Diseño de sifones y alcantarillas para obras hidraulicas
Destino.
1. Nadie podía dudar que Anabel tenía un Don extraordinario. El
don bien podría conducirla al Exodo, si lograba salir victoriosa de La
guerra de las brujas, y por eso mismo es que casi nadie sabía de él.
Como Lily, una antigua bruja que viviera miles de años atrás y que
hoy en día alimentaba más de un millar de leyendas alrededor del
mundo, solía escurrirse entre las Sombras de la Medianoche, justo
cuando llegaba a su fin La hora del ángel, y practicaba una y otra vez
sus hechizos más difíciles, aquellos que exigían el máximo de su
concentración.
La Luz de luna era su única testigo en esas noches extenuantes,
donde dejaba poco a poco de ser una niña inocente e ingenua para
convertirse en la bruja que estaba destinada a ser.
Cuando finalmente La luz de los dioses comenzaba a brillar en el
firmamento, la Ciudad de Cristal que la había visto crecer y que era
muy consciente que dependía de su esfuerzo, despertaba lentamente.
Era habitual verla regresar a casa a esa hora, con la capucha de la
capa cubriendo su rostro, las grandes marcas oscuras alrededor de
sus ojos y el rictus pálido de sus labios, caminando con lentitud pero
seguridad por las angostas calles del reino.
Por trece razones, grabadas con el fuego de la diosa, debía
cumplirse la Profecía que la llevara a la victoria. Era eso, o ver a su
pueblo derramar muchas Lágrimas oscuras. Anabel jamás olvidaba
ese detalle, y a veces sentía que el mismísimo Ángel del caos se lo
susurraba con su frío aliento.
Su destino era recuperar El río robado y mantener a su pueblo a
salvo.
Su destino era llegar a Incarceron como una bruja sabia y salir de allí
como la reina digna de liderar a su pueblo.
Su destino era triunfar... o descender hacia El mundo de las
sombras.