2. Catequesis en clave misionera - 2
Indice
Introducción Pag. 3
1 Una catequesis creativa, kerigmática,
mistagógica y bella al servicio de la miisón
Pag. 5
2 El Papa Francisco habla a los Catequistas Pag. 9
3 La catequesis a la luz de Aparecida Pag. 21
4 Catequesis en clave misionera Pag. 59
5 Actitudes del catequista Pag. 91
6 La catequesis de la propuesta Pag. 94
7 La catequesis es siempre misionera Pag. 102
9 Predicación en la Misa de Apertura del III Congreso
Nacional de Catequesis
Pag. 106
3. Catequesis en clave misionera - 3
Introducción
Es bueno siempre hacer memoria para no perder el sentido de las opciones
que vamos haciendo y para poder encarar con más veracidad el futuro. La llegada de
Bergoglio se da en medio de un debilitamiento de los planes de pastoral iniciados en
la década del noventa debido a que acción concreta en torno a los tres años de
misión propuestos como preparación para la celebración del milenio habían absorbido
lo proyectado. Sin embargo este tiempo fue un rico ejercicio de trabajo desde los
COPAPAS y los consejos de pastoral de decanato y vicarías que dejaron un estilo
misionero plasmado en gestos misioneros en calles y esquinas de los distintos barrios,
los encargados de manzanas y círculos de la Virgen.
Finalizada la celebración del Milenio y ante la pregunta: ¿Cómo ser Iglesia en
Buenos Aires?, el cardenal Bergoglio, con el inicio del estado de asamblea, invita a un
camino de discernimiento pastoral para pasar de una pastoral de planes y acciones
a una pastoral de actitudes desde la cual ir llevando adelante las acciones. Los
lemas propuestos para cada año fueron marcando el ritmo de este camino: reconocer
heridas y fragilidades; renovar el fervor apostólico; fortalecer una identidad eclesial
de mayor comunión; hacer de nuestras parroquias o ámbitos pastorales santuarios
donde se experimente la presencia de Dios; acercarnos al Dios que es ternura y viene
a nosotros; llegar a toda periferia; ser ungidos para ungir.
En medio de este andar Aparecida nos confirma en el camino y pasamos del Estado
de Asamblea al Estado de misión. Se desarrolló entonces en Buenos Aires un camino
que buscó llevar adelante la opción misionera desde la perspectiva paradigmática y
programática.
En el orden paradigmático, se puso el “bautismo en clave misionera como
parte de una camino para repensar toda la vida sacramental de nuestra
arquidiócesis, Se inició la “misión bautismal”. Este proyecto apuntó a poner la
pastoral bautismal en clave misionera. Se apuntó a repensar la preparación pre-
bautismal, a generar vínculos con los que se acercan, a facilitar horarios de
bautismos, anunciar e invitar a recibir el bautismo a aquellos que no lo recibieron y,
fundamentalmente, hacernos cargo de “los hijos que engendra la Iglesia”, con una
pastoral post-bautismal. El proyecto de “Pastoral Digital” se pensó como una
herramienta y aporte más a este desafío.
En lo programático se concretaron gestos misioneros periódicos y
permanentes para los tiempos fuertes con campañas misioneras y se establecieron
lugares de misión permanente (carpas misioneras). Las comunidades se renovaron
con la experiencia de “salir” y estar en la calle para hacer presente a un Dios que es
ternura y a una Iglesia que quiere abrazar a todos. La dimensión misionera e instaló
en el lenguaje y en las perspectiva de las acciones aunque todavía nos falta bastante
camino para recorrer en torno a la conversión pastoral, para que la clave misionera
se vea plasmado en toda la pastoral ordinaria.
El Año de la Fe se vivió como tiempo preparatorio para una Misión
Arquidiocesana en el 2014. El Consejo Presbiteral y el Consejo de Pastoral elaboraron
propuestas generales en orden a que cada comunidad con su peculiaridad específica
se aboque a la realización de un camino misionero orgánico. La invitación a realizar
Asambleas Parroquiales y organizar los Consejos Pastorales Parroquiales busca que las
comunidades tomen mayor conciencia de este llamado misionero y se desarrolle la
participación y el compromiso de los laicos.
Junto a este proceso, es bueno también iniciar un camino en el cual podamos
poner la “Catequesis en clave misionera”. Esto no significa: “otra cosa nueva” u
“otra cosa más”, sino ir haciendo el camino habitual pero incorporando otra mirada
para el planteo que vamos haciendo habitualmente en nuestra catequesis y con
4. Catequesis en clave misionera - 4
nuestros catequistas.
Lo programático de misión necesita de lo paradigmático para que en nuestras
estructuras habituales de pastoral se releje el mismo espíritu que nos anima en la
misión.
5. Catequesis en clave misionera - 5
Una catequesis creativa, kerigmática,
mistagógica y bella al servicio de la
misión
Les he trasmitido en primer lugar,
lo que yo mismo recibí:
Cristo murió por nuestros pecados,
conforme a la Escritura.
Fue sepultado y resucitó al tercer día,
de acuerdo con la Escritura.
1 Cor 15,3-4
Estas palabras quieren ser el eco agradecido a las bellas y simples catequesis
que nos entregara el Papa, tanto en el Congreso Internacional sobre Catequesis,
como en las páginas que nos ha dedicado en su última Exhortación Apostólica
Evangelii Gaudium. En ambas enseñanzas, queda claro que en el contexto del estado
de misión, promovido por la Iglesia hoy -con nuevos métodos y renovado ardor-, la
centralidad de la catequesis en el proceso evangelizador obliga a azuzar el ingenio y
actualizar todos sus recursos, para llegar a los múltiples niveles de la realidad del
hombre contemporáneo.
Cuando Francisco enseña que los catequistas deben caminar con Cristo hacia las
periferias, nos recuerda que la realidad que se nos presenta es compleja y
desafiante. No obstante, la catequesis tiene sus recursos y ha demostrado en la vida
de la Iglesia que supo abordar los contextos sociales más adversos y las circunstancias
por demás difíciles, para llegar al corazón mismo del hombre y la mujer. En ese
sentido, nos alienta diciendo: «Y si ustedes van a las periferias, allí lo encontrarán.
Dios es siempre fiel, es creativo. Por favor, no se entiende un catequista que no sea
creativo. Y la creatividad es como la columna vertebral del catequista. Dios es
creativo, no está encerrado, y por eso nunca es rígido. Dios no es rígido. Nos acoge,
sale a nuestro encuentro, nos comprende. Para ser fieles, para ser creativos, hay que
saber cambiar. Saber cambiar. ¿Y para qué tengo que cambiar? Para adecuarme a las
circunstancias en las que tengo que anunciar el Evangelio»1
.
La creatividad le es propia al arte superior de la catequesis, donde revela su
capacidad de adecuación, porque su oficio es el de proponer con fidelidad y
pedagogía el bello mensaje del Evangelio a las generaciones de todos los tiempos. La
imagen corporal de la columna vertebral nos recuerda la centralidad que debe
ocupar su condición artesanal, para que la imaginación y la inteligencia de cada
catequista no descansen, hasta encontrar el modo más creativo y efectivo, para
proponer el mensaje de la salvación a todas las culturas y hasta llegar a los rincones
de todas las realidades humanas.
Otro aspecto iluminador de su mensaje, más reciente, lo encontramos en la
Exhortación Apostólica ya mencionada. En el tercer capítulo, medular por cierto, el
Papa retoma el mensaje central del anuncio evangélico y propone tres modalidades
esenciales que debe tener en cuenta la catequesis hoy: kerigmática, mistagógica y
bella.
El kerigma (anuncio, proclamación) es la verdad de verdades de nuestra
religión revelada. Lo primero que dice el Papa es que «el kerygma es trinitario. Es el
fuego del Espíritu que se dona en forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo,
1
Discurso del Papa Francisco a los participantes al Congreso Internacional sobre Catequesis, Roma, 27
de septiembre de 2013.
1
6. Catequesis en clave misionera - 6
que con su muerte y resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita
del Padre»2
. Por tal motivo, una catequesis kerygmática privilegia el mensaje central
de la salvación: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo a tu
lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte»3
. Así proclamado
por un catequista testigo de lo que anuncia, nadie queda indiferente ante un
mensaje que nos habla en forma tan directa. La centralidad del kerygma no significa
que supla la formación permanente, ni que sea solo un enunciado inicial que no se
vuelve a escuchar, pues «es ese que siempre hay que volver a escuchar de diversas
maneras y ese que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra a lo
largo de la catequesis, en todas sus etapas y momentos»4
. Este primer anuncio
contiene el mensaje esencial del Evangelio y nada hay más sólido, profundo y sabio.
La centralidad del kerygma implica: «que exprese el amor salvífico de Dios previo a
la obligación moral y religiosa, que no imponga la verdad y que apele a la libertad,
que posea unas notas de alegría, estímulo, vitalidad, y una integralidad armoniosa,
que no reduzca la predicación a unas pocas doctrinas a veces más filosóficas que
evangélicas»5
.
La catequesis encuentra en la liturgia el espacio (templo, altar, bautisterio) y
los tiempos sagrados (el Domingo, Solemnidades, Fiestas, Memorias…), para celebrar
la fe que proclama en el kerygma. Es en esa coordenada donde se reúne la
comunidad de los fieles para orar y celebrar los misterios que nos dejó el Señor,
entre los cuales se destaca la Eucaristía. Ahí es cuando la catequesis se torna
mistagógica, y su misión es iniciar progresivamente a los catecúmenos en el lenguaje,
los signos y los símbolos de la pedagogía de los ritos litúrgicos. El papa Francisco lo
dice así: «La iniciación mistagógica, que significa básicamente dos cosas: la necesaria
progresividad de la experiencia formativa donde interviene toda la comunidad y una
renovada valoración de los signos litúrgicos de la iniciación cristiana»6
. Devolver al
proceso catequístico una saludable referencia a la liturgia es un desafío que no
debemos dejar de lado.
La catequesis escucha la Palabra y de su fuente inacabable toma las verdades e
instala en el corazón, la inteligencia y la memoria de los catecúmenos, la bondad
salvadora del Evangelio de Jesús. No obstante, la Iglesia cuidó que ese proceso
manifieste la belleza de Dios, y es por eso que decimos que, además de ser
verdadera y buena, la catequesis tiene que ser bella. La primera evangelización en
América latina manifestó la belleza de nuestra fe en los templos, en la iconografía,
las imágenes y retablos. Cuando uno contempla alguno de estos cuadros de nuestra
historia descubre que hubo una intencionalidad: manifestar la misma belleza
trinitaria que se espeja en la creación, esencialmente en su criatura, el hombre en
gracia. El Papa nos invita a transitar el «camino de la belleza»: «Anunciar a Cristo
significa mostrar que creer en Él y seguirlo no es sólo algo verdadero y justo, sino
también bello, capaz de colmar la vida de un nuevo resplandor y de un gozo
profundo, aun en medio de las pruebas»7
.
El estado de misión cuenta con que la catequesis despliegue en este tiempo, la
fecundidad de su labor artesanal, persona a persona, para que en cada encuentro
catequístico, cada bautizado, descubra su lugar en la Iglesia y en el mundo, y
convencido del amor de Dios, contagie la luz y la alegría de su fe.
Card. Mario Aurelio Poli
EAC 21014
2
EG 164.
3
Ídem.
4
Ídem.
5
EG 165.
6
EG 166.
7
EG 167.
7. Catequesis en clave misionera - 7
El Papa Francisco
habla a los Catequistas
Mensajes del Papa Francisco para los catequistas de la arquidiócesis de
Buenos Aires cuando era cuando era Mons. Jorge Bergoglio s.j.
LOS TIEMPOS NOS URGEN
o tenemos derecho a quedarnos acariciándonos el alma. A quedarnos
encerrados en nuestra cosita... chiquitita. No tenemos derecho a estar
tranquilos y a querernos a nosotros mismos. ¡Cómo me quiero!. No, no
tenemos derecho. Tenemos que salir a contar que, desde hace dos mil años,
hubo un hombre que quiso reeditar el paraíso terrenal, y vino para eso. Para
rearmonizar las cosas. Y se lo tenemos que decir a "Doña Rosa", a la que vimos
en el balcón. Se lo tenemos que decir a los chicos, se lo tenemos que decir a
aquellos que pierden toda ilusión y a aquellos para los que todo es "pálida",
todo es música de tango, todo es cambalache. Se lo tenemos que decir a la
señora gorda finoli, que cree que estirándose la piel va a ganar la vida eterna.
Se lo tenemos que decir a todos aquellos jóvenes que, como el que vimos en
el balcón, nos denuncian que ahora todos nos quieren meter en el mismo
molde. No dijo la letra del tango pero la podría haber dicho: "dale que va, que
todo es igual".
Tenemos que salir a hablarle a esta gente de la ciudad a quien vimos en los
balcones. Tenemos que salir de nuestra cáscara y decirles que Jesús vive, y
que Jesús vive para él, para ella, y decírselo con alegría... aunque uno a
veces parezca un poco loco. El mensaje del Evangelio es locura, dice San
Pablo. El tiempo de la vida no nos va a alcanzar para entregarnos y anunciar
esto que Jesús está restaurando la vida. Tenemos que ir a sembrar esperanza,
tenemos que salir a la calle. Tenemos que salir a buscar.
¿Y nosotros nos vamos a quedar en casa?. ¿Nos vamos a quedar en la
parroquia, encerrados?. ¿Nos vamos a quedar en el chimenterío parroquial, o
del colegio, en las internas eclesiales?. ¡Cuando toda esta gente nos está
esperando! ¡la gente de nuestra ciudad!. Una ciudad que tiene reservas
religiosas, que tiene reservas culturales, una ciudad preciosa, hermosa, pero
que está muy tentada por Satanás. No podemos quedarnos nosotros solos, no
podemos quedarnos en la parroquia y en el colegio. ¡Catequista, a la calle!. A
catequizar, a buscar, a golpear puertas. A golpear corazones.
EAC 2000, 11 de marzo de 2000
PERO SABES BIEN POR SER CATEQUISTA
or la sabiduría que te da el trato semanal con la gente, que en el
hombre sigue latiendo un deseo y necesidad de Dios. Ante la soberbia e
invasiva prepotencia de los nuevos Goliat, que desde algunos medios de
comunicación y no menos despachos oficiales, reactualizan prejuicios e
ideologismos autistas, se hace necesario hoy más que nunca la serena
N
P
2
8. Catequesis en clave misionera - 8
confianza de David para desde el llano defender la herencia. Por eso, quisiera
insistirte en aquello que te escribía un año atrás:" Hoy más que nunca, se
puede descubrir detrás de tantas demandas de nuestra gente, una búsqueda
del Absoluto que, por momentos, adquiere la forma de grito doloroso de una
humanidad ultrajada: "Queremos ver a Jesús" (Jn. 12,21). Son muchos los
rostros que, con un silencio más decidor que mil palabras, nos formulan este
pedido. Los conocemos bien: están en medio de nosotros, son parte de ese
pueblo fiel que Dios nos confía. Rostros de niños, de jóvenes, de adultos...
Algunos de ellos, tienen la mirada pura del "discípulo amado", otros, la mirada
baja del hijo pródigo. No faltan rostros marcados por el dolor y la
desesperanza. Pero todos esperan, buscan, desean ver a Jesús. Y por eso
necesitan de los creyentes, especialmente de los catequistas que no sólo
´hablen´ de Cristo sino, en cierto modo, que se lo hagan ´ver´.... De ahí, que
nuestro testimonio sería enormemente deficiente, si nosotros no fuéramos los
primeros contempladores de su rostro" (NMI 16).
Quiero nuevamente agradecerte toda tu entrega al servicio del Pueblo fiel. Y
pedirle a María Santísima que mantenga viva en tu corazón esa sed de Dios
para que puedas como la samaritana del Evangelio "adorar en espíritu y
verdad" y "hacer que muchos se acerquen a Jesús" (Jn 4, 39). No dejes de
rezar por mí para que sea un buen catequista
Carta a los Catequistas, Agosto 2002
UESTRA IGLESIA EN BUENOS AIRES está necesitada de esa AUDACIA y FERVOR,
que es obra del Espíritu Santo, y que nos lleva a anunciar, a gritar a
Jesucristo con toda nuestra vida. Es necesario mucha audacia y valentía
para seguir caminando hoy en medio de tanta perplejidad. Sabemos que
existe la tentación de quedarnos atrapados por el miedo paralizador que a
veces se maquilla de repliegue y cálculo realista y, en otros casos, de
rutinaria repetición. Pero siempre esconde la vocación cobarde y conformista
de una cultura minimista acostumbrada sólo a la seguridad del andar
orillando. ¡Audacia apostólica implicará búsqueda, creatividad, navegar mar
adentro!
Al darte gracias por todo tu camino de catequista, le pido al Señor Eucaristía
que renueve tu ardor y fervor apostólico para que no te acostumbres jamás a
los rostros de tantos niños que no conocen a Jesús, a los rostros de tantos
jóvenes que deambulan por la vida sin sentido, a los rostros de multitudes de
excluidos que, con sus familias y ancianos, luchan para ser comunidad, cuyo
paso cotidiano por nuestra ciudad nos duele e interpela.
Más que nunca necesitamos tu mirada cercana de catequista para contemplar,
conmoverte y detenerte cuantas veces sea necesario para darle a nuestro
caminar el ritmo sanante de projimidad. Y podrás así hacer la experiencia de
la verdadera compasión, la de Jesús, que lejos de paralizar, moviliza, lo
impulsa a salir con más fuerza, con más audacia, a anunciar, a curar, a liberar
(Cf Lc. 4, 16-22). Más que nunca necesitamos de tu corazón delicado de
catequista que te permite aportar, desde tu experiencia del acompañamiento,
la sabiduría de la vida y de los procesos donde campea la prudencia, la
capacidad de comprensión, el arte de esperar, el sentido de pertenencia,
N
9. Catequesis en clave misionera - 9
para cuidar así -entre todos- a las ovejas que se nos confía, de los lobos
ilustrados que intentan disgregar el rebaño. ¡Más que nunca necesitamos de tu
persona y ministerio catequístico para que con tus gestos creativos, pongas
como David música y alegría al andar cansado de nuestro pueblo! (2 Sa. 6, 14-
15).
Buenos Aires, Agosto de 2002
ODA GRAN CIUDAD TIENE MUCHAS RIQUEZAS, muchas posibilidades, pero
también son muchos los peligros. Uno de ellos es el de la exclusión. A veces me
pregunto si como Iglesia diocesana no somos cómplices de una cultura de
la exclusión en la que ya no hay lugar para el anciano, el niño molesta, no hay
tiempo para detenerse al borde del camino. La tentación es grande, sobre
todo porque se apoya en los nuevos dogmas modernos como la eficiencia y el
pragmatismo. Por ello, hace falta mucha audacia para ir contra la corriente,
para no renunciar a la utopía posible de que sea precisamente la inclusión, la
que marque el estilo y ritmo de nuestro paso.
Anímense a pensar la pastoral y la catequesis desde la periferia, desde
aquellos que están más alejados, de los que habitualmente no concurren a la
Parroquia. Ellos también están invitados a la Boda del Cordero. Hace unos
años les decía en un EAC: ¡salgan de las cuevas!. Hoy se los repito: ¡salgan de
la sacristía, de la secretaría parroquial, de los salones vip!, ¡salgan!. Hagan
presente la pastoral del atrio, de las puertas, de las casas, de la calle. No
esperen, ¡salgan!. Y sobre todo hagan presente una catequesis que no
excluya, que sepa de ritmos distintos, abierta a los nuevos desafíos de este
mundo complejo. No se transformen en funcionarios rígidos, fundamentalistas
de la planificación que excluye .
"... y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí..." (Ga 2, 20). Ese vivir con
Cristo es realmente una vida nueva: la vida del cristiano, y determina todo lo
que se es y se hace. De ahí que todo catequista debe procurar permanecer en
el Señor (Jn 15, 4) y cuidar, con la oración, su corazón transformado con la
gracia, porque es lo que tiene para ofrecer y en donde está su verdadero
"tesoro" (Cf. Lc 12,34 ). Alguno quizás está pensando en su interior: "pero esto
que nos está diciendo podría ser aplicado a todo cristiano". Sí, es así. Y es lo
que justamente quisiera compartir con ustedes esta mañana. Todo catequista
es ante todo un cristiano.
Puede resultar casi obvio... Sin embargo, uno de los problemas más serios que
tiene la Iglesia y que hipoteca muchas veces su tarea evangelizadora radica en
que los agentes pastorales, los que solemos estar más con las "cosas de Dios",
los que estamos más insertos en el mundo eclesiástico, frecuentemente nos
olvidamos de ser buenos cristianos. Comienza entonces la tentación de
absolutizar las espiritualidades en genitivo: la espiritualidad del laico, del
catequista, del sacerdote..., con el grave peligro de perder su originalidad y
simpleza evangélica. Y una vez perdido el horizonte común cristiano,
corremos la tentación de lo snob, de lo afectado, de aquello que entretiene y
engorda pero no alimenta ni ayuda a crecer. Las partes se convierten en
particularidades y, al privilegiar las particularidades fácilmente nos olvidamos
T
10. Catequesis en clave misionera - 10
del todo, de que formamos un mismo pueblo. Entonces comienzan los
movimientos centrífugos que nada tienen de misionero sino todo lo contrario:
nos dispersan, nos distraen y paradójicamente nos enredan en nuestras
internas y "quintismos" pastorales. No olvidemos: el todo es superior a la
parte.
Pero si algo peculiar debe caracterizar al catequista es su mirada. El
catequista, nos dice el Directorio Catequístico General, es un hombre experto
en el arte de comunicar. "La cima y el centro de la formación de catequistas
es la aptitud y habilidad de comunicar el mensaje evangélico." (235). El
catequista está llamado a ser un pedagogo de la comunicación. Quiere y busca
que el mensaje se haga vida. Y esto también sin despreciar todos los aportes
de las ciencias actuales sobre la comunicación. En Jesús tenemos siempre el
modelo, el camino, la vida. Como el Maestro Bueno, cada catequista deberá
hacer presente la "mirada amorosa" que es inicio y condición de todo
encuentro verdaderamente humano. Los evangelios no han escatimado
versículos para documentar la profunda huella que dejó, en los primeros
discípulos, la mirada de Jesús. ¡No se cansen de mirar con los ojos de Dios!
Pidámosle a quien nos ha metido en esta siembra, que nos haga partícipe de
su mirada, la del sembrador bueno y "derrochón" de ternura. Para que sea,
-una mirada confiada y de largo aliento, que no ceda a la tentación
estéril de querer curiosear cada día el sembrado porque sabe bien que, sea
que duerma o vele, la semilla crece por sí misma.
-una mirada esperanzadora y amorosa que, cuando ve despuntar la
cizaña en medio de trigo, no tiene reacciones quejosas ni alarmistas, porque
sabe y tiene memoria de la fecundidad gratuita de la caridad[4].
Pero si algo es propio del catequista es reconocerse como el hombre y la
mujer que "anuncia". Si bien es cierto que todo cristiano debe participar de la
misión profética de la Iglesia, el catequista lo hace de una manera especial.
Anímense a pensar la pastoral y la catequesis desde la periferia, desde
aquellos que están más alejados, de los que habitualmente no concurren a la
Parroquia. Ellos también están invitados a la Boda del Cordero. Hace unos
años les decía en un EAC: ¡salgan de las cuevas!. Hoy se los repito: ¡salgan de
la sacristía, de la secretaría parroquial, del los salones vip!, ¡salgan!. Hagan
presente la pastoral del atrio, de las puertas, de las casas, de la calle. No
esperen, ¡salgan!. Y sobre todo hagan presente una catequesis que no
excluya, que sepa de ritmos distintos, abierta a los nuevos desafíos de este
mundo complejo. No se transformen en funcionarios rígidos, fundamentalistas
de la planificación que excluye.
Dios los ha llamado a ser sus catequistas. En esta Iglesia de Buenos Aires que
está transitando tiempos del Espíritu, sean parte y protagonistas de la
asamblea diocesana, no para manijear, ni imponer, sino para hacer juntos la
apasionante experiencia del discernir con otros, de dejar que sea Dios quien
escriba la historia.
Buenos Aires, agosto de 2004
11. Catequesis en clave misionera - 11
A ACTITUD DE LA ESCUCHA NOS AYUDARÁ A NO TRAICIONAR,
La frescura y fuerza del anuncio kerygmático trastocándolo en una
fraguada y aguachenta moralina, que más que la novedad del "Camino" se
transforma en fango que ciega y empantana. Necesitamos ejercitarnos en el
escuchar... Para que nuestra acción evangelizadora se enraíce en ese ámbito
de la interioridad donde se gesta el verdadero catequista que, más allá de sus
actividades, sabe hacer de su ministerio, diakonía del acompañamiento.
Escuchar es más que oír... Esto último está en la línea de la información. Lo
primero, en la línea de la comunicación, en la capacidad del corazón que hace
posible la proximidad, sin la cual no es posible un verdadero encuentro. La
escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos
desinstala de la siempre más tranquila condición de espectador.
¿Querés como catequista animar verdaderos encuentros de catequesis? ¡Pedí
al Señor la gracia de la escucha! Dios te ha llamado a ser catequista, no
simple técnico de comunicación. Dios te ha elegido para que hagas presente
el calor de la Iglesia Madre, matriz indispensable para que Jesús sea amado y
conocido hoy. Escuchar es también capacidad de compartir preguntas y
búsquedas, de hacer camino juntos, de alejarnos de todo complejo de
omnipotencia, para unirnos en el trabajo común que se hace peregrinación,
pertenencia, pueblo.
Buenos Aires, 12 de marzo de 2005
O RESISTIRÍA A LOS EMBATES DEL TIEMPO UNA FE CATÓLICA
reducida a bagaje, a elenco de normas y prohibiciones, a prácticas de devoción
fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a
una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios
doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los
bautizados. Nuestra mayor amenaza "es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la
Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe
se va desgastando y degenerando en mezquindad"[1]. A todos nos toca "recomenzar
desde Cristo"[2], reconociendo que "no se comienza a ser cristiano por una decisión
ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona,
que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva"[3].
(Aparecida, 11-12)
Permítanme que insista sobre esto con ustedes quienes, por ser catequistas, por
acompañar el proceso de crecimiento de la fe, por estar comprometidos en la
enseñanza, puede el "tentador" hacerles creer que su ámbito de acción se reduce a lo
intraeclesial, y los lleve a estar demasiado en torno al templo y al atrio. Eso suele
acontecer... Cuando nuestras palabras, nuestro horizonte, tienen la perspectiva del
encierro y del pequeño mundo, no ha de asombrarnos que nuestra catequesis pierda
la fuerza del Kerigma y se trasforme en enseñanza insípida de doctrina, en
transmisión frustrante de normas morales, en experiencia agotadora de estar
sembrando inutilmente. Por eso, "recomenzar desde Cristo" es concretamente imitar
al Maestro Bueno, al único que tiene Palabra de Vida Eterna y salir una y mil veces a
los caminos, en busca de la persona en sus más diversas situaciones.
Buenos Aires, Agosto de 2006
L AGRADECERTE TODO LO QUE HACÉS POR LA CATEQUESIS, le pido de corazón
al Señor que te rejuvenezca con su gracia, ya que la renovación de la pastoral y
de la catequesis no dependerá "de grandes programas y estructuras, sino de
hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos
L
N
A
12. Catequesis en clave misionera - 12
de Jesucristo y misioneros de su Reino." (DA 11)
En nuestra tarea evangelizadora Dios nos pide que acompañemos a un pueblo que
camina en la fe. Por eso el Señor nos regala rostros, historias y búsquedas... Y
siempre nos hace bien recordar que ese niño, joven o adulto que Dios pone en
nuestro camino, no son vasijas que demos llenar de contenidos o personas que
debemos conquistar. El Señor ya habita en sus corazones, ya que El siempre nos
precede, nos "primerea". Nuestra tarea será simplemente ¡y nada menos! ayudar a
develar, a explicitar la Presencia de Aquél que ya está y tiene el poder de hacer
plena toda vida. Misión hermosa, ministerio de la Palabra que los catequistas realizan
ininterrumpidamente desde hace casi dos mil años. Servicio eclesial que reconoce
muchas formas y diversos lugares. Por todo esto, ¡gracias y ánimo! Y no dejen de
estar al servicio del santo pueblo fiel de Dios…
Un pueblo que necesita de testigos antes que maestros. Hagan que la catequesis sea
transversalmente kerygmática, para que el proceso y maduración de la fe tengan la
frescura del encuentro con Aquél que, a través de la Iniciación Cristiana, te consolida
como discípulo misionero.
Buenos Aires, 21 de agosto de 2007
OS QUEDAMOS ENCERRADOS EN LAS INTERNAS PARROQUIALES cuando prima la
psicología de la tumba, con los años nos convertimos en momias. Jesús no
quiere cristianos momias, quiere nuestra identidad en la calle. Es necesario, no
encerrarse en las parroquias, que, a veces, parecen una tumba o un sarcófago y sólo
falta que le coloquemos flores y un cartel que diga: ´aquí yace la comunidad
cristiana´. Necesitamos, entonces, que Jesús nos pegue un grito y nos diga:
Catequista salí afuera, Iglesia de Buenos Aires salí afuera. El problema de la Iglesia
de Buenos Aires es que no toca timbres y los catequistas deben salir a "timbrear" en
la ciudad; "timbrear" vidas y corazones, a jetear, sin vergüenza, aunque nos digan
que estamos de la chaveta". Que la Virgen ayude a los cristianos de Buenos Aires a
tocar timbres, a poner la cara y a que le diga a Jesús que nos pegue un grito, para
anunciar a Jesucristo.
Buenos Aires, marzo de 2008
VECES NOS DEFENDEMOS PONIENDO DISTANCIAS DE EXQUISITEZ, como los
escribas y los fariseos: "hasta que no esté purificada la vida no la recibo" Y se
lavaban mil veces antes de comer las manos y abluciones… pero Jesús se los
echa en cara porque su corazón estaba lejos de lo que Dios quería. Ese Dios que
manda a su hijo que se mezcle con nosotros, con lo peorcito de nosotros.
Esos eran los amigos de Jesús: lo peorcito. Pero la vida la tomaba como venía.
Dejaba que cada hombre y cada mujer protagonizara su vida y Él la acompañaba con
cariño, con ternura, con doctrina, con consejos. No la imponía. La vida no se impone,
la vida se siembra y se riega, no se impone. Cada uno es protagonista de la suya. Y
eso Dios lo respeta. Acompañemos la vida como Dios lo hace.
El otro hijo (de la parábola del padre misericordioso) reedita la postura de estos
criticones, los escribas y fariseos, "yo soy puro, yo estuve siempre en la Iglesia, soy
de la Acción Católica, de Caritas o de catequesis…te doy gracias, Señor, porque no
soy como toda esta gente, no soy como esta gentuza" Y el hijo cierra su corazón y
prefiere protagonizar un purismo hipócrita a dejarse conmover por la ternura que le
enseñó su Padre. No sabe acompañar la vida. Probablemente este hombre lo más que
N
A
13. Catequesis en clave misionera - 13
pueda dar es una vida biológica pero nunca una vida desde el corazón.
Y se armó la fiesta. La vida y el encuentro es fiesta. Acompañar la vida es animarme
a encontrar al otro como está, como viene o como lo voy a buscar. Es encuentro y
ese encuentro es festivo. Ya lo dijo Jesús: "va a haber mucha fiesta por cada uno de
estos que ustedes dejan de lado y se acerca y vuelve a la casa"… encontrarse. Yo
pregunto, entre ustedes catequistas, ¿hay fiesta, hay encuentro; o está el gesto
adusto del dedito con un no adelante como la maestra en tiempos de Yrigoyen. ¿Hay
eso o hay fiesta, hay encuentro? ¿saben lo que es fiesta o son una momia?
Catequistas-momias, una momia anclada solo en verdades, en preceptos; sin ternura,
sin capacidad de encuentro. Yo quisiera que entre ustedes no haya lugar para momias
apostólicas, ¡por favor no!, vayan a un museo que van a lucir mejor. Sino que haya
corazones que se conmueven con la vida desde donde se la pateen, que saben
abrazar la vida y decirle a esa vida quién es Jesús.
Buenos Aires, 21 de agosto de 2010
14. Catequesis en clave misionera - 14
La catequesis
a la luz de Aparecida
Presentación
Aparecida reconoce que ha habido un gran progreso en la catequesis. Esto se puede
observar en la preparación para los sacramentos, en la enseñanza familiar, en el
aumento del número de catequistas, en la conformación de comisiones diocesanas y
parroquiales de catequesis (DA 295). Sin embargo, el documento constata algunas
deficiencias en la formación teológica y pedagógica de los catequistas, en la
elaboración de adecuados materiales y subsidios, en los servicios catequísticos
parroquiales y en el empeño de los párrocos a quienes les corresponde ser los
primeros catequistas, junto con los padres de familia (DA 296).
El Padre Eduardo Mercado Guzmán, Director de la Comisión de Catequesis de la
Arquidiócesis Primada de México, nos acompaña a hacer un amplio recorrido, en
primer lugar, por la catequesis desde su origen; en segundo lugar, en el itinerario de
las Conferencias anteriores; y en tercer lugar, a través del Documento de Aparecida.
Aunque son pocos los números que, en Aparecida, tratan el tema de la Catequesis,
sin embargo, todo el documento tiene un sabor catequístico, comenzando por el
mismo título: “Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él
tengan vida”. A esta conclusión llega el autor después de ver la realidad de la
catequesis desde el proyecto del Padre; de extraer las grandes luces que ofrecen los
capítulos 3 a 6; y de identificar las líneas de acción en el campo misionero que nos
presentan los capítulos 7 a 10.
La catequesis
Introducción
El presente trabajo tiene la finalidad de hacer una lectura del Documento de
Aparecida desde la Catequesis. Descubriendo sobre todo cuáles son las luces que
puede aportar a esta tarea tan importante en la Iglesia.
De entrada muchos podrían tener la sensación, especialmente quienes trabajamos en
la catequesis que el tema no fue suficientemente considerado, pero seguramente
esta sensación la tendrán quienes trabajan en otros campos; en cuanto a la
catequesis en sentido específico son pocos los números a lo largo del documento que
se refieren a ésta (cfr. nn. 268 al 300) y en otro número en el 99a, se señala desde
un punto de vista positivo la labor que la catequesis ha tenido en el esfuerzo por
llevar al encuentro con Jesucristo a los habitantes de este Continente. Sin embargo
después de hacer un recorrido serio sobre las grandes luces que presenta el
Documento se queda uno con la sensación de que todo él tiene un sabor catequístico,
de tal manera que desde el tema de la misma, la catequesis está presente
“Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”.
Es decir, tenemos la seguridad de que la Catequesis está presente a lo largo de todo
el documento y sus grandes intuiciones han de ser una luz que nos ayude a todos los
agentes de pastoral a revalorizar el papel tan importantísimo que la catequesis tiene
para la formación de Discípulos Misioneros en nuestro Continente, renovando esta
práctica pastoral devolviéndole su verdadera dimensión en el proceso de Iniciación
3
15. Catequesis en clave misionera - 15
Cristiana.
Antes de abordar de manera directa los contenidos de la catequesis en Aparecida se
hará un recorrido partiendo de su origen y deteniéndonos especialmente en los
diferentes aportes presentados en las otras Conferencias, así nos daremos cuenta que
la catequesis ha tenido un caminar que nos puede ayudar a comprender mejor el
aporte que hoy nos hace la V Conferencia.
I.- La catequesis en la Iglesia
1 - La catequesis en su origen
Es de suma importancia recordar que la catequesis no es una invención de este
tiempo o que es tema de una pastoral actual, como dice el título del Capítulo II de la
Catechesi Tradendae, es una “experiencia tan antigua como la Iglesia misma”, es por
eso necesario voltear al pasado, en un espíritu de renovación y resurgimiento como
ha de ser la Iglesia en América Latina es muy oportuno “volver a las fuentes”.
Este volver a las fuentes nos ayudará a clarificar mejor las acciones propiamente
catequísticas y los elementos que le dan su identidad, así estaremos en posibilidad
de ubicarla en la lectura que hagamos de Aparecida.
Como es de todos conocido, catequesis viene de la palabra griega katechein que en
su sentido más original significaría hablar desde arriba, podría entenderse así como
instruir desde el escenario. Pero más exactamente significa hacer eco, resonar,
recordando a las máscaras que se utilizaban en el teatro griego para hacer resonar la
voz para que todos pudieran escuchar la voz del actor. En su sentido bíblico. en el
Nuevo Testamento, el concepto llegó a significar: informar, contar, comunicar una
noticia y también, significa dar una instrucción cristiana (cfr. Hch 18, 25; 21, 21-24;
Lc 1, 4; Rm 2, 18; Ga 6, 6).
De esta acepción del concepto es como se generó y relacionó la instrucción o for-
mación de los cristianos en la Iglesia primitiva, con dos momentos como
evangelización para suscitar la fe y como instrucción o doctrina para profundiza en
ella, muchas veces utilizándose el concepto griego de didaskein. Así que ya desde su
origen a la catequesis se le ve relacionada con un primer anuncio y como un
momento que lleva a explicitar y profundizar en el mensaje.
Es en la época de los Padres cuando la catequesis va adquiriendo una mayor
identidad dentro de la tarea de Iniciar en la Fe a los simpatizantes del mensaje de
Jesús. Es a partir del s. II cuando ésta aparece ya con una mayor claridad y
especificación en los escritos de los Santos Padres, en donde se le da el siguiente
sentido: instrucción fundamental dada a los candidatos del bautismo. De ahí que
inmediatamente se le relacione con la estructura más sistemática de la Iniciación
Cristiana que es el Catecumenado, así se deriva la relación entre la Iniciación
Cristiana, catequesis y sacramentos de Iniciación Cristiana. Así que catequesis es
entendida como la enseñanza cristiana dentro de la institución catecumenal, con la
finalidad de preparar al bautismo.
Reflexión personal y comunitaria:
De este primer acercamiento sería interesante hacer una primera evaluación sobre
nuestra práctica catequística y el Documento de Aparecida:
Lo primero sería preguntarnos:
1 ¿Qué entendemos por evangelización?
16. Catequesis en clave misionera - 16
2 ¿Qué entendemos por catequesis?
3 ¿Qué entendemos por Iniciación Cristiana?
4 ¿Cómo entiende hoy el Documento de Aparecida la Iniciación Cristiana? (Leer nn.
286-294) y confrontar con las respuestas anteriores.
Los elementos que se destacan en el catecumenado de la catequesis son: tomar en
cuenta que se trata de una tarea que implica la enseñanza, la oración, los elementos
litúrgicos, las consecuencias morales, todo ello vivido y recibido en la comunidad
catecumenal, haciendo de la catequesis una verdadera iniciación cristiana integral.
A partir del s. VI con la “conversión” de prácticamente todo el imperio Romano la
práctica del catecumenado se va perdiendo o reduciéndose a su mínima expresión,
acción que tendrá sus graves consecuencias en la formación de los cristianos. Lo
primero que hay que destacar es que con el bautismo de niños ya no se hace
necesario la Iniciación Cristiana con la estructura catecumenal. También desaparece
de alguna manera el término catequesis y queda el de catequizar, el cual en época
moderna, se relacionará con el concepto de catecismo. De ahí que todavía en la
práctica en muchos lugares de nuestro Continente no se realiza una auténtica
catequesis sino que sólo se catequiza a través del catecismo, incluso llegándose a
confundir la acción de la catequesis con el catecismo.
El catecismo con todas sus riquezas vino a significar “una enseñanza para instruir a
los paganos que quieren ser cristianos”, sin embargo no hay que olvidar que éstos
nacieron en la época de la Reforma protestante y católica, de hecho es famoso el
Catecismo de Trento, el cual llevó a una dogmatización de la fe, una
intelectualización de la misma, de tal forma que la catequesis será la instrucción que
reciben los niños bautizados en orden a la Comunión Eucarística.
Como bien recordamos la mayoría, de aquí se derivó el método memorístico de la
catequesis a través de preguntas y respuestas sobre lo elemental de la fe. Dentro de
toda esta perspectiva no podemos dejar de recordar que la instrucción religiosa del
pueblo cristiano tenía que abarcar también a los adultos, Trento determinó que así
fuera, pero con la óptica del catecismo y así fue hasta el s. XX. Finalmente hay que
destacar que también en muchos de los casos la catequesis paso a ser un espacio de
preparación presacramental para la Confirmación y la Comunión; como podemos
darnos cuenta, mucho de esta visión de la catequesis aún se ve reflejada en la
práctica ordinaria. Esta práctica por desgracia desdibuja mucho la identidad de la
catequesis con su carácter iniciatorio-sacramental tanto de la preparación como de
las celebraciones.
Durante el siglo pasado hubo movimientos y esfuerzos por renovar la práctica cate-
quística y hacer de ésta algo más vivencial y experiencial; entre los esfuerzos no
puede dejarse pasar de largo, el interés que tuvo hacia la catequesis San Pío X, pero
más adelante el movimiento de Munich y el llamado kerigmático, los cuales por otro
lado van configurando a la Catequesis en su dimensión permanente como la forma
ordinaria de alimentar la fe.
Reflexión personal y comunitaria:
Como ejercicio de reflexión, sería muy conveniente llegados a este momento,
preguntarnos qué tipo de catequesis se realiza preferentemente en nuestra
comunidad, parroquia, diócesis, país...
1 ¿Es una catequesis que sólo se preocupa por los niños que se preparan para los
sacramentos de la Confirmación y la Eucaristía?
17. Catequesis en clave misionera - 17
2 ¿El contenido sólo se avoca a lo doctrinal?
3 ¿El método sigue siendo el memorístico a través de preguntas y respuestas?
4 ¿Qué objetivos tiene la catequesis, cuál es su finalidad?
2- La catequesis a partir del Concilio Vaticano II
Es innegable que el Concilio Vaticano II vino a ser el evento más importante para la
Iglesia del s. XX y el efecto que provocó hacia adelante, estamos a más de 40 años en
que este Concilio presentó sus grandes líneas que llevarían a la Iglesia a un proceso
de renovación interior y exterior. Algunos han definido este Concilio como el gran
reformador de la Iglesia por sus grandes novedades que hoy siguen siendo vigentes.
En el caso de la catequesis el impacto del Vaticano II sobre ella ha sido y sigue siendo
muy grande. Simplemente podríamos decir que el Concilio significó el fin oficial del
período llamado del “catecismo”. Y aunque el Concilio no afrontó de manera directa
y explícita el tema de la catequesis, sin embargo, si se ocupó de forma decisiva de
algunos puntos relacionados esencialmente con ella, como la Palabra de Dios, la fe,
la Iglesia, la relación iglesia-mundo, que influirán en su renovación.
Dei Verbum, nos presentó una visión teológica renovada de la revelación y de la fe;
Ad Gentes de la evangelización; Lumen Gentium, Sacrosanctum Concilium, Gaudium
et Spes, de la Iglesia; y en los nuevos horizontes antropológicos y culturales abiertos
con las relaciones renovadas con la cultura moderna, las confesiones no católicas, las
religiones no cristianas..., tenemos a Gaudium et Spes, Dignitatis Humanae, Unitatis
Redintegratio, Nostra Aetate, Ad Gentes, etc.
Todos estos estímulos no podían no incidir profundamente en el ámbito de la
actividad catequética.
En el espíritu de búsqueda de la etapa postconciliar hay un esfuerzo por elaborar
nuevos catecismos y programas, la creación de nuevos institutos y centros de
catequesis, la producción de textos y de subsidios de todo tipo para la renovación de
la catequesis.
En el campo de la praxis y de la reflexión catequética se han destacado dimensiones
nuevas del quehacer catequístico: la instancia antropológica, la centralidad bíblica,
la dimensión socio-política, la prioridad de los adultos, la incidencia de la
comunicación y de lo audiovisual, el redescubrimiento de la comunidad.
Pero tampoco, se puede negar que el período postconciliar para la catequesis, ha
tenido sus momentos problemáticos. Se han puesto en tela de juicio frecuentemente,
los elementos constitutivos de la obra de la catequesis: contenidos, métodos,
lugares, estructuras, destinatarios, agentes, lenguaje...
Sin embargo, desde la década de los 80’ se ha comenzado a vislumbrar, siempre con
las conquistas del Concilio, un verdadero proceso de renovación de la catequesis.
En el logro de este proceso que comenzó en el Vaticano II, son de gran valor las
aportaciones de algunos documentos y manifestaciones que, a nivel de la Iglesia
universal, representan hoy en día u cierto “corpus” pastoral de gran importancia.
En esta línea, podemos citar: el Directorio Catequístico General de 1971; el II Con-
greso Catequístico Internacional de Roma, en el mismo año; la publicación en 1972
del Ordo initiationis christianae adultorum (RICA); pero sobre todo, los sínodos de los
obispos de 1974 y 1977, con sus debidas exhortaciones Evangelii Nuntiandi y Cate-
18. Catequesis en clave misionera - 18
chesi Tradendae.
Del magisterio de Juan Pablo II, son de destacarse por su gran valor para la
catequesis: Redemptoris Hominis (1979); Dives in Misericordia (1986); Christifideles
Laici (1988); Redemptoris Missio (1990); la entrega el 11 de octubre de 1992 con la
Constitución apostólica Fidei Depositum, del Catecismo de la Iglesia Católica, y muy
recientemente la entrega en octubre de 1997 del Directorio General para la
Catequesis.
Junto a estos documentos de valor universal tenemos otros de valor más local, pero
no menos significativos, como son los documentos de Medellín y Puebla en la Iglesia
Latinoamericana, que añaden otros elementos válidos para la catequesis de hoy.
3- La Catequesis en nuestro Continente
El proceso de evangelización en nuestro Continente se remonta al momento del des-
cubrimiento de éste y el proceso de colonización. Como bien han dicho nuestros
obispos en diferentes momentos, este proceso tiene sus luces y sombras, ya que la
conquista y colonización tienen dos protagonistas, la cruz y la espada.
Sin detenernos en lo que podrían ser las sombras encabezadas por la espada, la
evangelización tiene sus grandes luces y en ella la catequesis ocupó un puesto de
gran relieve. Sabemos también por otro lado que las situaciones de nuestros pueblos
en América fueron distintas de lugar a lugar, el trato hacia los indígenas no siempre
fue el mismo y en algunos lugares fue más fuerte el exterminio y la destrucción y en
otros prevaleció más el mestizaje. Las condiciones de nuestros pueblos hacen que la
actitud hacia las grandes culturas sea una y hacia los pueblos nómadas y
seminómadas sea otra.
En el origen del cristianismo en nuestro Continente aparecieron grandes figuras sobre
todo surgidas de entre los religiosos, que siguiendo el mandato misionero del Señor y
amparados por la Corona Española, asumieron la difícil tarea de cristianizar estas
tierras. Entre esas figuras destacan grandes evangelizadores y catequistas como
Pedro de Córdoba, Antonio de Montesinos, Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga,
Pedro de Betanzos, Juan de Zumárraga, Pedro de Gante, Ramón Pané, Juan Mateo
Guatícaba, Antón de Marcorís, Francisco de Andrada, Jerónimo de Loayza...
Entre las experiencias pastorales del inicio de la evangelización en América, hay
intentos por poner en práctica experiencias de tipo catecumenal, hay un interés por
tener un diálogo intercultural, como la obra de Bernardino de Sahagún; hay una
catequesis unida a la educación de los niños a través de los diferentes colegios para
niños indígenas, mestizos, españoles, mulatos.
En la tarea de la catequesis los evangelizadores se apoyaron de los mismos niños
como repetidores de la doctrina con la que ellos eran instruidos, en sus pueblos y
comunidades, como consecuencia de esto tenemos como ejemplo a los niños mártires
de Tlaxcala, México.
El interés por la catequesis se ve reflejada en la impresión de diferentes doctrinas y
catecismos para la instrucción religiosa, no sólo en lengua castellana sino varios de
ellos en lenguas indígenas y en pictogramas. Siguiendo la tradición de las grandes
culturas azteca, maya e inca, algunos religiosos adoctrinaron a través de coreografías
y representaciones con música, poesía, canto y drama, siendo muchos de estos
19. Catequesis en clave misionera - 19
medios un verdadero ejemplo de inculturación.
La preocupación por el adoctrinamiento a través de la catequesis se ve reflejada en
las diferentes juntas eclesiásticas y los primeros Concilios provinciales, tanto de
México como de Lima. No podemos negar que todos estos hechos y el trabajo
realizado en la conquista y colonización cimentaron con sus luces y sombras la fe
cristiana de nuestro Continente.
Durante la Colonia la catequesis fue transmitida a través de los catecismos
preparados en estas tierras y otros traducidos de catecismos hechos en Europa, así se
destacan las obras de Fleury, Ripalda, Astete, de José de Acosta, de Felipe Guaman
Poma de Ayala, de Luis Jerónimo de Oré, Luis de Valdivia, entre otros muchos más.
Entre las guerras de independencia y el Concilio Vaticano II, los catecismos pasaron
por periodos de lucha, de quienes estaban a favor de los movimientos de
Independencia contra los que querían la permanencia bajo el régimen de la Corona
Española, esto como consecuencia de un pluralismo ideológico y religioso. La invasión
de otros grupos religiosos, especialmente de corte protestante le dio a la catequesis
latinoamericana nuevamente un carácter apologético.
El Primer Concilio Plenario de América Latina, convocado por León XIII en 1899, tuvo
como preocupación principal el tema de la catequesis, animando una catequesis con
fórmulas tradicionales para evitar confusión.
Aunque lentamente, la doctrina social católica fue ocupando espacios en la
evangelización, desde los años sesenta del siglo pasado, en varias partes del
Continente se promueven las comunidades eclesiales de base en donde los laicos
comparten la reflexión de la Biblia, animan la celebración de la Palabra y se
comprometen por el cambio social.
En el caminar de la catequesis en América Latina, Brasil ocupa un lugar destacado
que se ve reflejado en los tiempos actuales, no sólo por la producción de diferentes
subsidios sino por las diferentes orientaciones que su magisterio han dado sobre el
tema, muchas veces con una proyección hacia toda Latinoamérica.
4- La catequesis en las Conferencias
del Episcopado Latinoamericano
La Catequesis en América Latina ha tenido sus grandes momentos de reflexión en sus
ya célebres Conferencias Generales de todo el Episcopado Latinoamericano, muy
particularmente desde la Conferencia de Medellín, que asumiendo el Concilio
Vaticano II para el aquí y ahora de América Latina ha trazado las grandes líneas de lo
que ha de ser la catequesis en los tiempos actuales de nuestro Continente.
En sintonía con las grandes Conferencias y derivadas de ellas, el caminar de la
catequesis de América Latina y El Caribe, ha contado con el apoyo de instancias
como el Instituto Catequístico Latinoamericano como consecuencia de la Primera
Conferencia en Río de Janeiro Brasil, en 1955, con la cual también se constituye
oficialmente el CELAM (Conferencia del Episcopado Latinoamericano), ese primer
instituto el cual paso por diferentes etapas, dio origen al ITEPAL (Instituto Teológico
Pastoral), actualmente vigente.
También como consecuencia de la estructuración del CELAM, se contó con el
Departamento de Catequesis (DECAT), celebrando y organizando las Semanas
Latinoamericanas de Catequesis y la publicación de las Líneas y Orientaciones
comunes para la catequesis en América Latina.
20. Catequesis en clave misionera - 20
Estos elementos deben ser vistos en relación con las distintas Conferencias Generales
celebradas en diferentes momentos y lugares de América Latina, esto ayuda a tener
un mejor panorama y contexto del caminar de la catequesis en nuestros pueblos.
4.1- La Primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en
Río de Janeiro, Brasil (1955)
En esta primera Conferencia, en general, todavía prevalece una actitud apologética
de defensa teórica de la fe. Se destaca su papel como medio para el florecimiento de
vocaciones, especialmente la catequesis de adultos (n. 2); habla de la necesaria
colaboración de los religiosos y religiosas en la tarea de la enseñanza religiosa y de
“catecismo” en las diócesis para lo cual es necesaria una preparación especializada
(n. 38 b).
El n. 57 destaca por su amplitud en cuanto que da orientaciones precisas sobre “la
instrucción catequística”: pidiendo que en este campo se cuide la legislación
canónica; pide la creación de la Oficina Catequística Diocesana; que en las
parroquias se cree la Cofradía de la Doctrina Cristiana; que se usen los medios
adecuados, la edición y distribución de catecismos; la institución del “Día Cate-
quístico” o fiesta de la Doctrina Cristiana; la constitución de Escuelas catequísticas y
cursos para preparar catequistas; que en los Seminarios Mayores exista la cátedra de
Pedagogía Catequística.
4.2- La Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en
Medellín, Colombia (1968)
Para comprender la trascendencia de esta II Conferencia del Episcopado Latinoameri-
cano, se ha llegado a afirmar que la Iglesia de nuestro Continente de los últimos
tiempos, ha tenido dos momentos, “antes y después de Medellín”. Ya que esta
Conferencia es la que comienza a darle una fisonomía propia a la Iglesia de este
Continente, dando origen a su propia teología y acciones pastorales específicas,
iniciando un camino de verdadera encarnación del Verbo de Dios.
Hoy con una actitud de verdadero optimismo se quiere ver en la Conferencia de
Aparecida, con sus propias aportaciones, un espíritu renovador para nuestras Iglesias
y no es que Medellín nos quede ya bastante lejano, sino porque en el momento actual
han cambiado muchas cosas, pero que necesitan de ese espíritu renovador que trajo
Medellín para que estemos en una nueva primavera, para la Iglesia de América Latina
impulsada por la V Conferencia.
No hay que olvidar que Medellín tampoco fue un “hongo en el bosque”, ya que desde
su presentación, ella misma quiso respirar del espíritu renovador que trajo el
Concilio Vaticano II, de ahí el mismo título programático de la II Conferencia “La
Iglesia en la actual transformación de América Latina a la Luz del Concilio”. El tema
de Medellín de por sí sugerente quiso ser a través de su propia reflexión una Luz para
las Iglesias del Continente Latinoamericano, las cuales necesitaban de una
renovación desde lo profundo de su Ser para estar en verdadera sintonía con todo el
Pueblo de Dios que peregrina en estas tierras.
La reflexión de la II Conferencia significó el compromiso de poner en práctica las
grandes orientaciones del Concilio, de manera muy particular no sólo por el método
21. Catequesis en clave misionera - 21
Gaudium et Spes, sino también por sus grandes luces Lumen Gentium y Dei Verbum.
Hay que resaltar el hecho de que quienes tuvieron la responsabilidad desde el Conti-
nente de la Conferencia de Medellín, fueron firmes al desechar desde el documento
de preparación el lenguaje intelectualista y escolástico de la mayoría de los
documentos del magisterio de la Iglesia de los últimos tiempos y sostuvieron, la
necesidad de un lenguaje más existencial, concreto, histórico; abierto a la
trascendencia, pero plenamente enraizado en la historia. En el campo de la
catequesis los teólogos y catequetas latinoamericanos, llevaron la reflexión en torno
a la evangelización y la promoción humana.
El documento se divide en tres grandes partes: Promoción Humana; Evangelización y
Crecimiento de la Fe; La Iglesia visible y sus estructuras. Es en este amplio marco en
donde encontramos el capítulo específico dedicado a la Catequesis, el octavo dentro
de la segunda parte; prácticamente la catequesis se encuentra al centro de todo el
documento.
El capítulo parte manifestando la necesidad de una renovación, pasa después a
señalar las características de esa renovación, las prioridades y medios para lograr
dicha renovación.
Frente a un mundo que cambia y frente al actual proceso de maduración de la Iglesia
en América Latina, el Movimiento Catequístico siente la necesidad de una profunda
renovación. Renovación que, manifieste la voluntad de la Iglesia y de sus
responsables, de llevar adelante su misión fundamental: educar eficazmente la fe de
los jóvenes y de los adultos, en todos los ambientes: Fallar en esto sería traicionar,
a un mismo tiempo, a Dios que le ha confiado su Mensaje y al hombre que lo
necesita para salvarse (Medellín 8, 1).
En síntesis, los grandes ejes de renovación de la catequesis propuestos por la
Conferencia de Medellín están: considerar a la catequesis como una actividad
especialmente profética; presenta como su fundamento la Revelación Divina, pero
dentro del dinamismo histórico en donde las situaciones históricas y aspiraciones
auténticamente humanas son parte de su contenido; por lo tanto hay plena unidad y
armonía entre los valores humanos y el proyecto de Dios manifestado en Jesucristo;
para lo cual la catequesis necesitar renovar su lenguaje para que pueda ser percibido
el mensaje salvífico para ayudar a comprender las situaciones humanas y
reinterpretarlas a la luz de la Pascua y provocar así, un respuesta personal de fe;
finalmente para esto se requiere la promoción de Institutos que se dediquen a la
reflexión y ofrezcan propuestas audaces, esto también con el apoyo de las ciencias
humanas y la elaboración de subsidios pedagógicos.
Reflexión personal y comunitaria:
Como trabajo grupal, se propone que se haga una reflexión, enlistando los
principales signos que descubren en su comunidad, parroquia, diócesis, país... que
manifiesten que la catequesis que se realiza corresponde a un sensible espíritu de
renovación:
El enlistado puede considerar los siguientes rubros o aspectos:
1 Interlocutores (adultos, jóvenes, otros...)
2 Subsidios (llamados incorrectamente catecismos, son pedagógicos, toman en
cuenta el aporte de las ciencias humanas...)
3 Inculturación (qué tanto se respeta y se toma en cuenta el ambiente social y
cultural de los interlocutores).
4 A través de qué signos se refleja que la catequesis está favoreciendo un encuentro
personal con la persona de Jesucristo, sobre todo en el ambiente social.
22. Catequesis en clave misionera - 22
Es importante hacer destacar que la lectura del cap. 8 del documento, no es
suficiente sin tener toda la visión y el contexto de toda la Conferencia, ya que
empobrecería todo el espíritu de Renovación de la Catequesis que propone Medellín.
Por eso en la visión de conjunto de todo el documento de Medellín son importantes
para la catequesis algunos conceptos innovadores: opción por los pobres, liberación,
promoción humana, comunidades de base, transformación social, pastoral profética
(en el sentido de la Teología de la Liberación), dimensión histórica de la fe,
dimensiones socio-político-económico de la realidad, cultura, interacción entre fe y
vida.
4.3- La Tercera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en
Puebla, México (1979)
La catequesis "que consiste en la educación ordenada y progresiva de la fe", debe ser
acción prioritaria en América Latina, si queremos llegar a una renovación profunda
de la vida cristiana y por lo tanto a una nueva civilización que sea participación y
comunión de personas en la Iglesia y en la sociedad (Puebla n. 977).
Aunque en la visión de algunos teólogos y catequetas latinoamericanos la III Confe-
rencia y la IV representaron una especie de freno a las grandes orientaciones y luces
pastorales expuestas en la II Conferencia, la de Medellín, sin embargo, no podemos
dejar de descubrir la acción del Espíritu Santo, el cual como el gran protagonista de
la Iglesia nos deja en las dos siguientes Conferencias aportes de gran valor para irle
devolviendo su verdadera configuración a la Catequesis, subrayando aquellos
elementos que la han de caracterizar en las Iglesias de nuestro Continente.
Podríamos decir de manera muy general que las opciones de Puebla fueron más
reflexivas, analíticas y programáticas, enmarcadas en lo que fue su tema general “La
Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina”; el tema corresponde
muy bien al ambiente surgido a partir del Sínodo de 1974 y Evangelii Nuntiandi y en
el campo específico de la Catequesis al Sínodo de 1977 y las conclusiones que del
Sínodo ya se conocían.
Así que el tema central de Puebla es la Evangelización, que en continuidad con la
opción dada en Medellín, la evangelización será vista bajo la óptica de la liberación y
la opción por los pobres, además Puebla hará una mayor descripción de la identidad
latinoamericana, asumiendo los aspectos socio-económicos asumidos por Medellín,
pero además completándolos con los enfoques históricos, culturales y antropológicos
de América Latina. Finalmente para comprender las orientaciones de Puebla hay que
tener presentes los conceptos de comunión y participación.
Como una primera consecuencia del tema central de la III Conferencia para la
catequesis, es precisamente colocarla dentro del amplio proceso de evangelización,
como ya lo había hecho Evangelii Nuntiandi. Además la define como parte del
proceso de conversión y crecimiento permanente y progresivo de la fe, en donde se
incluyen, conocimiento, celebración y confesión de la fe en la vida, esto encuadrado
y comprendido en el amplio programa del Documento que son la verdad sobre Cristo,
la Iglesia y el Hombre, respaldando de hecho la necesidad de una catequesis más
antropológica.
Al igual que para los otros documentos, el tema de la catequesis no puede leerse
aisladamente y fuera del contexto de toda la Conferencia, en el caso de Puebla el
23. Catequesis en clave misionera - 23
tema no se reduce a los números que de manera específica lo asumen (cfr. nn. 977-
1011).
En cuanto al método se sigue por el camino marcado por Medellín y Gaudium et Spes,
que bien entendido se puede interpretar como: análisis de la situación (ver), criterios
teológicos (juzgar) y proyectos pastorales (actuar). La catequesis en muchas Iglesias
de nuestro Continente se ha utilizado este método para lograr los propósitos de la
transmisión de la fe, que es la conversión de los hombres y asumir el compromiso por
el Reino de Dios a partir de nuestras realidades para poderlas transformar a partir de
los criterios evangélicos.
Reflexión personal y comunitaria:
El tema del método en la práctica pastoral como: ver, juzgar y actuar; ha sido muy
utilizado en varias Iglesias de nuestro Continente:
1 Consideras que los frutos por utilizarlo se ven reflejados en la catequesis,
especialmente de los adultos, ¿en qué?
2 ¿Crees que los catequistas en general están bien preparados, para utilizarlo y no
caer en reduccionismos?
3 La experiencia en la utilización de este método aconseja su validez, ¿por qué?
El método hace resaltar la catequesis que propone Puebla: una catequesis
evangeliza- dora que incluya al mismo tiempo la evangelización de los bautizados,
insistiendo en los aspectos de conversión, de compromiso con Jesucristo, en la vida
de comunión y participación, en la vida sacramental, en la importancia de la Palabra
de Dios, en los procesos de educación de la fe, en el empeño apostólico, en la
dimensión liberadora y
situacional, de compromiso con la transformación de la realidad...
4.4- Cuarta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en Santo
Domingo (1992)
En la IV Conferencia los conceptos iluminadores fueron, por un lado el de Nueva
Evangelización que ya se venía promoviendo desde épocas del Concilio Vaticano II,
pero que Juan Pablo II puso al centro de la Misión Evangelizadora de la Iglesia en la
década de los 80, llamado que viene desde Europa que venía sufriendo los embates
del secularismo y el proceso de descristianización tanto en el Este como en el
Occidente; este fenómeno fue alcanzando como onda expansiva a muchas Iglesias de
nuestro Continente; el otro concepto en sintonía con el primero fue el de
Evangelización inculturada, al igual que el primero no tan nuevo, el cual también en
la década de los 80 fue alcanzando su configuración.
Con estos dos conceptos al centro podemos entender la propuesta general de esta
Conferencia que fue “Nueva Evangelización, Promoción humana y Cultura cristiana”
poniendo al centro a Jesucristo, iluminado con el texto de Hebreos 13, 8 “Jesucristo
es el mismo ayer, hoy y siempre”.
Todos los evangelizadores han de prestar también una atención especial a la
catequesis. Al comienzo de mi Pontificado quise dar nuevo impulso a esta labor
pastoral mediante la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae, y recientemente
he aprobado el Catecismo de la Iglesia Católica, que presento como el mejor don de
la Iglesia que puede hacer a sus Obispos y a todo el Pueblo de Dios. Se trata de un
valiosos instrumento para la nueva evangelización, donde se compendia toda la
doctrina que la Iglesia ha de enseñar (Santo Domingo, Discurso Inaugural, de S.S.
24. Catequesis en clave misionera - 24
Juan Pablo II, n. 9).
Santo Domingo destaca el papel de la catequesis como medio pastoral, en la Primera
Evangelización de América (cfr. n. 19); relaciona Kerigma y Catequesis como un
conjunto del ministerio profético para aquellos que no dieron su adhesión personal a
Jesucristo por la conversión primera (cfr. nn. 33 y 41); por lo tanto, enfatiza el papel
de una catequesis que debe ser kerigmática y misionera, esto requiere de catequistas
bien formados, que abarque todas las edades de la vida con catecismos inculturados
e inspirados en el CEC (cfr. n. 49); la catequesis de confirmación es presentada como
un medio para apoyar la pastoral vocacional (cfr. n. 80); la catequesis ha de
presentar la conducta cristiana como seguimiento de Cristo (cfr. n. 239).
Lo que más se puede destacar y concluir del aporte de esta Conferencia a la
Catequesis es la acentuación a la Inculturación de la fe. Además el rostro que se
puede descubrir de la catequesis a partir de este documento es su carácter
eminentemente evangelizador, con tendencias kerigmáticas, es decir, centrándola en
la educación de la fe la cual lleva implícito el anuncio fundamental de
Jesucristo como Salvador. Este anuncio se ha de hacer a partir de las distintas
culturas que viven en Latinoamérica, es decir, las culturas indígenas, mestizas,
sincréticas, populares, urbanas y postmoderna...
II.- La catequesis a partir de Aparecida
Los puntos anteriores nos sirven de marco para llegar a este momento y descubrir
cuáles son los grandes aportes que la V Conferencia hace a la Catequesis,
nuevamente es
importante advertir como ya se ha hecho, para tener una visión de la Catequesis en
Aparecida, no podemos quedarnos sólo con los números que en específico tratan el
tema, de ahí el título del presente artículo, “La Catequesis en Aparecida”, esto
plantea por lo tanto, la necesidad de tener una visión completa de todo el
documento para ubicar a la Catequesis dentro de todo el conjunto y no sólo de una
parte.
En continuidad con las anteriores Conferencias Generales del Episcopado
Latinoamericano, este documento hace uso del método ver, juzgar y actuar. Este
método implica contemplar a Dios con los ojos de la fe a través de su Palabra
revelada y el contacto vivificante de los Sacramentos, a fin de que, en la vida
cotidiana, veamos la realidad que nos circunda a la luz de su providencia, la
juzguemos según Jesucristo, Camino, Verdad y Vida, y actuemos desde la Iglesia,
Cuerpo Místico de Cristo y Sacramento universal de salvación, en la propagación del
reino de Dios, que se siembra en esta tierra y que fructifica plenamente en el
Cielo... (Aparecida n. 19).
1.- La catequesis desde el Ver (análisis de la realidad)
Desde Gaudium et Spes y la doctrina en general del Concilio Vaticano II, se hizo claro
que la Misión de la Iglesia desde su Naturaleza y su Ser, sólo encuentra su realización
plena en la Evangelización, de ahí el lema tan común que versa “La Iglesia existe
para evangelizar”. Como portadora de una buena noticia para los hombres y mujeres
de “hoy” ésta tiene que estar atenta a los “signos de los tiempos”, para dar con su
voz una respuesta de esperanza que lleve a todos a un encuentro con la única verdad
25. Catequesis en clave misionera - 25
que es Jesucristo.
Así que los “gozos y esperanzas” de los hombres y mujeres de nuestro Continente
tienen que ser parte del método pastoral; dicho de otra manera antes de emprender
nuestra Misión evangelizadora como Iglesia en América Latina y El Caribe teniendo
como uno de sus medios privilegiados a la Catequesis, tenemos que preguntarnos
quiénes son nuestros Interlocutores, sus gozos y esperanzas, para que se les pueda
llevar el alegre Mensaje del Evangelio y pueda llenar sus corazones de la esperanza
cristiana que implica la transformación de sus vidas y realidades.
El seguir este camino justifica el por qué de una Conferencia Regional o de un Sínodo
más particular, y aunque el Magisterio es Universal, para toda la Iglesia, la realidad
es que los cristianos en el mundo procedemos de diferentes razas, culturas,
ambientes y es desde esa realidad como se ha de llevar
el Mensaje de Salvación; el objetivo de la V Conferencia deja ver con toda claridad
que la intención es reflexionar sobre los Discípulos Misioneros de esta parte de la
Iglesia, “para que nuestros pueblos en Él tengan vida”, por supuesto que al referirse
a “nuestros pueblos” se refiere a cada uno de los habitantes de esta parte del
Mundo.
1.1. La realidad en general
Antes de pasar a reconocer algunas de las realidades por las que atraviesa la
catequesis en nuestras Iglesias; como se ha insistido, la visión de la realidad que
presenta el documento conclusivo de Aparecida de manera general, también son esas
realidades que la catequesis ha de contemplar, para que su acción responda a esas
realidades y así sea plenamente inculturada, haciendo que el encuentro con
Jesucristo responda a sus anhelos de esperanza y de vida.
Esta visión de la realidad de los discípulos misioneros de América Latina y El Caribe lo
hace Aparecida haciendo un reconocimiento de los aspectos positivos, ya que
analizar la realidad no consiste en presentar un panorama negativo como si todo
estuviera mal, sería una visión pesimista a la cual estamos expuestos, por eso se hace
necesario en un primer momento revalorar lo que de positivo se ha logrado, el punto
de partida positivo exige partir de lo que tenemos. Esto será prácticamente lo que
nos presenta el primer capítulo de la primera parte.
A partir del Capítulo II, sí se comienza haciendo un análisis de la realidad en donde
se van a destacar los grandes cambios de “época” que no sólo nos afectan a nosotros
sino que tienen una dimensión más universal, a través de lo que hoy es común
denominar como el fenómeno de la “globalización”, la cual hace percibir en los
hombres y mujeres de nuestro tiempo un sentimiento de dispersión, llevando a que
las personas no lleguen a descubrir el sentido más profundo de la vida (cfr. n. 37).
Después el documento se refiere a la realidad socio-cultural, valorando su gran
riqueza, sin embargo esta riqueza no ha sido suficientemente aprovechada y esto ha
llevado a una diversidad que nos ha hecho incapaces de presentar una síntesis y pro-
yecto común (cfr. n. 43), esto en detrimento del sentido comunitario, la lucha por
conservar nuestra identidad nos ha llevado a ser demasiado individualistas. Esto se
refleja también en la situación económica, reflejándose en el hecho tan común en
muchos de nuestros pueblos, en donde prevalecen grandes injusticias y acumulación
de la riqueza de unos cuantos y manteniendo por la explotación grandes círculos de
pobreza, la cual hoy también tiene diferentes grados (cfr. nn. 60-73).
26. Catequesis en clave misionera - 26
Se pasa después al análisis de la situación socio-política, reconociendo los grandes
avances en el campo democrático, pero no dejando de señalar los excesos que llevan
a violar las garantías individuales y derechos humanos, entre los excesos se
encuentran la corrupción, la violencia y el narconegocio (nn. 74-81).
Una preocupación de la realidad de nuestro Continente y que ya destacaba Santo
Domingo es el asunto de la ecología, aquí Aparecida le dedica un momento a la situa-
ción ecológica, valorando en primer lugar la gran riqueza que tenemos en
biodiversidad y
el compromiso que tenemos de conservarla para bien de nuestro planeta; sin
embargo la realidad nos demuestra el gran deterioro y depredación, lamentándose
de manera particular el gran riesgo que corre la zona de la Amazonia y el cambio
climático (cfr. nn. 84-87) que por supuesto nos cuestiona en nuestro actuar con la
obra creadora de Dios.
Esta mirada de la realidad de nuestro continente termina presentando algunas
consideraciones sobre los indígenas y afroamericanos, mencionando la inmigración
europea del s. XVI y XIX, lo cual conlleva al necesario diálogo intercultural, interreli-
gioso y ecuménico (cfr. n. 95).
Como conclusión del capítulo se destaca la situación de nuestra Iglesia en este
cambio de época, destacando también algunos signos positivos de cambio y
renovación en donde se menciona a la catequesis (cfr. n. 99a.). Pero también se
enlista una serie de sombras, particularmente subrayando que el crecimiento de
fieles y de ministros no es proporcional al aumento de la población (cfr. n. 100). Y a
manera de examen de conciencia la Iglesia de América latina reconoce sus errores
señalando aspectos muy concretos: como la falta de autocrítica, los moralismos, la
débil opción por los pobres, la discriminación de las mujeres, el escaso acompaña-
miento a los laicos en su compromiso social, una espiritualidad individualista, escasa
presencia en el mundo universitario, falta de espíritu misionero y de comunión de
bienes, falta de austeridad y poca valentía para proseguir la renovación propuesta
por el Concilio Vaticano II.
Esta descripción lleva a la reflexión de la particular preocupación que hay por los
diferentes cambios culturales que dificultan la transmisión de la fe por parte de la
familia y la sociedad, esta dificultad se ve reflejada en el gran número de fieles que
abandonan la Iglesia. Por supuesto que esta realidad ha de ser tomada en serio por
parte de los catequistas y animadores de la catequesis, ya que como misión, la
catequesis es un medio para transmitir la fe.
1.2. La realidad de la catequesis en específico
La realidad de muchos cristianos de nuestra sociedad en América Latina y El Caribe,
es que no han tenido la oportunidad de contar con una catequesis que los ayude a
adquirir una identidad más personal y fundamentada (cfr. n. 297),
La realidad de la catequesis en muchas de nuestras Iglesias en nuestro Continente
nos indica, la práctica ordinaria de una catequesis que podemos llamar “Ocasional”,
es decir una acción de un momento, de un tiempo, tan común la catequesis previa a
los sacramentos de iniciación cristiana, especialmente para la Primera Eucaristía
(cfr. n. 298).
Otra práctica ordinaria de la catequesis, es no sólo el hecho de ser presacramental
27. Catequesis en clave misionera - 27
sino que es común descubrir una catequesis puramente doctrinal, centrada en este
aspecto, sin mirar a los otros aspectos de la fe cristiana y por lo tanto, falta una ver-
dadera y dedicada formación integral de la fe de la mayoría de los cristianos, lo
único que tienen medio presente es lo que se les ofreció en el curso para la Primera
Comunión o Confirmación y en otros casos para el Matrimonio (cfr. n. 299).
La falta de una catequesis que entronice a la vida de la comunidad lleva a una
realidad que se repite constantemente, la falta de perseverancia reflejada en algo
que resalta como necesario el Papa Benedicto XVI, la participación en la Eucaristía
dominical, el número de fieles en la generalidad de nuestros templos es baja,
comparada con el número de bautizados. Por otro lado hay que tomar en cuenta que
la dimensión comunitaria de la Eucaristía no se reduce al “ir o no a Misa” sino que
también mira a una inserción activa en la vida de la comunidad eclesial (cfr. n. 286).
Así que la falta de participación en la celebración dominical es un signo de muchas
otras carencias de la vida cristiana y de la catequesis.
La fragmentación de los sacramentos de la Iniciación Cristiana ha llevado a una frag-
mentación del proceso de la “Iniciación Cristiana”, ligado a un itinerario que
comienza con el anuncio kerigmático, no como cosa aparte sino incluyente a la
misma Iniciación Cristiana, la cual no termina con la celebración de los Sacramentos
sino que continua su formación permanente a través de la llamada Catequesis
Permanente (cfr. n. 287).
En los procesos catequéticos no se ha sabido aprovechar el potencial que puede tener
para ésta, la religiosidad o piedad popular (cfr. n. 300), de hecho tan no se ha
evangelizado suficientemente ese aspecto de la vida de muchos de los habitantes de
estas tierras, que son comunes las prácticas sincretistas de la fe, acompañadas por el
aspecto de la superstición, de magia, animismo, fetichismo, perdiéndose el
verdadero sentido de la fe.
Reflexión personal y comunitaria:
1 Será oportuno hacer una reflexión personal y grupal, preguntándose qué tanto los
hechos hasta aquí expuestos, tanto los generales, como los específicos de la
catequesis están presentes en nuestra comunidad, parroquia, diócesis, país...
2 Seguramente en tú experiencia podrás o podrán completar la lista con otros hechos
tanto positivos como negativos que aquí no han sido expuestos.
3 Y preguntarnos qué retos implica para nuestro ser discípulos misioneros de
Jesucristo, sobre todo desde el ministerio de la catequesis.
2.- La Catequesis desde el Juzgar (desde Jesucristo)
La segunda parte del Documento conclusivo de Aparecida nos lleva a mirar a los
discípulos misioneros de Jesucristo a partir precisamente de esta concienciación; es
el momento de iluminar nuestra identidad desde la mirada del mismo Cristo que nos
invita a seguirlo y a estar con Él para ser sus portadores ante un Continente
necesitado de una Buena Noticia.
Esta parte es la más extensa del documento, abarca cuatro capítulos del 3 al 6, el
primero de estos nos presenta de manera positiva una iluminación sobre las
diferentes realidades contempladas en la primera parte, que le llama “buenas
noticias”, son una especie de iluminación teológica y espiritualidad, éstas son: la
dignidad humana, la vida, la familia, la de la actividad humana, la del destino
universal de los bienes y la de la riqueza de la Iglesia latinoamericana.
28. Catequesis en clave misionera - 28
A continuación se pasa a los siguientes tres capítulos que se dedican a hablar de los
discípulos misioneros como los instrumentos que el Señor llama para iluminar la
realidad de nuestro Continente.
El cap. IV subraya de manera particular nuestra vocación de discípulos que parte
desde nuestro bautismo y cómo esta vocación encuentra su momento iluminador en
el “Encuentro con Jesucristo vivo” y somos, precisamente estos discípulos los que
estamos llamados a responder a la realidad de nuestro Continente entrado en un
estado de misión permanente, el llamado exige la vivencia de una experiencia de
conversión pastoral que nos lleve a renovarnos como agentes pastorales.
A lo largo del capítulo se recuerda que los discípulos misioneros están llamados a la
santidad, lo cual implica dar nuestro sí para iniciar el camino de seguimiento dejando
que el Espíritu Santo nos vaya identificando con Jesús camino, verdad y vida (cfr. nn.
136-137).
Esta reflexión ya desde el Documento de Participación para la V Conferencia, en
muchas Iglesias los catequistas asumieron el binomio discípulo misionero como parte
de su propia identidad. El catequista como discípulo misionero de Jesucristo sabe que
estos dos momentos son inseparables en todo momento y etapa de la vida cristiana
de la que no ha de ser ajeno, tanto por su propia experiencia personal de vida en su
propia comunidad de fe, como en la acción de iniciar a otros en el camino de la fe.
Ya que parafraseando al documento, la catequesis no es un programa, sino la
comunicación de una experiencia (n. 145), ser discípulo y misionero dice el Papa son
como las dos caras de una misma medalla.
No hay que olvidar y lo recuerda este capítulo al final, que para vivir la doble
dimensión de nuestra identidad cristiana necesitamos dejarnos guiar y conducir por
el Espíritu Santo fuente de vida y de gracia, el cual se hace presente de manera
particular en los sacramentos de la iniciación cristiana.
El capítulo V enfatiza el papel de la comunidad y de la vida comunitaria, no se puede
ser discípulo misionero sin el sentido de pertenencia a una comunidad, ya que Jesús
al llamarnos no lo hace para hacerlo de manera individual y aislada sino en
comunión.
Al respecto el Directorio general para la Catequesis subraya como dos tareas también
principales de la Catequesis, la educación para la vida comunitaria y la acción
misionera (cfr. n. 86), que aquí quedan muy claras en su unidad. Es más el
documento indica que no hay discipulado sin comunión y la pertenencia a una
comunidad concreta es una “dimensión constitutiva” de la vida cristiana (cfr. n.
156), la cual implica un compromiso de discípulo misionero en la Iglesia y para la
misión de la Iglesia, esta experiencia se ha de vivir en la diócesis, la parroquia, en las
comunidades eclesiales de base, en la comunión entre las Iglesias particulares dentro
de las Conferencias Episcopales, incluyendo de esta manera la unión de todas las
diócesis del mundo con el Papa (cfr. nn. 164-183).
Después de hablar de los espacios comunitarios se destaca la “igual dignidad” de
todos los discípulos misioneros, destacando las distintas vocaciones y cómo cada una
tiene su forma propia y específica de vivir la santidad bautismal, tanto los obispos,
presbíteros en donde se destaca el papel de los párrocos; se mencionan las tareas de
los diáconos permanentes y por supuesto el de los laicos y laicas, los cuales indica el
documento, también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia
para lo cual necesitan de una sólida formación y un adecuado acompañamiento (cfr.
n. 211 y 212). También se mencionan las diferentes formas de vida consagrada, a los
29. Catequesis en clave misionera - 29
que han dejado la fe católica, la exigencia del diálogo ecuménico, finalmente se
valoran los lazos que nos unen al pueblo judío (cfr. nn. 216-239).
Así se pasa al capítulo VI que consideramos medular en este camino de los discípulos
misioneros, es aquí donde la catequesis y los catequistas han de encontrar una mayor
ubicación; el objetivo de este capítulo es el de ofrecer las líneas para la formación
de los discípulos misioneros, el punto de partida tiene que ser la espiritualidad para
dar paso al itinerario formativo.
Se pasa a explicar en qué consiste este proceso formativo, el cual requiere una
decidida y clara opción por la formación al estilo de Jesús (cfr. 276-277). El proceso
formativo presenta cinco ejes los cuales se implican mutuamente, de tal forma que
cada uno se presenta y manifiesta en cada uno a su vez, este “itinerario” aunque es
general para todos los discípulos misioneros, el sabor que tiene el proceso es
totalmente catequético, de inspiración catecumenal, por lo cual ha de ser asumido
por todo ministro de la catequesis. Las etapas son las siguientes: El encuentro con
Jesucristo; la Conversión; el Discipulado; la Comunión y la Misión. No se puede negar
que este proceso tiene que reflejarse a través de la acción catequística.
2.1- La Catequesis en el contexto de la Iniciación Cristiana (cfr. nn. 286-
300)
Después de dar los criterios generales del proceso formativo de los discípulos
misioneros, se pasa al punto central que toca de lleno a la catequesis y es lo que
titula como “Iniciación a la vida cristiana y catequesis permanente”. Sin temor a
exagerar este punto se convierte en el eje de todo el documento, en cuanto que
ubica a la Iniciación Cristiana en toda su amplitud como el camino que ha de recorrer
todo discípulo misionero, tanto si éste es visto como agente o como interlocutor del
acto catequético.
El tema no es del todo nuevo, la novedad está en la forma en que el Documento de
Aparecida lo expresa, lo cual es un indicativo de cómo se ha ido asimilando en cada
lugar y contexto, como ahora lo hace América Latina.
Podríamos decir que el tema de la Iniciación se recupera nuevamente en la Iglesia
como el camino común para todo discípulo misionero con la restauración del
catecumenado en el Concilio Vaticano II y luego, como éste se fue enriqueciendo con
diversas aportaciones, como son la definición del proceso pastoral evangelizador, la
aparición del ritual de Iniciación Cristiana de Adultos (RICA), los documentos
Evangelii Nuntiandi y Catechesi Tradendae, Redemptoris Missio y más reciente la
aparición del Directorio General para la Catequesis (1997) y recogido por el DECAT-
CELAM en La Catequesis en América Latina. Orientaciones comunes a la luz del
Directorio General para la Catequesis (1999).
El Directorio General de la Catequesis para explicar qué debemos entender por Cate-
quesis, lo hace encuadrando este ministerio en el marco de la Misión evangelizadora
de la Iglesia. Reconociendo que esta acción se origina en el mandato Misionero de
Cristo de “Vayan por todo el mundo...” (Mt 28, 16-20). De ahí que ésta se define
como una acción al servicio de la Evangelización, portadora de la Palabra de Dios. Al
mismo tiempo la Catequesis tiene que guardar una estrecha y permanente relación
con las otras acciones evangelizadoras y con todo el Proceso Evangelizados en
concreto señalando su relación con el Primer anuncio, la Iniciación Cristiana su
campo propio y la Formación Permanente de la fe, añadiendo la relación que guarda
30. Catequesis en clave misionera - 30
con la Enseñanza Religiosa Escolar.
Esta relación que guarda con las diferentes etapas y momentos de la evangelización
queda expresada muy bien por Juan Pablo II, al decir en Catechesi Tradendae en el
n. 18,
La catequesis es uno de esos momentos -y cuán señalado- en el proceso total de la
evangelización. Esto quiere decir que hay acciones que preparan a la catequesis y
acciones que emanan de ella (cfr. DGC n. 63).
Con esto se va indicando que el momento propio de la catequesis como tal, es su
servicio que presta a la Iniciación Cristiana, en cuanto que le corresponde estructurar
la conversión en Jesucristo, dando una fundamentación a la adhesión inicial. Este es
un periodo de enseñanza y aprendizaje suficientemente prolongado de toda la vida
cristiana. De ahí, la catequesis es entendida como el eslabón entre la acción
misionera, que llama a la fe, y la acción pastoral, que alimenta constantemente a la
comunidad (Ib; nn. 63 y 64).
La catequesis propiamente dicha ha de ser entendida como: una formación orgánica
y sistemática de la fe; esta formación es más que una enseñanza: es un aprendizaje
de toda la vida cristiana, a través de una iniciación cristiana integral, que propicie un
auténtico seguimiento de Cristo, centrado en su persona;
La catequesis es una formación básica, esencial, centrada en lo nuclear de la
experiencia cristiana, en las certezas más básicas de la fe y en los valores evangé-
licos más fundamentales. La catequesis pone los cimientos del edificio espiritual del
cristiano, alimenta las raíces de su vida de fe, capacitándole para recibir el posterior
alimento sólido en la vida ordinaria de la comunidad cristiana (Ib. n. 67).
Esta visión nos sirve como marco para comprender la visión que nos ofrece Aparecida
sobre la catequesis, la cual aquí es entendida como Iniciación Cristina: en ella insiste
en el papel de la familia; pero es consciente de que ésta no se ha hecho
adecuadamente; de tal forma que se necesita buscar nuevas formas que ayude a
valorar la vida cristiana de los bautizados alejados de la fe, precisamente por la
carencia de una adecuada Iniciación Cristiana.
La centralidad de la Iniciación Cristiana como se ha indicado arriba está en el hecho
de poner realmente en contacto con Jesucristo e invitando a su seguimiento; la
búsqueda por encontrar fórmulas nuevas responde también al llamado ya señalado de
una Nueva Evangelización que implica distinguir entre el catecumenado bautismal
para los no bautizados, así como catecumenado postbautismal para los bautizados no
suficientemente catequizados.
El documento insiste en que esta iniciación cristiana debe incluir el kerigma o primer
anuncio de la fe, ya que es la manera práctica de poner en contacto con Jesucristo e
iniciar en el discipulado. Este énfasis que da el documento nos refleja claramente
cómo la Iniciación Cristiana tiene que estar en sintonía con todo el proceso
evangelizador que tiene su origen en la también llamada acción misionera, pero que
no termina nunca, ya que continúa en la catequesis permanente.
3. La Catequesis desde el Actuar (Iglesia movida por el Espíritu)
A partir del n. 296 del Documento, al tratar en específico el tema de la Catequesis
como Permanente, después de hacer una valorización de la situación actual de la
catequesis empieza a enumerar una especie que bien podríamos llamar carencias,
31. Catequesis en clave misionera - 31
éstas se convierten en el programa hacia adelante, son los desafío que tenemos que
afrontar si queremos entrar en el ambiente de Misión permanente que Aparecida nos
lanza.
La lista de tareas para ser consideradas en esta nueva perspectiva de la Iglesia en
América Latina son:
a) La formación teológica y pedagógica de los catequistas; el tema de la formación
de los discípulos misioneros aparece con mucha claridad en el Documento de
Aparecida al hablar de la formación de éstos, aprovechando sus potencialidades,
ésta debe ser a ejemplo de Jesús, como ya se ha señalado.
En los criterios generales de esta formación se señala que debe ser integral,
kerygmática y permanente (cfr. n. 279ss.) la cual implica la dimensión humana
comunitaria, espiritual, intelectual y pastoral-misionera. Cuando explicita la
formación intelectual manifiesta que se da a través de un especial conocimiento
bíblico teológico, juntamente con las ciencias humanas darán la competencia en
vista a los servicios eclesiales y para la adecuada presencia en el mundo secular
(cfr. n. 280c).
Indica que los laicos para que cumplan su misión en la formación de comunidades
y en la construcción del Reino de Dios, requieren una formación para que puedan
acompañar espiritual y pastoralmente a otros (cfr. n. 282). En el campo
específico Aparecida insiste en la necesidad de contar con cursos y escuelas de
formación permanente para catequistas (cfr. n. 299).
En el campo de la formación de catequistas el Directorio General para la
Catequesis, señala tres dimensiones que han de estar presentes: el ser, el saber y
saber hacer; en la segunda es donde se subraya el aspecto teológico y el tercero
la capacitación pedagógica (nn. 240-241, 244).
Igualmente las Orientaciones comunes dedica una parte para hablar de las carac-
terísticas necesarias de la formación de catequistas, que sería muy conveniente
tomar en cuenta en el actuar (cfr. nn. 195202).
b) Los materiales y subsidios integrados a una pastoral de conjunto; esta tarea
demanda el esfuerzo de nuestras Iglesias por contar con los subsidios necesarios,
los cuales para que respondan a las tareas propias de la catequesis, deben
inspirarse en el Catecismo de la Iglesia Católica y en el Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia (cfr. n. 299).
Para la elaboración de estos subsidios es recomendable tomar en cuenta las
orientaciones que al respecto da el DGC nn. 131-136; 284-285.
c) Materiales y subsidios que utilicen métodos pedagógicos actualizados; estos
subsidios como bien señala Aparecida deben estar integrados a una pastoral de
conjunto, además deben ser portadores de métodos pedagógicos actualizados
(cfr. n. 296).
En cuanto a subsidios para la acción catequética el DGC da algunas orientaciones
de las características que han de tener (cfr. n. 283). Para el aspecto pedagógico
tómense en cuenta sus indicaciones (cfr. nn.143-147) y en las Orientaciones
comunes en los nn. 145-163.
32. Catequesis en clave misionera - 32
d) El papel de la familia en la catequesis; vista como uno de los lugares de forma-
ción de los discípulos misioneros, destacando el papel que ésta tiene en la Inicia-
ción Cristiana de los niños (cfr. n. 302).
En cuanto a las acciones, Aparecida señala que una de las tareas, en donde por
supuesto la catequesis tiene un papel de gran importancia, dice el Documento
que se ha de trabajar para que la situación de la familia sea transformada y ésta
asuma su ser y su misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (cfr. n. 432),
para lo cual tiene que ayudarse a revalorar la vocación de ésta, que tiene su
origen en el matrimonio y para esto se urge una pastoral familiar (cfr. nn. 433-
437).
El DGC presenta a la familia como ámbito o medio de crecimiento en la fe (n.
255) y en Orientaciones comunes se presenta a la comunidad familiar como la
primera e insustituible comunidad catequizadora (n. 190).
e) La falta de compromiso en la catequesis de los párrocos y demás responsables
(cfr. n. 296); para que la catequesis cumpla con su vocación de ayudar a madurar
la fe de los discípulos misioneros al interno de la comunidad se requiere de todo
el apoyo, en primer lugar de quienes ejercen el ministerio de ser Cristo Cabeza,
de manera muy concreta desde la comunidad parroquial. El Documento recuerda
que el cuidado de la catequesis corresponde a los párrocos como primeros
catequistas, así que no pueden dejar de manifestar un empeño firme y concreto.
Al asumirse la catequesis desde la Iniciación Cristina, ésta tiene que dar la
posibilidad de un aprendizaje gradual que lleve al conocimiento, amor y
seguimiento de Jesús, esto ayudará a forjar la identidad cristiana; el asumir la
dinámica de la Iniciación Cristiana se garantiza la renovación de una comunidad y
despierta su carácter misionero, para esto se urge el cambio de actitudes
pastorales de parte de los pastores (cfr. n. 291).
Es por eso que la parroquia es el ámbito adecuado en donde se asegura la Ini-
ciación Cristiana, teniendo como tareas irrenunciables, el atender a los adultos
bautizados y no suficientemente evangelizados, a los niños que completan su Ini-
ciación Cristiana, a los no bautizados que habiendo escuchado el anuncio
kerygmático quieren abrazar la fe. Al referirse a estas acciones que se han de
realizar desde el ámbito parroquial se urge la inspiración y el apoyo en RICA (n.
293).
En cuanto a los lugares Aparecida dedica unos números en señalar su tarea en la
formación de los discípulos misioneros, llamándolas, a las parroquias “células
vivas de la Iglesia”, así que a través de varias iniciativas han de ser espacio en
donde se viva la experiencia de pertenencia a Cristo (cfr. nn. 304-306).
También como ya se había indicado el Documento habla de los párrocos, como
principales animadores de una comunidad de discípulos misioneros (cfr. nn. 201-
204).
En el DGC, la parroquia aparece como uno de los “Lugares y vías de la
catequesis” como ámbito específico, nn. 257-258. También en Orientaciones
comunes se puede ver como lugar de la catequesis en el n. 188.
f) Es necesaria una catequesis que ayude a adquirir una identidad católica que pro-
mueva una adhesión personal y comunitaria a Cristo (cfr. n. 297); en esto se
encuentra la clave de la catequesis; hoy se insiste que su finalidad es
precisamente poner a uno en contacto con una persona y esa es Jesucristo (cfr.
DGC n. 80).
33. Catequesis en clave misionera - 33
Esta exigencia corresponde al mismo corazón de la Conferencia en Aparecida, en
donde el discípulo misionero se hace al experimentar este encuentro con Cristo
el cual se manifiesta en el seguimiento y en la participación de su misión (cfr.
nn. 129-153, cap. 4) de ahí que se haya insistido tanto en el presente trabajo en
que ubicar la catequesis en Aparecida se tiene que hacer mirando todo el
conjunto del documento. Pero como se ha reiterado es este el aspecto medular y
que la catequesis ha de tener muy presente.
g) Pasar de una catequesis ocasional a un itinerario catequético permanente (cfr. n.
298); esta ha sido una de las grandes carencias de la catequesis, la incapacidad
de crear procesos, es por eso que a partir de Aparecida, la cual la identifica
desde su relación con la Iniciación Cristiana, debe dar esa posibilidad de mirarla
en todo el contexto del proceso evangelizador.
En este contexto Aparecida insta a todas la Iglesias a pasar de esta catequesis
ocasional, implementando “un itinerario catequético permanente”, es decir,
procesos catequéticos orgánicos y progresivos que se extiendan por todo el arco
de la vida, es decir, desde la infancia hasta la ancianidad, haciendo eco al
Directorio General para la Catequesis, el cual considera a la catequesis de
adultos como la forma fundamental de la educación de la fe (cfr. n. 298).
En cuanto al proceso catequístico que debe ser adoptado para la Iniciación
Cristiana, ha de ser la manera ordinaria e indispensable para introducir en la vida
cristiana, y como catequesis básica y fundamental, pero que no se queda en ese
momento ya que después tiene que continuar en la catequesis permanente que
continua el proceso de maduración de la fe (cfr. n. 294)
Por otro lado como ya se recordó párrafos arriba, esta Iniciación Cristiana tiene
que incluir el kerygma (cfr. n. 288 y 279), el cual dicho por Aparecida ha de ser
el hilo conductor de todo el proceso formativo de los discípulos misioneros “Solo
desde el Kerygma se da la posibilidad de una iniciación cristiana verdadera. Por
eso, la Iglesia ha de tenerlo presente en todas sus acciones” (n. 278a).
h) Pasar de una catequesis puramente doctrinal a una escuela de formación integral
(cfr. n. 299); esta exigencia se deriva del hecho de que la catequesis por mucho
tiempo se fijó solamente en este aspecto de las tareas que ha de realizar la
catequesis, de acuerdo a Aparecida, ésta ha de cultivar la amistad con Cristo en
la oración, el aprecio por la celebración litúrgica, la vivencia comunitaria, el
compromiso apostólico mediante un permanente servicio a los demás.
En este sentido ya se señalaron párrafos arriba cuáles son a partir del DGC, las
distintas tareas que la catequesis ha de realizar (cfr. nn. 84-87).
i) Una catequesis que acompañe la fe ya presente en la religiosidad popular; esta
exigencia viene como consecuencia de la gran riqueza cultural de nuestros
pueblos, sin embargo expuesta a contaminarse con sincretismos que opacan su
sentido cristiano. Para lograr una catequización desde esta realidad se
recomienda ampliamente el aprovechar el potencial educativo que encierra la
piedad popular mariana (cfr. 300).
En cuanto a la catequesis y la Religiosidad popular, Orientaciones comunes
ofrece un capítulo que da una iluminación que bien nos podría ayudar a dar
respuesta a este desafío (nn. 111-130).
El documento con sus demás aportaciones, como catequistas nos hace valorar otros