Un niño pequeño quería conocer a Dios, así que emprendió un viaje con comida y bebida. En el parque, compartió su almuerzo con una anciana solitaria, pasando una tarde feliz sin hablar. Al regresar a casa, el niño le dijo a su madre que había "almorzado con Dios" y que tenía "la sonrisa más hermosa". Más tarde, la anciana le dijo a su hijo que había "comido pastelitos de chocolate con Dios en el parque". Ambos habían encontrado a Dios en el otro.