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Guión:  FERNANDO LALANA Dibujos:  ISIDRO FERRER
 
 
Todo esto ocurrió, si es que  en verdad ocurrió, hace unos mil años, siglo más, siglo menos. En una época  tan lejana
que aún  era posible encontrar  dragones en libertad; y no como ahora, que  viven todos atrapados entre las páginas de libros como éste.
 
Nuestro protagonista, precisamente,  es un dragón. Un dragón auténtico, con su fuego  y sus escamas. ¿Que cómo  se llamaba? ¡Bah!  Los dragones no tienen nombre; no lo necesitan.
Pero, para entendernos  -sólo para entendernos-  lo llamaremos Valero
Valero Valero
Aunque,  si  Valero  no te gusta, puedes llamarlo  Ángel  o  Lorenzo .  A mí me da igual.
A Valero le encantaba hacer excursiones  a pie por su territorio que, casualmente, también es el nuestro.
Cada dos por tres,  se calzaba sus botas chirukas y marchaba hacia el sur, a las tierras negras donde antaño habitaron  sus antepasados.
O seguía  el cauce del Ebro, saltando todo el rato de orilla a orilla, aprovechando  que aún no había pantanos.
O decidía escalar  las cumbres  altísimas y nevadas que nosotros llamamos
Esta leyenda comienza, justamente,  una tarde de excursión. Caminaba Valero  por las cercanías  del valle del Gállego
 
cuando,  sobre lo alto  de un cerro,  divisó la silueta  de un castillo.
 
Los dragones  siempre han sido curiosos por naturaleza,  así que Valero  se acercó de puntillas y, guiñando un o j o,  echó un vistazo  a través de la ventana  más alta de la torre.
 
¡  Y a punto estuvo  de caerse  de culo  !
 
Porque allí,  peinándose la roja melena, descubrió  a la más bella doncella  que había visto nunca.  Al momento,  Valero se sintió absolutamente enamorado.
Un flechazo, vaya.
Era una princesa.  Una auténtica princesa aragonesa, de fuerte mandíbula y nariz más que respetable; pero hermosa, pese a todo, ya os digo. ¿Que cuál era su nombre? ¡Je! Pues...
La verdad es que...  se me ha olvidado.  Para entendernos  -sólo para entendernos-  la llamaremos...
Aunque,  si  Pilarín  no te gusta, puedes llamarla  como te parezca.  A mí me da lo mismo.
 
Al descubrir  a aquel dragón mirándola a través de su ventana,  la princesa Pilarín  dió un berrido  y se desmayó.
Como Valero  ya estaba acostumbrado  a dar sustos de muerte  a diestro y siniestro,  esperó pacientemente  a que la princesa  recobrase el conocimiento.   Mmmmmmmmm mmmmmmmmm
 
Pilarín  pronto volvió a sonreír;  y antes de ponerse el sol ya estaba convencida  de que aquel dragón  era un tipo encantador.
Y cuando su amada  abrió los ojos de nuevo, comenzó a recitarle  poemas de amor  y chascarrillos baturros.
 
Y así, Valero y Pilarín  se hicieron novios  y comenzaron a verse  en secreto. Aunque,  como os podéis figurar,  con las dimensiones  de Valero, el secreto no podía durar mucho tiempo.
 
El padre de Pilarín  era un rey, claro está.  Un rey auténtico  y con un genio  de mil demonios.  ¿Qué cómo se llamaba? ¡Ejem! Pues el caso es que... no tengo ni idea.
Lo único que sé es que  sus súbditos lo apodaban  “ el avinagrado”  a causa  de su agrio carácter.  Para entendernos  -sólo para entendernos-  lo llamaremos Alfonso
Aunque, si  Alfonso  no te gusta, puedes llamarlo  Sancho   o  Ramiro .  A mí,  como si te operan. Alfonso Sancho Ramiro
Muy pronto los cortesanos,  que eran  unos liantes  y unos acusicas,  fueron  a chivarse
al rey Alfonso  de que un dragón acudía cada noche  a rondar  bajo la ventana  de la princesa.
 
El rey, mosqueadísimo, se escondió  al anochecer  tras unos arbustos, dispuesto a comprobar  la historia.
En efecto,  poco antes de las doce apareció Valero,  muy elegante, con un ramillete  de cipreses en una mano
y una bandurria  del tamaño  de  un sofá,  en  la otra.
Cuando Pilarín  se asomó a la ventana, Valero comenzó  a declamar sus versos; por cierto,  bastante malos:
Mi Pilarín, tan amada: Sois tan maja y tan salada y tenéis tan bellos dientes  y tan dulce la mirada... La piel, aterciopelada  y esa melena en cascada  que, más que roya,  es dorada.
 
La princesa  se reía mucho  de los ripios de Valero; pero su padre, el rey,  se echó las manos  a la cabeza.
Esto no puede ser -bramó- ¡Mi hija,  enamorada de un dragón! ¡Me niego a aceptar  a un dragón como yerno! ¡ NO LO VOY A CONSENTIR ! ¡ Hasta allí podíamos llegar !
Y como era  más malo que la quina,  el rey Alfonso  hizo correr  entre sus súbditos  la terrible mentira
de que  un dragón espantoso  quería comerse viva  a la princesa Pilarín.  Y que, después,  se merendaría  a todas las jóvenes  del reino.
 
Cundió el pánico, naturalmente. Las iglesias se llenaron hasta los topes. Los fieles encendieron cientos de miles de millones de velas pidiendo ayuda  a todos los santos  del santoral.
Pero sólo uno  respondió a la llamada.  Un santo auténtico.  Un santo como Dios manda, caramba,  Qué cómo se llamaba? ¡Ajajá! ¡Este, me lo sé!  Se llamaba...
San Jorge
San Jorge,  que había sido soldado antes que santo,  cogió su espada,  su escudo y su lanza,  le pidió prestado a Santiago su famoso caballo blanco...  y se vino para acá.
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Por allí viene San Jorge.  Miren qué bonito que es:  Más guapo  que Chartlon Heston,  más chulo  que un treinta y tres.
 
Con su armadura de plata  de la cabeza a los pies,  que pesa noventa kilos  y no la puede mover;  y el yelmo,  dos tallas grande,  que apenas le deja ver…
 
Sin pérdida de tiempo,  San Jorge  se plantó  ante la cueva del dragón, dispuesto  a terminar con el problema  por la vía rápida.
-¡Da la cara bicharraco!  ¡Sal y pelea, fiera corrupia! -¡Voy a acabar contigo en un santiamén!
Asustado  por semejantes voces, Valero,  que estaba cuidando  sus plantas,  salió al porche  regadera en mano.
¿Y por qué queréis hacerme daño?  Yo no os he hecho nada malo. -¿Qué ocurre, señor? ¿Por qué gritáis de ese modo?
San Jorge,  sorprendido  por los buenos modales  del bicho,  alzó sus cejas.
-¡Ejem... !  Pero... vamos a ver,  que yo me aclare:  ¿No eres tú el que  se quiere zampar a la hija  del rey? Valero soltó  la regadera y se llevó  las manos al pecho.
-¿Quién, yo? ¿Yo? Sepa usted, señor, que yo jamás me he comido a nadie. Y si me comiese a alguien algún día, no sería a Pilarín, de la que estoy enamorado hasta las uñas de las pezuñas.
-¿ Enamorado, tú ?  ¡ Eso si que no me lo creo !  -dijo San Jorge  torciendo el morro  y blandiendo la espada-.
¡ Prepárate a morir,  embusteroooooo !
En ese momento,  cuando ya el santo se abalanzaba sobre el dragón, apareció, corriendo a todo correr, la princesa Pilarín  y, de un salto,  se abrazó al cuello de  Valero .
- ¡ Alto ahí,  don san Jorge !
¡Este dragón es mi novio! ¡No le toquéis ni una escama o no respondo! -¡Atiza! -murmuró el santo, atónito y estupefacto-. Entonces... ¡Era cierto! Vaya plancha  que me acabo de tirar…
Valero gimió, lastimeramente. -Está visto que aquí nadie  acepta nuestro amor.  Pilarín, amada mía... ¿Y si nos fugamos? Vámonos a Escocia.  He visto unos folletos  y parece un lugar hermoso  y tranquilo.
 
-Sí, Vámonos -respondió Pilarín, secándole a Valero un lagrimón con el borde  de su vestido-.  Pero ¿Y si nos persiguen? Mira, que cuando a los de aquí se les mete algo  en la cabeza...
-¡Esperad! -dijo entonces San Jorge-. ¡Tengo una idea!  Corrió al jardín de Valero  y cortó varios manojos  de flores.
 
-Diré que te he matado, Valero. Pero que tu sangre  se convirtió en rosas rojas;  y tu cuerpo, en iris y lilium como éstos. Así nadie pensará en perseguiros  y podréis vivir tranquilos.
-Una preciosa idea  -reconoció Pilarín-. Pero...  ¿Os creerán  señor san Jorge?  -¡Ya lo creo!  ¡Menudo soy yo  para esto de las leyendas!
 
De este modo lo hicieron.  Y todo salió bien: Valero y Pilarín se establecieron en un hermoso paraje, junto a un lago llamado Ness. Vivieron felices y comieron perdices a la escocesa  el resto de sus días.
 
 
El rey Alfonso  “ el avinagrado”  fue olvidado  por la Historia,  en justo castigo  a sus mentiras  y a su mal genio.
Y los aragoneses, contentísimos,  al ver que  San Jorge   los había librado  del dragón,  lo nombraron  por unanimidad
santo patrono oficial  del REINO
a m i g o Supongo  que nunca sospecharon  que quien pierde un dragón, pierde un
Diputación General de Aragón. Del texto: Fernando Lalana. De las ilustraciones: Isidro Ferrer. Edita: Diputación General de Aragón. Imprime: Gráficas Navarro. Borja, 16. Zaragoza (España). I.S.B.N.: 84-7753-457-8 D. Legal: Z-1169-94
 
 
 
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Te Quiero Valero

  • 1.  
  • 2.  
  • 3. Guión: FERNANDO LALANA Dibujos: ISIDRO FERRER
  • 4.  
  • 5.  
  • 6. Todo esto ocurrió, si es que en verdad ocurrió, hace unos mil años, siglo más, siglo menos. En una época tan lejana
  • 7. que aún era posible encontrar dragones en libertad; y no como ahora, que viven todos atrapados entre las páginas de libros como éste.
  • 8.  
  • 9. Nuestro protagonista, precisamente, es un dragón. Un dragón auténtico, con su fuego y sus escamas. ¿Que cómo se llamaba? ¡Bah! Los dragones no tienen nombre; no lo necesitan.
  • 10. Pero, para entendernos -sólo para entendernos- lo llamaremos Valero
  • 12. Aunque, si Valero no te gusta, puedes llamarlo Ángel o Lorenzo . A mí me da igual.
  • 13. A Valero le encantaba hacer excursiones a pie por su territorio que, casualmente, también es el nuestro.
  • 14. Cada dos por tres, se calzaba sus botas chirukas y marchaba hacia el sur, a las tierras negras donde antaño habitaron sus antepasados.
  • 15. O seguía el cauce del Ebro, saltando todo el rato de orilla a orilla, aprovechando que aún no había pantanos.
  • 16. O decidía escalar las cumbres altísimas y nevadas que nosotros llamamos
  • 17. Esta leyenda comienza, justamente, una tarde de excursión. Caminaba Valero por las cercanías del valle del Gállego
  • 18.  
  • 19. cuando, sobre lo alto de un cerro, divisó la silueta de un castillo.
  • 20.  
  • 21. Los dragones siempre han sido curiosos por naturaleza, así que Valero se acercó de puntillas y, guiñando un o j o, echó un vistazo a través de la ventana más alta de la torre.
  • 22.  
  • 23. ¡ Y a punto estuvo de caerse de culo !
  • 24.  
  • 25. Porque allí, peinándose la roja melena, descubrió a la más bella doncella que había visto nunca. Al momento, Valero se sintió absolutamente enamorado.
  • 27. Era una princesa. Una auténtica princesa aragonesa, de fuerte mandíbula y nariz más que respetable; pero hermosa, pese a todo, ya os digo. ¿Que cuál era su nombre? ¡Je! Pues...
  • 28. La verdad es que... se me ha olvidado. Para entendernos -sólo para entendernos- la llamaremos...
  • 29. Aunque, si Pilarín no te gusta, puedes llamarla como te parezca. A mí me da lo mismo.
  • 30.  
  • 31. Al descubrir a aquel dragón mirándola a través de su ventana, la princesa Pilarín dió un berrido y se desmayó.
  • 32. Como Valero ya estaba acostumbrado a dar sustos de muerte a diestro y siniestro, esperó pacientemente a que la princesa recobrase el conocimiento. Mmmmmmmmm mmmmmmmmm
  • 33.  
  • 34. Pilarín pronto volvió a sonreír; y antes de ponerse el sol ya estaba convencida de que aquel dragón era un tipo encantador.
  • 35. Y cuando su amada abrió los ojos de nuevo, comenzó a recitarle poemas de amor y chascarrillos baturros.
  • 36.  
  • 37. Y así, Valero y Pilarín se hicieron novios y comenzaron a verse en secreto. Aunque, como os podéis figurar, con las dimensiones de Valero, el secreto no podía durar mucho tiempo.
  • 38.  
  • 39. El padre de Pilarín era un rey, claro está. Un rey auténtico y con un genio de mil demonios. ¿Qué cómo se llamaba? ¡Ejem! Pues el caso es que... no tengo ni idea.
  • 40. Lo único que sé es que sus súbditos lo apodaban “ el avinagrado” a causa de su agrio carácter. Para entendernos -sólo para entendernos- lo llamaremos Alfonso
  • 41. Aunque, si Alfonso no te gusta, puedes llamarlo Sancho o Ramiro . A mí, como si te operan. Alfonso Sancho Ramiro
  • 42. Muy pronto los cortesanos, que eran unos liantes y unos acusicas, fueron a chivarse
  • 43. al rey Alfonso de que un dragón acudía cada noche a rondar bajo la ventana de la princesa.
  • 44.  
  • 45. El rey, mosqueadísimo, se escondió al anochecer tras unos arbustos, dispuesto a comprobar la historia.
  • 46. En efecto, poco antes de las doce apareció Valero, muy elegante, con un ramillete de cipreses en una mano
  • 47. y una bandurria del tamaño de un sofá, en la otra.
  • 48. Cuando Pilarín se asomó a la ventana, Valero comenzó a declamar sus versos; por cierto, bastante malos:
  • 49. Mi Pilarín, tan amada: Sois tan maja y tan salada y tenéis tan bellos dientes y tan dulce la mirada... La piel, aterciopelada y esa melena en cascada que, más que roya, es dorada.
  • 50.  
  • 51. La princesa se reía mucho de los ripios de Valero; pero su padre, el rey, se echó las manos a la cabeza.
  • 52. Esto no puede ser -bramó- ¡Mi hija, enamorada de un dragón! ¡Me niego a aceptar a un dragón como yerno! ¡ NO LO VOY A CONSENTIR ! ¡ Hasta allí podíamos llegar !
  • 53. Y como era más malo que la quina, el rey Alfonso hizo correr entre sus súbditos la terrible mentira
  • 54. de que un dragón espantoso quería comerse viva a la princesa Pilarín. Y que, después, se merendaría a todas las jóvenes del reino.
  • 55.  
  • 56. Cundió el pánico, naturalmente. Las iglesias se llenaron hasta los topes. Los fieles encendieron cientos de miles de millones de velas pidiendo ayuda a todos los santos del santoral.
  • 57. Pero sólo uno respondió a la llamada. Un santo auténtico. Un santo como Dios manda, caramba, Qué cómo se llamaba? ¡Ajajá! ¡Este, me lo sé! Se llamaba...
  • 59. San Jorge, que había sido soldado antes que santo, cogió su espada, su escudo y su lanza, le pidió prestado a Santiago su famoso caballo blanco... y se vino para acá.
  • 60.
  • 61. Por allí viene San Jorge. Miren qué bonito que es: Más guapo que Chartlon Heston, más chulo que un treinta y tres.
  • 62.  
  • 63. Con su armadura de plata de la cabeza a los pies, que pesa noventa kilos y no la puede mover; y el yelmo, dos tallas grande, que apenas le deja ver…
  • 64.  
  • 65. Sin pérdida de tiempo, San Jorge se plantó ante la cueva del dragón, dispuesto a terminar con el problema por la vía rápida.
  • 66. -¡Da la cara bicharraco! ¡Sal y pelea, fiera corrupia! -¡Voy a acabar contigo en un santiamén!
  • 67. Asustado por semejantes voces, Valero, que estaba cuidando sus plantas, salió al porche regadera en mano.
  • 68. ¿Y por qué queréis hacerme daño? Yo no os he hecho nada malo. -¿Qué ocurre, señor? ¿Por qué gritáis de ese modo?
  • 69. San Jorge, sorprendido por los buenos modales del bicho, alzó sus cejas.
  • 70. -¡Ejem... ! Pero... vamos a ver, que yo me aclare: ¿No eres tú el que se quiere zampar a la hija del rey? Valero soltó la regadera y se llevó las manos al pecho.
  • 71. -¿Quién, yo? ¿Yo? Sepa usted, señor, que yo jamás me he comido a nadie. Y si me comiese a alguien algún día, no sería a Pilarín, de la que estoy enamorado hasta las uñas de las pezuñas.
  • 72. -¿ Enamorado, tú ? ¡ Eso si que no me lo creo ! -dijo San Jorge torciendo el morro y blandiendo la espada-.
  • 73. ¡ Prepárate a morir, embusteroooooo !
  • 74. En ese momento, cuando ya el santo se abalanzaba sobre el dragón, apareció, corriendo a todo correr, la princesa Pilarín y, de un salto, se abrazó al cuello de Valero .
  • 75. - ¡ Alto ahí, don san Jorge !
  • 76. ¡Este dragón es mi novio! ¡No le toquéis ni una escama o no respondo! -¡Atiza! -murmuró el santo, atónito y estupefacto-. Entonces... ¡Era cierto! Vaya plancha que me acabo de tirar…
  • 77. Valero gimió, lastimeramente. -Está visto que aquí nadie acepta nuestro amor. Pilarín, amada mía... ¿Y si nos fugamos? Vámonos a Escocia. He visto unos folletos y parece un lugar hermoso y tranquilo.
  • 78.  
  • 79. -Sí, Vámonos -respondió Pilarín, secándole a Valero un lagrimón con el borde de su vestido-. Pero ¿Y si nos persiguen? Mira, que cuando a los de aquí se les mete algo en la cabeza...
  • 80. -¡Esperad! -dijo entonces San Jorge-. ¡Tengo una idea! Corrió al jardín de Valero y cortó varios manojos de flores.
  • 81.  
  • 82. -Diré que te he matado, Valero. Pero que tu sangre se convirtió en rosas rojas; y tu cuerpo, en iris y lilium como éstos. Así nadie pensará en perseguiros y podréis vivir tranquilos.
  • 83. -Una preciosa idea -reconoció Pilarín-. Pero... ¿Os creerán señor san Jorge? -¡Ya lo creo! ¡Menudo soy yo para esto de las leyendas!
  • 84.  
  • 85. De este modo lo hicieron. Y todo salió bien: Valero y Pilarín se establecieron en un hermoso paraje, junto a un lago llamado Ness. Vivieron felices y comieron perdices a la escocesa el resto de sus días.
  • 86.  
  • 87.  
  • 88. El rey Alfonso “ el avinagrado” fue olvidado por la Historia, en justo castigo a sus mentiras y a su mal genio.
  • 89. Y los aragoneses, contentísimos, al ver que San Jorge los había librado del dragón, lo nombraron por unanimidad
  • 91. a m i g o Supongo que nunca sospecharon que quien pierde un dragón, pierde un
  • 92. Diputación General de Aragón. Del texto: Fernando Lalana. De las ilustraciones: Isidro Ferrer. Edita: Diputación General de Aragón. Imprime: Gráficas Navarro. Borja, 16. Zaragoza (España). I.S.B.N.: 84-7753-457-8 D. Legal: Z-1169-94
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