Cientificos que han cambiado la historia de la humanidad
1. Guillermo González Camarena
Guillermo González Camarena, (*17 de febrero de 1917, Guadalajara,
Jalisco, +18 de abril de 1965) fue un destacado científico e inventor
mexicano.
Inventó en 1940 un sistema para transmitir televisión en color, el sistema tricromático secuencial de
campos. Él inventó también más tarde, en los años 1960, un sistema más simple para generar color, el
sistema bicolor simplificado. González Camarena lanzó la televisión en color en México años antes que la
implementación del NTSC.
En 1940 patentó su sistema para transmitir en color, pese a que aún no lo había experimentado en la
práctica. En 1945 realizó las primeras transmisiones de televisión en el cine Alameda, y logró que se le
concediera un canal propio, el Canal 5. El equipo transmisor, construido con un pequeño equipo de
colaboradores, se instaló en una pequeña oficina de un edificio céntrico de la capital, el de Seguros
México. Tenía únicamente tenía dos receptores, situados uno en la Liga Mexicana de Radio
Experimentadores y otro en la estación XEW.
Su empresa distaba mucho de ser comercialmente competitiva, de forma que se integró en la empresa
Tele sistema Mexicano, y González Camarena pasó a ocuparse de las investigaciones sobre la transmisión
de la señal en color. Su sentido patriótico le llevó a rechazar una importante inversión económica
procedente de los Estados unidos, deseoso de que los mexicanos disfrutaran de la patente de su invento.
Martín Cooper y la primera llamada desde un móvil.
Martín Cooper es considerado el padre de la telefonía móvil. Desarrolló el primer modelo Dyna-Trac en
1973, cuando trabajaba para Motorola. Cuenta la leyenda que la primera llamada la realizó desde una
calle de Nueva York a Joel Engel, investigador de Bell Labs (que era competencia directa de Motorola)
para comunicarle que le estaba llamando desde su teléfono móvil ya funcional.
En 1973, Martín Cooper, entonces trabajando para Motorola, presionó una tecla, obtuvo señal de
marcación e hizo la primera llamada desde un móvil en el mundo. Cooper entró para la historia no apenas
como siendo el primer utilizador, sino también por ser considerado el inventor de este nuevo medio de
comunicación.
El concepto de comunicaciones móviles utilizando una red celular nació en 1947, en los Bell
Laboratorios, el departamento de pesquisa de AT&T, el único operador norte-americano a la fecha. Por
entonces, la idea no era realizable debido a dificultades en la concesión de espectro de radio por parte de
las autoridades. Pero a partir de 1960, los Bell Labs y Motorota empezaron a estudiar el concepto y
intentando ponerlo en práctica. La carrera al celular fue vencida por Motorola en el día tres de Abril de
1973, gracias a los esfuerzos de Cooper que pretendía que las personas fuesen capaces de transportar y
utilizar su teléfono en todos los sitios.
2. Martín Cooper nació en 1930 y fue educado en Chicago, terminó su carrera universitaria de ingeniería en
el Instituto de Tecnología de Illinois. Tras servir cuatro años en las fuerzas navales de los Estados Unidos
en vasos de guerra, Cooper trabajó en una empresa de telecomunicaciones durante un año. En 1954 fue
contratado por Motorola, que se dedicaba a fabricar sistemas portátiles. Cooper inició su trabajo en el
desarrollo de sistemas de radio portátiles para agentes de la policía, subiendo gradualmente dentro de la
empresa hasta ser el jefe da pesquisa dentro de la tecnología celular.
Alessandro Volta.
Alessandro Giuseppe Antonio Anastasio Volta, físico italiano, hijo de una madre procedente de
la nobleza y de un padre de la alta burguesía, recibió una educación básica y media de
características humanista, pero al llegar a la enseñanza superior optó por una formación
científica. En el año 1774, es nombrado profesor de física de la Escuela Real de Como.
Justamente, un año después Volta realiza su primer invento de un aparato relacionado con la
electricidad. Con dos discos metálicos, separados por un conductor húmedo, pero unidos con un
circuito exterior logra, por primera vez, producir corriente eléctrica continua, se inventa el
electróforo perpetuo, un dispositivo que una vez que se encuentra cargado puede transferir
electricidad a otros objetos. Entre los años 1776 y 1778 se dedica a la química y descubre y aísla
el gas de metano. Un año más tarde, en 1779, es nombrado profesor titular de la cátedra de física
experimental en la Universidad de Palia.
Volta era amigo de Luigi Galvani y, cuando éste descubrió en 1780, con la máquina que
describimos en su respectiva biografía, que el contacto con dos metales diferente con el músculo
de una rana producía electricidad, también empezó a hacer sus propios experimentos de
electricidad-animal, pero llegó a otra conclusión en el año 1794: que no era necesario la
participación de los músculos de los animales para producir corriente. Este hallazgo, le produjo
una multiplicidad de conflictos, no sólo con su amigo Galván, sino con la mayoría de los físicos
de la época que eran adherentes a la idea de que la electricidad sólo se producía a través del
contacto de dos metales diferentes con la musculatura de los animales. Sin embargo, cuando
Volta logró construir la primera pila eléctrica, demostró que él se encontraba en lo cierto y había
ganado la batalla frente a sus colegas.
La pila voltaica, cuya imagen de la muestra original se encuentra
a la izquierda, consiste de treinta discos de metal separados por
paños húmedos. Durante la primera parte del siglo XIX, eran
construidas como fuentes proveedoras de corriente continua.
Alessandro Volta comunica su descubrimiento de la pila a la Royal Lodón
Society, el 20 de marzo de 1800. La correspondiente carta fue leída en audiencia
del 26 de junio del mismo año, y después de reproducciones del invento
efectuadas por los miembros de la sociedad se le otorgó a Volta el
correspondiente crédito. En el año 1801, en el mes de septiembre, viaja a París
aceptando una invitación del propio Napoleón Bonaparte para que exponga las
3. características de su invento en el Instituto Nacional de Ciencias de Francia. El
propio Bonaparte participó con entusiasmo en las correspondientes sesiones y
exposiciones y recomendó para Volta los máximos honores para él. El 2 de
noviembre del mismo año, la comisión de científicos distinguidos por el
Instituto Nacional de Ciencias para evaluar el invento de Volta, emitió el
informe correspondiente aseverando su validez y recomendando para Volta la
más alta distinción de la institución, la medalla de oro al mérito científico.
Isaac Newton
Isaac Newton nació en las primeras horas del 25 de diciembre de 1642 (4 de enero de 1643,
según el calendario gregoriano), en la pequeña aldea de Woolsthorpe, en el Lincolnshire. Su
padre, un pequeño terrateniente, acababa de fallecer a comienzos de octubre, tras haber
contraído matrimonio en abril del mismo año con Hannah Ayscough, procedente de una familia en
otro tiempo acomodada. Cuando el pequeño Isaac acababa de cumplir tres años, su madre
contrajo de nuevo matrimonio con el reverendo Barnabas Smith, rector de North Witham, lo que
tuvo como consecuencia un hecho que influiría decisivamente en el desarrollo del carácter de
Newton: Hannah se trasladó a la casa de su nuevo marido y su hijo quedó en Woolsthorpe al
cuidado de su abuela materna.
Isaac Newton
Del odio que ello le hizo concebir a Newton contra su madre y el reverendo Smith da buena cuenta
el que en una lista de «pecados» de los que se autoinculpó a los diecinueve años, el número trece
fuera el haber deseado incendiarles su casa con ellos dentro. Cuando Newton contaba doce años,
su madre, otra vez viuda, regresó a Woolsthorpe, trayendo consigo una sustanciosa herencia que
le había legado su segundo marido (y de la que Newton se beneficiaría a la muerte de ella en
1679), además de tres hermanastros para Isaac, dos niñas y un niño.
La manzana de Newton
Un año más tarde Newton fue inscrito en la King's School de la cercana población de Grantham.
Hay testimonios de que en los años que allí pasó alojado en la casa del farmacéutico, se desarrolló
su poco usual habilidad mecánica, que ejercitó en la construcción de diversos mecanismos (el más
citado es un reloj de agua) y juguetes (las famosas cometas, a cuya cola ataba linternas que por
las noches asustaban a sus convecinos). También se produjo un importante cambio en su
carácter: su inicial indiferencia por los estudios, surgida probablemente de la timidez y el
retraimiento, se cambió en feroz espíritu competitivo que le llevó a ser el primero de la clase, a
raíz de una pelea con un compañero de la que salió vencedor.
Fue un muchacho «sobrio, silencioso, meditativo», que prefirió construir utensilios, para que las
niñas jugaran con sus muñecas, a compartir las diversiones de los demás muchachos, según el
testimonio de una de sus compañeras femeninas infantiles, quien, cuando ya era una anciana, se
atribuyó una relación sentimental adolescente con Newton, la única que se le conoce con una
mujer.
Cumplidos los dieciséis años, su madre lo hizo regresar a casa para que empezara a ocuparse de
los asuntos de la heredad. Sin embargo, el joven Isaac no se mostró en absoluto interesado por
asumir sus responsabilidades como terrateniente; su madre, aconsejada por el maestro de
Newton y por su propio hermano, accedió a que regresara a la escuela para preparar su ingreso
en la universidad.
4. Éste se produjo en junio de 1661, cuando Newton fue admitido en el Trinity College de Cambridge,
y se matriculó como fámulo, ganando su manutención a cambio de servicios domésticos, pese a
que su situación económica no parece que lo exigiera así. Allí empezó a recibir una educación
convencional en los principios de la filosofía aristotélica (por aquel entonces, los centros que
destacaban en materia de estudios científicos se hallaban en Oxford y Londres), pero en 1663 se
despertó su interés por las cuestiones relativas a la investigación experimental de la naturaleza,
que estudió por su cuenta.
Galileo Galilei
Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564. Lo poco que, a través de algunas cartas, se
conoce de su madre, Giulia Ammannati di Pescia, no compone de ella una figura demasiado
halagüeña. Su padre, Vincenzo Galilei, era florentino y procedía de una familia que tiempo atrás
había sido ilustre; músico de vocación, las dificultades económicas lo habían obligado a dedicarse
al comercio, profesión que lo llevó a instalarse en Pisa. Hombre de amplia cultura humanista, fue
un intérprete consumado y un compositor y teórico de la música, cuyas obras sobre el tema
gozaron de una cierta fama en la época. De él hubo de heredar Galileo no sólo el gusto por la
música (tocaba el laúd), sino también el carácter independiente y el espíritu combativo, y hasta
puede que el desprecio por la confianza ciega en la autoridad y el gusto por combinar la teoría con
la práctica. Galileo fue el primogénito de siete hermanos de los que tres (Virginia, Michelangelo y
Livia) hubieron de contribuir, con el tiempo, a incrementar sus problemas económicos. En 1574 la
familia se trasladó a Florencia y Galileo fue enviado un tiempo al monasterio de Santa Maria di
Vallombrosa, como alumno o quizá como novicio.
Leonardo da Vinci.
Nació en 1452 en la villa toscaza de Vinci, hijo natural de una campesina, Caterina (que se casó poco
después con un artesano de la región), y de Ser Piero, un rico notario florentino. Italia era entonces un
mosaico de ciudades-estados como Florencia, pequeñas repúblicas como Venecia y feudos bajo el poder
de los príncipes o el papa. El Imperio romano de Oriente cayó en 1453 ante los turcos y apenas sobrevivía
aún, muy reducido, el Sacro Imperio Romano Germánico; era una época violenta en la que, sin embargo,
el esplendor de las cortes no tenía límites.
A pesar de que su padre se casó cuatro veces, sólo tuvo hijos (once en total, con los que Leonardo acabó
teniendo pleitos por la herencia paterna) en sus dos últimos matrimonios, por lo que Leonardo se crió
como hijo único. Su enorme curiosidad se manifestó tempranamente, dibujando animales mitológicos de
su propia invención, inspirados en una profunda observación del entorno natural en el que creció. Giorgio
Vasari, su primer biógrafo, relata cómo el genio de Leonardo, siendo aún un niño, creó un escudo de
Medusa con dragones que aterrorizó a su padre cuando se topó con él por sorpresa.
5. Recreación del autorretrato de Leonardo
Consciente ya del talento de su hijo, su padre lo autorizó, cuando Leonardo cumplió los catorce años, a
ingresar como aprendiz en el taller de Andrea del Verrocchio, en donde, a lo largo de los seis años que el
gremio de pintores prescribía como instrucción antes de ser reconocido como artista libre, aprendió
pintura, escultura, técnicas y mecánicas de la creación artística. El primer trabajo suyo del que se tiene
certera noticia fue la construcción de la esfera de cobre proyectada por Brunelleschi para coronar la
iglesia de Santa Maria dei Fiori. Junto al taller de Verrocchio, además, se encontraba el de Antonio
Pollaiuollo, en donde Leonardo hizo sus primeros estudios de anatomía y, quizá, se inició también en el
conocimiento del latín y el griego.
Juventud y descubrimientos técnicos
Era un joven agraciado y vigoroso que había heredado la fuerza física de la estirpe de su padre; es muy
probable que fuera el modelo para la cabeza de San Miguel en el cuadro de Verrocchio Tobías y el ángel,
de finos y bellos rasgos. Por lo demás, su gran imaginación creativa y la temprana maestría de su pincel,
no tardaron en superar a las de su maestro: en el Bautismo de Cristo, por ejemplo, donde un dinámico e
inspirado ángel pintado por Leonardo contrasta con la brusquedad del Bautista hecho por Verrocchio.
El joven discípulo utilizaba allí por vez primera una novedosa técnica recién llegada de los Países Bajos: la
pintura al óleo, que permitía una mayor blandura en el trazo y una más profunda penetración en la tela.
Además de los extraordinarios dibujos y de la participación virtuosa en otras obras de su maestro, sus
grandes obras de este período son un San Jerónimo y el gran panel La adoración de los Magos (ambos
inconclusos), notables por el innovador dinamismo otorgado por la maestría en los contrastes de rasgos,
en la composición geométrica de la escena y en el extraordinario manejo de la técnica del claroscuro.
Florencia era entonces una de las ciudades más ricas de Europa; sus talleres de manufacturas de sedas y
brocados de oriente y de lanas de occidente, y sus numerosas tejedurías la convertían en el gran centro
comercial de la península itálica; allí los Médicis habían establecido una corte cuyo esplendor debía no
poco a los artistas con que contaba. Pero cuando el joven Leonardo comprobó que no conseguía de
Lorenzo el Magnífico más que alabanzas a sus virtudes de buen cortesano, a sus treinta años decidió
6. buscar un horizonte más prospero.
Primer período milanés
En 1482 se presentó ante el poderoso Ludovico Sforza, el hombre fuerte de Milán por entonces, en cuya
corte se quedaría diecisiete años como «pictor et ingenierius ducalis». Aunque su ocupación principal era
la de ingeniero militar, sus proyectos (casi todos irrealizados) abarcaron la hidráulica, la mecánica (con
innovadores sistemas de palancas para multiplicar la fuerza humana), la arquitectura, además de la
pintura y la escultura. Fue su período de pleno desarrollo; siguiendo las bases matemáticas fijadas por
León Bautista Alberti y Piero del la Francesca, Leonardo comenzó sus apuntes para la formulación de una
ciencia de la pintura, al tiempo que se ejercitaba en la ejecución y fabricación de laúdes.
Estimulado por la dramática peste que asoló Milán y cuya causa veía Leonardo en el hacinamiento y
suciedad de la ciudad, proyectó espaciosas villas, hizo planos para canalizaciones de ríos e ingeniosos
sistemas de defensa ante la artillería enemiga. Habiendo recibido de Ludovico el encargo de crear una
monumental estatua ecuestre en honor de Francesco, el fundador de la dinastía Sforza, Leonardo trabajó
durante dieciséis años en el proyecto del «gran caballo», que no se concretaría más que en una maqueta,
destruida poco después durante una batalla.
El hombre de Vitruvio, canon del cuerpo humano
Resultó sobre todo fecunda su amistad con el matemático Luca Pacioli, fraile franciscano que en 1494
publicó su tratado de la Divina proportione, ilustrada por Leonardo. Ponderando la vista como el
instrumento de conocimiento más certero con que cuenta el ser humano, Leonardo sostuvo que a través
de una atenta observación debían reconocerse los objetos en su forma y estructura para describirlos en la
pintura de la manera más exacta. De este modo el dibujo se convertía en el instrumento fundamental de
su método didáctico, al punto que podía decirse que en sus apuntes el texto estaba para explicar el
dibujo, y no éste para ilustrar a aquél, por lo que Da Vinci ha sido reconocido como el creador de la
moderna ilustración científica.
El ideal del saper vedere guió todos sus estudios, que en la década de 1490 comenzaron a perfilarse
como una serie de tratados (inconclusos, que fueron recopilados luego en el Codex Atlanticus, así llamado
por su gran tamaño). Incluye trabajos sobre pintura, arquitectura, mecánica, anatomía, geografía,
botánica, hidráulica, aerodinámica, fundiendo arte y ciencia en una cosmología individual que da, además,
una vía de salida para un debate estético que se encontraba anclado en un más bien estéril
7. neoplatonismo.
Aunque Leonardo no parece que se preocupara demasiado por formar su propia escuela, en su taller
milanés se creó poco a poco un grupo de fieles aprendices y alumnos: Giovanni Boltraffio, Ambrogio de
Predis, Andrea Solari, su inseparable Salai, entre otros; los estudiosos no se han puesto de acuerdo aún
acerca de la exacta atribución de algunas obras de este período, tales como la Madona Litta o el retrato
de Lucrezia Cribéis. Contratado en 1483 por la hermandad de la Inmaculada Concepción para realizar una
pintura para la iglesia de San Francisco, Leonardo emprendió la realización de lo que sería la celebérrima
Virgen de las Rocas, cuyo resultado final, en dos versiones, no estaría listo a los ocho meses que marcaba
el contrato, sino veinte años más tarde. La estructura triangular de la composición, la gracia de las
figuras, el brillante uso del famoso sfumato para realzar el sentido visionario de la escena, convierten a
ambas obras en una nueva revolución estética para sus contemporáneos.
A este mismo período pertenecen el retrato de Ginevra de Benci (1475-1478), con su innovadora relación
de proximidad y distancia y la belleza expresiva de La belle Ferronière. Pero hacia 1498 Leonardo
finalizaba una pintura mural, en principio un encargo modesto para el refectorio del convento dominico de
Santa Maria dalle Grazie, que se convertiría en su definitiva consagración pictórica: La última cena.
Necesitamos hoy un esfuerzo para comprender su esplendor original, ya que se deterioró rápidamente y
fue mal restaurada muchas veces. La genial captación plástica del dramático momento en que Cristo dice
a los apóstoles «uno de vosotros me traicionará» otorga a la escena una unidad psicológica y una
dinámica aprehensión del momento fugaz de sorpresa de los comensales (del que sólo Judas queda
excluido). El mural se convirtió no sólo en un celebrado icono cristiano, sino también en un objeto de
peregrinación para artistas de todo el continente.
El regreso a Florencia
A finales de 1499 los franceses entraron en Milán; Ludovico el Moro perdió el poder. Leonardo abandonó
la ciudad acompañado de Pacioli y tras una breve estancia en casa de su admiradora la marquesa Isabel
de Este, en Mantua, llegó a Venecia. Acosada por los turcos, que ya dominaban la costa dálmata y
amenazaban con tomar el Friuli, la Signoria contrató a Leonardo como ingeniero militar.
En pocas semanas proyectó una cantidad de artefactos cuya realización concreta no se haría sino, en
muchos casos, hasta los siglos XIX o XX, desde una suerte de submarino individual, con un tubo de cuero
para tomar aire destinado a unos soldados que, armados con taladro, atacarían las embarcaciones por
debajo, hasta grandes piezas de artillería con proyectiles de acción retardada y barcos con doble pared
para resistir las embestidas. Los costes desorbitados, la falta de tiempo y, quizá, las excesivas (para los
venecianos) pretensiones de Leonardo en el reparto del botín, hicieron que las geniales ideas no pasaran
de bocetos. En abril de 1500 Da Vinci entró en Florencia, tras veinte años de ausencia.
César Borgia, hijo del papa Alejandro VI, hombre ambicioso y temido, descrito por el propio Maquiavelo
como «modelo insuperable» de intrigador político y déspota, dominaba Florencia y se preparaba para
lanzarse a la conquista de nuevos territorios. Leonardo, nuevamente como ingeniero militar, recorrió los
terrenos del norte, trazando mapas, calculando distancias precisas, proyectando puentes y nuevas armas
de artillería. Pero poco después el condottiero cayó en desgracia: sus capitanes se sublevaron, su padre
fue envenenado y él mismo cayó gravemente enfermo. En 1503 Leonardo volvió a la ciudad, que por
entonces se encontraba en guerra con Pisa y concibió allí su genial proyecto de desviar el río Arno por
detrás de la ciudad enemiga cercándola y contemplando la construcción de un canal como vía navegable
que comunicase Florencia con el mar: el proyecto sólo se concretó en los extraordinarios mapas de su
autor.
Pero Leonardo ya era reconocido como uno de los mayores maestros de Italia. En 1501 había causado
admiración con su Santa Ana, la Virgen y el Niño; en 1503 recibió el encargo de pintar un gran mural (el
doble del tamaño de La última cena) en el palacio Viejo: la nobleza florentina quería inmortalizar algunas
escenas históricas de su gloria. Leonardo trabajó tres años en La batalla de Angheri, que quedaría
inconclusa y sería luego desprendida por su deterioro. Importante por los bocetos y copias, éstas
admirarían a Rafael e inspirarían, un siglo más tarde, una célebre de Peter Paul Rubens.
8. Dama con armiño (1483-84)
También sólo en copias sobrevivió otra gran obra de este periodo: Leda y el cisne. Sin embargo, la
cumbre de esta etapa florentina (y una de las pocas obras acabadas por Leonardo) fue el retrato de Mona
Lisa. Obra famosa desde el momento de su creación, se convirtió en modelo de retrato y casi nadie
escaparía a su influjo en el mundo de la pintura. La mítica Gioconda ha inspirado infinidad de libros y
leyendas, y hasta una ópera; pero poco se sabe de su vida. Ni siquiera se conoce quién encargó el
cuadro, que Leonardo se llevó consigo a Francia, donde lo vendió al rey Francisco I por cuatro mil piezas
de oro. Perfeccionando su propio hallazgo del sfumato, llevándolo a una concreción casi milagrosa,
Leonardo logró plasmar un gesto entre lo fugaz y lo perenne: la «enigmática sonrisa» de la Gioconda es
uno de los capítulos más admirados, comentados e imitados de la historia del arte y su misterio sigue aún
hoy fascinando. Existe la leyenda de que Leonardo promovía ese gesto en su modelo haciendo sonar
laúdes mientras ella posaba; el cuadro, que ha atravesado no pocas vicisitudes, ha sido considerado como
cumbre y resumen del talento y la «ciencia pictórica» de su autor.
De nuevo en Milán: de 1506 a 1513
El interés de Leonardo por los estudios científicos era cada vez más intenso: asistía a disecciones de
cadáveres, sobre los que confeccionaba dibujos para describir la estructura y funcionamiento del cuerpo
humano. Al mismo tiempo hacía sistemáticas observaciones del vuelo de los pájaros (sobre los que
planeaba escribir un tratado), en la convicción de que también el hombre podría volar si llegaba a conocer
las leyes de la resistencia del aire (algunos apuntes de este período se han visto como claros precursores
del moderno helicóptero).
Absorto por estas cavilaciones e inquietudes, Leonardo no dudó en abandonar Florencia cuando en 1506
Charles d'Amboise, gobernador francés de Milán, le ofreció el cargo de arquitecto y pintor de la corte;
honrado y admirado por su nuevo patrón, Da Vinci proyectó para él un castillo y ejecutó bocetos para el
oratorio de Santa Maria dalla Fontana, fundado por aquél. Su estadía milanesa sólo se interrumpió en el
invierno de 1507 cuando, en Florencia, colaboró con el escultor Giovanni Francesco Rustici en la ejecución
de los bronces del baptisterio de la ciudad.
9. Quizás excesivamente avejentado para los cincuenta años que contaba entonces, su rostro fue tomado
por Rafael como modelo del sublime Platón para su obra La escuela de Atenas. Leonardo, en cambio,
pintaba poco dedicándose a recopilar sus escritos y a profundizar sus estudios: con la idea de tener
finalizado para 1510 su tratado de anatomía trabajaba junto a Marcantonio della Torre, el más célebre
anatomista de su tiempo, en la descripción de órganos y el estudio de la fisiología humana. El ideal
leonardesco de la «percepción cosmológica» se manifestaba en múltiples ramas: escribía sobre
matemáticas, óptica, mecánica, geología, botánica; su búsqueda tendía hacia el encuentro de leyes
funciones y armonías compatibles para todas estas disciplinas, para la naturaleza como unidad.
Paralelamente, a sus antiguos discípulos se sumaron algunos nuevos, entre ellos el joven noble Francesco
Melzi, fiel amigo del maestro hasta su muerte. Junto a Ambrogio de Predis, Leonardo culminó en 1508 la
segunda versión de La Virgen de las Rocas; poco antes, había dejado sin cumplir un encargo del rey de
Francia para pintar dos madonnas.
Ultimos años: Roma y Francia
El nuevo hombre fuerte de Milán era entonces Gian Giacomo Tivulzio, quien pretendía retomar para sí el
monumental proyecto del «gran caballo», convirtiéndolo en una estatua funeraria para su propia tumba
en la capilla de San Nazaro Magiore; pero tampoco esta vez el monumento ecuestre pasó de los bocetos,
lo que supuso para Leonardo su segunda frustración como escultor. En 1513 una nueva situación de
inestabilidad política lo empujó a abandonar Milán; junto a Melzi y Salai marchó a Roma, donde se
albergó en el belvedere de Giulano de Médicis, hermano del nuevo papa León X.
En el Vaticano vivió una etapa de tranquilidad, con un sueldo digno y sin grandes obligaciones: dibujó
mapas, estudió antiguos monumentos romanos, proyectó una gran residencia para los Médicis en
Florencia y, además, trabó una estrecha amistad con el gran arquitecto Bramante, hasta la muerte de
éste en 1514. Pero en 1516, muerto su protector Giulano de Médicis, Leonardo dejó Italia
definitivamente, para pasar los tres últimos años de su vida en el palacio de Cloux como «primer pintor,
arquitecto y mecánico del rey».
El gran respeto que Francisco I le dispensó hizo que Leonardo pasase esta última etapa de su vida más
bien como un miembro de la nobleza que como un empleado de la casa real. Fatigado y concentrado en la
redacción de sus últimas páginas para su tratado sobre la pintura, pintó poco aunque todavía ejecutó
extraordinarios dibujos sobre temas bíblicos y apocalípticos. Alcanzó a completar el ambiguo San Juan
Bautista, un andrógino duende que desborda gracia, sensualidad y misterio; de hecho, sus discípulos lo
imitarían poco después convirtiéndolo en un pagano Baco, que hoy puede verse en el Louvre de París.
A partir de 1517 su salud, hasta entonces inquebrantable, comenzó a desmejorar. Su brazo derecho
quedó paralizado; pero con su incansable mano izquierda Leonardo aún hizo bocetos de proyectos
urbanísticos, de drenajes de ríos y hasta decorados para las fiestas palaciegas. Su casa de Amboise se
convirtió en una especie de museo, plena de papeles y apuntes conteniendo las ideas de este hombre
excepcional, muchas de las cuales deberían esperar siglos para demostrar su factibilidad e incluso su
necesidad; llegó incluso, en esta época, a concebir la idea de hacer casas prefabricadas. Sólo por las tres
telas que eligió para que lo acompañasen en su última etapa, la Gioconda, el San Juan y Santa Ana, la
Virgen y el Niño, puede decirse que Leonardo poseía entonces uno de los grandes tesoros de su tiempo.
El 2 de mayo de 1519 murió en Cloux; su testamento legaba a Melzi todos sus libros, manuscritos y
dibujos, que éste se encargó de retornar a Italia. Como suele suceder con los grandes genios, se han
tejido en torno a su muerte algunas leyendas; una de ellas, inspirada por Vasari, pretende que Leonardo,
arrepentido de no haber llevado una existencia regido por las leyes de la Iglesia, se confesó largamente y,
con sus últimas fuerzas, se incorporó del lecho mortuorio para recibir antes de expirar, los sacramentos.
Albert Einstein.
Albert Einstein sigue siendo una figura mítica de nuestro tiempo; más, incluso, de lo que llegó a
serlo en vida, si se tiene en cuenta que su imagen, en condición de póster y exhibiendo un insólito
10. gesto de burla, se ha visto elevada a la dignidad de icono doméstico, junto a los ídolos de la
canción y los astros de Hollywood.
Sin embargo, no son su genio científico ni su talla humana los que mejor lo explican como mito,
sino, quizás, el cúmulo de paradojas que encierra su propia biografía, acentuadas con la
perspectiva histórica. Al Einstein campeón del pacifismo se le recuerda aún como al «padre de la
bomba»; y todavía es corriente que se le atribuya la demostración del principio de que «todo es
relativo» a él, que luchó encarnizadamente contra la posibilidad de que conocer la realidad
significara jugar con ella a la gallina ciega.
Albert Einstein nació en la ciudad bávara de Ulm el 14 de marzo de 1879. Fue el hijo primogénito
de Hermann Einstein y de Pauline Koch, judíos ambos, cuyas familias procedían de Suabia. Al
siguiente año se trasladaron a Munich, en donde el padre se estableció, junto con su hermano
Jakob, como comerciante en las novedades electrotécnicas de la época.
El pequeño Albert fue un niño quieto y ensimismado, que tuvo un desarrollo intelectual lento. El
propio Einstein atribuyó a esa lentitud el hecho de haber sido la única persona que elaborase una
teoría como la de la relatividad: «un adulto normal no se inquieta por los problemas que plantean
el espacio y el tiempo, pues considera que todo lo que hay que saber al respecto lo conoce ya
desde su primera infancia. Yo, por el contrario, he tenido un desarrollo tan lento que no he
empezado a plantearme preguntas sobre el espacio y el tiempo hasta que he sido mayor».
Albert Einstein en 1947
En 1894, las dificultades económicas hicieron que la familia (aumentada desde 1881, por el
nacimiento de una hija, Maya) se trasladara a Milán; Einstein permaneció en Munich para terminar
sus estudios secundarios, reuniéndose con sus padres al año siguiente. En el otoño de 1896, inició
sus estudios superiores en la Eidgenossische Technische Hochschule de Zurich, en donde fue
alumno del matemático Hermann Minkowski, quien posteriormente generalizó el formalismo
cuatridimensional introducido por las teorías de su antiguo alumno. El 23 de junio de 1902,
empezó a prestar sus servicios en la Oficina Confederal de la Propiedad Intelectual de Berna,
donde trabajó hasta 1909. En 1903, contrajo matrimonio con Mileva Maric, antigua compañera de
estudios en Zurich, con quien tuvo dos hijos: Hans Albert y Eduard, nacidos respectivamente en
1904 y en 1910. En 1919 se divorciaron, y Einstein se casó de nuevo con su prima Elsa.
11. Durante 1905, publicó cinco trabajos en los Annalen der Physik: el primero de ellos le valió el
grado de doctor por la Universidad de Zurich, y los cuatro restantes acabaron por imponer un
cambio radical en la imagen que la ciencia ofrece del universo. De éstos, el primero proporcionaba
una explicación teórica, en términos estadísticos, del movimiento browniano, y el segundo daba
una interpretación del efecto fotoeléctrico basada en la hipótesis de que la luz está integrada por
cuantos individuales, más tarde denominados fotones; los dos trabajos restantes sentaban las
bases de la teoría restringida de la relatividad, estableciendo la equivalencia entre la energía E de
una cierta cantidad de materia y su masa m, en términos de la famosa ecuación E = mc², donde c
es la velocidad de la luz, que se supone constante.
Einstein con Elsa, su segunda esposa
El esfuerzo de Einstein lo situó inmediatamente entre los más eminentes de los físicos europeos,
pero el reconocimiento público del verdadero alcance de sus teorías tardó en llegar; el Premio
Nobel de Física, que se le concedió en 1921 lo fue exclusivamente «por sus trabajos sobre el
movimiento browniano y su interpretación del efecto fotoeléctrico». En 1909, inició su carrera de
docente universitario en Zurich, pasando luego a Praga y regresando de nuevo a Zurich en 1912
para ser profesor del Politécnico, en donde había realizado sus estudios. En 1914 pasó a Berlín
como miembro de la Academia de Ciencias prusiana. El estallido de la Primera Guerra Mundial le
forzó a separarse de su familia, por entonces de vacaciones en Suiza y que ya no volvió a reunirse
con él.
Contra el sentir generalizado de la comunidad académica berlinesa, Einstein se manifestó por
entonces abiertamente antibelicista, influido en sus actitudes por las doctrinas pacifistas de
Romain Rolland. En el plano científico, su actividad se centró, entre 1914 y 1916, en el
perfeccionamiento de la teoría general de la relatividad, basada en el postulado de que la
gravedad no es una fuerza sino un campo creado por la presencia de una masa en el continuum
espacio-tiempo. La confirmación de sus previsiones llegó en 1919, al fotografiarse el eclipse solar
del 29 de mayo; The Times lo presentó como el nuevo Newton y su fama internacional creció,
forzándole a multiplicar sus conferencias de divulgación por todo el mundo y popularizando su
imagen de viajero de la tercera clase de ferrocarril, con un estuche de violín bajo el brazo.
Durante la siguiente década, Einstein concentró sus esfuerzos en hallar una relación matemática
entre el electromagnetismo y la atracción gravitatoria, empeñado en avanzar hacia el que, para él,
debía ser el objetivo último de la física: descubrir las leyes comunes que, supuestamente, habían
de regir el comportamiento de todos los objetos del universo, desde las partículas subatómicas
hasta los cuerpos estelares. Tal investigación, que ocupó el resto de su vida, resultó infructuosa y
acabó por acarrearle el extrañamiento respecto del resto de la comunidad científica.