Los pueblos germánicos como los suevos, vándalos, alanos y visigodos entraron en el Imperio Romano en el siglo V empujados por los hunos, estableciendo reinos en la Península Ibérica, el norte de África y el sur de Francia. Estos reinos germánicos tenían una economía y cultura primitivas, gobernados por monarquías electivas y leyes consuetudinarias, aunque con el tiempo adoptaron características romanas como la lengua, religión