LABERINTOS DE DISCIPLINAS DEL PENTATLÓN OLÍMPICO MODERNO. Por JAVIER SOLIS NO...
Notas de Elena | Lección 5 | Cristo es Señor del Sábado | Escuela Sabática
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II Trimestre de 2015
El libro de Lucas
Notas de Elena G. de White
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Lección 5
2 de mayo 2015
Cristo es Señor del sábado:
Sábado 25 de abril
Al mismo comienzo del cuarto mandamiento el Señor dijo: “Acuérda-
te”. Él sabía que en medio de la multitud de cuidados y perplejidades el
hombre se vería tentado a excusarse de satisfacer todo lo requerido por la
ley, o se olvidaría de su importancia sagrada. Por lo tanto dijo: “Acuérdate
del día de reposo para santificarlo”.
Cuando el sábado es así recordado, no se permitirá que lo temporal
usurpe lo que pertenece a lo espiritual. Ningún deber que pertenece a los
seis días hábiles será dejado para el sábado. Durante la semana nuestras
energías no serán agotadas de tal manera en el trabajo temporal que, en el
día en que el Señor descansó y fue refrigerado, estemos demasiado cansa-
dos para dedicarnos a su servicio (Dios nos cuida, p. 70).
No solo debemos observar el sábado como asunto legal. Debemos com-
prender su importancia espiritual sobre todas las acciones de nuestra vida.
Todos los que consideran el sábado como una señal entre ellos y Dios, que
demuestran que Dios es el que los santifica, representarán los principios de
su gobierno. Pondrán diariamente en práctica las leyes de su reino. Diaria-
mente rogarán que la santificación del sábado descanse sobre ellos. Cada
día tendrán el compañerismo de Cristo y ejemplificarán la perfección de su
carácter. Cada día resplandecerá su luz para otros en buenas obras (La fe
por la cual vivo, p. 37).
El sábado no está destinado a ser un período de inactividad inútil. La ley
prohíbe el trabajo secular en el día de reposo del Señor; debe cesar el traba-
jo con el cual nos ganamos la vida; ninguna labor que tenga por fin el pla-
cer mundanal o el provecho es lícita en ese día; pero como Dios abandonó
su trabajo de creación y descansó el sábado y lo bendijo, el hombre ha de
dejar las ocupaciones de su vida diaria, y consagrar esas horas sagradas al
descanso sano, al culto y a las obras santas. La obra que hacía Cristo al
sanar a los enfermos estaba en perfecta armonía con la ley. Honraba el
sábado.
Nuestro Salvador dictaminó que la obra de aliviar los sufrimientos es
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una tarea de misericordia y no una violación del sábado.
Nunca se deben descuidar las necesidades de la humanidad doliente.
Con su ejemplo el Salvador nos ha demostrado que es justo aliviar el su-
frimiento en sábado (Meditaciones matinales 1952, p. 238).
Domingo 26 de abril: “Conforme a su costumbre”
Puesto que el sábado es una institución recordativa del poder creador es,
entre todos los días, aquel en que deberíamos familiarizarnos especialmente
con Dios por medio de sus obras. En la mente de los niños, el solo pensa-
miento del sábado debería estar ligado al de la belleza de las cosas natura-
les. Feliz la familia que puede ir al lugar de culto el sábado, como Jesús y
sus discípulos iban a la sinagoga, a través de campos y bosques, o a lo largo
de la costa del lago. Felices los padres que pueden enseñar a sus hijos la
Palabra escrita de Dios con ilustraciones obtenidas de las páginas abiertas
del libro de la naturaleza; que pueden reunirse bajo los árboles verdes, al
aire fresco y puro, para estudiar la Palabra y cantar alabanzas al Padre ce-
lestial (La educación, p. 251).
Jesús era la fuente de la misericordia sanadora para el mundo; y durante
todos aquellos años de reclusión en Nazaret, su vida se derramó en raudales
de simpatía y ternura. Los ancianos, los tristes y los apesadumbrados por el
pecado, los niños que jugaban con gozo inocente, los pequeños seres de los
vergeles, las pacientes bestias de carga, todos eran más felices a causa de su
presencia. Aquel cuya palabra sostenía los mundos podía agacharse a ali-
viar un pájaro herido. No había nada tan insignificante que no mereciese su
atención o sus servicios (El Deseado de todas las gentes, p. 54).
Y el Señor dice: “Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en
mi día santo, y al sábado llamares delicias, santo, glorioso de Jehová...
entonces te deleitarás en Jehová”. A todos los que reciban el sábado como
señal del poder creador y redentor de Cristo, les resultará una delicia.
Viendo a Cristo en él, se deleitan en él. El sábado les indica las obras de la
creación como evidencia de su gran poder redentor. Al par que recuerda la
perdida paz del Edén, habla de la paz restaurada por el Salvador. Y todo lo
que encierra la naturaleza, repite su invitación: “Venid a mí todos los que
estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar (El Deseado de to-
das las gentes, pp. 255, 256).
Las ceremonias relacionadas con los servicios del templo, que prefigura-
ban a Cristo en símbolos y sombras, fueron quitadas en el tiempo de la cruci-
fixión, porque en la cruz el símbolo se encontró con la realidad simbolizada
en la muerte de la verdadera y perfecta ofrenda, el Cordero de Dios.
La ley de los Diez Mandamientos vive y vivirá por los siglos eternos.
La necesidad de las ceremonias de sacrificios y ofrendas cesaron cuando el
símbolo y la realidad simbolizada se encontraron en la muerte de Cristo. En
él [Cristo] la sombra llegó hasta la sustancia. El Cordero de Dios fue la
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ofrenda completa y perfecta.
La ley de Dios mantendrá su carácter supremo mientras perdure el trono
de Jehová. Esta ley es la expresión del carácter de Dios... Los símbolos y las
sombras, las ofrendas y los sacrificios no tuvieron más valor después de la
muerte de Cristo en la cruz; pero la ley de Dios no fue crucificada con Cristo
(Comentario bíblico adventista, tomo 6, pp. 1115, 1116).
Lunes 27 de abril: El sábado: su mensaje y su significado
Dios vio que el sábado era esencial para el hombre, aun en el paraíso.
Necesitaba dejar a un lado sus propios intereses y actividades durante un
día de cada siete para poder contemplar más de lleno las obras de Dios y
meditar en su poder y bondad. Necesitaba el sábado para que le recordase
más vivamente la existencia de Dios, y para que despertase su gratitud
hacia él, pues todo lo que disfrutaba y poseía procedía de la mano benéfica
del Creador (Patriarcas y profetas, p. 29).
El sábado no era para Israel solamente sino para todo el mundo. Había
sido dado a conocer al hombre en el Edén, y como los demás preceptos del
Decálogo es de obligación imperecedera. Acerca de aquella ley de la cual
el cuarto mandamiento forma parte, Cristo declara: “Hasta que perezca el
cielo y la tierra ni una jota ni un tilde perecerá de la ley” (S. Mateo 5:18).
Así que mientras duren los cielos y la tierra el sábado continuará siendo
una señal del poder creador. Cuando el Edén vuelva a florecer en la tierra,
el santo día de reposo de Dios será honrado por todos los que moren debajo
del sol. “De sábado en sábado” los habitantes de la tierra renovada y glori-
ficada subirán “a adorar delante de mí, dijo Jehová”.
Dios enseña que debemos congregarnos en su casa para cultivar los
atributos del amor perfecto. Esto preparará a los moradores de la tierra para
las mansiones que Cristo ha ido a preparar para todos los que le aman. Allí
se congregarán en el santuario de sábado en sábado, de luna nueva en luna
nueva, para unirse en los más sublimes acentos de alabanza y agradeci-
miento a Aquel que está sentado en el trono y al Cordero para siempre
jamás (La fe por la cual vivo, p. 39).
Martes 28 de abril: Curaciones en sábado en Capernaum
[Jesús]... quería que sus discípulos conociesen al enemigo al que iban a
afrontar, para que no fuesen engañados y vencidos por sus artificios.
Las Escrituras encierran otros ejemplos semejantes... el maníaco que,
atormentado por el “espíritu de un demonio inmundo” (Lucas 4:33-36),
perturbaba la tranquilidad del sábado en la sinagoga de Capernaum todos
ellos fueron curados por el compasivo Salvador. En casi todos los casos
Cristo se dirigía al demonio como a un ser inteligente, ordenándole salir de
su víctima y no atormentarla más. Al ver su gran poder, los adoradores
reunidos en Capernaum se asombraron, “y hablaban unos a otros, diciendo:
¿Qué palabra es ésta, que con autoridad y potencia manda a los espíritus
inmundos, y salen?” (Lucas 4: 36).
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No hay nada que el gran seductor tema tanto como el que nos demos
cuenta de sus artimañas. Para mejor disfrazar su carácter y encubrir sus
verdaderos propósitos, se ha hecho representar de modo que no despierte
emociones más poderosas que las del ridículo y del desprecio. Le gusta que
lo pinten deforme o repugnante, mitad animal mitad hombre. Le agrada
oírse nombrar como objeto de diversión y de burla por personas que se
creen inteligentes e instruidas...
...Y es porque Satanás puede dominar tan fácilmente los espíritus de las
personas inconscientes de su influencia, por lo que la Palabra de Dios nos
da tantos ejemplos de su obra maléfica, nos revela sus fuerzas ocultas y nos
pone así en guardia, contra sus ataques.
El poder y la malignidad de Satanás y de su hueste podrían alarmarnos
con razón, si no fuera por el apoyo y salvación que podemos encontrar en
el poder superior de nuestro Redentor. Proveemos cuidadosamente nuestras
casas con cerrojos y candados para proteger nuestros bienes y nuestras
vidas contra los malvados; pero rara vez pensamos en los ángeles malos
que tratan continuamente de llegar hasta nosotros, y contra cuyos ataques
no contamos en nuestras propias fuerzas con ningún medio eficaz de defen-
sa. Si se les dejara, nos trastornarían la razón, nos desquiciarían y tortura-
rían el cuerpo, destruirán nuestras propiedades y nuestras vidas. Solo se
deleitan en el mal y en la destrucción. Terrible es la condición de los que
resisten a las exigencias de Dios y ceden a las tentaciones de Satanás hasta
que Dios los abandona al poder de los espíritus malignos. Pero los que
siguen a Cristo están siempre seguros bajo su protección. Ángeles de gran
poder son enviados del cielo para ampararlos. El maligno no puede forzar
la guardia con que Dios tiene rodeado a su pueblo (El conflicto de los si-
glos, pp. 569-571).
También hoy hay muchedumbres tan ciertamente dominadas por el po-
der de los malos espíritus como lo era el endemoniado de Capernaum. To-
dos los que se apartan voluntariamente de los mandamientos de Dios se
colocan bajo la dirección de Satanás. Muchos juegan con el mal, pensando
que podrán romper con él cuando quieran; pero quedan cada vez más enga-
ñados hasta que se encuentran dominados por una voluntad más fuerte que
la suya. No pueden substraerse a su misterioso poder. El pecado secreto o
la pasión dominante puede hacer de ellos cautivos tan inertes como el en-
demoniado de Capernaum.
Sin embargo, su condición no es desesperada. Dios no domina nuestra
mente sin nuestro consentimiento, sino que cada hombre está libre para elegir
el poder que quiera ver dominar sobre él. Nadie ha caído tan bajo, nadie es
tan vil que no pueda hallar liberación en Crispo. El endemoniado, en vez de
oraciones, solo podía pronunciar las palabras de Satanás; sin embargo, la
muda súplica de su corazón fue oída. Ningún clamor de un alma en necesi-
dad, aunque no llegue a expresarse en palabras, quedará sin ser oído. Los que
consienten en hacer pacto con el Dios del cielo no serán abandonados al
poder de Satanás ni a las flaquezas de su propia naturaleza.
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“¿Será quitada la presa al valiente? o ¿libertaráse la cautividad legítima?
Así empero dice Jehová: Cierto, la cautividad será quitada al valiente, y la
presa del robusto será librada; y tu pleito yo lo pleitearé, y yo salvaré a tus
hijos” (Isaías 49:24,25).
Maravillosa será la transformación de quien abra por la fe la puerta de
su corazón al Salvador (El ministerio de curación, pp. 61, 62).
Miércoles 29 de abril: El Señor del sábado
Los maestros judíos se jactaban de su conocimiento de las Escrituras, y
la respuesta de Cristo implicaba una reprensión por su ignorancia de los
sagrados escritos. “¿Ni aun esto habéis leído -dijo- qué hizo David cuando
tuvo hambre, él, y los que con él estaban; cómo entró en la casa de Dios, y
tomó los panes de la proposición, y comió... los cuales no era lícito comer,
sino a solos los sacerdotes?” “También les dijo: El sábado por causa del
hombre es hecho; no el hombre por causa del sábado”...
Si estaba bien que David satisficiese su hambre comiendo el pan que ha-
bía sido apartado para un uso santo, entonces estaba bien que los discípulos
supliesen su necesidad recogiendo granos en las horas sagradas del sábado...
Los discípulos, al hacer la obra de Cristo, estaban sirviendo a Dios y era
correcto hacer en sábado lo que era necesario para el cumplimiento de esta
obra.
Cristo quería enseñar a sus discípulos y a sus enemigos que el servicio de
Dios está antes que cualquier otra cosa. El objeto de la obra de Dios en este
mundo es la redención del hombre; por lo tanto, lo que es necesario hacer en
sábado en cumplimiento de esta obra, está de acuerdo con la ley del sábado.
Jesús coronó luego su argumento declarándose “Señor del sábado”, es decir un
Ser por encima de toda duda y de toda ley. Este Juez infinito absuelve a los
discípulos de culpa, apelando a los mismos estatutos que se les acusaba de estar
violando (El Deseado de todas las gentes, pp. 251, 252).
El Salvador sabía muy bien que al efectuar una curación en sábado, sería
considerado como transgresor, pero no vaciló en derribar el muro de las exi-
gencias tradicionales que rodeaban el sábado. Jesús invitó al enfermo a po-
nerse de pie, y luego preguntó: “¿Es lícito hacer bien en sábado, o hacer mal?
¿Salvar la vida, o quitarla?” Era máxima corriente entre los judíos que el
dejar de hacer el bien, cuando había oportunidad, era hacer lo malo; el des-
cuidar de salvar una vida, era matar. Así se enfrentó Jesús con los rabinos en
su propio terreno. “Mas ellos callaban. Y mirándolos alrededor con enojo,
condoliéndose de la ceguedad de su corazón, dice al hombre: Extiende tu
mano. Y la extendió, y su mano fue restituida sana...
Cuando Jesús preguntó a los fariseos si era lícito hacer bien o mal en sá-
bado, salvar la vida o matar, les hizo confrontar sus propios malos deseos.
Con acerbo odio ellos deseaban matarle mientras él estaba salvando vidas e
impartiendo felicidad a muchedumbres. ¿Era mejor matar en sábado, según
se proponían ellos hacer, que sanar a los afligidos como lo había hecho él?
¿Era más justo tener homicidio en el corazón en el día santo, que tener hacia