2. Revista Factor Crítico.
Consejo editorial: Jorge de Barnola,
Roberto Bartual, Miguel Carreira, Paz
Olivares, David Sánchez Usanos
Han participado en este número: Jorge
de Barnola, Roberto Bartual, El amante
Factor Crítico:Las drogas de la cafeína, Goio Borge, Miguel Ca-
por Factor Crítico licencia-
da bajo reconocimiento rreira, David García, Tatiana Giménez
Creative Commons Reco- Carlos Javier González Serrano, Mi-
nocimiento- guel Ángel Mala, Paz Olivares, Mateo
Compartir.Igual 3.0 Unpor- de Paz, David Sánchez Usanos, Victor
ted License. Creado a partir
de la obra en www.factorcri- Sierra Matute, David Urgull, Scary Wo,
tico.es. Tabaret, Alexander Zarate
ISSN: 2254-3716
Madrid, Marzo de 2013
3. Audiovisual
Act of Faith / Jimmy’s End 91
César debe morir 97
Django desencadenado, dos puntos de vista
sobre el tarantinismo 101
Libros y Drogas Grupo 7 117
Hunger 121
Editorial 7
Lincoln 125
Libros & drogas 9
De óxido y hueso 130
Entrevista con Timothy Leary 12
Red Riding Trilogy 135
¿Se drogan los androides? 32
The fades 141
Malditos 38
Thorne 145
Fumadores de opio 44
Wallander 149
Hydropathía. Alcohol, bohemia
Flight 156
y hadas verdes 49
Santiago Ramón y Cajal,
atisbos literarios del control de masas Cómic
o de la modificación de la conducta 61
Las drogas, una «deidad» Animal Party 161
poderosa y maldita 75 The League of Extraordinary Gentlemen:
Leonor de Aquitania, comparativa entre tres bio- Century 2009 164
grafías 79 De ratones y hombres 171
Los 10 de Factor Crítico 85 El retorno de las Ti-Girls 183
4. Los secretos del universo 187
Metamaus 193 Música
The Death Ray 198
¿Eres mi madre? 201 En un mundo enorme 268
Kung fu infinito 206
The Long Tomorrow 210
Cuento Novela
De repente llaman a la puerta 214
Goethe se muere 230 Relámpagos 272
Los que duermen, el hombre como mito 235 No saldré vivo de este mundo
o los fantasmas de Steve Earle 278
Las ruinas del presente
Ensayo Los ojos de Natalie Wood 282
Continente salvaje 240 La banda de la tenaza 288
Canon heterodoxo Manual de literatura española para el lec- Lo que no está escrito 292
tor irreverente 244 Un rescate necesario.
Ifni, la última aventura colonial española 249 Casa de niebla 295
Carl Jung. Psiquiatra pionero, La última película 299
artesano del alma 254 Barrio Perdido 307
La nada y las tinieblas 259 La muerte del corazón 312
Rara avis. Más afuera 263 El colapso de la literatura:
Retrato de un artista adolescente 316
La alquimia como relato;
El diablo me obligó 321
22/11/63, o los multiversos 327
7. Factor Crítico
N
o hay muchos temas
como el de las drogas.
Se mire desde donde se
Editorial mire, desde el punto de
vista literario, sociológi-
por Miguel Carreira co, político y hasta filo-
sófico las preguntas que abren la
producción, distribución, venta y
consumo de drogas son casi infi-
nitas. [pg-7]
En el plano socio-político, por ejem-
plo, resulta desconcertante la falta
de debate sobre una realidad tan
notoria. Si postulamos un observa-
dor ajeno a nuestra sociedad, un
indígena de una sociedad primitiva,
un extraterrestre o un observador fu-
turo, y este se limitase a conocer los
mensajes públicos, el discurso de los
partidos políticos o la información
de los medios de comunicación lle-
garía quizás a la conclusión de que
las drogas son un fenómeno que no
merece la pena explorar, que se trata
de una sustancia escasa consumida
por parias desde los márgenes de la
8. Factor Crítico
sociedad. Si postulamos otro observador ajeno a definitiva, todos sabemos de la abrumadora abun-
nuestra sociedad, que atendiese a una selección dancia de oferta en las calles de cualquier ciudad.
no demasiado azarosa de obras literarias, musi-
cales o cinematográficas quizás sus conclusiones Si nuestra sociedad le ha declarado a las drogas la
habrían sido distintas, aunque estas diferirían lla- guerra total de la que presume —una guerra que,
matívamente si esa selección fuese de los sesen- como plantea Escotado en su fascinante Historia
ta, los setenta, los ochenta y así sucesivamente en general de las drogas, ha obligado a la sociedad a
cada década. replantear o flexibilizar la noción de delito— resul-
ta palmario que esa guerra la está perdiendo; por
De hecho parece que en los últimos años la droga mucho, además. Eso nos deja dos opciones. O [pg-8]
ha desaparecido como objeto de análisis incluso bien nuestra sociedad es terriblemente ineficiente
en el arte, como si la droga hubiese perdido defini- o bien esa guerra no existe, al menos con la inten-
tivamente la batalla. No es así. Aún admitiendo los sidad y firmeza de la que alardea.
límites ambigüos que definen la frontera entre dro-
gas, fármacos y productos de uso común como el Este número de Factor Crítico no aborda, sin
alcohol, lo cierto es que la droga es casi ubicua en embargo, el aspecto sociopolítico del tema. Ni
nuestra sociedad. Las estadísticas varían —como siquiera se ha planteado desde el punto de vista
es lógico, dado el carácter ilegal del producto— polémico, aunque asumimos que la falta de vo-
pero muchas apuntan a que el tráfico de drogas ces sobre el tema da cierto brillo de controversia
podría significar hasta un diez (sic) por ciento del a cualquier alusión.
comercio total mundial, es decir, que de cada cien
euros que se mueven en el mundo por cualquier Lo que hemos querido hacer aquí es hablar de
razón dos compran o venden drogas ilegales. No un tema. De algo que existe y que hemos ido a
debería sorprendernos demasiado: todos hemos buscar al mundo del arte, el único lugar en el que
leído o tenido noticia de de esos llamativos infor- se puede encontrar. Aparte de la realidad, claro.
mes sobre el porcentaje de billetes en circulación
en los que se encuentran restos de cocaína y, en Gracias por leernos
9. Factor Crítico
«Uso el «&» porque yo también quiero ser hipster.»
Libros & drogas
S
e lo escuché una noche
a Jimmy Giménez-Arnau
Por el amante de la cafeína en un programa de coti-
lleos: «En cierta ocasión,
al ser preguntado por un
periodista acerca de sus [pg-9]
problemas con las drogas, Mick Ja-
gger contestó: “Yo jamás he tenido
problemas con las drogas. Los he
tenido con la policía”». En aquella
época todavía no existía La noche
del boxeo y yo pasaba mis noches
de fin de semana enganchado a
aquel rancho. Pero no me negarán
que la cita da juego.
Parafraseando a Jagger —mi vida
es una paráfrasis de Jagger—, diré
que jamás he tenido ningún pro-
blema con las drogas, los he tenido
con la gente que se droga. Bueno, ni
siquiera esto es del todo exacto. Lo
peor no es la gente que se droga, es
10. Factor Crítico
la gente que dice que se droga. A mí
lo que haga la gente con su cuerpo,
con su dinero y con su tiempo me da
bastante igual. Lo que me sobrecar-
ga es que traten de convencerme de
que aquello que hacen es bueno. Y,
oigan, con lo de las drogas la gen-
te se pone muy pesada. En un senti-
do restringido yo sólo recurro a una
droga con bastante asiduidad (sí, [pg-10]
ésa, soy así de obvio), pero lo hago
por motivos estrictamente funciona-
les. Me gusta cómo sabe y me gus-
ta cómo me hace sentir. Pero no me
paso el puñetero día alabando las
virtudes de mi amada, ni me pongo
camisetas ni otro atrezzo publicitán-
dola. Tampoco asumo tácitamente
que todo el mundo la toma o ha de
tomarla, ni le doy la turra a mi inter-
locutor con voz pastosa y demasiado
próximo a su cara acerca de lo bue-
na que está. La consumo. Punto.
La literatura —incluyo en este apar-
tado lo cinematográfico y lo musi-
cal— acerca de las drogas forma
11. Factor Crítico
parte de la misma estrategia discursiva. Parafra- algunos títulos bajo los efectos de la efedrina o
seando a Borges —ya ven, no soy un tipo muy si Faulkner se alimentaba de whisky y tabaco, lo
constante— diré que la literatura sobre drogas esencial es que ambos produjeron algunos de
es una rama de la literatura infantil. En efecto, los párrafos más lúcidos de la historia de la lite-
esos «escritores» son como niños. Hice esto y lo ratura. Ambos eran excepcionales en su oficio, y
otro. Quería experimentar y me metí aquello y eso no tiene que ver con lo que tomasen o de-
lo de más allá. Muy bien. ¿Y a mí qué? Quie- jasen de tomar. De modo análogo a cómo uno
ro decir que un contenido, una experiencia, no se convierte en un as con la Telecaster por
no basta para poder hablar de que lo que has inyectarse heroína o compone Forever changes
producido sea literatura, lo decisivo es cómo lo por meterse LSD como si no hubiera mañana. [pg-11]
cuentes. Me da lo mismo si son drogas, asesi- Esas prácticas quedan fuera de la producción
natos o el día a día de un contable en una ofi- artística —que es lo verdaderamente importan-
cina de seguros. Y con las drogas a la gente se te—, tienen el mismo interés que el tipo de pa-
le suele ir la mano. Creen que sólo por hablar pel higiénico que usaba Jack Bruce o la marca
de algo supuestamente peligroso e ilegal tienen de tinta con la que Ozzy se hizo su primer tatua-
el interés del lector garantizado y suelen descui- je. Toda esa mitología de las drogas y la cultura
dar todo lo demás. Lo malo es que la cosa les se parece bastante a lo que retrata Woody Allen
funciona —la mayoría de los lectores no dista en «Las listas de Metterling». Son aspectos, en
demasiado de la mayoría de los escritores: no suma, que forman parte no de la literatura, sino
son demasiado exigentes con la escritura— y de la prensa rosa de la literatura. Como ven,
nos encontramos con tipos manifiestamente in- volvemos al principio.
capacitados para este noble arte acaparando
galardones y títulos en la editorial Anagrama
sólo por cuestiones biográficas. Asunto bien dis-
tinto es que el escritor, o ciertos escritores, para
escribir recurran a cierta asistencia química o
farmacológica: me da igual si Sastre escribió
12. Factor Crítico
«La literatura tiene el mismo fin que los psicodé-
licos: ser quienes queramos cuando queramos»
Entrevista con Ti-
M
Mi nombre es Timothy
mothy Leary Leary y, aunque ahora
parezco un anciano de
aspecto sosegado, hubo
por Roberto Bartual un tiempo en que el FBI
[pg-12]
me concedió el título de
Enemigo Público Número Uno.
En aquel entonces también era un
hombre tranquilo, pero eran otros
tiempos: a Bin Laden todavía de-
bían de estar cambiándole los pa-
ñales y uno tampoco tenía por qué
hacer grandes méritos para llamar
la atención del FBI. Tan solo uno.
Decirle a toda América que no solo
es bueno consumir drogas psico-
délicas, sino también necesario. El
problema es que siempre importa
menos lo que se dice, que quién
lo dice. Y yo no era un hippie de
Haight-Ashbury. Era doctor en Psi-
cología por Berkeley y profesor en
Harvard. Siempre me he sentido
13. Factor Crítico
halagado por la importancia que me otorgaron T.L.: Usted también tendrá que discul-
las fuerzas de la ley, ya que el empeño que el parme. A veces se me olvida que lo úni-
señor Hoover puso en capturarme, en el fondo, co que hago es representar un papel.
daba la razón a mis ideas. Hubo un momento,
a mediados de los años 60, en el que a pesar F.C.: Para la generación hippie fue usted su
de la evidente tensión con la Unión Soviética, el Jesucristo Renacido, como rezaban los anun-
comunismo dejó de ser brevemente la principal cios de algunas de sus intervenciones públi-
amenaza de América. Al FBI y a la CIA le impor- cas. Pero ¿no fue demasiado prematuro ese
taba mucho más la repentina posibilidad de que papel? Quiero decir, con toda la controversia
millones de americanos empezaran a consumir que empezó a rondar en torno al LSD, ¿sigue [pg-13]
LSD con un motivo preciso: cambiar de forma creyendo que la opción que usted tomó fue la
radical su manera de percibir la realidad. mejor? ¿De verdad fue buena estrategia hacer
una apología tan pública de los psicodélicos?
FACTOR CRÍTICO: Las palabras de Leary sue-
nan, como siempre, convincentes y viva-
rachas; es ese tipo de persona al que es
difícil echar en cara la excesiva importan-
cia que se atribuye, pues resulta difícil sa-
ber si él mismo se la toma en serio o no.
TIMOTHY LEARY: Claro que no fui el úni-
co que estuvo en punto de mira de los
federales. También estaban Owsley Stan-
ley, Kesey, la Weather Underground…
F.C.: Perdone, doctor Leary, no pensé
que estuviera hablando en voz alta.
14. Factor Crítico
T.L.: Todavía me lo pregunto. Pensé mucho en T.L.: Bastante, supongo. El gobierno estaba
ello en su momento. Gente muy cercana a preocupado por la increíble facilidad con la
mí, como Richard Alpert o Aldous Huxley, me que muchos jóvenes de América se replantea-
advirtieron de ese peligro. Una cosa es que ban radicalmente la necesidad de cualquier
un científico chiflado aparezca en los periódi- tipo de estructura de poder. Sabían perfecta-
cos hablando de las beneficiosas propiedades mente la función que estaban cumpliendo las
psicoterapéuticas del LSD y otra muy distinta, drogas psicodélicas en las revueltas universita-
que aparezca en los mismas portadas acompa- rias y por eso temían que su uso pudiera exten-
ñado de los Beatles, con un titular diciendo en derse a sectores más amplios de la población.
mayúsculas que los ídolos de las niñas adoles- Si el LSD estaba cambiando tan fácilmente los [pg-14]
centes le dan al doctor Leary toda la razón. valores de jóvenes que sólo tenían razones abs-
tractas para estar enfadados el mundo, nada
F.C.: Lo cual debió asustar a la gen- concreto como, por ejemplo, trabajar bajo
te a la que no debía haber asustado. condiciones esclavistas o vivir preso de fuertes
requerimientos sociales, imagíne-
se lo que habría podido pasar si
hubiera caído en manos como las
de los mineros de Harlan County o,
sin ir tan lejos, en las de las amas
de casa de la aburrida clase media
americana. Ken Kesey y yo tenía-
mos demasiado acceso a los me-
dios como para no resultar amena-
zadores. El autor de un best-seller
popular y el psicólogo más brillante
de Harvard asegurando al público
que el LSD es inofensivo, que no
15. Factor Crítico
produce adicción y que puede ayudarles a per-
cibir que toda idea social preconcebida es una
simple ficción. El gobierno nunca
tuvo realmente nada que temer de
los hippies. Nunca tuvieron la menor
posibilidad de convencer a nadie
“decente” de lo correcto de su modo
de vida. Por otro lado, al gobierno
tampoco le importaba demasiado
Hollywood. Cary Grant aprovechaba [pg-15]
la mínima oportunidad en sus entre-
vistas para explicar cómo el LSD había
cambiado su vida, pero Hoover tampo-
co se echaba a temblar por ello. Grant
era un actor y, por muy popular que fue-
ra, ninguna de sus fans iba a tomar al
pie de la letra las palabras de un actor.
F.C.: ¿En qué consistieron esos experimentos?
F.C.: En cambio, usted era un reputado inves-
tigador de Harvard que intentaba hacer que T.L.: La psilocibina, el LSD, la mescalina y, en
el LSD adquiriera respetabilidad dentro de la realidad, cualquier otra sustancia psicodélica
comunidad científica. Háblenos de sus expe- colocan la mente humana en un estado de
rimentos de psicoterapia con psicodélicos. extrema sugestión y moldeabilidad. Similar al
que produce la hipnosis, pero con ramificacio-
T.L.: En realidad lo que usamos para esos nes más profundas y manteniendo un estado
experimentos fue psilocibina, no LSD. Aunque de absoluta consciencia. Bajo los efectos de
los efectos son prácticamente comparables. un psicodélico, cualquier estímulo externo,
16. Factor Crítico
por pequeño que sea, es capaz de producir F.C.: Eso suena bastante a repro-
en el sujeto conexiones mentales inusuales de gramación mental, ¿no?
un contenido emocional asombroso. A veces,
incluso llega a revivir, de manera completa, T.L.: De hecho lo es. Pero ¿no se pue-
experiencias pasadas, placenteras o traumá- de decir lo mismo del psicoanálisis
ticas. Al hacerlo, algunos de sus complejos como metodología, en general?
más profundos pueden quedar resueltos de
manera inesperada. Es entonces cuando se F.C.: ¿No tenía miedo de que lo toma-
produce lo que yo llamo el retroquelado men- ran por el clásico Mad Doktor?
tal. La mente humana es como ese juguete [pg-16]
infantil que consiste en hacer encajar bloques T.L.: Se nos pasó por la cabeza la imagen de
de madera con forma cilíndrica, de estrella o Rudolph Klein-Rogge en Metrópolis, sí, pero
de cubo, en una serie de agujeros de molde después del tremendo éxito que tuvieron los ex-
similar. Hay momentos de nuestra vida en los perimentos, en Harvard nos empezaron a mi-
que, si nos dan un cubo, intentamos desespe- rar con una mezcla de respeto y cierto temor
radamente meterlo en el agujero con forma reverencial. Conseguimos que la universidad
de círculo y un psicoanalista puede tardar financiara una terapia con psilocibina para un
hasta diez años en hacer que su paciente se grupo de presos en la cárcel de Concord. Los
dé cuenta de ello. Cuando Richard Alpert y sometimos a varias sesiones de terapia grupal;
yo empezamos a investigar con psilocibina, la mayor parte de ellas, de preparación: solo
nos dimos cuenta de que nuestros pacientes administramos la droga dos veces a cada preso.
podían llegar espontáneamente a la misma Al finalizar la terapia, un 75% de ellos aseguró
conclusión en una sola sesión. Entonces les haber pasado por una experiencia clave en su
ayudábamos a retroquelar sus mentes: ha- vida que había cambiado su manera de pensar
cer que cambien el agujero con forma de de forma positiva. Una vez salieron de la cár-
círculo por el agujero con forma de cubo, cel, calculamos la tasa de retorno, es decir, el
antes de hacer encajar el bloque de nuevo. número de ellos que, después de cometer otro
17. Factor Crítico
crimen, volvía a ingresar en el sistema peniten- T.L.: Sí, al principio aceptamos a regañadientes
ciario. De nuestro grupo, volvieron un 20%. El el pretexto que nos dio el rector. Que está-
porcentaje medio en la prisión de Concord era bamos atrayendo demasiada atención sobre
de un 60%. De ese modo conseguimos demos- Harvard. Lo cual no tenía ningún sentido, ya
trar que es posible utilizar los alucinógenos para que la comunidad científica había recibido
deshacer patrones obsesivos de pensamiento y con euforia nuestro descubrimiento. En 1963,
conductas autodestructivas. Alpert y yo fuimos expulsados de la universidad.
Poco después nos enteramos de la verdad. Y la
F.C.: Fue entonces cuando detu- verdad se llamaba Proyecto MK-ULTRA. Duran-
vieron sus experimentos. te los años 50, la CIA había estado experimen- [pg-17]
tando en Harvard con LSD, de forma secreta,
T.L.: Más o menos. Cortaron la financiación sin tratando de averiguar qué uso podía dársele
darnos muchas explicaciones un tiempo des- a la droga en la “guerra silenciosa”. Básica-
pués de que publicáramos nuestros resultados. mente tratando de inducir estados de terror
en los sujetos experimentales. Sin embargo,
F.C.: Un poco sospechoso. descubrieron que los efectos de la droga eran
Timothy Leary y Neal Cassa- demasiado impredecibles para poder darle una
day en la carretera utilidad militar. Cuando Alpert y yo comenza-
mos nuestros experimentos con psilocibina no
sabíamos nada de esto. La CIA permitió que
Harvard nos financiara por una sencilla razón.
Pensaban que quizá nosotros podríamos triun-
far donde ellos no lo habían hecho, encon-
trando algún modo de controlar la droga para
que produjera los efectos deseados. Efectiva-
mente, conseguimos controlarla demostrando
que sus efectos dependían no tanto de la dosis
18. Factor Crítico
como de las expectativas y el estado mental del hecho de que, ahora mismo, me encuentre
consumidor, así como del entorno físico en el frente al doctor Leary, sentado sobre un mantel
que se administra la droga. Descubrimos que a cuadros escoceses, al aire libre de la cam-
era posible “programar un viaje”, pero no para piña inglesa. Para colmo estoy vestido según
obtener los resultados que deseaba la CIA. los cánones estrictos de la moda infantil fe-
Ocho de cada diez de nuestros pacientes afir- menina del Oxford de mediados del siglo XIX:
maban haber tenido algún tipo de experiencia falda plisada azul y lazo en el pelo del mismo
espiritual después de nuestras sesiones. Desde color. No me recuerdo en qué momento me
un incremento considerable en la comunión dejé caer por la madriguera de conejo. Solo
afectiva con sus semejantes, hasta verdade- me acuerdo de haber asistido a la fiesta maya [pg-18]
ras sensaciones de haber entrado en contacto que la redacción de Factor Crítico celebró el
con la divinidad. Pero la CIA no tenía ninguna pasado 21 de diciembre con motivo del fin del
utilidad que darle a Dios. Así que decidieron mundo, y de repente, vi cómo alguien vacia-
deshacerse de nosotros. Todavía ahora, en la ba un pequeño frasco en el ponche. Aunque,
década de los noventa, siento a veces la mo- ahora que lo pienso, ese alguien era yo.
lesta impresión de estar siendo observado.
F.C.: Perdone, pero he tenido un flashback.
F.C.: No estamos en los años noventa, sino Debería haber comenzado la entrevista con
en 2013. Doctor Leary, creo que no de- una descripción de nuestro encuentro, pero
bería abusar tanto de los psicodélicos. resulta que acabo de vivir ese momento jus-
to ahora. Creo que me acabo de tomar el
T.L.: Usted, que es joven, podrá estar en el LSD farmacológicamente puro que los la-
año que mejor le parezca, pero para mí es boratorios Sandoz me enviaron hace un
poco más difícil porque morí en el 96. par de semanas para hacer una reseña.
Lo cual explicaría la extraña sensación que T.L.: Déjese llevar. ¿Dónde estábamos?
tengo desde que comenzó la entrevista o el
19. Factor Crítico
F.C.: Su expulsión de Harvard, T.L.: Tiene razón, eran los sesenta. Y en los se-
la prohibición del LSD… senta todo nos lleva de vuelta a JFK. Eso fue
precisamente lo que me ocurrió. Que al doblar
T.L.: Ah, la prohibición. Eso ocurrió en la esquina, me encontré a Kennedy sin tener la
1968. Justo el año en que me detuvieron. más remota idea de que pudiera estar allí. Pero
en realidad nada de esto tuvo que ver con Ma-
F.C.: Desde que le echaron de Harvard hasta rilyn. Mi encuentro con ella fue pura casualidad.
entonces, dedicó su vida a defender pública- En mi caso, todo comenzó con la llamada de
mente el uso de los psicodélicos. ¿Cómo llegó una mujer llamada Mary Pinchot Meyer. Tra-
a convertirse, según las palabras de Richard Ni- bajaba en política, estaba bien conectada, su [pg-19]
xon, en «el hombre más peligroso de América»? cuñado era jefe del Newsweek. En definitiva, la
típica descendiente de uno de esos viejos linajes
T.L.: Bueno, a parte de salir en la televisión, patricios de Washington. Alguien le había dicho
almorzar con los Beatles, introducir a medio que yo podía enseñarle a programar viajes con
Hollywood en el mundo de los psicodélicos, LSD.
escribir decenas de artículos científicos y li-
bros defendiendo su uso, y presentarme como
candidato a gobernador de California con el
aval público de John Lennon, supongo que lo
que realmente puso nerviosa a la CIA fue el
papel que jugué en las intrigas de Washing-
ton. Eso y tal vez el hecho de que la primera
dosis que tomó Marilyn Monroe se la di yo.
F.C.: Siempre que alguien menciona a Ma-
rilyn tan cerca de la palabra Washington es
porque hay ciertas siglas entre medias.
20. Factor Crítico
F.C.: Cuéntenos qué es eso de de unos meses me confesó sus verdaderos mo-
programar un viaje. tivos. Había gente en Washington, me dijo, que
estaba interesada en el uso que se le podía dar
T.L.: Pese a todo lo que se dijo sobre mí, nunca al LSD dentro de una terapia personal. Acabé
fui partidario del uso indiscriminado de psico- enseñándole a Mary lo que sabía, cosa que,
délicos. Siempre lo dejé bien claro en las entre- en el fondo, tampoco tenía tanta importancia
vistas y en los libros que escribí, aunque luego pues, de todos modos, pensaba escribir con
la prensa prefiriera compararme con gente mis colaboradores un manual para explicar al
como Kesey. Los efectos de los psicodélicos de- gran público cómo preparar un viaje seguro.
penden en gran medida del set y del setting, es Mary yo seguimos manteniendo el contacto. [pg-20]
decir del marco mental en el que se encuentra Nunca quiso darme muchos detalles sobre
quien lo utiliza, y de su relación con el entorno. lo que estaba haciendo y yo tampoco quise
Descubrimos que ambas variables son fáciles conocerlos, pero entendí por sus comentarios
de controlar, así que diseñé con mis colabora- que estaba programando viajes para gente de
dores, Alpert y Metzner, un protocolo a seguir muy alto nivel. Las palabras de Mary estaban
durante las sesiones. Instrucciones precisas de siempre teñidas de un idealismo absolutamente
cara a la preparación mental del paciente, el inocente y al mismo tiempo aterrador, como
tipo de música y estímulos visuales recomen- supongo que lo fue el idealismo que todos
dables durante la sesión, cómo tranquilizar al tuvimos en aquella época. Como si se hubiera
paciente si, de repente, sufre un mal viaje, y lo erigido en la cabeza invisible de una conspi-
que es más importante, cómo ayudarle durante ración para la paz que estaba empezando a
el viaje de regreso a integrar el cambio psicoló- conseguir, en secreto, cada vez más adeptos en
gico dentro de la estructura de su personalidad. Washington. Así fueron las cosas, hasta que un
Mary quería que le enseñara todo eso, pero al día, Mary me llamó aterrorizada para decirme
principio me negué. Aunque había llegado a que la estaban persiguiendo. No volví a saber
mí a través de un amigo común, no terminaba de ella en mucho tiempo. En 1963, poco des-
de fiarme. Sin embargo, Mary insistió y al cabo pués de la muerte de Kennedy, recibí su última
21. Factor Crítico
llamada. “Ya no podían controlarle”, me dijo. de paranoia se daban precisamente cuando
“Estaba cambiando demasiado rápido. Han me estaban persiguiendo. Me detuvieron dos
echado tierra encima de todo el asunto. Tengo veces por posesión de marihuana. Encon-
que verte. Tengo miedo. Ten cuidado”. Mary traron dos colillas de porro en la guantera
murió unos meses más tarda. Fue asesinada de mi coche. Me condenaron a 30 años.
a la orilla del río Potomac. Tenía una herida
de bala en la cabeza y otra en el corazón. F.C.: (silencio)
F.C.: Supongo que encontra-
rían a un cabeza de turco. [pg-21]
T.L.: Un hombre negro, por supuesto. In-
tento de violación y robo. ¿Cuántos in-
tentos de violación acaban con una bala
en la cabeza y otra en el corazón?
F.C.: ¿Era amante de Kennedy?
T.L.: No lo supe hasta después de su muerte.
Claro que lo era. Pero no como las demás.
Kennedy la quería de verdad. Después de
T.L.: Pero yo tenía otros planes.
aquello… Bueno, ya sabe. La muerte de Ken-
nedy hizo que todo se viniera abajo. Empe-
F.C.: Se escapó de la cárcel.
zando por mi puesto en Harvard. Entonces fue
cuando empezaron a perseguirme. Al princi-
T.L.: (sonríe con cierto nerviosismo) Antes de in-
pio pensé que mi paranoia era producto de
gresar en el sistema penitenciario, se sometía a
las drogas, pero casualmente los momentos
los condenados a un test psicológico para de-
22. Factor Crítico
terminar cuál sería su ocupación idónea dentro contraba a kilómetro y medio de distancia. Allí
de la cárcel. En cuanto me pusieron la hoja de me esperaban dentro de un coche unos chicos
preguntas delante, tuve que contener una car- muy simpáticos de la Weather Underground.
cajada. El test lo había diseñado yo. En cues-
tión de segundos decidí cuál iba a ser el resul- F.C.: ¿El grupo terrorista?
tado, ya que sabía perfectamente lo que tenía
que responder para que la junta de prisiones T.L.: Si quiere llamarlo así… No pude dejar de
viese en mí un carácter totalmente conformista reírme yo solo durante el tiempo que estuve
con enormes aptitudes para la jardinería, el dentro de aquel coche. Me llenaba de ale-
trabajo más indicado para planear mi fuga. gría el haber conseguido escapar sin ningún [pg-22]
Me mandaron a San Luís Obispo, un penal de tipo de violencia. Uno de los Weathermen me
baja seguridad cerca de Santa Bárbara. Nadie pasó un porro de marihuana. Sostuve entre
me molestaba mientras estaba trabajando en mis dedos al pequeño culpable de mi ingreso
el jardín, así que aprovechaba la jornada para en prisión y me eché a reír pensando en lo
estudiar el terreno. Me enamoré de un árbol que harían los guardias mientras tanto. Nunca
cuya copa se alzaba hacia uno de los tejados. había disfrutado tanto de una calada. Traté
Llegada la noche de la fuga, pinté mis deporti- de imaginármelos descubriendo mi ausencia,
vas de negro para que nadie pudiera verme en llamando a Sacramento, donde algún puño
la oscuridad. Salí al jardín por una puerta de furioso golpearía un escritorio y dos o tres tra-
mantenimiento que se había quedado abierta seros se caerían de sus sillones. Me reí y me reí
esa misma mañana y, una vez fuera, escalé el y así pasé tres semanas, riéndome, porque me
árbol hasta llegar al tejado. No fue sencillo. sentí como si hubiera ejecutado con éxito una
Para salvar la alambrada tuve que deslizarme especie de performance para decirle a la gente
a pulso por un cable telefónico de unos quince cómo debían actuar frente al sistema judicial y
metros de largo. El poste donde acababa el a la burocracia policial. Me pareció una bro-
cable estaba fuera del recinto. Una vez fuera, ma redonda, que por desgracia los agentes
fui andando al punto de recogida, que se en- del orden público nunca supieron apreciar.
23. Factor Crítico
F.C.: Desde luego, se la tuvieron jurada desde F.C.: Volvió a ingresar en prisión en
entonces. El FBI no dejó de perseguirle hasta 1972. ¿Cómo pudo soportar el en-
que consiguieron ponerle las manos encima. cierro alguien como usted?
T.L.: Eso ocurrió dos años más tarde, en T.L.: Escribiendo. En el fondo, después de
Afghanistán. Durante todo ese tiempo logré tanto ir de aquí para allá, agradecí tener
darles esquinazo en Argelia, en Austria, en tiempo libre para mí mismo, así que apro-
Suiza… Fueron años difíciles, viviendo en veché para reflexionar un poco y poner so-
casa de amigos, aceptando ayuda compro- bre el papel todas las cosas a las que había
metedora como la de los Panteras Negras. estado dándole vueltas durante mi exilio. [pg-23]
F.C.: Su amigo Robert Anton Wilson le visitó
varias veces en prisión. Decía que, a pesar
de las circunstancias, usted siempre tenía esa
sonrisa beatífica en la cara. La sonrisa que
le hizo famoso. Decía que, allí dentro, usted
parecía más libre que toda la gente de fuera.
T.L.: Después de más de diez años usando los
psicodélicos para descubrir qué hay debajo
del mundo que percibimos, llega un momento
en que ya no los necesitas. La mente aprende
a llegar a ese lugar por sí sola. Y entonces, el
hecho de estar viviendo en una celda deja de
tener tanta importancia. Pero mentiría si dije-
ra que no tuve malos momentos. En una de
las prisiones donde fui a parar, coincidí con
Timothy Leary con G. Gordon Liddy,
el agente del FBI que le detuvo.
24. Factor Crítico
F.C.: ¿Por qué le afec-
taron tanto las pala-
bras de Manson?
T.L.: Quizá me preocupaba
que tuviera razón. Porque
en el fondo había estado
haciendo lo mismo que
él. Meterme en la cabeza
de los demás. Y es posible [pg-24]
G. Gordon Liddy, en quien se inspiró Alan Moore que los demás no estuvie-
para crear al Comediante de Watchmen, se hizo
amigo de Leary cuando éste salió de la cárcel ran todavía preparados.
llegando a admitir que, después de tantos años, Después de tantos años,
había comprendido que Leary tenía razón aún me pregunto si hice lo
correcto. Salí de la cárcel
tras la caída de Nixon. El
gobernador de California
Charles Manson. Su celda estaba casi enfrente me indultó, pero las cosas,
de la mía. No le había reconocido, hasta que afuera, habían cambiado.
una noche me dijo: “Eh, Leary. Eres mi héroe. Hacía mucho que la tele-
Tienes que enseñarme cómo lo haces”. Me visión y la prensa habían
quedé mudo y entonces gritó para que le oyera transformado el sueño
todo el corredor: “¡Este es mi amigo Tim Leary! hippie en mero hedonis-
¡Él sí que sabe cómo meterse dentro la cabeza mo sexual e, incluso eso,
de los demás!”. Solicité a través de mi aboga- estaba a punto de acabar
do un traslado de celda y lo conseguí. Fue uno en cuestión de unos años
de los momentos más aterradores de mi vida. por culpa del SIDA. No
25. Factor Crítico
solo se había ilegalizado el LSD y la psilocibina F.C.: Pero usted nunca utilizó psico-
para consumo público, además se le impuso délicos para «controlar» a nadie,
un veto a la investigación científica a pesar de como hicieron Manson o la CIA.
que todos los estudios indicaban la incalculable
utilidad de estas sustancias para desprogramar T.L.: No importa lo que yo o Richard Alpert o
conductas obsesivas o autodestructivas, ayudar gente como Stan Grof o Humphrey Osmond hi-
a pacientes terminales de cáncer a aceptar el ciéramos. Lo que único importa es el uso que el
tránsito o ser los únicos analgésicos efectivos resto de la humanidad quiere darle a los psico-
para las migrañas de racimo. Todo eso desapa- délicos. Y lo que llevamos del siglo XXI tampoco
reció, de golpe y plumazo. Y en cierto modo yo deja demasiadas esperanzas, la verdad. [pg-25]
tuve la culpa de ello. Yo, Kesey, Stanley… todos
los que estuvimos en primera línea invitando F.C.: Pero usted está muerto, doctor
a los Cary Grant de América a que probaran Leary, ¿cómo puede saber lo que ha pa-
el LSD, o directamente echándolo en el pon- sado estos últimos años? A veces ten-
che de sus fiestas multitudinarias, como hacía go la sensación de que soy yo mismo
Kesey. Tampoco había tanta diferencia. Tal vez quien responde a través de su voz.
hicimos demasiado ruido. Tal vez Huxley tenía razón: no es por
azar que los chamanes siempre hayan ocultado la fuente de sus
poderes. Era su manera de protegerla. Sin embargo, en aquellos
años… no se imagina hasta qué punto estuvimos cerca de la
destrucción total después de lo de Bahía Cochinos. Creí que si
había un momento era ése, el momento de dar un salto ade-
lante en la evolución y hacer madurar a la raza humana. Pero
no estábamos preparados. Quizá nunca lo estemos y Manson
tenga razón. Encontramos la herramienta más poderosa jamás
conocida para explorar la mente humana y lo único que se nos
ocurrió es usarla para meternos en la mente de los demás.
26. Factor Crítico
T.L.: Supongo que es la primera vez que mancha amarilla en una esquina del techo me
prueba el LSD. ¿Recuerda lo que estaba ha- hizo volver a vivir lo que sentí el día en que mi
ciendo antes de que nos encontrásemos? ex y yo pintamos de blanco aquellas paredes
amarillas: la misma prisa por acabar el traba-
F.C.: La verdad es que estoy empezando a jo, la misma ilusión por tener nuestro propio
acordarme. Estaba en una fiesta y empecé espacio, la misma frustración al darnos cuenta
a sentirme débil. Aunque débil no es la pa- de que se había acabado la pintura; de repen-
labra. Más bien era como si mis dedos, mis te, aquella mancha amarilla se convirtió en el
brazos, mis piernas fueran haciéndose cada testimonio de una relación en la que siempre
vez más ligeros hasta perder por completo su quedarían cosas pendientes. Después estuve [pg-26]
masa. Volví a casa. Puse un poco de música. cenando. Comí un poco de tortilla de patatas.
Ravi Shankar. Esa música hindú está real- Hacía frío y decidí cubrirme con una manta
mente hecha para esto, ¿verdad? Cada nota en lugar de encender la calefacción. Cubierto
era una aguja clavándoseme en el cuerpo. por la manta, volví literalmente a la infancia.
Al instante, aquella tortilla industrial comprada
T.L.: ¿Le dolió? en el súper, empezó a tener el mismo sabor
que la tortilla que me daba mi abuela cuando
F.C.: Creo que la palabra “dolor” es irrelevan- de niño, nos llevaba a mi hermano y a mí de
te para describir lo que sentía. Era más bien paseo por la sierra, y al volver a casa, nos abri-
como si las cuerdas del sitar estuvieran dentro gaba y nos daba de cenar. La misma sensación
de mí, pero aún así Shankar pudiera hacerlas de cobijo y necesidades básicas satisfechas
vibrar pulsándolas a toda velocidad con esa después de aquellas alegres pero cansadas
mano suya endemoniada. Luego, empecé a caminatas. Me eché a llorar de felicidad. Era
mirar alrededor. Cualquier objeto, cualquier como si estuviera dentro de la madalena de
rincón me traía de vuelta los recuerdos más Proust. Entonces comprendí que cuando Marcel
asombrosos. Pero, de nuevo, “recordar” no dice haber recuperado su infancia mojando la
es la palabra. Revivir, quizá. Una pequeña madalena en la leche, no estaba hablando en
27. Factor Crítico
sentido metafórico, ni tampoco estaba utili- rar esas sensaciones mismas para volver a vivir-
zando las palabras como barniz literario para las. Entonces… entonces fue cuando empecé a
describir algo tan simple como el recuerdo. ver cómo los colores de los azulejos del baño
Cuando Proust dice que una madalena puede se separaban por capas hasta que me permi-
devolverte la infancia es porque literalmen- tieron avistar a lo lejos estos árboles, este río,
te puede hacerlo, igual que el contenido de este bosque en el que nos encontramos ahora.
un frasco o una seta puede hacerte crecer o T.L.: Un viaje clásico. La psilocibina, el LSD
disminuir de tamaño. Y se trata, además, de activa de manera prodigiosa el cerebro repti-
algo tan fácil de conseguir y tan aparentemente liano, la parte más antigua de nuestro cerebro.
común cuando lo consigues, que uno se llena [pg-27]
de admiración y respeto por el género humano
al saber que el cerebro es capaz de hacer algo
así. Un rato después, fui a la ducha pensando
en meterme luego en la cama. Pero… creo que
no salí de allí. Debo seguir todavía dentro del
baño. Recuerdo que entrar debajo del chorro
de agua fue algo sobrecogedor. Como si mi
piel hubiera desaparecido y las gotas pudieran
alcanzar directamente mi sistema nervioso.
Supongo que es la misma desprotección que
sienten los bebés al nacer, porque ducharse
bajo los efectos de aquello… Bueno, era como
sentir las gotas de agua caer sobre tu cuerpo
por primera vez en tu vida y, saber al mismo
tiempo, que tu mente es capaz de recuperar de
manera literal no solo el recuerdo de sensacio-
nes tan antiguas, sino que es capaz de recupe- Leary en Suiza durante su épo-
ca como prófugo de la ley
28. Factor Crítico
La que domina en los animales anteriores a los los agujeros. Solo que en este caso no tienen
mamíferos y la que domina también durante nues- la forma de cuadrado o de círculo, sino la de
tra infancia. La parte del cerebro que rige nuestras una niña victoriana y un viejo un poco sátiro.
emociones más básicas, desde el miedo hasta el
placer. Cuando estamos en un estado de vigilia, F.C.: Entonces, ¿todo esto no son más que
sobrios, las partes superiores de nuestro cerebro fantasías, proyecciones de mi mente?
bloquean la mayor parte del contenido emocional
básico que tienen nuestras percepciones. Simple- T.L.: Es una forma de verlo. Para muchos no es
mente no podríamos vivir en sociedad, o al menos muy diferente a un efecto óptico. Sin embar-
no en la sociedad tan complicada que hemos go, después de tantos años de experimentar [pg-28]
montado, si tuviéramos acceso constante a esos con el LSD, personalmente no he llegado a
contenidos. Sin embargo, cuando domina esa parte encontrar ninguna diferencia ontológica en-
tan primaria de nuestro cerebro, se empiezan a tre lo que percibimos bajo los efectos de la
establecer vínculos emocionales que ya se creían droga y lo que percibimos cuando estamos
perdidos con los objetos, con las personas, con el sobrios. Simplemente son dos formas diferen-
entorno. Lo que ocurre es que, acostumbrados a tes de ordenar las percepciones sensoriales.
la vigilia, nuestro cerebro no está entrenado para Lo que quiero decir es que puede llamarlo
ordenar y clasificar toda esa abrumadora descarga fantasía si quiere, pero entonces también
de información emocional que penetra nuestros deberá llamar fantasía a lo que percibe
sentidos durante un viaje. Así que lo que hace es cuando no está bajo los efectos del LSD.
aplicar a la información visual determinados mol-
des o patrones ya conocidos para intentar ordenar- F.C.: Un pensamiento un poco inquietante, ¿no?
la. De ahí que usted le pareciera que los colores
de los azulejos se separaban por capas y que T.L.: No me lo parece. Lo que nos enseñan los
detrás de ellos estaba este bosque, o que ahora psicodélicos es que el cuerpo humano, nuestro
tenga usted el aspecto de Alicia y yo el de Timothy sistema nervioso, nuestro cerebro puede imitar
Leary. Es como el juego infantil de los bloques y en cualquier momento todo aquello que hemos
29. Factor Crítico
experimentado, sentido o visto antes. Ahora T.L.: Adorno dijo que escribir poesía después de
mismo, su cerebro está imitando la forma de Auschwitz era un acto de barbarie. Los postmo-
Timothy Leary porque ya antes ha visto su forma dernistas se tomaron sus palabras literalmente y
en una foto. También puede imitar las pala- se convencieron de que si no se podía escribir
bras de Leary porque usted ha leído sus libros. sobre nada, entonces el único tema legítimo
Pero, en cualquier caso, lo que está haciendo que le quedaba a la literatura eran las palabras
ahora su mente no es muy distinto a lo que
mismas. Proclamaron la muerte de la escritura,
hace todos los días cuando habla o cuando
pero se equivocaron. Cuando usted ha tratado
escribe. Imita formas sonoras o escritas que
llamamos palabras y que en realidad no son de describir lo que experimentó durante su via-
je ha recurrido a la metáfora y al símil porque [pg-29]
nuestras. Los psicodélicos nos hacen conscien-
tes de algo muy importante que la mayor parte cuando la realidad deja de ser estable, las pa-
de la gente pasa por alto en su vida diaria: labras comunes y el lenguaje racional pierden
que la realidad no es más que lenguaje. su poder para describirla. Entonces solo nos
quedan las madalenas. Y aún así, cuando uno
F.C.: Lo cual es básicamente lo mismo recurre a las metáforas para intentar comuni-
que dicen algunas de las corrientes lite- car experiencias tan extremas, éstas solo nos
rarias más importantes del siglo XX. permiten, como mucho, acercarnos un poco
más a lo Real sin llegar a tocarlo nunca. Por-
que lo Real no está constituido por palabras,
o no solo por ellas, sino también por signos
visuales, táctiles, olfativos, gustativos y emocio-
nales. Todos estos niveles son también lengua-
je, porque el tacto, por ejemplo, es también un
sistema organizado de signos, aunque pocas
veces seamos conscientes de ello. Y sin embar-
go, sí lo podemos percibirlo como un sistema
Laura Huxley, a la derecha, llamó a Timothy Leary en el lecho de cuando tomamos psilocibina y empezamos a
muerte de su marido para que éste le diera la extremaunción con LSD
30. Factor Crítico
sentir en la palma de las manos los guijarros los psicodélicos: hacernos ver que todo lo que
que tocan las plantas de nuestros pies descal- sentimos, tocamos u olfateamos, no son más
zos. Es comprensible que después de Auschwitz que metáforas, como las palabras, y que las
mucha gente empezara a perder interés por lo palabras, como los psicodélicos, nos permiten
Real. Sin embargo, aún quedan realidades en ser quienes queramos cuando queramos.
el ser humano más profundas que la muerte
y la destrucción. Realidades que es necesario F.C.: Nos permiten serlo hasta que
describir. Y por suerte ha habido escritores se pasan sus efectos, claro.
conscientes de ello que, rechazando el axioma
postmodernista desde dentro, han demostrado T.L.: No. Nos permiten serlo siempre, mien- [pg-30]
que la escritura era posible todavía: la escritura tras sigamos hablando o escribiendo. Es
entendida como un juego interminable de crea- algo que los niños saben. Solo que los adul-
ción de metáforas cuyo fin es alcanzar la reali- tos, a veces, nos olvidamos de ello…
dad invisible y quizá incomunicable del espíritu
humano; esa realidad que los psicodélicos nos
permiten percibir. Me refiero a pioneros como
Lewis Carroll o Aldous Huxley, pero también a
gente como Philip Dick, Robert Anton Wilson,
Julio Cortázar… Aunque quizá quien más lejos
haya llegado en este sentido es Thomas Pyn-
chon, burlándose constantemente del credo
postmodernista con sus gigantescas novelas en
las que se acumulan cientos y cientos de pági-
nas en las que se narra solo por el puro placer
de narrar realidades nuevas. Lo que escritores
como estos nos descubren sobre la literatura es
que el acto de escribir tiene el mismo fin que
31.
32. Factor Crítico
«Yo... he visto cosas que vosotros
no creeríais: Atacar naves ardien-
do más allá de Orión. He visto ra-
¿Se drogan los
yos C brillar en la oscuridad cerca
de la Puerta de Tannhäuser. Todos
esos momentos se perderán...
androides? en el tiempo... como lágrimas
en la lluvia. Es hora de morir».
por David Urgull
[pg-32]
R
esulta imposible creer
que estas breves líneas,
este epitafio perfecto,
fuese escrito por un an-
droide, por muy avanza-
do que fuera Roy Batty,
ni tan siquiera por un Rutger Hauer
encarnando a la última generación
de replicantes. Un sistema operati-
vo, un Windows Enterprise, no da
para tanto. El lenguaje binario, la
suma de unos y ceros, no es capaz
de trascender ni de transmitir más
allá de lo que podemos encon-
trar en las novelas de Dan Brown
y otros seguidores de las tramas
33. Factor Crítico
calcadas con plantilla. Hay algo más, tiene que veces vapuleado por la ausencia de la misma.
haber algo más. Si no se tratase de androides Philip K. Dick escribía Ciencia Ficción sin necesi-
podríamos suponer que esa capacidad evoca- tar premoniciones a lo Julio Verne para construir
dora viene del alma o de esos veintidós gramos la trama de sus creaciones, sin plantear civili-
de espíritu que se dice tenemos los humanos, sin zaciones lejanas absoluta e inimaginablemente
embargo, en un amasijo de circuitos y células avanzadas como haría Issac Asimov en su saga
sintéticas, esta posibilidad espiritual está descar- Fundación. Dick reduce el hiperespacio al cere-
tada por su propia esencia artificial. Entonces, a bro de sus protagonistas, ese es su mundo inex-
qué podemos achacar esta insólita capacidad plorado y la volatilidad de la sinapsis neuronal
creativa, cuál fue el detonante externo que re- es el centro gravitatorio de toda su obra. Luego [pg-33]
volucionó los microchips del pluscuamperfecto adornará o no, en Confesiones de un artista de
Nexus-6. Quizá se deba a los efectos de una mierda el contexto es contemporáneo al autor,
metanfetamina del futuro, a un tripi intergalácti- sus historias con androides o naves espaciales,
co, a cualquier sustancia exocrina capaz de des- o las situará en planetas alejados o en futuros
virtuar la realidad matemática de un robot como atemporales, pero estos elementos clásicos del
Roy Batty. Esta explicación podría convencer a género para él no son más que atrezo. El tema
los acólitos más beats de Aldous Huxley y sus principal de
teorías perceptivas, pero, sinceramente, no creo su obra no es «La Realidad es aquello que, inclu-
que ningún doping sea capaz de convertir a un otro que el de so aunque dejes de creer en ello,
androide en todo un Shakespeare. La explica- la realidad, sigue existiendo y no desaparece.»
ción es más sencilla: se llama Philip K. Dick. la percepción
de esa realidad muchas veces manipulable,
Philip Kindred Dick es uno de los grandes auto- volátil, incierta, una realidad tramposa.
res de la llamada literatura de Ciencia Ficción.
Escribió decenas de novelas y cientos de relatos Esta preocupación, más bien obsesión, por algo
que hoy en día constituyen un paradigma de li- tan abstracto como la realidad le viene al au-
teratura de calidad dentro de este género tantas tor de sus propias experiencias vitales. Philip K.
34. Factor Crítico
Dick estaba loco, completamente loco, loco con moda en su tiempo. Antidepresivos y metanfe-
certificado. Paranoia esquizofrénica, le diagnos- tamina, esa era su dieta habitual. Pastillas rojas,
ticaron los médicos. Él prefería llamarlo, al más azules, blancas, verdes, de todos los colores, de
puro estilo del Barroco español, experiencia mís- todos los tipos, el arcoíris completo de la quími-
tica. La distorsión mental le venía de la infancia, ca y para pasar el trago un poquito de alcohol,
desde aquellos primeros años en el Chicago de todos los alcoholes. Poco a poco los episodios
Al Capone y la “ley seca”. En el vientre materno psicóticos se fueron multiplicando y los estados
compartió líquido amniótico con una hermana de lucidez empezaron a perder fuerza, su vida
gemela, Jane, que murió a los pocos días de na- se diluía, la realidad resultaba incomprensible.
cer. Sus padres en la sepultura colocaron, junto Él mismo comentaba que un haz de luz atrave- [pg-34]
al nombre de la hija fallecida, también el nombre
de Philip, dejando la fecha de defunción en blan-
co, en espera. La muerte de su gemela y aquella
lápida le persiguió durante toda la vida como un «Solo con mirarme reconoce-
fantasma ineludible, un fantasma que se fue apo- ríais que mi energía principal
se encuentra en la mente.»
derando de sus neuronas. Con los años vendrían
las alucinaciones, los trances religiosos, las visio-
nes dislocadas, la creencia de que el FBI y la CIA
le perseguían como si él fuera el enemigo núme-
ro uno de los Estados Unidos, la irritabilidad, la
dependencia
«Estoy hecho de agua. Jamás
se darán cuenta de ello por- de los fárma-
que la tengo contenida» cos o las de-
presiones.
Además de la locura P K. Dick añadió a su via-
.
je vital la experimentación psicotrópica tan de
35. Factor Crítico
sando sus pestañas en un parpadeo frustrado La locura y la adicción le proporcionaron una
le reveló que en realidad era un griego del año inspiración asombrosa y a la vez maldita. Cuan-
cincuenta después de Cristo. El destello de un do sus neuronas flaqueaban él buscaba en la
colgante que llevaba una muchacha le disparó metanfetamina las alucinaciones, ese mundo
un rayo láser que abrió su mente y le otorgó co- paralelo que su mente había ido creando. En sus
nocimientos olvidados. La radio tenía la costum- escritos aparece de manera recurrente la posibi-
bre de insultarle. El universo entero le hablaba. lidad que tienen los protagonistas de inducirse
Dios se comunicaba a través de los titulares de diferentes estados de ánimo, bien sea mediante
los periódicos. La mente se le desbocaba mien- impulsos eléctricos en el cerebro o mediante de-
tras él intentaba dar sentido a sus visiones. terminadas sustancias químicas. El propio Dick [pg-35]
experimentaba en sí mismo estos métodos de in-
Fue un hombre mental y emocionalmente ines- ducción psicológica. Necesitaba que la realidad
table. Según pasaron los años su vida entró en se desmoronara a sus alrededor, se diluyera, ter-
barrena. Los matrimonios le duraban poco y re- minara hecha pedazos, fulminada, para encon-
sultaban traumáticos, los episodios violentos se trar entre las cenizas la verdadera esencia. La
multiplicaban, se sometió a numerosas curas de metanfetamina era para él ese vehículo hacia la
verdad, la sustancia D que aparece en su novela:
desintoxicación, recayó una y mil veces, hasta
Una mirada a la oscuridad. Le gustaba enfren-
que finalmente su corazón sufrió un colapso en
tar a sus personajes a un mundo supuestamente
1982. Murió en Santa Ana, California, solo y
estable que inesperadamente se desvanece ante
sin un dólar, murió unos meses antes de que sus ojos y para poder escribir sobre cómo sobre-
se estrenara la adaptación cinematográfica de ponerse a esas situaciones necesitaba conocer
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la de primera mano la incertidumbre vital.
exitosa Blade Runner. Su familia recogió las ce-
nizas y las devolvió a Chicago, para colocarlas Hay quien afirma que la originalidad de los
en aquella tumba obsesiva donde le esperaba planteamientos presentados en sus obras tiene
su hermana Jane. como base esa esquizofrenia paranoide diag-
36. Factor Crítico
nosticada por los loqueros de turno. Sin em- buscaba la forma de potenciar esos momen-
bargo, las teorías psiquiátricas afirman que un tos de máxima creatividad. Al igual que otros
esquizofrénico sin tratamiento regular, como era muchos escritores de su generación, P K. Dick
.
el caso de Dick, va perdiendo paulatinamente la encontró en los psicotrópicos un vehículo hacia
capacidad de comunicarse y se queda aislado las dimensiones ocultas del cerebro. Es una téc-
en su propio mundo alucinado. Esto nunca le nica clásica, usada desde la antigüedad, segu-
sucedió a Philip Kindred Dick. Él nunca dejó de ramente hasta el mismísimo Homero le daba al
escribir. La inmensa cantidad de novelas y es- opio o a la mandrágora para ver a los cíclo-
pecialmente de relatos demuestra su necesidad pes o tener una cita con Circe. La inspiración,
de comunicarse y su capacidad para hacerlo. Él la maldita inspiración, es a menudo esquiva y [pg-36]
mismo relativizaba sus experiencias paranoicas y aunque resulta muy romántico esperar que te
sus alucinaciones psicóticas, las calificaba como sorprenda a veces hay que forzarla. El opio, la
sentido activo, tan útil como la vista, el olfato o belladona, el estramonio, la marihuana, el áci-
el gusto y con ironía comentaba: si hiciera caso do lisérgico, la atropina, la ketamina, incluso la
de mis visiones estaría en el manicomio. Proba-
blemente su paranoia hoy sería calificada como
transitoria o en todo caso débil. Él fue un loco
cuerdo que forzaba sus
viajes alucinógenos. La
distorsión mental era su
fuente de inspiración y
37. Factor Crítico
más recurrente de todas las drogas: el alcohol;
todas estas variantes de la sustancia D, no son
más que un recurso de escritor, tan útil como un
buen diccionario.
Philip K. Dick se drogaba, sí. Le daba a todo
lo que tenía a mano, engullía cualquier pasti-
lla que encontraba con tal de experimentar, con
tal de sentir como un rayo láser de color rosa
le abría la mente para revelarle las verdades [pg-37]
esenciales de la existencia. Con este doping,
que no tiene nada de tramposo, consiguió mos-
trar a sus lectores un mundo que no siempre es
como parece, planteó
«Nuestro lema es: más la posibilidad de que la
humano que los humanos.» realidad se nos escapa,
afirmó que percibimos
solo lo que queremos
percibir. Fue en busca de un misterio que in-
tuía y como un cartógrafo intergaláctico dejó
un cuaderno de bitácora detallando su travesía.
Probablemente estaba loco, pero fue un loco
muy humano, demasiado humano.
38. Factor Crítico
All that we see or seem / is but
Malditos a dream within a dream
E.A. Poe
por Paz Olivares
[pg-38]
N
o hay que ser Escoho-
tado para saber que las
drogas intensifican los
efectos de los sentidos.
Tampoco hay que haber
leído demasiado para
intuir que el lenguaje poético bus-
ca la intensidad de la palabra. Así
que no hay que ser un maestro de
la lógica para asociar de manera
natural poesía y drogas.
El famoso fragmento de los Pa-
raísos artificiales de Baudelaire
refuerza esa idea: «Hay que estar
siempre ebrio. Nada más: ése es
todo el asunto. Para no sentir el ho-
39. Factor Crítico
rrible peso del Tiempo que os fatiga la espalda y modernidad. De ese extraño cruce de caminos
os inclina hacia la tierra, tenéis que embriagaros surgieron Poe, Baudelaire o Rimbaud, los gran-
sin tregua. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o des poetas malditos. Su obra es inimitable por lo
de virtud, como queráis. Pero embriagaos.» La que tiene de irrepetible.
lectura sesgada podría apoyar la imagen que
muchos sostienen de los poetas: los amantes del En el XIX el artista se enfrenta a un mundo en
exceso, los «mártires del hedonismo» que diría el que Dios y el Rey dejan de ser omnipresentes
Savater. No estoy de acuerdo. y omnipotentes para cederle el cetro al nuevo
amo en ciernes: el todopoderoso mercado de la
No sé si se puede atribuir ese calificativo savate- sociedad industrializada. Los valores espirituales [pg-39]
riano a los que se drogan esperando lo mismo dejan de ser estimados por su nula productivi-
que los que entran a un parque de atracciones. dad. Lo que es útil es lo valioso. Un buen hom-
Tampoco sé si el Prozac es la píldora de la fe- bre es un hombre productivo, aquél que se labra
licidad que soñara Huxley para su mundo feliz, un futuro para su familia, el que se enriquece
pero sí sé que esto no siempre ha sido así. gracias a su esfuerzo. El burgués, el hombre de
negocios de éxito es el ejemplo a seguir. El ar-
Hubo un primer y único momento en que litera- tista, improductivo por naturaleza, es el inútil, el
tura y drogas se encontraron de manera casual;
casual en el sentido en que no existía conoci-
miento contrastado de los efectos de las sustan-
cias estupefacientes, por lo que no había una
clara intencionalidad en dicho encuentro. No
existía el interés ritual o religioso habitual has-
ta entonces. No había chamanes, ni pitonisas
délficas, ni apóstoles de secta alguna. El autor
estaba sólo frente a la droga. No había guías.
Ese momento coincidió con el nacimiento de la
40. Factor Crítico
bohemio, el antisocial, el perverso, el degenera- ter de los malditos, a esa tendencia adictiva de
do, el indolente, el vicioso, el «mártir del hedo- la exploración de los límites, hay que añadirle el
nismo». Curiosa asociación ésta última teniendo fácil acceso a todo tipo de drogas por aquél en-
en cuenta que Epicuro promulgaba la búsqueda tonces. Se vendían preparados de los alcaloides
del placer sin poner en riesgo la salud, y los en cualquier farmacia. El opio, la heroína, la
malditos, más bien, buscaban ese placer aún a codeína o la morfina eran de uso común entre
riesgo de su vida. Entonces, ¿qué placer es ése? los obreros londinenses lo que da una idea de
Más que «mártires del hedonismo» eran mártires su precio. El láudano se recetaba para paliar
de lo absoluto. todo tipo de molestias. El mismo Baudelaire lo
utilizaba como analgésico de las neuralgias pro- [pg-40]
Poe, el norteamericano que primero represen- vocadas por el mercurio que se veía obligado a
taría el desarraigo del hombre moderno, el pri- ingerir desde que enfermó, muy joven, de sífilis.
mer maldito, diría: «No encuentro precisamente Thomas de Quincey lo utilizó de manera regular
ningún placer en los estimulantes a los que me a raíz de un dolor de muelas y acabó publican-
entrego con frecuencia de forma tan vehemen- do en la London Magazine las Confesiones de
te. No es, en verdad, por amor al placer por un comedor de opio inglés en las que descri-
lo que he expuesto a la ruina mi vida, mi re- bía con detalle su experiencia como adicto. (Sin
putación y mi razón.» El sentimiento de culpa, esta obra, los Paraísos artificiales de Baudelai-
la personalidad compleja, la infancia difícil, la re nunca habrían sido escritos). En 1884, por
sensibilidad y el entorno hostil del que no quería ejemplo, Freud escribe su famoso ensayo «Sobre
formar parte es común a Baudelaire, traductor la cocaína» donde el doctor defiende los bene-
y admirador incondicional de toda su obra. En ficios de la droga. Por aquel entonces (cuando
Poe, Baudelaire se reconoció como en ningún aún el psicoanálisis no era ni una idea en su
otro autor. Encontró el sentimiento de abando- cabeza), solía recetársela a sus pacientes de-
no, la soledad, la angustia existencial, la tortura presivos. En cuanto al alcohol, sobran los ejem-
de saberse distinto… lo mismo que Rimbaud en plos en la novela realista decimonónica como
su compatriota. A las peculiaridades del carác- no faltan tampoco las alusiones a la absenta.
41. Factor Crítico
Todos los cafés de París tenían un grifo de agua del Marqués de Sade y de todo aquél que dis-
en las mesas para que los clientes pudieran ir fruta rompiendo las normas, los tabúes. Decía
mezclando la cantidad deseada y así, rebajar la Bataille que «en el exceso erótico veneramos
absenta. El «diablo» o «hada verde» se servía en la regla que violamos» y esto puede aplicarse
un vaso específico, se colocaba una cucharilla a todo tipo de reglas en los malditos. Es decir,
de plata perforada en el borde de cristal y sobre para enfrentarse a la autoridad, antes debe re-
ella dos terrones de azúcar. Después, se vertía
conocerse que dicha autoridad existe. Para ren-
el agua deseada sobre la cuchara. La absenta
dirse a la obediencia de Satán, como afirmaba
se convertía entonces en un líquido de aspecto
lechoso cuyos efectos alucinógenos variaban en [pg-41]
función de la cantidad de agua que se hubiera
añadido. El hábito fue muy popular.
Dicho todo esto, queda claro que el hecho de
que un artista se drogara en el XIX no era extra-
ño, como no lo era para nadie. No se le excluía
por ello. Se le excluía porque no fuera conve-
nientemente discreto» en su uso. Exactamente
igual que con la prostitución: Los vicios, mode-
rados y ocultos, nunca expuestos en un poema.
Y he aquí donde reside el poder de los maldi-
tos: en su rebeldía. Y es que su aparente provo-
cación frente a la sociedad lo que escondía en
realidad era una profunda moralidad. De ahí
su poder. Se dirá que intentar tachar a Rimbaud
de poeta moral no tiene razón de ser, como
42. Factor Crítico
en Las flores del Mal Baudelaire o mearse en de esto, Javier del Prado explica:
el azur como escupía Rimbaud en uno de sus Así que los malditos no eran sólo moralistas.
poemas, hay que dotar de existencia a quien se También eran metafísicos.
pretende insultar. Si crees en el infierno no nie-
gas el cielo, lo reafirmas. Un psicoanalista diría Eternos insatisfechos, huían de la realidad del
aquí que tanto Poe como Baudelaire o Rimbaud tedio, o el spleen que diría Baudelaire. Cual-
arrastraban un sentimiento de abandono por la quier horror es preferible a esa sucesión de días
en la que no ocurre nada.
figura paterna, que su enfrentamiento hacia la
autoridad era su culpa disfrazada de ira. Esa
Poe, en su poema «Sueños»: [pg-42]
culpa es la que convirtió en malditos a sus auto-
res y no sus excesos con las drogas. Era la culpa «¡Sí!, aunque ese largo sueño fuese de aflicción sin esperanza,
la que los obligaba una y otra vez a buscar el sería mejor que la realidad fría
castigo y sólo la autoridad tiene potestad para
de la vida despierta para aquelcuyo corazón debe ser,
ejercerlo. El castigo era en realidad el premio.
Era la prueba del reconocimiento de la autori- y ha sido siempre, en la tierra encantadora,
dad. Asumiendo el riesgo reafirmaban su valen- un caos de intensa pasión, desde su nacimiento.»
tía y su importancia como sujetos. A propósito
O Rimbaud, en «Sol y carne»:
«El objeto de la rebeldía es la Realidad (esa entelequia
que se impone a la mente), por ello el espacio privile- «¡Y en una huida eterna huyen los horizontes!»
giado de la rebeldía es la añoranza de lo que fue (o
creímos que fue) y el deseo de lo que tendría que ser, Y cualquier huida es «un oasis en medio del de-
porque en ese tendría que ser encuentra justificación
sierto del tedio» para Baudelaire.
nuestro deseo imposible. El espacio final de la rebeldía
es la utopía que hemos soñado, como morada fronteriza
de nuestro ser. El hombre rebelde no es histórico; se ins- Quizá de ahí venga esa predilección por lo exó-
tala siempre en un más allá de su propia existencia.» tico y los viajes. Todo escenario nuevo obliga al
43. Factor Crítico
extrañamiento del Yo. Obliga a huir de uno mis- La intensidad deslumbradora lograda a través de la
mo para volver a reencontrarse. Rimbaud, en sólo droga suponía el asidero al que agarrarse para sa-
dos años (1876-1878) viajó de Java (enrolado lir de lo ordinario de lo real. Esa intensidad le daba
en el ejército colonial holandés del que deserta- sentido a lo que había dejado de tenerlo. La auto-
ría antes de cumplir dos meses) a Chipre pasando destrucción de Poe, la atracción hacia el abismo que
antes temporadas en Viena, Holanda, Suecia, Di- sentencia en el final del El Cuervo, («Y mi alma, de
namarca, Marsella, Alejandría, Alemania o Italia. esa sombra que se extiende sobre el suelo, / ¡no se
La visión de lo inesperado es más fácil que se dé alzará nunca más!») señaló el camino. Baudelaire fue
en los parajes desconocidos. Todos buscaban esa el primero que se aventuró a trazar la ruta. Rimbaud
sorpresa, ese asombro en la huida. Las drogas la transitó después pateando cualquier obstáculo [pg-43]
que producían las visiones más extrañas posibles que encontrara en su camino para dejar despejada
constituían el viaje más exótico. La huida perfecta la vía. Llegó Wilde y terminó plantando narcisos en
para explorar el Yo más desconocido. Como le sus lindes. Fue él quien dijo sobre la absenta:
diría Rimbaud a su maestro, Izambard, en su fa-
mosa carta: «Se trata de llegar a lo desconocido «Después del primer vaso, uno ve las cosas
como le gustaría que fuesen. Después del
gracias al desajuste de todos los sentidos.» segundo, uno ve cosas que no existen. Final-
mente, uno acaba viendo las cosas tal y como
son y eso es lo más horrible que puede ocurrir.»
«La embriaguez de la droga, muy próxima al im-
pulso espontáneo de la infancia, se da por com-
Parece dicho por su Dorian Gray. Con Wilde se
pleto en el presente», según Bataille. La droga, así,
favorecía la posibilidad de encontrar la huida no acabó el paseo.
sólo del espacio tedioso sino también del tiempo
rutinario. La intensidad de la sensación les libera- La Gran Guerra y la prohibición transformaron
ba de la culpa, del pasado que les atormentaba, las culpas de los malditos en otras. El artista se
del futuro que les angustiaba. Quedaban libera- drogaba por motivos distintos. El sentido del via-
dos de la autoridad de la conciencia. Recupera- je había cambiado.
ban la inocencia, la pureza del bien y del mal, la
moral utópica. Comenzaba el turismo.
44. Factor Crítico
N
o sabemos demasiado
de Jules Boissière (1863-
1897), pero lo cierto es
Fumadores de opio, que hoy en día no sa-
bemos mucho de casi
de Jules Boissière nada. Jules Boissière es
el nombre que firma el libro Fu-
Por David Sánchez Usanos madores de opio magníficamente
editado por Pre-Textos en 2005.
Se trata de un funcionario colonial [pg-44]
francés que muere en Hanoi a los
treinta y cuatro años; había publi-
cado algún libro de poemas pero
esta colección de relatos y frag-
mentos autobiográficos quizá sea
su gran obra. ¿Qué clase de libro
es éste? Bueno, estamos ante siete
piezas que tienen en común que se
desarrollan en la selva de Indochi-
na —o en regiones cercanas, me
pierdo con cartografías tan con-
vulsas— y en las que aparece con
cierta profusión la palabra «opio».
Quizá el relato «Cómicos ambulan-
tes», con un punto a Siddharta de
Herman Hesse, se aparte un poco
del resto de textos que a lo que más
45. Factor Crítico
se parecen es a unas memorias apócrifas en las Si este juego de las afinidades o equivalen-
que se nos habla de expediciones que se aden- cias literarias tiene algún sentido, diremos que
tran en la espesura, oficiales muertos y extraños nuestro autor se parece a la confluencia entre
ídolos. Y del opio, claro. De su ritual y de su po- Joseph Conrad, el mencionado Hesse y Tho-
der. Jules Boissière obtenía su sustento de su ca- mas de Quincey. Eso significa finura y precisión
rrera diplomática (que también le proporcionó en las descripciones, cuidada atención a la di-
la posibilidad de viajar al sudeste asiático, algo
mensión psicológica y coqueteo con el animis-
que acabaría por devorarle), pero que nadie se
mo.
confunda: estamos ante un verdadero escritor.
[pg-45]
De la selva, de esta selva real pero también
opiácea, no se vuelve. Como el Nick (Christo-
pher Walken) de El cazador o el majestuoso
Elias (Willem Dafoe) de Platoon, Jules Boissière
se ve atrapado por una especie de hado que le
impide regresar a la civilización urbana e im-
personal que le ha llevado allí. La gran cadena
del ser se disuelve en la maleza asiática y todas
las almas parecen la misma, todas las miradas
son una y la experiencia vital, por fin, adquiere
la importancia que siempre se mostró esquiva.
Esta expansión espiritual acaba con el miedo a
la muerte e invita a fundirse con aquel paisaje
definitivo. Pero el viaje, porque a lo mejor esto
es únicamente un libro de viajes, no está exen-
to de recodos febriles y aterradores.
46. Factor Crítico
«Lentamente, lentamente, como una En última ins- dos especies de las que quizá no existan dema-
culebra, se insinúa en nuestros cora- tancia, cual- siados ejemplares puros. En cualquier caso, la
zones la tristeza y la angustiosa sen-
sación de la sombra inmensa que nos quier intento de manera según la cual Jules Boissière entiende la
cerca. Ahora los milicianos conversan imponer una escritura encaja mejor en la segunda. Pero, a di-
en voz baja; ¿de qué hablan? Siempre clasificación a ferencia de otros laureados correligionarios, no
de los muertos y de los espíritus. Roux lo literario re- es un tipo aburrido. Creo que parte del secreto
ya no dice una palabra, y sólo oigo
el irritante murmullo de los hombres. sulta infructuo- de que su opción literaria no acabe varada en el
Más tarde todos enmudecen, y tengo so. Advertida fastidio reside en el paisaje donde tienen lugar
la impresión de que acaba de em- esta precau- sus digresiones —sí, digámoslo claro, hay una
pezar la Noche. El viento murmura ción, si se nos «literatura de la digresión»—: la jungla. [pg-46]
a lo lejos, entre las hojas —es una
larga y profunda lamentación— y permite conti-
muy cerca, muy cerca, susurra en nuar con estos Si estuviésemos ante otro ejercicio de anatomía
las cañas del techo —es un lamento esparcimien- de almas bajo techado (sea un salón de baile en
agudo y triste—. Un terror indefini- tos, podemos la corte de algún Luís, o un loft en Manhattan)
ble se apodera de mi pecho y de mi
mente. Por momentos, en una ráfaga hablar de una quizá habríamos abandonado estas páginas
que sacude el armazón de bambú, literatura reple- sin terminarlas para acudir a otros taquígrafos
se diría que una banda de espectros ta de acción, más reputados. Pero que la fina prosa de es-
acuden aullando al asalto, desde la diálogos y per- tos dietarios se recorte contra ese duro fondo de
profunda oscuridad de la selva»
sonajes cuyas lodo, guerra y vegetación ancestral la libra de
vidas se entre- la cursilería. De hecho, para mí supone todo un
cruzan: una literatura de movimiento y veloci- misterio cómo un tipo dotado de esas maneras,
dad. Frente a ella, se situaría la práctica literaria de esa aristocracia mental, acabase absoluta-
que se decanta por la descripción y el artificio y mente enganchado a aquella situación. Porque
que presenta no pocos momentos reflexivos en para pensar así, para escribir así, no basta el
los que desgrana, de manera intermitente, algo talento —arbitraria concesión divina o diabóli-
parecido a una metafísica o cosmovisión: una ca—, sino que se precisa una sólida formación
literatura estancada, atmosférica. Se trata de clásica, una cierta familiaridad con el panteón
47. Factor Crítico
literario. ¿Cómo demonios aguantó Julies Bois- comprendiesen el porqué de su elección. La
sière? Qué digo aguantar, ¿qué le hizo asumir seducción de la selva, de la sabiduría y del
el hechizo de aquella tumba? Quizá en el opio opio, no se puede aclarar atendiendo única-
esté la respuesta más precisa, que no la más mente a las leyes de la lógica o la argumen-
completa. Y no hemos de olvidar que murió a tación, por eso quizá estas descripciones, es-
los treinta y cuatro años: Jules Boissière, primer tos relatos y diarios, sean la estrategia idónea
cadáver de la absurda mitología del rock and para que el lector absuelva a Jules Boissière.
roll. Algo a lo que ayuda la fascinación que ejer-
ce una mirada como la suya. Fumadores de
Podemos interpretar, en fin, este Fumadores opio está escrito desde la libertad y la lucidez, [pg-47]
de opio como un conjunto de cartas, como casi como siguiendo los dictados de Spinoza:
la forma que eligió su autor para ofrecernos libertad no es otra cosa que el adecuado co-
una explicación de aquel vínculo absoluto, nocimiento de la necesidad y la conformidad
un intento de que aquellos que le quisieron con ella.
48. Factor Crítico
Pero Boissière era un tipo sensible y, a pesar de tirarlo todo por la borda y embarcarse rumbo a
que nada podía hacer frente al poder que la esa selva que afina la percepción y purifica la
selva ejercía sobre él, también amaba a su mu- escritura, ese reino de espíritus que acechan en
jer y a todas «las almas generosas» con las que la noche y de templos milenarios que surgen de
se cruzó en ambos continentes. Y, pensando en la maleza. La opción más adaptativa consiste en
ellos, no le es ajeno el dolor que les causará pensar, claro, que esa selva no existe fuera de
su muerte y, en todo caso, su anclaje definitivo las páginas de El corazón de las tinieblas o de
en aquel fabuloso territorio; así que, como de- este Fumadores de opio.
cíamos, esta colección ha de entenderse tam-
bién como una petición de indulto. Petición que [pg-48]
supongo surtió efecto, porque la maestría con
la que usa el lenguaje Boissière invita no ya a
perdonarle o a comprenderle, sino a seguir sus
pasos. Y es que raro será el lector al que no se
le pase por la cabeza, siquiera por un instante,
Fumadores de opio
Jules Boissière
Antonio Rodríguez Esteban
Pre-textos, Valencia, 2005
300 páginas
ISBN: 84-8191-674-9