Notas de Elena | Lección 2 | Abraham, el primer misionero | Escuela Sabática
1. www.EscuelaSabatica.es
III Trimestre de 2015
Misioneros
Notas de Elena G. de White
www.EscuelaSabatica.es
Lección 2
11 de julio 2015
Abraham, el primer misionero:
Sábado 4 de julio
Vio Moisés cómo los discípulos de Jesús, salían a predicar el evangelio a
todo el mundo. Vio que a pesar de que el pueblo de Israel "según la carne" no
había alcanzado el alto destino al cual Dios lo había llamado, y en su incre-
dulidad no había sido la luz del mundo, y aunque había desechado la miseri-
cordia de Dios y perdido todo derecho a sus bendiciones como pueblo esco-
gido, Dios no había desechado, sin embargo, la simiente de Abraham y ha-
bían de cumplirse los propósitos gloriosos cuyo cumplimiento él había em-
prendido por medio de Israel. Todos los que llegasen a ser por Cristo hijos de
la fe habían de ser contados como simiente de Abraham; serian herederos de
las promesas del pacto; como Abraham serían llamados a cumplir y comuni-
car al mundo la ley de Dios y el evangelio de su Hijo. Moisés vio cómo, por
medio de los discípulos de Cristo, la luz del evangelio irradiaría y alumbraría
al "pueblo asentado en tinieblas" (Mateo 4:16), y también cómo miles acudi-
rían de las tierras de los gentiles al resplandor de su nacimiento. Y al con-
templar esto, se regocijó por el crecimiento y la prosperidad de Israel (Pa-
triarcas y profetas, pp. 508, 509).
Con frecuencia los israelitas parecían no poder o no querer comprender el
propósito de Dios en favor de los paganos. Sin embargo, este propósito era lo
que había hecho de ellos un pueblo separado, y los había establecido como
nación independiente entre los pueblos de la tierra. Abraham, su padre, a
quien se diera por primera vez la promesa del pacto, había sido llamado a
salir de su parentela hacia regiones lejanas, para que pudiese comunicar la
luz a los paganos. Aunque la promesa que le fuera hecha incluía una posteri-
dad tan numerosa como la arena del mar, no eran motivos egoístas los que
iban a impulsarle como fundador de una gran nación en la tierra de Cancán.
El pacto que Dios hiciera con él abarcaba todas las naciones de la tierra.
Jehová declaró: "Bendecirte he, y engrandeceré tu nombre, y serás bendi-
ción: y bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré:
2. www.EscuelaSabatica.es
y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12: 2, 3) (Profe-
tas y reyes, pp. 272, 273).
Abraham creyó a Dios. ¿Cómo sabemos que creyó? Sus obras testificaron
del carácter de su fe, y su fe le fue contada por justicia. Necesitamos hoy la
fe de Abraham para iluminar las tinieblas que nos rodean, que impiden que
nos lleguen los dulces rayos del amor de Dios y que detienen nuestro creci-
miento espiritual. Nuestra fe debiera ser fecunda en buenas obras, pues la fe
sin obras es muerta. Cada tarea que realizamos, cada sacrificio que hacemos
en nombre de Jesús, produce una recompensa enorme. En el mismo acto del
deber Dios habla y nos da su bendición (Reflejemos a Jesús, p. 71).
Domingo 5 de julio: El llamado de Abraham
Dios escogió a Abraham como su mensajero para comunicar la luz al
mundo. La palabra de Dios vino al patriarca desprovista de todo reconoci-
miento, de honor mundano y de halagüeñas perspectivas de un gran salario
en esta vida. "Vete de tu tierra... a la tierra que te mostraré", fue el mensaje
divino para Abraham. El patriarca obedeció y "salió sin saber a dónde iba",
como un portaluz de Dios, dispuesto a mantener vivo el nombre de Dios en
la tierra. Abandonó su país, su casa, sus amistades y todo vínculo agradable
que lo unía con su vida joven y salió para ser un peregrino y un extranjero...
Antes de que Dios pudiera usarlo, Abraham debía romper sus vínculos an-
teriores, para que no pudiera ser controlado por influencias humanas ni con-
fiara en ayuda humana. Ahora que estaba unido a Dios, de allí en adelante
debía morar entre extranjeros. Su carácter debía ser peculiar y distinto de
todo el mundo. Ni aun podía explicar a sus amigos a fin de que comprendie-
ran los pasos que seguiría, pues ellos eran idólatras. Las cosas espirituales
solo se disciernen espiritualmente. Por esto sus motivos y sus acciones esta-
ban más allá de la comprensión de sus familiares y amigos (Reflejemos a
Jesús, p. 316).
Dios... siempre que tuvo una tarea especial para hacer, tuvo hombres pre-
parados para satisfacer la demanda. En cada oportunidad en que la voz divina
preguntó: "¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?", vino la respuesta:
"Heme aquí, envíame a mí" (Isaías 6:8). En la antigüedad el Señor relacionó
con su obra a hombres de variados talentos. Abraham, Isaac, Jacob, Moisés
con su mansedumbre y su sabiduría, y Josué con sus diferentes talentos, fue-
ron todos alistados en el servicio de Dios. La música de María, el valor y la
piedad de Débora, el afecto filial de Rut, la obediencia y fidelidad de Samuel,
todos fueron necesarios. Elías con sus severos rasgos de carácter fue usado
por Dios en el momento apropiado para ejecutar juicios sobre Jezabel.
Dios no dará su Espíritu a los que no usarán el don celestial. Pero los que
se apartan de sí mismos buscando iluminar, animar y bendecir a otros ten-
drán capacidad y energía multiplicadas para gastar. Cuanto más luz entregan
3. www.EscuelaSabatica.es
más reciben (Reflejemos a Jesús, p. 311).
Lunes 6 de julio: El testimonio de Abraham a los reyes
Cuando Lot se trasladó a Sodoma, la corrupción no se había generalizado,
y Dios en su misericordia permitió que brillasen rayos de luz en medio de las
tinieblas morales. Cuando Abraham libró a los cautivos de los elamitas, la
atención del pueblo fue atraída a la verdadera fe. Abraham no era desconoci-
do para los habitantes de Sodoma, y su veneración del Dios invisible había
sido para ellos objeto de ridículo; pero su victoria sobre fuerzas muy superio-
res, y su magnánima disposición acerca de los prisioneros y del botín, des-
pertaron la admiración y el asombro. Mientras alababan su habilidad y valen-
tía, nadie pudo evitar la convicción de que un poder divino le había dado la
victoria. Y su espíritu noble y desinteresado, tan extraño para los egoístas
habitantes de Sodoma, fue otra prueba de la superioridad de la religión a la
que honró por su valor y fidelidad.
Melquisedec, al bendecir a Abraham, había reconocido a Jehová como la
fuente de todo su poder y como autor de la victoria: "Bendito sea Abram del
Dios alto, poseedor de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios alto, que
entregó tus enemigos en tu mano" (Génesis 14:19, 20). Dios estaba hablando
a aquel pueblo por su providencia, pero el último rayo de luz fue rechazado,
como todos los anteriores (Patriarcas y profetas, pp. 153, 154).
Poco se aprecia el valor de la cortesía. Muchos que son bondadosos de co-
razón tienen modales desprovistos de benevolencia. Muchos que inspiran
respeto por su sinceridad y rectitud están tristemente desprovistos de afabili-
dad. Esta falta echa a perder su felicidad, y reduce su servicio en favor de
otros. Muchas de las cosas más dulces y útiles de la vida son sacrificadas por
los descorteses, con frecuencia debido a una falta de reflexión.
Las Sagradas Escrituras nos presentan señalados ejemplos de personas
que ejercieron la verdadera cortesía. Abraham era un hombre de Dios. Cuan-
do clavaba su tienda, inmediatamente erigía un altar para sacrificios e invita-
ba a Dios para que morara con él. Abraham era cortés. No manchó su vida el
egoísmo, efecto tan odioso en cualquier persona y tan ofensivo a la vista de
Dios. Observad su conducta antes de separarse de Lot. Aunque éste era so-
brino suyo, y mucho más joven que él, y el derecho de elección le correspon-
día al tío, movido por la cortesía, Abraham olvidó sus derechos, y le permitió
elegir a Lot la parte del país que le pareciera más codiciable. Observadlo
cuando da la bienvenida a los viajeros que llegan bajo el calor del día y se
apresura a satisfacer sus necesidades. Contempladlo cuando hace negocios
con los hijos de Heth, para comprar un sepulcro para Sara. En medio de su
dolor no se olvida de ser cortés. Se inclina delante de ellos aunque es un no-
ble de la corte divina. Abraham sabía lo que era la cortesía genuina y lo que
debe el hombre a sus semejantes.
4. www.EscuelaSabatica.es
Debemos olvidamos de nosotros mismos y... tratar siempre de encontrar
oportunidades de animar a los demás, y aliviar sus penas y cargas mediante
actos de afectuosa bondad y pequeñas muestras de amor. Estas atenciones y
expresiones de solicitud que, comenzando en el seno del hogar se prolongan
fuera del círculo de la familia, contribuyen a formar la suma de la felicidad
de la vida (Meditaciones matinales 1952, p. 198).
Martes 7 de julio: Ejemplo de fe
La incondicional obediencia de Abraham fue uno de los ejemplos de fe y
de confianza en Dios más impresionantes que se encuentran en el registro
sagrado. Solo con la simple promesa de que sus descendientes poseerían
Canaán y sin la menor evidencia exterior, Abraham siguió hacia donde Dios
lo condujo, cumpliendo cabal y sinceramente con las condiciones que le ata-
ñían y confiando que Dios cumpliría fielmente su palabra. El patriarca fue
dondequiera Dios le indicó; cruzó sin temor el desierto; pasó por en medio de
naciones idólatras, con un solo pensamiento: "Dios ha hablado; obedezco su
voz; él me guiará y me protegerá".
Una fe y una confianza semejantes a las de Abraham necesitan hoy los
mensajeros de Dios. Pero muchos a quienes el Señor quisiera usar para que
atiendan y obedezcan su voz por sobre toda otra no avanzan... El Señor po-
dría hacer mucho más por sus siervos si éstos se consagraran más plenamente
a él, y estimaran servirle como superior a todo vínculo familiar y a toda otra
asociación terrenal (Reflejemos a Jesús, p. 316).
Dios probó siempre a su pueblo en el homo de la aflicción a fin de hacerlo
firme y fiel, y limpiarlo de toda iniquidad. Después que Abraham y su hijo
hubieron soportado la prueba más severa que se les podía imponer, Dios ha-
bló así a Abraham por medio de su ángel: "Ya conozco que temes a Dios,
pues que no me rehusaste tu hijo, tu único" (Génesis 22:12). Este gran acto
de fe hace resplandecer el carácter de Abraham con notable esplendor. Ilustra
vívidamente su perfecta confianza en el Señor, a quien no le negó nada, ni
aun el hijo que obtuviera por la promesa (Joyas de los testimonios, tomo 1, p.
447).
El Señor escogió a Abraham para que cumpliera su voluntad. Se le indicó
que abandonara su nación idólatra y se separara de sus familiares. Dios se le
había revelado en su juventud y le había dado entendimiento preservándolo
de la idolatría. Había planeado hacer de él un ejemplo de fe y verdadera de-
voción para su pueblo que más tarde viviera sobre la tierra. Su carácter se
destacaba por su integridad, su generosidad y su hospitalidad. Imponía respe-
to puesto que era un poderoso príncipe de su pueblo. Su reverencia y amor a
Dios y su estricta obediencia a su voluntad le ganaron el reconocimiento de
sus siervos y vecinos. Su piadoso ejemplo y su conducta correcta, junto con
las fieles instrucciones que impartía a sus siervos y a toda su familia, los in-
dujo a temer, amar y reverenciar al Dios de Abraham (La historia de la re-
5. www.EscuelaSabatica.es
dención, p. 77).
Miércoles 8 de julio: Abraham, el peregrino
Fue Cristo el que habló mediante Melquisedec, el sacerdote del Dios altí-
simo. Melquisedec no era Cristo, sino la voz de Dios en el mundo, el repre-
sentante del Padre. Y Cristo ha hablado a través de todas las generaciones del
pasado. Cristo ha guiado a su pueblo y ha sido la luz del mundo. Cuando
Dios eligió a Abraham como un representante de su verdad, lo sacó de su
país, lo separó de su parentela, y lo apartó. Deseaba modelarlo de acuerdo
con el modelo divino. Deseaba enseñarle de acuerdo con el plan divino. No
había de estar sobre él el modelo de los maestros del mundo. Había de ser
enseñado en la forma de guiar a sus hijos y a su casa tras sí, que guardaran
los caminos del Señor, que hicieran justicia y juicio. Esta es la obra que Dios
quiere que hagamos. Quiere que entendamos cómo gobernar nuestras fami-
lias, cómo manejar a nuestros hijos, cómo dirigir nuestros hogares para que
guarden el camino del Señor (Mensajes selectos, tomo 1, p. 479).
El amor hacia las almas a punto de perecer inspiraba la oración de
Abraham. Aunque detestaba los pecados de aquella ciudad corrompida,
deseaba que los pecadores pudieran salvarse. Su profundo interés por Sodo-
ma demuestra la ansiedad que debemos experimentar por los impíos. Debe-
mos sentir odio hacia el pecado, y compasión y amor hacia el pecador. Por
todas partes, en derredor nuestro, hay almas que van hacia una ruina tan de-
sesperada y terrible como la que sobrecogió a Sodoma. Cada día termina el
tiempo de gracia para algunos. Cada hora, algunos pasan más allá del alcance
de la misericordia. ¿Y dónde están las voces de amonestación y súplica que
induzcan a los pecadores a huir de esta pavorosa condenación? ¿Dónde están
las manos extendidas para sacar a los pecadores de la muerte? ¿Dónde están
los que con humildad y perseverante fe ruegan a Dios por ellos? (Conflicto y
valor, p. 51).
La prueba de Abraham fue la más severa que pudo recibir un ser humano.
Si hubiera fracasado, nunca habría sido considerado como el padre de los
fieles... La lección sirvió para que brillara a través de los siglos. Para que
aprendiéramos que no hay ninguna cosa demasiado preciosa para dársela a
Dios. Nos aseguramos la bendición celestial cuando consideramos todo don
como la propiedad del Señor, y para utilizarlo en su servicio. Devolvedle a
Dios las posesiones que se os han confiado y más se os confiará. Mantened
vuestras posesiones para vosotros mismos, y no recibiréis ninguna recom-
pensa en esta vida, y perderéis la recompensa de la vida venidera (Nuestra
elevada vocación, p. 193).
Jueves 9 de julio: Abraham: misionero en su propia casa
En el sitio indicado construyeron el altar, y pusieron sobre él la leña. En-
tonces, con voz temblorosa, Abraham reveló a su hijo el mensaje divino. Con
6. www.EscuelaSabatica.es
terror y asombro Isaac se enteró de su destino; pero no ofreció resistencia.
Habría podido escapar a esta suerte si lo hubiera querido; el anciano, agobia-
do de dolor, cansado por la lucha de aquellos tres días terribles, no habría
podido oponerse a la voluntad del joven vigoroso. Pero desde la niñez se le
había enseñado a Isaac a obedecer pronta y confiadamente, y cuando el pro-
pósito de Dios le fue manifestado, lo aceptó con sumisión voluntaria. Partici-
paba de la fe de Abraham, y consideraba como un honor el ser llamado a dar
su vida en holocausto a Dios. Con ternura trató de aliviar el dolor de su pa-
dre, y animó sus debilitadas manos para que ataran las cuerdas que lo sujeta-
rían al altar...
En el monte Moría Dios renovó su pacto con Abraham y confirmó con un
solemne juramento la bendición que le había prometido a él y a su simiente
por todas las generaciones futuras. "Por mí mismo he jurado, dice Jehová,
que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único; bendi-
ciendo te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu simiente como las estre-
llas del cielo, y como la arena' que está a la orilla del mar; y tu simiente po-
seerá las puertas de sus enemigos; en tu simiente serán benditas todas las
gentes de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz" (Patriarcas y profetas, pp.
147, 148).
Los padres deben considerarse en un sentido especial como agentes de
Dios para instruir a sus hijos, como lo hacía Abraham, a fin de que anden en
el camino del Señor. Necesitan escudriñar diligentemente las Escrituras para
saber en qué consiste el camino del Señor, a fm de enseñarlo a su familia.
Miqueas dice: "¿Y qué es lo que Jehová pide de ti, sino hacer justicia, y amar
la misericordia, y andar humildemente con tu Dios?" (Miqueas 6:8, V.M.). A
fin de ser maestros, los padres deben aprender, obteniendo constantemente
luz de los oráculos de Dios e introduciendo por sus preceptos y ejemplo esta
preciosa luz en la educación de sus hijos (El hogar cristiano, p. 163).
Padres, recordad que vuestro hogar es una escuela en la cual vuestros hi-
jos han de ser preparados para las moradas de arriba. Negadles todas las co-
sas antes que la educación que deberían recibir en sus primeros años. No les
permitáis manifestar su enojo. Enseñadles a ser bondadosos y pacientes. En-
señadles a ser considerados con otros. Así los prepararéis para un ministerio
superior en las cosas de la religión.
El hogar debería ser una escuela preparatoria donde los niños y los jóve-
nes se capaciten para el servicio del Maestro, el cual los ha de preparar para
unirse con la escuela superior en el reino de Dios (Conducción del niño, p.
18).
Abraham es un noble ejemplo de un fiel padre de familia. Él nos dejó un
modelo de la obediencia incondicional que todos deberíamos rendir. El que
bendice a los justos dijo de Abraham: "Yo sé que mandará a sus hijos y a su
casa después de sí" (Génesis 18:19). Guardará el camino del Señor para ha-