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ALBERTO NAVARRO PEÑA
Habías escuchado alguna
vez…
-Arancel aduanero
-Ley de minas
-Minifundio
-Altos hornos del Mediterráneo
-Burguesía financiera
-Inflación
-Bracero
-
Introducción
:Es evidente que la España del siglo XIX, como otros países del área
Mediterránea, se modernizó con retraso. Sin embargo, tras el estancamiento
de la primera mitad del siglo inició un lento crecimiento, la falta de capital, el
retraso de las redes ferroviarias, la escasez de la industria pesada, el bajo
rendimiento agrario, la carencia de espíritu empresarial o el endeudamiento
del Estado serían algunas de las causas que justifican este retraso.
Es en las dos últimas décadas del S. XIX cuando se suceden algunos
importantes cambios en la economía española; las innovaciones técnicas
multiplican la productividad en el campo, la expansión del ferrocarril dinamiza
los intercambios comerciales, la minería inicia un deasrrollo desconocido
hasta entonces contribuyendo a equilibrar la balanza de pagos si bien las
grandes compañías extractivas eran extranjeras, también la mejora tributaria
favoreció la economía aunque se mostro muy benigna con los terratenientes.
El País Vasco (siderurgía) y Cataluña (textil) se convierten en dos ejes
industriales importantes aunque su industria apenas repercute en el resto del
país, si bien arrastraran una considerable migración.
Ya entrado el S. XIX se puede afirmar que en general predomino un
crecimiento positivo de la economía aunque quedó paralizado con el estallido
de la Guerra Civil.
Este crecimiento en el primer tercio del S. XX acortó distancias con otros
países europeos más desarrollados pero cuando estalló el conflicto el país
seguía siendo eminentemente rural. Cabe distinguir entre una agricultura
moderna de tipo Mediterráneo, frutas, hortalizas, cítricos y otra atrasada y
pobre basada en el cereal especialmente en Aragón y ambas mesetas. La
generalización de la electricidad favoreció el desarrollo industrial, a su vez
se generó la necesidad de innumerables obras públicas. La industria
energética, la del automóvil, la cementera o de electrodomésticos inició su
consolidación, además se dio una expansión apareciendo nuevos enclaves
industriales, Sevilla, Zaragoza, C. Valenciana, Cantabria, etc.
No se puede olvidar que un país en vías de desarrollo era muy sensible a
las inversiones extranjeras o a las demandas de otros mercados, si la
primera guerra mundial favoreció a nuestra economía ( aunque acrecentó
las desigualdades sociales), el crack del 29 supuso el retroceso de las
exportaciones españolas.
Por último es necesario señalar que este crecimiento generalizado fue
desigual en el territorio nacional, este panorama dual comportaba una
España industrializada y moderna frente a otra cuya economía se basada
exclusivamente en una agricultura escasamente desarrollada.
Contenidos de la
unidad :
1 -- Antecedentes: la economía española previamente al Sexenio
Democrático
2 -- La mejora de la agricultura a finales del S. XIX
3 -- El desarrollo industrial a finales del S. XIX
4 -- La revolución de las comunicaciones a finales del S. XIX
5 -- Comercio y finanzas en el último tercio del S. XIX
6 -- El crecimiento poblacional y urbano hasta el siglo XX
7 – Transformaciones sociales en el siglo XIX
8 – Visión general de la economía española en el primer tercio del
siglo XX
9– La agricultura hasta la guerra civil
10– Los progresos de la industria en el primer tercio del s. XX
11 – Obras públicas, marco hacendístico y financiero en las
primeras décadas del siglo
12 – El comercio y los problemas de la peseta
13 – Evolución demográfica hasta el conflicto del 36
14 – Cambios y problemas sociales, monarquía, dictadura y
1. ANTECEDENTES: LA
ECONOMÍA ESPAÑOLA
PREVIAMENTE AL SEXENIO
DEMOCRÁTICO :A diferencia de lo ocurrido en otros países europeos, donde el despegue
agrario del S. XIX operó como antecedente inmediato de la
industrialización, la agricultura española se mantuvo lejos de alcanzar altos
rendimientos.
El sector agrícola no conoció las transformaciones experimentadas en otros
países de su entorno y que permitirían hablar de revolución agrícola.
Las razones que explican ese retraso son diversas, y muchas de ellas están
relacionadas entre sí:
-Estructurales: por su composición, el suelo cultivable era de baja
calidad, además la escasez hídrica, tanto de recursos como de
pluviosidad, configuraba una variable que tener en cuenta para explicar la
mala situación del campo español.
--Sociales: faltaba motivación suficiente para introducir transformaciones
técnicas; del mismo modo, la desigual distribución de la estructura de
propiedad era un claro impedimento, sobre todo porque muchas de esas
-Económicas: España carecía de un mercado nacional estructurado. No
había demanda ni una red de infraestructuras como para desarrollar un tipo
de agricultura más dinámica y productiva.
Sin embargo es cierto que el agro español consiguió mayor dinamismo en
ese siglo a partir de la mejora de las comunicaciones, el impacto de las
desamortizaciones y el modelo económico liberal que introdujo a la
agricultura en un desarrollo de mercado.
La articulación del mercado nacional permitió la complementación entre
diferentes zonas agrarias, que a su vez se iban especializando en los
cultivos para los cuales tenían ventajas comparativas más apreciables:
-El modelo septentrional, propio de la franja cantábrica y Navarra donde
predominaba el cultivo del maíz y el auge de otros productos alternativos
como la patata.
-El modelo interior, presente en Aragón, las dos Castillas, León, Extremadura
y parte de Andalucía, se caracterizó por el elevado crecimiento de la
producción de cereales, sobre todo el trigo, por encima de las necesidades
del aumento demográfico, lo que consolidó su papel de zona exportadora de
grano al resto de regiones.
LA ABOLICIÓN DE LOS SEÑORÍOS
La diversidad de consecuencias que tuvo la abolición de los derechos
señoriales tiene que ver con las distintas formas en que el patrimonio
agrario señorial aparecía a comienzos del siglo XIX.
En la mayor parte de la Corona de Castilla consistía en tierras que se
cedían en arrendamientos a corto plazo, lo que permitió que (…) los
señores pudiesen reclamar la tierra como propiedad.
En la Corona de Aragón, en Galicia y en Asturias dominaba la cesión de las
fincas a largo plazo, sometidas a un pago de un canon (…), lo que creaba
una ambigua división entre la propiedad directa del señor (…) y el dominio
útil del campesino. (…)
En buena parte de Andalucía la tierra de los señores acabó convirtiéndose
en propiedad privada y particular (…).
En el País Valenciano, la existencia de una oligarquía de tenedores de la
tierra cedida en enfiteusis (…) benefició sobre todo a esta capa intermedia
de enfiteutas.
J. Fontana: La época del liberalismo, 2007
-El modelo Mediterráneo contempló la expansión del viñedo y de los cultivos
frutales, especialmente la naranja, con fines exportadores.
Tras la crisis que supone para la agricultura, y toda la economía, la guerra de
Independencia, esta entra en un periodo de expansión que dura de 1830 a
1880. Este florecimiento se debe a la integración, en un mercado nacional, del
consumo interior, gracias a la mejoría de los transportes. La población se
incrementa por el comienzo de la transición demográfica. Se toman
medidas proteccionistas con el exterior para proteger los productos
nacionales, al mismo tiempo que se hacen esfuerzos para liberalizar el
mercado interior. Se reforma la producción agrícola y se termina con el
policultivo de subsistencia, pasando a la especialización productiva regional
que se ha indicado anteriormente.
La política económica fue predominantemente proteccionista. El gobierno
mantenía los intereses de los grandes propietarios agrícolas, puesto que el
proteccionismo les garantizaba precios altos en el mercado y les ahorraba
inversiones.
Los bajos salarios de los jornaleros dificultaron la demanda de bienes de
consumo industriales y, por lo tanto, la existencia de una industria que
La Desamortización de Mendizábal.
Los bienes del clero regular (órdenes religiosas) fueron nacionalizados y su venta ordenada en
1836, por decreto de 19 de febrero emitido por el primer ministro Juan Alvarez Mendizábal en virtud
del poder que en él habían delegado las Cortes.
La Desamortización de 1836 es pieza maestra del programa de Mendizábal para financiar la
guerra contra los carlistas, entonces en su apogeo (la guerra y el partido carlista), para sanear la
Hacienda, y para crear, “una copiosa familia de propietarios” (Mendizábal) materialmente interesada
en el triunfo de la causa liberal.
La venta de los bienes nacionalizados procedió activamente, aunque los avatares políticos y
militares de la guerra tuvieran influencia en su ritmo. Durante los 5 años siguientes este decreto
vendió tierras por valor de 1700 millones de reales (430 millones de ptas.). El número de hectáreas
es desconocido.
La Desamortización de Madoz.
La Ley Madoz o también de Desamortización general, de 1 de mayo de 1855, fue la última y
más importante etapa de esta gran operación liquidadora. Se llamaba Desamortización general
porque se trataba ahora no ya sólo de los bienes de la Iglesia, sino de todos los amortizados: de los
pertenecientes al Estado y a los municipios también.
Se trataba de vender en pública subasta todos aquellos bienes raíces que no pertenecieran a
individuos privados. La Ley rigió durante toda la 2ª mitad del siglo XIX y se enajenó prácticamente la
totalidad de los bienes desamortizables y desamortizados. El grueso de lo enajenable se había
vendido antes de la Restauración. Entre 1836 y fin de siglo se vendieron 11.300 millones de reales de
bienes nacionales. Al terminar el año 1867 se habían vendido las ¾ partes de los bienes nacionales
(8.300 millones).
Cortijo extremeño siglo XIX.
Las estructuras de propiedad de la tierra se polarizaron en torno al
minifundio en el norte, que dificultaba la subsistencia, y el latifundio en el
sur, que condenaba a miles de jornaleros a una situación de miseria.
El desigual reparto de las rentas agrarias y de la tierra, el atraso
tecnológico del campo español, la falta de demanda de mano de obra
industrial que evitase la presión social y la política proteccionista de los
gobiernos que encarecía los precios de los alimentos provocó una
radicalización de un amplio sector del campesinado jornalero, que desde
la década de los sesenta empezarán a reclamar la reforma agraria y la
ocupación de fincas.En cuanto a la ganadería el aumento de la producción ganadera
significa una clara recuperación después de una tendencia a la baja.
Debido a los condicionantes geográficos, en la mayor parte de España la
agricultura y la ganadería eran actividades alternativas en lugar de
complementarias. Tres siglo de lucha entre agricultores y pastores (sobre
todo en el siglo XVIII, con la abolición de la Mesta y la Desamortización)
favorecieron la extensión de los cultivos a expensas de los pastos. Los
datos disponibles muestran una disminución de la cabaña ganadera
(menos los animales de trabajo, caballos y mulas, se mantuvieron mejor)
durante la 2ª mitad de siglo; los primeros signos de recuperación
aparecieron en los años 90.
Jornaleros manchegos, segunda mitad del siglo XIX.
Los historiadores económicos están en general de acuerdo con “el
fracaso de la Revolución industrial en España”. Se malogran una serie de
intentos privados y públicos de conducir a España por la senda de la
modernización económica, senda que en el siglo XIX implicaba el proceso
de industrialización. Pese a estos intentos la economía española
permaneció mayoritariamente agraria. Entre los intentos de modernización
pueden citarse varios ejemplos notables:
•En la esfera privada, los empresarios catalanes hicieron repetidos esfuerzos
para crear y desarrollar una base industrial en el Principado.
•En la esfera pública, el partido progresista llevó a cabo varios proyectos para
sentar las bases de una sociedad industrial y tecnificada. Los más
destacados fueron el programa legislativo del Bienio Progresista (1854-56) y
las medidas ejecutivas y legislativas tomadas durante la Gloriosa Revolución
(1868-74).
El estancamiento no fue total. Cataluña, y especialmente Barcelona,
llevó a cabo un notable proceso de industrialización:
•Se llevó a cabo la desamortización de la tierra;
•Se construyó una red ferroviaria;
•Se introdujeron mejoras en el sistema educativo;
•Fueron reformados los sistemas monetario, bancario, y fiscal;
•Se estableció y llevó a la práctica el principio del presupuesto anual;
•Se desarrollaron algunas industrias manufactureras y se modernizaron
parcialmente otras; pero la ansiada revolución industrial no se consumió.
El algodón y el hierro fueron los sectores clave en la 1ª revolución industrial en
la Inglaterra el siglo XVIII. Estos fueron los sectores que más profunda
transformación sufrieron en el España del XIX, aunque no encabezaron una
revolución. Esto se debió en parte a la falta de apoyo de los factores que
influyeron en la modernización económica de Inglaterra:
Una agricultura próspera y comercializada.
Una eficiente red de transporte.
Multitud de otras ramas manufactureras (metal-
mecánica, construcción, ingeniería, química, cerámica, otras de consumo).
Un eficiente sector servicios (destacando el sistema bancario y el mercado de
capitales).Una burocracia estatal y local competente y discreta.
Las primeras fábrica en Cataluña:
La fábrica Bonaplata y Cía. Empezó a montarse en 1832; es la primera
que armó telares de tejer mecánicamente, que introdujo así mismo el
huso de hierro colado planteando la construcción de máquinas. Esta
sociedad tuvo también la primera máquina de pintar indianas: ahora, no
solamente pueden construirse en sus talleres todas las máquinas
necesarias para ellos, sino que recibiendo el algodón de Motril, en
rama, sale de ellos pintado y dispuesto a ser cortado para vestidos, en
competencia con los extranjeros. Tiene empleadas de seis a setecientas
personas (…), los telares mecánicos y demás que encierra el
establecimiento, movido todo por la hermosa máquina de vapor, son
dignos de atención de todos los fabricantes.
Informe de la Comisión de Fábricas, 1833.
Todos estos elementos faltaron o fueron insuficientes en España; pero las
tendencias conservadoras y proteccionistas de los empresarios también
tienen su parte de responsabilidad. Los factores físicos que tanto influyeron
en el estancamiento agrícola también debieron tener su peso en la industria;
así como los serios problemas energéticos a los que se enfrentó. Otro factor
que en España fue muy escaso es el agua: los ríos exiguos e irregulares
hurtan a la industria de una fuente alternativa de energía.
Pero el agua es además un factor de producción vital para muchas
industrias, como la química y la papelera.
La importancia del agua como recurso industrial y energético puede ser una
explicación de la localización de la industria española en regiones
relativamente ricas en agua, como Cataluña y el País Vasco, y su escasez
general un factor más del atraso industrial el país en su conjunto.
Las cifras de población españolas estaban lejos de ofrecer el incremento
demográfico imprescindible para garantizar el crecimiento de la demanda.
Esta población, además, carecía del poder adquisitivo de otros países.
Cataluña se convirtió en la principal región fabril española. El despegue de esta
industrialización se dio a finales del siglo XVIII gracias a las mejoras agrarias, al
incremento en la demanda interior y a la expansión del comercio con la
América española, que propiciaron la primera expansión industrial.
Así comenzó la constitución de un tejido productivo cimentado en la fuerza del
vapor, en la fábrica y en la expansión de una burguesía industrial. El proceso
tuvo su origen en el sector textil, basado en el algodón, que llegó a ser el
símbolo de la pujanza industrial catalana.
La expansión de la industria algodonera fue posible por la aplicación de una
legislación proteccionista que preservaba la producción catalana de la
competencia británica en un momento en que la independencia de América
obligaba a garantizarse los mercados interiores. Este proteccionismo tuvo como
consecuencia que la burguesía catalana estrechara su alianza con los
moderados, proclives a este tipo de políticas arancelarias.
Entre 1835 y 1861 se produjo el despegue algodonero catalán, expresado en el
crecimiento de las importaciones de algodón (que multiplicaron por 10), en la
instalación de husos mecánicos y en el crecimiento exponencial del consumo
de vapor. Al amparo del auge algodonero, Cataluña atrajo industrias textiles
históricamente implantadas en otras regiones, como la lana castellana, la seda
valenciana o el lino gallego.
Al margen del sector textil, la industrialización catalana fue de menor
intensidad, aunque acabó por consolidar una industria metalúrgica y mecánica
que daba servicio a la producción textil y que alcanzó su máxima expresión a
finales del siglo.
Por su parte la industria siderúrgica puso de manifiesto las insuficiencias
energéticas españolas y las dificultades para la aplicación de las innovaciones
tecnológicas procedentes del exterior.
-Andalucía fue la región pionera en la apertura de altos hornos; los capitales del
puerto de Málaga, la riqueza mineral de la región y el carbón vegetal fueron los
ingredientes de una tentativa llevada a cabo entre 1830 y 1874, pero que desde
mediados de siglo dio muestras de su precariedad.
-Asturias la sustituyó desde 1850, aprovechando los yacimientos hulleros de la
cuenca del Nalón. En 1868, el foco de siderurgia asturiana se encontraba en
pleno proceso de expansión, y el eje Mieres-La Felguera absorbió la mitad de
la producción nacional.
-El País Vasco no iniciara su despegue industrial hasta el último tercio del siglo.
-En el resto de España, los antiguos talleres artesanales convivían con fábricas
más modernas diseñando un panorama que ofrecía un crecimiento industrial
inferior al francés o al belga, similar al italiano y superior al de toda Europa
oriental.
Altos Hornos de
Málaga. Fábrica de La
Constancia, 1847
Maquinaria de excavación en
las minas de Riotinto, Huelva.
La sustitución de animales y hombres por energía hidráulica y, sobre todo, por
carbón, es el rasgo distintivo de la 1ª Revolución Industrial. En España, durante
el siglo XIX, esta transición se inicia, pero no se completa.
La escasez de recursos energéticos ha sido un obstáculo poderoso al desarrollo
económico; en especial, la escasez de depósitos carboníferos en Cataluña dan
lugar al escaso desarrollo de la industria básica catalana pese al fuerte
crecimiento d la de consumo.
Durante la 1ª mitad del siglo XIX las fuentes de energía utilizadas en España
siguen siendo las tradicionales: mayoritariamente humana y animal;
marginalmente hidráulica y eólica (molinos de agua y viento, veleros); como
principal combustible doméstico, la leña.
El carbón español ha sido un obstáculo al crecimiento económico del país, ya
que su extracción ha sido el caso clásico de industria no competitiva que ha
sobrevivido gracias a la protección, recargando los costes de las actividades
consumidoras, que son todas las que integran el proceso de la 1ª Revolución
Industrial. La protección al carbón español fue haciéndose un lastre cada vez
más pesado al modernizarse la estructura industrial del país y aumentar su
consumo, de un lado, y de otro al desarrollarse la tecnología de extracción y
transporte, que abarataba la hulla en los mercados internacionales, lo cual
encarecía la española comparativamente. En la medida en que se protegía el
carbón español la economía dejaba de aprovechar la oportunidad que la baja de
-Factores del estancamiento de la minería española:
Respecto a la oferta, la falta de capital y de conocimientos técnicos
obstaculizaban la producción a la escala adecuada.
Respecto a la demanda, el subdesarrollo del país privaba a esta industria en
potencia de los mercados que justificaran su desarrollo.
Respecto de la legislación que, aunque deseosa de estimular el desarrollo, era
excesivamente regalista. La Ley de Minas de 1825 establecía el principio del
dominio eminente de la Corona sobre las minas, con lo cual colocaba a los
concesionarios privados en una situación precaria. A lo largo del siglo se
fueron dando otras leyes de minas menos regalistas y más favorables a la
iniciativa privada, como las de 1849 y 1859, pero al parecer fue la legislación y
la política de la Revolución de 1868 la que desencadenó la fiebre minera del
último cuarto de siglo.
Sin capital físico y humano, sin mercados donde vender, ¿cómo iba a
desarrollarse la minería, por muchas leyes que se dieran? La demanda de los
minerales española presuponía una industria metalúrgica que no se podía
improvisar; y el capital y la técnica que la explotación requería tampoco los
había en España.
Paisaje industrial minero, Asturias, s. XIX.
O se explotaban las minas con ayuda del capital extranjero y con vistas a la
exportación, o permanecerían inactivas por mucho tiempo. De esta
alternativa eran muy conscientes los hombres de la Gloriosa que pusieron
en marcha esa legislación minera que ellos mismos consideraban como una
extensión al subsuelo del principio desamortizador.
Aunque las compañías extranjeras (e incluso las españolas) emplearon
técnicos y alto personal foráneos, a la larga la tendencia fue a emplear una
proporción creciente de nacionales: la ingeniería de minas fue
probablemente uno de los campos donde la ciencia y la técnica españolas
rayaron a mayor altura en el siglo XIX.
La industria algodonera española (catalana) caminó en pos a la inglesa: sus
técnicas fueron a la zaga, el tamaño de sus fábricas fue menor, sus precios
más altos. Durante casi todo el siglo XIX, Inglaterra se benefició de ser el
precursor: redes comerciales, tecnología de punta, escala de producción
óptima, mano de obra y personal bien formados, etc. Ante esta superioridad
británica, sólo tenían 2 alternativas: o bien competir especializándose en
unos pocos productos en que tenían ventaja comparativa (Suiza y Bélgica);
o bien recurrir a la protección arancelaria (España y Francia).
Además de las regiones y sectores señalados, progresivamente la
industrialización alcanzó a otras zonas y actividades:
-Regiones como La Mancha o Andalucía desarrollaron una creciente
industria agroalimentaria, sobren todo vinculada a la producción harinera.
-En Valencia, el desarrollo de una agricultura para la exportación fue un
estímulo para el desarrollo industrial.
-En Aragón, la decadencia del textil tradicional fue compensada con el
desarrollo de la industria harinera, que buscaba sus mercados en Cataluña.
-En Madrid se apreciaba cierto dinamismo industrial con dos sectores
punta, el tipográfico y editorial. También evolucionó el gran taller, vinculado
al consumo de lujo o la manufactura protegida, como la Fábrica de tabacos.
El desarrollo del ferrocarril permitió la aparición de una industria de
maquinaria, como los talleres de la compañía Madrid-Zaragoza-Alicante.
La Historia muestra la contribución crucial que los transportes han tenido en
el desarrollo económico . En la España del S. XIX el problema del transporte
fue uno de los obstáculos para la modernización económica.
A pesar del notable programa de construcción de carreteras, emprendido a
partir de 1840 con el que España contó a finales de siglo con unos 36.000
km, los progresos de la carretera fueron insuficientes. El transporte fluvial era
casi inexistente dada la naturaleza de los ríos. Sólo el transporte marítimo
experimentó en el S.XIX un progreso considerable gracias a la mejora de los
puertos y a la introducción del vapor a finales de siglo.
La construcción de la red ferroviaria en España se retrasó unos treinta años al
respecto a los países europeos más desarrollados, Gran Bretaña o Francia.
Atraso debido tanto a la desidia gubernamental como al escaso desarrollo
económico.
La primera ley de 1844 por la que el Estado se reservaba la concesión de las
líneas ferroviarias, dejaba su construcción a la iniciativa privada. Pero dio lugar
a la especulación y una serie de escándalos.
Tan sólo se construyeron unas pocas líneas (Barcelona-Mataró/Madrid-
Aranjuez/Valencia-Xàtiva). Además se cometió un grave error técnico que se
arrastraría hasta nuestros días: el ancho de vía establecido era mayor que la
norma europea.
Así, antes de 1855 sólo se habían construido 475 Km.
El impulso vino con la Ley general de Ferrocarriles de 1855, aprobada por los
progresistas. Por esta ley el Estado otorgaba una serie de ventajas económicas
a las empresas constructoras: facilitaba la creación de sociedades
anónimas, garantizaba una rentabilidad mínima del 6 % y la libre importación de
material para el ferrocarril. Todo ello se completaba con la Ley Bancaria de 1856
que permitió la rápida formación de un sistema bancario para, entre otras
cosas, financiar la construcción de la red ferroviaria.
Entre 1856 y 1866 la red de ferrocarriles alcanzó unos 5000 Km. Esta
aceleración se debió al apoyo estatal y a la aportación del capital, de la
tecnología y de la iniciativa extranjera, sobre todo francesa.
Coetánea a la construcción del ferrocarril fue la creación de un moderno sistema
de comunicaciones basado en el correo y el telégrafo, que posibilitó los primeros
ensayos del teléfono. El nuevo sistema tuvo una repercusión enorme como
elemento modernizador:
-Junto al ferrocarril contribuyó a articular el Estado Liberal. El telégrafo permitió
la transmisión en breves instantes de las órdenes y disposiciones
gubernamentales.
-Facilitó las transacciones mercantiles de toda índole, y fue el pilar del sistema
financiero, al facilitar una mayor operatividad de la Bolsa, que había iniciado sus
-Resultó esencial para la incorporación de la economía española al sistema
económico mundial que se estaba constituyendo, gracias a la expansión
imperialista, en la segunda mitad del siglo XIX.
-Posibilitó el nacimiento de la prensa de información, cuyos primeros
exponentes fueron La Correspondencia de España (1860) y El Imparcial
(1867), de gran influencia política hasta finales de siglo.
2. LA MEJORA DE LA
AGRICULTURA A FINALES DEL
S. XIX :Lo más destacable de las Desamortizaciones es que puso en cultivo
grandes extensiones de tierras hasta entonces poco, mal, o nada
explotadas. Y este aumento de la superficie cultivada era necesario para
alimentar a una población en lento pero continuo crecimiento desde
principios de siglo XVIII. La presión de la población había causado aumentos
en los precios de los alimentos y en los de la tierra misma, lo cual hacía a
ésta cada vez más atractiva como medio para solucionar los agobios de la
hacienda pública. La Desamortización mataba así dos pájaros de un tiro: la
carestía de los alimentos y el déficit crónico de la Hacienda.
Hasta fines de siglo XIX no se organizó un servicio oficial capaz de reunir
información estadística agraria, por lo que hasta entonces la información
sobre superficies cultivadas y producciones ha de ser parcial e hipotética.
La producción de trigo creció más rápidamente que el volumen total hasta
los años 70, en que la competencia extranjera causó una redistribución en
las proporciones producidas, de tal modo que otras cosechas, como el
maíz, las naranjas, y otras frutas crecieron a mayor ritmo.
El centeno y otros cereales poco apreciados (mijo, sorgo, panizo), en
cambio, se estancaron relativa y a veces absolutamente.
Aunque las proporciones producidas cambiaron algo a finales de siglo
XIX, puede decirse que la estructura de la agricultura española permaneció
bastante estable a largo del siglo. Era una estructura típicamente
mediterránea, basada en el cereal (en especial el trigo), el olivo y la vid. Hacia
1890 estos tres grupos de cosechas (más las leguminosas) ocupaban el 90 %
de la tierra cultivable y producían aproximadamente el 80 % del valor total del
producto agrícola (excluyendo bosques y la ganadería).
Dentro de los cereales y las leguminosas (que ocupaban los dos el 75 % del
suelo y producían un 55 % del producto), el trigo representaba la mitad, y
significaba entre el 25 y el 30 % del producto agrario y entre el 35 y 40 % del
suelo cultivado.
A finales de siglo se da una gran crisis agraria y como consecuencia de ella la
política proteccionista y del arancel de 1891. Mientras la producción de
cereales disminuía y aumentaba la de frutas y huerta, la superficie dedicada a
los cereales aumentaba considerablemente. La explicación puede residir en el
barbecho, el cual dedicado parcialmente a pastos, explicaría el aumento de la
producción ganadera mientras que la tierra oficialmente dedicada a pastos
disminuía. La expansión de la tierra cereal también puede ser consecuencia de
La transición a la agricultura moderna fue lenta, sobre todo por la protección
arancelaria. Los aranceles del trigo han sido altos en España al menos desde
1820, con la excepción del periodo de vigencia del arancel de 1869, en que
fueron moderados, aunque con tendencia a aumentar. A partir de 1892, con
el arancel de ese año, la tarifa fue altísima. Esta protección fue haciéndose
necesaria para los cultivadores trigueros a medida que mejoraban los
métodos de transporte y la competencia de otras agriculturas más
productivas se agudizaba. Sin embargo, la mejora del transporte beneficiaba
la exportación de aquellos productos, muchos de ellos perecederos, en que
España tenía ventaja.
Si la protección al trigo no hubiese sido tan alta, las crecientes importaciones
de este cereal hubieran causado una disminución en el número de
cultivadores trigueros, eliminando a los menos eficientes. Esto hubiera
llevado consigo una redistribución de recursos hacia productos y técnicas
más productivos y competitivos (no sólo frutas y verduras, sino también
patatas, maíz, ganado, y a la introducción de más fertilizante, mejores
rotaciones y regadíos, etc.), causando un flujo de emigración de la árida
meseta hacia las ciudades y el extranjero. Todo esto ocurrió, pero a ritmo
lento que conllevó un retraso en el crecimiento de la renta. De esta forma, al
optar a favor de la protección arancelaria, los políticos españoles
Huerta valenciana, s. XIX
También la protección arancelaria contribuyó al estancamiento económico en
la medida que perjudicó el desarrollo de los productos mediterráneos.
No sólo porque la protección estorbaba la movilidad de los recursos, sino
también porque provocó represalias contra las exportaciones españolas
especialmente de frutas y hortalizas, en otros países mediterráneos (Francia);
el jerez se encontró con aranceles en Inglaterra; las pasas, las cebollas y otros
productos, en USA; etc. Los aranceles son un arma de doble filo, y en el caso
español ambos filos se opusieron a la modernización agrícola.
Con la mejora de las comunicaciones y la aparición en la escena económica
de los nuevos países (E.E.U.U., Canadá, Australia o Argentina) los productos
agrícolas invadieron el mercado europeo. España tuvo que reconvertir el
sector con nuevos productos; en este sentido hay que interpretar la reducción
del cereal en beneficio de la vid (aprovechando la crisis provocada por la
filoxera en Francia) y del olivo. Vino, aceite de oliva y cítricos crecieron
espectacularmente en sus exportaciones.
3. EL DESARROLLO INDUSTRIAL
A FINALES DEL SIGLO XIX :
El lento desarrollo de la siderurgia nacional constituía un escaso incentivo
para la explotación a gran escala de los abundantes minerales ferrosos en
España. Fue el desarrollo del acero inglés (y alemán) el principal factor
determinante del auge extraordinario de la minería del hierro en España. Fue
también la rápida expansión de la tecnología del acero, iniciada con el
convertidor Bessemer, la que estimuló la demanda de hierro español.
El convertidor inventado por Henry Bessemer permitía la fabricación en
masa de acero de buena calidad a partir del lingote de hierro. Pero para que
el acero Bessemer fuera de la calidad deseada, el lingote que se utilizaba
como materia prima debía estar libre de fósforo. En Inglaterra lo había, pero
no en las cantidades que la creciente demanda de acero exigía. El mejor
situado era el de la cuenca vizcaíno-santanderina, y sobre él se centraron los
intereses de los siderúrgicos británicos. El malagueño estaba un poco lejos.
En cuestión de unos pocos años a partir de 1871 se fundaron más de 20
compañías británicas dedicadas a la explotación de minas de hierro en
España (Orconera Iron Ore Company, Luchana Mining Company, Schneider -
francesa-, etc.).
Junto con el capital extranjero, el capital español puso también manos a la
obra en la explotación del mineral: la compañía Ybarra tenía una considerable
participación en la Orconera Iron Ore Company; aparte de esto, ella misma
explotaba sus propias minas. Aparecieron también numerosas sociedades
mineras españolas para beneficiar el hierro vizcaíno, santanderino y andaluz.
La explotación necesitaba una escala mínima considerable porque, aunque
cercano al mar, el mineral había de ser extraído y transportado en grandes
cantidades. Se construyeron ferrocarriles mineros, muelles de carga e
instalaciones de lavado y concentrado (la Orconera construyó un ferrocarril
para transportar el mineral desde sus minas hasta Baracaldo). Sin el estímulo
de la demanda y el capital exteriores hubiera sido imposible realizar estas
obras de infraestructura.
La mayor parte del mineral producido se exportaba (como media, un 90
%), se embarcó a otros países. La mayor parte de este hierro salió por Bilbao
(entre un 80 y 90 % durante la década de los 80 y los primeros años de los
90). La gran parte de lo exportado por Bilbao (2/3 aproximadamente) salía con
destino a Inglaterra. Del resto, la mayor parte iba hacia Alemania y, en
menores cantidades, a Francia y Bélgica. La parte del mineral de hierro
español que salía con destino a Estados Unidos era pequeña y en su mayor
parte procedía de Málaga. A partir de 1885 aproximadamente, España
El rápido crecimiento de las exportaciones durante estas décadas convirtió
a España, a finales del siglo XIX, en el mayor exportador de mineral de
hierro en Europa, con una gran diferencia sobre el segundo, Suecia, que en
1900 exportó una 5ª parte del volumen español. Sin embargo España no
era el primer productor de mineral. Lo que llama la atención del caso
español es la enorme desproporción entre producción y exportación ya que
se exportaba casi todo lo producido en vez de desarrollar la industria
siderúrgica o beneficiarse de esa exportación cuyos beneficios se iban con
el mineral ya que el capital de las explotaciones, en gran parte, también era
extranjero. La economía española no tenía alternativa: o exportar el mineral
con ayuda del capital extranjero, o dejarlo bajo tierra.
La venta del hierro español se hizo en el mejor momento posible, en que el
auge del proceso Bessemer hacía que su cotización alcanzase valores
máximos. Más adelante, con la difusión de otros procesos que no exigían
mineral no fosfórico, el descubrimiento de nuevos yacimientos, y la baja de
los precios de los fletes, el precio del mineral español cayó.
Altos hornos de Vizcaya (siglo XIX)
La exportación masiva del mineral de hierro tuvo sobre la economía
española, y sobre todo la vascongada, unos efectos dinamizadores
extraordinarios. Todos los autores reconocen que el desarrollo de la siderurgia
vizcaína fue posible gracias a la capitalización que permitieron los fuertes
beneficios obtenidos por la exportación del mineral a Inglaterra. Durante gran
parte del siglo XIX las minas de Río Tinto fueron explotadas de manera
ineficiente y fraudulenta por concesionarios, con poco beneficio para el Estado.
Decidido a obtener un rendimiento tangible, y presionado por las deudas, el
gobierno decidió desamortizar Río Tinto en 1870. Pese a la calidad del
criadero, el precio que el gobierno español pedía y la inversión de capital
hicieron que se tardara en encontrar comprador. En 1873 apareció un
consorcio internacional encabezado por un banquero londinense con
participación de un banco alemán, e incluso dinero español. La mayor parte
del capital se destinaba a inversiones infraestructurales, y una parte pequeña
pero sustanciosa a recompensar a los socios fundadores. La construcción del
ferrocarril minero Río Tinto – Huelva y los mulles, así como la preparación de
la mina para la exportación fueron esas infraestructuras. Cuando comenzó
esta compañía resultó un éxito aun mayor que Tharsis en volumen
producido, en volumen exportado, y en beneficios. Estas dos compañías
fueron las mayores, pero no las únicas, en la explotación de las piritas
El papel de haber sido la minería un enclave de las encomias extranjeras casi
sin repercusiones en la española, parece característico de la minería en
algunos países subdesarrollados. Pero no fue tan total como puede haber
sido en otros casos, si bien gran parte de los beneficios se exportó, otra parte
se reinvirtió, característicamente en siderurgia (la minería del hierro fue el
motor de la modernización económica del País Vasco).
La cuestión está en el precio que el país percibe por la explotación de sus
recursos mineros: de un lado por la relación de intercambio; de otro, la de
los beneficios de las compañías. Los precios de los minerales descendieron
en el mercado internacional durante el ultimo cuarto del siglo XIX; lo que
nos interesa es el precio relativo de los minerales, no el absoluto. Según
otros estudiosos muestran que los precios relativos de los minerales no
descendieron y que la relación de intercambio para España mejoró hasta
bien entrado el siglo XX, en especial si tenemos en cuenta la mejora de la
productividad en la minería. Por tanto no apoya la afirmación de que
España fuera expoliada en la exportación de sus minerales.
Por su parte, el aumento de la demanda del carbón vino propiciado por la
máquina de vapor y el desarrollo de la siderurgia. Aunque los yacimientos
hulleros españoles estaban distribuidos por diversas zonas, fue en
Asturias, como hemos visto, donde la minería del carbón alcanzó mayor
desarrollo debido a la abundancia de recursos y a la facilidad para acceder al
transporte marítimo.
Sin embargo, la competencia que supuso la llegada del carbón galés sólo
pudo ser paliada con el proteccionismo arancelario. A partir de 1876, con la
llegada de carbón de coque galés a Bilbao se consolidó la industria
siderúrgica marginando al foco asturiano. Su mayor poder calorífico y menor
preció comportó la pérdida de competitividad de las empresas asturianas. La
consolidación del eje comercial entre Bilbao y Cardiff, basado en la
exportación de mineral de hierro y en la importación de carbón galés, para los
altos hornos, desempeñó un papel de primer orden en la industrialización
vasca.
La industria algodonera española o catalana fue sustituyendo gradualmente a
la inglesa en el mercado español gracias a la protección arancelaria y a la
represión del contrabando (las prendas de algodón introducidas ilegalmente
por los Pirineos, Portugal y Gibraltar, a principios de siglo, abastecía el 80 %
del mercado español). A mediados de siglo, el contrabando sólo representaba
el 20 % de la producción nacional y las importaciones legales menos del 5 %.
Entre los años 30 y 50, la industria algodonera catalana pasó de abastecer el
20 al 75 % de la demanda española; de ahí el alto crecimiento pese a los
obstáculos comerciales.
Hacia 1855 el desarrollo se interrumpió debido a estas causas:
La política económica progresista abrió nuevas posibilidades de inversión,
como la tierra, las minas, los bancos, y los ferrocarriles.
La Guerra de Secesión americana provocó un “hambre de algodón” a partir de
1861.
El final de esta misma guerra causó una grave depresión internacional, al caer
fuertemente los precios del algodón que pocos años antes habían subido
tanto.
Tras 1868 la industria catalana comenzó a recuperarse (en contradicción
con las predicciones de los fabricantes al aprobarse el relativamente liberal
Arancel Figuerola). La tasa de crecimiento no fue tan alta como antes y la
crisis volvió a golpear en los 80, debido a la depresión internacional. La banca
catalana también se vio afectada y el malestar pasó de ser económico a
político, manifestándose la protesta en el popularmente conocido en catalán:
Memorial de greuges (agravios).
En 1882 se promulgó la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas, que
reservaba los mercados coloniales antillanos a la industria española
(catalana). Bajo esta protección, la industria volvió a crecer, con Cuba y
Puerto Rico absorbiendo una parte importante de la producción. La
independencia de las colonias en el 98 fue otro duro golpe para la industria
algodonera, cuya producción se estancó durante las primeras décadas del
siglo XX. Gracias a la protección los fabricantes podían vender su mercancía
a precios más altos que los del mercado internacional, lo cual perjudicaba a
los consumidores. También perjudicaba a los contribuyentes (consumidores
igual) porque los ingresos impositivos de los casi prohibitivos aranceles eran
menores de lo que hubieran sido con más importaciones legales y menos
contrabando.
También, los fabricantes hicieron causa común con los terratenientes a finales
de siglo y lograron formar un lobby o bloque proteccionista invencible.
A cambio de esta protección, la industria algodonera ofrecía al país dos
cosas:
En la medida en que sustituía importaciones contribuía a aliviar el déficit de la
balanza comercial, sin olvidar que importaba algodón en rama, carbón y
maquinaria.
La industria algodonera fue la columna vertebral de la industrialización en
Cataluña, la única región que sufriera un proceso de modernización en el
siglo XIX.
Cómo compensaban al resto de España, y de Cataluña, estas contribuciones
de la industria algodonera, no está claramente establecido. Hay que
comparar las ventajas de la sustitución de importaciones con los
inconvenientes de un producto más caro. Al igual que contar con las ventajas
e inconvenientes de tener una ciudad y una región (Barcelona y Cataluña)
que estaban muy por delante del resto del país.
La industria algodonera estimuló el crecimiento de otras industrias en torno a
Barcelona (en especial la química y la mecánica). También absorbió mano de
obra catalana y de otras regiones, como Andalucía y Murcia.
En lo negativo hay que recordar, que por ser una industria protegida y con
posibilidades de expansión muy limitadas, a partir de mediados de siglo es
responsable de la crisis de la economía barcelonesa durante los últimos
decenios del siglo XIX y principios del XX, crisis que se manifiesta en la
decadencia del sistema bancario, bajos niveles de salarios y
beneficios, paro, y una situación endémica de tensión y violencia social.
La cuestión debe plantearse entre una industria protegida y otra sin
protección arancelaria, de elegir una u otra que hubiera pasado
El problema clave de la siderurgia española era su localización, ya que el
carbón era más caro de transportar que el hierro, por su valor intrínseco, por
lo tanto las industrias debían de haberse localizado en el exterior y no en
Bilbao, Avilés, Málaga, o Sagunto. En cierto modo lo hizo, ya que exportó gran
parte del mineral de hierro que extrajo de sus minas.
Económicamente el tener buenos depósitos férricos no era lo más importante
para convertirse en potencia siderúrgica, sino que era más importante la
abundancia de buen carbón coqueficable; y una fuerte demanda de los
productos de la industria. Al faltar ambos en España es lógico que la
siderurgia tuviera dificultades. El tener ricos yacimientos de hierro no
presupone necesariamente el desarrollo de una gran siderurgia.
a sucesiva localización por todo el territorio nacional fue poco a poco
desapareciendo por falta de competitividad. Casi todos se enfrentaban con el
problema de la lejanía y carestía del carbón. La localización que terminó por
predominar fue la de Vizcaya (paradójicamente la más racional por que en
Vizcaya lo abundante es el mineral, no el combustible; pero el mineral la
aproximaba a las fuentes de combustible, porque las exportaciones de
mineral de hierro a Inglaterra abarataban el transporte de coque británico en
los buques que hacían la travesía a Bilbao para embarcar el mineral vasco.
El atraso de la siderurgia es evidente, durante las últimas décadas del siglo, la
producción de la siderurgia española, sobre todo la vizcaína, creció y se
modernizó de manera notable. En 1884 se introdujeron los primeros
convertidores Bessemer y poco después los primeros hornos Siemens-
Martin, con lo cual comenzó a desarrollarse la hasta entonces insignificante
producción de acero, sin embargo, no fue suficiente para dar a la siderurgia
española un lugar relevante en el panorama europeo. En 1900 las
producciones españolas de hierro y acero eran 1/30 y 1/40 de las respectivas
producciones inglesas. La producción inglesa de acero, a su vez, había sido
superada por la alemana.
Con la expansión de la minería se desarrolló en España una nueva rama de la
industria química: la de los productos explosivos, en concreto, sobre todo, la
Dinamita y sus derivados, las gomas explosivas. La Sociedad Española de la
Dinamita, con patente Nobel y capital mayoritariamente francés, británico y
belga, se estableció en Galdácano (Bilbao) en 1872 y sus ventas pronto
crecieron a gran velocidad al crecer la producción minera. Los principales
clientes de la Sociedad eran las grandes explotadoras del subsuelo: Río
Tinto, Tharsis, Asturiana de Minas, Orconera, etc.
Pronto aparecen competidores en Asturias, Vizcaya y Cataluña, casi todos
ellos con financiación total o parcialmente extranjera. Esta competencia dio
paso aun acuerdo de cártel, que pronto tuvo reconocimiento oficial al crearse
el Monopolio de Explosivos en 1897 (Unión Española de
Explosivos), monopolio que el cártel arrendó por 20 años, demostrando el
progresivo interés por la nacionalización de la industria auxiliar. Hacia 1882
comenzó la Sociedad de la Dinamita a producir los ácidos nítrico y sulfúrico
que consumía y que antes importaba; poco después comenzó a aprovechar
sus subproductos para manufacturar superfosfatos, negocio que creció muy
lentamente por falta de demanda. El personal técnico extranjero comenzó a
ser sustituido por el nativo y durante los primeros lustros del siglo XX l capital
pasó a manos españolas, en tanto que las actividades de la compañía (Unión
Española de Explosivos) se fueron diversificando.
4. LA REVOLUCIÓN DE LAS
COMUNICACIONES A FINALES
DEL S. XIX :
La crisis financiera de 1866 supuso un período de paralización de la
construcción ante la evidencia de la escasa rentabilidad que tenían las
inversiones ferroviarias. Una vez finalizada la fase de construcción
intensiva, la explotación de las líneas puso al descubierto que los
ferrocarriles producían unos beneficios muy escasos y el valor de las
acciones ferroviarias cayó estrepitosamente.
Sin embargo, a partir de 1873 se abrió una nueva etapa
constructiva, completándose el trazado de la red que había quedado
paralizado. Pero a consecuencia de la crisis anterior, que había hecho
desaparecer a la mayoría de compañías, tan sólo permanecían la del Norte
y la MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante).
La construcción del ferrocarril durante el siglo XIX acabó por condicionar la
historia económica de los siguientes 100 años:
-Consolidó una estructura radial de la red con centro en Madrid, dificultando
las comunicaciones entre las zonas más industriales y dinámicas.
-Fijó un ancho entre carriles mayor que el de la mayoría de las líneas
europeas, obstaculizando así los intercambios con el resto de Europa. Las
causas de esta decisión fueron técnicas: la posibilidad de instalar calderas de
vapor más grandes para aumentar la potencia de las locomotoras y poder
superar mayores pendientes. Los demás países europeos utilizaban una
separación entre raíles de 1.435 mm, que se consideró insuficiente en España
por los desniveles del terreno y el trazado sinuoso, obligado por el relieve; con
el fin de proporcionar una mayor estabilidad a los trenes, se adoptó en 1844 la
anchura de vía de seis pies castellanos, equivalentes a 1.672 mm.
- La ley autorizó a las compañías constructoras, mayoritariamente
extranjeras, a importar libres de aranceles aduaneros todos los materiales
necesarios para la construcción de la red ferroviaria. Esta franquicia
arancelaria ha sido considerada como otra oportunidad perdida para incentivar
el crecimiento industrial de España, ya que no se produjo, como en otras
economías europeas, un aumento de la demanda interior sobre el sector
siderúrgico o de maquinaria para construir la red.
Primer tranvía eléctrico en Madrid (1892)
Al ser España un país de complicado relieve el transporte marítimo siguió
teniendo gran importancia, con la sustitución de la vela en los años 60 y el
aumento del comercio interior y exterior algunos puertos crecieron
notablemente. Santander, Málaga, Valencia, pero especialmente Barcelona y
Bilbao acometen importantes remodelaciones en sus puertos.
El telégrafo eléctrico sustituyó en las últimas décadas al telégrafo óptico
suponiendo una gran revolución; había empezado a experimentarse en otros
países europeos y su evolución resumía los avances técnicos en el campo de
la electricidad. Entre 1858 y 1863 se formó la primera red de telegrafía
eléctrica española, que reproducía el sistema radial y centralista diseñado para
el ferrocarril. En 1900, la extensión de las líneas alcanzaba los 32.500
km, configurando una tupida red en forma de malla que combinaba líneas
radiales y transversales para servir a todo el territorio español.
5. COMERCIO Y FINANZAS EN
LAS ÚLTIMAS DÉCADAS :
Las transformaciones en el comercio fueron profundas: creación de un mercado
nacional más o menos integrado gracias a la mejora de las
comunicaciones, mientras que las importaciones y las exportaciones
experimentaban un gran crecimiento, aunque siempre con una balanza
comercial negativa para España. En este sentido debemos repetir el debate
secular entre proteccionistas (industriales catalanes) y librecambistas
(comerciantes y exportadores de productos agrarios): la política adoptada fue
casi durante todo el siglo proteccionista, excepto desde 1869 (arancel Figuerola)
hasta 1891.
A pesar de su modernización (sistema tributario y presupuestario
moderno, adopción de la peseta, Ley de Sociedades de Crédito), el sistema
bancario y financiero no consiguió llegar a los niveles de los países europeos y
no logró eliminar el problema crónico de la deuda pública. Dos términos
presentes al hablar de la economía del siglo XIX son librecambio y
proteccionismo, la política arancelaria de los sucesivos gobiernos españoles
evolucionó desde una primera etapa de avance del librecambio, hasta 1870, a
otra dominada por el proteccionismo. Se ha defendido que esta política
proteccionista obstaculizó la vinculación con el mercado
internacional, abastecedor de nuevas tecnologías, y frenó la especialización de
Sin embargo, a pesar de la inestabilidad de la política y de la economía
, España realizó hasta 1874, un esfuerzo de liberalización del comercio
exterior, siguiendo unas pautas similares a las del resto de los países de
Europa.
Por ello no parece adecuado responsabilizar a la política arancelaria del atraso
industrial español, fueron un conjunto de factores diversos( atraso
agrario, inestabilidad institucional, apropiación del excedente por sectores
sociales improductivos..) dentro de un marco geográfico cuyos recursos
naturales eran poco favorables para impulsar un crecimiento como el de
Gran Bretaña.
En 1856 se creó el banco de España, que obtuvo en 1874 la concesión del
monopolio de emisión de billetes. También aparecieron numerosas sociedades
de crédito, destinadas a gestionar los negocios, y el Banco
Hipotecario, especializado en operaciones de préstamo a largo plazo.
Finalmente, la industrialización vasca propició el surgimiento de un sector
bancario que apoyase su financiamiento industrial. Así nacieron el Banco de
Bilbao, 1856 y el Banco de Vizcaya, 1902, que rápidamente se expandieron
por toda España.
España arrastró durante todo el siglo un gran endeudamiento, ya que la
reforma fiscal del ministro Mon en 1845 no incluía las rentas personales
(trabajo y capital) a diferencia de otros países europeos, por ello el Estado no
conseguía hacer efectivas recaudaciones. Este déficit de la Hacienda Pública
favorecía la necesidad del crédito exterior, que ante la escasa confianza de
los inversores extranjeros, se negociaba en desventaja para el país, es
decir, el endeudamiento seguía creciendo.
6. EL CRECIMIENTO
POBLACIONAL Y URBANO
HASTA EL SIGLO XX :A lo largo del siglo XIX, la población española pasó de 10,5 millones de
habitantes, estimados en el Censo de Godoy de 1797, a unos 19 millones en
1900. Es decir, la población se duplicó en el período de un siglo. Los
incrementos poblacionales fueron espectaculares en las regiones periféricas
donde llegó a triplicarse la población (Valencia) o duplicarse
(Vascongadas, Cataluña, Aragón, Asturias, Andalucía).
Durante el siglo XIX el aumento fue aún mayor y. tras la Guerra de la
Independencia, la población crecerá unos 110.000 habitantes al año, aunque
a fines de siglo, la emigración hacia América, las guerras carlistas y las de
Cuba y Filipinas frenan este rápido crecimiento. Castilla y en especial el foco
urbano madrileño, crecen más rápidamente que en el siglo anterior, aunque
la balanza poblacional se inclina hacia la periferia en una tendencia que llega
hasta hoy.
Van a realizarse, a partir de 1857, reinando Isabel II, censos oficiales de
población cada diez años, desde 1877. Gracias a ellos sabemos que en
1900 la población española era de 18.617.956 habitantes.
El aumento de población en las ciudades (Barcelona, por ejemplo, pasó de 97
000 habitantes, en 1800, a 510 000 en 1897) hizo necesario romper sus
antiguas murallas. Se proyectaron ensanches urbanos como los realizados por
Carlos María de Castro y Arturo Soria en Madrid o Ildefonso Cerdà en
Barcelona.
A lo largo del siglo XIX, la población española creció
considerablemente, aunque a un ritmo más lento que los países más
industrializados de Europa occidental.
Hasta 1870, el comportamiento demográfico estuvo más cercano al ritmo del
Antiguo Régimen, es decir, a un régimen poblacional tradicional, caracterizado
por altas tasas de natalidad y de mortalidad, condicionadas por la baja
esperanza de vida, los altos índices de mortalidad catastrófica y una abultada
mortalidad infantil.
Para comprender esta circunstancia, contraria a lo que estaba ocurriendo en la
mayoría de los países de Europa Occidental, habría que recurrir a una serie de
factores:
-La natalidad se explica como consecuencia de los comportamientos impuestos
por la férrea moral religiosa. Además, los hijos eran considerados como fuerza
de trabajo que aportaba ingresos a la unidad familiar.
-La muerte catastrófica era consecuencia de las periódicas crisis de
subsistencia y de la persistencia de epidemias como la de cólera, que todavía
golpeaba con asiduidad, tal y como ocurrió con el atroz brote de 1834.
Esta situación no era exclusiva de España, sino que se repetía, incluso con
más intensidad, en todos los países de la cuenca mediterránea y en la
Europa Occidental.
A partir de 1870 el comportamiento demográfico inició una transformación
que se prolongó durante buena parte del siglo XX.
Tuvo lugar la llamada transición demográfica, que provocó un notable
incremento poblacional consecuencia de una serie de factores ;
-La diferencia entre natalidad y mortalidad aumentó paulatinamente; a ello
contribuyeron la progresiva mejora en las condiciones de vida y la
recuperación económica.
-La mortalidad catastrófica se redujo drásticamente. La última epidemia de
cólera se registró en 1855. La existencia de médicos mejor preparados, el
desarrollo de las instalaciones sanitarias y las mejoras higiénicas (sistemas
de alcantarillados) en muchas ciudades explican este cambio.
Además, la mejor articulación del mercado nacional, gracias a los avances
de los transportes, evitó los efectos de la crisis de subsistencia por la
optimización de los abastecimientos, y estabilizó el precio de los productos
alimentarios.
La movilidad espacial constituyó una de las grandes variables demográficas
del siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad. Esta circunstancia se explica
por el asentamiento de la sociedad liberal, la superpoblación rural provocada
por el impacto del proceso desamortizador en el sector agrario, la mejora de
los transportes y las expectativas de una vida mejor en los núcleos
urbanos, asociadas a la idea del ascenso social. Hasta 1860, estas corrientes
fueron de escasa magnitud, pero después emergió una dinámica que se
consolida durante el primer tercio del siglo XX.
Tres fueron los centros principales de recepción de población inmigrante.
Barcelona y País Vasco se convirtieron en espacios demandantes de
proletariados industriales, un proceso en el que Cataluña fue pionera.
Madrid, por su parte, reclamaba población asociada a su papel de centro
político y administrativo, a tareas de servicio doméstico y a trabajos de la
construcción, sobre todo tras la puesta en marcha de los ensanches.
En el s. XIX se incrementó la emigración, que se dirigió mayoritariamente
hacia América. Durante la primera mitad del siglo estuvo prohibida, salvo a
Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El motivo de dicha restricción era que los
gobiernos establecían una relación entre riqueza y abundancia de
población, por lo que tuvo que desarrollarse a través de canales
clandestinos, utilizados, sobre todo, por jóvenes gallegos y canarios.
La realidad terminó por imponerse, y en 1853 empezó un proceso de
liberalización que culminó en los años 80 con la desaparición de todas las
trabas legales.
Hay que relacionar esta migración con las malas condiciones internas y con
factores de atracción, como las relaciones de parentesco o de amistad con
emigrantes anteriores. Cabe hablar, pues, de redes de captación que
animaban la aventura migratoria.
Tras el paréntesis originado por la emancipación americana, desde la década
de los años 30 del siglo XIX el déficit de mano de obra de las jóvenes
repúblicas atrajo a miles de españoles, que atravesaban el Atlántico sujetos a
toda clase de malos tratos y en unas condiciones muy lamentables.
Galicia fue la región española que más emigrantes envió. Casi medio millón
de gallegos marcharon a América entre 1853 y 1900. En las mismas
fechas, Asturias proporcionó 70000 emigrantes. Canarias, por su
parte, mostró las tasas de emigración más elevadas, el 18 por mil de su
población.
Una pequeña proporción de estos emigrantes consiguieron hacer las
Américas, es decir, formar un patrimonio económico considerable. Muchos de
ellos, los denominados indianos, retornaron después de hacer fortuna y
El aumento de la urbanización en España fue considerable durante el s.
XIX, el país duplicó su nivel de urbanización en un nivel similar al de los
países mediterráneos.
Este crecimiento del mundo urbano estuvo muy ligado a las
transformaciones propiciadas por el nuevo régimen liberal y por la
industrialización; en España, la urbanización también estuvo animada por
las sucesivas desamortizaciones; desde un punto de vista
cuantitativo, favorecieron el trasvase de población del campo a las
ciudades; en el plano cualitativo, permitieron la alteración morfológica de
las ciudades, al proporcionar nuevos espacios, anteriormente ocupados por
recintos religiosos, para la construcción de viviendas, plazas, etc.
A mediados del s. XIX, el desfase entre población y estructuras urbanas se
volvió insostenible. Las viejas ciudades ya no eran capaces de acoger
entre sus murallas a la población procedente de las zonas rurales.
La revolución liberal y las desamortizaciones crearon condiciones para que
se planificaran nuevas ordenaciones urbanísticas, que darán paso a la
ciudad moderna. Las ciudades van a romper definitivamente las cercas y
murallas que las rodeaban y extienden sus espacios más allá de los
centros tradicionales.
Isabel II llegó a Alicante el 26 de mayo de 1858 (la línea de ferrocarril
Madrid-Alicante, fue la primera en unir la capital del país con la costa), y en
una Real Orden transmitida por el ministro de la Guerra se hizo constar la
conveniencia y necesidad de dar más extendidos limites a la ciudad de
Alicante, ceñida por un recinto que impide su crecimiento y deseosa de
proporcionar el bienestar y el progresivo desarrollo que la industria y el
comercio experimentan con motivo de hallarse ya en explotación el
ferrocarril que la unen con la capital.
1858 significa el inicio del desmonte de murallas, baluartes y puertas.
En 1875 ,según el Memorial de Vicente Climent en este año ya no queda
rastro de la muralla del “Frente del Mar”.
Y es que ya lo dice la canción… que desde el matxo del
Castell, mires i dius: qu'encant! (“o quin error mes gran”) no es
ja este el poble vell, qu'es un altre Alacant! Visca Alacant! Visca
Alacant!! Visca Alacant! ...
Fragmento de
muralla que se puede
observar en la
actualidad (Paseito
Ramiro, Alicante).
La expansión urbana de la segunda mitad del siglo XIX obligó al desarrollo de
las infraestructuras; las redes de abastecimiento de agua y alcantarillado, el
empedrado de las calles, los sistemas de alumbrado (primero por petróleo y
gas, posteriormente por electricidad), y de transporte público, como los
tranvías, cambiaron las condiciones de habitabilidad en la ciudad, aumentaron
la calidad de vida y mejoraron la salubridad e higiene, reduciendo así las
elevadas tasas de mortalidad.
En este proceso de remodelación de las ciudades tuvo especial importancia la
construcción de ensanches. Solían desarrollarse mediante un plano en
cuadrícula o plano ortogonal.
Cuando el crecimiento demográfico y las nuevas actividades con requisitos
intensivos de suelo, como el ferrocarril, obligó a un crecimiento extramuros
de las ciudades y al derribo de las antiguas murallas que habían perdido todo
su valor militar y tenían únicamente ya la función fiscal de aduana.
En muchos casos este crecimiento mallado, proyectado y concebido para
conseguir una ciudad saludable por y para la burguesía, se desvirtuó con el
paso del tiempo por la especulación y a medida que la ciudad siguió
creciendo, colmatándose todo el entramado urbano de nuevas edificaciones y
desapareciendo progresivamente los espacios verdes.
Características de los ensanches:
- Eran autorizados por Decretos de la Corona y estaban sujetos a reglamentos
(en general, los mismos que para Barcelona y Madrid).
- Se distinguen del casco histórico por su trazado geométrico y ortogonal y por
su diseño sencillo siguiendo los modelos que por entonces se aplicaban
ampliamente en EEUU y Europa, así como la tradición urbanística de las
ciudades hispanoamericanas.
- Se preveía la existencia de amplios espacios dedicados a jardines en
proporción semejante a la del espacio edificado (no se respetó).
- Alturas de tres plantas (tampoco se respetó).
- Se concibieron como áreas de residencia destinadas fundamentalmente a la
burguesía y clases medias, sectores sociales emergentes, los únicos que
podían pagar la construcción de edificios de varias alturas.
- Influyó la necesidad en las ciudades del s.XIX de reprimir los movimientos
populares, por lo que se proyectaron grandes vías que permitieran el rápido
movimiento de los ejércitos.
- Un inconveniente importante era la escasa visibilidad de los cruces de calles
en ángulo recto, lo que se trató de solventar achaflanando las esquinas y
abriendo amplias avenidas diagonales que facilitan la circulación: la Diagonal
de Barcelona es un claro ejemplo.
El Ensanche de Barcelona. ldefonso Cerdá, 1859
El Ensanche de Cerdá es un trazado urbanístico dispuesto en cuadrícula casi
regular al estilo de las urbanizaciones de la ilustración. Su gran virtud era la
de combinar en cada manzana de casas bloques de viviendas con zonas
verdes, y adoptar disposiciones distintas con dichos bloques, dentro de unos
módulos prefijados, que convertían la monotonía viaria de la cuadrícula en un
juego de volúmenes variado y atractivo. La especulación del suelo convirtió
los espacios verdes de las manzanas de casas en espacios edificables.
En el proyecto definitivo de 1859, Cerdá presentó las siguientes novedades:
la aparición de la Diagonal, los ejes de reforma, el canal para desviar las
aguas de montaña, la gran estación central de ferrocarriles, la forma biselada
de las esquinas, la disposición de la edificación de la manzana, la distribución
regular de las manzanas destinadas a equipamientos locales, la anchura
superior de la calle Urgel, el paseo de san Juan y las rondas, la localización
poco sistemática de algunos equipamientos y parques.
Con la Diagonal solucionó el enlace entre los diferentes pueblos comarcales y
respondió a las criticas de excesiva rigidez de la malla rectangular de los
teóricos franceses. Pero planteó un problema nuevo al reforzar el papel de
centralidad de la plaza de las Glorias, creando un nuevo foco en el esquema
urbanístico.
Lo que es imputable a Ildefonso Cerdá es el menosprecio que le merece la
ciudad antigua. Cerdá concibe el Ensanche no como una evolución natural
del casco antiguo, sino como una gran ampliación artificial de la ciudad
antigua que en el plano de conjunto da la impresión de que no es el núcleo
generador, sino una especie de enquistamiento adherido por abajo a la
inmensa parte nueva.
7. TRANSFORMACIONES
SOCIALES EN EL SIGLO XIX :
La sociedad también se transformó y los estamentos propios del Antiguo
Régimen dieron paso a la moderna división de clases propia de una sociedad
capitalista. La nobleza, que había perdido sus antiguos derechos
señoriales, se integró en los grupos dirigentes de la sociedad burguesa y la
Iglesia, al disolverse algunas ordenes religiosas y perder sus bienes con las
desamortizaciones, perdió gran parte de su poder económico. Perdió también
influencia social entre la nueva clase proletaria y entre sectores intelectuales.
La nueva estructura social que se fue configurando a lo largo del siglo
XIX, daba a las clases burguesas el papel de nuevas clases dirigentes. Si a
principios de siglo, la burguesía se mostró agresiva con el Antiguo Régimen, y
adoptó posturas políticas que tendían a acabar con los antiguos privilegios de
la Iglesia y la nobleza, a mediados de siglo, esta posición fue cambiando. Se
produjo un desplazamiento progresivo hacia posiciones cada vez más
conservadoras.
Se constituyó un sector, enriquecido en parte con la desamortización, que fue
el núcleo de una alta burguesía financiera con intereses en grandes
propiedades agrarias y en el negocio de la expansión de la red ferroviaria.
Esta alta burguesía perdió toda iniciativa empresarial y tendió hacia modos de
Se rodeó de una vida lujosa, abandonó los centros de las ciudades y se
instalaron en barrios residenciales, La ópera, el teatro, cafés
suntuosos, etc., llenaban sus ratos de ocio. Las llamadas clases medias fueron
un sector poco numeroso constituido por pequeños comerciantes, empresarios
industriales, abogados, médicos, etc., que ocuparon la cúspide social de las
ciudades. La pequeña
burguesía, tenderos, artesanos, funcionariado, etc., constituyeron los grupos en
los que se apoyaban las alternativas políticas liberal-progresistas. Imitaban las
formas de vida de la alta burguesía. Tenían también sus cafés y teatros aunque
menos caros.
La mayor parte de la población estaba constituida, en primer lugar, por el
campesinado, y, en las zonas industrializadas, por el proletariado. Los
campesinos, en gran parte jornaleros, continuaron ocupando el estrato más
bajo de la escala social. Sus condiciones de vida eran, en
general, miserables, lo que provocó no pocas revueltas en el campo. El Estado
creó un cuerpo especial, la Guardia Civil (1844), para mantener el orden en las
zonas rurales.
El número de obreros industriales creció enormemente a partir de 1840, sobre
todo en Cataluña. Antiguos artesanos y campesinos emigraron a las ciudades
industriales en busca de mejores condiciones de vida, dado que los salarios
En las ciudades industriales, las familias obreras vivían concentradas en
callejas con casas altas del casco antiguo o en barrios de la periferia. Sus
distracciones eran las tabernas o los teatros populares. Había también un
sector de la población marginado: mendigos que iban de una ciudad a otra
(cerca de 100 000 pobres). Los asalariados como sirvientes en las casas
burguesas eran aproximadamente unos 800 000 entre hombres y mujeres.
Tuvieron su origen en los núcleos industriales, especialmente
catalanes, hacia 1830. Los movimientos obreros eran asociaciones que
trataban de conseguir mejoras laborales y salarios más altos, La
consolidación de estos movimientos llegó en 1868 por influencia del
movimiento obrero internacional. El anarquismo fue introducido por Giussepe
Fanelli, discípulo de Bakunin, que creó en Madrid y Barcelona la sección
española de la Asociación Internacional de Trabajadores llamada
«Federación Regional Española», en 1870.
El socialismo marxista lo introdujo Paul Lafargue, yerno de Carlos
Marx, quien en 1871 difundió entre los obreros españoles las ideas del
«Manifiesto Comunista». Los anarquistas se extendieron principalmente por
Andalucía y Cataluña y los socialistas por
Madrid, Cataluña, Bilbao, Santander y Asturias.
La separación de anarquistas y socialistas en la I Internacional tuvo su
repercusión en España donde la mayoría de las asociaciones obreras se
inclinó hacia el anarquismo; los marxistas fueron expulsados en el
congreso de Zaragoza de 1872 y fundaron la «Nueva Federación
Madrileña».
Los socialistas fundaron en 1879 el Partido Socialista Obrero Español bajo
el liderazgo del tipógrafo Pablo Iglesias. En una modesta fonda de la calle
Atocha, realizaron un acto fundacional en presencia de unas 25 personas.
Desde 1881 el partido se incorporó a la política y en 1888 creó una
asociación sindical, la «Unión General de Trabajadores» (UGT).
En la España del siglo XIX seguían existiendo grandes diferencias sociales que
se mantendrán durante la primera mitad del siguiente siglo, las clases medias
aparecen en el s. XX
8. VISIÓN GENERAL DE LA
ECONOMÍA ESPAÑOLA EN EL
PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX :
En el tercio inicial del siglo podemos diferenciar cuatro etapas en la economía
española :
-En el ámbito industrial, los primeros años del s. XX marcaron un paso delante
de notable importancia, propiciado por la repatriación de capitales desde las
antiguas colonias, la renovada afluencia de recursos extranjeros y la activa
presencia de la banca nacional. Aunque el núcleo vizcaíno fue el que más se
reforzó, también en Asturias hubo vitalidad. La industria catalana no registró un
auge paralelo, porque la pérdida de las colonias acentuó la desaceleración de
la manufactura del algodón. El tono general fue, en resumen, alto.
-La segunda etapa fue la determinada, entre 1914 y 1922, por el ciclo
económico a que dio lugar el conflicto bélico europeo, con la fase de auge y
otra de depresión. Tras la zozobra inicial, se produjo un auge espectacular
posterior, seguido de una profunda crisis final. El impacto fue
determinante, tanto para alentar el proceso de nacionalización de la industria
española, cuanto para introducir prácticas intervencionistas en la política
económica, reguladoras de la dislocación de la vida que originó el conflicto.
PAÍSES MILLONES DE
FRANCOS
%
Francia 397,2 53,8
Bélgica 144,1 19,5
G. Bretaña 151,0 20,5
Alemania 45,3 6,1
TOTAL 737,6 100
Flujo de capitales extranjeros hacia España en 1901-1913.
Con los beneficios extraordinarios obtenidos durante la guerra se consiguió
rescatar la Deuda Exterior y nacionalizar una parte importante de empresas
en manos extranjeras. Al llegar la paz el capitalismo español se había
robustecido excepcionalmente, sobre todo en Vizcaya, convertida en la
provincia industrial más avanzada de España.
-La tercera etapa fue la de la Dictadura de Primo de Rivera. Supuso la
consolidación de las tendencias apuntadas. Por un lado la política económica
del dictador actuó a la defensiva, para luchar contra la crisis; por otro, la
reactivación industrial se impulsó a través de la ampliación del Gasto
Público, en un contexto internacional favorable.
La industria pesada volvió a tomar ventaja sobre la de bienes de consumo y la
gran banca madrileña y la bilbaína se hicieron definitivamente con el dominio
del mapa bancario español. Fue una experiencia efímera, porque la asfixiante
organización corporativa resultó una limitación insalvable.
-La última etapa fue la de la II República que coincidió con una adversa
coyuntura internacional, resultado de la crisis de 1929. El nuevo régimen
heredó los problemas del anterior y debió hacer frente, además, a las
expectativas, de muy distinto signo, que su implantación levantó entre todas
las capas sociales.
Comparación del PIB per cápita nominal
de España, Portugal y México, durante
el siglo XX.
A pesar del aislamiento de la economía nacional, España no pudo
sustraerse a los efectos de aquel difícil contexto económico mundial.
Se resintieron tanto las exportaciones como los flujos migratorios y los
movimientos de capital. Entre los empresarios cundió el miedo y este
recelo, unido a la incertidumbre del momento, se tradujo en huida de
capitales y retraimiento de las inversiones. Malas perspectivas cuando las
masas populares lo esperaban todo del régimen.
En estas circunstancias había escaso margen de maniobra.
La política económica tuvo más líneas de continuidad que de ruptura con el
pasado.
En lo que respecta a la importancia de los diferentes sectores económicos, a
lo largo del primer tercio del siglo se produjo una lenta transformación. Dos
sectores se vieron especialmente afectados, mientras el de servicios se
mantuvo estancado.
Agricultura y pesca iniciaron un fuerte retroceso, que supuso la pérdida de
casi una cuarta parte de su participación en el total, mientras la industria vio
aumentar su protagonismo de forma notoria.
AÑO Agricultur
a y pesca
Industria Servicios
1901 46, 4 19, 6 34, 0
1910 44, 9 20, 4 34, 7
1920 41, 5 23, 8 34, 7
1930 34, 6 30, 9 34, 5
Participación en el PIB de los distintos sectores económicos.
Con el comienzo del siglo XX las presiones de las nuevas instituciones
patronales llevaron a un refuerzo de la política proteccionista.
El nacionalismo económico conoció durante la primera guerra mundial un
desarrollo espectacular, sin embargo fue con la dictadura cuando adquirió su
máximo auge con la consagración del intervencionismo, el último eslabón de
la cadena del proteccionismo.
Resultado de tantos factores coincidentes, la política económica española del
primer tercio del siglo XX tradujo con fidelidad el nacionalismo económico. Se
concretó mediante un amplio conjunto de medidas que se movieron en un
triple plano, el de la protección, el fomento y el de la ordenación de la
producción.
Sin ser un fenómeno exclusivo de España, se distinguió por los elevados
niveles que alcanzó. En 1906 España poseía ya la más elevada barrera
aduanera de Europa. Veinte años después la Sociedad de Naciones calificó
el nivel medio arancelario español como el más proteccionista del mundo.
Otra característica fue su escasa coordinación, resultando, no de la
aplicación lineal y sistemática, sino de las concesiones hechas, de forma
apresurada, a los diferentes grupos de intereses. Posiblemente el rasgo más
destacado fue el desconocimiento de las limitaciones y los costes.
No se tuvo en cuenta que la protección de unos siempre se hace a costa
de otros. Así, la protección textil, siderúrgica, minera, al cereal castellano
se hizo a costa de los sectores con mayor capacidad de salida al exterior ;
minería de exportación, los vinos y los productos hortofrutícolas. Por ello
los mayores críticos de la autarquía económica aparecían ligados a los
pocos sectores exportadores.
La economía española se caracterizó en estas primeras décadas del siglo
XX por un crecimiento notable de forma que se acercó en sus cifras a
otros países europeos más avanzados, su transformación socio-
económica era lenta pero sólida. Sin embargo, este crecimiento quedó
interrumpido por la Guerra Civil y el primer franquismo, cuando la
economía española pasó por una profunda fase de estancamiento.
9. LA AGRICULTURA HASTA LA
GUERRA CIVIL :
A principios del siglo XX más del 60% de la población activa española
trabaja en el campo, en la segunda república este porcentaje baja a menos
del 50%. Ello ejemplifica el proceso de modernización sufrido por la
economía española en general y en la agricultura en particular. No
obstante, no podemos olvidar que estamos ante una estructura agraria dual
y que los países de nuestro entorno tenían un porcentaje menor de
población activa agraria. Donde mejor se ve el desarrollo de la agricultura
fue en el crecimiento de la producción agraria (en un 50%) debido a tres
factores:
-Intensificación del uso del suelo; esto se plasmó, sobre todo, en la
producción cerealistica, suponiendo no sólo la ampliación de la superficie
cultivada, sino también la progresiva eliminación del barbecho y un
incremento de los rendimientos.
-Especialización de la producción; cada vez adquirió mayor importancia la
ganadería, generalmente explotada en régimen de estabulación y con
destino al mercado. Varias regiones españolas, en especial la cornisa
-Cambios técnicos; tuvo lugar una incipiente mecanización de las tareas
agrícolas que sustituyó los efectos del éxodo rural. También se difundieron
nuevos aperos de labranza y fue más frecuente el uso de fertilizantes
químicos, frente al tradicional abono de origen orgánico.
Aunque la modernización fue evidente ya que aumentó la producción y bajo la
población activa agraria, perduraron una serie de indicativos que no nos
permiten hablar de revolución agraria. La población activa continuó muy
alta, la mecanización escasa y solo en el sector moderno, la influencia de los
factores físicos muy alta y la utilización de abonos químicos y energía
mecánica estaba restringida al sector más modernizado de la agricultura.
Habrá que esperar a los años sesenta para que se produzca una verdadera
revolución agraria en España, aunque no hay que olvidar que los procesos
ocurridos en el primer tercio del siglo XX ayudaron a ello.
El sur y centro-oeste, las zonas más pobres de España, se caracteriza por el
dominio de la gran propiedad. Los latifundios poseían, generalmente, una
explotación extensiva generando trabajo estacionalmente. La gran masa de
jornaleros que trabajaba en ellos lo hacía en unas pésimas
condiciones, teniendo un poder adquisitivo escaso, por lo que el mercado
interior era muy pobre cualitativamente hablando.
SECTOR 1900 1910 1920 1930
PRIMARIO 70,0 68,0 59,0 47,2
SECUNDAR
IO
14,2 14,9 21,0 25,7
TERCIARIO 15,6 17,1 20,0 27,1
Grupos de actividad de la población española
Por tanto, a las consecuencias negativas sociales hay que añadirle las
económicas. Por último, el capital generado por estas explotaciones revertía
en el norte de España, ya que los latifundistas no solían reinvertirlo en la
modernización de la explotación y si lo introducían en los bancos.
Bancos, que con el modelo mixto bancario español, hacía sus inversiones en
las zonas septentrionales más desarrolladas.
En la agricultura española existían dos sectores bien diferenciados;
-La agricultura mediterránea exportadora, aparece por la fachada del
mediterráneo una agricultura moderna y altamente productiva orientada
hacía la exportación:
olivo, vid, pasas, cítricos, almendras, avellanas, frutas...Además empiezan a
aparecer las industrias agroalimentarias; la industria harinera en Castilla, la
del vino en Andalucía y la Rioja, la conservera en Logroño o la azucarera en
Granada, Aranjuez y Aragón.
-Sector tradicional y atraso, se trataba de una agricultura tradicional, de
secano, cerealística y ganadera, incapaz de renovarse y aumentar su
producción, obligando a emigrar a muchos de sus trabajadores. Se
caracteriza por el atraso tecnológico y el fuerte grado de auto-subsistencia.
Aquella España tenía una nula capacidad adquisitiva y no se presentaba
PRODUCT
O
1900 1930
Millones de
ptas
% Millones de
ptas
%
Cereales y
leguminosa
s
1992 57,9 2376 44,8
Vid 424 12,3 416 7,9
Olivo 227 6,6 397 7,5
Frutales 190 5,5 553 10,4
Raíces y
tubérculos
277 8 762 14,4
Plantas
hortícolas
162 4,7 411 7,8
Valor del producto agrícola (1900-1930)
En el atraso agrario tuvo una gran influencia la estructura de la propiedad de
la tierra. Los latifundistas de Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha
tenían una gran aversión al riesgo y muy escaso interés por aumentar la
productividad de sus tierras.
La evolución del producto agrícola reflejaba tanto el estancamiento y
retroceso de los cereales, que seguían, no obstante, siendo la parte
fundamental, y del viñedo como el espectacular crecimiento de los
frutales, de las raíces, tubérculos y bulbos y de las plantas industriales y
productos hortícolas. Dado que el trigo español por su carestía no podía
competir en el exterior, sus posibilidades de expansión estaban limitadas a la
evolución del consumo interior, que dependía de la cuantía de la población y
de la permanencia de hábitos alimenticios tradicionales. El crecimiento del
trigo se mantuvo aunque el precio para el consumidor español era caro en
relación a países como G. Bretaña o EEUU.
Sin embargo el gran auge se dio en el sector ganadero, ello cuestiona la
idea tradicional del estancamiento, en el valor del producto pecuario
resultaba dominante la aportación de la carne, seguida de la leche. La lana
había ya perdido su antiguo protagonismo anterior. Fue, por tanto, el
aumento de la renta per cápita española el factor explicativo de este
crecimiento ganadero.
El incremento del número de cabezas afectó especialmente a las especies
productivas de carne (porcino, bovino) y leche (bovino, cabrío). La cabaña se
tendió a concentrar en el centro y sur de la península, donde el sistema de
explotación mixto, característico de los grandes latifundios (pasto y
labor), ofrecía buenas posibilidades alimentarias al ganado.
Por otra la situación del campo español en el primer tercio del siglo XX seguía
marcada por la enorme desigualdad en la estructura de la propiedad de la tierra.
La existencia de amplias zonas de latifundio, así como de regiones con un
marcado predominio de minifundio, incidía de forma notable en los bajos
rendimientos y dificultaba la implantación de nuevas técnicas y métodos de
cultivo.
Por un lado, los propietarios de los grandes latifundios de Extremadura y
Andalucía tenían una gran aversión al riesgo y muy escaso interés por el cultivo
eficiente de sus campos. De esta forma, en esas zonas, la inmensa mayoría de
la población vivía en unas condiciones que apenas les permitían sobrevivir. Las
diferencias extremas entre una minoría de propietarios y la gran masa de
campesinos sin tierra provocaron una notable conflictividad social.
Inicialmente, la protesta de los campesinos estuvo sobre todo unida a las malas
cosechas, que reducían las necesidades de trabajo en la recolección, y
Vinculándose cada vez más a la necesidad de una reforma agraria que
permitiese el acceso de los campesinos a la propiedad de la tierra y pusiese
en cultivo efectivo muchas tierras insuficiente cultivadas como consecuencia
del absentismo de sus propietarios.
Por otro lado, la existencia de minifundios en Galicia y la mala calidad de la
tierra en la Submeseta Norte tan sólo permitieron aumentar la productividad
de los cultivos en términos suficientes para la subsistencia, pero impidieron
generar beneficios y modernizar las explotaciones. Todo ello empujó a
muchos pequeños campesinos a emigrar.
Los diferentes gobiernos de la época fueron conscientes del atraso del agro
español, de los obstáculos que de ello se desprendían para el crecimiento
económico del país, de los conflictos sociales derivados de la desigual
distribución de la propiedad y de la situación de pobreza que afectaba a
buena parte del campesinado. El aumento del regadío se veía como un
elemento imprescindible para superar las adversas condiciones climáticas. En
este sentido, se aprobó en 1902 un Plan de Obras públicas que estimulaba la
implantación de regadíos en zonas tradicionalmente de secano. El plan se
amplió con la creación de las Confederaciones Hidrográficas durante la
dictadura de primo de Rivera y el Plan de Obras Hidráulicas emprendido por
Sin embargo, el principal problema era la gran cantidad de campesinos sin
tierra. Una ley de 1907 permitió la colonización de miles de hectáreas que
fueron concedidas a pequeños propietarios y, en 1917, otra ley facilitó el
reparto entre los campesinos, previo pago de un 20 % de su valor, de 71000
hectáreas adquiridas por el gobierno. Pero todas estas medidas se mostraron
totalmente insuficientes y la presión de los grandes propietarios agrícolas
impidió cualquier intento de realizar una reforma agraria, que no se llevó a
cabo hasta el año 1932, ya en tiempos de la Segunda República.
AÑO NARANJAS ACEITE DE
OLIVA
1900 260 32
1910 497 39
1920 434 54
1930 855 106
Exportaciones agrícolas, 1900-1930 en miles de tm.
10. LOS PROGRESOS DE LA
INDUSTRIA EN EL PRIMER
TERCIO DEL S. XX :
En las tres primeras décadas del siglo XX, el producto industrial per cápita
aumentó en un 60 % con una tasa media de crecimiento anual del 1,6 %. Al
mismo tiempo, la estructura industrial experimentó una importante
transformación con la aparición de nuevas industrias y la consolidación de las
ya existentes. Sin embargo, se mantuvo la preponderancia de las industrias
de bienes de consumo sobre las de bienes de equipo, aportando las primeras
casi la mitad del total de la producción industrial.
A principios de siglo la presión de los grupos patronales llevó a los poderes
públicos a concretar la política directa de fomento de la producción nacional.
El Estado se mostraba dispuesto a sacrificar el Erario al desarrollo
económico de la nación. Destacaron las medidas de apoyo a las industrias
navieras. El Programa Naval del Gobierno Maura de 1907, continuación de la
política ya iniciada en 1887 con la Ley de Construcción de la Escuadra,
preveía un coste total de 200 millones de pesetas, a distribuir en un periodo
de 8 años y tenía como objetivo la construcción de diversos buques de
guerra.
Esas medidas significaron una considerable ayuda para la incipiente
industria de bienes de equipo. Esta línea de actuación gubernamental se
completó con la Ley de Protección a las Industrias y Comunicaciones
Marítimas de 1909 que estableció, entre otros regímenes de ayuda, el de
primas a la marina mercante. Los empresarios navieros vascos fueron un
notable grupo de presión ante la Administración.
La necesidad de la protección estaba tan comúnmente admitida, que el
Gobierno la generalizó mediante la Ley de Protección a las Industrias de
1907, se estableció un principio básico, en los contratos por cuenta del
Estado, provincia o municipio, para toda clase de obras públicas y servicios
serían admitidos únicamente artículos de producción nacional.
En vísperas de la Primera Guerra Mundial destacan la fuerte regionalización
de los grupos industriales, la dependencia de la expansión, excepto en el
sector textil, al que habría que añadir la industria siderometalúrgica vasca y
la hullera asturiana, de las iniciativas o de las inversiones extranjeras; la
eliminación de la competencia foránea; la dependencia exterior en lo
referente a materias primas, utillaje e innovaciones técnicas, sobre todo en
la industria pesada y la sumisión de la industria a las fluctuaciones de la
actividad agraria del país.
El auge de la economía española se tradujo en la creación de numerosas
empresas. Este fenómeno fue más acusado en unas zonas que en
otras, alcanzando mayor intensidad en Asturias y Vizcaya, Madrid y
Barcelona se mantuvieron en un plano moderado mientras que la
exportación del hierro constituyó la clave del surgimiento de la industria
bilbaína.
A pesar de las dificultades, se ha llegado a afirmar que la química pesada
española adquirió carta de naturaleza durante el quinquenio 1914-1918. La
industria siderúrgica, muy protegida desde fines del s. XIX, vio la aparición
de Altos Hornos de Vizcaya, en 1902, fusión de otras empresas. En los años
de la guerra europea se produjo un impresionante aumento de las
exportaciones de hierro y acero en bruto (en 1914/1918 se doblaron las
cifras del período 1910/1913) y se llevó a cabo un proceso de sustitución de
importaciones de materiales más elaborados. En 1917 capitales vascos
crearon la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, cuyas instalaciones en
Sagunto entraron en funcionamiento seis años después.
La industria hidroeléctrica registro desde comienzos del siglo una fuerte
expansión, que se haría especialmente intensa en los años de la Gran
Guerra, en relación con los problemas del abastecimiento de carbón.
Altos Hornos de Vizcaya
Se fortalecieron las sociedades existentes; Hidroeléctrica española, Sevillana
de Electricidad, Electra de Viesgo y se crearon otras nuevas. Fue
particularmente notable el crecimiento de La Canadiense en Barcelona en
1911.
En 1920, 52 sociedades anónimas crearon la Asociación de Productores y
Distribuidores de Electricidad. Otros sectores que conocieron un importante
desarrollo fueron el de seguros, creándose importantes compañías.
En Cataluña el sector textil atravesó a comienzos del siglo, tras la pérdida de
las colonias, una mala coyuntura agravada por el declive de la banca regional
y la insuficiencia de los recursos energéticos sólidos.
Con la llegada de la guerra europea el sector experimentó una mejora en el
mercado exterior, abasteció a Francia e Italia y a algunas repúblicas
sudamericanas que antes se abastecían en el mercado inglés.
Después en la posguerra la crisis fue muy dura en casi todos los sectores
afectando a establecimientos marginales abiertos o ampliados durante la
guerra sin reparar en gastos.
El proteccionismo contemplaba ayudas fiscales, crediticias y garantizaba un
interés mínimo a los capitales invertidos. Preveía además, la creación del
Banco de Crédito Industrial destinado a gestionar los préstamos otorgados
por el Estado.
La Canadiense en Barcelona
Como este acusado nacionalismo resultaba insuficiente al agudizarse la crisis
empresarial en 1920, fue necesario intensificar el proteccionismo, llevándolo
al ámbito arancelario.
El arancel de 12 de mayo de 1922, que había sido precedido por diversas
normas destinadas a eliminar la competencia extranjera, estaba inspirado por
un fuerte sentido ultraproteccionista. Su objetivo inmediato era asegurar la
supervivencia de las industrias artificiales creadas por la guerra y mantener
los altos precios.
La Gran Guerra fue un golpe de suerte para la economía nacional, mientras
los demás países se desangraban España se enriquecía, el conflicto
incrementó mucho las exportaciones pero una vez hubo acabado termino por
desestabilizar la economía, se dio un desajuste y ya desde 1915 se iniciaron
la tensiones inflacionistas. Algunos productos de consumo interno como el
algodón, metales, cuero, calzados, maquinaria y alimentos se exportaron de
forma que en el interior aumentaron los precios, es decir, la guerra enriqueció
a un grupo de empresarios pero empobreció a la gran mayoría.
Al terminar el conflicto desaparecieron las circunstancias favorables que
habían beneficiado a la economía española. La inflación de costes, desatada
a partir de 1918, redujo los márgenes de beneficio. Numerosas
empresas, que no encontraban ya salida para sus productos, se vieron
La caída de las exportaciones fue muy pronunciada en 1920, 21, 22, y las
importaciones de maquinaria, bienes de equipo, madera, carbón y productos
químicos, comenzaron a recuperarse en 1919, alcanzando en 1920 las cifras
de 1913.
La política de inversiones públicas llevadas a cabo en la dictadura de Primo
de Rivera se proyectó en la reactivación de las industrias suministradoras de
materiales para las obras realizadas. Entre las que mayor impulso recibieron
se encontraban la producción de cemento, la hulla, la eléctrica, la química y la
siderometalúrgica.
Por otra parte, las industrias de bienes de consumo sufrieron un fuerte
estancamiento, especialmente la algodonera, el escaso consumo del
campesinado y las estructuras ya obsoletas de esta industria afincada en
Cataluña llevaron a prohibir en 1926 la apertura de nuevas fábricas.
Un sector que había iniciado su camino a principio de siglo fue el
automovilístico, aunque creada en 1904, no fue hasta el final de la Gran
Guerra cuando elevó su producción debido a adquirir precios más
competitivos y a la mejora de la adquisición de la clase alta, también la
mejora en los caminos y puntos de abastecimiento de combustible
colaboraron en ello. El crecimiento del parque automovilístico estimuló la
creación de empresas de refinado y distribución de
Petróleo como la compañía Campsa, fundada en 1927. En la década de
1930 también se produjo la difusión de los primeros electrodomésticos,
como los aspiradores y las neveras eléctricas, así como la radio y el
teléfono, aunque en principio fueron pocos los domicilios españoles que los
poseían.
Las distintas evaluaciones existentes muestran que el índice de producción
industrial español se mantuvo con una indudable firmeza entre 1929 y
comienzos de 1932. Después, hacia 1934, como las demás economías que
sufrieron la depresión internacional hubo una ligera recuperación.
Los distintos sectores evolucionaron de manera diferente. Las industrias
siderúrgica y metalúrgica experimentaron un retroceso entre 1929 y 1934
que diferentes evaluaciones sitúan entre una cuarta y una tercera parte de
la producción total. Por el contrario, la industria textil catalana conoció una
notable recuperación durante las mismas fechas. La mejora del
campesinado y la bajada de la materia prima explicarían esta mejoría.
La búsqueda del equilibrio presupuestario y de una paridad estable de la
peseta, preocupación de los gobiernos desde 1930 a 1936, limitó las
posibilidades de expansión de la industria de bienes de producción,
ensombreciendo las expectativas de los grandes empresarios. El dinero
público dejó de fluir de la forma tan generosa en que lo había hecho hasta
SECTOR INDUSTRIAL 1900 1913 1929
Alimentación, bebidas y
tabaco
40 35 26
Textil, cuero, calzado y
confección
30 25 21
Químico, cemento y otros
materiales de construcción
10 12 19
Siderúrgico, metalúrgico y
transformados metálicos
8 14 22
Papel, madera y otros 12 14 12
La industria manufacturera en España, 1900-1929, en %
La inversión privada también descendió en el mismo período a un ritmo
incluso más elevado. La desconfianza de los inversores ante el nuevo
régimen era grande.
Aunque permanecieron los desequilibrios regionales, siendo El País Vasco y
Cataluña las regiones más industrializadas, comienza una tímida
diversificación en su localización, apareciendo núcleos como el asturiano o el
valenciano de gran trascendencia posterior.
-País Vasco; A partir de 1900 y sobre todo de 1914 se desarrolla la industria
metalúrgica de transformación con destino al ferrocarril y bienes de
equipo, destacando Guipúzcoa. Por estas fechas se desarrollan las industrias
eléctricas, navales y químicas, eso si, con presencia de tecnología y capital
extranjero. A este desarrollo industrial no fue ajeno la presencia de potentes
bancos mixtos como el Bilbao y Vizcaya. En 1917 se crearon los Altos
Hornos del Mediterráneo en Sagunto.
-Cataluña; El sector más importante continuó siendo el textil.
Tras el "desastre del 98" se produce una recaída de la que se recupera
pronto debido a las innovaciones tecnológicas aplicadas y al proteccionismo.
La economía española del siglo XIX
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La economía española del siglo XIX

  • 2. Habías escuchado alguna vez… -Arancel aduanero -Ley de minas -Minifundio -Altos hornos del Mediterráneo -Burguesía financiera -Inflación -Bracero
  • 3. - Introducción :Es evidente que la España del siglo XIX, como otros países del área Mediterránea, se modernizó con retraso. Sin embargo, tras el estancamiento de la primera mitad del siglo inició un lento crecimiento, la falta de capital, el retraso de las redes ferroviarias, la escasez de la industria pesada, el bajo rendimiento agrario, la carencia de espíritu empresarial o el endeudamiento del Estado serían algunas de las causas que justifican este retraso. Es en las dos últimas décadas del S. XIX cuando se suceden algunos importantes cambios en la economía española; las innovaciones técnicas multiplican la productividad en el campo, la expansión del ferrocarril dinamiza los intercambios comerciales, la minería inicia un deasrrollo desconocido hasta entonces contribuyendo a equilibrar la balanza de pagos si bien las grandes compañías extractivas eran extranjeras, también la mejora tributaria favoreció la economía aunque se mostro muy benigna con los terratenientes. El País Vasco (siderurgía) y Cataluña (textil) se convierten en dos ejes industriales importantes aunque su industria apenas repercute en el resto del país, si bien arrastraran una considerable migración. Ya entrado el S. XIX se puede afirmar que en general predomino un crecimiento positivo de la economía aunque quedó paralizado con el estallido de la Guerra Civil.
  • 4. Este crecimiento en el primer tercio del S. XX acortó distancias con otros países europeos más desarrollados pero cuando estalló el conflicto el país seguía siendo eminentemente rural. Cabe distinguir entre una agricultura moderna de tipo Mediterráneo, frutas, hortalizas, cítricos y otra atrasada y pobre basada en el cereal especialmente en Aragón y ambas mesetas. La generalización de la electricidad favoreció el desarrollo industrial, a su vez se generó la necesidad de innumerables obras públicas. La industria energética, la del automóvil, la cementera o de electrodomésticos inició su consolidación, además se dio una expansión apareciendo nuevos enclaves industriales, Sevilla, Zaragoza, C. Valenciana, Cantabria, etc. No se puede olvidar que un país en vías de desarrollo era muy sensible a las inversiones extranjeras o a las demandas de otros mercados, si la primera guerra mundial favoreció a nuestra economía ( aunque acrecentó las desigualdades sociales), el crack del 29 supuso el retroceso de las exportaciones españolas. Por último es necesario señalar que este crecimiento generalizado fue desigual en el territorio nacional, este panorama dual comportaba una España industrializada y moderna frente a otra cuya economía se basada exclusivamente en una agricultura escasamente desarrollada.
  • 5.
  • 6. Contenidos de la unidad : 1 -- Antecedentes: la economía española previamente al Sexenio Democrático 2 -- La mejora de la agricultura a finales del S. XIX 3 -- El desarrollo industrial a finales del S. XIX 4 -- La revolución de las comunicaciones a finales del S. XIX 5 -- Comercio y finanzas en el último tercio del S. XIX 6 -- El crecimiento poblacional y urbano hasta el siglo XX 7 – Transformaciones sociales en el siglo XIX 8 – Visión general de la economía española en el primer tercio del siglo XX 9– La agricultura hasta la guerra civil 10– Los progresos de la industria en el primer tercio del s. XX 11 – Obras públicas, marco hacendístico y financiero en las primeras décadas del siglo 12 – El comercio y los problemas de la peseta 13 – Evolución demográfica hasta el conflicto del 36 14 – Cambios y problemas sociales, monarquía, dictadura y
  • 7. 1. ANTECEDENTES: LA ECONOMÍA ESPAÑOLA PREVIAMENTE AL SEXENIO DEMOCRÁTICO :A diferencia de lo ocurrido en otros países europeos, donde el despegue agrario del S. XIX operó como antecedente inmediato de la industrialización, la agricultura española se mantuvo lejos de alcanzar altos rendimientos. El sector agrícola no conoció las transformaciones experimentadas en otros países de su entorno y que permitirían hablar de revolución agrícola. Las razones que explican ese retraso son diversas, y muchas de ellas están relacionadas entre sí: -Estructurales: por su composición, el suelo cultivable era de baja calidad, además la escasez hídrica, tanto de recursos como de pluviosidad, configuraba una variable que tener en cuenta para explicar la mala situación del campo español. --Sociales: faltaba motivación suficiente para introducir transformaciones técnicas; del mismo modo, la desigual distribución de la estructura de propiedad era un claro impedimento, sobre todo porque muchas de esas
  • 8.
  • 9. -Económicas: España carecía de un mercado nacional estructurado. No había demanda ni una red de infraestructuras como para desarrollar un tipo de agricultura más dinámica y productiva. Sin embargo es cierto que el agro español consiguió mayor dinamismo en ese siglo a partir de la mejora de las comunicaciones, el impacto de las desamortizaciones y el modelo económico liberal que introdujo a la agricultura en un desarrollo de mercado. La articulación del mercado nacional permitió la complementación entre diferentes zonas agrarias, que a su vez se iban especializando en los cultivos para los cuales tenían ventajas comparativas más apreciables: -El modelo septentrional, propio de la franja cantábrica y Navarra donde predominaba el cultivo del maíz y el auge de otros productos alternativos como la patata. -El modelo interior, presente en Aragón, las dos Castillas, León, Extremadura y parte de Andalucía, se caracterizó por el elevado crecimiento de la producción de cereales, sobre todo el trigo, por encima de las necesidades del aumento demográfico, lo que consolidó su papel de zona exportadora de grano al resto de regiones.
  • 10. LA ABOLICIÓN DE LOS SEÑORÍOS La diversidad de consecuencias que tuvo la abolición de los derechos señoriales tiene que ver con las distintas formas en que el patrimonio agrario señorial aparecía a comienzos del siglo XIX. En la mayor parte de la Corona de Castilla consistía en tierras que se cedían en arrendamientos a corto plazo, lo que permitió que (…) los señores pudiesen reclamar la tierra como propiedad. En la Corona de Aragón, en Galicia y en Asturias dominaba la cesión de las fincas a largo plazo, sometidas a un pago de un canon (…), lo que creaba una ambigua división entre la propiedad directa del señor (…) y el dominio útil del campesino. (…) En buena parte de Andalucía la tierra de los señores acabó convirtiéndose en propiedad privada y particular (…). En el País Valenciano, la existencia de una oligarquía de tenedores de la tierra cedida en enfiteusis (…) benefició sobre todo a esta capa intermedia de enfiteutas. J. Fontana: La época del liberalismo, 2007
  • 11. -El modelo Mediterráneo contempló la expansión del viñedo y de los cultivos frutales, especialmente la naranja, con fines exportadores. Tras la crisis que supone para la agricultura, y toda la economía, la guerra de Independencia, esta entra en un periodo de expansión que dura de 1830 a 1880. Este florecimiento se debe a la integración, en un mercado nacional, del consumo interior, gracias a la mejoría de los transportes. La población se incrementa por el comienzo de la transición demográfica. Se toman medidas proteccionistas con el exterior para proteger los productos nacionales, al mismo tiempo que se hacen esfuerzos para liberalizar el mercado interior. Se reforma la producción agrícola y se termina con el policultivo de subsistencia, pasando a la especialización productiva regional que se ha indicado anteriormente. La política económica fue predominantemente proteccionista. El gobierno mantenía los intereses de los grandes propietarios agrícolas, puesto que el proteccionismo les garantizaba precios altos en el mercado y les ahorraba inversiones. Los bajos salarios de los jornaleros dificultaron la demanda de bienes de consumo industriales y, por lo tanto, la existencia de una industria que
  • 12.
  • 13. La Desamortización de Mendizábal. Los bienes del clero regular (órdenes religiosas) fueron nacionalizados y su venta ordenada en 1836, por decreto de 19 de febrero emitido por el primer ministro Juan Alvarez Mendizábal en virtud del poder que en él habían delegado las Cortes. La Desamortización de 1836 es pieza maestra del programa de Mendizábal para financiar la guerra contra los carlistas, entonces en su apogeo (la guerra y el partido carlista), para sanear la Hacienda, y para crear, “una copiosa familia de propietarios” (Mendizábal) materialmente interesada en el triunfo de la causa liberal. La venta de los bienes nacionalizados procedió activamente, aunque los avatares políticos y militares de la guerra tuvieran influencia en su ritmo. Durante los 5 años siguientes este decreto vendió tierras por valor de 1700 millones de reales (430 millones de ptas.). El número de hectáreas es desconocido. La Desamortización de Madoz. La Ley Madoz o también de Desamortización general, de 1 de mayo de 1855, fue la última y más importante etapa de esta gran operación liquidadora. Se llamaba Desamortización general porque se trataba ahora no ya sólo de los bienes de la Iglesia, sino de todos los amortizados: de los pertenecientes al Estado y a los municipios también. Se trataba de vender en pública subasta todos aquellos bienes raíces que no pertenecieran a individuos privados. La Ley rigió durante toda la 2ª mitad del siglo XIX y se enajenó prácticamente la totalidad de los bienes desamortizables y desamortizados. El grueso de lo enajenable se había vendido antes de la Restauración. Entre 1836 y fin de siglo se vendieron 11.300 millones de reales de bienes nacionales. Al terminar el año 1867 se habían vendido las ¾ partes de los bienes nacionales (8.300 millones).
  • 15. Las estructuras de propiedad de la tierra se polarizaron en torno al minifundio en el norte, que dificultaba la subsistencia, y el latifundio en el sur, que condenaba a miles de jornaleros a una situación de miseria. El desigual reparto de las rentas agrarias y de la tierra, el atraso tecnológico del campo español, la falta de demanda de mano de obra industrial que evitase la presión social y la política proteccionista de los gobiernos que encarecía los precios de los alimentos provocó una radicalización de un amplio sector del campesinado jornalero, que desde la década de los sesenta empezarán a reclamar la reforma agraria y la ocupación de fincas.En cuanto a la ganadería el aumento de la producción ganadera significa una clara recuperación después de una tendencia a la baja. Debido a los condicionantes geográficos, en la mayor parte de España la agricultura y la ganadería eran actividades alternativas en lugar de complementarias. Tres siglo de lucha entre agricultores y pastores (sobre todo en el siglo XVIII, con la abolición de la Mesta y la Desamortización) favorecieron la extensión de los cultivos a expensas de los pastos. Los datos disponibles muestran una disminución de la cabaña ganadera (menos los animales de trabajo, caballos y mulas, se mantuvieron mejor) durante la 2ª mitad de siglo; los primeros signos de recuperación aparecieron en los años 90.
  • 16. Jornaleros manchegos, segunda mitad del siglo XIX.
  • 17. Los historiadores económicos están en general de acuerdo con “el fracaso de la Revolución industrial en España”. Se malogran una serie de intentos privados y públicos de conducir a España por la senda de la modernización económica, senda que en el siglo XIX implicaba el proceso de industrialización. Pese a estos intentos la economía española permaneció mayoritariamente agraria. Entre los intentos de modernización pueden citarse varios ejemplos notables: •En la esfera privada, los empresarios catalanes hicieron repetidos esfuerzos para crear y desarrollar una base industrial en el Principado. •En la esfera pública, el partido progresista llevó a cabo varios proyectos para sentar las bases de una sociedad industrial y tecnificada. Los más destacados fueron el programa legislativo del Bienio Progresista (1854-56) y las medidas ejecutivas y legislativas tomadas durante la Gloriosa Revolución (1868-74). El estancamiento no fue total. Cataluña, y especialmente Barcelona, llevó a cabo un notable proceso de industrialización: •Se llevó a cabo la desamortización de la tierra; •Se construyó una red ferroviaria; •Se introdujeron mejoras en el sistema educativo;
  • 18. •Fueron reformados los sistemas monetario, bancario, y fiscal; •Se estableció y llevó a la práctica el principio del presupuesto anual; •Se desarrollaron algunas industrias manufactureras y se modernizaron parcialmente otras; pero la ansiada revolución industrial no se consumió. El algodón y el hierro fueron los sectores clave en la 1ª revolución industrial en la Inglaterra el siglo XVIII. Estos fueron los sectores que más profunda transformación sufrieron en el España del XIX, aunque no encabezaron una revolución. Esto se debió en parte a la falta de apoyo de los factores que influyeron en la modernización económica de Inglaterra: Una agricultura próspera y comercializada. Una eficiente red de transporte. Multitud de otras ramas manufactureras (metal- mecánica, construcción, ingeniería, química, cerámica, otras de consumo). Un eficiente sector servicios (destacando el sistema bancario y el mercado de capitales).Una burocracia estatal y local competente y discreta.
  • 19. Las primeras fábrica en Cataluña: La fábrica Bonaplata y Cía. Empezó a montarse en 1832; es la primera que armó telares de tejer mecánicamente, que introdujo así mismo el huso de hierro colado planteando la construcción de máquinas. Esta sociedad tuvo también la primera máquina de pintar indianas: ahora, no solamente pueden construirse en sus talleres todas las máquinas necesarias para ellos, sino que recibiendo el algodón de Motril, en rama, sale de ellos pintado y dispuesto a ser cortado para vestidos, en competencia con los extranjeros. Tiene empleadas de seis a setecientas personas (…), los telares mecánicos y demás que encierra el establecimiento, movido todo por la hermosa máquina de vapor, son dignos de atención de todos los fabricantes. Informe de la Comisión de Fábricas, 1833.
  • 20.
  • 21.
  • 22. Todos estos elementos faltaron o fueron insuficientes en España; pero las tendencias conservadoras y proteccionistas de los empresarios también tienen su parte de responsabilidad. Los factores físicos que tanto influyeron en el estancamiento agrícola también debieron tener su peso en la industria; así como los serios problemas energéticos a los que se enfrentó. Otro factor que en España fue muy escaso es el agua: los ríos exiguos e irregulares hurtan a la industria de una fuente alternativa de energía. Pero el agua es además un factor de producción vital para muchas industrias, como la química y la papelera. La importancia del agua como recurso industrial y energético puede ser una explicación de la localización de la industria española en regiones relativamente ricas en agua, como Cataluña y el País Vasco, y su escasez general un factor más del atraso industrial el país en su conjunto. Las cifras de población españolas estaban lejos de ofrecer el incremento demográfico imprescindible para garantizar el crecimiento de la demanda. Esta población, además, carecía del poder adquisitivo de otros países.
  • 23. Cataluña se convirtió en la principal región fabril española. El despegue de esta industrialización se dio a finales del siglo XVIII gracias a las mejoras agrarias, al incremento en la demanda interior y a la expansión del comercio con la América española, que propiciaron la primera expansión industrial. Así comenzó la constitución de un tejido productivo cimentado en la fuerza del vapor, en la fábrica y en la expansión de una burguesía industrial. El proceso tuvo su origen en el sector textil, basado en el algodón, que llegó a ser el símbolo de la pujanza industrial catalana. La expansión de la industria algodonera fue posible por la aplicación de una legislación proteccionista que preservaba la producción catalana de la competencia británica en un momento en que la independencia de América obligaba a garantizarse los mercados interiores. Este proteccionismo tuvo como consecuencia que la burguesía catalana estrechara su alianza con los moderados, proclives a este tipo de políticas arancelarias. Entre 1835 y 1861 se produjo el despegue algodonero catalán, expresado en el crecimiento de las importaciones de algodón (que multiplicaron por 10), en la instalación de husos mecánicos y en el crecimiento exponencial del consumo de vapor. Al amparo del auge algodonero, Cataluña atrajo industrias textiles históricamente implantadas en otras regiones, como la lana castellana, la seda valenciana o el lino gallego.
  • 24.
  • 25. Al margen del sector textil, la industrialización catalana fue de menor intensidad, aunque acabó por consolidar una industria metalúrgica y mecánica que daba servicio a la producción textil y que alcanzó su máxima expresión a finales del siglo. Por su parte la industria siderúrgica puso de manifiesto las insuficiencias energéticas españolas y las dificultades para la aplicación de las innovaciones tecnológicas procedentes del exterior. -Andalucía fue la región pionera en la apertura de altos hornos; los capitales del puerto de Málaga, la riqueza mineral de la región y el carbón vegetal fueron los ingredientes de una tentativa llevada a cabo entre 1830 y 1874, pero que desde mediados de siglo dio muestras de su precariedad. -Asturias la sustituyó desde 1850, aprovechando los yacimientos hulleros de la cuenca del Nalón. En 1868, el foco de siderurgia asturiana se encontraba en pleno proceso de expansión, y el eje Mieres-La Felguera absorbió la mitad de la producción nacional. -El País Vasco no iniciara su despegue industrial hasta el último tercio del siglo. -En el resto de España, los antiguos talleres artesanales convivían con fábricas más modernas diseñando un panorama que ofrecía un crecimiento industrial inferior al francés o al belga, similar al italiano y superior al de toda Europa oriental.
  • 26. Altos Hornos de Málaga. Fábrica de La Constancia, 1847 Maquinaria de excavación en las minas de Riotinto, Huelva.
  • 27. La sustitución de animales y hombres por energía hidráulica y, sobre todo, por carbón, es el rasgo distintivo de la 1ª Revolución Industrial. En España, durante el siglo XIX, esta transición se inicia, pero no se completa. La escasez de recursos energéticos ha sido un obstáculo poderoso al desarrollo económico; en especial, la escasez de depósitos carboníferos en Cataluña dan lugar al escaso desarrollo de la industria básica catalana pese al fuerte crecimiento d la de consumo. Durante la 1ª mitad del siglo XIX las fuentes de energía utilizadas en España siguen siendo las tradicionales: mayoritariamente humana y animal; marginalmente hidráulica y eólica (molinos de agua y viento, veleros); como principal combustible doméstico, la leña. El carbón español ha sido un obstáculo al crecimiento económico del país, ya que su extracción ha sido el caso clásico de industria no competitiva que ha sobrevivido gracias a la protección, recargando los costes de las actividades consumidoras, que son todas las que integran el proceso de la 1ª Revolución Industrial. La protección al carbón español fue haciéndose un lastre cada vez más pesado al modernizarse la estructura industrial del país y aumentar su consumo, de un lado, y de otro al desarrollarse la tecnología de extracción y transporte, que abarataba la hulla en los mercados internacionales, lo cual encarecía la española comparativamente. En la medida en que se protegía el carbón español la economía dejaba de aprovechar la oportunidad que la baja de
  • 28. -Factores del estancamiento de la minería española: Respecto a la oferta, la falta de capital y de conocimientos técnicos obstaculizaban la producción a la escala adecuada. Respecto a la demanda, el subdesarrollo del país privaba a esta industria en potencia de los mercados que justificaran su desarrollo. Respecto de la legislación que, aunque deseosa de estimular el desarrollo, era excesivamente regalista. La Ley de Minas de 1825 establecía el principio del dominio eminente de la Corona sobre las minas, con lo cual colocaba a los concesionarios privados en una situación precaria. A lo largo del siglo se fueron dando otras leyes de minas menos regalistas y más favorables a la iniciativa privada, como las de 1849 y 1859, pero al parecer fue la legislación y la política de la Revolución de 1868 la que desencadenó la fiebre minera del último cuarto de siglo. Sin capital físico y humano, sin mercados donde vender, ¿cómo iba a desarrollarse la minería, por muchas leyes que se dieran? La demanda de los minerales española presuponía una industria metalúrgica que no se podía improvisar; y el capital y la técnica que la explotación requería tampoco los había en España.
  • 29. Paisaje industrial minero, Asturias, s. XIX.
  • 30. O se explotaban las minas con ayuda del capital extranjero y con vistas a la exportación, o permanecerían inactivas por mucho tiempo. De esta alternativa eran muy conscientes los hombres de la Gloriosa que pusieron en marcha esa legislación minera que ellos mismos consideraban como una extensión al subsuelo del principio desamortizador. Aunque las compañías extranjeras (e incluso las españolas) emplearon técnicos y alto personal foráneos, a la larga la tendencia fue a emplear una proporción creciente de nacionales: la ingeniería de minas fue probablemente uno de los campos donde la ciencia y la técnica españolas rayaron a mayor altura en el siglo XIX. La industria algodonera española (catalana) caminó en pos a la inglesa: sus técnicas fueron a la zaga, el tamaño de sus fábricas fue menor, sus precios más altos. Durante casi todo el siglo XIX, Inglaterra se benefició de ser el precursor: redes comerciales, tecnología de punta, escala de producción óptima, mano de obra y personal bien formados, etc. Ante esta superioridad británica, sólo tenían 2 alternativas: o bien competir especializándose en unos pocos productos en que tenían ventaja comparativa (Suiza y Bélgica); o bien recurrir a la protección arancelaria (España y Francia).
  • 31.
  • 32. Además de las regiones y sectores señalados, progresivamente la industrialización alcanzó a otras zonas y actividades: -Regiones como La Mancha o Andalucía desarrollaron una creciente industria agroalimentaria, sobren todo vinculada a la producción harinera. -En Valencia, el desarrollo de una agricultura para la exportación fue un estímulo para el desarrollo industrial. -En Aragón, la decadencia del textil tradicional fue compensada con el desarrollo de la industria harinera, que buscaba sus mercados en Cataluña. -En Madrid se apreciaba cierto dinamismo industrial con dos sectores punta, el tipográfico y editorial. También evolucionó el gran taller, vinculado al consumo de lujo o la manufactura protegida, como la Fábrica de tabacos. El desarrollo del ferrocarril permitió la aparición de una industria de maquinaria, como los talleres de la compañía Madrid-Zaragoza-Alicante.
  • 33. La Historia muestra la contribución crucial que los transportes han tenido en el desarrollo económico . En la España del S. XIX el problema del transporte fue uno de los obstáculos para la modernización económica. A pesar del notable programa de construcción de carreteras, emprendido a partir de 1840 con el que España contó a finales de siglo con unos 36.000 km, los progresos de la carretera fueron insuficientes. El transporte fluvial era casi inexistente dada la naturaleza de los ríos. Sólo el transporte marítimo experimentó en el S.XIX un progreso considerable gracias a la mejora de los puertos y a la introducción del vapor a finales de siglo. La construcción de la red ferroviaria en España se retrasó unos treinta años al respecto a los países europeos más desarrollados, Gran Bretaña o Francia. Atraso debido tanto a la desidia gubernamental como al escaso desarrollo económico. La primera ley de 1844 por la que el Estado se reservaba la concesión de las líneas ferroviarias, dejaba su construcción a la iniciativa privada. Pero dio lugar a la especulación y una serie de escándalos. Tan sólo se construyeron unas pocas líneas (Barcelona-Mataró/Madrid- Aranjuez/Valencia-Xàtiva). Además se cometió un grave error técnico que se arrastraría hasta nuestros días: el ancho de vía establecido era mayor que la norma europea.
  • 34.
  • 35. Así, antes de 1855 sólo se habían construido 475 Km. El impulso vino con la Ley general de Ferrocarriles de 1855, aprobada por los progresistas. Por esta ley el Estado otorgaba una serie de ventajas económicas a las empresas constructoras: facilitaba la creación de sociedades anónimas, garantizaba una rentabilidad mínima del 6 % y la libre importación de material para el ferrocarril. Todo ello se completaba con la Ley Bancaria de 1856 que permitió la rápida formación de un sistema bancario para, entre otras cosas, financiar la construcción de la red ferroviaria. Entre 1856 y 1866 la red de ferrocarriles alcanzó unos 5000 Km. Esta aceleración se debió al apoyo estatal y a la aportación del capital, de la tecnología y de la iniciativa extranjera, sobre todo francesa. Coetánea a la construcción del ferrocarril fue la creación de un moderno sistema de comunicaciones basado en el correo y el telégrafo, que posibilitó los primeros ensayos del teléfono. El nuevo sistema tuvo una repercusión enorme como elemento modernizador: -Junto al ferrocarril contribuyó a articular el Estado Liberal. El telégrafo permitió la transmisión en breves instantes de las órdenes y disposiciones gubernamentales. -Facilitó las transacciones mercantiles de toda índole, y fue el pilar del sistema financiero, al facilitar una mayor operatividad de la Bolsa, que había iniciado sus
  • 36. -Resultó esencial para la incorporación de la economía española al sistema económico mundial que se estaba constituyendo, gracias a la expansión imperialista, en la segunda mitad del siglo XIX. -Posibilitó el nacimiento de la prensa de información, cuyos primeros exponentes fueron La Correspondencia de España (1860) y El Imparcial (1867), de gran influencia política hasta finales de siglo.
  • 37.
  • 38. 2. LA MEJORA DE LA AGRICULTURA A FINALES DEL S. XIX :Lo más destacable de las Desamortizaciones es que puso en cultivo grandes extensiones de tierras hasta entonces poco, mal, o nada explotadas. Y este aumento de la superficie cultivada era necesario para alimentar a una población en lento pero continuo crecimiento desde principios de siglo XVIII. La presión de la población había causado aumentos en los precios de los alimentos y en los de la tierra misma, lo cual hacía a ésta cada vez más atractiva como medio para solucionar los agobios de la hacienda pública. La Desamortización mataba así dos pájaros de un tiro: la carestía de los alimentos y el déficit crónico de la Hacienda. Hasta fines de siglo XIX no se organizó un servicio oficial capaz de reunir información estadística agraria, por lo que hasta entonces la información sobre superficies cultivadas y producciones ha de ser parcial e hipotética. La producción de trigo creció más rápidamente que el volumen total hasta los años 70, en que la competencia extranjera causó una redistribución en las proporciones producidas, de tal modo que otras cosechas, como el maíz, las naranjas, y otras frutas crecieron a mayor ritmo.
  • 39. El centeno y otros cereales poco apreciados (mijo, sorgo, panizo), en cambio, se estancaron relativa y a veces absolutamente. Aunque las proporciones producidas cambiaron algo a finales de siglo XIX, puede decirse que la estructura de la agricultura española permaneció bastante estable a largo del siglo. Era una estructura típicamente mediterránea, basada en el cereal (en especial el trigo), el olivo y la vid. Hacia 1890 estos tres grupos de cosechas (más las leguminosas) ocupaban el 90 % de la tierra cultivable y producían aproximadamente el 80 % del valor total del producto agrícola (excluyendo bosques y la ganadería). Dentro de los cereales y las leguminosas (que ocupaban los dos el 75 % del suelo y producían un 55 % del producto), el trigo representaba la mitad, y significaba entre el 25 y el 30 % del producto agrario y entre el 35 y 40 % del suelo cultivado. A finales de siglo se da una gran crisis agraria y como consecuencia de ella la política proteccionista y del arancel de 1891. Mientras la producción de cereales disminuía y aumentaba la de frutas y huerta, la superficie dedicada a los cereales aumentaba considerablemente. La explicación puede residir en el barbecho, el cual dedicado parcialmente a pastos, explicaría el aumento de la producción ganadera mientras que la tierra oficialmente dedicada a pastos disminuía. La expansión de la tierra cereal también puede ser consecuencia de
  • 40. La transición a la agricultura moderna fue lenta, sobre todo por la protección arancelaria. Los aranceles del trigo han sido altos en España al menos desde 1820, con la excepción del periodo de vigencia del arancel de 1869, en que fueron moderados, aunque con tendencia a aumentar. A partir de 1892, con el arancel de ese año, la tarifa fue altísima. Esta protección fue haciéndose necesaria para los cultivadores trigueros a medida que mejoraban los métodos de transporte y la competencia de otras agriculturas más productivas se agudizaba. Sin embargo, la mejora del transporte beneficiaba la exportación de aquellos productos, muchos de ellos perecederos, en que España tenía ventaja. Si la protección al trigo no hubiese sido tan alta, las crecientes importaciones de este cereal hubieran causado una disminución en el número de cultivadores trigueros, eliminando a los menos eficientes. Esto hubiera llevado consigo una redistribución de recursos hacia productos y técnicas más productivos y competitivos (no sólo frutas y verduras, sino también patatas, maíz, ganado, y a la introducción de más fertilizante, mejores rotaciones y regadíos, etc.), causando un flujo de emigración de la árida meseta hacia las ciudades y el extranjero. Todo esto ocurrió, pero a ritmo lento que conllevó un retraso en el crecimiento de la renta. De esta forma, al optar a favor de la protección arancelaria, los políticos españoles
  • 42. También la protección arancelaria contribuyó al estancamiento económico en la medida que perjudicó el desarrollo de los productos mediterráneos. No sólo porque la protección estorbaba la movilidad de los recursos, sino también porque provocó represalias contra las exportaciones españolas especialmente de frutas y hortalizas, en otros países mediterráneos (Francia); el jerez se encontró con aranceles en Inglaterra; las pasas, las cebollas y otros productos, en USA; etc. Los aranceles son un arma de doble filo, y en el caso español ambos filos se opusieron a la modernización agrícola. Con la mejora de las comunicaciones y la aparición en la escena económica de los nuevos países (E.E.U.U., Canadá, Australia o Argentina) los productos agrícolas invadieron el mercado europeo. España tuvo que reconvertir el sector con nuevos productos; en este sentido hay que interpretar la reducción del cereal en beneficio de la vid (aprovechando la crisis provocada por la filoxera en Francia) y del olivo. Vino, aceite de oliva y cítricos crecieron espectacularmente en sus exportaciones.
  • 43. 3. EL DESARROLLO INDUSTRIAL A FINALES DEL SIGLO XIX : El lento desarrollo de la siderurgia nacional constituía un escaso incentivo para la explotación a gran escala de los abundantes minerales ferrosos en España. Fue el desarrollo del acero inglés (y alemán) el principal factor determinante del auge extraordinario de la minería del hierro en España. Fue también la rápida expansión de la tecnología del acero, iniciada con el convertidor Bessemer, la que estimuló la demanda de hierro español. El convertidor inventado por Henry Bessemer permitía la fabricación en masa de acero de buena calidad a partir del lingote de hierro. Pero para que el acero Bessemer fuera de la calidad deseada, el lingote que se utilizaba como materia prima debía estar libre de fósforo. En Inglaterra lo había, pero no en las cantidades que la creciente demanda de acero exigía. El mejor situado era el de la cuenca vizcaíno-santanderina, y sobre él se centraron los intereses de los siderúrgicos británicos. El malagueño estaba un poco lejos. En cuestión de unos pocos años a partir de 1871 se fundaron más de 20 compañías británicas dedicadas a la explotación de minas de hierro en España (Orconera Iron Ore Company, Luchana Mining Company, Schneider - francesa-, etc.).
  • 44. Junto con el capital extranjero, el capital español puso también manos a la obra en la explotación del mineral: la compañía Ybarra tenía una considerable participación en la Orconera Iron Ore Company; aparte de esto, ella misma explotaba sus propias minas. Aparecieron también numerosas sociedades mineras españolas para beneficiar el hierro vizcaíno, santanderino y andaluz. La explotación necesitaba una escala mínima considerable porque, aunque cercano al mar, el mineral había de ser extraído y transportado en grandes cantidades. Se construyeron ferrocarriles mineros, muelles de carga e instalaciones de lavado y concentrado (la Orconera construyó un ferrocarril para transportar el mineral desde sus minas hasta Baracaldo). Sin el estímulo de la demanda y el capital exteriores hubiera sido imposible realizar estas obras de infraestructura. La mayor parte del mineral producido se exportaba (como media, un 90 %), se embarcó a otros países. La mayor parte de este hierro salió por Bilbao (entre un 80 y 90 % durante la década de los 80 y los primeros años de los 90). La gran parte de lo exportado por Bilbao (2/3 aproximadamente) salía con destino a Inglaterra. Del resto, la mayor parte iba hacia Alemania y, en menores cantidades, a Francia y Bélgica. La parte del mineral de hierro español que salía con destino a Estados Unidos era pequeña y en su mayor parte procedía de Málaga. A partir de 1885 aproximadamente, España
  • 45. El rápido crecimiento de las exportaciones durante estas décadas convirtió a España, a finales del siglo XIX, en el mayor exportador de mineral de hierro en Europa, con una gran diferencia sobre el segundo, Suecia, que en 1900 exportó una 5ª parte del volumen español. Sin embargo España no era el primer productor de mineral. Lo que llama la atención del caso español es la enorme desproporción entre producción y exportación ya que se exportaba casi todo lo producido en vez de desarrollar la industria siderúrgica o beneficiarse de esa exportación cuyos beneficios se iban con el mineral ya que el capital de las explotaciones, en gran parte, también era extranjero. La economía española no tenía alternativa: o exportar el mineral con ayuda del capital extranjero, o dejarlo bajo tierra. La venta del hierro español se hizo en el mejor momento posible, en que el auge del proceso Bessemer hacía que su cotización alcanzase valores máximos. Más adelante, con la difusión de otros procesos que no exigían mineral no fosfórico, el descubrimiento de nuevos yacimientos, y la baja de los precios de los fletes, el precio del mineral español cayó.
  • 46. Altos hornos de Vizcaya (siglo XIX)
  • 47. La exportación masiva del mineral de hierro tuvo sobre la economía española, y sobre todo la vascongada, unos efectos dinamizadores extraordinarios. Todos los autores reconocen que el desarrollo de la siderurgia vizcaína fue posible gracias a la capitalización que permitieron los fuertes beneficios obtenidos por la exportación del mineral a Inglaterra. Durante gran parte del siglo XIX las minas de Río Tinto fueron explotadas de manera ineficiente y fraudulenta por concesionarios, con poco beneficio para el Estado. Decidido a obtener un rendimiento tangible, y presionado por las deudas, el gobierno decidió desamortizar Río Tinto en 1870. Pese a la calidad del criadero, el precio que el gobierno español pedía y la inversión de capital hicieron que se tardara en encontrar comprador. En 1873 apareció un consorcio internacional encabezado por un banquero londinense con participación de un banco alemán, e incluso dinero español. La mayor parte del capital se destinaba a inversiones infraestructurales, y una parte pequeña pero sustanciosa a recompensar a los socios fundadores. La construcción del ferrocarril minero Río Tinto – Huelva y los mulles, así como la preparación de la mina para la exportación fueron esas infraestructuras. Cuando comenzó esta compañía resultó un éxito aun mayor que Tharsis en volumen producido, en volumen exportado, y en beneficios. Estas dos compañías fueron las mayores, pero no las únicas, en la explotación de las piritas
  • 48. El papel de haber sido la minería un enclave de las encomias extranjeras casi sin repercusiones en la española, parece característico de la minería en algunos países subdesarrollados. Pero no fue tan total como puede haber sido en otros casos, si bien gran parte de los beneficios se exportó, otra parte se reinvirtió, característicamente en siderurgia (la minería del hierro fue el motor de la modernización económica del País Vasco). La cuestión está en el precio que el país percibe por la explotación de sus recursos mineros: de un lado por la relación de intercambio; de otro, la de los beneficios de las compañías. Los precios de los minerales descendieron en el mercado internacional durante el ultimo cuarto del siglo XIX; lo que nos interesa es el precio relativo de los minerales, no el absoluto. Según otros estudiosos muestran que los precios relativos de los minerales no descendieron y que la relación de intercambio para España mejoró hasta bien entrado el siglo XX, en especial si tenemos en cuenta la mejora de la productividad en la minería. Por tanto no apoya la afirmación de que España fuera expoliada en la exportación de sus minerales.
  • 49.
  • 50. Por su parte, el aumento de la demanda del carbón vino propiciado por la máquina de vapor y el desarrollo de la siderurgia. Aunque los yacimientos hulleros españoles estaban distribuidos por diversas zonas, fue en Asturias, como hemos visto, donde la minería del carbón alcanzó mayor desarrollo debido a la abundancia de recursos y a la facilidad para acceder al transporte marítimo. Sin embargo, la competencia que supuso la llegada del carbón galés sólo pudo ser paliada con el proteccionismo arancelario. A partir de 1876, con la llegada de carbón de coque galés a Bilbao se consolidó la industria siderúrgica marginando al foco asturiano. Su mayor poder calorífico y menor preció comportó la pérdida de competitividad de las empresas asturianas. La consolidación del eje comercial entre Bilbao y Cardiff, basado en la exportación de mineral de hierro y en la importación de carbón galés, para los altos hornos, desempeñó un papel de primer orden en la industrialización vasca.
  • 51.
  • 52. La industria algodonera española o catalana fue sustituyendo gradualmente a la inglesa en el mercado español gracias a la protección arancelaria y a la represión del contrabando (las prendas de algodón introducidas ilegalmente por los Pirineos, Portugal y Gibraltar, a principios de siglo, abastecía el 80 % del mercado español). A mediados de siglo, el contrabando sólo representaba el 20 % de la producción nacional y las importaciones legales menos del 5 %. Entre los años 30 y 50, la industria algodonera catalana pasó de abastecer el 20 al 75 % de la demanda española; de ahí el alto crecimiento pese a los obstáculos comerciales. Hacia 1855 el desarrollo se interrumpió debido a estas causas: La política económica progresista abrió nuevas posibilidades de inversión, como la tierra, las minas, los bancos, y los ferrocarriles. La Guerra de Secesión americana provocó un “hambre de algodón” a partir de 1861. El final de esta misma guerra causó una grave depresión internacional, al caer fuertemente los precios del algodón que pocos años antes habían subido tanto.
  • 53. Tras 1868 la industria catalana comenzó a recuperarse (en contradicción con las predicciones de los fabricantes al aprobarse el relativamente liberal Arancel Figuerola). La tasa de crecimiento no fue tan alta como antes y la crisis volvió a golpear en los 80, debido a la depresión internacional. La banca catalana también se vio afectada y el malestar pasó de ser económico a político, manifestándose la protesta en el popularmente conocido en catalán: Memorial de greuges (agravios). En 1882 se promulgó la Ley de Relaciones Comerciales con las Antillas, que reservaba los mercados coloniales antillanos a la industria española (catalana). Bajo esta protección, la industria volvió a crecer, con Cuba y Puerto Rico absorbiendo una parte importante de la producción. La independencia de las colonias en el 98 fue otro duro golpe para la industria algodonera, cuya producción se estancó durante las primeras décadas del siglo XX. Gracias a la protección los fabricantes podían vender su mercancía a precios más altos que los del mercado internacional, lo cual perjudicaba a los consumidores. También perjudicaba a los contribuyentes (consumidores igual) porque los ingresos impositivos de los casi prohibitivos aranceles eran menores de lo que hubieran sido con más importaciones legales y menos contrabando. También, los fabricantes hicieron causa común con los terratenientes a finales de siglo y lograron formar un lobby o bloque proteccionista invencible.
  • 54.
  • 55. A cambio de esta protección, la industria algodonera ofrecía al país dos cosas: En la medida en que sustituía importaciones contribuía a aliviar el déficit de la balanza comercial, sin olvidar que importaba algodón en rama, carbón y maquinaria. La industria algodonera fue la columna vertebral de la industrialización en Cataluña, la única región que sufriera un proceso de modernización en el siglo XIX. Cómo compensaban al resto de España, y de Cataluña, estas contribuciones de la industria algodonera, no está claramente establecido. Hay que comparar las ventajas de la sustitución de importaciones con los inconvenientes de un producto más caro. Al igual que contar con las ventajas e inconvenientes de tener una ciudad y una región (Barcelona y Cataluña) que estaban muy por delante del resto del país. La industria algodonera estimuló el crecimiento de otras industrias en torno a Barcelona (en especial la química y la mecánica). También absorbió mano de obra catalana y de otras regiones, como Andalucía y Murcia.
  • 56. En lo negativo hay que recordar, que por ser una industria protegida y con posibilidades de expansión muy limitadas, a partir de mediados de siglo es responsable de la crisis de la economía barcelonesa durante los últimos decenios del siglo XIX y principios del XX, crisis que se manifiesta en la decadencia del sistema bancario, bajos niveles de salarios y beneficios, paro, y una situación endémica de tensión y violencia social. La cuestión debe plantearse entre una industria protegida y otra sin protección arancelaria, de elegir una u otra que hubiera pasado
  • 57. El problema clave de la siderurgia española era su localización, ya que el carbón era más caro de transportar que el hierro, por su valor intrínseco, por lo tanto las industrias debían de haberse localizado en el exterior y no en Bilbao, Avilés, Málaga, o Sagunto. En cierto modo lo hizo, ya que exportó gran parte del mineral de hierro que extrajo de sus minas. Económicamente el tener buenos depósitos férricos no era lo más importante para convertirse en potencia siderúrgica, sino que era más importante la abundancia de buen carbón coqueficable; y una fuerte demanda de los productos de la industria. Al faltar ambos en España es lógico que la siderurgia tuviera dificultades. El tener ricos yacimientos de hierro no presupone necesariamente el desarrollo de una gran siderurgia. a sucesiva localización por todo el territorio nacional fue poco a poco desapareciendo por falta de competitividad. Casi todos se enfrentaban con el problema de la lejanía y carestía del carbón. La localización que terminó por predominar fue la de Vizcaya (paradójicamente la más racional por que en Vizcaya lo abundante es el mineral, no el combustible; pero el mineral la aproximaba a las fuentes de combustible, porque las exportaciones de mineral de hierro a Inglaterra abarataban el transporte de coque británico en los buques que hacían la travesía a Bilbao para embarcar el mineral vasco.
  • 58. El atraso de la siderurgia es evidente, durante las últimas décadas del siglo, la producción de la siderurgia española, sobre todo la vizcaína, creció y se modernizó de manera notable. En 1884 se introdujeron los primeros convertidores Bessemer y poco después los primeros hornos Siemens- Martin, con lo cual comenzó a desarrollarse la hasta entonces insignificante producción de acero, sin embargo, no fue suficiente para dar a la siderurgia española un lugar relevante en el panorama europeo. En 1900 las producciones españolas de hierro y acero eran 1/30 y 1/40 de las respectivas producciones inglesas. La producción inglesa de acero, a su vez, había sido superada por la alemana. Con la expansión de la minería se desarrolló en España una nueva rama de la industria química: la de los productos explosivos, en concreto, sobre todo, la Dinamita y sus derivados, las gomas explosivas. La Sociedad Española de la Dinamita, con patente Nobel y capital mayoritariamente francés, británico y belga, se estableció en Galdácano (Bilbao) en 1872 y sus ventas pronto crecieron a gran velocidad al crecer la producción minera. Los principales clientes de la Sociedad eran las grandes explotadoras del subsuelo: Río Tinto, Tharsis, Asturiana de Minas, Orconera, etc.
  • 59. Pronto aparecen competidores en Asturias, Vizcaya y Cataluña, casi todos ellos con financiación total o parcialmente extranjera. Esta competencia dio paso aun acuerdo de cártel, que pronto tuvo reconocimiento oficial al crearse el Monopolio de Explosivos en 1897 (Unión Española de Explosivos), monopolio que el cártel arrendó por 20 años, demostrando el progresivo interés por la nacionalización de la industria auxiliar. Hacia 1882 comenzó la Sociedad de la Dinamita a producir los ácidos nítrico y sulfúrico que consumía y que antes importaba; poco después comenzó a aprovechar sus subproductos para manufacturar superfosfatos, negocio que creció muy lentamente por falta de demanda. El personal técnico extranjero comenzó a ser sustituido por el nativo y durante los primeros lustros del siglo XX l capital pasó a manos españolas, en tanto que las actividades de la compañía (Unión Española de Explosivos) se fueron diversificando.
  • 60.
  • 61. 4. LA REVOLUCIÓN DE LAS COMUNICACIONES A FINALES DEL S. XIX : La crisis financiera de 1866 supuso un período de paralización de la construcción ante la evidencia de la escasa rentabilidad que tenían las inversiones ferroviarias. Una vez finalizada la fase de construcción intensiva, la explotación de las líneas puso al descubierto que los ferrocarriles producían unos beneficios muy escasos y el valor de las acciones ferroviarias cayó estrepitosamente. Sin embargo, a partir de 1873 se abrió una nueva etapa constructiva, completándose el trazado de la red que había quedado paralizado. Pero a consecuencia de la crisis anterior, que había hecho desaparecer a la mayoría de compañías, tan sólo permanecían la del Norte y la MZA (Madrid-Zaragoza-Alicante). La construcción del ferrocarril durante el siglo XIX acabó por condicionar la historia económica de los siguientes 100 años:
  • 62. -Consolidó una estructura radial de la red con centro en Madrid, dificultando las comunicaciones entre las zonas más industriales y dinámicas. -Fijó un ancho entre carriles mayor que el de la mayoría de las líneas europeas, obstaculizando así los intercambios con el resto de Europa. Las causas de esta decisión fueron técnicas: la posibilidad de instalar calderas de vapor más grandes para aumentar la potencia de las locomotoras y poder superar mayores pendientes. Los demás países europeos utilizaban una separación entre raíles de 1.435 mm, que se consideró insuficiente en España por los desniveles del terreno y el trazado sinuoso, obligado por el relieve; con el fin de proporcionar una mayor estabilidad a los trenes, se adoptó en 1844 la anchura de vía de seis pies castellanos, equivalentes a 1.672 mm. - La ley autorizó a las compañías constructoras, mayoritariamente extranjeras, a importar libres de aranceles aduaneros todos los materiales necesarios para la construcción de la red ferroviaria. Esta franquicia arancelaria ha sido considerada como otra oportunidad perdida para incentivar el crecimiento industrial de España, ya que no se produjo, como en otras economías europeas, un aumento de la demanda interior sobre el sector siderúrgico o de maquinaria para construir la red.
  • 63. Primer tranvía eléctrico en Madrid (1892)
  • 64.
  • 65. Al ser España un país de complicado relieve el transporte marítimo siguió teniendo gran importancia, con la sustitución de la vela en los años 60 y el aumento del comercio interior y exterior algunos puertos crecieron notablemente. Santander, Málaga, Valencia, pero especialmente Barcelona y Bilbao acometen importantes remodelaciones en sus puertos. El telégrafo eléctrico sustituyó en las últimas décadas al telégrafo óptico suponiendo una gran revolución; había empezado a experimentarse en otros países europeos y su evolución resumía los avances técnicos en el campo de la electricidad. Entre 1858 y 1863 se formó la primera red de telegrafía eléctrica española, que reproducía el sistema radial y centralista diseñado para el ferrocarril. En 1900, la extensión de las líneas alcanzaba los 32.500 km, configurando una tupida red en forma de malla que combinaba líneas radiales y transversales para servir a todo el territorio español.
  • 66. 5. COMERCIO Y FINANZAS EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS : Las transformaciones en el comercio fueron profundas: creación de un mercado nacional más o menos integrado gracias a la mejora de las comunicaciones, mientras que las importaciones y las exportaciones experimentaban un gran crecimiento, aunque siempre con una balanza comercial negativa para España. En este sentido debemos repetir el debate secular entre proteccionistas (industriales catalanes) y librecambistas (comerciantes y exportadores de productos agrarios): la política adoptada fue casi durante todo el siglo proteccionista, excepto desde 1869 (arancel Figuerola) hasta 1891. A pesar de su modernización (sistema tributario y presupuestario moderno, adopción de la peseta, Ley de Sociedades de Crédito), el sistema bancario y financiero no consiguió llegar a los niveles de los países europeos y no logró eliminar el problema crónico de la deuda pública. Dos términos presentes al hablar de la economía del siglo XIX son librecambio y proteccionismo, la política arancelaria de los sucesivos gobiernos españoles evolucionó desde una primera etapa de avance del librecambio, hasta 1870, a otra dominada por el proteccionismo. Se ha defendido que esta política proteccionista obstaculizó la vinculación con el mercado internacional, abastecedor de nuevas tecnologías, y frenó la especialización de
  • 67. Sin embargo, a pesar de la inestabilidad de la política y de la economía , España realizó hasta 1874, un esfuerzo de liberalización del comercio exterior, siguiendo unas pautas similares a las del resto de los países de Europa. Por ello no parece adecuado responsabilizar a la política arancelaria del atraso industrial español, fueron un conjunto de factores diversos( atraso agrario, inestabilidad institucional, apropiación del excedente por sectores sociales improductivos..) dentro de un marco geográfico cuyos recursos naturales eran poco favorables para impulsar un crecimiento como el de Gran Bretaña. En 1856 se creó el banco de España, que obtuvo en 1874 la concesión del monopolio de emisión de billetes. También aparecieron numerosas sociedades de crédito, destinadas a gestionar los negocios, y el Banco Hipotecario, especializado en operaciones de préstamo a largo plazo. Finalmente, la industrialización vasca propició el surgimiento de un sector bancario que apoyase su financiamiento industrial. Así nacieron el Banco de Bilbao, 1856 y el Banco de Vizcaya, 1902, que rápidamente se expandieron por toda España.
  • 68. España arrastró durante todo el siglo un gran endeudamiento, ya que la reforma fiscal del ministro Mon en 1845 no incluía las rentas personales (trabajo y capital) a diferencia de otros países europeos, por ello el Estado no conseguía hacer efectivas recaudaciones. Este déficit de la Hacienda Pública favorecía la necesidad del crédito exterior, que ante la escasa confianza de los inversores extranjeros, se negociaba en desventaja para el país, es decir, el endeudamiento seguía creciendo.
  • 69.
  • 70. 6. EL CRECIMIENTO POBLACIONAL Y URBANO HASTA EL SIGLO XX :A lo largo del siglo XIX, la población española pasó de 10,5 millones de habitantes, estimados en el Censo de Godoy de 1797, a unos 19 millones en 1900. Es decir, la población se duplicó en el período de un siglo. Los incrementos poblacionales fueron espectaculares en las regiones periféricas donde llegó a triplicarse la población (Valencia) o duplicarse (Vascongadas, Cataluña, Aragón, Asturias, Andalucía). Durante el siglo XIX el aumento fue aún mayor y. tras la Guerra de la Independencia, la población crecerá unos 110.000 habitantes al año, aunque a fines de siglo, la emigración hacia América, las guerras carlistas y las de Cuba y Filipinas frenan este rápido crecimiento. Castilla y en especial el foco urbano madrileño, crecen más rápidamente que en el siglo anterior, aunque la balanza poblacional se inclina hacia la periferia en una tendencia que llega hasta hoy. Van a realizarse, a partir de 1857, reinando Isabel II, censos oficiales de población cada diez años, desde 1877. Gracias a ellos sabemos que en 1900 la población española era de 18.617.956 habitantes.
  • 71.
  • 72. El aumento de población en las ciudades (Barcelona, por ejemplo, pasó de 97 000 habitantes, en 1800, a 510 000 en 1897) hizo necesario romper sus antiguas murallas. Se proyectaron ensanches urbanos como los realizados por Carlos María de Castro y Arturo Soria en Madrid o Ildefonso Cerdà en Barcelona. A lo largo del siglo XIX, la población española creció considerablemente, aunque a un ritmo más lento que los países más industrializados de Europa occidental. Hasta 1870, el comportamiento demográfico estuvo más cercano al ritmo del Antiguo Régimen, es decir, a un régimen poblacional tradicional, caracterizado por altas tasas de natalidad y de mortalidad, condicionadas por la baja esperanza de vida, los altos índices de mortalidad catastrófica y una abultada mortalidad infantil. Para comprender esta circunstancia, contraria a lo que estaba ocurriendo en la mayoría de los países de Europa Occidental, habría que recurrir a una serie de factores: -La natalidad se explica como consecuencia de los comportamientos impuestos por la férrea moral religiosa. Además, los hijos eran considerados como fuerza de trabajo que aportaba ingresos a la unidad familiar.
  • 73.
  • 74. -La muerte catastrófica era consecuencia de las periódicas crisis de subsistencia y de la persistencia de epidemias como la de cólera, que todavía golpeaba con asiduidad, tal y como ocurrió con el atroz brote de 1834. Esta situación no era exclusiva de España, sino que se repetía, incluso con más intensidad, en todos los países de la cuenca mediterránea y en la Europa Occidental. A partir de 1870 el comportamiento demográfico inició una transformación que se prolongó durante buena parte del siglo XX. Tuvo lugar la llamada transición demográfica, que provocó un notable incremento poblacional consecuencia de una serie de factores ; -La diferencia entre natalidad y mortalidad aumentó paulatinamente; a ello contribuyeron la progresiva mejora en las condiciones de vida y la recuperación económica. -La mortalidad catastrófica se redujo drásticamente. La última epidemia de cólera se registró en 1855. La existencia de médicos mejor preparados, el desarrollo de las instalaciones sanitarias y las mejoras higiénicas (sistemas de alcantarillados) en muchas ciudades explican este cambio.
  • 75. Además, la mejor articulación del mercado nacional, gracias a los avances de los transportes, evitó los efectos de la crisis de subsistencia por la optimización de los abastecimientos, y estabilizó el precio de los productos alimentarios.
  • 76. La movilidad espacial constituyó una de las grandes variables demográficas del siglo XIX, sobre todo en su segunda mitad. Esta circunstancia se explica por el asentamiento de la sociedad liberal, la superpoblación rural provocada por el impacto del proceso desamortizador en el sector agrario, la mejora de los transportes y las expectativas de una vida mejor en los núcleos urbanos, asociadas a la idea del ascenso social. Hasta 1860, estas corrientes fueron de escasa magnitud, pero después emergió una dinámica que se consolida durante el primer tercio del siglo XX. Tres fueron los centros principales de recepción de población inmigrante. Barcelona y País Vasco se convirtieron en espacios demandantes de proletariados industriales, un proceso en el que Cataluña fue pionera. Madrid, por su parte, reclamaba población asociada a su papel de centro político y administrativo, a tareas de servicio doméstico y a trabajos de la construcción, sobre todo tras la puesta en marcha de los ensanches. En el s. XIX se incrementó la emigración, que se dirigió mayoritariamente hacia América. Durante la primera mitad del siglo estuvo prohibida, salvo a Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El motivo de dicha restricción era que los gobiernos establecían una relación entre riqueza y abundancia de población, por lo que tuvo que desarrollarse a través de canales clandestinos, utilizados, sobre todo, por jóvenes gallegos y canarios.
  • 77.
  • 78. La realidad terminó por imponerse, y en 1853 empezó un proceso de liberalización que culminó en los años 80 con la desaparición de todas las trabas legales. Hay que relacionar esta migración con las malas condiciones internas y con factores de atracción, como las relaciones de parentesco o de amistad con emigrantes anteriores. Cabe hablar, pues, de redes de captación que animaban la aventura migratoria. Tras el paréntesis originado por la emancipación americana, desde la década de los años 30 del siglo XIX el déficit de mano de obra de las jóvenes repúblicas atrajo a miles de españoles, que atravesaban el Atlántico sujetos a toda clase de malos tratos y en unas condiciones muy lamentables. Galicia fue la región española que más emigrantes envió. Casi medio millón de gallegos marcharon a América entre 1853 y 1900. En las mismas fechas, Asturias proporcionó 70000 emigrantes. Canarias, por su parte, mostró las tasas de emigración más elevadas, el 18 por mil de su población. Una pequeña proporción de estos emigrantes consiguieron hacer las Américas, es decir, formar un patrimonio económico considerable. Muchos de ellos, los denominados indianos, retornaron después de hacer fortuna y
  • 79. El aumento de la urbanización en España fue considerable durante el s. XIX, el país duplicó su nivel de urbanización en un nivel similar al de los países mediterráneos. Este crecimiento del mundo urbano estuvo muy ligado a las transformaciones propiciadas por el nuevo régimen liberal y por la industrialización; en España, la urbanización también estuvo animada por las sucesivas desamortizaciones; desde un punto de vista cuantitativo, favorecieron el trasvase de población del campo a las ciudades; en el plano cualitativo, permitieron la alteración morfológica de las ciudades, al proporcionar nuevos espacios, anteriormente ocupados por recintos religiosos, para la construcción de viviendas, plazas, etc. A mediados del s. XIX, el desfase entre población y estructuras urbanas se volvió insostenible. Las viejas ciudades ya no eran capaces de acoger entre sus murallas a la población procedente de las zonas rurales. La revolución liberal y las desamortizaciones crearon condiciones para que se planificaran nuevas ordenaciones urbanísticas, que darán paso a la ciudad moderna. Las ciudades van a romper definitivamente las cercas y murallas que las rodeaban y extienden sus espacios más allá de los centros tradicionales.
  • 80. Isabel II llegó a Alicante el 26 de mayo de 1858 (la línea de ferrocarril Madrid-Alicante, fue la primera en unir la capital del país con la costa), y en una Real Orden transmitida por el ministro de la Guerra se hizo constar la conveniencia y necesidad de dar más extendidos limites a la ciudad de Alicante, ceñida por un recinto que impide su crecimiento y deseosa de proporcionar el bienestar y el progresivo desarrollo que la industria y el comercio experimentan con motivo de hallarse ya en explotación el ferrocarril que la unen con la capital. 1858 significa el inicio del desmonte de murallas, baluartes y puertas. En 1875 ,según el Memorial de Vicente Climent en este año ya no queda rastro de la muralla del “Frente del Mar”. Y es que ya lo dice la canción… que desde el matxo del Castell, mires i dius: qu'encant! (“o quin error mes gran”) no es ja este el poble vell, qu'es un altre Alacant! Visca Alacant! Visca Alacant!! Visca Alacant! ...
  • 81. Fragmento de muralla que se puede observar en la actualidad (Paseito Ramiro, Alicante).
  • 82. La expansión urbana de la segunda mitad del siglo XIX obligó al desarrollo de las infraestructuras; las redes de abastecimiento de agua y alcantarillado, el empedrado de las calles, los sistemas de alumbrado (primero por petróleo y gas, posteriormente por electricidad), y de transporte público, como los tranvías, cambiaron las condiciones de habitabilidad en la ciudad, aumentaron la calidad de vida y mejoraron la salubridad e higiene, reduciendo así las elevadas tasas de mortalidad. En este proceso de remodelación de las ciudades tuvo especial importancia la construcción de ensanches. Solían desarrollarse mediante un plano en cuadrícula o plano ortogonal. Cuando el crecimiento demográfico y las nuevas actividades con requisitos intensivos de suelo, como el ferrocarril, obligó a un crecimiento extramuros de las ciudades y al derribo de las antiguas murallas que habían perdido todo su valor militar y tenían únicamente ya la función fiscal de aduana. En muchos casos este crecimiento mallado, proyectado y concebido para conseguir una ciudad saludable por y para la burguesía, se desvirtuó con el paso del tiempo por la especulación y a medida que la ciudad siguió creciendo, colmatándose todo el entramado urbano de nuevas edificaciones y desapareciendo progresivamente los espacios verdes.
  • 83. Características de los ensanches: - Eran autorizados por Decretos de la Corona y estaban sujetos a reglamentos (en general, los mismos que para Barcelona y Madrid). - Se distinguen del casco histórico por su trazado geométrico y ortogonal y por su diseño sencillo siguiendo los modelos que por entonces se aplicaban ampliamente en EEUU y Europa, así como la tradición urbanística de las ciudades hispanoamericanas. - Se preveía la existencia de amplios espacios dedicados a jardines en proporción semejante a la del espacio edificado (no se respetó). - Alturas de tres plantas (tampoco se respetó). - Se concibieron como áreas de residencia destinadas fundamentalmente a la burguesía y clases medias, sectores sociales emergentes, los únicos que podían pagar la construcción de edificios de varias alturas. - Influyó la necesidad en las ciudades del s.XIX de reprimir los movimientos populares, por lo que se proyectaron grandes vías que permitieran el rápido movimiento de los ejércitos. - Un inconveniente importante era la escasa visibilidad de los cruces de calles en ángulo recto, lo que se trató de solventar achaflanando las esquinas y abriendo amplias avenidas diagonales que facilitan la circulación: la Diagonal de Barcelona es un claro ejemplo.
  • 84. El Ensanche de Barcelona. ldefonso Cerdá, 1859
  • 85. El Ensanche de Cerdá es un trazado urbanístico dispuesto en cuadrícula casi regular al estilo de las urbanizaciones de la ilustración. Su gran virtud era la de combinar en cada manzana de casas bloques de viviendas con zonas verdes, y adoptar disposiciones distintas con dichos bloques, dentro de unos módulos prefijados, que convertían la monotonía viaria de la cuadrícula en un juego de volúmenes variado y atractivo. La especulación del suelo convirtió los espacios verdes de las manzanas de casas en espacios edificables. En el proyecto definitivo de 1859, Cerdá presentó las siguientes novedades: la aparición de la Diagonal, los ejes de reforma, el canal para desviar las aguas de montaña, la gran estación central de ferrocarriles, la forma biselada de las esquinas, la disposición de la edificación de la manzana, la distribución regular de las manzanas destinadas a equipamientos locales, la anchura superior de la calle Urgel, el paseo de san Juan y las rondas, la localización poco sistemática de algunos equipamientos y parques. Con la Diagonal solucionó el enlace entre los diferentes pueblos comarcales y respondió a las criticas de excesiva rigidez de la malla rectangular de los teóricos franceses. Pero planteó un problema nuevo al reforzar el papel de centralidad de la plaza de las Glorias, creando un nuevo foco en el esquema urbanístico.
  • 86. Lo que es imputable a Ildefonso Cerdá es el menosprecio que le merece la ciudad antigua. Cerdá concibe el Ensanche no como una evolución natural del casco antiguo, sino como una gran ampliación artificial de la ciudad antigua que en el plano de conjunto da la impresión de que no es el núcleo generador, sino una especie de enquistamiento adherido por abajo a la inmensa parte nueva.
  • 87. 7. TRANSFORMACIONES SOCIALES EN EL SIGLO XIX : La sociedad también se transformó y los estamentos propios del Antiguo Régimen dieron paso a la moderna división de clases propia de una sociedad capitalista. La nobleza, que había perdido sus antiguos derechos señoriales, se integró en los grupos dirigentes de la sociedad burguesa y la Iglesia, al disolverse algunas ordenes religiosas y perder sus bienes con las desamortizaciones, perdió gran parte de su poder económico. Perdió también influencia social entre la nueva clase proletaria y entre sectores intelectuales. La nueva estructura social que se fue configurando a lo largo del siglo XIX, daba a las clases burguesas el papel de nuevas clases dirigentes. Si a principios de siglo, la burguesía se mostró agresiva con el Antiguo Régimen, y adoptó posturas políticas que tendían a acabar con los antiguos privilegios de la Iglesia y la nobleza, a mediados de siglo, esta posición fue cambiando. Se produjo un desplazamiento progresivo hacia posiciones cada vez más conservadoras. Se constituyó un sector, enriquecido en parte con la desamortización, que fue el núcleo de una alta burguesía financiera con intereses en grandes propiedades agrarias y en el negocio de la expansión de la red ferroviaria. Esta alta burguesía perdió toda iniciativa empresarial y tendió hacia modos de
  • 88. Se rodeó de una vida lujosa, abandonó los centros de las ciudades y se instalaron en barrios residenciales, La ópera, el teatro, cafés suntuosos, etc., llenaban sus ratos de ocio. Las llamadas clases medias fueron un sector poco numeroso constituido por pequeños comerciantes, empresarios industriales, abogados, médicos, etc., que ocuparon la cúspide social de las ciudades. La pequeña burguesía, tenderos, artesanos, funcionariado, etc., constituyeron los grupos en los que se apoyaban las alternativas políticas liberal-progresistas. Imitaban las formas de vida de la alta burguesía. Tenían también sus cafés y teatros aunque menos caros. La mayor parte de la población estaba constituida, en primer lugar, por el campesinado, y, en las zonas industrializadas, por el proletariado. Los campesinos, en gran parte jornaleros, continuaron ocupando el estrato más bajo de la escala social. Sus condiciones de vida eran, en general, miserables, lo que provocó no pocas revueltas en el campo. El Estado creó un cuerpo especial, la Guardia Civil (1844), para mantener el orden en las zonas rurales. El número de obreros industriales creció enormemente a partir de 1840, sobre todo en Cataluña. Antiguos artesanos y campesinos emigraron a las ciudades industriales en busca de mejores condiciones de vida, dado que los salarios
  • 89.
  • 90. En las ciudades industriales, las familias obreras vivían concentradas en callejas con casas altas del casco antiguo o en barrios de la periferia. Sus distracciones eran las tabernas o los teatros populares. Había también un sector de la población marginado: mendigos que iban de una ciudad a otra (cerca de 100 000 pobres). Los asalariados como sirvientes en las casas burguesas eran aproximadamente unos 800 000 entre hombres y mujeres. Tuvieron su origen en los núcleos industriales, especialmente catalanes, hacia 1830. Los movimientos obreros eran asociaciones que trataban de conseguir mejoras laborales y salarios más altos, La consolidación de estos movimientos llegó en 1868 por influencia del movimiento obrero internacional. El anarquismo fue introducido por Giussepe Fanelli, discípulo de Bakunin, que creó en Madrid y Barcelona la sección española de la Asociación Internacional de Trabajadores llamada «Federación Regional Española», en 1870. El socialismo marxista lo introdujo Paul Lafargue, yerno de Carlos Marx, quien en 1871 difundió entre los obreros españoles las ideas del «Manifiesto Comunista». Los anarquistas se extendieron principalmente por Andalucía y Cataluña y los socialistas por Madrid, Cataluña, Bilbao, Santander y Asturias.
  • 91. La separación de anarquistas y socialistas en la I Internacional tuvo su repercusión en España donde la mayoría de las asociaciones obreras se inclinó hacia el anarquismo; los marxistas fueron expulsados en el congreso de Zaragoza de 1872 y fundaron la «Nueva Federación Madrileña». Los socialistas fundaron en 1879 el Partido Socialista Obrero Español bajo el liderazgo del tipógrafo Pablo Iglesias. En una modesta fonda de la calle Atocha, realizaron un acto fundacional en presencia de unas 25 personas. Desde 1881 el partido se incorporó a la política y en 1888 creó una asociación sindical, la «Unión General de Trabajadores» (UGT).
  • 92. En la España del siglo XIX seguían existiendo grandes diferencias sociales que se mantendrán durante la primera mitad del siguiente siglo, las clases medias aparecen en el s. XX
  • 93. 8. VISIÓN GENERAL DE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA EN EL PRIMER TERCIO DEL SIGLO XX : En el tercio inicial del siglo podemos diferenciar cuatro etapas en la economía española : -En el ámbito industrial, los primeros años del s. XX marcaron un paso delante de notable importancia, propiciado por la repatriación de capitales desde las antiguas colonias, la renovada afluencia de recursos extranjeros y la activa presencia de la banca nacional. Aunque el núcleo vizcaíno fue el que más se reforzó, también en Asturias hubo vitalidad. La industria catalana no registró un auge paralelo, porque la pérdida de las colonias acentuó la desaceleración de la manufactura del algodón. El tono general fue, en resumen, alto. -La segunda etapa fue la determinada, entre 1914 y 1922, por el ciclo económico a que dio lugar el conflicto bélico europeo, con la fase de auge y otra de depresión. Tras la zozobra inicial, se produjo un auge espectacular posterior, seguido de una profunda crisis final. El impacto fue determinante, tanto para alentar el proceso de nacionalización de la industria española, cuanto para introducir prácticas intervencionistas en la política económica, reguladoras de la dislocación de la vida que originó el conflicto.
  • 94. PAÍSES MILLONES DE FRANCOS % Francia 397,2 53,8 Bélgica 144,1 19,5 G. Bretaña 151,0 20,5 Alemania 45,3 6,1 TOTAL 737,6 100 Flujo de capitales extranjeros hacia España en 1901-1913.
  • 95. Con los beneficios extraordinarios obtenidos durante la guerra se consiguió rescatar la Deuda Exterior y nacionalizar una parte importante de empresas en manos extranjeras. Al llegar la paz el capitalismo español se había robustecido excepcionalmente, sobre todo en Vizcaya, convertida en la provincia industrial más avanzada de España. -La tercera etapa fue la de la Dictadura de Primo de Rivera. Supuso la consolidación de las tendencias apuntadas. Por un lado la política económica del dictador actuó a la defensiva, para luchar contra la crisis; por otro, la reactivación industrial se impulsó a través de la ampliación del Gasto Público, en un contexto internacional favorable. La industria pesada volvió a tomar ventaja sobre la de bienes de consumo y la gran banca madrileña y la bilbaína se hicieron definitivamente con el dominio del mapa bancario español. Fue una experiencia efímera, porque la asfixiante organización corporativa resultó una limitación insalvable. -La última etapa fue la de la II República que coincidió con una adversa coyuntura internacional, resultado de la crisis de 1929. El nuevo régimen heredó los problemas del anterior y debió hacer frente, además, a las expectativas, de muy distinto signo, que su implantación levantó entre todas las capas sociales.
  • 96. Comparación del PIB per cápita nominal de España, Portugal y México, durante el siglo XX.
  • 97. A pesar del aislamiento de la economía nacional, España no pudo sustraerse a los efectos de aquel difícil contexto económico mundial. Se resintieron tanto las exportaciones como los flujos migratorios y los movimientos de capital. Entre los empresarios cundió el miedo y este recelo, unido a la incertidumbre del momento, se tradujo en huida de capitales y retraimiento de las inversiones. Malas perspectivas cuando las masas populares lo esperaban todo del régimen. En estas circunstancias había escaso margen de maniobra. La política económica tuvo más líneas de continuidad que de ruptura con el pasado. En lo que respecta a la importancia de los diferentes sectores económicos, a lo largo del primer tercio del siglo se produjo una lenta transformación. Dos sectores se vieron especialmente afectados, mientras el de servicios se mantuvo estancado. Agricultura y pesca iniciaron un fuerte retroceso, que supuso la pérdida de casi una cuarta parte de su participación en el total, mientras la industria vio aumentar su protagonismo de forma notoria.
  • 98.
  • 99. AÑO Agricultur a y pesca Industria Servicios 1901 46, 4 19, 6 34, 0 1910 44, 9 20, 4 34, 7 1920 41, 5 23, 8 34, 7 1930 34, 6 30, 9 34, 5 Participación en el PIB de los distintos sectores económicos.
  • 100. Con el comienzo del siglo XX las presiones de las nuevas instituciones patronales llevaron a un refuerzo de la política proteccionista. El nacionalismo económico conoció durante la primera guerra mundial un desarrollo espectacular, sin embargo fue con la dictadura cuando adquirió su máximo auge con la consagración del intervencionismo, el último eslabón de la cadena del proteccionismo. Resultado de tantos factores coincidentes, la política económica española del primer tercio del siglo XX tradujo con fidelidad el nacionalismo económico. Se concretó mediante un amplio conjunto de medidas que se movieron en un triple plano, el de la protección, el fomento y el de la ordenación de la producción. Sin ser un fenómeno exclusivo de España, se distinguió por los elevados niveles que alcanzó. En 1906 España poseía ya la más elevada barrera aduanera de Europa. Veinte años después la Sociedad de Naciones calificó el nivel medio arancelario español como el más proteccionista del mundo. Otra característica fue su escasa coordinación, resultando, no de la aplicación lineal y sistemática, sino de las concesiones hechas, de forma apresurada, a los diferentes grupos de intereses. Posiblemente el rasgo más destacado fue el desconocimiento de las limitaciones y los costes.
  • 101. No se tuvo en cuenta que la protección de unos siempre se hace a costa de otros. Así, la protección textil, siderúrgica, minera, al cereal castellano se hizo a costa de los sectores con mayor capacidad de salida al exterior ; minería de exportación, los vinos y los productos hortofrutícolas. Por ello los mayores críticos de la autarquía económica aparecían ligados a los pocos sectores exportadores. La economía española se caracterizó en estas primeras décadas del siglo XX por un crecimiento notable de forma que se acercó en sus cifras a otros países europeos más avanzados, su transformación socio- económica era lenta pero sólida. Sin embargo, este crecimiento quedó interrumpido por la Guerra Civil y el primer franquismo, cuando la economía española pasó por una profunda fase de estancamiento.
  • 102. 9. LA AGRICULTURA HASTA LA GUERRA CIVIL : A principios del siglo XX más del 60% de la población activa española trabaja en el campo, en la segunda república este porcentaje baja a menos del 50%. Ello ejemplifica el proceso de modernización sufrido por la economía española en general y en la agricultura en particular. No obstante, no podemos olvidar que estamos ante una estructura agraria dual y que los países de nuestro entorno tenían un porcentaje menor de población activa agraria. Donde mejor se ve el desarrollo de la agricultura fue en el crecimiento de la producción agraria (en un 50%) debido a tres factores: -Intensificación del uso del suelo; esto se plasmó, sobre todo, en la producción cerealistica, suponiendo no sólo la ampliación de la superficie cultivada, sino también la progresiva eliminación del barbecho y un incremento de los rendimientos. -Especialización de la producción; cada vez adquirió mayor importancia la ganadería, generalmente explotada en régimen de estabulación y con destino al mercado. Varias regiones españolas, en especial la cornisa
  • 103.
  • 104. -Cambios técnicos; tuvo lugar una incipiente mecanización de las tareas agrícolas que sustituyó los efectos del éxodo rural. También se difundieron nuevos aperos de labranza y fue más frecuente el uso de fertilizantes químicos, frente al tradicional abono de origen orgánico. Aunque la modernización fue evidente ya que aumentó la producción y bajo la población activa agraria, perduraron una serie de indicativos que no nos permiten hablar de revolución agraria. La población activa continuó muy alta, la mecanización escasa y solo en el sector moderno, la influencia de los factores físicos muy alta y la utilización de abonos químicos y energía mecánica estaba restringida al sector más modernizado de la agricultura. Habrá que esperar a los años sesenta para que se produzca una verdadera revolución agraria en España, aunque no hay que olvidar que los procesos ocurridos en el primer tercio del siglo XX ayudaron a ello. El sur y centro-oeste, las zonas más pobres de España, se caracteriza por el dominio de la gran propiedad. Los latifundios poseían, generalmente, una explotación extensiva generando trabajo estacionalmente. La gran masa de jornaleros que trabajaba en ellos lo hacía en unas pésimas condiciones, teniendo un poder adquisitivo escaso, por lo que el mercado interior era muy pobre cualitativamente hablando.
  • 105. SECTOR 1900 1910 1920 1930 PRIMARIO 70,0 68,0 59,0 47,2 SECUNDAR IO 14,2 14,9 21,0 25,7 TERCIARIO 15,6 17,1 20,0 27,1 Grupos de actividad de la población española
  • 106. Por tanto, a las consecuencias negativas sociales hay que añadirle las económicas. Por último, el capital generado por estas explotaciones revertía en el norte de España, ya que los latifundistas no solían reinvertirlo en la modernización de la explotación y si lo introducían en los bancos. Bancos, que con el modelo mixto bancario español, hacía sus inversiones en las zonas septentrionales más desarrolladas. En la agricultura española existían dos sectores bien diferenciados; -La agricultura mediterránea exportadora, aparece por la fachada del mediterráneo una agricultura moderna y altamente productiva orientada hacía la exportación: olivo, vid, pasas, cítricos, almendras, avellanas, frutas...Además empiezan a aparecer las industrias agroalimentarias; la industria harinera en Castilla, la del vino en Andalucía y la Rioja, la conservera en Logroño o la azucarera en Granada, Aranjuez y Aragón. -Sector tradicional y atraso, se trataba de una agricultura tradicional, de secano, cerealística y ganadera, incapaz de renovarse y aumentar su producción, obligando a emigrar a muchos de sus trabajadores. Se caracteriza por el atraso tecnológico y el fuerte grado de auto-subsistencia. Aquella España tenía una nula capacidad adquisitiva y no se presentaba
  • 107. PRODUCT O 1900 1930 Millones de ptas % Millones de ptas % Cereales y leguminosa s 1992 57,9 2376 44,8 Vid 424 12,3 416 7,9 Olivo 227 6,6 397 7,5 Frutales 190 5,5 553 10,4 Raíces y tubérculos 277 8 762 14,4 Plantas hortícolas 162 4,7 411 7,8 Valor del producto agrícola (1900-1930)
  • 108. En el atraso agrario tuvo una gran influencia la estructura de la propiedad de la tierra. Los latifundistas de Andalucía, Extremadura y Castilla la Mancha tenían una gran aversión al riesgo y muy escaso interés por aumentar la productividad de sus tierras. La evolución del producto agrícola reflejaba tanto el estancamiento y retroceso de los cereales, que seguían, no obstante, siendo la parte fundamental, y del viñedo como el espectacular crecimiento de los frutales, de las raíces, tubérculos y bulbos y de las plantas industriales y productos hortícolas. Dado que el trigo español por su carestía no podía competir en el exterior, sus posibilidades de expansión estaban limitadas a la evolución del consumo interior, que dependía de la cuantía de la población y de la permanencia de hábitos alimenticios tradicionales. El crecimiento del trigo se mantuvo aunque el precio para el consumidor español era caro en relación a países como G. Bretaña o EEUU. Sin embargo el gran auge se dio en el sector ganadero, ello cuestiona la idea tradicional del estancamiento, en el valor del producto pecuario resultaba dominante la aportación de la carne, seguida de la leche. La lana había ya perdido su antiguo protagonismo anterior. Fue, por tanto, el aumento de la renta per cápita española el factor explicativo de este crecimiento ganadero.
  • 109. El incremento del número de cabezas afectó especialmente a las especies productivas de carne (porcino, bovino) y leche (bovino, cabrío). La cabaña se tendió a concentrar en el centro y sur de la península, donde el sistema de explotación mixto, característico de los grandes latifundios (pasto y labor), ofrecía buenas posibilidades alimentarias al ganado. Por otra la situación del campo español en el primer tercio del siglo XX seguía marcada por la enorme desigualdad en la estructura de la propiedad de la tierra. La existencia de amplias zonas de latifundio, así como de regiones con un marcado predominio de minifundio, incidía de forma notable en los bajos rendimientos y dificultaba la implantación de nuevas técnicas y métodos de cultivo. Por un lado, los propietarios de los grandes latifundios de Extremadura y Andalucía tenían una gran aversión al riesgo y muy escaso interés por el cultivo eficiente de sus campos. De esta forma, en esas zonas, la inmensa mayoría de la población vivía en unas condiciones que apenas les permitían sobrevivir. Las diferencias extremas entre una minoría de propietarios y la gran masa de campesinos sin tierra provocaron una notable conflictividad social. Inicialmente, la protesta de los campesinos estuvo sobre todo unida a las malas cosechas, que reducían las necesidades de trabajo en la recolección, y
  • 110.
  • 111. Vinculándose cada vez más a la necesidad de una reforma agraria que permitiese el acceso de los campesinos a la propiedad de la tierra y pusiese en cultivo efectivo muchas tierras insuficiente cultivadas como consecuencia del absentismo de sus propietarios. Por otro lado, la existencia de minifundios en Galicia y la mala calidad de la tierra en la Submeseta Norte tan sólo permitieron aumentar la productividad de los cultivos en términos suficientes para la subsistencia, pero impidieron generar beneficios y modernizar las explotaciones. Todo ello empujó a muchos pequeños campesinos a emigrar. Los diferentes gobiernos de la época fueron conscientes del atraso del agro español, de los obstáculos que de ello se desprendían para el crecimiento económico del país, de los conflictos sociales derivados de la desigual distribución de la propiedad y de la situación de pobreza que afectaba a buena parte del campesinado. El aumento del regadío se veía como un elemento imprescindible para superar las adversas condiciones climáticas. En este sentido, se aprobó en 1902 un Plan de Obras públicas que estimulaba la implantación de regadíos en zonas tradicionalmente de secano. El plan se amplió con la creación de las Confederaciones Hidrográficas durante la dictadura de primo de Rivera y el Plan de Obras Hidráulicas emprendido por
  • 112. Sin embargo, el principal problema era la gran cantidad de campesinos sin tierra. Una ley de 1907 permitió la colonización de miles de hectáreas que fueron concedidas a pequeños propietarios y, en 1917, otra ley facilitó el reparto entre los campesinos, previo pago de un 20 % de su valor, de 71000 hectáreas adquiridas por el gobierno. Pero todas estas medidas se mostraron totalmente insuficientes y la presión de los grandes propietarios agrícolas impidió cualquier intento de realizar una reforma agraria, que no se llevó a cabo hasta el año 1932, ya en tiempos de la Segunda República. AÑO NARANJAS ACEITE DE OLIVA 1900 260 32 1910 497 39 1920 434 54 1930 855 106 Exportaciones agrícolas, 1900-1930 en miles de tm.
  • 113. 10. LOS PROGRESOS DE LA INDUSTRIA EN EL PRIMER TERCIO DEL S. XX : En las tres primeras décadas del siglo XX, el producto industrial per cápita aumentó en un 60 % con una tasa media de crecimiento anual del 1,6 %. Al mismo tiempo, la estructura industrial experimentó una importante transformación con la aparición de nuevas industrias y la consolidación de las ya existentes. Sin embargo, se mantuvo la preponderancia de las industrias de bienes de consumo sobre las de bienes de equipo, aportando las primeras casi la mitad del total de la producción industrial. A principios de siglo la presión de los grupos patronales llevó a los poderes públicos a concretar la política directa de fomento de la producción nacional. El Estado se mostraba dispuesto a sacrificar el Erario al desarrollo económico de la nación. Destacaron las medidas de apoyo a las industrias navieras. El Programa Naval del Gobierno Maura de 1907, continuación de la política ya iniciada en 1887 con la Ley de Construcción de la Escuadra, preveía un coste total de 200 millones de pesetas, a distribuir en un periodo de 8 años y tenía como objetivo la construcción de diversos buques de guerra.
  • 114.
  • 115. Esas medidas significaron una considerable ayuda para la incipiente industria de bienes de equipo. Esta línea de actuación gubernamental se completó con la Ley de Protección a las Industrias y Comunicaciones Marítimas de 1909 que estableció, entre otros regímenes de ayuda, el de primas a la marina mercante. Los empresarios navieros vascos fueron un notable grupo de presión ante la Administración. La necesidad de la protección estaba tan comúnmente admitida, que el Gobierno la generalizó mediante la Ley de Protección a las Industrias de 1907, se estableció un principio básico, en los contratos por cuenta del Estado, provincia o municipio, para toda clase de obras públicas y servicios serían admitidos únicamente artículos de producción nacional. En vísperas de la Primera Guerra Mundial destacan la fuerte regionalización de los grupos industriales, la dependencia de la expansión, excepto en el sector textil, al que habría que añadir la industria siderometalúrgica vasca y la hullera asturiana, de las iniciativas o de las inversiones extranjeras; la eliminación de la competencia foránea; la dependencia exterior en lo referente a materias primas, utillaje e innovaciones técnicas, sobre todo en la industria pesada y la sumisión de la industria a las fluctuaciones de la actividad agraria del país.
  • 116. El auge de la economía española se tradujo en la creación de numerosas empresas. Este fenómeno fue más acusado en unas zonas que en otras, alcanzando mayor intensidad en Asturias y Vizcaya, Madrid y Barcelona se mantuvieron en un plano moderado mientras que la exportación del hierro constituyó la clave del surgimiento de la industria bilbaína. A pesar de las dificultades, se ha llegado a afirmar que la química pesada española adquirió carta de naturaleza durante el quinquenio 1914-1918. La industria siderúrgica, muy protegida desde fines del s. XIX, vio la aparición de Altos Hornos de Vizcaya, en 1902, fusión de otras empresas. En los años de la guerra europea se produjo un impresionante aumento de las exportaciones de hierro y acero en bruto (en 1914/1918 se doblaron las cifras del período 1910/1913) y se llevó a cabo un proceso de sustitución de importaciones de materiales más elaborados. En 1917 capitales vascos crearon la Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, cuyas instalaciones en Sagunto entraron en funcionamiento seis años después. La industria hidroeléctrica registro desde comienzos del siglo una fuerte expansión, que se haría especialmente intensa en los años de la Gran Guerra, en relación con los problemas del abastecimiento de carbón.
  • 117. Altos Hornos de Vizcaya
  • 118. Se fortalecieron las sociedades existentes; Hidroeléctrica española, Sevillana de Electricidad, Electra de Viesgo y se crearon otras nuevas. Fue particularmente notable el crecimiento de La Canadiense en Barcelona en 1911. En 1920, 52 sociedades anónimas crearon la Asociación de Productores y Distribuidores de Electricidad. Otros sectores que conocieron un importante desarrollo fueron el de seguros, creándose importantes compañías. En Cataluña el sector textil atravesó a comienzos del siglo, tras la pérdida de las colonias, una mala coyuntura agravada por el declive de la banca regional y la insuficiencia de los recursos energéticos sólidos. Con la llegada de la guerra europea el sector experimentó una mejora en el mercado exterior, abasteció a Francia e Italia y a algunas repúblicas sudamericanas que antes se abastecían en el mercado inglés. Después en la posguerra la crisis fue muy dura en casi todos los sectores afectando a establecimientos marginales abiertos o ampliados durante la guerra sin reparar en gastos. El proteccionismo contemplaba ayudas fiscales, crediticias y garantizaba un interés mínimo a los capitales invertidos. Preveía además, la creación del Banco de Crédito Industrial destinado a gestionar los préstamos otorgados por el Estado.
  • 119. La Canadiense en Barcelona
  • 120. Como este acusado nacionalismo resultaba insuficiente al agudizarse la crisis empresarial en 1920, fue necesario intensificar el proteccionismo, llevándolo al ámbito arancelario. El arancel de 12 de mayo de 1922, que había sido precedido por diversas normas destinadas a eliminar la competencia extranjera, estaba inspirado por un fuerte sentido ultraproteccionista. Su objetivo inmediato era asegurar la supervivencia de las industrias artificiales creadas por la guerra y mantener los altos precios. La Gran Guerra fue un golpe de suerte para la economía nacional, mientras los demás países se desangraban España se enriquecía, el conflicto incrementó mucho las exportaciones pero una vez hubo acabado termino por desestabilizar la economía, se dio un desajuste y ya desde 1915 se iniciaron la tensiones inflacionistas. Algunos productos de consumo interno como el algodón, metales, cuero, calzados, maquinaria y alimentos se exportaron de forma que en el interior aumentaron los precios, es decir, la guerra enriqueció a un grupo de empresarios pero empobreció a la gran mayoría. Al terminar el conflicto desaparecieron las circunstancias favorables que habían beneficiado a la economía española. La inflación de costes, desatada a partir de 1918, redujo los márgenes de beneficio. Numerosas empresas, que no encontraban ya salida para sus productos, se vieron
  • 121. La caída de las exportaciones fue muy pronunciada en 1920, 21, 22, y las importaciones de maquinaria, bienes de equipo, madera, carbón y productos químicos, comenzaron a recuperarse en 1919, alcanzando en 1920 las cifras de 1913. La política de inversiones públicas llevadas a cabo en la dictadura de Primo de Rivera se proyectó en la reactivación de las industrias suministradoras de materiales para las obras realizadas. Entre las que mayor impulso recibieron se encontraban la producción de cemento, la hulla, la eléctrica, la química y la siderometalúrgica. Por otra parte, las industrias de bienes de consumo sufrieron un fuerte estancamiento, especialmente la algodonera, el escaso consumo del campesinado y las estructuras ya obsoletas de esta industria afincada en Cataluña llevaron a prohibir en 1926 la apertura de nuevas fábricas. Un sector que había iniciado su camino a principio de siglo fue el automovilístico, aunque creada en 1904, no fue hasta el final de la Gran Guerra cuando elevó su producción debido a adquirir precios más competitivos y a la mejora de la adquisición de la clase alta, también la mejora en los caminos y puntos de abastecimiento de combustible colaboraron en ello. El crecimiento del parque automovilístico estimuló la creación de empresas de refinado y distribución de
  • 122.
  • 123. Petróleo como la compañía Campsa, fundada en 1927. En la década de 1930 también se produjo la difusión de los primeros electrodomésticos, como los aspiradores y las neveras eléctricas, así como la radio y el teléfono, aunque en principio fueron pocos los domicilios españoles que los poseían. Las distintas evaluaciones existentes muestran que el índice de producción industrial español se mantuvo con una indudable firmeza entre 1929 y comienzos de 1932. Después, hacia 1934, como las demás economías que sufrieron la depresión internacional hubo una ligera recuperación. Los distintos sectores evolucionaron de manera diferente. Las industrias siderúrgica y metalúrgica experimentaron un retroceso entre 1929 y 1934 que diferentes evaluaciones sitúan entre una cuarta y una tercera parte de la producción total. Por el contrario, la industria textil catalana conoció una notable recuperación durante las mismas fechas. La mejora del campesinado y la bajada de la materia prima explicarían esta mejoría. La búsqueda del equilibrio presupuestario y de una paridad estable de la peseta, preocupación de los gobiernos desde 1930 a 1936, limitó las posibilidades de expansión de la industria de bienes de producción, ensombreciendo las expectativas de los grandes empresarios. El dinero público dejó de fluir de la forma tan generosa en que lo había hecho hasta
  • 124. SECTOR INDUSTRIAL 1900 1913 1929 Alimentación, bebidas y tabaco 40 35 26 Textil, cuero, calzado y confección 30 25 21 Químico, cemento y otros materiales de construcción 10 12 19 Siderúrgico, metalúrgico y transformados metálicos 8 14 22 Papel, madera y otros 12 14 12 La industria manufacturera en España, 1900-1929, en %
  • 125. La inversión privada también descendió en el mismo período a un ritmo incluso más elevado. La desconfianza de los inversores ante el nuevo régimen era grande. Aunque permanecieron los desequilibrios regionales, siendo El País Vasco y Cataluña las regiones más industrializadas, comienza una tímida diversificación en su localización, apareciendo núcleos como el asturiano o el valenciano de gran trascendencia posterior. -País Vasco; A partir de 1900 y sobre todo de 1914 se desarrolla la industria metalúrgica de transformación con destino al ferrocarril y bienes de equipo, destacando Guipúzcoa. Por estas fechas se desarrollan las industrias eléctricas, navales y químicas, eso si, con presencia de tecnología y capital extranjero. A este desarrollo industrial no fue ajeno la presencia de potentes bancos mixtos como el Bilbao y Vizcaya. En 1917 se crearon los Altos Hornos del Mediterráneo en Sagunto. -Cataluña; El sector más importante continuó siendo el textil. Tras el "desastre del 98" se produce una recaída de la que se recupera pronto debido a las innovaciones tecnológicas aplicadas y al proteccionismo.