Los siete saberes necesarios para la educacion del futuro 311008
Los colegios de la iglesia
1.
2. El objetivo general y urgente de la evangelización está pidiendo
clamorosamente una revisión del proyecto educativo de los colegios
católicos. Comencemos, como es de justicia, por reconocer la gran
tarea al servicio de las personas, de las familias y de toda la sociedad que
han realizado y están cumpliendo los colegios de la Iglesia.
Reconozcamos también las muchas dificultades existentes. Unas
provienen de la administración, otras de la falta de colaboración de las
familias, algunas más de la complejidad de educar en el clima de
materialismo y superficialidad en que viven los jóvenes.
3. Pero valorando y agradeciendo todo, es necesario afirmar que los centros
católicos de educación tienen que entrar vigorosamente en el
movimiento de evangelización de la Iglesia. Para un educador
cristiano, educar sin evangelizar no es educar, porque sólo Jesucristo
es modelo y fundamento de una personalidad verdaderamente humana.
Nuestros alumnos tienen derecho a encontrar en sus colegios la ayuda
necesaria para llegar a ser hombres y mujeres que por una identificación
con Cristo logren situarse armoniosa y creativamente frente a su proyecto
personal, a su familia y a la sociedad. No va contra la libertad de los
alumnos que un colegio católico les ofrezca, consciente de que es el mejor
aporte que puede hacerles para su vida, una propuesta clara y atrayente
de la fe cristiana ante la que ellos puedan tomar sus decisiones.
4. Los colegios de la iglesia no cumplen ser
excelentes centros docentes; esto lo pueden
hacer otros. Es preciso, en primer lugar, que
formen cristianos. En una sociedad de
cristiandad, dábamos por supuesta la
evangelización que estaba a cargo de las
familias, las parroquias y la misma sociedad. Los
colegios se creaban, más que todo, para cumplir
una labor social y cultural; hoy existen, en
cambio, prioritariamente para evangelizar. Si
en la actualidad son también una obra de
servicio social es porque son capaces de
entregar algo más: la fe cristiana como eje
central y unificador de laLa evangelización no se puede suponer en los
formación.
colegio; es preciso realizarla con mucho
cuidado y con perseverante esfuerzo. Dentro de
una formación integral, es necesario presentar
explícitamente la persona de Jesús y su
programa de vida plena y abundante, que
fascine, ilumine, inspire soluciones adecuadas a
los problemas de la existencia, infunda aliento y
esperanza.
5. De otra parte, es necesario que los colegios católicos
desarrollen una mentalidad eclesial; en el fondo no son
entidades privadas sino entidades de la iglesia, al
servicio de su misión. Sea quien sea el titular inmediato,
si son colegios de la Iglesia tienen que sentirse
encuadrados en la misión de la iglesia, que es quien
en último término los promueve, los autoriza y los
respalda ante la sociedad como colegios católicos.
Muchas veces su coordinación y animación, más técnica
que pastoral está en una confederación, pero no
arraiga, como debería, en la vida y la misión de la
Iglesia diocesana.
Al terminar sus estudios, la primera identidad de
los alumnos no debería ser su condición de
exalumnos de tal colegio sino de miembros
vivos de la Iglesia, que los ha engendrado en la
fe y los ha ayudado a ser capaces de situarse
en el mundo. Tenemos que valorar y defender la
identidad católica de nuestros centros, pues es la
justificación de su existencia y también el origen
de su profunda capacidad educativa. Todo esto
implica pensar en cosas y tareas muy concretas.
6. A la vez, las parroquias y los arciprestazgos tienen que pensar en los
colegios de la Iglesia que estén en su territorio como instituciones
pastorales con las que hay que contar, no para pedirles que hagan cosas
distintas de las que ya hacen,, sino para integrar lo que hacen como parte
del trabajo pastoral de conjunto. Los colegios pueden llenar muchos
vacíos en el apostolado de la parroquia, pueden ofrecer posibilidades de
conexión con algunas familias que no se acercan a la Iglesia, pueden ser
lugares de convocatoria para los jóvenes en actividades promovidas por la
parroquia en el colegio, pueden ayudar a forma asociaciones culturales
que abran caminos a la fe. Si se tiene ardor apostólico se ven muchas
posibilidades.
7. El tiempo de la formación escolar coincide el tiempo en el que se ayuda a los
niños y a los jóvenes a vivir un proceso de iniciación cristiana. No se trata
simplemente de la celebración aislada de algunos sacramentos como una
actividad o servicio más que desarticuladamente se tiene la costumbre de
realizar en el colegio. Da alegría pensar que los colegios católicos pueden ser
verdaderamente sedes de un catecumenado especial tanto para los
alumnos como para sus padres. Pero esto exige contar con un equipo de
auténticos catequistas, crear un espacio apropiado para realizar un serio
camino de formación y de experiencia de la vida cristiana, proceder en
profunda vinculación con las parroquias que podrían garantizar que esos
procesos y experiencias se prolonguen más allá del ciclo escolar.
8. Delante de Dios, no es posible admitir la
desarticulación con que
frecuentemente funcionan los colegios
católicos es increíble que el egoísmo que
le sugiere a cada uno la “gloria” de
levantar su propio feudo se imponga
sobre la razón que muestra la fuerza de la
unidad y, especialmente, sobre la
necesidad de la comunión para poder ser
realmente lo que somos: la única Iglesia
del Señor que cumple con un solo corazón
el mandato de evangelizar. Es posible
incluso dar nuestra capacidad de aportar a
la promoción integral de la persona de
despertar el alma humana y cristiana de
nuestros educandos, de fomentar el amor,
que es lo que se propone el mundo de la
educación, si llegamos a preferir la
decadencia y la muerte de nuestros
centros educativos más bien con una
válida y útil cooperación que nos ayude
a realizar la difícil e importante misión que
9. La aceptación e implementación de todo lo anterior se orienta, en la línea de
aparecida, a la valentía de abandonar las estructuras caducadas, que ya
no favorecen la transmisión de la fe y, con una actitud de permanente
conversión pastoral, despertar la capacidad de someterlo todo a servicio de
la instauración del Reino de Dios (cf DA 355-366). Solo de esta manera los
colegios católicos entrarán realmente en la evangelización que se empeña en
transformar los criterios del juicio, los valores determinantes, los puntos de
interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelo s de
vida de la humanidad que están en contraste con la palabra de Dios y con su
designio de salvación (cf EN 19). Nada de lo que aquí queda dicho será posible
si, más allá de implementación de tecnologías, de Alianzas estrategias y
aprovechamiento de ciertas tácticas en los colegios de la Iglesia no se abre
amplio espacio a la luz y a poder creador del espíritu de Dios.