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2015 02-05-nzz zurich pikettys arm seliger eurozentrismus-español
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La Pobreza del Eurocentrismo de Piketty
Cuando Stephan Schmidheiny inició su cruzada mundial en favor del progreso humano
sostenible dijo que esto solo era posible si el Mercado “maximizaba las oportunidades para
todos”.
Esa conclusión suscitó a su vez un interrogante: ¿dónde se encuentran todos y dónde están
las oportunidades?
Ahora AVINA, la fundación de Schmidheiny, nos acaba de brindar el Índice de Progreso
Social (IPS) y plantea que hasta ahora el progreso se ha medido predominantemente en
función de la indexación del Producto Bruto Interno (PBI) desarrollada hace unos 80 años
por Simón Kuznets; evidentemente dicha indexación nos ayuda a medir la renta nacional
pero aporta poco a su comprensión, medición y a la orientación del progreso. El IPS brinda
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un generoso marco de indicadores con los cuales podemos medir las necesidades humanas
básicas como son agua y nutrición, los elementos fundamentales del bienestar como la
salud y la información y una lista muy completa de derechos humanos. El objetivo inmediato
es determinar si el crecimiento de la riqueza y del poder realmente se traduce en progreso
para el ciudadano promedio.
Los Índices y la importancia de Comprenderlos
Este es un enfoque típicamente europeo, que sigue el sendero trazado por Aristóteles, Kant
y Wittgenstein quienes nos enseñaron que nuestra capacidad para entender la realidad
depende de los indicadores que usamos para seleccionar la información, la fuente de la
información, y las categorías que empleamos para obtener y organizar los resultados de
una forma que revele lo invisible a simple vista.
Sin embargo los que fomentan el IPS quieren además que solucione problemas: que llegue
a las raíces de algunos de los retos más urgentes del mundo, como reducir la pobreza y
encarar los "hervideros de indignación" que desencadenaron y siguen agitando lo que
llamamos la Primavera Árabe.
Ciertamente un objetivo ambicioso y meritorio pero hay un problema sustancial: los datos
necesarios para que los indicadores reflejen la realidad en forma significativa simplemente
no existen para los árabes o para los cuatro mil millones de personas que viven y trabajan
en las penumbras de economías informales en naciones en desarrollo y en países que
pertenecieron al bloque soviético. Las respuestas a estas preguntas: ¿Quiénes son estas
personas, dónde se encuentran, qué hacen y qué es lo que desean? perduran pero no
constan en los libros que contienen normalmente la memoria pública, y por ello son difíciles
de medir, comparar e indexarse en una forma útil.
Porque soy tercermundista soy muy susceptible ante los esfuerzos que hacen en Occidente
quienes tratan de sistematizar información estadística cuando esa información no está
disponible en países no occidentales. ¿Por qué? Porque cuando hay carencia de
información algunos occidentales extrapolan sus propias categorías y sentido de las
proporciones y llenan sus formularios estadísticos con sus prejuicios y sus presunciones. A
eso se le llama eurocentrismo y puede llevar a terribles resultados, en vista del poder
económico y militar de Occidente. El reciente ascenso a la fama de Thomas Picketty así lo
demuestra.
Piketty y la pobreza del eurocentrismo.
Piketty es un ejemplo palpable de eurocentrismo. En su libro, Capital in the 21st century,
que tiene una influencia extraordinaria, él admite que no puede obtener cifras adecuadas en
la mayoría de países del mundo y por consiguiente extrapola, al resto del planeta, cifras de
unos cuantos países europeos, especialmente de Francia. Con una base tan distorsionada
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es lógico que todo el mundo parezca europeo,
como sucede con sus problemas y con la
pertinencia de sus soluciones marxistas. Su
objetivo es probar, basándose en laboriosas
estadísticas, que el capital, entendido como
acumulación de propiedad, “produce
mecánicamente desigualdades arbitrarias e
insostenibles".
Su eurocentrismo lo lleva incluso a transponer a
todo el mundo su interpretación histórica de que
el capital ha provocado la violencia en Europa y dos guerras mundiales. Sí, y vaticina que si
no se logra controlar al capital el actual descontento que vemos en las calles evolucionará
en el futuro hasta convertirse en violencia planetaria.
¿En el futuro? ¿Pero qué está diciendo? Las guerras por el capital ya han comenzado en
medio oriente y en el norte de África, ante las mismas narices de Europa, pero al revés de lo
que podría aplicarse a Europa, no capta la flagrante evidencia de que estas guerras no son
revueltas de los pobres contra el capital sino de los pobres por el capital.
El caso de la Primavera Árabe
Las revoluciones árabes de la actualidad fueron detonadas en diciembre del 2010 por la
autoinmolación de Mohamed Bouazizi, un tunecino que vivía en Sidi Bouzid, a quien la
prensa europea etiquetó rápidamente en el 2010 como un “trabajador desempleado”.
Bueno, nosotros los peruanos de mi organización el ILD tenemos nuestras dudas, así que
cuando nuestros homólogos árabes nos invitaron, fuimos al lugar de los hechos y nos
enteramos de que Bouazizi no era ningún proletario: desde los 12 años de edad Bouazizi
había hecho negocios por su cuenta; Poco tiempo después descubrimos que en los
siguientes dos meses otras 63 personas en todo el Oriente Medio y Norte de África habían
replicado su suicidio, haciendo que millones de personas salieran a las calles a protestar y
derrocaran cuatro gobiernos.
Para descubrir que fue lo que motivó esos suicidios y produjo las rebeliones que se
contagiaron a través de la región de Oriente Medio y África del Norte (MENA por sus siglas
en inglés), nos asociamos a UTICA, la organización empresarial más importante de Túnez,
y pasamos dos años organizando entrevistas con las familias de quienes se suicidaron y
algunas de las personas que sobrevivieron a sus quemaduras. El denominador común que
compartían estos mártires era que todos eran emprendedores y estaban indignados porque
se les había expropiado el poco capital (ras el mel en árabe) que tenían. Buscamos, sin
éxito, pruebas de que hubiera declaraciones políticas o religiosas en las filmaciones de sus
suicidios públicos. Todas sus declaraciones eran sobre expropiaciones, privaciones,
pérdida de control sobre sus bienes y medios de subsistencia.
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Después de entrevistar a la mayoría de los 37 sobrevivientes que estaban dispuestos a
hablar (ver Unlikely Heroes of the Arab Spring, que yo conduzco y está al aire ahora en
PBS), resulta que el reclamo que tenían en común no era que les negaran el derecho a
trabajar, sino que les expropiaran arbitrariamente el poco capital que tenían porque a pesar
de tener casa no tenían derechos de propiedad plenos; querían inversiones pero no podían
brindar acciones; querían financiamiento pero no tenían hipotecas; querían socios ajenos a
sus familias, pero no tenían acceso a contratos; querían reducir los riesgos pero no tenían
responsabilidades limitadas.
Estimamos que alrededor de 300 millones de árabes viven las mismas circunstancias que
quienes se inmolaron – la mayoría de ellos con documentación insuficiente en los registros
existentes y claramente mal categorizados como trabajadores. Esto explica, en gran
medida, por qué las masas salieron a tomar las calles y protestar por su sufrimiento – no
contra el capital, sino contra aquellos que mantienen el capital fuera de su alcance.
Tomemos el caso de Egipto
Ya que los registros son imprecisos, mi organización, ILD de Perú, que cuenta con 120
investigadores árabes, revisó los mismos registros oficiales de propiedad de fábricas,
edificios y otros negocios formales en los que se basaba Piketty para calcular el valor del
capital y luego tocamos sus puertas durante 3 años descubriendo, junto al Ministerio de
Finanzas, que los trabajadores egipcios difícilmente pueden ser considerados extraños al
capital.
En 2013, por ejemplo, los 23.6 millones de trabajadores de Egipto, ganaron un total de 21
mil millones de dólares en salarios, pero 10% más a través de rendimiento del capital. Esto
sucede porque los trabajadores Egipcios son dueños de 360 mil millones de dólares solo en
propiedades inmobiliarias. Esto significa que poseen un capital que vale 17 veces más que
sus salarios del 2013 – y 8 veces más que el valor de la inversión de la Inversión Extranjera
Directa de Egipto desde que Napoleón lo invadió hace más de 200 años. De hecho, la
gente común de todo el mundo en desarrollo está sentada sobre billones de dólares de
capital potencial.
Volviendo a Piketty
Por lo tanto, ¿qué tan relevante es su postura contra el capital en MENA y el resto del tercer
mundo y la Unión Soviética? Es irrelevante. Su rechazo al capital como substancia
opuesta a los intereses de los pobres carece de sentido para nosotros, personas no
occidentales. Gran parte del tercer mundo parece estar en esa etapa de la historia en la
que el Presidente Abraham Lincoln de los Estados Unidos – durante sus intercambios
epistolares con Karl Marx – dijo que la mayoría de ciudadanos estadounidenses no eran ni
capital ni trabajo sino una mezcla de ambos.
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El problema, es que a nivel mundial las estadísticas de trabajo son eurocentristas y no
tienen una categoría que relacione a los pobres con sus actividades de emprendimiento o
con sus aspiraciones de formar parte del mercado global.
Volviendo a los indices
El IPS es otra inversión social inteligente de Stephan Schmidheiny: un intento muy serio de
romper con la presión de los indicadores de los índices tradicionales.
Pero si el IPS, Thomas Piketty o el programa del Milenio de Naciones Unidas quieren ir más
allá de los índices y entrar al campo de las interpretaciones significativas de estos índices,
deberán cerciorarse si los indicadores que usan son realmente el resultado del
conocimiento local, y no de extrapolaciones de bajo presupuesto. Esto significa preguntarse
hasta qué punto la falta de progreso social, violencia e insostenibilidad se deben a
problemas de propiedad no resueltos. Significa descubrir indicadores que puedan ser
medidos, comparados, certificados y cuya veracidad pueda ser comprobada para la
economía informal (todas las sociedades, grandes o pequeñas tienen indicadores). Y
finalmente, significa aceptar que la documentación de propiedad puede no ser solamente un
indicador de acceso a la propiedad privada (huele muy eurocéntrico: conservadores
occidentales vs socialistas occidentales) sino un mecanismo desencadenante y el elemento
que contiene la información que dirige a otros indicadores. En cierto modo la propiedad
documentada es la madre de todos los indicadores.