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I



“Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”



Frase maravillosamente impresentable pronunciada por Javier Sierra
Antequera, en torno al año 2.004, desde la pata delantera del paso del
Cristo de la Lanzada en algún lugar del centro de la ciudad de Granada.



“Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”. Y punto final. Esta frase
es el alfa y el omega de este más que humilde pregón. Lo resume todo.



Es la expresión espontánea y certera de la identidad de un barrio que sabe
porque puede ser pueblo. Que entiende la Semana Santa de su propia y
maravillosa forma intraducible, indescifrable y absoluta. Que tiene su
propio canon, sus propias formas.



Y que sabe que a Granada se va de visita, porque sus pasos, sus nazarenos,
sus enseres y sus Titulares son del barrio y deben estar en el barrio por
siempre jamás. Y lo demás son incursiones para que os vean más allá de
las fronteras geográficas del mapa del corazón zaidinero.



“Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”.



Debería ser éste ya el final del pregón. Es más, os doy mi palabra de que
será el final de este pregón. Todo lo que diga a partir de ahora será
empeorar semejante panegírico, llenar de palabras fáciles lo ya dicho, lo
ya sentido, y lo ya interiorizado con tan certera frase.

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Por eso quería que este pregón comenzase por el final, con la frase certera
con la que lo terminaré y que encierra la integral del pensamiento
zaidinero, el sentimiento cofrade de un barrio, con la aseveración del
corazón más auténtico.



“Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”. Os prometo que así
comienza y así terminará éste que no aspira a ser más que uno más de los
pregones zaidineros.


Un pregón zaidinero que tengo el privilegio y el honor de dedicar a Javier
Sierra, el más vital de los ángeles revoloteadores de una casi patibularia
corte celestial que habitó un día en un peculiar cielo azul con tintes
amarillos que radicó en Santa Paula nº 2.



A Javier Sierra, que por mostrarme unas personas, me mostró una
Hermandad. Y por mostrarme una Hermandad, me mostró una forma de
ser. Y por mostrarme una forma de ser, me mostró un barrio. Y por
mostrarme un barrio, me asomó a todo un planeta zaidinero, lleno de
gente que puede llegar a ser tan maravillosamente generosa e increíble
como, por ejemplo, los habitantes del mundo costalero del Trabajo y la
Luz, que dan sin que les des, que te agradecen lo que no vales, que
entregan sin esperar nada a cambio.



A Javier Sierra, por ser mi astronauta particular en la galaxia de los
zaidines, le dedico el pregón de su barrio, porque es la persona que
conozco que más quiere a su barrio, porque os aseguro que pregona
machaconamente desde cualquier esquina del planeta Tierra la gracia
zaidinera y el palpitar que retuerce las esquinas de un barrio que se
desborda a chorros por sus límites.
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O mejor dicho, como el propio Javier Sierra gusta de recalcar a todo aquél
que lo quiera escuchar o no pueda evitarlo corriendo la calle abajo, desde
la mismísima orillita del río Genil escolapio que ya es alfa de un barrio que
para Javier carece de omega.



Al zaidinero más zaidinero que conozco, dedico este más que modesto y
humilde pregón de quien sólo se asomó para su suerte al balcón de la
gloria zaidinera de su mano. Porque decir Javier Sierra y Zaidín a veces
para mí es casi lo mismo, un redundante sinónimo de inabarcable sintonía.

Sierra por los zaidines, voces roncas ante el martillo desparramadas por
los adoquines, arengas de guerra, zaidines en armas, locura pasajera al
verlo ante el Señor de la Lanzada plantado con los brazos en jarras.



Javier Sierra Nevada, con su altura en la primera, con su costal rojo, con su
refajo izquierdoso, con su humanidad siempre presente, único e
irrepetible, incombustible, de lo que haga siempre el primero, líder
desatado entre zaidines que sólo él es capaz de dejar noqueados. Sierra
por escalar, Sierra como referente. Siempre de frente, Sierra. Sierra en mi
mente. Va por ti, maestro.



Y por Francis Rabaza, el hombre tranquilo, el nervio templado, el soberano
del reino de la carpa. El temple imperturbable, la eterna sonrisa, el rostro
impenetrable, la pausa siempre concisa. Qué valentía catrastral, qué
heroicidad desmedida, qué admiración me produce su amistad, Hermano
Mayor debería ser de por vida.



Y, por extensión, va también por los héroes de la carpa, por los guerreros
carpianos, por los sufridores de basílicas portátiles, por los de las noches

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en vela a la intemperie, por los que pasan frío por los caprichos de
algunos, por insistir en lo imposible contra la sordera, por los que con sus
propias manos romperían ladrillos vanos y atravesarían reventando en mil
pedazos vidrieras anodinas, por los que ponen candelerías sin poder
derretir casi la cera por las destempladas noches granadinas, por los que
cruzan los dedos para que las carpas lleguen a tiempo, por los que habitan
el sueño de tener un techo, porque de los que no tienen techo es el reino
de los cielos.



Bienaventurados los que salen de la mismísima calle, porque de ellos
serán las bóvedas del cielo.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de capilla, porque ellos
ocuparán el salón de Dios.

Bienaventurados los que sufren varias noches sin sueño antes de su
Estación de Penitencia, porque ellos serán los elegidos para el camino más
corto.

Bienaventurados los que tienen que montar un palio molestados por un
buzón de correos, porque ellos tendrán conexión más directa con Dios.

Bienaventurados los que malduermen en un banco colocado entre dos
pasos, porque ellos tendrán la cama más confortable en el cielo.

Bienaventurados los que rezan para que el viento no levante una carpa,
porque ellos serán los dueños de los elementos.

Bienaventurados a los que les llueve cuando llueve, porque ellos
cabalgarán sobre las nubes.

Bienaventurados los que tienen que guardar las herramientas bajo los
pasos, porque tendrán más espacio que nadie en el armario del cielo.

Bienaventurados los que se prestan para una guardia que ahorre un
vigilante jurado, porque ellos serán los porteros del cielo.


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Bienaventurados los que lo siguen pidiendo incansablemente a los que no
dan porque no quieren, porque de los que perseveran es el reino de los
Cielos.

Bienaventurados los que no temen a autoridades terrenas, porque serán
los más respetados en la vida eterna.

Bienaventurados los que pierden el resuello por edificar una capilla,
porque ellos serán los arquitectos celestiales.

Benditos sean los ladrillos con que la hagan, el cemento con que la
fragüen, la ferralla que los mantenga, la puerta que le fabriquen, el color
de los azulejos que posean, el balcón del que nos asomemos, la nave
central que los contenga, el retablo donde les recen, las capillas que todos
sueñan, el color de una pintura que ahora ya de interior sea.

Benditos sean los bancos donde se sienten y Sala de Juntas desde la que
gobiernen, la salida como Dios manda desde un templo hacia fuera, y todo
un barrio en la puerta de buena gente zaidinera, los armarios con sus
túnicas y el altar de insignias tras la puerta, mil nazarenos con casa sin
estar tirados fuera, una petalá de ensueño para la Caridad zaidinera desde
un balcón bien alto de su fachada señera.

Bendita sean su hipoteca y sus rifas, sus loterías y sus cestas que puedan
hacer posible que quien más lo merece lo tenga. Porque no hay derecho a
que la cerrazón y la sinrazón puedan con esta gente tan buena.

Bienaventurados los lanzados, porque han demostrado que no necesitan
techo que les separe del Cielo porque ellos mismos son el cielo y la misma
gloria zaidinera.




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II



Querida presentadora de tan humilde y mediocre pregonero. Muchas y
sinceras gracias.

María José, ni más ni menos que García Escobar apellidada, imposible para
el cofrade estar mejor emparentada. De entre los cofrades que alguna vez
fueron federativos, la más Secretaria, la más cariñosa, la más humana, la
que con mayor elegancia presenta, la que con más sinceridad a Paciencia y
Penas relata, la que con su sonrisa llena de afectos, la cercanía como arma
inmediata.

Tú que casi eres zaidinera cuando tu padre construía ya un barrio que ni
existía, cómo puedes presentarme de una forma tan certera, si eres pura
emoción contenida, si eres un diamante en bruto que trató José Luis
Clements de descubrir descubriéndote, si eres hermana de quien eres, si
la familia llevas por delante, si con tu fe no hay nada que te espante, si del
oficial debías ser pregonera, que lo sepa el Presidente, tu querido
Gerardo, que debería dejarte ya por anticipado propuesta para que llenes
de verdades sinceras y de verbo tan elegante como esta mañana has
demostrado el atril del Isabel la Católica.

Mi presentadora María José, que del oficial sea ya pregonera es mi
petición más sincera de esta mañana. Que nos relate con su sinceridad y
su coherencia, con su verbo fácil y su sapiencia, a todos los andaluces en
el pregón oficial la Semana Santa de Granada.

María José, de corazón y con sinceridad, muchas gracias.




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Hermano Mayor de la más popular de las populosas Hermandades de
Granada, la del Stmo. Cristo del Trabajo. De femenina gracia costalera
pleno. De buena gente bien completo entre costaleras, costaleros y
nazarenos. Un vergel de alegrías y de satisfacciones, un aura constante de
entrega y generosidad. Y la Virgen de la Luz, con contraguía pregonero y
alma de júbilo alrededor de semejante gloria de palio.



Hermano Mayor, mi amigo, querido y sufrido de la Hermandad de la
Lanzada, la valiente, la que es capaz de resolver mil y un problemas que se
presenten, la que hubo que enseñar hasta a andar de frente a un Longinos
rebelde. Y la Virgen de la Caridad, de orquídeas y trabajo de nuestro
Ramón León cuajada, alma orfebre de costaleras.



Y Hermano Mayor de la gracia salesiana, del brochazo zaidinero de Jueves
Santo, del paño de pureza más original que habita en este mundo en el
Cristo de la Redención. Y de la cada día más sorprendentemente bella
Virgen de la Salud, otro ramillete de buena gente costalera y nazarena,
otro avatar generoso de un barrio con el banquillo a rebosar de bondad.



No deja, eso sí, de ser una pena que no vinieran ahora los preceptivos
saludos al Hermano Mayor de la Hermandad de la Resurrección zaidinera
y al Hermano Mayor Escolapio, ambos pertenecientes a este barrio del
Zaidín porque lo son y por el privilegio que ello supone.



Así lo creo y así lo siento, aunque aún alguien se pregunte todavía dónde
está mi esencia zaidinera. Pues la hay, por un barrio que no os quepa duda
                                                                          7
que es envidiado, recordado y evocado durante todo el año. Por un barrio
que no es menos que nadie ni que nada. Con una chicotá de “Virgen
Coronada de Estrellas” para que el palio de la Virgen de la Luz llegue como
llega a las Pasiegas y nos alimente el alma para todo un año.



Con algo así, no me preguntéis más por mi esencia zaidinera.



O la elegancia costalera del Señor de la Lanzada a las cuatro de la tarde
abandonando su horrorosa carpa ya casi del pasado más olvidable. O la
escalinata que se hace llana a golpe de sapiencia salesiana. O el Cristo del
Trabajo, costaleras de costales, madres de futuros costaleros, hermanas
de costaleros de palio, costaleras de arrabales. Como también tenéis
costaleras cuajaditas de orquídeas y caridades. Como costaleros meciendo
Salud por todas partes, salesianos maestros de todas las artes.



Con todo eso, no me preguntéis más por mi esencia zaidinera.



Porque en patrimonio humano no os gana nadie. Que sois el Banco
Mundial de la buena gente. Que sois más y mejores. Que os hacéis querer
fácilmente. Que llueven pétalos para la Virgen de la Luz cada Lunes Santo
sobre mi cabeza. Que ojalá fuese Lunes Santo cada día del año, o Martes
para ver siempre en la calle a los Carrasco, o Jueves para que Iañez toque
su martillo con esencia de chicotás de caoba.



¿Y aún me preguntáis dónde está mi esencia zaidinera?



No rebusquéis más vuestros bolsillos por ver si os encontráis por
casualidad mi querer zaidinero, cuando termino el Lunes y el Martes

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recogiéndome en sus calles. Cuando el Jueves a temprana hora de la tarde
no falto en las salesianas puertas colegiales. Cuando me tratan como me
tratan sin merecerlo ni haberlo ganado. Son irresistibles porque lo valen.

Con todo eso, no me preguntéis más por mi esencia zaidinera.



Nacido a lo cofrade, lo confieso, entre albaicines pasionistas y cielos
profundamente estrellados, siempre fui amigo de las alturas, porque
desde las colinas es mucho más fácil corretear tras las nubes, sean
pluviométricas o de incienso, porque los capirotes de las túnicas resultan
más altos en las alturas, porque el humo de los cirios de los nazarenos
llega antes, porque tan por encima del nivel del mar siempre se otea más
fácilmente el horizonte de una buena chicotá.



Por eso cambié Albaicines por Realejos, calles estrechas y empedradas por
calles estrechas y empedradas, Plazas Largas por Campos del Príncipe,
tejas por terrazas, el Torcuato por el Collejo, el Salvador por el Palace.



Y allí, a la verita del Señor de Granada, Favoreando entre glorias de
Misericordia Coronada, reconquisté sensaciones cofrades sin resuello por
subir la cuesta que en S. Cecilio acaba.



Ajeno biográficamente, pues, a avenidas llanas, a fervores anchos, a
fuentes de Dílar, a pulmones plácidos, a relajadas caminatas buscando
salidas, a ese sol de mediodía que parece que nunca se acaba.



Ajeno a zaidineros vítores emocionados, a Estaciones de Penitencia tan
largas, a patios de salesianos colegios, a escalinatas para subir al Jueves
Santo, a Redenciones ardientes en hogueras de devociones, a recogías
sufrientes de cuellos enrojecidos por maderas crujientes.
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Ay “Virgen Coronada de Estrellas”, cuajadita de Luz para la Virgen de la
Luz cuando gracias a Dios cada año llega a las Pasiegas. No me preguntéis
después de vivir algo así dónde está mi alma zaidinera.



Si sois el patrimonio humano más importante de nuestra Semana Santa,
que habita, radica y reza en el Zaidín. No se si otros barrios tendrán
mejores enseres o palios más completos, insignias más bordadas o pasos
más rellenos. Lo que sí se es que, a patrimonio humano, nadie al Zaidín
puede.



Ay “Virgen Coronada de Estrellas”, cuajadita de Luz para la Virgen de la
Luz, llegando a las Pasiegas. Por favor, no me preguntéis más por mi alma
zaidinera.



Perdonad que nunca pueda estar a vuestra altura. Que ésto no sea más
que un atril atribulado, un simple verso desafinado, un humilde pregón
mañanero de un Berbel zaidinero.



Suerte que me llevaron de la mano para cruzar el río sin que me llevase la
corriente, para cruzar el puente sin miedo a avistar lo que hay al otro lado,
para que el Lunes me paseara por paradójicas Navarras mientras llueven
Dílares del banco de las emociones. Para que de Jueves salesiano me
vistiera, para que redenciones me turbaran, para que salud me arrebatara,
para no hablar sin saber antes.



Me llevaron de la mano para que mirara dentro del paso de la Lanzada,
para que por ver hacer el respiradero de su palio me marchara hasta

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Triana, ay, no nos maldijera el cielo con una lluvia de ramones leones para
palios zaidineros.




Me llevaron a llenarme el bolsillo de Caridades, a inspirar por los rincones
Redenciones. Me llevaron a otear horizontes nuevos, a enamorarnos de
una auténtica bulla de barrio, a colgarnos de los balcones zaidineros, a
bebernos el incienso en sus regresos, a paladear una noche de recogía con
excesos.



Me llevaron a descubrir la luna llena del Zaidín del Jueves Santo, a
Redimirnos con Salud, a tener Caridad de una Lanzada, a ver la Luz en
nuestro Trabajo, a cubrirnos las cabezas con capirotes de barrio, con
costales rojos, con tricolores fajas.



Así que, no me preguntéis nunca jamás por mi esencia zaidinera.



No me lo preguntéis más cuando de las mismísimas entrañas de Andalucía
recogió el Zaidín más sabio lo más sublime, lo más perfecto, lo más etéreo,
lo más bello, lo más completo, lo más absoluto, lo más equilibrado, lo más
armonioso, lo mejor imaginado, mi paso de palio.



La gloria más hermosa, el dulce más almibarado, la celosía más misteriosa,
el paso de palio.

La entrada al lugar más sagrado, la puerta a lo soñado, el cancel de la
locura, la satisfacción de lo logrado.

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El diluvio de belleza, el crujir de los sentidos, el vergel más prometido, el
paso de palio.

El maná que me alimenta, la lluvia sincopada de emociones, la enrejada
verja de doce barrotes, la apertura de la celda de los sueños, el paso de
palio.

El centro mismo de la historia del arte, la conjunción de lo mejor amasado,
el manjar que endulza el alma, la frontera de lo anhelado. El paso de palio.

Y el Zaidín que es andaluz, amamantó el tesoro más buscado. Lo vistió, lo
mimó, le dio forma, lo trató con exquisito cuidado. Le llamó lo mismo Luz,
que Caridad, que Salud, que es el bien más preciado, y lo paseó por el
barrio, zaidinero paso de palio.

Arrabal del mismo cielo, zaidinero en los costeros, chorreando cera por los
zaidineros candeleros, viene ya el paso de palio.

Las entrañas de nuestros deseos, tras bambalinas de palio, juegan a
esconder nuestra mirada, zaidinera bajo palio.

Bueno de costero a costero, perfecto de delantera a trasera, medido de
martillo a pollero, zaguán del cielo zaidinero.

Representante de Dios en la tierra, como el Zaidín sabe mostrarlo, suena
“Virgen Coronada de Estrellas” cuando la Luz llega a Pasiegas. Trabajando
cortito y de frente, con un pregonero al costero, hablando con sabor a
gloria a su gente, llega la Luz bajo palio.

Petalá la recibe en Marqués de Gerona, cuando tan lejos está de su barrio,
costaleras balconeras le disparan amores entre pétalos que inundan sin
hacer daño, una ciudad apenas prestada por un rato, hasta que vuelva a
su barrio.

Martillo greñúo para Ella, reina del Lunes Santo, y ese contraguía rezando,
rimando belleza en sus palabras, haciéndolas canto.

Y el Martes Caridad, bendita redundancia de zaidinero palio. Caridad en tu
cara, y bajo los faldones del paso. Caridad en tu fajín de reina de

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corazones del barrio. Caridad zaidinera, en zaidinero palio. Costaleras
carrasqueando con Curro o con Paco al martillo, de forma sencilla
avanzan, López Azaustre adelante, cada tarde del Martes Santo. Que no
quiero Amargura para Ella, que le canten campanilleros de Martes Santo,
que Esperanzas de Triana Coronada trabaje, Gloria barcelonesa en la
avenida de su barrio.




Salud de Jueves Santo. Salud de malla para entrever la gloria. Salud
exhornada que da gusto. Salud para echarse a dormir en el entrecalle de
su candelería mecida con gusto de barrio. Quién fuera un candelero
chorreado en un palio de Salud Zaidín abajo. Salud de Jueves Santo, entre
Albaicines reinando. Reina de la Salud, Salud de todo un barrio.

Ay, qué sería del Zaidín si no existiese el paso de palio. Los mejores
zaidineros rezan debajo de un palio, porque el Zaidín va dando lecciones
cuando salen sus pasos de palio.




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III



Y, precisamente hablando de la Hermandad que nos regala Dios desde el
Corpus Christie cada Lunes Santo, os quiero contar una historia, historia
propia y completamente inventada por mí, pero sin duda basada en
hechos reales. Os cuento.



Nunca la vida nos establece a todos los límites en las mismas coordenadas
geográficas. A veces se empeña en ofrecernos los límites más reducidos,
lo cual no resta ni un ápice de valor a las personas, sino más bien todo lo
contrario. Muchas veces esos límites no tienen por qué resultar angostos
si uno es capaz de aceptarlos como vienen y se nos ofrecen.



El mundo de quien os hablo no abarca más allá de unos 300 metros de
radio con epicentro entre la Calle Navarra y Polinario. Allí lleva viviendo
toda su vida desde que abandonó el pueblo materno persiguiendo un
etéreo sueño de desarrollar una nueva vida que de improviso la vistió de
blanco sin previo aviso y le aportó una dorada alianza en el cuarto dedo de
su mano derecha.



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De eso no hace menos de cuarenta años. Cambió olivos, siembras y siegas
por coladas a medio tender porque no caben entre dos cuerdas, que
todavía hoy siguen siendo de color verde ya ajado, y siguen atravesando
de Sur a Norte el humilde balcón que aporta luz a su casa que es su vida y
que es frontera entre lo público y lo privado.



Cambió paseos adolescentes por la Calle Mayor del pueblo por el autobús
urbano que un día logró tener su última y más exótica parada en la
Avenida de Dílar. Cambió la tienda de ultramarinos de “la Paqui” por el
pequeño establecimiento que con el tiempo se reconvirtió en el Dani.
Cambió la compra de agua a un camión por garrafas por las flores que
cada uno de Noviembre sin falta adquiere en la floristería Verdegal de los
Vedia.

Y desde aquel viaje de ida sin vuelta del brazo de su marido hasta el día de
hoy, su vida ha estado repleta de cepillos de barrer, de plumeros contra el
polvo, de fregonas desgastadas, de pinzas de tender la ropa rojas,
amarillas y moradas, de bonobuses gastados y recetas del seguro sobre el
mueble de la tele, de pañuelos que han enjugado lágrimas de rabietas
infantiles cuando sus hijos eran niños, lágrimas de desengaños amorosos
cuando se transformaron en adolescentes por primavera, lágrimas de
emoción cuando fue madrina del pequeño, y que siguen enjuagando
sudores chorreando por su frente cuando corre sin rumbo fijo tras los
caprichosos destinos de los nietos correteando juegos infantiles.



Y el transcurso de toda una vida se puede constatar gráficamente sin
esfuerzo a través del rosario de portarretratos (como ella gusta de
llamarlos) con los que tiene sembrada la humilde sala de estar.



Y me llama la atención que, entre Primeras Comuniones, bautizos e hijas
de blanco, se gana su sitio a pulso una foto con más de una década a la
espalda del Cristo del Trabajo. Como uno más de la familia, el más fiel, el
                                                                          15
habitante fijo, el que nunca deja un cubierto sin usar sin previo aviso, el
que no llega tarde, el que no ha desaparecido jamás enredado entre sus
propios compromisos laborales.



El que se levanta con ella y le acompasa los primeros ritmos de sueño cada
noche. El que limpia con ella y le pone una pizca de sal a la masa de las
croquetas. El que se sienta cada sobremesa con ella a ver un rato la tele. El
que zurce calcetines y cambia las toallas al ritmo que ella le marca.




Es su Cristo del Trabajo, su amigo, su compañero, su ayudante, su guía, su
faro, su calma, su descanso, su refuerzo, su muleta, su alma, su corazón
entero, su remanso de paz en cada momento, su estilo de vida, su
confesor, su juez y parte, su velero, su rosario de peticiones, su pañuelo,
su alfa y omega diario, su parte de guerra cada noche, su mandatario en el
cielo, su abogado de guardia, su enfermero, su suministrador de
esperanzas, su escanciador de deseos, su isla donde perderse, su velero,
su faro de Alejandría, el remite de su carta, su despertar más dulce, sus
íntimas Navidades blancas, su cofre de los deseos, su mano para mecerse,
su Cabo de buena esperanza cuando naufragan los sueños, su vida y su
deseo, su ayudante más certero, su sueño más verdadero, su realidad
constatable cada Lunes Santo, su amor más duradero, su vecino más
cercano, su consejero, su referencia en la vida, su más fiel compañero.



La fuerza física que aún demuestra ella, la entereza constante de una
generación que supo aprender perdiendo, la profundidad de una filosofía
de vida hecha de hechos, la auténtica memoria histórica hecha carne en
su seno, llena a esta mujer de una dignidad superior a la que
demostramos el resto.

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Sin estas mujeres de verdad que me encuentro cada Lunes Santo sin falta
a las cuatro de la tarde asomadas a sus balcones de fiesta, sin ese corazón
del pueblo, ninguna Semana Santa sería real ni sincera, tan lejos
afortunadamente para ella de los que vamos de listos por la vida
sembrando verdades cofrades y cánones estrechos.



Por eso, sus lágrimas y vítores desde el balcón del segundo piso de su
edificio en la Calle Polinario valen más que todas las palabras huecas que
podamos decir los aprendices de pregoneros.



Sus gritos sinceros al Cristo del Trabajo a las cuatro y cuarto de cada Lunes
Santo valen un millón de veces más que cualquier narración radiofónica.
Sus lágrimas de emoción sincera cuando el farol delantero del costero
derecho comienza a asomar por la puerta del Templo valen un millón de
veces más que mil conferencias de sesudos priostes, capataces y
costaleros.

Su pañuelo asomando por el bolsillo izquierdo de su bata, siempre el
izquierdo, vale un millón de veces más que los afectados pregones o las
palabras cibernéticas que llenan los virtuales cielos.

Su sonrisa de felicidad cuando le dice a su nieto que mire la cara del Cristo
que ahora está ante ellos vale un millón de veces más que las sesudas
tertulias que nos pierden en los detalles menos sinceros.

Que viva el Cristo del Trabajo, proclama ella a los cuatro vientos. Que viva
el Cristo del Trabajo, digo yo, para que viva ella. Que viva el Cristo del
Trabajo para que le llene el año. Que viva el Cristo del Trabajo para que al
menos ese día sea bien distinto en su calendario.

Que viva el Cristo del Trabajo para que su familia acuda completa a su casa
ese día de cada año. Que viva el Cristo del Trabajo para que esa tarde
llene su corazón de aquellos aromas añorados de su campo.
                                                                          17
Que viva el Cristo del Trabajo para que llore y le rece como cada año. Que
viva el Cristo del Trabajo, porque ella es de, entre todos nosotros, lo más
sensato.

Que viva el Cristo del Trabajo, y que la cuide, y que la ame, y que la siga, y
que le coja la mano, y que no se la lleve nunca, que la deje con nosotros
un año, y otro año, y otro año. Que viva el Cristo del Trabajo, proclamo,
para que nos enseñe de verdad qué es la Semana Santa a nuestro lado el
próximo año.

Por ella, que son legión de ellas, por ella que es este barrio, por ella que es
este pueblo, por ella que es el corazón de un barrio enorme en su sencillez
y obrero, que todo el Zaidín al unísono proclame: Viva el Cristo del
Trabajo.

                                      IV



Ahora me viene a la boca la palabra Jueves Santo. Me viene a la mente el
centro neurálgico de la Semana Santa andaluza. Y me exige ahora el
cuerpo un momento de Redención y Salud. Como cada Jueves Santo, día
central de la devoción cofrade del andaluz.



Es Jueves Santo, y entre Albaicines, Zaidín,

y entre Albaicines, malla en un palio.

Es Jueves Santo y Andalucía se viste de gala,

y en el Zaidín chicotás profundas que nuestro asombro no abarca.

Es Jueves Santo y desde el Albaicín, Perdón y Pasión,

mientras vive en noche festiva un Zaidín por Redención.

Es Jueves Santo y se mece acompasado de Salud un palio

que brilla entre Auroras, Estrellas y Conchas como símbolo de un barrio.

                                                                            18
Es Jueves Santo y, como debe ser, cae la Madrugada

que Redención y Salud demuestran que, aunque algunos no quieran, sí
que existe en Granada,

cuando se recogen ya bien entrada entre palmas, vítores y lágrimas
derramadas.

Es Jueves Santo y Madrugá en Granada,

y la Virgen de la Salud sabe que sólo en el Zaidín está su casa,

y que sus hijos la esperan derramando por sus caras impaciencias,

y por sus ojos el amor en la mirada,

y por sus oídos saetas,

y por sus olfatos inciensos,

y por sus manos terciopelos de faldones que se levantan,

y por su pelo capirotes,

y por sus mejillas rubores,

y por sus rostros nazarenos antifaces,

y por sus pies prisas alegres para ser más eficaces,

y por sus cuerpos túnicas y por sus hombros valentías zaidineras de
costaleros capaces,

y por sus rodillas trabajo acompasado y mecido para la madre de la Salud,

y hasta saetas y cantos por soleares.



Es Jueves Santo y se revolucionan Zaidines bajando escaleras, y manos
emocionadas aferradas a la verja. Y un gentío arrebolado sobre árboles y
puertas, y desde la calle Almuñecar se pierde la muchedumbre esperando
que se abran de las capillas sus puertas.

                                                                        19
Es Jueves Santo zaidinero y la primera cruz de guía en la puerta, tomando
la delantera a los nazarenos blancos y a los dorados y negros, que el Zaidín
hoy también llega el primero al reino de los cielos.



Que si el Albaicín propone negros en túnicas, nosotros respondemos
mezclándolos con azules. Que si proponen blanco, la tez de nuestra Virgen
de la Salud es lo más sublime. Que si proponen varales con campanitas,
para nosotros también es posible.

Que si proponen cruces al hombro, el Señor de la Redención ya pasó antes
por eso. Que si proponen altas tallas en pasos, de Guzmán Bejarano ni
más ni menos lo tenemos. Que si proponen entornos, nuestro barrio
también es señero.

Que si proponen albaicineras en mantilla, zaidineras no nos faltan para
presumir de ser primeros. Que si proponen nazarenos, ¿acaso no llenamos
la calle con tramos de zaidineros?

Que si proponen cuestas, a Granada subiremos. Que si proponen calles
estrechas, en la puerta de la Patrona nos vemos. Que si proponen Grifos
de San José, escalinatas también tenemos. Que si proponen c/ Pagés, por
calles no estamos escasos los zaidineros.

Que si proponen Concepción de Zafra, de recogía nos vemos. Que si
proponen misterios, se basta el Señor de la Redención para tener su paso
lleno. Que si proponen túnicas burdeos, nosotros con el paño de pureza
más original del mundo respondemos.

Que si proponen mariana belleza, nuestra Salud tiene en la cara para dar
celos. Que si proponen coraje, ¿es que acaso por no tener estrecheces no
tenemos?

Que si proponen bullas de recogía, nosotros se las ofrecemos. Que si
proponen marcos incomparables, nosotros no somos menos.

                                                                          20
Que si proponen alegrías de nazarenos de capa de barrio, ¿barrio? barrio
sabrán que seremos. Que si proponen misterios que andan de frente, de
frente también andaremos. Que si proponen mecías suaves de Virgen, la
Salud ya nos quita el sueño.

Que si proponen jugar a día grande, en el Zaidín el Jueves Santo no lo es
menos. Que si proponen hacerlo festivo, en el Zaidín tampoco
trabajaremos. Que si proponen ser ejemplo y modelo, para eso también
estaremos. Que si proponen venir de barrio universal, el Zaidín es más
moderno. Que si proponen relucir con canastos dorados, reluciremos con
negros. Que si proponen insignias y blancos bordados, blanco es nuestro
crucificado zaidinero. Que si proponen típicos mediodías de previa, ¿acaso
aquí se viven menos? Que si proponen ser los más grandes, nosotros
también lo seremos.

Salesiano, ni un paso atrás ni un mero complejo. Salesiano, propongan lo
que propongan los albaicineros, vosotros nunca seréis menos.

                                    V



El pasado 31 de Enero tuve la suerte inmerecida y el privilegio injusto de
dar la primera “levantá” de las cuadrillas de costaleros de la Hermandad
del Trabajo. No me lo merezco ni lo entiendo, pero es que ellos derrochan
generosidad que va manchando aceras de calles porque les sale de dentro
y porque lo son.



Dice el saber popular que es de bien nacidos ser agradecidos. Ellos
agradecen sin siquiera tener motivos para agradecer. Ese es el culmen de
la generosidad humana.



Y en el Evangelio de la Eucaristía que precedía a la primera “levantá” de
los costaleros más zaidineros del mundo mundial, los que saben ganar
metros por la Avenida de Dílar dándole paso cuando hay que darle, las
                                                                        21
mujeres de sentimientos maternales y costales, las trabajadoras
catedráticas, las madres de costaleros hechas costaleras, los de la mecía
perfecta de un palio de zaidines.



Como os decía, en el Evangelio de aquella Eucaristía que precedía a la
primera “levantá” se relataba un fenómeno meteorológico de más de tres
años de sol. Os aseguro que es cierto, se hablaba de tal evento
meteorológico en aquel Evangelio: más de tres años de sol.



No me preguntéis a qué venía eso en mitad del Evangelio de aquel
Domingo, porque os confieso (ahora que no nos oye nadie) que me pilló
poco atento, ya que me entretenía a mi derecha la Virgen de la Luz
bellísimamente vestida de hebrea y a mi izquierda el Cristo del Trabajo.
Confieso sinceramente haberme despistado a mitad del Evangelio del día,
pero de pronto llamó poderosísimamente mi atención aquella frase
pronunciada por el sacerdote celebrante: tres años y no recuerdo cuántos
meses más de sol ininterrumpido.

Y me dije, ¡ay amigo!, ésto sólo puede pasar en la Hermandad del Corpus
Christie. Son ya tan poderosos que dominan no sólo los corazones de
Granada, no sólo los aromas de su barrio, no sólo las devociones más
reales y arraigadas, sino que además, dominan ya los elementos y han
dado lugar al oasis del cofrade.



Son capaces de prometer hasta en los Evangelios de sus misas más de tres
años de sol ininterrumpido, sueño etéreo del cofrade zaidinero, sol de las
cuatro de la tarde, bendito sol zaidinero.



Sol para todas, sol para las tres, sol entre zaidineras avenidas, sol para ser.



                                                                             22
Sol para llenar aceras, sol para abarrotar escaleras, sol para romper
humedades y para secar ojos cuajados de emociones zaidineras.

Sol de zaidines, sol de albañiles de catedrales costaleras. Sol que nos
espera de recogía parapetado tras la luna llena. Sol que deshace nudos
que amarran emociones. Sol que baja la cremallera de las más sinceras
expresiones. Sol que quema las decepciones.

Sol por arriba y por abajo, al costero derecho y al izquierdo, en la
delantera y en la trasera, en el horizonte y sobre los ojos, y reverberando
en el asfalto bajo los pies de mis costaleras zaidineras.

Sol con nombre propio. Sol con osadía. Sol que hace imposible una
mejoría. Sol que nos sigue y nos persigue cada Lunes, Martes o Jueves. A
las cuatro siempre el sol, sol tres veces de Zaidines.

Sol que besa alas de angelotes de lanzados canastos, que refrota faroles
plateados en la calle Polinario, o saca resplandores de oscuras caobas
salesianas.



Sol que es un parte de alegrías. Sol que no envejece. Sol que aprende a
dar sus primeros pasos por las calles zaidineras. Sol que nos abraza de
lado a lado de sus avenidas. Soñamos aquella mañana de primera
“levantá” con un sol que nunca del Zaidín se despedía.

Sol que ilumina los rincones. Sol que apura el día hasta el crepúsculo. Sol
que en el Zaidín nunca es forastero. Sol para aplaudirle. Sol sin otoños ni
inviernos. Sol vestido de nuevo. Sol como arquitecto de los urbanismos
zaidineros. Sol sin vergüenza de ser protagonista. Sol que quema sus naves
en océanos procelosos de zaidines.

Sol que deslumbra sin cortesía. Sol que derrocha magnitudes y calorías.
Sol que es acólito sacándole luz a las nubes de incienso. Sol que en el
Zaidín cocinamos a fuego lento. Sol que no tiene días negros. Sol que es
medicamento contra la tristeza.


                                                                         23
Sol sobre los adoquines. Sol que corre y vuela. Sol que hasta repara
huesos de las mayores zaidineras. Queremos un sol del Zaidín como el del
cielo somalí.

Sol en la Avenida de Barcelona, en la de Dílar o ante la calle Almuñecar.
Sol sin pánico al día después. Sol que nos paga con intereses.

Sol que no nos pierde de vista. Sol que conspira contra las borrascas. Sol
que no va de farol. Sol que sigue estando año tras año. Sol como atajo a la
divinidad. Sol que se estrella contra todo.

Sol vespertino. Sol zaidinero. Sol de primavera y de corazones. Sol contra
las filibusteras gotas pertinaces. Sol que, por definición, no puede llorar
nunca. Sol con libertad condicional durante la Semana Santa zaidinera.

Sol como suceso. Sol que vuelve locos los mercurios primaverales. Sol que
nos expropia las borrascas. Sol que es para el cofrade señuelo.

Sol con insolencia e insolaciones. Sol que libera la fantasía. Sol para
templar las voces saeteras.

Sol que es la maleta de nuestro viaje cofrade. Sol enlutando gotas frías. Sol
que es música celestial tras una banda. Sol que dispara contra el mal
tiempo. Sol, el mismo para pobres y ricos.

Sol reflejado en los candeleros y en las jarras y en los varales. Sol que
arrambla contra todas las tempestades.

Sol zaidinero como nadie, que vive en la Avenida de Dílar, que come en
Pablo Picasso y que duerme la siesta con los salesianos.

Sol que del día es el suceso. Sol que es profeta, que es un beso para cada
nazareno. Sol haciendo subir décimas al termómetro. Sol que sala sin
salero. Sol alevoso en su ataque. Sol arrebolando fantasías. Sol que hasta
convertirá lanzadas puertas pertinaces en cenizas.

Sol que relaja a los locos. Sol que calienta el mármol de los altares. Sol que
trae aromas de mar por la carretera de Armilla. Sol que es música para


                                                                           24
cornetas con destellos. Sol que maldice fríos destemplados. Sol sobre los
clavos de su Cruz.

Sol que abre los cinco sentidos primaverales. Sol que descorcha
felicidades.

Sol que es fuente de salud. Sol que grita en primavera por las cuatro
esquinas del Zaidín. Sol que arracima voluntades. Sol que confunde a las
tempestades. Sol que nos da la razón a los cofrades.

Sol como epidemia de sueños cumplidos y oraciones resueltas. Sol que
pone el dedo en la llaga del Cristo zaidinero. Sol contra la lanza que hiere,
contra la caída trabajada, contra la muerte en cruz salesiana.

Sol a las cuatro de la tarde zaidinera. Sol que nos vuelve del revés para
sudar penas y tragedias ante un palio de zaidines por bambalinas y
avenidas por entrecalles, y edificios por varales, y salesianas multitudes
que parecen olas de tempestades.

Sol que derrite. Sol sin tiempo inestable. Sol sin vientos variables. Sol que
se cuela entre las isobaras. Sol que derrite las cadenas. Sol que es vacuna
de cofrades. Sol entre marejadas de notas musicales. Sol siempre a
nuestra vera hasta que cruzamos el río. Sol que duele en los ojos.



Sol que subasta calorías redentoras. Sol que cada día tiene bien aprendido
su camino. Sol que es la feria de nuestros sentidos. Sol para que no llores.
Sol para que no te canses de ver. Sol para que no pierdas un detalle. Sol
desde que amanece. Sol que crea ante tus ojos un zaidinero velo de luz.
Sol que es llave refulgente del cielo y de su cruz.

Sol que tacha muertes, porque es vida. Sol que se añora en noches
perdidas. Sol que es el arma del zaidinero ejército de ilusiones que entra
en la Catedral. Sol, que es astro rey de un reino zaidinero.

Señores, sol. Sol por más de tres años nos prometen en el Zaidín, Zaidín
que es un sol, sol que es Zaidín, zaidineros que sois un sol, sol que asola

                                                                          25
zaidines, zaidines cuajados de soles, soles que habitan zaidines, Zaidín de
soles.




                                    VI



Y ya acabo como empecé, con mis lanzados zaidineros queriendo ver a su
“lanzao”, dicen.




                                                                         26
Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y de su herida, su costilla, y de su costilla,
su pecho, y de su pecho su cuerpo, y de su cuerpo, su cara, y de su cara, su
barrio, y de su barrio, su futuro templo.

Y de su templo su gente, y de su gente su patero, y de su patero, su
capataz, y de su capataz, sus costaleros.

Y de sus costaleros, su costal, y de su costal, su faja, y de su faja, su fuerza,
y de su fuerza, sus regresos.

Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y de Caridades vestir mis sueños, y de mis
sueños, sus orquídeas, y de sus orquídeas, saetas de flamencos.

Y de sus saetas su palio, y de su palio, su respiradero, y de su respiradero
su Ramón León trabajando, y de Triana al Zaidín que es su sueño.

Y del Zaidín al Centro, y del Centro a las Pasiegas, donde siempre los
espero, y de las Pasiegas a la Catedral, y de la Catedral al Centro, y del
Centro al barrio donde las chicotás ya son lamentos.

Y en el Saray hacer relevo, y del relevo a la Avenida de Barcelona, y de la
Avenida al regreso, y del regreso a recogernos, y de recogernos a
encontrarnos, y de encontrarnos a abrazarnos, y de abrazarnos a vernos
ganándole metros al cielo.

Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y de ir ganando metros, a tocar el martillo
por segunda vez lanzado, y de tocar el martillo al clavel rojo del calvario, y
del clavel rojo a las hierbas todo verde, y de las hierbas a la calavera, y de
la calavera a rememorar la Passio, y de la Passio al Longinos tocado de
negro, y del Longinos negro al Zaidín, y del Zaidín a un resucitado y
generoso templo.

Y obedecer a la Diputada Mayor de Gobierno, y de la Diputada a la calle, y
de la calle a los tramos de nazarenos, y de los tramos a los tan personales
faroles de Cruz de Guía, y de mis faroles a los entrevarales aunque no sean
nuestros, y de los entrevarales a la cera rizada, y de la cera rizada al
chorreón del candelero, y del chorreón del candelero a la gloria del
tocado, y del tocado a la saya, y de la saya al palio negro.

                                                                              27
Y volver a ver a Lebrija, y de Lebrija al palio, y del palio a los Carrasco, y de
los Carrasco a sus mil quinientas costaleras, y de sus costaleras a su vergel
de orquídeas, y de sus orquídeas a su bordado pañuelo, y de su pañuelo a
su saya nueva, y de su saya a sus varales de verdad, y de sus varales a su
cara de niña, Caridad zaidinera.

Y del palio negro soñar con uno burdeos, y del burdeos a la malla, y de la
malla al bordado en oro, y del bordado en oro a soñar sus candeleros. Y de
sus candeleros a los candelabros de cola, y de los candelabros de cola a
Ramón León sin resuello, a la altura de su joya sublime con forma de
respiradero.

Y, por soñar, soñar un misterio, y del misterio soñar un paso, y de soñar un
paso soñar su templo, y de su templo grandes puertas de donde salir el
misterio, y de su puerta su azulejo, y de su azulejo sus faroles, y de sus
faroles sus tramos llenando el barrio zaidinero.

Y del Zaidín sus balcones engalanados, y de sus balcones sus gritos y
llantos, y de sus gritos el misterio, y del misterio su cuadrilla, y de su
cuadrilla sus costales, rojos, blancos y negros, y de sus costales sus
morados nazarenos, y de sus morados nazarenos mil tramos bien llenos.

Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y soñar todo con ellos, porque son lo más
cercano al Zaidín que hay en el cielo. Yo quiero ser “lanzao”, dicen, y tener
ya de una vez también un techo.




Y un techo que sea Zaidín, que compartamos los zaidineros, desde el que
el Zaidín vaya a Granada pero por poco tiempo, porque aquí no pintamos
nada.

Que nos demos una vuelta, una breve visita, un pasar pasando un rato,
dejando aromas de orquídeas, pero ya está, porque aquí no pintamos
nada.
                                                                              28
Un cruzar para que nos vean, un mostrar cómo el Zaidín anda, un enseñar
nazarenos y nazarenas, y nos vamos, porque aquí no pintamos nada.

Un barrio que camina junto a su palio cuajando aceras, una multitud
apretujada disfrutando del Zaidín en las Pasiegas, una Virgen bajo palio
zaidinera que aparece petalada, y nos vamos, porque aquí no pintamos
nada.

Les mostramos cómo somos, cómo andamos, cómo trabajamos bajo
nuestra parihuela, y nos vamos, porque aquí no pintamos nada.

Les damos nuestra lección de cada año, les mostramos el camino, para
que vean qué lejos hemos llegado, y nos vamos, porque aquí no pintamos
nada.

Que nos vean, que nos disfruten, que nos paladeen, que nos admiren, que
nos recuerden y que nos premien, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no
pintamos nada.

Que sepan que progresamos más rápido que nadie, por mejor camino, por
el sendero certero, por la gracia del acierto, y vámonos pa´l Zaidín, que
aquí no pintamos nada.

Que envidien nuestros tramos de nazarenos, nuestras costaleras, nuestros
desvelos, nuestras devociones zaidineras, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí
no pintamos nada.

Que rompan la idea de que el centro del mundo son ellos, de que nos
llevan ventaja, de que son los reyes de la baraja, y vámonos pa´l Zaidín,
que aquí no pintamos nada.

Que se les bajen los humos de ser antiguos, que vean más allá de las calles
estrechas, que aprendan lo que es querer a los Titulares, que aprendan y
vean, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada.

Que sean capaces de congregar un barrio en torno a un paso, que lo sigan
durante todo un día sin descanso, que se agarren al respiradero llorando,
ojalá se copiaran cuando siente Granada, y vámonos pa´l Zaidín que aquí
no pintamos nada.
                                                                         29
Que tengan tanto orgullo de barrio, que se tiren a las calles como posesos,
que sientan como los nuestros, que muestren las fachadas engalanadas, y
vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada.

Que respiren como respiramos, que recen como rezamos, que lo vivan
como lo vivimos, que lo sientan como lo sentimos en nuestra alma, y
vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada.

Que luchen como luchamos, que sufran como sufrimos, que monten en
mitad de la calle, que sepan lo que es partir de la nada, y vámonos pa´l
Zaidin, que aquí no pintamos nada.

Que aprendan de nuestra modestia, que tomen lecciones humildes, que
sepan luchar por sobrevivir, que copien de barrio nuestra esencia, y
vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada.

Que aprendan como se mece la Luz con “Virgen Coronada de Estrellas”,
que sepan ganar metros con Redención, que a la Salud siempre la vean,
que el Cristo del Trabajo les llene la mente para que nada más vean, y
vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada.

Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada, a nuestro barrio con
nuestra gente, a nuestras calles con nuestros nazarenos, a nuestras farolas
que nos alumbren, a nuestras avenidas sinceras. Vámonos pa´l Zaidín, que
aquí no pintamos nada.

Vámonos pa´l Zaidín, que aquí la gloria es barrio, y el barrio es pueblo, y el
pueblo es sentir, y los sentimientos son sinceros. Vámonos pa´l Zaidín, que
aquí no pintamos nada.

Vámonos pa´l Zaidín, que a Granada vamos a comprobar que no hay nada
que envidiar que tengamos del río hacia dentro. Vámonos pa´l Zaidín, que
aquí no pintamos nada.

Vámonos pa´l Zaidín, zaidineros, que todo el que sabe entiende, y el que
entiende viene, porque en este barrio siempre reinan las emociones
sinceras, la verdad y lo que es, la gracia improvisada, las lágrimas no


                                                                           30
copiadas, los sueños de los que luchan, la pasión de un barrio más
envidiada. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada.

Y como os prometí al principio, porque no miento en lo que digo, y he
dicho lo que siento, y siento por mí mismo, termino este pregón como
empezaba al principio. Que ni una frase más diga, que no es necesaria ni
hace falta. Que la frase todo lo dice y lo demás sobraba. Vámonos pa´l
Zaidín, que aquí no pintamos nada.



He dicho.



                                        Granada, a 7 de Marzo de 2.010.



                          Sergio Berbel Leyva




                                                                      31

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Pregón+de

  • 1. I “Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná” Frase maravillosamente impresentable pronunciada por Javier Sierra Antequera, en torno al año 2.004, desde la pata delantera del paso del Cristo de la Lanzada en algún lugar del centro de la ciudad de Granada. “Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”. Y punto final. Esta frase es el alfa y el omega de este más que humilde pregón. Lo resume todo. Es la expresión espontánea y certera de la identidad de un barrio que sabe porque puede ser pueblo. Que entiende la Semana Santa de su propia y maravillosa forma intraducible, indescifrable y absoluta. Que tiene su propio canon, sus propias formas. Y que sabe que a Granada se va de visita, porque sus pasos, sus nazarenos, sus enseres y sus Titulares son del barrio y deben estar en el barrio por siempre jamás. Y lo demás son incursiones para que os vean más allá de las fronteras geográficas del mapa del corazón zaidinero. “Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”. Debería ser éste ya el final del pregón. Es más, os doy mi palabra de que será el final de este pregón. Todo lo que diga a partir de ahora será empeorar semejante panegírico, llenar de palabras fáciles lo ya dicho, lo ya sentido, y lo ya interiorizado con tan certera frase. 1
  • 2. Por eso quería que este pregón comenzase por el final, con la frase certera con la que lo terminaré y que encierra la integral del pensamiento zaidinero, el sentimiento cofrade de un barrio, con la aseveración del corazón más auténtico. “Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos ná”. Os prometo que así comienza y así terminará éste que no aspira a ser más que uno más de los pregones zaidineros. Un pregón zaidinero que tengo el privilegio y el honor de dedicar a Javier Sierra, el más vital de los ángeles revoloteadores de una casi patibularia corte celestial que habitó un día en un peculiar cielo azul con tintes amarillos que radicó en Santa Paula nº 2. A Javier Sierra, que por mostrarme unas personas, me mostró una Hermandad. Y por mostrarme una Hermandad, me mostró una forma de ser. Y por mostrarme una forma de ser, me mostró un barrio. Y por mostrarme un barrio, me asomó a todo un planeta zaidinero, lleno de gente que puede llegar a ser tan maravillosamente generosa e increíble como, por ejemplo, los habitantes del mundo costalero del Trabajo y la Luz, que dan sin que les des, que te agradecen lo que no vales, que entregan sin esperar nada a cambio. A Javier Sierra, por ser mi astronauta particular en la galaxia de los zaidines, le dedico el pregón de su barrio, porque es la persona que conozco que más quiere a su barrio, porque os aseguro que pregona machaconamente desde cualquier esquina del planeta Tierra la gracia zaidinera y el palpitar que retuerce las esquinas de un barrio que se desborda a chorros por sus límites. 2
  • 3. O mejor dicho, como el propio Javier Sierra gusta de recalcar a todo aquél que lo quiera escuchar o no pueda evitarlo corriendo la calle abajo, desde la mismísima orillita del río Genil escolapio que ya es alfa de un barrio que para Javier carece de omega. Al zaidinero más zaidinero que conozco, dedico este más que modesto y humilde pregón de quien sólo se asomó para su suerte al balcón de la gloria zaidinera de su mano. Porque decir Javier Sierra y Zaidín a veces para mí es casi lo mismo, un redundante sinónimo de inabarcable sintonía. Sierra por los zaidines, voces roncas ante el martillo desparramadas por los adoquines, arengas de guerra, zaidines en armas, locura pasajera al verlo ante el Señor de la Lanzada plantado con los brazos en jarras. Javier Sierra Nevada, con su altura en la primera, con su costal rojo, con su refajo izquierdoso, con su humanidad siempre presente, único e irrepetible, incombustible, de lo que haga siempre el primero, líder desatado entre zaidines que sólo él es capaz de dejar noqueados. Sierra por escalar, Sierra como referente. Siempre de frente, Sierra. Sierra en mi mente. Va por ti, maestro. Y por Francis Rabaza, el hombre tranquilo, el nervio templado, el soberano del reino de la carpa. El temple imperturbable, la eterna sonrisa, el rostro impenetrable, la pausa siempre concisa. Qué valentía catrastral, qué heroicidad desmedida, qué admiración me produce su amistad, Hermano Mayor debería ser de por vida. Y, por extensión, va también por los héroes de la carpa, por los guerreros carpianos, por los sufridores de basílicas portátiles, por los de las noches 3
  • 4. en vela a la intemperie, por los que pasan frío por los caprichos de algunos, por insistir en lo imposible contra la sordera, por los que con sus propias manos romperían ladrillos vanos y atravesarían reventando en mil pedazos vidrieras anodinas, por los que ponen candelerías sin poder derretir casi la cera por las destempladas noches granadinas, por los que cruzan los dedos para que las carpas lleguen a tiempo, por los que habitan el sueño de tener un techo, porque de los que no tienen techo es el reino de los cielos. Bienaventurados los que salen de la mismísima calle, porque de ellos serán las bóvedas del cielo. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de capilla, porque ellos ocuparán el salón de Dios. Bienaventurados los que sufren varias noches sin sueño antes de su Estación de Penitencia, porque ellos serán los elegidos para el camino más corto. Bienaventurados los que tienen que montar un palio molestados por un buzón de correos, porque ellos tendrán conexión más directa con Dios. Bienaventurados los que malduermen en un banco colocado entre dos pasos, porque ellos tendrán la cama más confortable en el cielo. Bienaventurados los que rezan para que el viento no levante una carpa, porque ellos serán los dueños de los elementos. Bienaventurados a los que les llueve cuando llueve, porque ellos cabalgarán sobre las nubes. Bienaventurados los que tienen que guardar las herramientas bajo los pasos, porque tendrán más espacio que nadie en el armario del cielo. Bienaventurados los que se prestan para una guardia que ahorre un vigilante jurado, porque ellos serán los porteros del cielo. 4
  • 5. Bienaventurados los que lo siguen pidiendo incansablemente a los que no dan porque no quieren, porque de los que perseveran es el reino de los Cielos. Bienaventurados los que no temen a autoridades terrenas, porque serán los más respetados en la vida eterna. Bienaventurados los que pierden el resuello por edificar una capilla, porque ellos serán los arquitectos celestiales. Benditos sean los ladrillos con que la hagan, el cemento con que la fragüen, la ferralla que los mantenga, la puerta que le fabriquen, el color de los azulejos que posean, el balcón del que nos asomemos, la nave central que los contenga, el retablo donde les recen, las capillas que todos sueñan, el color de una pintura que ahora ya de interior sea. Benditos sean los bancos donde se sienten y Sala de Juntas desde la que gobiernen, la salida como Dios manda desde un templo hacia fuera, y todo un barrio en la puerta de buena gente zaidinera, los armarios con sus túnicas y el altar de insignias tras la puerta, mil nazarenos con casa sin estar tirados fuera, una petalá de ensueño para la Caridad zaidinera desde un balcón bien alto de su fachada señera. Bendita sean su hipoteca y sus rifas, sus loterías y sus cestas que puedan hacer posible que quien más lo merece lo tenga. Porque no hay derecho a que la cerrazón y la sinrazón puedan con esta gente tan buena. Bienaventurados los lanzados, porque han demostrado que no necesitan techo que les separe del Cielo porque ellos mismos son el cielo y la misma gloria zaidinera. 5
  • 6. II Querida presentadora de tan humilde y mediocre pregonero. Muchas y sinceras gracias. María José, ni más ni menos que García Escobar apellidada, imposible para el cofrade estar mejor emparentada. De entre los cofrades que alguna vez fueron federativos, la más Secretaria, la más cariñosa, la más humana, la que con mayor elegancia presenta, la que con más sinceridad a Paciencia y Penas relata, la que con su sonrisa llena de afectos, la cercanía como arma inmediata. Tú que casi eres zaidinera cuando tu padre construía ya un barrio que ni existía, cómo puedes presentarme de una forma tan certera, si eres pura emoción contenida, si eres un diamante en bruto que trató José Luis Clements de descubrir descubriéndote, si eres hermana de quien eres, si la familia llevas por delante, si con tu fe no hay nada que te espante, si del oficial debías ser pregonera, que lo sepa el Presidente, tu querido Gerardo, que debería dejarte ya por anticipado propuesta para que llenes de verdades sinceras y de verbo tan elegante como esta mañana has demostrado el atril del Isabel la Católica. Mi presentadora María José, que del oficial sea ya pregonera es mi petición más sincera de esta mañana. Que nos relate con su sinceridad y su coherencia, con su verbo fácil y su sapiencia, a todos los andaluces en el pregón oficial la Semana Santa de Granada. María José, de corazón y con sinceridad, muchas gracias. 6
  • 7. Hermano Mayor de la más popular de las populosas Hermandades de Granada, la del Stmo. Cristo del Trabajo. De femenina gracia costalera pleno. De buena gente bien completo entre costaleras, costaleros y nazarenos. Un vergel de alegrías y de satisfacciones, un aura constante de entrega y generosidad. Y la Virgen de la Luz, con contraguía pregonero y alma de júbilo alrededor de semejante gloria de palio. Hermano Mayor, mi amigo, querido y sufrido de la Hermandad de la Lanzada, la valiente, la que es capaz de resolver mil y un problemas que se presenten, la que hubo que enseñar hasta a andar de frente a un Longinos rebelde. Y la Virgen de la Caridad, de orquídeas y trabajo de nuestro Ramón León cuajada, alma orfebre de costaleras. Y Hermano Mayor de la gracia salesiana, del brochazo zaidinero de Jueves Santo, del paño de pureza más original que habita en este mundo en el Cristo de la Redención. Y de la cada día más sorprendentemente bella Virgen de la Salud, otro ramillete de buena gente costalera y nazarena, otro avatar generoso de un barrio con el banquillo a rebosar de bondad. No deja, eso sí, de ser una pena que no vinieran ahora los preceptivos saludos al Hermano Mayor de la Hermandad de la Resurrección zaidinera y al Hermano Mayor Escolapio, ambos pertenecientes a este barrio del Zaidín porque lo son y por el privilegio que ello supone. Así lo creo y así lo siento, aunque aún alguien se pregunte todavía dónde está mi esencia zaidinera. Pues la hay, por un barrio que no os quepa duda 7
  • 8. que es envidiado, recordado y evocado durante todo el año. Por un barrio que no es menos que nadie ni que nada. Con una chicotá de “Virgen Coronada de Estrellas” para que el palio de la Virgen de la Luz llegue como llega a las Pasiegas y nos alimente el alma para todo un año. Con algo así, no me preguntéis más por mi esencia zaidinera. O la elegancia costalera del Señor de la Lanzada a las cuatro de la tarde abandonando su horrorosa carpa ya casi del pasado más olvidable. O la escalinata que se hace llana a golpe de sapiencia salesiana. O el Cristo del Trabajo, costaleras de costales, madres de futuros costaleros, hermanas de costaleros de palio, costaleras de arrabales. Como también tenéis costaleras cuajaditas de orquídeas y caridades. Como costaleros meciendo Salud por todas partes, salesianos maestros de todas las artes. Con todo eso, no me preguntéis más por mi esencia zaidinera. Porque en patrimonio humano no os gana nadie. Que sois el Banco Mundial de la buena gente. Que sois más y mejores. Que os hacéis querer fácilmente. Que llueven pétalos para la Virgen de la Luz cada Lunes Santo sobre mi cabeza. Que ojalá fuese Lunes Santo cada día del año, o Martes para ver siempre en la calle a los Carrasco, o Jueves para que Iañez toque su martillo con esencia de chicotás de caoba. ¿Y aún me preguntáis dónde está mi esencia zaidinera? No rebusquéis más vuestros bolsillos por ver si os encontráis por casualidad mi querer zaidinero, cuando termino el Lunes y el Martes 8
  • 9. recogiéndome en sus calles. Cuando el Jueves a temprana hora de la tarde no falto en las salesianas puertas colegiales. Cuando me tratan como me tratan sin merecerlo ni haberlo ganado. Son irresistibles porque lo valen. Con todo eso, no me preguntéis más por mi esencia zaidinera. Nacido a lo cofrade, lo confieso, entre albaicines pasionistas y cielos profundamente estrellados, siempre fui amigo de las alturas, porque desde las colinas es mucho más fácil corretear tras las nubes, sean pluviométricas o de incienso, porque los capirotes de las túnicas resultan más altos en las alturas, porque el humo de los cirios de los nazarenos llega antes, porque tan por encima del nivel del mar siempre se otea más fácilmente el horizonte de una buena chicotá. Por eso cambié Albaicines por Realejos, calles estrechas y empedradas por calles estrechas y empedradas, Plazas Largas por Campos del Príncipe, tejas por terrazas, el Torcuato por el Collejo, el Salvador por el Palace. Y allí, a la verita del Señor de Granada, Favoreando entre glorias de Misericordia Coronada, reconquisté sensaciones cofrades sin resuello por subir la cuesta que en S. Cecilio acaba. Ajeno biográficamente, pues, a avenidas llanas, a fervores anchos, a fuentes de Dílar, a pulmones plácidos, a relajadas caminatas buscando salidas, a ese sol de mediodía que parece que nunca se acaba. Ajeno a zaidineros vítores emocionados, a Estaciones de Penitencia tan largas, a patios de salesianos colegios, a escalinatas para subir al Jueves Santo, a Redenciones ardientes en hogueras de devociones, a recogías sufrientes de cuellos enrojecidos por maderas crujientes. 9
  • 10. Ay “Virgen Coronada de Estrellas”, cuajadita de Luz para la Virgen de la Luz cuando gracias a Dios cada año llega a las Pasiegas. No me preguntéis después de vivir algo así dónde está mi alma zaidinera. Si sois el patrimonio humano más importante de nuestra Semana Santa, que habita, radica y reza en el Zaidín. No se si otros barrios tendrán mejores enseres o palios más completos, insignias más bordadas o pasos más rellenos. Lo que sí se es que, a patrimonio humano, nadie al Zaidín puede. Ay “Virgen Coronada de Estrellas”, cuajadita de Luz para la Virgen de la Luz, llegando a las Pasiegas. Por favor, no me preguntéis más por mi alma zaidinera. Perdonad que nunca pueda estar a vuestra altura. Que ésto no sea más que un atril atribulado, un simple verso desafinado, un humilde pregón mañanero de un Berbel zaidinero. Suerte que me llevaron de la mano para cruzar el río sin que me llevase la corriente, para cruzar el puente sin miedo a avistar lo que hay al otro lado, para que el Lunes me paseara por paradójicas Navarras mientras llueven Dílares del banco de las emociones. Para que de Jueves salesiano me vistiera, para que redenciones me turbaran, para que salud me arrebatara, para no hablar sin saber antes. Me llevaron de la mano para que mirara dentro del paso de la Lanzada, para que por ver hacer el respiradero de su palio me marchara hasta 10
  • 11. Triana, ay, no nos maldijera el cielo con una lluvia de ramones leones para palios zaidineros. Me llevaron a llenarme el bolsillo de Caridades, a inspirar por los rincones Redenciones. Me llevaron a otear horizontes nuevos, a enamorarnos de una auténtica bulla de barrio, a colgarnos de los balcones zaidineros, a bebernos el incienso en sus regresos, a paladear una noche de recogía con excesos. Me llevaron a descubrir la luna llena del Zaidín del Jueves Santo, a Redimirnos con Salud, a tener Caridad de una Lanzada, a ver la Luz en nuestro Trabajo, a cubrirnos las cabezas con capirotes de barrio, con costales rojos, con tricolores fajas. Así que, no me preguntéis nunca jamás por mi esencia zaidinera. No me lo preguntéis más cuando de las mismísimas entrañas de Andalucía recogió el Zaidín más sabio lo más sublime, lo más perfecto, lo más etéreo, lo más bello, lo más completo, lo más absoluto, lo más equilibrado, lo más armonioso, lo mejor imaginado, mi paso de palio. La gloria más hermosa, el dulce más almibarado, la celosía más misteriosa, el paso de palio. La entrada al lugar más sagrado, la puerta a lo soñado, el cancel de la locura, la satisfacción de lo logrado. 11
  • 12. El diluvio de belleza, el crujir de los sentidos, el vergel más prometido, el paso de palio. El maná que me alimenta, la lluvia sincopada de emociones, la enrejada verja de doce barrotes, la apertura de la celda de los sueños, el paso de palio. El centro mismo de la historia del arte, la conjunción de lo mejor amasado, el manjar que endulza el alma, la frontera de lo anhelado. El paso de palio. Y el Zaidín que es andaluz, amamantó el tesoro más buscado. Lo vistió, lo mimó, le dio forma, lo trató con exquisito cuidado. Le llamó lo mismo Luz, que Caridad, que Salud, que es el bien más preciado, y lo paseó por el barrio, zaidinero paso de palio. Arrabal del mismo cielo, zaidinero en los costeros, chorreando cera por los zaidineros candeleros, viene ya el paso de palio. Las entrañas de nuestros deseos, tras bambalinas de palio, juegan a esconder nuestra mirada, zaidinera bajo palio. Bueno de costero a costero, perfecto de delantera a trasera, medido de martillo a pollero, zaguán del cielo zaidinero. Representante de Dios en la tierra, como el Zaidín sabe mostrarlo, suena “Virgen Coronada de Estrellas” cuando la Luz llega a Pasiegas. Trabajando cortito y de frente, con un pregonero al costero, hablando con sabor a gloria a su gente, llega la Luz bajo palio. Petalá la recibe en Marqués de Gerona, cuando tan lejos está de su barrio, costaleras balconeras le disparan amores entre pétalos que inundan sin hacer daño, una ciudad apenas prestada por un rato, hasta que vuelva a su barrio. Martillo greñúo para Ella, reina del Lunes Santo, y ese contraguía rezando, rimando belleza en sus palabras, haciéndolas canto. Y el Martes Caridad, bendita redundancia de zaidinero palio. Caridad en tu cara, y bajo los faldones del paso. Caridad en tu fajín de reina de 12
  • 13. corazones del barrio. Caridad zaidinera, en zaidinero palio. Costaleras carrasqueando con Curro o con Paco al martillo, de forma sencilla avanzan, López Azaustre adelante, cada tarde del Martes Santo. Que no quiero Amargura para Ella, que le canten campanilleros de Martes Santo, que Esperanzas de Triana Coronada trabaje, Gloria barcelonesa en la avenida de su barrio. Salud de Jueves Santo. Salud de malla para entrever la gloria. Salud exhornada que da gusto. Salud para echarse a dormir en el entrecalle de su candelería mecida con gusto de barrio. Quién fuera un candelero chorreado en un palio de Salud Zaidín abajo. Salud de Jueves Santo, entre Albaicines reinando. Reina de la Salud, Salud de todo un barrio. Ay, qué sería del Zaidín si no existiese el paso de palio. Los mejores zaidineros rezan debajo de un palio, porque el Zaidín va dando lecciones cuando salen sus pasos de palio. 13
  • 14. III Y, precisamente hablando de la Hermandad que nos regala Dios desde el Corpus Christie cada Lunes Santo, os quiero contar una historia, historia propia y completamente inventada por mí, pero sin duda basada en hechos reales. Os cuento. Nunca la vida nos establece a todos los límites en las mismas coordenadas geográficas. A veces se empeña en ofrecernos los límites más reducidos, lo cual no resta ni un ápice de valor a las personas, sino más bien todo lo contrario. Muchas veces esos límites no tienen por qué resultar angostos si uno es capaz de aceptarlos como vienen y se nos ofrecen. El mundo de quien os hablo no abarca más allá de unos 300 metros de radio con epicentro entre la Calle Navarra y Polinario. Allí lleva viviendo toda su vida desde que abandonó el pueblo materno persiguiendo un etéreo sueño de desarrollar una nueva vida que de improviso la vistió de blanco sin previo aviso y le aportó una dorada alianza en el cuarto dedo de su mano derecha. 14
  • 15. De eso no hace menos de cuarenta años. Cambió olivos, siembras y siegas por coladas a medio tender porque no caben entre dos cuerdas, que todavía hoy siguen siendo de color verde ya ajado, y siguen atravesando de Sur a Norte el humilde balcón que aporta luz a su casa que es su vida y que es frontera entre lo público y lo privado. Cambió paseos adolescentes por la Calle Mayor del pueblo por el autobús urbano que un día logró tener su última y más exótica parada en la Avenida de Dílar. Cambió la tienda de ultramarinos de “la Paqui” por el pequeño establecimiento que con el tiempo se reconvirtió en el Dani. Cambió la compra de agua a un camión por garrafas por las flores que cada uno de Noviembre sin falta adquiere en la floristería Verdegal de los Vedia. Y desde aquel viaje de ida sin vuelta del brazo de su marido hasta el día de hoy, su vida ha estado repleta de cepillos de barrer, de plumeros contra el polvo, de fregonas desgastadas, de pinzas de tender la ropa rojas, amarillas y moradas, de bonobuses gastados y recetas del seguro sobre el mueble de la tele, de pañuelos que han enjugado lágrimas de rabietas infantiles cuando sus hijos eran niños, lágrimas de desengaños amorosos cuando se transformaron en adolescentes por primavera, lágrimas de emoción cuando fue madrina del pequeño, y que siguen enjuagando sudores chorreando por su frente cuando corre sin rumbo fijo tras los caprichosos destinos de los nietos correteando juegos infantiles. Y el transcurso de toda una vida se puede constatar gráficamente sin esfuerzo a través del rosario de portarretratos (como ella gusta de llamarlos) con los que tiene sembrada la humilde sala de estar. Y me llama la atención que, entre Primeras Comuniones, bautizos e hijas de blanco, se gana su sitio a pulso una foto con más de una década a la espalda del Cristo del Trabajo. Como uno más de la familia, el más fiel, el 15
  • 16. habitante fijo, el que nunca deja un cubierto sin usar sin previo aviso, el que no llega tarde, el que no ha desaparecido jamás enredado entre sus propios compromisos laborales. El que se levanta con ella y le acompasa los primeros ritmos de sueño cada noche. El que limpia con ella y le pone una pizca de sal a la masa de las croquetas. El que se sienta cada sobremesa con ella a ver un rato la tele. El que zurce calcetines y cambia las toallas al ritmo que ella le marca. Es su Cristo del Trabajo, su amigo, su compañero, su ayudante, su guía, su faro, su calma, su descanso, su refuerzo, su muleta, su alma, su corazón entero, su remanso de paz en cada momento, su estilo de vida, su confesor, su juez y parte, su velero, su rosario de peticiones, su pañuelo, su alfa y omega diario, su parte de guerra cada noche, su mandatario en el cielo, su abogado de guardia, su enfermero, su suministrador de esperanzas, su escanciador de deseos, su isla donde perderse, su velero, su faro de Alejandría, el remite de su carta, su despertar más dulce, sus íntimas Navidades blancas, su cofre de los deseos, su mano para mecerse, su Cabo de buena esperanza cuando naufragan los sueños, su vida y su deseo, su ayudante más certero, su sueño más verdadero, su realidad constatable cada Lunes Santo, su amor más duradero, su vecino más cercano, su consejero, su referencia en la vida, su más fiel compañero. La fuerza física que aún demuestra ella, la entereza constante de una generación que supo aprender perdiendo, la profundidad de una filosofía de vida hecha de hechos, la auténtica memoria histórica hecha carne en su seno, llena a esta mujer de una dignidad superior a la que demostramos el resto. 16
  • 17. Sin estas mujeres de verdad que me encuentro cada Lunes Santo sin falta a las cuatro de la tarde asomadas a sus balcones de fiesta, sin ese corazón del pueblo, ninguna Semana Santa sería real ni sincera, tan lejos afortunadamente para ella de los que vamos de listos por la vida sembrando verdades cofrades y cánones estrechos. Por eso, sus lágrimas y vítores desde el balcón del segundo piso de su edificio en la Calle Polinario valen más que todas las palabras huecas que podamos decir los aprendices de pregoneros. Sus gritos sinceros al Cristo del Trabajo a las cuatro y cuarto de cada Lunes Santo valen un millón de veces más que cualquier narración radiofónica. Sus lágrimas de emoción sincera cuando el farol delantero del costero derecho comienza a asomar por la puerta del Templo valen un millón de veces más que mil conferencias de sesudos priostes, capataces y costaleros. Su pañuelo asomando por el bolsillo izquierdo de su bata, siempre el izquierdo, vale un millón de veces más que los afectados pregones o las palabras cibernéticas que llenan los virtuales cielos. Su sonrisa de felicidad cuando le dice a su nieto que mire la cara del Cristo que ahora está ante ellos vale un millón de veces más que las sesudas tertulias que nos pierden en los detalles menos sinceros. Que viva el Cristo del Trabajo, proclama ella a los cuatro vientos. Que viva el Cristo del Trabajo, digo yo, para que viva ella. Que viva el Cristo del Trabajo para que le llene el año. Que viva el Cristo del Trabajo para que al menos ese día sea bien distinto en su calendario. Que viva el Cristo del Trabajo para que su familia acuda completa a su casa ese día de cada año. Que viva el Cristo del Trabajo para que esa tarde llene su corazón de aquellos aromas añorados de su campo. 17
  • 18. Que viva el Cristo del Trabajo para que llore y le rece como cada año. Que viva el Cristo del Trabajo, porque ella es de, entre todos nosotros, lo más sensato. Que viva el Cristo del Trabajo, y que la cuide, y que la ame, y que la siga, y que le coja la mano, y que no se la lleve nunca, que la deje con nosotros un año, y otro año, y otro año. Que viva el Cristo del Trabajo, proclamo, para que nos enseñe de verdad qué es la Semana Santa a nuestro lado el próximo año. Por ella, que son legión de ellas, por ella que es este barrio, por ella que es este pueblo, por ella que es el corazón de un barrio enorme en su sencillez y obrero, que todo el Zaidín al unísono proclame: Viva el Cristo del Trabajo. IV Ahora me viene a la boca la palabra Jueves Santo. Me viene a la mente el centro neurálgico de la Semana Santa andaluza. Y me exige ahora el cuerpo un momento de Redención y Salud. Como cada Jueves Santo, día central de la devoción cofrade del andaluz. Es Jueves Santo, y entre Albaicines, Zaidín, y entre Albaicines, malla en un palio. Es Jueves Santo y Andalucía se viste de gala, y en el Zaidín chicotás profundas que nuestro asombro no abarca. Es Jueves Santo y desde el Albaicín, Perdón y Pasión, mientras vive en noche festiva un Zaidín por Redención. Es Jueves Santo y se mece acompasado de Salud un palio que brilla entre Auroras, Estrellas y Conchas como símbolo de un barrio. 18
  • 19. Es Jueves Santo y, como debe ser, cae la Madrugada que Redención y Salud demuestran que, aunque algunos no quieran, sí que existe en Granada, cuando se recogen ya bien entrada entre palmas, vítores y lágrimas derramadas. Es Jueves Santo y Madrugá en Granada, y la Virgen de la Salud sabe que sólo en el Zaidín está su casa, y que sus hijos la esperan derramando por sus caras impaciencias, y por sus ojos el amor en la mirada, y por sus oídos saetas, y por sus olfatos inciensos, y por sus manos terciopelos de faldones que se levantan, y por su pelo capirotes, y por sus mejillas rubores, y por sus rostros nazarenos antifaces, y por sus pies prisas alegres para ser más eficaces, y por sus cuerpos túnicas y por sus hombros valentías zaidineras de costaleros capaces, y por sus rodillas trabajo acompasado y mecido para la madre de la Salud, y hasta saetas y cantos por soleares. Es Jueves Santo y se revolucionan Zaidines bajando escaleras, y manos emocionadas aferradas a la verja. Y un gentío arrebolado sobre árboles y puertas, y desde la calle Almuñecar se pierde la muchedumbre esperando que se abran de las capillas sus puertas. 19
  • 20. Es Jueves Santo zaidinero y la primera cruz de guía en la puerta, tomando la delantera a los nazarenos blancos y a los dorados y negros, que el Zaidín hoy también llega el primero al reino de los cielos. Que si el Albaicín propone negros en túnicas, nosotros respondemos mezclándolos con azules. Que si proponen blanco, la tez de nuestra Virgen de la Salud es lo más sublime. Que si proponen varales con campanitas, para nosotros también es posible. Que si proponen cruces al hombro, el Señor de la Redención ya pasó antes por eso. Que si proponen altas tallas en pasos, de Guzmán Bejarano ni más ni menos lo tenemos. Que si proponen entornos, nuestro barrio también es señero. Que si proponen albaicineras en mantilla, zaidineras no nos faltan para presumir de ser primeros. Que si proponen nazarenos, ¿acaso no llenamos la calle con tramos de zaidineros? Que si proponen cuestas, a Granada subiremos. Que si proponen calles estrechas, en la puerta de la Patrona nos vemos. Que si proponen Grifos de San José, escalinatas también tenemos. Que si proponen c/ Pagés, por calles no estamos escasos los zaidineros. Que si proponen Concepción de Zafra, de recogía nos vemos. Que si proponen misterios, se basta el Señor de la Redención para tener su paso lleno. Que si proponen túnicas burdeos, nosotros con el paño de pureza más original del mundo respondemos. Que si proponen mariana belleza, nuestra Salud tiene en la cara para dar celos. Que si proponen coraje, ¿es que acaso por no tener estrecheces no tenemos? Que si proponen bullas de recogía, nosotros se las ofrecemos. Que si proponen marcos incomparables, nosotros no somos menos. 20
  • 21. Que si proponen alegrías de nazarenos de capa de barrio, ¿barrio? barrio sabrán que seremos. Que si proponen misterios que andan de frente, de frente también andaremos. Que si proponen mecías suaves de Virgen, la Salud ya nos quita el sueño. Que si proponen jugar a día grande, en el Zaidín el Jueves Santo no lo es menos. Que si proponen hacerlo festivo, en el Zaidín tampoco trabajaremos. Que si proponen ser ejemplo y modelo, para eso también estaremos. Que si proponen venir de barrio universal, el Zaidín es más moderno. Que si proponen relucir con canastos dorados, reluciremos con negros. Que si proponen insignias y blancos bordados, blanco es nuestro crucificado zaidinero. Que si proponen típicos mediodías de previa, ¿acaso aquí se viven menos? Que si proponen ser los más grandes, nosotros también lo seremos. Salesiano, ni un paso atrás ni un mero complejo. Salesiano, propongan lo que propongan los albaicineros, vosotros nunca seréis menos. V El pasado 31 de Enero tuve la suerte inmerecida y el privilegio injusto de dar la primera “levantá” de las cuadrillas de costaleros de la Hermandad del Trabajo. No me lo merezco ni lo entiendo, pero es que ellos derrochan generosidad que va manchando aceras de calles porque les sale de dentro y porque lo son. Dice el saber popular que es de bien nacidos ser agradecidos. Ellos agradecen sin siquiera tener motivos para agradecer. Ese es el culmen de la generosidad humana. Y en el Evangelio de la Eucaristía que precedía a la primera “levantá” de los costaleros más zaidineros del mundo mundial, los que saben ganar metros por la Avenida de Dílar dándole paso cuando hay que darle, las 21
  • 22. mujeres de sentimientos maternales y costales, las trabajadoras catedráticas, las madres de costaleros hechas costaleras, los de la mecía perfecta de un palio de zaidines. Como os decía, en el Evangelio de aquella Eucaristía que precedía a la primera “levantá” se relataba un fenómeno meteorológico de más de tres años de sol. Os aseguro que es cierto, se hablaba de tal evento meteorológico en aquel Evangelio: más de tres años de sol. No me preguntéis a qué venía eso en mitad del Evangelio de aquel Domingo, porque os confieso (ahora que no nos oye nadie) que me pilló poco atento, ya que me entretenía a mi derecha la Virgen de la Luz bellísimamente vestida de hebrea y a mi izquierda el Cristo del Trabajo. Confieso sinceramente haberme despistado a mitad del Evangelio del día, pero de pronto llamó poderosísimamente mi atención aquella frase pronunciada por el sacerdote celebrante: tres años y no recuerdo cuántos meses más de sol ininterrumpido. Y me dije, ¡ay amigo!, ésto sólo puede pasar en la Hermandad del Corpus Christie. Son ya tan poderosos que dominan no sólo los corazones de Granada, no sólo los aromas de su barrio, no sólo las devociones más reales y arraigadas, sino que además, dominan ya los elementos y han dado lugar al oasis del cofrade. Son capaces de prometer hasta en los Evangelios de sus misas más de tres años de sol ininterrumpido, sueño etéreo del cofrade zaidinero, sol de las cuatro de la tarde, bendito sol zaidinero. Sol para todas, sol para las tres, sol entre zaidineras avenidas, sol para ser. 22
  • 23. Sol para llenar aceras, sol para abarrotar escaleras, sol para romper humedades y para secar ojos cuajados de emociones zaidineras. Sol de zaidines, sol de albañiles de catedrales costaleras. Sol que nos espera de recogía parapetado tras la luna llena. Sol que deshace nudos que amarran emociones. Sol que baja la cremallera de las más sinceras expresiones. Sol que quema las decepciones. Sol por arriba y por abajo, al costero derecho y al izquierdo, en la delantera y en la trasera, en el horizonte y sobre los ojos, y reverberando en el asfalto bajo los pies de mis costaleras zaidineras. Sol con nombre propio. Sol con osadía. Sol que hace imposible una mejoría. Sol que nos sigue y nos persigue cada Lunes, Martes o Jueves. A las cuatro siempre el sol, sol tres veces de Zaidines. Sol que besa alas de angelotes de lanzados canastos, que refrota faroles plateados en la calle Polinario, o saca resplandores de oscuras caobas salesianas. Sol que es un parte de alegrías. Sol que no envejece. Sol que aprende a dar sus primeros pasos por las calles zaidineras. Sol que nos abraza de lado a lado de sus avenidas. Soñamos aquella mañana de primera “levantá” con un sol que nunca del Zaidín se despedía. Sol que ilumina los rincones. Sol que apura el día hasta el crepúsculo. Sol que en el Zaidín nunca es forastero. Sol para aplaudirle. Sol sin otoños ni inviernos. Sol vestido de nuevo. Sol como arquitecto de los urbanismos zaidineros. Sol sin vergüenza de ser protagonista. Sol que quema sus naves en océanos procelosos de zaidines. Sol que deslumbra sin cortesía. Sol que derrocha magnitudes y calorías. Sol que es acólito sacándole luz a las nubes de incienso. Sol que en el Zaidín cocinamos a fuego lento. Sol que no tiene días negros. Sol que es medicamento contra la tristeza. 23
  • 24. Sol sobre los adoquines. Sol que corre y vuela. Sol que hasta repara huesos de las mayores zaidineras. Queremos un sol del Zaidín como el del cielo somalí. Sol en la Avenida de Barcelona, en la de Dílar o ante la calle Almuñecar. Sol sin pánico al día después. Sol que nos paga con intereses. Sol que no nos pierde de vista. Sol que conspira contra las borrascas. Sol que no va de farol. Sol que sigue estando año tras año. Sol como atajo a la divinidad. Sol que se estrella contra todo. Sol vespertino. Sol zaidinero. Sol de primavera y de corazones. Sol contra las filibusteras gotas pertinaces. Sol que, por definición, no puede llorar nunca. Sol con libertad condicional durante la Semana Santa zaidinera. Sol como suceso. Sol que vuelve locos los mercurios primaverales. Sol que nos expropia las borrascas. Sol que es para el cofrade señuelo. Sol con insolencia e insolaciones. Sol que libera la fantasía. Sol para templar las voces saeteras. Sol que es la maleta de nuestro viaje cofrade. Sol enlutando gotas frías. Sol que es música celestial tras una banda. Sol que dispara contra el mal tiempo. Sol, el mismo para pobres y ricos. Sol reflejado en los candeleros y en las jarras y en los varales. Sol que arrambla contra todas las tempestades. Sol zaidinero como nadie, que vive en la Avenida de Dílar, que come en Pablo Picasso y que duerme la siesta con los salesianos. Sol que del día es el suceso. Sol que es profeta, que es un beso para cada nazareno. Sol haciendo subir décimas al termómetro. Sol que sala sin salero. Sol alevoso en su ataque. Sol arrebolando fantasías. Sol que hasta convertirá lanzadas puertas pertinaces en cenizas. Sol que relaja a los locos. Sol que calienta el mármol de los altares. Sol que trae aromas de mar por la carretera de Armilla. Sol que es música para 24
  • 25. cornetas con destellos. Sol que maldice fríos destemplados. Sol sobre los clavos de su Cruz. Sol que abre los cinco sentidos primaverales. Sol que descorcha felicidades. Sol que es fuente de salud. Sol que grita en primavera por las cuatro esquinas del Zaidín. Sol que arracima voluntades. Sol que confunde a las tempestades. Sol que nos da la razón a los cofrades. Sol como epidemia de sueños cumplidos y oraciones resueltas. Sol que pone el dedo en la llaga del Cristo zaidinero. Sol contra la lanza que hiere, contra la caída trabajada, contra la muerte en cruz salesiana. Sol a las cuatro de la tarde zaidinera. Sol que nos vuelve del revés para sudar penas y tragedias ante un palio de zaidines por bambalinas y avenidas por entrecalles, y edificios por varales, y salesianas multitudes que parecen olas de tempestades. Sol que derrite. Sol sin tiempo inestable. Sol sin vientos variables. Sol que se cuela entre las isobaras. Sol que derrite las cadenas. Sol que es vacuna de cofrades. Sol entre marejadas de notas musicales. Sol siempre a nuestra vera hasta que cruzamos el río. Sol que duele en los ojos. Sol que subasta calorías redentoras. Sol que cada día tiene bien aprendido su camino. Sol que es la feria de nuestros sentidos. Sol para que no llores. Sol para que no te canses de ver. Sol para que no pierdas un detalle. Sol desde que amanece. Sol que crea ante tus ojos un zaidinero velo de luz. Sol que es llave refulgente del cielo y de su cruz. Sol que tacha muertes, porque es vida. Sol que se añora en noches perdidas. Sol que es el arma del zaidinero ejército de ilusiones que entra en la Catedral. Sol, que es astro rey de un reino zaidinero. Señores, sol. Sol por más de tres años nos prometen en el Zaidín, Zaidín que es un sol, sol que es Zaidín, zaidineros que sois un sol, sol que asola 25
  • 26. zaidines, zaidines cuajados de soles, soles que habitan zaidines, Zaidín de soles. VI Y ya acabo como empecé, con mis lanzados zaidineros queriendo ver a su “lanzao”, dicen. 26
  • 27. Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y de su herida, su costilla, y de su costilla, su pecho, y de su pecho su cuerpo, y de su cuerpo, su cara, y de su cara, su barrio, y de su barrio, su futuro templo. Y de su templo su gente, y de su gente su patero, y de su patero, su capataz, y de su capataz, sus costaleros. Y de sus costaleros, su costal, y de su costal, su faja, y de su faja, su fuerza, y de su fuerza, sus regresos. Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y de Caridades vestir mis sueños, y de mis sueños, sus orquídeas, y de sus orquídeas, saetas de flamencos. Y de sus saetas su palio, y de su palio, su respiradero, y de su respiradero su Ramón León trabajando, y de Triana al Zaidín que es su sueño. Y del Zaidín al Centro, y del Centro a las Pasiegas, donde siempre los espero, y de las Pasiegas a la Catedral, y de la Catedral al Centro, y del Centro al barrio donde las chicotás ya son lamentos. Y en el Saray hacer relevo, y del relevo a la Avenida de Barcelona, y de la Avenida al regreso, y del regreso a recogernos, y de recogernos a encontrarnos, y de encontrarnos a abrazarnos, y de abrazarnos a vernos ganándole metros al cielo. Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y de ir ganando metros, a tocar el martillo por segunda vez lanzado, y de tocar el martillo al clavel rojo del calvario, y del clavel rojo a las hierbas todo verde, y de las hierbas a la calavera, y de la calavera a rememorar la Passio, y de la Passio al Longinos tocado de negro, y del Longinos negro al Zaidín, y del Zaidín a un resucitado y generoso templo. Y obedecer a la Diputada Mayor de Gobierno, y de la Diputada a la calle, y de la calle a los tramos de nazarenos, y de los tramos a los tan personales faroles de Cruz de Guía, y de mis faroles a los entrevarales aunque no sean nuestros, y de los entrevarales a la cera rizada, y de la cera rizada al chorreón del candelero, y del chorreón del candelero a la gloria del tocado, y del tocado a la saya, y de la saya al palio negro. 27
  • 28. Y volver a ver a Lebrija, y de Lebrija al palio, y del palio a los Carrasco, y de los Carrasco a sus mil quinientas costaleras, y de sus costaleras a su vergel de orquídeas, y de sus orquídeas a su bordado pañuelo, y de su pañuelo a su saya nueva, y de su saya a sus varales de verdad, y de sus varales a su cara de niña, Caridad zaidinera. Y del palio negro soñar con uno burdeos, y del burdeos a la malla, y de la malla al bordado en oro, y del bordado en oro a soñar sus candeleros. Y de sus candeleros a los candelabros de cola, y de los candelabros de cola a Ramón León sin resuello, a la altura de su joya sublime con forma de respiradero. Y, por soñar, soñar un misterio, y del misterio soñar un paso, y de soñar un paso soñar su templo, y de su templo grandes puertas de donde salir el misterio, y de su puerta su azulejo, y de su azulejo sus faroles, y de sus faroles sus tramos llenando el barrio zaidinero. Y del Zaidín sus balcones engalanados, y de sus balcones sus gritos y llantos, y de sus gritos el misterio, y del misterio su cuadrilla, y de su cuadrilla sus costales, rojos, blancos y negros, y de sus costales sus morados nazarenos, y de sus morados nazarenos mil tramos bien llenos. Yo quiero ver al “lanzao”, dicen, y soñar todo con ellos, porque son lo más cercano al Zaidín que hay en el cielo. Yo quiero ser “lanzao”, dicen, y tener ya de una vez también un techo. Y un techo que sea Zaidín, que compartamos los zaidineros, desde el que el Zaidín vaya a Granada pero por poco tiempo, porque aquí no pintamos nada. Que nos demos una vuelta, una breve visita, un pasar pasando un rato, dejando aromas de orquídeas, pero ya está, porque aquí no pintamos nada. 28
  • 29. Un cruzar para que nos vean, un mostrar cómo el Zaidín anda, un enseñar nazarenos y nazarenas, y nos vamos, porque aquí no pintamos nada. Un barrio que camina junto a su palio cuajando aceras, una multitud apretujada disfrutando del Zaidín en las Pasiegas, una Virgen bajo palio zaidinera que aparece petalada, y nos vamos, porque aquí no pintamos nada. Les mostramos cómo somos, cómo andamos, cómo trabajamos bajo nuestra parihuela, y nos vamos, porque aquí no pintamos nada. Les damos nuestra lección de cada año, les mostramos el camino, para que vean qué lejos hemos llegado, y nos vamos, porque aquí no pintamos nada. Que nos vean, que nos disfruten, que nos paladeen, que nos admiren, que nos recuerden y que nos premien, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que sepan que progresamos más rápido que nadie, por mejor camino, por el sendero certero, por la gracia del acierto, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que envidien nuestros tramos de nazarenos, nuestras costaleras, nuestros desvelos, nuestras devociones zaidineras, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que rompan la idea de que el centro del mundo son ellos, de que nos llevan ventaja, de que son los reyes de la baraja, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que se les bajen los humos de ser antiguos, que vean más allá de las calles estrechas, que aprendan lo que es querer a los Titulares, que aprendan y vean, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que sean capaces de congregar un barrio en torno a un paso, que lo sigan durante todo un día sin descanso, que se agarren al respiradero llorando, ojalá se copiaran cuando siente Granada, y vámonos pa´l Zaidín que aquí no pintamos nada. 29
  • 30. Que tengan tanto orgullo de barrio, que se tiren a las calles como posesos, que sientan como los nuestros, que muestren las fachadas engalanadas, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que respiren como respiramos, que recen como rezamos, que lo vivan como lo vivimos, que lo sientan como lo sentimos en nuestra alma, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que luchen como luchamos, que sufran como sufrimos, que monten en mitad de la calle, que sepan lo que es partir de la nada, y vámonos pa´l Zaidin, que aquí no pintamos nada. Que aprendan de nuestra modestia, que tomen lecciones humildes, que sepan luchar por sobrevivir, que copien de barrio nuestra esencia, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Que aprendan como se mece la Luz con “Virgen Coronada de Estrellas”, que sepan ganar metros con Redención, que a la Salud siempre la vean, que el Cristo del Trabajo les llene la mente para que nada más vean, y vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada, a nuestro barrio con nuestra gente, a nuestras calles con nuestros nazarenos, a nuestras farolas que nos alumbren, a nuestras avenidas sinceras. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí la gloria es barrio, y el barrio es pueblo, y el pueblo es sentir, y los sentimientos son sinceros. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Vámonos pa´l Zaidín, que a Granada vamos a comprobar que no hay nada que envidiar que tengamos del río hacia dentro. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Vámonos pa´l Zaidín, zaidineros, que todo el que sabe entiende, y el que entiende viene, porque en este barrio siempre reinan las emociones sinceras, la verdad y lo que es, la gracia improvisada, las lágrimas no 30
  • 31. copiadas, los sueños de los que luchan, la pasión de un barrio más envidiada. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. Y como os prometí al principio, porque no miento en lo que digo, y he dicho lo que siento, y siento por mí mismo, termino este pregón como empezaba al principio. Que ni una frase más diga, que no es necesaria ni hace falta. Que la frase todo lo dice y lo demás sobraba. Vámonos pa´l Zaidín, que aquí no pintamos nada. He dicho. Granada, a 7 de Marzo de 2.010. Sergio Berbel Leyva 31