado D. Juan José Cabrera (AGN, Tierras,
Vol. 1234, Exp. 1:160 p.). De forma que D. Juan de Moctezuma I y su
descendencia alternan entre dos opciones: caciques y españoles,
principalmente.
En su momento ya dijimos que las hijas de D. Jerónimo de Moctezuma
tuvieron un papel destacado en la configuración de alianzas con las restantes
familias nobles de Tepexi de la Seda e incluso de otras provincias. Gracias a
sus matrimonios la red de influencias de los Moctezuma se vio
considerablemente ampliada. En este caso, vuelve a quedar demostrado el
papel que, como agentes sociales activos, desempeñaron estas mujeres,
desde los roles que la sociedad virreinal en función de su género les había
asignado, de cara al mantenimiento de su grupo de poder en una posición de
predominio social (Cruz, 2005b: 41-42). Veamos más detalladamente por qué
se caracterizaron estas uniones.
El enlace de Dª Francisca de Moctezuma y Cortés I (GENEALOGÍA 5)
con D. Antonio Quintero151
es el único caso que tenemos documentado tanto
para el siglo XVIII, como para los dos anteriores, de la alianza entre caciques
147
De los cónyuges de sus hijos José, Juan y Manuela no sabemos nada.
148
Josefa, Petrona, Dominga y José.
149
Dª Josefa I con D. Juan de Ojeda (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 370 p.) y Dª
Petrona con Domingo Gómez (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071193, Bn. M616342,
1691).
150
Tuvieron cinco hijos: María, Diego, José, Juan Antonio y Mariana, de los cuales, en
un principio, solamente han dejado huella los dos últimos. Véase el pleito con los pueblos de
San Mateo Soyamachalco y San Vicente Coyotepec (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 454 pp.).
151
En la documentación también se le nombra como Antonio de la Cruz Quintero y José
Quintero. De hecho llegamos a encontrar las tres opciones en el mismo texto (AHJP, 3575: 6,
10v y 28, respectivamente) Para este último caso, inicialmente valoramos que fuera una persona
distinta, no obstante el hecho de que también se le cite como esposo de Dª Francisca de
Moctezuma I y la coincidencia de fechas nos ha llevado, por el momento, a descartarlo.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Patricia Cruz Pazos
92
de Tepexi y caciques de Tecamachalco. Sobre D. Antonio Quintero, solamente
sabemos que es hijo de D. Salvador Quintero (cacique de Tecamachalco) y
que su madre Josefa Arroyo es mestiza, según consta en su acta de
matrimonio. Además que, aunque es originario de Tecamachalco, se casa en
Tepexi en 1725 (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358,
1725a). En esta unión, al igual que la de D. Luis de Guzmán II y Dª Josefa de
Villagómez, el principal beneficiado es D. Antonio; el traslado de la residencia
de la pareja a Tepexi parece un claro indicativo. Sobre D. Antonio no tenemos
constancia de patrimonio alguno, al menos en lo que a Tepexi se refiere. En
cambio, parece que detrás de su titulo de cacique se albergaba un patrimonio
en Tlacotepec152
, sin embargo el monto y características del mismo es algo que
una investigación sobre la nobleza indígena dieciochesca de la zona precisará
en su momento. Por ahora, detengámonos en su descendencia, en este caso,
única: D. Isidro Quintero153
. Con él se pierde la pista sobre las alianzas
matrimoniales, tanto las propias como las de sus posibles descendientes, si es
que los hubo (AHJP, 4961: 9).
En el caso de Dª Jerónima de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 6) la
información es mucho más extensa. Su marido es el cacique D. Luis de
Guzmán III154
, hijo de Micaela de Mendoza y de padre desconocido, según
algunos testimonios “un gachupín” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 111 p.).
Destaca una estrategia matrimonial muy clara. Tanto él, como Vicente, el hijo
de su hermano Miguel, buscan sus esposas entre mujeres de la familia
152
Su hijo vende en 1781 unos cerdos y una casa que tiene en Tlacotepec para cubrir el
pago de una deuda por el cual le embargan (AHJP, 4724: 1-12). No sabemos si dicho
patrimonio era heredado de su padre o no. Sin embargo el hecho de que “para el siglo XVIII
muchos de los grandes caciques de Tlacotepec descendían de los nobles de Tecamachalco”
(Perkins, 2001: 54) es un indicativo del vínculo entre la nobleza de ambos lugares y de la
extensión de sus patrimonios.
153
Las únicas noticias que nos han llegado de este cacique es que en 1781 le embargan
por deudas unos bienes y que para cubrirla se venden unos cerdos y una casa que tiene en
Tlacotepec (AHJP, 4724: 1-12). Sin embargo desconocemos si residía en ésta u otra
jurisdicción.
154
Aunque Guzmán es el apellido que adopta y que transmite a su descendencia,
también se le identifica puntualmente como D. Luis de Mendoza y Luna (FS-IGI, Col. Santo
Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1719b), es decir, con los apellidos de su madre
Micaela de Mendoza y Luna. Nuevamente los datos recogidos no nos permiten dar una
explicación, aun cuando lo más probable sea que la clave de todo esto se esconde tras el
progenitor desconocido. Sin embargo, téngase en cuenta, que su hermano Miguel (FS-IGI, Col.
Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1716) mantuvo los apellidos maternos, para ser
más exactos, el de Luna. Nuevamente se vuelve a privilegiar éste frente al de Mendoza.
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
93
Moctezuma155
. Ya dijimos que los matrimonios entre ambos linajes se
remontaban a los siglos anteriores. Esta praxis se rompe, sin embargo, con los
enlaces de sus tres hijos (Jerónimo, Lucía y Mariana), que por el contrario, se
casan con españoles. Dª Lucía de Guzmán con Joaquín Lizama156
(AGN,
Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 9 p.), Dª Mariana de Guzmán con Manuel de Miranda
(FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1741) y D.
Jerónimo de Guzmán con Dª Bárbara Galicia (APTR, LB, Vol. 20: 40)157
.
Si sus hermanas consolidaron alianzas con un cacique de
Tecamachalco por un lado, y con un “Luna/Guzmán”, probablemente de
procedencia tepexana, por el otro, Dª Inés de Moctezuma y Cortés
(GENEALOGÍA 8) hizo lo propio con un cacique de la familia Cruz, un tal D.
Francisco I, hijo de D. Nicolás de la Cruz I y Dª María Beatriz Moctezuma
(GENEALOGÍA 13)158
. La elección de cónyuges para los hijos de Dª Inés se
hizo entre miembros de la familia o personas cercanas a la misma. Dª Rosa de
la Cruz (GENEALOGÍA 10) se casa con D. Antonio Espinosa (FS-IGI, Col.
Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1725b), uno de los hermanos de
su tía política por parte de madre, Dª Mariana de Espinosa (GENEALOGÍA 4).
De sus tres hijos, Lugarda, Juan y Mariano, sabemos que este último,
siguiendo una costumbre familiar (véanse los matrimonios de sus tíos Nicolás y
María), se casó con un miembro de la familia Hoyos o del Hoyo: Feliciana. Dª
Josefa de la Cruz I159
(GENEALOGÍA 21) hace lo propio con D. Gaspar Antonio
García, hijo de Dª Gracia de la Cruz (GENEALOGÍA 22), sobrina de su padre
D. Francisco I.
Dª María I (GENEALOGÍA 8) y su hermano D. Nicolás de la Cruz III
(GENEALOGÍA 18) se casan con otros dos hermanos respectivamente. La
primera con D. José Hoyos y, el segundo, con Dª Teresa Hoyos, ambos hijos
de Domingo Hoyos y Juana Flores. Con la descendencia de ambos perdemos
la pista de las estrategias matrimoniales160
.
155
Desafortunadamente no hemos podido establecer las conexiones precisas de estos
con las otras genealogías de los Moctezuma y los Luna.
156
Es el mismo apellido que Lezama.
157
Sobre la descendencia de Dª Lucía y de D. Jerónimo, no contamos con datos sobre
sus matrimonios, quedando en este punto la política matrimonial de Dª Jerónima de Moctezuma.
158
La política matrimonial de los Cruz, debido a su complejidad, la abordaremos de
manera autónoma más adelante.
159
Sobre Rita García, su única hija, desconocemos las características de su matrimonio.
160
Dª María de la Cruz I y D. José Hoyos tienen dos hijos: Joaquín (APTR, LB, Vol.
20: 13) y Feliciano (APTR, LB, Vol.18: 28). Su hermano D. Nicolás de la Cruz III y Dª Teresa
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
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94
D. Jerónimo de la Cruz (GENEALOGÍA 19) se casa con Dª Rosa
Moctezuma (GENEALOGÍA 20), hija de Miguel Moctezuma y nieta de D. Juan
de Moctezuma II. Pero téngase en cuenta que éste y el hermano de Dª Inés de
Moctezuma son dos personas distintas161
, cuyo vinculo de parentesco exacto
desconocemos. No obstante el hecho de que D. Juan de Moctezuma II fuera
indio principal del pueblo de San Pedro Coayuca, patrimonio de los Moctezuma
(AHJP, 3119: 14), es muy significativo. De sus seis descendientes (Antonio,
Mariano, Josefa, Juana, Petrona y Dorotea) solamente conocemos la suerte de
dos ellas. Petrona I se casa con Eugenio Cid y Dorotea con Juan Cebrián II.
Cabría la posibilidad de que éste y el hijo de Dª Josefa de Moctezuma y D.
Pedro Cebrián sea el mismo. En caso de demostrarse, los contrayentes serían
primos hermanos.
Y por último D. Pedro de la Cruz (GENEALOGÍA 17) contrae matrimonio
con Dª María Dolores de Mendoza, hija de Isidro Mendoza y Gertudris Serrano.
Sus hijos se casan con españoles y caciques. D. Andrés de la Cruz y su
hermana Dª María Antonia de la Cruz con dos miembros de la familia española
de los Mier: el primero con Dª Francisca de Mier y la segunda con D. Juan de
Mier. Por otro lado, D. Juan Félix de la Cruz y Dª María Jacinta de la Cruz
(GENEALOGÍA 9) hacen lo propio con caciques: Dª Nicolasa María y D.
Francisco Jerónimo de Luna, un primo de su madre.
La última descendiente de D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA
3) que nos queda es Dª Mariana de Moctezuma (GENEALOGÍA 9). Esta se
casó con el cacique D. Francisco de Luna, como ya hemos visto, principal
representante junto con su tío del linaje de los Luna durante el siglo XVIII, así
como el cabeza del grupo opositor a D. Juan de Moctezuma I. Sobre la
ascendencia paterna y materna de D. Francisco (GENEALOGÍA 23) ya
hablamos en el apartado anterior, tanto de la de él, como la de su tío D.
Antonio I, por lo tanto no la reiteraremos. No obstante, nos queda por comentar
que D. Antonio de Luna I se casa en dos ocasiones, la primera con Dª Antonia
de la Huerta y la segunda con Rosa María con quien tiene a su única hija
Ignacia. Por otro lado, en relación a los dos hermanos de D. Francisco de Luna:
D. Tomás y D. Nicolás, del primero sabemos que se casó y tuvo descendencia,
pero desconocemos los nombres. El segundo se casa con Dª Inés Morales y
tuvo a una niña de nombre Nicolasa.
Hoyos cuatro: Francisco (APTR, LB, Vol.17: 33), Melchor (APTR, LB, Vol.11: 61v) y, por
último, Josefa y Francisca (APTR, LB, Vol.16: 48v).
161
La calidad, lugar de residencia y matrimonio han sido importantes para reconocer
dicha distinción (AHJP, 3232: 7-7v).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
95
En cuanto a los hijos de Dª Mariana y D. Francisco162
, de la información
que nos ha llegado sobre cuatro de ellos, solamente D. Francisco Jerónimo se
casa con una cacica llamada Dª María Jacinta de la Cruz, hija de su primo D.
Pedro. El resto contrae matrimonio con personas cuya calidad no hemos
podido determinar. Dª María Rosa con Patricio López; D. José Alberto con Dª
Juana Isabel de la Paz (GENEALOGÍA 24) y D. Juan con Juana Flores
(GENEALOGÍA 25). Esta última probablemente estaba emparentada con la
familia Flores (GENEALOGÍA 29).
Y por último, antes de establecer algunas conclusiones, es el momento
de retomar, la política matrimonial de la familia de los Cruz. D. Nicolás de la
Cruz I (GENEALOGÍA 13), recordemos que éste es el padre de D. Francisco de
la Cruz I, marido de Dª Inés de Moctezuma, se casa en dos ocasiones, ambas
con cacicas. La primera con Dª María Beatriz Moctezuma y la segunda con Dª
Francisca Muñoz. Los descendientes del primero celebran enlaces con
caciques y españoles-mestizos principalmente. Dª Angelina de la Cruz I con D.
Bernabé de Mendoza (GENEALOGÍA 14), tío del cacique D. Antonio de Luna I
(AHJP, 2696: 10). En cambio, su hijo D. Diego de Mendoza se casa con una
española de nombre Antonia del Castillo, hija de Pedro del Castillo y Agustina
Flores (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1727), de
manera que los apellidos Flores y del Castillo vuelven a coincidir como en el
caso de Dª Rosa Flores, esposa de D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA
3).
D. Juan de la Cruz I “El viejo”, al igual que su padre, se casa en dos
ocasiones. La primera con la cacica Dª Mariana de Santa María
(GENEALOGÍA 15) quien trae al matrimonio como dote las tierras de cacicazgo
de San Luis y San José de Gracia, heredadas de sus ascendientes D. Juan de
Santiago y Dª Ana de Santa María163
(AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único:
233v). Por el testamento de D. Juan I (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único:
231v-236v) queda patente la rentabilidad de su primer matrimonio, gracias al
cual obtuvo gran parte de las tierras que llegó a poseer y por las que más tarde
sus nietos tuvieron que pleitear164
. Sus hijos continúan con la estrategia familiar
en la que caciques y españoles-mestizos son los mejores candidatos. Dª Juana
María se casa con un español: Andrés de Zarate, al igual que su única hija, Dª
162
Juana, Francisco Jerónimo, Miguel, José Alberto, Rafael, Antonia, Manuel, María Rosa,
Tomás y Juan.
163
No aparecen en la genealogía publicada por Jäcklein (1978: 168).
164
Para profundizar en el pleito de los caciques Cruz por estas tierras véase el apartado
3.2.
LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
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96
María, con Esteban Villegas165
. D. Domingo de la Cruz, en cambio, se une a
una cacica de nombre Dª Paula Francisca y sus hijos optan por opciones
variadas: cacique (Dª Mariana de la Cruz con Luis Ramos) y ¿española-
mestiza? (D. José de la Cruz con Martina López). El segundo matrimonio de D.
Juan I “El viejo” no resulta, sin embargo, tan provechoso, puesto que Catarina
María no trae dote al matrimonio (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 233v).
Asimismo, no tenemos constancia de los matrimonios de sus descendientes
(Ana e Inés). Sí del de su única hija natural, Dª María de la Cruz II, quien se
casa con un español: Cayetano Redondo (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único:
234v).
Y por último, del segundo matrimonio de D. Nicolás I con la cacica Dª
Francisca Muñoz destaca el caso de su hijo D. Juan de la Cruz II “El joven”
(GENEALOGÍA 22). Su primer matrimonio parece que no fue muy provechoso,
al menos en términos económicos, ya que María Salomé no trajo dote al
matrimonio. En cambio su segunda esposa, Juliana Juárez aportó 106 vacas,
varias casas en Tepexi y unas tierras en el barrio de Aguatitlan del pueblo de
San Martín Atexcatl (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 12v). En el caso de su
tercer cónyuge, Dª Francisca Pacheco (natural y cacica de Tehuacan), aparte
de una dote compuesta por cabezas de ganado mayor y menor (100 vacas y
120 ovejas), obtiene un beneficio muy claro: el establecimiento de alianzas
entre caciques de Tepexi y de Tehuacan (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4:
12v). Así como el vínculo con otra región, Tlacotepeque, ya que al menos dos
de sus hijas (Agustina y Petrona II) y de sus sobrinos (Miguel)166
se declaran
caciques y vecinos de ésta (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 7 y 28 pp.). En el
matrimonio de Petrona se repite un patrón que ya hemos visto con anterioridad:
el vínculo con un español, miembro de los Lizama y vecino de Tlacopeque
(AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 7 p). La calidad del esposo de Agustina
(Sebastián Juan) nos es desconocida (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 13 p.),
al igual que con D. Bartolomé García, marido de Dª Gracia de la Cruz, del cual
sólo sabemos que había estado casado con anterioridad con Antonia María y
165
No tenemos menciones expresas sobre su calidad; sin embargo, la aparición de otros
individuos en las fuentes con dichos apellidos y calidad española reconocida, nos lleva a dicha
conclusión. Por ejemplo Antonio Zarate (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 7: 129 p.), Juan Zarate
(AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 282v) y Bartolomé Zarate (APTR, LB, Vol. 20: 17v) por
un lado; y D. Juan Antonio Villegas (AHJP, 3812: 18). También dos de los alcaldes mayores de
Tepexi ostentan dicho apellido (véase cuadro 1, pág. 30).
166
Es probable que, por la coincidencia de nombres y fechas, éste sea uno de los dos
individuos que Perkins (2001: 57) incluye en su cuadro de testamentos: Miguel de la Cruz
(1760) y Miguel Isidro de la Cruz (1761).
LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII
Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia
97
que sus padres (Verónica María y Gaspar García) eran originarios de Santiago
Nopala, uno de los pueblos sujetos a la cabecera de Tepexi (AGN, Tierras, Vol.
1586, Exp. 4: 37 p.). Por otro lado, el pleito entre los herederos de D. Juan II da
a entender que Dª Gracia fue el cónyuge que aportó más patrimonio. Su
descendencia (Gaspar, Gertrudis y María III) se declara como caciques de
Tehuacan y Tepexi (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 1, 120 y 145 pp.).
En resumen, las estrategias matrimoniales desarrolladas por los linajes
tepexanos se pueden concretar en: matrimonios entre los miembros de las
principales familias de la nobleza tepexana: Moctezuma y Cortés, Mendoza y
Luna, Cruz y Cebrián. Uniones con españoles, mestizos y mulatos, en algunos
casos, con tierras en la jurisdicción. Enlaces con familias de caciques y cacicas
de Tepeaca, Tlacotepec, Tecamachalco, Tehuacan, Acatlán, Tzilacayoapa y
Yanhuitlán. Es decir, con otras zonas de Puebla y con Oaxaca. Algunas de
éstas eran la continuación de una práctica ancestral, aunque para el siglo XVIII
los datos nos indican que en parte se pierden. Matrimonios entre parientes de
diferentes generaciones y con una relación colateral. Alianzas múltiples entre
varios miembros de las familias. Por ejemplo, los hermanos de un linaje se
casan con las hermanas de otro. Y por último, una primacía de la limpieza de
rango frente a similares niveles de riqueza. Por lo tanto, la dote no fue un
requisito y en los casos en que se aportó, resultó una contribución mínima en
relación con el monto del patrimonio del receptor.
2.2.2 Sucesiones y preferencias
Junto a las formas de acceso, la transmisión del capital político, social y
económico, de una generación a otra, era de vital importancia para la
perpetuación de los miembros de la nobleza indígena en una posición
privilegiada. La composición de dicho capital y las reglas para su herencia, esto
es, ¿quiénes y qué heredan? es la cuestión que a continuación trataremos de
definir. Para ello el instrumento clave son los testamentos167
, los juicios de
división de bienes y los pleitos entre los sucesores. En el CUADRO 5 damos
167
Los testamentos son una fuente de vital importancia para las investigaciones sobre
nobleza indígena. Por su amplitud geográfica y cronológica cabe reseñar el proyecto Vidas y
bienes olvidados dirigido por Rojas (1999, 2000, 2004). De los cinco volúmenes que lo
componen destaca el quinto. El índice de los testamentos albergados en el Archivo General de la
Nación (México) es una herramienta sin precedentes para los investigadores. En este sentido,
debemos aportar la noticia de los testamentos de D. Juan de la Cruz I “El viejo” y D. Juan de la
Cruz II “El mozo”, los cuales, a pesar de estar conservados en el AGN no aparecen en dicho
índice. Algunos aspectos sobre estos testamentos fueron analizados en la ponencia “Los
testamentos de D. Juan de la Cruz (Tepexi de la Seda, siglo XVIII)”, véase Cruz, en prensa-a.
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CAPITULO 2 Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia. La Nobleza Indígena de Tepexi de la Seda Durante el Siglo XVIII. La Cabecera y sus Sujetos 1700-1786

  • 1. 67 Capítulo 2 FAMILIAS Y GRUPOS DE PODER: ESTRATEGIAS DE SUPERVIVENCIA Del escenario pasamos a sus moradores: los miembros de la nobleza indígena de Tepexi de la Seda77 . Vamos a abordar una serie de historias vitales, las de un grupo de familias compuestas por caciques y principales, es decir, individuos con una posición social y económica privilegiada que lucharon por mantenerla y reforzarla. Quiénes eran, qué tipo de acciones emprendieron para lograr sus objetivos, y si obtuvieron resultados positivos o negativos, son algunas de las preguntas a las que trataremos de dar respuesta en éste y los siguientes capítulos. Las cuotas de poder que manejaron fueron su principal baza en favor de la consecución de sus ambiciones. Éstas se alimentaban de tres fuentes principalmente: las relaciones sociales, el patrimonio personal y familiar, y la participación en diversos ámbitos de la administración colonial. Son diferentes esferas (social, económica y política) pero se caracterizan por un proceso de retroalimentación, fruto del cual se producía un incremento o disminución del 77 Cómo antecedente y referente de nuestro trabajo, cabe destacar la obra titulada Los popolocas de Tepexi (Puebla).Un estudio etnohistórico de Klaus Jäcklein (1978), aunque su objetivo principal no es el análisis de la nobleza indígena local. Por otro lado, debemos mencionar a Margarita Menegus (2005: 28, 29, 33, 52, 53, 65) quien en su análisis historiográfico del cacicazgo introduce referencias al caso tepexano. Tenemos noticia de que en el marco del XXVIII Coloquio de Antropología e Historia regionales “Caras y máscaras del México étnico. La participación indígena en las formaciones del Estado mexicano”, celebrado en Zamora (Michoacán), los días 26, 27 y 28 de octubre de 2005, presentó la ponencia titulada: “La territorialidad de los cacicazgos y los conflictos con terrazgueros en el siglo XVIII. El caso de Tepexi de la Seda, Puebla”. Asimismo Rik Hoekstra presentó en el marco del 52º Congreso Internacional de Americanistas (Sevilla, 11-21 de julio de 2006) y el simposio “La negociación cotidiana: indígenas, africanos y españoles, y la construcción del imperio” una ponencia titulada “Cacicazgo social and economic relations in the early seventeenth century- a case study from Tepexi de la Seda (Puebla)”.
  • 2. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 68 poder global que albergaban en sus manos. En la primera de ellas nos centraremos en este capítulo. Partimos de la premisa de que las relaciones sociales se sustentan en la creación de vínculos entre personas, ya sea mediante lazos familiares, de amistad, clientela u otro tipo. Unos u otros desembocan en la formación de colectivos cuyas actuaciones están orientadas a alcanzar una serie de objetivos o intereses comunes, más o menos perdurables en el tiempo. En este sentido, a lo largo de nuestro análisis nos referiremos a éstos como “grupos de poder”, entendiendo a los mismos como una asociación de individuos, independientemente de su calidad social o condición racial, en los que las familias nobles ocupaban una clara posición de liderazgo. Es decir, con esta concepción lo relevante son las personas y sus relaciones (amistades y enemistades), así como lo colectivo frente a lo individual78 . En definitiva, vamos a analizar el perfil de los individuos que integran dichas familias y grupos de poder, así como el tipo de relaciones existentes entre éstos, a través del examen de los siguientes aspectos: sus orígenes, calidades, relaciones jerárquicas, formas de acceso y transmisión de su estatus, así como el reflejo de estos en su educación y formas de vida. Todo ello con el objetivo de definir el tipo de nobleza existente en Tepexi, la composición de los grupos de poder y, para terminar, la proyección de sus influencias dentro y fuera del entorno local. 2.1. Nobles indígenas: orígenes, calidades y jerarquía ¿Quiénes formaban la nobleza indígena de Tepexi? Y lo más importante, cuando hablamos de ésta ¿a qué tipo de nobles nos estamos refiriendo? La elaboración de un perfil que nos ayude a establecer a qué individuos identificaremos como tales es un paso previo y necesario que nos va a permitir 78 Esta noción se gesta a raíz del planteamiento de Martínez (1984: 140) sobre la administración del poder en Tepeaca al afirmar que: “El ejercicio y control del poder local, sin embargo, no es obra de individuos aislados sino de grupos bien consolidados: a lo largo del siglo XVI se nota una correspondencia plena entre los tlahtocayo que poseen la mayor cantidad de tierras y terrazgueros y aquellos cuyos miembros gobiernan la mayor parte del tiempo y retienen para sí el derecho de acceso a los principales cargos. En este sentido el estudio de los tlahtocayo cobra especial interés, pero es inevitable referirse a individuos. La identificación de los personajes que intervinieron ocupando los oficiales de república y su afiliación a uno u otro de los linajes conocidos es imprescindible para determinar la posición de clase de los cargueros y el dominio ejercido por ciertos tlahtocayo”. No obstante, nuestra concepción es más amplia, en la medida que incluye a los no- indios, individuos que son parte activa en los espacios conocidos como pueblos de indios.
  • 3. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 69 caracterizar a este grupo social en el contexto tepexano y novohispano del siglo XVIII. La nobleza indígena de Tepexi de la Seda está formada, principalmente, por cuatro familias79 : los Moctezuma y Cortés, los Mendoza y Luna, los Cruz, y los Cebrián80 . Todas ostentan apellidos que no nos son desconocidos, sino que muy al contrario nos remiten a los nobles de otras latitudes de Puebla y del virreinato novohispano81 . Las fuentes nos muestran una realidad en la que el uso de los términos “cacique”82 , “cacique principal”, o bien “cacique y principal”83 , para identificar el estatus social de éstos, está más que generalizado84 . Para el siglo XVIII asistimos a un proceso de homogeneización en el que la tradicional distinción entre caciques y principales es prácticamente inexistente, al igual que la presencia de una jerarquía entre ambos, la cual había sido uno de los aspectos característicos en Tepexi, al menos durante el siglo XVI (Jäcklein, 1978: 101). De hecho, el estatus de cacique o cacica no es potestad exclusiva de uno u 79 Señalamos las principales familias, no obstante se debe tener en cuenta la existencia de otras como los Hoyo, con una presencia muy secundaria en las fuentes; o los Guzmán, los Quintero y los Villagómez, siendo estos tres últimos, originarios de otras jurisdicciones como veremos al analizar las alianzas matrimoniales. Probablemente a alguna de ellas se está refiriendo Ouweneel (1996: 214) cuando afirma que para 1805 en Tepexi había cinco familias de caciques. Menegus (2005: 28), sin embargo, obvia en sus referencias a la familia de los caciques Cebrián. 80 Téngase en cuenta que sus miembros se identificaban de forma indistinta con los apellidos Ciprián, Cipriano y Cebrián, incluso en algunos momentos añadieron delante de éste el de “San Martín”; no obstante, con el objeto de evitar posibles confusiones, utilizaremos en nuestro discurso el apellido Cebrián para referirnos a ellos. 81 Si bien, en algunos casos se debe a meras coincidencias, detrás de otros se esconden vínculos de parentesco entre las diferentes familias que conforman la nobleza indígena de la Nueva España. Algunos ya se han demostrado, pero queda mucho trabajo por hacer. La tendencia de las investigaciones etnohistóricas a circunscribirse a ámbitos locales ha sido uno de los principales obstáculos de cara a establecer conexiones entre los caciques y cacicas de las diferentes zonas del virreinato. En este sentido, nuestro análisis, aun siendo de carácter local, pretende tener una proyección que abarque espacialmente mucho más. Ya que las relaciones de poder no entienden de fronteras territoriales, en la elaboración de nuestras conclusiones debemos de intentar que las consecuencias de trabajar con un marco geográfico definido sean lo más reducidas posibles. 82 Con el fin de profundizar en la situación jurídica de los caciques véase Luque, 2004: 22-26. 83 No hemos podido determinar si detrás de estas expresiones se esconden diferencias de jerarquía, ya que el uso de una u otra denominación no parece responder a una distinción social reconocida y aceptada por el conjunto de la sociedad novohispana. 84 En el caso de las mujeres observamos que el uso del término cacica, cacica principal o cacica y principal está extendido entre la mayoría (41 mujeres de 45), mientras que 4 utilizan la denominación masculina de cacique. Nos referimos a Dª María Antonia de Moctezuma - GENEALOGÍA 28- (APTR, LB, Vol. 20: 61v); Dª Petrona de la Cruz I –GENEALOGÍA 19- (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 7 p.); Dª Paula Francisca –GENEALOGÍA 15- (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 176v); y Dª Ana Salomé, madre de D. Juan Cebrián I – GENEALOGÍA 11- (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 406 p.).
  • 4. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 70 otro linaje, todos se identifican como tal. Asimismo ya no recae únicamente en el titular del patrimonio, vinculado o no, sino que se hace extensible a todos los descendientes directos85 . Por lo tanto, esta distinción social se convierte, en algunos casos, en la única herencia que capitalizar de cara a conseguir, por ejemplo, un buen matrimonio86 . Sin embargo, ser cacique en este siglo no significaba únicamente una vía de acceso a beneficios sociales, sino también económicos y políticos. Siempre se contaba con ventajas de partida, privilegios que hacían deseable para cualquiera dicha posición: la exención del pago tributario, de ocupar cargos menores en el cabildo y de prestar servicios en las minas (Chance, 1989: 142). A partir de dicho mínimo, la habilidad personal de cada individuo era clave para que fueran más o menos sustanciosos. Pero aún cuando estamos hablando de una situación de homogeneización en el estatus social, las diferencias entre familias, así como entre los miembros de cada una de ellas, siguieron siendo una realidad. Poco a poco iremos viendo en qué se traducían. La siguiente pregunta es ¿entonces qué sucedió con los principales? Según Jäcklein (1978: 101): “Al aumentar la desgana de la población por cumplir estas exigencias heredadas, crecieron los problemas de los caciques y también los de los principales, y estos últimos pronto comenzaron a hundirse en la masa de la población hambrienta y miserable”. La condición de “principal”, o para ser más precisos, la de “principal de nacimiento”, queda prácticamente desterrada. Sin embargo, así como es probable que algunos pasaran a engrosar las filas de los macehuales, la movilidad social que otros experimentaron fue ascendente: se convirtieron en caciques; de ahí el proceso de homogeneización del que venimos hablando. Son diversas las vertientes del cambio: de principales a macehuales o caciques, según los casos, pero también de macehuales a principales. Este proceso de ascensos en la escala social trasciende el entorno tepexano. El caso cholulteca, entre otros, así lo pone de manifiesto: 85 La definición para el “cacique dieciochesco” que hace Lockhart (1999 [1992]: 194- 195) se ajusta bastante al perfil de los tepexanos: “En 1700, la palabra cacique en español ya no tenía por lo común el significado de <el poseedor de una tlatocayotl o cacicazgo>. Su uso tendió a desplazar casi a todo “principal” en la mayoría de los casos, y hacía referencia a cualquier persona prominente y con propiedades, que perteneciera a una familia que podía aspirar a ocupar cargos; a las mujeres de estos círculos se les llamaba cacicas. Un solo pueblo pequeño podía tener varios caciques”. 86 Es el caso del cacique D. Luis de Guzmán II –GENEALOGÍA 1- (véase los detalles de su enlace en el apartado 2.2.1).
  • 5. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 71 “Comunes eran los casos en que los acaudalados oficiales de república solían “componer” su nivel social con las autoridades españolas, medida incuestionable si el propio rey español era quien la había respaldado mediante el otorgamiento de los derechos de hidalguía. En este sentido, muchos “caciques” novohispanos surgieron por decreto de las filas de los indios principales, secundarios u oficiales de las repúblicas de los pueblos, incluso a veces mediante la adquisición del título honorífico plasmado en un escudo de armas. No en balde fue este un importante rubro en los ingresos de la Corona. La generalización del término “cacique” entre las élites indias novohispanas del siglo XVIII, anuló el sentido histórico de la transmisión dinástica de derechos nobles, y significó más bien una elevada posición económica entreverada con un engrandecimiento político” (González Hermosillo, 1998: 70-71). Se produce una generalización de los denominados “principales de oficio o por méritos”, es decir, individuos de origen macehual que por el ejercicio de un oficio de república adquirieron este nuevo estatus87 . Detrás de estos ascensos sociales se esconde una estrategia política que es desarrollada, fundamentalmente, por el cacique D. Juan de Moctezuma I (GENEALOGÍA 4). Esta forma de actuar la encontramos en otra región como la Mixteca, de la cual Pastor (1987: 324) nos da testimonio: “Dada la fragmentación cada vez mayor de las repúblicas originales y las pestes, un pueblo pequeño con cabildo propio podía verse obligado a elegir como alcalde o gobernador a un macehual que, ipso facto, era considerado principal. Pero aun en las cabeceras, para conservar su control del gobierno local, el grupo minoritario de los principales debió incorporar a sus rangos a macehuales ricos que lo respaldaran. Hacían elegir estos macehuales para los cargos superiores dándoles en adelante el título de “don” y consideración de principal”. El objetivo era mejorar la posición de los miembros de su grupo de poder, lo cual se traducía en beneficios para su promotor88 , quien colocaba a sus parciales en esferas estratégicas del poder local, por un lado, y reforzaba 87 Los casos documentados en las fuentes son los siguientes: D. Antonio Ignacio, alcalde de primer voto de la cabecera en 1744 (AGN, Indios, Vol. 68, Exp. 53: 97); D. Miguel Gabriel, regidor de Santa María Nativitas en 1761 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 10 p.) y alcalde del mismo en 1769 (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 8); D. Antonio José López, alcalde de Santa María Nativitas en 1770 (AGN, Indios, Vol. 62, Exp. 92: 148) y titular de algún otro cargo sin definir antes de 1769 (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 113); D. Juan Domingo, regidor de Santa María Nativitas en 1770 (AGN, Indios, Vol. 62, Exp. 92: 148) y alcalde del mismo antes de 1777 (AGN, Tierras, Vol. 3552, Exp. 2, Cd. 2: 126v); D. Pascual José López, cabecilla de Santa María Nativitas (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 47 y 131) y D. José Miguel, de quien solo tenemos una alusión a su condición de principal (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 47). 88 La valoración de Borah (1985: 38) para los alcaldes mayores resulta para el caso de los caciques muy reveladora: “La estrategia más común para permanecer en el poder consistía en colocar a familiares, amigos y clientes dentro de la estructura administrativa. En el caso de las mujeres, casarlas con pretendientes con una posición social y económica destacada que revertiera en beneficios para el grupo entero”.
  • 6. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 72 los lazos de lealtad con estos, por el otro89 . El testimonio de fray Bartolomé de la Luz (cura, vicario y juez eclesiástico de Tepexi de la Seda y enemigo de D. Juan I) en 1746, resulta bastante revelador: “En este poder van todos los indios cabecillas puestos con dones, y el apoderado también es don, siendo todos los indios tributarios que jamás han tenido y ahora se lo han dado para que se hayan engreído de calidad y todo les parece nada donde está el común de dones, que liberalmente se ha repartido para que todos concurran con don Juan; de quien son repetidas las derramas, que cada día se están echando a estos miserables, para seguir sus maldades, porque en mantener a don Juan, mantienen los cabecillas sus gajes y ganancias, y conservan el alzamiento que hoy tienen, y todos los demás miserables gimiendo debajo del yugo” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 98-99 pp.) 90 . Por lo tanto, el uso del don, asimismo indicativo de un rango social destacado, no fue tampoco una prerrogativa exclusiva para los nobles de nacimiento, sino que los oficiales de república de origen macehual accedieron al mismo, junto con la posición de principal91 . Ambas eran una forma de retribuir a los leales a cambio de la concesión de favores pasados, presentes y futuros. Recordemos que dado que una de las diferencias entre ambos tipos de principales radica en que los primeros trasmiten la principalidad a sus 89 La rentabilidad de este tipo de estrategias, es decir, en qué resultados se tradujo es algo que podremos comprobar en los capítulos 4 y 5 cuando analicemos su participación en el acceso y ejercicio del poder político local. 90 Este es un fragmento de una declaración más amplia que se produce en el contexto de la contradicción presentada contra D. Juan de Moctezuma I, gobernador electo de Tepexi en 1746, por parte de los Luna (parciales del fray Bartolomé) que finalmente no prospera. En ella se vierten toda una serie de acusaciones contra D. Juan en torno a su ejercicio y obligaciones como gobernador (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 97-100 pp.). En el apartado 4.3 del capítulo 4 analizaremos en profundidad los procesos de contradicción y recusación que se produjeron en el marco de las elecciones a la república de Tepexi. 91 A los ya señalados arriba como principales de oficio o por méritos, también utilizaban el don los siguientes: D. Ignacio Francisco alcalde de primer voto de la cabecera en 1717 (AGN, Indios, Vol. 40, Exp. 131: 193) y 1729 (AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 6: 47-47v); D. José Lucas, alcalde de segundo voto de la cabecera en 1717 (AGN, Indios, Vol. 40, Exp. 131:193); D. Antonio Romano, regidor mayor de la cabecera en 1717 (AGN, Indios, Vol. 40, Exp. 131: 193), alcalde de la cabecera en 1731 (ANP, Prot. nº 1 TR (1731-1754): 2 p.), 1734 (AHJP, 3249: 23), 1743 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 189 p.), 1746 (AGN, Vínculos, Vol. 71, Exp. 1: 164); y escribano de cabildo antes de y en 1729 (AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 6: 49), 1731 (ANP, Prot. nº 1 TR (1731-1754): 2 p.), 1756 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 42 p.), 1761 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 9 p.); D. Pedro Jacinto, alcalde de la cabecera en 1714 (AGN, Tierras, Vol. 3552, Exp. 2, Cd. 1: 32v), 1725 (AGN, Indios, Vol. 50, Exp. 200: 347v), 1728 y 1729 (AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 6: 46), 1731 (ANP, Prot. nº 1 TR (1731-1754): 2 p.); y por último, D. Diego López, alcalde de la cabecera en 1725 (AGN, Indios, Vol. 50, Exp. 200: 347v).
  • 7. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 73 descendientes, mientras que los segundos no pueden hacerlo92 , cuando hablemos de la nobleza indígena de Tepexi nos estaremos refiriendo a los caciques, así como a los principales de nacimiento. Estos últimos, no obstante, se reducen a los descendientes de la cacica Dª Rosa Inés de San Martín (AHJP, 3812: 12): Domingo, María Inés, Baltasar y Juan de la Cruz y San Martín, todos ellos de Santa Inés Ahuatempan (AHJP, 3812: 22). Así que para ser más exactos, ser noble en Tepexi en pleno siglo XVIII se traducía, salvo contadas excepciones, en ser cacique o cacica. La diferencia radica, entonces, en la pertenencia al linaje. Detrás de cada familia noble se esconden unos orígenes y una evolución propia, aún cuando sus historias confluyen y se entremezclan a lo largo del tiempo. La reivindicación de sus orígenes se manifiesta como uno de los principales recursos para legitimar su condición social. En este sentido, optaron por resaltar los más interesantes y buscaron ocultar los menos recomendables para contar con el reconocimiento y sanción de las autoridades virreinales. No obstante, estos últimos fueron una de las muchas armas arrojadizas que frecuentemente eran desenterradas por los adversarios, los cuales buscaban minar a sus rivales en la lucha por el control del poder local. Es tiempo de precisar la heterogeneidad que se escondía tras el título de cacique. Los Moctezuma y Cortés son, sin duda, la familia de caciques más importante de la jurisdicción93 . Sus miembros defienden que su legitimidad radica en que descienden “por línea recta de la real casa de los montezumas” (AGN, Indios, Vol. 68, Exp. 53: 94v). Por lo tanto, tienen vínculos de parentesco con Moctezuma II (tlahtoani de Tenochtitlan) quien, siguiendo su tradicional política de alianzas matrimoniales con los señores locales, casó a su hija Dª María de Moctezuma con Xochitzin Teuctli, señor de Tepexi y padre de D. Gonzalo Mazatzin, cacique de la región a la llegada de los españoles (Jäcklein, 1978: 167). Estos orígenes llevan a D. Juan de Moctezuma I (GENEALOGÍA 92 En el caso de los principales de oficio los descendientes solamente accedían al título cuando el padre y el abuelo habían ejercido cargos mayores (Carmagnani, 1988: 195). La falta de genealogías para estos individuos no nos permite determinar en qué medida esto fue así. No obstante, el caso de Juan Pascual López demuestra que después de haber sido gobernador de Tepexi en 1775, cuatro años más tarde, en 1779 (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 186), seguía conservando el título de principal (AHJP, 4577: 5). Por lo tanto, vemos como una vez alcanzado dicho estatus, al menos para los gobernadores pasados, la distinción era de por vida. 93 Su relevancia queda patente en la presencia que el apellido Moctezuma tiene en la nomenclatura de algunas construcciones del Tepexi actual: el Palacio Municipal, también conocido como el Palacio de Moctezuma, la Casa de Moctezuma, en el barrio de San Sebastián, y el Puente de Moctezuma, aunque este último, lamentablemente, ya no se conserva (Aguilar, 1999).
  • 8. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 74 4), el líder del linaje durante gran parte del siglo XVIII, a declararse sin complejos como el “principal cacique de la cabecera” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 105 p.), o dicho de otra manera, “el único cacique de la jurisdicción de sangre limpia y descendencia legítima” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 229 p.). Con estas afirmaciones buscaba no solo asentar la propia posición en la pirámide social, sino marcar las diferencias que la homogenización del estatus de cacique aparentemente había disipado. Sin embargo, esta distinción por encima de los demás caciques de la jurisdicción, no es solamente fruto de una percepción personal o interna de la familia. En 1712, en pleno proceso de composición de tierras94 , los herederos del cacique D. Nicolás de la Cruz I (GENEALOGÍA 13) se refieren a los Moctezuma y Cortés, en ese momento encabezados por D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA 3), como “la primera casa de todos los caciques” (AHJP, 2742: 3v). Esto se tradujo, entre otras cosas, en que nadie, en ningún momento, cuestionó la legitimidad de su rango social95 . La situación cambia cuando hablamos de sus principales rivales: los Mendoza y Luna. Sobre ellos lo primero que procede comentar es que aunque el apellido legítimo es Mendoza y Luna, a partir del cacique D. Antonio de Luna I, fundamentalmente, así como de su hermana Dª María de Luna I y los hijos de ésta (Francisco, Tomás I y Nicolás de Luna) -GENEALOGÍA 23-, todos los descendientes de este linaje se identificarán únicamente por el segundo de los apellidos. Por lo tanto, a partir de este momento, nos referiremos a ellos como los Luna. Aunque sabemos que era habitual durante la colonia el que los individuos dieran preferencia a uno u otro apellido en función de los derechos sucesorios que se quisieran reclamar (Chance, 2001: 47), sin embargo para este caso, no hemos encontrado ningún indicio que nos acerque al motivo de dicho cambio, por lo que por el momento solamente podemos dar noticia de ello. Esto en cuanto al uso de los apellidos. Pero si volvemos al tema de sus orígenes, la persona de referencia sobre la que sustentan su legitimidad como caciques es Dª Ana de Santa Bárbara, bisabuela de D. Antonio de Luna I 94 Véase el análisis de este proceso en el apartado 3.1. 95 El reconocimiento de los Moctezuma como caciques estaba garantizado, en la medida que dicha calidad había sido transmitida de generación en generación. Pero el mestizaje de su descendencia se utilizó, aunque sin éxito, para cuestionar la legalidad de su acceso al cargo de gobernador de la cabecera. Es el caso de D. Diego de Moctezuma (GENEALOGÍA 4), hijo de D. Juan de Moctezuma I y de Dª Mariana Espinosa, a quien se le acusa de mulato por vía materna en 1759 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 1-60 pp.). Profundizaremos en el contexto político de dicha acusación en el apartado 4.3.
  • 9. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 75 (AHJP, 3611: 2v), y una de las cacicas más importantes de Tepexi de la Seda entre finales del siglo XVI y principios del siglo XVII96 . Sin embargo, en este caso tal ascendiente no parece tener el peso necesario, de forma que el rango social de caciques de los Luna es continuamente cuestionado. D. Juan de Moctezuma I se expresa en esta línea y al referirse a D. Antonio de Luna I califica su calidad de cacique de “muy dudable” (AGN, Indios, Vol. 68, Exp. 53: 94); asimismo dicha consideración la hace extensible a otros miembros de la familia: “En realidad no lo son [caciques de urbanidad] porque todos ellos no tienen ni se les conoce padre; tan solo se les ha conocido madre, la cual nunca ha sido casada” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 87 p.). Respecto a su pertenencia a la “universidad de nobles y conjunto de caciques” afirma que carecen de ambas cualidades: “Por no descender limpia y legitima de una raíz noble, requisito necesario para la denominación, sin que haya quien entienda la denominación a los hijos naturales, de padre no conocido, siendo solo comunicable, la nobleza de los padres a los hijos naturales y no de las madres” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 88 p.). Por lo tanto, les considera desnudos de la calidad de caciques y nobles. Este cuestionamiento es generalizado. El común y naturales de Santa María Nativitas, sujeto de Tepexi, en un pleito por tierras con D. Francisco de Luna (GENEALOGÍA 23) dicen de él: “Que dice ser cacique sin serlo quiere ser de lo que carece como darán información a su tiempo porque él no tuvo padre, ni abuelo, sino solo abuela y madre es hijo de las yerbas o de buena guerra” (AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7: 152). Dejando de lado las normas de sucesión que abordaremos en el siguiente apartado, lo que si es cierto es que D. Antonio de Luna I y su sobrino D. Francisco de Luna, a los que principalmente se está aludiendo, son hijos de padres no conocidos97 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 102 y 106 pp.), y que al contrario que con otros de sus aliados98 , no se ha encontrado datos en los 96 Para saber más sobre esta cacica véase el capítulo V “La organización económica de Tepexi” del libro de Jäcklein (1978: 82-98) en el que se analiza el contenido de su testamento y el pleito generado en torno a su sucesión. También se puede consultar su testamento en Rojas et. al., 2000: 104-125. 97 Pastor (1987: 396) los define como “criaturas abandonadas por sus padres, inmediatamente después de nacidos, en la casa de un vecino de quien –obviamente- se esperaba que lo diese por bienvenido y criado”. 98 Por ejemplo, el caso de D. Francisco de Moctezuma II (GENEALOGÍA 28). Las informaciones sobre sus progenitores son contradictorias. Mientras que sus detractores afirman
  • 10. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 76 registros parroquiales consultados que lo desmientan. Aun así, estos ejercieron como caciques, al margen de la veracidad de dichas consideraciones sobre su legitimidad. Al fin y al cabo, D. Francisco de Luna era, en palabras de D. Juan de Moctezuma I, “cacique de cortesía, porque nuestra cortesía se lo ha aguantado” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 7: 67 p.). El matrimonio de aquél con una de las hermanas de éste es probablemente la causa de la concesión de dicho beneplácito heredado, asimismo, por sus descendientes. En cambio, la familia Cruz99 no tuvo que enfrentar acusaciones en contra de su calidad que pusieran en peligro su reconocimiento como caciques frente a la sociedad. Probablemente por ello sus orígenes son más difusos en las fuentes que en los casos anteriores. De los nombrados, el miembro más antiguo del linaje es D. Nicolás de la Cruz “El viejo”, padre de D. Nicolás de la Cruz I -GENEALOGÍA 13- (AHJP. 3592: 6v); es decir, no nos remontamos más allá del siglo XVII. La investigación y genealogía de Jäcklein (1978: 168) no favorece nuestras indagaciones al respecto. A excepción de D. Martín de la Cruz, que fallece sin descendencia100 , no tenemos ninguna pista acerca del posible origen de esta estirpe. Otra de sus características, frente al resto de los linajes tepexanos, es su extensión y complejidad (véase de la GENEALOGÍA 13 a la 22). La costumbre de contraer matrimonio en más de una ocasión y la reiteración hasta la saciedad en los nombres de sus miembros101 , juegan un que es hijo de padre no conocido, le califican de adulterino y afirman que su madre se caso después de darle a luz con otro que no era su padre (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 141 y 148 p.); nos encontramos con que en su acta de matrimonio consta que su padre es Bartolomé Moctezuma (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071195, Bn. M616358, 1712). Si éste es el hombre con el que se casa su madre después de su nacimiento no lo podemos precisar. Lo que está claro que es sus enemigos estaban interesados en demostrar que era hijo de padre no conocido porque eso implicaba, según sus normas, que no era cacique (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 153 p.). Aún así, al igual que en el caso de sus aliados, los Luna, D. Juan de Moctezuma I reconoce a D. Francisco de Moctezuma II como “cacique de cortesía” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 68-69 pp.). En este caso, sin embargo, la clave no es el matrimonio de D. Francisco II, sino el parentesco de su padre D. Bartolomé con D. Juan I, aunque no hemos podido determinar en qué grado. 99 Este apellido destaca no sólo por su uso común entre los macehuales sino porque, curiosamente, es aquél que adoptan personas vinculadas por matrimonio a la nobleza indígena de Tepexi y de los cuales es desconocido al menos uno de sus progenitores. Por ejemplo Dª Mariana, la primera esposa de D. Juan de Moctezuma I, que utiliza este apellido en lugar del de su madre: Espinosa (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 3 y 45 pp.). 100 Véase su testamento en Rojas et. al. (1999: 109 -111). 101 La repetición en los nombres propios es una costumbre arraigada entre las familias nobles tepexanas que frecuentemente nos complica la existencia a los investigadores en nuestro afán por diferenciar a unos de otros. En ese intento ascendientes y descendientes, así como los cónyuges, son junto a las fechas de nacimiento y defunción los elementos claves para desentrañar cuando detrás de un mismo nombre se esconden personas diferentes. No obstante, esta práctica alcanza, en ocasiones, situaciones extremas en las que se bautiza a más de un hijo
  • 11. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 77 papel determinante. Esto genera una multiplicación en los descendientes con derecho, o aspiraciones, a disfrutar del patrimonio familiar, es decir, un aumento de la conflictividad, que provoca, entre otras cosas, continuos cruces de acusaciones en los que la legitimidad ocupa un papel destacado como veremos en el siguiente apartado. Y por último, los caciques Cebrián (GENEALOGÍAS 11, 27 y 30). En cuanto a sus orígenes, nos enfrentamos a una situación muy similar a la de los Cruz. Por un lado, en la medida que su calidad de caciques no es cuestionada; y por el otro, en que no hacen alusión a un ascendiente común. De forma que las fuentes únicamente nos permiten rastrear hasta D. Juan de San Martín Cebrián, bisabuelo paterno de D. Pedro Cebrián –GENEALOGÍA 11- (AHJP, 2713: 11). Aun así, en este caso, la genealogía de Jäcklein (1978: 168) recoge a un noble del siglo XVI de nombre D. Simón Cebrián que pudo ser uno de los ascendientes de este linaje. Sin embargo, las limitaciones de ésta no nos han permitido establecer un enlace entre los Cebrián de finales del siglo XVII y principios del siglo XVIII, con la descendencia del citado D. Simón. Pero si el perfil social de los Cebrian es significativo, se debe no tanto a sus orígenes, sino a su evolución. Aspecto por el que difiere del resto de los linajes tepexanos. Si recuerda el lector, una de las palabras que compone este epígrafe es “calidades”. El uso del plural y no el singular de este término se debe a la consideración de que fruto del intenso proceso de mestizaje entre españoles y nobles indígenas, estos últimos utilizaron su doble ascendencia, según las circunstancias. En este sentido, no es extraño encontrar en la documentación que la misma persona se identifica o es identificada de diferentes maneras102 . Veamos cómo se refleja esta característica en los Cebrián. con el mismo nombre y sin añadir un segundo que marque alguna diferencia. Es el caso de los dos hijos de D. Nicolás de la Cruz I a los que llama Juan. Para profundizar en este caso véase Cruz (en prensa-a). 102 Nos gustaría traer a colación un par de citas que reflejan lo fina que era la línea que dividía las identidades étnicas en la época virreinal. Tal y como ejemplifica Céspedes (1986: 185-186): “Hay testimonios de que un mestizo hábil y despierto -como solían ser- cambiaba de grupo social lo mismo que de camisa, sin más que variar su grado de limpieza personal, vestido, porte, lenguaje o simplemente acento y conducta: podía ser indio a la hora de pagar impuestos para no satisfacerlos; podía ser mestizo a la hora de exigirle el tributo indígena, aunque viviese como indio entre los nativos; podía ser español a la hora de solicitar un cargo modesto o pretender un matrimonio de convivencia”. Asimismo Gibson (1978 [1964]: 146) nos advertía ya entonces de que:
  • 12. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 78 Dª Josefa de Cebrián III (GENEALOGÍA 27) se define en su testamento como una mestiza (AHJP, 4961: 7). En cambio Rosalía Ramos, una de sus hijas, está registrada en su acta de defunción (13-12-1779) como “española”. Esta divergencia en la identificación de las calidades de los individuos queda patente en las actas de bautismo de las hijas de José Manuel Ramos y Petra Paula Pérez. Mientras que en la de 1776 se les llama españoles, en la 1780 se les identifica como mestizos (AHJP, 4961: 23-24). Por último, Antonia María del Espíritu Santo Ramos, hija de éstos, llama cacica a su abuela Dª Josefa en 1792 (AHJP, 4961: 40). Esta circunstancia, ascendientes y descendientes identificándose según un criterio que poco tiene que ver con el biológico, no es, sin embargo, el aspecto más relevante al que queremos llegar. Sí lo es, por el contrario, la declaración oficial de una de ellos, Dª Mariana Cebrián II (GENEALOGÍA 30), hermana de Dª Josefa, en 1785, orientada a probar: “Que su bisabuela, abuela y madre, han sido mestizos y los hijos de la última castizos, y que sus antepasados fueron caciques, pero han conservado el apellido Cebrián, sin haber tenido reconocimiento algunos de indios” (AHJP, 5011: 1). En palabras de los testigos que presentan, los Cebrián “han declinado su calidad”, lo cual se traducía en que no eran “pensionados como indios”, ni se les exigía “tributo y obvención” (AHJP, 5011: 5v-8v). Es decir, estamos ante una familia de caciques, o al menos parte de sus miembros, que optan públicamente por no seguir siéndolo. Renuncian a una de sus ascendencias frente a la otra porque les resulta más beneficioso ser considerados españoles. La causa radica probablemente en el hecho de que algunos de ellos empezaron a ser considerados tributarios. Y es que los caciques, en su constante afán por preservar una posición social y económica privilegiada, adoptaron las medidas que consideraron necesarias. En unas ocasiones esto pasaba por mantenerse como caciques y en otras, como es el caso, en convertirse en españoles. Este tipo de actuaciones nos llevan a plantearnos un par de cuestiones. La primera es si desde el momento en que Dª Josefa depone oficialmente su calidad de cacica debemos dejar de investigarla, dado “No sabemos los criterios utilizados para definirlos e identificarlos en los registros coloniales, y es improbable que los problemas que plantean puedan resolverse satisfactoriamente algún día. (...) Los criterios externos o visuales para identificar a los indios eran los rasgos físicos, los trajes nativos y las balcarrotas o estilo de peinado indígena, cualquiera de los cuales, o todos, podrían haberse aplicado igualmente a los mestizos. Es de sospecharse que los españoles clasificaban por lo general a los mestizos como indígenas para obligarlos a pagar tributo y desempeñar otros servicios”. Para profundizar en nuestros planteamientos acerca del problema metodológico del mestizaje véase Cruz (2005a).
  • 13. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 79 que conceptualmente ya no es una noble indígena. Y en segundo lugar, si esta transformación es finalmente un éxito o un fracaso. Desde nuestro punto de vista, lo relevante son las personas, no las categorías estanco en las que las enmarquemos. Y si mantuvieron su poder económico y social (en este caso, su presencia en el cabildo tepexano fue mínima) esta estrategia y cualquier otra que garantizara su nivel de vida era, sin duda, un éxito. ¿Acaso no adoptaron las formas de vida impuestas por las nuevas autoridades tras la conquista con el único objetivo de seguir en el poder? Entonces ¿en qué difiere una situación de la otra? Simplemente en nuestras concepciones como investigadores. Si nuestra unidad de análisis se fundamenta en las distinciones étnicas, efectivamente asistimos a la desaparición de la nobleza indígena; pero no sólo en el siglo XVIII, sino desde el mismo momento en el que el proceso de mestizaje biológico y cultural dio comienzo. Por el contrario, si el objeto de nuestro estudio son los individuos y sus relaciones, simplemente hablaremos de transformación, de utilización de los recursos a su alcance (p.e. doble ascendencia), de estrategias para continuar manteniendo el poder en sus manos. Es decir, tan simple como la adopción de la filosofía “renovarse o morir”103 . En definitiva, nos encontramos con cuatro familias que a la hora de defender su modo de vida optan por diferentes mecanismos, unos defienden su legitimidad como caciques y otros optan por dejarla a un lado. El caso es que de todos ellos, únicamente los Moctezuma y Cortés recurren a su ascendencia prehispánica, mientras que el resto no van más allá de la época colonial, aún cuando fruto de las intensas relaciones matrimoniales entre los linajes, Moctezuma II fuera, cuando menos, un ascendiente lejano de todos ellos. 103 Cfrs. Rojas (en prensa: 133): “Es posible que el término a emplear no sea “desaparición”, sino “transformación”. ¿Qué supone el que haya una mayoría, o muchos “caciques mestizos”? ¿Cómo era posible si estaba prohibido? Una posibilidad sugerente es que en esos casos, como hemos anticipado, se invoque la ascendencia india y se obvie la española. La mezcla conlleva una doble pertenencia, que puede ser invocada separadamente. No debemos olvidar que donde había un padre (español), una madre (india) y unos hijos (mestizos), nosotros estamos separando la familia en nuestro empeño de hacer distinciones étnicas”.
  • 14. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 80 2.2. La transmisión del estatus: matrimonios y sucesiones Los miembros de las familias de la nobleza indígena de Tepexi contaban con un estatus social y económico elevado que mantenían gracias al poder que ostentaban, el cual se fundamentaba, como hemos indicado, en tres esferas básicamente: las relaciones sociales, la participación en diferentes ámbitos de la administración colonial y su patrimonio personal y familiar. Era tan importante la gestión y rentabilidad que se sacará a estos recursos, como la creación de estrategias destinadas a perpetuar e incrementar, en la medida de lo posible, dicho “capital político, social y económico”. Para ello resultaba de vital importancia la concertación de alianzas de provecho para los interesados y la transmisión del poder adquirido a las siguientes generaciones. En este sentido, nos centraremos en profundizar en dos aspectos claves: los matrimonios y las sucesiones. En ambos, el papel de las mujeres adquiere especial relevancia para los intereses de sus familias y grupos de poder. Desplazadas de los cargos públicos, son claves para la creación de redes sociales que, no en pocas ocasiones, transcienden el ámbito local104 . 2.2.1 Alianzas matrimoniales El sagrado sacramento del matrimonio fue el mecanismo de actuación por excelencia por el que los “grupos de poder” sellaban sus alianzas y ampliaban sus redes de influencia105 . Y es que la creación de vínculos de parentesco era la mejor vía para estrechar intereses comunes, aunque como veremos, no siempre dio los resultados esperados. En esta línea, trataremos 104 Las mujeres de la nobleza indígena novohispana jugaron un papel activo, desde los roles que, en razón de su género, la sociedad virreinal les asignó, de cara al mantenimiento de los suyos en una posición predominante. Por ello, es fundamental que, a pesar del desnivel de información que ha trascendido en las fuentes respecto a sus compañeros varones, ocupen en las investigaciones el lugar de primer orden que les corresponde. No obstante, las investigaciones al respecto son escasas, locales y en ocasiones superficiales. Con todo, cabe destacar los trabajos de Carrasco (1963), Chipman (1987), Haskett (1997), López de Meneses (1948, 1952), Muriel (1963 y 1998) Pérez-Rocha (1998), Reyes (1977), Schroeder (1992 y 1997), Spores (1997). Para un análisis más detallado consultase Cruz (2005b). 105 Verónica Zarate (1996: 228) en su estudio sobre el Marquesado de Selva Nevada plasma una definición sobre las estrategias familiares que consideramos refleja las actuaciones de las familias nobles de Tepexi de la Seda en este ámbito al definir: “Las estrategias familiares como uno de los muchos elementos dentro del sistema global de reproducción biológica, social y cultural por el cual cada grupo procura pasar a la siguiente generación todo el poder y privilegios que él mismo ha heredado. Y agregamos que las familias, a través de los matrimonios, buscan multiplicar dichos atributos”.
  • 15. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 81 de definir las estrategias matrimoniales seguidas por las familias de la nobleza indígena de Tepexi durante cuatro generaciones. También analizaremos los vínculos creados entre los linajes, además de otros dos aspectos: las alianzas con los caciques y cacicas de otras jurisdicciones, por un lado, y los matrimonios con españoles, por el otro. Como se puede observar en las 30 genealogías que recogemos en el APÉNDICE A (véanse págs. 427-466), las diferentes familias estaban emparentadas entre sí. En este sentido, éstas deben ser objeto de consulta durante la lectura de este capítulo, en la medida que favorece la comprensión de las relaciones matrimoniales que a continuación iremos desgranando. Los Moctezuma, dada su posición predominante en el contexto local, celebraron matrimonios con individuos adscritos a los restantes linajes tepexanos. Esta costumbre responde a una práctica común en los dos siglos anteriores, de forma que la existencia de lazos de sangre, más o menos cercanos, era uno de los elementos compartidos por parte de la mayoría de los contrayentes. Gracias a la investigación de Jäcklein (1978) podemos precisar el origen de alguno de los matrimonios de los que hablaremos más adelante. Por ejemplo, las uniones entre las familias Moctezuma y Luna. Dª Ana de Santa Bárbara, bisabuela de D. Antonio de Luna I (GENEALOGÍA 23), estaba casada con un hermano de D. Francisco de Moctezuma, cacique ascendiente de los Moctezuma y con el mismo nombre que algunos de sus sucesores en el siglo XVIII (Jäcklein, 1978: 83)106 . Por lo tanto, asistimos a una perpetuación de algunas de las estrategias a lo largo de los sucesivos siglos coloniales. 106 Su decisión de no publicar hasta 27 genealogías por no poder vincularlas a la principal nos ha generado, lamentablemente, claras limitaciones al respecto, ya que no contamos con toda la información recogida en la documentación que consultó. “En la genealogía no han sido incluidas más que las personas, cuyas relaciones de parentesco se conocen con seguridad. Además de esta genealogía central, con informaciones parciales muy diversas pude trazar otros 24 fragmentos de genealogías desde el siglo XVI al XVIII con 217 personas diferentes en total que aparecen en los documentos como caciques y/o principales. Estos fragmentos no se pueden incluir en la genealogía central por ahora, ya que no se ha podido establecer la conexión exacta” (Jäcklein, 1978: 7). Frente a esta decisión, nosotros hemos optado por publicar todas las genealogías posibles, al margen de si finalmente hayamos podido vincularlas o no a las demás; también hemos elaborado un listado con los caciques y cacicas de los que ni siquiera hemos podido construir una genealogía propia. Todo ello desde el convencimiento de que es nuestra labor ofrecer todas las piezas del puzzle al resto de los investigadores presentes y futuros (véase APÉNDICE A, págs. 427-466), y así favorecer la construcción de una genealogía que represente los vínculos entre las diferentes noblezas indígenas locales del virreinato de la Nueva España.
  • 16. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 82 Pero pasemos a los datos para ser más precisos en nuestras afirmaciones. Para ello empezaremos analizando los enlaces de la primera generación, de las cuatro estudiadas, puesto que constituye el enlace entre los siglos XVII y XVIII. Y más concretamente por los de la primera casa de caciques en Tepexi: los Moctezuma, constituida por tres hermanos de nombre María, Francisco y Jerónimo (mayor, mediano y pequeño respectivamente)107 . Dª María de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 1) se casa con D. Luis de Guzmán I108 , cacique de Tepeaca, el 23 de julio de 1619 en Tepexi. Las alianzas entre nobles indígenas de estos dos lugares se remontan al siglo XVI con la unión entre D. Francisco Moctezuma109 , cacique de Tepexi, con Dª Francisca de Guzmán, cacica de Tepeaca110 . Asimismo se prolongan durante el siglo XVII, con al menos dos matrimonios más: Dª María de Guzmán Luna, cacica de Tepeaca, con un cacique de Tepexi, cuyo nombre no se especifica (Jäcklein, 1978: 75-76); y Dª María de Mendoza111 , cacica de Tepexi y descendiente de Dª Ana de Santa Bárbara, que en 1622 se casa con D. Martín de los Ángeles, cacique principal de Tepeaca112 . Por lo tanto, las dos familias de caciques más destacadas de Tepexi, los Moctezuma y los Luna, establecieron enlaces matrimoniales con la nobleza indígena de Tepeaca, los primeros desde el siglo XVI y los segundos como mínimo desde el siglo XVII. 107 Tanto para Dª María –GENEALOGÍA 1- (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 112v), como para D. Jerónimo –GENEALOGÍA 3- (AHJP, 3112: 10) las fuentes concluyen que su padre se llama D. Francisco de Moctezuma. Sin embargo los datos del acta de matrimonio de su hermano D. Francisco (GENEALOGÍA 2) afirman que su padre es D. Juan de Moctezuma (FS- IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711952 Bn. M616357, 1659b). Esto nos plantea un dilema, no sólo en cuanto a los datos sobre quién es el padre, sino porque en la genealogía de Jäcklein (1978: 168), la última generación, enlace con la recogida en las GENEALOGÍAS 1, 2 y 3, aparecen dos individuos, hermanos, de nombre Francisco y Juan. En este sentido, aún no estamos en disposición de ser concluyentes sobre la ascendencia de éstos y cuál es el enlace con la investigación que nos ha precedido. 108 Sus padres son D. Luis de Guzmán y Juana de Aquino (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 711952 Bn. M616357, 1659a). 109 Una de las consecuencias de este enlace fue la concentración de los gobiernos de Tepexi y de Tepeaca en la figura de D. Francisco (Jäcklein, 1978:45). 110 Véase genealogía de Tepeaca (Martínez, 1984: 154) y de Tepexi (Jäcklein, 1978: 167). 111 Esta cacica al ser descendiente de Dª Ana de Santa Bárbara es, por lo tanto, ascendiente de los Luna. El uso del apellido Mendoza es, igualmente, un indicativo claro. No obstante, dado que las dos Marías de Mendoza y/o Luna de cuya existencia tenemos constancia, la madre (AHJP, 2713: 1) y la hermana (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 106 p.) de D. Antonio de Luna I, no tuvieron marido conocido y que su bisabuela fue Dª María de Luna casada con D. Nicolás de Mendoza (AHJP, 2713:9), por el momento, no estamos en disposición de precisar el grado de parentesco. 112 Para los gastos de la boda véase Jäcklein, 1978: 96-97.
  • 17. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 83 Del enlace de Dª María y D. Luis I, sabemos que se celebró en Tepexi, donde la pareja residió hasta su muerte. Las causas de ésta las desconocemos, pero la documentación da a entender que o bien fueron simultáneas o muy próximas en el tiempo, pues dejaron a sus cuatro hijos (Luis II, María, Juan y Gaspar) huérfanos desde muy pequeños y sin ningún bien mueble para legarles (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 112-114). De manera que la rentabilidad de esta unión parece que no fue muy alta, a pesar de que Dª María era una de las herederas del patrimonio familiar de los Moctezuma. Por otro lado, la investigación de Perkins (2001) no nos aporta información sobre la situación de D. Luis de Guzmán I o su familia, que esclarezca algo sobre los bienes de éstos. En cualquier caso, con este matrimonio se pierde el rastro de la alianza entre la nobleza indígena de Tepexi y la de Tepeaca, tanto en el caso de los Moctezuma, como de los Luna. Como iremos viendo, en los sucesivos enlaces no se repite este patrón. Sus hijos corrieron en este aspecto una suerte desigual. D. Juan de Guzmán parece que falleció joven y no llegó a casarse; y Dª María de Guzmán estaba para 1710 en el convento de religiosas de la Santísima Trinidad113 de la ciudad de Puebla de los Ángeles (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). Mientras D. Gaspar de Guzmán, el primogénito, se casa con Magdalena de San Juan, cuya calidad desconocemos (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 711952, Bn. M616357, 1685). El matrimonio residió en Tepexi donde D. Gaspar fue candidato a gobernador en 1717, así como elector (AGN, Indios, Vol. 40, Exp. 131: 192). Nos queda D. Luis de Guzmán II114 , quien al contrario que sus hermanos, celebró un matrimonio más que provechoso115 . Éste amplía el círculo de influencias al casarse con Dª Josefa de Villagómez y Pimentel116 , cacica de los pueblos de Acatlán, Tzilacayoapa y Yanguitlan. También tiene patrimonio en la jurisdicción de Guaxuapa117 . 113 Profundizaremos en la historia del convento y su vinculación con la nobleza en el apartado 2.3 sobre educación y formas de vida. 114 Sobre este cacique hablamos por primera vez en la ponencia titulada “Redes familiares y alianzas matrimoniales de la nobleza indígena de Nueva España” presentada en el XI Congreso de la Asociación Española de Americanistas: Mediterráneo y América (Cruz, en prensa-b). 115 Según declaración de un español llamado Lorenzo Pérez: “el dicho don Luis con mejor fortuna casó en la mixteca con doña Josefa Villagómez, dueña de un buen cacicazgo” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113v). 116 Véase su genealogía en Smith et. al. (1991: 67). 117 En la composición que hace de las tierras de su cacicazgo en 1715 se nos dice que es cacica y principal de los pueblos de Acatlán, Petlalcingo, Santo Domingo y San Jerónimo, de un barrio del pueblo de San Pedro (jurisdicción de Acatlán). Y el de San Jerónimo Silacayoapilla y
  • 18. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 84 D. Luis II es acogido, junto a sus hermanos, por su tío materno D. Francisco de Moctezuma I quién “los crío y mantuvo en la decencia que pudo” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). De manera que cuando se casó D. Luis II “no llevó al poder de dicha cacica nada porque hasta las donas que le hizo fue a costa del licenciado don Antonio Moctezuma, su primo” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113v). En cambio a su esposa se la define como “señora de un gran cacicazgo” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). Por lo tanto, podemos afirmar que el matrimonio para D. Luis II fue muy provechoso, de hecho, fue en términos estratégicos su gran baza, ya que su mujer pertenecía a una destacada familia de la nobleza mixteca que se encontraba entre los más grandes terratenientes de México desde la segunda mitad del período colonial hasta el 1800118 . Pero, ¿por qué una cacica de su posición se casó con un cacique sin más recursos que su título y sus apellidos? ¿Era la mejor opción? Para Chance (2006: 22) la elección de debió a la necesidad de Dª Josefa, dada su juventud, de contar con alguien que San Pedro Mártir de la jurisdicción de Guaxuapa y el de Yanhuitlán y sus sujetos: San Francisco Xaltepetongo y San Pedro Añane (FTTP-BNM, Caja 2, Exp. 199: 1). 118 La presencia de la familia Villagómez en Tepexi no se reduce a Dª Josefa. Por un lado, tenemos noticia de que se venden tierras pertenecientes al cacicazgo Villagómez en las proximidades del pueblo de San Marcos al español D. Alonso Ruiz de Barcenas, en una fecha sin precisar entre 1737 y 1762 (AGN, Tierras, Vol. 887, Exp. 2: 1). Es probable que el titular fuera D. Martín de Villagómez, aunque no sabemos a ciencia cierta a cuál de los individuos que conocemos con dicho nombre se refiere. En Tepexi de la Seda, nos encontramos con un acta de matrimonio que recoge el enlace entre don Martín de Villagómez y María de Mendoza el 31 de noviembre de 1682 (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071195 Bn. M616357, 1682). En 1729, otro cacique con el mismo nombre, que por la fecha no parece estar refiriéndose al mismo que contrae matrimonio, vende, junto al cacique don Tomás de Moctezuma, las tierras de Santa Cecilia y Santa Ana al Colegio del Espíritu Santo (Puebla) (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 500-500v; Ewald 1976: 104). Por otro lado, se nos habla de la transacción o concierto entre los herederos de don Martín de Villagómez y los herederos de don Jerónimo de Moctezuma. El objeto del mismo: una caballería de tierra conocida como el Llano del Trigo (AHJP, 3119: 9-9v). Asimismo se nos habla de una persona con el mismo nombre que participa, en calidad de testigo, en el reconocimiento de la raya que separa Tepexi de Acatlán en 1738 y que, aunque comparece del lado de los de Tepexi, es cacique del pueblo y jurisdicción de Acatlán (AGN, Vínculos, Vol. 68, Exp. 4: 68v). Por las fechas, podríamos pensar que se refiere a don Martín de Villagómez Guzmán y Mendoza (¿?-1810), de Suchitepec, casado en 1717 con doña Teresa de la Cruz Villagómez, de Acatlán. Agradecemos a John Chance sus comentarios y sugerencias al respecto. Para profundizar sobre éstos véase la ponencia que presentó el 4 de noviembre de 2006 en el encuentro anual de American Society for Ethnohistory. Las posibilidades de que éstos y Dª Josefa fueran parientes es cada vez más probable. Por último, las fuentes nos dan noticia de otra Villagómez de nombre Juana, que según consta en el acta de bautismo de su hija María en 1730, es cacica de San Vicente Coyotepec (jurisdicción de Tepexi) y está casada con D. Rafael Rivera (APTR, LB, Vol.15: 17v).
  • 19. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 85 administrara su vasto patrimonio119 Es un matrimonio en el que siendo ambos del mismo rango, es decir, caciques, el respaldo que avala dicho título es bien distinto para uno y otro. D. Luis II es cacique de Tepeaca y de Tepexi a secas, esto es, ha heredado tal distinción social de sus padres, pero carece de un cacicazgo u otros bienes. Al contrario la posición de cacica de Dª Josefa, su mujer, va junto con las posesiones de su cacicazgo, ubicadas en diferentes sitios de Puebla y Oaxaca que ya hemos señalado. Por lo tanto, en términos de riqueza existe una clara desigualdad. La pareja reside en Acatlán, donde se encontraban parte de las posesiones del cacicazgo de Dª Josefa. Allí permanecen hasta que, como consecuencia de los pleitos que les enfrentan con los naturales de dicho pueblo, son desterrados. El gobernador y demás oficiales de república, en representación del común y naturales de la cabecera de Acatlán (jurisdicción de Petlalcingo) se querellan criminalmente contra D. Luis II, a quien acusan de cometer toda clase de abusos y vejaciones contra los naturales. Este proceso dura al menos entre 1703 y 1704120 . Aunque desconocemos la fecha exacta del destierro, lo que si tenemos constatado es que para 1709 (FTTP-BNM, Caja 1, Exp. 172: 2) este ya se había hecho efectivo. Asimismo, que esta circunstancia les lleva a Tepexi en una situación de pobreza121 , teniendo que ser acogidos por otro de los tíos maternos de D. Luis II, D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA 3). Allí residen hasta que en 1710122 es asesinado por causas 119 Esperamos que la investigación de John Monaghan titulada La nobleza indígena y la reinscripción de los códices mesoamericanos (2001), en la cual estudia a la familia Villagómez, nos permita profundizar en este aspecto (véase un informe preliminar de la misma en la página Web de la Fundación para el avance de los estudios mesoamericanos –FAMSI.- En: Internet <http://www.famsi.org/reports/99031es/> -consulta, 3 de febrero de 2004-). De momento la publicación de parte de este trabajo (Monaghan, 2005: 422) no nos aporta más información sobre Dª Josefa que la ya publicada previamente en el estudio de Smith et. al. (2001) sobre el Códice Tulane. Cuando estábamos cerrando el texto definitivo, John Chance se puso en contacto con nosotros remitiéndonos su ponencia sobre las alianzas matrimoniales de los caciques Villagómez de Acatlán-Petlalcingo que presentó el 4 de noviembre de 2006 en el encuentro anual de American Society for Ethnohistory, por lo cual le estamos agradecidos. 120 Para profundizar más véanse los siguientes documentos: AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 78: 79-79v; AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 94: 92-92v; AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 112: 108-109 y AGN, Indios, Vol. 36, Exp. 149: 136v-138. 121 Según Pedro del Castillo (español y vecino de la cabecera): “Pero que cuando murió, murió pobrísimo respecto que para alimentarse el dicho don Luis difunto fue necesario a su tío don Jerónimo, hermano de don Francisco de Moctezuma que le sucedió en el cacicazgo, traerlo a su casa y a su esposa doña Josefa. Y le estaba dando sustento porque en el pleito que tuvo con los naturales de Acatlán se aniquiló y vendió su ropa y la de su mujer hasta quedar en el estado que le cogió la muerte” (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). 122 Smith et. al. (1991: 67) señala erróneamente esta fecha en 1698.
  • 20. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 86 desconocidas, muriendo intestado y sin descendencia (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 111). A pesar de que el enlace con Dª Josefa le permitió a D. Luis II disfrutar de los bienes de un gran cacicazgo, así como acceder a puestos políticos como la gubernatura de Yanhuitlán (FTTP-BNM, Caja 1, Exp. 172: 11v), se mantuvo una situación de “separación de bienes” entre ambos123 . Es decir, aunque D. Luis II gestionó, en calidad de “marido y conjunta persona” de Dª Josefa, los asuntos y patrimonio de ésta, sus actos parece que no repercutieron finalmente en el monto de las tierras del cacicazgo. De forma que la declaración acerca de la situación de pobreza en la que se quedan tras el destierro de Acatlán requiere de algunos matices. Si bien es cierto que los bienes que tiene D. Luis II en el momento de su asesinato están valorados en 9 pesos y 2 reales y medio124 , esto es, una cantidad ínfima, la realidad es que su viuda no se queda en una situación de desamparo como se pudiera pensar. No sólo por la declaración explícita de la precaria situación económica de ambos, sino también porque el destino elegido tras su destierro es Tepexi, donde únicamente está la familia de D. Luis II, y no Guaxuapa o Yanhuitlán, donde Dª Josefa tiene más bienes. No siempre es todo lo que parece a primera vista, sino que la percepción de las cosas depende de nuestros criterios de búsqueda en los documentos. Y es que dicha cacica, a pesar de su traslado a Tepexi en una supuesta situación de penuria económica, se ve inmersa en el proceso de 123 La práctica prehispánica a la que alude Chance (2001: 690) en su trabajo sobre la nobleza indígena de Tecali: la separación de los bienes del esposo y de la esposa durante el matrimonio, parece que en algunos casos se perpetuó durante el período del virreinato. 124 Tasación de sus bienes: - Por la capa vieja de pelo de camello que se empezaba a desflecar...........2 pesos. - Por los dos sombreros viejos.....................................................................4 reales. - Por la banda vieja de saya negra……......................................................4 reales. - Por un sobretodo de pelo de camellón en el que no podían apreciarse sino es algunos pedazos que estaban tratables y el forro todo roto.....................3 reales. - Por la casaca vieja y los calzones de paño................................3 pesos y 6 reales. - Por el pañuelo viejo...................................................................................6 reales. - Por una banda vieja de saya……..............................................................4 reales. - Por un tintero de plomo................................................................................1 real. - Por candelero y tijeras de bronce................................................6 reales y medio. Esta cantidad es entregada por el alcalde mayor D. Juan Teodoro Prieto al cura del Partido para que se digan misas en honor del difunto (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 114v).
  • 21. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 87 composición de tierras que afecta a diferentes jurisdicciones125 , al cual hizo frente su marido hasta su asesinato, y en el cual, tras muchas amenazas de embargarle sus bienes porque no presentaba los títulos que acreditasen su posesión126 , recibe composición de todas las tierras de su cacicazgo el 13 de junio de 1715, tras presentar una información con nueve testigos en la que trata de demostrar ser la legítima dueña de dichos bienes y su donación a la Corona de 50 pesos (FTTP, Caja 2, Exp. 199: 3v-17). Por lo tanto, si el enlace de Dª Josefa con D. Luis II finalmente no le supuso la ruina ¿por qué éste acabó sus días como cualquier macehual sin recursos? Los datos son cuando menos desconcertantes. La falta de descendencia y la “desaparición” de Dª Josefa en la documentación sobre Tepexi127 nos deja por el momento con estas valoraciones determinantes, aunque no concluyentes. D. Francisco de Moctezuma y Cortés I (GENEALOGÍA 2), el mediano de los tres hermanos y heredero del cacicazgo de la familia tras la muerte de su padre, se casa con la cacica de Tepexi Dª Magdalena de Mendoza128 , hija de Diego Salvador y Francisca de Mendoza (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 711952, Bn. M616357, 1659b), quien probablemente estaba vinculada a la familia Mendoza y Luna129 . Y por último, D. Jerónimo de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 3), el menor y heredero del cacicazgo de la familia, tras la muerte de su hermano (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 113). Éste y sus descendientes son, de los tres hermanos, los que más huella han dejado en las fuentes. D. Jerónimo se 125 Marquesado del Valle de Oaxaca, Teutitlán del Valle, Tonalá, Tepexi de la Seda, Acatlán, Piastla y Tlapa (FTTP-BNM, Caja 28, Exp. 718). Sobre cómo afectó este proceso a los caciques de Tepexi de la Seda hablaremos en el apartado 3.1. 126 Según Dª Josefa, los títulos de sus tierras se quemaron en un incendio acaecido en la casa de D. Jerónimo de Alvarado, cacique de Acatlán, así como albacea de D. Diego de Villagómez, su padre, y tutor de ella y su hermana durante su minoría de edad (FTTP-BNM, Caja 2, Exp. 199: 3-5). Sin embargo, su marido D. Luis II argumenta que por los pleitos que habían tenido con los naturales de Acatlán, los títulos estaban en la Real Corte de México (FTTP-BNM, Caja 1, Exp. 172: 4). Al margen de la veracidad de estos argumentos, lo cierto es que ambos son harto frecuentes en las justificaciones esgrimidas en las reclamaciones ante las autoridades del virreinato, de cara a la presentación de los títulos de las tierras. 127 Según la fecha de su testamento (1717) no falleció mucho más tarde que su esposo (Rojas et. al., 2004: 57) y lo hizo en Petlalcingo. En este documento hace referencia a la mala gestión que hizo su esposo don Luis II de su patrimonio, la cual le ocasionó pérdidas y deudas (Chance, 2006: 25). 128 Tras fallecer su marido, utiliza el primer apellido de éste, es decir, aparece como Dª Magdalena de Moctezuma (FTTP-BNM, Caja 28, Exp. 718: 4v). 129 Para sus tres hijos (Antonia, Felipe y Antonio) carecemos de datos sobre los términos de sus matrimonios. De hecho, únicamente en el caso de Dª Antonia de Mendoza sabemos que tuvo descendencia aunque las fuentes no especifican el número y nombres de la misma (AHJP, 2713: 6).
  • 22. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 88 casa con Dª Rosa Flores130 , vecina de Tepexi (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 65-66 pp.), sobre la que no tenemos ninguna mención expresa como cacica o principal; igualmente desconocemos cuál es su ascendencia. No obstante, sus apellidos podrían ser una pista de vínculos de parentesco con dos familias residentes en Tepexi y relacionadas entre sí: los Flores131 y los Castillo132 . De los matrimonios de sus descendientes, destaca el papel de sus hijas en el establecimiento de una red de enlaces con miembros de las principales familias de Tepexi, e incluso, de otros lugares. No obstante, por ser menos, empezaremos por los varones. Tenemos por un lado a D. Carlos de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 7), el primogénito, que se casa con Dª María Hernández, hija de Sebastián Hernández y Magdalena Flores (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953, Bn. M616358, 1719a). Aunque no declara su calidad, lo más probable es que fuera española133 . De sus tres hijos (Juana, Rafael y Francisca) la información es inexistente, por ejemplo en el caso de Dª Juana de Moctezuma Hernández II. En cambio, sobre D. Rafael de Moctezuma Hernández, el primogénito, sabemos que contrajo matrimonio con otra española, de San Pedro Coayuca, llamada Dª Ángela Francisca Amadora 130 En las actas de bautismo y matrimonio de sus hijos aparece también nombrada como Rosa de Santa María Flores (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1719a) o Rosa Flores y Castillo (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711935, Bn. C616343, 1711) aunque en el resto de las fuentes se la conoce como Rosa Flores. 131 Están representados por D. Salvador Flores I y su descendencia (GENEALOGÍA 29). Este “cacique”, es arrendatario del rancho de San Pedro Coayuca, casualmente, propiedad de D. Jerónimo de Moctezuma (véase AHJP, 3027), el cual, a la muerte de éste, le queda en usufructo a Dª Rosa Flores (AHJP, 3119: 14). Hemos considerado oportuno poner la palabra cacique con entrecomillado porque la identificación de Salvador Flores I como tal es puntual y aislada en la documentación (AHJP, 3027: 28). Tanto su mujer como sus hijos no destacan esta característica y tampoco se la atribuye su descendencia. De hecho, su hijo mayor, también de nombre Salvador, se reconoce, según los casos, como mulato (AHJP, 3119: 24v) o español (AHJP, 2696:1v). Por lo tanto, si efectivamente lo fue, nos encontramos ante otro caso en el que, por un lado, como hemos visto con D. Luis de Guzmán II, el título de cacique era el único capital heredado y conservado; y por el otro, en el que, al igual que los Cebrián, los descendientes de la nobleza indígena tepexana se convierten en españoles. Aunque en este caso desconocemos las circunstancias de esta evolución debido, principalmente, a que carecemos de información sobre sus progenitores y antepasados. En todo caso queda ahí la reflexión a la espera de datos más precisos. 132 Son españoles entre los que cabe destacar a Pedro del Castillo “El viejo”: un labrador, vecino de la cabecera, que sirvió en la casa de D. Francisco de Moctezuma I (AGN, Intestados, Vol. 9, Exp. 4: 112v-113); y a Juan del Castillo: un sastre, tutor de los hijos menores de D. Salvador Flores I (AHJP, 3027: 30) y comisario de la Santa Hermandad en 1741 (AHJP, 3396: 2-2v). 133 Barajamos esta hipótesis fundamentándonos en que el marido de su hija Francisca, de nombre Vicente Hernández, posible pariente de ésta, es español (AHJP, 6287: 38).
  • 23. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 89 (APTR, LB, Vol. 20: 93v)134 . Su hermana Dª Francisca Moctezuma y Hernández III (GENEALOGÍA 26) toma como esposo a Vicente Hernández135 , vecino de Tepexi, español y de oficio tratante (AHJP, 6287: 38). De sus cuatro hijas, no tenemos información sobre Dª Josefa Hernández; al contrario que de Dª Joaquina, que se casa con D. Francisco de la Cruz136 . Dª Juana Hernández hace lo propio con Domingo Ginés (ANP, Prot. nº 1 TR, exp. 15: 7 p.). Y Dª Gertrudis Hernández, quien contrae nupcias con José de la Trinidad (GENEALOGÍA 27), descendiente de dos caciques: D. José Hipólito Ramos y Dª Josefa Cebrián III137 , junto con sus once hermanos138 . De éstos, aquellos de los que tenemos constancia que contrajeron matrimonio, lo hacen con españoles, mestizos y mulatos, quedando en un segundo plano una de las estrategias matrimoniales seguidas hasta el momento por la familia paterna139 , ya que tanto su padre, D. José Hipólito, como el hermano de éste, Luis, se casan con cacicas. Este último con Dª Mariana de la Cruz (GENEALOGÍA 15). Por el contrario, privilegian la tendencia de la familia materna en la que predominan los españoles. Las circunstancias cambian para el segundo hijo varón de D. Jerónimo de Moctezuma y cabeza de linaje tras la muerte de éste y de su hermano Carlos. Nos referimos a D. Juan de Moctezuma y Cortés I (GENEALOGÍA 3), cacique sobre el que ya hemos hablado y seguiremos hablando reiteradamente a lo largo de este trabajo. D. Juan I contrae nupcias en dos ocasiones. La 134 De sus dos hijos Mª Roberta y Juan German Moctezuma, miembros de la cuarta generación, carecemos de datos. 135 También aparece en las fuentes como Vicente Fernández de Alva (ANP, Prot. nº 1 TR (1731-1754), Exp. 15: 7 p.). 136 Son varios los individuos que entre 1700 y 1786 se bautizaron con este nombre. Por lo tanto, valoramos la posibilidad de que algunos de ellos fueran el mismo. Sin embargo, con el objetivo de identificar la ascendencia del marido de Dª Joaquina, inicialmente descartamos al marido de Dª Inés de Moctezuma y Cortés -GENEALOGÍA 8- (AHJP, 2713:24v) y al de Pascuala María -GENEALOGÍA 16- (APTR, LB, Vol.15: 65v). A falta de datos más concluyentes, consideramos muy probable que aquél y el hijo de D. Nicolás de la Cruz y Moctezuma (GENEALOGÍA 18) (APTR, LB, Vol.16: 48v), ambos de la misma generación, pudieran ser la misma persona. Por otro lado, el apellido no nos supone, en este caso, un indicativo fiable sobre su calidad social. A pesar de que una de las familias nobles de Tepexi se reconoce por él, las fuentes, sobre todo las parroquiales, reflejan una realidad en la que dicho apellido no es patrimonio exclusivo de éstas. 137 La declaración en su testamento de que su esposo no trajo bienes al matrimonio y que lo que tiene ella lo ha heredado de su madre es un indicativo de quién aporto el capital económico a dicha unión (AHJP, 4961: 8-8v). 138 José González, Catarina de la Concepción, Francisco José, José Mariano, José Manuel, Rita Casilda, Rosa Basilia, Gertrudis Dolores, Josefa, José Isidro y José Mateo (AHJP, 4961: 1, 7, 8-8v). 139 No tenemos información sobre los matrimonios de las ascendientes de Dª Josefa III: su madre Dª María y su abuela Dª Josefa II.
  • 24. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 90 primera con Dª Mariana de Espinosa140 , española o mulata, según las informaciones, e hija de Juana Espinosa141 , una mulata originaria de la ciudad de Puebla de los Ángeles (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 3 y 45 pp.), de cuyos descendientes Dª Mariana no fue la única que se casó con caciques de Tepexi (véase genealogía 10). Con ella, D. Juan I tuvo a toda su descendencia. La segunda esposa fue Dª María Serrano (AHJP, 4189: 24), de quien no sabemos más que su nombre. Su hijo D. Diego de Moctezuma se casa también en dos ocasiones. En primer lugar con la española142 Dª Ana Sánchez, hija de Domingo Sánchez y Andrea Torres (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071195 Bn. M616358, 1753). Y en segundo lugar, con Francisca143 . Su única hija, Dª Rita de Moctezuma, fruto de su primer matrimonio, se casa con el cacique D. Francisco de Moctezuma y Cortés “El mozo” III, hijo del cacique144 D. Francisco Moctezuma y Cortés II y la española Dª Josefa Falcón145 (GENEALOGÍA 28). Es decir, el enlace entre Rita y Francisco, es un matrimonio entre parientes, aunque no sabemos en qué grado. Lo que sí podemos afirmar es que el vínculo es a través del abuelo paterno de éste, Bartolomé Moctezuma, casado con Juana Flores. Del resto de los hermanos de D. Francisco “El mozo” III, concretamente seis146 , tenemos constancia del matrimonio entre D. Juan Mariano Moctezuma 140 Puntualmente se hace referencia a ella como Mariana de la Cruz (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 3 p.). No obstante, desconocemos el motivo de estos cambios en el uso de los apellidos, aunque existe la posibilidad de que proceda de su padre, el cual es desconocido, u otro familiar cercano. 141 También se la nombra como Juana Serrano (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 45 p.). 142 Deducción hipotética fundamentada en el hecho de que uno de las familias destacadas de españoles con tierras en Tepexi son los Sánchez (véanse los siguientes documentos: AGN, Tierras, Vol. 3544, Exp. 7; AGN, Tierras, Vol. 3545, Exp. 1; AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1 y AGN, Tierras, Vol. 3552, Exp. 2). 143 Al menos desde 1764 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 85 p.). 144 Según D. Juan de Moctezuma I, abuelo de Rita, D. Francisco de Moctezuma y Cortés II era “cacique de cortesía” lo que lo diferencia de ser “cacique verdadero”, es más se refiere a él como un simple natural (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 6: 68-69 pp.). Recordemos que el mismo apelativo utilizaba para referirse a D. Francisco de Luna (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 7: 67 p.), su cuñado. La diferencia ahora es que designa como tal a otro Moctezuma, aunque desconocemos el grado de parentesco entre ambos. Lo significativo es que, según las afirmaciones de D. Juan I, otros eran caciques porque él lo toleraba, y no por sus orígenes o la sanción del orden virreinal. 145 Nuestra hipótesis es que D. Francisco de Moctezuma y Cortés “El mozo” III es el mismo que Francisco Antonio, bautizado en 1749, e hijo de D. Francisco de Moctezuma y Cortés II y Dª Josefa Falcón (APTR, LB, Vol. 20: 12v). Por un lado el apelativo “El mozo” indica que su padre se llamaba igual y por otro, la posible fecha de nacimiento de éste (1739- 1746) (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 324 p. y AGN, Tierras, Vol. 3546, Exp. 1, Cd. 4: 40v) y la de Francisco Antonio del acta de bautismo, están muy próximas. 146 José, Francisca, Joaquina, Ana, Mª Victoriana, Juan y Mª Antonia.
  • 25. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 91 III y la cacica Gertrudis Armijo (APTR, LB, Vol. 20: 103) por un lado, y Dª María Antonia Moctezuma y el español D. Miguel de Mier (APTR, LB, Vol. 20: 61v), por el otro147 . La otra hija de D. Juan de Moctezuma I y Dª Mariana Espinosa, esto es, Dª Josefa de Moctezuma, contrae nupcias con un cacique de la familia Cebrián: D. Pedro (GENEALOGÍA 11), hijo del también cacique D. Miguel Cebrián y de Dª María Martínez, de calidad no definida. Así como nieto de D. Juan Cebrián I, de cuyos cuatro hermanos148 , dos de ellas se casan con posibles españoles149 . Si retornamos a la descendencia de Dª Josefa y D. Pedro150 , nos encontramos únicamente con información del matrimonio de Dª Mariana Cebrián con un español llamado D. Juan José Cabrera (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1:160 p.). De forma que D. Juan de Moctezuma I y su descendencia alternan entre dos opciones: caciques y españoles, principalmente. En su momento ya dijimos que las hijas de D. Jerónimo de Moctezuma tuvieron un papel destacado en la configuración de alianzas con las restantes familias nobles de Tepexi de la Seda e incluso de otras provincias. Gracias a sus matrimonios la red de influencias de los Moctezuma se vio considerablemente ampliada. En este caso, vuelve a quedar demostrado el papel que, como agentes sociales activos, desempeñaron estas mujeres, desde los roles que la sociedad virreinal en función de su género les había asignado, de cara al mantenimiento de su grupo de poder en una posición de predominio social (Cruz, 2005b: 41-42). Veamos más detalladamente por qué se caracterizaron estas uniones. El enlace de Dª Francisca de Moctezuma y Cortés I (GENEALOGÍA 5) con D. Antonio Quintero151 es el único caso que tenemos documentado tanto para el siglo XVIII, como para los dos anteriores, de la alianza entre caciques 147 De los cónyuges de sus hijos José, Juan y Manuela no sabemos nada. 148 Josefa, Petrona, Dominga y José. 149 Dª Josefa I con D. Juan de Ojeda (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 370 p.) y Dª Petrona con Domingo Gómez (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 071193, Bn. M616342, 1691). 150 Tuvieron cinco hijos: María, Diego, José, Juan Antonio y Mariana, de los cuales, en un principio, solamente han dejado huella los dos últimos. Véase el pleito con los pueblos de San Mateo Soyamachalco y San Vicente Coyotepec (AGN, Tierras, Vol. 1234, Exp. 1: 454 pp.). 151 En la documentación también se le nombra como Antonio de la Cruz Quintero y José Quintero. De hecho llegamos a encontrar las tres opciones en el mismo texto (AHJP, 3575: 6, 10v y 28, respectivamente) Para este último caso, inicialmente valoramos que fuera una persona distinta, no obstante el hecho de que también se le cite como esposo de Dª Francisca de Moctezuma I y la coincidencia de fechas nos ha llevado, por el momento, a descartarlo.
  • 26. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 92 de Tepexi y caciques de Tecamachalco. Sobre D. Antonio Quintero, solamente sabemos que es hijo de D. Salvador Quintero (cacique de Tecamachalco) y que su madre Josefa Arroyo es mestiza, según consta en su acta de matrimonio. Además que, aunque es originario de Tecamachalco, se casa en Tepexi en 1725 (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1725a). En esta unión, al igual que la de D. Luis de Guzmán II y Dª Josefa de Villagómez, el principal beneficiado es D. Antonio; el traslado de la residencia de la pareja a Tepexi parece un claro indicativo. Sobre D. Antonio no tenemos constancia de patrimonio alguno, al menos en lo que a Tepexi se refiere. En cambio, parece que detrás de su titulo de cacique se albergaba un patrimonio en Tlacotepec152 , sin embargo el monto y características del mismo es algo que una investigación sobre la nobleza indígena dieciochesca de la zona precisará en su momento. Por ahora, detengámonos en su descendencia, en este caso, única: D. Isidro Quintero153 . Con él se pierde la pista sobre las alianzas matrimoniales, tanto las propias como las de sus posibles descendientes, si es que los hubo (AHJP, 4961: 9). En el caso de Dª Jerónima de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 6) la información es mucho más extensa. Su marido es el cacique D. Luis de Guzmán III154 , hijo de Micaela de Mendoza y de padre desconocido, según algunos testimonios “un gachupín” (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 8: 111 p.). Destaca una estrategia matrimonial muy clara. Tanto él, como Vicente, el hijo de su hermano Miguel, buscan sus esposas entre mujeres de la familia 152 Su hijo vende en 1781 unos cerdos y una casa que tiene en Tlacotepec para cubrir el pago de una deuda por el cual le embargan (AHJP, 4724: 1-12). No sabemos si dicho patrimonio era heredado de su padre o no. Sin embargo el hecho de que “para el siglo XVIII muchos de los grandes caciques de Tlacotepec descendían de los nobles de Tecamachalco” (Perkins, 2001: 54) es un indicativo del vínculo entre la nobleza de ambos lugares y de la extensión de sus patrimonios. 153 Las únicas noticias que nos han llegado de este cacique es que en 1781 le embargan por deudas unos bienes y que para cubrirla se venden unos cerdos y una casa que tiene en Tlacotepec (AHJP, 4724: 1-12). Sin embargo desconocemos si residía en ésta u otra jurisdicción. 154 Aunque Guzmán es el apellido que adopta y que transmite a su descendencia, también se le identifica puntualmente como D. Luis de Mendoza y Luna (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1719b), es decir, con los apellidos de su madre Micaela de Mendoza y Luna. Nuevamente los datos recogidos no nos permiten dar una explicación, aun cuando lo más probable sea que la clave de todo esto se esconde tras el progenitor desconocido. Sin embargo, téngase en cuenta, que su hermano Miguel (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1716) mantuvo los apellidos maternos, para ser más exactos, el de Luna. Nuevamente se vuelve a privilegiar éste frente al de Mendoza.
  • 27. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 93 Moctezuma155 . Ya dijimos que los matrimonios entre ambos linajes se remontaban a los siglos anteriores. Esta praxis se rompe, sin embargo, con los enlaces de sus tres hijos (Jerónimo, Lucía y Mariana), que por el contrario, se casan con españoles. Dª Lucía de Guzmán con Joaquín Lizama156 (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 2: 9 p.), Dª Mariana de Guzmán con Manuel de Miranda (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1741) y D. Jerónimo de Guzmán con Dª Bárbara Galicia (APTR, LB, Vol. 20: 40)157 . Si sus hermanas consolidaron alianzas con un cacique de Tecamachalco por un lado, y con un “Luna/Guzmán”, probablemente de procedencia tepexana, por el otro, Dª Inés de Moctezuma y Cortés (GENEALOGÍA 8) hizo lo propio con un cacique de la familia Cruz, un tal D. Francisco I, hijo de D. Nicolás de la Cruz I y Dª María Beatriz Moctezuma (GENEALOGÍA 13)158 . La elección de cónyuges para los hijos de Dª Inés se hizo entre miembros de la familia o personas cercanas a la misma. Dª Rosa de la Cruz (GENEALOGÍA 10) se casa con D. Antonio Espinosa (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1725b), uno de los hermanos de su tía política por parte de madre, Dª Mariana de Espinosa (GENEALOGÍA 4). De sus tres hijos, Lugarda, Juan y Mariano, sabemos que este último, siguiendo una costumbre familiar (véanse los matrimonios de sus tíos Nicolás y María), se casó con un miembro de la familia Hoyos o del Hoyo: Feliciana. Dª Josefa de la Cruz I159 (GENEALOGÍA 21) hace lo propio con D. Gaspar Antonio García, hijo de Dª Gracia de la Cruz (GENEALOGÍA 22), sobrina de su padre D. Francisco I. Dª María I (GENEALOGÍA 8) y su hermano D. Nicolás de la Cruz III (GENEALOGÍA 18) se casan con otros dos hermanos respectivamente. La primera con D. José Hoyos y, el segundo, con Dª Teresa Hoyos, ambos hijos de Domingo Hoyos y Juana Flores. Con la descendencia de ambos perdemos la pista de las estrategias matrimoniales160 . 155 Desafortunadamente no hemos podido establecer las conexiones precisas de estos con las otras genealogías de los Moctezuma y los Luna. 156 Es el mismo apellido que Lezama. 157 Sobre la descendencia de Dª Lucía y de D. Jerónimo, no contamos con datos sobre sus matrimonios, quedando en este punto la política matrimonial de Dª Jerónima de Moctezuma. 158 La política matrimonial de los Cruz, debido a su complejidad, la abordaremos de manera autónoma más adelante. 159 Sobre Rita García, su única hija, desconocemos las características de su matrimonio. 160 Dª María de la Cruz I y D. José Hoyos tienen dos hijos: Joaquín (APTR, LB, Vol. 20: 13) y Feliciano (APTR, LB, Vol.18: 28). Su hermano D. Nicolás de la Cruz III y Dª Teresa
  • 28. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 94 D. Jerónimo de la Cruz (GENEALOGÍA 19) se casa con Dª Rosa Moctezuma (GENEALOGÍA 20), hija de Miguel Moctezuma y nieta de D. Juan de Moctezuma II. Pero téngase en cuenta que éste y el hermano de Dª Inés de Moctezuma son dos personas distintas161 , cuyo vinculo de parentesco exacto desconocemos. No obstante el hecho de que D. Juan de Moctezuma II fuera indio principal del pueblo de San Pedro Coayuca, patrimonio de los Moctezuma (AHJP, 3119: 14), es muy significativo. De sus seis descendientes (Antonio, Mariano, Josefa, Juana, Petrona y Dorotea) solamente conocemos la suerte de dos ellas. Petrona I se casa con Eugenio Cid y Dorotea con Juan Cebrián II. Cabría la posibilidad de que éste y el hijo de Dª Josefa de Moctezuma y D. Pedro Cebrián sea el mismo. En caso de demostrarse, los contrayentes serían primos hermanos. Y por último D. Pedro de la Cruz (GENEALOGÍA 17) contrae matrimonio con Dª María Dolores de Mendoza, hija de Isidro Mendoza y Gertudris Serrano. Sus hijos se casan con españoles y caciques. D. Andrés de la Cruz y su hermana Dª María Antonia de la Cruz con dos miembros de la familia española de los Mier: el primero con Dª Francisca de Mier y la segunda con D. Juan de Mier. Por otro lado, D. Juan Félix de la Cruz y Dª María Jacinta de la Cruz (GENEALOGÍA 9) hacen lo propio con caciques: Dª Nicolasa María y D. Francisco Jerónimo de Luna, un primo de su madre. La última descendiente de D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA 3) que nos queda es Dª Mariana de Moctezuma (GENEALOGÍA 9). Esta se casó con el cacique D. Francisco de Luna, como ya hemos visto, principal representante junto con su tío del linaje de los Luna durante el siglo XVIII, así como el cabeza del grupo opositor a D. Juan de Moctezuma I. Sobre la ascendencia paterna y materna de D. Francisco (GENEALOGÍA 23) ya hablamos en el apartado anterior, tanto de la de él, como la de su tío D. Antonio I, por lo tanto no la reiteraremos. No obstante, nos queda por comentar que D. Antonio de Luna I se casa en dos ocasiones, la primera con Dª Antonia de la Huerta y la segunda con Rosa María con quien tiene a su única hija Ignacia. Por otro lado, en relación a los dos hermanos de D. Francisco de Luna: D. Tomás y D. Nicolás, del primero sabemos que se casó y tuvo descendencia, pero desconocemos los nombres. El segundo se casa con Dª Inés Morales y tuvo a una niña de nombre Nicolasa. Hoyos cuatro: Francisco (APTR, LB, Vol.17: 33), Melchor (APTR, LB, Vol.11: 61v) y, por último, Josefa y Francisca (APTR, LB, Vol.16: 48v). 161 La calidad, lugar de residencia y matrimonio han sido importantes para reconocer dicha distinción (AHJP, 3232: 7-7v).
  • 29. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 95 En cuanto a los hijos de Dª Mariana y D. Francisco162 , de la información que nos ha llegado sobre cuatro de ellos, solamente D. Francisco Jerónimo se casa con una cacica llamada Dª María Jacinta de la Cruz, hija de su primo D. Pedro. El resto contrae matrimonio con personas cuya calidad no hemos podido determinar. Dª María Rosa con Patricio López; D. José Alberto con Dª Juana Isabel de la Paz (GENEALOGÍA 24) y D. Juan con Juana Flores (GENEALOGÍA 25). Esta última probablemente estaba emparentada con la familia Flores (GENEALOGÍA 29). Y por último, antes de establecer algunas conclusiones, es el momento de retomar, la política matrimonial de la familia de los Cruz. D. Nicolás de la Cruz I (GENEALOGÍA 13), recordemos que éste es el padre de D. Francisco de la Cruz I, marido de Dª Inés de Moctezuma, se casa en dos ocasiones, ambas con cacicas. La primera con Dª María Beatriz Moctezuma y la segunda con Dª Francisca Muñoz. Los descendientes del primero celebran enlaces con caciques y españoles-mestizos principalmente. Dª Angelina de la Cruz I con D. Bernabé de Mendoza (GENEALOGÍA 14), tío del cacique D. Antonio de Luna I (AHJP, 2696: 10). En cambio, su hijo D. Diego de Mendoza se casa con una española de nombre Antonia del Castillo, hija de Pedro del Castillo y Agustina Flores (FS-IGI, Col. Santo Domingo, Film. 0711953 Bn. M616358, 1727), de manera que los apellidos Flores y del Castillo vuelven a coincidir como en el caso de Dª Rosa Flores, esposa de D. Jerónimo de Moctezuma (GENEALOGÍA 3). D. Juan de la Cruz I “El viejo”, al igual que su padre, se casa en dos ocasiones. La primera con la cacica Dª Mariana de Santa María (GENEALOGÍA 15) quien trae al matrimonio como dote las tierras de cacicazgo de San Luis y San José de Gracia, heredadas de sus ascendientes D. Juan de Santiago y Dª Ana de Santa María163 (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 233v). Por el testamento de D. Juan I (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 231v-236v) queda patente la rentabilidad de su primer matrimonio, gracias al cual obtuvo gran parte de las tierras que llegó a poseer y por las que más tarde sus nietos tuvieron que pleitear164 . Sus hijos continúan con la estrategia familiar en la que caciques y españoles-mestizos son los mejores candidatos. Dª Juana María se casa con un español: Andrés de Zarate, al igual que su única hija, Dª 162 Juana, Francisco Jerónimo, Miguel, José Alberto, Rafael, Antonia, Manuel, María Rosa, Tomás y Juan. 163 No aparecen en la genealogía publicada por Jäcklein (1978: 168). 164 Para profundizar en el pleito de los caciques Cruz por estas tierras véase el apartado 3.2.
  • 30. LA NOBLEZA INDÍGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Patricia Cruz Pazos 96 María, con Esteban Villegas165 . D. Domingo de la Cruz, en cambio, se une a una cacica de nombre Dª Paula Francisca y sus hijos optan por opciones variadas: cacique (Dª Mariana de la Cruz con Luis Ramos) y ¿española- mestiza? (D. José de la Cruz con Martina López). El segundo matrimonio de D. Juan I “El viejo” no resulta, sin embargo, tan provechoso, puesto que Catarina María no trae dote al matrimonio (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 233v). Asimismo, no tenemos constancia de los matrimonios de sus descendientes (Ana e Inés). Sí del de su única hija natural, Dª María de la Cruz II, quien se casa con un español: Cayetano Redondo (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 234v). Y por último, del segundo matrimonio de D. Nicolás I con la cacica Dª Francisca Muñoz destaca el caso de su hijo D. Juan de la Cruz II “El joven” (GENEALOGÍA 22). Su primer matrimonio parece que no fue muy provechoso, al menos en términos económicos, ya que María Salomé no trajo dote al matrimonio. En cambio su segunda esposa, Juliana Juárez aportó 106 vacas, varias casas en Tepexi y unas tierras en el barrio de Aguatitlan del pueblo de San Martín Atexcatl (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 12v). En el caso de su tercer cónyuge, Dª Francisca Pacheco (natural y cacica de Tehuacan), aparte de una dote compuesta por cabezas de ganado mayor y menor (100 vacas y 120 ovejas), obtiene un beneficio muy claro: el establecimiento de alianzas entre caciques de Tepexi y de Tehuacan (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 12v). Así como el vínculo con otra región, Tlacotepeque, ya que al menos dos de sus hijas (Agustina y Petrona II) y de sus sobrinos (Miguel)166 se declaran caciques y vecinos de ésta (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 7 y 28 pp.). En el matrimonio de Petrona se repite un patrón que ya hemos visto con anterioridad: el vínculo con un español, miembro de los Lizama y vecino de Tlacopeque (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 7 p). La calidad del esposo de Agustina (Sebastián Juan) nos es desconocida (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 13 p.), al igual que con D. Bartolomé García, marido de Dª Gracia de la Cruz, del cual sólo sabemos que había estado casado con anterioridad con Antonia María y 165 No tenemos menciones expresas sobre su calidad; sin embargo, la aparición de otros individuos en las fuentes con dichos apellidos y calidad española reconocida, nos lleva a dicha conclusión. Por ejemplo Antonio Zarate (AGN, Vínculos, Vol. 70, Exp. 7: 129 p.), Juan Zarate (AGN, Tierras, Vol. 3418, Exp. Único: 282v) y Bartolomé Zarate (APTR, LB, Vol. 20: 17v) por un lado; y D. Juan Antonio Villegas (AHJP, 3812: 18). También dos de los alcaldes mayores de Tepexi ostentan dicho apellido (véase cuadro 1, pág. 30). 166 Es probable que, por la coincidencia de nombres y fechas, éste sea uno de los dos individuos que Perkins (2001: 57) incluye en su cuadro de testamentos: Miguel de la Cruz (1760) y Miguel Isidro de la Cruz (1761).
  • 31. LA NOBLEZA INDIGENA DE TEPEXI DE LA SEDA DURANTE EL SIGLO XVIII Capítulo 2. Familias y grupos de poder: estrategias de supervivencia 97 que sus padres (Verónica María y Gaspar García) eran originarios de Santiago Nopala, uno de los pueblos sujetos a la cabecera de Tepexi (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 37 p.). Por otro lado, el pleito entre los herederos de D. Juan II da a entender que Dª Gracia fue el cónyuge que aportó más patrimonio. Su descendencia (Gaspar, Gertrudis y María III) se declara como caciques de Tehuacan y Tepexi (AGN, Tierras, Vol. 1586, Exp. 4: 1, 120 y 145 pp.). En resumen, las estrategias matrimoniales desarrolladas por los linajes tepexanos se pueden concretar en: matrimonios entre los miembros de las principales familias de la nobleza tepexana: Moctezuma y Cortés, Mendoza y Luna, Cruz y Cebrián. Uniones con españoles, mestizos y mulatos, en algunos casos, con tierras en la jurisdicción. Enlaces con familias de caciques y cacicas de Tepeaca, Tlacotepec, Tecamachalco, Tehuacan, Acatlán, Tzilacayoapa y Yanhuitlán. Es decir, con otras zonas de Puebla y con Oaxaca. Algunas de éstas eran la continuación de una práctica ancestral, aunque para el siglo XVIII los datos nos indican que en parte se pierden. Matrimonios entre parientes de diferentes generaciones y con una relación colateral. Alianzas múltiples entre varios miembros de las familias. Por ejemplo, los hermanos de un linaje se casan con las hermanas de otro. Y por último, una primacía de la limpieza de rango frente a similares niveles de riqueza. Por lo tanto, la dote no fue un requisito y en los casos en que se aportó, resultó una contribución mínima en relación con el monto del patrimonio del receptor. 2.2.2 Sucesiones y preferencias Junto a las formas de acceso, la transmisión del capital político, social y económico, de una generación a otra, era de vital importancia para la perpetuación de los miembros de la nobleza indígena en una posición privilegiada. La composición de dicho capital y las reglas para su herencia, esto es, ¿quiénes y qué heredan? es la cuestión que a continuación trataremos de definir. Para ello el instrumento clave son los testamentos167 , los juicios de división de bienes y los pleitos entre los sucesores. En el CUADRO 5 damos 167 Los testamentos son una fuente de vital importancia para las investigaciones sobre nobleza indígena. Por su amplitud geográfica y cronológica cabe reseñar el proyecto Vidas y bienes olvidados dirigido por Rojas (1999, 2000, 2004). De los cinco volúmenes que lo componen destaca el quinto. El índice de los testamentos albergados en el Archivo General de la Nación (México) es una herramienta sin precedentes para los investigadores. En este sentido, debemos aportar la noticia de los testamentos de D. Juan de la Cruz I “El viejo” y D. Juan de la Cruz II “El mozo”, los cuales, a pesar de estar conservados en el AGN no aparecen en dicho índice. Algunos aspectos sobre estos testamentos fueron analizados en la ponencia “Los testamentos de D. Juan de la Cruz (Tepexi de la Seda, siglo XVIII)”, véase Cruz, en prensa-a.