Jesús se compadeció de una viuda que lloraba la muerte de su único hijo y lo resucitó. Este milagro llenó de temor a los presentes y aumentó la fama de Jesús como un gran profeta enviado por Dios a ayudar a su pueblo. Jesús siempre está dispuesto a consolar a quienes sufren y recoger sus lágrimas sin juzgarlos.