1. El carisma Vebum Dei:
horizontes, desafíos y perspectivas de la misión en América Latina y el Caribe
María Eugenia Lloris Aguado
Agradezco a Dios, fuente de todo bien, la oportunidad de dar testimonio de la fe vivida entre los hermanos
de Latinoamérica, más concretamente en mi querido pueblo brasileño. Española de nacimiento y
“mineira”1 de corazón, llegué a Brasil en 1996 y desde 2007 trabajo como asesora de la Pastoral
Universitaria en la Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil, lugar de grandes profetas: Don Helder
Cámara, Don Luciano Mendes, Don Pedro Casaldáliga, paisano y conocido por todos nosotros por su
compromiso y coherencia evangélica, y otros tantos desconocidos y sin renombre mundial, pero que con
valor entregan sus vidas en estas tierras. No podemos olvidar que el Evangelio es de los sencillos y que
“gestos pequeños, hechos por personas no importantes en sitios insignificantes pueden realizar grandes
transformaciones”2.
Bebo de la espiritualidad de una Iglesia comunión y de los esfuerzos por vivir una Pastoral de Conjunto.
Agradezco la confianza de los obispos y de la juventud universitaria al llamarme a este servicio que “me
gasta y me desgasta”, pero que me ofrece la riqueza insondable de una Iglesia viva, inserta en la realidad
del pueblo, con la mente en Cristo y los pies en la realidad de los pobres y excluidos.
En la plenitud de la vida de Jesús, en la cueva del jardín donde fue enterrado, los discípulos se
sorprendieron al ver el inicio de una Nueva Era. Encontraron una señal: “los paños doblados”. “Después
llegó Simón Pedro, detrás de él y entró en el sepulcro. Observó los paños en el suelo y el sudario que le había
envuelto la cabeza no en el suelo con los paños, sino enrollado en lugar aparte” (Jn 20, 4-7). En las comidas
judias cuando el dueño de la casa se levantaba de la mesa y dejaba el paño doblado significaba que iba a
regresar. Los paños doblados avisaban a los discípulos que el Maestro regresaría. Están en el suelo (en la
tierra, en la realidad), el sudario que envolvía la cabeza (lugar del pensamiento, de la reflexión) estaba
enrollado aparte.
Hace unos pocos años sentimos que los “paños se doblaban” en la salida de un grupo de misioneras y
misioneros que decidió “iluminar en otro lugar” – como nos lo dijo el obispo castrense que predicó el retiro
en el Congreso de 2007. Los miembros del Verbum Dei nos doblegamos en la aceptación de nuestros
límites y nos dimos cuenta que nuestros ideales de comunión y fraternidad no eran tan fáciles de vivir.
Quería retomar este ámbito de nuestra historia, que es de luces y sombras, para captar y ver los signos del
misterio pascual presentes en los acontecimientos y en nuestra vida. La separación nos hizo morir a
idealismos desencarnados y poner los pies en la humildad de nuestra historia, para ser un “pequeño pueblo
de Israel, pequeño y sin poderes que pone su confianza en el Señor.
Los paños que en la cueva de Belén protegen a la Palabra al entrar al mundo, en la cueva del sepulcro son
“paños doblados” anunciando un nuevo tiempo, un nuevo nacimiento en el que la Palabra – Jesús – sigue
viva en la comunidad, en nosotros que somos los “con-Jesús”. Y fue a esta comunidad a quien Jesucristo se
dedicó para reencender las llamas del rescoldo, para que se dieran cuenta que el fuego seguía encendido
en medio de las cenizas, de tres días para los discípulos, de unos años para nosotros, que para Dios “son
igual que una vigilia nocturna, un ayer que pasó” (Sal 90, 4).
1
Mineira/o: quien nace en Minas Gerais, estado brasileño, cuya capital es Belo Horizonte.
2
Provérbio citado por Don Moacyr Greg, obispo de Porto Velho, en el último Encuentro Inter-eclesial.
2. No es posible en esta pequeña intervención hacer un balance de nuestra historia ni es lo que pretende,
pero queda el desafío de que cada uno en esta Convención intente contextualizar en la tierra de la historia
los paños que envolvieron el Verbum Dei en los inicios y los paños que en el momento actual pueden estar
en el suelo. Es fundamental observar el surgimiento y el desarrollo de este carisma para comprender mejor
lo esencial: la Palabra encarnada, y los signos y condicionamientos culturales de cada época. Hoy día nadie
envolvería un niño en paños para protegerle al nacer. Del mismo modo, el nuevo tiempo que estamos
viviendo pide de nosotros discernimiento para reconocer como envolver y proteger la Palabra, y donde
Jesús quiere que estemos, donde “va a regresar”.
La sociedad hoy se encuentra a la espera de “algo nuevo”, un tiempo nuevo, un nuevo orden, un nuevo
pensamiento. También nosotros Verbum Dei, a las puertas de nuestro IV Congreso Ordinario, con poco más
de 10 años de aprobación pontificia y celebrando los 50 años de la fundación, aguardamos esperanzados
una nueva era de la cual somos testigos y queremos ser partícipes en su construcción, con una “fidelidad
creativa siempre creciente”3. En este tiempo que Jesucristo quiere inaugurar con nosotros necesitamos ver
los signos por los cuales la Palabra – Jesucristo – quiere permanecer viva. Sin duda la Asamblea de
Aparecida de los Obispos de América Latina y del Caribe nos ofrece pistas significativas.
En el Espíritu de Aparecida
La Iglesia de Latinoamérica reunida en Aparecida, Brasil, en 2007, encendió el “fuego de nuestro carisma”:
Hacer discípulos y misioneros a todos. Una lectura aunque rápida del documento de Aparecida nos da la
impresión de estar, en muchos momentos, escuchando a Jaime Bonet.
La Iglesia latinoamericana se dio cuenta de que los católicos que están en las iglesias, practican los
sacramentos, pero su fe no es una adhesión a la Persona de Jesucristo, ni es fruto del seguimiento personal
como forma de vida, y todavía menos se repercute en una vivencia de criterios y valores del Evangelio. La
Misión Continental es la expresión de la inquietud de la Iglesia de este continente para llegar primero a los
católicos, como podemos leer en el Documento de Aparecida:
A Igreja de América Latina percebeu que os católicos que estão nas nossas Igrejas, praticam os sacramentos
mas a sua fé não é adesão à Pessoa de JC , nem fruto do seguimento pessoal como forma de vida, e muito
menos vivencia dos critérios e valores do Evangelho. A Missão Continental é expressão da inquietação da
Igreja de América Latina r atingir primeiramente os católicos, como lemos no Documento de Aparecida:
“¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para
comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de “sentido”,
de verdad y amor, de alegría y de esperanza! No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en
nuestros templos, sino urge acudir en todas las direcciones para proclamar (…) y multiplicar el número
de sus discípulos y misioneros en la construcción de su Reino en nuestro Continente”. (n. 548)
“Para convertirnos en una Iglesia llena de ímpetu y audacia evangelizadora, tenemos que ser de
nuevo evangelizados y fieles discípulos. Conscientes de nuestra responsabilidad por los bautizados que
han dejado esa gracia de participación en el misterio pascual” (n. 549)
En el Espíritu de renovación del Concilio Vaticano II y haciendo eco a la EvangeliumNuntiandipor un “nuevo
ardor, nuevo ímpetu misionero”, el Verbum Dei nació justamente para renovar la vivencia de la fe de un
pueblo católico, la España de los años 60. Ahora 50 años después del Concilio, Aparecida nos abre una vez
3
Expresión que escuché de Jaime Bonet al final de los años 90.
3. más a este Espíritu de renovación, llamándonos a un nuevo ímpetu misionero en Latinoamérica y en el
Caribe.
Delante de esta realidad ¿qué es lo que nosotros misioneras/os estamos haciendo? A lo mejor estamos
mirando al cielo, esperando una señal que no nos dimos cuenta que ya vino (cf. Hch 1, 11), o estamos
mirando el suelo de nuestro barro, sin atisbar los signos de los tiempos.
Verbum Dei: ¡es tiempo de despertar! Este es un tiempo de gracia para que el Verbum Dei ofrezca su
carisma en este continente. Lo que la Iglesia en Aparecida ha pedido es una Iglesia misionera que propicie
el encuentro personal con Jesucristo, la conversión, el discipulado y la misión de cada cristiano. ¿No es esta
la pedagogía propia de nuestro carisma en el acompañamiento de aquellos que se acercan a nuestras
comunidades? En cambio de época y en tiempo de profundos cambios, somos llamados a renovar nuestro
espíritu fresco e innovador de una Iglesia comunión al servicio del Evangelio y a ofrecer sin miedo el don
recibido.
En este tiempo de cambios, de era digital, las redes sociales no son simplemente un medio o un lenguaje,
es una nueva cultura que está ahí. La humanidad está en trance, como la civilización en la que nació Jesús,
el Imperio Romano en crisis. Y en este tiempo de crisis (de crecimiento), nosotros misioneros somos
llamados a encarnar la Palabra, atentos a los signos de los tiempos. Hoy hay desconfianza ante las
instituciones y el poder de la razón, en el sistema económico y político. En este contexto, ¿cuáles son los
paños en los debemos envolver el Evangelio, la Palabra encarnada? ¿Cuáles son las características de la
cultura actual a las que tenemos que estar atentos? Los paños cambian… El cuidado, el cariño, las
relaciones se visten con nuevas ropas. ¿Cuál es la vestimenta que necesita nuestra misión? A lo largo de
estos 50 años, ¿nuestro carisma se vistió con diferentes trajes en las diversas culturas y tiempos,
mostrando la pluralidad y la variedad cultural y a la vez la universalidad de la salvación?
Hoy día en las redes sociales las personas se organizan y se asocian por lo que tienen en común, y lo que es
válido es aquello con que “yo me identifico”. En esta estructura más participativa cuenta el valor de la
persona, del sujeto, y las relaciones están basadas en el la humildad de reconocer el valor del otro y en la
aceptación de las diferencias. Nosotros estamos aquí como Verbum Dei porque tenemos un mismo ideal,
una misma espiritualidad. Lo que nos atrajo a esta comunidad fue una forma de organización distinta, más
participativa y menos jerárquica, una Iglesia comunión (hombres, mujeres, casados o célibes, viviendo un
mismo ideal). La Iglesia en América Latina vive este tipo de organización y es la que quiere seguir viviendo
como atesta el documento de Aparecida. Esta forma de organización en red no es nueva, es la forma de
organización comunitaria de Jesucristo: “no llaméis a nadie maestro, porque todos somos hermanos”. No
hay nadie por encima o por debajo, somos todos nudos en la red, miembros del Cuerpo de Cristo.
La Conferencia de Aparecida nos convoca a ultrapasar una pastoral de simple conservación o manutención
para asumir una pastoral decididamente misionera. A este cambio los obispos osadamente han llamado
“conversación pastoral” (AP, n. 370). Nosotros Verbum Dei también necesitamos esta “conversión
pastoral”: salir de nuestros esquemas constituidos e ir al encuentro de los demás; renovar nuestro espíritu
misionero itinerante y colaborar en la pastoral urbana y de la movilidad humana. Itinerancia y movilidad
que tanto vivenciamos en los inicios de nuestra historia, impulsados por el Espíritu, y que ahora las
podemos vivir con la madurez de quien conoce los propios límites, de quien planea y piensa donde se
quiere invertir y donde poner sus energías, y de quien dialoga desde lo que nos unifica en medio a tanta
pluralidad de culturas, razas, estados de vida y condición social: la llamada a ENCARNAR LA PALABRA.
Efectivamente América Latina es una tierra fértil donde el Verbum Dei puede lanzar la semilla del carisma.
El documento de Aparecida dice que cada Conferencia Episcopal verá como llevar adelante la Misión
4. Continental. Y nosotros, ¿qué podemos hacer? Ofrecer nuestro carisma, inserirlo en las Iglesias Locales,
establecer diálogo con las Diócesis donde estamos y ver en que proyectos podemos aportar la formación
de discípulos y misioneros.
La tierra es propicia para acoger el carisma, pero las semillas, los recursos humanos son pocos. Por ello,
necesitamos ver donde, como, cuando invertirnos, planeando bien nuestras opciones.
El Carisma Verbum Dei y el dinamismo de la Palabra en las diversas pastorales diocesanas
Quisiera ahora señalar algunos caminos prácticos para la inserción de nuestro carisma en las Iglesias
particulares, partiendo de la experiencia de organización de la misma Iglesia latinoamericana. El Verbum
Dei podría ofrecerse para la dinamización por la Palabra de las pastorales, ayudando con la Lectura Orante,
en los retiros y encuentros cimentados en la Palabra que van siendo promocionados por las parroquias y
por las comisiones misioneras diocesanas o nacionales, o sumándose las iniciativas específicas de
organización de la Misión Continental.
La Verbum Domini ha reafirmado la importancia de la Palabra como fuente de la vida y de la misión en la
Iglesia. Y dio un paso al frente en relación al Sínodo de la Palabra al afirmar que la pastoral bíblica no es una
pastoral más al lado de las otras, sino que es la animación bíblica de todas las pastorales. Es ayudar a que
todas las pastorales beban de la Palabra y sea la Palabra su referencia, la Voz, el Rostro, la Casa y el Camino
para todos los cristianos.
El CELAM tiene um proyecto que se llama lectionautas, en el cual yo colaboro llevando la lectura orante de
la Palabra a los jóvenes. En estos encuentros, efectivamente se nota nuestra manera propia de leer y tratar
con la Palabra y las personas comentan: “me ayudaste a introducirme en la Palabra”, “nos hiciste caminar
por la Palabra”. Este es nuestro carisma y los demás se dan cuenta que nuestro diferencial está en la
cercanía, en la manera vivencial de tratar con la Palabra dejando a los demás “dentro” del texto bíblico.
En este proceso de encarnación y desarrollo del carisma, pienso ser muy importante reconocer también las
riquezas de nuestro caminar para poder aportarlas a la Iglesia, al mundo. Somos una comunidad en camino
y el Verbum Dei en su proceso de madurez ha pasado de concebirse como un movimiento hasta consolidar
su identidad como Familia Misionera. En este momento en Latinoamérica surgen inúmeras comunidades de
la Renovación Carismática que consiguen atraer a muchos católicos por vivir su fe con elementos de la
post-modernidad – como son la valorización de la emoción, del sentimiento, de lo lúdico, de la subjetividad
– pero que, sin embargo, carecen de madurez y de integración psicológico-humana. Por otro lado, las
Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) siguen siendo una forma de organización significativa en algunas
diócesis de Latinoamérica. En medio de esta realidad eclesial, el Verbum Dei, por el camino recorrido en
estos 50 años, puede comprender ambas experiencias eclesiales y podría constituirse un elemento
integrador. Por un lado, comprendemos la dinámica de los movimientos y de las nuevas comunidades, pues
así nacimos, pero hemos madurado en nuestra vivencia de fe y de comunidad, agregando elementos que
nos ayudan a vivir una espiritualidad más integradora. Por otro lado, vivimos una identificación con las CEBs
en la eclesiología de comunión, en el estilo de participación de los laicos y de su protagonismo, y en un
modo de vivir la fe heredero del Vaticano II. Creo que podemos ser nexos de comunión, forjando
comunidades de “vida evangélica que oren y enseñen a orar” con la vida y la Palabra, ofreciendo la
madurez y la profundidad a aquellos que vienen de la Renovación Carismática, y el cimentarse en la Palabra
a aquellos que están involucrados más directamente en la lucha social y política. Y el Verbum Dei, ¿qué
5. recibe? De los carismáticos, el recordar y renovar el impulso del Espíritu con el frescor de los inicios, y de las
CEBs la llamada constante a la inserción concreta en la realidad política y social.
Verbum Dei, rumbo a un nuevo tiempo
Finalmente, me gustaría lanzar algunos planteamientos que nos pueden ayudar a pensar sobre el futuro de
nuestro carisma. El Verbum Dei, como Palabra Encarnada, nació envuelto en paños de simplicidad, de
igualdad, con estructuras sencillas como el dedo del Baptista, con la diversidad de cada uno (punks, hippies,
pijos, ricos o pobres), valorizando la vida de cada persona, rompiendo paradigmas y viviendo la igualdad del
bautismo. Una iglesia comunión, participa, pueblo de Dios… ¿Dónde está? ¿Será que lo nuevo del Verbum
Dei ha envejecido? ¿Será que tenemos miedo a presentar lo nuevo y que no seamos bien vistos o que
seamos marginados? ¿Lo nuevo necesita nuevas vestimentas? ¿Necesita ser presentado sin miedo con
mayor visibilidad en la Iglesia?
Es verdad que la época de las grandes revoluciones ha pasado. Nuestra vida se inserta en las
microrevoluciones de cada día, en las transformaciones de nuestras vidas, familias, comunidades. Y en esto
el Verbum Dei es muy bueno: incentivamos y potenciamos la vivencia personal y el testimonio individual de
cambio de vida. Sin embargo no nos podemos olvidar de las grandes revoluciones. ¿Para qué hacemos todo
lo que hacemos? ¿Para qué la oración de cada día? ¿Para que tanta formación? ¿Qué proyecto tenemos
con los estudios de los miembros del Verbum Dei? ¿Como son utilizados en pro de la comunidad y de la
Iglesia? ¿Cómo las micro revoluciones de cada comunidad se insertan en proyectos más grandes? ¿Qué
proyectos tenemos como Verbum Dei? ¿Cuál es nuestro foco?
La Iglesia de América Latina, como la de todo el mundo, es conciente de la necesidad de la presencia
evangelizadora en los nuevos areópagos de la cultura, de las universidades, de los medios de comunicación,
y también en los areópagos de siempre entre aquellos que están en las iglesias pero que no conocen
personalmente a Jesús. El Obispo de Belo Horizonte y rector de la Pontificia Universidad Católica de Minas
Gerais, Don Joaquim Mol, nos dijo en una ocasión: “si hubiera 10 misioneras Verbum Dei disponibles, 10
misioneras Verbum Dei contrataría yo para que trabajaran en la Universidad Católica”. Y nos lo dice porque
ve misioneras que se meten en la realidad universitaria de la que muchos huyen por miedo a lo difícil que
puede ser esta pastoral, o porque no saben como actuar ahí. Él se da cuenta que nosotras dialogamos con
el ambiente universitario, que nos acercamos a la juventud, a la vez que estamos trabajando en la realidad
de la favela. El hecho de que estemos presentes en ambientes que otros carismas o grupos no eligen llama
la atención. ¿Qué nos puede aportar la voz de este obispo a nuestros discernimientos comunitarios sobre
cómo y dónde invertir nuestras pocas fuerzas?
Con frecuencia también me cuestiono ante la realidad desafiadora y las necesidades que surgen, como por
ejemplo el terremoto de Haití que movilizó la Iglesia de Brasil a lanzar una misión humanitaria y de ayuda a
aquel país: ¿Por qué nosotros no tenemos un grupo de misioneros (y no me refiero solamente a la
Fraternidad sino a toda la Familia VD) dispuestos a ir en misiones cuando nacen situaciones nuevas e
inesperadas que demandan apoyo y acción? Cuando sucedió el terremoto de Haití muchos religiosos y
laicos de Brasil se han ofrecido para participar de un proyecto de ayuda a los niños. Nosotros VD somos
llamados a ser misioneros para el mundo, para este tiempo y momento históricos, que nos desafía y
desinstala constantemente a salir al encuentro del otro, que es real, concreto, histórico. Lanzo una vez más
la pregunta: ¿Por qué no estamos listos para la misión y los nuevos desafíos que surgen?
6. Tampoco podemos olvidarnos que la recepción del espíritu del Vaticano II en América Latina fue
concretizado en Medellín en la opción preferencial por los pobres, reafirmada en las siguientes
Conferencias del Episcopado latinoamericano y caribeño, incluida la asamblea de Aparecida. Por ello
mismo, en este continente, no deja de ser un testimonio necesario estar presente en realidades de
pobreza, como la favela de Ventosa (Brasil), el Cerro del Cuatro (México), Piura y Puente Piedra (Perú). Sin
embargo, esta presencia como Verbum Dei también merece una reflexión más profunda.
Nuestra presencia en medio de la realidad, sea entre los pobre, en el medio universitario, o con las familias,
necesita insertarse en proyectos más amplios de transformación de la realidad. Nuestro carisma siempre
fue presentado como un carisma de incidencia social. A lo mejor llega el momento de reflexionar
seriamente: ¿como desarrollar nuestra responsabilidad social? ¿Dónde se tiene que manifestar? Formar
escuelas de la Palabra y escuelas de apóstoles ¿para qué? Para que las personas que viven nuestro carisma
sea agentes de creación de una sociedad alternativa, el Reino, el “otro mundo posible”, viviendo una
economía solidaria, insertándose en la realidad con la participación en ONGs, misiones etc. Existen muchos
caminos y diferentes formas de concretar nuestra inserción transformadora de la realidad. ¿Cuál vamos a
elegir?