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Mari Paz Sánchez 
Gira por España de la campaña «Una sola familia humana, alimentos para todos"- #SinHambreen2025 
Viernes, 17 octubre, 2014 
De la mano de las entidades promotoras en España (*) de la campaña global “Una sola familia humana, Alimentos para todos” –lanzada en diciembre de 2013 bajo los auspicios del Papa Francisco con el objetivo de terminar con el hambre en 2025—, 11 ciudades españolas acogerán, a partir de hoy y hasta el 29 de octubre, un intenso programa de debates en el que un grupo de expertos procedentes de Camboya, Camerún y Ecuador explicarán los proyectos que llevan a cabo en sus respectivas comunidades para garantizar el acceso a la alimentación de las personas más vulnerables. 
El programa incluye también actuaciones en casi todas las ciudades de la gira del Grupo de Baile «Tahen» de Camboya, algunos de cuyos integrantes son niños víctimas de las minas antipersona. 
Acto de lanzamiento en Madrid 
El punto de partida de estas actividades tuvo lugar ayer por la tarde, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde Cáritas y Manos Unidas celebraron un acto con motivo del Día Mundial de la Alimentación, que estuvo moderado por Mª Angeles Fernández, directora del programa «Últimas Preguntas» de TVE, y en el que intervinieron monseñor Enrique Figaredo (Camboya), Billian Nyuykigha (Camerún), Marjorie Elizabeth Intriago (Ecuador) y José García Fernández (España), así como el grupo «Tahen».
Protagonistas de experiencias de esos mismos países y de proyectos locales en España serán también los que van a participar en los coloquios que en las próximas semanas van a celebrarse en Zamora y Salamanca (17 de octubre), Oviedo (18 de octubre), Santander (20 de octubre), Burgos (21 de octubre), Logroño (22 de octubre), Zaragoza (23 de octubre), Teruel (24 de octubre), Valencia (27 de octubre), Jaén (28 de octubre) y Sevilla (29 de octubre). 
Derecho de todos a una nutrición suficiente, sana y adecuada 
Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, Cáritas y Manos Unidas, junto al resto de organizaciones involucradas en la campaña “Una sola familia humana, Alimentos para todos”, han suscrito un Manifiesto –presentado ayer en el acto del Círculo de Bellas Artes de Madrid—en el que se constata cómo a fecha de hoy todavía una de cada nueve personas sufre desnutrición crónica, mientras que en el mundo se desperdicia el 30% de todos los alimentos producidos. Por eso, ante el escándalo que supone que 805 millones de personas sigan pasando hambre en el mundo, estas dos organizaciones reclaman el derecho de todos los seres humanos a una nutrición suficiente, sana y adecuada, como parte esencial de una vida digna. 
Se lanza, además, un llamamiento a la ciudadanía a comprometerse con la realización efectiva del derecho a la alimentación de todas las personas mediante una apuesta personal y comunitaria a mantener estilos de vida basados en el consumo responsable y sostenible, que evite, por ejemplo, el desperdicio de los alimentos. 
En el Manifiesto se insta a los poderes públicos para que sitúen, a nivel estatal y europeo, el derecho a la alimentación en el centro de las estrategias de Gobierno, y lo protejan de los intereses del mercado. Y urge a los responsables políticos a acometer el objetivo de acabar con el hambre –la manifestación más extrema de la pobreza-- en la nueva agenda de desarrollo “Post2015”; a respaldar un modelo agrícola sostenible, destinando al menos un 10% de la Ayuda Oficial al Desarrollo a la agricultura familiar; a dar prioridad a la producción de alimentos sobre el cultivo de agrocombustibles; y a articular un marco regulador que evite la inflación del precio de los alimentos y su desperdicio. 
Por último, se reclama la puesta en marcha de un acuerdo internacional que frene el cambio climático, que propicie modelos más sostenibles de producción de energía y de alimentos, y que cuente con la financiación adecuada para que las comunidades más vulnerables se puedan adaptar a sus efectos negativos.
(*) La campaña Una sola familia humana, alimentos para todos, lanzada en diciembre de 2013, es una iniciativa auspiciada por el Papa Francisco y realizada por la Confederación Caritas Internationalis con el objetivo de terminar con el hambre en 2025. En España, Cáritas y Manos Unidas han decidido sumar sus esfuerzos y colaborar de manera fraterna en la puesta en marcha de esta campaña a nivel nacional, en la que participan también Obras Misionales Pontificias de España y las organizaciones que, junto a Cáritas y Manos Unidas, trabajan en el marco de la iniciativa “Enlázate por la Justicia”: Justicia y Paz España, CONFER y Redes. 
Europa no impide que sus empresas importen “minerales conflictivos” 
17/10/2014 
Ahora mismo no hay manera de saber qué están haciendo las empresas europeas para evitar la financiación de los conflictos bélicos o los abusos de los derechos humanos. 
La Unión Europea está fracasando en la tarea de acabar con el comercio de los “minerales conflictivos”. La llegada a Europa de minerales, por valor de miles de millones de euros, se produce sin que exista constancia de que sus compras no sirven para financiar a grupos armados o alientan violaciones de los derechos humanos, dice una nueva investigación de Global Witness y de Amnistía Internacional. 
La difusión del estudio se produce cuando el Parlamento Europeo está a punto de discutir el borrador de una ley que debería abordar la cuestión, según PANA. 
“Ahora mismo no hay manera de saber qué están haciendo las empresas europeas para evitar la financiación de los conflictos bélicos o los abusos de los derechos humanos”, dijo Michael Gibb, de Global Witness. 
“La Comisión Europea ha propuesto una legislación para abordar el problema, pero el proyecto de ley actual no va muy lejos; apenas sugiere a las compañías que tengan un control voluntario y que declaren la procedencia de los minerales. Los estudios demuestran que las compañías sencillamente no comprueban sus cadenas de suministro a menos que estén obligadas. Diciéndolo de manera cruda, la legislación no va a reducir significativamente el comercio de minerales procedentes de los conflictos”, aseguró Gibb. 
Los minerales, que acaban en productos tales como teléfonos móviles, ordenadores portátiles, coches o bombillas, pueden servir para pagar a grupos armados o fuerzas de seguridad que explotan e infligen violencia a las comunidades locales. En la República Democrática de Congo o en la República Centroafricana, el comercio ha
alimentado conflictos sangrientos responsables del desplazamiento de millones de personas. 
La Unión Europea representó casi una cuarta parte del comercio mundial de estaño, tungsteno, tántalo, oro y otros metales el año pasado. En ese mismo periodo, la UE ha importado 240 millones de teléfonos móviles y más de 100 millones de portátiles, todos los cuales contienen alguno de estos minerales. Actualmente las empresas no están obligadas a garantizar la adecuada procedencia de los productos. 
“Tenemos buenas razones para pensar que las empresas europeas se están beneficiando de un comercio de minerales que está llenando los bolsillos de grupos armados abusivos en países ricos en recursos como Congo y Colombia”, dijo Audrey Gaughran, de Amnistía Internacional. 
Estados Unidos y una docena de países centroafricanos han tomado algunas medidas para que las empresas investiguen las cadenas de suministro de sus proveedores, pero no la Unión Europea, que corre el riesgo de convertirse en un importante centro comercial para los minerales conflictivos. Fuente: Mundo Negro 
La doble liberación de Ángel Amílcar 
El hondureño preso injustamente durante cinco años en México ha obtenido su libertad y, además, ha decidido perdonar a sus torturadores 
Priscila Navarrete México 18 OCT 2014 - 01:49 CEST7 
Ángel Amílcar Colón durante la conferencia por su liberación / TOMAS BRAVO (REUTERS) 
Ángel Amílcar Colón tiene un objetivo en mente: formalizar su relación con July Baltazar, la mujer con la que tuvo a sus dos hijos. “Quiero tener uno o dos hijos más, construir un pequeño patrimonio y volver a reivindicar mi trabajo con la comunidad”. Ángel ha tenido que esperar cinco años y nueve meses, tiempo que estuvo preso injustamente en una cárcel federal de México. Ángel Amílcar fue puesto en libertad el pasado 15 de octubre. La Procuraduría General de la República (Fiscalía) reconoció que no tenía elementos que probaran la culpabilidad de Ángel por los delitos de delincuencia organizada y acopio de armas, entre otros. “Esto es un triunfo de la verdad y la justicia contra el mal”. 
July Baltazar, esposa de Ángel Colón / Saúl Ruíz 
Amnistía Internacional y la ONG Centro Prodh lo habían declarado preso de conciencia en julio pasado, cuando dieron a conocer su caso, explicaron todas las inconsistencias del proceso y consideraron que su detención se debía a su condición de migrante, hondureño y garífuna (afrodescendiente). “Las cárceles mexicanas están llenas de presos de conciencia”, declaró Denise González, abogada defensora de Colón. Desde su país también hubo pronunciamientos para liberar a Ángel. En semanas pasadas el Doctor
Roberto Herrera, ombudsman de Honduras, se reunió con autoridades de la Fiscalía mexicana, quienes le aseguraron que habría avances en el caso. El periplo de Ángel comenzó en enero de 2009, cuando decidió dejar Honduras para ir a Nueva York a conseguir trabajo y poder mandar dinero para costear el tratamiento de su primogénito, aquejado por un cáncer. Su hijo murió seis meses después de su partida y Ángel no pudo llamar a su pareja para consolarla. Durante los cinco años que estuvo preso murió no sólo su hijo. “Murió la hija mayor de mi hermana, mi tía, mi hermano, mi mamá. En ningún momento se me dio la oportunidad de hacer una llamada y dar el pésame a mis hermanos”. Al iniciar el viaje hacia el norte, el traficante de personas que prometió llevar a Ángel Colón a EE UU lo abandonó al entrar a México, él consiguió llegar hasta el Distrito Federal en la caja de un tráiler junto a 119 personas. Después de dos meses de viaje logró llegar a la ciudad fronteriza de Tijuana, en donde otro traficante lo llevó a una casa. “Llegué bajo amenazas y engaños”. Días después escuchó disparos y gritos. Eran los años más violentos de la guerra contra el narcotráfico emprendida por el expresidente Felipe Calderón. “Corrí por mi vida”. Ahí fue cuando lo detuvieron y lo acusaron de posesión de drogas y armas y delincuencia organizada. La Policía Federal lo detuvo 15 horas, después lo entregaron al Ministerio Público, que lo entregó al Ejército en donde fue interrogado bajo tortura. “Para evitar la macaneada que pretendían darme comencé a realizar las peticiones que me pedían: me pusieron a limpiar los zapatos de otros detenidos con mi saliva, dar mi vestimenta a otros, realizar posturas militares que no sabía. Me insultaban. Me convirtieron en el payaso que divierte a su público”, asegura en su declaración escrita. Aunque su liberación se dio el miércoles pasado, la sede del Instituto Nacional de Migración en Nayarit, Estado en donde se encuentra la prisión en donde estaba, no dejó que volara hacia la Ciudad de México porque dijeron desconocer el otorgamiento de la visa humanitaria que solicitaron sus abogados con el fin de que Colón siga en el país para resolver la situación de reparación de daños. Ángel Colón asegura sentirse melancólico y alegre por lo que le está pasando y ha decidido también liberar su conciencia. “Una manera de liberarme es que he tomado la decisión de perdonar a todas aquellas personas que me hicieron daño para aliviar la carga”. Aunque perdona, Ángel sigue exigiendo justicia ya no sólo para él, sino para que a nadie más le vuelva a pasar lo mismo. La reparación de daños que pide Colón no se refiere necesariamente a una compensación económica sino a “la investigación de las personas que me torturaron. Quisiera asegurarme de que el Estado va a hacer su investigación para que llegue la aplicación de la justicia”. Ángel espera la llegada de su esposa en cualquier momento, tiene pocas certezas y entre ellas está la de volver algún día a Honduras para seguir luchando con las ONG de las que forma parte como la Organización Fraternal Negra Hondureña. “Las angustias las traigo pero estoy mucho más alegre, ya sonrío más”, dice Ángel Colón mientras confiesa sentirse aliviado porque a pesar de todas las entrevistas que ha dado, todavía no le duele la cabeza. 
Dios nos ha dado el Cielo como anticipo de eternidad, dijo Francisco 
2014-10-17 Radio Vaticana 
(RV).- (Con audio. Actualizado con video) A través del Espíritu Santo, Dios ha dado a los cristianos el Cielo como “anticipo” de eternidad. Pero a veces los cristianos se olvidan de este don para seguir una vida “opaca” e hipócrita. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina presidida en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice destacó que el Espíritu Santo es el “sello” de luz con el que Dios ha dado el Cielo a los cristianos, los cuales, muchas veces, olvidan esta luz a cambio de una vida de penumbra o, peor aún, de luz falsa, esa que brilla en la hipocresía. El Papa reflexionó siguiendo la lectura de Pablo, que explica a los cristianos de Éfeso que, por haber creído en el Evangelio, recibieron “el sello del Espíritu Santo”. Y explicó que con este don, Dios “no sólo nos ha elegido”, sino que además nos dado un estilo, “un modo de vivir, que no es sólo “una lista de hábitos”, es algo más, es, precisamente, “una identidad”: “Nuestra identidad es precisamente este sello, esta fuerza del Espíritu Santo, que todos nosotros hemos recibido en el Bautismo. Y el Espíritu Santo ha sellado nuestro corazón y, además, camina con nosotros.
Este Espíritu, que había sido prometido – Jesús lo había prometido – esto Espíritu no sólo nos da la identidad, sino que también es anticipo de nuestra herencia. Con Él el Cielo comienza. Nosotros estamos viviendo precisamente este Cielo, esta eternidad, porque hemos sido sellados por el Espíritu Santo, que precisamente es el inicio del Cielo: era el anticipo; lo tenemos en nuestras manos. Nosotros tenemos el Cielo en nuestras manos con este sello”. Francisco prosiguió explicando que sin embargo tener el Cielo como anticipo de eternidad no impide a los cristianos “resbalar al menos en un par de tentaciones”. Primero – afirmó textualmente – “cuando nosotros queremos, no digo borrar la identidad, sino volverla opaca”: “Es el cristiano tibio. Es cristiano, sí. Va a Misa el domingo, sí. Pero en su vida la identidad no se ve. También vive como un pagano: puede vivir como un pagano, pero es cristiano. Ser tibios. Volver opaca nuestra identidad. Y el otro pecado, aquel del que Jesús hablaba a sus discípulos y hemos oído: ‘Estén atentos a la levadura de los fariseos, que es la hipocresía’. ‘Hacer de cuenta que’: yo hago de cuenta que soy cristiano, pero no lo soy. No soy transparente, digo una cosa – ‘sí, sí, soy cristiano’ – pero hago otra que no es cristiana”. En cambio, y el mismo Pablo lo recuerda en otro pasaje, una vita cristiana vivida según la identidad creada por el Espíritu Santo trae como dote – subrayó el Papa – dones de otro calibre: “Amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Y éste es nuestro camino hacia el Cielo, es nuestro camino, que hace que comience el Cielo desde acá. Porque tenemos esta identidad cristiana, hemos sido sellados por el Espíritu Santo. Pidamos al Señor la gracia de estar atentos a este sello, a nuestra identidad cristiana, que no sólo es promesa, no, ya la tenemos en nuestras manos como anticipo”. (María Fernanda Bernasconi - RV). 
Papa Pablo VI Beato: “El amor por las Misiones es amor por la iglesia, es amor por Cristo!” 
Ciudad del Vaticano – “¡El amor por las Misiones es amor por la iglesia, es amor por Cristo! Ningún cristiano puede replegarse sobre sí mismo, sino que debe estar abierto a las necesidades espirituales de aquellos que no conocen a Cristo, y son cientos de millones”: con estas palabras el Santo Padre Pablo VI se dirigía a los directores diocesanos de las Obras Misionales Pontificias de Italia, recibidos en audiencia el 28 de junio de 1978, pocas semanas antes de su muerte. En la Jornada Misionera de este año 2014, en la conclusión del Sínodo extraordinario de los Obispos, el Papa Pablo VI , civilmente Giovanni Battista Montini, será proclamado beato. En sus quince años de pontificado Pablo VI dio un fuerte impulso a la conciencia misionera de la Iglesia, a la animación y
cooperación misionera, continuando con un compromiso que ya había manifestado como arzobispo de Milán. En el Magisterio misionero de Pablo VI surgen el Decreto conciliar “Ad Gentes” sobre la actividad misionera de la Iglesia, completado por el Motu Proprio “Ecclesiae Sanctae”, con las normas para la aplicación de ciertos decretos del Concilio Vaticano II; el mensaje “Africae terrarum” en defensa de la identidad africana y sus valores tradicionales; la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi” sobre el compromiso de anunciar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo. Junto a estos documentos no podemos pasar por alto la gran cantidad de cartas, mensajes y discursos, a todos los niveles y en las ocasiones más diversas, sobre la responsabilidad misionera de toda la Iglesia. Con las Cartas Apostólicas “Benegnissimus Deus” y “Graves et Increscentes” destacó la importancia y relevancia de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol y la Pontificia Unión Misionera. En su carta a la Conferencia Misionera Internacional en Lyon , que conmemoraba el aniversario de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe, pidió una toma de conciencia del problema moderno de la evangelización con el fin de renovar el impulso a la actividad misionera. En su mensaje al Congreso Misionero de México y América Latina recomendó a todas las iglesias locales el realizar un esfuerzo pastoral conjunto “para hacer de toda la Iglesia de América Latina una Iglesia misionera”. A lo largo de su pontificado, a excepción del 1964, el Papa Pablo VI envió siempre un mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones de octubre. El último, que ya había preparado antes de morir, insiste una vez más en la responsabilidad de todo el pueblo de Dios para con la obra misionera. Pablo VI fue el primer Papa en visitar todos los continentes y las tierras de misión : Tierra Santa y la India en 1964, Europa en 1967, América en 1968, Africa en 1969, el Lejano Oriente y Oceanía en 1970 en su encuentro con las Iglesias jóvenes, siempre las invitó a tomar conciencia de su responsabilidad misionera, ya sea en sus propios territorios como en todo el mundo. 
Papa Francisco en el Día Mundial de la Alimentación: Para vencer el hambre es necesario cambiar las políticas de ayuda y desarrollo
Ciudad del Vaticano, 17 octubre 2014 (VIS).-Hoy, 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación, la jornada instituida en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), para sensibilizar a la opinión pública sobre el problema alimentario y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Con esa ocasión el Santo Padre ha enviado un mensaje al Director General de la FAO, José Graziano da Silva, del que reproducimos amplios extractos. 
''Un año más, la Jornada Mundial de la Alimentación se hace eco del grito de tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo no tienen el pan de cada día...A pesar de los avances que se están realizando en muchos países, los últimos datos siguen presentando aún una situación inquietante, a la que ha contribuido la disminución general de la ayuda pública al desarrollo''. 
''El tema propuesto por la FAO para la presente Jornada –Agricultura familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta– pone de relieve la necesidad de partir de las personas, como individuos o como grupos, a la hora de proponer nuevas formas y modos de gestión de los diferentes aspectos de la alimentación. En concreto, es necesario reconocer cada vez más el papel de la familia rural y desarrollar todas sus potencialidades...La familia, de hecho, favorece el diálogo entre diversas generaciones y pone las bases para una verdadera integración social, además de representar esa deseada sinergia entre trabajo agrícola y sostenibilidad: ¿quién se preocupa más que la familia rural por preservar la naturaleza para las próximas generaciones? ¿y a quién le interesa más que a ella la cohesión entre las personas y los grupos sociales?'' 
''Defender a las comunidades rurales frente a las graves amenazas de la acción humana y de los desastres naturales no debería ser sólo una estrategia, sino una acción permanente que favorezca su participación en la toma de decisiones, que ponga a su alcance tecnologías apropiadas y extienda su uso, respetando siempre el medio ambiente. Actuar así puede modificar la forma de llevar a cabo la cooperación internacional y de ayudar a los que pasan hambre o sufren desnutrición...Nunca como en este momento ha necesitado el mundo que las
personas y las naciones se unan para superar las divisiones y los conflictos existentes, y sobre todo para buscar vías concretas de salida de una crisis que es global, pero cuyo peso soportan mayormente los pobres... Pensemos en los hombres y mujeres, de cualquier edad y condición, que son víctimas de sangrientos conflictos y de sus consecuencias de destrucción y de miseria, entre ellas, la falta de casa, de atención médica, de educación. Llegan incluso a perder toda esperanza de una vida digna. Para con ellos tenemos la obligación, en primer lugar, de ser solidarios y de compartir''. 
''Para vencer el hambre no basta paliar las carencias de los más desafortunados o socorrer con ayudas y donativos a aquellos que viven situaciones de emergencia. Es necesario, además, cambiar el paradigma de las políticas de ayuda y de desarrollo...¿Hasta cuándo se seguirán defendiendo sistemas de producción y de consumo que excluyen a la mayor parte de la población mundial, incluso de las migajas que caen de las mesas de los ricos? Ha llegado el momento de pensar y decidir a partir de cada persona y comunidad, y no desde la situación de los mercados. En consecuencia, debería cambiar también el modo de entender el trabajo, los objetivos y la actividad económica, la producción alimentaria y la protección del ambiente. Quizás ésta es la única posibilidad de construir un auténtico futuro de paz, que hoy se ve amenazado también por la inseguridad alimentaria''. 
''Por su parte, la Iglesia católica, a la vez que continúa su actividad caritativa en los diversos continentes, está dispuesta a ofrecer, iluminar y acompañar tanto la elaboración de políticas como su actuación concreta, consciente de que la fe se hace visible poniendo en práctica el proyecto de Dios para la familia humana y para el mundo, mediante una profunda y real fraternidad, que no es exclusiva de los cristianos, sino que incluye a todos los pueblos''. 
Marx: la exclusión no es el lenguaje de la Iglesia, el debate es abierto 
(©Lapresse) 
(©Lapresse) El debate sobre las parejas del mismo sexo 
«Si hay una relación homosexual, fiel por treinta años, no puedo decir que no sea nada» . El presidente de los
obispos franceses Pontier: me sorprendería si no se llegara al consenso sobre la relación final 
Iacopo Scaramuzzi Ciudad del vaticano «Exklusion ist nicht die Sprache der Kirche!» ¡La exclusión no es el lenguaje de la Iglesia! El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Mónaco de Baviera, presidente de los obispos alemanes y miembro del grupo de cardenales consejeros del Papa, habla sobre el Sínodo en vista de la votación sobre la “Relatio Synodi” final que se llevará a cabo mañana por la tarde. Participó en la rueda de prensa cotidiana en el Vaticano, para explicar, en compañía del presidente de los obispos franceses, mons. George Pontier, que el debate debe proseguir hasta el Sínodo de octubre de 2015 con la misma «apertura» que hubo en el encuentro de esta semana en el Vaticano. «La exclusión no es el lenguaje de la Iglesia», dijo el purpurado alemán; no es posible decir a las personas que viven en situaciones familiares “irregulares”: «Tú eres un cristiano de segunda». Aunque el Sínodo no acoja el término de “gradualidad”, porque se requiere una profundización teológica, lo importante es que «se tomen en serio las situaciones de las personas, hay que reconocer lo que hay de evangélicamente bueno en las situaciones, incluso cuando no hay sacramentalidad en la relación». En cuanto a la homosexualidad «no podemos decir a alguien: “Usted es homosexual, no puede vivir el Evangelio”. Es impensable». Por ello se requiere un acompañamiento espiritual para todos y, por ejemplo, «si hay una relación homosexual fiel por treinta años, no puedo decir que no es nada». Aunque «no todo esté en su sitio» y aunque el ideal para la Iglesia siga siendo el matrimonio sacramental entre un hombre y una mujer, «no se puede decir que todo sea blanco o negro, o todo o nada, y esta es también tarea de la pastoral». Entre la relación intermedia publicada el lunes y la relación final que será votada mañana, tras el debate en los círculos menores, el Sínodo no se ha echado hacia atrás, explicó mons. Pontier, sino que ha encontrado un «equilibrio» entre la postura de quienes se concentraron en la conformidad a las enseñanzas de la Iglesia y quienes se preocupan más por la situación individual de las personas. «Sobre la acogida a las personas homosexuales no han cambiado grandes cosas entre el primero y el segundo» momentos, mientras «si se ve la situación de la homosexualidad, no a las personas homosexuales, seguramente en algunos círculos menores se vio la preocupación por no transgredir estos hechos que podrían tener, para quienes lo crean, reacciones negativas en la cultura a la que se dirige». Al responder a una pregunta de los periodistas sobre qué piensa el Papa en relación con la hipótesis de dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, Marx respondió con una broma: «Yo no soy el vocero del Papa, sino el padre Lombardi», que estaba sentado a su lado. El purpurado insistió en que la postura aperturista del cardenal Walter Kasper es bien vista por la mayoría de los obispos alemanes, que en realidad llevan discutiendo mucho tiempo sobre este argumento, antes de que Papa Francisco fuera elegido, porque «en Alemania es un tema importante, relacionado con muchas personas y sus familias, y un gran número de católicos practicantes alemanes plantean esta cuestión». La postura de los obispos alemanes en el Sínodo «no es aislada», precisó Marx, quien reveló la presencia de «opiniones diferentes». El Papa, como sea, «no convocó dos Sínodos para que se repita lo que se ha dicho», sino para dar «un nuevoimpulso a la pastoral familiar». Según Marx, «obviamente se puede cambiar el magisterio de la Iglesia, que no es una antología estática de frases». El purpurado alemán citó lo que dijo el cardenal Angelo Scola durante el debate en el Sínodo, quien dijo no haber dormido después de haber encontrado, cuando era patriarca de Venecia, algunos apuntes de Juan XXIII sobre el perdón de los pecadores, la relación entre la doctrina y la pastoral. «La decisión de Juan XXIII de convocar a un Concilio pastoral fue una decisión dogmática. La doctrina permanece firme, pero puede evolucionar». En cuanto a la relación final de mañana, que será publicada la próxima semana tras la votación de mañana por la tarde, después de que el cardenal Gianfranco Ravasi presente un mensaje del Sínodo, «me sorprendería si sobre el conjunto del texto de la relación final no se llegara a un consenso», dino mons. Pontier, quien admitió la posibilidad de divergencias en cuanto a párrafos y enmiendas específicos. El cardenal Marx dijo que el debate de estos días había sido «intenso», con días «apasionantes» y en los que hubo «contrastes», pero en los que se vieron involucrados «todos los padres, europeos, americanos, africanos», pero que, sobre todo, «había la voluntad de encontrar un camino común», mismo que se reflejará en el documento final. Habrá que desarrollar la reflexión sobre estos temas, recordó, «y espero que durante el próximo año, en las parroquias y en las diócesis, el debate sea libre como el que ha habido aquí en el Sínodo, aunque no siempre estemos de acuerdo, pero es importante que las personas hablen y
escuchen». 
Las puertas que deja abiertas el Sínodo 
(©LaPresse) 
(©LaPresse) El nudo de los divorciados que se han vuelto a casar 
En el debate de los círculos menores, la mayoría de los padres sinodales se demostró favorable a continuar estudiando la posibilidad de admitir a los sacramentos, en ciertos casos y bajo determinadas circunstancias, a los divorciados que se han vuelto a casar 
Andrea Tornielli Ciudad del Vaticano La mayor parte de los padres que están participando en el Sínodo sobre la familia comparten el enfoque de la exhortación “Evangelii gaudium” de Papa Francisco. Y comparten también el enfoque de la misericordia y del acompañamiento para las familias en dificultades e “irregulares”, invitando a continuar estudiando la posibilidad de volver a admitir, en determinados casos y bajo ciertas condiciones, a los divorciados que se han vuelto a casar a los sacramentos. Es lo que se deduce al leer las 10 síntesis que contienen la fiel relación del debate que se llevó a cabo en los círculos menores del Sínodo, divididos por lenguas. No hay que esperar soluciones rápidas, clamorosas aperturas ni mucho menos cambios doctrinales. Todos afirmaron claramente que no se pone en discusión la indisolubilidad del matrimonio. Pero, más allá de una minoría que elevó bastante su voz (esa que, sirviéndose de algunos espacios mediáticos, dio origen a las fantasías sobre el Sínodo “piloteado” o “censurado”), parece que muchísimos padres sinodales, pastores en contacto con la realidad concreta de las familias y de sus dramas en todo el mundo, pretenden mantener abierta una puerta sobre este argumento. Se expresaron claramente para que se mantenga abierta la cuestión los tres círculos de lengua italiana, uno de los círculos de lengua inglesa y uno de los de lengua española; uno de los dos círculos franceses reprodujo ambas posturas. Otros dos círculos, uno inglés y otro español, no citaron el argumento, por lo que no cancelaron la posibilidad de una posible reflexión ulterior. Los que se expresaron, en cambio, claramente en contra de la hipótesis aperturista en relación con los divorciados que se han vuelto a casar, fueron un círculo inglés (en el que el relator era el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, cuyas
posturas son bien conocidas) y otro español. «Con respecto a la readmisión a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, los padres del círculo (“Italicus A”), aún siendo sensibles a la problemática, proponen que el argumento sea estudiado a la luz del n. 84 de la “Familiaris Consortio” con el fin de precisar eventuales condiciones diferentes de la disciplina actual». También en el círculo “Italicus B” se pidió proceder sin prisas en relación con el argumento, que requiere una «necesaria profundización capaz de involucrar a expertos en la materia», y lo mismo en relación con las propuestas de «recorridos penitenciales». El mismo círculo insistió en la necesidad de subrayar que «estamos frente a un desarrollo progresivo de la doctrina» y que «es garantía para la pastoral, porque permanece dinámica y no cede a la tentación de iniciativas que, usando las palabras de Papa Francisco, expresan una pereza pastoral». Sobre la necesidad de un «lenguaje nuevo y que anime» habló el círculo “Italicus C”: «Con respecto a las situaciones objetivas de pecado, los mismos padres, sin faltar al anuncio de la verdad, parten de la convicción de que el Evangelio de la misericordia es una parte imprescindible e integral de la verdad misma y, como consecuencia, no puede ser reducido a la observancia de una mera actitud pastoral sobre las personas». En cuanto a la posibilidad de que los divorciados que se han vuelto a casar accedan nuevamente a los sacramentos, «el círculo votó una propuesta, aprobada por mayoría, que abre tal posibilidad en condiciones precisas y en momentos definidos de la vida eclesial y familiar, valorando el significado de la eucaristía como sacramento para el crecimiento de la vida cristiana, sin dejar de mantener firme la doctrina sobre la indisolubilidad matrimonial». El círculo “Anglicus A” se expresó en contra de la readmisión a los sacramentos, pero indicó la necesidad de un enfoque más positivo, acogedor y que involucre a estas personas en relación con su «unión con Cristo mediante otros medios». El círculo “Anglicus B” afirmó que no se trata de «producir nuevos docimentos o de repetir simplemente la enseñanza de Jesús, sino de buscar y encontrar un lenguaje que pueda ayudar a los hombres y a las mujeres, y especialmente a los jóvenes de nuestro tiempo, a abrir sus corazones y sus mentes al Evangelio de la familia». Después de haber afirmado claramente la doctrina de la indisolubilidad, «aconseja el examen de posibles recorridos penitenciales y de discernimiento, a través de los cuales, en particulares circunstancias, una persona divorciada puede participar a los sacramentos». El círculo “Anglicus C” escribe que el documento final del Sínodo «debe expresar positivamente el amor de la Iglesia para todas las personas», un amor que «acoge a los pecadores». Mientras el círculo “Ibericus B” escribe que los «pastores y los expertos de teología y de derecho tendrán que llegar a propuestas más claras sobre el tema de una eventual readmisión de los divorciados que se han vuelto a casar a la comunión eucarística». El círculo “Gallicus A” considera «no cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio y sobre la no admisión de los divorciados que se han vuelto a casar a los sacramentos», pero indica que habría que «aplicar esta doctrina de la Iglesia a las diferentes y dolorosas situaciones de nuestra época con una actitud renovada de compasión y de misericordia hacia las personas». El círculo “Gallicus B”, por su parte, refiere la postura de algunos de sus padres a favor de que se mantenga la disciplina actual y la de otros que proponen la adopción de «otra disciplina, pero bajo condiciones bien precisas». Resultó, en cambio, sustancialmente no aprobado en el debate de los círculos menores el enfoque sobre la aplicación de la “gradualidad”, así como la analogía con lo indicado en el Concilio Vaticano II en relación con las demás confesiones cristianas y religiones, para poder afirmar elementos positivos existentes en los matrimonios civiles y en las convivencias. Los padres sinodales presentaron cientos de enmiendas al texto de la polémica “Relatio” que resumía el trabajo en el aula y que fue presentada el lunes pasado por el relator del Sínodo, el cardenal húngaro Peter Erdö. Se pidió una redacción diferente de ciertos pasajes sobre las personas homosexuales, pero manteniendo una actitud de acogida y subrayando al mismo tiempo la enseñanza de la Iglesia al respecto. Sobre todo, se pidió que el documento final, que será sometido a la votación de la asamblea del sábado
por la tarde, sea más equilibrado y presente lo que la Iglesia cree sobre el matrimonio y la familia, animando a los que viven fielmente, a pesar de las dificultades, el Evangelio de la familia. «Hay un principio claro –dijo antes de ayer el cardenal Christoph Schönborn–, debemos ver primero a la persona antes que su orientación sexual. No hay que ver la alcoba de las familias. Primero tenemos que ver la sala de estar. Cada quien tiene una dignidad que va más allá de cualquier otra cuestión». 
Halil Bárcena 
Sufismo 
El sufismo es una apuesta radical por una espiritualidad libre, exenta de cualquier tipo de sumisión o actitud acomodaticia. Una espiritualidad que va mucho más allá de cualquier atadura formal. El sufismo o tasawwuf constituye la dimensión interior del islam, el néctar de la espiritualidad muhammadiana, la más pura y refinada destilación del mensaje coránico. El sufismo es el corazón del islam y, al mismo tiempo, el islam del corazón. No obstante su filiación islámica, el sufismo, visto desde una perspectiva universalista, se dirige hacia el mismo horizonte de significación espiritual que muchas otras sendas de realización humana que encontramos en las distintas tradiciones religiosas del mundo. De ahí que, según los propios sufíes, exista en toda religión algo coincidente con el sufismo, lo cual explica que se hallen en la literatura sufí expresiones que aluden al sufismo en otras religiones. La riqueza espiritual y sapiencial de un fenómeno tan plural como el sufismo queda de manifiesto en la exuberante floración de maestros, caminos iniciáticos, variedad de registros, estrategias y procedimientos técnicos, expresiones intelectuales y manifestaciones artísticas a las que ha dado lugar, como la célebre danza de los derviches giróvagos, que ha seducido y embriagado desde sus albores hasta nuestros días. 
Amador Vega 
Tres poetas del exceso
La hermenéutica imposible en Eckhart, Silesius y Celan 
Los tres autores aquí reunidos —Meister Eckhart (1260-1328), Angelus Silesius (1624-1677) y Paul Celan (1920-1970)—, a pesar de su distancia en el tiempo, parecen tener una misma vocación: crear un lenguaje que escape a toda pretensión interpretativa. Cuando leemos sus textos poéticos no podemos dejar de pensar que ninguna imagen puede ser extraída de su contexto de escritura sin que con ello caiga rota en pedazos en su resistencia a ser trasladada a conceptos. Y por eso los leemos una y otra vez, con la esperanza de que las potentes imágenes que brillan tras los cuerpos de escritura pierdan con el tiempo su significado aparente y se conviertan pronto en presencias. Esta lectura busca crear las condiciones para una comprensión en la que significado y presencia no discurran por caminos diferentes, y de este modo contribuir a una aproximación posible a tan imposible expresión poética. 
Lo sostenible no siempre es lo justo 
El País | Adela Cortina 
En septiembre se celebró en Madrid la II Consulta Nacional para elaborar la Agenda de Desarrollo Post2015. En 2000 las Naciones Unidas lanzaron los célebres Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre los que contaban la reducción drástica de la pobreza extrema y el hambre para 2015 y otras siete metas más. A un año de terminar el plazo, el balance de lo logrado arroja un serio avance en el primero de los objetivos, pero a la vez un aumento de las desigualdades. La pobreza extrema se ha reducido a la mitad, pero las desigualdades han aumentado y, con ellas, la pobreza relativa. La Posición Española para la Agenda Post2015 propone abordar estos dos retos y añadir otros 10 más, entre los que cuenta la sostenibilidad ambiental. Bien hecho, lo que tiene que ser sostenible es el medio ambiente. Sin embargo, en el encuentro se adjudicó a menudo el adjetivo “sostenible” al desarrollo, sustituyendo la expresión “desarrollo humano”, que tanto ha costado de aclarar, por “desarrollo sostenible”. Esto es, a mi juicio, un retroceso. Después de la II Guerra Mundial el desarrollo de los pueblos se medía en términos de PIB, y fueron
pioneros como Lebret, Goulet, ul Haq o Sen quienes recordaron que el auténtico desarrollo es desarrollo humano, que los pueblos están desarrollados cuando las personas cuentan con las capacidades suficientes para llevar adelante los planes de vida que elijan, no cuando les sobran mercancías. Que la pobreza es falta de libertad. Recurrir ahora al desarrollo sostenible introduce un margen de ambigüedad. Cuando se quiere recortar gastos en una partida cabe siempre la coartada de decir que tal como está resulta insostenible y que es necesario introducir reformas para asegurar su sostenibilidad. Así ocurre con la sanidad, las pensiones, los salarios, la educación o la economía, con la dependencia o la ayuda a los vulnerables. Los recortes se hacen entonces en nombre de las generaciones futuras, cuando lo bien cierto es que es preciso atender a las generaciones presentes sin olvidar a las futuras. Lo que ocurre es que el término “sostenible” es muy opaco. Nacido a comienzos del siglo XVIII en el campo de la economía, recibió el espaldarazo social en las reflexiones sobre el expolio de la naturaleza. El Informe Brundtland gestó la idea de desarrollo sostenible y la Cumbre de Río de 1992 se ocupó del tema recordando que los recursos de la Tierra son escasos y es necesario usarlos racionalmente, manteniendo sus condiciones de reproducción y pensando en las generaciones futuras. Este uso de la palabra se introdujo en la Carta de la Tierra, asumida por la Unesco en 2003. Es verdad que, además de la naturaleza, ya se incluían en la expresión la protección de los derechos humanos, la paz, la diversidad cultural, la justicia social y el fortalecimiento de la democracia. Pero el hecho de que la expresión se origine en la economía ecológica introduce siempre confusiones, porque no es lo mismo intentar que el uso de la naturaleza sea sostenible que construir una sociedad sostenible. En ese juego de la ambigüedad quienes desean manipular tienen las manos más libres. Para que los recursos naturales sean sostenibles deben usarse por debajo del límite de su renovación. Si talamos un bosque, desaparece, pero si nos servimos de él por debajo de cierto límite, siempre hay madera disponible. Pero ¿qué sucede cuando se aplica esta medida a la protección de derechos humanos o a la democracia? ¿Cuál es el límite en la producción y distribución de recursos sanitarios, judiciales, educativos o de bienestar social, por debajo del cual es preciso situarse para hacer posible la renovación? En los ochenta del siglo pasado se decía que el Estado debía propiciar a los ciudadanos un “mínimo razonable”, y que eso era lo justo. Pero la justicia parece estar perdiendo terreno frente a la sostenibilidad, que al parecer da más juego, pero es más confuso. Las personas no son bosques, no se puede hablar aquí de talar más o menos. Si se recorta tanto que se pone en peligro la vida digna de una parte de la generación presente, entramos en lo que se llamó en un tiempo “las elecciones crueles” entre las actuales generaciones y las por venir, que dejan las manos libres para actuar en la generación presente sin contar con criterios de justicia. Ciertamente, una persona puede sacrificar algunas de sus aspiraciones para tener una vejez mejor, pero una sociedad no es una persona, sino un conjunto de personas, y son algunas de ellas las que deciden a quiénes se debe sacrificar. La elección es entonces cruel, pero no para quienes toman las decisiones, sino para los que sufren sus consecuencias. Por eso en el caso de las sociedades es aconsejable sustituir el discurso de la sostenibilidad por el de la justicia, el del desarrollo sostenible por el del desarrollo humano y la sostenibilidad medioambiental. Y en vez de empeñarse en construir una economía o una sanidad sostenibles, en vez de hablar de pensiones o ayudas a la dependencia sostenibles, bregar para que sean justas. Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y directora de la Fundación ÉTNOR. 
El bienestar en la Cultura 
 Fernando Rodríguez Genovéz 
 Publicado: October 15, 2014 
La reclamación del derecho a la felicidad en el horizonte del «Estado de Bienestar» tiene un precio. Algo que se paga muy caro.
1 En los últimos tiempos, en el más allá de la posmodernidad, la libertad ha sido sobrepasada; casi cubierta por un deseo muy ambicioso y con mucha prisa: la felicidad. Urge, pues, recuperarla; la libertad, digo, porque de la felicidad de los individuos ya se ocupan los Gobiernos… No por nada (gratis total) las denominadas «sociedades desarrolladas» dicen disfrutar del llamado «Estado del bienestar», del cual nadie está dispuesto a renunciar, no importa el crecimiento galopante de la deuda soberana y el déficit gubernamental generalizado que alimentan el sueño, aunque no lo sostenga, ni que la incesante emisión de bonos y obligaciones del Estado con que costearlo, esconda en su seno un anhelo inconfesado de impago, pues toda deuda, ay, como la paz, sueña con ser perpetua. El Estado de Bienestar es el país de Nunca Jamás… Habrá Ahorro Ni Control Del Gasto Público. Con el tiempo todo se cura. Ya lo pregonó el gran economista británico J. M. Keynes: a largo plazo, todos calvos. Esto sí es sobrellevar el peso de la deuda sin conflictos metafísicos, sin sentimiento de culpa, tomando el pelo al personal. La felicidad ya no convive con la virtud, según la entendían los clásicos. Hoy, la felicidad es sinónimo de bienestar, de comodidad, de seguridad social. La libertad, por su parte, es algo que se da por hecho, aunque no esté nunca hecha ni completada ni garantizada, y acerca de su facticidad, pervivencia y porvenir, en una ligera pirueta que también sale gratis, el ciudadano contemporáneo ordinario suele tomarse toda clase de libertades. Por ejemplo, exige ser feliz porque por algo es libre y tiene derecho a todo. Hace siglos que ha sido decretado el derecho a la felicidad, y antes de saber lo que cosa tal cosa significa, antes de saborearla, tórnase de pronto un deber. Repárese en este portentoso recorrido categorial, del que yo, simplemente, doy fe: de la ilusión a la factualidad y de la factualidad a la obligación colectiva y mancomunada, todo ello de modo progresivo y galopante. Derechos crecientes, libertad menguante. Tal es el sino vertiginoso y arrebatado de la rabiosa actualidad. La más grave contingencia no debilita el estado de ansiedad deseante ni aminora la inteligencia sentiente de quien vive empeñado (hipotecado, endeudado) en ser feliz a cualquier precio, sea por medios farmacológicos, psicotrópicos, políticos, espirituales, informáticos, o internáuticos (¿o será dirá «internéticos»?)... Según Immanuel Kant, la felicidad más que buscarla (y menos demandarla), es preciso hacerse merecedor de ella. Pero, Kant, como es sabido, era un viejo profesor muy aburrido, un aguafiestas… Hoy, la gente tiene prisa, gasta lo que puede y ahorra poco. No se para en pensar las cosas. Hace cosas sin más: Just do it. ¡Felicidad y bienestar, ahora!
2 La defensa del derecho a la felicidad tiene un precio y se paga con dos tributos que son, por lo común, su consecuencia: la trivialidad del bien y la banalidad del mal. Últimamente, a cualquier cosa le llaman «bien», y nada parece ser más sencillo que «estar bien», sobre todo cuando el ideal de felicidad se experimenta con el rigor de un juramento, sin excusa ni remisión. Comoquiera que el bien está al alcance de todos y de cualquiera, democratizado y socializado, quien cree no estar suficientemente bien, se queja e indigna, y exige su parte: pleno al quince, como mínimo. Basta con pedir y demandar apelando a los derechos, los que sean. O eso le han dicho que diga y pida. ¡No vaya a creerse que uno es menos que otro! Triunfan por doquier la rutina, la vacuidad y el tedio, pero ¿quién será capaz de confesar estar mal por sentirse vacío o aburrido, si precisamente habita en la «era del vacío» y el primer síntoma del bienestar es el hastío? La desdicha, la auténtica desdicha, no representa más que el fracaso de la felicidad, aunque eso muchos no lo sepan. ¿Y el dolor? Lo mismo que el mal, es percibido como algo nefando a la vez que banal. Las emociones no saben de lógica. En las sociedades contemporáneas lo mórbido, igual que la muerte, ya no está sometido a la ley del ocultamiento, cosa habitual antaño. En nuestros exhibicionistas tiempos, los media transmiten la muerte en directo, comerciando con el dolor ajeno: el rostro del sida y cosas no menos lamentables están en el escaparate de las tiendas de moda; la cara del hambre y las moscas son el estandarte de organizaciones de ayuda al Tercer Mundo; la muerte violenta de niños ha llegado a erigirse en el más eficaz instrumento de propaganda política e ideológica; la pobreza, en la justificación del terrorismo. La expropiación o desahucio de una vivienda, un plan parcial urbanístico que disgusta a algunos, son hechos tildados, sin más, de «holocausto» y «genocidio», y el ciudadano que ve frustrada cualquier demanda (o un crédito bancario, y no digamos una subvención, un curso de formación, la pensión o la Renta Básica), proclama con indignación que eso es como estar en Auschwitz. Mientras tanto, penosas experiencias de enfermedad y desgracia son descritas con todo lujo de detalles en las redes sociales, porque lo importante es compartir, sentir la solidaridad etérea, vivir en común, etcétera. Así, fácilmente, cae uno en la Red. Porque las redes practican la pesca de arrastre. Tampoco faltan casos de quienes narran patéticas y feas intimidades, por todos los medios, buscando desesperadamente el abrazo de un amigo anónimo y/o virtual. ¿Y el ansia de paz? Para la mayor parte de la población la paz significa que le dejen en paz, que no les vengan con problemas, que las Autoridades los solucionen y ya está. Oiga, y todo esto… ¿quién lo paga? (Josep Plá).
Bien y mal, dicha y desdicha, placer y dolor, derecho y deber: pocas combinaciones no son bruscamente alteradas por la ilusión del derecho a la felicidad. Según la versión laica y actual del ideal de salvación, para el nuevo estupefaciente colectivo que es el culto al Bienestar, el non plus ultra de la Fraternidad consiste en desear sentir la desgracia ajena como propia y que la propia sea sentida como ajena. Quien tal cosa pregona dice haber alcanzado la empatía, versión psicologista de la utopía. Pascal Bruckner ha denominado a los héroes de la solidaridad contemporánea, «guerreros de lo inútil»: «Consuelo por comparación: necesitamos el desastre ajeno para ayudarnos a soportar el nuestro y comprobar que siempre sucede algo peor en otro sitio, que nuestra condición no es tan cruel.» (La euforia perpetua. Sobre el deber de ser feliz, 2001, pág. 112). De esta suerte, de la felicidad cabe decir que somos sus víctimas y al mismo tiempo sus cómplices; o sea, culpables de ser felices y angustiados de no serlo. Sentirse bien representa, en fin, sentirse estupendo. Por todo ello y con todo, la gente no esté contenta. La sociedad actual ha llegado a convertirse en el régimen de la queja institucionalizada, el santuario de la solicitud y el Monte de Piedad, el miedo permanente al malestar. Según Friedrich Nietzsche, lo que es justo repudiar del sufrimiento no es el sufrimiento mismo, sino lo que de absurdo e innecesario conlleva. Hay también un «sufrimiento saludable», aquel que brota de la unión magnífica que funda lo humano: la voluntad y la individualidad. Cada cual establece el baremo de los dolores de la vida que está dispuesto a soportar. No somos, por tanto, víctimas del dolor sino sus administradores. ¿En qué consiste el arte de vivir? En «un arte de resistencia que nos permita vivir con el sufrimiento y contra él.» (Pascal Bruckner, íbid.,p. 209). El balance de la felicidad resulta un tanto triste, demasiado imperfecto, ilusoria por demás. Bien está que todo el mundo desee ser feliz, pero por orden y de uno en uno. A ver, pónganse en cola y espere cada uno su turno… 
Cómo salvar a España de su pasado 
Las propuestas de Luis Garicano 
por Julio Carabaña 
El dilema de España. Ser más productivos para vivir mejor 
Luis Garicano
Barcelona, Península, 2014 
192 pp. 17,90 € 
Escrito por un académico de reputación internacional en Economía de las Organizaciones, catedrático en la London School of Economics, el libro que nos ocupa propone reformas con las que salvar a España del peligro de perdición en que se halla actualmente. En los comentarios que siguen se revisan primero estas reformas y se discute, después, su relación con la salvación de España. Su argumento es que una cosa son las reformas, que pueden discutirse por sí mismas, tenerlas por mejores o peores, y llevarlas o no a cabo, y otra bien distinta proponerlas en conjunto como un programa de regeneración nacional. Las reformas se proponen en la tercera parte del libro, clasificadas en económicas, educativas y políticas. Las primeras se resumen como «más y mejor mercado, menor pero mejor Estado». Desde luego, a la mejora del mercado y del Estado no resulta fácil oponerse. ¿Quién no va a querer que los mercados sean más eficaces y más transparentes, no intervenidos para el favoritismo y el compadreo, sino regulados con normas claras y universales? Y, ¿quién no aspira a tener un Estado más eficaz y más transparente, con los mejores ciudadanos a cargo del Gobierno y funcionarios capaces e imparciales a cargo de la Administración? Los peros y desacuerdos podrían versar, en todo caso, sobre la pésima opinión que tiene Garicano de los actuales políticos y funcionarios, y de los medios que propone para mejorarlos. Al frente de las principales instituciones tiene que haber, dice, reguladores independientes; a cargo del Gobierno, personas capaces de anteponer los intereses generales a los de partido, comprender las nuevas situaciones y abordarlas con creatividad; a cargo de la Administración, funcionarios seleccionados por su capacidad para resolver problemas reales, no para recitar temarios de oposiciones. Todo esto está muy bien, y hasta osaría decir que viene intentándose desde hace tiempo, incluso que se ha conseguido en buena parte: no hemos alcanzado el nivel de Dinamarca, pero quizá sí el de Francia o Alemania, y no estamos en un país «africano», ni hemos bajado últimamente el nivel de exigencia. Ahora bien, mejorar, digamos, hasta el nivel nórdico no parece fácil. Puede convenirse en que ayudaría que los ministros tuvieran doctorados por las mejores universidades de Estados Unidos y hablaran buen inglés (como en Chile), para lo cual a su vez convendría que los políticos tuvieran mejores sueldos (como en casi todas partes). Pero todavía habría mucho que hablar acerca de quién custodia a los custodios y de cómo remediar la «falta de incentivos para rendir cuentas» (p. 87); de si las mentes académicas más brillantes serían los políticos más prudentes (filósofos reyes) o los asesores más avisados; de si los no pocos doctores por Harvard y Minnesota que tenemos se dedicarían a la política si ganaran tanto como en sus otras ocupaciones; y también, desde luego, habría mucho que hablar de las ventajas de confiar la Administración a funcionarios estables seleccionados por oposición en un entorno tan plagado de nepotismo y favoritismos como el descrito por el autor. Discutible casi por antonomasia es, en cambio, la parte de más mercado y menos Estado. Estamos, en efecto, ni más ni menos que ante la cuestión que conforma la divisoria política entre liberales y
socialdemócratas, las tendencias políticas que logran alternadamente la mayoría en las elecciones de las democracias occidentales. ¿Alguien puede afirmar que una de estas ideologías sostiene algo evidente que la otra no acepta por necedad o maldad? Mucha gente es partidaria, por principio, de más mercado y menos Estado, mientras que mucha otra gente lo es, también por principio, de más Estado y menos mercado, y no faltan tampoco quienes se inclinan por buscar un equilibrio prudente de ambos en cada contexto. Aparentemente, Garicano se coloca, por principio, del lado de los liberales. Pero podría encontrarse realmente entre los «equilibristas» y proponer menos Estado sólo en la actual coyuntura española, quizá por lo horribles que le parecen los políticos y todo el resto de servidores públicos, y pese a que el gasto público en España es bajo en relación con el de Alemania, Holanda y Dinamarca, los países que ofrece como modelos. El libro que nos ocupa propone reformas para salvar a España del peligro de perdición en que se halla actualmente Garicano propone más democracia en el interior de los partidos políticos, una idea que, por cierto, está teniendo mucha aceptación en algunos de ellos. De entrada suena bien. Pero convertir la mera práctica interna en norma jurídica general suscita ciertas aprensiones sobre las libertades, tanto de las personas como de los partidos. Haría falta, para empezar, otro «regulador independiente» con facultades para sancionar a los incumplidores sin ser acusado de parcialidad. Y, ante todo, habría que establecer desde fuera los límites del demos con derecho a voto, en lugar de desde dentro, como se hace ahora. Los partidos políticos son asociaciones voluntarias para llevar a cabo un programa político que tienen la potestad de admitir y expulsar a sus miembros. A cambio, quien no se sienta a gusto con los existentes, puede fundar otro distinto. Yo creo que el sistema de partidos se regula mejor mediante leyes electorales que con disposiciones sobre funcionamiento interno. Lo que debe lograrse es que la combinación de voz, salida y lealtad los reduzca a un número razonable. La experiencia española reciente muestra que no hay mucha dificultad para que nuevos partidos prosperen cuando hay gente descontenta con los viejos; y la más antigua revela una fuerte tendencia a renovar los cuadros dirigentes después de cada revés electoral, lo que supone un cambio generacional cada ocho años; la «ley de hierro» de la oligarquía se funde en cuanto se pierden unas elecciones. Al contrario que Garicano, podría pensarse que la rotación de cuadros y líderes es ya excesiva, que las luchas intestinas distraen la atención de los asuntos públicos, que el cultivo diario del favor de la militancia aumenta el riesgo de «incoherencia temporal» y un largo etcétera. Tan discutible o más parece la propuesta estrella en materia educativa, consistente en poner al frente de los centros a directores con amplios poderes, incluyendo el de contratar, despedir y fijar salarios, autonomía que estaría controlada, de un lado, por los «consumidores» a través de la competencia y, de otro, por el Estado por medio de exámenes a los alumnos. La idea, apoyada desde hace algún tiempo por la OCDE y otros influyentes organismos internacionales, mezcla dos cosas distintas. Una es la competencia en un mercado, muy experimentada y conocida. Así funcionan, sin ir más lejos, las escuelas privadas españolas que han producido buena parte de los líderes y gestores que Garicano detesta. Otra es la competencia dentro de una organización, ensayada en la industria (sobre todo en la Unión Soviética), pero no en la enseñanza. ¿Por qué? Influye, sin duda, la dificultad de llevarla a la práctica, pues requiere medir el valor añadido a los alumnos por las escuelas y, peor aún, por cada profesor. También puede haber prejuicios ideológicos, pues la fórmula resulta atractiva para quienes entienden las escuelas como organizaciones productivas, pero repelente para quienes las ven como comunidades educativas, que son la mayor parte de los profesores y los padres. En todo caso, la incertidumbre sobre los resultados del modelo en el sector público se reduciría bastante si se encontraran empresas privadas u órdenes religiosas que hubiesen organizado así la gestión de sus centros. No dejan, en fin, de ser discutibles algunas propuestas, por mucho que parezcan un tanto extravagantes. Entre ellas pueden contarse el adelanto de la hora oficial, para conseguir que los españoles se acuesten antes y estén más tiempo con sus hijos; la supresión de ayuntamientos, exigiendo al menos la reunión de veinte mil habitantes para formar uno, u obligar a los parados a aprender inglés en grupos, aunque no se explique bien qué tienen que ver estas cosas con el bienestar de las personas. Dado el carácter divulgativo del libro, es normal que muchas propuestas se justifiquen con pruebas externas. A veces la prueba es que la reforma se ha llevado a cabo en algún país que el autor admira, como la reducción de ayuntamientos en Dinamarca. Lo más frecuente es citar estudios de economistas. La referencia fundamental es la obra de Daron Acemoglu y James A. Robinson, Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, sobre la importancia de las instituciones para el crecimiento económico. Las reformas educativas se basan en varios trabajos de Eric A. Hanushek y Ludger Woessman sobre la influencia de las competencias de las personas –no del tiempo de escolarización– en el crecimiento económico, y sobre la importancia de la autonomía de los centros, auditados mediante exámenes externos, en las competencias de los alumnos. Garicano pretende que esto es tanto como fundamentar sus reformas en la evidencia, con lo que podría estarse de acuerdo a condición de que añadiera que esa evidencia es reinterpretable. Puede aceptarse que el capital humano causa el crecimiento económico antes que lo
contrario, e incluso la precisión de que una DT (desviación típica) en las puntuaciones PISA incrementa «la tasa de crecimiento promedio anual del PIB en ¡dos puntos porcentuales!» (p. 19, nota). Pero ni siquiera Hanushek y sus colaboradores pretenden haber establecido en sus trabajos una relación general y relevante entre la autonomía de los centros y las competencias de los alumnos. Quizá he dedicado demasiado espacio a justificar mi argumento principal, a saber, que las reformas en economía, política y educación que propone Garicano son discutibles una a una y no forman un paquete coherente, ni lógica ni ideológicamente. Es tiempo –y espacio– de volver a su relación con nuestra calamitosa situación actual. Garicano no las propone para meramente sacarnos de la crisis, sino para librarnos de un futuro peronista, chavista, o incluso franquista, en todo caso catastrófico, que nos espera si no mejoramos la productividad. ¿Qué argumentos nos ofrece para confiar en sus remedios? Realmente pocos. Se limita, en los dos primeros capítulos, a contar que el futuro depende de la innovación, que a su vez depende del capital humano y las instituciones «que protegen y aseguran a nivel económico y político los derechos y regulaciones clave», como los derechos de propiedad o la efectividad de los contratos, según han mostrado Acemoglu y Robinson. Ahora bien, esto no da cobertura a la mayor parte de las propuestas. Quedan fuera, no ya las referentes a los horarios, los ayuntamientos o el inglés de los parados, sino también la de menos Estado, cuestión que separa a los economistas «austeríacos» (el neologismo acuñado por Paul Krugman) de los keynesianos y las políticas europeas de las de Estados Unidos. En general, una cosa es que el capital humano y los derechos de propiedad importen, otra que las reformas concretas que se proponen lleven al aumento de la productividad, y todavía otra que el crecimiento de la productividad elimine, o por lo menos suavice, los ciclos económicos del capitalismo. De todos modos, si el núcleo del libro consistiera en esto, no se diferenciaría de otros anteriores, por ejemplo el de Jorge Juan1, del que Garicano es coautor. Tendríamos un relato sobre la crisis que comienza con la entrada en el euro, el dinero barato y el boom de la construcción, y continúa en clave económica hablando del endeudamiento privado y de la crisis de la banca, o del alza de los costes laborales y el deterioro de la balanza comercial, para acabar proponiendo medidas como la «devaluación interna», el recorte del gasto público o como las que aquí mismo (capítulo10) se proponen para el euro. La diferencia de El dilema de España radica en la pretensión de que sus reformas corrigen los vicios que nos llevaron hace poco a la crisis y pueden llevarnos ahora a una catástrofe peronista. La segunda parte del libro constituye un relato del ciclo económico en el que se injertan las carencias morales e institucionales que amenazan con convertir a España en «la Venezuela de Europa». Este «injerto» de causas morales en el relato económico adopta por lo menos tres versiones de distinta intensidad. En la Introducción, el relato comienza con la entrada en el euro, el dinero barato y el boom de la construcción. La «burbuja», consecuencia económica de todo ello, causó a su vez la devaluación de los estudios y corrompió las instituciones políticas y económicas: «los políticos desmontaron sistemáticamente todas las instituciones independientes para ponerlas a su servicio» (p. 65). Esta versión es, digamos, plausible, aunque sin duda lo de «todas» es algo exagerado y lo de «políticos», algo parcial. Incluso se reconduce fácilmente a términos objetivos. Si el deterioro de la educación y de las instituciones es resultado de la burbuja, la crisis debería haberlo detenido, e incluso revertido. En educación ya ha sido así: la falta de trabajo ha devuelto a las aulas a los jóvenes descarriados por el dinero fácil de la construcción. Ha funcionado la simple lógica de los incentivos: la demanda de educación depende del coste de oportunidad de estudiar, cuyo componente principal es lo que deja de ganarse trabajando. En los comportamientos morales, el proceso está en marcha. La corrupción se investiga y se persigue, la laxitud resulta cada vez más intolerable, los controles se acentúan, el rigor y la exigencia crecen. Verdad es que en esto no se funciona por incentivos, sino por procesos de «diálogo» y consenso social en el seno de las comunidades. En realidad, el mal no afecta a las instituciones propiamente dichas, que son las mismas de antes, sólo que funcionan peor con el auge y mejor con la crisis, dependiendo de los comportamientos que nos toleramos mutuamente. El propio libro de Garicano –con su exageración de los riesgos futuros– puede verse como un producto de este contexto y una parte de este proceso de estabilización automática. En la segunda versión, el desvío a lo moral se produce antes de la burbuja, siendo también ella consecuencia de fallos en las instituciones y los sujetos. «Había factores estructurales importantes (como la caída de los tipos de interés, la inmigración, la demografía) que contribuyeron al origen de la burbuja, pero también hay importantes razones de economía política que resultaron cruciales en su desarrollo. Particularmente importante es el triángulo entre Gobiernos locales y regionales, promotores y Cajas de ahorro» (pp. 57-58), puesto en marcha, por cierto, no por la Ley del Suelo de 1998, sino por la «desafortunada» sentencia del Tribunal Constitucional de 2001 que la derogó. Según esto, parte del crecimiento provocado por la entrada en el euro habría sido bueno, y otra parte malo, producto de defectos en la organización territorial o en la Ley de Cajas de Ahorro, quizás de nivel y naturaleza análogos a los del diseño del euro, que se discuten en el capítulo 10, o a peculiaridades institucionales en
otros países, como la rigidez de la protección social en Francia (sin llegar a la contabilidad creativa de los griegos). Este segundo injerto de lo moral en la cadena de causalidad económica no la destruye, pero la reconduce fuertemente. Serviría para explicar que la crisis en España esté siendo peor que en otros países, o la aparición de reacciones políticas como el separatismo catalán, y animaría a reformas en las Administraciones territoriales (que, por cierto, quedan sin concretar). Pero no justificaría la refundación del capitalismo y la democracia (p. 20) que el autor nos propone, ni tampoco los augurios catastrofistas. El autor insiste en que salir del euro pondría a España en manos de populistas irresponsables En la tercera versión, las malas instituciones y la falencia moral estaban ahí desde el principio, y se manifestaron por omisión: no cortando los efectos de la entrada en el euro. Desde 1995 España crecía más que Estados Unidos o la Eurozona, pero crecía mal: aumentando el empleo, no la productividad. El impulso moral por entonces bastaba: «Los años anteriores a la entrada del euro habían supuesto una profundización del impulso reformista. La posición fiscal española estaba consolidada. Había tenido lugar una oleada de privatizaciones. España contaba con fuertes multinacionales y el sistema financiero era sólido, competitivo y bien capitalizado». Desgraciadamente, la entrada en el euro y el crecimiento por la vía del empleo relajó este esfuerzo reformista e interrumpió las reformas. «Crecer a base de modernizar la economía hubiera requerido reformar los mercados que todos sabíamos que no funcionaban (empezando por el de trabajo), además de la educación y de la Administración de justicia. Era un camino duro, lleno de espinas. En vez de elegir ese camino, España se embarcó en una furiosa huida hacia adelante» (p. 57). Como puede verse, en esta versión el crecimiento fue malo y el error se cifró en que los políticos no crearon las instituciones adecuadas para romper la cadena causal puesta en marcha por la entrada en el euro. España no iba bien cuando el PIB crecía gracias al aumento del empleo, y las autoridades debieron cortarlo mediante las «reformas estructurales» que «todo el mundo» sabía necesarias. Esta versión fuerte parece la única coherente con la propuesta del libro: aumentar la productividad antes que el empleo. Pero, como ya hemos dicho, es innecesario este nexo entre futuro y pasado. Podemos orientar el futuro a la productividad sin renegar del empleo creado en el pasado. Con lo que es coherente esta tercera versión fuerte –que achaca todos los males, en definitiva, a debilidades de la voluntad y fallos en las elites– es con la lógica, digamos «regeneracionista», de que la crisis es el precio que pagamos por no haber seguido la dolorosa senda de la virtud. Consideremos el caso de la «reforma estructural» por antonomasia, la reforma del mercado de trabajo, a la que se dedica el capítulo 4. Vienen proponiéndola desde hace tiempo «algunos de los mejores economistas del trabajo del mundo». Consiste en introducir un contrato único con indemnizaciones crecientes por año trabajado a fin de acabar con la dualidad entre fijos y precarios, pues la dualidad obstaculiza el crecimiento, tanto porque la rigidez de los convenios estorba la innovación como porque la precariedad desincentiva la formación en el empleo. Ahora bien, estos economistas son tan viejos que ya propusieron su reforma para salir de la crisis de los noventa, no aumentando la productividad, que entonces crecía, sino el empleo, que era lo que entonces estaba estancado. Tuvieron algún éxito, pero no la inmodestia de atribuirse todo el crecimiento del empleo que se produjo entre 1994 y 2007 (de doce a veinte millones, algo nunca acontecido en la historia de España y quizá de Europa). La lección parece clara: la reforma laboral no era necesaria para que creciera el empleo. El «mercado» de trabajo puede facilitar el ajuste de oferta y demanda, pero apenas influye en la magnitud de una u otra. Más en general: el crecimiento se produjo con las mismas normas laborales, las mismas instituciones, los mismos funcionarios, los mismos horarios, las mismas costumbres y la misma educación que había durante la crisis anterior y que hay durante la actual. Pero, en vez de reconocer que su pronóstico falló, el profeta nos dice que la realidad se equivocó… por culpa de la debilidad de los políticos. Por muchas otras razones, este tercer relato moral del ciclo económico me parece sumamente objetable. Tiene un grave problema de lógica. Si antes del euro las instituciones eran insuficientes, pero la voluntad buena, y tras el euro falló la voluntad, lo lógico es atribuir el problema a la entrada en el euro. Parece excesivo, en efecto, decir que la burbuja «fue el resultado de una decisión consciente de las Administraciones españolas» tan solo porque, una vez en el euro, no tuvieron el valor de cortar la prosperidad que provocó; pero nadie negará que la entrada en el euro fue una decisión consciente que podría no haberse tomado. El hecho de que sea una decisión muy costosa de revertir, según se nos dice en la Introducción, no significa que fuera acertada (al contrario, la hace aún más estúpida), sino sólo que el remedio, una vez más, no siempre está en deshacer las causas. 
Planta carnívora floreciendo 
Fuera el error entrar en el euro, o lo fuera no cortar la dinámica de aumento del empleo que comportó aquella entrada, su causa, según este tercer relato, hay que buscarla en las personas. No en los españoles de a pie (buenos vasallos cuando tienen buen señor, según han demostrado dejando de fumar: capítulo 6), sino en los gobernantes, o, como mucho, en las instituciones que los seleccionan. De ahí, seguramente, la insistencia del autor en que salir del euro es poner a España en manos de populistas irresponsables que la
llevarían por el camino de Venezuela o Argentina, y que en ningún caso debe dejarse que España se gobierne sola. De este modo, el capítulo 5, No listen the ask, resulta ser el núcleo del libro. Ahora bien, esto implica un enorme voluntarismo. Al final, todo depende de la virtud de los individuos, que se dotan o no de instituciones ‘buenas» dependiendo, ¿de qué? Nuestro autor pretende mantenerse en la teoría utilitarista de la acción, dedicando incluso el capítulo 6 a mostrar que no se trata de genética, ni siquiera de cultura, sino que, con los debidos incentivos, sí podemos (por ejemplo, el carnet por puntos ha disminuido la velocidad en carretera). Pero entonces hace falta incentivar a los gobernantes para que manejen adecuadamente los incentivos, con lo que volvemos a la cuestión de quién custodia al custodio o. más propiamente, de quién incentiva al incentivador. Un problema para el cual, como hace años intentó explicar Talcott Parsons, no hay solución en la concepción utilitarista de la acción. Garicano lo concede al explicar que la clave está en combinar las sanciones «con un claro apoyo social», y al proponernos «emprender una revolución de los hábitos y costumbres más arraigados en España para adaptarlos al mundo en que vivimos» (p. 20). No cabe, desde luego, situar a Garicano entre los «economicistas» o los «materialistas»: las instituciones no funcionan sin la virtud de los ciudadanos. Mi discrepancia radical con este relato, con todo, no tiene que ver con su lógica ni con su voluntarismo, sino con su desprecio por el crecimiento a través del empleo. De acuerdo en que siempre es mejor conseguir un crecimiento dado trabajando menos que trabajando más (hay muchos que ven esto bien para casa, pero mal para el mundo). Pero, en primer lugar, no está nada claro que, tras la entrada en el euro, estuviéramos en situación de elegir. Las cosas fueron como fueron, y la alternativa al crecimiento por empleo parecía, simplemente, no crecer. Supongamos, de todos modos, que la opción existía, si no para los menguados dirigentes españoles, sí para otros más ilustrados y decididos capaces de aprovechar las buenas condiciones objetivas. Si, en vez de esperar a que estallara sola en 2008, el Gobierno hubiera pinchado la burbuja unos años antes, quizá la recesión habría sido «pequeña» en vez de «grande», pero muchos puestos de trabajo nunca se habrían creado. ¿Habría aumentado por ello la productividad de los ya existentes? ¿En cuánto? ¿Tanto como para compensar el producto de los puestos no creados? Por otra parte, en el cómputo del bienestar, ¿consideramos sólo a los residentes al entrar en el euro o incluimos a los inmigrantes que vinieron gracias a la «burbuja»? Esta última pregunta remite a una cuestión crucial, que queda aquí sólo apuntada por obvios motivos de espacio. De modo análogo a como el euro exige construir un consenso moral sobre el conflicto entre los intereses nacionales y los del conjunto de la Unión Europea, la elección entre crecer aumentando el empleo y crecer aumentando la productividad sobrepasa el marco de España y exige decidir hasta qué punto las políticas económicas deben tener en cuenta el bienestar no ya de los ciudadanos, o de los residentes en el país, sino también de los no residentes. En otra jerga, se trataría de cuáles son las externalidades de los modelos nacionales de crecimiento en el resto del mundo. Todavía en otra más, la cuestión sería si las políticas económicas deben orientarse por una ética universal o por una ética meramente ciudadana, o nacional. Me gustaría terminar con una observación biográfica. Garicano cuenta que no se ocupó de España hasta el año 2007 porque había crecido en la creencia de que era un país normal. Quizá por ello, pienso, su reacción ante el desastre posterior sea proponer una regeneración general, desde la educación hasta los horarios. Quien esto firma tiene unos veinte años más que Garicano, suficientes para haber crecido en la creencia de que España era diferente y haber aprendido después, con la experiencia y el estudio, que era un país tan normal y tan diferente como los demás (si acaso un poco más afortunado por haber tenido menos problemas de fronteras que Alemania, Francia o los países eslavos). Quizá por ello miro ahora a mi alrededor y no veo aquí nada que no encuentre en otros sitios. Quizá por ello veo tan claro que una cosa es salir de la crisis –lo que espero que hagamos con el resto de Europa, un poco antes o un poco después, sin poder decidir qué políticas económicas ayudaron y cuáles perjudicaron– y otra bien distinta es mejorar las costumbres y mejorar las instituciones, algo que creo más conveniente hacer una a una y sin urgencias. Julio Carabaña es catedrático de Sociología en la Universidad Complutense. Es autor de Educación, ocupación e ingresos en la España del siglo XX (Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1983), Escalas de prestigio profesional (Madrid, CIS, 1996), con Carmuca Gómez Bueno, Dos estudios sobre movilidad intergeneracional (Madrid, Argentaria-Visor, 1999) y Las desigualdades entre países y regiones en las pruebas PISA (Madrid, Colegio Libre de Eméritos, 2008). 
24/07/2014 
1. Nada es Gratis. Cómo evitar la década perdida tras la década prodigiosa, Barcelona, Destino, 2011. Jorge Juan es el nombre colectivo de Samuel Bentolila, Antonio Cabrales, Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano, Juan Rubio-Ramírez y Tano Santos.
Las buenas compañías 
Santa Teresa también supo de buenas y malas compañías, en el despuntar de su adolescencia. Ella se da cuenta y “escoge” ya para siempre, buscar y rodearse de buenas compañías, cosa que hará siempre, porque entre otras cosas entiende que así estará protegida. Y ante aquellos recuerdos, brota de su pluma el primer consejo a los padres de todos los tiempos: “Querría escarmentasen en mi los padres, y ayudasen a sus hijos a tener buenas compañías”. 
Teresa toma nota y se da cuenta del bien que hace rodearse de buenos amigos, algo que no puede ser impuesto, aunque muchas veces las circunstancias ayudan. Su espíritu sensible encuentra cauce en la buena conversación de sus educadoras, y con suavidad vuelve al gusto de su primera infancia, cuando se quedaba absorta con el pensamiento de que infierno y cielo eran “para siempre, siempre, siempre”. Es aquí, en plena adolescencia cuando Teresa descubre el poder del pensamiento, proceso fundamental de la psicología humana. 
Se da cuenta que entre el cambio de costumbres (comportamiento) y los buenos deseos que María de Briceño le contagia, empieza a surgir en ella la inquietad por ser mejor y a plantearse su futuro de cara a como mejor servir a Dios. Es tiempo de discernimiento y de enfermedades, elementos en su vida que siempre le acompañarán. 
Años más tarde, cuando Teresa elige vivir en la familia carmelitana, comprobará cómo las buenas compañías son luz y fuerza para el caminar, por las que el Señor despierta los buenos deseos. Y así comenzó a gustar de la buena y santa conversación de una monja, discreta y santa, cuando le hablaba de Dios y le decía del premio que daba el Señor a los que todo lo dejan por él. Comenzó esta buena compañía a desterrar las costumbres que había hecho la mala y a poner en su pensamiento deseos de las cosas eternas. El Señor se sirvió también de una buena amiga para despertar los deseos de ser monja. Era una grande amiga que tenía. 
Estaba el Señor grande para disponer a Teresa para sí y le dio una gran enfermedad. Cuando iba para casa de su hermana, descubrió en casa de un tío suyo, la buena compañía de los libros. Aunque estuvo pocos días, la fuerza que hacían en su corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas, y la buena compañía, vino a ir entendiendo la verdad de cuando niña. 
Los niños son fruto del ambiente que respiran. Hacen lo que ven. La educación comienza antes de nacer y dura toda la vida, pero es en los primeros seis años cuando asimilan casi la mayoría de las cosas. Ellos no aprenden por adoctrinamiento o sermones. La vida es la mejor escuela y el hogar el lugar más idóneo para recibir un
buen ejemplo. Se necesitan verdaderos padres que sean testigos, que tengan vida, que arrastren, que llenen de ilusión y esperanza, que vivan lo que creen, con valores y actitudes evangélicas. 
La educación es arte y es tarea difícil, pero se facilita enormemente cuando hay amor, cuando el que crece lo hace en un ambiente de amor y ternura, de acogida, de aliento, de aceptación y amistad, y, además, se rodea de buenas compañías. 
Santa Teresa y el hecho diferencial cristiano 
Daniel de Pablo Maroto, Carmelita Descalzo. “La Santa” 
El título me lo sugiere el lenguaje de algunos políticos de nuestro tiempo que andan a la búsqueda de la propia “identidad” de los pueblos insistiendo en lo “diferente” cuando hay tantas cosas que tenemos los humanos en común. Referido a santa Teresa, lo “propio” suyo, lo personal -su familia, su condición social, su cultura humana, su ser de mujer, su pertenencia a la raza judía y otras condiciones individualizantes-, cuenta poco en el conjunto de su personalidad. Si hay algo que la “especifica” y cualifica en lo más profundo del ser es lo “cristiano”. Siendo cristiana, se hizo “santa”, no por el hecho de estar bautizada ni aceptar las creencias del cristianismo, ni siquiera por cumplir su moral y practicar su culto, sino porque Dios la eligió y la predestinó a ser imagen de Cristo. 
Si hoy recordamos a Teresa de Jesús, Teresa de Ávila; si turistas y peregrinos la visitan en el lugar de su nacimiento, Ávila, y de su muerte, Alba de Tormes, no es por el sustantivo, Teresa-mujer, hija y nieta de judíos, abulense, española, escritora, etc., sino por el adjetivo calificativo, la “Santa”, reconocido oficialmente por la Iglesia en 1614 (beatificación) y 1622 (canonización). Pero lo “santo” no le pertenece a Teresa como una propiedad heredada de la familia o conseguida por propios méritos, sino que es un don gratuito del Espíritu Santo, como ella reconoce permanentemente en sus Obras escritas... 
El artículo completo en el Doc. PDF 
Documentación: SANTA TERESA Y EL HECHO DIFERENCIAL CRISTIANO
Javier Marías dice que “el éxito Teresa de Jesús fue su fracaso literario” 
Juan Rubio 
“El auténtico estilo de Teresa; lo que nos invita a leerla y admirarla , es su fracaso literario. Aquella alma inmensa, desmesurada, tan libre y tan sumisa, llama de amor viva, no puede contemplarse con los anteojos de la literatura. Sería un pecado mortal y el Señor iba a demandárnoslo”. A esta conclusión llegaba el novelista Javier Marías ( Madrid, 1951) en su breve ensayo: “El libro de la Vida. Éxito y fracaso de Santa Teresa”, integrado en el capítulo 7 del libro “Breve biblioteca de autores españoles” (Seix Barral), coordinada por el profesor Francisco Rico. En esta gavilla de ensayos literarios, se prendía “dar una idea suficientemente justa, equilibrada y sugestiva de la literatura española entre la Edad Media y el Seiscientos”, mediante doce ensayos, encargados a doce escritores de prestigio, abordar obras de grandes clásicos españoles. Y entre los clásicos, El Libro de la Vida, de Teresa de Jesús; y el encargado, el novelista Javier Marías, alguien que no destaca por su afición a los “arrobamientos místicos”. Y lo hace con un respeto y una gran honestidad intelectual. Vale la pena leer el ensayo. Marías, comienza advirtiendo que para Teresa, la escritura de este libro es parte de su proceso vital. El lector parece encontrarse con un viaje interior. Cuando el viajero se acerca a la región a la que quería llegar, más crece su impresión de que se está alejando. Su duda y su lucha por seguir, aún a tientas, no es solo el deseo de estar llegando al destino acertado y no equivocarse, sino también escribir las etapas de este incierto viaje interior, adquiriendo “conocimiento”, “llegar a saber”, en definitiva. Teresa experimenta la impotencia de narrar “algo” que no se puede narrar. Para Javier Marías, la grandeza del libro es la “odisea” por escribir sus “extraordinarias vivencias”, algo que comenzó en 1555, aunque lo rechazó por creer que eran “cosas del demonio”. Debían contener aquellos apuntes, parte de los cuales integraría en este libro escrito entre 1562 y 1565, muchos elementos de gran interés, que no se han conservado. Y es que, como recuerda Marías, subrayando aún más esa “odisea”, no eran tiempos como para andarse con cien ojos. La tradición literaria del siglo XVI desaconsejaba el estilo de literario de las confesiones, por considerarlo pecado de soberbia. Además, podría acusársele de otro pecado, el de orgullo y vanidad, intentando “enmendar la plana” a San Agustín, cuyas Confesiones acaban de ser publicadas y ella había leía con entusiasmo. Pero, claro está que no solo se trataba de eso. Había algo más. Nadie olvidaba sus orígenes conversos, la susceptibilidad ante asuntos relacionados con experiencias místicas cuando Los Alumbrados estaban siendo perseguidos por la Inquisición; su salud no era buena y su tiempo, viajando para las fundaciones, era escaso; la reforma del Carmelo, por otra parte, no eran aún bien vista por altas jerarquías; y, por supuesto, su condición femenina no era la más apta para esta “odisea” . El nuncio papal, Filippo Sega le llegó a recriminar su tarea: “Fémina inquieta y andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción, inventa malas doctrinas, andando fuera de la clausura y enseñando como maestra lo que san Pablo enseñó , mandando que las mujeres no enseñasen…” ( Recuerda aquí Javier Marías las dificultades que hubo, por ser mujer, cuando se le quiso nombrar patrona de España, o cómo hasta 1970 no fue declara Doctora de la Iglesia, después de que el papa Pio XI, en 1922, cerrara el expediente con un simple “obstat sexus”) Pero la voluntad de expresarse de Teresa, iba unida a su esperanza de que aquello sirviera de algún provecho, no solo para sus monjas, sino para las personas de cualquier clase , condición u oficio.
Para el novelista, no eran estas las principales dificultades que Teresa encontraba, pues bien sabía superarlas con donaire y valentía. La dificultad más grave era la de lograr dar forma a una experiencia mística y buscar cómo prestar el lenguaje a una vivencia única, a un sentimiento tan íntimo. Aunque contaba con el auxilio divino, solo el talento propio, podría ayudarle en la lucha. Es verdad que leía; y mucho, aunque algunos críticos hayan abultado sus lecturas. Conocía Las Confesiones de San Agustín; La subida al Monte Sión, de Fray Bernardino de Laredo ( (1536) , el Tercer Abecedario de Francisco de Osuna (1492) y el Audi Filia (1556) de Juan de Ávila. Sin embargo, Teresa no era “una buena lectora” . No se detenía en el estilo o la forma, sino en aquellos elementos que concordaran con lo que ella sentía. No le atraía en los libros la literatura. Buscaba solo el “el libro vivo” . Las experiencias ajenas que leía, no las tomaba, si no las había experimentado antes. Y ello pese a estar de belleza, como eran el caso de algunos textos de escuela franciscana, o la prosa excelsa de Juan de la Cruz. El Libro de la Vida es un empeño desesperado por expresar lo que sentía, pero evitaba entrar y contar al meollo; prefería no pasar de la corteza. Y era ese pudor el que le producía una impotencia que llegaba a deprimirla, pero a no a desalentarla. Y por eso seguía. En el estilo se nota cómo tiende a jadear, atropellándose antes de fluir. Los componentes de las frases le llegan todos de una vez; y los ensarta como buenamente puede, sin que, a veces, pueda ayudarle la sintaxis. Por eso, le lector no encontrará en el texto lances significativos, porque ella no hace lo que haría un cronista normal, recoger hechos exteriores. A ella le interesa solo escuchar la resonancia “en este pequeño cielo de nuestra alma” . El Libro de la Vida se adelgaza de contenidos objetivos hasta quedarse desnudo. Y ese es, para el afamado novelista madrileño, el deseo de Teresa y el valor que la obra tiene para nosotros. Ese es el atractivo que hace que guste su lectura: la dificultad de reflejar sentimientos que desbordan la escritura. Hubiera podido escribir otra cosa; o de otra manera, usando el lenguaje coloquial, pero ella no buscaba eso. Sus deseos y logros no van por la literatura, sino por otros derroteros. Por eso el resultado es menos espontáneo, lo cual no quiere decir que no haya en el libro momentos de altura estremecedores, especialmente cuando con una gran simplicidad se acerca a las comparaciones. “Su verdadero éxito, el que nos invita a admirarla y leerla, es precisamente su mismo fracaso literario”, concluye Marías en este pequeño ensayo que recomiendo en este año dedicado a la santa. 
Una molesta pregunta de Hans Küng: ¿Morir feliz? 
Juan Jose Bosch, 15-Octubre-2014 
Juanjo Bosch Sintes, canario, ingeniero y alto funcionario del Estado ya jubilado, residente en Madrid, coetáneo mío, católico decepcionado, seguía y apoyaba ATRIO desde hace años. Hay aparece por primera vez en ATRIO para hablarnos de un libro que ha dado ya titulares antes de traducirso. Él ya lo ha leído ya en alemán y nos expone su controvertido contenido con rigor y respeto a la figura del gran teólogo Hans Küng. Al final de su artículo publicamos la referencia al libro y su índice. ¡Bienvenido, Juanjo! 
Glücklich sterben? o en su traducción literal en castellano ¿Morir feliz? es el último libro del siempre polémico teólogo cristiano y profesor Hans Küng.
Hans Küng, nacido en Sursee (Lucerna,Suiza) el 19 de marzo de1928, ha publicado cerca de cuarenta libros de teología muy conocidos y casi siempre polémicos lo que le ha llevado a la suspensión por parte de la Iglesia de la enseñanza de Teología en centros católicos pero no a dejar de ser sacerdote católico en activo ya que ni su obispo ni la Santa Sede le han secularizado. 
Son sin embargo bien conocidos los encontronazos que como profesor y teólogo ha tenido frecuentemente con la Iglesia y Curia Romanas en casi todas sus publicaciones. Porque Hans Küng ha sido un defensor a ultranza del aggiornamiento de la Iglesia Católica tal como lo defendieron en su día el Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. No tuvo, por lo tanto, la simpatía de Juan Pablo II ni de su sucesor Benedicto XVI de quien había sido amigo en los años sesenta al coincidir como profesores en la Universidad de Tubinga. Sin embargo, últimamente, ya retirado Ratzinger han tenido ambos en Roma un cordial encuentro en el que, al parecer, se evitaron los temas polémicos 
Hans Küng padece a sus 86 años de un Parkinson creciente así como de una degeneración macular también en aumento. Esta disminución de sus facultades personales le ha llevado a escribir éste su último libro no sin algunas dificultades de última hora con la Editorial muniquesa Piper a raíz de un agravamiento de su enfermedad de Parkinson en junio de este año, felizmente superado, lo que le ha llevado a dedicar el libro y a terminarlo en su Postscriptum con el “agradecimiento a sus médicos, terapeutas, cuidadores y a todos aquellos que le han asistido”. 
El tema, dicho claramente en el profundo sentido de la palabra griega, es el de la eutanasia, esto es una muerte buena, digna, leve, hermosa o feliz. Este sentido ha sido recogido también claramente por el diccionario de la R.A.E. en sus dos acepciones de: “Muerte sin sufrimiento físico” y “Acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable para poner fin a sus sufrimientos”. Este tema ha sido una preocupación constante de Hans Küng en sus últimos años y a él ha dedicado en los noventa un libro “Morir dignamente” en colaboración con su amigo Walter Jens y un capítulo del tercer libro de sus memorias “Erlebte Menschlichkeit o Humanidad vivida” aún no publicado en español. 
Su tesis, desde su profunda fe en el Dios de Jesús y en la vida eterna, dicho brevemente, es que Dios, ciertamente, nos da la vida pero que el hombre –toda persona– es responsable de ella a lo largo de toda su vida y también de su muerte cuando se dan ciertas circunstancias que permitan adoptar esa decisión consciente y responsablemente. Y es que Dios en su bondad quiere siempre para el hombre la felicidad que éste ha de procurarse justamente con arreglo a los principios ético-morales a los que también Hans Küng ha dedicado muchos esfuerzos en favor de una Ética Mundial. 
El tema de la eutanasia o de la muerte feliz, digna… es, sin embargo, un tema siempre polémico, sobre todo en Alemania después de las ejecuciones masivas hitlerianas de la Segunda Guerra Mundial. Polémico también por su posible mal uso, principalmente por terceros. 
Escuetamente, el uso y la defensa que hace Hans Küng de la eutanasia es el del derecho de todo hombre, creyente o no, a disponer de su vida cuando sus condiciones vitales sean tan precarias que no pueda vivir una vida que pueda llamarse razonablemente humana, es decir en condiciones de salud tan malas que los sufrimientos o las condiciones vegetativas derivadas de un alargamiento artificial de la vida hagan considerar razonablemente que ese paciente no merezca ya el nombre de persona. 
Las dificultades principales para un correcto y responsable uso de la eutanasia vienen, a juicio de Hans Küng derivadas de la no adaptación a las actuales circunstancias de la sociedad en que vivimos, principalmente en dos ámbitos: el jurídico y sobre todo el religioso. Se queja el autor, en efecto, de la insuficiente regulación jurídica y del atraso en su adaptación a las circunstancias actuales de las religiones cristianas, la protestante y, en particular la católica. 
Sin embargo defiende, en general, la actuación médica y su creciente adaptación a técnicas paliativas del dolor a medida que los avances actuales producen el alargamiento de la vida con sus inevitables secuencias de sufrimiento y de aumento de demencias. Está a favor de la política de residencias para enfermos terminales donde estos puedan morir en un ambiente lleno de comprensión y cariño en presencia y con participación de sus seres más queridos. Alaba también la presencia de movimientos de ayuda a morir dignamente como EXIT o la Sociedad Alemana por la Muerte Humana (DGHS), por la que ha sido premiado, así como la política de ciertos Estados como Suiza, Bélgica, Holanda u Oregón en Estados Unidos.
En definitiva, desde su larga experiencia vital y desde su profunda fe en el Dios de Jesús, en el Abba amantísimo , Küng cree que el cristiano creyente debe vivir su propia cruz, pero no a imitación de Jesús, como mantiene la doctrina más tradicional cristiana de aceptación del sufrimiento, sino como correlación o correspondencia, es decir, en sus propias palabras: “El reto del seguimiento de la cruz es éste: cargar cada uno con su propia cruz, colocarse en el riesgo de su propia situación y, a pesar de la inseguridad del futuro, marchar por su propio camino”. 
Según el autor, pues, la tarea de todo cristiano en el mundo actual es luchar contra el sufrimiento, la pobreza, el hambre, las desigualdades sociales, la enfermedad y la muerte. Por ello no hay que buscar el sufrimiento sino soportarlo, pero no sólo soportarlo sino luchar contra él. Seguir la propia cruz y la ayuda a morir, consecuentemente, no son para él términos excluyentes. 
Al respecto cita elogiosamente el libro del filósofo español de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Monclús “La Eutanasia, una Opción Cristiana” (Madrid 2010) y con él la esperanza de constatar la existencia de distintas corrientes cristianas opuestas a la inamovible e inveterada opción de la Iglesia oficial de considerar todo tipo de eutanasia como crimen y pecado, lo que ha llevado a considerar este tema, incluso socialmente, como tabú. 
En consecuencia según su punto de vista su compromiso por una muerte digna y con ayuda es un asunto totalmente personal; no es tema de otros, sea la Fundación de Ética Mundial o el Instituto de Ética Mundial. Y continúa: “Estoy convencido de hablar en nombre de muchas personas que buscan para su muerte una ayuda responsable… Pero ninguna ayuda a morir es aceptable si va en contra de los principios básicos de una Ética Mundial. Tanto la regla de humanidad como la regla de oro de subordinarlo todo al mantenimiento de la reciprocidad y al respeto por la vida.” 
Y termina el libro con una bella oración de alabanza a Dios de la que reproduzco sólo la última estrofa: 
Así, pues, pongo también, sereno y confiado, mi futuro en tus manos. 
Sean muchos años o pocas semanas 
Me alegro por cada nuevo día que me regalas, 
Y abandono en ti, lleno de plena confianza y sin preocupación 
Ni miedo, todo aquello que aun me aguarda. 
Pues tú eres el principio de todo principio 
Y el centro de todo centro 
Y también el fin de todo fin 
Y la meta de toda meta. 
Te doy gracias, mi Dios, 
Porque eres siempre amigo 
Y tu bondad dura eternamente. 
Amén. Así sea. 
HANS KÜNG GLÜCKLICH STERBEN? (¿Morir Feliz?) Editorial Piper, Munich, septiembre 2014
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  • 1. Mari Paz Sánchez Gira por España de la campaña «Una sola familia humana, alimentos para todos"- #SinHambreen2025 Viernes, 17 octubre, 2014 De la mano de las entidades promotoras en España (*) de la campaña global “Una sola familia humana, Alimentos para todos” –lanzada en diciembre de 2013 bajo los auspicios del Papa Francisco con el objetivo de terminar con el hambre en 2025—, 11 ciudades españolas acogerán, a partir de hoy y hasta el 29 de octubre, un intenso programa de debates en el que un grupo de expertos procedentes de Camboya, Camerún y Ecuador explicarán los proyectos que llevan a cabo en sus respectivas comunidades para garantizar el acceso a la alimentación de las personas más vulnerables. El programa incluye también actuaciones en casi todas las ciudades de la gira del Grupo de Baile «Tahen» de Camboya, algunos de cuyos integrantes son niños víctimas de las minas antipersona. Acto de lanzamiento en Madrid El punto de partida de estas actividades tuvo lugar ayer por la tarde, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, donde Cáritas y Manos Unidas celebraron un acto con motivo del Día Mundial de la Alimentación, que estuvo moderado por Mª Angeles Fernández, directora del programa «Últimas Preguntas» de TVE, y en el que intervinieron monseñor Enrique Figaredo (Camboya), Billian Nyuykigha (Camerún), Marjorie Elizabeth Intriago (Ecuador) y José García Fernández (España), así como el grupo «Tahen».
  • 2. Protagonistas de experiencias de esos mismos países y de proyectos locales en España serán también los que van a participar en los coloquios que en las próximas semanas van a celebrarse en Zamora y Salamanca (17 de octubre), Oviedo (18 de octubre), Santander (20 de octubre), Burgos (21 de octubre), Logroño (22 de octubre), Zaragoza (23 de octubre), Teruel (24 de octubre), Valencia (27 de octubre), Jaén (28 de octubre) y Sevilla (29 de octubre). Derecho de todos a una nutrición suficiente, sana y adecuada Con motivo del Día Mundial de la Alimentación, Cáritas y Manos Unidas, junto al resto de organizaciones involucradas en la campaña “Una sola familia humana, Alimentos para todos”, han suscrito un Manifiesto –presentado ayer en el acto del Círculo de Bellas Artes de Madrid—en el que se constata cómo a fecha de hoy todavía una de cada nueve personas sufre desnutrición crónica, mientras que en el mundo se desperdicia el 30% de todos los alimentos producidos. Por eso, ante el escándalo que supone que 805 millones de personas sigan pasando hambre en el mundo, estas dos organizaciones reclaman el derecho de todos los seres humanos a una nutrición suficiente, sana y adecuada, como parte esencial de una vida digna. Se lanza, además, un llamamiento a la ciudadanía a comprometerse con la realización efectiva del derecho a la alimentación de todas las personas mediante una apuesta personal y comunitaria a mantener estilos de vida basados en el consumo responsable y sostenible, que evite, por ejemplo, el desperdicio de los alimentos. En el Manifiesto se insta a los poderes públicos para que sitúen, a nivel estatal y europeo, el derecho a la alimentación en el centro de las estrategias de Gobierno, y lo protejan de los intereses del mercado. Y urge a los responsables políticos a acometer el objetivo de acabar con el hambre –la manifestación más extrema de la pobreza-- en la nueva agenda de desarrollo “Post2015”; a respaldar un modelo agrícola sostenible, destinando al menos un 10% de la Ayuda Oficial al Desarrollo a la agricultura familiar; a dar prioridad a la producción de alimentos sobre el cultivo de agrocombustibles; y a articular un marco regulador que evite la inflación del precio de los alimentos y su desperdicio. Por último, se reclama la puesta en marcha de un acuerdo internacional que frene el cambio climático, que propicie modelos más sostenibles de producción de energía y de alimentos, y que cuente con la financiación adecuada para que las comunidades más vulnerables se puedan adaptar a sus efectos negativos.
  • 3. (*) La campaña Una sola familia humana, alimentos para todos, lanzada en diciembre de 2013, es una iniciativa auspiciada por el Papa Francisco y realizada por la Confederación Caritas Internationalis con el objetivo de terminar con el hambre en 2025. En España, Cáritas y Manos Unidas han decidido sumar sus esfuerzos y colaborar de manera fraterna en la puesta en marcha de esta campaña a nivel nacional, en la que participan también Obras Misionales Pontificias de España y las organizaciones que, junto a Cáritas y Manos Unidas, trabajan en el marco de la iniciativa “Enlázate por la Justicia”: Justicia y Paz España, CONFER y Redes. Europa no impide que sus empresas importen “minerales conflictivos” 17/10/2014 Ahora mismo no hay manera de saber qué están haciendo las empresas europeas para evitar la financiación de los conflictos bélicos o los abusos de los derechos humanos. La Unión Europea está fracasando en la tarea de acabar con el comercio de los “minerales conflictivos”. La llegada a Europa de minerales, por valor de miles de millones de euros, se produce sin que exista constancia de que sus compras no sirven para financiar a grupos armados o alientan violaciones de los derechos humanos, dice una nueva investigación de Global Witness y de Amnistía Internacional. La difusión del estudio se produce cuando el Parlamento Europeo está a punto de discutir el borrador de una ley que debería abordar la cuestión, según PANA. “Ahora mismo no hay manera de saber qué están haciendo las empresas europeas para evitar la financiación de los conflictos bélicos o los abusos de los derechos humanos”, dijo Michael Gibb, de Global Witness. “La Comisión Europea ha propuesto una legislación para abordar el problema, pero el proyecto de ley actual no va muy lejos; apenas sugiere a las compañías que tengan un control voluntario y que declaren la procedencia de los minerales. Los estudios demuestran que las compañías sencillamente no comprueban sus cadenas de suministro a menos que estén obligadas. Diciéndolo de manera cruda, la legislación no va a reducir significativamente el comercio de minerales procedentes de los conflictos”, aseguró Gibb. Los minerales, que acaban en productos tales como teléfonos móviles, ordenadores portátiles, coches o bombillas, pueden servir para pagar a grupos armados o fuerzas de seguridad que explotan e infligen violencia a las comunidades locales. En la República Democrática de Congo o en la República Centroafricana, el comercio ha
  • 4. alimentado conflictos sangrientos responsables del desplazamiento de millones de personas. La Unión Europea representó casi una cuarta parte del comercio mundial de estaño, tungsteno, tántalo, oro y otros metales el año pasado. En ese mismo periodo, la UE ha importado 240 millones de teléfonos móviles y más de 100 millones de portátiles, todos los cuales contienen alguno de estos minerales. Actualmente las empresas no están obligadas a garantizar la adecuada procedencia de los productos. “Tenemos buenas razones para pensar que las empresas europeas se están beneficiando de un comercio de minerales que está llenando los bolsillos de grupos armados abusivos en países ricos en recursos como Congo y Colombia”, dijo Audrey Gaughran, de Amnistía Internacional. Estados Unidos y una docena de países centroafricanos han tomado algunas medidas para que las empresas investiguen las cadenas de suministro de sus proveedores, pero no la Unión Europea, que corre el riesgo de convertirse en un importante centro comercial para los minerales conflictivos. Fuente: Mundo Negro La doble liberación de Ángel Amílcar El hondureño preso injustamente durante cinco años en México ha obtenido su libertad y, además, ha decidido perdonar a sus torturadores Priscila Navarrete México 18 OCT 2014 - 01:49 CEST7 Ángel Amílcar Colón durante la conferencia por su liberación / TOMAS BRAVO (REUTERS) Ángel Amílcar Colón tiene un objetivo en mente: formalizar su relación con July Baltazar, la mujer con la que tuvo a sus dos hijos. “Quiero tener uno o dos hijos más, construir un pequeño patrimonio y volver a reivindicar mi trabajo con la comunidad”. Ángel ha tenido que esperar cinco años y nueve meses, tiempo que estuvo preso injustamente en una cárcel federal de México. Ángel Amílcar fue puesto en libertad el pasado 15 de octubre. La Procuraduría General de la República (Fiscalía) reconoció que no tenía elementos que probaran la culpabilidad de Ángel por los delitos de delincuencia organizada y acopio de armas, entre otros. “Esto es un triunfo de la verdad y la justicia contra el mal”. July Baltazar, esposa de Ángel Colón / Saúl Ruíz Amnistía Internacional y la ONG Centro Prodh lo habían declarado preso de conciencia en julio pasado, cuando dieron a conocer su caso, explicaron todas las inconsistencias del proceso y consideraron que su detención se debía a su condición de migrante, hondureño y garífuna (afrodescendiente). “Las cárceles mexicanas están llenas de presos de conciencia”, declaró Denise González, abogada defensora de Colón. Desde su país también hubo pronunciamientos para liberar a Ángel. En semanas pasadas el Doctor
  • 5. Roberto Herrera, ombudsman de Honduras, se reunió con autoridades de la Fiscalía mexicana, quienes le aseguraron que habría avances en el caso. El periplo de Ángel comenzó en enero de 2009, cuando decidió dejar Honduras para ir a Nueva York a conseguir trabajo y poder mandar dinero para costear el tratamiento de su primogénito, aquejado por un cáncer. Su hijo murió seis meses después de su partida y Ángel no pudo llamar a su pareja para consolarla. Durante los cinco años que estuvo preso murió no sólo su hijo. “Murió la hija mayor de mi hermana, mi tía, mi hermano, mi mamá. En ningún momento se me dio la oportunidad de hacer una llamada y dar el pésame a mis hermanos”. Al iniciar el viaje hacia el norte, el traficante de personas que prometió llevar a Ángel Colón a EE UU lo abandonó al entrar a México, él consiguió llegar hasta el Distrito Federal en la caja de un tráiler junto a 119 personas. Después de dos meses de viaje logró llegar a la ciudad fronteriza de Tijuana, en donde otro traficante lo llevó a una casa. “Llegué bajo amenazas y engaños”. Días después escuchó disparos y gritos. Eran los años más violentos de la guerra contra el narcotráfico emprendida por el expresidente Felipe Calderón. “Corrí por mi vida”. Ahí fue cuando lo detuvieron y lo acusaron de posesión de drogas y armas y delincuencia organizada. La Policía Federal lo detuvo 15 horas, después lo entregaron al Ministerio Público, que lo entregó al Ejército en donde fue interrogado bajo tortura. “Para evitar la macaneada que pretendían darme comencé a realizar las peticiones que me pedían: me pusieron a limpiar los zapatos de otros detenidos con mi saliva, dar mi vestimenta a otros, realizar posturas militares que no sabía. Me insultaban. Me convirtieron en el payaso que divierte a su público”, asegura en su declaración escrita. Aunque su liberación se dio el miércoles pasado, la sede del Instituto Nacional de Migración en Nayarit, Estado en donde se encuentra la prisión en donde estaba, no dejó que volara hacia la Ciudad de México porque dijeron desconocer el otorgamiento de la visa humanitaria que solicitaron sus abogados con el fin de que Colón siga en el país para resolver la situación de reparación de daños. Ángel Colón asegura sentirse melancólico y alegre por lo que le está pasando y ha decidido también liberar su conciencia. “Una manera de liberarme es que he tomado la decisión de perdonar a todas aquellas personas que me hicieron daño para aliviar la carga”. Aunque perdona, Ángel sigue exigiendo justicia ya no sólo para él, sino para que a nadie más le vuelva a pasar lo mismo. La reparación de daños que pide Colón no se refiere necesariamente a una compensación económica sino a “la investigación de las personas que me torturaron. Quisiera asegurarme de que el Estado va a hacer su investigación para que llegue la aplicación de la justicia”. Ángel espera la llegada de su esposa en cualquier momento, tiene pocas certezas y entre ellas está la de volver algún día a Honduras para seguir luchando con las ONG de las que forma parte como la Organización Fraternal Negra Hondureña. “Las angustias las traigo pero estoy mucho más alegre, ya sonrío más”, dice Ángel Colón mientras confiesa sentirse aliviado porque a pesar de todas las entrevistas que ha dado, todavía no le duele la cabeza. Dios nos ha dado el Cielo como anticipo de eternidad, dijo Francisco 2014-10-17 Radio Vaticana (RV).- (Con audio. Actualizado con video) A través del Espíritu Santo, Dios ha dado a los cristianos el Cielo como “anticipo” de eternidad. Pero a veces los cristianos se olvidan de este don para seguir una vida “opaca” e hipócrita. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina presidida en la capilla de la Casa de Santa Marta. El Pontífice destacó que el Espíritu Santo es el “sello” de luz con el que Dios ha dado el Cielo a los cristianos, los cuales, muchas veces, olvidan esta luz a cambio de una vida de penumbra o, peor aún, de luz falsa, esa que brilla en la hipocresía. El Papa reflexionó siguiendo la lectura de Pablo, que explica a los cristianos de Éfeso que, por haber creído en el Evangelio, recibieron “el sello del Espíritu Santo”. Y explicó que con este don, Dios “no sólo nos ha elegido”, sino que además nos dado un estilo, “un modo de vivir, que no es sólo “una lista de hábitos”, es algo más, es, precisamente, “una identidad”: “Nuestra identidad es precisamente este sello, esta fuerza del Espíritu Santo, que todos nosotros hemos recibido en el Bautismo. Y el Espíritu Santo ha sellado nuestro corazón y, además, camina con nosotros.
  • 6. Este Espíritu, que había sido prometido – Jesús lo había prometido – esto Espíritu no sólo nos da la identidad, sino que también es anticipo de nuestra herencia. Con Él el Cielo comienza. Nosotros estamos viviendo precisamente este Cielo, esta eternidad, porque hemos sido sellados por el Espíritu Santo, que precisamente es el inicio del Cielo: era el anticipo; lo tenemos en nuestras manos. Nosotros tenemos el Cielo en nuestras manos con este sello”. Francisco prosiguió explicando que sin embargo tener el Cielo como anticipo de eternidad no impide a los cristianos “resbalar al menos en un par de tentaciones”. Primero – afirmó textualmente – “cuando nosotros queremos, no digo borrar la identidad, sino volverla opaca”: “Es el cristiano tibio. Es cristiano, sí. Va a Misa el domingo, sí. Pero en su vida la identidad no se ve. También vive como un pagano: puede vivir como un pagano, pero es cristiano. Ser tibios. Volver opaca nuestra identidad. Y el otro pecado, aquel del que Jesús hablaba a sus discípulos y hemos oído: ‘Estén atentos a la levadura de los fariseos, que es la hipocresía’. ‘Hacer de cuenta que’: yo hago de cuenta que soy cristiano, pero no lo soy. No soy transparente, digo una cosa – ‘sí, sí, soy cristiano’ – pero hago otra que no es cristiana”. En cambio, y el mismo Pablo lo recuerda en otro pasaje, una vita cristiana vivida según la identidad creada por el Espíritu Santo trae como dote – subrayó el Papa – dones de otro calibre: “Amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí. Y éste es nuestro camino hacia el Cielo, es nuestro camino, que hace que comience el Cielo desde acá. Porque tenemos esta identidad cristiana, hemos sido sellados por el Espíritu Santo. Pidamos al Señor la gracia de estar atentos a este sello, a nuestra identidad cristiana, que no sólo es promesa, no, ya la tenemos en nuestras manos como anticipo”. (María Fernanda Bernasconi - RV). Papa Pablo VI Beato: “El amor por las Misiones es amor por la iglesia, es amor por Cristo!” Ciudad del Vaticano – “¡El amor por las Misiones es amor por la iglesia, es amor por Cristo! Ningún cristiano puede replegarse sobre sí mismo, sino que debe estar abierto a las necesidades espirituales de aquellos que no conocen a Cristo, y son cientos de millones”: con estas palabras el Santo Padre Pablo VI se dirigía a los directores diocesanos de las Obras Misionales Pontificias de Italia, recibidos en audiencia el 28 de junio de 1978, pocas semanas antes de su muerte. En la Jornada Misionera de este año 2014, en la conclusión del Sínodo extraordinario de los Obispos, el Papa Pablo VI , civilmente Giovanni Battista Montini, será proclamado beato. En sus quince años de pontificado Pablo VI dio un fuerte impulso a la conciencia misionera de la Iglesia, a la animación y
  • 7. cooperación misionera, continuando con un compromiso que ya había manifestado como arzobispo de Milán. En el Magisterio misionero de Pablo VI surgen el Decreto conciliar “Ad Gentes” sobre la actividad misionera de la Iglesia, completado por el Motu Proprio “Ecclesiae Sanctae”, con las normas para la aplicación de ciertos decretos del Concilio Vaticano II; el mensaje “Africae terrarum” en defensa de la identidad africana y sus valores tradicionales; la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi” sobre el compromiso de anunciar el Evangelio a los hombres de nuestro tiempo. Junto a estos documentos no podemos pasar por alto la gran cantidad de cartas, mensajes y discursos, a todos los niveles y en las ocasiones más diversas, sobre la responsabilidad misionera de toda la Iglesia. Con las Cartas Apostólicas “Benegnissimus Deus” y “Graves et Increscentes” destacó la importancia y relevancia de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol y la Pontificia Unión Misionera. En su carta a la Conferencia Misionera Internacional en Lyon , que conmemoraba el aniversario de la Obra Pontificia para la Propagación de la Fe, pidió una toma de conciencia del problema moderno de la evangelización con el fin de renovar el impulso a la actividad misionera. En su mensaje al Congreso Misionero de México y América Latina recomendó a todas las iglesias locales el realizar un esfuerzo pastoral conjunto “para hacer de toda la Iglesia de América Latina una Iglesia misionera”. A lo largo de su pontificado, a excepción del 1964, el Papa Pablo VI envió siempre un mensaje con motivo de la Jornada Mundial de las Misiones de octubre. El último, que ya había preparado antes de morir, insiste una vez más en la responsabilidad de todo el pueblo de Dios para con la obra misionera. Pablo VI fue el primer Papa en visitar todos los continentes y las tierras de misión : Tierra Santa y la India en 1964, Europa en 1967, América en 1968, Africa en 1969, el Lejano Oriente y Oceanía en 1970 en su encuentro con las Iglesias jóvenes, siempre las invitó a tomar conciencia de su responsabilidad misionera, ya sea en sus propios territorios como en todo el mundo. Papa Francisco en el Día Mundial de la Alimentación: Para vencer el hambre es necesario cambiar las políticas de ayuda y desarrollo
  • 8. Ciudad del Vaticano, 17 octubre 2014 (VIS).-Hoy, 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación, la jornada instituida en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), para sensibilizar a la opinión pública sobre el problema alimentario y fortalecer la solidaridad en la lucha contra el hambre, la desnutrición y la pobreza. Con esa ocasión el Santo Padre ha enviado un mensaje al Director General de la FAO, José Graziano da Silva, del que reproducimos amplios extractos. ''Un año más, la Jornada Mundial de la Alimentación se hace eco del grito de tantos hermanos y hermanas nuestros que en diversas partes del mundo no tienen el pan de cada día...A pesar de los avances que se están realizando en muchos países, los últimos datos siguen presentando aún una situación inquietante, a la que ha contribuido la disminución general de la ayuda pública al desarrollo''. ''El tema propuesto por la FAO para la presente Jornada –Agricultura familiar: Alimentar al mundo, cuidar el planeta– pone de relieve la necesidad de partir de las personas, como individuos o como grupos, a la hora de proponer nuevas formas y modos de gestión de los diferentes aspectos de la alimentación. En concreto, es necesario reconocer cada vez más el papel de la familia rural y desarrollar todas sus potencialidades...La familia, de hecho, favorece el diálogo entre diversas generaciones y pone las bases para una verdadera integración social, además de representar esa deseada sinergia entre trabajo agrícola y sostenibilidad: ¿quién se preocupa más que la familia rural por preservar la naturaleza para las próximas generaciones? ¿y a quién le interesa más que a ella la cohesión entre las personas y los grupos sociales?'' ''Defender a las comunidades rurales frente a las graves amenazas de la acción humana y de los desastres naturales no debería ser sólo una estrategia, sino una acción permanente que favorezca su participación en la toma de decisiones, que ponga a su alcance tecnologías apropiadas y extienda su uso, respetando siempre el medio ambiente. Actuar así puede modificar la forma de llevar a cabo la cooperación internacional y de ayudar a los que pasan hambre o sufren desnutrición...Nunca como en este momento ha necesitado el mundo que las
  • 9. personas y las naciones se unan para superar las divisiones y los conflictos existentes, y sobre todo para buscar vías concretas de salida de una crisis que es global, pero cuyo peso soportan mayormente los pobres... Pensemos en los hombres y mujeres, de cualquier edad y condición, que son víctimas de sangrientos conflictos y de sus consecuencias de destrucción y de miseria, entre ellas, la falta de casa, de atención médica, de educación. Llegan incluso a perder toda esperanza de una vida digna. Para con ellos tenemos la obligación, en primer lugar, de ser solidarios y de compartir''. ''Para vencer el hambre no basta paliar las carencias de los más desafortunados o socorrer con ayudas y donativos a aquellos que viven situaciones de emergencia. Es necesario, además, cambiar el paradigma de las políticas de ayuda y de desarrollo...¿Hasta cuándo se seguirán defendiendo sistemas de producción y de consumo que excluyen a la mayor parte de la población mundial, incluso de las migajas que caen de las mesas de los ricos? Ha llegado el momento de pensar y decidir a partir de cada persona y comunidad, y no desde la situación de los mercados. En consecuencia, debería cambiar también el modo de entender el trabajo, los objetivos y la actividad económica, la producción alimentaria y la protección del ambiente. Quizás ésta es la única posibilidad de construir un auténtico futuro de paz, que hoy se ve amenazado también por la inseguridad alimentaria''. ''Por su parte, la Iglesia católica, a la vez que continúa su actividad caritativa en los diversos continentes, está dispuesta a ofrecer, iluminar y acompañar tanto la elaboración de políticas como su actuación concreta, consciente de que la fe se hace visible poniendo en práctica el proyecto de Dios para la familia humana y para el mundo, mediante una profunda y real fraternidad, que no es exclusiva de los cristianos, sino que incluye a todos los pueblos''. Marx: la exclusión no es el lenguaje de la Iglesia, el debate es abierto (©Lapresse) (©Lapresse) El debate sobre las parejas del mismo sexo «Si hay una relación homosexual, fiel por treinta años, no puedo decir que no sea nada» . El presidente de los
  • 10. obispos franceses Pontier: me sorprendería si no se llegara al consenso sobre la relación final Iacopo Scaramuzzi Ciudad del vaticano «Exklusion ist nicht die Sprache der Kirche!» ¡La exclusión no es el lenguaje de la Iglesia! El cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Mónaco de Baviera, presidente de los obispos alemanes y miembro del grupo de cardenales consejeros del Papa, habla sobre el Sínodo en vista de la votación sobre la “Relatio Synodi” final que se llevará a cabo mañana por la tarde. Participó en la rueda de prensa cotidiana en el Vaticano, para explicar, en compañía del presidente de los obispos franceses, mons. George Pontier, que el debate debe proseguir hasta el Sínodo de octubre de 2015 con la misma «apertura» que hubo en el encuentro de esta semana en el Vaticano. «La exclusión no es el lenguaje de la Iglesia», dijo el purpurado alemán; no es posible decir a las personas que viven en situaciones familiares “irregulares”: «Tú eres un cristiano de segunda». Aunque el Sínodo no acoja el término de “gradualidad”, porque se requiere una profundización teológica, lo importante es que «se tomen en serio las situaciones de las personas, hay que reconocer lo que hay de evangélicamente bueno en las situaciones, incluso cuando no hay sacramentalidad en la relación». En cuanto a la homosexualidad «no podemos decir a alguien: “Usted es homosexual, no puede vivir el Evangelio”. Es impensable». Por ello se requiere un acompañamiento espiritual para todos y, por ejemplo, «si hay una relación homosexual fiel por treinta años, no puedo decir que no es nada». Aunque «no todo esté en su sitio» y aunque el ideal para la Iglesia siga siendo el matrimonio sacramental entre un hombre y una mujer, «no se puede decir que todo sea blanco o negro, o todo o nada, y esta es también tarea de la pastoral». Entre la relación intermedia publicada el lunes y la relación final que será votada mañana, tras el debate en los círculos menores, el Sínodo no se ha echado hacia atrás, explicó mons. Pontier, sino que ha encontrado un «equilibrio» entre la postura de quienes se concentraron en la conformidad a las enseñanzas de la Iglesia y quienes se preocupan más por la situación individual de las personas. «Sobre la acogida a las personas homosexuales no han cambiado grandes cosas entre el primero y el segundo» momentos, mientras «si se ve la situación de la homosexualidad, no a las personas homosexuales, seguramente en algunos círculos menores se vio la preocupación por no transgredir estos hechos que podrían tener, para quienes lo crean, reacciones negativas en la cultura a la que se dirige». Al responder a una pregunta de los periodistas sobre qué piensa el Papa en relación con la hipótesis de dar la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar, Marx respondió con una broma: «Yo no soy el vocero del Papa, sino el padre Lombardi», que estaba sentado a su lado. El purpurado insistió en que la postura aperturista del cardenal Walter Kasper es bien vista por la mayoría de los obispos alemanes, que en realidad llevan discutiendo mucho tiempo sobre este argumento, antes de que Papa Francisco fuera elegido, porque «en Alemania es un tema importante, relacionado con muchas personas y sus familias, y un gran número de católicos practicantes alemanes plantean esta cuestión». La postura de los obispos alemanes en el Sínodo «no es aislada», precisó Marx, quien reveló la presencia de «opiniones diferentes». El Papa, como sea, «no convocó dos Sínodos para que se repita lo que se ha dicho», sino para dar «un nuevoimpulso a la pastoral familiar». Según Marx, «obviamente se puede cambiar el magisterio de la Iglesia, que no es una antología estática de frases». El purpurado alemán citó lo que dijo el cardenal Angelo Scola durante el debate en el Sínodo, quien dijo no haber dormido después de haber encontrado, cuando era patriarca de Venecia, algunos apuntes de Juan XXIII sobre el perdón de los pecadores, la relación entre la doctrina y la pastoral. «La decisión de Juan XXIII de convocar a un Concilio pastoral fue una decisión dogmática. La doctrina permanece firme, pero puede evolucionar». En cuanto a la relación final de mañana, que será publicada la próxima semana tras la votación de mañana por la tarde, después de que el cardenal Gianfranco Ravasi presente un mensaje del Sínodo, «me sorprendería si sobre el conjunto del texto de la relación final no se llegara a un consenso», dino mons. Pontier, quien admitió la posibilidad de divergencias en cuanto a párrafos y enmiendas específicos. El cardenal Marx dijo que el debate de estos días había sido «intenso», con días «apasionantes» y en los que hubo «contrastes», pero en los que se vieron involucrados «todos los padres, europeos, americanos, africanos», pero que, sobre todo, «había la voluntad de encontrar un camino común», mismo que se reflejará en el documento final. Habrá que desarrollar la reflexión sobre estos temas, recordó, «y espero que durante el próximo año, en las parroquias y en las diócesis, el debate sea libre como el que ha habido aquí en el Sínodo, aunque no siempre estemos de acuerdo, pero es importante que las personas hablen y
  • 11. escuchen». Las puertas que deja abiertas el Sínodo (©LaPresse) (©LaPresse) El nudo de los divorciados que se han vuelto a casar En el debate de los círculos menores, la mayoría de los padres sinodales se demostró favorable a continuar estudiando la posibilidad de admitir a los sacramentos, en ciertos casos y bajo determinadas circunstancias, a los divorciados que se han vuelto a casar Andrea Tornielli Ciudad del Vaticano La mayor parte de los padres que están participando en el Sínodo sobre la familia comparten el enfoque de la exhortación “Evangelii gaudium” de Papa Francisco. Y comparten también el enfoque de la misericordia y del acompañamiento para las familias en dificultades e “irregulares”, invitando a continuar estudiando la posibilidad de volver a admitir, en determinados casos y bajo ciertas condiciones, a los divorciados que se han vuelto a casar a los sacramentos. Es lo que se deduce al leer las 10 síntesis que contienen la fiel relación del debate que se llevó a cabo en los círculos menores del Sínodo, divididos por lenguas. No hay que esperar soluciones rápidas, clamorosas aperturas ni mucho menos cambios doctrinales. Todos afirmaron claramente que no se pone en discusión la indisolubilidad del matrimonio. Pero, más allá de una minoría que elevó bastante su voz (esa que, sirviéndose de algunos espacios mediáticos, dio origen a las fantasías sobre el Sínodo “piloteado” o “censurado”), parece que muchísimos padres sinodales, pastores en contacto con la realidad concreta de las familias y de sus dramas en todo el mundo, pretenden mantener abierta una puerta sobre este argumento. Se expresaron claramente para que se mantenga abierta la cuestión los tres círculos de lengua italiana, uno de los círculos de lengua inglesa y uno de los de lengua española; uno de los dos círculos franceses reprodujo ambas posturas. Otros dos círculos, uno inglés y otro español, no citaron el argumento, por lo que no cancelaron la posibilidad de una posible reflexión ulterior. Los que se expresaron, en cambio, claramente en contra de la hipótesis aperturista en relación con los divorciados que se han vuelto a casar, fueron un círculo inglés (en el que el relator era el cardenal estadounidense Raymond Leo Burke, cuyas
  • 12. posturas son bien conocidas) y otro español. «Con respecto a la readmisión a los sacramentos de la penitencia y de la eucaristía, los padres del círculo (“Italicus A”), aún siendo sensibles a la problemática, proponen que el argumento sea estudiado a la luz del n. 84 de la “Familiaris Consortio” con el fin de precisar eventuales condiciones diferentes de la disciplina actual». También en el círculo “Italicus B” se pidió proceder sin prisas en relación con el argumento, que requiere una «necesaria profundización capaz de involucrar a expertos en la materia», y lo mismo en relación con las propuestas de «recorridos penitenciales». El mismo círculo insistió en la necesidad de subrayar que «estamos frente a un desarrollo progresivo de la doctrina» y que «es garantía para la pastoral, porque permanece dinámica y no cede a la tentación de iniciativas que, usando las palabras de Papa Francisco, expresan una pereza pastoral». Sobre la necesidad de un «lenguaje nuevo y que anime» habló el círculo “Italicus C”: «Con respecto a las situaciones objetivas de pecado, los mismos padres, sin faltar al anuncio de la verdad, parten de la convicción de que el Evangelio de la misericordia es una parte imprescindible e integral de la verdad misma y, como consecuencia, no puede ser reducido a la observancia de una mera actitud pastoral sobre las personas». En cuanto a la posibilidad de que los divorciados que se han vuelto a casar accedan nuevamente a los sacramentos, «el círculo votó una propuesta, aprobada por mayoría, que abre tal posibilidad en condiciones precisas y en momentos definidos de la vida eclesial y familiar, valorando el significado de la eucaristía como sacramento para el crecimiento de la vida cristiana, sin dejar de mantener firme la doctrina sobre la indisolubilidad matrimonial». El círculo “Anglicus A” se expresó en contra de la readmisión a los sacramentos, pero indicó la necesidad de un enfoque más positivo, acogedor y que involucre a estas personas en relación con su «unión con Cristo mediante otros medios». El círculo “Anglicus B” afirmó que no se trata de «producir nuevos docimentos o de repetir simplemente la enseñanza de Jesús, sino de buscar y encontrar un lenguaje que pueda ayudar a los hombres y a las mujeres, y especialmente a los jóvenes de nuestro tiempo, a abrir sus corazones y sus mentes al Evangelio de la familia». Después de haber afirmado claramente la doctrina de la indisolubilidad, «aconseja el examen de posibles recorridos penitenciales y de discernimiento, a través de los cuales, en particulares circunstancias, una persona divorciada puede participar a los sacramentos». El círculo “Anglicus C” escribe que el documento final del Sínodo «debe expresar positivamente el amor de la Iglesia para todas las personas», un amor que «acoge a los pecadores». Mientras el círculo “Ibericus B” escribe que los «pastores y los expertos de teología y de derecho tendrán que llegar a propuestas más claras sobre el tema de una eventual readmisión de los divorciados que se han vuelto a casar a la comunión eucarística». El círculo “Gallicus A” considera «no cambiar la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio y sobre la no admisión de los divorciados que se han vuelto a casar a los sacramentos», pero indica que habría que «aplicar esta doctrina de la Iglesia a las diferentes y dolorosas situaciones de nuestra época con una actitud renovada de compasión y de misericordia hacia las personas». El círculo “Gallicus B”, por su parte, refiere la postura de algunos de sus padres a favor de que se mantenga la disciplina actual y la de otros que proponen la adopción de «otra disciplina, pero bajo condiciones bien precisas». Resultó, en cambio, sustancialmente no aprobado en el debate de los círculos menores el enfoque sobre la aplicación de la “gradualidad”, así como la analogía con lo indicado en el Concilio Vaticano II en relación con las demás confesiones cristianas y religiones, para poder afirmar elementos positivos existentes en los matrimonios civiles y en las convivencias. Los padres sinodales presentaron cientos de enmiendas al texto de la polémica “Relatio” que resumía el trabajo en el aula y que fue presentada el lunes pasado por el relator del Sínodo, el cardenal húngaro Peter Erdö. Se pidió una redacción diferente de ciertos pasajes sobre las personas homosexuales, pero manteniendo una actitud de acogida y subrayando al mismo tiempo la enseñanza de la Iglesia al respecto. Sobre todo, se pidió que el documento final, que será sometido a la votación de la asamblea del sábado
  • 13. por la tarde, sea más equilibrado y presente lo que la Iglesia cree sobre el matrimonio y la familia, animando a los que viven fielmente, a pesar de las dificultades, el Evangelio de la familia. «Hay un principio claro –dijo antes de ayer el cardenal Christoph Schönborn–, debemos ver primero a la persona antes que su orientación sexual. No hay que ver la alcoba de las familias. Primero tenemos que ver la sala de estar. Cada quien tiene una dignidad que va más allá de cualquier otra cuestión». Halil Bárcena Sufismo El sufismo es una apuesta radical por una espiritualidad libre, exenta de cualquier tipo de sumisión o actitud acomodaticia. Una espiritualidad que va mucho más allá de cualquier atadura formal. El sufismo o tasawwuf constituye la dimensión interior del islam, el néctar de la espiritualidad muhammadiana, la más pura y refinada destilación del mensaje coránico. El sufismo es el corazón del islam y, al mismo tiempo, el islam del corazón. No obstante su filiación islámica, el sufismo, visto desde una perspectiva universalista, se dirige hacia el mismo horizonte de significación espiritual que muchas otras sendas de realización humana que encontramos en las distintas tradiciones religiosas del mundo. De ahí que, según los propios sufíes, exista en toda religión algo coincidente con el sufismo, lo cual explica que se hallen en la literatura sufí expresiones que aluden al sufismo en otras religiones. La riqueza espiritual y sapiencial de un fenómeno tan plural como el sufismo queda de manifiesto en la exuberante floración de maestros, caminos iniciáticos, variedad de registros, estrategias y procedimientos técnicos, expresiones intelectuales y manifestaciones artísticas a las que ha dado lugar, como la célebre danza de los derviches giróvagos, que ha seducido y embriagado desde sus albores hasta nuestros días. Amador Vega Tres poetas del exceso
  • 14. La hermenéutica imposible en Eckhart, Silesius y Celan Los tres autores aquí reunidos —Meister Eckhart (1260-1328), Angelus Silesius (1624-1677) y Paul Celan (1920-1970)—, a pesar de su distancia en el tiempo, parecen tener una misma vocación: crear un lenguaje que escape a toda pretensión interpretativa. Cuando leemos sus textos poéticos no podemos dejar de pensar que ninguna imagen puede ser extraída de su contexto de escritura sin que con ello caiga rota en pedazos en su resistencia a ser trasladada a conceptos. Y por eso los leemos una y otra vez, con la esperanza de que las potentes imágenes que brillan tras los cuerpos de escritura pierdan con el tiempo su significado aparente y se conviertan pronto en presencias. Esta lectura busca crear las condiciones para una comprensión en la que significado y presencia no discurran por caminos diferentes, y de este modo contribuir a una aproximación posible a tan imposible expresión poética. Lo sostenible no siempre es lo justo El País | Adela Cortina En septiembre se celebró en Madrid la II Consulta Nacional para elaborar la Agenda de Desarrollo Post2015. En 2000 las Naciones Unidas lanzaron los célebres Objetivos de Desarrollo del Milenio, entre los que contaban la reducción drástica de la pobreza extrema y el hambre para 2015 y otras siete metas más. A un año de terminar el plazo, el balance de lo logrado arroja un serio avance en el primero de los objetivos, pero a la vez un aumento de las desigualdades. La pobreza extrema se ha reducido a la mitad, pero las desigualdades han aumentado y, con ellas, la pobreza relativa. La Posición Española para la Agenda Post2015 propone abordar estos dos retos y añadir otros 10 más, entre los que cuenta la sostenibilidad ambiental. Bien hecho, lo que tiene que ser sostenible es el medio ambiente. Sin embargo, en el encuentro se adjudicó a menudo el adjetivo “sostenible” al desarrollo, sustituyendo la expresión “desarrollo humano”, que tanto ha costado de aclarar, por “desarrollo sostenible”. Esto es, a mi juicio, un retroceso. Después de la II Guerra Mundial el desarrollo de los pueblos se medía en términos de PIB, y fueron
  • 15. pioneros como Lebret, Goulet, ul Haq o Sen quienes recordaron que el auténtico desarrollo es desarrollo humano, que los pueblos están desarrollados cuando las personas cuentan con las capacidades suficientes para llevar adelante los planes de vida que elijan, no cuando les sobran mercancías. Que la pobreza es falta de libertad. Recurrir ahora al desarrollo sostenible introduce un margen de ambigüedad. Cuando se quiere recortar gastos en una partida cabe siempre la coartada de decir que tal como está resulta insostenible y que es necesario introducir reformas para asegurar su sostenibilidad. Así ocurre con la sanidad, las pensiones, los salarios, la educación o la economía, con la dependencia o la ayuda a los vulnerables. Los recortes se hacen entonces en nombre de las generaciones futuras, cuando lo bien cierto es que es preciso atender a las generaciones presentes sin olvidar a las futuras. Lo que ocurre es que el término “sostenible” es muy opaco. Nacido a comienzos del siglo XVIII en el campo de la economía, recibió el espaldarazo social en las reflexiones sobre el expolio de la naturaleza. El Informe Brundtland gestó la idea de desarrollo sostenible y la Cumbre de Río de 1992 se ocupó del tema recordando que los recursos de la Tierra son escasos y es necesario usarlos racionalmente, manteniendo sus condiciones de reproducción y pensando en las generaciones futuras. Este uso de la palabra se introdujo en la Carta de la Tierra, asumida por la Unesco en 2003. Es verdad que, además de la naturaleza, ya se incluían en la expresión la protección de los derechos humanos, la paz, la diversidad cultural, la justicia social y el fortalecimiento de la democracia. Pero el hecho de que la expresión se origine en la economía ecológica introduce siempre confusiones, porque no es lo mismo intentar que el uso de la naturaleza sea sostenible que construir una sociedad sostenible. En ese juego de la ambigüedad quienes desean manipular tienen las manos más libres. Para que los recursos naturales sean sostenibles deben usarse por debajo del límite de su renovación. Si talamos un bosque, desaparece, pero si nos servimos de él por debajo de cierto límite, siempre hay madera disponible. Pero ¿qué sucede cuando se aplica esta medida a la protección de derechos humanos o a la democracia? ¿Cuál es el límite en la producción y distribución de recursos sanitarios, judiciales, educativos o de bienestar social, por debajo del cual es preciso situarse para hacer posible la renovación? En los ochenta del siglo pasado se decía que el Estado debía propiciar a los ciudadanos un “mínimo razonable”, y que eso era lo justo. Pero la justicia parece estar perdiendo terreno frente a la sostenibilidad, que al parecer da más juego, pero es más confuso. Las personas no son bosques, no se puede hablar aquí de talar más o menos. Si se recorta tanto que se pone en peligro la vida digna de una parte de la generación presente, entramos en lo que se llamó en un tiempo “las elecciones crueles” entre las actuales generaciones y las por venir, que dejan las manos libres para actuar en la generación presente sin contar con criterios de justicia. Ciertamente, una persona puede sacrificar algunas de sus aspiraciones para tener una vejez mejor, pero una sociedad no es una persona, sino un conjunto de personas, y son algunas de ellas las que deciden a quiénes se debe sacrificar. La elección es entonces cruel, pero no para quienes toman las decisiones, sino para los que sufren sus consecuencias. Por eso en el caso de las sociedades es aconsejable sustituir el discurso de la sostenibilidad por el de la justicia, el del desarrollo sostenible por el del desarrollo humano y la sostenibilidad medioambiental. Y en vez de empeñarse en construir una economía o una sanidad sostenibles, en vez de hablar de pensiones o ayudas a la dependencia sostenibles, bregar para que sean justas. Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y directora de la Fundación ÉTNOR. El bienestar en la Cultura  Fernando Rodríguez Genovéz  Publicado: October 15, 2014 La reclamación del derecho a la felicidad en el horizonte del «Estado de Bienestar» tiene un precio. Algo que se paga muy caro.
  • 16. 1 En los últimos tiempos, en el más allá de la posmodernidad, la libertad ha sido sobrepasada; casi cubierta por un deseo muy ambicioso y con mucha prisa: la felicidad. Urge, pues, recuperarla; la libertad, digo, porque de la felicidad de los individuos ya se ocupan los Gobiernos… No por nada (gratis total) las denominadas «sociedades desarrolladas» dicen disfrutar del llamado «Estado del bienestar», del cual nadie está dispuesto a renunciar, no importa el crecimiento galopante de la deuda soberana y el déficit gubernamental generalizado que alimentan el sueño, aunque no lo sostenga, ni que la incesante emisión de bonos y obligaciones del Estado con que costearlo, esconda en su seno un anhelo inconfesado de impago, pues toda deuda, ay, como la paz, sueña con ser perpetua. El Estado de Bienestar es el país de Nunca Jamás… Habrá Ahorro Ni Control Del Gasto Público. Con el tiempo todo se cura. Ya lo pregonó el gran economista británico J. M. Keynes: a largo plazo, todos calvos. Esto sí es sobrellevar el peso de la deuda sin conflictos metafísicos, sin sentimiento de culpa, tomando el pelo al personal. La felicidad ya no convive con la virtud, según la entendían los clásicos. Hoy, la felicidad es sinónimo de bienestar, de comodidad, de seguridad social. La libertad, por su parte, es algo que se da por hecho, aunque no esté nunca hecha ni completada ni garantizada, y acerca de su facticidad, pervivencia y porvenir, en una ligera pirueta que también sale gratis, el ciudadano contemporáneo ordinario suele tomarse toda clase de libertades. Por ejemplo, exige ser feliz porque por algo es libre y tiene derecho a todo. Hace siglos que ha sido decretado el derecho a la felicidad, y antes de saber lo que cosa tal cosa significa, antes de saborearla, tórnase de pronto un deber. Repárese en este portentoso recorrido categorial, del que yo, simplemente, doy fe: de la ilusión a la factualidad y de la factualidad a la obligación colectiva y mancomunada, todo ello de modo progresivo y galopante. Derechos crecientes, libertad menguante. Tal es el sino vertiginoso y arrebatado de la rabiosa actualidad. La más grave contingencia no debilita el estado de ansiedad deseante ni aminora la inteligencia sentiente de quien vive empeñado (hipotecado, endeudado) en ser feliz a cualquier precio, sea por medios farmacológicos, psicotrópicos, políticos, espirituales, informáticos, o internáuticos (¿o será dirá «internéticos»?)... Según Immanuel Kant, la felicidad más que buscarla (y menos demandarla), es preciso hacerse merecedor de ella. Pero, Kant, como es sabido, era un viejo profesor muy aburrido, un aguafiestas… Hoy, la gente tiene prisa, gasta lo que puede y ahorra poco. No se para en pensar las cosas. Hace cosas sin más: Just do it. ¡Felicidad y bienestar, ahora!
  • 17. 2 La defensa del derecho a la felicidad tiene un precio y se paga con dos tributos que son, por lo común, su consecuencia: la trivialidad del bien y la banalidad del mal. Últimamente, a cualquier cosa le llaman «bien», y nada parece ser más sencillo que «estar bien», sobre todo cuando el ideal de felicidad se experimenta con el rigor de un juramento, sin excusa ni remisión. Comoquiera que el bien está al alcance de todos y de cualquiera, democratizado y socializado, quien cree no estar suficientemente bien, se queja e indigna, y exige su parte: pleno al quince, como mínimo. Basta con pedir y demandar apelando a los derechos, los que sean. O eso le han dicho que diga y pida. ¡No vaya a creerse que uno es menos que otro! Triunfan por doquier la rutina, la vacuidad y el tedio, pero ¿quién será capaz de confesar estar mal por sentirse vacío o aburrido, si precisamente habita en la «era del vacío» y el primer síntoma del bienestar es el hastío? La desdicha, la auténtica desdicha, no representa más que el fracaso de la felicidad, aunque eso muchos no lo sepan. ¿Y el dolor? Lo mismo que el mal, es percibido como algo nefando a la vez que banal. Las emociones no saben de lógica. En las sociedades contemporáneas lo mórbido, igual que la muerte, ya no está sometido a la ley del ocultamiento, cosa habitual antaño. En nuestros exhibicionistas tiempos, los media transmiten la muerte en directo, comerciando con el dolor ajeno: el rostro del sida y cosas no menos lamentables están en el escaparate de las tiendas de moda; la cara del hambre y las moscas son el estandarte de organizaciones de ayuda al Tercer Mundo; la muerte violenta de niños ha llegado a erigirse en el más eficaz instrumento de propaganda política e ideológica; la pobreza, en la justificación del terrorismo. La expropiación o desahucio de una vivienda, un plan parcial urbanístico que disgusta a algunos, son hechos tildados, sin más, de «holocausto» y «genocidio», y el ciudadano que ve frustrada cualquier demanda (o un crédito bancario, y no digamos una subvención, un curso de formación, la pensión o la Renta Básica), proclama con indignación que eso es como estar en Auschwitz. Mientras tanto, penosas experiencias de enfermedad y desgracia son descritas con todo lujo de detalles en las redes sociales, porque lo importante es compartir, sentir la solidaridad etérea, vivir en común, etcétera. Así, fácilmente, cae uno en la Red. Porque las redes practican la pesca de arrastre. Tampoco faltan casos de quienes narran patéticas y feas intimidades, por todos los medios, buscando desesperadamente el abrazo de un amigo anónimo y/o virtual. ¿Y el ansia de paz? Para la mayor parte de la población la paz significa que le dejen en paz, que no les vengan con problemas, que las Autoridades los solucionen y ya está. Oiga, y todo esto… ¿quién lo paga? (Josep Plá).
  • 18. Bien y mal, dicha y desdicha, placer y dolor, derecho y deber: pocas combinaciones no son bruscamente alteradas por la ilusión del derecho a la felicidad. Según la versión laica y actual del ideal de salvación, para el nuevo estupefaciente colectivo que es el culto al Bienestar, el non plus ultra de la Fraternidad consiste en desear sentir la desgracia ajena como propia y que la propia sea sentida como ajena. Quien tal cosa pregona dice haber alcanzado la empatía, versión psicologista de la utopía. Pascal Bruckner ha denominado a los héroes de la solidaridad contemporánea, «guerreros de lo inútil»: «Consuelo por comparación: necesitamos el desastre ajeno para ayudarnos a soportar el nuestro y comprobar que siempre sucede algo peor en otro sitio, que nuestra condición no es tan cruel.» (La euforia perpetua. Sobre el deber de ser feliz, 2001, pág. 112). De esta suerte, de la felicidad cabe decir que somos sus víctimas y al mismo tiempo sus cómplices; o sea, culpables de ser felices y angustiados de no serlo. Sentirse bien representa, en fin, sentirse estupendo. Por todo ello y con todo, la gente no esté contenta. La sociedad actual ha llegado a convertirse en el régimen de la queja institucionalizada, el santuario de la solicitud y el Monte de Piedad, el miedo permanente al malestar. Según Friedrich Nietzsche, lo que es justo repudiar del sufrimiento no es el sufrimiento mismo, sino lo que de absurdo e innecesario conlleva. Hay también un «sufrimiento saludable», aquel que brota de la unión magnífica que funda lo humano: la voluntad y la individualidad. Cada cual establece el baremo de los dolores de la vida que está dispuesto a soportar. No somos, por tanto, víctimas del dolor sino sus administradores. ¿En qué consiste el arte de vivir? En «un arte de resistencia que nos permita vivir con el sufrimiento y contra él.» (Pascal Bruckner, íbid.,p. 209). El balance de la felicidad resulta un tanto triste, demasiado imperfecto, ilusoria por demás. Bien está que todo el mundo desee ser feliz, pero por orden y de uno en uno. A ver, pónganse en cola y espere cada uno su turno… Cómo salvar a España de su pasado Las propuestas de Luis Garicano por Julio Carabaña El dilema de España. Ser más productivos para vivir mejor Luis Garicano
  • 19. Barcelona, Península, 2014 192 pp. 17,90 € Escrito por un académico de reputación internacional en Economía de las Organizaciones, catedrático en la London School of Economics, el libro que nos ocupa propone reformas con las que salvar a España del peligro de perdición en que se halla actualmente. En los comentarios que siguen se revisan primero estas reformas y se discute, después, su relación con la salvación de España. Su argumento es que una cosa son las reformas, que pueden discutirse por sí mismas, tenerlas por mejores o peores, y llevarlas o no a cabo, y otra bien distinta proponerlas en conjunto como un programa de regeneración nacional. Las reformas se proponen en la tercera parte del libro, clasificadas en económicas, educativas y políticas. Las primeras se resumen como «más y mejor mercado, menor pero mejor Estado». Desde luego, a la mejora del mercado y del Estado no resulta fácil oponerse. ¿Quién no va a querer que los mercados sean más eficaces y más transparentes, no intervenidos para el favoritismo y el compadreo, sino regulados con normas claras y universales? Y, ¿quién no aspira a tener un Estado más eficaz y más transparente, con los mejores ciudadanos a cargo del Gobierno y funcionarios capaces e imparciales a cargo de la Administración? Los peros y desacuerdos podrían versar, en todo caso, sobre la pésima opinión que tiene Garicano de los actuales políticos y funcionarios, y de los medios que propone para mejorarlos. Al frente de las principales instituciones tiene que haber, dice, reguladores independientes; a cargo del Gobierno, personas capaces de anteponer los intereses generales a los de partido, comprender las nuevas situaciones y abordarlas con creatividad; a cargo de la Administración, funcionarios seleccionados por su capacidad para resolver problemas reales, no para recitar temarios de oposiciones. Todo esto está muy bien, y hasta osaría decir que viene intentándose desde hace tiempo, incluso que se ha conseguido en buena parte: no hemos alcanzado el nivel de Dinamarca, pero quizá sí el de Francia o Alemania, y no estamos en un país «africano», ni hemos bajado últimamente el nivel de exigencia. Ahora bien, mejorar, digamos, hasta el nivel nórdico no parece fácil. Puede convenirse en que ayudaría que los ministros tuvieran doctorados por las mejores universidades de Estados Unidos y hablaran buen inglés (como en Chile), para lo cual a su vez convendría que los políticos tuvieran mejores sueldos (como en casi todas partes). Pero todavía habría mucho que hablar acerca de quién custodia a los custodios y de cómo remediar la «falta de incentivos para rendir cuentas» (p. 87); de si las mentes académicas más brillantes serían los políticos más prudentes (filósofos reyes) o los asesores más avisados; de si los no pocos doctores por Harvard y Minnesota que tenemos se dedicarían a la política si ganaran tanto como en sus otras ocupaciones; y también, desde luego, habría mucho que hablar de las ventajas de confiar la Administración a funcionarios estables seleccionados por oposición en un entorno tan plagado de nepotismo y favoritismos como el descrito por el autor. Discutible casi por antonomasia es, en cambio, la parte de más mercado y menos Estado. Estamos, en efecto, ni más ni menos que ante la cuestión que conforma la divisoria política entre liberales y
  • 20. socialdemócratas, las tendencias políticas que logran alternadamente la mayoría en las elecciones de las democracias occidentales. ¿Alguien puede afirmar que una de estas ideologías sostiene algo evidente que la otra no acepta por necedad o maldad? Mucha gente es partidaria, por principio, de más mercado y menos Estado, mientras que mucha otra gente lo es, también por principio, de más Estado y menos mercado, y no faltan tampoco quienes se inclinan por buscar un equilibrio prudente de ambos en cada contexto. Aparentemente, Garicano se coloca, por principio, del lado de los liberales. Pero podría encontrarse realmente entre los «equilibristas» y proponer menos Estado sólo en la actual coyuntura española, quizá por lo horribles que le parecen los políticos y todo el resto de servidores públicos, y pese a que el gasto público en España es bajo en relación con el de Alemania, Holanda y Dinamarca, los países que ofrece como modelos. El libro que nos ocupa propone reformas para salvar a España del peligro de perdición en que se halla actualmente Garicano propone más democracia en el interior de los partidos políticos, una idea que, por cierto, está teniendo mucha aceptación en algunos de ellos. De entrada suena bien. Pero convertir la mera práctica interna en norma jurídica general suscita ciertas aprensiones sobre las libertades, tanto de las personas como de los partidos. Haría falta, para empezar, otro «regulador independiente» con facultades para sancionar a los incumplidores sin ser acusado de parcialidad. Y, ante todo, habría que establecer desde fuera los límites del demos con derecho a voto, en lugar de desde dentro, como se hace ahora. Los partidos políticos son asociaciones voluntarias para llevar a cabo un programa político que tienen la potestad de admitir y expulsar a sus miembros. A cambio, quien no se sienta a gusto con los existentes, puede fundar otro distinto. Yo creo que el sistema de partidos se regula mejor mediante leyes electorales que con disposiciones sobre funcionamiento interno. Lo que debe lograrse es que la combinación de voz, salida y lealtad los reduzca a un número razonable. La experiencia española reciente muestra que no hay mucha dificultad para que nuevos partidos prosperen cuando hay gente descontenta con los viejos; y la más antigua revela una fuerte tendencia a renovar los cuadros dirigentes después de cada revés electoral, lo que supone un cambio generacional cada ocho años; la «ley de hierro» de la oligarquía se funde en cuanto se pierden unas elecciones. Al contrario que Garicano, podría pensarse que la rotación de cuadros y líderes es ya excesiva, que las luchas intestinas distraen la atención de los asuntos públicos, que el cultivo diario del favor de la militancia aumenta el riesgo de «incoherencia temporal» y un largo etcétera. Tan discutible o más parece la propuesta estrella en materia educativa, consistente en poner al frente de los centros a directores con amplios poderes, incluyendo el de contratar, despedir y fijar salarios, autonomía que estaría controlada, de un lado, por los «consumidores» a través de la competencia y, de otro, por el Estado por medio de exámenes a los alumnos. La idea, apoyada desde hace algún tiempo por la OCDE y otros influyentes organismos internacionales, mezcla dos cosas distintas. Una es la competencia en un mercado, muy experimentada y conocida. Así funcionan, sin ir más lejos, las escuelas privadas españolas que han producido buena parte de los líderes y gestores que Garicano detesta. Otra es la competencia dentro de una organización, ensayada en la industria (sobre todo en la Unión Soviética), pero no en la enseñanza. ¿Por qué? Influye, sin duda, la dificultad de llevarla a la práctica, pues requiere medir el valor añadido a los alumnos por las escuelas y, peor aún, por cada profesor. También puede haber prejuicios ideológicos, pues la fórmula resulta atractiva para quienes entienden las escuelas como organizaciones productivas, pero repelente para quienes las ven como comunidades educativas, que son la mayor parte de los profesores y los padres. En todo caso, la incertidumbre sobre los resultados del modelo en el sector público se reduciría bastante si se encontraran empresas privadas u órdenes religiosas que hubiesen organizado así la gestión de sus centros. No dejan, en fin, de ser discutibles algunas propuestas, por mucho que parezcan un tanto extravagantes. Entre ellas pueden contarse el adelanto de la hora oficial, para conseguir que los españoles se acuesten antes y estén más tiempo con sus hijos; la supresión de ayuntamientos, exigiendo al menos la reunión de veinte mil habitantes para formar uno, u obligar a los parados a aprender inglés en grupos, aunque no se explique bien qué tienen que ver estas cosas con el bienestar de las personas. Dado el carácter divulgativo del libro, es normal que muchas propuestas se justifiquen con pruebas externas. A veces la prueba es que la reforma se ha llevado a cabo en algún país que el autor admira, como la reducción de ayuntamientos en Dinamarca. Lo más frecuente es citar estudios de economistas. La referencia fundamental es la obra de Daron Acemoglu y James A. Robinson, Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza, sobre la importancia de las instituciones para el crecimiento económico. Las reformas educativas se basan en varios trabajos de Eric A. Hanushek y Ludger Woessman sobre la influencia de las competencias de las personas –no del tiempo de escolarización– en el crecimiento económico, y sobre la importancia de la autonomía de los centros, auditados mediante exámenes externos, en las competencias de los alumnos. Garicano pretende que esto es tanto como fundamentar sus reformas en la evidencia, con lo que podría estarse de acuerdo a condición de que añadiera que esa evidencia es reinterpretable. Puede aceptarse que el capital humano causa el crecimiento económico antes que lo
  • 21. contrario, e incluso la precisión de que una DT (desviación típica) en las puntuaciones PISA incrementa «la tasa de crecimiento promedio anual del PIB en ¡dos puntos porcentuales!» (p. 19, nota). Pero ni siquiera Hanushek y sus colaboradores pretenden haber establecido en sus trabajos una relación general y relevante entre la autonomía de los centros y las competencias de los alumnos. Quizá he dedicado demasiado espacio a justificar mi argumento principal, a saber, que las reformas en economía, política y educación que propone Garicano son discutibles una a una y no forman un paquete coherente, ni lógica ni ideológicamente. Es tiempo –y espacio– de volver a su relación con nuestra calamitosa situación actual. Garicano no las propone para meramente sacarnos de la crisis, sino para librarnos de un futuro peronista, chavista, o incluso franquista, en todo caso catastrófico, que nos espera si no mejoramos la productividad. ¿Qué argumentos nos ofrece para confiar en sus remedios? Realmente pocos. Se limita, en los dos primeros capítulos, a contar que el futuro depende de la innovación, que a su vez depende del capital humano y las instituciones «que protegen y aseguran a nivel económico y político los derechos y regulaciones clave», como los derechos de propiedad o la efectividad de los contratos, según han mostrado Acemoglu y Robinson. Ahora bien, esto no da cobertura a la mayor parte de las propuestas. Quedan fuera, no ya las referentes a los horarios, los ayuntamientos o el inglés de los parados, sino también la de menos Estado, cuestión que separa a los economistas «austeríacos» (el neologismo acuñado por Paul Krugman) de los keynesianos y las políticas europeas de las de Estados Unidos. En general, una cosa es que el capital humano y los derechos de propiedad importen, otra que las reformas concretas que se proponen lleven al aumento de la productividad, y todavía otra que el crecimiento de la productividad elimine, o por lo menos suavice, los ciclos económicos del capitalismo. De todos modos, si el núcleo del libro consistiera en esto, no se diferenciaría de otros anteriores, por ejemplo el de Jorge Juan1, del que Garicano es coautor. Tendríamos un relato sobre la crisis que comienza con la entrada en el euro, el dinero barato y el boom de la construcción, y continúa en clave económica hablando del endeudamiento privado y de la crisis de la banca, o del alza de los costes laborales y el deterioro de la balanza comercial, para acabar proponiendo medidas como la «devaluación interna», el recorte del gasto público o como las que aquí mismo (capítulo10) se proponen para el euro. La diferencia de El dilema de España radica en la pretensión de que sus reformas corrigen los vicios que nos llevaron hace poco a la crisis y pueden llevarnos ahora a una catástrofe peronista. La segunda parte del libro constituye un relato del ciclo económico en el que se injertan las carencias morales e institucionales que amenazan con convertir a España en «la Venezuela de Europa». Este «injerto» de causas morales en el relato económico adopta por lo menos tres versiones de distinta intensidad. En la Introducción, el relato comienza con la entrada en el euro, el dinero barato y el boom de la construcción. La «burbuja», consecuencia económica de todo ello, causó a su vez la devaluación de los estudios y corrompió las instituciones políticas y económicas: «los políticos desmontaron sistemáticamente todas las instituciones independientes para ponerlas a su servicio» (p. 65). Esta versión es, digamos, plausible, aunque sin duda lo de «todas» es algo exagerado y lo de «políticos», algo parcial. Incluso se reconduce fácilmente a términos objetivos. Si el deterioro de la educación y de las instituciones es resultado de la burbuja, la crisis debería haberlo detenido, e incluso revertido. En educación ya ha sido así: la falta de trabajo ha devuelto a las aulas a los jóvenes descarriados por el dinero fácil de la construcción. Ha funcionado la simple lógica de los incentivos: la demanda de educación depende del coste de oportunidad de estudiar, cuyo componente principal es lo que deja de ganarse trabajando. En los comportamientos morales, el proceso está en marcha. La corrupción se investiga y se persigue, la laxitud resulta cada vez más intolerable, los controles se acentúan, el rigor y la exigencia crecen. Verdad es que en esto no se funciona por incentivos, sino por procesos de «diálogo» y consenso social en el seno de las comunidades. En realidad, el mal no afecta a las instituciones propiamente dichas, que son las mismas de antes, sólo que funcionan peor con el auge y mejor con la crisis, dependiendo de los comportamientos que nos toleramos mutuamente. El propio libro de Garicano –con su exageración de los riesgos futuros– puede verse como un producto de este contexto y una parte de este proceso de estabilización automática. En la segunda versión, el desvío a lo moral se produce antes de la burbuja, siendo también ella consecuencia de fallos en las instituciones y los sujetos. «Había factores estructurales importantes (como la caída de los tipos de interés, la inmigración, la demografía) que contribuyeron al origen de la burbuja, pero también hay importantes razones de economía política que resultaron cruciales en su desarrollo. Particularmente importante es el triángulo entre Gobiernos locales y regionales, promotores y Cajas de ahorro» (pp. 57-58), puesto en marcha, por cierto, no por la Ley del Suelo de 1998, sino por la «desafortunada» sentencia del Tribunal Constitucional de 2001 que la derogó. Según esto, parte del crecimiento provocado por la entrada en el euro habría sido bueno, y otra parte malo, producto de defectos en la organización territorial o en la Ley de Cajas de Ahorro, quizás de nivel y naturaleza análogos a los del diseño del euro, que se discuten en el capítulo 10, o a peculiaridades institucionales en
  • 22. otros países, como la rigidez de la protección social en Francia (sin llegar a la contabilidad creativa de los griegos). Este segundo injerto de lo moral en la cadena de causalidad económica no la destruye, pero la reconduce fuertemente. Serviría para explicar que la crisis en España esté siendo peor que en otros países, o la aparición de reacciones políticas como el separatismo catalán, y animaría a reformas en las Administraciones territoriales (que, por cierto, quedan sin concretar). Pero no justificaría la refundación del capitalismo y la democracia (p. 20) que el autor nos propone, ni tampoco los augurios catastrofistas. El autor insiste en que salir del euro pondría a España en manos de populistas irresponsables En la tercera versión, las malas instituciones y la falencia moral estaban ahí desde el principio, y se manifestaron por omisión: no cortando los efectos de la entrada en el euro. Desde 1995 España crecía más que Estados Unidos o la Eurozona, pero crecía mal: aumentando el empleo, no la productividad. El impulso moral por entonces bastaba: «Los años anteriores a la entrada del euro habían supuesto una profundización del impulso reformista. La posición fiscal española estaba consolidada. Había tenido lugar una oleada de privatizaciones. España contaba con fuertes multinacionales y el sistema financiero era sólido, competitivo y bien capitalizado». Desgraciadamente, la entrada en el euro y el crecimiento por la vía del empleo relajó este esfuerzo reformista e interrumpió las reformas. «Crecer a base de modernizar la economía hubiera requerido reformar los mercados que todos sabíamos que no funcionaban (empezando por el de trabajo), además de la educación y de la Administración de justicia. Era un camino duro, lleno de espinas. En vez de elegir ese camino, España se embarcó en una furiosa huida hacia adelante» (p. 57). Como puede verse, en esta versión el crecimiento fue malo y el error se cifró en que los políticos no crearon las instituciones adecuadas para romper la cadena causal puesta en marcha por la entrada en el euro. España no iba bien cuando el PIB crecía gracias al aumento del empleo, y las autoridades debieron cortarlo mediante las «reformas estructurales» que «todo el mundo» sabía necesarias. Esta versión fuerte parece la única coherente con la propuesta del libro: aumentar la productividad antes que el empleo. Pero, como ya hemos dicho, es innecesario este nexo entre futuro y pasado. Podemos orientar el futuro a la productividad sin renegar del empleo creado en el pasado. Con lo que es coherente esta tercera versión fuerte –que achaca todos los males, en definitiva, a debilidades de la voluntad y fallos en las elites– es con la lógica, digamos «regeneracionista», de que la crisis es el precio que pagamos por no haber seguido la dolorosa senda de la virtud. Consideremos el caso de la «reforma estructural» por antonomasia, la reforma del mercado de trabajo, a la que se dedica el capítulo 4. Vienen proponiéndola desde hace tiempo «algunos de los mejores economistas del trabajo del mundo». Consiste en introducir un contrato único con indemnizaciones crecientes por año trabajado a fin de acabar con la dualidad entre fijos y precarios, pues la dualidad obstaculiza el crecimiento, tanto porque la rigidez de los convenios estorba la innovación como porque la precariedad desincentiva la formación en el empleo. Ahora bien, estos economistas son tan viejos que ya propusieron su reforma para salir de la crisis de los noventa, no aumentando la productividad, que entonces crecía, sino el empleo, que era lo que entonces estaba estancado. Tuvieron algún éxito, pero no la inmodestia de atribuirse todo el crecimiento del empleo que se produjo entre 1994 y 2007 (de doce a veinte millones, algo nunca acontecido en la historia de España y quizá de Europa). La lección parece clara: la reforma laboral no era necesaria para que creciera el empleo. El «mercado» de trabajo puede facilitar el ajuste de oferta y demanda, pero apenas influye en la magnitud de una u otra. Más en general: el crecimiento se produjo con las mismas normas laborales, las mismas instituciones, los mismos funcionarios, los mismos horarios, las mismas costumbres y la misma educación que había durante la crisis anterior y que hay durante la actual. Pero, en vez de reconocer que su pronóstico falló, el profeta nos dice que la realidad se equivocó… por culpa de la debilidad de los políticos. Por muchas otras razones, este tercer relato moral del ciclo económico me parece sumamente objetable. Tiene un grave problema de lógica. Si antes del euro las instituciones eran insuficientes, pero la voluntad buena, y tras el euro falló la voluntad, lo lógico es atribuir el problema a la entrada en el euro. Parece excesivo, en efecto, decir que la burbuja «fue el resultado de una decisión consciente de las Administraciones españolas» tan solo porque, una vez en el euro, no tuvieron el valor de cortar la prosperidad que provocó; pero nadie negará que la entrada en el euro fue una decisión consciente que podría no haberse tomado. El hecho de que sea una decisión muy costosa de revertir, según se nos dice en la Introducción, no significa que fuera acertada (al contrario, la hace aún más estúpida), sino sólo que el remedio, una vez más, no siempre está en deshacer las causas. Planta carnívora floreciendo Fuera el error entrar en el euro, o lo fuera no cortar la dinámica de aumento del empleo que comportó aquella entrada, su causa, según este tercer relato, hay que buscarla en las personas. No en los españoles de a pie (buenos vasallos cuando tienen buen señor, según han demostrado dejando de fumar: capítulo 6), sino en los gobernantes, o, como mucho, en las instituciones que los seleccionan. De ahí, seguramente, la insistencia del autor en que salir del euro es poner a España en manos de populistas irresponsables que la
  • 23. llevarían por el camino de Venezuela o Argentina, y que en ningún caso debe dejarse que España se gobierne sola. De este modo, el capítulo 5, No listen the ask, resulta ser el núcleo del libro. Ahora bien, esto implica un enorme voluntarismo. Al final, todo depende de la virtud de los individuos, que se dotan o no de instituciones ‘buenas» dependiendo, ¿de qué? Nuestro autor pretende mantenerse en la teoría utilitarista de la acción, dedicando incluso el capítulo 6 a mostrar que no se trata de genética, ni siquiera de cultura, sino que, con los debidos incentivos, sí podemos (por ejemplo, el carnet por puntos ha disminuido la velocidad en carretera). Pero entonces hace falta incentivar a los gobernantes para que manejen adecuadamente los incentivos, con lo que volvemos a la cuestión de quién custodia al custodio o. más propiamente, de quién incentiva al incentivador. Un problema para el cual, como hace años intentó explicar Talcott Parsons, no hay solución en la concepción utilitarista de la acción. Garicano lo concede al explicar que la clave está en combinar las sanciones «con un claro apoyo social», y al proponernos «emprender una revolución de los hábitos y costumbres más arraigados en España para adaptarlos al mundo en que vivimos» (p. 20). No cabe, desde luego, situar a Garicano entre los «economicistas» o los «materialistas»: las instituciones no funcionan sin la virtud de los ciudadanos. Mi discrepancia radical con este relato, con todo, no tiene que ver con su lógica ni con su voluntarismo, sino con su desprecio por el crecimiento a través del empleo. De acuerdo en que siempre es mejor conseguir un crecimiento dado trabajando menos que trabajando más (hay muchos que ven esto bien para casa, pero mal para el mundo). Pero, en primer lugar, no está nada claro que, tras la entrada en el euro, estuviéramos en situación de elegir. Las cosas fueron como fueron, y la alternativa al crecimiento por empleo parecía, simplemente, no crecer. Supongamos, de todos modos, que la opción existía, si no para los menguados dirigentes españoles, sí para otros más ilustrados y decididos capaces de aprovechar las buenas condiciones objetivas. Si, en vez de esperar a que estallara sola en 2008, el Gobierno hubiera pinchado la burbuja unos años antes, quizá la recesión habría sido «pequeña» en vez de «grande», pero muchos puestos de trabajo nunca se habrían creado. ¿Habría aumentado por ello la productividad de los ya existentes? ¿En cuánto? ¿Tanto como para compensar el producto de los puestos no creados? Por otra parte, en el cómputo del bienestar, ¿consideramos sólo a los residentes al entrar en el euro o incluimos a los inmigrantes que vinieron gracias a la «burbuja»? Esta última pregunta remite a una cuestión crucial, que queda aquí sólo apuntada por obvios motivos de espacio. De modo análogo a como el euro exige construir un consenso moral sobre el conflicto entre los intereses nacionales y los del conjunto de la Unión Europea, la elección entre crecer aumentando el empleo y crecer aumentando la productividad sobrepasa el marco de España y exige decidir hasta qué punto las políticas económicas deben tener en cuenta el bienestar no ya de los ciudadanos, o de los residentes en el país, sino también de los no residentes. En otra jerga, se trataría de cuáles son las externalidades de los modelos nacionales de crecimiento en el resto del mundo. Todavía en otra más, la cuestión sería si las políticas económicas deben orientarse por una ética universal o por una ética meramente ciudadana, o nacional. Me gustaría terminar con una observación biográfica. Garicano cuenta que no se ocupó de España hasta el año 2007 porque había crecido en la creencia de que era un país normal. Quizá por ello, pienso, su reacción ante el desastre posterior sea proponer una regeneración general, desde la educación hasta los horarios. Quien esto firma tiene unos veinte años más que Garicano, suficientes para haber crecido en la creencia de que España era diferente y haber aprendido después, con la experiencia y el estudio, que era un país tan normal y tan diferente como los demás (si acaso un poco más afortunado por haber tenido menos problemas de fronteras que Alemania, Francia o los países eslavos). Quizá por ello miro ahora a mi alrededor y no veo aquí nada que no encuentre en otros sitios. Quizá por ello veo tan claro que una cosa es salir de la crisis –lo que espero que hagamos con el resto de Europa, un poco antes o un poco después, sin poder decidir qué políticas económicas ayudaron y cuáles perjudicaron– y otra bien distinta es mejorar las costumbres y mejorar las instituciones, algo que creo más conveniente hacer una a una y sin urgencias. Julio Carabaña es catedrático de Sociología en la Universidad Complutense. Es autor de Educación, ocupación e ingresos en la España del siglo XX (Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1983), Escalas de prestigio profesional (Madrid, CIS, 1996), con Carmuca Gómez Bueno, Dos estudios sobre movilidad intergeneracional (Madrid, Argentaria-Visor, 1999) y Las desigualdades entre países y regiones en las pruebas PISA (Madrid, Colegio Libre de Eméritos, 2008). 24/07/2014 1. Nada es Gratis. Cómo evitar la década perdida tras la década prodigiosa, Barcelona, Destino, 2011. Jorge Juan es el nombre colectivo de Samuel Bentolila, Antonio Cabrales, Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano, Juan Rubio-Ramírez y Tano Santos.
  • 24. Las buenas compañías Santa Teresa también supo de buenas y malas compañías, en el despuntar de su adolescencia. Ella se da cuenta y “escoge” ya para siempre, buscar y rodearse de buenas compañías, cosa que hará siempre, porque entre otras cosas entiende que así estará protegida. Y ante aquellos recuerdos, brota de su pluma el primer consejo a los padres de todos los tiempos: “Querría escarmentasen en mi los padres, y ayudasen a sus hijos a tener buenas compañías”. Teresa toma nota y se da cuenta del bien que hace rodearse de buenos amigos, algo que no puede ser impuesto, aunque muchas veces las circunstancias ayudan. Su espíritu sensible encuentra cauce en la buena conversación de sus educadoras, y con suavidad vuelve al gusto de su primera infancia, cuando se quedaba absorta con el pensamiento de que infierno y cielo eran “para siempre, siempre, siempre”. Es aquí, en plena adolescencia cuando Teresa descubre el poder del pensamiento, proceso fundamental de la psicología humana. Se da cuenta que entre el cambio de costumbres (comportamiento) y los buenos deseos que María de Briceño le contagia, empieza a surgir en ella la inquietad por ser mejor y a plantearse su futuro de cara a como mejor servir a Dios. Es tiempo de discernimiento y de enfermedades, elementos en su vida que siempre le acompañarán. Años más tarde, cuando Teresa elige vivir en la familia carmelitana, comprobará cómo las buenas compañías son luz y fuerza para el caminar, por las que el Señor despierta los buenos deseos. Y así comenzó a gustar de la buena y santa conversación de una monja, discreta y santa, cuando le hablaba de Dios y le decía del premio que daba el Señor a los que todo lo dejan por él. Comenzó esta buena compañía a desterrar las costumbres que había hecho la mala y a poner en su pensamiento deseos de las cosas eternas. El Señor se sirvió también de una buena amiga para despertar los deseos de ser monja. Era una grande amiga que tenía. Estaba el Señor grande para disponer a Teresa para sí y le dio una gran enfermedad. Cuando iba para casa de su hermana, descubrió en casa de un tío suyo, la buena compañía de los libros. Aunque estuvo pocos días, la fuerza que hacían en su corazón las palabras de Dios, así leídas como oídas, y la buena compañía, vino a ir entendiendo la verdad de cuando niña. Los niños son fruto del ambiente que respiran. Hacen lo que ven. La educación comienza antes de nacer y dura toda la vida, pero es en los primeros seis años cuando asimilan casi la mayoría de las cosas. Ellos no aprenden por adoctrinamiento o sermones. La vida es la mejor escuela y el hogar el lugar más idóneo para recibir un
  • 25. buen ejemplo. Se necesitan verdaderos padres que sean testigos, que tengan vida, que arrastren, que llenen de ilusión y esperanza, que vivan lo que creen, con valores y actitudes evangélicas. La educación es arte y es tarea difícil, pero se facilita enormemente cuando hay amor, cuando el que crece lo hace en un ambiente de amor y ternura, de acogida, de aliento, de aceptación y amistad, y, además, se rodea de buenas compañías. Santa Teresa y el hecho diferencial cristiano Daniel de Pablo Maroto, Carmelita Descalzo. “La Santa” El título me lo sugiere el lenguaje de algunos políticos de nuestro tiempo que andan a la búsqueda de la propia “identidad” de los pueblos insistiendo en lo “diferente” cuando hay tantas cosas que tenemos los humanos en común. Referido a santa Teresa, lo “propio” suyo, lo personal -su familia, su condición social, su cultura humana, su ser de mujer, su pertenencia a la raza judía y otras condiciones individualizantes-, cuenta poco en el conjunto de su personalidad. Si hay algo que la “especifica” y cualifica en lo más profundo del ser es lo “cristiano”. Siendo cristiana, se hizo “santa”, no por el hecho de estar bautizada ni aceptar las creencias del cristianismo, ni siquiera por cumplir su moral y practicar su culto, sino porque Dios la eligió y la predestinó a ser imagen de Cristo. Si hoy recordamos a Teresa de Jesús, Teresa de Ávila; si turistas y peregrinos la visitan en el lugar de su nacimiento, Ávila, y de su muerte, Alba de Tormes, no es por el sustantivo, Teresa-mujer, hija y nieta de judíos, abulense, española, escritora, etc., sino por el adjetivo calificativo, la “Santa”, reconocido oficialmente por la Iglesia en 1614 (beatificación) y 1622 (canonización). Pero lo “santo” no le pertenece a Teresa como una propiedad heredada de la familia o conseguida por propios méritos, sino que es un don gratuito del Espíritu Santo, como ella reconoce permanentemente en sus Obras escritas... El artículo completo en el Doc. PDF Documentación: SANTA TERESA Y EL HECHO DIFERENCIAL CRISTIANO
  • 26. Javier Marías dice que “el éxito Teresa de Jesús fue su fracaso literario” Juan Rubio “El auténtico estilo de Teresa; lo que nos invita a leerla y admirarla , es su fracaso literario. Aquella alma inmensa, desmesurada, tan libre y tan sumisa, llama de amor viva, no puede contemplarse con los anteojos de la literatura. Sería un pecado mortal y el Señor iba a demandárnoslo”. A esta conclusión llegaba el novelista Javier Marías ( Madrid, 1951) en su breve ensayo: “El libro de la Vida. Éxito y fracaso de Santa Teresa”, integrado en el capítulo 7 del libro “Breve biblioteca de autores españoles” (Seix Barral), coordinada por el profesor Francisco Rico. En esta gavilla de ensayos literarios, se prendía “dar una idea suficientemente justa, equilibrada y sugestiva de la literatura española entre la Edad Media y el Seiscientos”, mediante doce ensayos, encargados a doce escritores de prestigio, abordar obras de grandes clásicos españoles. Y entre los clásicos, El Libro de la Vida, de Teresa de Jesús; y el encargado, el novelista Javier Marías, alguien que no destaca por su afición a los “arrobamientos místicos”. Y lo hace con un respeto y una gran honestidad intelectual. Vale la pena leer el ensayo. Marías, comienza advirtiendo que para Teresa, la escritura de este libro es parte de su proceso vital. El lector parece encontrarse con un viaje interior. Cuando el viajero se acerca a la región a la que quería llegar, más crece su impresión de que se está alejando. Su duda y su lucha por seguir, aún a tientas, no es solo el deseo de estar llegando al destino acertado y no equivocarse, sino también escribir las etapas de este incierto viaje interior, adquiriendo “conocimiento”, “llegar a saber”, en definitiva. Teresa experimenta la impotencia de narrar “algo” que no se puede narrar. Para Javier Marías, la grandeza del libro es la “odisea” por escribir sus “extraordinarias vivencias”, algo que comenzó en 1555, aunque lo rechazó por creer que eran “cosas del demonio”. Debían contener aquellos apuntes, parte de los cuales integraría en este libro escrito entre 1562 y 1565, muchos elementos de gran interés, que no se han conservado. Y es que, como recuerda Marías, subrayando aún más esa “odisea”, no eran tiempos como para andarse con cien ojos. La tradición literaria del siglo XVI desaconsejaba el estilo de literario de las confesiones, por considerarlo pecado de soberbia. Además, podría acusársele de otro pecado, el de orgullo y vanidad, intentando “enmendar la plana” a San Agustín, cuyas Confesiones acaban de ser publicadas y ella había leía con entusiasmo. Pero, claro está que no solo se trataba de eso. Había algo más. Nadie olvidaba sus orígenes conversos, la susceptibilidad ante asuntos relacionados con experiencias místicas cuando Los Alumbrados estaban siendo perseguidos por la Inquisición; su salud no era buena y su tiempo, viajando para las fundaciones, era escaso; la reforma del Carmelo, por otra parte, no eran aún bien vista por altas jerarquías; y, por supuesto, su condición femenina no era la más apta para esta “odisea” . El nuncio papal, Filippo Sega le llegó a recriminar su tarea: “Fémina inquieta y andariega, desobediente y contumaz, que a título de devoción, inventa malas doctrinas, andando fuera de la clausura y enseñando como maestra lo que san Pablo enseñó , mandando que las mujeres no enseñasen…” ( Recuerda aquí Javier Marías las dificultades que hubo, por ser mujer, cuando se le quiso nombrar patrona de España, o cómo hasta 1970 no fue declara Doctora de la Iglesia, después de que el papa Pio XI, en 1922, cerrara el expediente con un simple “obstat sexus”) Pero la voluntad de expresarse de Teresa, iba unida a su esperanza de que aquello sirviera de algún provecho, no solo para sus monjas, sino para las personas de cualquier clase , condición u oficio.
  • 27. Para el novelista, no eran estas las principales dificultades que Teresa encontraba, pues bien sabía superarlas con donaire y valentía. La dificultad más grave era la de lograr dar forma a una experiencia mística y buscar cómo prestar el lenguaje a una vivencia única, a un sentimiento tan íntimo. Aunque contaba con el auxilio divino, solo el talento propio, podría ayudarle en la lucha. Es verdad que leía; y mucho, aunque algunos críticos hayan abultado sus lecturas. Conocía Las Confesiones de San Agustín; La subida al Monte Sión, de Fray Bernardino de Laredo ( (1536) , el Tercer Abecedario de Francisco de Osuna (1492) y el Audi Filia (1556) de Juan de Ávila. Sin embargo, Teresa no era “una buena lectora” . No se detenía en el estilo o la forma, sino en aquellos elementos que concordaran con lo que ella sentía. No le atraía en los libros la literatura. Buscaba solo el “el libro vivo” . Las experiencias ajenas que leía, no las tomaba, si no las había experimentado antes. Y ello pese a estar de belleza, como eran el caso de algunos textos de escuela franciscana, o la prosa excelsa de Juan de la Cruz. El Libro de la Vida es un empeño desesperado por expresar lo que sentía, pero evitaba entrar y contar al meollo; prefería no pasar de la corteza. Y era ese pudor el que le producía una impotencia que llegaba a deprimirla, pero a no a desalentarla. Y por eso seguía. En el estilo se nota cómo tiende a jadear, atropellándose antes de fluir. Los componentes de las frases le llegan todos de una vez; y los ensarta como buenamente puede, sin que, a veces, pueda ayudarle la sintaxis. Por eso, le lector no encontrará en el texto lances significativos, porque ella no hace lo que haría un cronista normal, recoger hechos exteriores. A ella le interesa solo escuchar la resonancia “en este pequeño cielo de nuestra alma” . El Libro de la Vida se adelgaza de contenidos objetivos hasta quedarse desnudo. Y ese es, para el afamado novelista madrileño, el deseo de Teresa y el valor que la obra tiene para nosotros. Ese es el atractivo que hace que guste su lectura: la dificultad de reflejar sentimientos que desbordan la escritura. Hubiera podido escribir otra cosa; o de otra manera, usando el lenguaje coloquial, pero ella no buscaba eso. Sus deseos y logros no van por la literatura, sino por otros derroteros. Por eso el resultado es menos espontáneo, lo cual no quiere decir que no haya en el libro momentos de altura estremecedores, especialmente cuando con una gran simplicidad se acerca a las comparaciones. “Su verdadero éxito, el que nos invita a admirarla y leerla, es precisamente su mismo fracaso literario”, concluye Marías en este pequeño ensayo que recomiendo en este año dedicado a la santa. Una molesta pregunta de Hans Küng: ¿Morir feliz? Juan Jose Bosch, 15-Octubre-2014 Juanjo Bosch Sintes, canario, ingeniero y alto funcionario del Estado ya jubilado, residente en Madrid, coetáneo mío, católico decepcionado, seguía y apoyaba ATRIO desde hace años. Hay aparece por primera vez en ATRIO para hablarnos de un libro que ha dado ya titulares antes de traducirso. Él ya lo ha leído ya en alemán y nos expone su controvertido contenido con rigor y respeto a la figura del gran teólogo Hans Küng. Al final de su artículo publicamos la referencia al libro y su índice. ¡Bienvenido, Juanjo! Glücklich sterben? o en su traducción literal en castellano ¿Morir feliz? es el último libro del siempre polémico teólogo cristiano y profesor Hans Küng.
  • 28. Hans Küng, nacido en Sursee (Lucerna,Suiza) el 19 de marzo de1928, ha publicado cerca de cuarenta libros de teología muy conocidos y casi siempre polémicos lo que le ha llevado a la suspensión por parte de la Iglesia de la enseñanza de Teología en centros católicos pero no a dejar de ser sacerdote católico en activo ya que ni su obispo ni la Santa Sede le han secularizado. Son sin embargo bien conocidos los encontronazos que como profesor y teólogo ha tenido frecuentemente con la Iglesia y Curia Romanas en casi todas sus publicaciones. Porque Hans Küng ha sido un defensor a ultranza del aggiornamiento de la Iglesia Católica tal como lo defendieron en su día el Papa Juan XXIII y el Concilio Vaticano II. No tuvo, por lo tanto, la simpatía de Juan Pablo II ni de su sucesor Benedicto XVI de quien había sido amigo en los años sesenta al coincidir como profesores en la Universidad de Tubinga. Sin embargo, últimamente, ya retirado Ratzinger han tenido ambos en Roma un cordial encuentro en el que, al parecer, se evitaron los temas polémicos Hans Küng padece a sus 86 años de un Parkinson creciente así como de una degeneración macular también en aumento. Esta disminución de sus facultades personales le ha llevado a escribir éste su último libro no sin algunas dificultades de última hora con la Editorial muniquesa Piper a raíz de un agravamiento de su enfermedad de Parkinson en junio de este año, felizmente superado, lo que le ha llevado a dedicar el libro y a terminarlo en su Postscriptum con el “agradecimiento a sus médicos, terapeutas, cuidadores y a todos aquellos que le han asistido”. El tema, dicho claramente en el profundo sentido de la palabra griega, es el de la eutanasia, esto es una muerte buena, digna, leve, hermosa o feliz. Este sentido ha sido recogido también claramente por el diccionario de la R.A.E. en sus dos acepciones de: “Muerte sin sufrimiento físico” y “Acortamiento voluntario de la vida de quien sufre una enfermedad incurable para poner fin a sus sufrimientos”. Este tema ha sido una preocupación constante de Hans Küng en sus últimos años y a él ha dedicado en los noventa un libro “Morir dignamente” en colaboración con su amigo Walter Jens y un capítulo del tercer libro de sus memorias “Erlebte Menschlichkeit o Humanidad vivida” aún no publicado en español. Su tesis, desde su profunda fe en el Dios de Jesús y en la vida eterna, dicho brevemente, es que Dios, ciertamente, nos da la vida pero que el hombre –toda persona– es responsable de ella a lo largo de toda su vida y también de su muerte cuando se dan ciertas circunstancias que permitan adoptar esa decisión consciente y responsablemente. Y es que Dios en su bondad quiere siempre para el hombre la felicidad que éste ha de procurarse justamente con arreglo a los principios ético-morales a los que también Hans Küng ha dedicado muchos esfuerzos en favor de una Ética Mundial. El tema de la eutanasia o de la muerte feliz, digna… es, sin embargo, un tema siempre polémico, sobre todo en Alemania después de las ejecuciones masivas hitlerianas de la Segunda Guerra Mundial. Polémico también por su posible mal uso, principalmente por terceros. Escuetamente, el uso y la defensa que hace Hans Küng de la eutanasia es el del derecho de todo hombre, creyente o no, a disponer de su vida cuando sus condiciones vitales sean tan precarias que no pueda vivir una vida que pueda llamarse razonablemente humana, es decir en condiciones de salud tan malas que los sufrimientos o las condiciones vegetativas derivadas de un alargamiento artificial de la vida hagan considerar razonablemente que ese paciente no merezca ya el nombre de persona. Las dificultades principales para un correcto y responsable uso de la eutanasia vienen, a juicio de Hans Küng derivadas de la no adaptación a las actuales circunstancias de la sociedad en que vivimos, principalmente en dos ámbitos: el jurídico y sobre todo el religioso. Se queja el autor, en efecto, de la insuficiente regulación jurídica y del atraso en su adaptación a las circunstancias actuales de las religiones cristianas, la protestante y, en particular la católica. Sin embargo defiende, en general, la actuación médica y su creciente adaptación a técnicas paliativas del dolor a medida que los avances actuales producen el alargamiento de la vida con sus inevitables secuencias de sufrimiento y de aumento de demencias. Está a favor de la política de residencias para enfermos terminales donde estos puedan morir en un ambiente lleno de comprensión y cariño en presencia y con participación de sus seres más queridos. Alaba también la presencia de movimientos de ayuda a morir dignamente como EXIT o la Sociedad Alemana por la Muerte Humana (DGHS), por la que ha sido premiado, así como la política de ciertos Estados como Suiza, Bélgica, Holanda u Oregón en Estados Unidos.
  • 29. En definitiva, desde su larga experiencia vital y desde su profunda fe en el Dios de Jesús, en el Abba amantísimo , Küng cree que el cristiano creyente debe vivir su propia cruz, pero no a imitación de Jesús, como mantiene la doctrina más tradicional cristiana de aceptación del sufrimiento, sino como correlación o correspondencia, es decir, en sus propias palabras: “El reto del seguimiento de la cruz es éste: cargar cada uno con su propia cruz, colocarse en el riesgo de su propia situación y, a pesar de la inseguridad del futuro, marchar por su propio camino”. Según el autor, pues, la tarea de todo cristiano en el mundo actual es luchar contra el sufrimiento, la pobreza, el hambre, las desigualdades sociales, la enfermedad y la muerte. Por ello no hay que buscar el sufrimiento sino soportarlo, pero no sólo soportarlo sino luchar contra él. Seguir la propia cruz y la ayuda a morir, consecuentemente, no son para él términos excluyentes. Al respecto cita elogiosamente el libro del filósofo español de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Monclús “La Eutanasia, una Opción Cristiana” (Madrid 2010) y con él la esperanza de constatar la existencia de distintas corrientes cristianas opuestas a la inamovible e inveterada opción de la Iglesia oficial de considerar todo tipo de eutanasia como crimen y pecado, lo que ha llevado a considerar este tema, incluso socialmente, como tabú. En consecuencia según su punto de vista su compromiso por una muerte digna y con ayuda es un asunto totalmente personal; no es tema de otros, sea la Fundación de Ética Mundial o el Instituto de Ética Mundial. Y continúa: “Estoy convencido de hablar en nombre de muchas personas que buscan para su muerte una ayuda responsable… Pero ninguna ayuda a morir es aceptable si va en contra de los principios básicos de una Ética Mundial. Tanto la regla de humanidad como la regla de oro de subordinarlo todo al mantenimiento de la reciprocidad y al respeto por la vida.” Y termina el libro con una bella oración de alabanza a Dios de la que reproduzco sólo la última estrofa: Así, pues, pongo también, sereno y confiado, mi futuro en tus manos. Sean muchos años o pocas semanas Me alegro por cada nuevo día que me regalas, Y abandono en ti, lleno de plena confianza y sin preocupación Ni miedo, todo aquello que aun me aguarda. Pues tú eres el principio de todo principio Y el centro de todo centro Y también el fin de todo fin Y la meta de toda meta. Te doy gracias, mi Dios, Porque eres siempre amigo Y tu bondad dura eternamente. Amén. Así sea. HANS KÜNG GLÜCKLICH STERBEN? (¿Morir Feliz?) Editorial Piper, Munich, septiembre 2014