1. O Xestal, 13 de abril de 2012
Estimados/as miembros de la RAE:
Consideramos nuestro deber el hecho de enviarles una reflexión propia sobre la segunda
acepción que se da de la palabra “rural” en el diccionario editado por la Real Academia
Española de la Lengua en su vigésimo segunda edición. Son los municipios de Irixoa y Monfero
zonas rurales, a las cuales pertenecemos el alumnado del CPI “Virxe da Cela” y el resto de la
población. No consideramos correcta la segunda acepción que se nos da de la palabra, ya que
tiene connotaciones peyorativas. Las palabras son directas y explícitas en cuanto a su
significado, que adquirieron durante muchos años de evolución y desarrollo, desde que ese latín
vulgar que hablaban los pobladores romanos en la Península Ibérica hace más de dos mil años,
hasta los neologismos implantados hoy en día con las nuevas tecnologías y los avances
científicos.
Somos conscientes de que el significado que tienen las palabras lo han adquirido secularmente y
no se puede olvidar la historia de un idioma, pero se debería considerar un arcaísmo utilizar el
término “rural” como sinónimo de “tosco” e “inculto” y viceversa. Puede que antiguamente se
utilizase, mas hogaño no tiene cabida en nuestra lengua una acepción de una palabra que sea
totalmente ajena – pues así lo vemos nosotros – al significado propio de la palabra.
Es una realidad que durante mucho tiempo los habitantes del campo, de la aldea, de lo rural
propiamente dicho; tuvieron una sensación de menosprecio, es decir, se creían a sí mismos
inferiores a los habitantes de la ciudad, que muchas veces favorecían ese menosprecio
creyéndose superiores o mejores a los rurales. Son actitudes de las personas, de una sociedad
clasista que, afortunadamente, cambió y sigue cambiando. La sociedad y las personas
evolucionan, y así lo deben hacer los idiomas. El castellano – o español, según el gusto –
evolucionó durante siglos hasta convertirse en la lengua que hoy hablamos, y no podemos
estancarnos o paralizar el desarrollo de la misma como tampoco podemos paralizar el desarrollo
del ser humano, de la vida, el paso del tiempo o el desarrollo de la sociedad.
En el aspecto que destacamos, sobre la segunda acepción de la palabra “rural” en la vigésimo
segunda edición del diccionario de la Real Academia, la institución favorece a esa frontera
imaginaria que se cierra entre lo rural y lo urbano – excelentemente calificado en el diccionario
– y que durante años ha provocado un complejo de razón social difundido entre los habitantes
del campo. Nos mantenemos firmes en nuestra posición, en la que les solicitamos que eliminen
la acepción en donde se califica de “tosco” e “inculto” a lo rural, además de los otros adjetivos
peyorativos que aparecen entre los sinónimos y antónimos de la palabra; pues no podemos
consentir que, como habitantes del campo que somos – y orgullosos que estamos de ello – se
nos defina como “toscos” e “incultos” sin más motivo que la historia del idioma, que fue
forjada, en algunos momentos, por una sociedad estamental, denigrante de los derechos
humanos, en la que desde el nacimiento se dictaba la muerte, según razón social.
No es propio de un diccionario editado por la Real Academia Española de la Lengua, aparezca
una acepción tan indignante para la palabra “rural”. Les planteamos, pues, la siguiente cuestión:
¿Acaso no se habla el castellano en las villas y aldeas de Castilla y Aragón, La Mancha y
Andalucía, Extremadura, Cantabria y Venezuela (entre otros lugares)?
2. ¿Cómo se extendería el castellano de no ser de aldea en aldea (o de feudo en feudo)? Antes de la
aparición de los burgos, ya surgían idiomas propios, productos de la evolución del latín.
El gallego, el francés, el italiano, el portugués… Todos ellos lenguas romances que
evolucionaron, al igual que el castellano. Debe continuar esa evolución. Afortunadamente, en
una sociedad que progresa, la segunda acepción de “rural”, así como sus otros sinónimos, están
en un práctico y total desuso; este aspecto le resta sentido a la existencia de esta acepción y
estos sinónimos en un diccionario de habla, ya que nosotros no descartamos que se pueda
elaborar un “diccionario histórico” del español en donde estén presentes estos aspectos de cada
palabra, siempre y cuando estén indicados los mismos como arcaísmos y que su uso es erróneo
hoy en día. También se podría introducir en ese hipotético “diccionario histórico” la quinta
acepción de “gallego”, que se enlaza con “tonto”.
Lo rural es la base de lo urbano. Lo urbano le debe mucho a lo rural, y lo rural también tiene
deudas – aunque pocas – con lo urbano. El valor de los dos términos, histórica, demográfica y
económicamente es equivalente. Pero digan acaso, si no es lo rural, base y principio de lo
urbano, fenómeno que se puede comprobar en los libros de Historia con la desaparición del
Imperio Romano y el surgimiento de los burgos en la Baja Edad Media. Al no llegar el alimento
del campo a las ciudades, que era interceptado por bandoleros y ladrones en las antiguas
calzadas romanas, el Imperio urbano de Roma cayó y se desintegró completamente. Se
estableció un sistema feudal. Las gentes de las ciudades se vieron obligadas a marcharse a
trabajar en el campo para comer y vivir. Más tarde, fueron los artesanos, banqueros y
comerciantes los que crearon los burgos – de procedencia rural – agraciados de la ayuda de los
campesinos, que les transportaban los alimentos y bienes a las ciudades.
No se debe discriminar a nadie, es uno de los valores de la sociedad actual, y un diccionario
tampoco debe hacerlo. En sus manos está enmendar un error y contribuir a la evolución y
desarrollo de la lengua, que siempre estará ligada a la sociedad y, junto a ella seguirá un
camino. Ustedes pueden dejar marcada su huella y el paso por la Real Academia, que será
admirado por todos los habitantes de lo rural y de lo urbano. Esperamos que entiendan esta
reflexión y que, la lengua siga el camino de la sociedad, que aunque con aspectos positivos y
negativos, es mejor de lo que fue antaño y así continuará. Con la esperanza de ayudarles, junto
con todos los hispanohablantes y los que dominamos el castellano como el gallego, a forjar un
idioma que cada día avanza, como las personas; les remitimos esta carta.
Les saludan atenta e interesadamente,
El alumnado del CPI “Virxe da Cela” y las Corporaciones Municipales de Monfero e Irixoa.