c3.hu3.p1.p3.El ser humano como ser histórico.pptx
El caballero de la armadura oxidada revisado
1. El caballero de la armadura oxidada
Un día leí en un libro de caballería: “Vivía un caballero que
pensaba que era muy bueno, generoso y amoroso... luchaba contra
todos sus enemigos, que eran malos, mezquinos y odiosos. Mataba
dragones y rescataba damiselas en apuros... tenía la mala
costumbre de rescatar damiselas incluso cuando ellas no
deseaban ser rescatadas... Y ante la mera mención de una
cruzada, el caballero se ponía la armadura entusiasmado,
montaba su caballo y cabalgaba en cualquier dirección” (Robert
Fisher lo escribió). Lo malo es que el caballero, enamorado de su
armadura acabó por no quitársela nunca. Cuando volvió a su casa
se fue cerrando en su mundo, por no enfrentarse a la realidad. Lo
vemos siempre con la coraza… ¿se la quita para dormir? ¡Qué va!
Y cuando abraza a su mujer le hace daño. Cuando come se le tira
el agua y la comida, porque bebe y come por la ventanilla de la
armadura…
2. Resulta que como vive metido en su coraza, ve a través de
las rendijas de su armadura, y así no se entera de lo que les pasa
a los demás, no puede ayudar, es un auténtico “caballero
enlatado”, y no para de “dar la lata” a la familia o los amigos.
Además, suele recitar monólogos sobre sus hazañas. Julieta
es la mujer del caballero de la novela, y un día ella le dijo que “no
me quieres, estoy amargada”; él le dijo que “sí que te quiero y que
por eso te he rescatado”, pero ella contestó: “no me amas, lo que
tú amabas era la idea de rescatarme. No me amabas realmente
entonces ni me amas realmente ahora”. Él, por supuesto, no
entendía nada, pues él “sabía” lo que ella necesitaba, y “sabía”
cuándo tenía que ir de compras, y “sabía” cuando tenía que
comer… y casi “sabía” cuándo tenía que respirar Julieta… y
Julieta estaba hasta el moño… Le decía Julieta: “No basta que
quieras ayudar a los demás, hacerles servicios. Lo que pasa es que
si me metes en la boca una anca de rana, y no me gusta, pues lo
paso fatal”. Y se enfadó y le dijo: “tú piensas que en el fondo no
necesitas de los demás, y dentro de tu armadura no ves más que
una misión de salvar a la gente de dragones… pero no hay
dragones… te sientes útil haciendo esto, pero esto no es
realmente amor a los demás, sino egoísmo”.
3. El caballero estaba tan atrapado en su visera metálica que
le pareció que su mujer se había vuelto loca. Como cuando algún
amigo que le decía cosas de éstas, era que estaban locos… Pero él
era el loco, porque no veía las necesidades de los demás. Además,
como no veía iba pisando con su armadura de hierro los pies de
los demás; y no sentía el dolor de los demás.
Hubo un amigo de la infancia, que también era caballero y le
llamaban “El Quijote”, que le explicó: “tú no te abres a la vida
sino que te encierras en tu mundo, como muchos niños se
esconden en el mundo de la tele, ordenadores y juegos, porque
tienen miedo de no ser aceptados… pero la vida es como probar
una fruta amarga al principio pero después está muy buena, la
vida es buena cuando se acepta, cuando no se huye bajo
armaduras ni corazas. A veces nos pasamos la vida huyendo ante
las dificultades”. Le contó también que pensamos que todo es una
conquista de caballeros, y en realidad es un don de Dios, todo es
bonito si lo miras con amor; “pero para descubrir la vida como un
don hay que sentirse aceptado, le acabó diciendo, y tú no te
dejas querer”.
4. El Quijote le dijo también: “¿por qué te escondes,
encerrado en tu armadura? ¿No ves que necesitas a los demás
para hacerles ver que eres bueno y rescatarlos, en lugar de ser
amigo, en lugar de querer a tu esposa? Pero como no te amas, no
puedes amar a los demás. ¿Por qué no lo intentas?” El Quijote le
llevó a una “aventura” distinta, fueron a un castillo donde en un
subterráneo había una cámara secreta, con un Espejo mágico, y le
dijo: “la verdad no está en lo que piensas por dentro, es necesario
verse en el espejo de la verdad”.
Y en el espejo vio como su mujer lloraba porque él no le contaba
cosas, ni le llevaba un regalo o flores, y sus amigos soñaban con
que él en lugar de hablar de dragones y de irse, estuviera con
ellos, que lo querían. Y entonces, se quitó la armadura de la
cabeza y lloró, porque vio que en el espejo los demás le veían con
amor, y él se descubrió amable, y hecho para el amor, y al ver ese
potencial hermoso, inocente y perfecto que hay dentro de él, de
5. cada uno, se puso contento y se quitó la armadura completa. Dijo:
“¡ya no me hace falta hacer de héroe, me quieren tal como soy!”
Tenía vergüenza por llorar, pero el Quijote le dijo que
“estamos acostumbrados a partir de los 7 años a tener miedo de
que no nos acepten, a que nos digan que no nos quieren, y
queremos ser más y hacerlo todo bien para ser queridos”, le dijo
también que lo más bonito es decir lo que nos pasa sin miedo...
“nos pasamos la vida intentando agradar a la gente, y montamos
cruzadas (guerras contra los moros para defender unos sitios) y
matamos dragones por fuera cuando los que hemos de batallar
son los dragones de dentro, nuestros miedos”.
A partir de entonces, nuestro caballero, que se llama como
tú, que me lees (porque a veces se nos mete dentro), en lugar de
intentar demostrar que era bueno y generoso, “rescatando
damiselas”, descubrió que la ambición mata cuando nos hace
pretender ser mejores que los demás, no hemos de demostrar
nada sino ser felices siendo simplemente como somos. Y le dijo a
su amigo Quijote: “Un caballero ambicioso quiere como casa el
mejor castillo, y cambiar de caballo cada dos años y progresar... y
así no vive. En realidad ahora me doy cuenta que la felicidad está
en ganar en riqueza interior: ser más generoso, compasivo,
inteligente y amoroso, eso es ser rico y ambicioso de verdad”.
6. El Quijote le dijo que sí, que “la ambición mala es tener más
y la buena es tener un corazón puro… No se requiere competir
con nadie, no hay que hacer daño a nadie; simplemente darse a los
demás, como el manzano, que cuantas más manzanas coge la gente
más crece el árbol y más hermoso se vuelve”. Así nuestro
caballero volvió a casa y abrazó a su mujer, y disfrutó con los
amigos y dejó de encerrarse en su armadura, en su tele y sus
videojuegos, en su PSP y en descubrió que a su alrededor había
una “cosa” que se llaman “personas”, que te lo pasas muy bien con
ellas, cuando no buscar “com-petir” sino “com-partir”, así como
Jesús partía el pan… así compartimos el corazón.
Llucià Pou Sabaté & corrección e imágenes de Pilar V. Padial