2. “Y le llevó el diablo a un alto monte, y le mostró en un momento todos
los reinos de la tierra. Y le dijo el diablo: A ti te daré toda esta
potestad, y la gloria de ellos; porque a mí me ha sido entregada, y a
quien quiero la doy” (Lucas 4:5-6)
Desde la caída de Adán y Eva, cada ser humano a
tenido que decidir entre ser leal al “reino de Cristo”
(Ef. 5:5) o someterse a la “potestad de Satanás”
(Hch. 26:18)
En su victoria tenemos la seguridad y la promesa de vida en
el Reino eterno de Dios, cuando “el Dios del cielo levantará
un reino que no será jamás destruido” (Dan. 2:44)
Jesús mismo tuvo que
decidir entre obtener de la
mano de Satanás los reinos
de este mundo, o ser leal a
la Ley de Dios.
3. ““Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,Mas nuestra ciudadanía está en los cielos,
de donde también esperamos al Salvador,de donde también esperamos al Salvador,
al Señor Jesucristo”al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20)(Filipenses 3:20)
En el terreno espiritual, no existe una doble
ciudadanía. O somos ciudadanos de este mundo o
ciudadanos del reino de los cielos.
Dios nos invita a definir nuestra lealtad y tomar una
decisión: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos
hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y
la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la
vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Dt. 30:19)
Nuestra conducta,
por tanto, no debe
regirse por la
moralidad de esta
tierra, sino por la
ley moral del reino
de los cielos.
Los que hemos decidido ser ciudadanos
del reino de los cielos, somos
“extranjeros y peregrinos sobre la tierra”
(Heb. 11:13), anhelando una patria
“mejor, esto es, celestial” (Heb. 11:16)
4. “¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No
erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni
los afeminados, ni los que se echan con varones, ni los
ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni
los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais
algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido
santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor
Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1ª de Corintios 6:9-11)
La Ley de Dios nos enseña cómo debe ser nuestra vida como
ciudadanos del cielo. Por la gracia, el poder y el amor de Dios,
todos los que deseen pueden ser hechos aptos para el reino.
5. “Dios, en su amor y su justicia, ha provisto un
único camino –uno solo– para que el ser humano
pueda ser salvado de la separación eterna de Dios
y del cielo: la fe en Cristo y, mediante él, la
obediencia a su ley. Cuando el Espíritu de Dios
opera en el corazón humano, nunca nos lleva a
despreciar la ley de Jehová; por el contrario,
iluminados por su divina influencia, veremos con
reverencia la majestad de sus requerimientos, lo
terrible que es el pecado, y las inevitables
penalidades que caerán sobre el transgresor”
E.G.W. (Signs of the Times, 15 de diciembre de 1887)
6. “Después recibirán el reino los santos del Altísimo, y poseerán
el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre” (Daniel 7:18)
8. “Y el postrer enemigo que será
destruido es la muerte”
(1ª de Corintios 15:26)
“Porque la paga del pecado es
muerte…” (Romanos 6:23 pp)
¿Por qué no existirá la muerte en el
reino eterno?
La muerte es la consecuencia natural
de violar la Ley moral de Dios.
En el reino eterno, los principios de
la Ley moral de Dios seguirán
existiendo. Seguirán escritos en
nuestros corazones como lo están
aquí (Heb. 8:8-13)
La diferencia, por supuesto, es que
aquellos principios nunca se violarán
allí como ha ocurrido aquí.
“Enjugará Dios toda lágrima de los
ojos de ellos; y ya no habrá
muerte, ni habrá más llanto, ni
clamor, ni dolor; porque las
primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4)
9. “Y el Señor me librará de
toda obra mala, y me
preservará para su reino
celestial. A él sea gloria
por los siglos de los
siglos. Amén” 2ª de Timoteo 4:18
“Y el Señor me librará de
toda obra mala, y me
preservará para su reino
celestial. A él sea gloria
por los siglos de los
siglos. Amén” 2ª de Timoteo 4:18
10. “Y el Señor me librará de
toda obra mala, y me
preservará para su reino
celestial. A él sea gloria
por los siglos de los
siglos. Amén” 2ª de Timoteo 4:18
“Y el Señor me librará de
toda obra mala, y me
preservará para su reino
celestial. A él sea gloria
por los siglos de los
siglos. Amén” 2ª de Timoteo 4:18