2. Su nombre era María, que significa
"preferida por Dios", y era natural de
Magdala, ciudad a la orilla del Mar de
Galilea, o Lago de Tiberiades; de ahí su
sobrenombre de Magdalena.
María Magdalena es venerada por la
Iglesia católica oficialmente como Santa
María Magdalena. Existen múltiples
templos en todo el mundo dedicados a
esta santa católica.
5. María Magdalena es citada en los evangelios canónicos
en cuatro ocasiones:
1. Alojó y proveyó materialmente a Jesús y sus
discípulos durante su predicación en Galilea. Se
añade que anteriormente había sido curada por
Jesús: “Le acompañaban los Doce y también algunas
mujeres a las que había curado de espíritus malos o
de enfermedades: María, por sobrenombre
Magdalena, de la que habían salido siete demonios”
Lucas 8:1-3.
2. Estuvo presente durante la crucifixión de Jesús y en el
momento de su sepultura, por eso vio donde era
colocado el cuerpo de Jesús. Se la menciona junto a
María la madre de Santiago el menor.
3. En compañía de otras mujeres, fue la primera testigo
de la resurrección. Después comunicó la noticia a
Pedro y a los demás apóstoles.
4. Fue testigo de una aparición de Jesús resucitado.
6. Los citados son los únicos pasajes de los evangelios
canónicos en los que se nombra a María de Magdala.
La tradición católica, sin embargo, aunque sin
apoyarse en evidencias textuales de ningún tipo, ha
identificado con María Magdalena con otras mujeres
que son citadas en el Nuevo Testamento.
8. Cuando algunos hablan de María Magdalena,
equivocadamente se refieren a tres personajes de los
evangelios, a quienes identifican con ella:
1. La mujer desconocida que unge la cabeza de
Jesús en casa del fariseo Simón el leproso, en
Betania, mencionada en los Evangelios de Mateo
y de Marcos.
2. La mujer pecadora de Betania, que unge con
perfumes los pies de Jesús y los enjuga con sus
cabellos en casa de Simón el fariseo, y
mencionada por Lucas en su Evangelio.
3. María de Betania, hermana de Lázaro, a la que se
atribuye en el Evangelio de Juan el haber ungido
también los pies del Señor.
9. Mateo 26, 6-13
La mujer anónima que derrama perfume sobre
la cabeza de Jesús
10. Jesús se encontraba en Betania, en casa de Simón el
leproso. Se acercó a él una mujer, mientras estaba a
la mesa, con un frasco de mármol precioso lleno de
un perfume muy caro, y se lo derramó en la cabeza.
Al ver esto, los discípulos protestaban: “¿Para qué
tanto derroche? Este perfume se podía haber vendido
muy caro para ayudar a los pobres”.
Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿Por qué molestan a
esta mujer? Lo que ha hecho conmigo es realmente
una buena obra. Siempre tienen a los pobres con
ustedes, pero a mí no me tendrán siempre. Al
derramar este perfume sobre mi cuerpo, ella
preparaba mi entierro. En verdad les digo:
dondequiera que se proclame el Evangelio, en todo
el mundo, se contará también su gesto, y será su
gloria”.
11. Marcos 14, 3-9
La mujer anónima que derrama perfume sobre
la cabeza de Jesús
12. Jesús estaba en Betania, en casa de Simón el Leproso.
Mientras estaban comiendo, entró una mujer con un
frasco precioso como de mármol, lleno de un perfume muy
caro, de nardo puro; quebró el cuello del frasco y derramó
el perfume sobre la cabeza de Jesús. Entonces algunos se
indignaron y decían entre sí: “¿Cómo pudo derrochar este
perfume? Se podría haber vendido en más de trescientas
monedas de plata para ayudar a los pobres”. Y estaban
enojados contra ella.
Pero Jesús dijo: “Déjenla tranquila. ¿Por qué la molestan?
Lo que ha hecho conmigo es una obra buena. Siempre
tienen a los pobres con ustedes y en cualquier momento
podrán ayudarlos, pero a mí no me tendrán siempre.
Esta mujer ha hecho lo que tenía que hacer, pues de
antemano ha ungido mi cuerpo para la sepultura. En
verdad les digo: donde quiera que se proclame el
Evangelio, en todo el mundo, se contará también su
gesto y será su gloria”.
14. Un fariseo invitó a Jesús a comer. Entró en casa del
fariseo y se reclinó en el sofá para comer. En aquel
pueblo había una mujer conocida como una pecadora;
al enterarse de que Jesús estaba comiendo en casa del
fariseo, tomó un frasco de perfume, se colocó detrás de
él, a sus pies, y se puso a llorar. Sus lágrimas empezaron
a regar los pies de Jesús y ella trató de secarlos con su
cabello. Luego le besaba los pies y derramaba sobre
ellos el perfume.
Al ver esto el fariseo que lo había invitado se dijo
interiormente: “Si este hombre fuera profeta, sabría que
la mujer que lo está tocando es una pecadora,
conocería a la mujer y lo que vale”
Pero, Jesús, tomando la palabra le dijo: “Simón, tengo
algo que decirte”. Simón contestó: “Habla, Maestro”. Y
Jesús le dijo: “Un prestamista tenía dos deudores: uno
le debía quinientas monedas y el otro cincuenta.Como
no tenían con qué pagarle, les perdonó la deuda a
ambos. ¿Cuál de los dos lo querrá más?”.
15. Simón le contestó: “Pienso que aquel a quien le perdonó
más”. Y Jesús le dijo: “Has juzgado bien”. Y volviéndose
hacia la mujer, dijo a Simón: “¿Ves a esta mujer? Cuando
entré en tu casa, no me ofreciste agua para los pies,
mientras que ella me ha lavado los pies con sus
lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. Tú no me
has recibido con un beso, pero ella, desde que entró, no
ha dejado de cubrirme los pies de besos. Tú no me
ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha
derramado perfume sobre mis pies. Por eso te digo que
sus pecados, sus numerosos pecados, le quedan
perdonados, por el mucho amor que ha manifestado. En
cambio aquel a quien se le perdona poco, demuestra
poco amor”.
Jesús dijo después a la mujer: “Tus pecados te quedan
perdonados”. Y los que estaban con él a la mesa
empezaron a pensar: “¿Así que ahora pretende perdonar
los pecados?” Pero de nuevo Jesús se dirigió a la mujer:
“Tu fe te ha salvado, vete en paz”.
17. Seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania, donde
estaba Lázaro, a quien Jesús había resucitado de entre los
muertos. Allí lo invitaron a una cena. Marta servía, y
Lázaro estaba entre los invitados. María, pues, tomó una
libra de un perfume muy caro, hecho de nardo puro, le
ungió los pies a Jesús y luego se los secó con sus cabellos,
mientras la casa se llenaba del olor del perfume.
Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús,
dijo: “Ese perfume se podría haber vendido en trescientos
denarios para ayudar a los pobres”. En realidad no le
importaban los pobres, sino que era un ladrón y, como
estaba encargado de la bolsa, se llevaba lo que echaban
en ella.
Pero Jesús dijo: “Déjala, pues lo tenía reservado para el
día de mi entierro. A los pobres los tienen siempre, pero
a mí no me tendrán siempre”.
19. La identidad de María Magdalena como María de
Betania y «la mujer quien fue una pecadora» fue
establecida en la homilía 33 que el papa Gregorio I
dio en el año 591, en el cual dijo: “Ella, la cual Lucas
llama la mujer pecadora, la cual Juan llama María
[de Betania], nosotros creemos que es María, de
quien siete demonios fueron expulsados, según
Marcos”.
Difundida por los teólogos de los siglos III y IV, esta
teoría gozó de mucha popularidad en el siglo XIX y
constituyó un tema frecuente en la iconografía
cristiana occidental.
21. Hoy en día se considera que el identificar a la mujer
anónima que unge la cabeza de Jesús, a la mujer
pecadora y a María de Betania con María Magdalena,
es más bien una confusión "sin ningún fundamento”.
La Iglesia Católica ha considerado oportuno atenerse
sólo a los datos seguros que ofrece el evangelio.
De modo que hoy podemos asegurar que María
Magdalena no fue "pecadora pública", "adúltera" ni
"prostituta", sino sólo seguidora de Cristo, de cuyo
amor ardiente fue contagiada, para anunciar el gozo
pascual a los mismos Apóstoles.
22. En 1969, el papa Pablo VI retiró
del calendario litúrgico el
apelativo de “penitente”
adjudicado tradicionalmente a
María Magdalena; asimismo,
desde esa fecha dejaron de
emplearse en la liturgia de la
festividad de María Magdalena
la lectura del Evangelio de Lucas
acerca de la mujer pecadora.
Desde entonces, la Iglesia
Católica ha dejado de considerar
a María Magdalena una
prostituta arrepentida.
23. Oración
Señor, Dios nuestro, Cristo,
tu unigénito, confió, antes
que a nadie, a María
Magdalena la misión de
anunciar a los suyos la
alegría pascual; concédenos
a nosotros, por la intercesión
y el ejemplo de ella,
anunciar siempre a Cristo
resucitado y verle un día
glorioso en el reino de los
cielos.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Santa María Magdalena