1. Dossier sobre el caso Hawking
Los agujeros negros de la lógica que excluyen a
Dios de la creación
Páginas Digital, 07/09/10
Piero Benvenuti. Publicado en Il Sussidiario
La última afirmación de Stephen Hawking, "no es
necesario invocar la intervención de Dios para encender
el interruptor que haga funcionar el universo", que ha
tenido una gran relevancia en la prensa inglesa, no
supone en realidad una gran novedad. Ya estaba
implícita en su libro anterior, Brevísima historia del
tiempo, donde escribe: "Si llegáramos a descubrir una teoría completa, sería la mayor
victoria de la razón humana, pues llegaríamos a entender la mente de Dios".
Evidentemente, en su nuevo libro, The Grand Design, Hawking expone su Teoría del
Todo, que elimina, en su opinión, toda necesidad de un "dios": nada nuevo en el
pensamiento del físico inglés. Lo realmente sorprendente es que son muy pocos los
que han reconocido de qué se trata realmente, es decir, una astuta y grandiosa acción
de marketing que seguramente llevará al libro a ocupar la lista de los best seller del
momento.
Dentro de pocos días, el Papa Benedicto XVI visitará Inglaterra, ¿qué mejor ocasión
para que el cosmólogo más famoso del país (entre otras cosas, miembro de la
Academia Pontificia) afirme el triunfo de la razón pura y elimine definitivamente la
necesidad de pensar en un Creador?
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2. Los medios anglosajones se regodean en el tema, especialmente en estos tiempos,
particularmente virulentos para el Papa, se regodea también la Inglaterra
tradicionalmente antipapista y se regodean los autores y editores que así se aseguran
de paso un gran éxito económico. En realidad, la afirmación de Hawking contiene dos
saltos lógicos.
El primero, incomprensible para un cosmólogo moderno, es el de creer en la existencia
de una teoría científica del Todo, es decir, una teoría abstracta que explique todos los
detalles fenomenológicos del universo y de su evolución. Hace apenas una década,
supimos que la mayor parte de los componentes del universo, la materia oscura y la
energía oscura, el 95% de todo lo que existe, aún se desconocían, por lo que hubo que
modificar drásticamente el modelo teórico de la evolución del cosmos.
¿Quién nos puede asegurar que los nuevos telescopios y los experimentos futuros,
como por ejemplo las observaciones del telescopio Planck, lanzado al espacio el año
pasado, nos vayan a revelar los componentes y detalles claves de la evolución,
desconocidos hasta ahora? Karl Popper puso en evidencia que la física teórica es
intrínsecamente responsable de las "falsificaciones" que el conocimiento teórico
puede adelantar. Creer que podemos llegar al culmen de la ciencia con la Teoría del
Todo demuestra una increíble ingenuidad epistemológica.
El segundo salto lógico muestra, por otro lado, una ignorancia notable respecto a la
investigación teológica al pensar en el Creador como un simple demiurgo que aprieta
un interruptor. Éste no es el concepto que los cristianos tienen de Dios Padre.
Imaginando un hipotético encuentro entre Hawking y Benedicto XVI, este último
podría regalarle su encíclica Deus Caritas est: no creo que el "Gran Designio" de
Hawking prevea una ecuación matemática que demuestre la existencia del Amor
incondicional. Tal vez entonces se daría cuenta de que el "dios" que él cree haber
eliminado no existe realmente porque no es ni el Logos encarnado ni ninguna otra
persona de la Santísima Trinidad.
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3. La lección del caso Hawking,
veinte años después
Francisco José Soler Gil. Es doctor y profesor en Filosofía por la
Universidad de Bremen. Autor de Lo divino y lo humano en el
universo de Stephen Hawking
Bajo el título «Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking», Ediciones
Cristiandad acaba de publicar un ensayo sobre las consecuencias filosóficas de la
cosmología de este autor, a cuya realización he dedicado no poco estudio.
Para comprender el sentido de tal esfuerzo, y el interés que puede tener la lectura de
«Lo divino y lo humano...», quizá sea útil evocar por un momento los orígenes del
«fenómeno Hawking». La ocasión, desde luego, no es mala, ya que, por estas mismas
fechas, hace justo veinte años, apareció la primera edición castellana del libro de
divulgación científica más vendido de todos los tiempos: «Historia del tiempo» [por
cierto, una mala traducción del título de la versión inglesa, «A brief history of time», en
la que desaparece su fina ironía].
Con esta obra, Stephen Hawking pasó, de la noche a la mañana, de ser un físico
conocido dentro del reducido grupo de especialistas en gravitación y cosmología, a
convertirse, a los ojos del gran público, en el heredero de Newton y Einstein. Sobre
todo de Einstein: el prototipo de hombre sabio, al que se le consulta sobre cualquier
tema, y cuya opinión se escucha siempre con el mayor de los respetos.
¿Qué era lo que prometía, pues, la lectura de «Historia del
tiempo»? La contraportada del libro resaltaba la autoridad
académica de Hawking, así como su esfuerzo por escrutar,
pese a la grave limitación de su enfermedad, «el sentido del
universo: por qué es como es y por qué existe». El ensayo que
entonces presentaba al público divulgaría los resultados de
tales indagaciones, y explicaría «las leyes que desvelan la
compleja danza geométrica creadora del mundo y de la vida».
Y en el texto de la solapa delantera del libro se proponían algunas preguntas para guiar
la lectura: «¿Hubo un principio en el tiempo? ¿Habrá un final? ¿Es infinito el universo?
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4. ¿O tiene límites? [...] ¿Cuál es la naturaleza del tiempo? [...] ¿Puede ser el universo un
continuum sin principio ni fronteras? Si así fuera, el universo estaría completamente
autocontenido y no se vería afectado por nada que estuviese fuera de él. No sería ni
creado ni destruido, simplemente sería. ¿Qué lugar queda entonces para un Creador?»
¿Qué lugar queda entonces para un Creador? Dos décadas después, la pregunta sigue
asociada con el modelo cosmológico propuesto por Hartle y Hawking. Para un número
-no sé si grande o pequeño- de personas, «Historia del tiempo» ha demostrado que el
universo de la cosmología cuántica simplemente existe, y no hay lugar en él para un
Creador. Y, en opinión de otros muchos, no es que tal cosa haya sido demostrada, pero
sí que el modelo de Hawking supone para el teólogo, más que nada, un problema a
resolver. (Un problema fácil o difícil, según los autores).
Sin embargo, dos décadas después del furor de «Historia del tiempo», ya va siendo
hora de cuestionar semejante interpretación de la cosmología cuántica, por mucho
que nos induzcan a ella pasajes hawkingnianos como el que acabamos de mencionar.
Pues lo cierto es que las insinuaciones de ateísmo que salpican la obra que estamos
comentando no son más que añadidos ideológicos, que casan realmente mal con el
escenario físico en el que pretenden basarse.
Este juicio puede parecer demasiado tajante, pero, en realidad, viene avalado por una
razón bien sencilla. A saber: que basta examinar con cierto detalle la estructura del
modelo cosmológico de Hartle y Hawking para darse cuenta de que, de entre las
hipótesis discutidas por la cosmología física actual, es justo la de estos autores la que
presenta mayores analogías con ese universo finito y plenamente racional que sirvió
de base, en el siglo XIII para algunas de las vías clásicas de acceso al conocimiento de la
existencia de Dios.
El universo de Hawking no tiene un inicio temporal. Eso es cierto. Pero tampoco lo
tenía el cosmos aristotélico, y ello no impidió el despliegue de la teología natural
tomista. Pues lo que la teología natural afirma del universo en conjunto, considerado
como creación, son esencialmente estos dos puntos:
En primer lugar, que la naturaleza es plenamente inteligible en sí (como
producto del Logos divino), y también en gran medida inteligible para
nosotros (como consecuencia de ser imagen de Dios).
Y, en segundo lugar, que el universo, como producto de la mente divina, es
algo con una cierta estructura, algo «determinado», en el sentido en el que
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5. Aristóteles afirmaba de las sustancias que son «un esto» [tode ti]. En otras
palabras, que el universo se asemeja a un objeto físico ordinario (o, si se
prefiere, a una obra de arte), y como tal, es contingente, y tiene sentido
preguntarse por su causa.
Pues bien, la plena inteligibilidad del mundo, como un todo -sin excepciones ni
singularidades-, no había sido formulada, desde el cosmos aristotélico, de un modo
más claro que en el modelo cosmológico de Hawking. Y si hay un modelo que describe
el universo justo igual que un objeto físico ordinario, manifestando así su necesidad de
un fundamento, es éste.
El lector interesado en los detalles de la argumentación, podrá encontrarlos en las
páginas de mi ensayo. Pero lo que me interesa subrayar ahora es la lección que, veinte
años después, deberíamos extraer del caso Hawking. Se trata de la siguiente:
El problema no es la ciencia. El problema es que los materialistas intentan vendernos
como ciencia lo que no es sino una lectura sesgada de la misma. Una lectura pobre,
que oscurece y vela el hecho de la creación, y despoja a la naturaleza de las huellas de
sentido que contiene. A ella, y a nosotros.
Hawking y los límites de la Física
para dar respuestas
Santiago Collado González. Subdirector del grupo de investigación "Ciencia, razón y
fe"
Universidad de Navarra
Diario de Navarra, jueves, 09 de septiembre de 2010
En las consideraciones publicadas por The Times basadas en algunas
citas del último libro de Hawking y, supuestamente, en lo contenido
en dicho volumen, se puede apreciar una superposición de planos
en el que últimamente suelen incurrir algunos científicos que
defienden, principalmente, tesis materialistas, aunque no solamente
estos.
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6. Hay dimensiones del mundo físico y de lo que es propiamente humano que exigen, de
una manera muy clara, una racionalidad ampliada que podríamos llamar filosófica. De
hecho, incluso dentro de la Física, la legítima pretensión de explicar todos los
fenómenos físicos mediante un conjunto de leyes fundamentales es muy discutida.
Sorprende que un científico como Hawking, con méritos reconocidos, incurra en
semejantes confusiones.
Según The Times, Hawking afirma que «el Universo puede crearse a sí mismo de la
nada, y lo hace. La creación espontánea es la razón por la que existe algo, en vez de
nada, por la que existe el Universo, por la que existimos nosotros».
Respondamos con claridad que ver las leyes del Universo como una explicación de su
autocreación no tiene ninguna base racional ni empírica. De hecho, hablar de
"creación espontánea" es contradictorio. La Física se ocupa del comportamiento de la
materia en todos sus estados: como partículas o como energía de distinto tipo.
Cuando se emplea la expresión "creación espontánea" en esta ciencia, por lo general
se está refiriendo en realidad a una simple transformación material. Un físico no
puede hablar de "crear desde la nada", como sí lo puede hacer la fe cristiana. En el
cristianismo, Dios es el autor de las leyes, no se limita a usar leyes preexistentes para
organizar uno o varios universos.
Otros planetas con vida inteligente
Por otro lado, parece que, según Hawking, la existencia de Dios depende de la
probabilidad de la existencia o no de un mundo como el nuestro. Sin embargo, lo
propio de Dios no consiste en afinar los parámetros para que podamos existir, sino en
crear. Y crear es una donación libre y amorosa de Dios. Esto difícilmente lo puede
explicar la Física y los argumentos basados en la probabilidad.
Luego, para combatir el "principio antrópico" (que, en principio, favorece las posturas
teístas) acude a la tesis de que hay una infinidad de universos. En realidad, ésta no
pasa de ser una mera hipótesis matemática. Hoy por hoy no tiene contrastación de
carácter experimental, ni se puede falsar, es decir, no es científica. Sólo busca quitar
especificidad a nuestro Universo.
La tercera frase del libro de Hawking que The Times difunde postula: “El hecho de que
nosotros los seres humanos –que somos fundamentalmente meras colecciones de
partículas fundamentales de la naturaleza– hayamos llegado tan cerca de entender
las leyes que nos gobiernan a nosotros y a nuestro universo es un gran triunfo».
¿Cómo puede un conjunto de partículas alcanzar "ese gran triunfo" sin dejar de ser
eso: un conjunto de partículas? Seremos, al menos, algo más, no sólo eso.
Por último, Hawking parece sugerir que si hubiese muchos planetas como la Tierra,
con vida inteligente, el cristianismo se vería refutado o, al menos, en dificultades. El
que haya más o menos planetas con o sin vida inteligente no está directamente
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7. abordado por el magisterio de la Iglesia, pero el cristianismo nunca ha negado esta
posibilidad.
De hecho, la enseñanza católica sobre los ángeles es una manifestación de la apertura
de la Iglesia a la existencia de seres inteligentes diferentes de nosotros. Simplemente,
de haber más razas inteligentes en el cosmos, se plantearían algunas preguntas
teológicas sobre la unicidad de la redención de Cristo (¿necesitan redención, sería
Cristo su redentor, cómo les llegaría esa redención?, y otras) que habría que abordar.
Pero no afectan en nada a las enseñanzas sobre un Dios Creador.
La Física da de sí lo que su método le permite. Siempre habrá cuestiones que
quedarán fuera de su alcance, preguntas que ese "conjunto de partículas" se hace
continuamente: el sentido de la existencia, de la vida y de la muerte, etc. La Física no
responde a estos interrogantes, que son reales e importantes.
¿Dios no existe?
Forum Libertas, 06/09/10
Josep Miró i Ardèvol
El doctor Hawking, catedrático emérito de
matemáticas de la Universidad de Cambridge,
bien conocido por su tarea divulgadora sobre
todo a partir de su obra Una breve historia del
tiempo, lanza un nuevo libro escrito con el físico
Leonard Mlodinow, El gran diseño, que verá la
luz la próxima semana en el Reino Unido.
El planteamiento promocional ha sido lanzado a bombo y platillo, centrado en una
cuestión que siempre generará interés y polémica: La existencia de Dios. Debo decir
que no tengo ni idea del contenido, limitación que pienso corregir cuando la obra esté
disponible, y por consiguiente esta reflexión se limita a lo aparecido en los medios de
comunicación.
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8. Según el scope del editorial, el eje del libro radica no tanto en negar la existencia de
Dios como en declarar su no necesidad. Hay que decir que los razonamientos que
aporta son de lo más trillado y superficial. Conociendo la obra de Hawking seguro que
su texto es mucho más rico en contenido y matices que lo escrito y divulgado ahora
para vender libros, utilizando la siempre rentable vía de la polémica sobre grandes
cuestiones.
El planteamiento de fondo que se hace es que la existencia de determinadas
cualidades por parte del universo, el de la gravitación es citada explícitamente,
permite la creación desde la nada. Ésta es una cuestión que utilizando el lenguaje
corriente conduce a un callejón sin salida, porque uno no entiende si no es a través de
un acto de fe que de la 'nada' pueda salir algo.
Pero la cuestión es más compleja y puede tener más sentido cuando es expresada en
formalizaciones de carácter matemático, incomprensibles para la casi totalidad de la
población del mundo. Que pueda expresarse en estos términos no significa que deban
ser ciertas, simplemente que requieren un lenguaje específico basado en un hipótesis
indemostrable hoy. Todo esto ya introduce una primera consideración que, con
independencia de la mayor o menor fortuna del contenido del libro, sí creo que puedo
formular.
Nos encontraríamos ante un planteamiento cuyo contenido lingüístico, en aquellos
términos matemáticos, sólo estaría al alcance de unos pocos. Además, de estos pocos
sólo tendría sentido para aquellos que aceptasen determinadas hipótesis, por
consiguiente, aceptarlo exigiría una fe ciega por parte de los excluidos de aquella
capacidad de conocimiento. Es decir la casi totalidad de las gentes. Se formaría así una
'religión' de creyentes con una fe absolutamente cerrada a cualquier otra experiencia
que no sea la palabra de alguno de estos nuevos 'profetas'. Un ateo puede argumentar
que esto es exactamente lo que sucede con la religión, la católica, pongamos por caso.
Hay que decir que quien así piensa se encuentra bajo un grave error.
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9. El hecho religioso significa la posibilidad directa, personal, intransferible en muchos
casos, de la experiencia de Dios, de la percepción de un ser inefable pero al que
podemos llegar por una vía y vida interior. El grado superior de esta experiencia son los
grandes místicos. Pero, a una escala menor, es experimentada y vivida por millones de
personas.
La religión es una fuente de conocimiento de la realidad en todas sus dimensiones que
no pasa por la adquisición de grandes conocimientos reglados. No es necesario ser
especialista, ni tan siquiera titulado en nada. Es una posibilidad tan democrática que
está al alcance de necios y 'borderline'. Ahí está Dios también para ellos. Es otra forma
de percibir la realidad. De aquí que todo un amplio sector del mundo científico, como
Francisco de Ayala, planteen que la ciencia y Dios pertenecen a dos planos distintos,
que no quiere decir independientes, pero que poseen normas de conocimiento, de
acceso, distintas. Sería lo mismo que intentar describir la emoción que uno puede
sentir ante una poesía, contemplando la belleza de una puesta de sol extraordinaria, o
describiendo las sensaciones que uno percibe en términos de variación de la
frecuencia de onda. Nos parecería un absurdo, y lo sería.
El hecho religioso, en especial la experiencia cristiana, aunque no únicamente ella, es
radicalmente democrático porque permite la participación de cada individuo concreto
en esta realidad trascendente que llamamos Dios. En la cosmogonía de Hawking o de
Richard Dawkins tal posibilidad no existe. Solamente hay una súper elite, unos grandes
sumos sacerdotes, que utilizan un lenguaje incomprensible y que transmiten la verdad
al pueblo llano que no tiene ninguna posibilidad real de verificarla a través de su
experiencia. Cambian los contenidos, pero el método a pesar que se presente
revestido de ciencia -que pierde su sentido cuando pasa de referirse a los medios para
tratar de los fines- nos devuelve a los tiempos más oscuros y mágicos de las
supersticiones religiosas. La pretensión científica puede resultar terriblemente oscura
para el ser humano cuando su naturaleza es desvirtuada y trata de convertirse en
religión (o en ética) explicando el origen y fin del ser humano.
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10. El ridículo de Stephen Hawking
Páginas Digital, 03/09/10
M.M.
El cardenal de la ciudad más poblada de
Europa ha asegurado que los fundamentos
de la física de partículas son incorrectos,
según los principios de la teología, y que es
necesario someterlos a una profunda
revisión. El asunto ha coincidido con las
declaraciones del pintor más valorado en
Nueva York, que ha sostenido que el mejor
modo de combatir el cáncer, según su ciencia
artística, es suprimir la quimioterapia. Más
llamativa aún ha sido la afirmación de un
cosmólogo de la India que ha afirmado que usando sus conocimientos astrofísicos hay
que concluir que los versos de la Odisea son malos.
A estas alturas está claro que estamos poniendo ejemplos disparatados de
especialistas que se pronuncian sobre cuestiones que no son de su incumbencia. Su
opinión tendría el valor que tiene la opinión de alguien que busca seriamente la verdad
a condición de que usara la ciencia necesaria para abordar las diferentes cuestiones.
Que el cardenal no hiciera física con la teología, que el pintor no hiciera medicina con
la pintura y que el cosmólogo no hiciera crítica literaria con la cosmología. Otra cosa
sería ridícula. Esa pretensión ridícula es la que tiene Stephen Hawking cuando afirma
en un nuevo libro que la física moderna excluye la posibilidad de que Dios crease el
universo. Es la vieja pretensión de la ciencia de decirnos qué tenemos que pensar y
sentir sobre la experiencia humana.
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11. Hawking hace un flaco favor a la ciencia
Joan Figuerola. Filósofo.
7 Septiembre 2010
La inteligencia obtiene un pleno desarrollo cuando tiene la facultad de considerar
muchos casos al mismo tiempo y como un todo
ordenándolos debidamente en un sistema
universal. Podríamos decir que el conocimiento
es un estuche donde se encuentra una serie de
bolígrafos que representan cada una de las
distintas ramas del saber: el bolígrafo de la
ciencia, el de la filosofía, el de la teología… Sin
duda, cuando no nos limitamos a comprender
la realidad desde un único modo de
aproximarse a ella, sino que para ello
integramos todos los modos de saber que
tenemos podemos llegar a expresar aquello que
nunca me canso de repetir: Dios está al principio de la reflexión de todo cristiano y al
final de las investigaciones de un científico.
Estoy de acuerdo con el discurso del Santo Padre en Ratisbona, la ciencia, la filosofía y
la teología necesitan trabajar conjuntamente para iluminar los alcances de la razón,
que exceden de la limitada perspectiva de un conocimiento especializado. La filosofía
de la ciencia parte de este noble y necesario objetivo, el de la conjunción de los
distintos saberes para hacer visible el esplendor de la verdad. Estos días se ha hablado
sobre unas declaraciones científicas de Stephen Hawking que vienen a decir que Dios
no ha creado el universo. Hawking para sostener esta idea ha tenido que salir
forzosamente del método de las ciencias exactas, porque, desde siempre, las leyes de
la física no son opinables, sino que simplemente son verificables: Hawking no sólo no
puede decir que Dios no ha creado el universo, sino que tampoco sabe cómo se ha
creado; como mucho puede hablar de la Gran Explosión, pero ni por asomo llegar
mediante la ciencia al mismo origen del cosmos.
Cuando se reduce el conocimiento de la realidad a los resultados de un único método
caemos en el error de lanzar predicciones erróneas que no son más que opiniones
personales, respetables pero falsas. Hawking, por ejemplo, confunde el objeto de
estudio de la ciencia con toda la realidad: como la ciencia no puede tener como objeto
de estudio a Dios se atreve a decir que Dios no interviene en la creación del universo.
Por otro lado si sólo el conocimiento científico fuera conocimiento deberíamos lanzar a
la papelera muchos conocimientos del ser humano, como por ejemplo el sentido
común. Desde luego la afirmación de Hawking hace un flaco favor a la ciencia y a su
divulgación, pues decir lo que ha dicho no se debe al fruto de la adecuación de su
teoría con experimentos, pues tal conclusión está totalmente desconectada de toda
verificación experimental.
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12. Todo esto debe llevarnos a ser concientes de que hay aspectos de la realidad que
escapan al método. Cuando se vende a la ciencia como el conocimiento de la realidad
en sentido absoluto se logra que los neófitos que se alimentan de conocimiento
científico por medio de publicaciones tengan una aproximación a la ciencia desde la
creencia y, entonces, caemos en el cientificismo, que llena de ideología todos los
puntos donde la ciencia se muestra incapaz. Hoy son muchos los que convierten a la
ciencia en pseudo-ciencia y son aquellos que usan el método de la filosofía y lo venden
como método científico con el objeto de barrer a Dios.
Como ya he dicho en otra ocasión entrados en el siglo XXI la tarea más apasionante en
beneficio del saber y de la verdad es el trabajo conjunto entre filósofos y científicos.
Hay que invitar a los escépticos a ocuparse de nuevo sobre el principio de causalidad,
pues con los avances de la ciencia, esta puede ser una fascinante tarea. Ciertamente,
Dios no puede ser objeto de experimentación, pero el universo sí. La nada y el azar
científico – que no metafísico – se han convertido en una alfombra bajo la que se
barren todas las respuestas que no interesan, pero por qué actuar de este modo
cuando lo realmente interesante está en descubrir el sentido y la verdad. No hagamos
como los avestruces y tomemos el arriesgado camino de comprobar hasta donde lleva
el hilo, pues quizá descubrimos que el sorprendente encanto del universo nos lleve a
aproximarnos a su causalidad en lugar de conformarnos en sucedáneos debido a
diversos intereses contrarios al mismo saber.
Dios y el último libro de Stephen Hawking
Aceprensa, 3 Septiembre 2010
Un libro del astrofísico Stephen Hawking siempre es
noticia. Sobre el último, The Grand Design, coescrito con
el físico estadounidense Leonard Mlodinow, se ha
empezado a hablar antes de que esté en las librerías, y
todo el mensaje promocional se ha centrado en una idea:
Hawking excluye a Dios como creador del Universo.
El Bing Bang, la gran explosión inicial que dio origen al
universo, sería “una consecuencia inevitable” de las leyes
de la física, con lo cual el cosmos “se creó de la nada”.
Para algunos, que acogen con una reverencia cuasi
religiosa lo que diga Hawking, el caso queda cerrado. Pero, a falta de ver si el nuevo
libro aporta otros argumentos, conviene recordar que Hawking ya proponía la teoría
de la “autocreación del universo” en su libro de 1988 Historia del tiempo.
Autocreación del Universo
Un análisis de su postura de entonces puede verse en el artículo Teorías sobre el Bing-
Bang, con Dios al fondo (cfr. Aceprensa 15-11-2000), donde Carlos A. Marmelada
escribía entre otras cosas:
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13. En la década de los 80, algunos científicos, entre los que destaca Stephen Hawking,
propusieron la "teoría de la auto-creación del universo". Este habría tenido un
comienzo en el tiempo (contra la teoría del estado estacionario), pero no estaría
sometido a continuos ciclos de expansión y contracción (contra la teoría del Big
Crunch). Sin embargo, tampoco cabría pensar en ningún Creador: el universo se habría
creado a sí mismo.
¿Cómo? Según estos autores, el universo podría haberse originado a partir de
fluctuaciones topológicas de la gravedad cuántica, ocurridas sin causa alguna, que
habrían dado lugar a estructuras espacio-temporales creadas a partir de la nada
cuántica: este proceso es denominado "transición topológica". A partir del espacio-
tiempo vacío se producirían partículas materiales mediante fluctuaciones del vacío
cuántico; finalmente, el universo se crearía a partir de esas partículas de acuerdo con
las leyes físicas que producirían el Big Bang.
Esta concepción cosmológica se basa en teorías altamente hipotéticas: alguna de ellas
ni siquiera tiene un estatuto epistemológico claramente definido (tal es el caso de la
teoría de la gravedad cuántica, que intenta unificar la relatividad general y la mecánica
cuántica), como admiten aun sus propios partidarios. Además, combina múltiples
elementos procedentes de diversas teorías científicas, lo que constituye su aspecto
más polémico.
Sobre todo, debemos recordar que el método científico no hace más que relacionar un
estado físico con otro, de modo que el origen absoluto del universo, entendido como
creación a partir de la nada, cae fuera del terreno de la ciencia: la nada absoluta no es
un estado físico, experimentalmente analizable. Así pues, cuando algunos científicos
dicen que el universo pudo haberse creado a sí mismo desde la nada no se están
refiriendo al concepto de nada usado por la metafísica o la teología creacionistas.
En definitiva, la teoría de la auto-creación del universo se basa en meras hipótesis y en
discutibles combinaciones de elementos teóricos. Además, opera una transmutación
de significado de algunos términos, a los que se pretende dotar de un determinado
sentido físico, cuando su significado original es filosófico, o son tomados de otras
teorías científicas en las que tenían un significado y una función diferentes.
Expulsar al Creador
"Expulsar al Creador", por usar una expresión de Hawking, ha sido una de las
prioridades de los defensores de la teoría de la auto-creación. Ahora bien, si se quiere
ser racionalmente riguroso, dejando al margen los prejuicios ideológicos, veremos que,
aun aceptando la hipótesis de que el universo se autocreara, no queda excluida la
referencia a un Creador. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que el universo tiene el
origen -sea cual sea- y la estructura que tiene gracias a que existen unas leyes físicas
que le hacen ser como es. Pues bien, si el universo se crea a sí mismo, será porque
unas determinadas leyes físicas le hacen originarse de este modo.
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14. Ahora bien, ¿cuál es el origen de esas leyes físicas? No pueden originarse con el
universo, puesto que han de serle, de alguna manera, anteriores para poder originarlo.
Tampoco pueden originarse a sí mismas, pues ¿cómo desde la nada absoluta podrían
auto-originarse las leyes de una Naturaleza que aún no existe, leyes que -en el mejor
de los casos- coexistirían con la Naturaleza a medida que esta fuese llegando a la
existencia? Esta cuestión es una aporía que ni los científicos ni los filósofos de la
ciencia han logrado resolver. Así pues, incluso aceptando la hipótesis de que el
universo se hubiera creado a sí mismo, no resultaría irracional admitir la existencia de
un Creador.
Al hacer un repaso de las modernas concepciones cosmológicas, se observa que las
hipótesis rivales al universo inflacionario han sido propuestas, en buena medida, con el
propósito de eliminar al Creador. Pues las teorías del Big Bang y de la expansión
indefinida parecen concordar mejor con la filosofía y la teología creacionistas. De todas
formas, la teoría del universo inflacionario -como ninguna otra teoría física- no puede
probar ni refutar la creación o la existencia de Dios: esos temas están fuera del alcance
de la ciencia experimental.
Las ciencias naturales no pueden responder satisfactoriamente las preguntas últimas
que se plantea el ser humano. Si tenemos en cuenta que estas son, precisamente, las
preguntas que más le afectan e interesan, entenderemos por qué la razón humana no
puede detenerse en el horizonte científico-experimental, sino que naturalmente se ve
llevada a trascender lo sensorial para buscar el fundamento no empírico de la realidad
empírica. Por eso mismo, los abusos epistemológicos de algunos físicos, que han
pretendido apoyarse en su ciencia para "expulsar al Creador", resultan comprensibles,
aunque no se pueda justificarlos. Con eso muestran que la filosofía es inevitable, y que
ellos hacen filosofía, si bien una mala filosofía. Pues no se les puede pedir que no se
planteen las preguntas últimas, aunque sea para dar una respuesta atea. También a
ellos, como a todos, les interesa la cuestión sobre Dios más que todas las galaxias.
Hacia la teoría del todo
Hawking volvió a reafirmar su hipótesis de un universo “autocontenido” que no
necesita Creador en Brevísima historia del tiempo (2005). Hawking trata allí temas
fronterizos entre la ciencia, la filosofía y la religión, en los que es fácil pasar de un
campo a otro mezclando cuestiones que están, en rigor, metodológicamente
separadas (cfr. Dios y el universo de Stephen Hawking, Aceprensa 8-06-2005).
Reconocía Hawking en ese libro que para descifrar las leyes de la naturaleza y explicar
el universo por sí mismo habría que lograr una Teoría del Todo, que combinara con
éxito la Relatividad General y la Mecánica Cuántica, un logro que le parecía cercano. En
The Grand Design vuelve a decir, según los resúmenes periodísticos, que la comunidad
científica está próxima a lograr una Teoría del Todo.
Habrá que esperar a la lectura del libro para ver qué hay de nuevo en el pensamiento
de Hawking. Pero, así como el gran público se impresiona sin entender, los que
entienden no se impresionan tan fácilmente con el Hawking convertido en icono
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15. mediático. Así lo ponía de manifiesto Francisco J. Ynduráin, catedrático de Física
Teórica en la Universidad Autónoma de Madrid, en una reseña del libro de Hawking, El
Universo en una cáscara de nuez (cfr. Aceprensa, 19-11-2003).
¿Tiene algo de sorprendente que un científico ateo
como Hawking niegue la Creación?
Análisis Digital, 04/09/2010
Stephan Hawking, uno de los pocos científicos vivos
que se declaran ateos, ha abierto de nuevo un debate
que parecía rebasado por la lógica, la razón y la propia
ciencia, al afirmar sin rubor algunos que “Dios no creó
el Universo” y que, por lo tanto, el mundo que
conocemos surgió de la nada de manera espontánea,
sin necesidad de que “nadie” lo creara. De esta
manera, acaso sin pretenderlo, Hawking se ha
convertido en el mayor “descubridor” de la Historia…
Por supuesto, el “hallazgo” no ofrece materia alguna de polémica pues nada más
natural que un científico que nunca ha tenido la menor inquietud espiritual ni se ha
interrogado sobre el sentido de la vida, tan solo crea en el “cientificismo”, esa
corriente filosófica moderna que niega la posibilidad de un sentido último y global y
que no admite como válidas otras formas del conocimiento que no sean las propias de
las ciencias positivas. Esta corriente, como ya denunció Juan Pablo II en su encíclica “Fe
y Razón”, relega a la mera imaginación del hombre tanto el conocimiento religioso
como teológico y filosófico.
Es bien sabido que la crítica tanto científica como filosófica ha desacreditado esta
corriente de pensamiento aunque resurja de cuando en cuando, como ahora ocurre
con el “descubrimiento” de un reconocido ateo al que no debiera importarle mucho si
15
16. Dios creó o no creó el Universo. No obstante, si hasta ahora no había llegado a esa
conclusión, la simple duda le debería haber llevado a pensar que antes del “big bang”
había “algo” más que la pura nada, es decir, el Creador. Pero, en fin, el cientificismo
tiene esas carencias ya que su objetivo es relegar a meros “productos de la
emotividad” humana, como decía Juan Pablo II, la fe, la filosofía, la teología y el propio
sentido de la vida y las cosas.
El llorando Papa recordaba a este propósito que la ciencia “se prepara para dominar
todos los aspectos de la existencia humana a través del progreso tecnológico” de
acuerdo con una mentalidad “cientificista” que parece no encontrar límites, lo que,
paradójicamente, conduce a un empobrecimiento de la reflexión humana al despreciar
hasta la reflexión ética y considerar que “todo lo que es técnicamente realizable es
moralmente admisible”. En todo caso, no puede olvidarse que la inmensa mayoría de
los científicos a lo largo de la historia, incluidos los tiempos modernos, han sido
creyentes.
Los científicos y Dios
A este respecto hemos recogido algunas frases célebres de destacados científicos
sobre su creencia en Dios: Son las siguientes:
A. EINSTEIN: «A todo investigador profundo de la naturaleza no puede menos de
sobrecogerle una especie de sentimiento religioso, porque le es imposible concebir
que haya sido él el primero en haber visto las relaciones delicadísimas que contempla.
A través del universo incomprensible se manifiesta una Inteligencia superior infinita».
C. DARWIN: «Jamás he negado la existencia de Dios. Pienso que la teoría de la
evolución es totalmente compatible con la fe en Dios. El argumento máximo de la
existencia de Dios, me parece, la imposibilidad de demostrar y comprender que el
universo inmenso, sublime sobre toda medida, y el hombre, hayan sido frutos del
azar».
N. COPÉRNICO: «¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y
la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes? ¿Quién
no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?».
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17. T. A. EDISON: «Mi máximo respeto y mi máxima admiración a todos los ingenieros,
especialmente al mayor de todos ellos, que es Dios».
HATHAWAY: (padre del cerebro electrónico «La moderna física me enseña que la
naturaleza no es capaz de ordenarse a sí misma. El universo supone una enorme masa
de orden. Por eso requiere una Causa Primera, grande, que no está sometida a la
segunda ley de la transformación de la energía y que, por lo mismo, es sobrenatural».
W. VON BRAUN: «Por encima de todo está la gloria de Dios, que creó el gran universo,
que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día en profunda
adoración».
A. M. AMPERE: «¡Cuán grande es Dios, y nuestra ciencia, una pequeñez!».
I. NEWTON: «Lo que sabemos es una gota, lo que ignoramos, un inmenso océano. La
admirable disposición y armonía del universo no ha podido salir sino del plan de un Ser
omnisciente y omnipotente».
K. F. GAUSS: «Cuando suene nuestra última hora, será grande e inefable nuestro gozo
al ver a Quien en todo nuestro quehacer sólo hemos podido columbrar».
G. MARCONI: «Lo declaro con orgullo: soy creyente. Creo en el poder de la oración y
creo no sólo como católico, sino como científico».
C. LINNEO: «He visto pasar de cerca al Dios eterno, infinito, omnisciente y
omnipotente, y me he postrado de hinojos en adoración».
E. SCHRÖDINGER: (premio Nobel de Física, creador de la Mecánica Ondulatoria) «La
obra maestra más fina es la hecha por Dios según los principios de la mecánica
cuántica».
K. L. SCHLEICH: (célebre cirujano, descubridor de la anestesia local) «Me hice creyente
por el microscopio y la observación de la naturaleza, y quiero, en cuanto esté a mi
alcance, contribuir a la plena concordia entre la ciencia y la religión».
J. KEPLER: «Si Dios es grande, grande es su poder, grande su sabiduría. Alabadle, cielos
y tierra. ¡Mi Señor y mi Creador! La magnificencia de tus obras quisiera yo anunciarla a
los hombres en la medida en que mi limitada inteligencia puede comprenderla».
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18. Sir Fred HOYLE: (gran astrónomo y matemático) «El universo de las galaxias se dilata, y
se crea continuamente en el espacio nueva materia para mantener constante la
densidad media del universo, y esto exige la existencia de un Creador».
A. S. EDDINGTON: (astrónomo y matemático inglés) «Ninguno de los inventores del
ateísmo fue naturalista, sino filósofos mediocres. El origen del universo presenta
dificultades insuperables, a no ser que lo consideremos sobrenatural».
J. barón VON LIEBIG: (químico y fisiólogo alemán) «La grandeza e infinita sabiduría del
Creador la reconocerá realmente sólo el que se esfuerce por extraer sus ideas del gran
libro que llamamos naturaleza».
E. WHITTAKER: (investigador y catedrático de la Universidad de Edimburgo) «Cuando
se investiga profundamente sobre el origen del universo, no hay más opción que
convertirse al catolicismo
Declaraciones de algunas personalidades religiosas
"Creer en Dios no consiste en taponar un agujero para explicar cómo unas cosas se
relacionan con otras en el Universo, sino que es la creencia de que hay un agente
inteligente y vivo de cuya actividad depende en última instancia todo lo que existe",
declaró ayer el líder anglicano al diario 'The Times'. "La física por sí sola no resolverá la
cuestión de por qué existe algo en lugar de nada", agregó Williams.
Por su parte, el rabino jefe, Jonathan Sacks, señala en un artículo por el mismo diario
que "la ciencia trata de explicar y la religión, de interpretar. A la Biblia sencillamente
no le interesa cómo se creó el Universo". La ciencia desarticula las cosas para ver cómo
funcionan. La religión las junta para ver qué significan. Son dos empresas intelectuales
distintas. Incluso ocupan diferentes hemisferios del cerebro", señala Sacks.
El arzobispo de Westminster y primado de la Iglesia católica de Inglaterra y Gales,
Vincent Nichols, dijo suscribir totalmente las palabras del rabino jefe sobre la relación
entre religión y ciencia. También el presidente del Consejo Islámico de Gran Bretaña,
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19. Ibrahim Mogra, atacó las tesis de Hawking y dijo que "si uno mira el Universo, todo
apunta a la existencia de un creador que le dio origen".
Adelanto del libro
En su libro, 'The Grand Design', del que 'The Times' adelantó el jueves algunos
extractos, Hawking afirma que las nuevas teorías científicas hacen redundante el papel
de un creador del Universo. El Big Bang, la gran explosión en el origen del Universo, fue
consecuencia inevitable de las leyes de la física, argumenta el científico británico, que
ha escrito el libro al alimón con el físico estadounidense Leonard Mlodinow. Según
Hawking, el primer golpe asestado a la teoría sobre la intervención de Dios en la
creación del Universo fue la observación en 1992 de un planeta que giraba en órbita
en torno a una estrella distinta de nuestro Sol.
En opinión del conocido astrofísico, es probable que existan no sólo otros planetas,
sino también otros universos, y si la intención de Dios era simplemente crear al
hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes. Para Hawking, la
teoría-M, proposición que unifica las distintas teorías de las supercuerdas, es la teoría
unificada con que soñaba Einstein, capaz de reconciliar la teoría cuántica, que da
cuenta del mundo subatómico, con la de la gravedad, que explica la interacción de los
objetos a escala cósmica.
'El golpe de gracia'
El biólogo y ateo militante Richard Dawkins, autor del libro 'El Espejismo de Dios',
declaró a ''The Times que "el darwinismo expulsó a Dios de la biología, pero en la física
persistió la incertidumbre. Ahora, sin embargo, Hawking le ha asestado el golpe de
gracia". Por el contrario, para el astrofísico y teólogo David Wilkinson, "el Dios en el
que creen los cristianos es un Dios íntimamente involucrado en todo el momento de la
historia del universo y no sólo en sus comienzos".
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20. A su vez, el presidente de la Sociedad Internacional de la Ciencia y la Religión, George
Ellis, rechaza el argumento expuesto por Hawking en su libro en el sentido de que la
filosofía no tiene ya sentido al haber sido suplantada por la ciencia. "La filosofía no está
muerta. Todo punto de vista está imbuido de filosofía. ¿Por qué la misma ciencia
merece la pena? La respuesta es filosófica y emocional. La ciencia no puede responder
a la pregunta sobre sí misma", explica Ellis.
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