El documento describe un combate entre fuerzas realistas y patriotas en Las Coimas, cerca de San Felipe, Chile el 7 de febrero de 1817. Las fuerzas realistas bajo el mando del coronel Atero atacaron un campamento patriota de 600 hombres mandados por el teniente coronel Mariano Necochea. El combate fue breve, con la caballería patriota derrotando y poniendo en fuga a la caballería realista. Aunque los realistas sufrieron unas 20 bajas, se vieron obligados a retirarse de San Felipe y Los Andes ante
1. 25/10/2014 Legión de Los Andes - Combate de Las Coimas
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Combate de Las Coimas
07 de Febrero 1817
En la noche llegaban los fugitivos a San Felipe. El coronel
Atero, jefe del estado mayor, que estaba en esta ciudad, se
dio cuenta en el acto de que el ejército de San Martín,
dividido en dos columnas, desembocaba a la vez por los
Patos y por Uspallata. Despachó un propio a Santiago,
pidiendo refuerzos, al mismo tiempo que reunía los
destacamentos dispersos en la provincia, que sumaban unos
700 soldados, en su mayoría del Chiloé y del Talaveras. Las
noticias del día 5 confirmaron su primera impresión. La
vanguardia de un ejército que parecía numeroso había
ocupado al atardecer la villa de Putaendo. En la junta de
guerra que celebraron los jefes realistas durante la noche, el
comandante Marqueli propuso tomar la ofensiva, pero Atero
le observó que, fuera de la insuficiencia de las fuerzas de que disponían, la división que de un
momento a otro iba a desembocar por los Andes, los envolvería por la espalda encerrándolos
entre dos fuegos. Además, los pueblos y los campos se habían pronunciado en masa por los
patriotas. Los campesinos se apresuraban a llevar frutas y alimentos a las fuerzas que estaban
en Putaendo (Quintanilla). Los hacendados y pequeños propietarios les enviaron vacunos para el
consumo y algunos caballos para remontar el ejército. En vista de estas reflexiones, se acordó
replegarse a la cuesta de Chacabuco.
El movimiento retrógrado se inició en la misma noche del 5, dejando en Los Andes las dos piezas
de artillería de campaña, municiones, charqui, galletas y otros artículos. Al amanecer del día 6,
poco antes de llegar a la cumbre de la cuesta de Chacabuco, Atero se encontró con dos
escuadrones de carabineros de Abascal, al mando de Quintanilla. En parte en que el jefe de
estado mayor anunciaba que el enemigo había pasado la cordillera por los Patos y por Uspallata y
sorprendido los piquetes de Las Achupallas y de La Guardia, había llegado a Santiago a las 12 M.
del día 5. Marcó se apresuró a despachar el mismo días estas fuerzas, que habían llegado
casualmente el día antes a Santiago, para reparar el armamento, las monturas y el vestuario. La
presencia de los escuadrones de caballería hacía posible el reconocimiento de las fuerzas
invasoras, y Atero y Quintanilla resolvieron bajar hasta el valle de Aconcagua, que horas antes
habían desamparado. Desde allí, este último avanzó hasta la villa de Los Andes. Los cañones
estaban en la plaza, el populacho había saqueado los víveres, pero no se advertía por ninguna
parte la presencia de la columna de Las Heras. No se podía, pues, decidir si la invasión por
Uspallata era efectiva, o si se trataba de un simple amago, para facilitar el avance por Putaendo.
Informado de la ausencia de enemigos, Atero avanzó con la infantería hasta Los Andes, a donde
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llegó en la noche del 6.
El día 7 supo Quintanilla desde Curimón que la vanguardia del ejército patriota seguía en
Putaendo, y concertó con Atero un reconocimiento de las posiciones y de la fuerza del enemigo.
Este último destacó una compañía de carabineros a Los Andes, para que vigilara las fuerzas que
eventualmente desembocaran por este paso, y avanzó con el resto de sus tropas a reunirse con
Quintanilla en San Felipe, para proseguir al valle de Putaendo.
A estas horas, ya estaba en la villa de ese nombre toda la división Soler.
En la tarde del día 6 se había logrado remontar unos 110 granaderos y, al mando del teniente
coronel Mariano Necochea, habían ocupado la villa de San Felipe; mas, al imponerse de que
Atero había vuelto reforzado al valle de Aconcagua, el jefe argentino se retiró a pernoctar al pie
del cerro de Las Coimas, unas dos leguas al nororiente de San Felipe, por el camino que conduce
a Putaendo.
Al llegar a San Felipe, en la noche del 6, Atero supo que el enemigo estaba acampado en Las
Coimas, en número de más o menos 600 hombres, y resolvió atacado. Salió de la plaza a las 2
del día 7, al frente de cuatro compañías de infantería, tres de carabineros y 2 cañones de mono
taña, que hacían en total, unos 600 hombres. La infantería iba montada. Las avanzadas realistas
dispersaron fácilmente a la guardia patriota de Las Coimas, y Quintanilla, creyendo habérselas
con una columna patriota más o menos equivalente, formó las alas de la línea de batalla con las
dos compañías de carabineros, dejando al centro un claro para la infantería. Mas, Atero, que
temía encontrarse con fuerzas superiores y que ahora deseaba limitar la operación a un simple
reconocimiento, mantuvo la infantería en columnas, y ordenó a Quintanilla que persiguiera a los
patriotas sólo con la caballería. Hízolo así el jefe realista, hasta que repentinamente cayó sobre
su flanco derecho un pelotón de 80 granaderos a caballo que arrolló a los carabineros, y los obligó
a retroceder en desorden. Necochea había advertido la errada disposición de Atero y, ocultándose
detrás de algunos ranchos y arbustos, había dejado avanzar a la caballería enemiga en
persecución de los pocos soldados que se retiraban hacia Putaendo, para atacarla por el flanco.
El combate fue breve, y reveló desde el primer momento la enorme superioridad de la caballería
patriota. Los sables realistas, fabricados en la maestranza de Santiago, se quebraban al chocar
con los de los granaderos y la mayoría de las tercerolas se descompusieron a los primeros
disparos. Los carabineros volvieron cara, arrastrando en su fuga a la infantería que Atero
despachó en su auxilio. Para mayor confusión, el resto de la infantería realista, que había tomado
posiciones en la loma de Las Coimas, hizo fuego sobre realistas y patriotas que se acercaban
revueltos. A esta altura del combate, Necochea, comprendiendo que iba a ser fusilado desde las
faldas que coronaba la infantería realista, tocó retirada.
Aunque los realistas habían tenido unas veinte bajas, Quintanilla quiso hacerse fuerte en Las
Coimas, pero Atero se dio cuenta de lo expuesta de la posición y dispuso el retiro a San Felipe.
Allí acordó con Marqueli ocupar Curimón, y, entregándole el mando, tomó el camino de Santiago.
El nuevo jefe, creyéndose amagado por el grueso de las fuerzas de Putaendo, siguió el mismo
día 7 hasta Los Andes, a donde llegó al anochecer. Allí supo la aproximación de Las Heras, y,
abandonando la artillería y las municiones, prosiguió a Chacabuco por caminos extraviados.