Cinco cirujanos chilenos discutían quiénes eran los mejores pacientes para operar, con cada uno argumentando que le gustaban operar diferentes profesiones debido a cómo estaban organizados sus órganos. El quinto cirujano, que había estado callado, dijo que para él los mejores pacientes eran los políticos porque no tienen corazón, estómago ni cojones, y se puede transplantar su cerebro al culo sin que nadie se de cuenta.