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INTRODUCCIÓN
1. QUÉ ES LA TEOLOGÍA
1.1. Triple conocimiento de Dios
a) Por la reflexión del mundo creado, por la creación (teodicea). Aquí
hablamos de manifestación de Dios. Llegamos a Dios por la razón, la fe
no interviene. El Dios al que llegaremos será un ser supremo, un ser
absoluto que es principio y fin, un Dios distante y frío.
b) Por la reflexión de la Palabra de Dios. A través de la Revelación.
Conocemos a Dios por la razón, pero iluminada por la fe: esta es la
teología.
c) Ver a Dios cara a cara: el lumem gloriae.
1.2. La cuestión de Dios
La cuestión de Dios no es la primera existencialmente, porque el hombre
no tiene una experiencia inmediata de Dios. La cuestión de Dios surge de la
experiencia que el hombre tiene de sí, es decir, cuando se pregunta qué
sentido tiene su vida, por qué existe en el mundo, para qué existe.
Así, el hombre situado en el presente se interroga por el pasado y por el
futuro, buscando cuál es su procedencia y cuál su porvenir. Estas preguntas
no llevan simplemente a una búsqueda de solución para resolver una
curiosidad humana, sino que buscan fundar su existencia: Dios aparece
entonces como quien ilumina el camino y lo dirige a la plenitud de su
realización personal.
Todo esto supone que hay en el hombre una capacidad de auto
trascendencia que lo lleva a tender más allá de sí mismo, de la muerte, de los
hombres y de la historia. ―El hombre es un ser excéntrico‖ –decía San Agustín.
Pero, Dios no es el producto de nuestra reflexión y de nuestra
investigación. Aunque el hombre se interrogue sobre Dios, es sin embargo
cuestionado por Dios. Es El quien viene al encuentro del hombre y quien al
haberlo creado lo orienta hacia El. No es el hombre el que encuentra a Dios,
sino es Dios quien se manifiesta al hombre. En la labor de preguntarse acerca
de Dios, el hombre más que cuestionarse viene cuestionado por Dios y puesto
en la necesidad de optar.
Visto que, en la medida en que nos preguntamos sobre el por qué y para
qué de nuestra vida aparece la posibilidad de Dios, de tal modo que es la
cuestión de Dios la que interroga radicalmente, hemos de concluir que la
cuestión de Dios es inherente al hombre en su propia naturaleza y la reflexión
teológica aparece como algo que no sólo no está desvinculado del hombre,
sino que es una necesidad para poder responder a la propia vocación humana.
La teología, por lo tanto, no es algo lejano y extraño al hombre, es más
bien la palabra que le invita a aceptar la realidad de su existencia como un don.
No se estudia teología para ser un ―técnico de la fe‖, sino para comenzar una
reflexión que pueda y deba ayudar en el crecimiento de la fe y en el desarrollo
del testimonio de caridad.
1.3. Definición de la Teología
La teología es la ciencia de la fe (Scientia Fidei), nos acerca a una
maduración de lo que ya creemos: ―La teología intenta llevar al hombre a
comprender lo que la fe sabe‖. El teólogo no es por lo tanto simplemente un
científico, sino ante todo un creyente, pues el hacer teología es imposible sin
una experiencia viva y práctica de la fe. Su papel será llegar a una inteligencia
más profunda de los misterios que ya él acepta por su fe. La teología es una
reflexión sobre la fe. El fiel vive una reflexión espontánea, el teólogo vive una
reflexión consciente y sistemática. En tal sentido, la teología es la fe vivida por
el espíritu que piensa, es la Palabra de Dios científicamente elaborada, es la fe
en estado de ciencia.
―No pretendo entrar en tu profundidad, pero deseo comprender
esa verdad que creo y que mi corazón ama‖ (S. Anselmo)
―No busco comprender para creer, sino que porque creo puedo
comprender‖ (S. Agustín)
―He deseado ver con mi inteligencia lo que he creído‖ (S. Agustín)
La mejor y más sencilla definición de teología sigue siendo la de San
Anselmo: Fides querens intellectum. Coloca como punto de partida la fe; como
punto de llegada el entender; entre esos dos puntos sitúa el preguntar, la
búsqueda ilimitada de lo creído, del por qué y cómo se cree. La fe es vista
como una realidad que porta en sí misma un impulso a buscar la comprensión
de lo que es su objeto.
La teología está justificada no por el afán de conocer un objeto
cualquiera, sino por la aspiración de escuchar el mensaje divino de la
salvación. La teología es una actividad de la fe con miras a buscar su
desarrollo y crecimiento, pues la revelación se presenta como rica de
significado para el hombre.
En el acto de creer no podemos tomar las verdades de fe como aisladas
entre sí, sino como verdades que expresan, de una u otra forma, aspectos de
la historia de Dios y del hombre. Cada una de esas verdades alcanza su total
profundidad y dimensión solamente si se las mira dentro de su unidad radical.
Este es el trabajo que hace la teología, la cual considera la multiplicidad de las
verdades y proposiciones de fe dentro del ámbito de la unidad última de su
objeto.
La teología no es un cuerpo de conocimientos ni una suma de
conclusiones, sino una práctica teórica, es un quehacer, un trabajo, una tarea.
1.4. Características de la teología
a) Carácter histórico. Dios no nos revela un corpus doctrinal normativo,
sino que se auto-revela como tal actuando en la historia y por la historia, se
sigue que la teología tiene que referirse constantemente a la historia de
salvación para ofrecer una interpretación completa de la revelación.
b) Carácter cristológico. La mayor y definitiva manifestación de Dios se
ha realizado en Jesucristo. La historia de la salvación está completamente
centrada en la persona de Cristo. Toda teología es cristológica, en cuanto
conocemos a Dios a través de Jesucristo. En efecto, no podemos conocer a
Dios más que a través de Jesucristo y por ello el objeto de la teología se centra
en el estudio de Jesucristo. La historia de la salvación llega a su culmen en el
acontecimiento y la persona de Cristo, de tal modo que todo hecho precedente
o subsiguiente debe ser entendido desde esta cumbre en sus cuatro etapas de
la historia de la salvación:
A.T. N.T. IGLESIA ESCATOLOGÍA
Preparación Realización Continuación Plenitud
c) Carácter antropológico. Toda la teología es antropología; toda la
teología debe ser hecha con la conciencia de que ésta, en último análisis, no es
sino antropología. Por eso, en teología se debe operar un giro antropológico;
en sustancia, se debe pasar de un teo-centrismo ingenuo a un
antropocentrismo teológico crítico. No se trata de reducir la teología a la
antropología, sino de poner un nuevo y diverso acento a su relación. Esta
metodología es motivada con razones filosóficas, porque el conocimiento del
objeto está determinada también por el poder cognoscitivo del sujeto, con
razones de fe, porque es Dios mismo que con el evento de la encarnación
acepta caracterizar su auto comunicación en modo antropológico, con razones
culturales, porque es una exigencia particularmente sentida por el hombre de
hoy (cada uno de nosotros cuando escucha un mensaje religioso, por ejemplo
una homilía, se pregunta súbito qué sentido tienen para su vida las palabras
que está escuchando). Dios dirige su palabra al hombre, y es éste quien la
escucha y recibe. La teología es un servicio al hombre en cuanto éste es el
destinatario de la Palabra de Dios.
e) Carácter eclesiológico. La teología se escucha, se recibe y vive en la
Iglesia, en una comunidad y acepta la reflexión y la vivencia de toda la historia
de la Iglesia. Ella, como comunidad creyente, es el lugar concreto en el que se
cultiva la teología.
g) Carácter situacional. La teología no se hace en el aire, sino que
responder a los desafíos y necesidades del hombre en una situación concreta.
1.5. Funciones de la teología
a) Función positiva (auditus fidei). Consiste en asumir los
contenidos de la Revelación tal y como han sido explicitados progresivamente
en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia
(FR 65).
b) Función especulativa (intellectus fidei). Explicita la inteligibilidad
propia de la Verdad divina, no sólo asumiendo las estructuras lógicas y
conceptuales de las proposiciones en las que se articula la enseñanza de la
Iglesia, sino también, y primariamente, mostrando el significado de salvación
que estas proposiciones contienen para el individuo y la humanidad.
c) Función práctica. La teología tiene que hacer vida la fe que recibe de
la Iglesia y que trata de comprender e interpretar para que responda al hombre
de cada época. La teología no puede quedarse en el simple plano de la
racionalidad científica, tiene que ir más allá, pues el desarrollo y comprensión
de la fe, a la luz de toda la vida de la Iglesia, tiene por objeto hacer viva esa fe,
dar sentido profundo a los anhelos y esperanzas del hombre actual, para que
su fe se traduzca en compromiso y vida cristiana, en vivencia profunda de la
caridad.
1.6 La Revelación como Desafío
―La credibilidad del Evangelio pasa hoy por la solidaridad con los perdidos. Sin los pobres la
Iglesia prácticamente pierde todo‖.
D. Moacyr Grechi
El cristianismo es una religión de revelación y de libro. Se fundamenta en la
manifestación de Dios en la historia, mediante el pueblo de Israel y, de manera
última y definitiva, en Jesucristo. Este dato revelado fue transmitido oralmente y
recogido por escrito por una comunidad que reconoció en esa tradición y en
esos escritos una comunicación única y original de Dios.
El hecho de que un Dios se comunique con los hombres, un Dios de los
hombres, es central en la visión cristiana. Esta realidad ha sido reflexionada
siempre y predicada a través de la historia por una comunidad, la Iglesia. Ella
lee y medita los libros sagrados, celebra la vida del Espíritu en su ámbito, se
organiza en instituciones, desarrolla prácticas de servicio y caridad para toda la
humanidad. En ese sentido, vive dentro de una Tradición, se alimenta de ella,
pero también la enriquece por el solo hecho de ir viviéndola en tiempos y
circunstancias diferentes.
1.7. La Iglesia Reinterpreta una Tradición ya Dada y en Proceso
La Iglesia solamente puede transmitir de manera viva la palabra de Dios si, en
cada momento de la historia, la interpreta en la fe, en la aceptación humilde,
para sí y para los demás. De esta manera la Tradición de la Iglesia, pensada y
predicada, es, al mismo tiempo, una realidad ya dada y siempre en proceso. En
cuanto se vive una comunicación de Dios a un pueblo escogido y su plena
expresión en Jesucristo, la revelación ya está dada por completo. Pero en
cuanto es vivida por la Iglesia a lo largo de una historia, que camina en
dirección a una plenitud final marcada por la presencia del Espíritu, siempre
está en construcción. Una Tradición solamente se mantiene viva cuando
nuevas personas se apropian de ella (algo dado) bajo la presencia iluminadora
del Espíritu (siempre en construcción). Pero además, iluminada por esa
revelación, la Iglesia sabe que su Dios está actuando de manera reveladora y
salvífica más allá de sus fronteras, en todos los tiempos y en toda la
humanidad.
Israel siempre interpretó en y para cada generación de manera viva la historia
reveladora y salvadora de Dios. También Jesús dio una nueva lectura a la
tradición judaica, con su máxima autoridad de Hijo, de acuerdo a la nueva
situación que vivía. La Iglesia sigue haciendo lo mismo hasta el día de hoy.
Vive dentro de la revelación viva y transmitida, en ese torrente maravilloso de la
Tradición. Ahí dentro va desarrollando los temas que exige cada etapa de la
historia. En los primeros siglos, se ocupó de la doble cuestión fundamental:
¿cómo articular la unidad monoteísta de Dios con la pretensión divina de
Jesús? ¿Cómo entender esa misma unidad con la promesa de un Espíritu
divino? En pocas palabras, el dogma de la Trinidad fue objeto de los debates
durante siglos. Otra cuestión candente fue el misterio de Jesús. ¿Cómo podía
ser Hijo de Dios aquel hombre de Nazaret?
La cristología y la Trinidad estaban íntimamente ligadas. En el fondo, estaba el
problema de Jesús que obligaba a los que creían en él y heredaban la gran
tradición judía a repensar el misterio de Dios hasta llegar a entenderlo como
Trinidad y a Jesús como el Verbo hecho hombre.
El evangelio de Jesús penetra en el mundo pagano romano exigiéndole una
conversión profunda. El conflicto entre esa propuesta de salvación y la realidad
de pecado en que vivían los paganos lleva también a la teología a plantear el
problema de la gracia. En el mundo oriental se trabajó la vida de la gracia más
en la línea de la inhabitación del Espíritu Santo. En el mundo occidental, con la
simpar figura de san Agustín, la problemática de la gracia se desarrolló en la
línea de su oposición al pecado y en tensión con la libertad humana.
En el fondo, en todas estas discusiones, se trataba de repensar e interpretar la
revelación ante las nuevas situaciones. Se vivía al interior de esa revelación.
Sin embargo, no se cuestionaba la revelación como hecho, ni ello planteaba
problema alguno. En ese sentido, la teología no se preocupaba por el hecho,
sentido y dificultades que podría plantear una manifestación de Dios en la
historia. Esa realidad se daba por evidente. Era el humus donde alimentaba la
fe, el oxígeno que respiraba. En términos técnicos, se elaboraban los tratados
de la Trinidad, de la Cristología, de la Gracia, pero no el de la Revelación. Es
cierto que los padres apologistas de los primeros siglos tuvieron un primer
momento de justificación de la fe cristiana. Pero la conversión del Imperio
Romano en su totalidad y de las hordas bárbaras dentro del cristianismo, creó
un clima de homogeneidad de la fe y aceptación tranquila de la revelación.
1.8. La problemática Sobre el Hecho de la Revelación es Tardía
La teología en tanto ‗fldes querens intellectum‖ —la fe que busca entendimiento
— es siempre una ―ciencia segunda‖ en relación a la fe. Nace solamente
cuando la fe es cuestionada de alguna manera y tropieza con dificultades y
oposiciones. Y la experiencia humana nos enseña que las realidades más
cercanas, las que nos afectan profundamente, son las que más tardamos en
cuestionar. En efecto, realidades fundamentales, vividas intensamente e
implícitas en nuestra existencia, tardan mucho en ser asumidas en una
reflexión explícita, científica y temática. De hecho, las realidades de la libertad,
de la espiritualidad, de la trascendencia del hombre están íntimamente
presentes en todos sus actos, pero ¿cuántos, por no decir la mayoría de los
hombres, pasan toda su vida sin detenerse a reflexionar y meditar sobre ellas?
1.9. Nacimiento de la Teología Fundamental
La Tradición de la Iglesia vivió siempre de la revelación. Reflexionó sobre ella,
la predicó y se alimentó de ella. Solamente en los últimos siglos ha empezado
la teología a reflexionar explícitamente sobre el hecho, el sentido y las
dificultades de la realidad de la revelación. Sólo entonces nace la teología
fundamental tal como la tenemos hoy y como será abordada en este estudio.
Dicho de otra manera, la teología ha tratado de descubrir categorías que nos
puedan ayudar a penetrar la realidad de un Dios que se comunica con los
hombres, que se les revela a sí mismo y sus designios salvíficos, y de hombres
que responden en la fe a esa intervención, no simplemente como individuos,
sino en tanto comunidad, en tanto iglesia.
1.10. Definición de Teología Fundamental
La teología fundamental es una reflexión crítica, sistemática, científica sobre
ese diálogo del Dios que se revela y del hombre que responde a esa revelación
en los diferentes momentos de la historia. Tanta más importancia adquiere esta
reflexión cuanto más dificultad siente el mundo moderno, con los
descubrimientos de la autonomía de la razón y la importancia de las
experiencias subjetivas, en aceptar autoritariamente una revelación. Lo que en
el fondo está en cuestión es una de las más espinosas discusiones de la
teología, que aparece bajo distintos nombres: ―Relación entre gracia y
naturaleza, revelación positiva y religiosidad humana natural, cristianismo
histórico y la posibilidad universal de fe‖. Estamos frente al dilema de la
revelación divina como intervención o auto-comunicación de Dios‘1
. Por eso,
este tratado nace con el surgimiento del mundo moderno.
1.11. Puntos de Partida: Destinatario no Creyente o Fiel de la Iglesia
Todo tema permite diferentes aproximaciones. Siempre hay muchos caminos
para llegar al lugar deseado. Podemos ver un cuadro desde diferentes ángulos.
A primera vista, aparecen como viables dos puntos de vista.
Por un lado, nuestra intencionalidad podría ser la del no creyente. En este
caso, estaríamos ante la situación de alguien que todavía no se ha encontrado
con el hecho de la revelación o que se sitúa decididamente en su contra.
Haciendo un esfuerzo teórico, trataríamos de hacerle descubrir las razones de
conveniencia e incluso de necesidad, llevándolo hasta los umbrales de la fe o
desbaratándole sus argumentos en contra. Este ha sido y todavía es el camino
de una teología fundamental bajo una perspectiva estrictamente apologética,
sea en patrones tradicionales, sea en forma actualizada y moderna.
Por otro lado, se puede considerar la teología fundamental como un primer acto
de la ‗fides quaerens intellectum‖ —la fe que busca inteligencia. Se sitúa en el
armazón de la teología ―sensu pleno‖. En esta segunda perspectiva, que es la
que adoptaremos, se parte de la persona que cree dentro de la Iglesia. Los que
van a reflexionar sobre la realidad de la revelación, de la fe, de la Tradición,
somos nosotros, cristianos que vivimos en América Latina. No es nuestra
1
F. J. van Beeck, ―Divine revelation: intervention or self-communication‖, en: Theological
Studies 52 (1991,2) p 199.
preocupación principal justificar racionalmente esa fe. No porque no haya
dificultades y cuestionamientos serios que nos obliguen a profundizarla.
Este estudio quiere llevarnos a profundizar el hecho de que Dios se nos revela,
el alcance de esa realidad, los criterios para discernir su presencia reveladora
hasta hoy, el acceso que tenemos a esta revelación. En términos más clásicos,
vamos a elaborar una teología fundamental en la que se traten los temas de la
revelación, inspiración, inerrancia y canonicidad de la Escritura, y de la
Tradición.
1.12. Novedad del Tratado de la Revelación
La temática de la revelación siempre fue objeto de la teología. Todo lo que
hasta hoy se ha dicho en la teología se relaciona de alguna manera con la
revelación. En la teología tradicional escolástica, las tesis se calificaban
teológicamente según el grado de vinculación explícita con la revelación,
registrada en la Escritura y mantenida viva en la tradición eclesial.
La novedad del tratado sobre la revelación viene del hecho de considerar la
revelación como una categoría teológica, como un dato fundamental que ha de
ser estudiado y no tanto como contenido transmitido en y por la revelación. Una
empresa teológica semejante es relativamente reciente, sobre todo a partir de
la reforma, de los ataques del racionalismo y del ateísmo al comienzo de la
modernidad.
1.13. Razones del Surgimiento Tardío
Hay una razón psicometafísica, pues, las realidades más profundas y cercanas
a nosotros necesitan un tiempo de maduración para que se dejen ver al nivel
de la conciencia explícita y refleja. Así la ciencia de la psicología solamente
surgió en los tiempos modernos después de una larga trayectoria de
maduración del descubrimiento de la subjetividad. La filosofía necesitó tiempo
para abordar en profundidad realidades inmediatas a nosotros, como la
conciencia, la libertad. Igualmente, la revelación es la realidad teológica que
involucra toda la vida de la Iglesia y del cristiano, y sólo tardíamente los
pensadores cristianos empezaron a preguntarse por el hecho, la posibilidad, la
necesidad, el discernimiento de esa revelación, que hasta entonces los había
alimentado.
La razón histórica de ese cuestionamiento tiene que ver con la conmoción
cultural del comienzo de la modernidad. En el universo religioso tradicional en
que se vivió hasta finales de la Edad Media, la revelación cristiana era un
principio que se daba por sentado tranquila e indiscutiblemente. Los que la
rechazaban eran excluidos sin más del mundo cultural occidental cristiano.
Vivían al margen. Al derrumbarse la imagen tradicional del mundo y emerger la
razón autónoma, crítica de su propia tradición, el universo religioso de la
revelación cristiana sufre una profunda sacudida. Se pierde la evidencia de la
fe y se siente la necesidad de tener que justificarla, sea para los propios
creyentes, sea para defenderse de los adversarios. Surge entonces la teología
fundamental moderna. Nuevas incursiones de la modernidad con la entrada de
la historia, como manera de pensar la verdad, y el deseo de diálogo con
pensamientos diferentes, con espíritu ecuménico, acrecientan todavía más las
exigencias para la teología fundamental.
El fenómeno mismo de la modernidad se tradujo en enormes dificultades para
la comprensión y aceptación de la revelación cristiana, y se ha agudizado más
aún con el recrudecimiento de ese proceso, lo que se suele llamar ―post-
modernidad‖. La revelación cristiana se encuentra ante una verdadera muralla.
Como nos toca acoger esa revelación dentro de este mundo cultural, vale la
pena señalar algunos de sus principales obstáculos.
1.14.- Hecho Particular con Pretensiones Universales
La revelación cristiana está atravesada por una paradoja que se ha convertido
en verdadero escándalo para el hombre moderno. Se trata de un hecho
particular, que ocurre en el seno de un pueblo (revelación del Antiguo
Testamento) y en la persona de un judío del siglo I (revelación cristiana), que,
sin embargo, tiene la pretensión de tener un significado universal salvífico, de
ser la palabra de Dios para toda la humanidad de todos los tiempos. R.
Bultmann, por más que se empeñó en desmitologizar la predicación evangélica
para hacerla menos escandalosa a la razón moderna, se propuso no eludir esta
paradoja fundamental. Más aún. Quiso soslayar los escándalos aparentes para
que aparezca con mayor claridad el verdadero y auténtico escándalo, que
consiste en el hecho de que Dios actuó para salvarnos y perdonamos en un
acontecimiento particular de la historia: Jesucristo, a quien hay que adherirse
para salvarse2
. La pretensión universal de la experiencia particular del
cristianismo significa que el hombre Jesús es la última y definitiva palabra de
Dios en la historia. Es el propio Hijo de Dios.
En realidad, es un verdadero escándalo que el frágil y pequeño pueblo de
Israel —tantas veces derrotado, exiliado, masacrado— y la persona de
Jesucristo —que pertenecía a ese pueblo y vivió escondido en la periferia
pobre del Imperio Romano— puedan pretender, con su indiscutible
particularidad y contingencia histórica, hacer depender de su mensaje y
persona, respectivamente, la relación con lo Absoluto, de manera última y
definitiva. Más ―normal‖ sería entrar en contacto con el Absoluto al interior de
las grandes religiones o mediante la sabiduría de mentes eminentes, sin que
nadie tuviese el ―privilegio‖ de ser normativo.
La mentalidad moderna y post-moderna se distingue por ser tolerante,
relativista, pluralista, con un ecumenismo religioso espiritual amplio y por eso
rechaza con fuerza las pretensiones totalitarias de la verdad, hechas por
particulares, cualesquiera que sean ellos: estado, partido, clase, raza, cultura o
religión. En ese sentido, la revelación cristiana entra en fuerte conflicto con esa
mentalidad.
En términos estrictamente filosóficos, Lessing sostenía que ―verdades
históricas contingentes nunca pueden ser pruebas de verdades racionales
2
H. Zahrnt, , A vueltas con Dios: la teología protestante en el siglo XX, Hechos y dichos,
Zaragoza, 1972.
necesarias‖3
. Ahora bien, el hecho de la revelación es un acontecimiento
histórico contingente; por eso no puede ser prueba de una revelación que
contiene verdades divinas, necesarias y obligatorias.
1.15. Carácter de Obligatoriedad
Esa pretensión de la revelación cristiana de significado universal implica, como
veíamos anteriormente, un carácter de obligatoriedad, asume una dimensión
de autoridad. Ahora bien, esa característica de la revelación es percibida como
una ―imposición autoritaria‖, contra la que la razón moderna reacciona con
virulencia por sentirse herida en su autonomía.
Todo mensaje, elaborado al interior de una cultura, que pretende dirigirse al
conjunto de la humanidad, que toma partido por el todo o desconoce la
diversidad de los pueblos, culturas y religiones, está destinado a ser rechazado
desde el principio. Un conjunto de proposiciones puede tener mucho sentido en
un determinado marco cultural o religioso y, sin embargo, convertirse en objeto
irrelevante o incluso sin sentido e inaceptable fuera de ese contexto. ¿Cómo
ser significativo fuera del mundo occidental? He ahí un reto para la revelación
cristiana.
1.16. Tensión con las Ciencias Literarias
El concepto de revelación puede, y de hecho lo hace, inhibir el estudio
científico literario de los textos bíblicos, envolviéndolos en el manto de la
sacralidad y la intangibilidad. La razón crítico-literaria, a su vez, se vuelve en
contra del concepto de revelación, como inhibidor de su actividad científica.
Pretende tratar los escritos de la revelación como obra humana, sujeta a todas
las reglas de la escritura y no acepta que se consideren intocables, en virtud
del fundamentalismo de la revelación.
La entrada de la razón moderna, bajo sus múltiples formas, asestó un golpe
fatal a la tranquilidad con que se abordaba el hecho de la revelación y provocó
la necesidad de una teología fundamental que lo justificase de manera racional,
es decir, lo hiciera comprensible a esta razón moderna. La revelación parece
envuelta en el velo del mito y por eso contradice a la razón desmitologizante. El
filósofo francés Henri Gouhier dijo que ―la ciencia moderna nació el día en que
los ángeles fueron expulsados del cielo‖. Por eso, Pascal podía afirmar: ―El
silencio eterno de esos espacios infinitos me aterra‖. Este silencio del Dios de
la creación implica un silencio aún mayor que el del Dios de la revelación. La
razón científica escribe ―el gran libro de la naturaleza en caracteres
geométricos‖ (G. Galilei) y pretende someter a su tribunal toda verdad que se
presente en nombre de alguna otra autoridad que no sea ella.
1.17. Mentalidad Antiintervencionista
3
G. E. Lessing, Sobre la demostración en espíritu y fuerza , p. 447, cit. por: A. Torres Queiruga,
La revelación de Dios en la realización del hombre, Madrid, Cristiandad, 1987, p. 151.
Se puede afirmar que la ―protesta contra la intervención divina es parte del
método científico, tal como surgió en el siglo XVI‖4
. En efecto, tanto la patrística
como la teología medieval habían logrado una comprensión armoniosa de la
relación entre Dios y el mundo. Dios, como creador, está siempre en casa
estando en el mundo, de modo que no necesita hacer ninguna violencia,
ninguna ―intervención‖ para comunicarse. Solamente un Dios así trascendente
puede estar de modo fundamental inmanente en el mundo, de manera que no
necesita ―venir de fuera‖. La autonomía del itinerario del mundo no se
contrapone a la presencia de Dios, ésta penetra toda la creación.
La dificultad de la mentalidad moderna surge cuando el culto a la objetividad y
la primacía de la causa eficiente conducen exitosamente a reducir lo real y su
conocimiento al paradigma de las matemáticas y la mecánica, en las que los
objetos son concebidos como aislados ‗separados en sí mismos. Se afectan
entre sí solamente de manera extrínseca y por la causalidad eficiente. Se ve el
orden natural como cerrado, como autónomo. Con esa mentalidad, se hace
imposible entender la comunicación de Dios a no ser como una intromisión
intervencionista. Y, por lo tanto, será rechazada por violentar la autonomía, la
libertad, la madurez, la responsabilidad, la integridad, la autenticidad
humanas‘°.
1.18. Estructuras Sociales Injustas
Este impacto de la razón moderna tiene lugar fundamentalmente y, en primer
lugar, en el mundo centroeuropeo. En nuestras tierras repercutió tardíamente y
de manera indirecta. Tiende a cobrar cada vez más fuerza, sobre todo en
ambientes más intelectuales.
Sin embargo, entre nosotros la credibilidad de la revelación es amenazada
sobre todo por su escandalosa ineficacia en la transformación de una realidad
social injusta. Más aún. Se acusa a la fe cristiana de connivente y justificadora
de esa situación. Esta acusación de la fe cristiana fue percibida por los obispos
latinoamericanos en Puebla:
―Sin duda, las situaciones de injusticia y de extrema pobreza son un signo
acusador de que la fe no ha tenido la fuerza necesaria para penetrar en
los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo
ideológico y de la organización de la convivencia social y económica de
nuestros pueblos. En pueblos de arraigada fe cristiana se han impuesto
estructuras generadoras de injusticia‖5
.
1.19. El Hecho de los Pobres
4
Op. cit. G. E. Lessing, Sobre la demostración en espíritu y fuerza , p. 447, cit. por: A. Torres
Queiruga, La revelación de Dios en la realización del hombre, Madrid, Cristiandad, 1987, p.
151.
5
Documento de Puebla, 437
Las estructuras sociales injustas en América Latina tienen cara y nombre. Son
los diferentes rostros de los pobres‘6
. En cualquier sitio que se camine, se
encuentran esos rostros a millares. La pobreza sin rostro, tema de estudio,
objeto de investigación, pierde ese carácter impersonal y asume la carne
dolorosa de tantos y tantas. Hay una ingenuidad respecto de la pobreza que
desaparece ante esa dura realidad de los países, en los que los pobres circulan
en masa por las calles, por los campos, en los caminos rurales, etc.
De hecho, el continente en el que esta revelación cristiana es más aceptada, ya
que concentra la mayor cantidad de cristianos del mundo, muestra estructuras
sociales escandalosas, como no hay en otra parte. La ineficacia en el orden
práctico de esa revelación la desacredita como divina.
Dicho de otra manera, la situación de dominación y opresión de América Latina
desacredita una revelación que, por ser de Dios, debería ser fuente e
inspiración de liberación. En nombre de esa revelación se aniquilaron millones
de indígenas, se trajeron millones de esclavos de África y todavía se mantienen
enajenadas millones de conciencias. En ese sentido, hay una estrecha
vinculación entre la credibilidad de la revelación cristiana y de la Iglesia y la
situación de injusticia social del continente latinoamericano. La prolongación de
tal situación desacredita la fuerza histórica de los que creen en esa revelación.
1.20. Situación de Dominación Cultural
Últimamente se ha ampliado el campo de los desafíos a la revelación cristiana
en el contexto latinoamericano. La conciencia de los movimientos negro e
indígena ha planteado cuestionamientos a aspectos impositivos de la
revelación cristiana que no han respetado la autonomía de esas culturas. La
reflexión teológica sobre la revelación, tal como se ha venido conduciendo, no
dejaba mucho espacio al diálogo con culturas tan extrañas al mundo occidental
cristiano. El problema de la inculturación no es solamente de los países
asiáticos y africanos; se sitúa también en nuestro contexto de una manera más
candente de lo que cabría esperar. La minoría étnica indígena y una creciente
conciencia negra se han convertido en interlocutores importantes de la
evangelización y en la evangelización. Sin un repensar más profundo de la
comprensión de la revelación no estamos en condiciones de establecer un
diálogo serio‘7
.
Conclusión
A manera de introducción, este primer capítulo nos expone los desafíos de la
modernidad y de nuestra realidad social a la revelación cristiana. El hombre
moderno se siente, por un lado, herido en su autonomía profunda y en la
conciencia de su valor y, por otro, inmensamente escéptico cuando encuentra
una revelación que parece venir de fuera, de manera impositiva y no produce
los efectos liberadores que anuncia. En síntesis, esos son los profundos
cuestionamientos de la modernidad, rica y pobre, frente a la revelación
cristiana.
6
Documento de Puebla, 31-39.
7
J. O. Beozzo, Cultos afro—brasileiros, Paulinas, Sao Paulo, 1976.
Este estudio tratará de buscar elementos para responderlos. No se trata de
justificar la fe para convencer a quien no cree, sino de buscar desde el interior
de la fe una mayor claridad y transparencia de la misma, dentro de las
posibilidades de su propia naturaleza.
Hay, pues, dos caminos posibles para aproximarnos a la revelación. El camino
de aquel que conoce y acoge la revelación positiva de Dios en la fe. Desde
dentro de esa fe, se buscan sus condiciones profundas existenciales y
racionales, a fin de afirmarse con esa fe, enfrentando los problemas y
dificultades del momento cultural presente. Otro camino sería partir de
experiencias humanas profundas y llevar al interlocutor hasta el umbral de la
revelación, descubriéndole la dimensión trascendental de su espíritu. Mediante
una reflexión trascendental, se buscaría demostrar que la esencia concreta del
ser humano es la de quien está a la espera, en la historia, de una posible
palabra de Dios. El hombre es un espíritu situado en el mundo ante un
Absoluto desconocido, libre, cuyo sentido no se determina a partir del sentido
del mundo y del hombre. Lo trasciende. El hombre debe contar con una posible
revelación de Dios‘8
. Más aún, esta esencia concreta ya está configurada por
una palabra hecha realidad.
Seguiremos el primer camino, aunque haciendo referencia al método
trascendental. Nos interesa profundizar nuestra fe en la situación actual. Todos
vivimos dentro del mundo de la modernidad, ya sea envueltos en su seducción
libertaria, ya sea sufriendo sus dolorosas consecuencias sociales. Pensar hoy
la revelación solamente es posible en este marco de la modernidad.
PARA REVISIÓN PERSONAL O GRUPAL
1. ¿En qué sentido la revelación siempre ha sido dato de la teología y en qué
sentido es reciente en la historia de la teología?
2. ¿Cuál es la raíz más profunda de las objeciones modernas contra la
revelación cristiana? ¿Qué dificultades te parecen más serias en el momento
actual y en nuestro contexto?
3. ¿Ves otras dificultades importantes a partir de tu experiencia personal y/o
pastoral respecto de la realidad de la revelación cristiana?
8
K. Rahner, Oyente de la Palabra. Fundamentos para una filosofía de la religión, Herder,
Barcelona, 1967, p. 29.

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  • 1. INTRODUCCIÓN 1. QUÉ ES LA TEOLOGÍA 1.1. Triple conocimiento de Dios a) Por la reflexión del mundo creado, por la creación (teodicea). Aquí hablamos de manifestación de Dios. Llegamos a Dios por la razón, la fe no interviene. El Dios al que llegaremos será un ser supremo, un ser absoluto que es principio y fin, un Dios distante y frío. b) Por la reflexión de la Palabra de Dios. A través de la Revelación. Conocemos a Dios por la razón, pero iluminada por la fe: esta es la teología. c) Ver a Dios cara a cara: el lumem gloriae. 1.2. La cuestión de Dios La cuestión de Dios no es la primera existencialmente, porque el hombre no tiene una experiencia inmediata de Dios. La cuestión de Dios surge de la experiencia que el hombre tiene de sí, es decir, cuando se pregunta qué sentido tiene su vida, por qué existe en el mundo, para qué existe. Así, el hombre situado en el presente se interroga por el pasado y por el futuro, buscando cuál es su procedencia y cuál su porvenir. Estas preguntas no llevan simplemente a una búsqueda de solución para resolver una curiosidad humana, sino que buscan fundar su existencia: Dios aparece entonces como quien ilumina el camino y lo dirige a la plenitud de su realización personal. Todo esto supone que hay en el hombre una capacidad de auto trascendencia que lo lleva a tender más allá de sí mismo, de la muerte, de los hombres y de la historia. ―El hombre es un ser excéntrico‖ –decía San Agustín. Pero, Dios no es el producto de nuestra reflexión y de nuestra investigación. Aunque el hombre se interrogue sobre Dios, es sin embargo cuestionado por Dios. Es El quien viene al encuentro del hombre y quien al haberlo creado lo orienta hacia El. No es el hombre el que encuentra a Dios, sino es Dios quien se manifiesta al hombre. En la labor de preguntarse acerca de Dios, el hombre más que cuestionarse viene cuestionado por Dios y puesto en la necesidad de optar. Visto que, en la medida en que nos preguntamos sobre el por qué y para qué de nuestra vida aparece la posibilidad de Dios, de tal modo que es la cuestión de Dios la que interroga radicalmente, hemos de concluir que la cuestión de Dios es inherente al hombre en su propia naturaleza y la reflexión teológica aparece como algo que no sólo no está desvinculado del hombre, sino que es una necesidad para poder responder a la propia vocación humana. La teología, por lo tanto, no es algo lejano y extraño al hombre, es más bien la palabra que le invita a aceptar la realidad de su existencia como un don. No se estudia teología para ser un ―técnico de la fe‖, sino para comenzar una reflexión que pueda y deba ayudar en el crecimiento de la fe y en el desarrollo del testimonio de caridad. 1.3. Definición de la Teología
  • 2. La teología es la ciencia de la fe (Scientia Fidei), nos acerca a una maduración de lo que ya creemos: ―La teología intenta llevar al hombre a comprender lo que la fe sabe‖. El teólogo no es por lo tanto simplemente un científico, sino ante todo un creyente, pues el hacer teología es imposible sin una experiencia viva y práctica de la fe. Su papel será llegar a una inteligencia más profunda de los misterios que ya él acepta por su fe. La teología es una reflexión sobre la fe. El fiel vive una reflexión espontánea, el teólogo vive una reflexión consciente y sistemática. En tal sentido, la teología es la fe vivida por el espíritu que piensa, es la Palabra de Dios científicamente elaborada, es la fe en estado de ciencia. ―No pretendo entrar en tu profundidad, pero deseo comprender esa verdad que creo y que mi corazón ama‖ (S. Anselmo) ―No busco comprender para creer, sino que porque creo puedo comprender‖ (S. Agustín) ―He deseado ver con mi inteligencia lo que he creído‖ (S. Agustín) La mejor y más sencilla definición de teología sigue siendo la de San Anselmo: Fides querens intellectum. Coloca como punto de partida la fe; como punto de llegada el entender; entre esos dos puntos sitúa el preguntar, la búsqueda ilimitada de lo creído, del por qué y cómo se cree. La fe es vista como una realidad que porta en sí misma un impulso a buscar la comprensión de lo que es su objeto. La teología está justificada no por el afán de conocer un objeto cualquiera, sino por la aspiración de escuchar el mensaje divino de la salvación. La teología es una actividad de la fe con miras a buscar su desarrollo y crecimiento, pues la revelación se presenta como rica de significado para el hombre. En el acto de creer no podemos tomar las verdades de fe como aisladas entre sí, sino como verdades que expresan, de una u otra forma, aspectos de la historia de Dios y del hombre. Cada una de esas verdades alcanza su total profundidad y dimensión solamente si se las mira dentro de su unidad radical. Este es el trabajo que hace la teología, la cual considera la multiplicidad de las verdades y proposiciones de fe dentro del ámbito de la unidad última de su objeto. La teología no es un cuerpo de conocimientos ni una suma de conclusiones, sino una práctica teórica, es un quehacer, un trabajo, una tarea. 1.4. Características de la teología a) Carácter histórico. Dios no nos revela un corpus doctrinal normativo, sino que se auto-revela como tal actuando en la historia y por la historia, se sigue que la teología tiene que referirse constantemente a la historia de salvación para ofrecer una interpretación completa de la revelación. b) Carácter cristológico. La mayor y definitiva manifestación de Dios se ha realizado en Jesucristo. La historia de la salvación está completamente centrada en la persona de Cristo. Toda teología es cristológica, en cuanto
  • 3. conocemos a Dios a través de Jesucristo. En efecto, no podemos conocer a Dios más que a través de Jesucristo y por ello el objeto de la teología se centra en el estudio de Jesucristo. La historia de la salvación llega a su culmen en el acontecimiento y la persona de Cristo, de tal modo que todo hecho precedente o subsiguiente debe ser entendido desde esta cumbre en sus cuatro etapas de la historia de la salvación: A.T. N.T. IGLESIA ESCATOLOGÍA Preparación Realización Continuación Plenitud c) Carácter antropológico. Toda la teología es antropología; toda la teología debe ser hecha con la conciencia de que ésta, en último análisis, no es sino antropología. Por eso, en teología se debe operar un giro antropológico; en sustancia, se debe pasar de un teo-centrismo ingenuo a un antropocentrismo teológico crítico. No se trata de reducir la teología a la antropología, sino de poner un nuevo y diverso acento a su relación. Esta metodología es motivada con razones filosóficas, porque el conocimiento del objeto está determinada también por el poder cognoscitivo del sujeto, con razones de fe, porque es Dios mismo que con el evento de la encarnación acepta caracterizar su auto comunicación en modo antropológico, con razones culturales, porque es una exigencia particularmente sentida por el hombre de hoy (cada uno de nosotros cuando escucha un mensaje religioso, por ejemplo una homilía, se pregunta súbito qué sentido tienen para su vida las palabras que está escuchando). Dios dirige su palabra al hombre, y es éste quien la escucha y recibe. La teología es un servicio al hombre en cuanto éste es el destinatario de la Palabra de Dios. e) Carácter eclesiológico. La teología se escucha, se recibe y vive en la Iglesia, en una comunidad y acepta la reflexión y la vivencia de toda la historia de la Iglesia. Ella, como comunidad creyente, es el lugar concreto en el que se cultiva la teología. g) Carácter situacional. La teología no se hace en el aire, sino que responder a los desafíos y necesidades del hombre en una situación concreta. 1.5. Funciones de la teología a) Función positiva (auditus fidei). Consiste en asumir los contenidos de la Revelación tal y como han sido explicitados progresivamente en la Sagrada Tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio vivo de la Iglesia (FR 65). b) Función especulativa (intellectus fidei). Explicita la inteligibilidad propia de la Verdad divina, no sólo asumiendo las estructuras lógicas y conceptuales de las proposiciones en las que se articula la enseñanza de la Iglesia, sino también, y primariamente, mostrando el significado de salvación que estas proposiciones contienen para el individuo y la humanidad. c) Función práctica. La teología tiene que hacer vida la fe que recibe de la Iglesia y que trata de comprender e interpretar para que responda al hombre
  • 4. de cada época. La teología no puede quedarse en el simple plano de la racionalidad científica, tiene que ir más allá, pues el desarrollo y comprensión de la fe, a la luz de toda la vida de la Iglesia, tiene por objeto hacer viva esa fe, dar sentido profundo a los anhelos y esperanzas del hombre actual, para que su fe se traduzca en compromiso y vida cristiana, en vivencia profunda de la caridad. 1.6 La Revelación como Desafío ―La credibilidad del Evangelio pasa hoy por la solidaridad con los perdidos. Sin los pobres la Iglesia prácticamente pierde todo‖. D. Moacyr Grechi El cristianismo es una religión de revelación y de libro. Se fundamenta en la manifestación de Dios en la historia, mediante el pueblo de Israel y, de manera última y definitiva, en Jesucristo. Este dato revelado fue transmitido oralmente y recogido por escrito por una comunidad que reconoció en esa tradición y en esos escritos una comunicación única y original de Dios. El hecho de que un Dios se comunique con los hombres, un Dios de los hombres, es central en la visión cristiana. Esta realidad ha sido reflexionada siempre y predicada a través de la historia por una comunidad, la Iglesia. Ella lee y medita los libros sagrados, celebra la vida del Espíritu en su ámbito, se organiza en instituciones, desarrolla prácticas de servicio y caridad para toda la humanidad. En ese sentido, vive dentro de una Tradición, se alimenta de ella, pero también la enriquece por el solo hecho de ir viviéndola en tiempos y circunstancias diferentes. 1.7. La Iglesia Reinterpreta una Tradición ya Dada y en Proceso La Iglesia solamente puede transmitir de manera viva la palabra de Dios si, en cada momento de la historia, la interpreta en la fe, en la aceptación humilde, para sí y para los demás. De esta manera la Tradición de la Iglesia, pensada y predicada, es, al mismo tiempo, una realidad ya dada y siempre en proceso. En cuanto se vive una comunicación de Dios a un pueblo escogido y su plena expresión en Jesucristo, la revelación ya está dada por completo. Pero en cuanto es vivida por la Iglesia a lo largo de una historia, que camina en dirección a una plenitud final marcada por la presencia del Espíritu, siempre está en construcción. Una Tradición solamente se mantiene viva cuando nuevas personas se apropian de ella (algo dado) bajo la presencia iluminadora del Espíritu (siempre en construcción). Pero además, iluminada por esa revelación, la Iglesia sabe que su Dios está actuando de manera reveladora y salvífica más allá de sus fronteras, en todos los tiempos y en toda la humanidad. Israel siempre interpretó en y para cada generación de manera viva la historia reveladora y salvadora de Dios. También Jesús dio una nueva lectura a la tradición judaica, con su máxima autoridad de Hijo, de acuerdo a la nueva situación que vivía. La Iglesia sigue haciendo lo mismo hasta el día de hoy. Vive dentro de la revelación viva y transmitida, en ese torrente maravilloso de la Tradición. Ahí dentro va desarrollando los temas que exige cada etapa de la historia. En los primeros siglos, se ocupó de la doble cuestión fundamental:
  • 5. ¿cómo articular la unidad monoteísta de Dios con la pretensión divina de Jesús? ¿Cómo entender esa misma unidad con la promesa de un Espíritu divino? En pocas palabras, el dogma de la Trinidad fue objeto de los debates durante siglos. Otra cuestión candente fue el misterio de Jesús. ¿Cómo podía ser Hijo de Dios aquel hombre de Nazaret? La cristología y la Trinidad estaban íntimamente ligadas. En el fondo, estaba el problema de Jesús que obligaba a los que creían en él y heredaban la gran tradición judía a repensar el misterio de Dios hasta llegar a entenderlo como Trinidad y a Jesús como el Verbo hecho hombre. El evangelio de Jesús penetra en el mundo pagano romano exigiéndole una conversión profunda. El conflicto entre esa propuesta de salvación y la realidad de pecado en que vivían los paganos lleva también a la teología a plantear el problema de la gracia. En el mundo oriental se trabajó la vida de la gracia más en la línea de la inhabitación del Espíritu Santo. En el mundo occidental, con la simpar figura de san Agustín, la problemática de la gracia se desarrolló en la línea de su oposición al pecado y en tensión con la libertad humana. En el fondo, en todas estas discusiones, se trataba de repensar e interpretar la revelación ante las nuevas situaciones. Se vivía al interior de esa revelación. Sin embargo, no se cuestionaba la revelación como hecho, ni ello planteaba problema alguno. En ese sentido, la teología no se preocupaba por el hecho, sentido y dificultades que podría plantear una manifestación de Dios en la historia. Esa realidad se daba por evidente. Era el humus donde alimentaba la fe, el oxígeno que respiraba. En términos técnicos, se elaboraban los tratados de la Trinidad, de la Cristología, de la Gracia, pero no el de la Revelación. Es cierto que los padres apologistas de los primeros siglos tuvieron un primer momento de justificación de la fe cristiana. Pero la conversión del Imperio Romano en su totalidad y de las hordas bárbaras dentro del cristianismo, creó un clima de homogeneidad de la fe y aceptación tranquila de la revelación. 1.8. La problemática Sobre el Hecho de la Revelación es Tardía La teología en tanto ‗fldes querens intellectum‖ —la fe que busca entendimiento — es siempre una ―ciencia segunda‖ en relación a la fe. Nace solamente cuando la fe es cuestionada de alguna manera y tropieza con dificultades y oposiciones. Y la experiencia humana nos enseña que las realidades más cercanas, las que nos afectan profundamente, son las que más tardamos en cuestionar. En efecto, realidades fundamentales, vividas intensamente e implícitas en nuestra existencia, tardan mucho en ser asumidas en una reflexión explícita, científica y temática. De hecho, las realidades de la libertad, de la espiritualidad, de la trascendencia del hombre están íntimamente presentes en todos sus actos, pero ¿cuántos, por no decir la mayoría de los hombres, pasan toda su vida sin detenerse a reflexionar y meditar sobre ellas? 1.9. Nacimiento de la Teología Fundamental La Tradición de la Iglesia vivió siempre de la revelación. Reflexionó sobre ella, la predicó y se alimentó de ella. Solamente en los últimos siglos ha empezado
  • 6. la teología a reflexionar explícitamente sobre el hecho, el sentido y las dificultades de la realidad de la revelación. Sólo entonces nace la teología fundamental tal como la tenemos hoy y como será abordada en este estudio. Dicho de otra manera, la teología ha tratado de descubrir categorías que nos puedan ayudar a penetrar la realidad de un Dios que se comunica con los hombres, que se les revela a sí mismo y sus designios salvíficos, y de hombres que responden en la fe a esa intervención, no simplemente como individuos, sino en tanto comunidad, en tanto iglesia. 1.10. Definición de Teología Fundamental La teología fundamental es una reflexión crítica, sistemática, científica sobre ese diálogo del Dios que se revela y del hombre que responde a esa revelación en los diferentes momentos de la historia. Tanta más importancia adquiere esta reflexión cuanto más dificultad siente el mundo moderno, con los descubrimientos de la autonomía de la razón y la importancia de las experiencias subjetivas, en aceptar autoritariamente una revelación. Lo que en el fondo está en cuestión es una de las más espinosas discusiones de la teología, que aparece bajo distintos nombres: ―Relación entre gracia y naturaleza, revelación positiva y religiosidad humana natural, cristianismo histórico y la posibilidad universal de fe‖. Estamos frente al dilema de la revelación divina como intervención o auto-comunicación de Dios‘1 . Por eso, este tratado nace con el surgimiento del mundo moderno. 1.11. Puntos de Partida: Destinatario no Creyente o Fiel de la Iglesia Todo tema permite diferentes aproximaciones. Siempre hay muchos caminos para llegar al lugar deseado. Podemos ver un cuadro desde diferentes ángulos. A primera vista, aparecen como viables dos puntos de vista. Por un lado, nuestra intencionalidad podría ser la del no creyente. En este caso, estaríamos ante la situación de alguien que todavía no se ha encontrado con el hecho de la revelación o que se sitúa decididamente en su contra. Haciendo un esfuerzo teórico, trataríamos de hacerle descubrir las razones de conveniencia e incluso de necesidad, llevándolo hasta los umbrales de la fe o desbaratándole sus argumentos en contra. Este ha sido y todavía es el camino de una teología fundamental bajo una perspectiva estrictamente apologética, sea en patrones tradicionales, sea en forma actualizada y moderna. Por otro lado, se puede considerar la teología fundamental como un primer acto de la ‗fides quaerens intellectum‖ —la fe que busca inteligencia. Se sitúa en el armazón de la teología ―sensu pleno‖. En esta segunda perspectiva, que es la que adoptaremos, se parte de la persona que cree dentro de la Iglesia. Los que van a reflexionar sobre la realidad de la revelación, de la fe, de la Tradición, somos nosotros, cristianos que vivimos en América Latina. No es nuestra 1 F. J. van Beeck, ―Divine revelation: intervention or self-communication‖, en: Theological Studies 52 (1991,2) p 199.
  • 7. preocupación principal justificar racionalmente esa fe. No porque no haya dificultades y cuestionamientos serios que nos obliguen a profundizarla. Este estudio quiere llevarnos a profundizar el hecho de que Dios se nos revela, el alcance de esa realidad, los criterios para discernir su presencia reveladora hasta hoy, el acceso que tenemos a esta revelación. En términos más clásicos, vamos a elaborar una teología fundamental en la que se traten los temas de la revelación, inspiración, inerrancia y canonicidad de la Escritura, y de la Tradición. 1.12. Novedad del Tratado de la Revelación La temática de la revelación siempre fue objeto de la teología. Todo lo que hasta hoy se ha dicho en la teología se relaciona de alguna manera con la revelación. En la teología tradicional escolástica, las tesis se calificaban teológicamente según el grado de vinculación explícita con la revelación, registrada en la Escritura y mantenida viva en la tradición eclesial. La novedad del tratado sobre la revelación viene del hecho de considerar la revelación como una categoría teológica, como un dato fundamental que ha de ser estudiado y no tanto como contenido transmitido en y por la revelación. Una empresa teológica semejante es relativamente reciente, sobre todo a partir de la reforma, de los ataques del racionalismo y del ateísmo al comienzo de la modernidad. 1.13. Razones del Surgimiento Tardío Hay una razón psicometafísica, pues, las realidades más profundas y cercanas a nosotros necesitan un tiempo de maduración para que se dejen ver al nivel de la conciencia explícita y refleja. Así la ciencia de la psicología solamente surgió en los tiempos modernos después de una larga trayectoria de maduración del descubrimiento de la subjetividad. La filosofía necesitó tiempo para abordar en profundidad realidades inmediatas a nosotros, como la conciencia, la libertad. Igualmente, la revelación es la realidad teológica que involucra toda la vida de la Iglesia y del cristiano, y sólo tardíamente los pensadores cristianos empezaron a preguntarse por el hecho, la posibilidad, la necesidad, el discernimiento de esa revelación, que hasta entonces los había alimentado. La razón histórica de ese cuestionamiento tiene que ver con la conmoción cultural del comienzo de la modernidad. En el universo religioso tradicional en que se vivió hasta finales de la Edad Media, la revelación cristiana era un principio que se daba por sentado tranquila e indiscutiblemente. Los que la rechazaban eran excluidos sin más del mundo cultural occidental cristiano. Vivían al margen. Al derrumbarse la imagen tradicional del mundo y emerger la razón autónoma, crítica de su propia tradición, el universo religioso de la revelación cristiana sufre una profunda sacudida. Se pierde la evidencia de la fe y se siente la necesidad de tener que justificarla, sea para los propios creyentes, sea para defenderse de los adversarios. Surge entonces la teología fundamental moderna. Nuevas incursiones de la modernidad con la entrada de
  • 8. la historia, como manera de pensar la verdad, y el deseo de diálogo con pensamientos diferentes, con espíritu ecuménico, acrecientan todavía más las exigencias para la teología fundamental. El fenómeno mismo de la modernidad se tradujo en enormes dificultades para la comprensión y aceptación de la revelación cristiana, y se ha agudizado más aún con el recrudecimiento de ese proceso, lo que se suele llamar ―post- modernidad‖. La revelación cristiana se encuentra ante una verdadera muralla. Como nos toca acoger esa revelación dentro de este mundo cultural, vale la pena señalar algunos de sus principales obstáculos. 1.14.- Hecho Particular con Pretensiones Universales La revelación cristiana está atravesada por una paradoja que se ha convertido en verdadero escándalo para el hombre moderno. Se trata de un hecho particular, que ocurre en el seno de un pueblo (revelación del Antiguo Testamento) y en la persona de un judío del siglo I (revelación cristiana), que, sin embargo, tiene la pretensión de tener un significado universal salvífico, de ser la palabra de Dios para toda la humanidad de todos los tiempos. R. Bultmann, por más que se empeñó en desmitologizar la predicación evangélica para hacerla menos escandalosa a la razón moderna, se propuso no eludir esta paradoja fundamental. Más aún. Quiso soslayar los escándalos aparentes para que aparezca con mayor claridad el verdadero y auténtico escándalo, que consiste en el hecho de que Dios actuó para salvarnos y perdonamos en un acontecimiento particular de la historia: Jesucristo, a quien hay que adherirse para salvarse2 . La pretensión universal de la experiencia particular del cristianismo significa que el hombre Jesús es la última y definitiva palabra de Dios en la historia. Es el propio Hijo de Dios. En realidad, es un verdadero escándalo que el frágil y pequeño pueblo de Israel —tantas veces derrotado, exiliado, masacrado— y la persona de Jesucristo —que pertenecía a ese pueblo y vivió escondido en la periferia pobre del Imperio Romano— puedan pretender, con su indiscutible particularidad y contingencia histórica, hacer depender de su mensaje y persona, respectivamente, la relación con lo Absoluto, de manera última y definitiva. Más ―normal‖ sería entrar en contacto con el Absoluto al interior de las grandes religiones o mediante la sabiduría de mentes eminentes, sin que nadie tuviese el ―privilegio‖ de ser normativo. La mentalidad moderna y post-moderna se distingue por ser tolerante, relativista, pluralista, con un ecumenismo religioso espiritual amplio y por eso rechaza con fuerza las pretensiones totalitarias de la verdad, hechas por particulares, cualesquiera que sean ellos: estado, partido, clase, raza, cultura o religión. En ese sentido, la revelación cristiana entra en fuerte conflicto con esa mentalidad. En términos estrictamente filosóficos, Lessing sostenía que ―verdades históricas contingentes nunca pueden ser pruebas de verdades racionales 2 H. Zahrnt, , A vueltas con Dios: la teología protestante en el siglo XX, Hechos y dichos, Zaragoza, 1972.
  • 9. necesarias‖3 . Ahora bien, el hecho de la revelación es un acontecimiento histórico contingente; por eso no puede ser prueba de una revelación que contiene verdades divinas, necesarias y obligatorias. 1.15. Carácter de Obligatoriedad Esa pretensión de la revelación cristiana de significado universal implica, como veíamos anteriormente, un carácter de obligatoriedad, asume una dimensión de autoridad. Ahora bien, esa característica de la revelación es percibida como una ―imposición autoritaria‖, contra la que la razón moderna reacciona con virulencia por sentirse herida en su autonomía. Todo mensaje, elaborado al interior de una cultura, que pretende dirigirse al conjunto de la humanidad, que toma partido por el todo o desconoce la diversidad de los pueblos, culturas y religiones, está destinado a ser rechazado desde el principio. Un conjunto de proposiciones puede tener mucho sentido en un determinado marco cultural o religioso y, sin embargo, convertirse en objeto irrelevante o incluso sin sentido e inaceptable fuera de ese contexto. ¿Cómo ser significativo fuera del mundo occidental? He ahí un reto para la revelación cristiana. 1.16. Tensión con las Ciencias Literarias El concepto de revelación puede, y de hecho lo hace, inhibir el estudio científico literario de los textos bíblicos, envolviéndolos en el manto de la sacralidad y la intangibilidad. La razón crítico-literaria, a su vez, se vuelve en contra del concepto de revelación, como inhibidor de su actividad científica. Pretende tratar los escritos de la revelación como obra humana, sujeta a todas las reglas de la escritura y no acepta que se consideren intocables, en virtud del fundamentalismo de la revelación. La entrada de la razón moderna, bajo sus múltiples formas, asestó un golpe fatal a la tranquilidad con que se abordaba el hecho de la revelación y provocó la necesidad de una teología fundamental que lo justificase de manera racional, es decir, lo hiciera comprensible a esta razón moderna. La revelación parece envuelta en el velo del mito y por eso contradice a la razón desmitologizante. El filósofo francés Henri Gouhier dijo que ―la ciencia moderna nació el día en que los ángeles fueron expulsados del cielo‖. Por eso, Pascal podía afirmar: ―El silencio eterno de esos espacios infinitos me aterra‖. Este silencio del Dios de la creación implica un silencio aún mayor que el del Dios de la revelación. La razón científica escribe ―el gran libro de la naturaleza en caracteres geométricos‖ (G. Galilei) y pretende someter a su tribunal toda verdad que se presente en nombre de alguna otra autoridad que no sea ella. 1.17. Mentalidad Antiintervencionista 3 G. E. Lessing, Sobre la demostración en espíritu y fuerza , p. 447, cit. por: A. Torres Queiruga, La revelación de Dios en la realización del hombre, Madrid, Cristiandad, 1987, p. 151.
  • 10. Se puede afirmar que la ―protesta contra la intervención divina es parte del método científico, tal como surgió en el siglo XVI‖4 . En efecto, tanto la patrística como la teología medieval habían logrado una comprensión armoniosa de la relación entre Dios y el mundo. Dios, como creador, está siempre en casa estando en el mundo, de modo que no necesita hacer ninguna violencia, ninguna ―intervención‖ para comunicarse. Solamente un Dios así trascendente puede estar de modo fundamental inmanente en el mundo, de manera que no necesita ―venir de fuera‖. La autonomía del itinerario del mundo no se contrapone a la presencia de Dios, ésta penetra toda la creación. La dificultad de la mentalidad moderna surge cuando el culto a la objetividad y la primacía de la causa eficiente conducen exitosamente a reducir lo real y su conocimiento al paradigma de las matemáticas y la mecánica, en las que los objetos son concebidos como aislados ‗separados en sí mismos. Se afectan entre sí solamente de manera extrínseca y por la causalidad eficiente. Se ve el orden natural como cerrado, como autónomo. Con esa mentalidad, se hace imposible entender la comunicación de Dios a no ser como una intromisión intervencionista. Y, por lo tanto, será rechazada por violentar la autonomía, la libertad, la madurez, la responsabilidad, la integridad, la autenticidad humanas‘°. 1.18. Estructuras Sociales Injustas Este impacto de la razón moderna tiene lugar fundamentalmente y, en primer lugar, en el mundo centroeuropeo. En nuestras tierras repercutió tardíamente y de manera indirecta. Tiende a cobrar cada vez más fuerza, sobre todo en ambientes más intelectuales. Sin embargo, entre nosotros la credibilidad de la revelación es amenazada sobre todo por su escandalosa ineficacia en la transformación de una realidad social injusta. Más aún. Se acusa a la fe cristiana de connivente y justificadora de esa situación. Esta acusación de la fe cristiana fue percibida por los obispos latinoamericanos en Puebla: ―Sin duda, las situaciones de injusticia y de extrema pobreza son un signo acusador de que la fe no ha tenido la fuerza necesaria para penetrar en los criterios y las decisiones de los sectores responsables del liderazgo ideológico y de la organización de la convivencia social y económica de nuestros pueblos. En pueblos de arraigada fe cristiana se han impuesto estructuras generadoras de injusticia‖5 . 1.19. El Hecho de los Pobres 4 Op. cit. G. E. Lessing, Sobre la demostración en espíritu y fuerza , p. 447, cit. por: A. Torres Queiruga, La revelación de Dios en la realización del hombre, Madrid, Cristiandad, 1987, p. 151. 5 Documento de Puebla, 437
  • 11. Las estructuras sociales injustas en América Latina tienen cara y nombre. Son los diferentes rostros de los pobres‘6 . En cualquier sitio que se camine, se encuentran esos rostros a millares. La pobreza sin rostro, tema de estudio, objeto de investigación, pierde ese carácter impersonal y asume la carne dolorosa de tantos y tantas. Hay una ingenuidad respecto de la pobreza que desaparece ante esa dura realidad de los países, en los que los pobres circulan en masa por las calles, por los campos, en los caminos rurales, etc. De hecho, el continente en el que esta revelación cristiana es más aceptada, ya que concentra la mayor cantidad de cristianos del mundo, muestra estructuras sociales escandalosas, como no hay en otra parte. La ineficacia en el orden práctico de esa revelación la desacredita como divina. Dicho de otra manera, la situación de dominación y opresión de América Latina desacredita una revelación que, por ser de Dios, debería ser fuente e inspiración de liberación. En nombre de esa revelación se aniquilaron millones de indígenas, se trajeron millones de esclavos de África y todavía se mantienen enajenadas millones de conciencias. En ese sentido, hay una estrecha vinculación entre la credibilidad de la revelación cristiana y de la Iglesia y la situación de injusticia social del continente latinoamericano. La prolongación de tal situación desacredita la fuerza histórica de los que creen en esa revelación. 1.20. Situación de Dominación Cultural Últimamente se ha ampliado el campo de los desafíos a la revelación cristiana en el contexto latinoamericano. La conciencia de los movimientos negro e indígena ha planteado cuestionamientos a aspectos impositivos de la revelación cristiana que no han respetado la autonomía de esas culturas. La reflexión teológica sobre la revelación, tal como se ha venido conduciendo, no dejaba mucho espacio al diálogo con culturas tan extrañas al mundo occidental cristiano. El problema de la inculturación no es solamente de los países asiáticos y africanos; se sitúa también en nuestro contexto de una manera más candente de lo que cabría esperar. La minoría étnica indígena y una creciente conciencia negra se han convertido en interlocutores importantes de la evangelización y en la evangelización. Sin un repensar más profundo de la comprensión de la revelación no estamos en condiciones de establecer un diálogo serio‘7 . Conclusión A manera de introducción, este primer capítulo nos expone los desafíos de la modernidad y de nuestra realidad social a la revelación cristiana. El hombre moderno se siente, por un lado, herido en su autonomía profunda y en la conciencia de su valor y, por otro, inmensamente escéptico cuando encuentra una revelación que parece venir de fuera, de manera impositiva y no produce los efectos liberadores que anuncia. En síntesis, esos son los profundos cuestionamientos de la modernidad, rica y pobre, frente a la revelación cristiana. 6 Documento de Puebla, 31-39. 7 J. O. Beozzo, Cultos afro—brasileiros, Paulinas, Sao Paulo, 1976.
  • 12. Este estudio tratará de buscar elementos para responderlos. No se trata de justificar la fe para convencer a quien no cree, sino de buscar desde el interior de la fe una mayor claridad y transparencia de la misma, dentro de las posibilidades de su propia naturaleza. Hay, pues, dos caminos posibles para aproximarnos a la revelación. El camino de aquel que conoce y acoge la revelación positiva de Dios en la fe. Desde dentro de esa fe, se buscan sus condiciones profundas existenciales y racionales, a fin de afirmarse con esa fe, enfrentando los problemas y dificultades del momento cultural presente. Otro camino sería partir de experiencias humanas profundas y llevar al interlocutor hasta el umbral de la revelación, descubriéndole la dimensión trascendental de su espíritu. Mediante una reflexión trascendental, se buscaría demostrar que la esencia concreta del ser humano es la de quien está a la espera, en la historia, de una posible palabra de Dios. El hombre es un espíritu situado en el mundo ante un Absoluto desconocido, libre, cuyo sentido no se determina a partir del sentido del mundo y del hombre. Lo trasciende. El hombre debe contar con una posible revelación de Dios‘8 . Más aún, esta esencia concreta ya está configurada por una palabra hecha realidad. Seguiremos el primer camino, aunque haciendo referencia al método trascendental. Nos interesa profundizar nuestra fe en la situación actual. Todos vivimos dentro del mundo de la modernidad, ya sea envueltos en su seducción libertaria, ya sea sufriendo sus dolorosas consecuencias sociales. Pensar hoy la revelación solamente es posible en este marco de la modernidad. PARA REVISIÓN PERSONAL O GRUPAL 1. ¿En qué sentido la revelación siempre ha sido dato de la teología y en qué sentido es reciente en la historia de la teología? 2. ¿Cuál es la raíz más profunda de las objeciones modernas contra la revelación cristiana? ¿Qué dificultades te parecen más serias en el momento actual y en nuestro contexto? 3. ¿Ves otras dificultades importantes a partir de tu experiencia personal y/o pastoral respecto de la realidad de la revelación cristiana? 8 K. Rahner, Oyente de la Palabra. Fundamentos para una filosofía de la religión, Herder, Barcelona, 1967, p. 29.