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Sábado 13 de diciembre Cristo... nunca estuvo tan embargado por los cuidados de este mundo que no tuviese tiempo o pensamientos para las cosas celestiales. A menu- do expresaba su alegría cantando salmos e himnos celestiales. A menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y agra- decimiento a Dios. Mantenía comunión con el Cielo mediante el canto; y cuando sus compañeros se quejaban por el cansancio, eran alegrados por la dulce melodía que brotaba de sus labios. Sus alabanzas parecían ahu- yentar a los malos ángeles, y como incienso, llenaban el lugar de fragan- cia. La mente de los que le oían se alejaba del destierro que aquí sufrían para elevarse a la patria celestial (El Deseado de todas las gentes, p. 168). Nuestra casa de oración podrá ser muy humilde pero no por eso dejará Dios de aceptarla. Si adoramos en espíritu y en verdad en la hermosura de la santidad, ella será para nosotros la puerta misma del cielo. Cuando se repiten las asombrosas lecciones de las obras de Dios y cuando la gratitud del corazón se expresa en oración y canto, los ángeles del cielo se unen a la melodía en alabanza y agradecimiento a Dios. Estas prácticas rechazan el poder de Satanás. Expulsan el descontento y las quejas, y Satanás pier- de terreno (En lugares celestiales, p. 288). Domingo 14 de diciembre: La caja de herramientas esenciales El canto es un arma que siempre podemos esgrimir contra el desalien- to. Abriendo así nuestro corazón a los rayos de luz de la presencia del Salvador, encontraremos salud y recibiremos su bendición (El ministerio de curación, p. 196). La historia de los cantos de la Biblia está llena de insinuaciones en cuanto a los usos y beneficios de la música y el canto. A menudo se pervierte la música haciéndola servir a malos propósitos, y de ese modo llega a ser uno de los instrumentos más seductores de la tenta- ción. Pero, debidamente empleada es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más nobles, y a inspirar y levantar el
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alma. Así como los israelitas cuando andaban por el desierto alegraron su camino con la música del canto sagrado, Dios invita a sus hijos de hoy a alegrar por el mismo medio su vida de peregrinaje. Pocos medios hay más eficaces para grabar sus palabras en la memoria que el de repetirlas me- diante el canto. Y esa clase de canto tiene un poder maravilloso. Tiene poder para subyugar naturalezas rudas e incultas, para avivar el pensa- miento y despertar simpatía, para promover la armonía en la acción, y desvanecer la melancolía y los presentimientos que destruyen el valor y debilitan el esfuerzo. Es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual. Cuán a menudo recuerda la memoria alguna palabra de Dios al alma oprimida y a punto de desesperar, mediante el tema olvidado de algún canto de la infancia. Entonces las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas. Nunca se debería perder de vista el valor del canto como medio educativo. Cántense en el hogar cantos dulces y puros, y habrá menos palabras de censura y más de alegría, espe- ranza y gozo. Cántese en la escuela y los alumnos serán atraídos más a Dios, a sus maestros, y los unos a los otros. Como parte del servicio reli- gioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. Si se enseña al niño a comprender esta, pensa- rá más en el significado de las palabras que canta, y será más sensible a su poder. Al conducimos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y ac- ción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza (La educa- ción, pp. 167, 168). Lunes 15 de diciembre: La oración por los enfermos En lo que se refiere a la oración por los enfermos... He estado conside- rando diversas cosas que me han sido presentadas en el pasado con refe- rencia al tema... El pecado ha llevado a muchos de ellos al lugar donde se encuentran: a un estado de debilidad de la mente y del cuerpo. ¿Debiera orarse al Dios del cielo para que su sanidad descienda sobre ellos en ese momento, sin especificar ninguna condición? Yo digo que no, decidida- mente no. ¿Entonces qué debiera hacerse? Presentar sus casos ante Aquel que conoce el nombre de cada persona. Presentad estos pensamientos a las personas que acuden para pedir que se ore por ellas: somos humanos y no podemos leer los corazones ni saber los secretos de sus vidas. Estos son conocidos únicamente por ustedes y Dios. Si ahora se arrepienten de sus pecados, y si alguno de ustedes puede ver que en algún caso ha andado contrariamente a la luz dada por Dios y ha descuidado de honrar el cuer- po, que es templo de Dios, y me diante hábitos equivocados ha degradado el cuerpo, que es propiedad de Cristo, confiese estas cosas a Dios. A me- nos que el Espíritu Santo obre sobre ustedes en forma especial para que confiesen sus pecados de naturaleza privada a alguna persona, no hablen
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de ello con nadie. Cristo es su Redentor, y no tomará ventaja de sus con- fesiones humilladoras. Si tienen pecados de carácter privado, confiésenlos a Cristo, quien es el único Mediador entre Dios y el hombre. “Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1)... La oración por los enfermos es algo muy solemne, y no debiéramos ocupamos de esta obra en forma descuidada ni apresurada. Debiéramos averiguar si los que serán bendecidos con salud se han dedi- cado a hablar mal de otros, si han tenido desavenencias con los demás y si han participado en disensiones. ¿Han manifestado espíritu de discordia entre los hermanos y hermanas de la iglesia? Si han llevado a cabo estas cosas debieran confesarlas delante de Dios y la iglesia. Después de haber confesado lo que han hecho mal, estas personas que buscan oración pue- den ser presentadas delante de Dios con fervor y fe, siguiendo la inspira- ción del Espíritu Santo. Pero no siempre es seguro pedir sanamiento in- condicional. Las oraciones que se hacen debieran incluir el siguiente pen- samiento: “Señor, tú conoces todo secreto del alma. Tú estás familiarizado con estas personas; por Jesús, su abogado, concédeles su vida. El las ama más de lo que nosotros podemos. Por lo tanto, si ha de ser para tu gloria y para el bien de estas personas afligidas concederles la salud, te rogamos en el nombre de Jesús que les proporciones salud en esta ocasión”. En una petición de esta naturaleza no se manifiesta falta de fe (Consejos sobre la salud, pp. 370372). Martes 16 de diciembre: Sanidad para el alma En su obra de enseñar y sanar, los discípulos siguieron el ejemplo de su Maestro, quien ministraba tanto al alma como al cuerpo. Su evangelio era un mensaje de vida espiritual y restauración física. Se vinculaban la liberación del pecado y la curación de la enfermedad. Y al final de su mi- nisterio terrenal, cuando encargó a sus discípulos la solemne comisión de ir “por todo el mundo” para predicar “el evangelio a toda criatura”, decla- ró que su ministerio se investiría de autoridad por la devolución de la sa- lud a los enfermos. Dijo: “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sana- rán” (Marcos 16:15, 18). Al sanar en su nombre las enfermedades del cuerpo iban a testificar de su poder para sanar el alma... Este mundo es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los dolientes, proclamar la liberación de los cautivos de Satanás. Era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartió su vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los de- monios. Sabía que muchos de los que le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo no se negaba a curarlos. Y cuando la virtud de Cristo entraba en esas pobres almas, se convencían del pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas (Consejos para los maestros, pp. 451, 452). Se nece- sitaba nada menos que un poder creador para devolver la salud a ese cuer- po decaído. La misma voz que infundió vida al hombre creado del polvo de la tierra, la infundió al paralítico moribundo. Y el mismo poder que dio vida al cuerpo, renovó el corazón. Aquel que en la creación “dijo, y fue hecho”; que “mandó, y existió” (Salmo 33:9), infundió vida al alma muer-
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ta en transgresiones y pecados. La curación del cuerpo era prueba eviden- te del poder que había renovado el corazón... El paralítico encontró en Cristo curación para su alma y para su cuerpo. Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actualmente miles que adolecen de enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el mensaje: “Tus pecados te son perdonados”. La carga del pecado, con su desasosiego y sus deseos nunca satisfechos, es la causa fundamental de sus enfermeda- des. No podrán encontrar alivio mientras no acudan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar devolverá el vigor a la mente y la salud al cuerpo (El ministerio de curación, pp. 51, 52). “Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho” (Santiago 5:16). En la palabra de Dios encontramos instrucción respecto a la oración especial para el restablecimiento del enfermo. Pero el acto de dirigir semejante oración es de lo más solemne, y no debe ha- cerse sin la debida consideración... Sabemos que Dios nos oye si le pedi- mos conforme a su voluntad; pero el importunarle sin espíritu de sumisión no está bien: nuestras oraciones tienen que revestir la forma, no de orden, sino de intercesión (La fe por la cual vivo, p. 317). Miércoles 17 de diciembre: Modelos de oración Mientras Elías veía a Israel hundirse cada vez más en la idolatría, su alma se angustiaba y se despertó su indignación. Dios había hecho gran- des cosas para su pueblo. Lo había libertado de la esclavitud y le había dado “las tierras de las gentes... para que guardasen sus estatutos, y obser- vasen sus leyes” (Salmo 105:44, 45). Pero los designios benéficos de Jehová habían quedado casi olvidados. La incredulidad iba separando rápidamente a la nación escogida de la Fuente de su fortaleza. Mientras consideraba esta apostasía desde su retiro en las montañas, Elías se sentía abrumado de pesar. Con angustia en el alma rogaba a Dios que detuviese en su impía carrera al pueblo una vez favorecido, que le enviase castigos si era necesario, para inducirlo a ver lo que realmente significaba su sepa- ración del Cielo. Anhelaba verlo inducido al arrepentimiento antes de llegar en su mal proceder al punto de provocar tanto al Señor que lo des- truyese por completo. La oración de Elías fue contestada. Las súplicas, reprensiones y amonestaciones que habían sido repetidas a menudo no habían inducido a Israel a arrepentirse. Había llegado el momento en que Dios debía hablarle por medio de los castigos. Por cuanto los adoradores de Baal aseveraban que los tesoros del cielo, el rocío y la lluvia, no pro- venían de Jehová, sino de las fuerzas que regían la naturaleza, y que la tierra era enriquecida y hecha abundantemente fructífera mediante la energía creadora del sol, la maldición de Dios iba a descansar gravosa- mente sobre la tierra contaminada. Se iba a demostrar a las tribus apósta- tas de Israel cuán insensato era confiar en el poder de Baal para obtener
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bendiciones temporales. Hasta que dichas tribus se volviesen a Dios arre- pentidas y le reconociesen como fuente de toda bendición, no descendería rocío ni lluvia sobre la tierra. A Elías fue confiada la misión de comunicar a Acab el mensaje relativo al juicio del Cielo. El no procuró ser mensajero del Señor; la palabra del Señor le fue confiada. Y lleno de celo por el ho- nor de la causa de Dios, no vaciló en obedecer la orden divina, aun cuan- do obedecer era como buscar una presta destrucción a manos del rey im- pío. El profeta partió en seguida, y viajó día y noche hasta llegar a Sama- ría. No solicitó ser admitido en el palacio, ni aguardó que se le anunciara formalmente. Arropado con la burda vestimenta que solía cubrir a los profetas de aquel tiempo, pasó frente a la guardia, que aparentemente no se fijó en él, y se quedó un momento de pie frente al asombrado rey. Elías no pidió disculpas por su abrupta aparición. Uno mayor que el gobernante de Israel le había comisionado para que hablase; y, alzando la mano hacia el cielo, afirmó solemnemente por el Dios viviente que los castigos del Altísimo estaban por caer sobre Israel. Declaró: “Vive Jehová Dios de Israel, delante del cual estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra”. Fue tan solo por su fe poderosa en el poder infalible de la palabra de Dios cómo Elías entregó su mensaje (Profetas y reyes, pp. 87-89). Jueves 18 de diciembre: Restauración y perdón Entre las montañas de Galaad, al oriente del Jordán, moraba en los días de Acab un hombre de fe y oración cuyo ministerio intrépido estaba desti- nado a detener la rápida extensión de la apostasía en Israel. Alejado de toda ciudad de renombre y sin ocupar un puesto elevado en la vida, Elías el tisbita inició sin embargo su misión confiando en el propósito que Dios tenía de preparar el camino delante de él y darle abundante éxito. La pala- bra de fe y de poder estaba en sus labios, y consagraba toda su vida a la obra de reforma. La suya era la voz de quien clama en el desierto para reprender el pecado y rechazar la marea del mal. Y aunque se presentó al pueblo para reprender el pecado, su mensaje ofrecía el bálsamo de Galaad a las almas enfermas de pecado que deseaban ser sanadas (Profetas y re- yes, p. 87). Durante varios años después del llamamiento de Elíseo, él y Elías trabajaron juntos, de modo que el hombre más joven iba adquiriendo diariamente mayor preparación para su obra. Elías había sido usado por Dios para destruir males gigantescos. La idolatría que, fomentada por Acab y la pagana Jezabel, había seducido a la nación, había sido detenida en forma decidida. Habían sido muertos los profetas de Baal. Todo el pueblo de Israel había quedado profundamente conmovido, y muchos volvían a adorar a Dios. Como sucesor de Elías, Elíseo debía esforzarse por guiar a Israel en sendas seguras mediante una instrucción paciente y cuidadosa. Su trato con Elías, el mayor profeta que se conociera desde Moisés, le preparó para la obra que pronto debería hacer solo. Una y otra vez, durante esos años de ministerio conjunto, Elías debió reprender seve- ramente males flagrantes. Cuando el impío Acab se apoderó del viñedo de Nabot, fue la voz de Elías la que profetizó su condenación y la de toda su
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casa. Y cuando Ocozías, después de la muerte de su padre Acab, despre- ció al Dios viviente y se dirigió a Baal-zebub, dios de Ecrón, fue la voz de Elías la que se oyó una vez más en ardiente protesta. Las escuelas de los profetas establecidas por Samuel habían caído en decadencia durante los años de apostasía que hubo en Israel. Elías restableció estas escuelas y tomó medidas para que los jóvenes pudieran educarse en forma que los indujese a magnificar y honrar la ley. En el relato se mencionan tres de esas escuelas. Una estaba en Gilgal, otra en Betel y la tercera en Jericó. Precisamente antes que Elías fuese arrebatado al cielo, visitó con Elíseo estos centros de educación. El profeta de Dios repitió entonces las leccio- nes que les había dado en visitas anteriores. Instruyó especialmente a los jóvenes acerca de su alto privilegio de mantenerse lealmente fíeles al Dios del cielo. También grabó en su mente la importancia que tenía el dejar que la sencillez caracterizase todo detalle de su educación. Solamente así po- drían recibir la impresión celestial y salir a trabajar en los caminos del Señor. El corazón de Elías quedó alentado al ver él lo que lograban esas escuelas. La obra de reforma no había terminado, pero en todo el reino podía verse que se verificaba la palabra del Señor: “Y yo haré que queden en Israel siete mil; todas rodillas que no se encorvaron a Baal” (1 Reyes 19:18) (Profetas y reyes, pp. 167, 168). Mientras Elías aguardaba la revelación del Señor, rugió una tempestad, fulguraron los relámpagos, y pasó un fuego devorador; pero Dios no esta- ba en todo esto. Luego se oyó una queda vocecita, y el profeta se cubrió la cabeza en la presencia del Señor. Su petulancia quedó acallada; su espíri- tu, enternecido y subyugado. Sabía ahora que una tranquila confianza y el apoyarse firmemente en Dios le proporcionarían siempre ayuda en tiempo de necesidad (Profetas y reyes, p. 124). 
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Notas de Elena | Lección 12 | Oración, sanidad y restauración | Escuela Sabática

  • 1. www.EscuelaSabatica.es IV Trimestre de 2014 La Epístola de Santiago Notas de Elena G. de White Lección 12 20 de diciembre 2014 Oración, sanidad y restauración: Sábado 13 de diciembre Cristo... nunca estuvo tan embargado por los cuidados de este mundo que no tuviese tiempo o pensamientos para las cosas celestiales. A menu- do expresaba su alegría cantando salmos e himnos celestiales. A menudo los moradores de Nazaret oían su voz que se elevaba en alabanza y agra- decimiento a Dios. Mantenía comunión con el Cielo mediante el canto; y cuando sus compañeros se quejaban por el cansancio, eran alegrados por la dulce melodía que brotaba de sus labios. Sus alabanzas parecían ahu- yentar a los malos ángeles, y como incienso, llenaban el lugar de fragan- cia. La mente de los que le oían se alejaba del destierro que aquí sufrían para elevarse a la patria celestial (El Deseado de todas las gentes, p. 168). Nuestra casa de oración podrá ser muy humilde pero no por eso dejará Dios de aceptarla. Si adoramos en espíritu y en verdad en la hermosura de la santidad, ella será para nosotros la puerta misma del cielo. Cuando se repiten las asombrosas lecciones de las obras de Dios y cuando la gratitud del corazón se expresa en oración y canto, los ángeles del cielo se unen a la melodía en alabanza y agradecimiento a Dios. Estas prácticas rechazan el poder de Satanás. Expulsan el descontento y las quejas, y Satanás pier- de terreno (En lugares celestiales, p. 288). Domingo 14 de diciembre: La caja de herramientas esenciales El canto es un arma que siempre podemos esgrimir contra el desalien- to. Abriendo así nuestro corazón a los rayos de luz de la presencia del Salvador, encontraremos salud y recibiremos su bendición (El ministerio de curación, p. 196). La historia de los cantos de la Biblia está llena de insinuaciones en cuanto a los usos y beneficios de la música y el canto. A menudo se pervierte la música haciéndola servir a malos propósitos, y de ese modo llega a ser uno de los instrumentos más seductores de la tenta- ción. Pero, debidamente empleada es un precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más nobles, y a inspirar y levantar el
  • 2. www.EscuelaSabatica.es alma. Así como los israelitas cuando andaban por el desierto alegraron su camino con la música del canto sagrado, Dios invita a sus hijos de hoy a alegrar por el mismo medio su vida de peregrinaje. Pocos medios hay más eficaces para grabar sus palabras en la memoria que el de repetirlas me- diante el canto. Y esa clase de canto tiene un poder maravilloso. Tiene poder para subyugar naturalezas rudas e incultas, para avivar el pensa- miento y despertar simpatía, para promover la armonía en la acción, y desvanecer la melancolía y los presentimientos que destruyen el valor y debilitan el esfuerzo. Es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual. Cuán a menudo recuerda la memoria alguna palabra de Dios al alma oprimida y a punto de desesperar, mediante el tema olvidado de algún canto de la infancia. Entonces las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas. Nunca se debería perder de vista el valor del canto como medio educativo. Cántense en el hogar cantos dulces y puros, y habrá menos palabras de censura y más de alegría, espe- ranza y gozo. Cántese en la escuela y los alumnos serán atraídos más a Dios, a sus maestros, y los unos a los otros. Como parte del servicio reli- gioso, el canto no es menos importante que la oración. En realidad, más de un canto es una oración. Si se enseña al niño a comprender esta, pensa- rá más en el significado de las palabras que canta, y será más sensible a su poder. Al conducimos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de Dios, podremos comprender los temas de alabanza y ac- ción de gracias del coro celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la clave de su alabanza (La educa- ción, pp. 167, 168). Lunes 15 de diciembre: La oración por los enfermos En lo que se refiere a la oración por los enfermos... He estado conside- rando diversas cosas que me han sido presentadas en el pasado con refe- rencia al tema... El pecado ha llevado a muchos de ellos al lugar donde se encuentran: a un estado de debilidad de la mente y del cuerpo. ¿Debiera orarse al Dios del cielo para que su sanidad descienda sobre ellos en ese momento, sin especificar ninguna condición? Yo digo que no, decidida- mente no. ¿Entonces qué debiera hacerse? Presentar sus casos ante Aquel que conoce el nombre de cada persona. Presentad estos pensamientos a las personas que acuden para pedir que se ore por ellas: somos humanos y no podemos leer los corazones ni saber los secretos de sus vidas. Estos son conocidos únicamente por ustedes y Dios. Si ahora se arrepienten de sus pecados, y si alguno de ustedes puede ver que en algún caso ha andado contrariamente a la luz dada por Dios y ha descuidado de honrar el cuer- po, que es templo de Dios, y me diante hábitos equivocados ha degradado el cuerpo, que es propiedad de Cristo, confiese estas cosas a Dios. A me- nos que el Espíritu Santo obre sobre ustedes en forma especial para que confiesen sus pecados de naturaleza privada a alguna persona, no hablen
  • 3. www.EscuelaSabatica.es de ello con nadie. Cristo es su Redentor, y no tomará ventaja de sus con- fesiones humilladoras. Si tienen pecados de carácter privado, confiésenlos a Cristo, quien es el único Mediador entre Dios y el hombre. “Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1)... La oración por los enfermos es algo muy solemne, y no debiéramos ocupamos de esta obra en forma descuidada ni apresurada. Debiéramos averiguar si los que serán bendecidos con salud se han dedi- cado a hablar mal de otros, si han tenido desavenencias con los demás y si han participado en disensiones. ¿Han manifestado espíritu de discordia entre los hermanos y hermanas de la iglesia? Si han llevado a cabo estas cosas debieran confesarlas delante de Dios y la iglesia. Después de haber confesado lo que han hecho mal, estas personas que buscan oración pue- den ser presentadas delante de Dios con fervor y fe, siguiendo la inspira- ción del Espíritu Santo. Pero no siempre es seguro pedir sanamiento in- condicional. Las oraciones que se hacen debieran incluir el siguiente pen- samiento: “Señor, tú conoces todo secreto del alma. Tú estás familiarizado con estas personas; por Jesús, su abogado, concédeles su vida. El las ama más de lo que nosotros podemos. Por lo tanto, si ha de ser para tu gloria y para el bien de estas personas afligidas concederles la salud, te rogamos en el nombre de Jesús que les proporciones salud en esta ocasión”. En una petición de esta naturaleza no se manifiesta falta de fe (Consejos sobre la salud, pp. 370372). Martes 16 de diciembre: Sanidad para el alma En su obra de enseñar y sanar, los discípulos siguieron el ejemplo de su Maestro, quien ministraba tanto al alma como al cuerpo. Su evangelio era un mensaje de vida espiritual y restauración física. Se vinculaban la liberación del pecado y la curación de la enfermedad. Y al final de su mi- nisterio terrenal, cuando encargó a sus discípulos la solemne comisión de ir “por todo el mundo” para predicar “el evangelio a toda criatura”, decla- ró que su ministerio se investiría de autoridad por la devolución de la sa- lud a los enfermos. Dijo: “Sobre los enfermos pondrán sus manos, y sana- rán” (Marcos 16:15, 18). Al sanar en su nombre las enfermedades del cuerpo iban a testificar de su poder para sanar el alma... Este mundo es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los dolientes, proclamar la liberación de los cautivos de Satanás. Era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartió su vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los de- monios. Sabía que muchos de los que le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo no se negaba a curarlos. Y cuando la virtud de Cristo entraba en esas pobres almas, se convencían del pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas (Consejos para los maestros, pp. 451, 452). Se nece- sitaba nada menos que un poder creador para devolver la salud a ese cuer- po decaído. La misma voz que infundió vida al hombre creado del polvo de la tierra, la infundió al paralítico moribundo. Y el mismo poder que dio vida al cuerpo, renovó el corazón. Aquel que en la creación “dijo, y fue hecho”; que “mandó, y existió” (Salmo 33:9), infundió vida al alma muer-
  • 4. www.EscuelaSabatica.es ta en transgresiones y pecados. La curación del cuerpo era prueba eviden- te del poder que había renovado el corazón... El paralítico encontró en Cristo curación para su alma y para su cuerpo. Necesitaba la salud del alma antes de poder apreciar la salud del cuerpo. Antes de poder sanar la enfermedad física, Cristo tenía que infundir alivio al espíritu y limpiar el alma de pecado. No hay que pasar por alto esta lección. Actualmente miles que adolecen de enfermedades físicas desean, como el paralítico, oír el mensaje: “Tus pecados te son perdonados”. La carga del pecado, con su desasosiego y sus deseos nunca satisfechos, es la causa fundamental de sus enfermeda- des. No podrán encontrar alivio mientras no acudan al Médico del alma. La paz que él solo puede dar devolverá el vigor a la mente y la salud al cuerpo (El ministerio de curación, pp. 51, 52). “Confesaos vuestras faltas unos a otros, y rogad los unos por los otros, para que seáis sanos; la oración del justo, obrando eficazmente, puede mucho” (Santiago 5:16). En la palabra de Dios encontramos instrucción respecto a la oración especial para el restablecimiento del enfermo. Pero el acto de dirigir semejante oración es de lo más solemne, y no debe ha- cerse sin la debida consideración... Sabemos que Dios nos oye si le pedi- mos conforme a su voluntad; pero el importunarle sin espíritu de sumisión no está bien: nuestras oraciones tienen que revestir la forma, no de orden, sino de intercesión (La fe por la cual vivo, p. 317). Miércoles 17 de diciembre: Modelos de oración Mientras Elías veía a Israel hundirse cada vez más en la idolatría, su alma se angustiaba y se despertó su indignación. Dios había hecho gran- des cosas para su pueblo. Lo había libertado de la esclavitud y le había dado “las tierras de las gentes... para que guardasen sus estatutos, y obser- vasen sus leyes” (Salmo 105:44, 45). Pero los designios benéficos de Jehová habían quedado casi olvidados. La incredulidad iba separando rápidamente a la nación escogida de la Fuente de su fortaleza. Mientras consideraba esta apostasía desde su retiro en las montañas, Elías se sentía abrumado de pesar. Con angustia en el alma rogaba a Dios que detuviese en su impía carrera al pueblo una vez favorecido, que le enviase castigos si era necesario, para inducirlo a ver lo que realmente significaba su sepa- ración del Cielo. Anhelaba verlo inducido al arrepentimiento antes de llegar en su mal proceder al punto de provocar tanto al Señor que lo des- truyese por completo. La oración de Elías fue contestada. Las súplicas, reprensiones y amonestaciones que habían sido repetidas a menudo no habían inducido a Israel a arrepentirse. Había llegado el momento en que Dios debía hablarle por medio de los castigos. Por cuanto los adoradores de Baal aseveraban que los tesoros del cielo, el rocío y la lluvia, no pro- venían de Jehová, sino de las fuerzas que regían la naturaleza, y que la tierra era enriquecida y hecha abundantemente fructífera mediante la energía creadora del sol, la maldición de Dios iba a descansar gravosa- mente sobre la tierra contaminada. Se iba a demostrar a las tribus apósta- tas de Israel cuán insensato era confiar en el poder de Baal para obtener
  • 5. www.EscuelaSabatica.es bendiciones temporales. Hasta que dichas tribus se volviesen a Dios arre- pentidas y le reconociesen como fuente de toda bendición, no descendería rocío ni lluvia sobre la tierra. A Elías fue confiada la misión de comunicar a Acab el mensaje relativo al juicio del Cielo. El no procuró ser mensajero del Señor; la palabra del Señor le fue confiada. Y lleno de celo por el ho- nor de la causa de Dios, no vaciló en obedecer la orden divina, aun cuan- do obedecer era como buscar una presta destrucción a manos del rey im- pío. El profeta partió en seguida, y viajó día y noche hasta llegar a Sama- ría. No solicitó ser admitido en el palacio, ni aguardó que se le anunciara formalmente. Arropado con la burda vestimenta que solía cubrir a los profetas de aquel tiempo, pasó frente a la guardia, que aparentemente no se fijó en él, y se quedó un momento de pie frente al asombrado rey. Elías no pidió disculpas por su abrupta aparición. Uno mayor que el gobernante de Israel le había comisionado para que hablase; y, alzando la mano hacia el cielo, afirmó solemnemente por el Dios viviente que los castigos del Altísimo estaban por caer sobre Israel. Declaró: “Vive Jehová Dios de Israel, delante del cual estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra”. Fue tan solo por su fe poderosa en el poder infalible de la palabra de Dios cómo Elías entregó su mensaje (Profetas y reyes, pp. 87-89). Jueves 18 de diciembre: Restauración y perdón Entre las montañas de Galaad, al oriente del Jordán, moraba en los días de Acab un hombre de fe y oración cuyo ministerio intrépido estaba desti- nado a detener la rápida extensión de la apostasía en Israel. Alejado de toda ciudad de renombre y sin ocupar un puesto elevado en la vida, Elías el tisbita inició sin embargo su misión confiando en el propósito que Dios tenía de preparar el camino delante de él y darle abundante éxito. La pala- bra de fe y de poder estaba en sus labios, y consagraba toda su vida a la obra de reforma. La suya era la voz de quien clama en el desierto para reprender el pecado y rechazar la marea del mal. Y aunque se presentó al pueblo para reprender el pecado, su mensaje ofrecía el bálsamo de Galaad a las almas enfermas de pecado que deseaban ser sanadas (Profetas y re- yes, p. 87). Durante varios años después del llamamiento de Elíseo, él y Elías trabajaron juntos, de modo que el hombre más joven iba adquiriendo diariamente mayor preparación para su obra. Elías había sido usado por Dios para destruir males gigantescos. La idolatría que, fomentada por Acab y la pagana Jezabel, había seducido a la nación, había sido detenida en forma decidida. Habían sido muertos los profetas de Baal. Todo el pueblo de Israel había quedado profundamente conmovido, y muchos volvían a adorar a Dios. Como sucesor de Elías, Elíseo debía esforzarse por guiar a Israel en sendas seguras mediante una instrucción paciente y cuidadosa. Su trato con Elías, el mayor profeta que se conociera desde Moisés, le preparó para la obra que pronto debería hacer solo. Una y otra vez, durante esos años de ministerio conjunto, Elías debió reprender seve- ramente males flagrantes. Cuando el impío Acab se apoderó del viñedo de Nabot, fue la voz de Elías la que profetizó su condenación y la de toda su
  • 6. www.EscuelaSabatica.es casa. Y cuando Ocozías, después de la muerte de su padre Acab, despre- ció al Dios viviente y se dirigió a Baal-zebub, dios de Ecrón, fue la voz de Elías la que se oyó una vez más en ardiente protesta. Las escuelas de los profetas establecidas por Samuel habían caído en decadencia durante los años de apostasía que hubo en Israel. Elías restableció estas escuelas y tomó medidas para que los jóvenes pudieran educarse en forma que los indujese a magnificar y honrar la ley. En el relato se mencionan tres de esas escuelas. Una estaba en Gilgal, otra en Betel y la tercera en Jericó. Precisamente antes que Elías fuese arrebatado al cielo, visitó con Elíseo estos centros de educación. El profeta de Dios repitió entonces las leccio- nes que les había dado en visitas anteriores. Instruyó especialmente a los jóvenes acerca de su alto privilegio de mantenerse lealmente fíeles al Dios del cielo. También grabó en su mente la importancia que tenía el dejar que la sencillez caracterizase todo detalle de su educación. Solamente así po- drían recibir la impresión celestial y salir a trabajar en los caminos del Señor. El corazón de Elías quedó alentado al ver él lo que lograban esas escuelas. La obra de reforma no había terminado, pero en todo el reino podía verse que se verificaba la palabra del Señor: “Y yo haré que queden en Israel siete mil; todas rodillas que no se encorvaron a Baal” (1 Reyes 19:18) (Profetas y reyes, pp. 167, 168). Mientras Elías aguardaba la revelación del Señor, rugió una tempestad, fulguraron los relámpagos, y pasó un fuego devorador; pero Dios no esta- ba en todo esto. Luego se oyó una queda vocecita, y el profeta se cubrió la cabeza en la presencia del Señor. Su petulancia quedó acallada; su espíri- tu, enternecido y subyugado. Sabía ahora que una tranquila confianza y el apoyarse firmemente en Dios le proporcionarían siempre ayuda en tiempo de necesidad (Profetas y reyes, p. 124). Material facilitado por JESÚS PADILLA © http://escuelasabatica.es/ www.facebook.com/EscuelaSabatica.es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática