Un comentario sobre la Carta del Cardenal Franc Rodé, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, dirigida a la Ministra General, Encarnación del Pozo y a toda la Orden Franciscana Seglar.
Una ExhortacióN De La Iglesia Para La Orden Franciscana Seglar
1. Una exhortación de la Iglesia para la Orden Franciscana Seglar.Un comentario sobre la Carta del Cardenal Franc Rodé La carta fechada el 6 de Mayo de Su Eminencia el Cardenal Franc Rodé, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, dirigida a la Ministra General, Encarnación del Pozo y a toda la Orden Franciscana Seglar, es un documento de gran importancia y amerita, por ello, la particular atención de todos y cada uno de los miembros de OFS.Es bueno recordar que la OFS depende directamente de la Santa Sede, y del Papa en particular, a través de la CIVCSVA.1 En la intervención del Cardenal Rodé, por tanto, es la misma Iglesia jerárquica que le habla a la Orden y lo hace así en continuidad coherente con el Magisterio del Papa para la OFS. En la carta resuena de nuevo el llamado de Juan Pablo II con respecto a lo que la Iglesia espera de nosotros y aguarda con impaciencia, para poder contar con todos y cada uno de nosotros, tal cual ella contaba con Francisco y con toda su Familia.La Santa Sede no cesa de repetir, autoritativa e insistentemente, que somos parte viva, integrante y esencial de la Iglesia, donde debemos ejercitar plenamente nuestro papel como cuerpo vivo.La Iglesia espera de la única Orden Franciscana Seglar, una y única, un gran servicio a la causa del Reino de Dios en el mundo hoy. Ella desea que su Orden sea un modelo de unidad orgánica, estructural y carismática a todos los niveles, de tal forma que se presente ella misma al mundo como una “comunidad de amor” (Regla OFS 26). La Iglesia espera de ustedes, franciscanos seglares, un testimonio valiente y coherente de vida cristiana y franciscana, con miras hacia la construcción de un mundo más fraterno y evangélico para la realización del Reino de Dios. (Juan Pablo II, Mensaje al Capítulo General de la OFS, 22 de Noviembre del 2002).Nosotros esperamos, en síntesis, que esta Fraternidad crezca en la iglesia como cuerpo vivo fundado en la comunión, elaborando, en los contextos contemporáneos, estilos de compromiso social, cultural y espiritual. (Carta del Card. Rodé) La carta del cardenal subraya algunos puntos clave y expresos una fuerte exhortación, centrada en la palabra evangélica parresía en combinación con el mandato misionero, para todos los Franciscanos Seglares, singular y colectivamente como Orden en todas sus expresiones: locales, regionales, nacionales y mundial.Los puntos clave son los siguientes:LA IMPORTANCIA DE VIDA UNA VERDADERAMENTE FRATERNASon ustedes llamados a ofrecer una contribución propia, inspirada en la persona y el mensaje de San Francisco de Asís, para acelerar la venida de una civilización en la cual la dignidad de la persona humana, la coresponsabilidad y el amor están verdaderamente vivos (Cf. Gaudium et Spes 33 ff). Deben ustedes profundizar los verdaderos fundamentos de la fraternidad universal y crear por doquier el espíritu de acogida y la atmósfera de fraternidad (Juan Pablo II, Mensaje al Capítulo, 2002).____________________________ 1. La OFS, como asociación pública internacional, está unida con un vínculo particular al Romano Pontífice, del que ha obtenido la aprobación de la Regla y la confirmación de su misión en la Iglesia y en el mundo.EL REDESCUBRIMIENTO Y LA CONSOLIDACIÓN DE LA PROPIA IDENTIDAD Y MISIÓN EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDOEn virtud de la profesión, la Regla y las Constituciones Generales deben representar para cada uno de ustedes, el punto de referencia de la experiencia diaria, a partir de una vocación específica y una identidad precisa.Empéñense con firmeza contra todas las formas de explotación, de discriminación y de exclusión y todas las actitudes de indiferencia hacia los demás (Juan Pablo II).Ustedes, Franciscanos seglares, vivan por vocación, la pertenencia a la iglesia y a la sociedad, como realidades inseparables. Por esto, se les pide antes que todo, el testimonio personal en el ambiente en el que viven: “delante de los hombres; en la vida familiar; en el trabajo; en la alegría y en el sufrimiento; en el encuentro con los hombres, todos hermanos en el mismo Padre; en la presencia y participación en la vida social; en la relación fraterna con todas las creaturas” (Constituciones Generales OFS 12.1). (Juan Pablo II)CONCIENCIA DE ESTAR PRESENTE EN TODO EL MUNDO, INCLUSO DONDE LA IGLESIA ES PERSEGUIDATal vez no se les pedirá el martirio de sangre, pero ciertamente se les pide el testimonio de coherencia y firmeza llevando a cabo las promesas hechas en el Bautismo y la Confirmación, renovadas y confirmadas con la Profesión en la Orden Franciscana Seglar. (Juan Pablo II) ANIMAR Y APOYAR A LA JUVENTUD FRANCISCANA La carta, luego, contiene una fuerte y preocupante, exhortación a ser eficaces “signos de contradicción”, con franqueza y valor, en los sucesos del mundo sin contentarse con sobrevivir en un culpable acuerdo tácito frente al mal del mundo y frente a los pobres y marginados. La Iglesia espera de nosotros, insta el Cardenal, que tengamos un comportamiento de auténtica parresía evangélica invertida en la ciudad del hombre. En la cuidad de las relaciones humanas concretas, de ‘humanidad en situación’, no en una ciudad virtual, meramente académica, de situaciones teóricas, y conformidad complaciente frente a los poderosos de turno, por miedo o, peor aún, por beneficio propio.¿Qué es parresía?Es el hablar claro, sin miedo y sin titubear, dando testimonio inflexible a la verdad del Evangelio, rindiendo razones de la esperanza que vive en nosotros, sembrando con humilde valentía la semilla de la Palabra. Hoy, más que nunca, debemos pedir al Señor la gracia de la parresía, para cada uno de nosotros, para toda la OFS y para nuestras iglesias.Para redescubrir nuestra misión profética y no permanecer callados ante la violencia perpetrada sobre los pobres.Para saber intervenir con valor cada vez que se violen los derechos humanos.Para no temer las amenazas y hablar con honestidad, sin traicionar la Palabra de Dios y comprometiéndose, cuando los derechos de Dios se subordinan a los intereses del hombre y de los ídolos que reclamarían Su lugar. Juan Pablo II exhortaba con fuerza a la parresía:“A La parresía de la fe debe corresponder la audacia de la razón” (Fides et Ratio, 48)Y el Santo Padre Benedicto XVI, entonces un Cardenal, comentó sobre esto en estas palabras:En un clima en el cual el Catolicismo actual se arriesga siendo demasiado condescendiente frente a la cultura común de valores y de los derechos humanos, a menudo considerados “reglas en un juego social” variables, el Santo Padre reivindica el derecho y el deber de hablar fuerte y claro, de proclamar a Cristo verdad última y definitiva del hombre y del mundo con parresìa, así es. (De una plática del Card. Ratzinger sobre la encíclica.).Y sobre la audacia, un Franciscano Seglar excepcional, el Obispo Don Tonino Bello, se expresa así:“Audacia” no significa impetuosidad ni temeridad, sino parresía, como libertad, franqueza de palabra, capacidad expresa de decir las cosas en el nombre del Evangelio. No significa bajar de tono el Evangelio, endulzarlo o diluirlo hasta el punto donde ya no dice algo nuevo.[…]Existe una muy hermosa expresión en los Hechos de los Apóstoles, donde dice: “Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, y habló en voz alta.”Esto es parresía: ponerse de pie, teniendo el valor para hablar junto con los otros, no como voces solitarias, no cada cual por su lado. La valentía consiste en hacer que los demás hablen, como grupo, como asociación, como Iglesia, como diócesis o como parroquia.Así es como la Iglesia nos quiere: francos, abiertos, valientes, llenos de Dios, en el estilo del Franciscanismo de los orígenes, según el bellos estilo del Seráfico Padre, fieles al dictado de la Regla, pasando del Evangelio a la vida y de la vida al Evangelio, fieles ejecutores de la misión que Dios encomendó a Francisco, para él y sus hijos, y la cual la Iglesia ha confirmado.¿Pero somos realmente así?Juan Pablo II, en su Mensaje del 2002, lo pone en dudas y nos pide confrontarnos con nosotros mismos, para que nunca fallemos en nuestra fidelidad a nuestra vocación y Profesión:Si ustedes son realmente movidos por el Espíritu a alcanzar la perfección de la caridad en su propio estado seglar, “sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial” (Nove millennio ineunte 31). Deben ustedes empeñarse con convicción en aquel “alto estándar de la vida Cristiana ordinaria” al cual invite a los fieles al final del Gran Jubileo del 2000 (Ibid). Dejémonos interpelar, hermanos y hermanas, por estas exhortaciones para renovar nuestro compromiso y caminar con valor y humildad por los caminos del Señor.Se trata, mis queridos hermanos y hermanas, de tener el valor de:Verificar nuestra propia fe.Verificar la fidelidad a nuestra vocación y a la Profesión de Vida EvangélicaVerificar y renovar la autenticidad de nuestra “conversión” permanenteEs solo a través de nuestra conversión y nuestros esfuerzos por conformarnos a Cristo, como Francisco, que podrá nacer y prosperar nuestra parresía y la fidelidad al cumplimiento de nuestra Misión.Se trata de reconocer el Proyecto que Dios tiene para cada uno de nosotros, en el cual encontraremos nuestra propia verdad, que es Cristo, y la gracia para realizar en plenitud nuestra vocación y misión, quedándonos aferrados a la caridad en la verdad, que es Dios, como nos lo enseña el Santo Padre, Benedicto IXVI en su última Encíclica, Caritas in Veritate:La Caridad en la verdad... es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad..El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asumiendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo plenamente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y, aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32). Por tanto, defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. (Caritas in Veritate, 1) No olvidemos, mis queridos hermanos y hermanas, que somos cerca de 450 000 Franciscanos Seglares profesos, esparcidos en cada rincón del mundo.Somos una gran fuerza potencial de bien y de gracia al servicio a la Iglesia.Somos el 75% de los Franciscanos en el mundo!¿Se pueden ustedes imaginar lo que podemos lograr al servicio del Reino y del Evangelio si solo fuésemos todos verdaderos, auténticos, y buenos Franciscanos Seglares? Vamos, entonces, hermanos y hermanas, respondamos al llamado de la Iglesia: permítasenos “remar mar adentro”, Duc in Altum, con valentía, sin que la Iglesia siga esperando que nos exhorta a emprender plenamente nuestro puesto en la Iglesia y en el mundo.Benedetto Lino, OFSCoordinador Comisión Formación