Este archivo hace parte de las memorias del primer congreso Nacional de Catalogadores realizado el pasado mes de Octubre en la Biblioteca Nacional de Colombia.
1. El control bibliográfico como centralidad de la disciplina bibliotecológica
moderna
Beatriz Elena Cadavid Gómez
Bibliotecóloga
Docente Núcleo de Organización de la
Información
Escuela Interamericana de Bibliotecología
Universidad de Antioquia
Presentación
La proximidad de la liberación de un nuevo código catalográfico internacional,
basado en un nuevo modelo conceptual y en unos nuevos principios, se ofrece como
un momento propicio para reflexionar sobre lo que ha sido el discurrir histórico del
control bibliográfico y lo que este concepto ha representado en la configuración de la
Bibliotecología moderna.
Desde que la humanidad ha registrado el conocimiento que produce, se ha visto en
la necesidad de ejercer dominio sobre éste, de esto puede dar fe cualquier
aproximación que se haga a la historia incluso de las más antiguas bibliotecas, pero
es solo a partir de los siglo XVIII y XIX que el concepto de control bibliográfico logra
fundamentarse científicamente a partir de la consolidación de los procesos que
modernamente lo hacen posible: la catalogación, el análisis temático y la
clasificación bibliotecológica, nacidos todos ellos con el propósito casi único de
controlar y ordenar el universo bibliográfico.
Esta ponencia abordará en primer término los antecedentes de la idea de control
bibliográfico, continuando con la descripción de los hechos que lo consolidan como
concepto central de la Bibliotecología a partir del siglo XIX. También se revisa la
aparición de los primeros códigos internacionales, los más representativos sistemas
de clasificación, siguiendo con el recorrido por lo que ha sido la armonización
internacional de las normas catalográficas hasta nuestros días. Esta lectura en clave
histórica, permitirá profundizar la hipótesis en la que está inmersa la presente
comunicación: El control bibliográfico como centralidad de la disciplina
bibliotecológica moderna.
Antecedentes del Control Bibliográfico
Los acercamientos al concepto de control bibliográfico han sido muchos y de muy
variado tipo, desde que en 1949 Margaret Egan y Jesse Shera introdujeran el
2. termino en su escrito “prolegomena to bibliographic control”1. Y aunque estos
autores no definieran el término formalmente, hicieron una caracterización
operacional precisándolo como el proceso que proporciona accesibilidad al contenido
del documento y acceso físico al mismo.
Años después, encontramos definiciones dadas por estudiosos del tema y por
algunos organismos internacionales, igualmente interesados. La Unesco y la
Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, lo definieron como: “el dominio que
se adquiere sobre materiales escritos y publicados, gracias a la bibliografía. El
término es equivalente a accesos efectivos por medio de bibliografías”. Nótese lo
restrictivo de esta definición al campo de la bibliografía, explicable a partir de la
notoriedad que en ese momento tenía el Programa Control Bibliográfico Universal de
la IFLA, al cual nos referiremos más adelante.
Un concepto más amplio es el que ofrece Chan 2, quien en los años noventa diría: El
control bibliográfico es el conjunto de operaciones por las cuales la información
registrada es organizada y arreglada de acuerdo con estándares establecidos,
estándares estos que facilitan la identificación y recuperación de la información.
Una definición más reciente es la que nos plantea la profesora Graciela Spedalieri,
quien afirma que: “el control bibliográfico puede definirse como el conjunto de
métodos y operaciones mediante las que se registran y organizan los recursos que
componen el universo bibliográfico, para que puedan ser identificados y recuperados
en respuesta a una búsqueda. Implica la creación y almacenamiento de información
bibliográfica según normas establecidas, y su manipulación para la recuperación”3.
Queda claro de esta definición que el control bibliográfico requiere de unos procesos
(la catalogación, la indización y la clasificación) y que el resultado de estos procesos
serían las herramientas que conocemos tradicionalmente como catálogos y
bibliografías; sin embargo, lo que interesa destacar de esta definición es que tales
métodos y operaciones no son sino un medio para resolver el problema del acceso a
la información registrada. Preferimos esta definición a las muy variadas que se
dieron a conocer entre las décadas de los 60 y los 70, pues nos resulta mucho más
inclusiva.
Ahora, una revisión de la historia del control bibliográfico nos obliga a tener
presente que la evolución y el desarrollo de las herramientas y de los procesos que lo
hacen posible, no siempre han coincidido. Y que pueden demarcarse con algún
grado de exactitud las diferentes etapas por las que ha trasegado.
1 SHERA, J. H. y EGAN, M. E. Prolegomena to bibliographic control // En: Journal of catologuin and
classification 1949 No. 5 p.16-20. En este texto los autores proponen precisamente sustituir el
término control bibliográfico por el término organización bibliográfica, para evitar una indeseable
asociación con el concepto de censura.
2 Chan, Lolis Mai. Cataloguing and Classification: An introduction. New York : McGraw-Hill, 1994. p.
4
3 SPEDEDALIERI, Graciela. Catalogación de monografías impresas. Buenos Aires : Alfagrama, 2007.
p. 14
3. Así, hablar de los precedentes del control bibliográfico, nos obliga a remontarnos a
la bibliotecas de la antigüedad donde encontramos ya atisbos de sistemas de
ordenación algo estructurados. Son de obligada mención los famosos Pinakes del
griego Calímaco de Cirene, que en el siglo III a.C., estableció el primer catálogo por
autores en la legendaria biblioteca Alejandría. Los 120 rollos que lo conformaron
estaban organizados por categorías y dentro de éstas según los nombres de los
autores, incluyendo los reconocimientos de cada autor y una lista de sus trabajos.
No se puede desconocer que en bibliotecas tan remotas en el tiempo, como la de
Ebla, la más antigua de la que se tiene noticia, la de Asurbanipal, las numerosas
casas de la Vida Egipcias y la de Pérgamo, entre la más famosas, se aplicaron
procesos para el control de sus colecciones, procesos rudimentarios sí, pero que
permitieron básicamente inventariar los acervos y donde el criterio personal del
erudito bibliotecario oficiaba como norma para la ordenación.
Esta situación no cambió mucho en la Edad Media, pues es sabido que las
bibliotecas monásticas y catedralicias fueron ante todo los depósitos de la cultura
salvaguardada con celo por la Iglesia. Eran estas bibliotecas tesoros de incalculable
valor, pero con acceso restringido; quizá por esto no fue necesario disponer de
herramientas sofisticadas para su arreglo. También aquí el catálogo-inventario fue
suficiente. Puede afirmarse, además, que con algunas raras excepciones de
repertorios bibliográficos eclesiásticos, hasta esta etapa de la historia, el control era
tarea propia de las bibliotecas y los de archivos.
No obstante, entrado el Renacimiento encontramos un acontecimiento de gran
significación para el control bibliográfico: el nacimiento de la bibliografía científica.
Dos hechos trascendentales influyeron en este hecho, en primer lugar la invención
de la imprenta de Gutemberg, y en segundo lugar la aparición de lo que se ha dado
en llamar la primera revolución científica. Con la imprenta, por todos es sabido, se
generalizó la producción y diversificación temática del libro. Con la ciencia moderna
se institucionaliza la actividad científica y aparece la publicación de información
científica como parte inherente al proceso de comunicación de la ciencia.
Son producto de esta época dos personajes a los cuales es justo hacer referencia,
por su aporte a la Bibliografía. El primero, Hernando Colón, hijo del descubridor,
quien organizó su biblioteca privada con cerca de 17.000 volúmenes, para lo cual
usó no solo un “registro” e índice alfabético de autores, de materias y sistemático de
“ciencias”, sino que además produjo un dispositivo de consulta llamado “libro de los
epítomes”, donde la función de los "epítomes” equivalía a la que hoy tienen los
abstracts en la recuperación de información. En su testamento dejó una declaración
que da pistas sobre cuál fue el objetivo final de la ingente tarea de recopilar y
organizar esta colección: “El principal deseo que tuve fue facilitar las ciencias para
que en más breve tiempo y a menor costa pudiera uno ser muy sabio"4
4 TERRADA, M. L.; LÓPEZ PIÑERO, J. M. Historia del concepto de Documentación. En:
Documentación de las Ciencias de la Información. 1980, vol. 4, p. 229-248. Citado por Bonet, R.
Peris. Proyecto Docente. Valencia : Universidad de Valencia, 2001
4. El segundo personaje al que hacemos referencia es el médico suizo Conrad Gessner,
conocido de sobra por sus aportes a la ciencia natural y a la Medicina. Para el tema
que aquí nos convoca bástenos decir que su mérito es que a él se le endilga la
primera pretensión consciente de elaborar una bibliografía universal. Su obra
Bibliotheca universalis, que incluía 12.000 libros de unos 3.000 autores, fue
pensada en varias etapas. La primera etapa (1545), reunía en una sola lista, casi
12.000 obras ordenadas alfabéticamente por autores; la segunda, conocida como
Pandectal sive partitiones, estaba ordenada sistemáticamente según una
clasificación de 21 apartados; la tercera, que estaría organizada por materias, no
llegó a publicarse.
También, importantes aportes a la técnica bibliográfica llegaron en 1545, con
Andrew Maunsell, quien organizó su Catalogue of English printed books, indicando el
autor de la obra, traductor, título completo, lugar y fecha de publicación, impresor,
editor y formato, elementos hoy tenidos en cuenta para la descriptiva catalográfica.
Fue, además, el primero en utilizar los apellidos, en lugar de los nombres de pila,
para la ordenación alfabética por autores, y distinguió con precisión entre impresos
y manuscritos.
Posteriormente, en los siglos XVII y XVIII, nos encontramos figuras de la talla de
Claude Naude y Gottfried Wilhem Leibniz, que hicieron grandes aportes al control
bibliográfico tanto desde el desarrollo de la bibliografía como de las reflexiones que
hicieran a las prácticas bibliotecarias, a tal punto que pueden identificarse como
precedentes de lo que sería más adelante la bibliotecología moderna. Por la misma
época tenemos igualmente a Jean Le Rond D’Alembert y Denis Diderot, con su
reconocida Enciclopedia, con la que ofrecen un novedoso aporte al Control
Bibliográfico en términos de una organización del conocimiento, esta vez alfabética.
Los conocimientos se disponían detrás de unas entradas que formulaban cada
concepto, y se relacionaban por medio de referencias cruzadas.
Por considerarse el primer código catalográfico de alcance nacional, merece
destacarse aquí la publicación en 1791 de la Instrucción Francesa, un pequeño
folleto que indicaba cómo debían catalogarse los fondos bibliográficos decomisados
por el gobierno revolucionario instaurado con la Revolución Francesa. El fin de estas
instrucciones era el de realizar un catálogo colectivo con las obras que existieran en
todas las bibliotecas francesas. El código francés de 1791, “establece, como norma
obligatoria, el encabezamiento de autor e incluye reglas concretas para el acceso al
documento y para su localización. Precisa también su forma documental: el catálogo
en forma de fichas.”5
Orden y control en la Modernidad6
5 GARRIDO ARILLA, María Rosa. Teoría e historia de la catalogación de documentos. España :
Síntesis, 1996. p. 68
6 Para la escritura de este capítulo agradezco los aportes de los profesores Didier Alvarez y José
Daniel Moncada, que como docentes compañeros de la asignatura de Fundamentos de Información II
han propuesto interesantes reflexiones alrededor del control bibliográfico.
5. El siglo XIX es considerado por la mayoría de los teóricos de las ciencias de la
información, como el siglo en el que la Bibliotecología, la Documentación y también
la Bibliografía, se consolidan como disciplinas científicas y como prácticas
profesionales.
Los diversos estudios y debates contemporáneos sobre el objeto de la Bibliotecología,
probablemente surgidos de múltiples visiones y paradigmas, han tenido algo en
común: la idea de que en la Bibliotecología, entendida como una disciplina
científica, se expresa una pretensión de “ordenación” como parte de su hacer. Las
ideas que respaldan varias propuestas de reconocimiento y ubicación de la
Bibliotecología como un campo de estudio y una disciplina, tales como “la
transferencia de información” o la “organización y difusión de la información y el
conocimiento” parten precisamente de la idea de orden y control de la información
propia del estudio bibliotecológico, es decir, aquella que se encuentra registrada de
una manera voluntaria y que es consecuencia del pensamiento humano (científico,
cultural, estético, etc.).
Pero esta concepción no es más que la consecuencia de ciertos procesos de
desarrollo científico, que a la luz de un análisis histórico, pueden ubicarse en las
ideas racionalistas modernas iniciadas durante la ilustración y consolidadas en ese
momento de la historia del pensamiento que denominamos Modernidad. Por tal
motivo, las ideas de orden y las pretensiones de representación y sistematización del
mundo racional, es decir, del ámbito del conocimiento del mundo, propias de la
Modernidad son los fundamentos desde los cuales se comienza a dar sentido a
ciertas disciplinas encargadas de “buscar sistemas de organización documental
susceptibles de responder a los intereses del público en general”7.
Está visto que la Bibliotecología logra consolidarse como disciplina y práctica
profesional, gracias a procesos y herramientas que fueron desarrolladas en el siglo
XIX. Influenciados por la idea moderna de que es necesario ordenar para controlar y
así conocer el mundo racional, un grupo de bibliotecarios anglosajones
emprendieron la tarea de proponer los principios científico-técnicos sobre los que se
ha asentado hasta hoy la organización de la información. Miremos brevemente su
aporte.
Consideremos en primer término al italiano Anthony Panizzi, quien en 1839
redactara el primer código catalográfico moderno, conocido como Las 91 reglas de
catalogación. Panizzi, bibliotecario jefe del Museo Británico, al frente de un grupo de
colegas, se propuso redactar una normativa que le proporcionará una real
organización a la Biblioteca, que hasta ese momento se comportaba como un
depósito de libros; su mérito es haber logrado elaborar las primeras reglas de
contenido técnico y sistemático. Estas reglas, orientadas más a la creación del
catálogo que a la descripción del documento, recomendaban organizar el catálogo en
orden alfabético por autores, considerando por primera vez que las Entidades
7LAFUENTE, Ramiro. Los sistemas bibliotecológicos de clasificación. México : Universidad Nacional
Autónoma de México : Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas CUIB, 1993. p. 20
6. pudieran ser asumidas como autoría. Las 91 reglas de catalogación de Panizzi,
tuvieron fuerte influencia en los códigos que se redactarían tiempo después.
La década de los setenta del siglo XIX es conocida como la del boom bibliotecario
estadunidense. Aparece la figura descollante de Charles Jewett, quien en calidad de
jefe de la Biblioteca del Instituto Smithsoniano redactó en 1852 las primeras reglas
norteamericanas de catalogación: “Sobre la construcción de catálogos”. Este trabajo
fue concebido y redactado con la clara intención de que las bibliotecas públicas de
los Estados Unidos adoptaran este conjunto de reglas a la hora de construir sus
catálogos, lo que facilitaría en últimas la elaboración de un catálogo colectivo
nacional. Fue el gran proyecto de Jewett, que nunca pudo realizarse.
Con todo, quizás la figura central de la historia de la catalogación moderna, sea el
norteamericano Charles Ammi Cutter. Una visión integral de lo que es la
organización de la información le permitió intervenir en todos los frentes que la
constituyen. En 1876, Cutter redacta las Reglas para un catálogo diccionario, donde
propone la creación de un registro bibliográfico por tres entradas: autor, título y
materia, resolviendo de esta forma el viejo problema de la organización científica de
las fuentes bibliográficas. Por todos es conocida la influencia que por más de un
siglo ha tenido esta obra en los procesos catalográficos, de ella se dice que es “el
más completo conjunto de reglas jamás producido por un sólo individuo”.
Otra de sus grandes contribuciones es su Clasificación Expansiva, que tendría gran
influencia en la clasificación de la Biblioteca del Congreso. A él se le atribuye
también la responsabilidad de haber creado una tabla codificada para el
establecimiento de las signaturas librísticas conocida como Tabla de Cutter-Sanborn.
No podemos dejar de mencionar otro gran aporte de esta época a la organización de
la información: el Sistema de Clasificación Decimal, de Melvil Dewey. En 1873
Dewey, formula su famosa clasificación. El sistema nació para responder a las
necesidades prácticas que se le presentaron al joven bibliotecario cuando se propuso
organizar la biblioteca de la institución en la que laboraba. Quizá por ello y a pesar
de ser el sistema de clasificación más difundido en América Latina, no le han faltado
críticas: Eric de Grolier, citado por Rosa San Segundo Miguel8, asevera: “de todas las
críticas (Perkins, Cutter, y otros mucho más tarde) que teóricamente justificadas
pero en la práctica inoperantes, denunciaban sus múltiples defectos, nacionalismo
manifiesto, debido al lugar preponderante asignado a los temas relativos a los
Estados Unidos de América, carácter arbitrario de ciertas separaciones (lingüística y
literatura, historia y ciencias sociales, lenguas y otras); falta idoneidad de la
sistematización con respecto al estado de los conocimientos científicos”. Pero es
claro que la pretensión de Dewey fue la de tratar de solventar unas necesidades
prácticas, no la de hacer una clasificación científica.
A finales del siglo XIX y a principios del XX, el desarrollo científico y tecnológico son
la expresión de una nueva realidad histórica y con ella emerge un nuevo entorno
8SAN SEGUNDO MANUEL, Rosa. Sistemas de organización del conocimiento. Madrid : Universidad
Carlos III de Madrid, 1996. p. 74
7. informacional, que afecta profundamente el trabajo de dos abogados belgas: Paul
Otlet y Henry La Fontaine. Unidos por su interés en la Bibliografía y ante su
preocupación por el caos informacional dominante, trabajarán durante toda su vida
en la idea de reunir y organizar todo el saber de la humanidad como una
contribución altruista al desarrollo científico y social. La solución esta preocupación
son la creación del Instituto Internacional de Bibliografía9, la compilación del
Repertorio Bibliográfico Universal y el Sistema de Clasificación Decimal Universal,
resultado de la adaptación que hicieran al Sistema de Clasificación Decimal de
Dewey y utilizado para la organización y el control de la información contenida en el
RBU.
Pero, Otlet es producto de su época, por eso no es de extrañar que la tesis típica del
positivismo de la confianza total en la ciencia y sus métodos para resolver los
problemas del conocimiento de la realidad, le llevará a formular una nueva
disciplina, a partir de las reflexiones que estás prácticas le suscitaran. Su
pensamiento está expuesto el texto Tratado de Documentación, editado en 1934,
Mientras Otlet, en Europa, trabajaba en la construcción de una disciplina científica
que trascendiera la “vieja biblioteconomía” y así dar solución al caos bibliográfico
existente, en Estados Unidos, Inglaterra y otros países europeos, el interés se
centraba en la elaboración de códigos catalográficos. Durante la primera mitad del
siglo XX, la Biblioteca de Congreso de los Estados Unidos, el Museo Británico, la
Asociación de Bibliotecarios Americanos, y la Asociación de Bibliotecarios
Británicos, se unían para redactar nuevas normas de catalogación. En 1908 se
redacta el primer código internacional, de aplicación en Estados Unidos, Canadá e
Inglaterra, conocido como el Código Angloamericano, que fuera revisado treinta años
después por un Comité designado por la ALA, dando como resultado una nueva
norma, que se conoció como las Reglas de la ALA, se limitaban normalizar los
encabezamientos de autor y de títulos, pero estuvieron complementadas por las
Reglas de la Biblioteca del Congreso, que se encargaban de la descripción
bibliográfica.
Pero, estos esfuerzos fueron insuficientes para alcanzar la normalización de los
catálogos, pues fueron muchas las críticas que recibieron porque se consideraba
que estos códigos se dedicaban especialmente a resolver casos puntuales, lo que los
hacía engorrosos y difíciles de manejar. Este fue justamente el diagnóstico que
hiciera uno de los estudiosos de la catalogación más interesantes que diera el siglo
XX: Seymour Lubetzky.
En 1953, Lubetzky publica su obra Cataloging rules and principles, su principal
aporte es que fundamenta la catalogación sobre principios o condiciones más que
sobre casos. Este aporte resulta clave para el desarrollo de la Conferencia
Internacional sobre Principios de Catalogación, convocada por la IFLA en 1961. El
objetivo de la reunión era discutir principios para la elección de los puntos de acceso
9Que después de muchos cambios de nombre, en 1938 se convierte en la Federación Internacional
de Documentación, una de las más influyentes asociaciones gremiales, que lamentablemente
desapareció en el 2001.
8. de autor y título, que pudieran servir de base para la redacción de códigos
nacionales de catalogación. El resultado final de esta Conferencia fueron los
famosos Principios de París, que indudablemente sirvieron de base principalmente
para la redacción de las RCA2.
En la década de los 60, se inicia un arduo camino hacia la tan anhelada
armonización internacional de los códigos de catalogación y de los formatos de
intercambio, que continuaría en los años setenta. Esta tarea la alentó sin duda
alguna el Programa de Control Bibliográfico Universal –CBU-, con el que la IFLA se
propuso revivir el viejo sueño de identificar la totalidad de los materiales que se
publican en el mundo y hacer accesible esta información a todos los individuos.
Michel Gorman lo dice en su magistral artículo Control o caos bibliográfico:
“El formato MARC estaba en sus comienzos cuando se lanzó la idea del CBU,
todavía se estaba redactando la Descripción Bibliográfica Internacional
Normalizada (ISBD), y, a pesar de los Principios de París4, las reglas de
catalogación de diferentes países carecían de una base común para la
asignación y forma de los puntos de acceso (encabezamientos) y seguían
diferentes normas de descripción. Fue, creo, la confluencia de una necesidad
(las bibliotecas nacionales y académicas de todo el mundo necesitaban una
catalogación más barata y más actual) y un medio (la automatización y, más
específicamente, el formato MARC) lo que nos ha llevado más cerca del CBU de
lo que nadie se hubiera imaginado hace treinta años.” 10
La década de los 70 termina con la publicación de las RCA2. Estas normas, por
todos conocidas, tenían como novedad la inclusión de las ISBD, lo que introduce
una nueva estructura a la catalogación normalizada, que da prioridad a la
descripción bibliográfica. Lo que siguió fue un proceso de readecuación constante de
las normas y de los formatos para que se adaptaran a los constantes cambios que la
contemporaneidad ha traído al universo bibliográfico.
Sin embargo, el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación
aplicadas tanto a la producción, como a la organización y difusión del conocimiento,
ha mostrado que esas modificaciones no son suficientes para resolver la complejidad
de este fenómeno ni del “nuevo caos” que ha traído consigo. Tratar de entenderlo
requiere de una de una nueva lectura, de un modelo conceptual, que es lo que
pretenden los Requisitos Funcionales para los Registros Bibliográficos (FR-BR) y los
Requisitos Funcionales para el Control de Autoridades (FRAD), como también la
promulgación de unos nuevos principios y la liberación, que será a final de este año,
de una nueva norma que tiene la intención de ser realmente internacional.
10GORMAN, Michael Control o caos bibliográfico : un programa para los servicios bibliográficos
nacionales del siglo XXI // En: Anales de documentación. 2003, no. 6; p. 277-288
9. Algunas propuestas para el debate y la reflexión
¿Pero para qué hemos realizado este recorrido histórico por los momentos y
personajes más importantes del control bibliográfico? Dejamos claro que nuestra
intención es generar un debate alrededor del sentido y la valoración que tiene hoy el
control bibliográfico, es decir, invitar a la reflexión sobre el futuro de este asunto,
partiendo de dónde venimos. Con esa intención dejamos planteadas dos
proposiciones:
Primera: A través de esta comunicación, nos encontramos bastos antecedentes del
control bibliográfico, pero la pretensión de ordenar todo el conocimiento disponible
para ponerlo al servicio de la comunidad científica, académica, empresarial, etc. es
un ideal moderno, que, con algunos desdoblamientos, aún está vigente, por lo que
creemos que la Bibliotecología sigue teniendo como pilar de estudio la organización
del conocimiento registrado.
Segunda: El control bibliográfico tiene una razón de ser, un sentido, el mismo que
tuvieron claro los teóricos del siglo XIX. El control y el orden se ejercen sobre los
registros del conocimiento con el fin de acercarlos a las comunidades que lo
requieren, dicho de modo más coloquial, el usuario ha sido y será a quien van
dirigidos todos los esfuerzos de organización en las bibliotecas. Hacer conciencia de
esta premisa, es hablar de unas nuevas formas de relacionarnos tanto con el
universo bibliográfico y como con los usuarios. Siguiendo este razonamiento
proponemos iluminar esta reflexión a partir de la concepción de biblioteca
fantástica, propuesta por Foucault y traída a colación por Gary Radford:
“En la postura epistemológica positivista, la encarnación del orden en la
biblioteca se plantea en contraste directo con la noción de fantasía. Donde
los bibliotecarios buscan ordenar y controlar los materiales que tienen ante
sí, una fantasía es un trabajo en el cual el capricho del autor vaga sin
restricciones por tales códigos o convenciones. La fantasía es juego libre,
imaginación, no obligada por los principios del orden sino hecha posible por
su ausencia. El ensayo de Foucault desarrolla una noción en la cual estos
opuestos son reunidos para formar una nueva noción de cada uno.”11
Referencias Bibliográficas
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documentación y estudio terminológico del tratado de documentación de Paul Otlet.
Murcia : DM, 1998.
GARRIDO ARILLA, María Rosa. Teoría e historia de la catalogación de documentos.
España : Síntesis, 1996. p. 68
11 Radford, Gary P. Flaubert, Foucault, and the bibliotheque fantastique: toward a postmodern
epistemology for Library Science / traducido por Liliana Melgar // En: Library Trends. 1998, Vol. 46,
no. 4; p. 13
10. GORMAN, Michael Control o caos bibliográfico : un programa para los servicios
bibliográficos nacionales del siglo XXI // En: Anales de documentación. 2003, no. 6;
p. 277-288
LAFUENTE, Ramiro. Los sistemas bibliotecológicos de clasificación. México :
Universidad Nacional Autónoma de México : Centro Universitario de Investigaciones
Bibliotecológicas CUIB, 1993. p. 20
LIBRARY OF CONGRESS. Working Group on the Future of Bibliographic Control.
Report on the Future of Bibliographic Control. 2007 // Disponible en
http://www.loc.gov/bibliographic-future/news/lcwg-report-draft-11-30-07-final.pdf
(Consultado octubre 3 de 2009)
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Granada, 1995
MONCADA PATIÑO, José Daniel y ALVAREZ ZAPATA, Didier. Ordenar y controlar :
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publicar)
RADFORD, Gary P. Flaubert, Foucault, and the bibliotheque fantastique: toward a
postmodern epistemology for Library Science / traducido por Liliana Melgar // En:
Library Trends. 1998. Vol. 46, no. 4; p. 13
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ZURITA SÁNCHEZ, Juan Manuel. El paradigma Otletiano como base de un modelo
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