2. «Mas ellos no escucharon; y Manasés los indujo a que hiciesen más mal que
las naciones que Jehová destruyó delante de los hijos de Israel» (2ª de Reyes 21:9)
«Pero [Amón] nunca se humilló delante de Jehová, como se humilló Manasés
su padre; antes bien aumentó el pecado» (2ª de Crónicas 33:23)
«Mas luego que fue puesto en angustias, oró a Jehová su Dios, humillado
grandemente en la presencia del Dios de sus padres. Y habiendo orado a él,
fue atendido; pues Dios oyó su oración y lo restauró a Jerusalén, a su reino.
Entonces reconoció Manasés que Jehová era Dios» (2ª de Crónicas 33:12-13)
A partir de la muerte del rey Ezequías,
Judá selló su destrucción.
1. Manasés les enseñó los pecados más
abominables, incluyendo el asesinato ritual
de sus hijos.
2. Aunque Manasés se arrepintió, el pueblo
ya había probado las «profundidades de
Satanás» (Ap. 2:24).
3. Amón, con su ejemplo, anuló las reformas
de Manasés y confirmó la apostasía.
3. «Sin embargo, no faltaron en esos tiempos malos los testigos
de Dios y de lo recto. Los trances penosos de los que Judá se
había salvado durante el reinado de Ezequías habían
desarrollado en muchos una firmeza de carácter que sirvió
ahora de baluarte contra la iniquidad prevaleciente. El
testimonio que ellos daban en favor de la verdad y la justicia
despertó la ira de Manasés y de quienes compartían su
autoridad y procuraban afirmarse en el mal hacer acallando
toda voz que los desaprobaba…
Fielmente, los profetas continuaron dando sus
amonestaciones y exhortaciones; hablaron intrépidamente a
Manasés y a su pueblo; pero los mensajes fueron
despreciados; y el apóstata Judá no quiso escucharlos…
Entre aquellos cuya vida había sido amoldada sin remedio
por la apostasía fatal de Manasés, se contaba su propio
hijo… No se permitió que el perverso rey reinase mucho
tiempo. En medio de su impiedad temeraria, tan sólo dos
años después que ascendió al trono, fue muerto en el palacio
por sus propios siervos» E.G.W. (Profetas y reyes, pg. 281-282)
4. «Mas el pueblo de la tierra mató a todos los que habían conspirado contra el
rey Amón; y el pueblo de la tierra puso por rey en su lugar a Josías su hijo»
(2ª de Crónicas 33:25)
Amón sembró violencia y cosechó
violencia. Aquellos que lo mataron,
cosecharon también violencia.
La reacción del pueblo ante el magnicidio,
no puede ser llamado de ningún modo
«democracia popular». Fue un
linchamiento en toda regla.
Para perpetuar el mal, pusieron en el trono
a un rey «títere», un niño de tan solo 8
años.
El profeta Habacuc fue la voz de aquellos
que se preguntaban hasta cuándo Dios no
actuaría para frenar tanta maldad.
Pero Dios ya estaba actuando en el corazón
del joven rey Josías.
5. «A los ocho años de su reinado, siendo aún muchacho,
comenzó a buscar al Dios de David su padre; y a los doce
años comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los lugares
altos, imágenes de Asera, esculturas, e imágenes fundidas»
(2ª de Crónicas 34:3)
A los 16 años, Josías buscó a Dios;
y a los 20 años comenzó un
movimiento de reavivamiento y
reforma en Judá.
Seis años después, concentró sus
esfuerzos en restaurar el templo,
corazón de la vida religiosa
de Judá.
La reforma había hecho su efecto.
Los hombres encargados de la
obra de reparación del templo se
habían vuelto tan honrados como
para que «no se les tome cuenta
del dinero cuyo manejo se les
confiare» (2ª de Reyes 22:7).
6. «Asimismo el escriba Safán declaró al rey, diciendo: El
sacerdote Hilcías me ha dado un libro. Y lo leyó Safán
delante del rey. Y cuando el rey hubo oído las palabras
del libro de la ley, rasgó sus vestidos» (2ª de Reyes 22:10-11)
Una verdadera reforma no puede basarse solo en
cambios superficiales (romper imágenes, reformar el
templo, cambios externos). La Biblia ha de ser la base
de todo cambio profundo y duradero.
La aparición del «libro de la ley»
en el templo (el Pentateuco, o
parte de él) provocó un
profundo cambio en Josías.
En ese momento, fue
consciente de las consecuencias
finales del pecado.
Mandó a consultar a Dios, a
través de la profetisa Hulda,
sobre las posibilidades de evitar
la destrucción de Judá
(2ª de Reyes 22:13-20).
7. «Y poniéndose el rey en pie junto a la columna, hizo pacto delante
de Jehová, de que irían en pos de Jehová, y guardarían sus
mandamientos, sus testimonios y sus estatutos, con todo el
corazón y con toda el alma, y que cumplirían las palabras del
pacto que estaban escritas en aquel libro. Y todo el pueblo
confirmó el pacto» (2ª de Reyes 23:3)
En vista de la respuesta de Dios en el sentido de
que Judá sería irremediablemente destruida,
¿qué sentido tenía seguir adelante con el
movimiento de reavivamiento y reforma?
La respuesta de Hulda a la consulta de Josías
es válida para nuestros días: la humanidad
está condenada, pero cada uno puede
obtener la salvación individualmente.
Por esta razón, Josías estaba determinado a
intentar que la mayor parte posible de sus
súbditos pudiesen alcanzar la salvación.
8. ¿Cuán amplias fueron las
reformas de Josías
registradas en 2ª de Reyes
23:4-24?
«No hubo otro rey antes de él, que se convirtiese a
Jehová de todo su corazón, de toda su alma y de
todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés;
ni después de él nació otro igual» (2ª de Reyes 23:25)
Sacó del templo todos los utensilios idolátricos.
Quitó a los sacerdotes idólatras de los lugares altos.
Sacó la imagen de Asera que estaba en el templo.
Derribó los lugares de prostitución idolátrica del
templo.
Profanó los lugares altos y derribó los altares de las
puertas de la ciudad.
Profanó Tofet para que nadie sacrificase a su hijo a
Moloc.
Quitó los carros y los caballos dedicados al sol.
Derribó los altares paganos que estaban en el
templo.
Quebró las estatuas y derribó las imágenes de Asera.
Destruyó el becerro de oro de Bet-el.
Mató a los sacerdotes paganos.
Celebró la pascua.
9. «Ser lector del libro de la ley -que contiene un "así dice Jehová"- era
considerado por Josías como el puesto más elevado que pudiera
ocupar… La obra más encumbrada de los príncipes de Israel -de
médicos, de maestros en nuestras escuelas, tanto como de ministros y
de los que están en puestos de responsabilidad en los
establecimientos del Señor- es cumplir con la misión que descansa
sobre ellos de fijar las Escrituras en la mente de la gente como un
clavo en un lugar seguro, de usar los talentos recibidos de Dios para
impresionar la verdad de que "el principio de la sabiduría es el temor
de Jehová". Para los dirigentes de Israel el propagar un conocimiento
de las Escrituras en todos sus confines es promover la salud
espiritual, pues la Palabra de Dios es una hoja del árbol de la vida»
Comentario Bíblico Adventista, tomo 2. Comentarios de Elena G. de White
sobre 2ª de Reyes 23:2