2. Pero en realidad ésta fue una necesidad, para que los
cristianos de los primeros tiempos, tentados por las
modas de aquellos días a espiritualizar al Señor, tuvieran
siempre presente que Jesús había predicado y realizado
las obras de Dios en un lugar y tiempo determinados.
¿Qué hace Poncio
Pilato en el Credo?
No pocos se
extrañan de
encontrar en una
formulación de fe
tan escueta la
mención de Poncio
Pilato.
3. Tampoco es Jesús un
superhombre, una
proyección de las ansias de
grandeza del hombre y de
su sed de poder.
Jesús de Nazaret es un
personaje histórico, que
vivió en un determinado
tiempo de los emperadores
romanos Augusto y Tiberio,
en una provincia del gran
imperio romano,
llamada Palestina donde
gobernaba Poncio Pilato.
Jesús está dentro de la
historia humana.
No es, pues, Jesús un mito o leyenda.
4. Que Jesús padeció bajo Poncio Pilato forma parte de casi
todos los Símbolos de la fe antiguos, siguiendo lo que
dice el Nuevo Testamento. Nombrando al Procurador
atestiguan la realidad histórica de la crucifixión y muerte
de Cristo.
La redención
no es una
ideología, sino
un
acontecimiento
salvífico
realizado en un
lugar y tiempo
histórico
preciso.
5. Sabemos bastante
de Poncio Pilato,
tanto por las
referencias al
mismo en los
escritos cristianos
del Nuevo
Testamento, como
por otros escritos
de la Antigüedad.
Así por ejemplo:
6. Tácito, el gran
historiador romano, a
propósito de la
persecución de Nerón
contra los cristianos,
dice que “Cristo, de
quien derivaban el
apelativo, había sido
ejecutado por
sentencia del
procurador Poncio
Pilato cuando Tiberio
era emperador”.
7. Las fuentes rabínicas, al igual que Flavio Josefo, el
famoso historiador judío, confirman, igualmente, que
Jesús fue ejecutado por orden del gobernador romano
Poncio Pilato.
Pilato es, por
tanto, una
figura histórica
incontrovertible
si examinamos
las fuentes
históricas de la
época.
9. Había reconocido la inocencia del Salvador,
mas cedió vilmente a las amenazas del pueblo
de Jerusalén o más bien diríamos, de los
dirigentes del pueblo.
El que
condenó a
Jesucristo a
ser
crucificado
fue Poncio
Pilato,
gobernador
de la Judea.
10. Lo cierto es que la pasión y
muerte de Jesús no pueden
ser imputadas
indistintamente al conjunto
de los judíos que vivían
entonces, ni a los restantes
judíos venidos después. Así
nos lo dice el Concilio
Vaticano II. Nadie es
personalmente responsable
de las culpas de los
gobernantes del pueblo al
que pertenece, y menos aún
de los gobernantes de hace
2000 años.
Estos parecen ser más culpables, aunque sólo
Dios sabe el grado de culpabilidad.
11. El verdadero causante
de los sufrimientos del
Redentor es todo
pecador, o sea todo
hombre; y aún más
gravemente son
culpables aquellos que
más frecuentemente
caen en pecado y se
deleitan en los vicios,
sobre todo si son
cristianos.
12. Debemos considerar como
culpables de esta horrible
falta a los que continúan
recayendo en sus pecados.
Ya que son nuestras malas
acciones las que han hecho
sufrir a Nuestro Señor
Jesucristo el suplicio de la
cruz. Y este crimen es
mayor que el de los Judíos.
Porque como dice san
Pablo: "de haberlo
conocido ellos, no habrían
crucificado jamás al Señor
de la Gloria" (1 Co 2, 8).
13. La muerte violenta de
Jesús no fue fruto del
azar en una desgraciada
constelación de
circunstancias.
Pertenece al misterio del
designio de Dios, como lo
explica San Pedro a los
judíos de Jerusalén ya en
su primer discurso de
Pentecostés. “Fue
entregado según el
determinado designio y
previo conocimiento de
Dios” (Hch 2,23).
14. Dios ha permitido, en
quienes llevaron a la
muerte a Jesús,
acciones inspiradas
por su ceguera, el
endurecimiento de su
corazón, su miedo a
una desestabilización
por un eventual
movimiento mesiánico,
etc., para realizar su
designio de salvación.
15. Desde los comienzos del ministerio público de Jesús,
fariseos y partidarios de Herodes, junto con sacerdotes y
escribas, se pusieron de acuerdo para perderle. Por
algunas de sus obras: expulsión de demonios, perdón de
los pecados, curaciones en sábado, interpretación
original de los preceptos de pureza de la Ley, familiaridad
con los publicanos y los pecadores públicos.
En gran parte
los culpables
fueron los
dirigentes
judíos. Jesús
les caía mal.
16. Él es el Legislador divino que ejecuta íntegramente esta
Ley. Aún más, es el siervo fiel que, con su muerte
expiatoria, ofrece el único sacrificio capaz de redimir
todas “las transgresiones cometidas por los hombres
contra la Primera Alianza” (Hb 9, 15).
Algunos jefes de
Israel acusaron a
Jesús de actuar
contra la Ley; pero
Jesús no abolió la
Ley dada por Dios a
Moisés en el Sinaí,
sino que la
perfeccionó, dándole
su interpretación
definitiva.
17. Jesús fue acusado de
hostilidad hacia al
Templo. Sin embargo, lo
veneró como “la casa
de su Padre” (Jn 2, 16),
y allí impartió gran parte
de sus enseñanzas.
Pero también predijo la
destrucción del Templo,
en relación con su
propia muerte, y se
presentó a sí mismo
como la morada
definitiva de Dios en
medio de los hombres.
18. pero Jesús nunca
contradijo esa fe, ni
siquiera cuando cumplía
la gran obra divina, que
es el perdón de los
pecados. La exigencia de
Jesús de creer en Él y
convertirse, permite
entender la trágica
incomprensión del
Sanedrín, que juzgó que
Jesús merecía la muerte
como blasfemo.
Le acusaron de contradecir la fe en un Dios
único;
19. Jesús les escandalizó
sobre todo porque
identificó su conducta
misericordiosa hacia los
pecadores con la actitud
de Dios mismo con
respecto a ellos (Cf. Mt 9,
13; Os 6, 6). Llegó
incluso a dejar entender
que compartiendo la
mesa con los pecadores
(Cf. Lc 15, 1-2), los
admitía al banquete
mesiánico (Cf. Lc 15, 22-
32).
20. Porque como ellos decían,
justamente asombrados,
"¿Quién puede perdonar los
pecados sino sólo Dios?" (Mc
2, 7). Al perdonar los pecados,
o bien Jesús blasfema porque
es un hombre que pretende
hacerse igual a Dios (Cf. Jn 5,
18; 10, 33) o bien dice verdad y
su persona hace presente y
revela el Nombre de Dios (Cf.
Jn 17, 6-26).
Pero fue especialmente, al perdonar los pecados,
cuando Jesús puso a los jefes judíos de Israel
ante un dilema.
21. Para ello necesitaban la conversión. Tal exigencia de
conversión frente a un cumplimiento tan sorprendente de
las promesas permite comprender el trágico desprecio del
sanedrín al estimar que Jesús merecía la muerte como
blasfemo. Sus miembros actuaban así tanto por
"ignorancia" como por el "endurecimiento" de la
"incredulidad“.
Jesús pidió a las
autoridades
religiosas de
Jerusalén creer en
Él en virtud de las
obras de su Padre
que Él realizaba.
22. A pesar de que Pilato era quien tenía el poder, toda la
administración y la política interna estaba en manos de los
judíos, a través del Sanedrín. Éste era un Consejo integrado
por setenta miembros, todos ellos pertenecientes a las
clases privilegiadas de los sacerdotes, los fariseos y los
escribas. La presidencia del Sanedrín siempre correspondía
al sumo sacerdote, que en tiempo de Jesús, era Caifás.
23. Este Sanedrín era
también la corte suprema
de justicia, después de
Roma. Podía decidir
sobre todas las
cuestiones, menos
condenar a muerte a una
persona por delito
político. Sí podían apresar
a uno considerado como
enemigo. Por eso,
guiados por Judas,
enviaron a sus guardias
para apresar a Jesús en
Getsemaní.
24. El Sanedrín, en un juicio a su manera y con
falsos testigos, declaró a Jesús "reo de muerte",
como blasfemo. Caifás fue el protagonista de la
condena “rasgándose las vestiduras”.
Todos
los
demás le
siguieron
en la
condena.
25. Los judíos no podían aplicar la sentencia de muerte a
nadie, porque no poseían "el derecho de la espada".
Necesitaban que una autoridad romana cumpliera la
sentencia capital. Por eso debían llevar a Jesús ante
Pilato. Ahora tenían otro problema: No podían acusarle
sólo de injurias contra la religión.
Pero
tenían un
problema:
26. de blasfemia pasó a delito político. En otras palabras: de
subversivo de orden religioso, Jesús pasa a ser
considerado un subversivo de orden político.
La clave para entender la condenación de Jesús a
muerte no es entonces Pilato, sino el Sanedrín.
Así, de
intriga
religiosa, el
caso de
Jesús pasó
a ser una
intriga
política:
27. Delante de Pilato no
hubo un verdadero y
propio proceso. No en el
sentido que nosotros
atribuimos a esta
palabra, es decir, un
procedimiento de
comprobación de los
hechos, que concluye
con una decisión de la
autoridad judicial.
Jesús, de hecho, fue
procesado una única
vez, frente a los
hombres del Sanedrín.
28. Veían, efectivamente, las señales evidentes de la
divinidad de Jesús; pero, por odio y envidia, las
tergiversaban, y rehusaban dar fe a sus palabras, con las
que declaraba que era el Hijo de Dios. Por lo cual él
mismo dice de ellos en Jn 15,22: Si yo no hubiera venido y
no os hubiera hablado, no tendríais pecado; pero ahora no
tenéis excusa de vuestro pecado.
La ignorancia
de estos
príncipes judíos
no les eximía
del crimen,
porque, en
cierto modo, era
una ignorancia
afectada.
29. Así ellos no pecaban según pensaban; así ellos quedaban
bien a los ojos del pueblo, porque hacían lo debido, ellos sí
estaban bajo las normas romanas y las cumplían, ellos sí
pagaban el tributo o impuestos, ellos sí estaban esperando
al Mesías de Dios, ellos eran los buenos.
Ellos no
querían
mancharse
las manos;
Querían que
otro se las
manchara.
30. pero su pecado quedaba aminorado por la
ignorancia. “No saben lo que hacen”.
Mucho más excusable fue el pecado de los
gentiles por cuyas manos fue crucificado Cristo,
porque no tenían la ciencia de la ley.
Las
clases
inferiores
de los
judíos
pecaron;
31. No sabemos la
culpa que
tendría Pilato:
pero sí fue un
gran
responsable
externo de los
padecimientos
de Jesús.
32. El gobernador romano Poncio
Pilato era una de esas personas
frívolas, superficiales, con la
sola idea de tener el poder y
vivir en paz. A Pilato no le
importaba si Jesús era Hijo de
Dios o no, si había que respetar
el sábado como los judíos o no,
si se cumplía o no la Ley de
Moisés. Él quería que le
dejasen en paz, y por eso
aceptó complacer al pueblo y
mandó azotar y crucificar a
Nuestro Señor. Después, con
gesto cobarde se lavó las
manos, cuando la culpa fue
suya.
33. El relato de los Evangelios nos muestra a un perfecto y
cuadriculado burócrata preocupado por hacer cumplir la ley
de Roma, exactamente igual que cualquier funcionario
celoso de su deber. Trató de evitar que Jesús fuera
condenado porque jurídicamente no veía que hubiera
cometido delito alguno. Pilato era el perfecto funcionario
romano: con un cerebro frío y un corazón de piedra.
Pilato no era un
buen hombre. Eso
queda bien claro al
leer su curriculum.
34. El evangelio nos enseña en primer lugar que
Pilato quería satisfacer al pueblo. Podríamos
decir que Pilato era un político de corte populista
y prefirió seguir la mentira de las mayorías, en vez
de hacer justicia.
35. Pilato era inteligente. Por
algo estaba en ese
puesto. Enseguida se dio
cuenta que Jesús no
había cometido falta
alguna y que los jefes
judíos le entregaban por
envidia o por odio. Por
eso sacó fuera a Jesús y
les dijo a los que le
entregaban: “Mirad, os
lo traigo fuera, para que
entendáis que ningún
delito hallo en él”.(San
Juan 19: 4)
36. Más adelante, lleno de temor frente a la evidencia
de la inocencia de Jesús, “Pilato procuraba
soltarle”. Hizo una tentativa enviándolo, sin
resultado, a Herodes.
37. ¿Cuántas veces las personas sucumben en sus
convicciones y valores, para cumplir o
adaptarse a la “opinión de la mayoría” o para
alcanzar poder, dinero, y prestigio personal?.
El primer
aspecto del
sufrimiento
de Jesús,
es la
mentira a la
que ha
sucumbido
la
humanidad.
38. Pero los jefes del pueblo judío querían a toda
costa que se le celebrara juicio, las razones
según ellos eran muchas, pero eran sus razones,
porque vieron en este hombre un peligro para su
institución.
Pilato no
encontrando
delito alguno en
el hombre que le
presentaban, en
justicia no podía
retenerlo.
39. y la mujer Claudia Prócula después de un sueño
premonitorio le ha suplicado que no haga nada
"con aquel justo“.
No sólo eso:
presagios
oscuros lo
atormentan,
40. “¿Qué mal ha hecho este?, porque yo no hallo delito
alguno en él ni mucho menos delito de muerte, así que, le
castigaré y le dejaré libre”. Esas eran las intenciones de
Pilato, castigar a Jesús y dejarle luego en libertad.
Pilato
prácticamente
estaba contra
las cuerdas, y
por tercera
ocasión les
pregunta:
41. La voz del pueblo también es ley y Pilato no quería
revueltas y mucho menos disgustos. Aun así quería
complacer en parte a los enfurecidos príncipes de los
sacerdotes, castigando a Jesús, un castigo por cierto
injusto, pero que Pilato veía como una solución para
dejar satisfechos a los que le acusaban.
42. El “flagellum taxillatum” era
un látigo de cuero que
usaban los romanos en las
flagelaciones y consistía en
un largo látigo de cuero con
tres terminaciones y además
de ello con metal en las
puntas, cuya finalidad era
desgajar la carne del
ejecutado y abrir hondas
heridas en carne viva en el
cuerpo del ejecutado.
Pilato mandó castigar a Jesús. Pero ¡Menudo castigo! Los
azotes. El látigo que usaban los romanos eran uno de los
instrumentos de tortura más sanguinarios que se tenga
conocimiento.
43. Cuando los soldados
azotaban
repetidamente y con
todas sus fuerzas las
espaldas de su víctima,
las bolas de hierro
causaban profundas
contusiones y
hematomas. Las
cuerdas de cuero con
los huesos de oveja,
desgarraban la piel y el
tejido celular
subcutáneo.
44. A la víctima le desnudaban, le sujetaban a un
pilar poco elevado, con la espalda encorvada, de
modo que al descargar sobre ésta los golpes,
nada perdiesen de su fuerza y golpeaban, sin
compasión, sin misericordia alguna.
La flagelación
era un
preliminar
legal para toda
ejecución
romana.
45. Al continuar los azotes, las
laceraciones cortaban
hasta los músculos,
produciendo tiras
sangrientas de carne
desgarrada. Se creaban las
condiciones para producir
pérdida importante de
líquidos (sangre y plasma).
Hay que tener en cuenta
que el sudor de sangre en
Getsemaní había dejado la
piel muy sensible en
Jesús.
46. A Jesús, le fue colocada sobre su cabeza, como
emblema irónico de su realeza una corona de
espinas. En Palestina abundan los arbustos
espinosos, que pudieron servir para este fin; se
utilizó el llamado Spina Christi , de espinas
agudas, largas y corvas.
Después de
la
flagelación,
los soldados
solían
burlarse de
sus víctimas.
47. Le fue colocada una
túnica sobre sus
hombros (un viejo manto
de soldado, que figuraba
la púrpura de que se
revestían los reyes,
"clámide escarlata"), y
una caña, parecida al
junco de Chipre y de
España como cetro en
su mano derecha.
48. Para ello, congregan a toda la
cohorte, le desnudan de
nuevo, le hacen sentar sobre
cualquier banco de piedra, le
echan a las espaldas una
capa corta color grana y le
encasquetan la corona de
espinas con fuerza sobre la
cabeza, le ponen una caña
por cetro en la mano derecha
y empieza la farsa…”¡salve,
Rey de los judíos!” Y le
golpeaban en la cabeza con
una caña, y le escupían, y
puestos de rodillas le hacían
reverencias.
Después vino el desprecio.
49. La corona de espinas
que fue impuesta
sobre su cabeza era
capaz de irritar
gravemente los
nervios más
importantes de su
cabeza, causando un
dolor cada vez más
intenso y muy agudo, a
medida que las horas
pasaban.
En el estado de sufrimiento de Cristo, estos
golpes eran suficientes para matarle.
51. El clamor iba en aumento, y esto indudablemente
aturdió a Pilato. Los acusadores pedían la
crucifixión de Jesús, porque querían verlo sufrir,
querían una muerte lenta y dolorosa para el justo.
Los
presentes
insistían a
gritos que
Jesús
fuese
crucificado
52. Pilato sabía muy
bien que él tenía en
sus manos ahora el
hecho de condenar a
Jesús o indultarle; y
esto le llenó de
temor, sintió miedo,
porque el pueblo
presente se podía
levantar contra él,
contra el imperio y
eso no le convenía a
sus intereses
personales.
53. Barrabás era un delincuente, “era ladrón”. Vemos aquí
cómo era la administración de la justicia. “Se condena al
justo y se absuelve al injusto”. A sabiendas que está
cometiendo una injusticia, se ejecuta el veredicto de la
mayoría.
Como Pilato “quería
soltarle”, se le
ocurrió el
compararle con
Barrabás. Ante la
opinión y griterío de
la gente, Pilato
“soltó a Barrabás”.
54. El "referéndum" entre Jesús y Barrabás prefigura cada
ocasión en la que el pueblo es erigido como fuente última
de la verdad. Como cuando un parlamento transforma el
aborto de delito a derecho. "Pilato -escribía Joseph
Ratzinger en 1993- se convierte en el símbolo de la
democracia relativista y escéptica, basada no sobre la
verdad y los valores, sino sobre los procedimientos”.
Es que Pilato,
ante la falta de
certeza, se fía
del juicio de la
mayoría.
55. Pilato se equivocó, porque en
conciencia debería haber
rechazado la inicua sentencia
hebrea; pero para hacerlo
debería haber cumplido un
abuso de poder. En cierto
sentido lo hizo absolviendo
"con fórmula plena" al imputado
por no haber cometido el hecho,
rechazando a la multitud por
tres veces que gritaba
"crucifícalo" y decretando: "Lo
castigaré severamente y
después lo dejaré“.
Sólo al final cedió abandonando al inocente "a su
voluntad" (Lc 23, 25), que no era la suya.
56. Lo último fue la
denuncia de que, si
le indultaba, le
acusarían al César.
Aquí Pilato mostró
su cobardía o su
atadura al puesto
político. Así que se
lavó las manos,
como si la cosa no
fuese con él. Y
mandó crucificar a
Jesús.
57. “Inmediatamente le
quitaron el manto, le
pusieron sus
vestidos, y le
llevaron para
crucificarle” (Mt.
27:31). Es
significativo que no
diga que le quitaron
también la corona
de espinas.
58. Pilato, con la inscripción condenatoria escrita en tres
lenguas y colgada sobre la cruz, lo proclamó ante todos
los pueblos como Rey, Mesías, Cristo. La condena a
muerte se convirtió en profesión de fe en la comunidad
cristiana. Jesús es Cristo, es Rey en cuanto crucificado.
Desde la cruz, dando la vida en rescate de los hombres,
59. No hay fin para el debate
en cuanto a quién mató a
Cristo. No hay duda de
que históricamente los
romanos tuvieron un papel
clave, como también el
Sanedrín (el Concilio
gobernante judío). Judas
fue culpable porque
traicionó a Cristo. Pilato,
el gobernador también
tiene culpa por permitir
que un hombre inocente
fuera condenado a muerte
y ejecutado.
60. Pero todas estas
preguntas se desvanecen
cuando nos damos
cuenta que Cristo murió
por cada uno de
nosotros y que fue por
nuestros pecados que ÉL
sufrió y murió. “Cristo
padeció una sola vez por
los pecados, el
Justo (Jesucristo) por los
injustos (es decir,
nosotros), para llevarnos
a Dios” (1 Pedro 3:18).