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TEMA 6

    EVOLUCION Y CAMBIO ESTRUCTURAL DE LA ECONOMIA
                      ESPAÑOLA


1. El crecimiento económico español.


ETAPAS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO

       La evolución del PIB raramente sigue una trayectoria sostenida a lo largo del
tiempo, sino que experimenta oscilaciones cíclicas de amplitud variable. Se puede, no
obstante, dibujar una línea imaginaria que refleje la tendencia que sigue el PIB a largo
plazo, separándola de las fluctuaciones a corto plazo.

       En el caso español, tal distinción es especialmente adecuada a la hora de analizar
el crecimiento económico a partir del año 1961, pues permite distinguir en dicho
período varias fases o etapas económicas claramente diferenciadas. Y no solamente eso,
sino que, dentro de cada etapa, un análisis más detenido permite apreciar movimientos
cíclicos, como consecuencia de los comportamientos, de diferente signo, de las variables
económicas. Así, podemos distinguir en esos años las siguientes fases o etapas:

   * Una primera etapa, que comprende los años 1961 a 1974, caracterizada por un
        crecimiento económico sin precedentes, que motivó profundas transformaciones
        en nuestra estructura económica.
   * Una segunda etapa, que comprende los años 1975 a 1985, caracterizada por una
        fuerte crisis económica, que vino acompañada de la destrucción de una gran
        cantidad de puestos de trabajo.
   * Una tercera etapa, más reciente en el tiempo, que comprende los años 1986 a
        1991, caracterizada por una considerable recuperación del ritmo de crecimiento
        económico.
   * Y, finalmente, una cuarta etapa, −de la que se puede datar su inicio: año 1992; y en
        la cual nos encontramos−, en la que, tras una breve recesión económica, que
        toca fondo en el año 1993, se aprecia nuevamente una fase de recuperación
        desde mediados de los años 90, en un entorno ahora de estabilidad
        generalizada, como consecuencia del eficaz ajuste económico realizado para
        asegurar el buen funcionamiento de la moneda única europea: el euro.




EL PERIODO DE AUTARQUIA (1.939-1.959)

       Antes de estudiar los anteriores períodos de crecimiento de la economía
española, conviene conocer los antecedentes de todo ese período. España sale de un
proceso bélico que va a marcar la evolución de su actividad económica tanto presente
como futura.

       Se considera período autárquico al abarcado entre el final de la Guerra Civil y lo
que se conoce como Plan de Estabilización de 1959. Durante el curso de esos veinte
-2-
años la organización de la producción en España estuvo orientada, sin lograrlo, a la
autosuficiencia, esto es, a mantener y fomentar la capacidad de autoabastecimiento de
nuestro país para no depender de los intercambios con el exterior. Se inspiraba en
presupuestos ideológicos fascistas, ya en boga en la Europa de los años treinta, en cuyo
curso, a raíz de la gran crisis de 1929, se asentaron las tendencias hacia la
autosuficiencia y el proteccionismo en todos los países, particularmente en los
industrializados.

         La concreción de la política autárquica, ya fuera decisión del régimen, ya obligada
por las circunstancias del exterior, exigía la puesta en práctica de dos tipos de medidas.
De un lado, las encaminadas a promover industrias que satisficieran las necesidades del
mercado nacional; de otro, las de reserva de dicho mercado a los productos de esta
industria. Las primeras requerían una decidida actuación del Estado en la economía, para
fomentar el desarrollo de la industria nacional, consagrándose así el intervensionismo.
Las segundas reclamaban salvaguardas para la oferta autóctona, es decir,
proteccionismo.

         Con este tipo de medidas, desde 1939 el comercio exterior quedó prácticamente
anulado, reservándose en exclusiva el mercado interior para las producciones nacionales.
Por su parte, la intervención del Estado en la economía con actuaciones directas cimentó
al principio su cobertura jurídica en las sucesivas leyes de protección y fomento, y de
ordenación y defensa de la industria nacional, promulgadas una vez finalizada la Guerra
Civil para, posteriormente, encontrar en la norma fundacional del Instituto Nacional de
Industria (INI), en 1941, el complemento fundamental sobre el que se sustentaría la
proclamada grandeza nacional.

        La política autárquica de industrialización sustitutiva de importaciones, para evitar
la dependencia económica del exterior, tuvo consecuencias sobre un sector industrial que
ya arrastraba un retraso secular. Protegida de cualquier tipo de competencia externa y
asegurado el mercado, la industria nacional se desarrolló sin dimensión, desconocedora
de los avances tecnológicos que se incorporaban a los procesos productivos, y ajena a
los costes comparativos. A las dificultades para la modernización de los equipos y a la
escasez en los suministros de materias primas, había que añadir la utilización de plantas
anticuadas e ineficientes, cuyos productos, en general sucedáneos a pesar de sus altos
costes, no alcanzaban los mínimos de calidad exigibles, siendo vetados en el exterior por
un doble motivo: la imposibilidad de acceder a otros mercados a causa del propio
bloqueo económico a que estuvo sometida España, y la baja calidad intrínseca de los
productos.

        Pero este modelo de economía cerrada no podía sobrevivir. A lo largo de la
década de los años cuarenta sus debilidades, en el plano socioeconómico, se hicieron
notar de forma dramática en varias consecuencias:
        Consecuencias sociales:
       1. Carencia de alimentos y de bienes de primera necesidad (cartillas de
          racionamiento).
       2. La penuria incitó, un proceso de “re-ruralización”.
       3. Versión moderna de las epidemias medievales: la tuberculosis se ensañó con
          los estratos más desfavorecidos de la población.


       Consecuencias técnicas:
      1. Unas industrias mal proyectadas e imposibilitadas de modernización al estarle
         vetado el acceso a los avances de una tecnología en vías de acelerada
-3-
          expansión por aquel entonces, que incorporaba a usos civiles los resultados de
          las investigaciones bélicas propiciadas por la Segunda Guerra Mundial.

        El inicio de la década de los cincuenta trajo una revalorización de la posición
estratégica de la península Ibérica al tensionarse las relaciones internacionales entre los
líderes de los dos bloques ideológicos en conflicto. Los efectos de esta paulatina
normalización internacional contribuyeron a impulsar una tímida reactivación de nuestra
economía, iniciándose con los primeros pasos hacia la modernización de los sectores
agrario e industrial. Sin embargo, persistió la orientación autárquica con la vigencia del
objetivo de industrializar para sustituir las importaciones. Su inviabilidad se generaba
como un círculo vicioso en el que la ineptitud para producir competitivamente provenía
del propio déficit de la balanza comercial, incapaz de generar suficientes ingresos por
exportaciones con los que financiar las imprescindibles importaciones de bienes de
equipo y tecnología, que hubieran permitido la modernización del aparato productivo y,
con ello, la ampliación de nuestros mercados exportadores con productos competitivos.

         A ello hay que añadir que a cualquier incremento de la producción industrial
acompañaba inseparablemente la inflación. Pero si en el ámbito exterior el déficit era
comercial, en el interno la insuficiencia de ingresos se resolvía con endeudamiento y
monetización de la deuda. Ambos desequilibrios crónicos generaban una espiral
inflacionista que condicionaba todo el proceso de crecimiento.

        Mediada, pues, la década de los cincuenta la situación de la economía española
se hizo insostenible. La situación económica global, cada vez más insostenible, obligó a
dar un giro a la política económica puesta en práctica desde los principios de la década
anterior.


        EL PLAN DE ESTABILIZACION DE 1.959

        La entrada en el Gobierno en febrero de 1.957 de una nueva tecnocracia que,
desplazando al aparato de la vieja guardia franquista, permitió dar un giro a los
planteamientos económicos: había que poner fin a la vía autárquica abriendo nuestra
economía al exterior, y alinear la política española con los planes occidentales liderados
por los EE.UU. de América, y con el naciente proyecto de construcción de Europa. La
incorporación a organismos internacionales, avalada por el nuevo y poderoso aliado,
consintieron en la primavera de 1959 sentar las bases de un plan de apertura que,
formalizado en el Decreto-Ley de Nueva Ordenación Económica de 21 de julio de 1959,
se proyectó hacia un cambio de rumbo en la filosofía económica vigente que permitiera
alcanzar los siguientes objetivos:

     a) Estabilizar la economía, reduciendo la inflación.
     b) Liberalizar la actividad económica global, constreñida en el plano interno por el
        intervencionismo y en el exterior por el fuerte proteccionismo.
     c) Integrar la economía española en la internacional.

          Se pensaba que la consecución de estos objetivos se traduciría en un crecimiento
económico equilibrado, y en la aproximación de nuestras estructuras a las de los países
democráticos occidentales. El que se conocería como Plan de Estabilización de la
Economía Española vino precedido por una serie de medidas preparatorias que se
desarrollaron a lo largo de los años 1957 y 1958 con el beneplácito extraoficial de
organismos económicos como la OECE y el Fondo Monetario Internacional, que
facilitaron el terreno al cambio de los esquemas económicos.
-4-

         Las medidas preestabilizadoras, como después lo tendría el propio Plan de
Estabilización, tenían como objetivo el restablecimiento de los equilibrios básicos de
nuestra economía, tanto en los planos interno como exterior y consistieron en la
supresión del artificial sistema de cambios múltiples vigente y la devaluación de la peseta.
        Los objetivos del plan se dirigían a la integración de la economía española en las
estructuras internacionales rompiendo con el aislamiento de la etapa precedente, y hacia
la potenciación del crecimiento.

        Equilibrio interno:
    A.- El control de la oferta monetaria, del crédito bancario, y la contención y
        disminución del gasto público contribuirían a alcanzar el primero de los objetivos.
        Al mismo tiempo se congelaron los sueldos y salarios para limitar la capacidad de
        gasto de las economías domésticas y con ello apoyar la estabilidad de los
        precios; por último, se esbozó una modificación del sistema tributario que
        contribuyera a dotar de suficiencia al presupuesto.
    B.- Se planteó también la reducción del intervensionismo del Estado en los
        mecanismos de mercado para restablecer la competencia y la formación de los
        precios en libre concurrencia, a lo que contribuiría la flexibilización de la política
        laboral, hasta entonces reglamentada rígidamente por unas estructuras
        sindicales.

        Equilibrio externo:
    A.- Suavizar el proteccionismo arancelario y el administrativo, la supresión del
        Comercio de Estado, la adecuación del tipo de cambio de la peseta a su
        cotización internacional, y la dulcificación de los requisitos facilitando la entrada
        de capital e inversiones extranjeras en España, contribuirían a ello.


LA ETAPA DE CRECIMIENTO ECONÓMICO

        El período 1961-1974 fue el de los años del crecimiento económico español,
un crecimiento que vino caracterizado por las siguientes notas:

    1ª.- Fuerte crecimiento del PIB. En esos años el Producto Interior Bruto (PIB)
        experimentó un aumento medio de un 7,0 % anual real.
    2ª.- Fundamentado en el crecimiento del sector secundario. Si descendemos al
        análisis sectorial, vemos que el crecimiento del PIB se debió principalmente al
        mejor comportamiento de las actividades industriales y de la construcción,
        en relación con las restantes actividades económicas: agricultura y servicios.
                                                  Incremento medio
                     Actividad Económica
                                                      1961-1974
                  Industria                            10,3 %
                  Construcción                          8,7 %
                  Servicios                             6,7 %
                  Agricultura y Pesca                   2,8 %

    3ª.- Poco creador de empleo. El crecimiento del PIB, sin embargo, no vino
        acompañado de un crecimiento similar del empleo, de manera que, a pesar
        de la alta tasa de aumento del PIB, el empleo total creció tan solo a una tasa
        media anual real del 0,56 %, con un mejor comportamiento del empleo
-5-
        asalariado, que aumentó a una tasa media del 1,48 %, casi tres veces superior a
        la del empleo total.
        Y todo ello con una tasa de actividad bastante baja: el 39,37% como media del
        período. Aún así, la tasa de desempleo fue, como promedio, del 1,61 %, lo que
        se explica no solo por el bajo porcentaje de la tasa de actividad, sino por el
        importante flujo migratorio que se produjo en España durante estos años.
   4ª.- Intensivo en capital. En contrapartida la inversión en capital fijo (FBCF)
        experimentó importantes aumentos, creciendo a una tasa media anual real
        del 11,5 %, posibilitando así un intenso proceso de capitalización de la economía
        española.
   5ª.- Con alta productividad. En consecuencia, la productividad del factor trabajo
        creció notablemente, con una tasa media anual del 6,4 %.
   6ª.- Muy inflacionario. La inflación, medida en términos de IPC, se mantuvo alta,
        con incrementos anuales del 7,6 % como media del período.
   7ª.- Buen comportamiento del sector exterior. El sector exterior se mantuvo
        equilibrado si consideramos la totalidad del período −aunque con desajustes
        importantes en algunos años− con un déficit por cuenta corriente inferior al 1
        % del PIB (-0,62% como promedio) y un grado de apertura exterior próximo al
        25 % del PIB (M = 13,27 %; X = 11,69 %).


FACTORES DETERMINANTES DEL CRECIMIENTO

        Tres son los factores que podemos considerar como determinantes del
crecimiento económico español en estos años, al haber actuado sobre la productividad y
sobre la producción, motivando el avance del PIB.

   1.- En primer lugar, los avances experimentados en la productividad del factor
       trabajo.
       Como es sabido un aumento del producto se puede conseguir, bien porque se
       incremente el porcentaje de la población que realiza actividades productivas
       (aumento del empleo), bien porque se incremente el rendimiento por trabajador
       (productividad del factor trabajo).
       Pues bien, el crecimiento económico de España, al igual que en el resto de los
       países comunitarios −y a diferencia de EE.UU. y Japón− se ha basado de forma
       decisiva en el aumento de la productividad del trabajo, lo cual tiene su reflejo en
       la escasa generación de empleo y en la baja tasa de actividad de nuestro sistema
       económico.

   2.- Un segundo factor determinante del crecimiento ha sido, sin duda, el intenso
       proceso de acumulación de capital que ha experimentado nuestra economía
       entre 1961 y 1974.
       Dicho proceso ha venido de la mano del fuerte crecimiento de la FBC en dicho
       período, cuya manifestación más clara ha sido una elevada tasa de inversión
       (relación entre la FBC y el PIB) de un 23,5 por 100 como media, dos puntos
       superiores a la comunitaria.
       En conjunto, la adopción de técnicas más intensivas en capital, unido a las
       mejoras en la cualificación de la mano de obra, permitieron incrementar
       notablemente la productividad y la producción.
       Entre las causas que explican este proceso de capitalización debemos destacar
       las siguientes:
-6-
         a) En primer lugar, la necesidad de introducir el progreso técnico
            incorporado a los nuevos bienes de capital, al que seguidamente nos
            referiremos.
         b) En segundo lugar, el encarecimiento del factor trabajo respecto al capital,
            lo que favoreció la sustitución del primero por el segundo.
         c) Finalmente, el incremento en el PIB del peso de las industrias y de los
            servicios, intensivos en capital.

   3.- Por último, y como tercer factor de crecimiento, podemos destacar el progreso
       técnico, esto es, la aplicación de las nuevas tecnologías en las técnicas
       productivas.
       El progreso técnico propició la sustitución de técnicas atrasadas por métodos de
       producción más avanzados desde el punto de vista tecnológico, lo que,
       juntamente con los avances producidos en los métodos de gestión, facilitaron los
       avances de la productividad y el crecimiento económico.
       En nuestro país el progreso técnico penetró en el tejido industrial español por las
       siguientes vías:
          a) Mediante la importación de los bienes de equipo. [Explicar]
          b) Mediante la inversión extranjera. [Explicar]
          c) Mediante la adquisición de tecnología. [Explicar]




2.- La crisis económica de los años 70


LOS AÑOS DE LA CRISIS

       Los años 1975-1985 fueron años de crisis, si bien podemos distinguir en esta
etapa dos períodos distintos:

       A.- El primero de ellos comprende los años 1975 a 1978 y viene marcado por la
   primera crisis energética, el inicio de la transición política y los llamados “Pactos de
   La Moncloa”.
       B.- El segundo comprende los años 1979 a 1985, y su inicio coincide con la
   segunda crisis energética. En este período se pone en práctica la “política de ajuste”
   derivado de los Pactos y se consolida el proceso de transición política.

        La evolución de las principales variables económicas, aún reflejando las
consecuencias de la crisis, no fue la misma en ambos períodos, por lo que resulta
interesante analizar ambos por separado. Los aspectos más relevantes son los
siguientes:



   1º.- Fuerte descenso en el ritmo de crecimiento económico. El PIB crece a tasas muy
        inferiores a las de la etapa anterior.
                    - Período 1975-1978: 2,3 % tasa media anual.
                    - Período 1979-1985: 1,4 % tasa media anual.
-7-
   2º.- Más importante en la industria y en la construcción. Este descenso fue
       especialmente acusado en la industria y en la construcción, justamente los
       sectores que mejor se habían comportado en los años anteriores.
                                            Incremento medio         Incremento medio
                 Actividad Económica
                                                1975-1978                1979-1985
               Industria                           2,4 %                   1,1 %
               Construcción                      - 3,6 %                 - 1,6 %
               Servicios                           3,8 %                   1,8 %
               Agricultura y Pesca                 1,7 %                   1,5 %

   3º.- Con fuerte destrucción de empleo. La disminución en el ritmo de crecimiento vino
        acompañada, además, de una fuerte destrucción de empleo, de manera que al
        finalizar el año 1985 la tasa de desempleo se situaba en el 22,21 %.
                                          Incremento medio           Incremento medio
                      Empleo
                                              1975-1978                   1979-1985
               Empleo total                    - 1,46 %                 - 2,01 %
               Empleo asalariado               - 0,67 %                 - 2,31 %
               Tasa de Actividad                37,01 %                  35,50 %
               Tasa de Paro                      5,50 %                  16,17 %

   4º.- Con una espectacular caída de la inversión. El descenso del empleo vino
       acompañado también de una estrepitosa caída de la tasa de inversión en
       capital fijo (FBCF), que disminuye en términos reales.
                    - Período 1975-1978: - 2,1 % tasa media anual.
                    - Período 1979-1985: - 0,6 % tasa media anual.

   5º.- Sigue aumentando la productividad. Como consecuencia de la caída del empleo,
        la productividad del trabajo continua creciendo, pero a un ritmo más bajo que
        en la etapa anterior:
                    - Período 1975-1978: 3,8 % tasa media anual.
                    - Período 1979-1985: 3,5 % tasa media anual.

   6º.- Con una inflación galopante. Todo ello acompañado de un fuerte aumento de la
        inflación, medida en términos de IPC:
                     - Período 1975-1978: 19,7 % tasa media anual.
                     - Período 1979-1985: 13,2 % tasa media anual.

   7º.- Y un sector exterior más desequilibrado, pero más competitivo. Finalmente, el
        comportamiento del sector exterior muestra los desequilibrios experimentados por
        la Balanza de Pagos, que presenta saldos deficitarios en la Balanza por C/C, a
        pesar de la fuerte depreciación de la peseta, que pasa de 63 a 120 pesetas por $.
                    - Período 1975-1978: - 1,73 % del PIB.
                    - Período 1979-1985: - 0,75 % del PIB.
       El grado de apertura exterior que, al final de la crisis, se sitúa en torno al 38 por
       100, muestra una ganancia de 13 puntos porcentuales, de los que algo más de 7
       puntos corresponden a las exportaciones de bienes y servicios, lo que pone de
       manifiesto el esfuerzo de la industria española en la búsqueda de nuevos
       mercados, ante la atonía del mercado interior.


LAS CAUSAS DE LA CRISIS

       Al analizar las causas de la crisis económica en España entre 1975 y 1985, lo
primero que se constata es que a partir del año 1974 el proceso de acumulación de
-8-
capital, característico de la etapa anterior, entró en crisis. El mejor indicador de esta crisis
es, sin duda, la fuerte caída que se produce en la cuota de inversión (FBCF/PIB) en el
decenio 74-84, que pasa del 24,5 % en 1974 al 17,5 % en 1984, alcanzando un nivel
inferior incluso al del año 1964 (18,4 %)

        ¿Qué fue lo que produjo la ruptura del proceso de acumulación de capital?.
¿Acaso la crisis energética puede por sí sola explicar este fenómeno?. La respuesta es
“No”. La explicación hemos de buscarla principalmente en la fuerte caída de la
rentabilidad económica de las empresas experimentada a partir de 1974. En efecto,
todos los datos apuntan a que en 1974 se inició una espectacular caída en el rendimiento
económico empresarial que duró, de forma ininterrumpida, hasta bien entrados los años
80.

       ¿Qué factores contribuyeron a este proceso?. Podemos clasificarlos en dos
grupos de causas:

    A) En primer lugar, los bruscos cambios operados en los precios relativos de
       los factores productivos. Podemos citar los siguientes:
          a.1) La fuerte y continuada elevación de los costes laborales que se inicia
              en el sector industrial hacia 1972 y que se traslada a los demás sectores
              económicos hacia 1974, y cuya presión se mantiene hasta el año 1979.
              El coste unitario del trabajo en el sector privado no agrario, que entre 1961
              y 1971 había crecido, en promedio, a un ritmo del 8,0 % anual, inició una
              escalada a partir de 1972 hasta alcanzar, en promedio, el 22,1 % anual
              entre 1975 y 1978, experimentando crecimientos cada vez menores a
              partir de 1979 (18,9 %); 1980 (12,4 %); 1981 (11,8 %); 1982 (11,0 %);
              1983 (9,9 %); etc.
              Este hecho modificó la distribución funcional de la renta, de manera
              que los sueldos y salarios que en 1970 representaban el 50,1 % del PIB,
              incrementan su participación hasta el 58,9 % en 1980; mientras que los
              beneficios empresariales ven caer su participación desde el 40,2 al 31,3
              por 100 en el mismo período.
          a.2) La elevación del precio real de las materias primas y, en especial, de
              la energía, como consecuencia de los aumentos experimentados por los
              precios del petróleo durante 1973-74 y 1979-80.
          a.3) Los altos niveles de los tipos de interés, que desalentaron la inversión
              productiva.
              Las causas que explican tal elevación son, de una parte, el fuerte proceso
              inflacionista (17,9 % (1974); 14,1 % (1975); 19,8 % (1976); 26,4 % (1977)),
              y, de otra, el déficit conjunto de las Administraciones Públicas, necesitadas
              cada año de una mayor financiación (aumento del Gasto Público, pasa del
              21,5 % del PIB (1974) al 39,6 % (1985), así como el paulatino crecimiento
              del déficit público a partir de 1976 y, especialmente, desde 1982)

    B) En segundo lugar, los cambios operados en la composición de la demanda
       agregada. Podemos destacar:
          b.1) El aumento del gasto de consumo −especialmente del consumo
              público− que pasa de representar el 75 por 100 de la Renta Bruta
              Disponible en 1970, al 81 por 100 en 1980.Un mayor consumo que no es
              capaz de tirar de la inversión, pues viene motivado por el incremento de
              los precios, esto es, se trata de un mayor consumo nominal, no de un
              mayor consumo real]
-9-
          b.2) La caída del ahorro nacional −especialmente del ahorro público, que se
              torna negativo− que pasa de suponer el 25 por 100 de la Renta Bruta
              Disponible en 1970, a suponer el 19 por 100 en 1980.
              La caída del ahorro incide negativamente sobre la inversión, esta vez
              por el lado de la demanda.

        Junto a los anteriores factores podemos citar, como factores adicionales, los
siguientes:

   * La contracción del comercio mundial producida como consecuencia de los
       trasvases de renta de los países consumidores de crudo (países desarrollados,
       con alta propensión a importar) a los países productores de crudo (países en
       vías de desarrollo, con una baja propensión a importar).
   * El radical empeoramiento de las expectativas económicas (agravadas en el
       caso español por la situación política), que contribuyó aún más a retraer la
       inversión productiva.

        De lo expuesto podemos extraer una conclusión: la crisis económica de los años
1975-85 fue, principalmente, una crisis de acumulación de capital, más que una crisis
energética.




3.- El ajuste de la crisis: los Pactos de la Moncloa.-


LOS PACTOS DE LA MONCLOA

        Como es sabido, la constatación de la crisis económica, en 1975, coincide en el
tiempo con la transición política de un régimen autoritario a un régimen democrático. La
especial situación política de los primeros años de la monarquía motiva que los primeros
gobiernos de ésta se muestren incapaces de adoptar las medidas de ajuste necesarias
para afrontar la nueva situación económica.

       No va a ser hasta después de las primeras elecciones democráticas, en Junio de
1977, cuando se afronte el diseño de las políticas de ajuste a la crisis económica, diseño
que encuentra marco adecuado en los denominados Pactos o Acuerdos de La
Moncloa, suscritos el día 25 de Octubre de 1977 entre las fuerzas políticas, con el apoyo
de empresarios y sindicatos.

         El contenido de estos pactos, de carácter económico, (los pactos de carácter
político se firmarían dos días más tarde en el Congreso de los Diputados), anticipaba la
política de ajustes que la OCDE definiría para España a partir de 1980, y contemplaban
dos grupos de medidas:

      1.- Medidas de ajuste de la economía.
      a) Inflación. Para lograr su control se hacía preciso la aplicación de políticas
          económicas. Las medidas que se articularon se apoyaban en políticas
          orientadas a la regulación de la oferta monetaria y la limitación del gasto
          público, al tiempo que se arbitraban medidas fiscales para aumentar los
          ingresos públicos.
- 10 -
      b) Déficit exterior. Arrojado por la Balanza de Pagos por cuenta corriente, que
          contribuía a alentar la inflación. Para su reducción había que actuar sobre las
          corrientes comerciales y sobre el tipo de cambio de nuestra moneda.

      2.- Medidas para el saneamiento y la reforma.
      Tenían como finalidad la transformación de la estructura productiva y de las
           relaciones sociales, que permitieran su homologación con los modelos
           vigentes en nuestro entorno. Suponía actuar sobre la realidad española
           incidiendo tanto en los factores y sectores productivos y funcionales como en
           el marco de las relaciones que regulan sus actividades.
      a) Por lo que al factor trabajo se refiere, se hacía preciso el establecimiento de un
          nuevo marco de relaciones laborales que contribuyera a la resolución del
          conflicto social. En cuanto al factor capital, era obligada la racionalización del
          sistema financiero liberalizándolo.
      b) En cuanto a los sectores productivos, el agrario demandaba la continuación del
          proceso de modernización rural y la organización racional de las producciones.
          El industrial precisaba de actuaciones en profundidad que exigían la
          reestructuración y la reconversión de empresas, públicas y privadas, para la
          adecuación a las restricciones que el nuevo modelo energético imponía a la
          economía. En este orden de cosas era imprescindible el establecimiento de un
          Plan Energético Nacional para el ajuste entre la producción y las demandas de
          energía.


LOS RESULTADOS DEL AJUSTE

         Cuando se analiza la experiencia de los diez años en que estuvo en vigor la
política de ajuste (1978-1987) y se realiza un balance de los resultados de su aplicación,
tres son los principales logros conseguidos:

   1º) Una clara mejora en los desequilibrios generales de la economía, en general, y de
       los desequilibrios de las empresas , en particular. IPC: 26,4 % (1977); 4,6 %
       (1987); Déficit de la Balanza por C/C: -1,8 % PIB (1977); 0,1 % PIB (1987);
       Control de los costes laborales: 26,1 % (1977); 7,4 % (1987); Recuperación
       de la inversión: -2,4 % (1978); 14,0 % (1987)]
   2º) El hecho de que tales mejoras hicieron posible, en 1985, la firma del Tratado de
       Adhesión de España a la CEE.
   3º) La fuerte concienciación de gran parte de la sociedad española acerca de que
       una política de ajuste racional –pactada entre las fuerzas sociales– era el mejor
       remedio para solucionar los problemas de la crisis , cuya manifestación más clara
       fue el consenso político y social que dio lugar a los Acuerdos.

       Frente a dichos activos, aparecen también una serie de pasivos:

   1º) La excesiva lentitud con la que se han aplicado las políticas de ajuste , lo que
       permitió el alargamiento de la crisis, quizás como consecuencia de la
       denominada transición política.
   2º) La difícil penetración de los mecanismos del mercado en nuestra economía, con
       muchos sectores económicos reacios a la liberalización económica.
   3º) La excesiva magnitud del déficit público, con crecimientos muy importantes a
       partir de 1982.
- 11 -
   4º) El excesivo crecimiento del desempleo y la falta de puestos de trabajo suficientes
       para nuestra población activa, lo que constituye un problema social grave que
       parece estar anclado en la estructura de nuestro sistema económico. Desempleo:
       5,6 % (1977); 12,3 % (1980); 21,6 % (1985)]




4.- La recuperación económica de los años 80.


        A mediados del año 1985 la mejora de la situación económica española era ya
apreciable, iniciándose en el año siguiente una etapa de recuperación que se mantendría
hasta los primeros años 90. Esta recuperación se caracterizó por un crecimiento notable
del PIB que, a partir de 1986, y durante los años siguientes, experimentó un importante
aumento, a tasas nuevamente superiores a las de los restantes países de la CEE. Las
causas que posibilitaron esta mejoría podemos resumirlas en las tres siguientes:

   a) La aplicación de las políticas de ajuste a la crisis, iniciadas en 1977 e intensificadas
       a partir de 1983.
   b) La recuperación de la economía mundial.
   c) El estímulo que representó la integración de España en la Unión Europea.

       La actuación simultánea de estas tres causas, especialmente de la tercera,
provocó un fuerte crecimiento de la demanda interna, que volvió a aumentar a un ritmo
elevado, sobre todo el componente de la inversión, acompañado ahora de un desbordado
aumento del consumo.

        Al igual que en los años 60, este importante crecimiento de la demanda interna
no pudo ser seguido por un crecimiento similar del PIB, aún con presentar éste un
aumento considerable durante estos años. Así, durante los años 1985 a 1989 (período en
el que el crecimiento económico fue más intenso) la evolución de las principales variables
económicas muestra la siguiente evolución:
                   - Consumo...............         4,9 % media anual.
                   - Inversión................     12,5 % media anual.
                   - Demanda interna...             6,3 % media anual.
                   - Exportaciones.........         3,8 % media anual.
                   - Importaciones.........         14,8 % media anual.
                   - PIB........................    4,3 % media anual.

        El resultado del fuerte aumento de la demanda interna fue que la parte de la
misma que no pudo ser satisfecha con el aumento de la producción interior, se dirigió a
las importaciones, de manera que éstas, favorecidas por la apreciación de la peseta y por
el gradual desarme arancelario que supuso nuestro ingreso en la CEE, experimentaron
un notable incremento.

       Este aumento de las importaciones no fue seguido de otro similar en nuestras
exportaciones, lo que dio lugar a la aparición de importantes déficits en nuestra Balanza
Comercial.

        La consecuencia de estos déficits debiera haber sido nuevamente la aparición de
desequilibrios exteriores, si bien tales desequilibrios no tuvieron lugar gracias, de una
parte, al buen comportamiento del sector turístico, recuperado ya en 1983 y en alza a
partir de 1984, lo que permitió obtener los ingresos suficientes para financiar el déficit
- 12 -
comercial y, en consecuencia, el crecimiento de las importaciones de bienes y servicios;
y, de otra, al excelente comportamiento de las inversiones extranjeras que hizo posible la
entrada de grandes masas de capitales procedentes del exterior, y que permitió obtener
la financiación necesaria para hacer frente a los pagos por la compra de bienes y
servicios al resto del mundo que requería el crecimiento interior. Dicha entrada de
capitales se vio favorecida, además, por los altos tipos de interés de la economía
española, resultado de una política monetaria restrictiva que, a la larga, se mostró muy
perjudicial.

         Desde la perspectiva sectorial, el crecimiento del PIB muestra la siguiente
distribución:
                                              Incremento medio
                  Actividad Económica
                                                  1985-1989
                Industria                           4,2 %
                Construcción                        8,1 %
                Servicios                           3,8 %
                Agricultura y Pesca                 0,2 %

      Con el sector secundario (industria y construcción) constituido nuevamente en el
motor del crecimiento económico.

      El fuerte incremento de la demanda interna motivó un nuevo repunte de la inflación
−que se había situado en 1987 en torno al 4,5 por 100− a partir del año 1988, lo que dio
lugar a la puesta en práctica de políticas monetarias restrictivas que contribuyeron a
encarecer el dinero y a contraer la demanda.

      La actividad económica aún se mantuvo en 1990, con un crecimiento del PIB
cercano al 4,0 por 100, cayendo hasta el 2,0 por 100 en el año 1991 y reduciéndose
hasta el 0,7 por 100 en el año 1992.

      La disminución real del PIB en 1993 (-1,2 por 100) era buena muestra de que la
recuperación económica había finalizado.

        No obstante, el buen comportamiento de la economía española en los años
aludidos, permitió que la renta “per cápita” española se situase, en 1994, en el 75,8 por
100 de la renta media “per cápita” de la UE, recuperando en ese tiempo un total de 6
puntos porcentuales de los casi 10 puntos perdidos por nuestro país durante la etapa de
crisis económica.



5.- La economía española durante los años 90.

         La ralentización de la actividad económica con la que se inicia el decenio de 1990
significó el fin de una etapa de intenso crecimiento registrada en la segunda mitad de la
década anterior, favorecido por la integración de España en la CEE.

        Así, en el año 1992 (el año de los grandes fastos: Juegos Olímpicos de
Barcelona; Exposición Universal de Sevilla; y Capitalidad Cultural Europea de Madrid) los
síntomas de la desaceleración económica son bastante claros, y ya en el año siguiente,
1993, vuelven a reaparecer los desequilibrios clásicos de tiempos pasados:
    A - El crecimiento del PIB se torna negativo (-1,2 %), al igual que la inversión en
        capital fijo (-10,6 %).
- 13 -
    B - El número de desempleados se eleva en más de un millón de personas entre
        1991 y 1993.
    C - Las tasas de inflación se muestran resistentes a bajar del nivel del 5 %.
    D - El déficit de las Administraciones Públicas supera el 7 % del PIB en 1993.
    E - La peseta se deprecia fuertemente frente a las principales divisas.
    F - El déficit de la Balanza de Pagos por cuenta corriente se sitúa por encima del 3 %
        del PIB, mientras que las reservas de divisas disminuyen de forma preocupante.

        En este contexto económico tiene lugar la ratificación por nuestro país del
Tratado de la Unión Europea (suscrito en Maastricht, el 7 de febrero de 1992), acuerdo
de especial trascendencia, por cuanto el mismo va a marcar el devenir económico
español durante los años siguientes. Dicho Tratado (que suponía una revisión del
Tratado de Roma, ya modificado, a su vez, por el Acta Única Europea, unos años antes)
establecía las políticas o acciones comunes necesarias para alcanzar una unión
económica y monetaria en el marco de “un desarrollo armonioso y equilibrado de las
actividades económicas en el conjunto de la Comunidad” (artículo 2 del Tratado
revisado). Tales acciones exigían la adopción de una política económica basada en la
estrecha coordinación de las políticas de los Estados miembros (la denominada
convergencia nominal de las economías), en el ámbito de una economía de mercado
abierta y de libre competencia. Ello se traducía en: precios estables, finanzas públicas
y condiciones monetarias sólidas y balanza de pagos estable.

        Para la economía española la firma del Tratado supuso nuevamente la necesidad
de un fuerte ajuste en los ámbitos de la estabilidad de precios y del déficit público, al
objeto de aproximarse a los criterios de convergencia nominal establecidos en aquél.
Junto a ello había que adaptarse al nuevo marco institucional establecido en el ámbito
monetario y acelerar las reformas marcadas por la constitución de un mercado europeo
abierto a la libertad de establecimiento y circulación de bienes, servicios y capitales, con
lo que ello implicaba sobre las regulaciones de todo orden que no se ajustaban al marco
comunitario.

       El sistema económico español se veía abocado de nuevo a emprender medidas
de ajuste, saneamiento y reforma estructural e institucional de una envergadura
comparable a las que tuvo que afrontar a finales de los setenta con los Pactos de La
Moncloa.




6.- Las transformaciones estructurales de la economía española.

        A largo plazo, el crecimiento de la renta “per cápita” suele ir acompañado de
determinadas transformaciones estructurales que favorecen su continuidad o hacen
más equitativa su distribución entre la población. España tampoco ha sido en eso
diferente a las demás economías desarrolladas durante el período considerado.

         A - La primera de tales transformaciones es el cambio producido en la
estructura productiva, en favor de la industria y los servicios, en detrimento de la
agricultura.
              Distribución porcentual del empleo entre las actividades productivas
                                           (1960-2001)
                       Sector              1960        1980        1991       2001
           Agricultura y Pesca              38,7       17,9         9,9        6,5
- 14 -
           Industria + Construcción           30,3       34,1       31,7       29,8
           Servicios                          31,0       48,0       58,4       63,7

        El descenso de la participación agraria, tanto en la producción como en el
empleo, se produce en favor de la industria y, sobre todo, de los servicios, cuyo peso se
eleva significativamente, de manera que, en la actualidad, España es un país en claro
proceso de terciarización económica, con un sector servicios que da empleo a más del
60 por 100 de la población y que genera casi las 2/3 partes de la producción interior,
siguiendo un proceso semejante al ocurrido en las demás economías desarrolladas.

        B - La segunda transformación estructural de relieve es la apertura comercial al
exterior, esto es, la exposición de la economía a la competencia externa, que puede ser
medida mediante el peso de las exportaciones, de las importaciones o de la suma de
ambas en el PIB.
            Porcentaje de exportaciones de bienes y servicios sobre el PIB corriente
                                         (1960-2000)
                  País             1960         1980          1994          2000
                 España             9,9         15,4          21,7          29,5
                  Italia            13,0        21,9          25,1          27,1
                 Francia            14,5        21,5          22,9          26,9

        La economía española partió en 1960 de un nivel muy bajo de exposición a la
competencia exterior, para conocer después un proceso de apertura más rápido, de
forma que en la actualidad supera a países como Italia y Francia, que han formado parte
de la UE desde su fundación en 1957.
        Una apertura externa que, acompañada de una menor regulación de los
mercados interiores, ha tenido un efecto muy favorable sobre el crecimiento económico.

       C - La tercera transformación estructural es la mayor importancia que
adquieren las Administraciones Públicas en el conjunto de la actividad económica,
que puede ser medida por el aumento de peso del gasto público en el PIB.
                                      Gasto público sobre el PIB
                                             (1960-2000)
                  País                1960         1980          1994        2000
                 España               14,8         31,6          47,8        40,7
                  Italia              30,1         42,8          54,1        47,8
                 Francia              34,6         44,7          55,4        51,1

         Este es un hecho empírico generalizado, que ha afectado positivamente a la
distribución de la renta, a cambio de ralentizar su crecimiento, pues si bien una parte del
gasto público ha favorecido la productividad del sector privado (transporte,
comunicaciones, energía, educación, sanidad, etc.), lo cierto es que el mayor dinamismo
de las transferencias (pensiones, desempleo, etc.) ha favorecido el consumo en
detrimento de la inversión.

       D - Finalmente, la cuarta y última transformación estructural es la mayor
equidad en la distribución de la renta, en sus tres vertientes, funcional, personal y
espacial.
                   Porcentaje de la renta familiar disponible que pertenece a la
                                    decila superior (1974-1996)
                    País             1974          1980         1990         1996
                   España            39,6          26,1         23,6         22,5
                    Italia       30,9 (1969)       n.d.      24,1 (1986)     n.d.
                   Francia       30,4 (1970) 24,5 (1979) 22,6 (1989)         n.d.
- 15 -
       El aumento de la equidad es mucho más claro desde la óptica de la distribución
personal. De acuerdo con la misma, el peso de la renta acumulado en el décimo (decila)
de población con más riqueza tiende a descender desde mediados de los años setenta,
con una continua mejora desde entonces.

          Cabe añadir que la mayor equidad en la distribución de la renta ha ejercido un
efecto favorable sobre el crecimiento, al asegurar la vertebración social y la estabilidad de
las instituciones, factores imprescindibles para una eficaz asignación de los recursos.

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  • 1. TEMA 6 EVOLUCION Y CAMBIO ESTRUCTURAL DE LA ECONOMIA ESPAÑOLA 1. El crecimiento económico español. ETAPAS DEL CRECIMIENTO ECONÓMICO La evolución del PIB raramente sigue una trayectoria sostenida a lo largo del tiempo, sino que experimenta oscilaciones cíclicas de amplitud variable. Se puede, no obstante, dibujar una línea imaginaria que refleje la tendencia que sigue el PIB a largo plazo, separándola de las fluctuaciones a corto plazo. En el caso español, tal distinción es especialmente adecuada a la hora de analizar el crecimiento económico a partir del año 1961, pues permite distinguir en dicho período varias fases o etapas económicas claramente diferenciadas. Y no solamente eso, sino que, dentro de cada etapa, un análisis más detenido permite apreciar movimientos cíclicos, como consecuencia de los comportamientos, de diferente signo, de las variables económicas. Así, podemos distinguir en esos años las siguientes fases o etapas: * Una primera etapa, que comprende los años 1961 a 1974, caracterizada por un crecimiento económico sin precedentes, que motivó profundas transformaciones en nuestra estructura económica. * Una segunda etapa, que comprende los años 1975 a 1985, caracterizada por una fuerte crisis económica, que vino acompañada de la destrucción de una gran cantidad de puestos de trabajo. * Una tercera etapa, más reciente en el tiempo, que comprende los años 1986 a 1991, caracterizada por una considerable recuperación del ritmo de crecimiento económico. * Y, finalmente, una cuarta etapa, −de la que se puede datar su inicio: año 1992; y en la cual nos encontramos−, en la que, tras una breve recesión económica, que toca fondo en el año 1993, se aprecia nuevamente una fase de recuperación desde mediados de los años 90, en un entorno ahora de estabilidad generalizada, como consecuencia del eficaz ajuste económico realizado para asegurar el buen funcionamiento de la moneda única europea: el euro. EL PERIODO DE AUTARQUIA (1.939-1.959) Antes de estudiar los anteriores períodos de crecimiento de la economía española, conviene conocer los antecedentes de todo ese período. España sale de un proceso bélico que va a marcar la evolución de su actividad económica tanto presente como futura. Se considera período autárquico al abarcado entre el final de la Guerra Civil y lo que se conoce como Plan de Estabilización de 1959. Durante el curso de esos veinte
  • 2. -2- años la organización de la producción en España estuvo orientada, sin lograrlo, a la autosuficiencia, esto es, a mantener y fomentar la capacidad de autoabastecimiento de nuestro país para no depender de los intercambios con el exterior. Se inspiraba en presupuestos ideológicos fascistas, ya en boga en la Europa de los años treinta, en cuyo curso, a raíz de la gran crisis de 1929, se asentaron las tendencias hacia la autosuficiencia y el proteccionismo en todos los países, particularmente en los industrializados. La concreción de la política autárquica, ya fuera decisión del régimen, ya obligada por las circunstancias del exterior, exigía la puesta en práctica de dos tipos de medidas. De un lado, las encaminadas a promover industrias que satisficieran las necesidades del mercado nacional; de otro, las de reserva de dicho mercado a los productos de esta industria. Las primeras requerían una decidida actuación del Estado en la economía, para fomentar el desarrollo de la industria nacional, consagrándose así el intervensionismo. Las segundas reclamaban salvaguardas para la oferta autóctona, es decir, proteccionismo. Con este tipo de medidas, desde 1939 el comercio exterior quedó prácticamente anulado, reservándose en exclusiva el mercado interior para las producciones nacionales. Por su parte, la intervención del Estado en la economía con actuaciones directas cimentó al principio su cobertura jurídica en las sucesivas leyes de protección y fomento, y de ordenación y defensa de la industria nacional, promulgadas una vez finalizada la Guerra Civil para, posteriormente, encontrar en la norma fundacional del Instituto Nacional de Industria (INI), en 1941, el complemento fundamental sobre el que se sustentaría la proclamada grandeza nacional. La política autárquica de industrialización sustitutiva de importaciones, para evitar la dependencia económica del exterior, tuvo consecuencias sobre un sector industrial que ya arrastraba un retraso secular. Protegida de cualquier tipo de competencia externa y asegurado el mercado, la industria nacional se desarrolló sin dimensión, desconocedora de los avances tecnológicos que se incorporaban a los procesos productivos, y ajena a los costes comparativos. A las dificultades para la modernización de los equipos y a la escasez en los suministros de materias primas, había que añadir la utilización de plantas anticuadas e ineficientes, cuyos productos, en general sucedáneos a pesar de sus altos costes, no alcanzaban los mínimos de calidad exigibles, siendo vetados en el exterior por un doble motivo: la imposibilidad de acceder a otros mercados a causa del propio bloqueo económico a que estuvo sometida España, y la baja calidad intrínseca de los productos. Pero este modelo de economía cerrada no podía sobrevivir. A lo largo de la década de los años cuarenta sus debilidades, en el plano socioeconómico, se hicieron notar de forma dramática en varias consecuencias: Consecuencias sociales: 1. Carencia de alimentos y de bienes de primera necesidad (cartillas de racionamiento). 2. La penuria incitó, un proceso de “re-ruralización”. 3. Versión moderna de las epidemias medievales: la tuberculosis se ensañó con los estratos más desfavorecidos de la población. Consecuencias técnicas: 1. Unas industrias mal proyectadas e imposibilitadas de modernización al estarle vetado el acceso a los avances de una tecnología en vías de acelerada
  • 3. -3- expansión por aquel entonces, que incorporaba a usos civiles los resultados de las investigaciones bélicas propiciadas por la Segunda Guerra Mundial. El inicio de la década de los cincuenta trajo una revalorización de la posición estratégica de la península Ibérica al tensionarse las relaciones internacionales entre los líderes de los dos bloques ideológicos en conflicto. Los efectos de esta paulatina normalización internacional contribuyeron a impulsar una tímida reactivación de nuestra economía, iniciándose con los primeros pasos hacia la modernización de los sectores agrario e industrial. Sin embargo, persistió la orientación autárquica con la vigencia del objetivo de industrializar para sustituir las importaciones. Su inviabilidad se generaba como un círculo vicioso en el que la ineptitud para producir competitivamente provenía del propio déficit de la balanza comercial, incapaz de generar suficientes ingresos por exportaciones con los que financiar las imprescindibles importaciones de bienes de equipo y tecnología, que hubieran permitido la modernización del aparato productivo y, con ello, la ampliación de nuestros mercados exportadores con productos competitivos. A ello hay que añadir que a cualquier incremento de la producción industrial acompañaba inseparablemente la inflación. Pero si en el ámbito exterior el déficit era comercial, en el interno la insuficiencia de ingresos se resolvía con endeudamiento y monetización de la deuda. Ambos desequilibrios crónicos generaban una espiral inflacionista que condicionaba todo el proceso de crecimiento. Mediada, pues, la década de los cincuenta la situación de la economía española se hizo insostenible. La situación económica global, cada vez más insostenible, obligó a dar un giro a la política económica puesta en práctica desde los principios de la década anterior. EL PLAN DE ESTABILIZACION DE 1.959 La entrada en el Gobierno en febrero de 1.957 de una nueva tecnocracia que, desplazando al aparato de la vieja guardia franquista, permitió dar un giro a los planteamientos económicos: había que poner fin a la vía autárquica abriendo nuestra economía al exterior, y alinear la política española con los planes occidentales liderados por los EE.UU. de América, y con el naciente proyecto de construcción de Europa. La incorporación a organismos internacionales, avalada por el nuevo y poderoso aliado, consintieron en la primavera de 1959 sentar las bases de un plan de apertura que, formalizado en el Decreto-Ley de Nueva Ordenación Económica de 21 de julio de 1959, se proyectó hacia un cambio de rumbo en la filosofía económica vigente que permitiera alcanzar los siguientes objetivos: a) Estabilizar la economía, reduciendo la inflación. b) Liberalizar la actividad económica global, constreñida en el plano interno por el intervencionismo y en el exterior por el fuerte proteccionismo. c) Integrar la economía española en la internacional. Se pensaba que la consecución de estos objetivos se traduciría en un crecimiento económico equilibrado, y en la aproximación de nuestras estructuras a las de los países democráticos occidentales. El que se conocería como Plan de Estabilización de la Economía Española vino precedido por una serie de medidas preparatorias que se desarrollaron a lo largo de los años 1957 y 1958 con el beneplácito extraoficial de organismos económicos como la OECE y el Fondo Monetario Internacional, que facilitaron el terreno al cambio de los esquemas económicos.
  • 4. -4- Las medidas preestabilizadoras, como después lo tendría el propio Plan de Estabilización, tenían como objetivo el restablecimiento de los equilibrios básicos de nuestra economía, tanto en los planos interno como exterior y consistieron en la supresión del artificial sistema de cambios múltiples vigente y la devaluación de la peseta. Los objetivos del plan se dirigían a la integración de la economía española en las estructuras internacionales rompiendo con el aislamiento de la etapa precedente, y hacia la potenciación del crecimiento. Equilibrio interno: A.- El control de la oferta monetaria, del crédito bancario, y la contención y disminución del gasto público contribuirían a alcanzar el primero de los objetivos. Al mismo tiempo se congelaron los sueldos y salarios para limitar la capacidad de gasto de las economías domésticas y con ello apoyar la estabilidad de los precios; por último, se esbozó una modificación del sistema tributario que contribuyera a dotar de suficiencia al presupuesto. B.- Se planteó también la reducción del intervensionismo del Estado en los mecanismos de mercado para restablecer la competencia y la formación de los precios en libre concurrencia, a lo que contribuiría la flexibilización de la política laboral, hasta entonces reglamentada rígidamente por unas estructuras sindicales. Equilibrio externo: A.- Suavizar el proteccionismo arancelario y el administrativo, la supresión del Comercio de Estado, la adecuación del tipo de cambio de la peseta a su cotización internacional, y la dulcificación de los requisitos facilitando la entrada de capital e inversiones extranjeras en España, contribuirían a ello. LA ETAPA DE CRECIMIENTO ECONÓMICO El período 1961-1974 fue el de los años del crecimiento económico español, un crecimiento que vino caracterizado por las siguientes notas: 1ª.- Fuerte crecimiento del PIB. En esos años el Producto Interior Bruto (PIB) experimentó un aumento medio de un 7,0 % anual real. 2ª.- Fundamentado en el crecimiento del sector secundario. Si descendemos al análisis sectorial, vemos que el crecimiento del PIB se debió principalmente al mejor comportamiento de las actividades industriales y de la construcción, en relación con las restantes actividades económicas: agricultura y servicios. Incremento medio Actividad Económica 1961-1974 Industria 10,3 % Construcción 8,7 % Servicios 6,7 % Agricultura y Pesca 2,8 % 3ª.- Poco creador de empleo. El crecimiento del PIB, sin embargo, no vino acompañado de un crecimiento similar del empleo, de manera que, a pesar de la alta tasa de aumento del PIB, el empleo total creció tan solo a una tasa media anual real del 0,56 %, con un mejor comportamiento del empleo
  • 5. -5- asalariado, que aumentó a una tasa media del 1,48 %, casi tres veces superior a la del empleo total. Y todo ello con una tasa de actividad bastante baja: el 39,37% como media del período. Aún así, la tasa de desempleo fue, como promedio, del 1,61 %, lo que se explica no solo por el bajo porcentaje de la tasa de actividad, sino por el importante flujo migratorio que se produjo en España durante estos años. 4ª.- Intensivo en capital. En contrapartida la inversión en capital fijo (FBCF) experimentó importantes aumentos, creciendo a una tasa media anual real del 11,5 %, posibilitando así un intenso proceso de capitalización de la economía española. 5ª.- Con alta productividad. En consecuencia, la productividad del factor trabajo creció notablemente, con una tasa media anual del 6,4 %. 6ª.- Muy inflacionario. La inflación, medida en términos de IPC, se mantuvo alta, con incrementos anuales del 7,6 % como media del período. 7ª.- Buen comportamiento del sector exterior. El sector exterior se mantuvo equilibrado si consideramos la totalidad del período −aunque con desajustes importantes en algunos años− con un déficit por cuenta corriente inferior al 1 % del PIB (-0,62% como promedio) y un grado de apertura exterior próximo al 25 % del PIB (M = 13,27 %; X = 11,69 %). FACTORES DETERMINANTES DEL CRECIMIENTO Tres son los factores que podemos considerar como determinantes del crecimiento económico español en estos años, al haber actuado sobre la productividad y sobre la producción, motivando el avance del PIB. 1.- En primer lugar, los avances experimentados en la productividad del factor trabajo. Como es sabido un aumento del producto se puede conseguir, bien porque se incremente el porcentaje de la población que realiza actividades productivas (aumento del empleo), bien porque se incremente el rendimiento por trabajador (productividad del factor trabajo). Pues bien, el crecimiento económico de España, al igual que en el resto de los países comunitarios −y a diferencia de EE.UU. y Japón− se ha basado de forma decisiva en el aumento de la productividad del trabajo, lo cual tiene su reflejo en la escasa generación de empleo y en la baja tasa de actividad de nuestro sistema económico. 2.- Un segundo factor determinante del crecimiento ha sido, sin duda, el intenso proceso de acumulación de capital que ha experimentado nuestra economía entre 1961 y 1974. Dicho proceso ha venido de la mano del fuerte crecimiento de la FBC en dicho período, cuya manifestación más clara ha sido una elevada tasa de inversión (relación entre la FBC y el PIB) de un 23,5 por 100 como media, dos puntos superiores a la comunitaria. En conjunto, la adopción de técnicas más intensivas en capital, unido a las mejoras en la cualificación de la mano de obra, permitieron incrementar notablemente la productividad y la producción. Entre las causas que explican este proceso de capitalización debemos destacar las siguientes:
  • 6. -6- a) En primer lugar, la necesidad de introducir el progreso técnico incorporado a los nuevos bienes de capital, al que seguidamente nos referiremos. b) En segundo lugar, el encarecimiento del factor trabajo respecto al capital, lo que favoreció la sustitución del primero por el segundo. c) Finalmente, el incremento en el PIB del peso de las industrias y de los servicios, intensivos en capital. 3.- Por último, y como tercer factor de crecimiento, podemos destacar el progreso técnico, esto es, la aplicación de las nuevas tecnologías en las técnicas productivas. El progreso técnico propició la sustitución de técnicas atrasadas por métodos de producción más avanzados desde el punto de vista tecnológico, lo que, juntamente con los avances producidos en los métodos de gestión, facilitaron los avances de la productividad y el crecimiento económico. En nuestro país el progreso técnico penetró en el tejido industrial español por las siguientes vías: a) Mediante la importación de los bienes de equipo. [Explicar] b) Mediante la inversión extranjera. [Explicar] c) Mediante la adquisición de tecnología. [Explicar] 2.- La crisis económica de los años 70 LOS AÑOS DE LA CRISIS Los años 1975-1985 fueron años de crisis, si bien podemos distinguir en esta etapa dos períodos distintos: A.- El primero de ellos comprende los años 1975 a 1978 y viene marcado por la primera crisis energética, el inicio de la transición política y los llamados “Pactos de La Moncloa”. B.- El segundo comprende los años 1979 a 1985, y su inicio coincide con la segunda crisis energética. En este período se pone en práctica la “política de ajuste” derivado de los Pactos y se consolida el proceso de transición política. La evolución de las principales variables económicas, aún reflejando las consecuencias de la crisis, no fue la misma en ambos períodos, por lo que resulta interesante analizar ambos por separado. Los aspectos más relevantes son los siguientes: 1º.- Fuerte descenso en el ritmo de crecimiento económico. El PIB crece a tasas muy inferiores a las de la etapa anterior. - Período 1975-1978: 2,3 % tasa media anual. - Período 1979-1985: 1,4 % tasa media anual.
  • 7. -7- 2º.- Más importante en la industria y en la construcción. Este descenso fue especialmente acusado en la industria y en la construcción, justamente los sectores que mejor se habían comportado en los años anteriores. Incremento medio Incremento medio Actividad Económica 1975-1978 1979-1985 Industria 2,4 % 1,1 % Construcción - 3,6 % - 1,6 % Servicios 3,8 % 1,8 % Agricultura y Pesca 1,7 % 1,5 % 3º.- Con fuerte destrucción de empleo. La disminución en el ritmo de crecimiento vino acompañada, además, de una fuerte destrucción de empleo, de manera que al finalizar el año 1985 la tasa de desempleo se situaba en el 22,21 %. Incremento medio Incremento medio Empleo 1975-1978 1979-1985 Empleo total - 1,46 % - 2,01 % Empleo asalariado - 0,67 % - 2,31 % Tasa de Actividad 37,01 % 35,50 % Tasa de Paro 5,50 % 16,17 % 4º.- Con una espectacular caída de la inversión. El descenso del empleo vino acompañado también de una estrepitosa caída de la tasa de inversión en capital fijo (FBCF), que disminuye en términos reales. - Período 1975-1978: - 2,1 % tasa media anual. - Período 1979-1985: - 0,6 % tasa media anual. 5º.- Sigue aumentando la productividad. Como consecuencia de la caída del empleo, la productividad del trabajo continua creciendo, pero a un ritmo más bajo que en la etapa anterior: - Período 1975-1978: 3,8 % tasa media anual. - Período 1979-1985: 3,5 % tasa media anual. 6º.- Con una inflación galopante. Todo ello acompañado de un fuerte aumento de la inflación, medida en términos de IPC: - Período 1975-1978: 19,7 % tasa media anual. - Período 1979-1985: 13,2 % tasa media anual. 7º.- Y un sector exterior más desequilibrado, pero más competitivo. Finalmente, el comportamiento del sector exterior muestra los desequilibrios experimentados por la Balanza de Pagos, que presenta saldos deficitarios en la Balanza por C/C, a pesar de la fuerte depreciación de la peseta, que pasa de 63 a 120 pesetas por $. - Período 1975-1978: - 1,73 % del PIB. - Período 1979-1985: - 0,75 % del PIB. El grado de apertura exterior que, al final de la crisis, se sitúa en torno al 38 por 100, muestra una ganancia de 13 puntos porcentuales, de los que algo más de 7 puntos corresponden a las exportaciones de bienes y servicios, lo que pone de manifiesto el esfuerzo de la industria española en la búsqueda de nuevos mercados, ante la atonía del mercado interior. LAS CAUSAS DE LA CRISIS Al analizar las causas de la crisis económica en España entre 1975 y 1985, lo primero que se constata es que a partir del año 1974 el proceso de acumulación de
  • 8. -8- capital, característico de la etapa anterior, entró en crisis. El mejor indicador de esta crisis es, sin duda, la fuerte caída que se produce en la cuota de inversión (FBCF/PIB) en el decenio 74-84, que pasa del 24,5 % en 1974 al 17,5 % en 1984, alcanzando un nivel inferior incluso al del año 1964 (18,4 %) ¿Qué fue lo que produjo la ruptura del proceso de acumulación de capital?. ¿Acaso la crisis energética puede por sí sola explicar este fenómeno?. La respuesta es “No”. La explicación hemos de buscarla principalmente en la fuerte caída de la rentabilidad económica de las empresas experimentada a partir de 1974. En efecto, todos los datos apuntan a que en 1974 se inició una espectacular caída en el rendimiento económico empresarial que duró, de forma ininterrumpida, hasta bien entrados los años 80. ¿Qué factores contribuyeron a este proceso?. Podemos clasificarlos en dos grupos de causas: A) En primer lugar, los bruscos cambios operados en los precios relativos de los factores productivos. Podemos citar los siguientes: a.1) La fuerte y continuada elevación de los costes laborales que se inicia en el sector industrial hacia 1972 y que se traslada a los demás sectores económicos hacia 1974, y cuya presión se mantiene hasta el año 1979. El coste unitario del trabajo en el sector privado no agrario, que entre 1961 y 1971 había crecido, en promedio, a un ritmo del 8,0 % anual, inició una escalada a partir de 1972 hasta alcanzar, en promedio, el 22,1 % anual entre 1975 y 1978, experimentando crecimientos cada vez menores a partir de 1979 (18,9 %); 1980 (12,4 %); 1981 (11,8 %); 1982 (11,0 %); 1983 (9,9 %); etc. Este hecho modificó la distribución funcional de la renta, de manera que los sueldos y salarios que en 1970 representaban el 50,1 % del PIB, incrementan su participación hasta el 58,9 % en 1980; mientras que los beneficios empresariales ven caer su participación desde el 40,2 al 31,3 por 100 en el mismo período. a.2) La elevación del precio real de las materias primas y, en especial, de la energía, como consecuencia de los aumentos experimentados por los precios del petróleo durante 1973-74 y 1979-80. a.3) Los altos niveles de los tipos de interés, que desalentaron la inversión productiva. Las causas que explican tal elevación son, de una parte, el fuerte proceso inflacionista (17,9 % (1974); 14,1 % (1975); 19,8 % (1976); 26,4 % (1977)), y, de otra, el déficit conjunto de las Administraciones Públicas, necesitadas cada año de una mayor financiación (aumento del Gasto Público, pasa del 21,5 % del PIB (1974) al 39,6 % (1985), así como el paulatino crecimiento del déficit público a partir de 1976 y, especialmente, desde 1982) B) En segundo lugar, los cambios operados en la composición de la demanda agregada. Podemos destacar: b.1) El aumento del gasto de consumo −especialmente del consumo público− que pasa de representar el 75 por 100 de la Renta Bruta Disponible en 1970, al 81 por 100 en 1980.Un mayor consumo que no es capaz de tirar de la inversión, pues viene motivado por el incremento de los precios, esto es, se trata de un mayor consumo nominal, no de un mayor consumo real]
  • 9. -9- b.2) La caída del ahorro nacional −especialmente del ahorro público, que se torna negativo− que pasa de suponer el 25 por 100 de la Renta Bruta Disponible en 1970, a suponer el 19 por 100 en 1980. La caída del ahorro incide negativamente sobre la inversión, esta vez por el lado de la demanda. Junto a los anteriores factores podemos citar, como factores adicionales, los siguientes: * La contracción del comercio mundial producida como consecuencia de los trasvases de renta de los países consumidores de crudo (países desarrollados, con alta propensión a importar) a los países productores de crudo (países en vías de desarrollo, con una baja propensión a importar). * El radical empeoramiento de las expectativas económicas (agravadas en el caso español por la situación política), que contribuyó aún más a retraer la inversión productiva. De lo expuesto podemos extraer una conclusión: la crisis económica de los años 1975-85 fue, principalmente, una crisis de acumulación de capital, más que una crisis energética. 3.- El ajuste de la crisis: los Pactos de la Moncloa.- LOS PACTOS DE LA MONCLOA Como es sabido, la constatación de la crisis económica, en 1975, coincide en el tiempo con la transición política de un régimen autoritario a un régimen democrático. La especial situación política de los primeros años de la monarquía motiva que los primeros gobiernos de ésta se muestren incapaces de adoptar las medidas de ajuste necesarias para afrontar la nueva situación económica. No va a ser hasta después de las primeras elecciones democráticas, en Junio de 1977, cuando se afronte el diseño de las políticas de ajuste a la crisis económica, diseño que encuentra marco adecuado en los denominados Pactos o Acuerdos de La Moncloa, suscritos el día 25 de Octubre de 1977 entre las fuerzas políticas, con el apoyo de empresarios y sindicatos. El contenido de estos pactos, de carácter económico, (los pactos de carácter político se firmarían dos días más tarde en el Congreso de los Diputados), anticipaba la política de ajustes que la OCDE definiría para España a partir de 1980, y contemplaban dos grupos de medidas: 1.- Medidas de ajuste de la economía. a) Inflación. Para lograr su control se hacía preciso la aplicación de políticas económicas. Las medidas que se articularon se apoyaban en políticas orientadas a la regulación de la oferta monetaria y la limitación del gasto público, al tiempo que se arbitraban medidas fiscales para aumentar los ingresos públicos.
  • 10. - 10 - b) Déficit exterior. Arrojado por la Balanza de Pagos por cuenta corriente, que contribuía a alentar la inflación. Para su reducción había que actuar sobre las corrientes comerciales y sobre el tipo de cambio de nuestra moneda. 2.- Medidas para el saneamiento y la reforma. Tenían como finalidad la transformación de la estructura productiva y de las relaciones sociales, que permitieran su homologación con los modelos vigentes en nuestro entorno. Suponía actuar sobre la realidad española incidiendo tanto en los factores y sectores productivos y funcionales como en el marco de las relaciones que regulan sus actividades. a) Por lo que al factor trabajo se refiere, se hacía preciso el establecimiento de un nuevo marco de relaciones laborales que contribuyera a la resolución del conflicto social. En cuanto al factor capital, era obligada la racionalización del sistema financiero liberalizándolo. b) En cuanto a los sectores productivos, el agrario demandaba la continuación del proceso de modernización rural y la organización racional de las producciones. El industrial precisaba de actuaciones en profundidad que exigían la reestructuración y la reconversión de empresas, públicas y privadas, para la adecuación a las restricciones que el nuevo modelo energético imponía a la economía. En este orden de cosas era imprescindible el establecimiento de un Plan Energético Nacional para el ajuste entre la producción y las demandas de energía. LOS RESULTADOS DEL AJUSTE Cuando se analiza la experiencia de los diez años en que estuvo en vigor la política de ajuste (1978-1987) y se realiza un balance de los resultados de su aplicación, tres son los principales logros conseguidos: 1º) Una clara mejora en los desequilibrios generales de la economía, en general, y de los desequilibrios de las empresas , en particular. IPC: 26,4 % (1977); 4,6 % (1987); Déficit de la Balanza por C/C: -1,8 % PIB (1977); 0,1 % PIB (1987); Control de los costes laborales: 26,1 % (1977); 7,4 % (1987); Recuperación de la inversión: -2,4 % (1978); 14,0 % (1987)] 2º) El hecho de que tales mejoras hicieron posible, en 1985, la firma del Tratado de Adhesión de España a la CEE. 3º) La fuerte concienciación de gran parte de la sociedad española acerca de que una política de ajuste racional –pactada entre las fuerzas sociales– era el mejor remedio para solucionar los problemas de la crisis , cuya manifestación más clara fue el consenso político y social que dio lugar a los Acuerdos. Frente a dichos activos, aparecen también una serie de pasivos: 1º) La excesiva lentitud con la que se han aplicado las políticas de ajuste , lo que permitió el alargamiento de la crisis, quizás como consecuencia de la denominada transición política. 2º) La difícil penetración de los mecanismos del mercado en nuestra economía, con muchos sectores económicos reacios a la liberalización económica. 3º) La excesiva magnitud del déficit público, con crecimientos muy importantes a partir de 1982.
  • 11. - 11 - 4º) El excesivo crecimiento del desempleo y la falta de puestos de trabajo suficientes para nuestra población activa, lo que constituye un problema social grave que parece estar anclado en la estructura de nuestro sistema económico. Desempleo: 5,6 % (1977); 12,3 % (1980); 21,6 % (1985)] 4.- La recuperación económica de los años 80. A mediados del año 1985 la mejora de la situación económica española era ya apreciable, iniciándose en el año siguiente una etapa de recuperación que se mantendría hasta los primeros años 90. Esta recuperación se caracterizó por un crecimiento notable del PIB que, a partir de 1986, y durante los años siguientes, experimentó un importante aumento, a tasas nuevamente superiores a las de los restantes países de la CEE. Las causas que posibilitaron esta mejoría podemos resumirlas en las tres siguientes: a) La aplicación de las políticas de ajuste a la crisis, iniciadas en 1977 e intensificadas a partir de 1983. b) La recuperación de la economía mundial. c) El estímulo que representó la integración de España en la Unión Europea. La actuación simultánea de estas tres causas, especialmente de la tercera, provocó un fuerte crecimiento de la demanda interna, que volvió a aumentar a un ritmo elevado, sobre todo el componente de la inversión, acompañado ahora de un desbordado aumento del consumo. Al igual que en los años 60, este importante crecimiento de la demanda interna no pudo ser seguido por un crecimiento similar del PIB, aún con presentar éste un aumento considerable durante estos años. Así, durante los años 1985 a 1989 (período en el que el crecimiento económico fue más intenso) la evolución de las principales variables económicas muestra la siguiente evolución: - Consumo............... 4,9 % media anual. - Inversión................ 12,5 % media anual. - Demanda interna... 6,3 % media anual. - Exportaciones......... 3,8 % media anual. - Importaciones......... 14,8 % media anual. - PIB........................ 4,3 % media anual. El resultado del fuerte aumento de la demanda interna fue que la parte de la misma que no pudo ser satisfecha con el aumento de la producción interior, se dirigió a las importaciones, de manera que éstas, favorecidas por la apreciación de la peseta y por el gradual desarme arancelario que supuso nuestro ingreso en la CEE, experimentaron un notable incremento. Este aumento de las importaciones no fue seguido de otro similar en nuestras exportaciones, lo que dio lugar a la aparición de importantes déficits en nuestra Balanza Comercial. La consecuencia de estos déficits debiera haber sido nuevamente la aparición de desequilibrios exteriores, si bien tales desequilibrios no tuvieron lugar gracias, de una parte, al buen comportamiento del sector turístico, recuperado ya en 1983 y en alza a partir de 1984, lo que permitió obtener los ingresos suficientes para financiar el déficit
  • 12. - 12 - comercial y, en consecuencia, el crecimiento de las importaciones de bienes y servicios; y, de otra, al excelente comportamiento de las inversiones extranjeras que hizo posible la entrada de grandes masas de capitales procedentes del exterior, y que permitió obtener la financiación necesaria para hacer frente a los pagos por la compra de bienes y servicios al resto del mundo que requería el crecimiento interior. Dicha entrada de capitales se vio favorecida, además, por los altos tipos de interés de la economía española, resultado de una política monetaria restrictiva que, a la larga, se mostró muy perjudicial. Desde la perspectiva sectorial, el crecimiento del PIB muestra la siguiente distribución: Incremento medio Actividad Económica 1985-1989 Industria 4,2 % Construcción 8,1 % Servicios 3,8 % Agricultura y Pesca 0,2 % Con el sector secundario (industria y construcción) constituido nuevamente en el motor del crecimiento económico. El fuerte incremento de la demanda interna motivó un nuevo repunte de la inflación −que se había situado en 1987 en torno al 4,5 por 100− a partir del año 1988, lo que dio lugar a la puesta en práctica de políticas monetarias restrictivas que contribuyeron a encarecer el dinero y a contraer la demanda. La actividad económica aún se mantuvo en 1990, con un crecimiento del PIB cercano al 4,0 por 100, cayendo hasta el 2,0 por 100 en el año 1991 y reduciéndose hasta el 0,7 por 100 en el año 1992. La disminución real del PIB en 1993 (-1,2 por 100) era buena muestra de que la recuperación económica había finalizado. No obstante, el buen comportamiento de la economía española en los años aludidos, permitió que la renta “per cápita” española se situase, en 1994, en el 75,8 por 100 de la renta media “per cápita” de la UE, recuperando en ese tiempo un total de 6 puntos porcentuales de los casi 10 puntos perdidos por nuestro país durante la etapa de crisis económica. 5.- La economía española durante los años 90. La ralentización de la actividad económica con la que se inicia el decenio de 1990 significó el fin de una etapa de intenso crecimiento registrada en la segunda mitad de la década anterior, favorecido por la integración de España en la CEE. Así, en el año 1992 (el año de los grandes fastos: Juegos Olímpicos de Barcelona; Exposición Universal de Sevilla; y Capitalidad Cultural Europea de Madrid) los síntomas de la desaceleración económica son bastante claros, y ya en el año siguiente, 1993, vuelven a reaparecer los desequilibrios clásicos de tiempos pasados: A - El crecimiento del PIB se torna negativo (-1,2 %), al igual que la inversión en capital fijo (-10,6 %).
  • 13. - 13 - B - El número de desempleados se eleva en más de un millón de personas entre 1991 y 1993. C - Las tasas de inflación se muestran resistentes a bajar del nivel del 5 %. D - El déficit de las Administraciones Públicas supera el 7 % del PIB en 1993. E - La peseta se deprecia fuertemente frente a las principales divisas. F - El déficit de la Balanza de Pagos por cuenta corriente se sitúa por encima del 3 % del PIB, mientras que las reservas de divisas disminuyen de forma preocupante. En este contexto económico tiene lugar la ratificación por nuestro país del Tratado de la Unión Europea (suscrito en Maastricht, el 7 de febrero de 1992), acuerdo de especial trascendencia, por cuanto el mismo va a marcar el devenir económico español durante los años siguientes. Dicho Tratado (que suponía una revisión del Tratado de Roma, ya modificado, a su vez, por el Acta Única Europea, unos años antes) establecía las políticas o acciones comunes necesarias para alcanzar una unión económica y monetaria en el marco de “un desarrollo armonioso y equilibrado de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad” (artículo 2 del Tratado revisado). Tales acciones exigían la adopción de una política económica basada en la estrecha coordinación de las políticas de los Estados miembros (la denominada convergencia nominal de las economías), en el ámbito de una economía de mercado abierta y de libre competencia. Ello se traducía en: precios estables, finanzas públicas y condiciones monetarias sólidas y balanza de pagos estable. Para la economía española la firma del Tratado supuso nuevamente la necesidad de un fuerte ajuste en los ámbitos de la estabilidad de precios y del déficit público, al objeto de aproximarse a los criterios de convergencia nominal establecidos en aquél. Junto a ello había que adaptarse al nuevo marco institucional establecido en el ámbito monetario y acelerar las reformas marcadas por la constitución de un mercado europeo abierto a la libertad de establecimiento y circulación de bienes, servicios y capitales, con lo que ello implicaba sobre las regulaciones de todo orden que no se ajustaban al marco comunitario. El sistema económico español se veía abocado de nuevo a emprender medidas de ajuste, saneamiento y reforma estructural e institucional de una envergadura comparable a las que tuvo que afrontar a finales de los setenta con los Pactos de La Moncloa. 6.- Las transformaciones estructurales de la economía española. A largo plazo, el crecimiento de la renta “per cápita” suele ir acompañado de determinadas transformaciones estructurales que favorecen su continuidad o hacen más equitativa su distribución entre la población. España tampoco ha sido en eso diferente a las demás economías desarrolladas durante el período considerado. A - La primera de tales transformaciones es el cambio producido en la estructura productiva, en favor de la industria y los servicios, en detrimento de la agricultura. Distribución porcentual del empleo entre las actividades productivas (1960-2001) Sector 1960 1980 1991 2001 Agricultura y Pesca 38,7 17,9 9,9 6,5
  • 14. - 14 - Industria + Construcción 30,3 34,1 31,7 29,8 Servicios 31,0 48,0 58,4 63,7 El descenso de la participación agraria, tanto en la producción como en el empleo, se produce en favor de la industria y, sobre todo, de los servicios, cuyo peso se eleva significativamente, de manera que, en la actualidad, España es un país en claro proceso de terciarización económica, con un sector servicios que da empleo a más del 60 por 100 de la población y que genera casi las 2/3 partes de la producción interior, siguiendo un proceso semejante al ocurrido en las demás economías desarrolladas. B - La segunda transformación estructural de relieve es la apertura comercial al exterior, esto es, la exposición de la economía a la competencia externa, que puede ser medida mediante el peso de las exportaciones, de las importaciones o de la suma de ambas en el PIB. Porcentaje de exportaciones de bienes y servicios sobre el PIB corriente (1960-2000) País 1960 1980 1994 2000 España 9,9 15,4 21,7 29,5 Italia 13,0 21,9 25,1 27,1 Francia 14,5 21,5 22,9 26,9 La economía española partió en 1960 de un nivel muy bajo de exposición a la competencia exterior, para conocer después un proceso de apertura más rápido, de forma que en la actualidad supera a países como Italia y Francia, que han formado parte de la UE desde su fundación en 1957. Una apertura externa que, acompañada de una menor regulación de los mercados interiores, ha tenido un efecto muy favorable sobre el crecimiento económico. C - La tercera transformación estructural es la mayor importancia que adquieren las Administraciones Públicas en el conjunto de la actividad económica, que puede ser medida por el aumento de peso del gasto público en el PIB. Gasto público sobre el PIB (1960-2000) País 1960 1980 1994 2000 España 14,8 31,6 47,8 40,7 Italia 30,1 42,8 54,1 47,8 Francia 34,6 44,7 55,4 51,1 Este es un hecho empírico generalizado, que ha afectado positivamente a la distribución de la renta, a cambio de ralentizar su crecimiento, pues si bien una parte del gasto público ha favorecido la productividad del sector privado (transporte, comunicaciones, energía, educación, sanidad, etc.), lo cierto es que el mayor dinamismo de las transferencias (pensiones, desempleo, etc.) ha favorecido el consumo en detrimento de la inversión. D - Finalmente, la cuarta y última transformación estructural es la mayor equidad en la distribución de la renta, en sus tres vertientes, funcional, personal y espacial. Porcentaje de la renta familiar disponible que pertenece a la decila superior (1974-1996) País 1974 1980 1990 1996 España 39,6 26,1 23,6 22,5 Italia 30,9 (1969) n.d. 24,1 (1986) n.d. Francia 30,4 (1970) 24,5 (1979) 22,6 (1989) n.d.
  • 15. - 15 - El aumento de la equidad es mucho más claro desde la óptica de la distribución personal. De acuerdo con la misma, el peso de la renta acumulado en el décimo (decila) de población con más riqueza tiende a descender desde mediados de los años setenta, con una continua mejora desde entonces. Cabe añadir que la mayor equidad en la distribución de la renta ha ejercido un efecto favorable sobre el crecimiento, al asegurar la vertebración social y la estabilidad de las instituciones, factores imprescindibles para una eficaz asignación de los recursos.