1. “CAMBIARON LA VERDAD DE DIOS POR LA MENTIRA”.
A propósito del matrimonio entre homosexuales y otras inmundicias.
Martín Ocaña Flores
Este artículo tiene su origen en un comentario del facebook. El presidente del CONEP,
pastor Enrique Alva, había declarado al diario La República, a propósito del proyecto
de ley que busca legalizar el matrimonio homosexual: “No estamos de acuerdo en la
unión entre personas del mismo sexo por múltiples razones, entre ellas porque
atentaría la conformación de la familia. Nosotros nos regimos por las Sagradas
Escrituras y en ellas sólo se consiente la unión y conformación de familias entre
heterosexuales. Además, nos preocupa que esta ley, si se llega a aprobar, se convierta
de modo coercitivo sobre las iglesias, es decir que las reprima y obligue a unir a parejas
homosexuales”, lo cual yo suscribí. Inmediatamente alguien escribió: “No te me vayas
al lado neoconservador norteamericano. (…) Cómo puedes darle ‘me gusta’ a la
barbaridad que ha escrito Alva en la República!!”.
Me llamó la atención que el comentario viniese de un trabajador de una respetable
ONG evangélica y que alguna vez fue pastor. Digo esto por razón que se suponía que
algunos temas estaban lo suficientemente claros entre los evangélicos. Al presente
parece que ya no. Hoy para algunos es una barbaridad, algo descabellado, un sin
sentido, casi una blasfemia, el sostener que los cristianos evangélicos: (1) Nos regimos
por la Escritura, es decir por la Biblia; (2) Creemos en el matrimonio heterosexual
conforme al plan de Dios; (3) Creemos en la separación de la Iglesia respecto al
Estado; y (4) Las iglesias evangélicas que aún se someten a la autoridad de la Biblia no
tienen por qué aceptar el matrimonio homosexual, y mucho menos oficiar una boda
gay.
Este tema realmente no es nuevo en el Perú. Desde hace algún tiempo la alcaldesa de
Lima intenta hacer algo en esa dirección mediante truculentas normas municipales,
queriendo sorprender a los limeños quienes se oponen en un 63% a dicha “unión
civil”. Y hoy ha saltado a la palestra el congresista Bruce con su proyecto de ley del
cual muchos hablan pero que pocos han leído. Pues bien, Bruce ha mentido
desvergonzadamente al país. El proyecto de ley Nº 2647 no tiene que ver con una
simple “unión civil” entre personas del mismo sexo. Se trata llanamente de
matrimonio homosexual con todas las implicaciones de un matrimonio heterosexual.
Cualquiera que lea ese proyecto de 16 páginas corroborará inmediatamente lo que
afirmamos. Bruce quiere darnos gato por liebre a todos los peruanos. Y quiere que el
Congreso –una de las instituciones con menos credibilidad en el país- defina pronto el
asunto a favor de la minoría que representa.
Ahora bien, si Bruce quiere casarse con otro hombre pues que lo haga. Hay países que
le ofrecen esa oportunidad. Tiene libertad de hacerlo, es asunto suyo. Lo que no tiene
es el derecho de imponer su opción, su forma aberrante de expresar su sexualidad –
escudándose en los “derechos humanos” de los LGBT- a una nación que
mayoritariamente no acepta ese tipo de matrimonio. Las encuestas a nivel nacional
indican que un 73% de peruanos rechazan dicha legalización. Cierto es que por ahí
2. hay 100 firmas de personajes públicos que apoyan ese tipo de unión. Pero Beto Ortiz,
Kenji Fujimori, Juan Carlos Ferrando, Tula Rodríguez, Magaly Medina, Tatiana
Astengo, entre otros/as, no me van a convencer que “el Estado debe reconocer la
realidad y el valor de todas las parejas”. Hasta el laureado Mario Vargas Llosa ha
firmado. Sí, el mismo que se casó primero con su tía y luego con una prima.
Afortunadamente esos 100 no sin ninguna “minoría significativa”.
¿“Valor de todas las parejas”? ¡Cómo se ha envilecido el lenguaje! ¡Las palabras y los
conceptos están siendo rauda y asombrosamente deteriorados en el actual contexto de
incertezas orientadas como es la postmodernidad! Hoy todo se está redefiniendo. ¿Qué
es una “sociedad moderna” (o postmoderna)? Para algunos es la que ha desvinculado
la actividad sexual de la moral, de la ética, de los principios que tenían en alta estima
la familia heterosexual y la ha reducido a lo estrictamente biológico-animal. Da lo
mismo hoy –en esta propuesta- tener sexo con quien sea, en el lugar que se quiera, con
adultos, con menores de edad, con niños o hasta con animales. Eso pertenece a la
esfera de la “vida privada”, donde nadie debe opinar sino sólo mirar con complacencia
pues todos tienen la razón. “Sociedad panóptica y libre” le llaman a eso.
Por eso no sorprende que en países tan “modernos” como Dinamarca y Holanda –
donde el matrimonio homosexual ya está legalizado- ahora algunos congresistas
procuren legalizar la pedofilia (sexo con niños y niñas) y la zoofilia-bestialismo (sexo
con animales). Dichosamente no han tenido éxito esas propuestas, al menos por el
momento. ¿Ese es acaso el modelo de sociedad al que apunta Bruce? Y en Alemania
ya no se puede poner en la partida de los niños recién nacidos a qué sexo pertenecen,
pues eso se verá con el transcurrir del tiempo dependiendo de la “orientación sexual”
que expresen. Hay que decirlo sin ambigüedades: en algunos países europeos hace rato
que están legislando inmundicias y pocos cristianos se atreven a señalarlo. De esas
“sociedades abiertas”–que el mismo Popper objetaría con repugnancia- es que algunos
en el Perú quieren imitar lo peor.
También hoy algunos están redefiniendo la palabra “orientación”. Pero voy a poner
ejemplos de “orientación” que algunos cristianos ya no quieren ver. Hay casados/as
que tienen la orientación/tendencia a tener sexo con otras personas traicionando a sus
cónyuges. Hay quienes tienen la orientación/inclinación a tener sexo con cualquier
persona sin percatarse que son promiscuos. También están los que no se hacen
problemas en tener sexo con niños/as, abusando de ellos/as y malogrando esas vidas a
perpetuidad. Y, por cierto, hay otros que encuentran satisfacción teniendo relaciones
con personas del mismo sexo y con frecuencia penetrando orificios que en el cuerpo
tienen otra función. Sexo contra natura se le llamaba hasta hace poco. Hoy se le llama
“diversidad sexual”, “derecho humano”, “orientación”. Todo en la línea del “respeto a
lo diverso” y de “la celebración de la multiplicidad”.
Y por cierto, siempre habrán “académicos” como el doctor Cáceres Velásquez quien
sostiene “científicamente” que debemos ser tolerantes con todas las orientaciones y
expresiones de sexualidad, pues los seres humanos todavía arrastramos herencias
animales, propias de la evolución de las especies, con las que hay que saber convivir. Y
como “la vida siempre es compleja e inacabada”, hay quienes preguntan al estilo de
Beto Ortiz ¿Quiénes son esos que quieren definir la “moral”? ¿De qué Olimpo han
salido? ¿Quién les ha dado autoridad para decretar sobre ese tema? ¿Acaso cada uno
3. no construye su moralidad? ¿Por qué algunos religiosos tienen que decidir lo que haces
en tu cama? ¿Quién define cómo se usan los orificios del cuerpo? ¿Por qué debo
aceptar las normas de ese libro oscurantista y prehistórico que es la Biblia? Sin duda
estamos ante un cinismo que cautiva a algunos que al parecer no estaban tan
convencidos de lo que fingían creer.
Que los LGBT procuren confundir grotescamente a todo el mundo eso está más que
evidente. Para muestra un botón. Gustavo Santana, uno de sus apologistas, sostiene
que: “Normalmente el más machito, y la más femenina, suelen serlo por una necesidad
profunda de reafirmación debido a una negación de sus deseos homosexuales encubiertos.
(…) La heterosexualidad es un desorden afectivo por el cual el individuo se siente
vinculado a sus padres, a sí mismo, a su cuerpo y al de los otros”. (“Políticas Queer.
Hacia una teoría de la (a)normalidad”, en: Revista Cuadernos del Ateneo). ¿Quién puede
creer eso, y sobre qué base, sino aquellos que buscan reafirmar tan sólo sus prácticas y
sus aprioris? Si Norbert Elías hubiera contemplado lo que somos testigos hoy, sin
duda, habría añadido un nuevo capítulo a su obra pero con el título de El proceso de descivilización.
Llama la atención, curiosamente, que algunos cristianos se entusiasmen con las ideas
LGBT y deduzcan –a partir de esas “teorías” y otras similares- que según la Biblia
Caín y Abel eran hermanos incestuosos, que David y Jonatán fueron una pareja gay,
que Noemí y Rut se amaban lésbicamente, y que Jesús y Pablo eran homosexuales
reprimidos. A esas –ahora sí- barbaridades se les quiere hacer pasar como una
“relectura post-colonial de la Biblia”, como una auténtica –y a la vez indecenteteología gay-queer. Creo que es tiempo que algunos dejen de depender de ciertas
“agendas teológicas” que poco aportan a las iglesias y a la extensión del Reino de
Dios, y que más bien se preocupen de sus comunidades de fe –si es que participan en
ellas- para que sean sal y luz de la tierra. ¿O es que ya hemos olvidado las enseñanzas
de Jesús? Tenemos que evitar los errores del viejo liberalismo teológico que leyó la
Biblia como cualquier libro, y que procuró desaparecer el pecado y la cruz de Cristo.
Charles Kindleberger y Robert Aliber, refiriéndose a ciertos comportamientos en el
terreno de la economía, irónicamente afirman que: “Cuando todos se vuelven locos lo
racional es volverse loco también” (Manias, panics and crashes: A history of financial crises.
New York: Basic Books, 1989, p. 134), y que bien se puede aplicar al tema en
discusión. Bueno pues, los que creemos en la autoridad de la Biblia no vamos a
sucumbir a esa chifladura descrita párrafos arriba. Los cristianos evangélicos
seguiremos enseñando que “El modelo normativo bíblico para la conducta sexual es el
del matrimonio heterosexual: un compromiso mutuo y fiel, de toda una vida, entre dos
personas adultas de sexo opuesto. Esto ofrece la oportunidad no sólo de expresión
sexual, sino del crecimiento de la confianza mutua, la buena comunicación, la
capacidad de negociar las diferencias, y el crecimiento emocional y espiritual de ambos
cónyuges. Además, la relación de amor duradera ofrece el entorno estable que es
necesario para criar los hijos”. (Art. “Aberración sexual”, en: D. Atkinson & D. Field,
edits., Diccionario de ética cristiana y teología pastoral. Barcelona: CLIE – Andamio, 2004,
pp. 185-186).
Todo lo dicho hasta acá no significa, de ninguna manera, que aprobamos las
discriminaciones a los LGBT que con frecuencia son el resultado de la ignorancia, la
4. homofobia o, sencillamente, el odio sin sentido contra todo aquello que se desconoce y
que se siente como amenaza. Significa, más bien, que no estamos dispuestos a
“cambiar la verdad de Dios por la mentira” (Rom 1:25). Significa que seguimos
creyendo que Dios todavía hace hoy milagros, como indica el testimonio de Fernando
Ñaupari entre otros tantos. Significa también que no desconocemos que la ciencia y la
medicina modernas no han llegado a un consenso sobre las causas de la llamada
“orientación homosexual”. Y significa, por cierto, que los cristianos estamos en contra
de un proyecto de ley aberrante. Sería bueno que algunos congresistas recuerden que
las leyes no se promulgan para congraciarse con una determinada población que busca
legalizar sus anhelos, prácticas y “orientaciones”, buscando con ello tan sólo réditos
políticos. La sociedad peruana necesita hoy más que nunca de un mínimo de moral
necesario para poder sobrevivir. (Cf. Miguel Reale. Introducción al derecho. Madrid:
Ediciones Pirámide, 1988, pp. 51-52).
MARTÍN OCAÑA FLORES es pastor bautista en Moquegua y profesor en varios
seminarios teológicos.