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Pepe Gutiérrez-Álvarez
NELSON MANDELA. UN LARGO CAMINO…PARA VOLVER A
COMENZAR
Apuntes biográficos y fílmicos
A modo de introducción.
No creo que exista ningún otro político de la segunda mitad del siglo XX, que haya
contado con tantos ensayos biográficos y que, además, casi todos ellos se puedan
encontrar en ediciones en castellano. Sin embargo, Nelson Mandela no siempre ha
tenido tan “buena prensa” Había ganado unas elecciones por mayoría aplastante en
su país, pero todavía figuraba como “terrorista” en los papales del Departamento de
Estado made in USA, la máxima autoridad sobre la cuestión. El personal que quiera
echar un vistazo a las hemerotecas, se encontraran con una sorpresa. La mayor parte
–sino la totalidad- de los diarios e informativos que lo han convertido en un icono
incuestionable, lo trataron como “terrorista” durante mucho tiempo, por lo menos hasta
los años noventa.
No hay que decirlo; “terrorista” era la lucha armada de los que se oponían al régimen
del “apartheid”, el más infame de la historia después del nazismo –al decir del propio
Mandela- con el que tuvo no pocas coincidencias y paralelismos. Desde el orden
establecido no se consideraba como tal al régimen del “apartheid”, responsables de
masacres como la de Shaperville o Soweto (por no hablar de sus intervenciones
militares en la zona), un régimen “democrático” en el que la mayoría “africana” estaba
excluida, convertida en una suerte de “sin papeles” en su propio país…
Hoy todo eso parece historia, Mandela fue liberado por movilizaciones que sacudían el
país día sí, día también, por campañas de solidaridad que llenaba estadios en el Reino
Unido, y la historia entró en otro curso. En una nueva página que podemos definir
como una revolución a medias, el racismo institucional fue derrotado y actualmente, en
Sudáfrica no existe segregación racial, los odiosos batunstanes ha sido demolidos, y
los terroristas de ayer son ministros, ocupan cargos, hasta son laureados
internacionalmente. Ese es el caso de Mandela que ha dejado de ser el “extremista de
izquierda” del que hablaba la prensa domesticada para convertirse en una suerte de
santo negro y laico, un personaje al que la ONU la ha dedicado un día entero: el 18 de
julio, de tantas connotaciones en el Reino de la Españas.
En su momento, esta revolución a medidas fue contada como la única posible.
Existían unos muros que impedían a la mayoría cumplir sus propios proyectos de
recuperar las riquezas de las que habían sido expoliados por la violencia. Más allá
aparecía la amenaza de un ejé4rcito y de una derecha fascista, la advertencia de un
mar de sangre. Por otra parte, era la época del desplome de los regímenes mal
llamados socialistas, del desarme de revoluciones en Centroamérica, del cerco y
acoso contra la Nicaragua sandinista. Parecía que solamente el “empate” era lo único
viable, como sucedió aquí, en las Españas, en 1977-1978. El African National
Congress estimó que con su llegada al poder, la historia había terminado, no se
planteó que solamente se había cubierto una etapa.
Lo que siguió después empaña la biografía de Nelson Mandela y la de toda una
generación. Mandela el pacificador se convirtió en un padre de la patria vivo, en
alguien que quedaba por encima de la historia. Un personaje convertido en una marca
registrada con el que todo el mundo se quería fotografiar, un producto que producía
millones y millones en toda clase de objetos y de eventos. Al mismo tiempo, las
diferencias entre los de arriba y los de abajo se fue haciendo todavía más abismal. En
este punto, la diferencia radicaba en que el ANC ha servido para el ascenso social de
una casta de políticos y funcionarios que viajan en primera con los blancos. La propia
familia se Mandela se ha enriquecido de forma escandalosa y el revolucionario de
Rivonia, es ahora alguien que se utiliza para legitimar la nueva realidad existente.
Este trabajo aparece cuando todo indica que Mandela marchará a la gloria eterna. Su
nombre ya figura en calles, plazas y entidades en un desenfrenado culto a una
personalidad…domesticada. .Se habían visto cosas parecidas, pero no en vida. Lenin
fue elevada a los altares por Stalin como sumo sacerdote, pero él ya había muerto y
además, había mostrado su disgusto a toda clase de homenajes. Algo parecido
sucedió con Gandhi, cuyo apellido a llegado a ser el de una familia aristocrática de
nuevo cuño, la misma que invocaba su nombre y su ejemplo mientras servían a un
Estado que mantenía los abismos sociales e invertía en armamento atómico.
Se trata de una recopilación de trabajos publicaos en tiempos lejanos, en los años
ochenta. Cuando el autor formó parte activa del comité anti-Apartheid que reunió a
militantes muy diversos en campañas minoritarias, pero que contribuyeron a dar a
conocer la resistencia al apartheid. Al final de la década, Mandela nos visitó en
Barcelona y dio un mitin en pla plaza Sant Jaume. En se tiempo publiqué un estudio,
Nelson Mandela. La lucha es mi vida (Ed. Río Nuevo, Barcelona, 1988), y preparé una
biografía suya para la editorial Lumen en una colección que cerró antes de publicarla.
En ese tiempo publiqué trabajos en todas las revistas de historia que existían en el
mercado español.
Reúne trabajos sobre el personaje y sobre las películas que se han realizado entorno
suyo. Se apoya en biografías como las de Mary Benson, Fátima Meer y Jack Lang, de
las que he extraído una documentación básica. Espero que sirva para los lectores y
lectoras que se acerquen al mito desde ojos críticos, y a los que emplean el cine como
un medio de análisis. Todos ellos han sido publicados en Kaos, aunque he añadido
algunas correcciones.
El título advierte de que el largo camino hacia la libertad, todavía está por culminar. En
se nuevo trama, la biografía del Mandela militante será un aliciente, en tanto que la
trayectoria del Mandela beatificado por el Estado y por los amos del mundo, srá un
obstáculo. Quizás se trate pues, de separar una parte y otra.
PRIMERA PARTE: UN RETRATO PARCIAL
"El hombre muere entre todos aquéllos que mantienen silencio ante la tiranía" (Wole
Solynka)
1. El largo camino hacia la libertad, el libro de Nelson Mandela (*)
En líneas generales, la historia oficial sobre Mandela se ha escrito en las dos últimas
décadas, en términos como los siguientes: Esta apasionante autobiografía del líder
político surafricano Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad (1994) ocupa un
lugar destacado ya entre las memorias de las figuras más importantes del siglo XX.
En sus páginas se descubre en clave individual el largo camino seguido por el África
negra hacia la consecución de la libertad política y la restitución de su dignidad
humana. El libro se abre con la evocación de la infancia en el campo. Nelson
Rolihlahla Mandela, hijo de un jefe xhosa de la etnia sudafricana de los thembu, pasó
su infancia en Transkei, inmerso en la simplicidad de la vida aldeana y el respeto hacia
la tradición tribal. Adoptado por el jefe de los thembu frecuentó las mejores escuelas
abiertas a los africanos, donde descubriría las contradicciones de la imposición de una
cultura extraña y la opresión del sistema del apartheid. Luego pasa a relatar con una
elegante prosa sus primeros años como estudiante y pasante de un despacho de
abogados en Johannesburgo, el lento despertar de su conciencia política y su papel
central en el renacimiento de un CNA estancado y la formación de la Youth League en
la década de 1950, así como su lucha personal por reconciliar su actividad política con
su devoción hacia su familia, la angustia de la ruptura de su primer matrimonio y el
dolor al separarse de sus hijos. El lector, de su mano, asiste en primera persona a la
escalada de la confrontación política entre el CNA y el gobierno en la década de 1950,
que culminaría con el paso de Mandela a la clandestinidad («La pimpinela negra») y el
célebre proceso de Rivonia
Nelson Mandela comenzó a escribir su autobiografía "Long Walk to Freedom" en
Robben Island a los diez años de encarcelado. Por entonces ya había llegado a
constituirse en el icono de la batalla por la liberación de África del Sur; millones de
niños llevaban su nombre en el resto del continente africano.
Nacido en 1918 en Transkei, a 800 millas al este de Cape Town, era hijo de Gadia
Henry Mphakaniswa, jefe por sangre, por ejercicio y por nombramiento colonial.
Étnicamente un xhosa, o lo que es lo mismo un firme creyente en la importancia de las
leyes, de la educación y la cortesía; constituyendo parte de un orden social donde
cada uno conocía su sitio. Pertenecía al clan Madiba, nombre que infunde un gran
respeto y por el que muchos le conocían.
A su padre lo describe como un hombre honrado, recto, amable, algo terco también;
guía en la comunidad, todo un soberano; con cuatro esposas.
La infancia de Mandela fue modelada por ritos, costumbres y prohibiciones y la
importancia del aspecto y la dignidad. Como él escribe, "me definía a través de mi
padre". Pero tan sólo por pocos años: su padre falleció cuando tenía nueve.
Su madre lo dejó con el regente en funciones de los Thembu, parte del mayor pueblo
Xhosa, en Mqhekezweni, un cercano puesto misional metodista. Allí empezó a
comprender la contribución social de los misioneros y a tomar en serio su vida
cristiana. La vida en los tribunales fue su primer contacto con la jefatura, el liderazgo y
la democracia; pues el regidor solía congregar al pueblo en reuniones generales
donde a cada uno se le permitía no solo hablar sino también criticar, mientras el jefe
por su parte escuchaba, para hablar en último lugar. Por ese tiempo comenzó a
interesarse también por la historia africana.
Según costumbre, a los dieciséis fue circuncidado; tras lo cual había que elegir entre
escuela o trabajo en las minas; decisión que podríamos decir equivalía a otro rito. El
regente decidió escuela para Mandela. Fue admitido en el Instituto Clarkebury, lo que
constituyó una gran ayuda para ampliar su mente. Tres años más tarde fue al
Healdtown Wsleyan College para cursar Artes Liberales. El mayor recuerdo de su
estancia allí fue la visita de Krune Mqhayi, poeta xhosa y cantante famoso, cuya
actuación alabando a los xhosa y criticando a los blancos ante la escuela en pleno,
confundió y escandalizó a Mandela.
Finalmente, ingresó en Fort Hare, la única institución a nivel universitario para negros,
en la cual han sido educados muchos líderes africanos de habla inglesa. Al cabo de un
año fue expulsado por boicotear una elección. A su regreso a Mqhekezweni, el regente
tenía acordado el matrimonio de Mandela; éste entonces huyó a Johannesburg.
Allí se movió de un lugar a otro, sobreviviendo como pudo; planeó completar su B.A.
por correspondencia, lo que finalmente consiguió. Fue admitido como empleado
contratado en un bufete de abogados dirigido por un judío. Fue ahí, en
Johannesburgo, donde estableció el primer contacto con miembros del ANC (African
National Congress), tales como Walter Sisulu y Oliver Tambo, y líderes comunistas
como Joe Slovo, por citar un par de ejemplos. Allí también fue donde conoció
directamente la vida en los municipios.
Los tempranos años 40, estuvieron para Mandela llenos de juvenil idealismo, años en
que los "Africanistas" del ANC planeaban lograr el cambio en Sud Africa, y erradicar el
complejo de inferioridad que muchos negros tenían.
Año clave para Mandela fue el 1946, profundamente inmerso en cuestiones políticas.
Hubo una huelga, de unos 70.000 mineros africanos, por salario mínimo y vivienda
familiar. Fue aplastada y las Uniones declaradas fuera de la Ley. El Gobierno impuso
además restricciones de residencia y movilidad a los Indios, lo que auguraba cosas
peores para los Negros. Y se casó con su primera mujer, Evelyn.
Dos años después, con la victoria del Partido Nacionalista en las elecciones de
blancos, fue introducido oficialmente el "apartheid", y en los siguientes años el alcance
de leyes restrictivas concernientes a casi todos los aspectos de la vida diaria fue
teniendo más alcance. El Bantu Education Act de 1953, que rebajaba la educación
para los negros, promovió, veinte años más tarde, protestas en Soweto, en las que
tomaron parte 15.000 estudiantes, resultando heridos muchos de ellos y algunos
muertos. Hecho que se hizo famoso en la película Sarafina. Se refiere también la
Masacre de Sharpeville cuando la policía disparó sobre la multitud que huía, y mató a
69 civiles.
Llega aquí su separación de Evelyn, que al convertirse en Testigo de Jehová alteró
sus creencias y modo de vivir.
En 1963, en el Juicio Rivonia, Mandela y diez más, incluyendo a Sisulu, Govan Mbeki
(padre de Thabo Mbeki) y el poeta de color Dennis Brutus fueron condenados y presos
en Robben Island.
Sus memorias en la prisión son vivas, como cuando -sin amargura- describe la
segregación, pequeños vejámenes y humillaciones a los que estaban sujetos.
Dieciocho años más tarde fue trasladado a Pollsmoor, prisión de régimen más suave,
cercano a Cape Town; y finalmente fue liberado el 11 de febrero de 1990.
Con nostalgia recuerda el histórico discurso, nueve días después, revocando el estado
de emergencia y la prohibición de partidos y organizaciones ilegales.
Lo más duro estaba por comenzar: las negociaciones. Y gran parte de su éxito se
debió a la capacidad humana, a la paciencia, habilidad diplomática y visión de Maliba.
Aunque admite fallos en cuanto a su vida familiar. Su segundo matrimonio, con la
controvertida y terca Winnie Madikizela, también se quebró. Como confesó en la boda
de su hija Zindzi: "Veíamos crecer a nuestros hijos sin nuestra guía, y, cuando salimos
de la prisión, mis hijos dijeron, Ser el padre de una nación es un gran honor, pero ser
padre de familia es una más grande alegría. Pero fue una alegría de la que he
disfrutado poco".
Mandela escribe con gran candor, con muchos detalles llamativos profundamente
grabados en su memoria. Es un libro extenso, pero digno de ser leído, de un hombre
que a pesar de sus fallos, y de algunas creencias equivocadas en procedimientos
morales, merecerá permanecer en la Historia por sus alcances de reconciliación entre
las muchas partes de una nación especialmente dividida.
(*) El largo camino hacia la libertad de Nelson Mandela Título original: Editorial: Punto
de lectura Año publicación: 2004 (1994) Temas: Ensayo: Memorias y biografías
2. Mandela, una historia africana. Nadie podrá cuestionar que Mandela ha sido hasta
el final de su vida, uno de los mayores políticos que ha producido el siglo XX.
De haber muerto en los años cincuenta podrían haber sido comparado con cualquiera
de los grandes jóvenes líderes negros que, como Antonio Lembele o Steve Biko, que
marcaron con su potente personalidad el movimiento de resistencia. De haber muerto
después del proceso de Rivonia su figura habría podido resultar equiparable a la
trágica y magnífica de Patricio Lumumba. Pero siguió siendo alguien de una talla
excepcional en los años del ostracismo, era ya un anciano cuando le llegó la
liberación, pero emergió como un líder imaginativo, alguien a la altura de unas
circunstancias especialmente complicadas, y dejó el poder con el prestigio intacto,
aunque hay luces y sombras en el balance objetivo de su actuación. Pero incluso en el
caso de que se puedan juzgar severamente algunas de sus posiciones, no hay duda
que fue el artífice de la reconciliación racial que sacó a Sudáfrica del "apartheid",
impidiendo que el país cayera en una guerra civil. Pero esa fue una fase. Una etapa
inicial en un continente en el que el dilema entre el socialismo o la barbarie
(neoliberal), resulta más evidente que en ningún otro.
Ahora todo aquello parece quedar lejos, pero Mandela empezó a ser mundialmente
reconocido cuando en los años ochenta, la crisis abierta, con las movilizaciones
masivas en las calles, las muertes y las torturas de los resistentes, convertía a
Sudáfrica en uno de los centros de la atención pública de todo el mundo, y familiarizó
a muchas personas con términos hasta entonces extraños como apartheid, bóers,
bantú, bantunstanes, y con personajes como Steve Biko, Desmond Tutu, Walter
Sisulu, pero sobre todo con Nelson y Winnie Mandela, la olvidada pareja protagonista
del gran drama histórico del apartheid en su última fase, después de la cual
comenzaría una nueva etapa en la historia de Sudáfrica en la que el racismo era
apartado de las leyes, y el CNA conseguía gobernar con una mayoría absoluta, dentro
de la cual se podían contar los votos de muchísimos blancos que también creían que
el apartheid merecía morir, y ser enterrado como una variante colonial del nazismo,
como una muestra especialmente cruel de la "supremacía blanca".
En este tiempo, y en el que le sigue, el prestigio de Nelson y Winnie Mandela han
superado al de todos los gobernantes de la época. Muy pocas veces en la historia una
pareja ha conseguido, reunir tras de sí un apoyo nacional e internacional tan vasto,
hacía mucho tiempo que líderes proscritos no daban un salto histórico --revolucionario-
- que les llevara desde la prisión y la humillación, a protagonizar un cambio histórico
incompleto pero impresionante, y recibir los máximos honores. Incluido el Nobel de la
Paz para Nelson compartido con De Klerk, lo cual no deja de ser una paradoja,
aunque este del Nobel a veces parece tan disparatado como el Oscar, y aunque no se
lo dieron a Hitler o Franco (y si se lo dieron, no fue por falta de firmas), se lo otorgaron
a Kissinger, con toda posibilidad, el peor que los dos.
Así es que, aunque situados después de la ruptura matrimonial en ángulos diferentes,
Nelson y Winnie, cada uno a su manera, siguieron representando la historia viva de
Sudáfrica, una historia en movimiento que sigue ocupando las portadas de los medias,
y sobre la cual sigue valiendo la pena tratar de ofrecer un "mapa" que nos ayude a
situarnos en uno de los grandes episodios de la historia del siglo XX, y cuya
importancia para el devenir del continente africano resulta incuestionable. Sudáfrica es
el país más desarrollado de una tierra para que el siglo XXI, presume más bien malos
augurios. Una luz oscura sobre su porvenir se manifestó con especial claridad y
evidencia en la Conferencia Mundial sobre el SIDA celebrada en Barcelona, y en cuyo
cierre tomaron parte el ex-presidente USA, Clinton (al que el incalificable Bush casi ha
elevado casi a los altares) y Mandela. Ambos se pronunciaron por algo tan elemental
como subversivo, las personas estaban mucho antes que las patentes de las grandes
multinacionales de la medicina.
La diferencia entre uno y otro es: Clinton habría hecho lo contrario de estar en el
poder. Mandela habría declarado exactamente lo mismo de estar gobernando. La
diferencia entre el decir y el hacer. Mandela todavía encarna una revolución aunque
sea a medias, la última y una de las más importantes del siglo XX. Acabó con la idea
de una supremacía blanca en el continente africano.
Se puede decir que, en no poca medida, Mandela se convirtió en el "rostro" de la
oposición y de la superación del apartheid en los periódicos, la radio, la televisión y el
cine. En sus últimos años de cárcel, su nombre fue asociado a todo tipo de
acontecimientos y manifestaciones multitudinarias que gritaban su nombre, y las
embajadas y consulados sudafricanos de todo el mundo se veían asediados por gente
que gritaba lo mismo. En estos años, resultó extraña la entidad, empezando por el
Nobel de la Paz, que al repartir un premio de carácter solidario o humanístico no
tuviera a Mandela entre sus galardonados en tanto que su efigie ocupaba en los
murales y panfletos un lugar cercano al "Che" Guevara. Fue también entonces cuando
se publicaron numerosos libros, más sobre Mandela y Winnie que sobre Sudáfrica,
siguiendo el mismo hilo: servían para iluminar los acontecimientos que les había
tocado vivir, porque representaban al pueblo, y porque su causa era la verdadera, o al
menos la más representativa. En el 2002 fue aclamado por todos los representantes
del continente reunidos en Durban para celebrar la creación de la Unión Africana.
El potencial de este carisma no podía pasar desapercibido para el cine y la TV, y de
ahí que una de las principales cadenas de la TV pública norteamericana le dedicara
una superproducción a su nombre (Mandela, a la que ya me he referido en la primera
parte de un doble trabajo sobre Mandela en el cine) que tuvo la virtud de suscitar la
indignación de la llamada "Mayoría Moral", y de diversos "medias" republicanos, que
tacharon sin empacho a Mandela de "comunista" y de "terrorista", palabras que
también estuvieron en la boca de la Margaret Thatcher o del demócrata-cristiano
alemán Helmuth Kolh, gente con bula para todo. Mandela fue un hueso atravesado en
la garganta de los conservadores británicos cuando, en julio de 1988, el estadio de
Wembley de Londres se puso hasta la bandera para escuchar un concierto musical
con la reunión del mayor plantel de grandes de la música popular de nuestro tiempo.
Mandela llegó a convertirse en un fenómeno social coreado por millares y millares de
manifestantes y huelguistas en Sudáfrica.
Aunque en ningún punto comparable con las campañas solidarias realizadas en otros
países europeos, desde la segunda mitad de los años ochenta se formaron en algunas
capitales españolas, diversos colectivos solidarios que aportaron su grano de arena a
la lucha internacional contra el apartheid. Esta campaña se compuso de las
actividades clásicas de denuncia del racismo, actividades callejeras con pancartas,
recogidas de firmas, propuestas parlamentarias, charlas y mesas redondas, y
naturalmente, la edición de libros y folletos. Inmerso en esta actividad, y partiendo de
otros muchos trabajos como la biografía de Nelson escrita por Mary Nelson el autor de
estas líneas tuvo ocasión de apergaminar una edición de escritos de y sobre Mandela
que recibió el título de Nelson Mandela. La lucha es mi vida. Materiales para una
biografía (Ed. Río Nuevo, BCN, 1989) que llegó a las librerías cuando Mandela ya era
un personaje conocido en la calle, poco antes del colosal concierto en el estadio de
Wembley, y de su ulterior pasaje por Barcelona, invitado por el Ayuntamiento de la
ciudad.
En esta ocasión, Mandela pudo hablar a un extenso público congregado en la plaza de
Sant Jaume y poco después, tal como había predicho el mismo ante una audiencia
que seguramente lo consideró quimérico, fue elegido el primer presidente negro de
Suráfrica, y protagonizaba el acontecimiento liberador más importante finales del siglo
XX, de una década de derrotas para todos los movimientos de liberación, incluyendo
los que en la vecindad con Sudáfrica habían provocado la caída del odioso
ultraimperialismo portugués, y habían contribuido al "regalo" de la revolución de los
claveles en Portugal, que tanta ilusión causó en una generación que acabaría
haciendo la vida imposible al franquismo y conquistaría las libertades democráticas en
España. Por aquel entonces, ser de izquierdas y no ser anticolonialista era un absurdo
que nadie admitía abiertamente. Después, Felipe González siguió vendiendo amas a
Pretorio cuando había una campaña mundial de boicot. Que importa como sea el gato
si caza ratones...
En aquel momento, la cuestión de la cuestiones era acabar con el apartheid, y abordar
los grandes cambios que la mayoría social del país venía exigiendo en las calles, en
los lugares de trabajo, de vida y de estudio con una audacia y una voluntad que estaba
convirtiendo un pueblo de gente férreamente sometida en un pueblo altivo cuyos
sueños dejaban de ser pesadillas. Desde entonces, muchas cosas han cambiado en
Sudáfrica y en el mundo, pero lo más importantes es que, primero, que el apartheid ha
quedado atrás sin que haya tenido lugar ninguna hecatombe humanitaria, y segundo,
que Sudáfrica ha adquirido un sentido muy diferente para el continente africano; ya no
era el centro contrarrevolucionario coligado con Washington para sostener y
complementar los ejércitos "contras" que acabarían destruyendo sistemáticamente
toda perspectiva de mejora y de estructuración social y nacional en Angola, Costa
Verde y Mozambique, sino que, por el contrario, emergía como la portavoz más fuerte
y autorizada de un continente que parece condenado a ocupar permanentemente las
páginas más calamitosas de los noticiarios.
Desde esta nueva perspectiva, casi quince años después, me he propuesto elaborar
una nueva contribución que ayudara a los lectores interesados en el laberinto
sudafricano a aclarar mínimamente el período --el largo período- final de la lucha
contra el apartheid para facilitarle de esta manera un bosquejo serio de la situación
que se abría a principios del año 90, y sobre la cual, una década larga más tarde, es
ya posible establecer un cierto balance crítico. En nuestro momento, la experiencia
sudafricana sigue teniendo un valor extraordinario para situaciones de barbarie
bloqueadas como la de Palestina, pero también se está poniendo en evidencia sus
limitaciones delante de la cuestión social, una solución aplazada que se manifiesta con
especial virulencia a través del SIDA o de la delincuencia de los marginales.
Quizás pues, tendríamos que hablar de una historia de lucha que en su día simbolizan
muy especialmente Nelson Mandela como un pretexto de primera magnitud como una
manera entre otras de hablar del destino de África. Ya hemos insistido en otros
artículos en las ventajas del cine que por su propia naturaleza de arte popular, es una
vía privilegiada para extender estas discusiones en toda clase de entidades en las que
se labore por un mundo en el que África tenga un espacio para la esperanza, y en las
que el método del cine-forum puede resultar una ayuda inapreciable. Pero también
están los libros, existe una hermosa bibliografía con la que descubrir un continente
mártir, y también biografías llenas de significados como la de Mandela.
El debate es algo tan difícil como necesario, y para lo cual resulta muy importante que
entre nosotros las profundas tradiciones culturales colonialistas ("africanistas") sean
sustituidas por otras mucho más críticas y solidarias, no solamente porque este
destino también depende de nosotros porque formamos parte de él, por ejemplo a
través del fenómeno de la emigración que está trayendo África a nuestras calles.
Un destino que comprende igualmente la discusión sobre fines y medios, un debate
sobre el que Mandela ha aportado muchas cosa. Sobre una historia africana sobre la
cual nunca se aprenderá lo suficiente, y ante una realidad trágica que clama por la
solidaridad de todas las personas con conciencia que no pueden mirar hacia otro lado
delante de ese macabro espectáculo de las pateras que tanto dicen de nuestras
grandes miserias morales.
Lástima que cuando Mandela recibió a la escuálida representación del Barça no
tuviera unas palabras sobre esos africanos que mueren antes de llegar hasta nuestras
costas.
PD. Este artículo apareció publicado en Kaosenlared y suscitó el siguiente comentario
firmado por dzerzinski (20-09-2007 19:04)…”Aunque tu mismo nos remites a un
articulo posterior, en tu semblanza de Mandela, aún concordando en que fue un
símbolo universal de dignidad humana, falta una exposición con mas sentido critico de
su presidencia y la realidad posterior a 1994.,mantenimiento de miseria estructural y
paro masivo entre la población negra, no depuración de aparatos del estado,
abandono de las nacionalizaciones y medidas socializantes contenidas en la carta de
la libertad, lamentable situación de 5 millones de seropositivos, utilización del prestigio
del ANC para la implementación de medidas neoliberales-privatizaciones,
encarecimiento y privatización de servicios públicos --agua, gas , electricidad-, a la
mayoría popular negra, en política exterior retórica antiimperialista se combina con
proximidad practica a EE UU y la Europa del capital, un activista sudafricano publicaba
hacen poco en la lahaine, .un esclarecedor articulo sobre el apartheid racial al
apartheid de clase, quizás debamos la Sudáfrica posterior a 1994 con los mismo ojos
de la trans-traicion española
3. La muerte de Oliver Tambo
La inesperada muerte de Oliver Tambo llevó en 1991 a Mandela la presidencia del
CNA, el partido que acabó gobernando Sudáfrica, además con una mayoría absoluta,
con el apoyo de un sector impresionante de blancos.
Mandela parecería haberse estado preparando toda su vida para una ocasión por la
que ninguno de los políticos "realistas" del mundo habría dado unos ochavos. En sus
últimos años como prisionero, era en realidad más libre que sus torturadores, era
admirado por gente dispuesta a morir y por la gente solidaria de todo el mundo. La
cárcel templó su fuerza interior, sin ella habría convencido a sus compañeros
obviamente radicalizados por la violencia racista. Su seguridad se había forjado viendo
como a pesar de las indecibles barbaridades padecidas, la libertad se abría camino,
irrumpía cada día en los noticiarios que ya no podían ocultar la verdad de un pueblo en
marcha, y a finales de los años ochenta, Mandela ya había vencido, y también
convencido. ¿De qué?, de una auténtica "ruptura pactada" que afectaba a la mitad de
la cuestión. O sea que sí bien rompía radicalmente con el apartheid, al tiempo que se
detenía en el umbral de lo socioeconómico; es más, el CNA tenía que guardarse
algunos de los puntos más avanzados socialmente de la Carta de la Libertad por los
cuales había movilizado a millones de personas . Lo primero fue fruto ante todo de una
lucha democrática; lo segundo del poder mortífero que mantenían los "señores", así
como de una coyuntura histórica internacional que convertía hasta el programa
socialdemócrata más moderado en un "extremismo". El acuerdo fue refrendado por
todo el mundo, y Estocolmo --como ya había hecho al final de la guerra del Vietnam--
concedió por igual a los representantes de las víctimas y de los verdugos, a Mandela y
a De Klerk, el Premio Nobel de la Paz.
Sobre el alcance de la "revolución democrática" hablaba el hecho de que presos y
exiliados como Nelson Mandela y Joe Slovo, que hasta hace poco tiempo eran
considerados auténticos “malditos”, pudieran negociar cambios radicales de Estado
con el gobierno, y que finalmente, accedieran a tareas de gobierno, y desde aquí
imponer una serie de leyes a favor de una Sudáfrica multirracial y democrática; el
alcance era más prosaico, el CNA no podía abordar ningún proyecto de reconstrucción
social; este compromiso no le impidió al CNA ganar elecciones, ni le llevó a
desmovilizar a sus simpatizantes, muchos de los cuales piensan que se encuentran en
una etapa que dará lugar a otra cuando cambie el curso de la historia. Nadie puede
subestimar esta "revolución" que (como dirá el escritor Tom Sharpe, el célebre autor
de la delirante Wilt, y una de las plumas más certeras contra el racismo institucional),
todavía se asesinaba en las calles, ahora lo hacían los únicos que legalmente pueden
hacerlo. Un testigo muy atento del significado de este cambio, Edward B. Saïd, lo
describió como sigue:
"Viajé a Sudáfrica por primera vez en mayo de 1991; un período sombrío, húmedo,
invernal, en el que todavía regía el apartheid, aunque el CNA y Nelson Mandela
habían sido puestos en libertad. He regresado diez años más tarde, esta vez con un
tiempo veraniego, a un país democrático en el que el apartheid ha sido derrotado, el
CNA está en el poder y una sociedad civil enérgica y conflictiva se afana en completar
la tarea de traer la igualdad y la justicia social a este país que sigue dividido y pasa
apuros financieros. Pero la lucha de liberación que puso fin al apartheid e instituyó el
primer Gobierno elegido democráticamente el 27 de abril de 1994, sigue siendo una de
las grandes hazañas humanas registradas en la historia. A pesar de los problemas
actuales, Sudáfrica es un lugar que incita a ser visitado y en el qué pensar, en parte
porque tiene mucho que enseñarnos a los árabes sobre la Iucha, la originalidad y la
perseverancia"
Dicha "sociedad civil enérgica" se componía de un extenso movimiento de masas de
obreros y ciudadanos extraordinariamente politizados y radicalizados, conscientes de
que sí bien ya se han superado los peores obstáculos queda todavía mucho por hacer.
En este cuadro se insertan los sindicalistas más combativos, los sectores más vivos
del CNA, amén de otras organizaciones nacionalistas como el PAC o el Furor, más
minoritarias pero con unas fuerzas significativas, como no podía ser menos el SACP
ha sufrido una crisis muy fuerte de la que se ha desprendido un importante sector de
izquierdas ("trotskista" según la prensa), etc.
A pesar de haberse erigido en el máximo símbolo de esta "revolución consentida", el
propio Mandela no ha desaprovechado las ocasiones para hacerse eco de las
resonancias críticas que se cuestionan la disciplente actuación de los líderes del CNA
en las reuniones de los "amos del mundo" como las de Davos mientras aumentan las
diferencias entre la cima y la fosa social, una fosa en la que el SIDA y la delincuencia
aparecen como plagas poco menos que apocalípticas. En esta crítica subsiste un
análisis del significado del apartheid más profundo que quien quieren verlo como un
edificio construido por la cortedad de miras del zafio afrikánder, que hace más de
medio siglo evolucionó desde las granjas a los despachos.
El apartheid fue la culminación de todo el proceso de desarrollo capitalista que
estructura, simultáneamente, las relaciones entre las razas y las relaciones de clase. A
los blancos les corresponden todos los beneficios de la propiedad burguesa, a los
negros todos los estigmas de la condición proletaria (o lumpen), solo un pequeño
sector podía considerarse como una clase media. El apartheid era la última fase de lo
que algunos comentaristas han definido como "capitalismo racial", eliminó las bolsas
de pequeña burguesía negra y convirtió al pueblo africano en una fuente inagotable de
mano de obra barata. El color era un pretexto, los racistas no tuvieron problemas
cuando en algunos momentos de su existencia necesitaron mantener buenas
relaciones con los nativos y sobre todo con sus mujeres. Los llamados "colored", los
mestizos, son un testimonio de esta relación que abominaban en sus reuniones
calvinistas.
Esta forma de regulación social parecía perfecta, y ciertamente rindió sus "beneficios",
la minoría blanca se convirtió en una de las elites más ricas y poderosas del mundo,
hasta los sindicalistas blancos (desde la huelga general "soviética" de 1922, apoyada
por el SACP) estaban tan bien pagados que raramente se preocuparon de sus
compañeros de clase. No obstante, cada fueron más los blancos lúcidos que sabían
que vivían sentados en un volcán. Las contradicciones internas del sistema
permanecieron ocultas hasta que, con el desarrollo capitalista del país, se hizo
necesario ampliar el mercado interior y aumentar la mano de obra cualificada.
Entonces la coherencia del "poder blanco" se rompió, y el movimiento social
antiapartheid ya se había hecho Imparable... Lo que tuvo que acabar haciendo ahora
el presidente de Klerk era algo de lo que ya proponían los liberales desde décadas
atrás, y lo que había impulsado a muchos grandes empresarios a negociar con el CNA
fuera de Sudáfrica. .
¿Qué fue lo que negociaron el CNA y el PN? En el ámbito constitucional las
discusiones se centraron primordialmente en el sufragio universal, nada por debajo de
una persona, un voto. Esta fue una divisa común de todo el movimiento de oposición,
incluida, como hemos dicho, amplios sectores de raza blanca. Como esto ya era
imposible de negar, el PN planteó las cosas al revés: buscó la manera que la minoría
blanca "no se sintiera oprimida", esto se traducía por unas normas que le concedan un
derecho especial de control y veto, con todo el fin del significaba acabar con cualquier
subdivisión racial, con cualquier exclusión como la de los "bantunstanes", esas
naciones que no quieren serlo.
El desmantelamiento real de los "homelands" sería históricamente el fin de unas
"reservas" a en la que permanecía censadas veinte millones de personas. Su
desaparición como entidades socio económicas particulares inherentes al apartheid.
Hacían imprescindible una reforma agraria radical, que daría al traste con la dualidad
entre la agricultura capitalista de las zonas "blancas" y la microagricultura de
subsistencia de los "bantunstanes" dando paso a una justa redistribución de las tierras,
sin embargo, esta cuestión quedó aplazada. A estas medidas corresponderían
igualmente la desaparición de los sistemas políticos particulares, los gobiernos
"peleles que han dado nacimiento a formaciones sociales y administraciones públicas
específicas.
A lo largo de este trabajo hemos podido anotar las serias conexiones de Mandela con
los ideales revolucionarios y socialistas, expresados tanto por su identificación con los
primeros años de revoluciones como la argelina y la cubana, sus lecturas apasionadas
le “Che” Guevara, un personaje con el que es ampliamente comparado (y con el que
comparte fotos en innumerable murales y affiches en todo el mundo), por sus lecturas
marxistas, y sobre todo por la convicción, expresada claramente en la Carta, de que la
extrema miseria del pueblo sudafricano tendría que ser reparada.
A pesar de la prudencia en sus planteamientos, Mandela no habría dudado en afirmar,
sobre todo en los momentos en que acentuaba cierto parecido físico con la imagen del
“Che”, en dar por buenas la frase de Marx según la cual se trataba de expropiar a los
expropiadores. Sin embargo, diversos factores le han llevado atenuar estos
planteamientos. Entre ellos se encuentran sin duda la ruina de las expectativas
socialistas en las antiguas colonias portuguesas, provocada sobre todo por la
estrategia “contra”, la descomposición de los regímenes estaliniano, y el
estancamiento (y retroceso) de las tendencias socialistas en China o en Cuba, así
como la comprensión de lo que esto podía significar en Sudáfrica considerando que, “a
las malas”, el gobierno de Pretoria no era como el de Somoza, y que una política por
nivelar a blancos y negros significaría, más que probablemente, un dantesco baño de
sangre. Todo esto además se insertaba en una época en que la restauración
conservadora parecía carecer de oponentes, de manera que Mandela llegó al poder
con una promesa de revolución “democrática”, pacífica y negociada.
Desde esta perspectiva se puede entender porque, por más que Mandela en su primer
discurso en Ciudad del Cabo, reafirmara los objetivos contenidos en la Carta de la
Libertad, un programa que los africanos conocen y siente como poca gente en el
mundo lo hace con su Constitución, a la hora de las negociaciones la parte "social" de
la Carta quedara cuanto menos postergado por las negociaciones. Esto era evidente
con uno de sus puntos claves de la Carta es, como se refirió Mandela, el de la
nacionalización de las minas y otros sectores determinantes de la economía. Cuando
la aspiración fue archivada, los neoliberales del mundo respiraron tranquilo, ellos
también "votaban" por Mandela por aceptar un compromiso que no tocaba una
economía monopolizada en un 70 por ciento por la minoría blanca expoliadora.
Tampoco se abordaba la cuestión de un nuevo ejército y una nueva policía aunque
se abría la puerta de una composición multirracial bajo los mandos ya existentes. Uno
de los escándalos mayores sufridos por el gobierno de CNA sería la reedición de
"razzias" policíacas orquestadas por el viejo lenguaje del apartheid.
En realidad, muchas de las grandes cuestiones de fondo se aplazaban hasta una
nueva fase histórica.
4. Libertad para Mandela.
En Junio de 1964, Nelson Mandela y los otros hombres del proceso de Rivonia (Sisulu,
Mbeki, Kathrada, Mhlaba, Motsoaledi y Mlangeni), llegaron a Robben Island y
empezaron a cumplir su cadena perpetua. Era una noche fría y viajaron con las
esposas y los grilletes puestos, sentados en una plataforma elevada en el lateral de
una furgoneta, y tuvieron que utilizar un cubo para hacer sus necesidades. La cárcel
está situada a unas siete millas de Ciudad del Cabo, y era; famosa por estar muy bien
protegida. Los casos de evasión eran apenas existentes. La celda de Mandela, en una
sección recién formada de "incomunicación" era de "máxima seguridad". Durante los
primeros meses estuvo incomunicado, carecía de noticias de los suyos, tenia horribles
pesadillas. "Cada hora, dirá más tarde, me parecía un año. Sufrí esta incomunicación
durante dos meses y al final llegué a la conclusión de que no existía nada más
inhumano que el verse privado de la compañía de otros seres humanos".
Durante los primeros diez años, los de Rivonia tuvieron que trabajar en una cantera de
cal, en una enorme cavidad hollada por generaciones de presos negros, bajo el
ardiente sol del verano o bajo las heladas y húmedas nieblas invernales. Las
condiciones de trabajo eran inhumanas. Su alimentación consistía primordialmente en
porridge de maíz y verdura pasada. La actitud de los guardianes se hacía insoportable,
en ocasiones eran castigados con trabajos forzados y en celdas especia les. Más
tarde la situación cambió un poco y fueron empleados para trabajos más holgados
como el pavimentado de carreteras o la recogida de algas en las playas. Las visitas
periódicas de Winnie, a pesar de sus estrechas limitaciones, fueron un bálsamo en
esta situación.
Muy poca gente se acordaba de Mandela durante esta época. El régimen de Pretoria
gozaba entonces de un desarrollo económico pletórico, y la resistencia no levantó
cabeza hasta el estallido de Soweto. El aislamiento de los presos era casi completo y
las noticias que le permitían conocer no eran en ningún modo favorables a sus
aspiraciones. No obstante, mediante huelgas de hambres y protestas intermitentes,
con la débil presión internacional que fue creciendo a finales de los años setenta, entre
otras cosas mediante las actividades de Helen Suzman, el "rostro humano" de los
parlamentarios liberales y de la Cruz Roja. Desde entonces se fueron logrando
mejoras graduales. Se acabaron los trabajos más penosos, se permitió le entrada de
la prensa y se incrementaron las visitas y las cartas. Mandela pudo cultivar sus
famosos bidones de plantas y comenzó a leer, incluso a estudiar para una licenciatura
londinense de leyes que se vio truncada por una nueva prohibición. Sólo se le permitió
estudiar afrikáans, economía e historia.
Todos los testimonios de esta época coinciden en mostrarnos un Mandela firme. Ni
siquiera flaqueo cuando se enteró de algunos de los más graves percances de Winnie
con la policía. La Dra Motlana describirá así esta posición: "!Oh, poderoso, poderoso!.
Excepto por unas pocas canas era el mismo Nelson que hace tantos años que
conozco. !Dignidad absoluta, un gran jefe xhosa!. Extremadamente sano, mental y
físicamente..." En 1981 fue trasladado a la prisión de Pollsmoor, un moderno penal a
unos 45 minutos en coche de Ciudad del Cabo. La explicación mas lógica que se le
ocurrió a su gente era que le querían trasladar mas cerca del hospital Groote Schuur,
lo que causó la natural perturbación a Winnie que se enteró de todo por la prensa.
Pollsmoor era otro mundo en comparación con la Isla Robben, y en su primera visita
Winnie pudo constatar que Nelson: "Tenía un aspecto formidable.
La primera pregunta fue naturalmente, porqué le habían trasladado. No tenía ni idea.
La razón más lógica parece apuntar hacia razones administrativas. Me dijo que el
primer día del traslado había estado consultando con un abogado de ciudad del Cabo
acerca de la educación de los jóvenes prisioneros en la Isla (Robben). Acababa de
recibir un cheque de unos14.000 rands para sus estudios. A muchos de ellos se les
había encarcelado después del levantamiento de 1976; él hubiera podido ayudarles a
continuar sus estudios (...) Robben llegó a ser conocida como la Universidad Mandela.
Jóvenes que habían dejado la escuela con nivel 6 salieron de la Isla con licenciatura.
En su ausencia el programe finalizó”.
Los que fueron a visitarles -personalidades cada vez más importantes, al final era
como un jefe de Estado en el exilio, no en vano todas las encuestas realizadas en
Sudáfrica le daban este papel, en el caso de que en Sudáfrica pudiesen votar los
ciudadanos negros en unas elecciones libres--, se encontraron con un hombre bien
parecido, alto y delgado, bien conservado gracias a un régimen deportista férreamente
mantenido a lo largo de los años aparentemente mucho mas joven. Vestido con su
propia camisa caqui y unos pantalones a medida, en vez del uniforme de presidiario
obligatorio. Se mostraba firme, abierto, muy interesado por todo lo que ocurría en el
mundo, y con el tiempo se fue ganando el respeto y la confianza de sus guardianes
desarrollando una singular actitud en la que la bondad y la afabilidad no le impedían
ponerse en su lugar. Era pues el mismo de Rivonia.
En una de las ocasiones finales en las que Winnie Mandela fue a visitarle, iba
acompañada con su primer nieto, de apenas tres meses, envuelto en una manta.
Había dos guardianes de servicio. Mandela, que normalmente sólo tenía contacto con
su mujer a través de una gruesa ventana de cristal, pidió a los guardianes que le
dejaran coger al niño, algo que no había hecho desde hacía 20 años. Los guardianes,
ambos blancos, no pudieron evitarlo, y tras rogarle a Mandela que mantuviera el
secreto, le pusieron el niño sobre las manos. Las lágrimas de Mandela les conmovió, y
el secreto solo fue revelado por uno de ellos. Algunas de estas anécdotas ayudan a
comprender el hecho de que Niel Bamard, el impasible sabueso, jefe de los servicios
de información del apartheid, se fiara de él lo bastante como para recomendar al
presidente F. W de Klerk que le dejara en libertad y empezara a negociar los términos
de la transición a la democracia. Son muchas las razones por las que Mandela ha
conseguido tranquilizar, seducir y ganarse con la razón a la Sudáfrica blanca.
No hay duda de que la tentación más "humana" para alguien que sufre el ser
"enterrado en vida", es la de la venganza. Esto es lo que cumple, por citar un ejemplo,
uno de los personajes más legendarios de la literatura popular, el conde de
Montecristo, una trama que hemos leído y visto en cine centenares de veces, sin
cuestionarnos que hacía lo correcto, y esto es lo que anima a los poderosos a
bombardear Afganistán, o a los débiles sacrificarse en los atentados suicidas en
Palestina. Pero, aunque se trata de la opción más "humana", sin embargo, en la vida
real la dinámica vengativa no resulta tan simple, y mucho menos en una sociedad
como la surafricana, y en una cuestión como la del racismo, que implica a una minoría
determinante de la población, y más especialmente, cuando se defiende un proyecto
de Estado que no busca "darle la vuelta a la tortilla", sino superar un círculo vicioso
terrible.
En los años de presión, Mandela tuvo que darle muchas vueltas a esta cuestión, y lo
hizo desde su perspectiva de que la victoria era inevitable, y que se trataba de
encontrar una alternativa integradora y moralmente convincente. Durante este tiempo
forjó un propósito reconciliador que pasaba en lo inmediato tanto por la reafirmación
sin fisura de su dignidad y del colectivo que representaba, como por buscar las
maneras de tender la mano al "hermano lobo" que en aquel confín del mundo
permanecía encarnado por sus guardianes, un grupo bastante representativo de la
pesadilla de su supremacía blanca, caracterizada por el racismo más impenitente del
mundo, incluyendo el "profundo sur" norteamericano previo a las grandes
transformaciones auspiciadas por el movimiento de los Derechos Civiles. En los
momentos de mayor ira tuvo que pensar que "a las malas", todo se complicaría, y se
haría mucho más dramático.
Así es que, en vez de urdir la revancha, Mandela invirtió el esquema y se planteó
trabajar a fondo la premisa "Conoce a tu enemigo". Un principio en el que el
estoicismo, el ideal franciscano y las propuestas emancipadoras se daban la mano, un
ejercicio cuyo uso le iba a resultar muy útil más tarde en sus diálogos con el propio
Gobierno. Visto desde otra perspectiva, Mandela pensó que por esta vía tenía mucho
más que ganar. Más que, por citar un ejemplo, los hermanos Soledad, dos militante en
la línea de Malcom X cuyas Cartas desde la prisión, conmovieron la opinión pública
internacional en los años setenta, y que veían en el odio al opresor un factor liberador
frente a la mansedumbre materna, siempre dispuesta a lo que fuera con tal de no
soliviantar a los blancos; Mandela también compartía su firme autoestima, dialogar no
significaba doblegarse, significaba convencer.
De entrada, Mandela se propuso enseguida aprender el idioma de los guardianes, el
afrikaans ("la lengua de los opresores") y su historia. Al mismo tiempo empezó a
estudiar el proceso que seguían sus mentes, con el fin de influir en ellas para sus
propósitos. Esta página de su biografía, que no ha sido conocida hasta después de su
liberación, pero es la que impregna todos los testimonios de sus compañeros de
cautiverio que la ilustran con numerosas anécdotas. Lo que estaba haciendo Mandela
era aplicar la famosa la frase de Chesterton según la cual la aventura más difícil, es
conocer y darse conocer al vecino más próximo. Ese paso lo fue dando Mandela como
parte de una estrategia y una convicción en la que, obviamente, anidaba una potente
seguridad personal así como una capacidad innata de causar simpatía en los demás.
Uno de sus compañeros, Maharaj, cuenta el caso de un día que marchaban a trabajar.
Los guardianes "nos estaban empujando para que acelerásemos el paso. De repente,
aparece Mandela en primera fila y nos susurra a todos: "No cedáis ante las amenazas.
Seguid andando a vuestro paso normal'. No había ninguna discusión con los
guardianes. Ningún desafío patente. Era una forma callada de conservar en nuestro
interior una parte que el guardián se veía impotente para dominar"... Esta actitud,
según Walter Sisulu, empezó a alterar la correlación de fuerzas.
Por primera vez, las autoridades penitenciarías se vieron forzadas a dialogar con los
presos. "Porque, cuando no conseguían que nos moviéramos, tenían que preguntarse
qué podían hacer", explica Sisulu, que pasó 25 años en la cárcel con Mandela.
"Entonces decidieron reconocer a nuestra dirección. Ése fue un momento muy
importante". Aquella fue una guerra de nervios, una guerra de desgaste, y la cuestión
para los presos pasaba por reafirmarse como colectivo en sus ideas y en su
humanidad. Pero, al mismo tiempo, Mandela hacía hincapié en la necesidad de
convencer a los guardianes para que dejaran de tratarles, en palabras de Maharaj,
"como a monos en el zoo".
Según Mandela que no eran los presos quienes necesitaban. "Descubrimos formas de
comunicarnos con ellos, charlar con ellos y, por más groseros que fueran, echar abajo
su grosería", explica Maharaj para describir otro elemento del método de Mandela. El
fruto fue inmediato y sorprendente. Los guardianes empezaron a mostrar la
inferioridad que sentían respecto a nosotros, debido a nuestra preparación y nuestro
comportamiento. Hasta el punto de que empezaron a pedirnos que les ayudáramos en
sus estudios, y a acudir a nosotros en busca de consejos cuando tenían conflictos con
sus superiores". Paso a paso Mandela iba imponiendo su voluntad a los guardianes.
Eso es lo que descubrió George Bizos, su abogado durante casi cuatro decenios,
durante una visita a la isla.
A mediados de 1984 el gobierno, cada vez más presionado por las exigencias de
libertad que le llegaban desde dentro y fuera del país, lanzó su primer "globo sonda".
Winnie cuenta que le habían ofrecido "liberarle" con la "condición de que se instalará
en "su" patria del Transkei".' y naturalmente, rechazó la oferta. Winnie precisó que
"!Ofrecerle esta clase de "libertad" después de entregar veintidós años de su vida por
la lucha!. Ni siquiera vale la pena discutirlo. Uno de sus visitantes, el jurista
norteamericano Samuel Dash dialogó con él sobre sus ideas y Mandela insistió que el
problema central seguía siendo "la igualdad política". Luego le explicó nuevamente los
tres principios de su programa:
"1. Una Sudáfrica unificada, o sea sin homelands artificiales; 2. Representación negra
en el Parlamento central (no asociación en esa especie de asambleas del apartheid
que acababan de ser decretadas para los asiáticos y la gente mestiza, y 3. Un
hombre, un voto. Mandela seguía pues defendiendo un proyecto de sociedad
multirracial, esta era una de las preocupaciones del CNA, la mano seguía tendida por
más que cada vez más que muchos blancos seguían temiendo la igualdad. Esta
sociedad multirracial no podía ser obra de un día, necesitaba su tiempo, y el preso se
mostraba dispuesto, por ejemplo a "mantener la separación de viviendas hasta que
haya suficientes nuevas oportunidades de empleo y alojamiento que permitan a los
negros vivir dignamente en Johannesburgo".
El punto crucial seguía siendo el de la violencia, y Mandela insistió en sus argumentos.
Consideraba la violencia como una última instancia obligada por el terror blanco y que
reconocía que en el enfrentamiento eran los negros los que sufrían más. De "todas
formas, anotó, sí los líderes blancos no actúan de buena fe con nosotros, sí no se
reúnen con nosotros para tratar la igualdad política y sí de hecho nos dicen que
tenemos que seguir oprimidos por los blancos, entonces no quedara otra alternativa
para nosotros que la violencia y le prometo que venceremos".
Estas últimas palabras no eran propaganda, la historia había comenzado a dar el gran
giro en Sudáfrica. Aquel hombre sometido por unos guardianes sin escrúpulos y
olvidado por los medios de comunicación de su país y del mundo, resurgía ahora
imponiendo condiciones desde su celda. En contra de su pueblo permanecía el “poder
pálido" , con el más poderoso ejército del continente, en aquellos momentos, el
auténtico talón de hierro que aplicaba el fascismo exterior en connivencia con la
Norteamérica de Reagan para desestabilizar los países vecinos, que, como Angola,
Mozambique y Cabo Verde, habían conseguido la independencia del agonizante
imperialismo portugués (otro gran aliado de Pretoria), gracias a una “toma de
conciencia” de la oficialidad más joven y democrática que había auspiciado en abril de
1974 la famosa “revolución de los claveles” que daba al traste casi a sesenta años de
dictadura.
El ejército del apartheid actuaba como principal soporte de las “guerrillas” mercenarias,
de las respectivas maniobras “contras” de estos países, al tiempo que realizaba
excursiones terroristas persiguiendo los "santuarios" de Umkhonto. Se trataba
además de un poder que seguía teniendo el apoyo de las hipócritas grandes
potencias, pero en el interior de las cuales, sobre todo en Estados Unidos y en
Inglaterra, emergían poderosos movimiento de solidaridad con la Sudáfrica
democrática.
Aunque posiblemente la victoria prometida no podría producirse por un combate
directo, había pues que confiar que, con "el tiempo y con la ayuda de otros en nuestra
fronteras, el apoyo de la mayoría de las naciones del mundo y el continúo
adiestramiento de nuestro pueblo podemos hacerle la vida insoportable". Un.
pronóstico que se cumplirá claramente pocos años después, cuando la crisis
económica interna se ha hecho más grave que nunca, se ha ampliado el cerco
internacional, la división se ha instalado en la población blanca donde, finalmente
solamente una minoría abiertamente neonazi siguió levantando la vieja bandera del
apartheid. Pero sobre todo, ocurre que la mayoría negra niega a seguir como antes.
Todavía en junio de 1986 el gobierno trató de retomar la iniciativa y sugirió a través de
su ministro de Asuntos Exteriores --o sea el más sensible a la presión internacional--
que Mandela estaba invitado a participar en una mesa de negociaciones sí renunciaba
a la violencia. "El mismo es quien provoca su permanencia en la cárcel -declaró el
“premier” bóers Botha--, sólo tenía que renunciar a la violencia y entonces estaría
preparado para unirse a nosotros...". Pero ya no convencía más que a los
convencidos.
Botha aseguró en la misma declaración que la mayoría de la población estaba a favor
de estas negociaciones para "proteger gente inocente... La responsabilidad de un
enfrentamiento recaía según el ministro, en los extremistas de derecha y de izquierdas
que olvidaban que "una vez se ha accedido al poder mediante métodos violentos se
gobierne utilizándolos y se es derrocado de la misma manera". La única violencia legal
es la del poder, venían a reafirmar, en tanto que la de la oposición era ilegítima. Una
filosofía tan vulgar y antigua como la historia del mundo, esa historia que Voltaire dijo
en una ocasión que se podía contar a través de sus crímenes, algo sobre lo que la
minoría blanca habría tenido que responder…de sufrir una derrota militar. La
respuesta de Mandela ya estaba en la calle.
La había dado en una carta dirigida a su hija Zindziswa que fue leída ante una
muchedumbre reunida en el estadio Jabulani de Soweto el 10 de febrero de 1985, y
contiene una respuesta coherente con su ideario, la muchacha proclamó “Mi padre y
sus camaradas desean haceros esta declaración al pueblo en primer lugar. Tienen
claro que son responsables ante vosotros y ante vosotros solamente...Mi padre no
habla sólo por sí mismo y de sus camaradas de la prisión Pollsmoor, sino que también
espera hablar por todos los encarcelados por su oposición al apartheid...Mi padre dice:
"Soy un miembro del CNA. Siempre he sido un miembro del CNA y lo seguiré siendo
hasta el día en que me muera. 0liver Tambo es mucho más que un hermano para
mi...Mi padre dice: "Me sorprenden las condiciones que me quiere imponer el
gobierno. Yo no soy un hombre violento. Mis colegas y yo escribimos a Malam en
1952 solicitándole una mesa redonda para encontrar una solución a los problemas de
nuestro país pero lo ignoraron (…) Con Strijdom (…) Cuando Verwoerd estaba en el
poder sus solicitamos un convenio nacional para toda la gente de Sudáfrica para que
decidiese el futuro. Esto también fue en vano... Fue entonces cuando agotamos todas
las otras formas de resistencia que recurrimos a la lucha armada".
A continuación, la carta repite las exigencias de su movimiento, que Botha "renuncie a
la violencia”, que "desmantele el apartheid, que legalice a las organizaciones de la
oposición, que dé libertad a los presos y permita el regreso de los exiliados, que
"garantice la actividad política libre para que el pueblo decida quien los va a gobernar".
Su libertad es la libertad de todos, no es "el único que ha sufrido duran te estos largos
años solitarios y desperdiciados".
Al final proclama: "No amo la vida menos que vosotros. Pero ni puedo vender mis
derechos de nacimiento ni estoy dispuesto a vender los derechos de nacimiento de mi
gente para ser libre. Estoy en prisión como representante del pueblo y de vuestra
organización, el CNA que fue prohibido. ¿Que libertad me ofrecen cuando la
organización popular sigue estando prohibida? ¿Qué libertad me ofrecen cuando me
podrían arrestar por un delito según el “pase"? ¿Qué libertad me ofrecen para vivir mi
vida como una familia con mi querida esposa que sigue desterrada en Brandford?
¿Qué libertad me ofrecen cuan do debo pedir permiso para vivir en una zona urbana?
¿Qué libertad me ofrecen sí necesito un sello en mi "pase" para buscar trabajo? ¿Qué
libertad me están ofreciendo cuando ni siquiera se respeta mi ciudadanía sudafricana?
Sólo pueden negociar los hombres libres. Los prisioneros no pueden concertar
contratos...Yo no puedo hacer ni haré ninguna promesa en un tiempo en el que ni yo,
ni vosotros el pueblo, estamos libres. Vuestra libertad y la mía no se pueden separar.
Volveré".
La conclusión no podía ser más clara: "La salida no depende de él" respondería
Winnie en 1990, porque Mandela seguía poniendo sus condiciones para su un hecho
pare el que es difícil encontrar un parangón en la historia. Había caído ya el presidente
Botha con un saldo claro de una derrota de su reforma calificada de cosmética, y
había entrado un nuevo presidente, Frederik W. de Klerk que daría un giro que exigía
la situación gubernamental. En una de sus primeras declaraciones, de Klerk reconocía
que había que acabar con el apartheid e impulsó a continuación algunas medidas
importantes. Fueron liberados todos los de Rivonia con excepción de Mandela, y
delante de las grandes manifestaciones de masas con que fueron recibidos, Sisulu,
Mbeki y los otros proclamaron su fidelidad al CNA --o al SACP, plenamente
identificados en este proceso--, y defendieron sus ideas de lucha por más que el
gobierno les instó a pacificar los espíritus. El movimiento de oposición estaba ya
desmantelando muchos de los aspectos más cotidianos del apartheid, la
desobediencia a las leyes era ya un punto de honor para la mayoría que entraba y
salía por playas, restaurantes y hospitales con el mismo derecho que hasta entonces
se había reservado a los blancos...No pasó mucho tiempo para que de Klerk cumpliera
otro requisito planteado por el prisionero de Pollsmoor: la legalización de les
organizaciones anti-apartheid, del CNA y del SACP en primer lugar. El apartheid
tenía ya los días contados.
En el fondo de este cambio histórico estaba la crisis social que vivía Sudáfrica, la
oposición de los países del Frente del rechazo con Zimbabwe en primer lugar, el fin de
la hegemonía directa de Sudáfrica en Namibia, pero la nueva política exterior soviética
de abandono de las luchas nacionales y antiimperialistas, la caída del muro de Berlín,
y la descomposición del estalinismo, un “nuevo mundo” en el que caía lo malo pero
ascendía lo peor (la llamada “revolución conservadora”).
La liberación de Mándela ya estaba madura. Su libertad se había convertido en una
esperanza para los liberales blancos que reconocían ahora en Mandela la posibilidad
de contener lo que algunos comentaristas y activistas tan notables como Breyten
Breytenbach habían caracterizado como un proceso irreversible de guerra civil que
dividiría a los mismos blancos, de manera incluso más tajante a la que Pretoria estaba
tratando de atizar con los atentados provocados por las huestes zulúes del neoliberal
Buthelezzi. De hecho, los propio bóers se habían dividido, una mayoría "evolucionista"
se había situado detrás de Klerk argumentando ahora a favor de los "derechos de la
minoría" (blanca, por supuesto), de las garantías para el mercado libre, etc.
Una minoría formaba un nuevo partido conservador que forma algo parecido a lo por
aquí se llamó durante la “Transición” "el Búnker” y no dudaba en emplear la esvástica
en sus estandartes y colgar carteles en los que se podía leer “!Que cuelguen a
Mandela¡" Estos conservadores declararon que preferían emigrar a nuevas tierras;
repetir el "gran treck" de sus antepasados, antes de integrarse en una sociedad
multirracial, mera palabrería, entre otras cosas porque ya se no quedaban tierras que
colonizar, se la habían quedado en los últimos siglos. Por lo tanto, ¿qué tierras iban a
reclamar?, ¿en nombre de qué?, ¿donde encontrarían la mano de obra cuasi
esclava?, tampoco podrían regresar a su "Europa", a la liberal Holanda donde habrían
seguramente parecidos gente de otro planeta. El gobierno trató de acondicionar la
liberación de Mandela seguramente a una declaración pacificadora en tanto que el
CNA también puso su premisa: el fin del Estado de Emergencia, ya que no se podía
negociar nada mientras "se mata despiadadamente a nuestra gente en las calles de
Johannesburgo”.
La esperada libertad de Mandela llegó finalmente en un día que señaló como ningún
otro la historia de Sudáfrica: el 11 de febrero de 1990. Salió por la puerta grande, sin
un acuerdo estricto. Entre otras cosas porque Mandela seguía siendo un militante del
CNA y los problemas que estaban encima de la mesa no eran tan simples como para
encontrar una rápida vía negociadora. De momento allí estaba, en la calle, en medio
de su pueblo que lo clamaba en actos multitudinarios, de ebullición imposibles de
encontrar en otros en estadios, con un pueblo “rebosante” de alegría y de ritmos que
eran ahora de reafirmación, no eran ni esclavos, ni enanos, ni desechos (como los
había tratado la misma señora de De Klerk), sino seres humanos dignificados por la
conquista de libertad, por su ideales y por su pertenencia a una nación que nacía de
nuevo. En aquellos escenarios irrepetibles, Mandela apareció con un aspecto que fue
describió así la novelista blanca Nadine Gordimer: "Allí estaban las fotografías, mil
veces reproducidas, del hombre joven alto, sonriente y peinado a la antigua; y allí
estaba también el héroe mítico (nuestro "Che" Guevara, por no decir nuestro Mesías),
inmortal aunque en algunos momentos se pensase que nadie volvería a verle con
vida"
Inmediatamente después de su liberación, de las escenas de alborozo familiar y
nacional, Mandela ha podido por primera vez en su vida viajar libremente, con un
pasaporte en regla, y ha emprendido un largo periplo pera pedir al mundo solidaridad
en la gran tarea de reconstruir Sudáfrica sobre nuevas bases. Sus encuentros se ha
repartido entre los amigos de su causa en África, con los lideres namibios en primer
lugar y con el líder histórico de la OLP, Yasser Arafat -el Israel sionista fue sido
durante muchos años el mejor amigo del régimen sudafricano--, y ha vuelto a
encontrarse con Oliver Tambo, el amigo de siempre que le sustituyó en le tarea de
reconstruir el ANC durante los duros años que siguieron el juicio de Rivonia, cuando la
batalla parecía irreversiblemente perdida.
Sólo los más soñadores querían creer que no era así. Una vez más los "utópicos" de
ayer tienen la razón hoy.
5. La herida sangra de nuevo
El asesinato a la vieja usanza por parte de la policía sudafricana –que siempre fue
multirracial, vean sino la película de Morgan Freeman, Bopha, con Danny Glover-, de
34 mineros en huelga en la operación represiva más sangrienta desde que concluyó el
apartheid, ha removido los cimientos de una sociedad que había mudado de piel pero
en la que, como en todas partes, la prepotencia de los poderosos se ha ido haciendo
más y más ostensibles todavía que en aquellos años en los que la mayoría negra
permanecía encarcelada en su propia país.
Ahora ya no se trata de los testimonios de los sobrevivientes. La “masacre” ha sido
emitida en los telediarios de todo el mundo, rememorando una vez más la vieja escena
del talón de hiero del Estado al servicio de las que se enriquecen del trabajo ajeno.
Hemos visto como la policía disparaba sus armas automáticas contra una multitud que
les tiraba alguna que otra piedra, y que enseñaba sus palos y algún que otro machete,
algo que es de los más normal en el país más inseguro del continente. El hecho de
que personaje que evidenciar una vez más que la policía es la policía.
Como en los “buenos tiempos” en los que el “apartheid” era estimado como un modelo
específico de desarrollo separado por las elites gobernantes de Occidente, pasaron
hasta 12 horas de silencio oficial. No fue hasta entonces que el ministro de policía
Nathi Mthethwa. Además de los muertos ha habido una gran cantidad de personas
heridas, y son muchos los familiares que no saben nada de los suyos, todos ellos
mineros cuyas condiciones de trabajo y de vida resultan tanto más insultantes al lado
de los beneficios de la multinacional británica. Es por eso que desde el viernes 10 de
agosto, centenares de huelguistas, reclaman subidas salariales. Cobran el
equivalente de 400 euros al mes, viven en tugurios junto a la mina, sin agua corriente.
“Es nuestro trabajo el que hace ricos a las compañías mineras y no nos podemos dar
una vida decente” explicaba uno de ellos.
Como no podía ser menos, la matanza, ocurrida en la planta de platino Marikana de
Lonmin, ha sido justamente comparada con la de 1960 de Shaperville cerca de
Johannesburgo, el lugar ya tristemente célebre donde la policía racista se “defendió”
de la multitud abrió fuego y dejando en el suelo a más de 50 muertos, entre ellos
mujeres y niños. También los había entre los mineros negros, porque los blancos
todavía no descienden a los pozos de las minas. Este paralelismo ha planteado un
interrogante: socialmente hablando, ¿algo ha cambiado desde 1994, cuando Nelson
Mandela dejó atrás tres siglos de dominación blanca para convertirse en el primer
presidente negro de la mayor economía del continente?
El diario Soweto cuyo nombre es un homenaje al mayor municipio negro de Sudáfrica
donde hubo otra matanza mayor y no menos célebre, contesta a esta pregunta: "Ha
ocurrido antes en este país donde el régimen del apartheid trató a la gente negra como
objetos (…) Ahora está continuando bajo una forma distinta". La resistencia al
“apartheid” ganó la batalla contra el régimen del “poder blanco” en un momento de
restauración neoliberal, después de la descomposición del llamado “socialismo real2, y
a continuación que la maniobra “contra” del fascismo exterior norteamericano hubiera
cerrado el camino a las crisis revolucionarias abiertas en Centroamérica tras la
victoria de los sandinistas contra Somaza y sus compinches del Norte. El
planteamiento de seguir hasta el final, se vio amenazado por un posible baño de
sangre, y así lo anunciaba la derecha racista con no pocas complicidades internas y
externas. Entonces Mandela y el ANC (y el PC sudafricano que entró en el gobierno
ante el escándalo de la derecha que, finalmente, casi ha dado las gracias a dios)
tomaron el camino del medio…
Limitaron el alcance de la resistencia a una revolución política antirracista, lo que bajo
los viejos esquemas de socialdemócratas y estalinistas se entendió como una “primera
etapa”, un paso intermedio que debería preparar el trayecto para la “meta final”. Sin
embargo, esa segunda etapa nunca llegó, es más, ni tan siquiera se planteó. Después
de la victoria, lo que ha visto la mayoría trabajadora es que un sector del ANC se ha
enriquecido, y tiene casas tan grandes como los blancos. Al mismo tiempo, como
consecuencia de las medidas neoliberales, las condiciones de vida de la mayoría no
han hecho más que empeorar. Esto es tan evidente que un señor tan conservador
como Clint Eastwood lo subraya al final de Invictus (2010), hecha a la mayor gloria del
talento político de Nelson Mandela (Morgan Freeman) que supo solventar un problema
de conciliación a través del deporte. Pero ese no era “el problema”. Esa foto en la que
aparece como secuestrado por Bill Clinton –que bajo otros modales sirvió a los
mismos señores que tiranizaron Sudáfrica, produce desazón por no decir otra cosas.
Se acabó el “apartheid” pero siguió la lucha de clases, ahora con una patronal “limpia”
de connotaciones fascistas, y por lo tanto más agresiva si cabe que antes. Pero esta
matanza nos devuelve a la memoria de Shaperville y Soweto, “retrata” un sistema en
el que las multinacionales tienen todos los derechos (hasta el derecho de casi no
pagar impuestos), y los trabajadores muy pocos.
En esas estamos, con una patronal que emplea al gobierno del ANC con su guardia
armada, y con unos mineros dispuestos a no claudicar.
Entre tanto, Sudáfrica acaba de pasar otra página de sangre en la que el racismo ha
sido sustituido por el capitalismo sin máscaras.
6. El caso de Winnie Mandela
Durante décadas, la lucha de las mujeres contra el régimen sudafricano de “apartheid”
fue tan importante como la de los hombres. En esta lucha, Winnie fue un símbolo
nacional e internacional... En estos tiempos, la impunidad de Winjnie aparece como un
ejemplo más de la impunidad otorgada por el régimen de Pretoria al “aparato” del
ANC, con visos de una transición pensada en los términos clásicos. Se trata de la
enésima redición de la manida componenda: que todo cambie en lo político para que
lo fundamental (la riqueza del país en manos de una minoría blanca ahora ampliada a
otra minoría negra), todo siga igual.
A lo largo de duros años de lucha. desde 1964 hasta hace el final del “apartheid”,
Winnie se va a convertir en "la mujer más perseguida de Sudáfrica" en una referencia
emblemática de primera magnitud tanto para el "poder pálido" (que para "robarle su
alma" no dudó en emplear "todos los procedimientos, incluidos los más viles"), como
para la resistencia sometida que la sostiene como la mujer del "jefe" de la nación
oprimida por lo que ha "sufrido y sido castigada, no por corrupción o por características
criminales en su carácter y conducta, sino porque su vida personifica la lucha del
hombre negro para la justicia y la liberación. Ha sufrido porque usted y yo merecemos
más de lo que el estilo de vida sudafricano es capaz de proporcionarnos. Su
sufrimiento es la medida de nuestro valor como seres humanos y de su amor por
nosotros..."(Manas Buthelezzi).
Hasta entonces había sido la esposa de Nelson, una, joven vivaz y luchadora que
apenas pudo disfrutar globalmente de más cuatro meses de relación normal con su
pareja y que se había entregado con cuerpo y alma en la disciplina del CNA. Ahora, se
quedaba sola junto con sus dos pequeñas hijas, y delante de un desafío no
precisamente fácil. Algo de ello entrevió Mandela en su último encuentro antes de ser
enviado a la Isla Robben, cuando le dijo: "Te difamarán, es de esperar que te digan
que eres la responsable de que yo esté en la cárcel. Eres joven y la vida sin un marido
está llena de todo tipo de insultos. Espero que vivas de acuerdo con mis objetivos".
Winnie se había convertido en algo parecido a una bandera, no en vano uno de sus
desafíos más habituales al régimen fue des vestirse con los colores del CNA.
Pero Winnie no era muy consciente de todo lo que le esperaba, una realidad que
puede ser comprendida simplemente repasando las notas que incluimos en la
cronología, o y de las cuales se desprende que durante más de veinte años, Winnie no
conoció apenas más de nueve meses de libertad "normal" para una ciudadana
africana. Su primera orden de "destierro" le fue impuesta en 1961. Esta es una medida
administrativa tomada por la policía contra personas que "malutilizan" su libertad y
significa una severa asignación de la residencia. A veces tiene algunas variantes,
aunque por lo general se trata de que no puede abandonar el lugar fijado sin un
permiso especial, esto era lo que le recordaba el policía el día de la sentencia de
Rivonia. Durante el juicio, Winnie tuvo que superar numerosos obstáculos para
obtener el permiso que le permitiera asistir a las sesiones de éste'
Ulteriormente la policía añade una cláusula especial para ella. Entonces Winnie no
podrá trabajar para una institución o similar para niños, lo que le conlleva la pérdida de
su empleo como asistenta social' Esto la obliga a trabajar para un colegio de
Johannesburgo...por correspondencia. En 1969, todavía "desterrada" es detenida por
la temible Special Branch sin ningún motivo aparente. Esta arbitrariedad es muy
habitual en la policía sudafricana que consiga imponer entre los africanos una
profunda incertidumbre. De su encarcelamiento durante seis meses, Winnie ha
preferido guardar silencio. Nada más liberada sufre su tercera orden de destierro.
Durante veinte años la justicia no dirá una palabra sobre las medidas policíacas. La
policía ha podido actuar impunemente en todo momento, intentando aterrorizar a las
niñas, de desmoralizar a esta mujer que resurgía fortificada después de cada
experiencia.
En octubre de 1975, por primera vez, Winnie se encuentra en libertad. En una mañana
del miércoles 16 de junio de 1976, 20.000 escolares de Soweto comienzan una
manifestación de protesta contra la orden gubernamental que los obligaba a utilizar el
afrikáans. El idioma de los odiados bóers, en las clases de los institutos de Enseñanza
Media. Caminaban danzando, con visible buen humor y con algunas pancartas en las
que se podía leer: !ABAJO EL AFRIKAANS! ¡NO SOMOS BÓERS! !SI NOSOTROS
TENEMOS QUE SABER AFRIKAANS, LOS VORSTER TIENEN QUE SABER ZULÚ!"
La policía intervino inmediatamente. La manifestación no se detuvo hasta que un niño
de trece años, Héctor Petersen, fue muerto de un tiro por las espaldas, y de que varios
niños más murieran. Los disturbios estallaron en Soweto y los enfrentamientos
alcanzaron cotas ya olvidadas. El ejército irrumpía en los actos y manifestaciones y el
número de niños muertos se multiplicó. La indignación popular fue impresionante. Se
levantaron barricadas, atacaron comisarías de policía y hogares de los policías negros,
los más odiados. Winnie estuvo allí. Vio lo que pasó, y lo contó así:…”los escolares
cogieron piedras, utilizaron tapas de cubos de basura a modo de escudos y marcharon
contra las metralletas. No es que no supieran que el hombre blanco estaba
fuertemente armado, marcharon contra densas ráfagas de metralletas. Se podía oler el
tiroteo por todas partes. Los niños morían en la calle y mientras morían los otros
marchaban al frente, enfrentándose a las armas. Nadie ha despreciado el poder del
enemigo. Sabemos que está armado hasta los dientes. Pero la decisión, la sed de
libertad en los corazones de los niños era tan grande que estaban dispuestos a
enfrentarse a las metralletas con piedras" Esto es lo que "ocurre cuando quieren
romper estas cadenas de opresión. Ninguna otra cosa parece importar".
Nunca se supo hasta el momento el número de víctimas. En su inmensa mayoría
niños, un sector social que en los años siguientes dará miles de víctimas mortales así
como miles de presos- en los acontecimientos de Soweto que ocuparán en la historia
social de Sudáfrica un lugar similar a los de Shaperville-Langa. Fue también un hecho
que marcó al rojo candente la trayectoria de una nueve generación, muy alejada del
sentimiento gradualista y pacifista de Luthuli. El ejército y la policía actuaron contra los
escolares como sí fueran los enemigos en una guerra, y entró de lleno en los barrios
obligando a exiliarse a varios miles de africanos que tuvieron que marchar hacía el
exilio, a engrosar los campos de refugiados y las filas de los militantes organizados del
CNA que desde principios de los años sesenta dirigía 0liver Tambo. El aliento moral e
intelectual de esta nueva generación estaba poderosamente influido por la "Conciencia
Negra", una nueva corriente nacionalista que ocupó el vacío dejado por el CNA y el
PAC, y que se distinguía de las anteriores por un mensaje de orgullo racial muy
semejante al que en los EE.UU. ejemplificaron los Black Panthers, que conmovieron el
corazón del imperio durante el verano que siguió al asesinato de Martin Luther King, el
hermano norteamericano de Luthuli Uno de los líderes más conocido de este
movimiento fue Steve Biko.
Winnie interpretó esta irrupción de la juventud escolarizada en el escenario de las
duras luchas contra el régimen racista como una reedición de la Liga Juvenil del CNA
que, como ya hemos señalado, en los años cuarenta planteó que “se tenía que
africanizar la lucha y se tenía que acentuar y integrar la militancia de la juventud". La
aparición de “Conciencia Negra” era, dirá Winnie, una "necesidad histórica".
Respondía a la cuestión que el hombre blanco había suscitado negando la
personalidad del africano, y su respuesta fue: "políticamente vamos a progresar por
separado". Sin embargo, no encuentra que esta sea una diferencia con el CNA que
mostró nuevamente su capacidad al integrar a numerosos líderes provenientes del
movimiento.
Para Winnie, "está fuera de lugar discutir en los años ochenta las diferencias
ideológicas en una lucha que comenzó hace 400 años" y lo fundamental sigue siendo:
que el enemigo es el gobierno racista”. Para ella, como para el CNA, no es posible
imaginar una Sudáfrica "en la que el hombre blanco no exista" y plantea el problema
en los siguientes términos: "La organización "paraguas" del CNA (la UDF) acoge a
todo aquel que luche junto con nosotros en contra de la opresión. ¿Debo de ignorar al
estudiante blanco de la Universidad de Witts o de la Ciudad del Cabo que está
afectado por el mismo sistema que mi gente, aquí en el Estado Libre? Él está
luchando por la misma causa que yo. Esto sí que es un camarada. y no puedo
ignorara aquellos estudiantes que hoy en día son tan valientes como para hacer
manifestaciones en contra de la República dejando una silla vacía (como las que se
utilizan en los rodajes de películas) con un cartelito que indica `Nelson Mandela…"
Recuerda el caso del policía blanco que le escribió horrorizado por lo de Soweto
donde estuvo presente y disparó al cielo, y naturalmente, cita con afecto y admiración
al colectivo de militantes blancos que han sido compañeros de lucha para nosotros. En
particular Helen Joseph por la que asegura tener tanta devoción "como por mi madre
Lilian Ngoyi ". "Ellos, concluye, son parte de nosotros, de la causa, de nuestros
sufrimientos. Estamos decididos a crear una situación racial armoniosa en este país,
incluyendo al sudafricano blanco, al estudiante blanco". Es justo hacer notar sin
embargo que no es en este terreno donde Biko --al que Winnie proclama como "ídolo
nacional"-- , como "uno de nuestros más grandes nacionalistas" y al que profesa "'la
mayor admiración- y la corriente de Conciencia Negra desarrolla sus discrepancias.
Ellos no cuestionar el valor de un grupo de blancos antirracistas, lo que subrayan es
su escasa representatividad; tampoco niegan a los estudiantes un lugar en la lucha, el
problema radica en otros aspectos como son el hecho de que a pesar de su
marginalidad en el combate contra el "apartheid” se le atribuye a los blancos un peso
decisorio en los pactos políticos, y esto nos lleva a un tema primordial: el de la
autoestimación africana.
El esclavismo, la segregación y el "'apartheid"' (las tres fases de la dominación blanca
y colonial en Sudáfrica), se han apoyado sobre el sentimiento y la concepción de que
la civilización blanca, los valores representados por los blancos, han sido superiores, y
su dominación ha creado un efecto de sumisión entre los negros que han tendido a
subestimar sus propios valores tradicionales y culturales, su propia personalidad
africana...El fin de la hegemonía blanca ha de ser, viene a decir “Conciencia Negra”, el
principio de la reconstrucción de la nacionalidad, las tradiciones y el orgullo negro.
Durante el transcurso de los acontecimientos de Soweto, un día después del primer
tiroteo, Winnie construyó la Black Pathers African (BPA) que comenzó a desarrollar
una intensa actividad paralela a la de los jóvenes estudiantes, a veces para sacarlos
de las comisarías ya veces para organizar entierros colectivos ya que las familias no
tenían ni para un entierro particular de los suyos”. La BPA englobaba a líderes de
diferentes puntos de vista y pasó a ser el medio de expresión de las luchas que se
desenvuelven trágicamente por las calles.
Sobre el importante papel de Winnie escribió la doctora Motlana: "Como única mujer
en el poder, era más que un hombre. Winnie es poderosa, fiel y honesta. Pero ante
todo es valiente y tiene unas agallas que muchos de nosotros no tenemos. Se
enfrentaba a capitanes de policía armados con metralletas y les mandaba a hacer
punteas. En realidad ella nos asustaba; a menudo yo le decía que era
condenadamente temeraria, que haría que nos encerrasen a todos y cuando la
amenazaban con encerrarla, ella simplemente decía: "!Hazlo, hombre!".
Finalmente será detenida por cinco meses, sin mediar proceso y sin permiso para
tener visitas, y al salir recibe una nueva orden de asignación de residencia. La creen
destruida, pero se equivocan de nuevo, Es vigilada, atropellada por los policías que
desfilan casi cada día por su casa, vigilada, calumniada --se le atribuyen relaciones
escandalosas en una prensa adicta que inmediatamente es puesta al alcance de
Nelson en su prisión de Robben Island--, constantemente amenazada, y sin embargo
"respira todavía", comentan los mandos del régimen. Volverá a ser exiliada
nuevamente, ahora a unos quinientos kilómetros de Soweto, el guetto que se había
convertido en símbolo de la resistencia. Su nuevo destino se encuentra en el corazón
del Estado Libre de Orange, "el reino de los bóers" dirá ella. "Aquí, esto es la Edad
Media, Francia antes de la Revolución. Aquí los nuestros deben de llamar "señor" a
sus patronos blancos". En un principio los blancos, completamente identificados con el
apartheid, parecen dispuesto a lapidarla al menor movimiento en falso.
Sin embargo, después irán cambiando progresivamente de actitud. Descubren que se
trata de "una mujer instruida, limpia y desenvuelta", que al parecer "no tiene nada que
ver con los cafres de aquí", le confía un bóers muy representativo a la prensa. Sin
embargo sí que tendrá mucho que ver con los africanos de allá, Winnie no tarda en
integrarse entre su gente, en convertirse en un elemento claramente galvanizador de
sus reivindicaciones.
Así, ante el estupor de bóers y africanos hasta entonces más bien sumisos la figura
desafiante de Winnie, con su eterna boina sobre la cabeza, su inconfundible manera
de andar y de dirigirse a los demás, sin hacer ninguna distinción de raza o de
autoridad, entrando y saliendo por los comercios hasta entonces exclusivos para
blancos, obligando a éstos a aceptarla y con el tiempo, a modificar sus hábitos
basados en la presunción de su superioridad brutal y ridícula. Esta actividad se
convierte en "su último placer", al franquear las líneas de demarcación impuestas por
la maraña de leyes racistas desafía la frontera que "se para el pasado del futuro". El
barrio, el "viejo cuartel" bóers, entrará con su presencia en un proceso de ebullición.
Anteriormente la segregación no necesitaba de las señalizaciones clásicas del
sistema, cada raza sabía a que atenerse. Donde se encontraban sus dominios, el de
los blancos favorecidos y el de los negros sometidos a la servidumbre. Con Winnie
cambian las reglas del juego. Los blancos no salen de su estupor, los negros
comienzan a sentirse personas con derechos. Las condiciones sociales de estos son
terribles. viven en tierras estériles, en chozas o barracas miserables, y la mayoría
trabajan la tierra para los terratenientes del lugar. Dar a conocen los servicios sociales
más elementales, y en esta tarea se impone Winnie creando guarderías, escuelas,
promoviendo actividades de grupo, y al poco tiempo Brandford pasa a ser uno de los
centros de agitación del país. Los blancos ya no se sienten seguros.
"La prisión de Winnie es poco más que un comedor normal, carece de luz eléctrica
porque "les costaría demasiado cara" a las autoridades, comenta ella con su habitual
ironía--, y de los servicios más necesarios de la civiIización. No obstante, poco a poco
le van llegando algunos "privilegios", regalos de diversas embajadas como la de
austriaca que le trajo un televisor, los americanos un refrigerador, etc. Poco a poco su
"autoridad" de "mujer del jefe" va siendo internacionalmente reconocida y políticos y
diplomáticos van a verla, a veces con sinceridad, a veces para hacerse perdonar la
complicidad de sus gobiernos --como el español bajo el mandato de Felipe González
que aumentó en los años ochenta su comercio con Sudáfrica, aprovechando el vacío
dejado por países que habían adoptado el boicot, esto a pesar del que el CNA
participaba en la Internacional Socialista, un organismo en el que figurará personajes
tan siniestros como Mubarak-- con el sistema. Como la "mujer del jefe", Winnie prodiga
cada vez más sus declaraciones a la prensa y pasa a ser durante los ochenta junto
con Desmond Tutu, una de las voces irrenunciables para los medios de comunicación
de todo el mundo que registran cada uno de sus pasos, cada una de sus
declaraciones y posicionamientos públicos.
Cuando habla Winnie es igual a cuando actúa: no tiene muchas dudas. Da a sus
palabras un tono "jacobino" que se acentúa al compás del crecimiento de los
movimientos de "contestación" al sistema que irán ampliándose desde finales de los
setenta para hacerse irreversibles en la mitad de los ochenta dando espacio a una
situación de crisis abierta del régimen que ya no puede gobernar solamente con el
garrote y se ve obligado a emprender un camino de "reformas" internas que acabaran
finalmente en el fracaso a pesar de los apoyos casi incondicionales de los Estados
Unidos de Reagan. de la Gran Bretaña de Thatcher, de la Alemania de Kohl, y de la
actitud de "crítica positiva" de la Comunidad Económica Europea.
Winnie confía en que los "negros estarán en el poder" antes de su muerte. Lo
conseguirán por la violencia, ya que --declara con el rostro rojo por la cólera--: "Ellos
asesinan a nuestros niños por centenares cada año. Nos tratan como sí fuésemos
subhombres. No pueden esperar piedad de nosotros (...) La noche en la que
ahorcaron a tres jóvenes héroes en Pretoria. no pude cerrar los ojos. Tenia ideas de
venganza...El régimen parece finalmente desistir de su acoso, sin embargo en 1985
una bomba destruyó su casa --su "domicilio forzoso"- en Brandford, y una última orden
de confinamiento le prohíbe ahora pisar los distritos judiciales de Johannesburgo y
Roodeport. En unas declaraciones de principios de 1986, reitera con fuerza sus
criterios: "El gobierno de Sudáfrica ha entrenado a los blancos en ser mucho más
intransigentes que cualquiera otra potencia colonial de África. y lo que es aún peor: el
régimen racista ha oprimido a la mayoría del pueblo de este país de una forma tan
brutal que a estas personas les será muy difícil orientarse en una fase de transición.
Será un proceso muy doloroso". Desde este punto de vista. Winnie no duda en atacar
a Occidente "!que se vaya al diablo Occidente!¡", clama en una ocasión, así como a
les multinacionales ("Las compañías multinacionales, por lo que a nosotros se refiere,
son criminales políticos en este país. No estaríamos donde estamos actualmente -
políticamente- sino hubiera sido por estas empresas extranjeras").
En cuanto al futuro, no son ellos -los oprimidos-, los que deben de plantearse el
problema de los blancos: "Es su problema. Tienen la audacia de hablar de la
protección de los grupos minoritarios cuando ellos están oprimiendo a la mayoría. !La
arrogancia!. Se sientan en el poder durante más de 400 años legislando en contra de
millones y millones de personas y oprimiéndonos durante generaciones y ahora
debemos de preocuparnos por la protección de los derechos de la minoría, de sus
propiedades y sus lujos". Sin embargo, a pesar de este furor “jacobino” que se apoya
en verdades difícilmente cuestionables, Winnie se reafirma en los valores de la Carta
de la Libertad que presenta como: "...un proyecto de nuestro futuro gobierno.
Cualquier modificación que se tenga que efectuar será de acuerdo con este sagrado
documento. Será un estado socialista: no hay otra forma de resolver nuestro problema
de hambre. las discrepancias entre los grupos de población, los ricos y los pobres.
Todo el mundo tendrá una parte equitativa de la riqueza de este país."
Después del emprisionamiento de Nelson, la única posibilidad de comunicarse de éste
con Winnie será por medio de unas cartas que no podían exceder las 500 palabras y
que tenían que ceñirse a problemas personales y familiares, aunque son suficientes
para que él consiga insuflarle un tono combativo solamente por el tono. por un aliento
que se desprende mientras habla de sus macetas, de sus plantas en notas llenas de
vida y color. También se permitían visitas periódicas que no excedieran los treinta
minutos de duración. Siempre con unos guardias al lado que interrumpían al menor
pretexto. En el fin de semana del 12 y 13 de mayo de 1984 tuvieron su primera visita
de "contacto":" ¿Pueden imaginárselo?, escribe ella; Desde 1962 no tocaba su mano",
y recuerda el momento en que besó a su marido como algo "fantástico y doloroso"
porque...ya tiene que ser cruel un sistema que me denegó ese derecho durante
veintidós años".
En las cartas que se irán intercambiando durante la larga estancia de Nelson en les
prisiones. Se aprecia entre líneas todo el dolor de la pareja. al tiempo que el afán
mutuo de fortalecimiento y comprensión. En una de ellas, él le confiesa que piensa
mucho en su tarea como "madre, compañera y mentora" y dice admirar su postura de
no doblegarse ante una gama de problemas que "habrían frustrado a cualquier mujer".
También hay en ellas un espacio para unas notas poéticas: "Casi olvidaba decirte que
hay victorias cuya gloria reside en el hecho de que son conocidas solamente por
aquellos que las ganan, pero hay heridas que dejan profundas cicatrices cuando se
curan".
En febrero de 1989, cuando el prestigio de Winnie Mandela parece estar fuera de toda
duda, tiene lugar un acontecimiento trágico que la lleva a conocer su peor momento
personal. La que ha era llamada "la madre de la nación'", había caído en desgracia y
fue nominada entonces en los medios informativos más convencionales como "Evita
negra", un apodo que contenía elementos dudosos y turbios. Los datos de esta crisis
estaban relacionados con los guardaespaldas de Winnie que formaban el Mandela
Club de Fútbol al que se acusó de tener aterrorizada a la población de Soweto donde
Winnie había vuelto residir y más concretamente, se le acusó del asesinato de dos
jóvenes negros. Según testimonios citados por la prensa (por ejemplo Erik Van Eyes,
corresponsal de El País en Johannesburgo, que en sus crónicas no se había ahorrado
ningún detalle en la descripción de la barbarie racista) los guardaespaldas de Winnie
les torturaron para hacerles declarar que habían sido objetos de abusos sexuales por
parte de un pastor metodista blanco. En una de las declaraciones se inculpaba a la
propia Winnie se haber participado en una de las sesiones de tortura. Algo
escalofriante que durante un tiempo sembró la duda alrededor de esta mujer inmersa
en una guerra cuyo alcance no podía por menos que sobrepasarle.
Una de las víctimas fue Stompie Mokhestsi que tenía catorce años y era conocido
como el "terror de Tumahole", un sobrenombre conseguido por su actitud arriesgada y
valiente delante de las fuerzas policíacas que ocupaban constantemente su barriada.
Stompie se erigió en el líder de una banda de niños revolucionarios a los diez años. y
se había hecho "un hombre" en las batallas contra el apartheid. Tenía sus propias
ideas sobre la lucha, y sobre él se decía que era capaz no solamente de citar de
memoria la Carta de la Libertad sino también de algunas de las obras de Marx, todo un
símbolo del potencial de una nueva generación que ansiaba una nueva Sudáfrica
liberada. Era un pequeño mito. Un ejemplo palpitante de las nuevas generaciones de
africanos que han incorporado a la lucha política en medio de la guerra civil que vive el
país en la última década. Su prestigio era tal que los periodistas, incluido los
extranjeros, venían a entrevistarle y quedaban asombrados de su lucidez política". La
respuesta de Winnie fue bastante convencional, todo era un mero montaje de la policía
racista; Esto podía haber sido convincente solamente hace unos años, pero en el
momento político que ocurrió ya no lo era tanto y no porque la policía no fuera capaz
de montar cualquier atrocidad, sino porque las críticas y las denuncias vinieron
también de su propia “barricada", comenzando por el CNA que añadía al caso sus
propias consideraciones sobre como Winnie había acabado extralimitándose en su
poder personal. .
La ocasión sirvió para alumbrar más claramente su trayectoria política en los últimos
años. Winnie, se venía a decir, había actuado como "la mujer del jefe" y no como una
militante igual entre iguales. Nunca había pertenecido a la estructura formal de las
organizaciones anti-apartheid, se había mantenido a la sombra de Nelson, y ni tan
siquiera se integró en 1986 al Frente Democrático Unido (FDU), llamada la
Nelsonmandela amedias
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  • 1. Pepe Gutiérrez-Álvarez NELSON MANDELA. UN LARGO CAMINO…PARA VOLVER A COMENZAR Apuntes biográficos y fílmicos A modo de introducción. No creo que exista ningún otro político de la segunda mitad del siglo XX, que haya contado con tantos ensayos biográficos y que, además, casi todos ellos se puedan encontrar en ediciones en castellano. Sin embargo, Nelson Mandela no siempre ha tenido tan “buena prensa” Había ganado unas elecciones por mayoría aplastante en su país, pero todavía figuraba como “terrorista” en los papales del Departamento de Estado made in USA, la máxima autoridad sobre la cuestión. El personal que quiera echar un vistazo a las hemerotecas, se encontraran con una sorpresa. La mayor parte –sino la totalidad- de los diarios e informativos que lo han convertido en un icono incuestionable, lo trataron como “terrorista” durante mucho tiempo, por lo menos hasta los años noventa. No hay que decirlo; “terrorista” era la lucha armada de los que se oponían al régimen del “apartheid”, el más infame de la historia después del nazismo –al decir del propio Mandela- con el que tuvo no pocas coincidencias y paralelismos. Desde el orden establecido no se consideraba como tal al régimen del “apartheid”, responsables de masacres como la de Shaperville o Soweto (por no hablar de sus intervenciones
  • 2. militares en la zona), un régimen “democrático” en el que la mayoría “africana” estaba excluida, convertida en una suerte de “sin papeles” en su propio país… Hoy todo eso parece historia, Mandela fue liberado por movilizaciones que sacudían el país día sí, día también, por campañas de solidaridad que llenaba estadios en el Reino Unido, y la historia entró en otro curso. En una nueva página que podemos definir como una revolución a medias, el racismo institucional fue derrotado y actualmente, en Sudáfrica no existe segregación racial, los odiosos batunstanes ha sido demolidos, y los terroristas de ayer son ministros, ocupan cargos, hasta son laureados internacionalmente. Ese es el caso de Mandela que ha dejado de ser el “extremista de izquierda” del que hablaba la prensa domesticada para convertirse en una suerte de santo negro y laico, un personaje al que la ONU la ha dedicado un día entero: el 18 de julio, de tantas connotaciones en el Reino de la Españas. En su momento, esta revolución a medidas fue contada como la única posible. Existían unos muros que impedían a la mayoría cumplir sus propios proyectos de recuperar las riquezas de las que habían sido expoliados por la violencia. Más allá aparecía la amenaza de un ejé4rcito y de una derecha fascista, la advertencia de un mar de sangre. Por otra parte, era la época del desplome de los regímenes mal llamados socialistas, del desarme de revoluciones en Centroamérica, del cerco y acoso contra la Nicaragua sandinista. Parecía que solamente el “empate” era lo único viable, como sucedió aquí, en las Españas, en 1977-1978. El African National Congress estimó que con su llegada al poder, la historia había terminado, no se planteó que solamente se había cubierto una etapa. Lo que siguió después empaña la biografía de Nelson Mandela y la de toda una generación. Mandela el pacificador se convirtió en un padre de la patria vivo, en alguien que quedaba por encima de la historia. Un personaje convertido en una marca registrada con el que todo el mundo se quería fotografiar, un producto que producía millones y millones en toda clase de objetos y de eventos. Al mismo tiempo, las diferencias entre los de arriba y los de abajo se fue haciendo todavía más abismal. En este punto, la diferencia radicaba en que el ANC ha servido para el ascenso social de una casta de políticos y funcionarios que viajan en primera con los blancos. La propia familia se Mandela se ha enriquecido de forma escandalosa y el revolucionario de Rivonia, es ahora alguien que se utiliza para legitimar la nueva realidad existente. Este trabajo aparece cuando todo indica que Mandela marchará a la gloria eterna. Su nombre ya figura en calles, plazas y entidades en un desenfrenado culto a una personalidad…domesticada. .Se habían visto cosas parecidas, pero no en vida. Lenin fue elevada a los altares por Stalin como sumo sacerdote, pero él ya había muerto y además, había mostrado su disgusto a toda clase de homenajes. Algo parecido sucedió con Gandhi, cuyo apellido a llegado a ser el de una familia aristocrática de nuevo cuño, la misma que invocaba su nombre y su ejemplo mientras servían a un Estado que mantenía los abismos sociales e invertía en armamento atómico. Se trata de una recopilación de trabajos publicaos en tiempos lejanos, en los años ochenta. Cuando el autor formó parte activa del comité anti-Apartheid que reunió a militantes muy diversos en campañas minoritarias, pero que contribuyeron a dar a conocer la resistencia al apartheid. Al final de la década, Mandela nos visitó en Barcelona y dio un mitin en pla plaza Sant Jaume. En se tiempo publiqué un estudio, Nelson Mandela. La lucha es mi vida (Ed. Río Nuevo, Barcelona, 1988), y preparé una biografía suya para la editorial Lumen en una colección que cerró antes de publicarla. En ese tiempo publiqué trabajos en todas las revistas de historia que existían en el mercado español. Reúne trabajos sobre el personaje y sobre las películas que se han realizado entorno suyo. Se apoya en biografías como las de Mary Benson, Fátima Meer y Jack Lang, de las que he extraído una documentación básica. Espero que sirva para los lectores y lectoras que se acerquen al mito desde ojos críticos, y a los que emplean el cine como un medio de análisis. Todos ellos han sido publicados en Kaos, aunque he añadido algunas correcciones.
  • 3. El título advierte de que el largo camino hacia la libertad, todavía está por culminar. En se nuevo trama, la biografía del Mandela militante será un aliciente, en tanto que la trayectoria del Mandela beatificado por el Estado y por los amos del mundo, srá un obstáculo. Quizás se trate pues, de separar una parte y otra. PRIMERA PARTE: UN RETRATO PARCIAL "El hombre muere entre todos aquéllos que mantienen silencio ante la tiranía" (Wole Solynka) 1. El largo camino hacia la libertad, el libro de Nelson Mandela (*) En líneas generales, la historia oficial sobre Mandela se ha escrito en las dos últimas décadas, en términos como los siguientes: Esta apasionante autobiografía del líder político surafricano Nelson Mandela, El largo camino hacia la libertad (1994) ocupa un lugar destacado ya entre las memorias de las figuras más importantes del siglo XX. En sus páginas se descubre en clave individual el largo camino seguido por el África negra hacia la consecución de la libertad política y la restitución de su dignidad humana. El libro se abre con la evocación de la infancia en el campo. Nelson Rolihlahla Mandela, hijo de un jefe xhosa de la etnia sudafricana de los thembu, pasó su infancia en Transkei, inmerso en la simplicidad de la vida aldeana y el respeto hacia la tradición tribal. Adoptado por el jefe de los thembu frecuentó las mejores escuelas abiertas a los africanos, donde descubriría las contradicciones de la imposición de una cultura extraña y la opresión del sistema del apartheid. Luego pasa a relatar con una elegante prosa sus primeros años como estudiante y pasante de un despacho de abogados en Johannesburgo, el lento despertar de su conciencia política y su papel central en el renacimiento de un CNA estancado y la formación de la Youth League en la década de 1950, así como su lucha personal por reconciliar su actividad política con su devoción hacia su familia, la angustia de la ruptura de su primer matrimonio y el dolor al separarse de sus hijos. El lector, de su mano, asiste en primera persona a la escalada de la confrontación política entre el CNA y el gobierno en la década de 1950,
  • 4. que culminaría con el paso de Mandela a la clandestinidad («La pimpinela negra») y el célebre proceso de Rivonia Nelson Mandela comenzó a escribir su autobiografía "Long Walk to Freedom" en Robben Island a los diez años de encarcelado. Por entonces ya había llegado a constituirse en el icono de la batalla por la liberación de África del Sur; millones de niños llevaban su nombre en el resto del continente africano. Nacido en 1918 en Transkei, a 800 millas al este de Cape Town, era hijo de Gadia Henry Mphakaniswa, jefe por sangre, por ejercicio y por nombramiento colonial. Étnicamente un xhosa, o lo que es lo mismo un firme creyente en la importancia de las leyes, de la educación y la cortesía; constituyendo parte de un orden social donde cada uno conocía su sitio. Pertenecía al clan Madiba, nombre que infunde un gran respeto y por el que muchos le conocían. A su padre lo describe como un hombre honrado, recto, amable, algo terco también; guía en la comunidad, todo un soberano; con cuatro esposas. La infancia de Mandela fue modelada por ritos, costumbres y prohibiciones y la importancia del aspecto y la dignidad. Como él escribe, "me definía a través de mi padre". Pero tan sólo por pocos años: su padre falleció cuando tenía nueve. Su madre lo dejó con el regente en funciones de los Thembu, parte del mayor pueblo Xhosa, en Mqhekezweni, un cercano puesto misional metodista. Allí empezó a comprender la contribución social de los misioneros y a tomar en serio su vida cristiana. La vida en los tribunales fue su primer contacto con la jefatura, el liderazgo y la democracia; pues el regidor solía congregar al pueblo en reuniones generales donde a cada uno se le permitía no solo hablar sino también criticar, mientras el jefe por su parte escuchaba, para hablar en último lugar. Por ese tiempo comenzó a interesarse también por la historia africana. Según costumbre, a los dieciséis fue circuncidado; tras lo cual había que elegir entre escuela o trabajo en las minas; decisión que podríamos decir equivalía a otro rito. El regente decidió escuela para Mandela. Fue admitido en el Instituto Clarkebury, lo que constituyó una gran ayuda para ampliar su mente. Tres años más tarde fue al Healdtown Wsleyan College para cursar Artes Liberales. El mayor recuerdo de su estancia allí fue la visita de Krune Mqhayi, poeta xhosa y cantante famoso, cuya actuación alabando a los xhosa y criticando a los blancos ante la escuela en pleno, confundió y escandalizó a Mandela. Finalmente, ingresó en Fort Hare, la única institución a nivel universitario para negros, en la cual han sido educados muchos líderes africanos de habla inglesa. Al cabo de un año fue expulsado por boicotear una elección. A su regreso a Mqhekezweni, el regente tenía acordado el matrimonio de Mandela; éste entonces huyó a Johannesburg. Allí se movió de un lugar a otro, sobreviviendo como pudo; planeó completar su B.A. por correspondencia, lo que finalmente consiguió. Fue admitido como empleado contratado en un bufete de abogados dirigido por un judío. Fue ahí, en Johannesburgo, donde estableció el primer contacto con miembros del ANC (African National Congress), tales como Walter Sisulu y Oliver Tambo, y líderes comunistas como Joe Slovo, por citar un par de ejemplos. Allí también fue donde conoció directamente la vida en los municipios. Los tempranos años 40, estuvieron para Mandela llenos de juvenil idealismo, años en que los "Africanistas" del ANC planeaban lograr el cambio en Sud Africa, y erradicar el complejo de inferioridad que muchos negros tenían. Año clave para Mandela fue el 1946, profundamente inmerso en cuestiones políticas. Hubo una huelga, de unos 70.000 mineros africanos, por salario mínimo y vivienda familiar. Fue aplastada y las Uniones declaradas fuera de la Ley. El Gobierno impuso además restricciones de residencia y movilidad a los Indios, lo que auguraba cosas peores para los Negros. Y se casó con su primera mujer, Evelyn. Dos años después, con la victoria del Partido Nacionalista en las elecciones de blancos, fue introducido oficialmente el "apartheid", y en los siguientes años el alcance de leyes restrictivas concernientes a casi todos los aspectos de la vida diaria fue
  • 5. teniendo más alcance. El Bantu Education Act de 1953, que rebajaba la educación para los negros, promovió, veinte años más tarde, protestas en Soweto, en las que tomaron parte 15.000 estudiantes, resultando heridos muchos de ellos y algunos muertos. Hecho que se hizo famoso en la película Sarafina. Se refiere también la Masacre de Sharpeville cuando la policía disparó sobre la multitud que huía, y mató a 69 civiles. Llega aquí su separación de Evelyn, que al convertirse en Testigo de Jehová alteró sus creencias y modo de vivir. En 1963, en el Juicio Rivonia, Mandela y diez más, incluyendo a Sisulu, Govan Mbeki (padre de Thabo Mbeki) y el poeta de color Dennis Brutus fueron condenados y presos en Robben Island. Sus memorias en la prisión son vivas, como cuando -sin amargura- describe la segregación, pequeños vejámenes y humillaciones a los que estaban sujetos. Dieciocho años más tarde fue trasladado a Pollsmoor, prisión de régimen más suave, cercano a Cape Town; y finalmente fue liberado el 11 de febrero de 1990. Con nostalgia recuerda el histórico discurso, nueve días después, revocando el estado de emergencia y la prohibición de partidos y organizaciones ilegales. Lo más duro estaba por comenzar: las negociaciones. Y gran parte de su éxito se debió a la capacidad humana, a la paciencia, habilidad diplomática y visión de Maliba. Aunque admite fallos en cuanto a su vida familiar. Su segundo matrimonio, con la controvertida y terca Winnie Madikizela, también se quebró. Como confesó en la boda de su hija Zindzi: "Veíamos crecer a nuestros hijos sin nuestra guía, y, cuando salimos de la prisión, mis hijos dijeron, Ser el padre de una nación es un gran honor, pero ser padre de familia es una más grande alegría. Pero fue una alegría de la que he disfrutado poco". Mandela escribe con gran candor, con muchos detalles llamativos profundamente grabados en su memoria. Es un libro extenso, pero digno de ser leído, de un hombre que a pesar de sus fallos, y de algunas creencias equivocadas en procedimientos morales, merecerá permanecer en la Historia por sus alcances de reconciliación entre las muchas partes de una nación especialmente dividida. (*) El largo camino hacia la libertad de Nelson Mandela Título original: Editorial: Punto de lectura Año publicación: 2004 (1994) Temas: Ensayo: Memorias y biografías 2. Mandela, una historia africana. Nadie podrá cuestionar que Mandela ha sido hasta el final de su vida, uno de los mayores políticos que ha producido el siglo XX. De haber muerto en los años cincuenta podrían haber sido comparado con cualquiera de los grandes jóvenes líderes negros que, como Antonio Lembele o Steve Biko, que marcaron con su potente personalidad el movimiento de resistencia. De haber muerto después del proceso de Rivonia su figura habría podido resultar equiparable a la trágica y magnífica de Patricio Lumumba. Pero siguió siendo alguien de una talla excepcional en los años del ostracismo, era ya un anciano cuando le llegó la liberación, pero emergió como un líder imaginativo, alguien a la altura de unas circunstancias especialmente complicadas, y dejó el poder con el prestigio intacto, aunque hay luces y sombras en el balance objetivo de su actuación. Pero incluso en el caso de que se puedan juzgar severamente algunas de sus posiciones, no hay duda que fue el artífice de la reconciliación racial que sacó a Sudáfrica del "apartheid", impidiendo que el país cayera en una guerra civil. Pero esa fue una fase. Una etapa inicial en un continente en el que el dilema entre el socialismo o la barbarie (neoliberal), resulta más evidente que en ningún otro. Ahora todo aquello parece quedar lejos, pero Mandela empezó a ser mundialmente reconocido cuando en los años ochenta, la crisis abierta, con las movilizaciones masivas en las calles, las muertes y las torturas de los resistentes, convertía a Sudáfrica en uno de los centros de la atención pública de todo el mundo, y familiarizó a muchas personas con términos hasta entonces extraños como apartheid, bóers,
  • 6. bantú, bantunstanes, y con personajes como Steve Biko, Desmond Tutu, Walter Sisulu, pero sobre todo con Nelson y Winnie Mandela, la olvidada pareja protagonista del gran drama histórico del apartheid en su última fase, después de la cual comenzaría una nueva etapa en la historia de Sudáfrica en la que el racismo era apartado de las leyes, y el CNA conseguía gobernar con una mayoría absoluta, dentro de la cual se podían contar los votos de muchísimos blancos que también creían que el apartheid merecía morir, y ser enterrado como una variante colonial del nazismo, como una muestra especialmente cruel de la "supremacía blanca". En este tiempo, y en el que le sigue, el prestigio de Nelson y Winnie Mandela han superado al de todos los gobernantes de la época. Muy pocas veces en la historia una pareja ha conseguido, reunir tras de sí un apoyo nacional e internacional tan vasto, hacía mucho tiempo que líderes proscritos no daban un salto histórico --revolucionario- - que les llevara desde la prisión y la humillación, a protagonizar un cambio histórico incompleto pero impresionante, y recibir los máximos honores. Incluido el Nobel de la Paz para Nelson compartido con De Klerk, lo cual no deja de ser una paradoja, aunque este del Nobel a veces parece tan disparatado como el Oscar, y aunque no se lo dieron a Hitler o Franco (y si se lo dieron, no fue por falta de firmas), se lo otorgaron a Kissinger, con toda posibilidad, el peor que los dos. Así es que, aunque situados después de la ruptura matrimonial en ángulos diferentes, Nelson y Winnie, cada uno a su manera, siguieron representando la historia viva de Sudáfrica, una historia en movimiento que sigue ocupando las portadas de los medias, y sobre la cual sigue valiendo la pena tratar de ofrecer un "mapa" que nos ayude a situarnos en uno de los grandes episodios de la historia del siglo XX, y cuya importancia para el devenir del continente africano resulta incuestionable. Sudáfrica es el país más desarrollado de una tierra para que el siglo XXI, presume más bien malos augurios. Una luz oscura sobre su porvenir se manifestó con especial claridad y evidencia en la Conferencia Mundial sobre el SIDA celebrada en Barcelona, y en cuyo cierre tomaron parte el ex-presidente USA, Clinton (al que el incalificable Bush casi ha elevado casi a los altares) y Mandela. Ambos se pronunciaron por algo tan elemental como subversivo, las personas estaban mucho antes que las patentes de las grandes multinacionales de la medicina. La diferencia entre uno y otro es: Clinton habría hecho lo contrario de estar en el poder. Mandela habría declarado exactamente lo mismo de estar gobernando. La diferencia entre el decir y el hacer. Mandela todavía encarna una revolución aunque sea a medias, la última y una de las más importantes del siglo XX. Acabó con la idea de una supremacía blanca en el continente africano. Se puede decir que, en no poca medida, Mandela se convirtió en el "rostro" de la oposición y de la superación del apartheid en los periódicos, la radio, la televisión y el cine. En sus últimos años de cárcel, su nombre fue asociado a todo tipo de acontecimientos y manifestaciones multitudinarias que gritaban su nombre, y las embajadas y consulados sudafricanos de todo el mundo se veían asediados por gente que gritaba lo mismo. En estos años, resultó extraña la entidad, empezando por el Nobel de la Paz, que al repartir un premio de carácter solidario o humanístico no tuviera a Mandela entre sus galardonados en tanto que su efigie ocupaba en los murales y panfletos un lugar cercano al "Che" Guevara. Fue también entonces cuando se publicaron numerosos libros, más sobre Mandela y Winnie que sobre Sudáfrica, siguiendo el mismo hilo: servían para iluminar los acontecimientos que les había tocado vivir, porque representaban al pueblo, y porque su causa era la verdadera, o al menos la más representativa. En el 2002 fue aclamado por todos los representantes del continente reunidos en Durban para celebrar la creación de la Unión Africana. El potencial de este carisma no podía pasar desapercibido para el cine y la TV, y de ahí que una de las principales cadenas de la TV pública norteamericana le dedicara una superproducción a su nombre (Mandela, a la que ya me he referido en la primera parte de un doble trabajo sobre Mandela en el cine) que tuvo la virtud de suscitar la indignación de la llamada "Mayoría Moral", y de diversos "medias" republicanos, que
  • 7. tacharon sin empacho a Mandela de "comunista" y de "terrorista", palabras que también estuvieron en la boca de la Margaret Thatcher o del demócrata-cristiano alemán Helmuth Kolh, gente con bula para todo. Mandela fue un hueso atravesado en la garganta de los conservadores británicos cuando, en julio de 1988, el estadio de Wembley de Londres se puso hasta la bandera para escuchar un concierto musical con la reunión del mayor plantel de grandes de la música popular de nuestro tiempo. Mandela llegó a convertirse en un fenómeno social coreado por millares y millares de manifestantes y huelguistas en Sudáfrica. Aunque en ningún punto comparable con las campañas solidarias realizadas en otros países europeos, desde la segunda mitad de los años ochenta se formaron en algunas capitales españolas, diversos colectivos solidarios que aportaron su grano de arena a la lucha internacional contra el apartheid. Esta campaña se compuso de las actividades clásicas de denuncia del racismo, actividades callejeras con pancartas, recogidas de firmas, propuestas parlamentarias, charlas y mesas redondas, y naturalmente, la edición de libros y folletos. Inmerso en esta actividad, y partiendo de otros muchos trabajos como la biografía de Nelson escrita por Mary Nelson el autor de estas líneas tuvo ocasión de apergaminar una edición de escritos de y sobre Mandela que recibió el título de Nelson Mandela. La lucha es mi vida. Materiales para una biografía (Ed. Río Nuevo, BCN, 1989) que llegó a las librerías cuando Mandela ya era un personaje conocido en la calle, poco antes del colosal concierto en el estadio de Wembley, y de su ulterior pasaje por Barcelona, invitado por el Ayuntamiento de la ciudad. En esta ocasión, Mandela pudo hablar a un extenso público congregado en la plaza de Sant Jaume y poco después, tal como había predicho el mismo ante una audiencia que seguramente lo consideró quimérico, fue elegido el primer presidente negro de Suráfrica, y protagonizaba el acontecimiento liberador más importante finales del siglo XX, de una década de derrotas para todos los movimientos de liberación, incluyendo los que en la vecindad con Sudáfrica habían provocado la caída del odioso ultraimperialismo portugués, y habían contribuido al "regalo" de la revolución de los claveles en Portugal, que tanta ilusión causó en una generación que acabaría haciendo la vida imposible al franquismo y conquistaría las libertades democráticas en España. Por aquel entonces, ser de izquierdas y no ser anticolonialista era un absurdo que nadie admitía abiertamente. Después, Felipe González siguió vendiendo amas a Pretorio cuando había una campaña mundial de boicot. Que importa como sea el gato si caza ratones... En aquel momento, la cuestión de la cuestiones era acabar con el apartheid, y abordar los grandes cambios que la mayoría social del país venía exigiendo en las calles, en los lugares de trabajo, de vida y de estudio con una audacia y una voluntad que estaba convirtiendo un pueblo de gente férreamente sometida en un pueblo altivo cuyos sueños dejaban de ser pesadillas. Desde entonces, muchas cosas han cambiado en Sudáfrica y en el mundo, pero lo más importantes es que, primero, que el apartheid ha quedado atrás sin que haya tenido lugar ninguna hecatombe humanitaria, y segundo, que Sudáfrica ha adquirido un sentido muy diferente para el continente africano; ya no era el centro contrarrevolucionario coligado con Washington para sostener y complementar los ejércitos "contras" que acabarían destruyendo sistemáticamente toda perspectiva de mejora y de estructuración social y nacional en Angola, Costa Verde y Mozambique, sino que, por el contrario, emergía como la portavoz más fuerte y autorizada de un continente que parece condenado a ocupar permanentemente las páginas más calamitosas de los noticiarios. Desde esta nueva perspectiva, casi quince años después, me he propuesto elaborar una nueva contribución que ayudara a los lectores interesados en el laberinto sudafricano a aclarar mínimamente el período --el largo período- final de la lucha contra el apartheid para facilitarle de esta manera un bosquejo serio de la situación que se abría a principios del año 90, y sobre la cual, una década larga más tarde, es ya posible establecer un cierto balance crítico. En nuestro momento, la experiencia
  • 8. sudafricana sigue teniendo un valor extraordinario para situaciones de barbarie bloqueadas como la de Palestina, pero también se está poniendo en evidencia sus limitaciones delante de la cuestión social, una solución aplazada que se manifiesta con especial virulencia a través del SIDA o de la delincuencia de los marginales. Quizás pues, tendríamos que hablar de una historia de lucha que en su día simbolizan muy especialmente Nelson Mandela como un pretexto de primera magnitud como una manera entre otras de hablar del destino de África. Ya hemos insistido en otros artículos en las ventajas del cine que por su propia naturaleza de arte popular, es una vía privilegiada para extender estas discusiones en toda clase de entidades en las que se labore por un mundo en el que África tenga un espacio para la esperanza, y en las que el método del cine-forum puede resultar una ayuda inapreciable. Pero también están los libros, existe una hermosa bibliografía con la que descubrir un continente mártir, y también biografías llenas de significados como la de Mandela. El debate es algo tan difícil como necesario, y para lo cual resulta muy importante que entre nosotros las profundas tradiciones culturales colonialistas ("africanistas") sean sustituidas por otras mucho más críticas y solidarias, no solamente porque este destino también depende de nosotros porque formamos parte de él, por ejemplo a través del fenómeno de la emigración que está trayendo África a nuestras calles. Un destino que comprende igualmente la discusión sobre fines y medios, un debate sobre el que Mandela ha aportado muchas cosa. Sobre una historia africana sobre la cual nunca se aprenderá lo suficiente, y ante una realidad trágica que clama por la solidaridad de todas las personas con conciencia que no pueden mirar hacia otro lado delante de ese macabro espectáculo de las pateras que tanto dicen de nuestras grandes miserias morales. Lástima que cuando Mandela recibió a la escuálida representación del Barça no tuviera unas palabras sobre esos africanos que mueren antes de llegar hasta nuestras costas. PD. Este artículo apareció publicado en Kaosenlared y suscitó el siguiente comentario firmado por dzerzinski (20-09-2007 19:04)…”Aunque tu mismo nos remites a un articulo posterior, en tu semblanza de Mandela, aún concordando en que fue un símbolo universal de dignidad humana, falta una exposición con mas sentido critico de su presidencia y la realidad posterior a 1994.,mantenimiento de miseria estructural y paro masivo entre la población negra, no depuración de aparatos del estado, abandono de las nacionalizaciones y medidas socializantes contenidas en la carta de la libertad, lamentable situación de 5 millones de seropositivos, utilización del prestigio del ANC para la implementación de medidas neoliberales-privatizaciones, encarecimiento y privatización de servicios públicos --agua, gas , electricidad-, a la mayoría popular negra, en política exterior retórica antiimperialista se combina con proximidad practica a EE UU y la Europa del capital, un activista sudafricano publicaba hacen poco en la lahaine, .un esclarecedor articulo sobre el apartheid racial al apartheid de clase, quizás debamos la Sudáfrica posterior a 1994 con los mismo ojos de la trans-traicion española 3. La muerte de Oliver Tambo La inesperada muerte de Oliver Tambo llevó en 1991 a Mandela la presidencia del CNA, el partido que acabó gobernando Sudáfrica, además con una mayoría absoluta, con el apoyo de un sector impresionante de blancos. Mandela parecería haberse estado preparando toda su vida para una ocasión por la que ninguno de los políticos "realistas" del mundo habría dado unos ochavos. En sus últimos años como prisionero, era en realidad más libre que sus torturadores, era admirado por gente dispuesta a morir y por la gente solidaria de todo el mundo. La cárcel templó su fuerza interior, sin ella habría convencido a sus compañeros
  • 9. obviamente radicalizados por la violencia racista. Su seguridad se había forjado viendo como a pesar de las indecibles barbaridades padecidas, la libertad se abría camino, irrumpía cada día en los noticiarios que ya no podían ocultar la verdad de un pueblo en marcha, y a finales de los años ochenta, Mandela ya había vencido, y también convencido. ¿De qué?, de una auténtica "ruptura pactada" que afectaba a la mitad de la cuestión. O sea que sí bien rompía radicalmente con el apartheid, al tiempo que se detenía en el umbral de lo socioeconómico; es más, el CNA tenía que guardarse algunos de los puntos más avanzados socialmente de la Carta de la Libertad por los cuales había movilizado a millones de personas . Lo primero fue fruto ante todo de una lucha democrática; lo segundo del poder mortífero que mantenían los "señores", así como de una coyuntura histórica internacional que convertía hasta el programa socialdemócrata más moderado en un "extremismo". El acuerdo fue refrendado por todo el mundo, y Estocolmo --como ya había hecho al final de la guerra del Vietnam-- concedió por igual a los representantes de las víctimas y de los verdugos, a Mandela y a De Klerk, el Premio Nobel de la Paz. Sobre el alcance de la "revolución democrática" hablaba el hecho de que presos y exiliados como Nelson Mandela y Joe Slovo, que hasta hace poco tiempo eran considerados auténticos “malditos”, pudieran negociar cambios radicales de Estado con el gobierno, y que finalmente, accedieran a tareas de gobierno, y desde aquí imponer una serie de leyes a favor de una Sudáfrica multirracial y democrática; el alcance era más prosaico, el CNA no podía abordar ningún proyecto de reconstrucción social; este compromiso no le impidió al CNA ganar elecciones, ni le llevó a desmovilizar a sus simpatizantes, muchos de los cuales piensan que se encuentran en una etapa que dará lugar a otra cuando cambie el curso de la historia. Nadie puede subestimar esta "revolución" que (como dirá el escritor Tom Sharpe, el célebre autor de la delirante Wilt, y una de las plumas más certeras contra el racismo institucional), todavía se asesinaba en las calles, ahora lo hacían los únicos que legalmente pueden hacerlo. Un testigo muy atento del significado de este cambio, Edward B. Saïd, lo describió como sigue: "Viajé a Sudáfrica por primera vez en mayo de 1991; un período sombrío, húmedo, invernal, en el que todavía regía el apartheid, aunque el CNA y Nelson Mandela habían sido puestos en libertad. He regresado diez años más tarde, esta vez con un tiempo veraniego, a un país democrático en el que el apartheid ha sido derrotado, el CNA está en el poder y una sociedad civil enérgica y conflictiva se afana en completar la tarea de traer la igualdad y la justicia social a este país que sigue dividido y pasa apuros financieros. Pero la lucha de liberación que puso fin al apartheid e instituyó el primer Gobierno elegido democráticamente el 27 de abril de 1994, sigue siendo una de las grandes hazañas humanas registradas en la historia. A pesar de los problemas actuales, Sudáfrica es un lugar que incita a ser visitado y en el qué pensar, en parte porque tiene mucho que enseñarnos a los árabes sobre la Iucha, la originalidad y la perseverancia" Dicha "sociedad civil enérgica" se componía de un extenso movimiento de masas de obreros y ciudadanos extraordinariamente politizados y radicalizados, conscientes de que sí bien ya se han superado los peores obstáculos queda todavía mucho por hacer. En este cuadro se insertan los sindicalistas más combativos, los sectores más vivos del CNA, amén de otras organizaciones nacionalistas como el PAC o el Furor, más minoritarias pero con unas fuerzas significativas, como no podía ser menos el SACP ha sufrido una crisis muy fuerte de la que se ha desprendido un importante sector de izquierdas ("trotskista" según la prensa), etc. A pesar de haberse erigido en el máximo símbolo de esta "revolución consentida", el propio Mandela no ha desaprovechado las ocasiones para hacerse eco de las resonancias críticas que se cuestionan la disciplente actuación de los líderes del CNA en las reuniones de los "amos del mundo" como las de Davos mientras aumentan las diferencias entre la cima y la fosa social, una fosa en la que el SIDA y la delincuencia aparecen como plagas poco menos que apocalípticas. En esta crítica subsiste un
  • 10. análisis del significado del apartheid más profundo que quien quieren verlo como un edificio construido por la cortedad de miras del zafio afrikánder, que hace más de medio siglo evolucionó desde las granjas a los despachos. El apartheid fue la culminación de todo el proceso de desarrollo capitalista que estructura, simultáneamente, las relaciones entre las razas y las relaciones de clase. A los blancos les corresponden todos los beneficios de la propiedad burguesa, a los negros todos los estigmas de la condición proletaria (o lumpen), solo un pequeño sector podía considerarse como una clase media. El apartheid era la última fase de lo que algunos comentaristas han definido como "capitalismo racial", eliminó las bolsas de pequeña burguesía negra y convirtió al pueblo africano en una fuente inagotable de mano de obra barata. El color era un pretexto, los racistas no tuvieron problemas cuando en algunos momentos de su existencia necesitaron mantener buenas relaciones con los nativos y sobre todo con sus mujeres. Los llamados "colored", los mestizos, son un testimonio de esta relación que abominaban en sus reuniones calvinistas. Esta forma de regulación social parecía perfecta, y ciertamente rindió sus "beneficios", la minoría blanca se convirtió en una de las elites más ricas y poderosas del mundo, hasta los sindicalistas blancos (desde la huelga general "soviética" de 1922, apoyada por el SACP) estaban tan bien pagados que raramente se preocuparon de sus compañeros de clase. No obstante, cada fueron más los blancos lúcidos que sabían que vivían sentados en un volcán. Las contradicciones internas del sistema permanecieron ocultas hasta que, con el desarrollo capitalista del país, se hizo necesario ampliar el mercado interior y aumentar la mano de obra cualificada. Entonces la coherencia del "poder blanco" se rompió, y el movimiento social antiapartheid ya se había hecho Imparable... Lo que tuvo que acabar haciendo ahora el presidente de Klerk era algo de lo que ya proponían los liberales desde décadas atrás, y lo que había impulsado a muchos grandes empresarios a negociar con el CNA fuera de Sudáfrica. . ¿Qué fue lo que negociaron el CNA y el PN? En el ámbito constitucional las discusiones se centraron primordialmente en el sufragio universal, nada por debajo de una persona, un voto. Esta fue una divisa común de todo el movimiento de oposición, incluida, como hemos dicho, amplios sectores de raza blanca. Como esto ya era imposible de negar, el PN planteó las cosas al revés: buscó la manera que la minoría blanca "no se sintiera oprimida", esto se traducía por unas normas que le concedan un derecho especial de control y veto, con todo el fin del significaba acabar con cualquier subdivisión racial, con cualquier exclusión como la de los "bantunstanes", esas naciones que no quieren serlo. El desmantelamiento real de los "homelands" sería históricamente el fin de unas "reservas" a en la que permanecía censadas veinte millones de personas. Su desaparición como entidades socio económicas particulares inherentes al apartheid. Hacían imprescindible una reforma agraria radical, que daría al traste con la dualidad entre la agricultura capitalista de las zonas "blancas" y la microagricultura de subsistencia de los "bantunstanes" dando paso a una justa redistribución de las tierras, sin embargo, esta cuestión quedó aplazada. A estas medidas corresponderían igualmente la desaparición de los sistemas políticos particulares, los gobiernos "peleles que han dado nacimiento a formaciones sociales y administraciones públicas específicas. A lo largo de este trabajo hemos podido anotar las serias conexiones de Mandela con los ideales revolucionarios y socialistas, expresados tanto por su identificación con los primeros años de revoluciones como la argelina y la cubana, sus lecturas apasionadas le “Che” Guevara, un personaje con el que es ampliamente comparado (y con el que comparte fotos en innumerable murales y affiches en todo el mundo), por sus lecturas marxistas, y sobre todo por la convicción, expresada claramente en la Carta, de que la extrema miseria del pueblo sudafricano tendría que ser reparada.
  • 11. A pesar de la prudencia en sus planteamientos, Mandela no habría dudado en afirmar, sobre todo en los momentos en que acentuaba cierto parecido físico con la imagen del “Che”, en dar por buenas la frase de Marx según la cual se trataba de expropiar a los expropiadores. Sin embargo, diversos factores le han llevado atenuar estos planteamientos. Entre ellos se encuentran sin duda la ruina de las expectativas socialistas en las antiguas colonias portuguesas, provocada sobre todo por la estrategia “contra”, la descomposición de los regímenes estaliniano, y el estancamiento (y retroceso) de las tendencias socialistas en China o en Cuba, así como la comprensión de lo que esto podía significar en Sudáfrica considerando que, “a las malas”, el gobierno de Pretoria no era como el de Somoza, y que una política por nivelar a blancos y negros significaría, más que probablemente, un dantesco baño de sangre. Todo esto además se insertaba en una época en que la restauración conservadora parecía carecer de oponentes, de manera que Mandela llegó al poder con una promesa de revolución “democrática”, pacífica y negociada. Desde esta perspectiva se puede entender porque, por más que Mandela en su primer discurso en Ciudad del Cabo, reafirmara los objetivos contenidos en la Carta de la Libertad, un programa que los africanos conocen y siente como poca gente en el mundo lo hace con su Constitución, a la hora de las negociaciones la parte "social" de la Carta quedara cuanto menos postergado por las negociaciones. Esto era evidente con uno de sus puntos claves de la Carta es, como se refirió Mandela, el de la nacionalización de las minas y otros sectores determinantes de la economía. Cuando la aspiración fue archivada, los neoliberales del mundo respiraron tranquilo, ellos también "votaban" por Mandela por aceptar un compromiso que no tocaba una economía monopolizada en un 70 por ciento por la minoría blanca expoliadora. Tampoco se abordaba la cuestión de un nuevo ejército y una nueva policía aunque se abría la puerta de una composición multirracial bajo los mandos ya existentes. Uno de los escándalos mayores sufridos por el gobierno de CNA sería la reedición de "razzias" policíacas orquestadas por el viejo lenguaje del apartheid. En realidad, muchas de las grandes cuestiones de fondo se aplazaban hasta una nueva fase histórica. 4. Libertad para Mandela. En Junio de 1964, Nelson Mandela y los otros hombres del proceso de Rivonia (Sisulu, Mbeki, Kathrada, Mhlaba, Motsoaledi y Mlangeni), llegaron a Robben Island y empezaron a cumplir su cadena perpetua. Era una noche fría y viajaron con las esposas y los grilletes puestos, sentados en una plataforma elevada en el lateral de una furgoneta, y tuvieron que utilizar un cubo para hacer sus necesidades. La cárcel está situada a unas siete millas de Ciudad del Cabo, y era; famosa por estar muy bien protegida. Los casos de evasión eran apenas existentes. La celda de Mandela, en una sección recién formada de "incomunicación" era de "máxima seguridad". Durante los primeros meses estuvo incomunicado, carecía de noticias de los suyos, tenia horribles pesadillas. "Cada hora, dirá más tarde, me parecía un año. Sufrí esta incomunicación durante dos meses y al final llegué a la conclusión de que no existía nada más inhumano que el verse privado de la compañía de otros seres humanos". Durante los primeros diez años, los de Rivonia tuvieron que trabajar en una cantera de cal, en una enorme cavidad hollada por generaciones de presos negros, bajo el ardiente sol del verano o bajo las heladas y húmedas nieblas invernales. Las condiciones de trabajo eran inhumanas. Su alimentación consistía primordialmente en porridge de maíz y verdura pasada. La actitud de los guardianes se hacía insoportable, en ocasiones eran castigados con trabajos forzados y en celdas especia les. Más tarde la situación cambió un poco y fueron empleados para trabajos más holgados como el pavimentado de carreteras o la recogida de algas en las playas. Las visitas
  • 12. periódicas de Winnie, a pesar de sus estrechas limitaciones, fueron un bálsamo en esta situación. Muy poca gente se acordaba de Mandela durante esta época. El régimen de Pretoria gozaba entonces de un desarrollo económico pletórico, y la resistencia no levantó cabeza hasta el estallido de Soweto. El aislamiento de los presos era casi completo y las noticias que le permitían conocer no eran en ningún modo favorables a sus aspiraciones. No obstante, mediante huelgas de hambres y protestas intermitentes, con la débil presión internacional que fue creciendo a finales de los años setenta, entre otras cosas mediante las actividades de Helen Suzman, el "rostro humano" de los parlamentarios liberales y de la Cruz Roja. Desde entonces se fueron logrando mejoras graduales. Se acabaron los trabajos más penosos, se permitió le entrada de la prensa y se incrementaron las visitas y las cartas. Mandela pudo cultivar sus famosos bidones de plantas y comenzó a leer, incluso a estudiar para una licenciatura londinense de leyes que se vio truncada por una nueva prohibición. Sólo se le permitió estudiar afrikáans, economía e historia. Todos los testimonios de esta época coinciden en mostrarnos un Mandela firme. Ni siquiera flaqueo cuando se enteró de algunos de los más graves percances de Winnie con la policía. La Dra Motlana describirá así esta posición: "!Oh, poderoso, poderoso!. Excepto por unas pocas canas era el mismo Nelson que hace tantos años que conozco. !Dignidad absoluta, un gran jefe xhosa!. Extremadamente sano, mental y físicamente..." En 1981 fue trasladado a la prisión de Pollsmoor, un moderno penal a unos 45 minutos en coche de Ciudad del Cabo. La explicación mas lógica que se le ocurrió a su gente era que le querían trasladar mas cerca del hospital Groote Schuur, lo que causó la natural perturbación a Winnie que se enteró de todo por la prensa. Pollsmoor era otro mundo en comparación con la Isla Robben, y en su primera visita Winnie pudo constatar que Nelson: "Tenía un aspecto formidable. La primera pregunta fue naturalmente, porqué le habían trasladado. No tenía ni idea. La razón más lógica parece apuntar hacia razones administrativas. Me dijo que el primer día del traslado había estado consultando con un abogado de ciudad del Cabo acerca de la educación de los jóvenes prisioneros en la Isla (Robben). Acababa de recibir un cheque de unos14.000 rands para sus estudios. A muchos de ellos se les había encarcelado después del levantamiento de 1976; él hubiera podido ayudarles a continuar sus estudios (...) Robben llegó a ser conocida como la Universidad Mandela. Jóvenes que habían dejado la escuela con nivel 6 salieron de la Isla con licenciatura. En su ausencia el programe finalizó”. Los que fueron a visitarles -personalidades cada vez más importantes, al final era como un jefe de Estado en el exilio, no en vano todas las encuestas realizadas en Sudáfrica le daban este papel, en el caso de que en Sudáfrica pudiesen votar los ciudadanos negros en unas elecciones libres--, se encontraron con un hombre bien parecido, alto y delgado, bien conservado gracias a un régimen deportista férreamente mantenido a lo largo de los años aparentemente mucho mas joven. Vestido con su propia camisa caqui y unos pantalones a medida, en vez del uniforme de presidiario obligatorio. Se mostraba firme, abierto, muy interesado por todo lo que ocurría en el mundo, y con el tiempo se fue ganando el respeto y la confianza de sus guardianes desarrollando una singular actitud en la que la bondad y la afabilidad no le impedían ponerse en su lugar. Era pues el mismo de Rivonia. En una de las ocasiones finales en las que Winnie Mandela fue a visitarle, iba acompañada con su primer nieto, de apenas tres meses, envuelto en una manta. Había dos guardianes de servicio. Mandela, que normalmente sólo tenía contacto con su mujer a través de una gruesa ventana de cristal, pidió a los guardianes que le dejaran coger al niño, algo que no había hecho desde hacía 20 años. Los guardianes, ambos blancos, no pudieron evitarlo, y tras rogarle a Mandela que mantuviera el secreto, le pusieron el niño sobre las manos. Las lágrimas de Mandela les conmovió, y el secreto solo fue revelado por uno de ellos. Algunas de estas anécdotas ayudan a comprender el hecho de que Niel Bamard, el impasible sabueso, jefe de los servicios
  • 13. de información del apartheid, se fiara de él lo bastante como para recomendar al presidente F. W de Klerk que le dejara en libertad y empezara a negociar los términos de la transición a la democracia. Son muchas las razones por las que Mandela ha conseguido tranquilizar, seducir y ganarse con la razón a la Sudáfrica blanca. No hay duda de que la tentación más "humana" para alguien que sufre el ser "enterrado en vida", es la de la venganza. Esto es lo que cumple, por citar un ejemplo, uno de los personajes más legendarios de la literatura popular, el conde de Montecristo, una trama que hemos leído y visto en cine centenares de veces, sin cuestionarnos que hacía lo correcto, y esto es lo que anima a los poderosos a bombardear Afganistán, o a los débiles sacrificarse en los atentados suicidas en Palestina. Pero, aunque se trata de la opción más "humana", sin embargo, en la vida real la dinámica vengativa no resulta tan simple, y mucho menos en una sociedad como la surafricana, y en una cuestión como la del racismo, que implica a una minoría determinante de la población, y más especialmente, cuando se defiende un proyecto de Estado que no busca "darle la vuelta a la tortilla", sino superar un círculo vicioso terrible. En los años de presión, Mandela tuvo que darle muchas vueltas a esta cuestión, y lo hizo desde su perspectiva de que la victoria era inevitable, y que se trataba de encontrar una alternativa integradora y moralmente convincente. Durante este tiempo forjó un propósito reconciliador que pasaba en lo inmediato tanto por la reafirmación sin fisura de su dignidad y del colectivo que representaba, como por buscar las maneras de tender la mano al "hermano lobo" que en aquel confín del mundo permanecía encarnado por sus guardianes, un grupo bastante representativo de la pesadilla de su supremacía blanca, caracterizada por el racismo más impenitente del mundo, incluyendo el "profundo sur" norteamericano previo a las grandes transformaciones auspiciadas por el movimiento de los Derechos Civiles. En los momentos de mayor ira tuvo que pensar que "a las malas", todo se complicaría, y se haría mucho más dramático. Así es que, en vez de urdir la revancha, Mandela invirtió el esquema y se planteó trabajar a fondo la premisa "Conoce a tu enemigo". Un principio en el que el estoicismo, el ideal franciscano y las propuestas emancipadoras se daban la mano, un ejercicio cuyo uso le iba a resultar muy útil más tarde en sus diálogos con el propio Gobierno. Visto desde otra perspectiva, Mandela pensó que por esta vía tenía mucho más que ganar. Más que, por citar un ejemplo, los hermanos Soledad, dos militante en la línea de Malcom X cuyas Cartas desde la prisión, conmovieron la opinión pública internacional en los años setenta, y que veían en el odio al opresor un factor liberador frente a la mansedumbre materna, siempre dispuesta a lo que fuera con tal de no soliviantar a los blancos; Mandela también compartía su firme autoestima, dialogar no significaba doblegarse, significaba convencer. De entrada, Mandela se propuso enseguida aprender el idioma de los guardianes, el afrikaans ("la lengua de los opresores") y su historia. Al mismo tiempo empezó a estudiar el proceso que seguían sus mentes, con el fin de influir en ellas para sus propósitos. Esta página de su biografía, que no ha sido conocida hasta después de su liberación, pero es la que impregna todos los testimonios de sus compañeros de cautiverio que la ilustran con numerosas anécdotas. Lo que estaba haciendo Mandela era aplicar la famosa la frase de Chesterton según la cual la aventura más difícil, es conocer y darse conocer al vecino más próximo. Ese paso lo fue dando Mandela como parte de una estrategia y una convicción en la que, obviamente, anidaba una potente seguridad personal así como una capacidad innata de causar simpatía en los demás. Uno de sus compañeros, Maharaj, cuenta el caso de un día que marchaban a trabajar. Los guardianes "nos estaban empujando para que acelerásemos el paso. De repente, aparece Mandela en primera fila y nos susurra a todos: "No cedáis ante las amenazas. Seguid andando a vuestro paso normal'. No había ninguna discusión con los guardianes. Ningún desafío patente. Era una forma callada de conservar en nuestro
  • 14. interior una parte que el guardián se veía impotente para dominar"... Esta actitud, según Walter Sisulu, empezó a alterar la correlación de fuerzas. Por primera vez, las autoridades penitenciarías se vieron forzadas a dialogar con los presos. "Porque, cuando no conseguían que nos moviéramos, tenían que preguntarse qué podían hacer", explica Sisulu, que pasó 25 años en la cárcel con Mandela. "Entonces decidieron reconocer a nuestra dirección. Ése fue un momento muy importante". Aquella fue una guerra de nervios, una guerra de desgaste, y la cuestión para los presos pasaba por reafirmarse como colectivo en sus ideas y en su humanidad. Pero, al mismo tiempo, Mandela hacía hincapié en la necesidad de convencer a los guardianes para que dejaran de tratarles, en palabras de Maharaj, "como a monos en el zoo". Según Mandela que no eran los presos quienes necesitaban. "Descubrimos formas de comunicarnos con ellos, charlar con ellos y, por más groseros que fueran, echar abajo su grosería", explica Maharaj para describir otro elemento del método de Mandela. El fruto fue inmediato y sorprendente. Los guardianes empezaron a mostrar la inferioridad que sentían respecto a nosotros, debido a nuestra preparación y nuestro comportamiento. Hasta el punto de que empezaron a pedirnos que les ayudáramos en sus estudios, y a acudir a nosotros en busca de consejos cuando tenían conflictos con sus superiores". Paso a paso Mandela iba imponiendo su voluntad a los guardianes. Eso es lo que descubrió George Bizos, su abogado durante casi cuatro decenios, durante una visita a la isla. A mediados de 1984 el gobierno, cada vez más presionado por las exigencias de libertad que le llegaban desde dentro y fuera del país, lanzó su primer "globo sonda". Winnie cuenta que le habían ofrecido "liberarle" con la "condición de que se instalará en "su" patria del Transkei".' y naturalmente, rechazó la oferta. Winnie precisó que "!Ofrecerle esta clase de "libertad" después de entregar veintidós años de su vida por la lucha!. Ni siquiera vale la pena discutirlo. Uno de sus visitantes, el jurista norteamericano Samuel Dash dialogó con él sobre sus ideas y Mandela insistió que el problema central seguía siendo "la igualdad política". Luego le explicó nuevamente los tres principios de su programa: "1. Una Sudáfrica unificada, o sea sin homelands artificiales; 2. Representación negra en el Parlamento central (no asociación en esa especie de asambleas del apartheid que acababan de ser decretadas para los asiáticos y la gente mestiza, y 3. Un hombre, un voto. Mandela seguía pues defendiendo un proyecto de sociedad multirracial, esta era una de las preocupaciones del CNA, la mano seguía tendida por más que cada vez más que muchos blancos seguían temiendo la igualdad. Esta sociedad multirracial no podía ser obra de un día, necesitaba su tiempo, y el preso se mostraba dispuesto, por ejemplo a "mantener la separación de viviendas hasta que haya suficientes nuevas oportunidades de empleo y alojamiento que permitan a los negros vivir dignamente en Johannesburgo". El punto crucial seguía siendo el de la violencia, y Mandela insistió en sus argumentos. Consideraba la violencia como una última instancia obligada por el terror blanco y que reconocía que en el enfrentamiento eran los negros los que sufrían más. De "todas formas, anotó, sí los líderes blancos no actúan de buena fe con nosotros, sí no se reúnen con nosotros para tratar la igualdad política y sí de hecho nos dicen que tenemos que seguir oprimidos por los blancos, entonces no quedara otra alternativa para nosotros que la violencia y le prometo que venceremos". Estas últimas palabras no eran propaganda, la historia había comenzado a dar el gran giro en Sudáfrica. Aquel hombre sometido por unos guardianes sin escrúpulos y olvidado por los medios de comunicación de su país y del mundo, resurgía ahora imponiendo condiciones desde su celda. En contra de su pueblo permanecía el “poder pálido" , con el más poderoso ejército del continente, en aquellos momentos, el auténtico talón de hierro que aplicaba el fascismo exterior en connivencia con la
  • 15. Norteamérica de Reagan para desestabilizar los países vecinos, que, como Angola, Mozambique y Cabo Verde, habían conseguido la independencia del agonizante imperialismo portugués (otro gran aliado de Pretoria), gracias a una “toma de conciencia” de la oficialidad más joven y democrática que había auspiciado en abril de 1974 la famosa “revolución de los claveles” que daba al traste casi a sesenta años de dictadura. El ejército del apartheid actuaba como principal soporte de las “guerrillas” mercenarias, de las respectivas maniobras “contras” de estos países, al tiempo que realizaba excursiones terroristas persiguiendo los "santuarios" de Umkhonto. Se trataba además de un poder que seguía teniendo el apoyo de las hipócritas grandes potencias, pero en el interior de las cuales, sobre todo en Estados Unidos y en Inglaterra, emergían poderosos movimiento de solidaridad con la Sudáfrica democrática. Aunque posiblemente la victoria prometida no podría producirse por un combate directo, había pues que confiar que, con "el tiempo y con la ayuda de otros en nuestra fronteras, el apoyo de la mayoría de las naciones del mundo y el continúo adiestramiento de nuestro pueblo podemos hacerle la vida insoportable". Un. pronóstico que se cumplirá claramente pocos años después, cuando la crisis económica interna se ha hecho más grave que nunca, se ha ampliado el cerco internacional, la división se ha instalado en la población blanca donde, finalmente solamente una minoría abiertamente neonazi siguió levantando la vieja bandera del apartheid. Pero sobre todo, ocurre que la mayoría negra niega a seguir como antes. Todavía en junio de 1986 el gobierno trató de retomar la iniciativa y sugirió a través de su ministro de Asuntos Exteriores --o sea el más sensible a la presión internacional-- que Mandela estaba invitado a participar en una mesa de negociaciones sí renunciaba a la violencia. "El mismo es quien provoca su permanencia en la cárcel -declaró el “premier” bóers Botha--, sólo tenía que renunciar a la violencia y entonces estaría preparado para unirse a nosotros...". Pero ya no convencía más que a los convencidos. Botha aseguró en la misma declaración que la mayoría de la población estaba a favor de estas negociaciones para "proteger gente inocente... La responsabilidad de un enfrentamiento recaía según el ministro, en los extremistas de derecha y de izquierdas que olvidaban que "una vez se ha accedido al poder mediante métodos violentos se gobierne utilizándolos y se es derrocado de la misma manera". La única violencia legal es la del poder, venían a reafirmar, en tanto que la de la oposición era ilegítima. Una filosofía tan vulgar y antigua como la historia del mundo, esa historia que Voltaire dijo en una ocasión que se podía contar a través de sus crímenes, algo sobre lo que la minoría blanca habría tenido que responder…de sufrir una derrota militar. La respuesta de Mandela ya estaba en la calle. La había dado en una carta dirigida a su hija Zindziswa que fue leída ante una muchedumbre reunida en el estadio Jabulani de Soweto el 10 de febrero de 1985, y contiene una respuesta coherente con su ideario, la muchacha proclamó “Mi padre y sus camaradas desean haceros esta declaración al pueblo en primer lugar. Tienen claro que son responsables ante vosotros y ante vosotros solamente...Mi padre no habla sólo por sí mismo y de sus camaradas de la prisión Pollsmoor, sino que también espera hablar por todos los encarcelados por su oposición al apartheid...Mi padre dice: "Soy un miembro del CNA. Siempre he sido un miembro del CNA y lo seguiré siendo hasta el día en que me muera. 0liver Tambo es mucho más que un hermano para mi...Mi padre dice: "Me sorprenden las condiciones que me quiere imponer el gobierno. Yo no soy un hombre violento. Mis colegas y yo escribimos a Malam en 1952 solicitándole una mesa redonda para encontrar una solución a los problemas de nuestro país pero lo ignoraron (…) Con Strijdom (…) Cuando Verwoerd estaba en el poder sus solicitamos un convenio nacional para toda la gente de Sudáfrica para que decidiese el futuro. Esto también fue en vano... Fue entonces cuando agotamos todas las otras formas de resistencia que recurrimos a la lucha armada".
  • 16. A continuación, la carta repite las exigencias de su movimiento, que Botha "renuncie a la violencia”, que "desmantele el apartheid, que legalice a las organizaciones de la oposición, que dé libertad a los presos y permita el regreso de los exiliados, que "garantice la actividad política libre para que el pueblo decida quien los va a gobernar". Su libertad es la libertad de todos, no es "el único que ha sufrido duran te estos largos años solitarios y desperdiciados". Al final proclama: "No amo la vida menos que vosotros. Pero ni puedo vender mis derechos de nacimiento ni estoy dispuesto a vender los derechos de nacimiento de mi gente para ser libre. Estoy en prisión como representante del pueblo y de vuestra organización, el CNA que fue prohibido. ¿Que libertad me ofrecen cuando la organización popular sigue estando prohibida? ¿Qué libertad me ofrecen cuando me podrían arrestar por un delito según el “pase"? ¿Qué libertad me ofrecen para vivir mi vida como una familia con mi querida esposa que sigue desterrada en Brandford? ¿Qué libertad me ofrecen cuan do debo pedir permiso para vivir en una zona urbana? ¿Qué libertad me ofrecen sí necesito un sello en mi "pase" para buscar trabajo? ¿Qué libertad me están ofreciendo cuando ni siquiera se respeta mi ciudadanía sudafricana? Sólo pueden negociar los hombres libres. Los prisioneros no pueden concertar contratos...Yo no puedo hacer ni haré ninguna promesa en un tiempo en el que ni yo, ni vosotros el pueblo, estamos libres. Vuestra libertad y la mía no se pueden separar. Volveré". La conclusión no podía ser más clara: "La salida no depende de él" respondería Winnie en 1990, porque Mandela seguía poniendo sus condiciones para su un hecho pare el que es difícil encontrar un parangón en la historia. Había caído ya el presidente Botha con un saldo claro de una derrota de su reforma calificada de cosmética, y había entrado un nuevo presidente, Frederik W. de Klerk que daría un giro que exigía la situación gubernamental. En una de sus primeras declaraciones, de Klerk reconocía que había que acabar con el apartheid e impulsó a continuación algunas medidas importantes. Fueron liberados todos los de Rivonia con excepción de Mandela, y delante de las grandes manifestaciones de masas con que fueron recibidos, Sisulu, Mbeki y los otros proclamaron su fidelidad al CNA --o al SACP, plenamente identificados en este proceso--, y defendieron sus ideas de lucha por más que el gobierno les instó a pacificar los espíritus. El movimiento de oposición estaba ya desmantelando muchos de los aspectos más cotidianos del apartheid, la desobediencia a las leyes era ya un punto de honor para la mayoría que entraba y salía por playas, restaurantes y hospitales con el mismo derecho que hasta entonces se había reservado a los blancos...No pasó mucho tiempo para que de Klerk cumpliera otro requisito planteado por el prisionero de Pollsmoor: la legalización de les organizaciones anti-apartheid, del CNA y del SACP en primer lugar. El apartheid tenía ya los días contados. En el fondo de este cambio histórico estaba la crisis social que vivía Sudáfrica, la oposición de los países del Frente del rechazo con Zimbabwe en primer lugar, el fin de la hegemonía directa de Sudáfrica en Namibia, pero la nueva política exterior soviética de abandono de las luchas nacionales y antiimperialistas, la caída del muro de Berlín, y la descomposición del estalinismo, un “nuevo mundo” en el que caía lo malo pero ascendía lo peor (la llamada “revolución conservadora”). La liberación de Mándela ya estaba madura. Su libertad se había convertido en una esperanza para los liberales blancos que reconocían ahora en Mandela la posibilidad de contener lo que algunos comentaristas y activistas tan notables como Breyten Breytenbach habían caracterizado como un proceso irreversible de guerra civil que dividiría a los mismos blancos, de manera incluso más tajante a la que Pretoria estaba tratando de atizar con los atentados provocados por las huestes zulúes del neoliberal Buthelezzi. De hecho, los propio bóers se habían dividido, una mayoría "evolucionista" se había situado detrás de Klerk argumentando ahora a favor de los "derechos de la minoría" (blanca, por supuesto), de las garantías para el mercado libre, etc.
  • 17. Una minoría formaba un nuevo partido conservador que forma algo parecido a lo por aquí se llamó durante la “Transición” "el Búnker” y no dudaba en emplear la esvástica en sus estandartes y colgar carteles en los que se podía leer “!Que cuelguen a Mandela¡" Estos conservadores declararon que preferían emigrar a nuevas tierras; repetir el "gran treck" de sus antepasados, antes de integrarse en una sociedad multirracial, mera palabrería, entre otras cosas porque ya se no quedaban tierras que colonizar, se la habían quedado en los últimos siglos. Por lo tanto, ¿qué tierras iban a reclamar?, ¿en nombre de qué?, ¿donde encontrarían la mano de obra cuasi esclava?, tampoco podrían regresar a su "Europa", a la liberal Holanda donde habrían seguramente parecidos gente de otro planeta. El gobierno trató de acondicionar la liberación de Mandela seguramente a una declaración pacificadora en tanto que el CNA también puso su premisa: el fin del Estado de Emergencia, ya que no se podía negociar nada mientras "se mata despiadadamente a nuestra gente en las calles de Johannesburgo”. La esperada libertad de Mandela llegó finalmente en un día que señaló como ningún otro la historia de Sudáfrica: el 11 de febrero de 1990. Salió por la puerta grande, sin un acuerdo estricto. Entre otras cosas porque Mandela seguía siendo un militante del CNA y los problemas que estaban encima de la mesa no eran tan simples como para encontrar una rápida vía negociadora. De momento allí estaba, en la calle, en medio de su pueblo que lo clamaba en actos multitudinarios, de ebullición imposibles de encontrar en otros en estadios, con un pueblo “rebosante” de alegría y de ritmos que eran ahora de reafirmación, no eran ni esclavos, ni enanos, ni desechos (como los había tratado la misma señora de De Klerk), sino seres humanos dignificados por la conquista de libertad, por su ideales y por su pertenencia a una nación que nacía de nuevo. En aquellos escenarios irrepetibles, Mandela apareció con un aspecto que fue describió así la novelista blanca Nadine Gordimer: "Allí estaban las fotografías, mil veces reproducidas, del hombre joven alto, sonriente y peinado a la antigua; y allí estaba también el héroe mítico (nuestro "Che" Guevara, por no decir nuestro Mesías), inmortal aunque en algunos momentos se pensase que nadie volvería a verle con vida" Inmediatamente después de su liberación, de las escenas de alborozo familiar y nacional, Mandela ha podido por primera vez en su vida viajar libremente, con un pasaporte en regla, y ha emprendido un largo periplo pera pedir al mundo solidaridad en la gran tarea de reconstruir Sudáfrica sobre nuevas bases. Sus encuentros se ha repartido entre los amigos de su causa en África, con los lideres namibios en primer lugar y con el líder histórico de la OLP, Yasser Arafat -el Israel sionista fue sido durante muchos años el mejor amigo del régimen sudafricano--, y ha vuelto a encontrarse con Oliver Tambo, el amigo de siempre que le sustituyó en le tarea de reconstruir el ANC durante los duros años que siguieron el juicio de Rivonia, cuando la batalla parecía irreversiblemente perdida. Sólo los más soñadores querían creer que no era así. Una vez más los "utópicos" de ayer tienen la razón hoy. 5. La herida sangra de nuevo El asesinato a la vieja usanza por parte de la policía sudafricana –que siempre fue multirracial, vean sino la película de Morgan Freeman, Bopha, con Danny Glover-, de 34 mineros en huelga en la operación represiva más sangrienta desde que concluyó el apartheid, ha removido los cimientos de una sociedad que había mudado de piel pero en la que, como en todas partes, la prepotencia de los poderosos se ha ido haciendo más y más ostensibles todavía que en aquellos años en los que la mayoría negra permanecía encarcelada en su propia país. Ahora ya no se trata de los testimonios de los sobrevivientes. La “masacre” ha sido emitida en los telediarios de todo el mundo, rememorando una vez más la vieja escena del talón de hiero del Estado al servicio de las que se enriquecen del trabajo ajeno.
  • 18. Hemos visto como la policía disparaba sus armas automáticas contra una multitud que les tiraba alguna que otra piedra, y que enseñaba sus palos y algún que otro machete, algo que es de los más normal en el país más inseguro del continente. El hecho de que personaje que evidenciar una vez más que la policía es la policía. Como en los “buenos tiempos” en los que el “apartheid” era estimado como un modelo específico de desarrollo separado por las elites gobernantes de Occidente, pasaron hasta 12 horas de silencio oficial. No fue hasta entonces que el ministro de policía Nathi Mthethwa. Además de los muertos ha habido una gran cantidad de personas heridas, y son muchos los familiares que no saben nada de los suyos, todos ellos mineros cuyas condiciones de trabajo y de vida resultan tanto más insultantes al lado de los beneficios de la multinacional británica. Es por eso que desde el viernes 10 de agosto, centenares de huelguistas, reclaman subidas salariales. Cobran el equivalente de 400 euros al mes, viven en tugurios junto a la mina, sin agua corriente. “Es nuestro trabajo el que hace ricos a las compañías mineras y no nos podemos dar una vida decente” explicaba uno de ellos. Como no podía ser menos, la matanza, ocurrida en la planta de platino Marikana de Lonmin, ha sido justamente comparada con la de 1960 de Shaperville cerca de Johannesburgo, el lugar ya tristemente célebre donde la policía racista se “defendió” de la multitud abrió fuego y dejando en el suelo a más de 50 muertos, entre ellos mujeres y niños. También los había entre los mineros negros, porque los blancos todavía no descienden a los pozos de las minas. Este paralelismo ha planteado un interrogante: socialmente hablando, ¿algo ha cambiado desde 1994, cuando Nelson Mandela dejó atrás tres siglos de dominación blanca para convertirse en el primer presidente negro de la mayor economía del continente? El diario Soweto cuyo nombre es un homenaje al mayor municipio negro de Sudáfrica donde hubo otra matanza mayor y no menos célebre, contesta a esta pregunta: "Ha ocurrido antes en este país donde el régimen del apartheid trató a la gente negra como objetos (…) Ahora está continuando bajo una forma distinta". La resistencia al “apartheid” ganó la batalla contra el régimen del “poder blanco” en un momento de restauración neoliberal, después de la descomposición del llamado “socialismo real2, y a continuación que la maniobra “contra” del fascismo exterior norteamericano hubiera cerrado el camino a las crisis revolucionarias abiertas en Centroamérica tras la victoria de los sandinistas contra Somaza y sus compinches del Norte. El planteamiento de seguir hasta el final, se vio amenazado por un posible baño de sangre, y así lo anunciaba la derecha racista con no pocas complicidades internas y externas. Entonces Mandela y el ANC (y el PC sudafricano que entró en el gobierno ante el escándalo de la derecha que, finalmente, casi ha dado las gracias a dios) tomaron el camino del medio… Limitaron el alcance de la resistencia a una revolución política antirracista, lo que bajo los viejos esquemas de socialdemócratas y estalinistas se entendió como una “primera etapa”, un paso intermedio que debería preparar el trayecto para la “meta final”. Sin embargo, esa segunda etapa nunca llegó, es más, ni tan siquiera se planteó. Después de la victoria, lo que ha visto la mayoría trabajadora es que un sector del ANC se ha enriquecido, y tiene casas tan grandes como los blancos. Al mismo tiempo, como consecuencia de las medidas neoliberales, las condiciones de vida de la mayoría no han hecho más que empeorar. Esto es tan evidente que un señor tan conservador como Clint Eastwood lo subraya al final de Invictus (2010), hecha a la mayor gloria del talento político de Nelson Mandela (Morgan Freeman) que supo solventar un problema de conciliación a través del deporte. Pero ese no era “el problema”. Esa foto en la que aparece como secuestrado por Bill Clinton –que bajo otros modales sirvió a los mismos señores que tiranizaron Sudáfrica, produce desazón por no decir otra cosas. Se acabó el “apartheid” pero siguió la lucha de clases, ahora con una patronal “limpia” de connotaciones fascistas, y por lo tanto más agresiva si cabe que antes. Pero esta matanza nos devuelve a la memoria de Shaperville y Soweto, “retrata” un sistema en
  • 19. el que las multinacionales tienen todos los derechos (hasta el derecho de casi no pagar impuestos), y los trabajadores muy pocos. En esas estamos, con una patronal que emplea al gobierno del ANC con su guardia armada, y con unos mineros dispuestos a no claudicar. Entre tanto, Sudáfrica acaba de pasar otra página de sangre en la que el racismo ha sido sustituido por el capitalismo sin máscaras. 6. El caso de Winnie Mandela Durante décadas, la lucha de las mujeres contra el régimen sudafricano de “apartheid” fue tan importante como la de los hombres. En esta lucha, Winnie fue un símbolo nacional e internacional... En estos tiempos, la impunidad de Winjnie aparece como un ejemplo más de la impunidad otorgada por el régimen de Pretoria al “aparato” del ANC, con visos de una transición pensada en los términos clásicos. Se trata de la enésima redición de la manida componenda: que todo cambie en lo político para que lo fundamental (la riqueza del país en manos de una minoría blanca ahora ampliada a otra minoría negra), todo siga igual. A lo largo de duros años de lucha. desde 1964 hasta hace el final del “apartheid”, Winnie se va a convertir en "la mujer más perseguida de Sudáfrica" en una referencia emblemática de primera magnitud tanto para el "poder pálido" (que para "robarle su alma" no dudó en emplear "todos los procedimientos, incluidos los más viles"), como para la resistencia sometida que la sostiene como la mujer del "jefe" de la nación oprimida por lo que ha "sufrido y sido castigada, no por corrupción o por características criminales en su carácter y conducta, sino porque su vida personifica la lucha del hombre negro para la justicia y la liberación. Ha sufrido porque usted y yo merecemos más de lo que el estilo de vida sudafricano es capaz de proporcionarnos. Su sufrimiento es la medida de nuestro valor como seres humanos y de su amor por nosotros..."(Manas Buthelezzi). Hasta entonces había sido la esposa de Nelson, una, joven vivaz y luchadora que apenas pudo disfrutar globalmente de más cuatro meses de relación normal con su pareja y que se había entregado con cuerpo y alma en la disciplina del CNA. Ahora, se quedaba sola junto con sus dos pequeñas hijas, y delante de un desafío no precisamente fácil. Algo de ello entrevió Mandela en su último encuentro antes de ser enviado a la Isla Robben, cuando le dijo: "Te difamarán, es de esperar que te digan que eres la responsable de que yo esté en la cárcel. Eres joven y la vida sin un marido está llena de todo tipo de insultos. Espero que vivas de acuerdo con mis objetivos". Winnie se había convertido en algo parecido a una bandera, no en vano uno de sus desafíos más habituales al régimen fue des vestirse con los colores del CNA. Pero Winnie no era muy consciente de todo lo que le esperaba, una realidad que puede ser comprendida simplemente repasando las notas que incluimos en la cronología, o y de las cuales se desprende que durante más de veinte años, Winnie no
  • 20. conoció apenas más de nueve meses de libertad "normal" para una ciudadana africana. Su primera orden de "destierro" le fue impuesta en 1961. Esta es una medida administrativa tomada por la policía contra personas que "malutilizan" su libertad y significa una severa asignación de la residencia. A veces tiene algunas variantes, aunque por lo general se trata de que no puede abandonar el lugar fijado sin un permiso especial, esto era lo que le recordaba el policía el día de la sentencia de Rivonia. Durante el juicio, Winnie tuvo que superar numerosos obstáculos para obtener el permiso que le permitiera asistir a las sesiones de éste' Ulteriormente la policía añade una cláusula especial para ella. Entonces Winnie no podrá trabajar para una institución o similar para niños, lo que le conlleva la pérdida de su empleo como asistenta social' Esto la obliga a trabajar para un colegio de Johannesburgo...por correspondencia. En 1969, todavía "desterrada" es detenida por la temible Special Branch sin ningún motivo aparente. Esta arbitrariedad es muy habitual en la policía sudafricana que consiga imponer entre los africanos una profunda incertidumbre. De su encarcelamiento durante seis meses, Winnie ha preferido guardar silencio. Nada más liberada sufre su tercera orden de destierro. Durante veinte años la justicia no dirá una palabra sobre las medidas policíacas. La policía ha podido actuar impunemente en todo momento, intentando aterrorizar a las niñas, de desmoralizar a esta mujer que resurgía fortificada después de cada experiencia. En octubre de 1975, por primera vez, Winnie se encuentra en libertad. En una mañana del miércoles 16 de junio de 1976, 20.000 escolares de Soweto comienzan una manifestación de protesta contra la orden gubernamental que los obligaba a utilizar el afrikáans. El idioma de los odiados bóers, en las clases de los institutos de Enseñanza Media. Caminaban danzando, con visible buen humor y con algunas pancartas en las que se podía leer: !ABAJO EL AFRIKAANS! ¡NO SOMOS BÓERS! !SI NOSOTROS TENEMOS QUE SABER AFRIKAANS, LOS VORSTER TIENEN QUE SABER ZULÚ!" La policía intervino inmediatamente. La manifestación no se detuvo hasta que un niño de trece años, Héctor Petersen, fue muerto de un tiro por las espaldas, y de que varios niños más murieran. Los disturbios estallaron en Soweto y los enfrentamientos alcanzaron cotas ya olvidadas. El ejército irrumpía en los actos y manifestaciones y el número de niños muertos se multiplicó. La indignación popular fue impresionante. Se levantaron barricadas, atacaron comisarías de policía y hogares de los policías negros, los más odiados. Winnie estuvo allí. Vio lo que pasó, y lo contó así:…”los escolares cogieron piedras, utilizaron tapas de cubos de basura a modo de escudos y marcharon contra las metralletas. No es que no supieran que el hombre blanco estaba fuertemente armado, marcharon contra densas ráfagas de metralletas. Se podía oler el tiroteo por todas partes. Los niños morían en la calle y mientras morían los otros marchaban al frente, enfrentándose a las armas. Nadie ha despreciado el poder del enemigo. Sabemos que está armado hasta los dientes. Pero la decisión, la sed de libertad en los corazones de los niños era tan grande que estaban dispuestos a enfrentarse a las metralletas con piedras" Esto es lo que "ocurre cuando quieren romper estas cadenas de opresión. Ninguna otra cosa parece importar". Nunca se supo hasta el momento el número de víctimas. En su inmensa mayoría niños, un sector social que en los años siguientes dará miles de víctimas mortales así como miles de presos- en los acontecimientos de Soweto que ocuparán en la historia social de Sudáfrica un lugar similar a los de Shaperville-Langa. Fue también un hecho que marcó al rojo candente la trayectoria de una nueve generación, muy alejada del sentimiento gradualista y pacifista de Luthuli. El ejército y la policía actuaron contra los escolares como sí fueran los enemigos en una guerra, y entró de lleno en los barrios obligando a exiliarse a varios miles de africanos que tuvieron que marchar hacía el exilio, a engrosar los campos de refugiados y las filas de los militantes organizados del CNA que desde principios de los años sesenta dirigía 0liver Tambo. El aliento moral e intelectual de esta nueva generación estaba poderosamente influido por la "Conciencia
  • 21. Negra", una nueva corriente nacionalista que ocupó el vacío dejado por el CNA y el PAC, y que se distinguía de las anteriores por un mensaje de orgullo racial muy semejante al que en los EE.UU. ejemplificaron los Black Panthers, que conmovieron el corazón del imperio durante el verano que siguió al asesinato de Martin Luther King, el hermano norteamericano de Luthuli Uno de los líderes más conocido de este movimiento fue Steve Biko. Winnie interpretó esta irrupción de la juventud escolarizada en el escenario de las duras luchas contra el régimen racista como una reedición de la Liga Juvenil del CNA que, como ya hemos señalado, en los años cuarenta planteó que “se tenía que africanizar la lucha y se tenía que acentuar y integrar la militancia de la juventud". La aparición de “Conciencia Negra” era, dirá Winnie, una "necesidad histórica". Respondía a la cuestión que el hombre blanco había suscitado negando la personalidad del africano, y su respuesta fue: "políticamente vamos a progresar por separado". Sin embargo, no encuentra que esta sea una diferencia con el CNA que mostró nuevamente su capacidad al integrar a numerosos líderes provenientes del movimiento. Para Winnie, "está fuera de lugar discutir en los años ochenta las diferencias ideológicas en una lucha que comenzó hace 400 años" y lo fundamental sigue siendo: que el enemigo es el gobierno racista”. Para ella, como para el CNA, no es posible imaginar una Sudáfrica "en la que el hombre blanco no exista" y plantea el problema en los siguientes términos: "La organización "paraguas" del CNA (la UDF) acoge a todo aquel que luche junto con nosotros en contra de la opresión. ¿Debo de ignorar al estudiante blanco de la Universidad de Witts o de la Ciudad del Cabo que está afectado por el mismo sistema que mi gente, aquí en el Estado Libre? Él está luchando por la misma causa que yo. Esto sí que es un camarada. y no puedo ignorara aquellos estudiantes que hoy en día son tan valientes como para hacer manifestaciones en contra de la República dejando una silla vacía (como las que se utilizan en los rodajes de películas) con un cartelito que indica `Nelson Mandela…" Recuerda el caso del policía blanco que le escribió horrorizado por lo de Soweto donde estuvo presente y disparó al cielo, y naturalmente, cita con afecto y admiración al colectivo de militantes blancos que han sido compañeros de lucha para nosotros. En particular Helen Joseph por la que asegura tener tanta devoción "como por mi madre Lilian Ngoyi ". "Ellos, concluye, son parte de nosotros, de la causa, de nuestros sufrimientos. Estamos decididos a crear una situación racial armoniosa en este país, incluyendo al sudafricano blanco, al estudiante blanco". Es justo hacer notar sin embargo que no es en este terreno donde Biko --al que Winnie proclama como "ídolo nacional"-- , como "uno de nuestros más grandes nacionalistas" y al que profesa "'la mayor admiración- y la corriente de Conciencia Negra desarrolla sus discrepancias. Ellos no cuestionar el valor de un grupo de blancos antirracistas, lo que subrayan es su escasa representatividad; tampoco niegan a los estudiantes un lugar en la lucha, el problema radica en otros aspectos como son el hecho de que a pesar de su marginalidad en el combate contra el "apartheid” se le atribuye a los blancos un peso decisorio en los pactos políticos, y esto nos lleva a un tema primordial: el de la autoestimación africana. El esclavismo, la segregación y el "'apartheid"' (las tres fases de la dominación blanca y colonial en Sudáfrica), se han apoyado sobre el sentimiento y la concepción de que la civilización blanca, los valores representados por los blancos, han sido superiores, y su dominación ha creado un efecto de sumisión entre los negros que han tendido a subestimar sus propios valores tradicionales y culturales, su propia personalidad africana...El fin de la hegemonía blanca ha de ser, viene a decir “Conciencia Negra”, el principio de la reconstrucción de la nacionalidad, las tradiciones y el orgullo negro. Durante el transcurso de los acontecimientos de Soweto, un día después del primer tiroteo, Winnie construyó la Black Pathers African (BPA) que comenzó a desarrollar una intensa actividad paralela a la de los jóvenes estudiantes, a veces para sacarlos de las comisarías ya veces para organizar entierros colectivos ya que las familias no
  • 22. tenían ni para un entierro particular de los suyos”. La BPA englobaba a líderes de diferentes puntos de vista y pasó a ser el medio de expresión de las luchas que se desenvuelven trágicamente por las calles. Sobre el importante papel de Winnie escribió la doctora Motlana: "Como única mujer en el poder, era más que un hombre. Winnie es poderosa, fiel y honesta. Pero ante todo es valiente y tiene unas agallas que muchos de nosotros no tenemos. Se enfrentaba a capitanes de policía armados con metralletas y les mandaba a hacer punteas. En realidad ella nos asustaba; a menudo yo le decía que era condenadamente temeraria, que haría que nos encerrasen a todos y cuando la amenazaban con encerrarla, ella simplemente decía: "!Hazlo, hombre!". Finalmente será detenida por cinco meses, sin mediar proceso y sin permiso para tener visitas, y al salir recibe una nueva orden de asignación de residencia. La creen destruida, pero se equivocan de nuevo, Es vigilada, atropellada por los policías que desfilan casi cada día por su casa, vigilada, calumniada --se le atribuyen relaciones escandalosas en una prensa adicta que inmediatamente es puesta al alcance de Nelson en su prisión de Robben Island--, constantemente amenazada, y sin embargo "respira todavía", comentan los mandos del régimen. Volverá a ser exiliada nuevamente, ahora a unos quinientos kilómetros de Soweto, el guetto que se había convertido en símbolo de la resistencia. Su nuevo destino se encuentra en el corazón del Estado Libre de Orange, "el reino de los bóers" dirá ella. "Aquí, esto es la Edad Media, Francia antes de la Revolución. Aquí los nuestros deben de llamar "señor" a sus patronos blancos". En un principio los blancos, completamente identificados con el apartheid, parecen dispuesto a lapidarla al menor movimiento en falso. Sin embargo, después irán cambiando progresivamente de actitud. Descubren que se trata de "una mujer instruida, limpia y desenvuelta", que al parecer "no tiene nada que ver con los cafres de aquí", le confía un bóers muy representativo a la prensa. Sin embargo sí que tendrá mucho que ver con los africanos de allá, Winnie no tarda en integrarse entre su gente, en convertirse en un elemento claramente galvanizador de sus reivindicaciones. Así, ante el estupor de bóers y africanos hasta entonces más bien sumisos la figura desafiante de Winnie, con su eterna boina sobre la cabeza, su inconfundible manera de andar y de dirigirse a los demás, sin hacer ninguna distinción de raza o de autoridad, entrando y saliendo por los comercios hasta entonces exclusivos para blancos, obligando a éstos a aceptarla y con el tiempo, a modificar sus hábitos basados en la presunción de su superioridad brutal y ridícula. Esta actividad se convierte en "su último placer", al franquear las líneas de demarcación impuestas por la maraña de leyes racistas desafía la frontera que "se para el pasado del futuro". El barrio, el "viejo cuartel" bóers, entrará con su presencia en un proceso de ebullición. Anteriormente la segregación no necesitaba de las señalizaciones clásicas del sistema, cada raza sabía a que atenerse. Donde se encontraban sus dominios, el de los blancos favorecidos y el de los negros sometidos a la servidumbre. Con Winnie cambian las reglas del juego. Los blancos no salen de su estupor, los negros comienzan a sentirse personas con derechos. Las condiciones sociales de estos son terribles. viven en tierras estériles, en chozas o barracas miserables, y la mayoría trabajan la tierra para los terratenientes del lugar. Dar a conocen los servicios sociales más elementales, y en esta tarea se impone Winnie creando guarderías, escuelas, promoviendo actividades de grupo, y al poco tiempo Brandford pasa a ser uno de los centros de agitación del país. Los blancos ya no se sienten seguros. "La prisión de Winnie es poco más que un comedor normal, carece de luz eléctrica porque "les costaría demasiado cara" a las autoridades, comenta ella con su habitual ironía--, y de los servicios más necesarios de la civiIización. No obstante, poco a poco le van llegando algunos "privilegios", regalos de diversas embajadas como la de austriaca que le trajo un televisor, los americanos un refrigerador, etc. Poco a poco su "autoridad" de "mujer del jefe" va siendo internacionalmente reconocida y políticos y diplomáticos van a verla, a veces con sinceridad, a veces para hacerse perdonar la
  • 23. complicidad de sus gobiernos --como el español bajo el mandato de Felipe González que aumentó en los años ochenta su comercio con Sudáfrica, aprovechando el vacío dejado por países que habían adoptado el boicot, esto a pesar del que el CNA participaba en la Internacional Socialista, un organismo en el que figurará personajes tan siniestros como Mubarak-- con el sistema. Como la "mujer del jefe", Winnie prodiga cada vez más sus declaraciones a la prensa y pasa a ser durante los ochenta junto con Desmond Tutu, una de las voces irrenunciables para los medios de comunicación de todo el mundo que registran cada uno de sus pasos, cada una de sus declaraciones y posicionamientos públicos. Cuando habla Winnie es igual a cuando actúa: no tiene muchas dudas. Da a sus palabras un tono "jacobino" que se acentúa al compás del crecimiento de los movimientos de "contestación" al sistema que irán ampliándose desde finales de los setenta para hacerse irreversibles en la mitad de los ochenta dando espacio a una situación de crisis abierta del régimen que ya no puede gobernar solamente con el garrote y se ve obligado a emprender un camino de "reformas" internas que acabaran finalmente en el fracaso a pesar de los apoyos casi incondicionales de los Estados Unidos de Reagan. de la Gran Bretaña de Thatcher, de la Alemania de Kohl, y de la actitud de "crítica positiva" de la Comunidad Económica Europea. Winnie confía en que los "negros estarán en el poder" antes de su muerte. Lo conseguirán por la violencia, ya que --declara con el rostro rojo por la cólera--: "Ellos asesinan a nuestros niños por centenares cada año. Nos tratan como sí fuésemos subhombres. No pueden esperar piedad de nosotros (...) La noche en la que ahorcaron a tres jóvenes héroes en Pretoria. no pude cerrar los ojos. Tenia ideas de venganza...El régimen parece finalmente desistir de su acoso, sin embargo en 1985 una bomba destruyó su casa --su "domicilio forzoso"- en Brandford, y una última orden de confinamiento le prohíbe ahora pisar los distritos judiciales de Johannesburgo y Roodeport. En unas declaraciones de principios de 1986, reitera con fuerza sus criterios: "El gobierno de Sudáfrica ha entrenado a los blancos en ser mucho más intransigentes que cualquiera otra potencia colonial de África. y lo que es aún peor: el régimen racista ha oprimido a la mayoría del pueblo de este país de una forma tan brutal que a estas personas les será muy difícil orientarse en una fase de transición. Será un proceso muy doloroso". Desde este punto de vista. Winnie no duda en atacar a Occidente "!que se vaya al diablo Occidente!¡", clama en una ocasión, así como a les multinacionales ("Las compañías multinacionales, por lo que a nosotros se refiere, son criminales políticos en este país. No estaríamos donde estamos actualmente - políticamente- sino hubiera sido por estas empresas extranjeras"). En cuanto al futuro, no son ellos -los oprimidos-, los que deben de plantearse el problema de los blancos: "Es su problema. Tienen la audacia de hablar de la protección de los grupos minoritarios cuando ellos están oprimiendo a la mayoría. !La arrogancia!. Se sientan en el poder durante más de 400 años legislando en contra de millones y millones de personas y oprimiéndonos durante generaciones y ahora debemos de preocuparnos por la protección de los derechos de la minoría, de sus propiedades y sus lujos". Sin embargo, a pesar de este furor “jacobino” que se apoya en verdades difícilmente cuestionables, Winnie se reafirma en los valores de la Carta de la Libertad que presenta como: "...un proyecto de nuestro futuro gobierno. Cualquier modificación que se tenga que efectuar será de acuerdo con este sagrado documento. Será un estado socialista: no hay otra forma de resolver nuestro problema de hambre. las discrepancias entre los grupos de población, los ricos y los pobres. Todo el mundo tendrá una parte equitativa de la riqueza de este país." Después del emprisionamiento de Nelson, la única posibilidad de comunicarse de éste con Winnie será por medio de unas cartas que no podían exceder las 500 palabras y que tenían que ceñirse a problemas personales y familiares, aunque son suficientes para que él consiga insuflarle un tono combativo solamente por el tono. por un aliento que se desprende mientras habla de sus macetas, de sus plantas en notas llenas de vida y color. También se permitían visitas periódicas que no excedieran los treinta
  • 24. minutos de duración. Siempre con unos guardias al lado que interrumpían al menor pretexto. En el fin de semana del 12 y 13 de mayo de 1984 tuvieron su primera visita de "contacto":" ¿Pueden imaginárselo?, escribe ella; Desde 1962 no tocaba su mano", y recuerda el momento en que besó a su marido como algo "fantástico y doloroso" porque...ya tiene que ser cruel un sistema que me denegó ese derecho durante veintidós años". En las cartas que se irán intercambiando durante la larga estancia de Nelson en les prisiones. Se aprecia entre líneas todo el dolor de la pareja. al tiempo que el afán mutuo de fortalecimiento y comprensión. En una de ellas, él le confiesa que piensa mucho en su tarea como "madre, compañera y mentora" y dice admirar su postura de no doblegarse ante una gama de problemas que "habrían frustrado a cualquier mujer". También hay en ellas un espacio para unas notas poéticas: "Casi olvidaba decirte que hay victorias cuya gloria reside en el hecho de que son conocidas solamente por aquellos que las ganan, pero hay heridas que dejan profundas cicatrices cuando se curan". En febrero de 1989, cuando el prestigio de Winnie Mandela parece estar fuera de toda duda, tiene lugar un acontecimiento trágico que la lleva a conocer su peor momento personal. La que ha era llamada "la madre de la nación'", había caído en desgracia y fue nominada entonces en los medios informativos más convencionales como "Evita negra", un apodo que contenía elementos dudosos y turbios. Los datos de esta crisis estaban relacionados con los guardaespaldas de Winnie que formaban el Mandela Club de Fútbol al que se acusó de tener aterrorizada a la población de Soweto donde Winnie había vuelto residir y más concretamente, se le acusó del asesinato de dos jóvenes negros. Según testimonios citados por la prensa (por ejemplo Erik Van Eyes, corresponsal de El País en Johannesburgo, que en sus crónicas no se había ahorrado ningún detalle en la descripción de la barbarie racista) los guardaespaldas de Winnie les torturaron para hacerles declarar que habían sido objetos de abusos sexuales por parte de un pastor metodista blanco. En una de las declaraciones se inculpaba a la propia Winnie se haber participado en una de las sesiones de tortura. Algo escalofriante que durante un tiempo sembró la duda alrededor de esta mujer inmersa en una guerra cuyo alcance no podía por menos que sobrepasarle. Una de las víctimas fue Stompie Mokhestsi que tenía catorce años y era conocido como el "terror de Tumahole", un sobrenombre conseguido por su actitud arriesgada y valiente delante de las fuerzas policíacas que ocupaban constantemente su barriada. Stompie se erigió en el líder de una banda de niños revolucionarios a los diez años. y se había hecho "un hombre" en las batallas contra el apartheid. Tenía sus propias ideas sobre la lucha, y sobre él se decía que era capaz no solamente de citar de memoria la Carta de la Libertad sino también de algunas de las obras de Marx, todo un símbolo del potencial de una nueva generación que ansiaba una nueva Sudáfrica liberada. Era un pequeño mito. Un ejemplo palpitante de las nuevas generaciones de africanos que han incorporado a la lucha política en medio de la guerra civil que vive el país en la última década. Su prestigio era tal que los periodistas, incluido los extranjeros, venían a entrevistarle y quedaban asombrados de su lucidez política". La respuesta de Winnie fue bastante convencional, todo era un mero montaje de la policía racista; Esto podía haber sido convincente solamente hace unos años, pero en el momento político que ocurrió ya no lo era tanto y no porque la policía no fuera capaz de montar cualquier atrocidad, sino porque las críticas y las denuncias vinieron también de su propia “barricada", comenzando por el CNA que añadía al caso sus propias consideraciones sobre como Winnie había acabado extralimitándose en su poder personal. . La ocasión sirvió para alumbrar más claramente su trayectoria política en los últimos años. Winnie, se venía a decir, había actuado como "la mujer del jefe" y no como una militante igual entre iguales. Nunca había pertenecido a la estructura formal de las organizaciones anti-apartheid, se había mantenido a la sombra de Nelson, y ni tan siquiera se integró en 1986 al Frente Democrático Unido (FDU), llamada la