1. La broma póstuma
Virgilio Díaz Grullón
Durante toda su vida había sido un bromista consumado. De modo que aquel día
en que visitaba el museo de figuras de cera recién instalado en el pueblo y se
encontró frente a frente con una copia exacta de sí mismo, concibió de inmediato
la más estupenda de sus bromas. La figura representaba un oficial del ejército
norteamericano de principios del siglo pasado y formaba parte de la escenificación
de una batalla contra indios pieles rojas. Aparte de que el color de sus propios
cabellos era algo más claro, el parecido era tan completo que sólo con teñirse un
poco el pelo y maquillarse el rostro para darle la apariencia cetrina del modelo,
lograría una similitud absolutamente perfecta entre ambos. En la madrugada del
siguiente día, luego de haberse transformado convenientemente, se introdujo a
escondidas en el museo, despojó a la figura de cera de su raído uniforme
vistiéndose con éste y escondió aquélla, junto con su propia ropa, en una alacena
del sótano. Luego tomo el lugar del soldado en la escena guerrera y, asumiendo
su rígida postura, se dispuso a esperar los primeros visitantes del día
anticipándose al placer de proporcionarles el mayor susto de sus vidas.
Cuando, al cabo de dos horas, tomó conciencia de su incapacidad de
movimiento la atribuyo a un calambre pasajero. Pero al comprobar que no podía
mover ni un dedo, ni pestañear, ni respirar siquiera, adivinó, presa de
indescriptible pánico, que su parálisis total duraría eternamente y que ya el
soldado que había encerrado en el sótano, después de vestirse con la ropa que
estaba a su lado, había abierto la puerta de la alacena e iniciaba los primeros
pasos de una nueva existencia.
2. ENANO
-cuento del Uruguayo Gley Eyherabide-
"Me llamo Hernán. Soy enano. Estoy acostado en la cama de mi cuarto. El cuarto (en
verdad es una bohardilla alquilada a la dueña de casa), es mi casa. Muevo la vista, los ojos,
miro a la mesa de luz cuadrada chata, amarronada, oscura, con los diarios encima; miro el
cielorraso, con el mismo revoque blanco y las mismas manchas húmedas. Vuelvo a mover
mis ojos, la vista, y a ver las cuadradas paredes, con dos ventanas que dan a la calle, a
través de las cuales veo el mismo techo gris pizarra de la casa que está frente a la mía
(perdón, de la dueña de casa). Pero nada de eso me importa ya. En unos pocos dias más,
me caso. Tengo con mi novia (la que va a ser mi mujer), amueblada, la nueva casa.
Compré muebles 'Provenzal Francés'. No me gustan los americanos modernos. Está en un
barrio residencial. si se quiere, y a pocas cuadras del mar. Problemas económicos no
vamos a tener. No. Tengo un quiosco de ventas de cigarrillos, revistas, bueno, todo eso; y
además llevo quinielas y vendo lotería. No, problemas economicos no vamas a tener. Ya
sé lo que están pensando. No. No es eso. Tengo, tenemos buenos amigos. Diría yo muy
buenos amigos. Lo que me preocupa (me aterroriza) es otra cosa (cuando 'veo' que vamos
a entrar a la capilla y después para toda la vida). Es que mi novia es alta. No muy alta. Pero
es alta; casi normal. Y yo soy enano".
"Mi nombre es Elena (María Elena). Ahora, es casi de noche y coso. Soy costurera. Durante
ocho horas trabajo en una fábrica. Y al volver a casa, trabajo en una cosedora que compré
con mis ahorros, unas horas más. No no siempre fué así. No se puede trabajar todo el día.
No hay quien lo pueda soportar. Lo hago ahora por una cosa que vale la pena: me voy a
casar. Cualquier trabajo, por más duro que sea (estoy trabajando catorce horas diarias),
vale con tal de salir de aquí, de este cuarto donde vivo desde hace once años. Once años
en un cuarto, un altillo (con un jarrón y una sola rosa roja). Viendo un día tras otro las
mismas tejas de la casa de enfrente, ante mí. Sola, no, por favor...no crean que me caso
sólo por eso. Y por no ver más a la dueña de casa. No. Me caso porque pienso...Pienso que
estoy enamorada de él. Lo quiero. Vamos a tener una casa amueblada. A trabajar como
Dios manda. A pasear los sábados por la tarde y los domingos, y vamos...no...a tener hijos,
no sé...Pero eso no importa. Ya se verá. Lo que me preocupa (me aterrea a ratos: cuando
'veo' la entrada en la Capilla, él alto de traje negro y yo pequeñita, de vestido blanco y
todos los años por venir después); es que él es alto. Alto: normal. Y yo, yo soy enana."
Para trabajar en el Taller Literario:
3. ¿Cómo me veo? ¿Cómo me ven los otros? ¿Cómo quiero que me vean? ¿Hasta qué punto
mi mirada me condiciona y condiciona a los otros? ¿Y las miradas superficiales? ¿Y las
miradas al alma?