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               DIABLOS Y DIABLURAS
          EN LA LITERATURA DE SECRETOS

                                                     José PARDO TOMÁS



Hacia una reinterpretación de la literatura de secretos

           «Entre todos los libros de títulos mentirosos, sobresalen aquellos
      que llaman libros de Secretos de naturaleza [...] Propónense en ellos
      remedios admirables contra todo género de dolencias: condimentos para
      hacerse, o mentirse, las mujeres hermosas; los avaros leen arbitrios para
      adquirir, o aumentar riquezas; los curiosos invenciones para ejecutar
      maravillas. No hay pasión o apetito para quien no halla su brindis en un
      libro de Secretos. Sin embargo, estos son los libros más inútiles y,junta-
      mente, los más costosos. Los más inútiles, porque en el efecto nada se
      halla en ellos de lo que se busca. Los más costosos, porque no sólo cues-
      tan aquello en que se venden, pero muchísimo más que se gasta en hacer
      ésta, aquélla, y la otra experiencia [...] En atención a tantos inconve-
      nientes, de mi dictamen a nadie se debiera dar licencia para imprimir
      libros de Secretos» l.

    Estas palabras fueron escritas en 1729 y son representativas de
cuál iba a ser a partir de entonces la fortuna histórica de los llama-
dos libros de secretos. La cita procede del Teatro crítico de Benito
Jerónimo Feijoo, cuya apelación a la prohibición radical de los mis-
mos no deja de resultar sorprendente, pues hubo un tiempo en que

    I B. J. FEIJOO, eatro crítico universal, t. 3, Madrid, 1729, discurso 2.°,
                  T
pp. 19-21.
298                            JOSÉ PARDO TOMÁS



tales libros constituyeron también un objetivo importante de la cen-
sura inquisitorial2. Sin duda, los motivos de los inquisidores del últi-
mo tercio del siglo XVIy primer tercio del siglo XVIIdebieron de ser
diferentes de los que movieron al benedictino en el primer tercio del
siglo XVIII.Aun así, no deja de ser interesante preguntarse por las
causas del común interés en prohibir la difusión de dicho género de
libros. Sea como fuere, la reacción crítica de los ilustrados ante lo
que consideraban «supercherías» o creencias irracionales del vulgo
incluyó también la denostación de la literatura de secretos, presenta-
da como claro exponente de la pervivencia de los males que las
Luces conseguirían erradicar. A medida que la nueva filosofía expe-
rimental avanzó en el siglo XVIII,la filosofía natural aristotélica
(aquélla que, como veremos, presuponía la existencia de causas
ocultas y de propiedades secretas de las cosas) se derrumbó y fue
colocada por los intelectuales ilustrados en el limbo de la «supersti-
ción» (deliberadamente confundida en muchos casos con la «igno-
rancia del vulgo»), haciendo caso omiso al hecho de que buena par-
te de las elaboraciones que le habían dado cabida no habían tenido
nada que ver con la cultura popular, sino que, por el contrario, se
habían mostrado abiertamente hostiles a la misma.

    Pero lo que ahora nos interesa subrayar es que los supuestos de
la Ilustración, en éste como en tantos otros casos, fueron asumidos
por la tradición positivista decimonónica, que quiso ver en ellos los
prestigiosos antecedentes de su beligerancia antisupersticiosa, de su
cruzada a favor del pensamiento racional y de su apuesta por el pro-
greso de la ciencia positiva. Precisamente por eso, dicha imagen ha
tenido un gran peso en la historia de la ciencia durante más de un
siglo, es decir, desde sus orígenes como disciplina en el último ter-
cio del siglo XIXhasta prácticamente los años setenta del siglo pasa-
do. En realidad, la consideración de la literatura de secretos como
exponente de unos saberes alejados de la cultura académica y cerca-
nos a tradiciones populares, así como a prácticas y creencias carga-
das con la anacrónica etiqueta de «pseudocientíficas», no resiste el
análisis histórico desde el punto de vista de la nueva historia cultural
y social de la ciencia. De hecho, la mayor parte de los saberes en
que esos libros se basaban pertenecían plenamente a la cultura uni-
versitaria, y el arsenal de autoridades y erudición libresca que solían
aportar (convenientemente reducido para la ocasión) procedía de la

    2 J. PARDO  TOMÁS,«Censura inquisitorial y lectura de libros científicos. Una
propuesta de replanteamiento», Tiempos Modernos, 9 (4), 2003, pp. 1-18 [16].
299
                 DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



filosofía natural, la historia natural y la medicina mejor considera-
das en la tradición académica europea.
    Lo que la mayor parte de dichos libros se proponían (y así lo
declaraban explícitamente, en un doble intento de captar lectores y
de dotarse de prestigio intelectual) era poner al alcance de públicos
más amplios (mediante la imprenta y la elección de la lengua vulgar)
saberes y prácticas acerca del mundo natural que hasta el momento
habían estado reservadas a reducidas élites intelectuales. La abun-
dante y variada producción de libros de secretos a lo largo de más de
un siglo (el que va, más o menos, desde los años cuarenta del siglo
XVI hasta los años sesenta del siglo XVII) merece una completa
reconsideración por parte de los historiadores de la ciencia. En ese
sentido, los trabajos de William Eamon 3 significaron un punto de
inflexión fundamental que no ha sido ignorado por los escasos estu-
diosos que se han acercado a estas cuestiones en los últimos años4.
    Sin embargo, falta aún mucho por hacer. Y una de las tareas más
urgentes consiste precisamente en situar en el centro de nuestra
atención la enorme difusión que dichos textos consiguieron en la
Europa de los siglos XVIY XVII.El éxito editorial de estas obras
(buscado abiertamente por quienes las escribieron, las financiaron y
las imprimieron) nos indica que una extensa gama de lectores' acce-
dió a ellas. Por tanto, no parece inadecuado tomar en consideración
algunos supuestos historio gráficos procedentes de los recientes
estudios acerca de la llamada «popularización de la ciencia», aun-
que en su inmensa mayoría hayan sido formulados para épocas pos-
teriores, a la que nos ocupa 5. Por otro lado, la recepción y la apro-
piación de los contenidos de esos textos, realizada por sus muy
variados grupos de lectores, deberían también entrar a formar parte
esencial de dicho análisis 6. Tal enfoque, creemos, daría resultados

        W. EAMON,Science and the Secrets of Nature: Books of Secrets in Medieval
    3
and Early Modern    Europe,   Princeton,   1994.
       Buen ejemplo de ello son otras dos monografías que han resultado también
    4
esenciales para nuestra interpretación: S. CLARK,Thinking with Demons: The Idea
ofWitchcraft in Early Modern Europe, Oxford, 1997, L. DASTON K. PARK,Won-
                                                                   y
ders and the OrderofNature, 1150-1750, Nueva York, 1998.
     5 R. COOTER S. PUMFREY,
                  y                «Separate spheres and public places: Reflections
on the history of science and science in popular culture», History of Science, 32,
1994, pp. 237-267.
     6 Véase, a este respecto, el ejemplo del excelente estudio de P. BURKE,Los

avatares de «El cortesano». Lectura y lectores de un texto clave del espíritu rena-
centista, Barcelona, 1998.
300                              JOSÉ PARDO TOMÁS



muy significativos en lo concerniente a diversos aspectos, entre
ellos la presencia o ausencia de consideraciones acerca del diablo y
de sus acciones en los libros de secretos.
    Si, como ha mostrado Stuart Clark, los textos de demonología
(escritos mayoritariamente en latín y para un público reducido de
estudiosos, capaces de navegar en sus elaboradas consideraciones
filosóficas, teológicas y morales) son de una indudable importancia
para entender la cultura intelectual de la época que más y mejor
conoció al diablo, los libros de secretos no pueden tener una rele-
vancia menor, aunque sólo sea porque llegaban a un público más
heterogéneo y considerablemente más amplio. Así pues, el objetivo
que enmarca este capítulo es la presentación de algunos textos, uni-
da a un primer análisis del papel que el demonio desempeñó en los
mismos. Lo que nos ha movido principalmente en nuestro interés
hacia los libros de secretos es su inmenso éxito en toda Europa a lo
largo de todo el siglo XVIy buena parte del siglo XVII,así como los
usos y apropiaciones que de sus contenidos pudieron hacer lectores
muy diversos. En realidad, es una investigación que arranca de un
«filón» de insatisfacción apenas esbozado en mi estudio sobre la
censura inquisitorial: ¿por qué inquisidores, calificadores y delato-
res parecieron siempre tan interesados en esos libros y en sus deplo-
rables consecuencias entre «oficiales, mozuelos y mujercillas»,
como uno de ellos calificó a sus lectores 7?
    La aparición del libro de Eamon en 1994 permitía por vez pri-
mera aclarar algunas cosas y, sobre todo, situar el género ante los
historiadores de la ciencia de un modo radicalmente diferente al tra-
dicional. Pero la contundencia del libro y de su planteamiento alza-
ba una auténtica cortina de humo respecto a la cuestión de los recep-
tores de los libros de secretos, al centrarse casi exclusivamente en
los emisores de tales discursos. Algo similar cabe decir del libro de
Clark, aparecido en 1997, una obra que contenía un ambicioso y
contundente análisis de centenares de textos demonológicos. Su
esfuerzo no daba cabida más que tangencialmente a la cuestión de

          J. PARDO
                 TOMÁS,
                      Ciencia y censura. La Inquisición española y los libros
      7
científicos en los siglos XVIy XVII,Madrid, 1991, pp. 343-347; para una posterior
elaboración de los motivos de esa insatisfacción, véase mi «Censura inquisitorial
y lectura de libros científicos». La frase entrecomillada procede de una carta,
fechada en octubre de 1609, que Luis de Guzmán mandó desde su convento de
Sevilla a los inquisidores delatando varias obras, entre ellas la Phisonomia y
varios secretos de naturaleza, de JERÓNIMO   CORTÉS: rchivo Histórico Nacional,
                                                      A
Inquisición, lego 4472, expediente 11.
301
                  DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



los usos y apropiaciones de sus lectores. Después de todo, podría-
mos plantear una lectura diferente del texto de Feijoo evocado al
principio y preguntamos por qué los ilustrados se mostraron tan
interesados en presentar ese tipo de obras como producto de la igno-
rancia del vulgo y de la irracionalidad supersticiosa, cuando no eran
ni una cosa ni la otra. Podría pensarse que pretendían apropiarse la
crítica cultural mediante el control de los mecanismos de configura-
ción de una «opinión pública» que en cierto modo estaban constru-
yendo a su medida, lo que les llevaría a oscurecer otras tradiciones
vulgarizadoras vistas como espurias a las que se les negaba el valor
que ellos se arrogaban: la racionalidad. Lo que no tiene sentido para
la historia de la ciencia es seguir planteando una interpretación de
esos textos en los mismos términos en que lo hicieron los ilustrados
del siglo XVIII,los positivistas del siglo XIX,o los historiadores de
las ideas a lo largo de la mayor parte del siglo xx.


Desvelando los secretos naturales:
conceptos previos y definición del género

             «El entendimiento del hombre no descansa ni le parece que sabe la
        cosa enteramente hasta que no conosce las causas y razones della; dié-
        ronse [los sabios] a inquerir y entender y, en esta contemplación, muchas
        causas hallaron muy ciertas que se podían entender y conoscer, a lo
        menos teniendo algunos principios naturales y conoscimiento de las
        calidades de los elementos, de que todas las cosas inferiores son com-
        puestas, como son las causas de las virtudes y fuer<;asde las cosas que se
        llaman elementales (como es calentar y enfriar, y humedescer y dese-
        car), las quales llaman calidades principales o primeras. Estas tales
        alcan<;aronque les venían de las quatro primeras calidades de los ele-
        mentos: agua, tierra, ayre, fuego [...] conoscieron venirles también de los
        elementos por la mezcla dellos, y llámanles calidades secundarias (como
        tener una cosa propiedad de ablandar y otra de molificar, o retener, con-
        fortar y ser dulce y ser amargo) [.oo] ero ay otras propriedades y virtudes
                                              p
        en las cosas que se llaman ocultas y maravillosas porque no se sabe de
        dóndeles venganni entiendenla causani razón[oo.]Y destas hablaremos
        aquí, como cosa más codiciosa y menos sabida» 8.

        P. MEXÍA,Silva de varia lección, en A. CASTRO(ed.), Madrid, 1989-1990; la
    8

cita en vol. 1,pp. 799-800 Y804. La primera parte de la obra de Mexía apareció en
Sevilla, en 1540; la primera edición completa de las cuatro partes de la Silva, en
Valladolid,en 1551.
302                                JOSÉ PARDO TOMÁS


    Pedro Mexía explicaba muy bien en su Silva de varia lección
cómo había propiedades conocidas de las cosas y cómo había otras
secretas y ocultas; el campo era vasto en ese territorio y no resulta
extraño que provocara en muchos el deseo de inquirir acerca del
mismo. Uno de los tópicos utilizado comúnmente como ejemplo era
el de la piedra imán. Ignorar las propiedades de las cosas podía
embaucar a muchos ignorantes, mientras que, por el contrario, tam-
bién podía servir de acicate a los instruidos. Como Jerónimo Cortés,
otro de nuestros autores de libros de secretos, advertía:

               «Los que son dados a juegos e invenciones aparentes, han inventa-
           do con la virtud de la piedra imán mil curiosidades y subtilezas de
           manos, que a los que las veen y no lo saben, les parecen encantamien-
           tos» 9.


    Dicho de otro modo, tan «naturales» eran las propiedades prima-
rias y secundarias de las cosas como las secretas u ocultas, y se
podía -y debía- tratar de explicar las causas de los fenómenos
tanto mediante la razón como por la experiencia: un binomio sobre
el que insisten en fundamentar su retórica de justificación los auto-
res de nuestros libros. Así lo reiteraba Juan de Cárdenas:

           «aunque muchos affirman que no la hay y que es desatino esto de la vir-
           tud occulta, vemos por experiencia lo contrario y que realmente ay pro-
           piedades y virtudes admirables, secretas y maravillosas en yervas, pie-
           dras y animales, las cuales como tengo ya dicho se llaman occultas por
           ser conocidas no por sí mesmas, sino por sus effectos» 10.

     Ésa era la tarea que los autores de los libros de secretos reivindi-
caban para sus obras, en las que se aspiraba, fundamentalmente a
conocer racionalmente dichos secretos para ofrecerlos a un público
lo más amplio posible, deseoso de saciar su curiosidad y conocer la
utilidad práctica de tales conocimientos. Lo importante, pues, es com-
prender hasta qué punto para los europeos de finales del siglo xv, de
todo el siglo XVIy de la mayor parte del siglo XVII(fueran cultos,
semicultos o incultos -en el sentido más tradicional de estos térmi-

     9 J. CORTÉS,Phisonomia y varios secretos de naturaleza, TaITagona, 1609,

f. 29v. Esta que manejamos es la tercera edición, la primera data de 1597.
           J. de CÁRDENAS,
                        Problemas y secretosmaravillosos de las Indias, México,
      10
1591; el texto, del que apenas se conocen ejemplares, resulta hoy más accesible
gracias a la ediciones de Xavier LOZOYA(México, 1980) y Ángeles DURÁN
(Madrid, 1988). Citamos por esta última, p. 223.
303
               DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



nos-) la explicación de determinados fenómenos y sus causas se
hallaba oculta en el mundo de lo maravilloso, lo raro, lo exótico o lo
secreto. Estos «secretos» se llamaban «naturales» porque debía que-
dar claro en todo momento que no rebasaban el otro lado de la línea
que separaba el mundo natural del sobrenatural. El territorio de las
maravillas, de las causas ocultas, de las pr9piedades secretas de las
cosas, era parte definitoria y esencial del mundo natural, lo que
implicaba la asunción de la obligación de historiar tales maravillas
(en el sentido de narrar y de recopilar), de investigarlas e ir desen-
trañando sus causas ocultas y propiedades secretas. A dicho esfuer-
zo se dedicó, con creciente atención y extensión, un considerable
número de estudiosos (teólogos, filósofos, médicos). Muchos de
ellos incluyeron en su programa la necesidad de aumentar el bagaje
de las historias naturales de lo maravilloso, lo secreto y lo oculto
procedentes inicialmente en su mayor parte de textos clásicos y
medievales. En primer lugar, se impuso forzosamente un vasto cam-
po de ampliación: el del mundo natural exótico derivado de la
expansión y colonización de inmensos territorios hasta entonces
desconocidos para los europeos (ya que sus fuentes se basaban
mayoritariamente en los textos clásicos). En segundo lugar, y para-
lelamente, la ampliación se produjo también en la dirección del uti-
litarismo, dando entrada en la tarea recopilatoria a una serie de prác-
ticas, recetas y fórmulas ocultas de las que podía derivarse un uso
efectivo. No cabe duda que, en este sentido, la obra Problemas y se-
cretos maravillosos de las Indias de Juan de Cárdenas tuvo el méri-
to de aunar ambas ampliaciones del campo de visión en un único
tratado, cuya breve andadura editorial en su época, sin duda, debida
a su producción excéntrica, no ha impedido que su contenido haya
suscitado nuestro interés en relación con el tema que nos ocupa.
    Una parte de tales estudiosos -lo cual resulta especialmente
revelador-decidió     en un momento dado (a partir, sobre todo, de los
años cuarenta del siglo XVI)elaborar obras dirigidas a un público más
amplio que el de los expertos. En ellas se mostraban convencidos de
la existencia de lectores interesados, excluidos del disfrute directo de
los tratados producidos por la élite intelectual, puesto que ni maneja-
ban el latín ni estaban familiarizados con la mayor parte del acervo
erudito y libresco que sus autores consideraban indispensable en
dichas obras. Tanto autores como lectores, ávidos de lecturas sobre lo
desconocido, supieron utilizar admirablemente las inmensas poten-
cialidades que el mundo del libro impreso había consolidado desde
hacía unas décadas. El resultado de todo ello fue un auténtico boom
304                             JOSÉ PARDO TOMÁS



editorial de los libros de secretos en toda Europa durante la segunda
mitad del sigloXVIy las primeras décadas del XVII.
    Por citar solamente tres ejemplos de este éxito, diremos que el
libro de secretos naturales publicado bajo el nombre de Alessio Pia-
montese conoció veinticuatro ediciones en italiano, veintiocho en
francés, quince en alemán, catorce en inglés, diez en latín, siete en
flamenco, tres en castellano, dos en polaco y una en danés; la Silva
de varia lección, de Pedro Mexía, vio la luz en un siglo treinta y dos
veces en castellano, treinta y una en francés, treinta en italiano, cin-
co en inglés, cinco en flamenco y cuatro en alemán, sin contar un
buen número de imitadores, tanto hispanos como franceses, italia-
nos o ingleses; asimismo, el Jardín de flores curiosas, de Antonio de
Torquemada fue editado nueve veces en castellano, ocho en italiano,
cinco en francés, dos en inglés y dos en alemán. Lo que a nuestros
ojos da unidad de género a estas obras es, precisamente, la recep-
ción de su público, además de la clara y explícita intención de poner
al alcance del mayor número de lectores el mundo de los secretos
naturales. Pero conviene advertir que la variedad estructural de estas
obras es muy grande, hasta el punto de que quizá pueda parecer dis-
cutible, desde una óptica meramente formal, considerarlas como un
único género de literatura científica. Pese a ello, hemos decidido
englobar en una sóla categoría tales obras, por lo que tienen en
común.
    Por un lado, todas ellas establecen una relación similar entre el
cuerpo de saberes de la filosofía natural y de la medicina que tanto
la cultura bajomedieval como la humanística habían elaborado, así
como una serie de conocimientos y prácticas científicas procedentes
de ámbitos menos elevados (cirujanos, boticarios, mineros, artesa-
nos de diversa índole). Así, por ejemplo, Alexo Piamontés escribía
en su aviso al lector:

      «aviéndome por natural inclinación deleitado en las cosas de la Filoso-
      fía, y secretos de naturaleza, he peregrinado por el mundo cincuenta y
      siete años por tener conocimiento de personas doctas en toda arte, y
      ciertamente muchos y muy buenos secretos he adquirido [no sólo de]
      doctos señores, también de pobres mugercillas, de oficiales, de labrado-
      res, y de todo género de personas» 11.

    1 [G. RUSCELU],Secretos de el Reverendo Don Alexo Piamontés, Alcalá,
1640, f. 9. La versión castellana es de Alonso de Santa Cruz y se imprimió por vez
primera, tanto en Zaragoza como en Barcelona, en 1563.
305
                  DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



   Por otro lado, dicha relación se establecía con la voluntad de
aunar ambas esferas del conocimiento natural para así transmitido
a amplias capas de la población (desde la letrada hasta la escasa-
mente cultivada e incluso la analfabeta), que accederían al conteni-
do de los libros a través de la lectura en voz alta. Como decía Juan
de Cárdenas:

              «Yo escrivo más para curiosos romancistas que para hombres scien-
         tíficos y letrados, pues éstos no tienen necessidad de documentos de un
         hombre mo~o» 12.

    La variedad de formas y géneros literarios (en sentido estricto
del término) es amplia y hemos procurado analizarla en su totalidad
centrándonos en siete ejemplos concretos del ámbito hispánico. La
referencia inmediata de Pedro Mexía en el pasaje que citábamos al
comenzar este apartado era el principio de los Problemata de Ale-
jandro de Afrodisia, obra emblemática de todo un género -el de los
problemata y las dubia- procedente en parte de la tradición saler-
nitana, que había cobrado especial trascendencia en el sistema edu-
cativo nacido con las escuelas y universidades bajomedievales y
renacentistas 13. La misma referencia es la que aparece una y otra
vez, tanto en autores anteriores (por ejemplo, en los Secretos de Phi-
losophia de Alonso López de Corella)14 comoposteriores(porejem-
plo, en los Problemas de López de Villalobos) 15, que publicaron sus
obras en un formato mucho más cercano al tradicional que el repre-
sentado por la original y ambiciosa Silva de Pedro Mexía. López de

        CÁRDENAS,  Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 28.
    12

        A. BLAIR, «The Problemata as a Natural Philosophical Genre», en
    13

A. GRAFfONy N. SIRAISI eds.), Natural Particulars. Nature and the Disciplines in
                         (
Renaissance Europe, Cambridge MA, 1999, pp. 171-204; para ésta y otras tradi-
ciones medievales conexas, véanse los dos estudios de B. LAWN,The Salernitan
Questions: An Introduction to the History of Medieval and Renaissance Problem
Literature,Oxford, 1963, y The Rise and Decline ofthe Scholastic «Quaestio Dis-
putata». With Special Emphasis on Its Use in the Teaching of Medicine and Scien-
ce, Leiden, 1993.
         A. LÓPEZ
                DECORELLA,
                        Secretos de Philosophia, Astrología y Medicina, y
    14
de las quatro Mathematicas sciencias, divididos en cinco quinquagenas de pre-
guntas, Zaragoza, 1547. La obra es fácilmente accesible gracias a la reciente edi-
ción de Juan Cruz Cruz, Pamplona, 2001. Había estado precedida por: Secretos de
philosophia y medicina, Salamanca, 1539, y Treszientas preguntas de cosas natu-
rales en diferentes materias. Con las respuestas y alegaciones d'auctores, las qua-
les fueron antes preguntadas a manera de perque, Valladolid, 1546.
      15 F. LÓPEZDEVILLALOBOS,   Libro intitulado los problemas de Villalobos, que
trata de cuerpos naturales y morales, Sevilla, 1574.
306                                JOSÉ PARDO TOMÁS



Corella ofrecía una justificación de su estilo en el proemio de su
obra, utilizando, como en el resto de sus preguntas, el verso:
                           «Pues toda interrogación
                           es medio para saber,
                           preguntas quiero poner
                           para ver la solución.
                           Principiaron los pasados
                           a saber filosofía:
                           por ser muy maravillados
                           de efectos muy señalados
                           que les daban gran porfía.
                           y las causas no sabiendo
                           contemplaban sin recelo:
                           siempre estaban arguyendo
                           y el movimiento midiendo
                           de elementos y del cielo» 16.
    La calidad y ambición de la obra de Mexía, además de su enor-
me éxito editorial, influyeron indudablemente en autores posterio-
res, como resulta evidente en el Jardín de flores curiosas de Antonio
de Torquemada, quien de todos modos eligió para su obra otro géne-
ro de inspiración clásica de probada eficacia pedagógica en el Rena-
cimiento (y aun después): el diálogo 17. La Silva de Mexía, así como
los Problemas de Villalobos, están, sin duda, detrás de la inspirada
decisión del joven Juan de Cárdenas de escribir sus Problemas y
secretos maravillosos de las Indias, obra para la que eligió una
estructura más cercana a la historia natural pliniana, admitiendo
explícitamente que «el gusto de los lectores» le había llevado a pen-
sar en una especie de «selva de varia lección indiana» 18.
    Mucho más cercanas al recetario medieval fueron las obras ins-
piradas directamente en los libros de secretos italianos; entre ellas, las
más difundidas consistían, formalmente, casi en una mera recopilación
de recetas. Altamente representativa de esta modalidad es, sin duda,
la traducción que Alonso de Santa Cruz hizo de los Secreti de Alexo
Piamontés, que constituyó el best-seller del género en toda Europa 19.
Por último, cabe destacar la hábil y eficaz mezcla de todos esos
géneros formales en un tratado como el de Jerónimo Cortés, en el

           LÓPEZ DE CORELLA, Secretos de Philosophia, p. 77.
      16

           M. T. JONES-DAVIES (ed.), Le dialogue au temps de la Renaissance,   París,
      17

1984.
           CÁRDENAS,
                  Problemasy secretos maravillososde las Indias, p. 28.
      18
           Véasela tabla de más de un centenarde edicionesy traducciones, ntre
                                                                        e
      19
1555 y 1700, en EAMON, cience and the Secrets of Nature, p. 140.
                     S
307
                 DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



que los diálogos, la retahíla de preguntas y respuestas, o la recopila-
ción de recetas se unen a un remedo de tratado más formal para dar
como resultado una obra de indudable impacto entre los lectores.
Pese a todo, insistimos en que dicha variedad tipológica no invalida
nuestra decisión de englobar todas esas obras como un conjunto asi-
milable a un único género que podríamos denominar de literatura de
divulgación científica, aceptando de modo provisional un término a
todas luces anacrónico, sin entrar ahora en una discusión que nos
llevaría lejos de nuestro objetivo.
    Por lo que respecta al perfil de los autores, la tipología en un
principio no es menos diversa, aunque todos tienen en común una
formación universitaria y una variada actividad como escritores.
Algunos de ellos, además, ejercieron profesiones directa o indirecta-
mente relacionadas con el mundo científico y académico. Para
empezar, López de Corella, López de Villalobos y Juan de Cárdenas
eran médicos; Jerónimo Cortés, profesor de matemáticas y de astro-
nomía en la universidad de Valencia; Pedro Mexía y Alonso de San-
ta Cruz, cosmógrafos en Sevilla y en la corte, respectivamente; y
Antonio de Torquemada, clérigo y secretario del conde de Benaven-
te. Por otro lado, los dos cosmógrafos escribieron, además, impor-
tantes obras de su disciplina, y López de Corella numerosos tratados
latinos de medicina. Torquemada, Cortés y Cárdenas, por su parte,
parece que trataron de mantenerse más atentos a los requerimientos
del mercado del libro práctico, en el ámbito de sus respectivas espe-
cialidades. El catedrático valenciano fue autor de un libro de aritmé-
tica práctica y de un Lunario de considerable éxito editorial. Juan de
Cárdenas, desde la lejana Nueva España, volvió a probar suerte en el
mundo editorial unos años después de sus Secretos con un tratado
sobre las virtudes del chocolate y el modo de prepararlo. Por último,
Antonio de Torquemada publicó también un Manual de escribientes,
un tratado del juego de damas y unos coloquios satíricos, además de
un libro de caballerías que, como veremos, mereció la hoguera que
organizaron una noche un barbero y un cura en un pueblo manchego.
    Así pues, el perfil de estos professori di secreti a la española no
difería en mucho de los de un Girolamo Ruscelli o un Leonardo Fio-
ravanti, a quienes Eamon consideró prototípicos 20. Pero no es éste el
lugar para extendemos sobre tales aspectos. Veamos, por fin, cómo
y de qué manera estos autores, dedicados a poner los secretos de la
         EAMON, cience and the Secrets of Nature, pp. 134-167.
              S
    20
308                             JOSÉ PARDO TOMÁS


naturaleza al alcance de todos, dieron cabida en sus obras, dentro de
la más pura «ortodoxia demonológica», al diablo y sus diabluras.


Un sitio para el demonio: la presencia
del diablo y sus diabluras

    No puede olvidarse que, como ya hemos apuntado, la mayor
parte de los libros que constituyen nuestro objeto de estudio fueron
escritos por autores sólidamente formados en la filosofía natural
aristotélica tal y como se enseñaba en las universidades de la época.
Muchos de ellos, además, aportaban sus conocimientos de la médi-
cina hipocrático-galénica universitaria. Ello implicaba una concep-
ción de la naturaleza en la que, como han explicado muy bien Stuart
Clark, Katharine Park o Lorraine Daston 21, todo fenómeno que tenía
lugar en la physis obedecía a un complejo sistema multicausal, res-
pondiendo a una triple categoría de causas que podían hacer referen-
cia a cosas naturales, cosas no naturales y cosas pretematurales.
Esta triple esfera puede dar lugar a confusiones, dado nuestro modo
actual de concebir los fenómenos físicos; pero en la época resultaba
medianamente claro que correspondía al ámbito de de la filosofía
natural en tanto que opuesta a la acción sobrenatural, esfera única-
mente reservada a la voluntad y a la actuación divinas.
    El demonio se situaba plenamente en la esfera de lo pretematu-
ral. Como se observa en las obras que nos ocupan, tal era el lugar
donde se discutía acerca de su presencia como causa posible de
fenómenos naturales, de enfermedades o de acciones maravillosas;
esto es, de efectos al margen de lo ordinariamente natural. Lo pre-
tematural podía concebirse una y otra vez como anómalo, fuera de
lo ordinario, pero nunca como sobrenatural, esto es, como algo por
encima de las leyes de la naturaleza. Estaba presente en ésta, se
regía por sus leyes y debía ser tomado en consideración tanto en la
     21 S. CLARK, The Rational Witchfinder: Conscience, Demonological Natura-
                   «
lism and Popular Superstitions», en S. PUMFREY, al. (eds.), Science, Culture and
                                                    et
Popular Beliefin Renaissance Europe, Manchester, 1991, pp. 222-248; Daston y
Park, Wonders and the Order of Nature, esp. pp. 120-126. Nos ha resultado tam-
bién de gran utilidad en este sentido la lectura del trabajo de A. KEITI, «The Mira-
culous Body of Evidence: Mirac1es, Medicine, and the Inquisition in Seventeenth-
Century Spain» fpreprint para The Sixteenth-Century Journal, entregado en julio
2003, pp. 1-20]. Agradezco a su autor el permiso para citar el texto y a Jon Arriza-
balaga el haberme dado noticia de su existencia.
309
               DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



buena filosofia natural, como en la buena medicina. De hecho, se
reconocía una localización física de lo demoníaco asimismo en el
mundo natural, de lo que se derivaba una tipología tanto de los dis-
tintos diablos como de sus diabluras. Antonio de Torquemada ofre-
cía una explicación sobre la presencia de los demonios en nuestro
mundo particularmente física y concreta, que justificaba por razones
de disciplina moral:

     «a partir de la caída de Lucifer a los abismos; no todos los demonios
     pecaron por igual y, por tanto, no todos cayeron hasta lo más profundo;
     permitió Dios que muchos de ellos quedaran en los lugares intermedios
     porque también fue conveniente para nuestro merecimiento que tuviése-
     mos a los demonios por contrarios y en parte donde pudiésemos ser fati-
     gados con sus tentaciones; y para este efecto permitió Dios que quedase
     mucha parte de ellos en el aire y en la tierra y en el agua hasta el día del
     juicio, que irán todos a los abismos» 22.

    Las consideraciones de Torquemada resultan especialmente inte-
resantes como ejemplo del estilo vulgarizador de estos autores, ya
que, por un lado, sus disquisiciones adquirían autoridad gracias a los
nombres de Santo Tomás y Psellos (aunque a través de Gaudencio
Merula, uno de los demonólogos favoritos de Torquemada) y, por
otro lado, la explicación se suministraba al lector en el marco de un
apacible diálogo, con expresiones y conceptos de gran plasticidad y
claridad; por último, no se desaprovechaba la ocasión para deducir
de todo ello una lección moral. Sobre este último aspecto, común a
la mayor parte de las obras, vale la pena recordar cómo, sintomáti-
camente, el subtítulo de los Problemas de López de Villalobos
subrayaba que trataba «de cuerpos naturales y morales», dedicando
a los útimos toda la segunda parte de la obra.
     Volviendo a Torquemada y a su clasificación de los demonios,
éstos aparecen divididos en seis grupos de acuerdo con el espacio
físico que ocupan, en el que cada uno ejerce un «oficio» distinto,
actuando sobre el elemento natural, en el que habita:
    - en la suprema región del aire, los demonios de fuego, que
casi no actúan en el mundo, dada su cercanía respecto al cielo

     22 A. DE TORQUEMADA,   Jardín de flores curiosas en que se tratan algunas
materias de humanidad, philosophía, theología, y geographía, con otras cosas
curiosas y apazibles, Salamanca, 1570. Citamos según la edición más accesible,
que es la de Giovanni ALLEGRA,  Madrid, 1982, p. 253.
310                                JOSÉ PARDO TOMÁS


        en la media región del aire, los demonios que actúan sobre
las incidencias metereológicas
    - en la tierra, los demonios que actúan tentando a los humanos
en sus pasiones y ambiciones
    - en las aguas, los demonios que producen fenómenos relacio-
nados con fuentes, lagos, ríos y mares
    - en las cuevas, los demonios que causan temblores y persi-
guen a mineros y excavadores de pozos
    - en los abismos, los demonios encargados de atormentar las
almas de los condenados23.
    Como es de esperar, los seres humanos se relacionaban espe-
cialmente con los diablos terrenales y los situados en las esferas
más inmediatas a su ubicación (la región media del aire, las aguas
y las cuevas). Basta evocar leyendas y narraciones de diabluras
que presentan como víctima a un ser humano en relación con fenó-
menos metereológicos como las tormentas o los vendavales, o en
ámbitos como manantiales, arroyos, cuevas o simas, para darnos
cuenta del poder explicativo que la distribución espacial de los
diablos implicaba para los lectores de Torquemada o de cualquier
otro divulgador de la refinada demonología de los expertos. La
defensa de los humanos frente a estos diablos podía adoptar for-
mas muy variadas. Pedro Mexía se refería a una dedicada especial-
mente a los diablos aéreos: el sonido de las campanas. Las campa-
nas,

           «tienen otro effecto maravilloso: que los demonios que andan por el
           ayre huyen de su sonido y lo aborrescen, como cosa inventada y insti-
           tuyda para el culto y honrra de Dios; que assí como se agradan de
           otras músicas que incitan y provocan a mal, assí se desvían y desagra-
           dan del sonido de las campanas y les da pena [...] y no parezca impos-
           sible lo que dixe (huyr los demonios del sonido de las campanas) por-
           que no tengan cuerpos ni oydos para oyr, como sean inteligencias
           incorpóreas; porque es assí que las inteligencias y espíritus las cosas
           que no pueden comprehender con el sentido corpóreo, porque no le
           tienen, con conocerlas y entenderlas [las] comprehenden, y assí se
           atormentan los demonios con el fuego» 24.


    Pero los seres humanos, al margen de estas diabluras que com-
batían como podían, podían padecer otro tipo de fenómenos pro-

           TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas,   pp. 254-261.
      23

           MEXÍA,
                Silva de varia lección, vol. 1, p. 597-598.
      24
311
                DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



vocados por el diablo, además -claro está- de las inevitables
tentaciones mientras permanecían en el reino de los vivos y de los
horribles tormentos cuando habían llegado ya al de los muertos.
En concreto, había un tipo de individuo que presentaba sin lugar a
dudas una mayor receptividad a lo diabólico: nos referimos al
melancólico.



Melancólicos, brujas y aojados

    Para entender adecuadamente la relación entre diablo y melan-
colía es necesario partir del modo en que la medicina galénica de
la época explicaba la salud y la enfermedad en los seres humanos.
El médico debía saber interpretar las causas de la enfermedad del
cuerpo para proponer el restablecimiento de la salud. Estas causas
tenían que ver, como ya se ha apuntado, con las cosas naturales,
las no naturales y las pretematurales. Las prescripciones dirigidas
a lograr la curación debían, por tanto, guardar relación con todas
ellas. En primer lugar, el médico tenía que tener en cuenta las
cosas naturales, es decir, el temperamento o complexión del indi-
viduo, determinado según un esquema basado en los humores y
sus cualidades que respondían a los cuatro elementos y cualidades
primarias, tal y como explicaba el texto de Mexía antes citado 25.
Un individuo de complexión melancólica era aquél en cuyo orga-
nismo preponderaba el humor melancólico, el cual poseía las cua-
lidades básicas de la sequedad y la frialdad, como el elemento tie-
rra con el que se relacionaba. El siguiente esquema sitúa las
posibles combinaciones de los cuatro elementos con los humores,
sus cualidades y los órganos más directamente relacionados con
ellas.




     25 Juan de Cárdenas lo explicaba así a sus lectores: «Por negocio cierto y ave-
riguado se tiene entre los philósophos que toda la bassis y principal cimiento de la
philosophía y medicina estriba y se reduze a calor, frialdad, sequedad y humidad,
y es esto de tal suerte verdadero que, si de los cuerpos naturales faltasen las dichas
cuatro cualidades primeras, por la misma razón cessarían todas las obras y actos
que por orden natural se executan en la naturaleza»: Cárdenas, Problemas y secre-
tos maravillosos de las Indias, p. 37.
312                                JOSÉ PARDO TOMÁS


                  AIRE                                   FUEGO
                                       Caliente
                  sangre/corazón                         bilis/hígado




                Húmedo                                          Seco




                                                        TIERRA
                   AGUA                  Frío
                   flema/cerebro                        melancolíalbazo


     Tanto los melancólicos por temperamento como los aquejados
de enfermedad melancólica eran propensos a padecer visiones, apa-
riciones de fantasmas, sueños perturbadores o extrañas y repentinas
fobias. Porque los vapores y efluvio s del exceso de humor melancó-
lico tendían a acudir hacia las regiones superiores y podían afectar
al cerebro (véase la vecindad de esa región en el esquema anterior).
Dilucidar si el demonio había intervenido o no en los trastornos que
el melancólico padecía era siempre un problema arduo. La melanco-
lía constituía un auténtico reto para los médicos, ya que se trataba de
un territorio conflictivo, en los confines entre la demonología y la
teología. Pero el debate iba mucho más allá de los expertos, por eso
lo encontramos una y otra vez en nuestros libros de secretos. Lo
planteaba, por ejemplo, Luis, uno de los personajes que dialogaban
en el Jardín de flores curiosas, de Torquemada:

       «deseo entender este negocio de estas fantasmas, si son ilusiones y
       engaños del demonio, y se representan en la imaginación y fantasía
       solamente, o si se ven verdaderamente con los ojos corporales» 26.

    Antonio de Torquemada (que de todos nuestros autores fue, sin
duda, el más propenso a dar amplia cabida al diablo y sus diabluras)
presentaba las dos opiniones al respecto: la de los que pensaban que
las visiones y apariciones fantasmales eran simples manifestaciones
reducibles a la enfermiza sensibilidad del melancólico, y la de los
que pensaban que se trataba de auténticas diabluras, percibidas de

      26 TORQUEMADA,Jardín de flores    curiosas,   p. 249.
313
               DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



manera privilegiada por el melancólico, pero que sucedían «real-
mente». Torquemada trató de atribuir una u otra postura a destaca-
dos filósofos de la Antigüedad. Aristóteles y su escuela de peripaté-
ticos, así como Demócrito, eran de la opinión más escéptica con
respecto al diablo:

     «cuando estos filósofos eran preguntado s qué mal era el de los que esta-
     ban endemoniados, decían que era una pasión que procedía del humor
     melancólico, y que la melancolía puede hacer aquellos efectos. [Pero en
     opinión de Antonio, el personaje que así se explica] éste es un yerro
     muy manifiesto: porque de la contraria opinión entre los mismos filóso-
     fos gentiles fueron Pitágoras, Sócrates, Platón, Trismegisto... y otros
     muchos» 27.

     La filosofía de los antiguos, pues, se mostraba dividida, pero es
que éstos no dejaban de ser gentiles, es decir, paganos. Sin embargo,
si se acudía «a la misma verdad, que es Cristo, y a nuestra religión
cristiana», no cabía duda de que la existencia del demonio era algo
comprobado, tanto por las Escrituras como por «los milagros que el
mismo Dios obró en echarlos tantas veces de los cuerpos huma-
nos» 28.Por contra, Antonio advertía a sus interlocutores que «los
más de los médicos [...] confiesan y sustentan que todo procede del
humor melancólico», poniendo en guardia a sus lectores acerca del
 excesivo escepticismo que tales expertos solían mostrar. Dicha críti-
 ca se convierte en lugar común de todo el tercer diálogo del Jardín de
flores curiosas, donde los interlocutores ironizan sobre el reduccio-
 nismo de los médicos que pretendían explicar todo mediante causas
 naturales (en este caso, la acción del humor melancólico), sin dejar
 lugar a las pretematurales, es decir, a las intervenciones diabólicas.
    Es importante señalar cómo la ironía respecto a las opiniones de
los expertos es una estrategia utilizada una y otra vez por los autores
de los libros de secretos para captar la simpatía de sus públicos. y
no siempre en el mismo sentido hasta ahora expuesto; si unas veces
los lectores son objeto de ironía por su pobre escepticismo, otras lo
son por su excesiva credulidad ante explicaciones «diabólicas». Por
ello, puede resultar contradictorio el hecho de acudir una y otra vez
a la autoridad del experto para apuntalar una opinión o un juicio
controvertido. Pero dicha contradicción era sólo aparente. Ambos
recursos formaban parte de la misma estrategia de captación del
    27 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas,    p. 250.
    28 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas,    pp. 251-252.
314                            JOSÉ PARDO TOMÁS


favor del público. Por un lado, se convencía al lector de la cercanía
del autor a los profanos como él y, por tanto, de su legitimidad para
tratar con ellos de tales asuntos en un tono alejado de toda retórica
«experta». Por otro lado, se aseguraba poseer una sólida informa-
ción para cimentar una opinión y se apuntalaba su carácter indiscuti-
ble mediante el recurso al conocimientode los expertos, subrayando
que ni el lector ni el autor estaban autorizados para contraponer sus
opiniones como igualmente legítimas.
    Un caso especial, sin embargo, lo constituyen las remisiones de
los autores de libros de secretos al parecer de los teólogos. En
principio, podría tratarse de una prudente negativa a entrar en
temas doctrinalmente espinosos; pero a menudo no era, sino un
ejemplo más de la citada estrategia consistente en colocarse alIado
de los lectores, con la seguridad añadida de remitir a un experto
ajeno cuestiones que no podían o querían ser explicadas en un
libro de secretos naturales. Torquemada, por ejemplo, adoptaba
claramente dicha actitud consistente en dejar a la opinión de otros
la decisión sobre el debate en tomo a los melancólicos; con ello
resultaba convincente a los ojos de un auditorio al que pretendía
deleitar y no agobiar, sin renunciar por ello a llevar el agua al
molino de su opinión:
           «En todas las cosas que no se pueden averiguar por cierta ciencia
      nunca faltan opiniones diversas y contrarias; y así, en éstas habrá diver-
      sos juicios y pareceres, y yo antes lo atribuiría a obra del demonio que
      no al humor melancólico [...] como quiera que sea fue por permisión
      secreta de Dios, la cual nosotros no alcanzamos, ni hay para qué fatigar-
      nos más sobre ello» 29.

    En otro lugar de la misma obra, la remisión a los teólogos se
convierte en algo explícito. Luis y Antonio, dos de los personajes
que dialogan en el Jardín, están tratando la cuestión de si las ánimas
de los difuntos vuelven a la tierra y se aparecen a los vivos; la res-
puesta de Antonio, alegando la autoridad de Francisco de Vitoria
(que constituía una referencia frecuentemente utilizada) 30 es que
    29TORQUEMADA,     Jardín de flores curiosas, p. 267.
    30 El tratado De magia de Francisco de Vitoria, una lectio originariamente
pronunciada en 1540, impresa como texto en 1556, es considerado como «el
canon de lo que será la opinión sobre la magia durante todo el siglo XVI».Véase
D. YNDURÁIN,    «Magia y razón en los libros impresos españoles del siglo XVI»,II
Seminario de Historia del Libro. Los libros útiles. Fundación Duques de Soria,
315
               DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



algunas veces dichas apariciones son verdaderas (aunque admitien-
do que las más de las veces se trata de invenciones del demonio). A
lo que Luis responde:

     «razones parecen bastantes para fundar lo que habéis dicho, pero la
     determinación dejémosla para otros mejores teólogos» 31.

    De este modo, Torquemada orienta a su lector sobre los límites
de la discusión y decide hasta dónde puede llegar la especulación
acerca de unas cuestiones cuya respuesta, en última instancia, no es
misión del autor ni del lector determinar. López de Villalobos adop-
taría una actitud similar -todavía más eficaz desde el punto de vis-
ta de la retórica del texto-, en las elocuentes páginas sobre «la
malicia del diablo», cuando, con un guiño al lector, concluía:

     «no querría yo preguntar estas cosas, sino al mesmo diablo» 32.

    López de Corella, por su parte, nos permite regresar a la cuestión
de la relación de los melancólicos con posibles posesiones demonía-
cas, para concluir remitiéndose a los teólogos como expertos tan
ajenos a los autores de libros de secretos como a sus lectores.
Hablando de las virtudes terapéuticas de la música, recordaba un
episodio bíblico que se suponía conocía bien, tras lo cual se detenía
deliberadamente en el umbral de la explicación: todo lo que fuera ir
más allá supondría invadir el terreno de los teólogos:

          «La música aprovecha en la pasión que se llama manía; por lo cual
      sienten algunos que la música que hacía David al rey Saúl, que estaba
      maníaco y aprendido del demonio, podía ser causa de aliviación de
      aquella pasión; pero esto a los teólogos lo remito» 33.

    NO obstante, en el caso de las explicaciones acerca de los efec-
tos de la melancolía en la imaginación de los humanos, no todo era
remitido a los teólogos o a los médicos. López de Corella para res-

mayo 1995, p. 12. Agradezco a Verónica Mateo el haberme facilitado copia meca-
nografiada de la ponencia.
     31 TORQUEMADA,     Jardín de flores curiosas, pp. 290-295; la cita en p. 295.
     32 LÓPEZ DE VILLALOBOS, ibro intitulado
                                    L                 los problemas de Villalobos,
ff. 26r.-27r. [f. 27r.]
     33 LÓPEZDECORELLA,      Secretos de Philosophia, en la pregunta Por qué a unos
de consuno la música da alegría; Por qué la tal melodía a otros muy tristes para,
p.468.
316                                 JOSÉ PARDO TOMÁS



ponder a la pregunta «Por qué dicen los letrados que el bazo es cau-
sa del riso», comenzaba por afirmar el asiento de la risa en el bazo,
sede del humor melancólico. A continuación pasaba a ocuparse de
los afectados de «pasión melancólica», hablando de sus imagi-
naciones, pero también de las maravillosas capacidades que pare-
cían desarrollar en pleno furor de su pasión, como hablar latín o
«saber todas las ciencias». En este contexto, López de Corella vol-
vía a ofrecer la consabida discusión entre dos opiniones contra-
puestas. Unos decían que era «por cuanto los melancólicos tienen
el entendimiento no ocupado en cosas terrenas, pueden recibir
mejor los influjos celestiales; y así vendrán en memoria de lo que
antes sabían», partiendo de la idea platónica (que toma de Antonio
Gainerio) de que «el ánima humana, antes que informarse materia,
sabía todas las ciencias; y que informando se le olvidaron», aunque
admitía «es doctrina que se aparta de la aristotélica». Por el con-
trario,

           «dicen otros que esto viene por demonio            a los cuales yo preguntaría
                                                     [oo. ]
           por qué el demonio les hace adivinar y filosofar más en una cuadra de
           luna que en otra [oo.] A esto responden algunos que [.oo] viene el demonio
           en un tiempo a aprender y no en otro; porque en un tiempo tiene más
           ligados los sentidos el melancólico que en otro [u.] de lo cual procede
           que más fácilmente pueda ser uno tomado del demonio en un tiempo
           que en otro. Por lo cual a los tales suelen llamar lunáticos; porque según
           el movimiento de la luna mudan y hacen varios efectos» 34.

     Derivara o no de la melancolía, la soledad era también una oca-
sión para el demonio. En su respuesta a la pregunta «Por qué recibe
tristura el hombre cuando está solo», López de Corella aprovechaba
para asentar una opinión sobre las mujeres que confesaba inspirada
en Séneca:

                «La soledad, si no a hombres de mucha constancia y prudencia,
           siempre suele causar ruines efectos; porque allende que da tristeza,
           como está relatado, da buena oportunidad para que Satanás entre a usar
           de su inicua arte. Conforme a lo cual bien dice Séneca que la soledad
           nos incita a todos los males. Y conforme a esto dice que las mujeres,
           pues tienen menor fortaleza, huyan de la soledad; y si acaso les acontece
           estar solas, procuren que el diablo no las halle desocupadas» 35.

      34 LÓPEZ DE CORELLA, Secretos de Philosophia,      p. 179.
           LÓPEZDECORELLA,
                         Secretos de Philosophia, p. 186.
      35
317
              DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



    Las mujeres eran seres peligrosos y, si estaban solas u ociosas,
todavía más: no se puede pedir una declaración más explícita del
patrón cultural misógino que moldeaba el pensamiento hegemónico
de la época. Y, por supuesto, no faltaban autoridades grecorromanas
de prestigio para asentarlo sin mayor discusión. Por ello, aunque sea
muy brevemente, puesto que en este mismo libro se trata el tema de
manera más extensa y por persona más autorizada, debemos men-
cionar la aparición de la bruja en los libros de secretos. Práctica-
mente todos ellos la incluyen, aunque casi ninguno desarrolle exce-
sivamente un asunto cuyo tratamiento in extenso rebasaba los
objetivos específicos del género. El autor que más espacio dedicaba
al tema era, sin duda, Antonio de Torquemada, quien, hacia el final
del tercer coloquio de su Jardín, definía a las brujas como «un linaje
de gentes que se conciertan expresamente con el demonio y le
toman y obedecen por señor» 36. ras varios cuentos bastante tópicos
                                 T
de visitas a aquelarres, Luis evocaba a Lamias y Estrigias, para defi-
nir estas últimas como las que chupan sangre, especialmente de los
niños pequeños. Antonio salía al paso de dicha afirmación:

          «No paséis adelante hasta que entendamos eso: que yo he comuni-
     cado con médicos y filósofos este negocio, y todos son de opinión que
     las brujas no pueden chupar la sangre; porque dicen que los poros están
     cerrados, que es imposible que con sólo el chupar salga por ellos» 37.

    Tal argumento «experimental» y «físico» contrastaba con las
ironías sobre el escepticismo de los médicos cuando se referían a la
melancolía. En todo caso, se trataba de una posición no muy alejada
de la sostenida por Juan de Cárdenas. Sus Problemas y secretos
maravillosos de las Indias entraban en la cuestión de las brujas sólo
en función de la discusión acerca de los efectos de determinadas
plantas, sobre todo, en tomo a la discutida cuestión de si los viajes
nocturnos eran reales o soñados. Según la explicación de Cárdenas,
bastante completa y argumentada desde los supuestos de la filosofía
natural más canónica,

     «es muy gran verdad que ay yervas tan por extremo frías que con su
     demasiada frialdad causan un sueño profundo, en el cual se representan
     a la imaginación cien mil especies de cosas differentes [...] pero que
     mediante la yerva se hagan las bruxas invisibles y que vayan en un
     momento por todo el mundo y que penetren los cuerpos y tomen a vol-

   36TORQUEMADA,
              Jardín de flores curiosas, pp. 310-324; la cita en p. 310.
   37TORQUEMADA,
              Jardín de flores curiosas, p. 315.
318                             JOSÉ PARDO TOMÁS


      ver al lugar do salieron, todo eso se ha de presumir antes ser por arte del
      demonio que por virtud que aya en la yerva, y dezir otra cosa es yerro; y
      si el arte mágica y todo género de encantamiento y hechizo es prohibido
      y castigado por la Iglesia es porque en todo ello ay pacto con el demo-
      nio, el cual permitiéndolo Nuestro Señor, haze y obra todas aquellas
      maldades y no la yerva que toma el que en semejantes maldades
      anda» 38.


    La cuestión de los vuelos nocturnos aparecía una y otra vez,
aunque no relacionada específicamente con el vuelo de la bruja
hacia el aquelarre. Hallamos vuelos nocturnos con la ayuda del dia-
blo, sobre todo, en los autores más aficionados a incluir en sus expo-
siciones acerca de los secretos naturales narraciones de sucesos
extraordinarios39. Así, por ejemplo, en Pedro de Mexía y su Silva de
varia lección. Mexía se inspiraba en Alessandro Alessandrini para
narrar «un caso grande, acaescido a un hombre que estava en una
cárcel: cómo el demonio lo sacó della, y lo que más le acaesció y le
passó después». Un preso, sacado por el diablo de la prisión, fue lle-
vado a los infiernos donde vio cosas tremendas; al regresar, tuvo
tiempo de contar lo sucedido antes de morir exhausto. Mexía cobra-
ba distancia respecto a la narración y explicaba a sus lectores:

           «Quien sea que él huviesse visto lo que contó o que el demonio se
      lo mostró, Dios es el sabidor de la verdad, por cuya permissión pudo
      passar lo que tengo dicho, abriendo el demonio las puertas y prisiones y
      tomándolas a cerrar luego, como leemos otras cosas semejantes, escrip-
      tas por santos y testigos de creer» 40.

    Más compleja era la cuestión de si concurría o no intervención
diabólica en el mal de ojo. La enfermedad del mal de ojo tenía enti-
dad gnoseológica para la medicina galénica; al mismo tiempo ofre-
cía una clásica explicación multicausal que no incluía necesaria-
mente la existencia de un pacto con el diablo. La discusión no se
dirigía, pues, a cuestionar la naturaleza de un mal indiscutiblemente
«real» sin intervención diabólica, sino a determinar qué papel podía
desempeñar el diablo en algunos casos de fascinatio y en el poder
que determinadas personas, especialmente mujeres ancianas, pare-

     39CÁRDENAS,    Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 273.
     39 Es obligado recordar aquí al doctor Torralba y su viaje en volandas hasta

Roma. Ya señaló CAROBAROJA        cómo podía haber ecos de dicho viaje en el Jardín
de TORQUEMADA; CAROBARaJA, Vidas mágicas e Inquisición, Barcelona, 1990
                   J.
(ed. orig. 1967), vol. 1, p. 229.
     40 MEXÍA,Silva de varia lección, vol. 1, pp. 680-682 [682].
319
               DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



cían esconder en la mirada. López de Corella dedicó al tema una de
sus preguntas «por qué pueden las viejas a los niños ojear». Para
justificar su respuesta comenzaba por traer a colación una historia
sacada de la obra de Alonso de Cartagena, «varón muy docto» 41,
que contaba cómo un hombre de Guadalajara era capaz de romper
platos de cerámica con sólo mirarlos y atribuía ese poder a «vapores
corrupto s» exhalados de la mirada, explicación que, en este caso, no
bastaba, en opinión de Corella:

     «creo yo que el hombre que cuenta el doctor Cartagena tenía algún pac-
     to secreto con el demonio; el cual favorecía en éste y otros casos, para
     que pudiese engañar a la gente» 42.

   Lo interesante es que ello no le llevaba, ni mucho menos, a
negar la causa fundamental del mal de ojo,

     «que la fascinación o aojeamiento se causa porque el que aojea tiene
     humores venenosos en el cuerpo, de los cuales humores salen vapores
     malignos por los ojos» 43.

    Nos hallamos así ante un excelente ejemplo de la habitual estra-
tegia de los libros de secretos para tratar de convencer a sus lectores
de que numerosos fenómenos considerados vulgarmente diabluras,
no lo eran en absoluto. Se comenzaba por admitir que «diabluras las
había», citando para ello algún caso concreto y «autorizado» (como
el del guadalajareño de mirada diabólica contado por el docto Carta-
gena) para, a renglón seguido, determinar que, sin embargo, bastaba
la causa natural para explicar otros fenómenos similares que eran
mucho más comunes que el caso extraordinario para el que se había
admitido causa pretematural por la existencia de un pacto previo
con el demonio. De hecho, incluso Torquemada (de todos nuestros
autores, el más proclive a ensanchar el campo de las acciones dia-
blescas) incurría a veces en dicha forma de argumentar en contra de
la intervención diabólica. Por ese mismo camino, la mayoría de los

     41 Sobre la postura de Alonso DECARTAGENA
                                             ante lafascinatio, más compleja
de lo que LÓPEZDECORELLA interesaba mostrar en su referencia, véase F. SAL-
                               le
MÓNYM. CABRÉ,«Fascinating Women: The Evil Eye in Medical Scholasticism»,
en R. FRENCH, J. ARRIZABALAGA,   A. CUNNINGHAM y L. GARCÍA BALLESTER (eds.),
Medicinefrom the Black Death to the French Disease,Aldershot, 1998, pp. 53-84,
esp. pp. 54-60.
    42 LÓPEZ  DECORELLA,Secretos de Philosophia,p. 281.
    43 LÓPEZ DE CORELLA, Secretos   de Philosophia,   p. 282.
320                               JOSÉ PARDO TOMÁS


autores acababan llevando a sus lectores hacia una defensa de la
licitud de determinadas intervenciones humanas con respecto a los
secretos naturales, en tanto en cuanto nada tenían de diabólicas. El
mismo Torquemada afirmaba explícitamente que:

        «se puede obrar con cosas que naturalmente tienen virtud y propiedad
        de hacer y obrar aquello que se pretende, así por virtud de hierbas y
        plantas y piedras y otras cosas, como por constelaciones e influencias
        celestiales; y ésta es lícita y se puede muy bien usar y sin escrúpulo nin-
        guno por las personas que alcanzaren y supieren los secretos que a otros
        son encubiertos» 44.

    Más allá de los seres humanos, la naturaleza seguía siendo pró-
diga en secretos naturales y otras maravillas, pues piedras, hierbas,
aguas o animales poseían innegables cualidades ocultas. Ahí había
otro territorio por explorar con el fin de explicar a los lectores cómo
dilucidar dónde acababan esas cualidades ocultas y dónde empeza-
ban las diabluras.


El diablo y las cualidades secretas de piedras, hierbas y animales

    El ámbito de las propiedades ocultas de las piedras, los animales
o las plantas era, en efecto, uno de los escenarios más fértiles en el
continuo debate acerca de la responsabilidad del diablo en determi-
nados fenómenos y acciones. Por lo pronto, entre esas propiedades
ocultas se incluía la de preservar de hechizos, encantamiento s y
otras diabluras. Jerónimo Cortés, por ejemplo, al tratar de las virtu-
des del romero, recordaba que según «escribe y refiere Alonso de
Herrera en su Agricultura, en la casa que se acostumbra ~ahumar
con romero no habitan los espíritus inmundos» 45. Pedro Mexía
constataba la misma propiedad en otras plantas, así como en ciertas
piedras preciosas:
            «La piedra que se llama amatista y la yerva llamada aristolochia y el
        a~afrán dizen que hazen buena color al rostro y abivan el ingenio del
        que la trae y ahuyentan los demonios».

    Por si quedaran dudas acerca de la ortodoxia de esta afirmación,
el cosmógrafo sevillano insistía:

      44 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas, p. 286.
      45 CORTÉS, Phisonomia y varios secretos de naturaleza,   f. 17v.
321
                    DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



          «De manera que estas propiedades secretas de las cosas, que no les
     vienen de los elementos y son influydas por las estrellas del cielo, son
     de tener en mucho y no burlar dellas, pues tan grandes hombres las
     escriven, y la experiencia nos las muestra, y leemos en la Sagrada
     Escriptura, de Salomón, que conosció las causas de las cosas y la natu-
     raleza de los animales y las fuen;as de las yervas (en el tercero de Los
     Reyes [y] en el séptimo de La Sabiduría)>>6.
                                                4

    En otros lugares de la Silva, las sortijas con esmeralda o con jas-
pe tenían «assí mismo, propiedad contra el demonio» 47.El mismo
Cortés, al ocuparse del jacinto, afirmaba que «tiene virtud de refre-
nar la locura, y evitar la melancolía, y no sufre fantasmas ni visio-
nes» y, al tratar de la piedra jaspe, decía que la «de color verde es la
mejor, y trayda al cuello libra de hechizos» 48.A veces, resultan sig-
nificativas algunas asociaciones de temas en unas obras que esen-
cialmente tienden a la miscelánea de cuestiones y argumentos. Por
ejemplo, Jerónimo Cortés enlazaba lo que afirmaba el gentil Plinio
sobre los rayos -incluidos los consejos sobre cómo librarse de
ellos- con las propiedades del Agnus Dei, uno de los más conoci-
dos y ortodoxos amuletos cristianos, pues como nos recordaba el
autor valenciano, se adquiría siempre con bendición papal incluida.
Entre sus virtudes, destacaba la de,

         «librar a los que le truxeren con devoción y confianc;a de los enemigos
         assí visibles, como invisibles [...] Mas libra de fuego, de fantasmas, de
         carátulas, de visiones y espantos, y aun de las assechanc;as del demo-
         nio» 49.


    La relación de las propiedades de las plantas o las piedras con el
demonio, sin embargo, no acababa en los efectos protectores o exor-
cizadores de las mismas. Como es lógico, efectos diametralmente
opuestos fueron largamente debatidos en los libros de secretos. Así,
Juan de Cárdenas, sin duda, el autor más propenso a negar cualquier
asociación demoníaca atribuida a las propiedades secretas de plan-
tas, animales y piedras incluidas en sus Problemas y secretos de las
Indias, no podía, sin embargo, negar la íntima conexión entre ciertas
drogas usadas por los indios y el diablo:

       MEXÍA,Silva de varia lección, vol. 1, pp. 814-815.
    46

       Por ejemplo, MEXÍA,Silva de varia lección, vol. 11,pp. 318 Y 323, respecti-
    47
vamente.
    48 CORTÉS, hisonomia y varios secretos de naturaleza, ff. 3Or. Y33r., respec-
               P
tivamente.
    49 CORTÉS, hisonomia y varios secretos de naturaleza, f. 81r.
               P
322                               JOSÉ PARDO TOMÁS


           «Cuéntase con verdad del peyote, del poyomate y del hololisque
      que, si se toman por la boca, sacan tan de veras de juicio al miserable
      que las toma que, entre otras terribles y espantosas phantasmas, se les
      representa el demonio y aun les da noticia, según dizen, de cosas por
      venir, y debe ser todo tra~as y embustes de Satanás, cuya propiedad es
      engañar con permissión divina al miserable que en semejantes ocasio-
      nes le busca» 50.


    y aunque Cárdenas fue un decidido partidario del uso del tabaco
y consideraba que se le debería llamar yerba sancta por las virtudes
maravillosas que obraba en el organismo humano, no pudo menos
que aceptar que algunos pensasen que el diablo podría tener algo
que ver en ello:

           «Cuando me pongo a imaginar quién aya sido el inventor de chupar
      este humo del piciete 51, supuesto que hasta oy author ninguno lo ha
      escripto ni hecho mención dél, sospecho que algún ángel lo aconsejó a los
      indios o algún demonio; que sea ángel está puesto en razón, porque él nos
      libra de tantas enfermedades que verdaderamente parece medicina de
      ángeles; y que parezca ser remedio de demonios también lo está, porque si
      nos ponemos a mirar al que lo está chupando, le vemos echar por la boca
      y narizes bocanadas de un hidiondo humo, que parece un bolcán o boca
      de infierno; pero invéntelo quien quisieren, que él me parece, sabiéndose
      bien usar y aplicar a nuestras enfermedades, remedio del cielo» 52.

    Juan de Cárdenas dedicaba todo el último capítulo de su obra
a la cuestión de «si puede haber hechizos en las yervas y qué sean
hechizos». El motivo que lo empujaba aparecía claramente ex-
plícito:

      «porque acerca desto oigo dezir cada día dos mil cuentos y otras tantas
      historias, patrañas y vanidades» 53.                             .




   Tales patrañas iban desde sus efectos sobre el galanteo y la
seducción amorosa hasta las prácticas adivinatorias del porvenir,

     50 CÁRDENAS,    Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 34; vuelve
al asunto de estas tres hierbas al final de la obra, p. 274.
     51 Picietl era el nombre náhuatl de la planta del tabaco.

     52CÁRDENAS,     Problemas y secretos maravillosos de las Indias, pp. 195-196.
Es destacable cómo el tabaco y el cacao producen un auténtico entusiasmo en
CÁRDENAS, igual que en otros autores. Por el contrario, es conveniente recordar
             al
que unos años después Francisco DEQUEVEDO          escribiría que «tabaco y cacao dia-
blos son», citado en G. MALDONADOALMERO,  P          Antología de Quevedo, Madrid,
2003, sub voceo
     53CÁRDENAS,     Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 265.
323
               DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



«negocio sólo reservado a Dios». El escepticismo del autor era
patente cuando se proponía «declarar y sacar en limpio lo mucho
que acerca de todo esto ay que dudar» 54.La mayor parte de las
maravillas que se atribuían a las plantas eran sólo «disparate y men-
tira», aunque otras pocas, sin embargo, se consideraban «negocio de
milagro»; aun así, seguía reconociéndose un lugar para el diablo:

     «si por ventura vemos o oyéssemos algún effecto trasordinario y mara-
     villoso en ellas y que éste tal excediesse los límites de la naturaleza,
     hase de atribuir a una de tres, o bien a la voluntad de Dios, que haze el
     tal effecto, y no a la medicina [oo.] otras cosas ay que son por arte del
     demonio, el cual, por dissimular su maldad y engaño, aconseja usen de
     tal yerva para que por ella se consiga el effecto que se pretende, pero
     realmentesólo allí sirve la yerva de un modo de disfraz y engaño [.oo]
     también muchas cosas destas, o las más dellas, son invenciones del vul-
     go que haze, como dizen, de una pulga un cavallero y sin mirar ni ente-
     rarse de cierto en lo que era y cómo era, hazen luego sobre lo que se les
     puso en la imaginación torres de viento» 55.

   Algunas hierbas, ciertamente, «sacan de juicio» a quien las
toma, por causas completamente naturales que están en sus propie-
dades ocultas; pero «todo lo demás es ilusión y obra del demonio»:

          «Lo que yo imagino acerca desto es que el demonio, cuando trae
     ciego y engañado a algún desventurado, le debe de aconsejar que use de
     alguna destas yervas, no para que con la virtud dellas le fuer~e venir a
     su llamado, sino para que con ellas se embriague y salga de juizio, y
     saliendo pueda perder el miedo a una cosa tan horrible y fea como debe
     ser el demonio y estando assí fuera de juizio o medio atónito, viene el
     demonio a comunicarle y engañarle, diziéndole o respondiéndole a lo
     que le pide» 56.

    También Jerónimo Cortés al final de su obra hablaba a sus lecto-
res del necesario desengaño que había que aplicar a ciertas explica-
ciones sobre las causas de determinados remedios. Por ejemplo,
comentando un modo «maravilloso» de curar las heridas y llagas
mediante determinada oración y un emplasto de vino y aceite, no
dudaba en negar tajantemente que el poder curativo radicase en las
palabras de las oraciones, «sino en el vino y azete». E iniciaba su
afirmación con estas siginificativas palabras:

    54CÁRDENAS,
              Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 266.
    55 CÁRDENAS,
              Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 269.
    56 CÁRDENAS,
               Problemas y secretos maravillosos de las Indias, pp. 274-276.
324                                JOSÉ PARDO TOMÁS


               «La razón natural y la experiencia, que es madre de desengaños, ha
           dado en la quenta (aunque tarde) acerca de este modo de curar maravi-
           lloso» 57.


    Semejante actitud, se reflejaba también en otros autores, por
ejemplo, en López de Corella, cuando escribía:

                «De lo dicho se colige el error de los supersticiosos enemigos de
           Dios; que dicen que rezando el salmo de Miserere mei se juntan las
           mitades de una verga partida. Lo cual dicen provenir por virtud del sal-
           mo; y que esto tiene propiedad para algunas enfermedades. Está claro
           ser esto superstición; pues esta atracción es natural, como tengo dicho.
           y no se ha de reducir al salmo; pues sin que él se rece se hace la atrac-
           ción. Y porque algunos que de supersticiones han escrito dudaban o no
           habían leído que se haga naturalmente esta atracción, por tanto, dijeron
           que se hacía por pacto del demonio; lo cual no es así, pues se hace natu-
           ralmente»    58.


    En nuestra opinión, los dos casos expuestos representan un para-
digma de lo que Stuart Clark señalara respecto a la literatura demo-
nológica, a la que consideraba «desmontadora racional» del poder
mágico de la palabra. Como se recordará, Clark elegía el ejemplo de
la crítica de los demonólogos al poder mágico de las palabras para
defender la tesis de que los tratados de demonología contribuyeron,
ya en el siglo XVII,«al cambio y la innovación en los círculos cientí-
ficos modernos», ya que adoptaban una posición que coincidía con
los valores de la new philosophy 59. Pero, a la vez, estos dos casos
son, sin duda, altamente representativos de lo que queríamos mos-
trar en estas páginas: esto es, que, en cierto modo, nuestra literatura
de secretos fue más allá de la demonológica, no sólo porque, como
hemos visto en el caso de López de Corella, insistía más que los
demonólogos en la naturalización de ciertos fenómenos hasta el
punto de llegar incluso a criticarlos por admitir intervenciones dia-
bólicas en fenómenos que se podían explicar naturalmente, sino,
sobre todo, porque alcanzaba a un público mucho más amplio y
variado.
    Ciertamente, cuanto más «filosóficamente» se examinaban las
llamadas propiedades secretas, el espacio de lo estrictamente diabó-
lico no sólo se naturalizaba o racionalizaba, sino que al mismo tiem-

      57CORTÉS, hisonomia y varios secretos de naturaleza, f. 114v.
              P
           LóPEZDECORELLA,
                        Secretos de Philosophia, p. 149.
      58
      59CLARK,«The Rationa1 Witchfinder», p. 241.
325
                  DIABLOS   y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS



po se reducía, se confinaba en un extremo rincón, el único en donde
el diablo podía actuar, siempre, claro está, por «permisión divina».
De hecho, si el diablo intervenía del modo en que lo hacía y en los
reducidos espacios y ocasiones en que lo hacía era, sobre todo, por
tratarse de un excelente conocedor de los secretos de la naturaleza.
La última parte del razonamiento resultaba obvia: una excelente
manera de combatir con eficacia al diablo era profundizar en el
conocimiento de los secretos naturales. Por esa vía, el hombre
podría desenmascarar sus diabluras, limitar sus tretas, controlar su
..       .
InJerencIa.
     Quizá lo verdaderamente peligroso para los censores inquisito-
riales radicaba precisamente ahí, aunque pocos lo supieran admitir.
Trasladar toda una serie de conocimientos, durante mucho tiempo
reservados a una minoría, a una lengua vulgar a disposición de cual-
quier lector (o espectador que pudiera oído leer en voz alta) suscita-
ba, cuanto menos, una enorme desconfianza entre quienes preten-
dían ejercer hegemónicamente el control de lo humano desde su
privilegiada posición de intérpretes únicos de lo divino y de lo no
divino. Quizá por eso no le gustara la obra de Torquemada al cura de
aquel lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes no quería acor-
darse. En la archiconocida escena del Quijote en la que el barbero y
el cura arrojaban libros por la ventana para hacer una hoguera en el
patio de la casa del hidalgo, aparecía entre otros el centón de caba-
llerías Don Olivante de Laura, obra de Antonio de Torquemada
publicada en Barcelona por Claudi Bomat en 1564, sobre la cual el
cura comentaba:

        «el autor de este libro fue el mismo que compuso el Jardín de flores; y
        en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdade-
        ro, o, por mejor decir, menos mentiroso» 60.

    De lo que sí estamos seguros es de que las razones del cura man-
chego se hallaban más cerca de las de sus coetáneos, los censores
inquisitoriales, que de las de Feijoo, como sus seguidores han pare-
cido creer durante casi dos siglos. Es hora, pues, de que al menos los
historiadores, comencemos a proponer otro modo de entender un
género literario desatentido, sin desgajarlo del universo cultural que
lo vio nacer.



        El Quijote, parte 1, cap. 6.
   60

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Diablos Y Diabluras En La Literatura De Secretos

  • 1. 12 DIABLOS Y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS José PARDO TOMÁS Hacia una reinterpretación de la literatura de secretos «Entre todos los libros de títulos mentirosos, sobresalen aquellos que llaman libros de Secretos de naturaleza [...] Propónense en ellos remedios admirables contra todo género de dolencias: condimentos para hacerse, o mentirse, las mujeres hermosas; los avaros leen arbitrios para adquirir, o aumentar riquezas; los curiosos invenciones para ejecutar maravillas. No hay pasión o apetito para quien no halla su brindis en un libro de Secretos. Sin embargo, estos son los libros más inútiles y,junta- mente, los más costosos. Los más inútiles, porque en el efecto nada se halla en ellos de lo que se busca. Los más costosos, porque no sólo cues- tan aquello en que se venden, pero muchísimo más que se gasta en hacer ésta, aquélla, y la otra experiencia [...] En atención a tantos inconve- nientes, de mi dictamen a nadie se debiera dar licencia para imprimir libros de Secretos» l. Estas palabras fueron escritas en 1729 y son representativas de cuál iba a ser a partir de entonces la fortuna histórica de los llama- dos libros de secretos. La cita procede del Teatro crítico de Benito Jerónimo Feijoo, cuya apelación a la prohibición radical de los mis- mos no deja de resultar sorprendente, pues hubo un tiempo en que I B. J. FEIJOO, eatro crítico universal, t. 3, Madrid, 1729, discurso 2.°, T pp. 19-21.
  • 2. 298 JOSÉ PARDO TOMÁS tales libros constituyeron también un objetivo importante de la cen- sura inquisitorial2. Sin duda, los motivos de los inquisidores del últi- mo tercio del siglo XVIy primer tercio del siglo XVIIdebieron de ser diferentes de los que movieron al benedictino en el primer tercio del siglo XVIII.Aun así, no deja de ser interesante preguntarse por las causas del común interés en prohibir la difusión de dicho género de libros. Sea como fuere, la reacción crítica de los ilustrados ante lo que consideraban «supercherías» o creencias irracionales del vulgo incluyó también la denostación de la literatura de secretos, presenta- da como claro exponente de la pervivencia de los males que las Luces conseguirían erradicar. A medida que la nueva filosofía expe- rimental avanzó en el siglo XVIII,la filosofía natural aristotélica (aquélla que, como veremos, presuponía la existencia de causas ocultas y de propiedades secretas de las cosas) se derrumbó y fue colocada por los intelectuales ilustrados en el limbo de la «supersti- ción» (deliberadamente confundida en muchos casos con la «igno- rancia del vulgo»), haciendo caso omiso al hecho de que buena par- te de las elaboraciones que le habían dado cabida no habían tenido nada que ver con la cultura popular, sino que, por el contrario, se habían mostrado abiertamente hostiles a la misma. Pero lo que ahora nos interesa subrayar es que los supuestos de la Ilustración, en éste como en tantos otros casos, fueron asumidos por la tradición positivista decimonónica, que quiso ver en ellos los prestigiosos antecedentes de su beligerancia antisupersticiosa, de su cruzada a favor del pensamiento racional y de su apuesta por el pro- greso de la ciencia positiva. Precisamente por eso, dicha imagen ha tenido un gran peso en la historia de la ciencia durante más de un siglo, es decir, desde sus orígenes como disciplina en el último ter- cio del siglo XIXhasta prácticamente los años setenta del siglo pasa- do. En realidad, la consideración de la literatura de secretos como exponente de unos saberes alejados de la cultura académica y cerca- nos a tradiciones populares, así como a prácticas y creencias carga- das con la anacrónica etiqueta de «pseudocientíficas», no resiste el análisis histórico desde el punto de vista de la nueva historia cultural y social de la ciencia. De hecho, la mayor parte de los saberes en que esos libros se basaban pertenecían plenamente a la cultura uni- versitaria, y el arsenal de autoridades y erudición libresca que solían aportar (convenientemente reducido para la ocasión) procedía de la 2 J. PARDO TOMÁS,«Censura inquisitorial y lectura de libros científicos. Una propuesta de replanteamiento», Tiempos Modernos, 9 (4), 2003, pp. 1-18 [16].
  • 3. 299 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS filosofía natural, la historia natural y la medicina mejor considera- das en la tradición académica europea. Lo que la mayor parte de dichos libros se proponían (y así lo declaraban explícitamente, en un doble intento de captar lectores y de dotarse de prestigio intelectual) era poner al alcance de públicos más amplios (mediante la imprenta y la elección de la lengua vulgar) saberes y prácticas acerca del mundo natural que hasta el momento habían estado reservadas a reducidas élites intelectuales. La abun- dante y variada producción de libros de secretos a lo largo de más de un siglo (el que va, más o menos, desde los años cuarenta del siglo XVI hasta los años sesenta del siglo XVII) merece una completa reconsideración por parte de los historiadores de la ciencia. En ese sentido, los trabajos de William Eamon 3 significaron un punto de inflexión fundamental que no ha sido ignorado por los escasos estu- diosos que se han acercado a estas cuestiones en los últimos años4. Sin embargo, falta aún mucho por hacer. Y una de las tareas más urgentes consiste precisamente en situar en el centro de nuestra atención la enorme difusión que dichos textos consiguieron en la Europa de los siglos XVIY XVII.El éxito editorial de estas obras (buscado abiertamente por quienes las escribieron, las financiaron y las imprimieron) nos indica que una extensa gama de lectores' acce- dió a ellas. Por tanto, no parece inadecuado tomar en consideración algunos supuestos historio gráficos procedentes de los recientes estudios acerca de la llamada «popularización de la ciencia», aun- que en su inmensa mayoría hayan sido formulados para épocas pos- teriores, a la que nos ocupa 5. Por otro lado, la recepción y la apro- piación de los contenidos de esos textos, realizada por sus muy variados grupos de lectores, deberían también entrar a formar parte esencial de dicho análisis 6. Tal enfoque, creemos, daría resultados W. EAMON,Science and the Secrets of Nature: Books of Secrets in Medieval 3 and Early Modern Europe, Princeton, 1994. Buen ejemplo de ello son otras dos monografías que han resultado también 4 esenciales para nuestra interpretación: S. CLARK,Thinking with Demons: The Idea ofWitchcraft in Early Modern Europe, Oxford, 1997, L. DASTON K. PARK,Won- y ders and the OrderofNature, 1150-1750, Nueva York, 1998. 5 R. COOTER S. PUMFREY, y «Separate spheres and public places: Reflections on the history of science and science in popular culture», History of Science, 32, 1994, pp. 237-267. 6 Véase, a este respecto, el ejemplo del excelente estudio de P. BURKE,Los avatares de «El cortesano». Lectura y lectores de un texto clave del espíritu rena- centista, Barcelona, 1998.
  • 4. 300 JOSÉ PARDO TOMÁS muy significativos en lo concerniente a diversos aspectos, entre ellos la presencia o ausencia de consideraciones acerca del diablo y de sus acciones en los libros de secretos. Si, como ha mostrado Stuart Clark, los textos de demonología (escritos mayoritariamente en latín y para un público reducido de estudiosos, capaces de navegar en sus elaboradas consideraciones filosóficas, teológicas y morales) son de una indudable importancia para entender la cultura intelectual de la época que más y mejor conoció al diablo, los libros de secretos no pueden tener una rele- vancia menor, aunque sólo sea porque llegaban a un público más heterogéneo y considerablemente más amplio. Así pues, el objetivo que enmarca este capítulo es la presentación de algunos textos, uni- da a un primer análisis del papel que el demonio desempeñó en los mismos. Lo que nos ha movido principalmente en nuestro interés hacia los libros de secretos es su inmenso éxito en toda Europa a lo largo de todo el siglo XVIy buena parte del siglo XVII,así como los usos y apropiaciones que de sus contenidos pudieron hacer lectores muy diversos. En realidad, es una investigación que arranca de un «filón» de insatisfacción apenas esbozado en mi estudio sobre la censura inquisitorial: ¿por qué inquisidores, calificadores y delato- res parecieron siempre tan interesados en esos libros y en sus deplo- rables consecuencias entre «oficiales, mozuelos y mujercillas», como uno de ellos calificó a sus lectores 7? La aparición del libro de Eamon en 1994 permitía por vez pri- mera aclarar algunas cosas y, sobre todo, situar el género ante los historiadores de la ciencia de un modo radicalmente diferente al tra- dicional. Pero la contundencia del libro y de su planteamiento alza- ba una auténtica cortina de humo respecto a la cuestión de los recep- tores de los libros de secretos, al centrarse casi exclusivamente en los emisores de tales discursos. Algo similar cabe decir del libro de Clark, aparecido en 1997, una obra que contenía un ambicioso y contundente análisis de centenares de textos demonológicos. Su esfuerzo no daba cabida más que tangencialmente a la cuestión de J. PARDO TOMÁS, Ciencia y censura. La Inquisición española y los libros 7 científicos en los siglos XVIy XVII,Madrid, 1991, pp. 343-347; para una posterior elaboración de los motivos de esa insatisfacción, véase mi «Censura inquisitorial y lectura de libros científicos». La frase entrecomillada procede de una carta, fechada en octubre de 1609, que Luis de Guzmán mandó desde su convento de Sevilla a los inquisidores delatando varias obras, entre ellas la Phisonomia y varios secretos de naturaleza, de JERÓNIMO CORTÉS: rchivo Histórico Nacional, A Inquisición, lego 4472, expediente 11.
  • 5. 301 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS los usos y apropiaciones de sus lectores. Después de todo, podría- mos plantear una lectura diferente del texto de Feijoo evocado al principio y preguntamos por qué los ilustrados se mostraron tan interesados en presentar ese tipo de obras como producto de la igno- rancia del vulgo y de la irracionalidad supersticiosa, cuando no eran ni una cosa ni la otra. Podría pensarse que pretendían apropiarse la crítica cultural mediante el control de los mecanismos de configura- ción de una «opinión pública» que en cierto modo estaban constru- yendo a su medida, lo que les llevaría a oscurecer otras tradiciones vulgarizadoras vistas como espurias a las que se les negaba el valor que ellos se arrogaban: la racionalidad. Lo que no tiene sentido para la historia de la ciencia es seguir planteando una interpretación de esos textos en los mismos términos en que lo hicieron los ilustrados del siglo XVIII,los positivistas del siglo XIX,o los historiadores de las ideas a lo largo de la mayor parte del siglo xx. Desvelando los secretos naturales: conceptos previos y definición del género «El entendimiento del hombre no descansa ni le parece que sabe la cosa enteramente hasta que no conosce las causas y razones della; dié- ronse [los sabios] a inquerir y entender y, en esta contemplación, muchas causas hallaron muy ciertas que se podían entender y conoscer, a lo menos teniendo algunos principios naturales y conoscimiento de las calidades de los elementos, de que todas las cosas inferiores son com- puestas, como son las causas de las virtudes y fuer<;asde las cosas que se llaman elementales (como es calentar y enfriar, y humedescer y dese- car), las quales llaman calidades principales o primeras. Estas tales alcan<;aronque les venían de las quatro primeras calidades de los ele- mentos: agua, tierra, ayre, fuego [...] conoscieron venirles también de los elementos por la mezcla dellos, y llámanles calidades secundarias (como tener una cosa propiedad de ablandar y otra de molificar, o retener, con- fortar y ser dulce y ser amargo) [.oo] ero ay otras propriedades y virtudes p en las cosas que se llaman ocultas y maravillosas porque no se sabe de dóndeles venganni entiendenla causani razón[oo.]Y destas hablaremos aquí, como cosa más codiciosa y menos sabida» 8. P. MEXÍA,Silva de varia lección, en A. CASTRO(ed.), Madrid, 1989-1990; la 8 cita en vol. 1,pp. 799-800 Y804. La primera parte de la obra de Mexía apareció en Sevilla, en 1540; la primera edición completa de las cuatro partes de la Silva, en Valladolid,en 1551.
  • 6. 302 JOSÉ PARDO TOMÁS Pedro Mexía explicaba muy bien en su Silva de varia lección cómo había propiedades conocidas de las cosas y cómo había otras secretas y ocultas; el campo era vasto en ese territorio y no resulta extraño que provocara en muchos el deseo de inquirir acerca del mismo. Uno de los tópicos utilizado comúnmente como ejemplo era el de la piedra imán. Ignorar las propiedades de las cosas podía embaucar a muchos ignorantes, mientras que, por el contrario, tam- bién podía servir de acicate a los instruidos. Como Jerónimo Cortés, otro de nuestros autores de libros de secretos, advertía: «Los que son dados a juegos e invenciones aparentes, han inventa- do con la virtud de la piedra imán mil curiosidades y subtilezas de manos, que a los que las veen y no lo saben, les parecen encantamien- tos» 9. Dicho de otro modo, tan «naturales» eran las propiedades prima- rias y secundarias de las cosas como las secretas u ocultas, y se podía -y debía- tratar de explicar las causas de los fenómenos tanto mediante la razón como por la experiencia: un binomio sobre el que insisten en fundamentar su retórica de justificación los auto- res de nuestros libros. Así lo reiteraba Juan de Cárdenas: «aunque muchos affirman que no la hay y que es desatino esto de la vir- tud occulta, vemos por experiencia lo contrario y que realmente ay pro- piedades y virtudes admirables, secretas y maravillosas en yervas, pie- dras y animales, las cuales como tengo ya dicho se llaman occultas por ser conocidas no por sí mesmas, sino por sus effectos» 10. Ésa era la tarea que los autores de los libros de secretos reivindi- caban para sus obras, en las que se aspiraba, fundamentalmente a conocer racionalmente dichos secretos para ofrecerlos a un público lo más amplio posible, deseoso de saciar su curiosidad y conocer la utilidad práctica de tales conocimientos. Lo importante, pues, es com- prender hasta qué punto para los europeos de finales del siglo xv, de todo el siglo XVIy de la mayor parte del siglo XVII(fueran cultos, semicultos o incultos -en el sentido más tradicional de estos térmi- 9 J. CORTÉS,Phisonomia y varios secretos de naturaleza, TaITagona, 1609, f. 29v. Esta que manejamos es la tercera edición, la primera data de 1597. J. de CÁRDENAS, Problemas y secretosmaravillosos de las Indias, México, 10 1591; el texto, del que apenas se conocen ejemplares, resulta hoy más accesible gracias a la ediciones de Xavier LOZOYA(México, 1980) y Ángeles DURÁN (Madrid, 1988). Citamos por esta última, p. 223.
  • 7. 303 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS nos-) la explicación de determinados fenómenos y sus causas se hallaba oculta en el mundo de lo maravilloso, lo raro, lo exótico o lo secreto. Estos «secretos» se llamaban «naturales» porque debía que- dar claro en todo momento que no rebasaban el otro lado de la línea que separaba el mundo natural del sobrenatural. El territorio de las maravillas, de las causas ocultas, de las pr9piedades secretas de las cosas, era parte definitoria y esencial del mundo natural, lo que implicaba la asunción de la obligación de historiar tales maravillas (en el sentido de narrar y de recopilar), de investigarlas e ir desen- trañando sus causas ocultas y propiedades secretas. A dicho esfuer- zo se dedicó, con creciente atención y extensión, un considerable número de estudiosos (teólogos, filósofos, médicos). Muchos de ellos incluyeron en su programa la necesidad de aumentar el bagaje de las historias naturales de lo maravilloso, lo secreto y lo oculto procedentes inicialmente en su mayor parte de textos clásicos y medievales. En primer lugar, se impuso forzosamente un vasto cam- po de ampliación: el del mundo natural exótico derivado de la expansión y colonización de inmensos territorios hasta entonces desconocidos para los europeos (ya que sus fuentes se basaban mayoritariamente en los textos clásicos). En segundo lugar, y para- lelamente, la ampliación se produjo también en la dirección del uti- litarismo, dando entrada en la tarea recopilatoria a una serie de prác- ticas, recetas y fórmulas ocultas de las que podía derivarse un uso efectivo. No cabe duda que, en este sentido, la obra Problemas y se- cretos maravillosos de las Indias de Juan de Cárdenas tuvo el méri- to de aunar ambas ampliaciones del campo de visión en un único tratado, cuya breve andadura editorial en su época, sin duda, debida a su producción excéntrica, no ha impedido que su contenido haya suscitado nuestro interés en relación con el tema que nos ocupa. Una parte de tales estudiosos -lo cual resulta especialmente revelador-decidió en un momento dado (a partir, sobre todo, de los años cuarenta del siglo XVI)elaborar obras dirigidas a un público más amplio que el de los expertos. En ellas se mostraban convencidos de la existencia de lectores interesados, excluidos del disfrute directo de los tratados producidos por la élite intelectual, puesto que ni maneja- ban el latín ni estaban familiarizados con la mayor parte del acervo erudito y libresco que sus autores consideraban indispensable en dichas obras. Tanto autores como lectores, ávidos de lecturas sobre lo desconocido, supieron utilizar admirablemente las inmensas poten- cialidades que el mundo del libro impreso había consolidado desde hacía unas décadas. El resultado de todo ello fue un auténtico boom
  • 8. 304 JOSÉ PARDO TOMÁS editorial de los libros de secretos en toda Europa durante la segunda mitad del sigloXVIy las primeras décadas del XVII. Por citar solamente tres ejemplos de este éxito, diremos que el libro de secretos naturales publicado bajo el nombre de Alessio Pia- montese conoció veinticuatro ediciones en italiano, veintiocho en francés, quince en alemán, catorce en inglés, diez en latín, siete en flamenco, tres en castellano, dos en polaco y una en danés; la Silva de varia lección, de Pedro Mexía, vio la luz en un siglo treinta y dos veces en castellano, treinta y una en francés, treinta en italiano, cin- co en inglés, cinco en flamenco y cuatro en alemán, sin contar un buen número de imitadores, tanto hispanos como franceses, italia- nos o ingleses; asimismo, el Jardín de flores curiosas, de Antonio de Torquemada fue editado nueve veces en castellano, ocho en italiano, cinco en francés, dos en inglés y dos en alemán. Lo que a nuestros ojos da unidad de género a estas obras es, precisamente, la recep- ción de su público, además de la clara y explícita intención de poner al alcance del mayor número de lectores el mundo de los secretos naturales. Pero conviene advertir que la variedad estructural de estas obras es muy grande, hasta el punto de que quizá pueda parecer dis- cutible, desde una óptica meramente formal, considerarlas como un único género de literatura científica. Pese a ello, hemos decidido englobar en una sóla categoría tales obras, por lo que tienen en común. Por un lado, todas ellas establecen una relación similar entre el cuerpo de saberes de la filosofía natural y de la medicina que tanto la cultura bajomedieval como la humanística habían elaborado, así como una serie de conocimientos y prácticas científicas procedentes de ámbitos menos elevados (cirujanos, boticarios, mineros, artesa- nos de diversa índole). Así, por ejemplo, Alexo Piamontés escribía en su aviso al lector: «aviéndome por natural inclinación deleitado en las cosas de la Filoso- fía, y secretos de naturaleza, he peregrinado por el mundo cincuenta y siete años por tener conocimiento de personas doctas en toda arte, y ciertamente muchos y muy buenos secretos he adquirido [no sólo de] doctos señores, también de pobres mugercillas, de oficiales, de labrado- res, y de todo género de personas» 11. 1 [G. RUSCELU],Secretos de el Reverendo Don Alexo Piamontés, Alcalá, 1640, f. 9. La versión castellana es de Alonso de Santa Cruz y se imprimió por vez primera, tanto en Zaragoza como en Barcelona, en 1563.
  • 9. 305 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS Por otro lado, dicha relación se establecía con la voluntad de aunar ambas esferas del conocimiento natural para así transmitido a amplias capas de la población (desde la letrada hasta la escasa- mente cultivada e incluso la analfabeta), que accederían al conteni- do de los libros a través de la lectura en voz alta. Como decía Juan de Cárdenas: «Yo escrivo más para curiosos romancistas que para hombres scien- tíficos y letrados, pues éstos no tienen necessidad de documentos de un hombre mo~o» 12. La variedad de formas y géneros literarios (en sentido estricto del término) es amplia y hemos procurado analizarla en su totalidad centrándonos en siete ejemplos concretos del ámbito hispánico. La referencia inmediata de Pedro Mexía en el pasaje que citábamos al comenzar este apartado era el principio de los Problemata de Ale- jandro de Afrodisia, obra emblemática de todo un género -el de los problemata y las dubia- procedente en parte de la tradición saler- nitana, que había cobrado especial trascendencia en el sistema edu- cativo nacido con las escuelas y universidades bajomedievales y renacentistas 13. La misma referencia es la que aparece una y otra vez, tanto en autores anteriores (por ejemplo, en los Secretos de Phi- losophia de Alonso López de Corella)14 comoposteriores(porejem- plo, en los Problemas de López de Villalobos) 15, que publicaron sus obras en un formato mucho más cercano al tradicional que el repre- sentado por la original y ambiciosa Silva de Pedro Mexía. López de CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 28. 12 A. BLAIR, «The Problemata as a Natural Philosophical Genre», en 13 A. GRAFfONy N. SIRAISI eds.), Natural Particulars. Nature and the Disciplines in ( Renaissance Europe, Cambridge MA, 1999, pp. 171-204; para ésta y otras tradi- ciones medievales conexas, véanse los dos estudios de B. LAWN,The Salernitan Questions: An Introduction to the History of Medieval and Renaissance Problem Literature,Oxford, 1963, y The Rise and Decline ofthe Scholastic «Quaestio Dis- putata». With Special Emphasis on Its Use in the Teaching of Medicine and Scien- ce, Leiden, 1993. A. LÓPEZ DECORELLA, Secretos de Philosophia, Astrología y Medicina, y 14 de las quatro Mathematicas sciencias, divididos en cinco quinquagenas de pre- guntas, Zaragoza, 1547. La obra es fácilmente accesible gracias a la reciente edi- ción de Juan Cruz Cruz, Pamplona, 2001. Había estado precedida por: Secretos de philosophia y medicina, Salamanca, 1539, y Treszientas preguntas de cosas natu- rales en diferentes materias. Con las respuestas y alegaciones d'auctores, las qua- les fueron antes preguntadas a manera de perque, Valladolid, 1546. 15 F. LÓPEZDEVILLALOBOS, Libro intitulado los problemas de Villalobos, que trata de cuerpos naturales y morales, Sevilla, 1574.
  • 10. 306 JOSÉ PARDO TOMÁS Corella ofrecía una justificación de su estilo en el proemio de su obra, utilizando, como en el resto de sus preguntas, el verso: «Pues toda interrogación es medio para saber, preguntas quiero poner para ver la solución. Principiaron los pasados a saber filosofía: por ser muy maravillados de efectos muy señalados que les daban gran porfía. y las causas no sabiendo contemplaban sin recelo: siempre estaban arguyendo y el movimiento midiendo de elementos y del cielo» 16. La calidad y ambición de la obra de Mexía, además de su enor- me éxito editorial, influyeron indudablemente en autores posterio- res, como resulta evidente en el Jardín de flores curiosas de Antonio de Torquemada, quien de todos modos eligió para su obra otro géne- ro de inspiración clásica de probada eficacia pedagógica en el Rena- cimiento (y aun después): el diálogo 17. La Silva de Mexía, así como los Problemas de Villalobos, están, sin duda, detrás de la inspirada decisión del joven Juan de Cárdenas de escribir sus Problemas y secretos maravillosos de las Indias, obra para la que eligió una estructura más cercana a la historia natural pliniana, admitiendo explícitamente que «el gusto de los lectores» le había llevado a pen- sar en una especie de «selva de varia lección indiana» 18. Mucho más cercanas al recetario medieval fueron las obras ins- piradas directamente en los libros de secretos italianos; entre ellas, las más difundidas consistían, formalmente, casi en una mera recopilación de recetas. Altamente representativa de esta modalidad es, sin duda, la traducción que Alonso de Santa Cruz hizo de los Secreti de Alexo Piamontés, que constituyó el best-seller del género en toda Europa 19. Por último, cabe destacar la hábil y eficaz mezcla de todos esos géneros formales en un tratado como el de Jerónimo Cortés, en el LÓPEZ DE CORELLA, Secretos de Philosophia, p. 77. 16 M. T. JONES-DAVIES (ed.), Le dialogue au temps de la Renaissance, París, 17 1984. CÁRDENAS, Problemasy secretos maravillososde las Indias, p. 28. 18 Véasela tabla de más de un centenarde edicionesy traducciones, ntre e 19 1555 y 1700, en EAMON, cience and the Secrets of Nature, p. 140. S
  • 11. 307 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS que los diálogos, la retahíla de preguntas y respuestas, o la recopila- ción de recetas se unen a un remedo de tratado más formal para dar como resultado una obra de indudable impacto entre los lectores. Pese a todo, insistimos en que dicha variedad tipológica no invalida nuestra decisión de englobar todas esas obras como un conjunto asi- milable a un único género que podríamos denominar de literatura de divulgación científica, aceptando de modo provisional un término a todas luces anacrónico, sin entrar ahora en una discusión que nos llevaría lejos de nuestro objetivo. Por lo que respecta al perfil de los autores, la tipología en un principio no es menos diversa, aunque todos tienen en común una formación universitaria y una variada actividad como escritores. Algunos de ellos, además, ejercieron profesiones directa o indirecta- mente relacionadas con el mundo científico y académico. Para empezar, López de Corella, López de Villalobos y Juan de Cárdenas eran médicos; Jerónimo Cortés, profesor de matemáticas y de astro- nomía en la universidad de Valencia; Pedro Mexía y Alonso de San- ta Cruz, cosmógrafos en Sevilla y en la corte, respectivamente; y Antonio de Torquemada, clérigo y secretario del conde de Benaven- te. Por otro lado, los dos cosmógrafos escribieron, además, impor- tantes obras de su disciplina, y López de Corella numerosos tratados latinos de medicina. Torquemada, Cortés y Cárdenas, por su parte, parece que trataron de mantenerse más atentos a los requerimientos del mercado del libro práctico, en el ámbito de sus respectivas espe- cialidades. El catedrático valenciano fue autor de un libro de aritmé- tica práctica y de un Lunario de considerable éxito editorial. Juan de Cárdenas, desde la lejana Nueva España, volvió a probar suerte en el mundo editorial unos años después de sus Secretos con un tratado sobre las virtudes del chocolate y el modo de prepararlo. Por último, Antonio de Torquemada publicó también un Manual de escribientes, un tratado del juego de damas y unos coloquios satíricos, además de un libro de caballerías que, como veremos, mereció la hoguera que organizaron una noche un barbero y un cura en un pueblo manchego. Así pues, el perfil de estos professori di secreti a la española no difería en mucho de los de un Girolamo Ruscelli o un Leonardo Fio- ravanti, a quienes Eamon consideró prototípicos 20. Pero no es éste el lugar para extendemos sobre tales aspectos. Veamos, por fin, cómo y de qué manera estos autores, dedicados a poner los secretos de la EAMON, cience and the Secrets of Nature, pp. 134-167. S 20
  • 12. 308 JOSÉ PARDO TOMÁS naturaleza al alcance de todos, dieron cabida en sus obras, dentro de la más pura «ortodoxia demonológica», al diablo y sus diabluras. Un sitio para el demonio: la presencia del diablo y sus diabluras No puede olvidarse que, como ya hemos apuntado, la mayor parte de los libros que constituyen nuestro objeto de estudio fueron escritos por autores sólidamente formados en la filosofía natural aristotélica tal y como se enseñaba en las universidades de la época. Muchos de ellos, además, aportaban sus conocimientos de la médi- cina hipocrático-galénica universitaria. Ello implicaba una concep- ción de la naturaleza en la que, como han explicado muy bien Stuart Clark, Katharine Park o Lorraine Daston 21, todo fenómeno que tenía lugar en la physis obedecía a un complejo sistema multicausal, res- pondiendo a una triple categoría de causas que podían hacer referen- cia a cosas naturales, cosas no naturales y cosas pretematurales. Esta triple esfera puede dar lugar a confusiones, dado nuestro modo actual de concebir los fenómenos físicos; pero en la época resultaba medianamente claro que correspondía al ámbito de de la filosofía natural en tanto que opuesta a la acción sobrenatural, esfera única- mente reservada a la voluntad y a la actuación divinas. El demonio se situaba plenamente en la esfera de lo pretematu- ral. Como se observa en las obras que nos ocupan, tal era el lugar donde se discutía acerca de su presencia como causa posible de fenómenos naturales, de enfermedades o de acciones maravillosas; esto es, de efectos al margen de lo ordinariamente natural. Lo pre- tematural podía concebirse una y otra vez como anómalo, fuera de lo ordinario, pero nunca como sobrenatural, esto es, como algo por encima de las leyes de la naturaleza. Estaba presente en ésta, se regía por sus leyes y debía ser tomado en consideración tanto en la 21 S. CLARK, The Rational Witchfinder: Conscience, Demonological Natura- « lism and Popular Superstitions», en S. PUMFREY, al. (eds.), Science, Culture and et Popular Beliefin Renaissance Europe, Manchester, 1991, pp. 222-248; Daston y Park, Wonders and the Order of Nature, esp. pp. 120-126. Nos ha resultado tam- bién de gran utilidad en este sentido la lectura del trabajo de A. KEITI, «The Mira- culous Body of Evidence: Mirac1es, Medicine, and the Inquisition in Seventeenth- Century Spain» fpreprint para The Sixteenth-Century Journal, entregado en julio 2003, pp. 1-20]. Agradezco a su autor el permiso para citar el texto y a Jon Arriza- balaga el haberme dado noticia de su existencia.
  • 13. 309 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS buena filosofia natural, como en la buena medicina. De hecho, se reconocía una localización física de lo demoníaco asimismo en el mundo natural, de lo que se derivaba una tipología tanto de los dis- tintos diablos como de sus diabluras. Antonio de Torquemada ofre- cía una explicación sobre la presencia de los demonios en nuestro mundo particularmente física y concreta, que justificaba por razones de disciplina moral: «a partir de la caída de Lucifer a los abismos; no todos los demonios pecaron por igual y, por tanto, no todos cayeron hasta lo más profundo; permitió Dios que muchos de ellos quedaran en los lugares intermedios porque también fue conveniente para nuestro merecimiento que tuviése- mos a los demonios por contrarios y en parte donde pudiésemos ser fati- gados con sus tentaciones; y para este efecto permitió Dios que quedase mucha parte de ellos en el aire y en la tierra y en el agua hasta el día del juicio, que irán todos a los abismos» 22. Las consideraciones de Torquemada resultan especialmente inte- resantes como ejemplo del estilo vulgarizador de estos autores, ya que, por un lado, sus disquisiciones adquirían autoridad gracias a los nombres de Santo Tomás y Psellos (aunque a través de Gaudencio Merula, uno de los demonólogos favoritos de Torquemada) y, por otro lado, la explicación se suministraba al lector en el marco de un apacible diálogo, con expresiones y conceptos de gran plasticidad y claridad; por último, no se desaprovechaba la ocasión para deducir de todo ello una lección moral. Sobre este último aspecto, común a la mayor parte de las obras, vale la pena recordar cómo, sintomáti- camente, el subtítulo de los Problemas de López de Villalobos subrayaba que trataba «de cuerpos naturales y morales», dedicando a los útimos toda la segunda parte de la obra. Volviendo a Torquemada y a su clasificación de los demonios, éstos aparecen divididos en seis grupos de acuerdo con el espacio físico que ocupan, en el que cada uno ejerce un «oficio» distinto, actuando sobre el elemento natural, en el que habita: - en la suprema región del aire, los demonios de fuego, que casi no actúan en el mundo, dada su cercanía respecto al cielo 22 A. DE TORQUEMADA, Jardín de flores curiosas en que se tratan algunas materias de humanidad, philosophía, theología, y geographía, con otras cosas curiosas y apazibles, Salamanca, 1570. Citamos según la edición más accesible, que es la de Giovanni ALLEGRA, Madrid, 1982, p. 253.
  • 14. 310 JOSÉ PARDO TOMÁS en la media región del aire, los demonios que actúan sobre las incidencias metereológicas - en la tierra, los demonios que actúan tentando a los humanos en sus pasiones y ambiciones - en las aguas, los demonios que producen fenómenos relacio- nados con fuentes, lagos, ríos y mares - en las cuevas, los demonios que causan temblores y persi- guen a mineros y excavadores de pozos - en los abismos, los demonios encargados de atormentar las almas de los condenados23. Como es de esperar, los seres humanos se relacionaban espe- cialmente con los diablos terrenales y los situados en las esferas más inmediatas a su ubicación (la región media del aire, las aguas y las cuevas). Basta evocar leyendas y narraciones de diabluras que presentan como víctima a un ser humano en relación con fenó- menos metereológicos como las tormentas o los vendavales, o en ámbitos como manantiales, arroyos, cuevas o simas, para darnos cuenta del poder explicativo que la distribución espacial de los diablos implicaba para los lectores de Torquemada o de cualquier otro divulgador de la refinada demonología de los expertos. La defensa de los humanos frente a estos diablos podía adoptar for- mas muy variadas. Pedro Mexía se refería a una dedicada especial- mente a los diablos aéreos: el sonido de las campanas. Las campa- nas, «tienen otro effecto maravilloso: que los demonios que andan por el ayre huyen de su sonido y lo aborrescen, como cosa inventada y insti- tuyda para el culto y honrra de Dios; que assí como se agradan de otras músicas que incitan y provocan a mal, assí se desvían y desagra- dan del sonido de las campanas y les da pena [...] y no parezca impos- sible lo que dixe (huyr los demonios del sonido de las campanas) por- que no tengan cuerpos ni oydos para oyr, como sean inteligencias incorpóreas; porque es assí que las inteligencias y espíritus las cosas que no pueden comprehender con el sentido corpóreo, porque no le tienen, con conocerlas y entenderlas [las] comprehenden, y assí se atormentan los demonios con el fuego» 24. Pero los seres humanos, al margen de estas diabluras que com- batían como podían, podían padecer otro tipo de fenómenos pro- TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas, pp. 254-261. 23 MEXÍA, Silva de varia lección, vol. 1, p. 597-598. 24
  • 15. 311 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS vocados por el diablo, además -claro está- de las inevitables tentaciones mientras permanecían en el reino de los vivos y de los horribles tormentos cuando habían llegado ya al de los muertos. En concreto, había un tipo de individuo que presentaba sin lugar a dudas una mayor receptividad a lo diabólico: nos referimos al melancólico. Melancólicos, brujas y aojados Para entender adecuadamente la relación entre diablo y melan- colía es necesario partir del modo en que la medicina galénica de la época explicaba la salud y la enfermedad en los seres humanos. El médico debía saber interpretar las causas de la enfermedad del cuerpo para proponer el restablecimiento de la salud. Estas causas tenían que ver, como ya se ha apuntado, con las cosas naturales, las no naturales y las pretematurales. Las prescripciones dirigidas a lograr la curación debían, por tanto, guardar relación con todas ellas. En primer lugar, el médico tenía que tener en cuenta las cosas naturales, es decir, el temperamento o complexión del indi- viduo, determinado según un esquema basado en los humores y sus cualidades que respondían a los cuatro elementos y cualidades primarias, tal y como explicaba el texto de Mexía antes citado 25. Un individuo de complexión melancólica era aquél en cuyo orga- nismo preponderaba el humor melancólico, el cual poseía las cua- lidades básicas de la sequedad y la frialdad, como el elemento tie- rra con el que se relacionaba. El siguiente esquema sitúa las posibles combinaciones de los cuatro elementos con los humores, sus cualidades y los órganos más directamente relacionados con ellas. 25 Juan de Cárdenas lo explicaba así a sus lectores: «Por negocio cierto y ave- riguado se tiene entre los philósophos que toda la bassis y principal cimiento de la philosophía y medicina estriba y se reduze a calor, frialdad, sequedad y humidad, y es esto de tal suerte verdadero que, si de los cuerpos naturales faltasen las dichas cuatro cualidades primeras, por la misma razón cessarían todas las obras y actos que por orden natural se executan en la naturaleza»: Cárdenas, Problemas y secre- tos maravillosos de las Indias, p. 37.
  • 16. 312 JOSÉ PARDO TOMÁS AIRE FUEGO Caliente sangre/corazón bilis/hígado Húmedo Seco TIERRA AGUA Frío flema/cerebro melancolíalbazo Tanto los melancólicos por temperamento como los aquejados de enfermedad melancólica eran propensos a padecer visiones, apa- riciones de fantasmas, sueños perturbadores o extrañas y repentinas fobias. Porque los vapores y efluvio s del exceso de humor melancó- lico tendían a acudir hacia las regiones superiores y podían afectar al cerebro (véase la vecindad de esa región en el esquema anterior). Dilucidar si el demonio había intervenido o no en los trastornos que el melancólico padecía era siempre un problema arduo. La melanco- lía constituía un auténtico reto para los médicos, ya que se trataba de un territorio conflictivo, en los confines entre la demonología y la teología. Pero el debate iba mucho más allá de los expertos, por eso lo encontramos una y otra vez en nuestros libros de secretos. Lo planteaba, por ejemplo, Luis, uno de los personajes que dialogaban en el Jardín de flores curiosas, de Torquemada: «deseo entender este negocio de estas fantasmas, si son ilusiones y engaños del demonio, y se representan en la imaginación y fantasía solamente, o si se ven verdaderamente con los ojos corporales» 26. Antonio de Torquemada (que de todos nuestros autores fue, sin duda, el más propenso a dar amplia cabida al diablo y sus diabluras) presentaba las dos opiniones al respecto: la de los que pensaban que las visiones y apariciones fantasmales eran simples manifestaciones reducibles a la enfermiza sensibilidad del melancólico, y la de los que pensaban que se trataba de auténticas diabluras, percibidas de 26 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas, p. 249.
  • 17. 313 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS manera privilegiada por el melancólico, pero que sucedían «real- mente». Torquemada trató de atribuir una u otra postura a destaca- dos filósofos de la Antigüedad. Aristóteles y su escuela de peripaté- ticos, así como Demócrito, eran de la opinión más escéptica con respecto al diablo: «cuando estos filósofos eran preguntado s qué mal era el de los que esta- ban endemoniados, decían que era una pasión que procedía del humor melancólico, y que la melancolía puede hacer aquellos efectos. [Pero en opinión de Antonio, el personaje que así se explica] éste es un yerro muy manifiesto: porque de la contraria opinión entre los mismos filóso- fos gentiles fueron Pitágoras, Sócrates, Platón, Trismegisto... y otros muchos» 27. La filosofía de los antiguos, pues, se mostraba dividida, pero es que éstos no dejaban de ser gentiles, es decir, paganos. Sin embargo, si se acudía «a la misma verdad, que es Cristo, y a nuestra religión cristiana», no cabía duda de que la existencia del demonio era algo comprobado, tanto por las Escrituras como por «los milagros que el mismo Dios obró en echarlos tantas veces de los cuerpos huma- nos» 28.Por contra, Antonio advertía a sus interlocutores que «los más de los médicos [...] confiesan y sustentan que todo procede del humor melancólico», poniendo en guardia a sus lectores acerca del excesivo escepticismo que tales expertos solían mostrar. Dicha críti- ca se convierte en lugar común de todo el tercer diálogo del Jardín de flores curiosas, donde los interlocutores ironizan sobre el reduccio- nismo de los médicos que pretendían explicar todo mediante causas naturales (en este caso, la acción del humor melancólico), sin dejar lugar a las pretematurales, es decir, a las intervenciones diabólicas. Es importante señalar cómo la ironía respecto a las opiniones de los expertos es una estrategia utilizada una y otra vez por los autores de los libros de secretos para captar la simpatía de sus públicos. y no siempre en el mismo sentido hasta ahora expuesto; si unas veces los lectores son objeto de ironía por su pobre escepticismo, otras lo son por su excesiva credulidad ante explicaciones «diabólicas». Por ello, puede resultar contradictorio el hecho de acudir una y otra vez a la autoridad del experto para apuntalar una opinión o un juicio controvertido. Pero dicha contradicción era sólo aparente. Ambos recursos formaban parte de la misma estrategia de captación del 27 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas, p. 250. 28 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas, pp. 251-252.
  • 18. 314 JOSÉ PARDO TOMÁS favor del público. Por un lado, se convencía al lector de la cercanía del autor a los profanos como él y, por tanto, de su legitimidad para tratar con ellos de tales asuntos en un tono alejado de toda retórica «experta». Por otro lado, se aseguraba poseer una sólida informa- ción para cimentar una opinión y se apuntalaba su carácter indiscuti- ble mediante el recurso al conocimientode los expertos, subrayando que ni el lector ni el autor estaban autorizados para contraponer sus opiniones como igualmente legítimas. Un caso especial, sin embargo, lo constituyen las remisiones de los autores de libros de secretos al parecer de los teólogos. En principio, podría tratarse de una prudente negativa a entrar en temas doctrinalmente espinosos; pero a menudo no era, sino un ejemplo más de la citada estrategia consistente en colocarse alIado de los lectores, con la seguridad añadida de remitir a un experto ajeno cuestiones que no podían o querían ser explicadas en un libro de secretos naturales. Torquemada, por ejemplo, adoptaba claramente dicha actitud consistente en dejar a la opinión de otros la decisión sobre el debate en tomo a los melancólicos; con ello resultaba convincente a los ojos de un auditorio al que pretendía deleitar y no agobiar, sin renunciar por ello a llevar el agua al molino de su opinión: «En todas las cosas que no se pueden averiguar por cierta ciencia nunca faltan opiniones diversas y contrarias; y así, en éstas habrá diver- sos juicios y pareceres, y yo antes lo atribuiría a obra del demonio que no al humor melancólico [...] como quiera que sea fue por permisión secreta de Dios, la cual nosotros no alcanzamos, ni hay para qué fatigar- nos más sobre ello» 29. En otro lugar de la misma obra, la remisión a los teólogos se convierte en algo explícito. Luis y Antonio, dos de los personajes que dialogan en el Jardín, están tratando la cuestión de si las ánimas de los difuntos vuelven a la tierra y se aparecen a los vivos; la res- puesta de Antonio, alegando la autoridad de Francisco de Vitoria (que constituía una referencia frecuentemente utilizada) 30 es que 29TORQUEMADA, Jardín de flores curiosas, p. 267. 30 El tratado De magia de Francisco de Vitoria, una lectio originariamente pronunciada en 1540, impresa como texto en 1556, es considerado como «el canon de lo que será la opinión sobre la magia durante todo el siglo XVI».Véase D. YNDURÁIN, «Magia y razón en los libros impresos españoles del siglo XVI»,II Seminario de Historia del Libro. Los libros útiles. Fundación Duques de Soria,
  • 19. 315 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS algunas veces dichas apariciones son verdaderas (aunque admitien- do que las más de las veces se trata de invenciones del demonio). A lo que Luis responde: «razones parecen bastantes para fundar lo que habéis dicho, pero la determinación dejémosla para otros mejores teólogos» 31. De este modo, Torquemada orienta a su lector sobre los límites de la discusión y decide hasta dónde puede llegar la especulación acerca de unas cuestiones cuya respuesta, en última instancia, no es misión del autor ni del lector determinar. López de Villalobos adop- taría una actitud similar -todavía más eficaz desde el punto de vis- ta de la retórica del texto-, en las elocuentes páginas sobre «la malicia del diablo», cuando, con un guiño al lector, concluía: «no querría yo preguntar estas cosas, sino al mesmo diablo» 32. López de Corella, por su parte, nos permite regresar a la cuestión de la relación de los melancólicos con posibles posesiones demonía- cas, para concluir remitiéndose a los teólogos como expertos tan ajenos a los autores de libros de secretos como a sus lectores. Hablando de las virtudes terapéuticas de la música, recordaba un episodio bíblico que se suponía conocía bien, tras lo cual se detenía deliberadamente en el umbral de la explicación: todo lo que fuera ir más allá supondría invadir el terreno de los teólogos: «La música aprovecha en la pasión que se llama manía; por lo cual sienten algunos que la música que hacía David al rey Saúl, que estaba maníaco y aprendido del demonio, podía ser causa de aliviación de aquella pasión; pero esto a los teólogos lo remito» 33. NO obstante, en el caso de las explicaciones acerca de los efec- tos de la melancolía en la imaginación de los humanos, no todo era remitido a los teólogos o a los médicos. López de Corella para res- mayo 1995, p. 12. Agradezco a Verónica Mateo el haberme facilitado copia meca- nografiada de la ponencia. 31 TORQUEMADA, Jardín de flores curiosas, pp. 290-295; la cita en p. 295. 32 LÓPEZ DE VILLALOBOS, ibro intitulado L los problemas de Villalobos, ff. 26r.-27r. [f. 27r.] 33 LÓPEZDECORELLA, Secretos de Philosophia, en la pregunta Por qué a unos de consuno la música da alegría; Por qué la tal melodía a otros muy tristes para, p.468.
  • 20. 316 JOSÉ PARDO TOMÁS ponder a la pregunta «Por qué dicen los letrados que el bazo es cau- sa del riso», comenzaba por afirmar el asiento de la risa en el bazo, sede del humor melancólico. A continuación pasaba a ocuparse de los afectados de «pasión melancólica», hablando de sus imagi- naciones, pero también de las maravillosas capacidades que pare- cían desarrollar en pleno furor de su pasión, como hablar latín o «saber todas las ciencias». En este contexto, López de Corella vol- vía a ofrecer la consabida discusión entre dos opiniones contra- puestas. Unos decían que era «por cuanto los melancólicos tienen el entendimiento no ocupado en cosas terrenas, pueden recibir mejor los influjos celestiales; y así vendrán en memoria de lo que antes sabían», partiendo de la idea platónica (que toma de Antonio Gainerio) de que «el ánima humana, antes que informarse materia, sabía todas las ciencias; y que informando se le olvidaron», aunque admitía «es doctrina que se aparta de la aristotélica». Por el con- trario, «dicen otros que esto viene por demonio a los cuales yo preguntaría [oo. ] por qué el demonio les hace adivinar y filosofar más en una cuadra de luna que en otra [oo.] A esto responden algunos que [.oo] viene el demonio en un tiempo a aprender y no en otro; porque en un tiempo tiene más ligados los sentidos el melancólico que en otro [u.] de lo cual procede que más fácilmente pueda ser uno tomado del demonio en un tiempo que en otro. Por lo cual a los tales suelen llamar lunáticos; porque según el movimiento de la luna mudan y hacen varios efectos» 34. Derivara o no de la melancolía, la soledad era también una oca- sión para el demonio. En su respuesta a la pregunta «Por qué recibe tristura el hombre cuando está solo», López de Corella aprovechaba para asentar una opinión sobre las mujeres que confesaba inspirada en Séneca: «La soledad, si no a hombres de mucha constancia y prudencia, siempre suele causar ruines efectos; porque allende que da tristeza, como está relatado, da buena oportunidad para que Satanás entre a usar de su inicua arte. Conforme a lo cual bien dice Séneca que la soledad nos incita a todos los males. Y conforme a esto dice que las mujeres, pues tienen menor fortaleza, huyan de la soledad; y si acaso les acontece estar solas, procuren que el diablo no las halle desocupadas» 35. 34 LÓPEZ DE CORELLA, Secretos de Philosophia, p. 179. LÓPEZDECORELLA, Secretos de Philosophia, p. 186. 35
  • 21. 317 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS Las mujeres eran seres peligrosos y, si estaban solas u ociosas, todavía más: no se puede pedir una declaración más explícita del patrón cultural misógino que moldeaba el pensamiento hegemónico de la época. Y, por supuesto, no faltaban autoridades grecorromanas de prestigio para asentarlo sin mayor discusión. Por ello, aunque sea muy brevemente, puesto que en este mismo libro se trata el tema de manera más extensa y por persona más autorizada, debemos men- cionar la aparición de la bruja en los libros de secretos. Práctica- mente todos ellos la incluyen, aunque casi ninguno desarrolle exce- sivamente un asunto cuyo tratamiento in extenso rebasaba los objetivos específicos del género. El autor que más espacio dedicaba al tema era, sin duda, Antonio de Torquemada, quien, hacia el final del tercer coloquio de su Jardín, definía a las brujas como «un linaje de gentes que se conciertan expresamente con el demonio y le toman y obedecen por señor» 36. ras varios cuentos bastante tópicos T de visitas a aquelarres, Luis evocaba a Lamias y Estrigias, para defi- nir estas últimas como las que chupan sangre, especialmente de los niños pequeños. Antonio salía al paso de dicha afirmación: «No paséis adelante hasta que entendamos eso: que yo he comuni- cado con médicos y filósofos este negocio, y todos son de opinión que las brujas no pueden chupar la sangre; porque dicen que los poros están cerrados, que es imposible que con sólo el chupar salga por ellos» 37. Tal argumento «experimental» y «físico» contrastaba con las ironías sobre el escepticismo de los médicos cuando se referían a la melancolía. En todo caso, se trataba de una posición no muy alejada de la sostenida por Juan de Cárdenas. Sus Problemas y secretos maravillosos de las Indias entraban en la cuestión de las brujas sólo en función de la discusión acerca de los efectos de determinadas plantas, sobre todo, en tomo a la discutida cuestión de si los viajes nocturnos eran reales o soñados. Según la explicación de Cárdenas, bastante completa y argumentada desde los supuestos de la filosofía natural más canónica, «es muy gran verdad que ay yervas tan por extremo frías que con su demasiada frialdad causan un sueño profundo, en el cual se representan a la imaginación cien mil especies de cosas differentes [...] pero que mediante la yerva se hagan las bruxas invisibles y que vayan en un momento por todo el mundo y que penetren los cuerpos y tomen a vol- 36TORQUEMADA, Jardín de flores curiosas, pp. 310-324; la cita en p. 310. 37TORQUEMADA, Jardín de flores curiosas, p. 315.
  • 22. 318 JOSÉ PARDO TOMÁS ver al lugar do salieron, todo eso se ha de presumir antes ser por arte del demonio que por virtud que aya en la yerva, y dezir otra cosa es yerro; y si el arte mágica y todo género de encantamiento y hechizo es prohibido y castigado por la Iglesia es porque en todo ello ay pacto con el demo- nio, el cual permitiéndolo Nuestro Señor, haze y obra todas aquellas maldades y no la yerva que toma el que en semejantes maldades anda» 38. La cuestión de los vuelos nocturnos aparecía una y otra vez, aunque no relacionada específicamente con el vuelo de la bruja hacia el aquelarre. Hallamos vuelos nocturnos con la ayuda del dia- blo, sobre todo, en los autores más aficionados a incluir en sus expo- siciones acerca de los secretos naturales narraciones de sucesos extraordinarios39. Así, por ejemplo, en Pedro de Mexía y su Silva de varia lección. Mexía se inspiraba en Alessandro Alessandrini para narrar «un caso grande, acaescido a un hombre que estava en una cárcel: cómo el demonio lo sacó della, y lo que más le acaesció y le passó después». Un preso, sacado por el diablo de la prisión, fue lle- vado a los infiernos donde vio cosas tremendas; al regresar, tuvo tiempo de contar lo sucedido antes de morir exhausto. Mexía cobra- ba distancia respecto a la narración y explicaba a sus lectores: «Quien sea que él huviesse visto lo que contó o que el demonio se lo mostró, Dios es el sabidor de la verdad, por cuya permissión pudo passar lo que tengo dicho, abriendo el demonio las puertas y prisiones y tomándolas a cerrar luego, como leemos otras cosas semejantes, escrip- tas por santos y testigos de creer» 40. Más compleja era la cuestión de si concurría o no intervención diabólica en el mal de ojo. La enfermedad del mal de ojo tenía enti- dad gnoseológica para la medicina galénica; al mismo tiempo ofre- cía una clásica explicación multicausal que no incluía necesaria- mente la existencia de un pacto con el diablo. La discusión no se dirigía, pues, a cuestionar la naturaleza de un mal indiscutiblemente «real» sin intervención diabólica, sino a determinar qué papel podía desempeñar el diablo en algunos casos de fascinatio y en el poder que determinadas personas, especialmente mujeres ancianas, pare- 39CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 273. 39 Es obligado recordar aquí al doctor Torralba y su viaje en volandas hasta Roma. Ya señaló CAROBAROJA cómo podía haber ecos de dicho viaje en el Jardín de TORQUEMADA; CAROBARaJA, Vidas mágicas e Inquisición, Barcelona, 1990 J. (ed. orig. 1967), vol. 1, p. 229. 40 MEXÍA,Silva de varia lección, vol. 1, pp. 680-682 [682].
  • 23. 319 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS cían esconder en la mirada. López de Corella dedicó al tema una de sus preguntas «por qué pueden las viejas a los niños ojear». Para justificar su respuesta comenzaba por traer a colación una historia sacada de la obra de Alonso de Cartagena, «varón muy docto» 41, que contaba cómo un hombre de Guadalajara era capaz de romper platos de cerámica con sólo mirarlos y atribuía ese poder a «vapores corrupto s» exhalados de la mirada, explicación que, en este caso, no bastaba, en opinión de Corella: «creo yo que el hombre que cuenta el doctor Cartagena tenía algún pac- to secreto con el demonio; el cual favorecía en éste y otros casos, para que pudiese engañar a la gente» 42. Lo interesante es que ello no le llevaba, ni mucho menos, a negar la causa fundamental del mal de ojo, «que la fascinación o aojeamiento se causa porque el que aojea tiene humores venenosos en el cuerpo, de los cuales humores salen vapores malignos por los ojos» 43. Nos hallamos así ante un excelente ejemplo de la habitual estra- tegia de los libros de secretos para tratar de convencer a sus lectores de que numerosos fenómenos considerados vulgarmente diabluras, no lo eran en absoluto. Se comenzaba por admitir que «diabluras las había», citando para ello algún caso concreto y «autorizado» (como el del guadalajareño de mirada diabólica contado por el docto Carta- gena) para, a renglón seguido, determinar que, sin embargo, bastaba la causa natural para explicar otros fenómenos similares que eran mucho más comunes que el caso extraordinario para el que se había admitido causa pretematural por la existencia de un pacto previo con el demonio. De hecho, incluso Torquemada (de todos nuestros autores, el más proclive a ensanchar el campo de las acciones dia- blescas) incurría a veces en dicha forma de argumentar en contra de la intervención diabólica. Por ese mismo camino, la mayoría de los 41 Sobre la postura de Alonso DECARTAGENA ante lafascinatio, más compleja de lo que LÓPEZDECORELLA interesaba mostrar en su referencia, véase F. SAL- le MÓNYM. CABRÉ,«Fascinating Women: The Evil Eye in Medical Scholasticism», en R. FRENCH, J. ARRIZABALAGA, A. CUNNINGHAM y L. GARCÍA BALLESTER (eds.), Medicinefrom the Black Death to the French Disease,Aldershot, 1998, pp. 53-84, esp. pp. 54-60. 42 LÓPEZ DECORELLA,Secretos de Philosophia,p. 281. 43 LÓPEZ DE CORELLA, Secretos de Philosophia, p. 282.
  • 24. 320 JOSÉ PARDO TOMÁS autores acababan llevando a sus lectores hacia una defensa de la licitud de determinadas intervenciones humanas con respecto a los secretos naturales, en tanto en cuanto nada tenían de diabólicas. El mismo Torquemada afirmaba explícitamente que: «se puede obrar con cosas que naturalmente tienen virtud y propiedad de hacer y obrar aquello que se pretende, así por virtud de hierbas y plantas y piedras y otras cosas, como por constelaciones e influencias celestiales; y ésta es lícita y se puede muy bien usar y sin escrúpulo nin- guno por las personas que alcanzaren y supieren los secretos que a otros son encubiertos» 44. Más allá de los seres humanos, la naturaleza seguía siendo pró- diga en secretos naturales y otras maravillas, pues piedras, hierbas, aguas o animales poseían innegables cualidades ocultas. Ahí había otro territorio por explorar con el fin de explicar a los lectores cómo dilucidar dónde acababan esas cualidades ocultas y dónde empeza- ban las diabluras. El diablo y las cualidades secretas de piedras, hierbas y animales El ámbito de las propiedades ocultas de las piedras, los animales o las plantas era, en efecto, uno de los escenarios más fértiles en el continuo debate acerca de la responsabilidad del diablo en determi- nados fenómenos y acciones. Por lo pronto, entre esas propiedades ocultas se incluía la de preservar de hechizos, encantamiento s y otras diabluras. Jerónimo Cortés, por ejemplo, al tratar de las virtu- des del romero, recordaba que según «escribe y refiere Alonso de Herrera en su Agricultura, en la casa que se acostumbra ~ahumar con romero no habitan los espíritus inmundos» 45. Pedro Mexía constataba la misma propiedad en otras plantas, así como en ciertas piedras preciosas: «La piedra que se llama amatista y la yerva llamada aristolochia y el a~afrán dizen que hazen buena color al rostro y abivan el ingenio del que la trae y ahuyentan los demonios». Por si quedaran dudas acerca de la ortodoxia de esta afirmación, el cosmógrafo sevillano insistía: 44 TORQUEMADA,Jardín de flores curiosas, p. 286. 45 CORTÉS, Phisonomia y varios secretos de naturaleza, f. 17v.
  • 25. 321 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS «De manera que estas propiedades secretas de las cosas, que no les vienen de los elementos y son influydas por las estrellas del cielo, son de tener en mucho y no burlar dellas, pues tan grandes hombres las escriven, y la experiencia nos las muestra, y leemos en la Sagrada Escriptura, de Salomón, que conosció las causas de las cosas y la natu- raleza de los animales y las fuen;as de las yervas (en el tercero de Los Reyes [y] en el séptimo de La Sabiduría)>>6. 4 En otros lugares de la Silva, las sortijas con esmeralda o con jas- pe tenían «assí mismo, propiedad contra el demonio» 47.El mismo Cortés, al ocuparse del jacinto, afirmaba que «tiene virtud de refre- nar la locura, y evitar la melancolía, y no sufre fantasmas ni visio- nes» y, al tratar de la piedra jaspe, decía que la «de color verde es la mejor, y trayda al cuello libra de hechizos» 48.A veces, resultan sig- nificativas algunas asociaciones de temas en unas obras que esen- cialmente tienden a la miscelánea de cuestiones y argumentos. Por ejemplo, Jerónimo Cortés enlazaba lo que afirmaba el gentil Plinio sobre los rayos -incluidos los consejos sobre cómo librarse de ellos- con las propiedades del Agnus Dei, uno de los más conoci- dos y ortodoxos amuletos cristianos, pues como nos recordaba el autor valenciano, se adquiría siempre con bendición papal incluida. Entre sus virtudes, destacaba la de, «librar a los que le truxeren con devoción y confianc;a de los enemigos assí visibles, como invisibles [...] Mas libra de fuego, de fantasmas, de carátulas, de visiones y espantos, y aun de las assechanc;as del demo- nio» 49. La relación de las propiedades de las plantas o las piedras con el demonio, sin embargo, no acababa en los efectos protectores o exor- cizadores de las mismas. Como es lógico, efectos diametralmente opuestos fueron largamente debatidos en los libros de secretos. Así, Juan de Cárdenas, sin duda, el autor más propenso a negar cualquier asociación demoníaca atribuida a las propiedades secretas de plan- tas, animales y piedras incluidas en sus Problemas y secretos de las Indias, no podía, sin embargo, negar la íntima conexión entre ciertas drogas usadas por los indios y el diablo: MEXÍA,Silva de varia lección, vol. 1, pp. 814-815. 46 Por ejemplo, MEXÍA,Silva de varia lección, vol. 11,pp. 318 Y 323, respecti- 47 vamente. 48 CORTÉS, hisonomia y varios secretos de naturaleza, ff. 3Or. Y33r., respec- P tivamente. 49 CORTÉS, hisonomia y varios secretos de naturaleza, f. 81r. P
  • 26. 322 JOSÉ PARDO TOMÁS «Cuéntase con verdad del peyote, del poyomate y del hololisque que, si se toman por la boca, sacan tan de veras de juicio al miserable que las toma que, entre otras terribles y espantosas phantasmas, se les representa el demonio y aun les da noticia, según dizen, de cosas por venir, y debe ser todo tra~as y embustes de Satanás, cuya propiedad es engañar con permissión divina al miserable que en semejantes ocasio- nes le busca» 50. y aunque Cárdenas fue un decidido partidario del uso del tabaco y consideraba que se le debería llamar yerba sancta por las virtudes maravillosas que obraba en el organismo humano, no pudo menos que aceptar que algunos pensasen que el diablo podría tener algo que ver en ello: «Cuando me pongo a imaginar quién aya sido el inventor de chupar este humo del piciete 51, supuesto que hasta oy author ninguno lo ha escripto ni hecho mención dél, sospecho que algún ángel lo aconsejó a los indios o algún demonio; que sea ángel está puesto en razón, porque él nos libra de tantas enfermedades que verdaderamente parece medicina de ángeles; y que parezca ser remedio de demonios también lo está, porque si nos ponemos a mirar al que lo está chupando, le vemos echar por la boca y narizes bocanadas de un hidiondo humo, que parece un bolcán o boca de infierno; pero invéntelo quien quisieren, que él me parece, sabiéndose bien usar y aplicar a nuestras enfermedades, remedio del cielo» 52. Juan de Cárdenas dedicaba todo el último capítulo de su obra a la cuestión de «si puede haber hechizos en las yervas y qué sean hechizos». El motivo que lo empujaba aparecía claramente ex- plícito: «porque acerca desto oigo dezir cada día dos mil cuentos y otras tantas historias, patrañas y vanidades» 53. . Tales patrañas iban desde sus efectos sobre el galanteo y la seducción amorosa hasta las prácticas adivinatorias del porvenir, 50 CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 34; vuelve al asunto de estas tres hierbas al final de la obra, p. 274. 51 Picietl era el nombre náhuatl de la planta del tabaco. 52CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, pp. 195-196. Es destacable cómo el tabaco y el cacao producen un auténtico entusiasmo en CÁRDENAS, igual que en otros autores. Por el contrario, es conveniente recordar al que unos años después Francisco DEQUEVEDO escribiría que «tabaco y cacao dia- blos son», citado en G. MALDONADOALMERO, P Antología de Quevedo, Madrid, 2003, sub voceo 53CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 265.
  • 27. 323 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS «negocio sólo reservado a Dios». El escepticismo del autor era patente cuando se proponía «declarar y sacar en limpio lo mucho que acerca de todo esto ay que dudar» 54.La mayor parte de las maravillas que se atribuían a las plantas eran sólo «disparate y men- tira», aunque otras pocas, sin embargo, se consideraban «negocio de milagro»; aun así, seguía reconociéndose un lugar para el diablo: «si por ventura vemos o oyéssemos algún effecto trasordinario y mara- villoso en ellas y que éste tal excediesse los límites de la naturaleza, hase de atribuir a una de tres, o bien a la voluntad de Dios, que haze el tal effecto, y no a la medicina [oo.] otras cosas ay que son por arte del demonio, el cual, por dissimular su maldad y engaño, aconseja usen de tal yerva para que por ella se consiga el effecto que se pretende, pero realmentesólo allí sirve la yerva de un modo de disfraz y engaño [.oo] también muchas cosas destas, o las más dellas, son invenciones del vul- go que haze, como dizen, de una pulga un cavallero y sin mirar ni ente- rarse de cierto en lo que era y cómo era, hazen luego sobre lo que se les puso en la imaginación torres de viento» 55. Algunas hierbas, ciertamente, «sacan de juicio» a quien las toma, por causas completamente naturales que están en sus propie- dades ocultas; pero «todo lo demás es ilusión y obra del demonio»: «Lo que yo imagino acerca desto es que el demonio, cuando trae ciego y engañado a algún desventurado, le debe de aconsejar que use de alguna destas yervas, no para que con la virtud dellas le fuer~e venir a su llamado, sino para que con ellas se embriague y salga de juizio, y saliendo pueda perder el miedo a una cosa tan horrible y fea como debe ser el demonio y estando assí fuera de juizio o medio atónito, viene el demonio a comunicarle y engañarle, diziéndole o respondiéndole a lo que le pide» 56. También Jerónimo Cortés al final de su obra hablaba a sus lecto- res del necesario desengaño que había que aplicar a ciertas explica- ciones sobre las causas de determinados remedios. Por ejemplo, comentando un modo «maravilloso» de curar las heridas y llagas mediante determinada oración y un emplasto de vino y aceite, no dudaba en negar tajantemente que el poder curativo radicase en las palabras de las oraciones, «sino en el vino y azete». E iniciaba su afirmación con estas siginificativas palabras: 54CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 266. 55 CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, p. 269. 56 CÁRDENAS, Problemas y secretos maravillosos de las Indias, pp. 274-276.
  • 28. 324 JOSÉ PARDO TOMÁS «La razón natural y la experiencia, que es madre de desengaños, ha dado en la quenta (aunque tarde) acerca de este modo de curar maravi- lloso» 57. Semejante actitud, se reflejaba también en otros autores, por ejemplo, en López de Corella, cuando escribía: «De lo dicho se colige el error de los supersticiosos enemigos de Dios; que dicen que rezando el salmo de Miserere mei se juntan las mitades de una verga partida. Lo cual dicen provenir por virtud del sal- mo; y que esto tiene propiedad para algunas enfermedades. Está claro ser esto superstición; pues esta atracción es natural, como tengo dicho. y no se ha de reducir al salmo; pues sin que él se rece se hace la atrac- ción. Y porque algunos que de supersticiones han escrito dudaban o no habían leído que se haga naturalmente esta atracción, por tanto, dijeron que se hacía por pacto del demonio; lo cual no es así, pues se hace natu- ralmente» 58. En nuestra opinión, los dos casos expuestos representan un para- digma de lo que Stuart Clark señalara respecto a la literatura demo- nológica, a la que consideraba «desmontadora racional» del poder mágico de la palabra. Como se recordará, Clark elegía el ejemplo de la crítica de los demonólogos al poder mágico de las palabras para defender la tesis de que los tratados de demonología contribuyeron, ya en el siglo XVII,«al cambio y la innovación en los círculos cientí- ficos modernos», ya que adoptaban una posición que coincidía con los valores de la new philosophy 59. Pero, a la vez, estos dos casos son, sin duda, altamente representativos de lo que queríamos mos- trar en estas páginas: esto es, que, en cierto modo, nuestra literatura de secretos fue más allá de la demonológica, no sólo porque, como hemos visto en el caso de López de Corella, insistía más que los demonólogos en la naturalización de ciertos fenómenos hasta el punto de llegar incluso a criticarlos por admitir intervenciones dia- bólicas en fenómenos que se podían explicar naturalmente, sino, sobre todo, porque alcanzaba a un público mucho más amplio y variado. Ciertamente, cuanto más «filosóficamente» se examinaban las llamadas propiedades secretas, el espacio de lo estrictamente diabó- lico no sólo se naturalizaba o racionalizaba, sino que al mismo tiem- 57CORTÉS, hisonomia y varios secretos de naturaleza, f. 114v. P LóPEZDECORELLA, Secretos de Philosophia, p. 149. 58 59CLARK,«The Rationa1 Witchfinder», p. 241.
  • 29. 325 DIABLOS y DIABLURAS EN LA LITERATURA DE SECRETOS po se reducía, se confinaba en un extremo rincón, el único en donde el diablo podía actuar, siempre, claro está, por «permisión divina». De hecho, si el diablo intervenía del modo en que lo hacía y en los reducidos espacios y ocasiones en que lo hacía era, sobre todo, por tratarse de un excelente conocedor de los secretos de la naturaleza. La última parte del razonamiento resultaba obvia: una excelente manera de combatir con eficacia al diablo era profundizar en el conocimiento de los secretos naturales. Por esa vía, el hombre podría desenmascarar sus diabluras, limitar sus tretas, controlar su .. . InJerencIa. Quizá lo verdaderamente peligroso para los censores inquisito- riales radicaba precisamente ahí, aunque pocos lo supieran admitir. Trasladar toda una serie de conocimientos, durante mucho tiempo reservados a una minoría, a una lengua vulgar a disposición de cual- quier lector (o espectador que pudiera oído leer en voz alta) suscita- ba, cuanto menos, una enorme desconfianza entre quienes preten- dían ejercer hegemónicamente el control de lo humano desde su privilegiada posición de intérpretes únicos de lo divino y de lo no divino. Quizá por eso no le gustara la obra de Torquemada al cura de aquel lugar de la Mancha de cuyo nombre Cervantes no quería acor- darse. En la archiconocida escena del Quijote en la que el barbero y el cura arrojaban libros por la ventana para hacer una hoguera en el patio de la casa del hidalgo, aparecía entre otros el centón de caba- llerías Don Olivante de Laura, obra de Antonio de Torquemada publicada en Barcelona por Claudi Bomat en 1564, sobre la cual el cura comentaba: «el autor de este libro fue el mismo que compuso el Jardín de flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdade- ro, o, por mejor decir, menos mentiroso» 60. De lo que sí estamos seguros es de que las razones del cura man- chego se hallaban más cerca de las de sus coetáneos, los censores inquisitoriales, que de las de Feijoo, como sus seguidores han pare- cido creer durante casi dos siglos. Es hora, pues, de que al menos los historiadores, comencemos a proponer otro modo de entender un género literario desatentido, sin desgajarlo del universo cultural que lo vio nacer. El Quijote, parte 1, cap. 6. 60