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División Sudasiática del Pacífico
3er
trimestre 2015
2 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
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Contenido
BANGLADÉS
	 5 	 Un regalo del río ............................................................................................................ 4 de julio
	 7	 “Aquí estoy” ................................................................................................................... 11 de julio
	 9	 Brazos fuertes de Dios ............................................................................................. 18 de julio
	11	 La novia fiel ................................................................................................................... 25 de julio
CAMBOYA
	13	 De la desesperación a la esperanza ............................................................. 1º de agosto
	15	 El obstinado hombre de negocios .................................................................... 8 de agosto
	17	 Por fin, amada ........................................................................................................ 15 de agosto
SRI LANKA
	19	 Sanando, buscando, encontrando ................................................................ 22 de agosto
	21	 Dios y los elefantes ............................................................................................... 29 de agosto
	23	 Los sermones robados .................................................................................. 5 de septiembre
INDONESIA
	25	 Una pequeña colpoltora ........................................................................... 12 de septiembre
SINGAPUR
	27	 Luz en la oscuridad ..................................................................................... 19 de septiembre
RECURSOS
	29	 Programa del decimotercer sábado .................................................. 26 de septiembre
3MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
División Sudasiática del Pacífico
Este trimestre estaremos enfocados en la
División Sudasiática del Pacífico, que agru-
pa a los países de Bangladés, Birmania
(Myanmar), Brunei, Camboya, Indonesia,
Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Sri
Lanka, Tailandia, Timor Oriental, Vietnam
y varias islas del Pacífico, que incluyen los
Estados Federados de Micronesia, las Islas
Marshall, las Islas Marianas del Norte, Pa-
lau y la Isla Wake. En esta región viven casi
ochocientas millones de personas, de las
cuales más de un millón doscientos mil son
adventistas del séptimo día. Esto nos da una
proporción de aproximadamente un adven-
tista porcada 667 habitantes.
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Este trimestre, las ofrendas del decimotercer sábado ayudarán a:
• Construir la Escuela Adventista Internacional de Timor-Leste, en la capital, Dili.
• Edificar una iglesia en la Universidad y el Seminario Adventista Lakpahana y Sri Lanka.
• Construir un edificio para la escuela de Enfermería en Gazipur, Bangladés.
• PROYECTO DE LOS NIÑOS: Mesas para niños en edad escolar en la Escuela Adventista
Internacional de Timor-Leste.
OPORTUNIDADES
4 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
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Consejero: Carlyle Bayne. Director: Pablo Marcelo
Claverie. Redactor de la edición castellana: Ekel
Collins. MISIÓN ADVENTISTA. JÓVENES Y ADULTOS
es una publicación trimestral editada por su pro-
pietaria, la Asociación Casa Editora Sudamericana,
para el Depto. de Escuela Sabática de las divisiones
Sudamericana e Interamericana de la Iglesia
Adventista del Séptimo Día. Impresa mediante el
sistema offset, en talleres propios de Av. San Martín
4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires,
República Argentina. Domicilio legal: Uriarte 2429,
C1425FNI, Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Tercer trimestre del año 2015 (julio-septiembre
de 2015).
Año 106, nº 3
–107461–
REGISTRO NACIONAL
DE LA PROPIEDAD
INTELECTUAL
Nº 5218366
CORREO ARGENTINO
Suc. Florida (B) y
Central (B)
IMPRESO EN LA
ARGENTINA
FRANQUEO A PAGAR
Cuenta Nº 10272
5MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
Bangladés 	 4 de julio
Un regalo del río
Doneshor se sentó en el césped debajo de un árbol y
suspiró. Estaba feliz de regresar a casa una vez más, des-
pués de cuidar los búfalos acuáticos de su padre. Había
estado en la escuela y acababa de completar los exámenes
finales para graduarse de la secundaria. Lo único que te-
nía en mente ahora era relajarse bajo la luz del sol.
El día se puso más caluroso, y Doneshor decidió nadar en el río cercano mientras los
búfalos pastaban en la cercanía. Se metió al agua fresca, buscando un lugar suficientemente
profundo para nadar. Era la temporada de sequía y el río tenía menos agua de lo habitual.
EL REGALO
Doneshor estaba con el agua hasta la cintura y miró río arriba. Vio que algo flotaba en
el agua. No era extraño encontrar cosas flotando en el río, así que no entendía por qué este
objeto le había llamado la atención. Esperó a que llegara flotando hasta donde estaba y lo
levantó del agua. Era un libro: una Biblia. Salió del río y colocó el libro mojado sobre la
tierra, para que se secara a la luz del sol. A medida que las páginas se secaban, buscaba la
siguiente página mojada para que el sol la secara.
Como el libro aún no estaba totalmente seco al caer la noche, Doneshor se lo llevó
consigo a casa. A la mañana siguiente lo volvió a llevar al campo y lo puso abierto al sol
nuevamente para que continuara secándose. Después de tres días, la Biblia estaba lo sufi-
cientemente seca como para que Doneshor pudiera leerla. Curioso, hojeó las primeras pá-
ginas y se dispuso a leer: “En el principio creó Dios [...]”.
Doneshor quedó fascinado con la historia de la creación y del primer hombre y la prime-
ra mujer. Recordaba haber leído sobre los primeros seres humanos en la Gita, el libro sagrado
de los hindúes. Luego se le ocurrió una idea: comenzó a comparar la Gita con la Biblia.
En cierta ocasión, leyó la oración que Jesús les enseñó a sus discípulos y pensó: Hasta el
momento, todas mis oraciones han sido egoístas. No he hecho otra cosa que pedir y pedir cosas
para mí mismo o para mi familia. Me doy cuenta ahora de que los cristianos piden por los demás,
abarcan el mundo entero.
DONESHOR DESCUBRE A DIOS
A medida que Doneshor seguía leyendo, iba descubriendo el retrato de un Dios que se
acerca a la gente y la invita a aceptar su hermoso regalo de salvación. Doneshor sentía un
ferviente deseo de conocer la verdad. Decidió marcar con un lápiz rojo todo lo bueno que
encontrara en la Biblia y en la Gita y que fuera de ayuda para él. Pronto descubrió que
marcaba casi todo lo que había en la Biblia. Doneshor decidió que algún día sería cristiano,
aunque no sabía cuándo ni cómo. No conocía a un cristiano con quien pudiera hablar sobre
las dudas que tenía en el corazón.
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO6
“SOY CRISTIANO”
Doneshor comenzó la universidad y le
que daba poco tiempo para leer, pero nunca
dejó de lado su deseo de conocer a Dios. Un
día cuando regresaba a casa después de clases,
se encontró con un viejo amigo en el
mercado.
–Me hice cristiano –le contó su amigo.
Doneshor se sintió emocionado.
–¡Ven! ¡Ven! –dijo Doneshor, llevando a
su amigo a un lugar donde pudieran
conversar.
Doneshor le dijo a su amigo que había en-
contrado una Biblia en el río. Luego agregó:
–Dime, ¿cómo puedo llegar a ser un
cris­tia­no?
A su amigo se le iluminó el rostro y abra-
zó a Doneshor. Luego, le dijo que en una
ciudad que quedaba a unos 45 kilómetros de
allí había una casa de oración donde Dones-
hor podría aprender a ser cristiano. Su amigo
le dio las indicaciones para encontrar la
iglesia.
El sábado, temprano en la mañana, Do-
neshor abordó el autobús que iba hacia el
pueblo donde estaba la iglesia. Encontró la
casa que hacía las veces de templo, que su
amigo le había descrito, y entró. Todos te-
nían los ojos cerrados. Doneshor no se dio
cuenta de que estaban orando. Los observó
detenidamente. Parecen personas normales,
pensó. Cuando abrieron los ojos, se sorpren-
dieron de ver a Doneshor cerca de la puerta.
Le dieron la bienvenida y lo invitaron a unir-
se al grupo.
Doneshor asistía a la iglesia tantas veces
como podía, pero no lograba hacerlo todas
las semanas porque el pasaje del autobús era
costoso y no siempre tenía el dinero para el
viaje. Pero sentía mucha felicidad por lo que
estaba aprendiendo y comenzó a compartir
con sus amigos lo que aprendía en la casa de
oración. Algunos de sus amigos quisieron
asistir a la iglesia también, así que el pequeño
grupo estuvo dispuesto a turnarse para reali-
zar el viaje y compartir el costo del boleto.
Luego, los que habían asistido podían ense-
ñar a los demás lo que habían aprendido.
LAS PRIMICIAS PARA CRISTO
Durante todo un año, Doneshor y sus
amigos asistieron a la iglesia de esta manera.
Luego, Doneshor le dijo al pastor que quería
ser bautizado y declarar públicamente su de-
seo de seguir a Jesús. El pastor gustosamente
hizo los arreglos para el bautismo, pero se
tuvo que disculpar porque la pequeña iglesia
no tenía bautisterio.
–Tendremos que bautizarte en el Río
Chengi –se disculpó el pastor.
–¡Maravilloso! –replicó Doneshor con
verdadera emoción–. ¡El mismo río que me
trajo la Biblia, sellará mi pacto con Dios!
Doneshor y otras 24 personas fueron
bautizados en el río donde él inició su bús-
queda de Dios. Entre los otros 24 estaban
siete amigos a los que Doneshor había invita-
do a conocer a Cristo. Son los primeros cris-
tianos en el pueblo Tripura.
Doneshor sabe que apenas está empezan-
do a conocer de la Biblia, y quiere conocer
mucho más. El pastor notó su entusiasmo y
le habló acerca del Seminario Adventista y
Colegio de Bangladesh. Doneshor se inscri-
bió y ahora estudia Religión.
Los siete amigos que se bautizaron con
Doneshor siguen firmes en el Señor. Durante
sus vacaciones de verano Doneshor planea
regresar a su aldea y, junto con sus amigos,
enseñar a su pueblo todo lo que han aprendi-
do. Planean construir una casa iglesia sencilla
de bambú, la primera capilla cristiana en
toda la zona.
–Quiero que Dios me use para alcan-
zar a mi propio pueblo con las buenas nue-
vas acerca de Jesús –dice Doneshor.
Doneshor Tripura estudia en el Semi-
nario Adventista y Colegio de Bangladés.
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Bangladés 	 11 de julio
“Aquí estoy”
[Pídale a un hombre joven que presente este relato en pri-
mera persona.]
Dios me encontró en un ambiente cargado de idolatría
y me condujo con seguridad a su redil. Agradecido por pro-
tegerme de los que me perseguían, dediqué mi vida a servir
a Dios y me apropié de la oración de Isaías: “Heme aquí,
envíame a mí” (Isa. 6:8).
Dios tomó en serio mi oración y me llevó a estudiar en el Seminario y Colegio Adventista
de Bangladés, que se ha convertido en mi primer campo misionero. Muchos de los que estudian
aquí no son adventistas, así que comencé a visitar a mis compañeros de estudios los viernes por
la noche y a conversar con ellos acerca de Dios. Hasta la fecha, más de 150 estudiantes han en-
tregado sus corazones a Jesús.
EL PROYECTO KALAMPUR
Un viernes me subí al autobús para ir al pueblo, y vi a un anciano de mi tribu sentado en el
autobús. Me senté junto a él y empezamos a conversar. Me enteré de que vive en una aldea cerca
de la escuela. Le pregunté por qué vivía tan lejos de nuestra región tribal.
Me contó que hace muchos años, durante una época de persecución, un grupo de aldeanos
huyó de las montañas donde vivía y se estableció en el centro de Bangladés. Ahora, unas doscien-
tas familias viven en su aldea. Cuando vivían en lo que una vez fue su tierra, tenían todo lo que
necesitaban, pero ahora luchaban para alimentar a sus familias con lo que ganan como jornale-
ros. No tienen electricidad, agua potable, ni escuelas. Nadie en la aldea sabe leer ni escribir.
Cuando escuché a este hombre describir su aldea, mi corazón se llenó de tristeza al enterar-
me de las pobres condiciones en las que vive la gente. ¡Luego me emocioné al pensar que yo
podría ayudarlos! Le pedí permiso al señor para llegar a su aldea y poder ayudarlos. Me invitó y
me dio las indicaciones para llegar.
El lunes compartí esta experiencia en mi clase de Religión y encontré a otras tres personas
dispuestas a acompañarme a la aldea. El director del departamento de Religión prometió ayu-
darnos también.
Esa tarde, me dispuse a encontrar la aldea. Al llegar, hallé al señor con quien me había sen-
tado en el autobús. Conversamos unos momentos y le conté acerca de mí mismo y de mis estu-
dios. Mientras me mostraba la aldea, los niños nos seguían. Les dio mucho gusto cuando los
saludé en su propio idioma. Me despedí de mis nuevos amigos y regresé a la escuela.
Visité la aldea todos los días de esa semana, y conocí cada vez a más personas. Anhelaba
hablarles del amor de Dios, porque sabía que todavía adoraban a sus ídolos. Les conté que era
cristiano y que asistía a un colegio cristiano. Luego, pregunté si podría traer a unos amigos
conmigo en mi siguiente visita. Les dieron una amable bienvenida a mis amigos.
El sábado por la tarde, me acompañaron unos doce estudiantes y un maestro. Visitamos
cada casa y entonamos cánticos en un patio muy grande. No eran cánticos sobre Jesús, sino so-
bre Dios. Los aldeanos nos invitaron a regresar para que les habláramos más de Dios. Así comen-
zó la obra de Dios en esta aldea.
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO8
PROGRAMA DE EVANGELISMO
Seguimos visitando la aldea los sábados.
Lentamente, les compartimos nuestra fe, co-
menzando con la creación, la naturaleza y las
ideas generales. Hablábamos solo de Dios, no
de Jesús, porque ellos no conocían a Jesús.
Animados por su aceptación e inspirados por
sus necesidades, les dije a los padres que nota-
ba que los hijos no asistían a la escuela. Les
ofrecí iniciar una escuela y enseñarles a los ni-
ños, si los padres estaban dispuestos. Prometie-
ron enviar a los niños a la escuela cuando esta
comenzara a funcionar.
Mis clases de universidad son por la tarde,
así que yo enseñaba a los niños por la mañana.
Nuestra primera aula fue bajo un árbol, con
solo un grupo de diez a doce estudiantes. Co-
menzamos con palabras y números sencillos.
Entonamos cánticos y les relaté historias de la
Biblia, sabiendo que les contarían a sus padres
lo que apren­díamos.
En tres semanas, el número de estudiantes
había aumentado a 85. Necesitaba ayuda. El
colegio encontró a otros dos estudiantes que
me ayudarían a enseñar, y la escuela nos prove-
yó de bicicletas para que no tuviéramos que
pagar el autobús y el rickshaw todos los días.
La escuela ahora tenía tres maestros, pero la
matrícula brincó a 120 alumnos. Los niños
aprenden a leer la Biblia, contar historias bíbli-
cas y cantar acerca de Dios. Una familia de la
aldea se ha ofrecido para alimentarnos todos
los días.
Algunos estudiantes del colegio consiguie-
ron esteras para cubrir el suelo, una silla y una
mesa para nuestra escuela. En la época de la
lluvia necesitábamos un lugar seco donde reu-
nirnos, así que los aldeanos nos permitieron
usar el desván de sus casas como salón de cla-
ses. Los miembros del colegio y la iglesia reú-
nen fondos para construir una escuela sencilla
en la aldea.
Los sábados por la tarde visitamos la aldea
y hablamos de Dios. Les enseñamos a los pa-
dres un régimen de vida más saludable, que
incluye la alimentación y la relación con Dios.
Están contentos de aprender una mejor mane-
ra de vivir, y muchos han dejado los alimentos
inmundos y el alcohol.
Celebramos cultos en la aldea los sába-
dos por la tarde. Algunos han pedido ser
miembros de la iglesia, pero debemos espe-
rar hasta que comprendan cabalmente lo
que verdaderamente significa seguir a Jesús.
ATACADO POR EL ENEMIGO
El progreso realizado no ha sido fácil ni li-
bre de problemas. Un día cuando un grupo de
estudiantes y yo caminábamos hacia la aldea,
nos encontramos con algunos señores de allí.
Me hicieron señas de que me acercara a ellos y
lo hice. Por las preguntas que me hacían, com-
prendí que no estaban muy a gusto con la la-
bor que estábamos haciendo en aquel lugar.
Me tomaron del cuello y me empujaron hacia
la selva. Sabía que planeaban matarme. No te-
nía miedo, pero oré: “Señor, si muero, dame
un refugio en el cielo”.
Los estudiantes vieron lo que acontecía y
corrieron a salvarme. Luego, seguimos nuestro
camino a la aldea. Al día siguiente, fui solo a
enseñar en la escuela. En el camino me encon-
tré con el líder del grupo que había tratado de
meterme a la selva. Para mi sorpresa, en lugar
de intentar hacerme daño, me pidió perdón
por su conducta del día anterior. Caminamos
juntos hasta la aldea, y ahora somos buenos
amigos.
Sunil Bikash Tripura estudia religión en el
Seminario Adventista y Colegio de Bangladés.
9MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
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Bangladés 	 18 de julio
Brazos fuertes de Dios
[Pídale a una adolescente que presente este relato en prime-
ra persona.]
Me llamo Suma. Vivo en las tierras altas del sur de Ban-
gladés, donde mis padres cultivan arroz, verduras y
al­godón.
Cuando tenía solo seis años, un pastor adventista visitó
nuestra aldea y le habló a la gente acerca de Jesús. Mis pa-
dres fueron los primeros de la aldea en seguir a Jesús. Pero yo no quería hacerme cristiana. Mi
padre me dijo cuánto me amaba Jesús y sé que ellos oraban por mí, pero me aferré tercamente
a mis ídolos.
Ocho años después, acepté a Jesús como mi Salvador personal. Les cuento lo que sucedió.
EL INTERNADO
Muchos de mis amigos asistían al internado adventista, que está a dos horas de distancia de
mi hogar. Hablaban tanto de la escuela que decidí estudiar allí también. Mis padres se alegraron
mucho porque había decidido inscribirme en la escuela.
La escuela tenía una semana de oración en la que hacían cultos dos veces al día. Asistí a todas
las reuniones y me sentí atraída por Jesús y el amor que él nos ofrece. Cuando el pastor preguntó
a quién le gustaría seguir a Jesús, levanté la mano. Se me estaba ablandando el corazón a Dios.
La escuela adventista tiene solo ocho grados, pero los estudiantes pueden vivir en los dormi-
torios y asistir a los grados nueve y diez en una escuela pública cercana. Todos vamos juntos a la
escuela pública y luego regresamos a comer en la cafetería. Un día se me olvidó dejar mi plato
en la cafetería y cuando fui a comer, no había comida para mí. Me sentí mal de que se hubieran
olvidado de mí, aunque fuera mi culpa.
En otra ocasión, no me sentía bien y quise permanecer en mi cuarto. La preceptora dijo que
no podía quedarme en el dormitorio y me dispuse a alegar con ella; amenacé con dejar la escue-
la. Ella me rogó que me quedara, y así fue. Pero la semilla fue sembrada en mi corazón y comen-
zó a crecer.
EN CAMINO A CASA
El diablo comenzó a hablarme, instándome a regresar a casa. Aunque la escuela estaba a más
de dos horas de distancia, aún podía vivir en casa y asistir a clases. Así, no tendría que trabajar
tres horas al día ni soportar tantos cultos. A la mañana siguiente, cuando mis compañeros fue-
ron a clases, tomé el autobús a casa. Mis padres se sorprendieron al verme en casa esa tarde.
Querían que regresara a la escuela, pero insistí en permanecer en casa, así que accedieron.
Empecé a viajar todos los días de la casa a la escuela y de regreso a casa. Pero pronto me cansé
de viajar casi cinco horas al día entre la casa y la escuela. Y cuando llegaba, mis padres esperaban
que les ayudara con el trabajo de la casa.
Después de un mes, estaba cansada de tanto viajar. Decidí regresar a la escuela y vivir en el
dormitorio, aun si eso significaba pedirle perdón a la preceptora y nuevamente trabajar tres
horas al día. A la mañana siguiente, les dije a mis padres que no vendría a casa esa noche; regre-
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO10
saría al dormitorio. Y luego subí al autobús
que me llevaría a la escuela.
VIAJE MORTAL
Me senté en la primera fila del autobús,
cerca del operador. Después de haber viajado
media hora, noté que el operador tenía proble-
mas para controlar el autobús. Bajábamos una
colina larga y empinada, y él bombeaba los fre-
nos desesperado. El chofer gritó, y comprendí
que le habían fallado los frenos. El autobús se
movía de lado a lado y luego se volteó por com-
pleto, quedando con los neumáticos en el aire.
Seguramente, estuve inconsciente por unos
momentos, porque no recuerdo el choque.
Cuando me recuperé, me arrastré fuera del au-
tobús por el parabrisas y me puse en pie. Vi a
más personas tiradas en el campo. Sabía que
algunos de ellos estaban muertos. Me toqué la
cabeza y los brazos y caminé un poco para ve-
rificar que yo estaba bien.
EN LOS BRAZOS DE UN ÁNGEL
Algunas personas acudieron a ayudarnos.
Aturdida, miraba el caos que me rodeaba.
Tantas personas heridas; muertas. ¿Cómo pude
sobrevivir a este terrible accidente sin un rasgu-
ño?, me preguntaba. Luego recordé que cuan-
do el autobús comenzó a dar tumbos, alguien
me abrazó. Brazos fuertes me rodearon para
evitar que fuera arrojada del autobús. Recuer-
do que los brazos tenían vestiduras blancas.
Aquellos brazos eran demasiado fuertes para
ser humanos, pensé. Lentamente, comprendí
que los brazos fuertes que me habían sosteni-
do eran los de un ángel. Dios me salvó en este
día, pensé. Al darme cuenta de que Dios me
acababa de salvar la vida, me rodaron las lágri-
mas por las mejillas.
–¿Estás bien? ¿Dónde te duele? –me pre-
guntaban las personas.
Les dije que estaba bien.
–Pero ¿cómo puede ser? –interrogaban
otros–. Es imposible que alguien sobreviva eso
sin un rasguño.
Otro autobús vino y se llevó a los heridos
y muertos de regreso al lugar donde habían
abordado el autobús. Pero no soportaba la
idea de volver a subir al autobús. Así que cami-
né los diez kilómetros de regreso a casa. Al
llegar a la estación, encontré a mis padres llo-
rando. Habían oído hablar del accidente y
fueron rápidamente al lugar donde tenían a las
víctimas, pero por más que me buscaron, no
me hallaron. Buscaron en el hospital y no me
hallaron. Cuando nos vimos, me abrazaron y
me dijeron:
–¡Pensamos que habías muerto! ¿Cómo
sobreviviste?
Les conté cómo unos brazos fuertes me
habían rodeado y protegido de todo daño. Mi
papá susurró:
–Los ángeles del Señor te protegieron hoy;
Dios te ha salvado. ¡Cuánto te ama Jesús!
Asentí con la cabeza, totalmente conscien-
te de que Dios me había salvado de una muer-
te segura. Al día siguiente caminé a la terminal
de autobuses y realicé el viaje nuevamente a la
escuela. Esta vez permanecería en la escuela,
trabajaría donde se me pidiera y completaría
mi educación. Al llegar a la escuela, ese mismo
día hablé con el pastor y le pedí que me prepa-
rara para el bautismo.
Suma Khyang tiene 16 años y espera los
resultados de sus exámenes de estudios secun-
darios. Le gustaría llegar a ser maestra de
Inglés.
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Bangladés 	 25 de julio
La novia fiel
Shanti creció en un hogar cristiano en Bangladés. Perdió
a su padre a una tierna edad. Su mamá luchaba para sostener
a la familia. Cuando Shanti tenía trece años, su mamá la dio
en matrimonio a un señor hindú.
HIJA TESTARUDA
De acuerdo con las costumbres, cuando Shanti fue a vi-
vir con la familia de su esposo, se esperaba que ella abrazara su religión. Pero Shanti se negó a
hacerlo. La familia de su esposo la trataba mal, y todos procuraban separar a Shanti de su fe
cristiana. Pero Shanti se aferró a su Dios.
Se esperaba que Shanti sirviera a su suegra quien la trataba como esclava, gritándole y cul-
pándola de todo.
Siendo que Shanti se negó a renunciar a su fe en Dios, se la consideraba inmunda y no se le
permitía trabajar con los alimentos ni utensilios en la cocina. Pero su suegra se aseguraba de que
la chica tuviera muchas otras tareas para hacer.
El esposo de Shanti, Bhudroy, era mucho mayor que ella, pero no podía hacer nada para
ayudar a su joven esposa, porque no se atrevía a desafiar las órdenes de su madre. Trataba a
Shanti con amabilidad, pero no podía hacer nada para defenderla de la ira de su madre.
No había escapatoria para la joven esposa, porque se esperaba que la pareja permaneciera en
el hogar hasta después de que naciera su primer bebé. Tres años después de casarse, nació su
primera hija, Reena.
Shanti trataba de compartir su fe con su esposo en cada oportunidad que tenía y él, con el
tiempo, comenzó a creer que la religión de Shanti era la verdadera. Había un pastor adventista
en la misma aldea donde vivía Shanti. Él visitaba a la familia y les explicó las creencias de la
iglesia, con la esperanza de hacerle la vida más fácil a Shanti. La suegra de Shanti se negaba a
escuchar al pastor, pero su suegro escuchaba atentamente. El pastor siguió visitando a la familia,
compartiendo su fe y las promesas de la Biblia con todos los miembros de la familia que estuvie-
ran dispuestos a escuchar.
UNA SORPRESA PARA SHANTI
Al trabajar en la aldea, el pastor encontró a varias personas interesadas en aprender de la
Biblia. El pastor organizó un ciclo de conferencias. Sin que Shanti lo supiera, Bhudroy le pidió
al pastor que estudiara la Biblia con él. Luego se bautizó en secreto. Shanti no se enteró del in-
terés de su esposo hasta después de su bautismo, pero estaba muy contenta.
Sin embargo, la suegra de Shanti se molestó mucho al saber que su hijo había abandonado
a sus dioses para adorar al Dios de su esposa. Gruñía para sus adentros cuando veía que Shanti
y Bhudroy salían juntos hacia la iglesia los sábados. A menudo, trataba de impedir que fueran a
la iglesia. Solía esconder algún artículo del hogar y exigía que la pareja lo encontrara antes de ir
a la iglesia. Estas búsquedas a menudo hacían que la pareja llegara tarde a la iglesia.
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO12
MÁS PRUEBAS Y BENDICIONES
Un año después de que Bhudroy se hiciera
adventista, su hermano mayor falleció. Luego,
Shanti enfermó gravemente de malaria. No re-
accionaba a los medicamentos y se ponía cada
vez más enferma. Con malaria, la fiebre va y
viene. Cuando la fiebre la dejaba, su suegra la
acusaba de fingir estar enferma. Shanti le supli-
caba a Dios: “¿Por qué permites que sufra tanto
en manos de esta familia?” Hasta su esposo se
estaba desanimando, culpando a Dios por to-
dos sus problemas. Por un tiempo, perdió su fe
frente al acoso incesante de su madre.
La mamá de Shanti, por boca de otros al-
deanos, se enteró de la grave enfermedad de su
hija. Se dispuso a buscarla. La suegra de Shanti
recibió a su mamá con una exigencia:
–Llévatela a casa. A nosotros no nos sirve
de nada.
La mamá de Shanti se llevó a su hija, pero
la pequeña Reena permaneció con el esposo de
Shanti y su suegra.
La mamá de Shanti la llevó al hospital
donde los médicos le dieron el tratamiento
adecuado. Mientras tanto, la suegra de Shanti,
segura de que ella moriría, se dispuso a buscar-
le otra esposa a Bhudroy. Pero Bhudroy le dijo
que no estaba interesado en casarse con otra
persona.
Con el tiempo, Shanti se recuperó de su
enfermedad, pero en vez de regresar a casa de
su suegra, permaneció con su madre.
Entretanto, la cuñada de Bhudroy, que ha-
bía enviudado, exigía que la familia le diera
parte de sus tierras para sus tres hijos. Aunque
exigía lo que realmente le correspondía, su exi-
gencia ponía en aprietos a sus suegros, porque
no podrían sobrevivir sin las tierras. La nuera
avara quería todo lo que pudiera lograr para sí
misma y sus hijos. Poco a poco, la suegra de
Shanti reconoció que Shanti había sido una
nuera fiel, mientras que la otra había sido
egoísta y exigente. Entonces, le pidió a Bhu-
droy que fuera a buscar a Shanti y la trajera
nuevamente a su casa.
VEN A CASA
Bhudroy fue a visitar a Shanti. Le contó
acerca del cambio de actitud de su madre y la
invitó a regresar a casa. Shanti añoraba volver
a ver a su pequeña hija. Armó su valija y regre-
só con su esposo.
Se alegró mucho al ver que su suegra había
cambiado tanto. La mujer le dio la bienvenida
a su hogar y la trataba con respeto y bondad.
Shanti se dispuso a vivir al máximo su cristia-
nismo esperando que, por medio de su ejem-
plo, su suegra, quien la había tratado tan mal,
entregara su vida a Jesús. Varios años después,
la suegra de Shanti entregó su vida a Cristo
antes de morir.
Bhudroy también renovó su compromiso
con Cristo y ahora la familia vive junta y en
paz como buenos cristianos. La joven y fiel es-
posa sobrevivió a diversas pruebas y dificulta-
des y condujo a su esposo y suegros a los pies
de Jesús.
Con el tiempo, Shanti tuvo otros dos hijos
quienes crecen en el amor de Jesucristo y hon-
ran a su Salvador.
La pequeña congregación adventista en el
pueblo de Shanti adora en una capilla de bam-
bú con piso de barro. Les gustaría construir
una casa de oración más digna de su Dios;
pero la comunidad de campesinos no puede
comprar los materiales. Las ofrendas para las
misiones ayudan al avance del evangelio en
Bangladesh y alrededor del mundo.
Reena Murmu es la hija mayor de Shanti
y Bhudroy. Está en su último año de educa-
ción media en una escuela adventista con in-
ternado, en Bangladesh. Le gustaría llegar a
ser médico.
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Camboya 	 1º de agosto
De la desesperación a la
esperanza
Hace tres años, Cheng vivía en un campamento para per-
sonas desplazadas que parecía una pocilga, en Phnom Penh,
Camboya. Cheng les pintaba las uñas a las mujeres para ganar
un poco de dinero. Su temperamento intimidaba a las perso-
nas que la irritaban. Aun su esposo chino evitaba su ira.
Un día, Cheng caminaba frente a una casa y escuchó que alguien le hablaba a un grupo de
personas. Curiosa, se quedó viendo por una ventana. ¿Acaso es esto una iglesia? Quería estudiar
Inglés y había oído que las iglesias a menudo enseñaban Inglés. Esperó afuera hasta que termi-
nara el programa. Salió un señor que se presentó como el pastor Hang.
–¿En qué le puedo ayudar? –preguntó con amabilidad.
–Quiero aprender Inglés –dijo Cheng.
El pastor Hang le informó que la clase de Inglés se reunía en la casa-iglesia los miércoles por
la tarde y la invitó a asistir.
El miércoles por la tarde, Cheng regresó a la casa-iglesia para la clase de Inglés. El maestro
inició la clase con una oración y, al concluir la clase, invitó a Cheng a la iglesia el sábado. Llegó
al culto el sábado, pero no sabía nada acerca de Dios o Jesús, y salió de allí sin haber compren-
dido el sermón. Pero había algo en su corazón que se alegraba por haber asistido y quedó con
ganas de regresar. Además, siguió estudiando Inglés cada miércoles. Dos semanas después, el
pastor Hang invitó a Cheng a una clase bíblica para el viernes por la tarde. Verdaderamente
disfrutó apren­diendo más acerca del Dios de los cristianos, así que invitó al pastor Hang a su
hogar para que le enseñara más.
PROBLEMAS FAMILIARES
Cheng le contó al pastor que estaba teniendo problemas familiares. Le explicó que ella y su
esposo no estaban legalmente casados, y su suegra procuraba separarlos para que él se casara con
una chica china.
Luego, su esposo se negó a darle dinero de sus ingresos para los alimentos y otras necesida-
des. Ella debía ganar su propio dinero para sus alimentos. El pastor escuchó con simpatía la triste
historia de Cheng, y le ofreció una posible solución. Notó que Cheng era una vendedora nata y
no temía hablar con desconocidos. La in­vitó a colportar, y ganar un poco de dinero. Cheng
accedió a probar. El pastor si­guió estudiando la Biblia con ella para conducirla a los pies de Jesús.
Le enseñó a orar y a confiar en Dios para que supla todas sus necesidades, y también le enseñó
a vender los libros. Cheng siguió sus indicaciones, pero no pudo vender ningún libro. Los me-
jores lugares para vender libros son los restaurantes temprano por la mañana y durante la cena.
Pero era la época de lluvia y no podía llegar a estos lugares con facilidad.
Cuandodejódellover,Chengoró:“Dios,siereselDiosverdadero,siquieresquetesiga,porfavor
muéstrame tu poder permitiendo que venda algunos libros esta noche”. Luego se dispuso a vender
tres o cuatro libros a $1 cada uno. Esa noche vendió cinco libros a $5 cada uno. Se convenció de que
Dios es el Dios verdadero y continuó vendiendo libros, y ese primer mes fue la colportora campeona
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO14
en ventas en Phnom Penh. Al fin podía sostener-
se a sí misma y llevarle alimentos a sus hijos
cuando su suegra le permitía visitarlos.
ESPOSO CELOSO
Pero un mes después, su esposo le dijo que
dejara de vender libros.
–Tu trabajo me deshonra –le comentó.
En otra ocasión le dijo:
–¿Quién era ese joven que estaba contigo?
¿Es tu novio?
Cheng le dijo que era su jefe de trabajo,
no su novio. Su esposo ya no dijo nada, pero
Cheng sabía que no estaba contento con el
hecho de que ella trabajara.
Un día, el esposo fue a visitar al pastor
Hang.
–¿Qué está haciendo mi esposa en este
momento? –preguntó–. ¿Y quién es ese joven
con el que la he visto?
El pastor le dijo al esposo de Cheng que
ella estaba estudiando la Biblia y se preparaba
para ser cristiana. Y le confirmó lo que Cheng
ya le había dicho, que el joven era su jefe.
El esposo de Cheng regresó a casa y le dijo
que dejara de creer en Jesús y de vender libros.
–No puedo hacer eso –replicó Cheng–.
Creo en Jesús; he visto su poder en acción. Y
vendo libros para alimentarme, porque tú te
niegas a darme dinero.
Su esposo discutió con ella, y ella le recor-
dó que su madre se había llevado a sus hijos y
lo quería a él también.
–¿Qué más me queda? –preguntó con lá-
grimas en los ojos.
–Si te niegas a dejar estas tonterías, te voy
a dejar –dijo el hombre.
Pero Cheng se negó a abandonar su nueva
fe. Cuando se bautizó unos meses después, su
esposo la abandonó y se fue a vivir con su ma-
dre y sus hijos.
En los últimos dos años, ha sido instrumen-
to en las manos de Dios para llevar a siete perso-
nas a aceptar a Jesús como su Salvador y Señor.
EL PENDIENTE PERDIDO
Una mujer a la que Cheng solía pintarle
las uñas le preguntó por qué se había hecho
cristiana. Cheng sonrió y le dijo a la mujer que
Dios es un Dios de amor y muy poderoso. Un
Dios que puede contestar oraciones. Entre
tanto que las dos mujeres conversaban afuera
de la casa de esta dama, ella se percató de que
le faltaba uno de sus pendientes preciosos.
–¡Tenemos que encontrarlo! –dijo la mu-
jer buscando en la tierra la joya extraviada–.
Lo heredé de mi madre. ¡Debo hallarlo!
Las dos mujeres buscaron frenéticamente
la joya perdida. Cheng sabía que si no la en-
contraba, la mujer podría acusarla a ella y a la
iglesia. Cheng dejó de buscar y se arrodilló en
la tierra frente a la casa de la mujer y oró: “Por
favor, Dios, ayúdanos a encontrar el pendien-
te de esta mujer para que ella sepa que tú eres
un Dios poderoso”.
Cuando Cheng se levantó, miró hacia
abajo y vio el pendiente de oro en el polvo. La
mujer quedó tan impresionada de que el Dios
de Cheng la ayudara a encontrar su pendiente
que le pidió a Cheng que la llevara a su iglesia
el sábado.
Cheng se sintió deshecha cuando su espo-
so le dijo que ya no la quería como esposa.
Pero Cheng depositó su confianza en Dios y
recientemente conoció a un pionero de Mi-
sión Global, y ahora están haciendo planes de
casarse. “Verdaderamente, Dios ha suplido
todas mis necesidades”, dice con una sonrisa.
Chenghorn Thean es campeona en el col-
portaje y ganancia de almas en Phnom Penh,
Camboya.
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Camboya	 8 de agosto
El obstinado hombre de
negocios
Bophal Thor era un hombre de negocios próspero y adi-
nerado de Camboya. Compraba madera en los bosques de
Laos y la transportaba por el río a Phnom Penh, Camboya.
Ganaba mucho dinero en este negocio y estaba orgulloso de
hacerlo.
Bophal se casó con Dany, y la pareja se acostumbró a un
estilo de vida cómodo.
PROBLEMAS EN EL HOGAR
Luego, la esposa de Bophal se interesó en el cristianismo. Después de un tiempo, se hizo
adventista e invitó a Bophal a asistir a la iglesia con ella los sábados. Pero cada semana Bophal
rechazaba la invitación de su esposa.
Bophal trató de convencer a su esposa a que se olvidara del cristianismo, que dejara estas
tonterías de lado y que regresara a sus raíces religiosas. Cuando no logró persuadirla, intentó
otros métodos.
Un sábado por la mañana, detuvo a su esposa mientras se preparaba para ir a la iglesia.
–Invité a muchos amigos para comer y beber hoy –dijo Bophal–. Necesito que vayas al
mercado, compres los alimentos y nos cocines.
–Querido, tú sabes que voy a la iglesia –respondió Dany–. ¿Acaso no puedo cocinar para tus
amigos en otro día?
–No, los invité para hoy –replicó Bophal enojado–. Ahora ve a comprar los alimentos y re-
gresa rápidamente para que les prepares la comida.
Bophal pudo ver que Dany estaba molesta por sus exigencias, pero ella no dijo nada. Fue al
mercado, compró los alimentos y les cocinó una gran comida, como su esposo le había pedido.
Bophal sonrió, pensando que su estrategia había funcionado, evitando que su esposa fuera a la
iglesia. Pero mientras que los hombres comían, Dany salió de la casa y se fue a la iglesia. Cuando
Bophal se dio cuenta de que no estaba, se enojó mucho.
Cuando Dany regresó de la iglesia, Bophal tomó la Biblia de la mesa y la tiró a la basura.
Dany se dirigió, en silencio, a la basura y recuperó su Biblia.
EL ÉXITO SE VIENE ABAJO
La lucha por la fe de Dany duró nueve años. Cuando Bophal estaba en casa, trataba de
impedir que Dany fuera a la iglesia. Pero cuando estaba fuera por negocios, Dany asistía libre-
mente. En dos ocasiones Bophal hasta la acompañó a la iglesia en un esfuerzo por
complacerla.
Bophal trabajaba mucho para mejorar su negocio. Para asegurar un buen contrato, consul-
taba fielmente a los sacerdotes de su religión y a los videntes, quienes le informaban los mejores
días para hacer un viaje, comprar un cargamento de madera o vender una carga de madera. Pero
a pesar de sus mejores esfuerzos, su negocio comenzó a perder dinero. Parecía que mientras más
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO16
trabajaba, más plata perdía. Parecía que todo
lo malo le sucedió al mismo tiempo. En una
ocasión una barcaza que traía su madera se
hundió en el río. En otra ocasión los oficiales
de aduana lo atraparon en una mentira sobre
la cantidad de madera que transportaba y lo
multaron fuertemente. Les dio a los leñadores
un gran adelanto por su trabajo, y huyeron
con su dinero.
El negocio de Bophal estaba prácticamen-
te en bancarrota. Tuvo que vender todo lo que
tenía con excepción de su casa.
Dany nunca le renegó a su esposo acerca
de las pérdidas en su negocio. En lugar de eso,
razonaba con él diciéndole:
–Tal vez, Dios trata de llamar tu atención.
Los videntes no te pueden ayudar. Solo Dios
puede hacerlo.
Bophal no quería reconocer que tal vez
Dany tuviera razón.
–Querido, voy a orar por ti –le dijo
Dany–. Pero no voy a pedir que ganes mucho
dinero. No es necesario ser rico para ser feliz.
Bophal le agradeció, pero siguió rechazan-
do sus invitaciones para asistir a la iglesia. Él
quería hacer las cosas a su manera. Por un
tiempo, el negocio de Bophal parecía mejorar.
Pero nuevamente todo se le vino abajo.
Bophal no podía menos que pensar que tal vez
había algo de verdad en eso del Dios de Dany.
UN CORAZÓN CAMBIADO
Un día, el hermano de Dany, Kim Sok,
vino de visita. A Kim Sok y Bophal les gustaba
conversar, y ambos pasaron muchas horas ha-
blando acerca del amor de Dios y la salvación.
Kim Sok reforzó todo lo que Dany le había
estado diciendo a su esposo durante tantos
años.
Kim Sok le preguntó a Bophal si le gusta-
ría recibir estudios bíblicos y Bophal accedió.
Kim Sok y el pastor adventista co­menzaron a
estudiar la Biblia con Bophal y el hermano de
Kim Sok que vivía cerca. Los hombres estu-
diaron juntos varias veces a la semana durante
tres meses.
Bophal se convenció de que había estado
luchando no solo contra su esposa, sino tam-
bién contra el Dios del universo. Comenzó a
comprender que Dios no solo es un Creador
poderoso, sino un Padre amante. Bophal
aceptó a Jesucristo como su Salvador. Se
deshi­­zo de todos sus ídolos que tanto había
acariciado e invitó a Jesús a ocupar el primer
lugar en su hogar.
Bophal comenzó a asistir fielmente a la
iglesia con Dany cada semana, como ella tan-
to había anhelado y por lo que había orado
por tantos años. Siendo que la familia había
perdido su automóvil en los negocios de
Bophal, la familia caminaba a la pequeña igle-
sia a la que asistían. Durante la época de llu-
via, la familia caminaba con el agua hasta las
rodillas, pero nunca faltaban a la iglesia.
Bophal dedicaba horas al estudio de la Bi-
blia y a la oración. Después de varios meses
más, selló su pacto con Dios por medio del
bautismo.
Bophal no se hizo adventista para llegar a
ser rico. Después de su bautismo, dejó de tra-
bajar en el negocio de la madera, solicitó tra-
bajo como un pionero de Misión Global y
aceptó que Dios fuera su jefe.
Hoy, Dany trabaja para sostener a la fami-
lia mientras que Bophal gana un pequeño es-
tipendio mientras busca a personas para guiar-
las al Salvador. Él ha estudiado la Biblia con
25 personas, 15 de las cuales ya fueron bauti-
zadas. Además, ha sembrado un grupo pequeño
en una área de Phnom Penh.
Aunque su familia no tiene mucho dine-
ro, son más felices que nunca antes porque
han hallado la felicidad de adorar a Dios jun-
tos como familia.
Bophal Thor es pionero de Misión Global
en Phnom Penh, Camboya.
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Camboya 	 15 de agosto
Por fin, amada
[Pídale a una mujer que presente este informe en primera
persona.]
Mi vida no ha sido fácil. Crecí en una familia pobre de
Camboya. Todos teníamos que trabajar para que pudiéra-
mos comer. La pobreza convirtió a mi madre en una persona
amargada, y nuestros padres no nos mostraban su amor y
bondad. Mi madre descargaba mucha de su ira en mí, gri-
tándome y maldiciéndome sin importar cuánto trabajaba. A los diez años, tuve que dejar de
estudiar y cuidar de las vacas y los búfalos de los vecinos, para ganar unas monedas para mi
mamá. Al llegar a casa, tenía que cocinar y limpiar la casa. Nunca tenía tiempo para descansar.
Cuando cumplí los 19 años, mi madre escogió un marido para mí. Sentía alegría porque al
menos me alejaría de sus exigencias. Pero la vida no cambió como había deseado. Mi madre
constantemente nos exigía dinero. Tratamos de ayudarle, pero no apreciaba nuestros esfuerzos.
Por su culpa, nuestro matrimonio fue miserable. Cuando mi esposo se negó a seguir dándole
dinero, ella lo corrió. Él se divorció de mí para alejarse de mi madre.
No tenía donde ir, así que regresé a la casa de mi madre. No me dejaba dormir en su casa a
menos que le diera dinero, y no lo tenía. Así que dormía en la tierra debajo de su casa que estaba
construida sobre zancos. Cortaba y vendía leña para comprar alimentos y recogía espigas en los
campos de arroz para complementar mi escasa dieta.
MÁS PROBLEMAS
Luego, descubrí que estaba embarazada. Mi madre insistía en que me hiciera un aborto. Me
envió a la casa de mi hermana. Esperaba que ella comprendiera, pero me dijo que si no me
practicaba un aborto no podría quedarme con ella. Así que fui con un doctor que me dio una
inyección y, varios días después, entré en trabajo de parto. El bebé nació sin vida, pero tuve que
permanecer en el hospital para recuperarme.
Me sorprendió cuando mi madre me visitó en el hospital. Me alegró verla, pero cuando la vi
con las manos sobre su cabeza, me di cuenta de que mi propia ma­dre quería que me muriera.
En ese mo­men­to, deseé la muerte porque no tenía nada por lo cual vivir.
Cuando pude salir del hospital, me dijeron que debía $50 por los servicios. No tenía dinero
para pagar la cuenta. Me sorprendió cuando mi madre vendió un búfalo para pagar la cuenta.
Pero debería haber sabido que no era por su buen corazón. Me dijo que tendría que trabajar
mucho para pagarle.
Regresé a la casa de mi madre, pero esta vez me permitió dormir en la casa. Todavía no esta-
ba lo suficientemente bien para trabajar, así que la situación impacientó a mi madre y me ame-
nazó con venderme a un hombre chino.
No me atreví a quedar en casa de mi madre, así que huí a la capital, Phnom Penh. Encontré
trabajo vendiendo sobras de carne. Me daban $10 al mes, además de alimentos y un lugar donde
dormir. El trabajo era difícil, pero me esforzaba y le enviaba dinero a mamá para pagarle mi
deuda.
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO18
ALGUIEN QUE ME AMARA
Un hombre venía a comprar comida casi
todos los días. En cierta ocasión, vino y no me
encontró. Le preguntó a mi jefe dónde estaba,
y él le dijo que estaba enferma. El señor vino a
mi cuarto para verme y se dio cuenta de que
estaba ardiendo de fiebre y escalofríos. Me le-
vantó y me llevó al hospital. Él fue la primera
persona en mostrarme verdadera bondad,
pero estaba demasiado enferma para notarlo.
Cuando me sentí mejor, el señor me ani-
mó a dejar mi trabajo. Hasta encontró una
casa en la que podía vivir. Le conté acerca de
las dificultades de mi vida y dijo que quería
ayudarme. Me parecía que era un ángel y no
podía hacer menos que amarlo. Cuando me
dijo que quería vivir conmigo me sentí muy
feliz. Él pagaba el alquiler de la casa, así que no
tenía que trabajar por cada bocado de alimen-
to. Nunca me había sentido tan feliz. Estaba
lejos de las maldiciones de mi madre, viviendo
con un hombre a quien amaba y él me amaba
a mí.
Luego, supe que el hombre a quien amaba
tenía otra esposa. Me sentí traicionada. Me
dijo que me amaba y quería seguir viviendo
conmigo. Yo aún lo amaba y no me imaginaba
regresar a mi antigua vida, así que estuve de
acuerdo.
EL SEGURO AMOR DE DIOS
Un día, me enteré de que había otra Perso-
na que me amaba. Conocí a una dama que me
contó todo acerca de Dios. Me dijo que Dios
me amaba y quería que fuera su hija. Nunca
antes había oído hablar de Jesús, pero decidí
que, si él en verdad me amaba, entonces que-
ría conocer más acerca de él. No podía leer
bien, así que la mujer me leía la Biblia. Dios
llegó a ser una realidad en mi mente y acepté
a Jesús como mi Salvador. Sentí una felicidad
y paz en mi vida que nunca antes había
experimentado.
Me preguntaba lo que pensaría mi madre
acerca de mi decisión de ser cristiana. Estaba
segura de que se molestaría si lo llegaba a sa-
ber. Así que le pedí a mi nueva amiga que ora-
ra por mi madre. Luego, fui a visitarla.
Antes de llegar a la casa mi madre, salió y
me abrazó. En el pasado, me habría dado la
bienvenida solo si le hubiese traído dinero.
Sabía que las oraciones de mi amiga, segura-
mente, habían cambiado su corazón. Cuando
le dije a mi mamá que me había hecho cristia-
na, no se molestó. Saqué mi Biblia y se la leí.
Mi madre llamó a mis sobrinos para que escu-
charan. Ella se sorprendió al ver cuán bien
podía leer después de los dos escasos años de
educación, así que le dije que Dios me había
enseñado a leer. Cuando accedió a que orara
por ella, supe que Dios estaba obrando en su
corazón.
El día siguiente era un día festivo de los
budistas y esperaba que mi madre llevara ali-
mentos al templo como solía hacerlo. Pero se
quedó en casa para escucharme hablar acerca
de Dios. Le dijo a mi hermana:
–El Dios de Chenda es el Dios verdadero.
Los dioses que hemos adorado todos estos
años no son verdaderos.
Cuando regresé a Phnom Penh, mi madre
me pidió que regresara y trajera a un pastor
para que le contara más sobre el amor de Dios.
Cada día aprendo más acerca del Dios que
me ama. Le dije al hombre con el que vivo que
no puedo seguir viviendo con él. Pero soy feliz
porque ahora sé que no estoy sola. Conozco a
Uno que se ocupa de mí. Su nombre es Jesús.
Quiero bautizarme y quiero que mi familia
encuentre el mismo gozo que yo encontré en
la vida.
Chenda Keo vive en Phnom Penh, Cam­
boya.
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Sri Lanka	 22 de agosto
Sanando, buscando,
encontrando
Muthuvel vive en las tierras altas del sur de Sri Lanka.
Cuando terminó sus estudios secundarios, inició su propio
negocio, un negocio de té. Le iba bien en el trabajo hasta
que contrajo una enfermedad. Le salió un sarpullido blanco
en todo el cuerpo, luego se le empezó a caer el cabello. Des-
pués, se le cayeron las uñas. Le dolía todo el cuerpo y no podía trabajar. Su hermano se tuvo que
hacer cargo del negocio de té.
Muthuvel visitó a muchos médicos, pero ninguno le atinó a su mal. De todo lo que inten-
taban, nada lo sanaba. Le dijeron al joven que moriría. “Solo los dioses te pueden salvar”, dijeron
los médicos.
LOS DIOSES NO OYEN
Muthuvel elevaba sus peticiones a los dioses de su familia. Les hacía promesas:
–Si tan solo me sanan, voy a matar un buey para alimentar a los pobres. Les daré limosnas a
los pobres. Envolveré a las estatuas de los dioses en vestimentas.
Pero nada sucedió. Se sentía cada vez más débil. El sarpullido que cubría su cuerpo hacía que
se le pegara la ropa a la piel y no se la podía quitar sin tremendos dolores. Tenía que remojar la
ropa con agua para después, lentamente, pelar la ropa de su piel. La piel infectada se quedaba
adherida a la tela de sus vestimentas causándole llagas dolorosas. Comenzó a usar un simple
taparrabos.
Muthuvel sentía que era preferible la muerte al dolor con el cual vivía. Acarició la idea del
suicidio y hasta le pidió al médico que lo inyectara con veneno, pero el doctor se negó a hacerlo.
Muthuvel quedó desesperanzado.
UNA ORACIÓN Y LA ESPERANZA
Ese día un pastor cristiano visitó el hogar de Muthuvel. El pastor estaba visitando a todos los
hogares de la aldea, orando con las personas y contándoles acerca de Jesús. Muthuvel estaba
sentado al lado de la puerta de la casa de su familia cuando el pastor llegó. El pastor vio al hom-
bre enfermo y se ofreció a orar por él. Muthuvel trató de incorporarse mientras el pastor oraba,
pero no pudo enderezar completamente su cuerpo. El pastor oró al Dios del cielo para que lo
sanara y se revelara ante este joven que tanto necesitaba conocerlo.
Cuando el pastor dijo “amén”, Muthu­vel sintió un hormigueo en todo el cuerpo y una es-
pecie de liviandad, como si se le hubiera caído un tremendo peso de encima. Muthuvel logró
enderezarse más. Miró la parte de arriba de sus manos, que habían estado tupidas de llagas y
ahora se estaban secando. Su piel comenzó a limpiarse y lo cenizo blancuzco de la enfermedad
de la piel desapareció, dejando su piel de color café oscuro natural, como antes.
El pastor le regaló un Nuevo Testamento y lo invitó a leerlo.
–Este libro te enseñará acerca del Dios que te ha sanado –dijo el pastor.
Muthuvel aceptó el libro y le dio las gracias. El pastor le prometió que regresaría a conversar con él.
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO20
La familia de Muthuvel no había estado
en casa cuando lo visitó el pastor. Pero al re-
gresar, Muthuvel les contó acerca de la visita
del pastor y su oración. Les mostró las manos
que rápidamente estaban volviendo a la nor­
malidad.
–Debo seguir a este Dios –dijo Mu­­thu­vel.
La familia le dio su bendición para que se
hiciera cristiano siendo que había sido sanado
en el nombre de Jesús.
SEGUIRÉ
Muthuvel sabía que el Dios de los cristia-
nos lo había sanado, pero no sabía nada acerca
de él. Leyó el Nuevo Testamento y aprendió
acerca de Dios y su Hijo Jesús. A medida que
avanzaba en su lectura del Nuevo Testamento,
se sentía más atraído hacia Dios. Quería entre-
garle su vida, pero no sabía cómo orar. Así que
simplemente dijo:
“Me entrego a ti, Dios viviente. Tóma­me
y úsame para tu causa”.
El cuerpo de Muthuvel tardó siete meses
en recuperarse completamente. Le creció el
cabello más denso que antes y sus músculos,
debilitados por la falta de actividad, se fortale-
cieron nuevamente. Cuando las personas le
preguntaban qué había hecho para sanarse,
gustosamente les decía que Jesús lo había sa-
nado. Tres personas decidieron seguir a Dios
gracias a su testimonio.
Dos cristianos de una aldea cercana vi-
nieron a su aldea. Muthuvel les contó cómo
había sido sanado y ahora seguía a Jesús. Los
cristianos lo invitaron a estudiar la Biblia con
ellos y a trabajar para Jesús. Muthuvel le re-
galó su negocio de té a su hermano que se lo
había estado atendiendo y se preparó para
trabajar en favor de Dios. Estudió con los
cristianos durante tres meses y luego fue a
Colombo, la capital, para estudiar Teología
en el seminario durante un año.
Un día, las personas que lo habían guiado
a los pies de Jesús lo visitaron en la escuela.
Habían venido para informarles a los líderes
de su iglesia que estarían dejando su fe para
hacerse adventistas del séptimo día. Muthuvel
no comprendía las diferencias entre las distin-
tas religiones, pero dejó el seminario y se dis-
puso a pastorear una iglesia pequeña en un
poblado fuera de Colombo.
AL FIN EN CASA
Varios meses después, Muthuvel volvió a
su aldea natal. Mientras permaneció allí, asis-
tió a una serie de reuniones evangelizadoras
que se daban en el área y aprendió más acerca
de Dios y sus mandamientos. Estudió los tex-
tos bíblicos que el pastor daba cada noche y
antes de concluir la campaña, Muthuvel acep-
tó las nuevas verdades que había aprendido.
Renunció a la posición de pastor en su iglesia
y regresó a su aldea natal. Vive con sus padres
a la vez que comparte su fe con otros en su
aldea. Estudia la Biblia con cinco personas,
interesadas en el cristianismo. Los padres de
Muthuvel han visto a Dios en la vida de su
hijo y han cambiado sus dioses tradicionales
para seguir al Dios viviente.
El grupo pequeño de creyentes adventistas
alaban a Dios en sus hogares mientras trabajan
para construir una iglesia sencilla en su aldea.
Muthuvel se regocija porque Dios tuvo mise-
ricordia de él y lo levantó de las cenizas a una
vida nueva en Cristo.
Muthuvel Arumugam vive en Bandara­
wela, Sri Lanka, donde continúa compartiendo
su fe con los que están dispuestos a escuchar.
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Sri Lanka 	 29 de agosto
Dios y los elefantes
[Pídale a una mujer que presente este informe en primera
persona.]
Una mañana viajaba en autobús a Colombo, la capital
de Sri Lanka. Vi a Francisco, un viejo amigo de la familia,
sentado cerca de mí. No lo había visto en mucho tiempo y
lo saludé.
–¿Adónde vas? –pregunté.
–Voy a la iglesia –respondió Francisco.
–¿Iglesia? –pregunté sorprendida–. No sabía que te habías hecho cristiano.
–Sí –respondió Francisco–, asisto a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. ¿Has oído de
ella?
Le dije que nunca había oído de esa iglesia.
–Yo también me hice cristiana hace dos años –confesé–. Había estado paralítica y no po-
día hacer ni siquiera las cosas más sencillas por mí misma. Luego, unos cristianos oraron por
mí y Dios me sanó. He asistido a su iglesia desde ese momento en adelante. Pero algunas cosas
que hacen en sus cultos me hacen sentir incómoda.
–Podemos estudiar la Biblia contigo. Permítenos contarte un poco acerca de la Iglesia
Adventista y lo que ellos creen –di­jo Francisco.
No estaba interesada en visitar otra iglesia, pero accedí a que me visita­ran.
Unas semanas más tarde, Francisco vi­no y trajo a su pastor. Tuvimos una conver­sación
muy placentera y el pastor habló acer­ca de Dios y Jesús en un lenguaje tan sencillo y fácil de
comprender que me sentí muy cerca de él. Luego oró por mí y por mi familia. Su oración
parecía una her­mosa conversación con un amigo.
UN MENSAJE NUEVO BIENVENIDO
Francisco y el pastor me visitaban a menudo y compartían conmigo las verdades de Dios.
Como no sé leer muy bien, el pastor me condujo tranquilamente por estudios bíblicos sobre
varios temas que me interesaban. Disfrutaba de estos momentos de estudio de la Biblia; pero mi
esposo no quería tener nada que ver con Dios. Cuando veía que Francisco y el pastor se acerca-
ban, se iba de la casa.
Un día, mi esposo llegó a casa borracho mientras el pastor y Francisco todavía estaban allí.
Él se emborrachaba frecuentemente y esto hacía que nuestra vida fuera miserable. Al beber,
en ocasiones se ponía violento, rompía los muebles y nos asustaba a los niños y a mí.
Cuando el pastor vio la condición de mi esposo, oró por él. Sabía que mi esposo no recordaría
haber visto al pastor, pero estaba contenta de que el pastor estuviera dispuesto a orar por él.
A la mañana siguiente, mi esposo estaba sobrio. No recordaba casi nada de la ra­cha de bebi-
da del día anterior, pero re­cor­daba que el pastor había orado por él. De alguna manera misterio-
sa, esa oración había llegado a su corazón y dijo que estaba curado de la bebida. Yo quería creerle,
pero ya lo había visto prometer que dejaría de tomar y nunca duraba mucho tiempo. Sin em-
bargo, esa vez fue diferente, desde ese día en adelante mi esposo nunca volvió a tocar el alcohol.
Además, dejó de masticar la hoja de betel, una droga adictiva. ¡Se había sanado!
MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO22
Cuando el pastor y Francisco nos visitaron
otra vez, les conté lo que había sucedido con
mi esposo y nos regocijamos juntos. Cuando
completé mis estudios bíblicos, fui bautizada
y me hice adventista del séptimo día.
ELEFANTES Y COCOS
Mi esposo es campesino, y todos trabaja-
mos las tierras. El momento de la siembra y
de la cosecha son importantes para los cam-
pesinos, y siempre habíamos practicado cier-
tos rituales para apaciguar a los dioses y ase-
gurar que tendríamos una cosecha abundante
y buena. A la hora de la siembra, colgábamos
cocos en un árbol cerca de los campos para
pedirles a los dioses locales que protegieran
nuestros cultivos. Al momento de la cosecha,
colgábamos cocos entre las espigas de arroz
como un agradecimiento a los dioses.
Pero después de hacerme adventista me
enteré de que estas ofrendas honran a los dio-
ses falsos y abandoné estas tradiciones que
había practicado desde niña. Mis vecinos
pensaban que era peligroso no querer com-
placer a los dioses. Pensaban que había perdi-
do la cordura cuando me vieron arrodillada
pidiéndole al Dios del cielo que bendijera
nuestras cosechas antes de que los hombres
prepararan la tierra para la siembra. Me rega-
ñaron por no seguir las costumbres de mis
ancestros. Pero Dios honró mi fe manifestan-
do su poder ante mi familia y vecinos.
Nosotros, los campesinos, tenemos un
problema serio en Sri Lanka. Cuando la mies
está casi lista para cosechar, llegan los elefantes.
Son grandes y peligrosos, y pueden arruinar
una cosecha entera en una noche. Es un peli-
gro que todos tememos. Solíamos hacer ofren-
das especiales a los dioses locales para proteger
la cosecha de los elefantes. Pero ahora, en lugar
de ofrendar a estos dioses locales, le pedí a mi
Dios que está en los cielos que protegiera nues-
tro sembradío de arroz de los elefantes.
Temprano cada mañana, a medida que se
maduraba el arroz y se acercaba el tiempo de
la cosecha, mi esposo y yo íbamos rápida-
mente a revisar nuestro sembradío. Veíamos
huellas de elefantes a lo largo de nuestro
campo, pero ni una espiga de arroz se había
doblado ni quebrado. Todos los demás cam-
pesinos habían sufrido grandes pérdidas por
causa de los elefantes, pero Dios protegió
nuestro campo y no sufrió daño alguno.
EL PODER DE DIOS
Cuando los vecinos vieron cómo nues-
tros campos fueron protegidos de los elefan-
tes, se sorprendieron grandemente y nunca
más me llamaron la atención por orar a mi
Dios.
Aunque mi esposo no es cristiano, me
permite regresarle a Dios su diezmo del arroz
que cosechamos. Mi esposo sabe que sin mis
oraciones y la protección de Dios, los elefan-
tes habrían destruido la cosecha entera. Y
desde que comencé a darle a Dios la décima
parte de nuestra cosecha, hemos sido bende-
cidos con más arroz de lo que cosechábamos
antes.
Mi familia ha visto lo que Dios ha he­cho
por nosotros, y mis dos hijas y sus fa­mi­lias
me acompañan a la pequeña con­gre­gación
adventista de nuestra aldea para adorar a
Dios. Algunos vecinos han pedido conocer
más acerca del Dios del cielo que es más po-
deroso que los elefantes. Al­gu­nos de ellos
han comenzado a estudiar la Biblia con el
pastor. Ahora, diez personas de nuestra co-
munidad estudian la Biblia juntos y dos de
ellos fueron bau­tizados.
Parte de las ofrendas del decimotercer sá-
bado serán destinadas a ayudar a las congre-
gaciones locales como la mía a edificar casas
de adoración.
Kusumawathie Perera es esposa de un
campesino en el norte de Sri Lanka.
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Sri Lanka 	 5 de septiembre
Los sermones robados
[Pídale a un hombre que presente este relato en primera
persona.]
Quería convocar a una reunión con todos los dirigentes
religiosos de mi pueblo en Sri Lanka. Pensé que debíamos
orar y pasar tiempo juntos. Repasé la lista para estar seguro
de que no se me había olvidado ninguno. Sabía que algunos
de los pastores no estarían contentos con que hubiera invita-
do al pastor adventista, porque pensaban que el adventismo era una secta. Pero deseaba incluir
a cada ministro.
No conocía a todos los ministros y era una buena oportunidad de conversar con ellos. Tenía
un deseo especial de aprender acerca de la iglesia adventista. Cuando el pastor adventista me dijo
que adoraban a Dios el sábado en lugar del domingo, quedé intrigado. Pero mi interés fue por
una razón puramente egoísta. Decidí visitar la Iglesia Adventista cada sábado y escuchar los
sermones del pastor. Así podría usar su material para ayudarme a predicar mi sermón en domin-
go. Me ahorraría mucho trabajo.
El siguiente sábado visité la iglesia ad­ventista. Fui recibido con mucha amabilidad por el
pastor y la congregación. Escu­ché atentamente el sermón y tomé apun­tes con mucho cuidado.
Al día si­guien­te, prediqué el mismo sermón que había escuchado en la Iglesia Adventista, con
cambios menores. Esto hace que mi vida sea mucho más fácil, pensé. El siguiente sábado, nueva-
mente fui a la Iglesia Adventista y volví a tomar apuntes acerca del sermón. Usé esos apuntes
para predicarle a mi congregación el domingo. La siguiente semana, se repitió la acción. El sá-
bado por la noche, me fui a dormir feliz por mi brillante idea para ahorrarme trabajo.
EL HOMBRE MUERTO VIVE
Durante la noche, me desperté sintiendo un dolor agudo en el hombro. Me le­vanté de un
salto y prendí la luz. Me había mordido una víbora. Mi esposa y yo buscamos a la víbora frené-
ticamente en la habitación, pero no la hallamos. Mi esposa me llevó al hospital, pero no les
pudimos decir a los médicos qué clase de ofidio me había mordido, así que no me pu­dieron dar
el contraveneno indicado. Per­dí la conciencia y el médico pensó que había muerto.
Me llevaron al mortuorio y mi hermano compró un féretro. Mi familia y amistades comen-
zaron a llorar sobre mi cuerpo. Después de un tiempo, alguien me tocó. Tal vez sintieron calor
donde la piel debería haber estado fría, pero revisaron y encontraron que todavía tenía un pulso
débil. Emocionados, me llevaron rápidamente a la unidad de cuidados intensivos del hospital.
Permanecí allí durante dos semanas. Sentía mucho dolor, pero lentamente recuperé mi salud.
Muchos de mis compañeros pastores me vinieron a visitar. Algunos dijeron que Dios me
había castigado por haber visitado la Iglesia Adventista. El pastor adventista me visitó varias
veces y me trajo un libro llamado El conflicto de los siglos.
ATRAPAN AL LADRÓN DE SERMONES
Cuando estuve suficientemente recuperado para volver a predicar en mi iglesia, reanudé la
costumbre de visitar la Iglesia Adventista para tomar notas de los sermones del pastor. Por su-
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puesto que no le dije lo que hacía, ni tampoco
le dije a mi congregación de dónde obtenía el
material de mis sermones.
Un sábado, el pastor predicó un sermón
acerca la observancia del sábado como día de
reposo. También tomé prestadas esas ideas, y
prediqué acerca de la observancia del sábado
como día de reposo. Después del sermón los
miembros de mi congregación me pregunta-
ron por qué ado­rábamos en domingo si el sá-
bado era el verdadero día de reposo como les
había predicado.
De repente, me di cuenta de que había
sido atrapado por mi propia astucia. Necesita-
ba más información acerca del sábado para
poder responder las preguntas de mi congre-
gación. Así que visité al pastor de la Iglesia
Adventista y le pedí que estudiara la Biblia
conmigo, empezando con el sábado. Después
de estudiar acerca del sábado, le hice todas las
preguntas que supuse me harían los miembros
de mi congregación. Luego, convoqué a los
miembros de mi iglesia para darles el mismo
estudio de la Biblia sobre el sábado. No todos
estaban interesados en esta nueva verdad, pero
muchos de ellos deseaban aprender más.
ADOPTAMOS UNA NUEVA VERDAD
Llegaron las noticias a los dirigentes de mi
denominación referentes a mis enseñanzas de
las doctrinas adventistas. No es­ta­ban conten-
tos conmigo. Me informaron que si insistía en
predicar como pastor adventista no podría se-
guir siendo pastor de mi iglesia.
Decidí hacerme adventista, convertir mi
iglesia en una Iglesia Adventista y traer con-
migo a cuantos miembros de mi congrega-
ción me hicieran caso. Los domingos llega-
ron a ser días del estudio de la Biblia en mi
iglesia y varios pastores adventistas me ve-
nían a ayudar a enseñarle a mi pueblo. Du-
rante tres o cuatro meses estudiamos la Biblia
intensamente y tratamos de entender la vo-
luntad de Dios para nuestras vidas y nuestra
iglesia. Luego, tuvimos un bautismo en el
que veinte miembros de mi iglesia se unieron
a la familia adventista. Después, trece más
fueron bautizados. Más de la mitad de los
miembros de mi pequeña congregación se
unieron a la Iglesia Adventista.
LOS MIEMBROS HABLAN
Lila es una mujer que se bautizó en el pri-
mer grupo. Dice lo siguiente: “En la iglesia
anterior, el estudio de la Biblia era superficial,
pero ahora la Biblia es un don precioso y es-
carbamos profundamente para comprenderla.
Eso me gusta. Nunca antes había oído acerca
del sábado, pero a través de mi pastor aprendí
acerca de la verdad del sábado. Me bauticé,
junto con otros veinte miembros de mi iglesia
que decidieron unirse a la Iglesia Adventista.
Mis dos hijas se bautizaron conmigo. Estoy
agradecida de que nuestro pastor no nos dejó
solos sino que nos llevó consigo en esta nueva
y más profunda fe”.
Nunca fue mi intención cambiarme de
iglesia cuando le robé los sermones al pastor
adventista, pero Dios convirtió mi deseo de
hacer trampa en una verdadera fe, y alabo su
nombre por eso.
Gamini Mendis sigue trabajando como
pastor en la misma área de Sri Lanka donde
una vez fue pastor de una iglesia carismática.
En la actualidad, es pastor de tres iglesias
adventistas.
25MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
Indonesia 	 12 de septiembre
Una pequeña colpoltora
Cecilia es una niña de apenas once años, pero es una
colportora experimentada.
Vive con su padre y su hermana menor en Manado, In-
donesia. Cuando tenía ocho años, su amiga Cristy la estimu-
ló a convertirse en una evangelista de la palabra impresa.
–¿Qué quiere decir eso? –preguntó Cecilia.
–Es alguien que vende revistas y libros para que la gente
aprenda de Jesús –le contestó Cristy.
A Cecilia le encantaba hablarles de Dios a los demás; por eso le resultó atractiva la idea de
vender libros para compartir el amor del Señor. No obstante, su padre creía que era demasiado
joven para visitar las oficinas públicas ofreciendo libros. Cecilia y Cristy le explicaron al padre lo
que hacían. El padre reconoció la determinación que tenía Cecilia y finalmente le dio permiso
para colportar.
UNA NUEVA EVANGELISTA
Cristy llevó a Cecilia a un edificio de oficinas del gobierno. Allí Cecilia observó la forma en
que Cristy le hablaba a la gente.
–Este libro habla de Dios y de la manera en que obra en la vida de las personas –dijo la
niña–. Además, es un libro que habla del gran sermón que dio Jesús en un monte. También
tengo libros de salud y otros libros espirituales.
La niña tomó pedidos de varios libros y prometió traerlos la semana siguiente.
La próxima vez, le tocó a Cecilia hablar con las personas. Con entusiasmo habló de los exce­
lentes libros que vendían. Una tarde, mientras las niñas recolectaban el dinero por los libros que
estaban entregando, Cecilia tuvo una idea. ¡Tal vez pueda vender suficientes libros para ayudar
a pagar mis estudios en la Escuela Adventista! Su padre no tenía suficiente dinero para enviar a
sus hijas a la Escuela Adventista. Sin embargo, Cecilia pensó que podría ganar dinero y asistir a
la escuela. Comenzó entonces a ahorrar dinero con el fin de tener lo suficiente para los estudios
del año próximo.
UN CLIENTE ESPECIAL
El hermano de Cristy comenzó a trabajar con Cecilia. Una tarde, los dos se encontraron
después de la escuela y oraron para saber adónde debían ir a ofrecer sus libros. Comenzaron a
caminar por la calle y pasaron frente a una compañía que vendía refrescos.
–Probemos esta empresa –dijo Cecilia.
Los dos caminaron hacia el interior de la empresa y vieron que había un guardia parado
cerca de la entrada. Los niños lo saludaron y le explicaron quiénes eran y lo que deseaban
hacer.
–Tuvimos un día libre en la escuela y estamos vendiendo libros para ayudar a pagar nuestros
estudios –le explicó Cecilia–. ¿Tiene unos minutos para que le mostremos nuestros libros?
Los niños tenían la esperanza de que el guardia les permitiría hablar con algunos empleados
antes de pedirles que se marcharan. Pero el guardia les contestó:
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MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO26
–El dueño de la compañía está adentro.
Esperen aquí mientras lo busco.
Los niños se sorprendieron. En realidad,
les dio un poco de miedo conocer al dueño
de la compañía, pero el guardia ya había des-
aparecido, por lo que decidieron esperar.
LA GRAN SORPRESA
Unos minutos después, apareció el due-
ño y saludó a los niños. Escuchó mientras le
hablaban del amor de Dios y de los libros
que vendían. Le explicaron que estaban ga-
nando dinero para ayudar a pagar sus
estudios.
–¿A qué escuela asisten? –les preguntó el
dueño.
El amigo de Cecilia le contestó al hom-
bre que asistían a la Escuela Adventista, y
Cecilia mencionó el nombre de su escuela.
–¿Por qué no estudias también en la Es-
cuela Adventista? –preguntó el hombre.
–Mi padre no tiene dinero para enviarme
allí –le dijo–. Pero estoy ahorrando dinero, y
tal vez el año próximo tenga lo suficiente
para inscribirme en la Escuela Adventista.
El hombre la miró fijamente a los ojos y
se dio cuenta de que la chica era sincera. En-
tonces le hizo una pregunta sorprendente:
–Si yo te pago lo que cuesta la Escuela
Adventista, ¿te dejaría tu padre estudiar allí?
Los ojos de la niña se agrandaron. Con
alegría contestó:
–¡Por supuesto!
–Entonces dile a tu padre que venga a ver-
me este viernes –le dijo, sonriendo.
Cecilia estaba tan emocionada que no po-
día decir nada; solo se limitó a darle un fuerte
abrazo.
UNA DOBLE SORPRESA
Los niños le dieron las gracias a aquel se-
ñor y salieron del edificio, olvidándose por
completo de las ventas de libros. Aquella no-
che, Cecilia le comunicó las buenas noticias a
su padre. El viernes, su papá acudió a la com-
pañía de refrescos para encontrarse con la per-
sona que había ofrecido pagar los estudios a su
hija. Cuando él supo que Cecilia tenía una
hermana menor, ofreció pagarle los estudios
también a ella.
“Imagínense –dice la niña–. Estaba ven-
diendo libros para ahorrar dinero para mis
estudios, ¡y Dios nos manda un hombre que
va a pagar mis estudios y los de mi hermana!”
Cecilia sigue vendiendo libros, aunque ya
no necesita dinero para sus estudios. “Quiero
encontrar a más personas que necesiten apren-
der de Jesús”, dice.
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CÁPSULA INFORMATIVA
• La mitad de la población de Indonesia vive
en las ciudades y la otra mitad vive en zonas
rurales. Debido a que en gran parte del país
se observa una fuerte actividad volcánica,
la tierra es fértil y los cultivos crecen con
facilidad.
• Si desea más información respecto a la obra
adventista en Manado y en toda la División
Sudasiática del Pacífico, vea el DVD de
Misión Adventista para este trimestre.
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Singapur 			 19 de septiembre
Luz en la oscuridad
Paulraj entró al círculo de obreros migrantes que
aguardaban sentados bajo un poste de luz en una de las
calles de la ciudad de Singapur. Sacó de su bolsa una bote-
lla de jugo para cada una de las personas. Entonces se sentó
entre ellos, abrió su botella y tomó un trago. Era hora de
adorar a Dios.
Los hombres estaban cansados. La mayoría provenía de
la India, habían viajado a Singapur para ganar algo de dinero que les permitiría mantener a sus
familias. Esa noche, no habían llegado hasta ese lugar de la ciudad para recibir un poco jugo
gratis. Eran personas que tenían sed de Dios.
EL MINISTERIO AL PIE DEL POSTE
Desde 2007, Paulraj ha sido pionero de Misión Global entre miles de obreros migrantes de
Singapur. La mayoría vive en grandes vecindarios que pueden albergar hasta diez mil trabajado-
res. Paulraj ha encontrado la manera de hacerse amigo de ellos. Les pregunta acerca de sus vidas,
de sus familias y de sus desafíos.
Una tarde, Paulraj caminaba por una calle mientras caía la noche. Las farolas de las calles
parpadeaban mientras se iban encendiendo a medida que oscurecía. Notó que cerca de una de
ellas había un hombre en cuclillas leyendo un libro. Paulraj se puso en cuclillas al lado de él y vio
que estaba leyendo la Biblia.
–¿Puedo compartir un versículo contigo? –le preguntó al hombre.
El hombre lo miró sorprendido. Titubeó un momento antes de darle el libro a Paulraj, que
buscó Isaías 48:17 y 18, y leyó: “Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: ‘Yo soy el Señor
tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar. Si
hubieras prestado atención a mis mandamientos, tu paz habría sido como un río; tu justicia,
como las olas del mar’ ” (NVI).
Martín, el hombre que estaba en cuclillas debajo el poste de luz, miró a Paulraj.
–Nunca antes había escuchado acerca de los mandamientos de Dios –dijo.
Los dos hombres hablaron brevemente de los mandamientos de Dios. Entonces Paulraj le
preguntó sobre su familia y los problemas que enfrentaba. Cuando la conversación llegó a su fin,
Paulraj se puso de pie para despedirse y regresar a su casa.
Date la vuelta, dijo una voz. Pídele a ese hombre que ore contigo. Paulraj reconoció la voz
de Dios. Se dio vuelta e invitó a Martín a ir a su casa. Este aceptó la oferta, y los hombres cami-
naron juntos para tomar algo frío y conversar más. Antes del fin de la velada, oraron juntos.
Después de esa experiencia, Paulraj visitó en forma continua a Martín y, con el tiempo, él
pidió ser bautizado porque quería formar parte de la familia adventista. Martín fue el primer
converso de Paulraj.
SUPLIENDO NECESIDADES
El gobierno de Singapur no permite que se celebre ningún tipo de evangelismo público entre
los obreros migrantes. Por lo tanto, Paulraj hace amigos para Cristo gracias a las clases de Inglés
28 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
y de Computación, a los servicios de salud y a
la consejería familiar. Incluso, celebra días fes-
tivos nacionales con ellos.
–¿Por qué hace esto? –le preguntan algu-
nos obreros.
–Porque Dios lo ama a usted y yo también
–responde con sencillez.
Hace poco, lo han autorizado para orga-
nizar programas los sábados por la noche en
las afueras de la gran barriada. En esos pro-
gramas presenta videos cortos que encierran
alguna enseñanza, cánticos y oraciones. Los
obreros a menudo se detienen para escuchar
y participar.
“DEBO REGRESAR”
Un día, un hombre llamado Sankar, que
pasaba por el lugar, notó que un grupo de per-
sonas estaba orando. Se detuvo y se quedó
observándolos durante unos minutos. Cuan-
do Paulraj lo vio le hizo un gesto con la mano,
invitándolo a unirse al grupo de oración.
Sankar se acercó, y pronto lo incluyeron en la
con­versación.
El hombre regresó a la semana siguiente, y
Paulraj lo incorporó a la conversación. No le
predicó, pero le hizo preguntas que demostra-
ban que se interesaba en él. Aquel hombre
continuó asistiendo a las reuniones y final-
mente entregó su vida a Jesús. Sin embargo,
poco tiempo después fue herido en un acci-
dente que mató a otros dos hombres. Paulraj
lo visitó en el hospital. Sankar miró a Paulraj y
le dijo:
–Debo regresar a la India para compartir
con mi gente lo que he aprendido del amor de
Dios.
Sankar regresó a su tierra natal, donde está
estudiando, con el fin de prepararse para es-
parcir el evangelio.
COMPARTIENDO LA VISIÓN
“Entre los obreros migrantes de Singapur
hay trabajadores de casi toda ciudad y pueblo
de la India –comenta Paulraj–. Si logramos
guiarlos hacia Cristo, ¡imagínense lo que ellos
podrán hacer cuando regresen a sus lugares de
origen!”
En la actualidad, Paulraj ha comenzado a
preparar a sus conversos para este tipo de
ministerio.
Paulraj alaba a Dios porque entre los que
se han entregado a él, gracias a su ministerio,
se encuentran más de cincuenta obreros mi-
grantes. Ellos se reúnen en grupos pequeños en
su casa e, incluso, bajo las luces en las calles,
para cantar, estudiar la Biblia y orar los unos
por los otros. “Haré lo que sea necesario para
presentar a Jesús a las personas”, dice.
Nuestras ofrendas misioneras ayudan a
establecer iglesias en diversas partes del mun-
do gracias a la obra de más de 1.200 pioneros
de Misión Global, como es el caso de Paulraj
y su esposa.
Paulraj Masillamony y su esposa, María
Jeeva, son parte de un equipo de pioneros de
Misión Global que trabaja entre la comuni-
dad hindú de Singapur.
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EL DESAFÍO
• Paulraj y su esposa, María, son pioneros de
Misión Global en Singapur, una gran ciudad-
estado que se encuentra en el extremo sur de
la península de Malaca. Dicha ciudad cuenta
con una población de unos 4,7 millones de
personas.
•Unos1.200pionerosdeMisiónGlobalprestan
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• Si desea más información sobre este relato, lo
invitamos a ver el DVD de Misión Adventista
para este trimestre.
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26 de septiembre
Programa del decimotercer sábado
PARTICIPANTES Y RECURSOS
Dos narradores. [Los ponentes no necesitan
memorizar sus partes, pero deben estar lo sufi-
cientemente familiarizados con el material como
para poder presentarlo con confianza.]
Un gran mapa de la División Sudasiática
del Pacífico [se puede escanear el mapa de la
última página de la publicación trimestral o des-
cargarlo en www.AdventistMission.org y proyec-
tarlo en una pantalla. También se puede dibujar
un mapa en una cartulina.]
Narrador 1: La División Sudasiática del
Pacífico está compuesta por catorce países, en
algunos de los cuales el evangelio ha sido reci-
bido con entusiasmo y poseen una membresía
abundante. Sin embargo, otros países están
presentando grandes desafíos a la iglesia. Hoy
nos vamos a centrar en Timor Oriental, Sri
Lanka y Bangladés.
Narrador 2: Timor Oriental es una isla
situada a unos 640 km al noroeste de Darwin,
Australia. Tiene 14.874 metros cuadrados y
cuenta con hermosas playas. Sus habitantes
son conocidos como timorenses. Se hablan
nada menos que doce idiomas en el país, aun-
que la mayoría de la gente habla con fluidez el
indonesio. Curiosamente, la moneda local es
el dólar americano.
Narrador 1: La mayoría de los habitan-
tes de Timor Oriental son católicos, pero
también hay protestantes, musulmanes, hin-
dúes y budistas. Timor Oriental, junto con
Filipinas, son los dos únicos países mayorita-
riamente católicos del sudeste asiático.
Narrador 2: En mayo de 2002, Timor
Oriental se convirtió en el primer estado so-
berano que nacía en el siglo XXI. A medida
que esta nueva nación va creciendo y desa-
rrollándose, la libertad religiosa sigue siendo
de algún modo un reto. Concretamente, son
los estudiantes los que tienen problemas con
la asistencia a clases y con la realización de los
exámenes que se toman en los sábados. Esta
es una razón muy importante por la que se
quiere crear una escuela adventista en la capi-
tal, Dili. La ofrenda de este decimotercer sá-
bado va destinada a la construcción de dicha
escuela.
Narrador 1: La Misión de Timor Orien-
tal se organizó en el año 2009, y fue reorga-
nizada en 2011. Mientras que la población
del país es de 1,2 millones de habitantes, solo
516 son adventistas del séptimo día. Esto
hace una proporción de un adventista por
cada 2.326 habitantes. Por favor, oren por la
construcción de la nueva escuela.
Primer himno 	 “De pie, oh grey de Dios”, Himnario adventista, Nº 517
Bienvenida	 El encargado de turno o el maestro de Escuela Sabática
Oración	
Programa 	 “Tres joyas de Asia”
Ofrenda	
Último himno 	 “Guía a ti, Señor”, Himnario adventista, Nº 590
Última oración
30 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
Narrador 2: Sri Lanka es una isla conoci-
da como “la lágrima de la India” por su for-
ma y su proximidad a la India. Es una tierra
antigua que tiene una historia documentada
de más de tres mil años. Debido a su ubica-
ción, ha sido estratégicamente importante
desde la época de la antigua Ruta de la Seda.
Es un país con una gran diversidad, hogar de
muchas religiones, etnias y lenguas.
Narrador 1: La antigua Sri Lanka fue
también el primer país del mundo en estable-
cer un hospital en el siglo IV. También fue el
principal exportador de canela del mundo
antiguo.
Narrador 2: Debido a la influencia de la
India, Sri Lanka tiene una extensa tradición
budista, cuyo origen data del año 250 a.C.
Los reinos antiguos de Sri Lanka mantuvie-
ron un gran número de escuelas y monaste-
rios budistas, y estaban a la vanguardia en la
promoción del budismo en otros países del
sudeste asiático.
Narrador 1: Hoy, el setenta por ciento
de la población es budista. El budismo tiene
un reconocimiento especial en la Constitu-
ción del país, la cual exige a todos los esrilan-
queses “proteger y fomentar el Buddah
Sasana”.
Narrador 2: El hinduismo es la segunda
religión predominante en Sri Lanka, aunque
llegó a la isla incluso antes que el budismo.
Hoy en día, el trece por ciento de la pobla-
ción es hindú.
Narrador 1: El islam es la tercera religión
del país. Fue llevada a la isla por los mercade-
res árabes alrededor del siglo VII a.C. Los
seguidores del islam en Sri Lanka suman un
total del diez por ciento de la población. Se
cree que la mayoría son descendientes de co-
merciantes árabes que se casaron con mujeres
locales.
Narrador 2: El cristianismo llegó al país
a mano de los colonos occidentales a co-
mienzos del siglo XVI. El siete por ciento de
la población es cristiana, en su gran mayoría
católicos.
Narrador 1: En 2008, Sri Lanka aparecía
en un ranking como el tercer país más religio-
so del mundo. El 99 por ciento de los esrilan-
queses afirmaban que la religión era una parte
importante de su día a día.
Narrador 2: La obra misionera adventista
en Sri Lanka comenzó en 1950. Hoy en día,
hay 37 iglesias y 3.932 adventistas. La Univer-
sidad y Seminario Adventista de Lakpahana
ha estado predicando a los jóvenes durante
décadas. No obstante, todavía no cuenta con
un edificio para la iglesia. Su generosidad en la
ofrenda de hoy ayudará a construir una iglesia
en este hermoso campus.
Narrador 1: Bangladés se encuentra al
este de la India y al noreste de Sri Lanka. Es el
octavo país más poblado del mundo, con más
de 160 millones de habitantes, y también es
uno de los que tienen mayor densidad de po-
blación (habitantes por metro cuadrado).
Narrador 2: Bangladés acoge el delta del
Ganges, el mayor delta del mundo. El tigre de
Bengala es el animal nacional de este país. El
rugido de este asombroso tigre puede oírse a
tres kilómetros de distancia.
Narrador 1: Desde 1991, Bangladés ha
experimentado significativas mejoras en cuan-
to a su economía, su educación básica, la ali-
mentación y la sanidad.
Narrador 2: El islam es la religión mayo-
ritaria en Bangladés, profesada por un 86,6
por ciento de la población. Fue introducido
por mercaderes y misioneros musulmanes
después del siglo VII, pero la conquista mu-
sulmana de Bengala comenzó a principios del
siglo XIII. Hoy en día, Bangladés cuenta con
la cuarta mayor cantidad de musulmanes del
mundo, después de Indonesia, Pakistán y la
India.
Narrador 1: El hinduismo es seguido por
el doce por ciento de la población en Bangla-
dés, que constituye el tercer grupo más grande
de hindúes del mundo después de la India y
Nepal. Solo el uno por ciento de la población
es budista y únicamente un 0,3 por ciento es
cristiano.
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31MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO
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Narrador 2: Los adventistas del séptimo
día llegaron a Bangladés a comienzos del siglo
XX. Actualmente, hay 116 iglesias y 35.697
miembros.
Narrador 1: La obra misionera también
mantiene en funcionamiento la Universidad
y Seminario Adventista de Gazipur. Para ha-
cer frente a la necesidad que tiene el país de
profesionales enfermeros cristianos, la facul-
tad tiene previsto ofertar un curso de Enfer-
mería. La ofrenda de este decimotercer sába-
do ayudará a construir un muy esperado
edificio para la nueva escuela de Enfermería
en Bangladés.
Narrador 2: Consideremos de qué mane-
ra podemos ayudar a nuestros hermanos a
cumplir su misión a través de una escuela ad-
ventista en Timor Oriental, una iglesia en Sri
Lanka, y un nuevo edificio para la escuela de
Enfermería en Bangladés. Muchas gracias por
su generosa ofrenda en este decimotercer
sábado.
Informativo Misión Adultos | División Sudasiática del Pacifico | Escuela Sabática

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Informativo Misión Adultos | División Sudasiática del Pacifico | Escuela Sabática

  • 1. División Sudasiática del Pacífico 3er trimestre 2015
  • 2. 2 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO D D p (M L L y E Contenido BANGLADÉS 5 Un regalo del río ............................................................................................................ 4 de julio 7 “Aquí estoy” ................................................................................................................... 11 de julio 9 Brazos fuertes de Dios ............................................................................................. 18 de julio 11 La novia fiel ................................................................................................................... 25 de julio CAMBOYA 13 De la desesperación a la esperanza ............................................................. 1º de agosto 15 El obstinado hombre de negocios .................................................................... 8 de agosto 17 Por fin, amada ........................................................................................................ 15 de agosto SRI LANKA 19 Sanando, buscando, encontrando ................................................................ 22 de agosto 21 Dios y los elefantes ............................................................................................... 29 de agosto 23 Los sermones robados .................................................................................. 5 de septiembre INDONESIA 25 Una pequeña colpoltora ........................................................................... 12 de septiembre SINGAPUR 27 Luz en la oscuridad ..................................................................................... 19 de septiembre RECURSOS 29 Programa del decimotercer sábado .................................................. 26 de septiembre
  • 3. 3MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO División Sudasiática del Pacífico Este trimestre estaremos enfocados en la División Sudasiática del Pacífico, que agru- pa a los países de Bangladés, Birmania (Myanmar), Brunei, Camboya, Indonesia, Laos, Malasia, Filipinas, Singapur, Sri Lanka, Tailandia, Timor Oriental, Vietnam y varias islas del Pacífico, que incluyen los Estados Federados de Micronesia, las Islas Marshall, las Islas Marianas del Norte, Pa- lau y la Isla Wake. En esta región viven casi ochocientas millones de personas, de las cuales más de un millón doscientos mil son adventistas del séptimo día. Esto nos da una proporción de aproximadamente un adven- tista porcada 667 habitantes. o o o o o o o o o e e e e Este trimestre, las ofrendas del decimotercer sábado ayudarán a: • Construir la Escuela Adventista Internacional de Timor-Leste, en la capital, Dili. • Edificar una iglesia en la Universidad y el Seminario Adventista Lakpahana y Sri Lanka. • Construir un edificio para la escuela de Enfermería en Gazipur, Bangladés. • PROYECTO DE LOS NIÑOS: Mesas para niños en edad escolar en la Escuela Adventista Internacional de Timor-Leste. OPORTUNIDADES
  • 4. 4 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO B U su p es fi n b p EL el o le ti si co n ci gi ra d m pa ab D ac fe en m au la Consejero: Carlyle Bayne. Director: Pablo Marcelo Claverie. Redactor de la edición castellana: Ekel Collins. MISIÓN ADVENTISTA. JÓVENES Y ADULTOS es una publicación trimestral editada por su pro- pietaria, la Asociación Casa Editora Sudamericana, para el Depto. de Escuela Sabática de las divisiones Sudamericana e Interamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Impresa mediante el sistema offset, en talleres propios de Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, República Argentina. Domicilio legal: Uriarte 2429, C1425FNI, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Tercer trimestre del año 2015 (julio-septiembre de 2015). Año 106, nº 3 –107461– REGISTRO NACIONAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL Nº 5218366 CORREO ARGENTINO Suc. Florida (B) y Central (B) IMPRESO EN LA ARGENTINA FRANQUEO A PAGAR Cuenta Nº 10272
  • 5. 5MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO Bangladés 4 de julio Un regalo del río Doneshor se sentó en el césped debajo de un árbol y suspiró. Estaba feliz de regresar a casa una vez más, des- pués de cuidar los búfalos acuáticos de su padre. Había estado en la escuela y acababa de completar los exámenes finales para graduarse de la secundaria. Lo único que te- nía en mente ahora era relajarse bajo la luz del sol. El día se puso más caluroso, y Doneshor decidió nadar en el río cercano mientras los búfalos pastaban en la cercanía. Se metió al agua fresca, buscando un lugar suficientemente profundo para nadar. Era la temporada de sequía y el río tenía menos agua de lo habitual. EL REGALO Doneshor estaba con el agua hasta la cintura y miró río arriba. Vio que algo flotaba en el agua. No era extraño encontrar cosas flotando en el río, así que no entendía por qué este objeto le había llamado la atención. Esperó a que llegara flotando hasta donde estaba y lo levantó del agua. Era un libro: una Biblia. Salió del río y colocó el libro mojado sobre la tierra, para que se secara a la luz del sol. A medida que las páginas se secaban, buscaba la siguiente página mojada para que el sol la secara. Como el libro aún no estaba totalmente seco al caer la noche, Doneshor se lo llevó consigo a casa. A la mañana siguiente lo volvió a llevar al campo y lo puso abierto al sol nuevamente para que continuara secándose. Después de tres días, la Biblia estaba lo sufi- cientemente seca como para que Doneshor pudiera leerla. Curioso, hojeó las primeras pá- ginas y se dispuso a leer: “En el principio creó Dios [...]”. Doneshor quedó fascinado con la historia de la creación y del primer hombre y la prime- ra mujer. Recordaba haber leído sobre los primeros seres humanos en la Gita, el libro sagrado de los hindúes. Luego se le ocurrió una idea: comenzó a comparar la Gita con la Biblia. En cierta ocasión, leyó la oración que Jesús les enseñó a sus discípulos y pensó: Hasta el momento, todas mis oraciones han sido egoístas. No he hecho otra cosa que pedir y pedir cosas para mí mismo o para mi familia. Me doy cuenta ahora de que los cristianos piden por los demás, abarcan el mundo entero. DONESHOR DESCUBRE A DIOS A medida que Doneshor seguía leyendo, iba descubriendo el retrato de un Dios que se acerca a la gente y la invita a aceptar su hermoso regalo de salvación. Doneshor sentía un ferviente deseo de conocer la verdad. Decidió marcar con un lápiz rojo todo lo bueno que encontrara en la Biblia y en la Gita y que fuera de ayuda para él. Pronto descubrió que marcaba casi todo lo que había en la Biblia. Doneshor decidió que algún día sería cristiano, aunque no sabía cuándo ni cómo. No conocía a un cristiano con quien pudiera hablar sobre las dudas que tenía en el corazón.
  • 6. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO6 “SOY CRISTIANO” Doneshor comenzó la universidad y le que daba poco tiempo para leer, pero nunca dejó de lado su deseo de conocer a Dios. Un día cuando regresaba a casa después de clases, se encontró con un viejo amigo en el mercado. –Me hice cristiano –le contó su amigo. Doneshor se sintió emocionado. –¡Ven! ¡Ven! –dijo Doneshor, llevando a su amigo a un lugar donde pudieran conversar. Doneshor le dijo a su amigo que había en- contrado una Biblia en el río. Luego agregó: –Dime, ¿cómo puedo llegar a ser un cris­tia­no? A su amigo se le iluminó el rostro y abra- zó a Doneshor. Luego, le dijo que en una ciudad que quedaba a unos 45 kilómetros de allí había una casa de oración donde Dones- hor podría aprender a ser cristiano. Su amigo le dio las indicaciones para encontrar la iglesia. El sábado, temprano en la mañana, Do- neshor abordó el autobús que iba hacia el pueblo donde estaba la iglesia. Encontró la casa que hacía las veces de templo, que su amigo le había descrito, y entró. Todos te- nían los ojos cerrados. Doneshor no se dio cuenta de que estaban orando. Los observó detenidamente. Parecen personas normales, pensó. Cuando abrieron los ojos, se sorpren- dieron de ver a Doneshor cerca de la puerta. Le dieron la bienvenida y lo invitaron a unir- se al grupo. Doneshor asistía a la iglesia tantas veces como podía, pero no lograba hacerlo todas las semanas porque el pasaje del autobús era costoso y no siempre tenía el dinero para el viaje. Pero sentía mucha felicidad por lo que estaba aprendiendo y comenzó a compartir con sus amigos lo que aprendía en la casa de oración. Algunos de sus amigos quisieron asistir a la iglesia también, así que el pequeño grupo estuvo dispuesto a turnarse para reali- zar el viaje y compartir el costo del boleto. Luego, los que habían asistido podían ense- ñar a los demás lo que habían aprendido. LAS PRIMICIAS PARA CRISTO Durante todo un año, Doneshor y sus amigos asistieron a la iglesia de esta manera. Luego, Doneshor le dijo al pastor que quería ser bautizado y declarar públicamente su de- seo de seguir a Jesús. El pastor gustosamente hizo los arreglos para el bautismo, pero se tuvo que disculpar porque la pequeña iglesia no tenía bautisterio. –Tendremos que bautizarte en el Río Chengi –se disculpó el pastor. –¡Maravilloso! –replicó Doneshor con verdadera emoción–. ¡El mismo río que me trajo la Biblia, sellará mi pacto con Dios! Doneshor y otras 24 personas fueron bautizados en el río donde él inició su bús- queda de Dios. Entre los otros 24 estaban siete amigos a los que Doneshor había invita- do a conocer a Cristo. Son los primeros cris- tianos en el pueblo Tripura. Doneshor sabe que apenas está empezan- do a conocer de la Biblia, y quiere conocer mucho más. El pastor notó su entusiasmo y le habló acerca del Seminario Adventista y Colegio de Bangladesh. Doneshor se inscri- bió y ahora estudia Religión. Los siete amigos que se bautizaron con Doneshor siguen firmes en el Señor. Durante sus vacaciones de verano Doneshor planea regresar a su aldea y, junto con sus amigos, enseñar a su pueblo todo lo que han aprendi- do. Planean construir una casa iglesia sencilla de bambú, la primera capilla cristiana en toda la zona. –Quiero que Dios me use para alcan- zar a mi propio pueblo con las buenas nue- vas acerca de Jesús –dice Doneshor. Doneshor Tripura estudia en el Semi- nario Adventista y Colegio de Bangladés. B “ m y te a en d aq la tr E au d h ta n ro m p m d d ta d sa h cr co ca b zó
  • 7. 7MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO i- o. e- us a. a e- te se ia o n me n s- n a- s- n- er y y i- n te ea s, i- la n n- e- i- Bangladés 11 de julio “Aquí estoy” [Pídale a un hombre joven que presente este relato en pri- mera persona.] Dios me encontró en un ambiente cargado de idolatría y me condujo con seguridad a su redil. Agradecido por pro- tegerme de los que me perseguían, dediqué mi vida a servir a Dios y me apropié de la oración de Isaías: “Heme aquí, envíame a mí” (Isa. 6:8). Dios tomó en serio mi oración y me llevó a estudiar en el Seminario y Colegio Adventista de Bangladés, que se ha convertido en mi primer campo misionero. Muchos de los que estudian aquí no son adventistas, así que comencé a visitar a mis compañeros de estudios los viernes por la noche y a conversar con ellos acerca de Dios. Hasta la fecha, más de 150 estudiantes han en- tregado sus corazones a Jesús. EL PROYECTO KALAMPUR Un viernes me subí al autobús para ir al pueblo, y vi a un anciano de mi tribu sentado en el autobús. Me senté junto a él y empezamos a conversar. Me enteré de que vive en una aldea cerca de la escuela. Le pregunté por qué vivía tan lejos de nuestra región tribal. Me contó que hace muchos años, durante una época de persecución, un grupo de aldeanos huyó de las montañas donde vivía y se estableció en el centro de Bangladés. Ahora, unas doscien- tas familias viven en su aldea. Cuando vivían en lo que una vez fue su tierra, tenían todo lo que necesitaban, pero ahora luchaban para alimentar a sus familias con lo que ganan como jornale- ros. No tienen electricidad, agua potable, ni escuelas. Nadie en la aldea sabe leer ni escribir. Cuando escuché a este hombre describir su aldea, mi corazón se llenó de tristeza al enterar- me de las pobres condiciones en las que vive la gente. ¡Luego me emocioné al pensar que yo podría ayudarlos! Le pedí permiso al señor para llegar a su aldea y poder ayudarlos. Me invitó y me dio las indicaciones para llegar. El lunes compartí esta experiencia en mi clase de Religión y encontré a otras tres personas dispuestas a acompañarme a la aldea. El director del departamento de Religión prometió ayu- darnos también. Esa tarde, me dispuse a encontrar la aldea. Al llegar, hallé al señor con quien me había sen- tado en el autobús. Conversamos unos momentos y le conté acerca de mí mismo y de mis estu- dios. Mientras me mostraba la aldea, los niños nos seguían. Les dio mucho gusto cuando los saludé en su propio idioma. Me despedí de mis nuevos amigos y regresé a la escuela. Visité la aldea todos los días de esa semana, y conocí cada vez a más personas. Anhelaba hablarles del amor de Dios, porque sabía que todavía adoraban a sus ídolos. Les conté que era cristiano y que asistía a un colegio cristiano. Luego, pregunté si podría traer a unos amigos conmigo en mi siguiente visita. Les dieron una amable bienvenida a mis amigos. El sábado por la tarde, me acompañaron unos doce estudiantes y un maestro. Visitamos cada casa y entonamos cánticos en un patio muy grande. No eran cánticos sobre Jesús, sino so- bre Dios. Los aldeanos nos invitaron a regresar para que les habláramos más de Dios. Así comen- zó la obra de Dios en esta aldea.
  • 8. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO8 PROGRAMA DE EVANGELISMO Seguimos visitando la aldea los sábados. Lentamente, les compartimos nuestra fe, co- menzando con la creación, la naturaleza y las ideas generales. Hablábamos solo de Dios, no de Jesús, porque ellos no conocían a Jesús. Animados por su aceptación e inspirados por sus necesidades, les dije a los padres que nota- ba que los hijos no asistían a la escuela. Les ofrecí iniciar una escuela y enseñarles a los ni- ños, si los padres estaban dispuestos. Prometie- ron enviar a los niños a la escuela cuando esta comenzara a funcionar. Mis clases de universidad son por la tarde, así que yo enseñaba a los niños por la mañana. Nuestra primera aula fue bajo un árbol, con solo un grupo de diez a doce estudiantes. Co- menzamos con palabras y números sencillos. Entonamos cánticos y les relaté historias de la Biblia, sabiendo que les contarían a sus padres lo que apren­díamos. En tres semanas, el número de estudiantes había aumentado a 85. Necesitaba ayuda. El colegio encontró a otros dos estudiantes que me ayudarían a enseñar, y la escuela nos prove- yó de bicicletas para que no tuviéramos que pagar el autobús y el rickshaw todos los días. La escuela ahora tenía tres maestros, pero la matrícula brincó a 120 alumnos. Los niños aprenden a leer la Biblia, contar historias bíbli- cas y cantar acerca de Dios. Una familia de la aldea se ha ofrecido para alimentarnos todos los días. Algunos estudiantes del colegio consiguie- ron esteras para cubrir el suelo, una silla y una mesa para nuestra escuela. En la época de la lluvia necesitábamos un lugar seco donde reu- nirnos, así que los aldeanos nos permitieron usar el desván de sus casas como salón de cla- ses. Los miembros del colegio y la iglesia reú- nen fondos para construir una escuela sencilla en la aldea. Los sábados por la tarde visitamos la aldea y hablamos de Dios. Les enseñamos a los pa- dres un régimen de vida más saludable, que incluye la alimentación y la relación con Dios. Están contentos de aprender una mejor mane- ra de vivir, y muchos han dejado los alimentos inmundos y el alcohol. Celebramos cultos en la aldea los sába- dos por la tarde. Algunos han pedido ser miembros de la iglesia, pero debemos espe- rar hasta que comprendan cabalmente lo que verdaderamente significa seguir a Jesús. ATACADO POR EL ENEMIGO El progreso realizado no ha sido fácil ni li- bre de problemas. Un día cuando un grupo de estudiantes y yo caminábamos hacia la aldea, nos encontramos con algunos señores de allí. Me hicieron señas de que me acercara a ellos y lo hice. Por las preguntas que me hacían, com- prendí que no estaban muy a gusto con la la- bor que estábamos haciendo en aquel lugar. Me tomaron del cuello y me empujaron hacia la selva. Sabía que planeaban matarme. No te- nía miedo, pero oré: “Señor, si muero, dame un refugio en el cielo”. Los estudiantes vieron lo que acontecía y corrieron a salvarme. Luego, seguimos nuestro camino a la aldea. Al día siguiente, fui solo a enseñar en la escuela. En el camino me encon- tré con el líder del grupo que había tratado de meterme a la selva. Para mi sorpresa, en lugar de intentar hacerme daño, me pidió perdón por su conducta del día anterior. Caminamos juntos hasta la aldea, y ahora somos buenos amigos. Sunil Bikash Tripura estudia religión en el Seminario Adventista y Colegio de Bangladés.
  • 9. 9MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO la ea a- ue os. e- os a- er e- lo s. li- de a, lí. y m- a- ar. ia e- me y ro a n- de ar ón os os el és. Bangladés 18 de julio Brazos fuertes de Dios [Pídale a una adolescente que presente este relato en prime- ra persona.] Me llamo Suma. Vivo en las tierras altas del sur de Ban- gladés, donde mis padres cultivan arroz, verduras y al­godón. Cuando tenía solo seis años, un pastor adventista visitó nuestra aldea y le habló a la gente acerca de Jesús. Mis pa- dres fueron los primeros de la aldea en seguir a Jesús. Pero yo no quería hacerme cristiana. Mi padre me dijo cuánto me amaba Jesús y sé que ellos oraban por mí, pero me aferré tercamente a mis ídolos. Ocho años después, acepté a Jesús como mi Salvador personal. Les cuento lo que sucedió. EL INTERNADO Muchos de mis amigos asistían al internado adventista, que está a dos horas de distancia de mi hogar. Hablaban tanto de la escuela que decidí estudiar allí también. Mis padres se alegraron mucho porque había decidido inscribirme en la escuela. La escuela tenía una semana de oración en la que hacían cultos dos veces al día. Asistí a todas las reuniones y me sentí atraída por Jesús y el amor que él nos ofrece. Cuando el pastor preguntó a quién le gustaría seguir a Jesús, levanté la mano. Se me estaba ablandando el corazón a Dios. La escuela adventista tiene solo ocho grados, pero los estudiantes pueden vivir en los dormi- torios y asistir a los grados nueve y diez en una escuela pública cercana. Todos vamos juntos a la escuela pública y luego regresamos a comer en la cafetería. Un día se me olvidó dejar mi plato en la cafetería y cuando fui a comer, no había comida para mí. Me sentí mal de que se hubieran olvidado de mí, aunque fuera mi culpa. En otra ocasión, no me sentía bien y quise permanecer en mi cuarto. La preceptora dijo que no podía quedarme en el dormitorio y me dispuse a alegar con ella; amenacé con dejar la escue- la. Ella me rogó que me quedara, y así fue. Pero la semilla fue sembrada en mi corazón y comen- zó a crecer. EN CAMINO A CASA El diablo comenzó a hablarme, instándome a regresar a casa. Aunque la escuela estaba a más de dos horas de distancia, aún podía vivir en casa y asistir a clases. Así, no tendría que trabajar tres horas al día ni soportar tantos cultos. A la mañana siguiente, cuando mis compañeros fue- ron a clases, tomé el autobús a casa. Mis padres se sorprendieron al verme en casa esa tarde. Querían que regresara a la escuela, pero insistí en permanecer en casa, así que accedieron. Empecé a viajar todos los días de la casa a la escuela y de regreso a casa. Pero pronto me cansé de viajar casi cinco horas al día entre la casa y la escuela. Y cuando llegaba, mis padres esperaban que les ayudara con el trabajo de la casa. Después de un mes, estaba cansada de tanto viajar. Decidí regresar a la escuela y vivir en el dormitorio, aun si eso significaba pedirle perdón a la preceptora y nuevamente trabajar tres horas al día. A la mañana siguiente, les dije a mis padres que no vendría a casa esa noche; regre-
  • 10. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO10 saría al dormitorio. Y luego subí al autobús que me llevaría a la escuela. VIAJE MORTAL Me senté en la primera fila del autobús, cerca del operador. Después de haber viajado media hora, noté que el operador tenía proble- mas para controlar el autobús. Bajábamos una colina larga y empinada, y él bombeaba los fre- nos desesperado. El chofer gritó, y comprendí que le habían fallado los frenos. El autobús se movía de lado a lado y luego se volteó por com- pleto, quedando con los neumáticos en el aire. Seguramente, estuve inconsciente por unos momentos, porque no recuerdo el choque. Cuando me recuperé, me arrastré fuera del au- tobús por el parabrisas y me puse en pie. Vi a más personas tiradas en el campo. Sabía que algunos de ellos estaban muertos. Me toqué la cabeza y los brazos y caminé un poco para ve- rificar que yo estaba bien. EN LOS BRAZOS DE UN ÁNGEL Algunas personas acudieron a ayudarnos. Aturdida, miraba el caos que me rodeaba. Tantas personas heridas; muertas. ¿Cómo pude sobrevivir a este terrible accidente sin un rasgu- ño?, me preguntaba. Luego recordé que cuan- do el autobús comenzó a dar tumbos, alguien me abrazó. Brazos fuertes me rodearon para evitar que fuera arrojada del autobús. Recuer- do que los brazos tenían vestiduras blancas. Aquellos brazos eran demasiado fuertes para ser humanos, pensé. Lentamente, comprendí que los brazos fuertes que me habían sosteni- do eran los de un ángel. Dios me salvó en este día, pensé. Al darme cuenta de que Dios me acababa de salvar la vida, me rodaron las lágri- mas por las mejillas. –¿Estás bien? ¿Dónde te duele? –me pre- guntaban las personas. Les dije que estaba bien. –Pero ¿cómo puede ser? –interrogaban otros–. Es imposible que alguien sobreviva eso sin un rasguño. Otro autobús vino y se llevó a los heridos y muertos de regreso al lugar donde habían abordado el autobús. Pero no soportaba la idea de volver a subir al autobús. Así que cami- né los diez kilómetros de regreso a casa. Al llegar a la estación, encontré a mis padres llo- rando. Habían oído hablar del accidente y fueron rápidamente al lugar donde tenían a las víctimas, pero por más que me buscaron, no me hallaron. Buscaron en el hospital y no me hallaron. Cuando nos vimos, me abrazaron y me dijeron: –¡Pensamos que habías muerto! ¿Cómo sobreviviste? Les conté cómo unos brazos fuertes me habían rodeado y protegido de todo daño. Mi papá susurró: –Los ángeles del Señor te protegieron hoy; Dios te ha salvado. ¡Cuánto te ama Jesús! Asentí con la cabeza, totalmente conscien- te de que Dios me había salvado de una muer- te segura. Al día siguiente caminé a la terminal de autobuses y realicé el viaje nuevamente a la escuela. Esta vez permanecería en la escuela, trabajaría donde se me pidiera y completaría mi educación. Al llegar a la escuela, ese mismo día hablé con el pastor y le pedí que me prepa- rara para el bautismo. Suma Khyang tiene 16 años y espera los resultados de sus exámenes de estudios secun- darios. Le gustaría llegar a ser maestra de Inglés. B L a a en H v h cr p p la ay S el p ti en ig es co ra U B al te a y la a
  • 11. 11MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO e- an so os an la i- Al o- y as no me y mo me Mi y; n- r- al la a, ía mo a- os n- de Bangladés 25 de julio La novia fiel Shanti creció en un hogar cristiano en Bangladés. Perdió a su padre a una tierna edad. Su mamá luchaba para sostener a la familia. Cuando Shanti tenía trece años, su mamá la dio en matrimonio a un señor hindú. HIJA TESTARUDA De acuerdo con las costumbres, cuando Shanti fue a vi- vir con la familia de su esposo, se esperaba que ella abrazara su religión. Pero Shanti se negó a hacerlo. La familia de su esposo la trataba mal, y todos procuraban separar a Shanti de su fe cristiana. Pero Shanti se aferró a su Dios. Se esperaba que Shanti sirviera a su suegra quien la trataba como esclava, gritándole y cul- pándola de todo. Siendo que Shanti se negó a renunciar a su fe en Dios, se la consideraba inmunda y no se le permitía trabajar con los alimentos ni utensilios en la cocina. Pero su suegra se aseguraba de que la chica tuviera muchas otras tareas para hacer. El esposo de Shanti, Bhudroy, era mucho mayor que ella, pero no podía hacer nada para ayudar a su joven esposa, porque no se atrevía a desafiar las órdenes de su madre. Trataba a Shanti con amabilidad, pero no podía hacer nada para defenderla de la ira de su madre. No había escapatoria para la joven esposa, porque se esperaba que la pareja permaneciera en el hogar hasta después de que naciera su primer bebé. Tres años después de casarse, nació su primera hija, Reena. Shanti trataba de compartir su fe con su esposo en cada oportunidad que tenía y él, con el tiempo, comenzó a creer que la religión de Shanti era la verdadera. Había un pastor adventista en la misma aldea donde vivía Shanti. Él visitaba a la familia y les explicó las creencias de la iglesia, con la esperanza de hacerle la vida más fácil a Shanti. La suegra de Shanti se negaba a escuchar al pastor, pero su suegro escuchaba atentamente. El pastor siguió visitando a la familia, compartiendo su fe y las promesas de la Biblia con todos los miembros de la familia que estuvie- ran dispuestos a escuchar. UNA SORPRESA PARA SHANTI Al trabajar en la aldea, el pastor encontró a varias personas interesadas en aprender de la Biblia. El pastor organizó un ciclo de conferencias. Sin que Shanti lo supiera, Bhudroy le pidió al pastor que estudiara la Biblia con él. Luego se bautizó en secreto. Shanti no se enteró del in- terés de su esposo hasta después de su bautismo, pero estaba muy contenta. Sin embargo, la suegra de Shanti se molestó mucho al saber que su hijo había abandonado a sus dioses para adorar al Dios de su esposa. Gruñía para sus adentros cuando veía que Shanti y Bhudroy salían juntos hacia la iglesia los sábados. A menudo, trataba de impedir que fueran a la iglesia. Solía esconder algún artículo del hogar y exigía que la pareja lo encontrara antes de ir a la iglesia. Estas búsquedas a menudo hacían que la pareja llegara tarde a la iglesia.
  • 12. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO12 MÁS PRUEBAS Y BENDICIONES Un año después de que Bhudroy se hiciera adventista, su hermano mayor falleció. Luego, Shanti enfermó gravemente de malaria. No re- accionaba a los medicamentos y se ponía cada vez más enferma. Con malaria, la fiebre va y viene. Cuando la fiebre la dejaba, su suegra la acusaba de fingir estar enferma. Shanti le supli- caba a Dios: “¿Por qué permites que sufra tanto en manos de esta familia?” Hasta su esposo se estaba desanimando, culpando a Dios por to- dos sus problemas. Por un tiempo, perdió su fe frente al acoso incesante de su madre. La mamá de Shanti, por boca de otros al- deanos, se enteró de la grave enfermedad de su hija. Se dispuso a buscarla. La suegra de Shanti recibió a su mamá con una exigencia: –Llévatela a casa. A nosotros no nos sirve de nada. La mamá de Shanti se llevó a su hija, pero la pequeña Reena permaneció con el esposo de Shanti y su suegra. La mamá de Shanti la llevó al hospital donde los médicos le dieron el tratamiento adecuado. Mientras tanto, la suegra de Shanti, segura de que ella moriría, se dispuso a buscar- le otra esposa a Bhudroy. Pero Bhudroy le dijo que no estaba interesado en casarse con otra persona. Con el tiempo, Shanti se recuperó de su enfermedad, pero en vez de regresar a casa de su suegra, permaneció con su madre. Entretanto, la cuñada de Bhudroy, que ha- bía enviudado, exigía que la familia le diera parte de sus tierras para sus tres hijos. Aunque exigía lo que realmente le correspondía, su exi- gencia ponía en aprietos a sus suegros, porque no podrían sobrevivir sin las tierras. La nuera avara quería todo lo que pudiera lograr para sí misma y sus hijos. Poco a poco, la suegra de Shanti reconoció que Shanti había sido una nuera fiel, mientras que la otra había sido egoísta y exigente. Entonces, le pidió a Bhu- droy que fuera a buscar a Shanti y la trajera nuevamente a su casa. VEN A CASA Bhudroy fue a visitar a Shanti. Le contó acerca del cambio de actitud de su madre y la invitó a regresar a casa. Shanti añoraba volver a ver a su pequeña hija. Armó su valija y regre- só con su esposo. Se alegró mucho al ver que su suegra había cambiado tanto. La mujer le dio la bienvenida a su hogar y la trataba con respeto y bondad. Shanti se dispuso a vivir al máximo su cristia- nismo esperando que, por medio de su ejem- plo, su suegra, quien la había tratado tan mal, entregara su vida a Jesús. Varios años después, la suegra de Shanti entregó su vida a Cristo antes de morir. Bhudroy también renovó su compromiso con Cristo y ahora la familia vive junta y en paz como buenos cristianos. La joven y fiel es- posa sobrevivió a diversas pruebas y dificulta- des y condujo a su esposo y suegros a los pies de Jesús. Con el tiempo, Shanti tuvo otros dos hijos quienes crecen en el amor de Jesucristo y hon- ran a su Salvador. La pequeña congregación adventista en el pueblo de Shanti adora en una capilla de bam- bú con piso de barro. Les gustaría construir una casa de oración más digna de su Dios; pero la comunidad de campesinos no puede comprar los materiales. Las ofrendas para las misiones ayudan al avance del evangelio en Bangladesh y alrededor del mundo. Reena Murmu es la hija mayor de Shanti y Bhudroy. Está en su último año de educa- ción media en una escuela adventista con in- ternado, en Bangladesh. Le gustaría llegar a ser médico. C D e so C u n p In n la in al d g p d h P es u d h n ac L a jo P m tr D
  • 13. 13MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO o u- ra ó la er e- ía da d. a- m- l, s, o o n s- a- es os n- el m- ir s; de as n ti a- n- a Camboya 1º de agosto De la desesperación a la esperanza Hace tres años, Cheng vivía en un campamento para per- sonas desplazadas que parecía una pocilga, en Phnom Penh, Camboya. Cheng les pintaba las uñas a las mujeres para ganar un poco de dinero. Su temperamento intimidaba a las perso- nas que la irritaban. Aun su esposo chino evitaba su ira. Un día, Cheng caminaba frente a una casa y escuchó que alguien le hablaba a un grupo de personas. Curiosa, se quedó viendo por una ventana. ¿Acaso es esto una iglesia? Quería estudiar Inglés y había oído que las iglesias a menudo enseñaban Inglés. Esperó afuera hasta que termi- nara el programa. Salió un señor que se presentó como el pastor Hang. –¿En qué le puedo ayudar? –preguntó con amabilidad. –Quiero aprender Inglés –dijo Cheng. El pastor Hang le informó que la clase de Inglés se reunía en la casa-iglesia los miércoles por la tarde y la invitó a asistir. El miércoles por la tarde, Cheng regresó a la casa-iglesia para la clase de Inglés. El maestro inició la clase con una oración y, al concluir la clase, invitó a Cheng a la iglesia el sábado. Llegó al culto el sábado, pero no sabía nada acerca de Dios o Jesús, y salió de allí sin haber compren- dido el sermón. Pero había algo en su corazón que se alegraba por haber asistido y quedó con ganas de regresar. Además, siguió estudiando Inglés cada miércoles. Dos semanas después, el pastor Hang invitó a Cheng a una clase bíblica para el viernes por la tarde. Verdaderamente disfrutó apren­diendo más acerca del Dios de los cristianos, así que invitó al pastor Hang a su hogar para que le enseñara más. PROBLEMAS FAMILIARES Cheng le contó al pastor que estaba teniendo problemas familiares. Le explicó que ella y su esposo no estaban legalmente casados, y su suegra procuraba separarlos para que él se casara con una chica china. Luego, su esposo se negó a darle dinero de sus ingresos para los alimentos y otras necesida- des. Ella debía ganar su propio dinero para sus alimentos. El pastor escuchó con simpatía la triste historia de Cheng, y le ofreció una posible solución. Notó que Cheng era una vendedora nata y no temía hablar con desconocidos. La in­vitó a colportar, y ganar un poco de dinero. Cheng accedió a probar. El pastor si­guió estudiando la Biblia con ella para conducirla a los pies de Jesús. Le enseñó a orar y a confiar en Dios para que supla todas sus necesidades, y también le enseñó a vender los libros. Cheng siguió sus indicaciones, pero no pudo vender ningún libro. Los me- jores lugares para vender libros son los restaurantes temprano por la mañana y durante la cena. Pero era la época de lluvia y no podía llegar a estos lugares con facilidad. Cuandodejódellover,Chengoró:“Dios,siereselDiosverdadero,siquieresquetesiga,porfavor muéstrame tu poder permitiendo que venda algunos libros esta noche”. Luego se dispuso a vender tres o cuatro libros a $1 cada uno. Esa noche vendió cinco libros a $5 cada uno. Se convenció de que Dios es el Dios verdadero y continuó vendiendo libros, y ese primer mes fue la colportora campeona
  • 14. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO14 en ventas en Phnom Penh. Al fin podía sostener- se a sí misma y llevarle alimentos a sus hijos cuando su suegra le permitía visitarlos. ESPOSO CELOSO Pero un mes después, su esposo le dijo que dejara de vender libros. –Tu trabajo me deshonra –le comentó. En otra ocasión le dijo: –¿Quién era ese joven que estaba contigo? ¿Es tu novio? Cheng le dijo que era su jefe de trabajo, no su novio. Su esposo ya no dijo nada, pero Cheng sabía que no estaba contento con el hecho de que ella trabajara. Un día, el esposo fue a visitar al pastor Hang. –¿Qué está haciendo mi esposa en este momento? –preguntó–. ¿Y quién es ese joven con el que la he visto? El pastor le dijo al esposo de Cheng que ella estaba estudiando la Biblia y se preparaba para ser cristiana. Y le confirmó lo que Cheng ya le había dicho, que el joven era su jefe. El esposo de Cheng regresó a casa y le dijo que dejara de creer en Jesús y de vender libros. –No puedo hacer eso –replicó Cheng–. Creo en Jesús; he visto su poder en acción. Y vendo libros para alimentarme, porque tú te niegas a darme dinero. Su esposo discutió con ella, y ella le recor- dó que su madre se había llevado a sus hijos y lo quería a él también. –¿Qué más me queda? –preguntó con lá- grimas en los ojos. –Si te niegas a dejar estas tonterías, te voy a dejar –dijo el hombre. Pero Cheng se negó a abandonar su nueva fe. Cuando se bautizó unos meses después, su esposo la abandonó y se fue a vivir con su ma- dre y sus hijos. En los últimos dos años, ha sido instrumen- to en las manos de Dios para llevar a siete perso- nas a aceptar a Jesús como su Salvador y Señor. EL PENDIENTE PERDIDO Una mujer a la que Cheng solía pintarle las uñas le preguntó por qué se había hecho cristiana. Cheng sonrió y le dijo a la mujer que Dios es un Dios de amor y muy poderoso. Un Dios que puede contestar oraciones. Entre tanto que las dos mujeres conversaban afuera de la casa de esta dama, ella se percató de que le faltaba uno de sus pendientes preciosos. –¡Tenemos que encontrarlo! –dijo la mu- jer buscando en la tierra la joya extraviada–. Lo heredé de mi madre. ¡Debo hallarlo! Las dos mujeres buscaron frenéticamente la joya perdida. Cheng sabía que si no la en- contraba, la mujer podría acusarla a ella y a la iglesia. Cheng dejó de buscar y se arrodilló en la tierra frente a la casa de la mujer y oró: “Por favor, Dios, ayúdanos a encontrar el pendien- te de esta mujer para que ella sepa que tú eres un Dios poderoso”. Cuando Cheng se levantó, miró hacia abajo y vio el pendiente de oro en el polvo. La mujer quedó tan impresionada de que el Dios de Cheng la ayudara a encontrar su pendiente que le pidió a Cheng que la llevara a su iglesia el sábado. Cheng se sintió deshecha cuando su espo- so le dijo que ya no la quería como esposa. Pero Cheng depositó su confianza en Dios y recientemente conoció a un pionero de Mi- sión Global, y ahora están haciendo planes de casarse. “Verdaderamente, Dios ha suplido todas mis necesidades”, dice con una sonrisa. Chenghorn Thean es campeona en el col- portaje y ganancia de almas en Phnom Penh, Camboya. C E n n L G h es P ad re to o m am g m B ig B D E im m co ta d a
  • 15. 15MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO n- o- r. le o ue n re ra ue u- –. te n- la n or n- es ia La os te ia o- a. y i- de o . l- h, Camboya 8 de agosto El obstinado hombre de negocios Bophal Thor era un hombre de negocios próspero y adi- nerado de Camboya. Compraba madera en los bosques de Laos y la transportaba por el río a Phnom Penh, Camboya. Ganaba mucho dinero en este negocio y estaba orgulloso de hacerlo. Bophal se casó con Dany, y la pareja se acostumbró a un estilo de vida cómodo. PROBLEMAS EN EL HOGAR Luego, la esposa de Bophal se interesó en el cristianismo. Después de un tiempo, se hizo adventista e invitó a Bophal a asistir a la iglesia con ella los sábados. Pero cada semana Bophal rechazaba la invitación de su esposa. Bophal trató de convencer a su esposa a que se olvidara del cristianismo, que dejara estas tonterías de lado y que regresara a sus raíces religiosas. Cuando no logró persuadirla, intentó otros métodos. Un sábado por la mañana, detuvo a su esposa mientras se preparaba para ir a la iglesia. –Invité a muchos amigos para comer y beber hoy –dijo Bophal–. Necesito que vayas al mercado, compres los alimentos y nos cocines. –Querido, tú sabes que voy a la iglesia –respondió Dany–. ¿Acaso no puedo cocinar para tus amigos en otro día? –No, los invité para hoy –replicó Bophal enojado–. Ahora ve a comprar los alimentos y re- gresa rápidamente para que les prepares la comida. Bophal pudo ver que Dany estaba molesta por sus exigencias, pero ella no dijo nada. Fue al mercado, compró los alimentos y les cocinó una gran comida, como su esposo le había pedido. Bophal sonrió, pensando que su estrategia había funcionado, evitando que su esposa fuera a la iglesia. Pero mientras que los hombres comían, Dany salió de la casa y se fue a la iglesia. Cuando Bophal se dio cuenta de que no estaba, se enojó mucho. Cuando Dany regresó de la iglesia, Bophal tomó la Biblia de la mesa y la tiró a la basura. Dany se dirigió, en silencio, a la basura y recuperó su Biblia. EL ÉXITO SE VIENE ABAJO La lucha por la fe de Dany duró nueve años. Cuando Bophal estaba en casa, trataba de impedir que Dany fuera a la iglesia. Pero cuando estaba fuera por negocios, Dany asistía libre- mente. En dos ocasiones Bophal hasta la acompañó a la iglesia en un esfuerzo por complacerla. Bophal trabajaba mucho para mejorar su negocio. Para asegurar un buen contrato, consul- taba fielmente a los sacerdotes de su religión y a los videntes, quienes le informaban los mejores días para hacer un viaje, comprar un cargamento de madera o vender una carga de madera. Pero a pesar de sus mejores esfuerzos, su negocio comenzó a perder dinero. Parecía que mientras más
  • 16. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO16 trabajaba, más plata perdía. Parecía que todo lo malo le sucedió al mismo tiempo. En una ocasión una barcaza que traía su madera se hundió en el río. En otra ocasión los oficiales de aduana lo atraparon en una mentira sobre la cantidad de madera que transportaba y lo multaron fuertemente. Les dio a los leñadores un gran adelanto por su trabajo, y huyeron con su dinero. El negocio de Bophal estaba prácticamen- te en bancarrota. Tuvo que vender todo lo que tenía con excepción de su casa. Dany nunca le renegó a su esposo acerca de las pérdidas en su negocio. En lugar de eso, razonaba con él diciéndole: –Tal vez, Dios trata de llamar tu atención. Los videntes no te pueden ayudar. Solo Dios puede hacerlo. Bophal no quería reconocer que tal vez Dany tuviera razón. –Querido, voy a orar por ti –le dijo Dany–. Pero no voy a pedir que ganes mucho dinero. No es necesario ser rico para ser feliz. Bophal le agradeció, pero siguió rechazan- do sus invitaciones para asistir a la iglesia. Él quería hacer las cosas a su manera. Por un tiempo, el negocio de Bophal parecía mejorar. Pero nuevamente todo se le vino abajo. Bophal no podía menos que pensar que tal vez había algo de verdad en eso del Dios de Dany. UN CORAZÓN CAMBIADO Un día, el hermano de Dany, Kim Sok, vino de visita. A Kim Sok y Bophal les gustaba conversar, y ambos pasaron muchas horas ha- blando acerca del amor de Dios y la salvación. Kim Sok reforzó todo lo que Dany le había estado diciendo a su esposo durante tantos años. Kim Sok le preguntó a Bophal si le gusta- ría recibir estudios bíblicos y Bophal accedió. Kim Sok y el pastor adventista co­menzaron a estudiar la Biblia con Bophal y el hermano de Kim Sok que vivía cerca. Los hombres estu- diaron juntos varias veces a la semana durante tres meses. Bophal se convenció de que había estado luchando no solo contra su esposa, sino tam- bién contra el Dios del universo. Comenzó a comprender que Dios no solo es un Creador poderoso, sino un Padre amante. Bophal aceptó a Jesucristo como su Salvador. Se deshi­­zo de todos sus ídolos que tanto había acariciado e invitó a Jesús a ocupar el primer lugar en su hogar. Bophal comenzó a asistir fielmente a la iglesia con Dany cada semana, como ella tan- to había anhelado y por lo que había orado por tantos años. Siendo que la familia había perdido su automóvil en los negocios de Bophal, la familia caminaba a la pequeña igle- sia a la que asistían. Durante la época de llu- via, la familia caminaba con el agua hasta las rodillas, pero nunca faltaban a la iglesia. Bophal dedicaba horas al estudio de la Bi- blia y a la oración. Después de varios meses más, selló su pacto con Dios por medio del bautismo. Bophal no se hizo adventista para llegar a ser rico. Después de su bautismo, dejó de tra- bajar en el negocio de la madera, solicitó tra- bajo como un pionero de Misión Global y aceptó que Dios fuera su jefe. Hoy, Dany trabaja para sostener a la fami- lia mientras que Bophal gana un pequeño es- tipendio mientras busca a personas para guiar- las al Salvador. Él ha estudiado la Biblia con 25 personas, 15 de las cuales ya fueron bauti- zadas. Además, ha sembrado un grupo pequeño en una área de Phnom Penh. Aunque su familia no tiene mucho dine- ro, son más felices que nunca antes porque han hallado la felicidad de adorar a Dios jun- tos como familia. Bophal Thor es pionero de Misión Global en Phnom Penh, Camboya. C P p C m am b tá es m m co P d m co ca M en p in p co E p P m b n tr d d
  • 17. 17MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO u- te o m- a or al Se ía er la n- o ía de e- u- as i- es el a a- a- y i- s- r- n i- ño e- ue n- al Camboya 15 de agosto Por fin, amada [Pídale a una mujer que presente este informe en primera persona.] Mi vida no ha sido fácil. Crecí en una familia pobre de Camboya. Todos teníamos que trabajar para que pudiéra- mos comer. La pobreza convirtió a mi madre en una persona amargada, y nuestros padres no nos mostraban su amor y bondad. Mi madre descargaba mucha de su ira en mí, gri- tándome y maldiciéndome sin importar cuánto trabajaba. A los diez años, tuve que dejar de estudiar y cuidar de las vacas y los búfalos de los vecinos, para ganar unas monedas para mi mamá. Al llegar a casa, tenía que cocinar y limpiar la casa. Nunca tenía tiempo para descansar. Cuando cumplí los 19 años, mi madre escogió un marido para mí. Sentía alegría porque al menos me alejaría de sus exigencias. Pero la vida no cambió como había deseado. Mi madre constantemente nos exigía dinero. Tratamos de ayudarle, pero no apreciaba nuestros esfuerzos. Por su culpa, nuestro matrimonio fue miserable. Cuando mi esposo se negó a seguir dándole dinero, ella lo corrió. Él se divorció de mí para alejarse de mi madre. No tenía donde ir, así que regresé a la casa de mi madre. No me dejaba dormir en su casa a menos que le diera dinero, y no lo tenía. Así que dormía en la tierra debajo de su casa que estaba construida sobre zancos. Cortaba y vendía leña para comprar alimentos y recogía espigas en los campos de arroz para complementar mi escasa dieta. MÁS PROBLEMAS Luego, descubrí que estaba embarazada. Mi madre insistía en que me hiciera un aborto. Me envió a la casa de mi hermana. Esperaba que ella comprendiera, pero me dijo que si no me practicaba un aborto no podría quedarme con ella. Así que fui con un doctor que me dio una inyección y, varios días después, entré en trabajo de parto. El bebé nació sin vida, pero tuve que permanecer en el hospital para recuperarme. Me sorprendió cuando mi madre me visitó en el hospital. Me alegró verla, pero cuando la vi con las manos sobre su cabeza, me di cuenta de que mi propia ma­dre quería que me muriera. En ese mo­men­to, deseé la muerte porque no tenía nada por lo cual vivir. Cuando pude salir del hospital, me dijeron que debía $50 por los servicios. No tenía dinero para pagar la cuenta. Me sorprendió cuando mi madre vendió un búfalo para pagar la cuenta. Pero debería haber sabido que no era por su buen corazón. Me dijo que tendría que trabajar mucho para pagarle. Regresé a la casa de mi madre, pero esta vez me permitió dormir en la casa. Todavía no esta- ba lo suficientemente bien para trabajar, así que la situación impacientó a mi madre y me ame- nazó con venderme a un hombre chino. No me atreví a quedar en casa de mi madre, así que huí a la capital, Phnom Penh. Encontré trabajo vendiendo sobras de carne. Me daban $10 al mes, además de alimentos y un lugar donde dormir. El trabajo era difícil, pero me esforzaba y le enviaba dinero a mamá para pagarle mi deuda.
  • 18. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO18 ALGUIEN QUE ME AMARA Un hombre venía a comprar comida casi todos los días. En cierta ocasión, vino y no me encontró. Le preguntó a mi jefe dónde estaba, y él le dijo que estaba enferma. El señor vino a mi cuarto para verme y se dio cuenta de que estaba ardiendo de fiebre y escalofríos. Me le- vantó y me llevó al hospital. Él fue la primera persona en mostrarme verdadera bondad, pero estaba demasiado enferma para notarlo. Cuando me sentí mejor, el señor me ani- mó a dejar mi trabajo. Hasta encontró una casa en la que podía vivir. Le conté acerca de las dificultades de mi vida y dijo que quería ayudarme. Me parecía que era un ángel y no podía hacer menos que amarlo. Cuando me dijo que quería vivir conmigo me sentí muy feliz. Él pagaba el alquiler de la casa, así que no tenía que trabajar por cada bocado de alimen- to. Nunca me había sentido tan feliz. Estaba lejos de las maldiciones de mi madre, viviendo con un hombre a quien amaba y él me amaba a mí. Luego, supe que el hombre a quien amaba tenía otra esposa. Me sentí traicionada. Me dijo que me amaba y quería seguir viviendo conmigo. Yo aún lo amaba y no me imaginaba regresar a mi antigua vida, así que estuve de acuerdo. EL SEGURO AMOR DE DIOS Un día, me enteré de que había otra Perso- na que me amaba. Conocí a una dama que me contó todo acerca de Dios. Me dijo que Dios me amaba y quería que fuera su hija. Nunca antes había oído hablar de Jesús, pero decidí que, si él en verdad me amaba, entonces que- ría conocer más acerca de él. No podía leer bien, así que la mujer me leía la Biblia. Dios llegó a ser una realidad en mi mente y acepté a Jesús como mi Salvador. Sentí una felicidad y paz en mi vida que nunca antes había experimentado. Me preguntaba lo que pensaría mi madre acerca de mi decisión de ser cristiana. Estaba segura de que se molestaría si lo llegaba a sa- ber. Así que le pedí a mi nueva amiga que ora- ra por mi madre. Luego, fui a visitarla. Antes de llegar a la casa mi madre, salió y me abrazó. En el pasado, me habría dado la bienvenida solo si le hubiese traído dinero. Sabía que las oraciones de mi amiga, segura- mente, habían cambiado su corazón. Cuando le dije a mi mamá que me había hecho cristia- na, no se molestó. Saqué mi Biblia y se la leí. Mi madre llamó a mis sobrinos para que escu- charan. Ella se sorprendió al ver cuán bien podía leer después de los dos escasos años de educación, así que le dije que Dios me había enseñado a leer. Cuando accedió a que orara por ella, supe que Dios estaba obrando en su corazón. El día siguiente era un día festivo de los budistas y esperaba que mi madre llevara ali- mentos al templo como solía hacerlo. Pero se quedó en casa para escucharme hablar acerca de Dios. Le dijo a mi hermana: –El Dios de Chenda es el Dios verdadero. Los dioses que hemos adorado todos estos años no son verdaderos. Cuando regresé a Phnom Penh, mi madre me pidió que regresara y trajera a un pastor para que le contara más sobre el amor de Dios. Cada día aprendo más acerca del Dios que me ama. Le dije al hombre con el que vivo que no puedo seguir viviendo con él. Pero soy feliz porque ahora sé que no estoy sola. Conozco a Uno que se ocupa de mí. Su nombre es Jesús. Quiero bautizarme y quiero que mi familia encuentre el mismo gozo que yo encontré en la vida. Chenda Keo vive en Phnom Penh, Cam­ boya. S S e C n q en p h ta lo L lo se ro ad ta su M U h se b p sa p en ah d
  • 19. 19MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO ía re ba a- a- y la o. a- o a- í. u- n de ía ra u os i- se ca o. os re or s. ue ue iz a s. ia n m­ Sri Lanka 22 de agosto Sanando, buscando, encontrando Muthuvel vive en las tierras altas del sur de Sri Lanka. Cuando terminó sus estudios secundarios, inició su propio negocio, un negocio de té. Le iba bien en el trabajo hasta que contrajo una enfermedad. Le salió un sarpullido blanco en todo el cuerpo, luego se le empezó a caer el cabello. Des- pués, se le cayeron las uñas. Le dolía todo el cuerpo y no podía trabajar. Su hermano se tuvo que hacer cargo del negocio de té. Muthuvel visitó a muchos médicos, pero ninguno le atinó a su mal. De todo lo que inten- taban, nada lo sanaba. Le dijeron al joven que moriría. “Solo los dioses te pueden salvar”, dijeron los médicos. LOS DIOSES NO OYEN Muthuvel elevaba sus peticiones a los dioses de su familia. Les hacía promesas: –Si tan solo me sanan, voy a matar un buey para alimentar a los pobres. Les daré limosnas a los pobres. Envolveré a las estatuas de los dioses en vestimentas. Pero nada sucedió. Se sentía cada vez más débil. El sarpullido que cubría su cuerpo hacía que se le pegara la ropa a la piel y no se la podía quitar sin tremendos dolores. Tenía que remojar la ropa con agua para después, lentamente, pelar la ropa de su piel. La piel infectada se quedaba adherida a la tela de sus vestimentas causándole llagas dolorosas. Comenzó a usar un simple taparrabos. Muthuvel sentía que era preferible la muerte al dolor con el cual vivía. Acarició la idea del suicidio y hasta le pidió al médico que lo inyectara con veneno, pero el doctor se negó a hacerlo. Muthuvel quedó desesperanzado. UNA ORACIÓN Y LA ESPERANZA Ese día un pastor cristiano visitó el hogar de Muthuvel. El pastor estaba visitando a todos los hogares de la aldea, orando con las personas y contándoles acerca de Jesús. Muthuvel estaba sentado al lado de la puerta de la casa de su familia cuando el pastor llegó. El pastor vio al hom- bre enfermo y se ofreció a orar por él. Muthuvel trató de incorporarse mientras el pastor oraba, pero no pudo enderezar completamente su cuerpo. El pastor oró al Dios del cielo para que lo sanara y se revelara ante este joven que tanto necesitaba conocerlo. Cuando el pastor dijo “amén”, Muthu­vel sintió un hormigueo en todo el cuerpo y una es- pecie de liviandad, como si se le hubiera caído un tremendo peso de encima. Muthuvel logró enderezarse más. Miró la parte de arriba de sus manos, que habían estado tupidas de llagas y ahora se estaban secando. Su piel comenzó a limpiarse y lo cenizo blancuzco de la enfermedad de la piel desapareció, dejando su piel de color café oscuro natural, como antes. El pastor le regaló un Nuevo Testamento y lo invitó a leerlo. –Este libro te enseñará acerca del Dios que te ha sanado –dijo el pastor. Muthuvel aceptó el libro y le dio las gracias. El pastor le prometió que regresaría a conversar con él.
  • 20. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO20 La familia de Muthuvel no había estado en casa cuando lo visitó el pastor. Pero al re- gresar, Muthuvel les contó acerca de la visita del pastor y su oración. Les mostró las manos que rápidamente estaban volviendo a la nor­ malidad. –Debo seguir a este Dios –dijo Mu­­thu­vel. La familia le dio su bendición para que se hiciera cristiano siendo que había sido sanado en el nombre de Jesús. SEGUIRÉ Muthuvel sabía que el Dios de los cristia- nos lo había sanado, pero no sabía nada acerca de él. Leyó el Nuevo Testamento y aprendió acerca de Dios y su Hijo Jesús. A medida que avanzaba en su lectura del Nuevo Testamento, se sentía más atraído hacia Dios. Quería entre- garle su vida, pero no sabía cómo orar. Así que simplemente dijo: “Me entrego a ti, Dios viviente. Tóma­me y úsame para tu causa”. El cuerpo de Muthuvel tardó siete meses en recuperarse completamente. Le creció el cabello más denso que antes y sus músculos, debilitados por la falta de actividad, se fortale- cieron nuevamente. Cuando las personas le preguntaban qué había hecho para sanarse, gustosamente les decía que Jesús lo había sa- nado. Tres personas decidieron seguir a Dios gracias a su testimonio. Dos cristianos de una aldea cercana vi- nieron a su aldea. Muthuvel les contó cómo había sido sanado y ahora seguía a Jesús. Los cristianos lo invitaron a estudiar la Biblia con ellos y a trabajar para Jesús. Muthuvel le re- galó su negocio de té a su hermano que se lo había estado atendiendo y se preparó para trabajar en favor de Dios. Estudió con los cristianos durante tres meses y luego fue a Colombo, la capital, para estudiar Teología en el seminario durante un año. Un día, las personas que lo habían guiado a los pies de Jesús lo visitaron en la escuela. Habían venido para informarles a los líderes de su iglesia que estarían dejando su fe para hacerse adventistas del séptimo día. Muthuvel no comprendía las diferencias entre las distin- tas religiones, pero dejó el seminario y se dis- puso a pastorear una iglesia pequeña en un poblado fuera de Colombo. AL FIN EN CASA Varios meses después, Muthuvel volvió a su aldea natal. Mientras permaneció allí, asis- tió a una serie de reuniones evangelizadoras que se daban en el área y aprendió más acerca de Dios y sus mandamientos. Estudió los tex- tos bíblicos que el pastor daba cada noche y antes de concluir la campaña, Muthuvel acep- tó las nuevas verdades que había aprendido. Renunció a la posición de pastor en su iglesia y regresó a su aldea natal. Vive con sus padres a la vez que comparte su fe con otros en su aldea. Estudia la Biblia con cinco personas, interesadas en el cristianismo. Los padres de Muthuvel han visto a Dios en la vida de su hijo y han cambiado sus dioses tradicionales para seguir al Dios viviente. El grupo pequeño de creyentes adventistas alaban a Dios en sus hogares mientras trabajan para construir una iglesia sencilla en su aldea. Muthuvel se regocija porque Dios tuvo mise- ricordia de él y lo levantó de las cenizas a una vida nueva en Cristo. Muthuvel Arumugam vive en Bandara­ wela, Sri Lanka, donde continúa compartiendo su fe con los que están dispuestos a escuchar. S D p d se lo el d m q A m co p U C v es b en h d sa p b A
  • 21. 21MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO a ía o a. es ra el n- s- n a s- as ca x- y p- o. ia es u s, de u es as n a. e- na a­ o Sri Lanka 29 de agosto Dios y los elefantes [Pídale a una mujer que presente este informe en primera persona.] Una mañana viajaba en autobús a Colombo, la capital de Sri Lanka. Vi a Francisco, un viejo amigo de la familia, sentado cerca de mí. No lo había visto en mucho tiempo y lo saludé. –¿Adónde vas? –pregunté. –Voy a la iglesia –respondió Francisco. –¿Iglesia? –pregunté sorprendida–. No sabía que te habías hecho cristiano. –Sí –respondió Francisco–, asisto a la Iglesia Adventista del Séptimo Día. ¿Has oído de ella? Le dije que nunca había oído de esa iglesia. –Yo también me hice cristiana hace dos años –confesé–. Había estado paralítica y no po- día hacer ni siquiera las cosas más sencillas por mí misma. Luego, unos cristianos oraron por mí y Dios me sanó. He asistido a su iglesia desde ese momento en adelante. Pero algunas cosas que hacen en sus cultos me hacen sentir incómoda. –Podemos estudiar la Biblia contigo. Permítenos contarte un poco acerca de la Iglesia Adventista y lo que ellos creen –di­jo Francisco. No estaba interesada en visitar otra iglesia, pero accedí a que me visita­ran. Unas semanas más tarde, Francisco vi­no y trajo a su pastor. Tuvimos una conver­sación muy placentera y el pastor habló acer­ca de Dios y Jesús en un lenguaje tan sencillo y fácil de comprender que me sentí muy cerca de él. Luego oró por mí y por mi familia. Su oración parecía una her­mosa conversación con un amigo. UN MENSAJE NUEVO BIENVENIDO Francisco y el pastor me visitaban a menudo y compartían conmigo las verdades de Dios. Como no sé leer muy bien, el pastor me condujo tranquilamente por estudios bíblicos sobre varios temas que me interesaban. Disfrutaba de estos momentos de estudio de la Biblia; pero mi esposo no quería tener nada que ver con Dios. Cuando veía que Francisco y el pastor se acerca- ban, se iba de la casa. Un día, mi esposo llegó a casa borracho mientras el pastor y Francisco todavía estaban allí. Él se emborrachaba frecuentemente y esto hacía que nuestra vida fuera miserable. Al beber, en ocasiones se ponía violento, rompía los muebles y nos asustaba a los niños y a mí. Cuando el pastor vio la condición de mi esposo, oró por él. Sabía que mi esposo no recordaría haber visto al pastor, pero estaba contenta de que el pastor estuviera dispuesto a orar por él. A la mañana siguiente, mi esposo estaba sobrio. No recordaba casi nada de la ra­cha de bebi- da del día anterior, pero re­cor­daba que el pastor había orado por él. De alguna manera misterio- sa, esa oración había llegado a su corazón y dijo que estaba curado de la bebida. Yo quería creerle, pero ya lo había visto prometer que dejaría de tomar y nunca duraba mucho tiempo. Sin em- bargo, esa vez fue diferente, desde ese día en adelante mi esposo nunca volvió a tocar el alcohol. Además, dejó de masticar la hoja de betel, una droga adictiva. ¡Se había sanado!
  • 22. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO22 Cuando el pastor y Francisco nos visitaron otra vez, les conté lo que había sucedido con mi esposo y nos regocijamos juntos. Cuando completé mis estudios bíblicos, fui bautizada y me hice adventista del séptimo día. ELEFANTES Y COCOS Mi esposo es campesino, y todos trabaja- mos las tierras. El momento de la siembra y de la cosecha son importantes para los cam- pesinos, y siempre habíamos practicado cier- tos rituales para apaciguar a los dioses y ase- gurar que tendríamos una cosecha abundante y buena. A la hora de la siembra, colgábamos cocos en un árbol cerca de los campos para pedirles a los dioses locales que protegieran nuestros cultivos. Al momento de la cosecha, colgábamos cocos entre las espigas de arroz como un agradecimiento a los dioses. Pero después de hacerme adventista me enteré de que estas ofrendas honran a los dio- ses falsos y abandoné estas tradiciones que había practicado desde niña. Mis vecinos pensaban que era peligroso no querer com- placer a los dioses. Pensaban que había perdi- do la cordura cuando me vieron arrodillada pidiéndole al Dios del cielo que bendijera nuestras cosechas antes de que los hombres prepararan la tierra para la siembra. Me rega- ñaron por no seguir las costumbres de mis ancestros. Pero Dios honró mi fe manifestan- do su poder ante mi familia y vecinos. Nosotros, los campesinos, tenemos un problema serio en Sri Lanka. Cuando la mies está casi lista para cosechar, llegan los elefantes. Son grandes y peligrosos, y pueden arruinar una cosecha entera en una noche. Es un peli- gro que todos tememos. Solíamos hacer ofren- das especiales a los dioses locales para proteger la cosecha de los elefantes. Pero ahora, en lugar de ofrendar a estos dioses locales, le pedí a mi Dios que está en los cielos que protegiera nues- tro sembradío de arroz de los elefantes. Temprano cada mañana, a medida que se maduraba el arroz y se acercaba el tiempo de la cosecha, mi esposo y yo íbamos rápida- mente a revisar nuestro sembradío. Veíamos huellas de elefantes a lo largo de nuestro campo, pero ni una espiga de arroz se había doblado ni quebrado. Todos los demás cam- pesinos habían sufrido grandes pérdidas por causa de los elefantes, pero Dios protegió nuestro campo y no sufrió daño alguno. EL PODER DE DIOS Cuando los vecinos vieron cómo nues- tros campos fueron protegidos de los elefan- tes, se sorprendieron grandemente y nunca más me llamaron la atención por orar a mi Dios. Aunque mi esposo no es cristiano, me permite regresarle a Dios su diezmo del arroz que cosechamos. Mi esposo sabe que sin mis oraciones y la protección de Dios, los elefan- tes habrían destruido la cosecha entera. Y desde que comencé a darle a Dios la décima parte de nuestra cosecha, hemos sido bende- cidos con más arroz de lo que cosechábamos antes. Mi familia ha visto lo que Dios ha he­cho por nosotros, y mis dos hijas y sus fa­mi­lias me acompañan a la pequeña con­gre­gación adventista de nuestra aldea para adorar a Dios. Algunos vecinos han pedido conocer más acerca del Dios del cielo que es más po- deroso que los elefantes. Al­gu­nos de ellos han comenzado a estudiar la Biblia con el pastor. Ahora, diez personas de nuestra co- munidad estudian la Biblia juntos y dos de ellos fueron bau­tizados. Parte de las ofrendas del decimotercer sá- bado serán destinadas a ayudar a las congre- gaciones locales como la mía a edificar casas de adoración. Kusumawathie Perera es esposa de un campesino en el norte de Sri Lanka. S L p re o d d d a u q u se g p A ca m p b E sa ti p el za d d P h v A co
  • 23. 23MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO se de a- os o ía m- or ó s- n- ca mi me oz is n- Y ma e- os o as n a er o- os el o- de á- e- as n Sri Lanka 5 de septiembre Los sermones robados [Pídale a un hombre que presente este relato en primera persona.] Quería convocar a una reunión con todos los dirigentes religiosos de mi pueblo en Sri Lanka. Pensé que debíamos orar y pasar tiempo juntos. Repasé la lista para estar seguro de que no se me había olvidado ninguno. Sabía que algunos de los pastores no estarían contentos con que hubiera invita- do al pastor adventista, porque pensaban que el adventismo era una secta. Pero deseaba incluir a cada ministro. No conocía a todos los ministros y era una buena oportunidad de conversar con ellos. Tenía un deseo especial de aprender acerca de la iglesia adventista. Cuando el pastor adventista me dijo que adoraban a Dios el sábado en lugar del domingo, quedé intrigado. Pero mi interés fue por una razón puramente egoísta. Decidí visitar la Iglesia Adventista cada sábado y escuchar los sermones del pastor. Así podría usar su material para ayudarme a predicar mi sermón en domin- go. Me ahorraría mucho trabajo. El siguiente sábado visité la iglesia ad­ventista. Fui recibido con mucha amabilidad por el pastor y la congregación. Escu­ché atentamente el sermón y tomé apun­tes con mucho cuidado. Al día si­guien­te, prediqué el mismo sermón que había escuchado en la Iglesia Adventista, con cambios menores. Esto hace que mi vida sea mucho más fácil, pensé. El siguiente sábado, nueva- mente fui a la Iglesia Adventista y volví a tomar apuntes acerca del sermón. Usé esos apuntes para predicarle a mi congregación el domingo. La siguiente semana, se repitió la acción. El sá- bado por la noche, me fui a dormir feliz por mi brillante idea para ahorrarme trabajo. EL HOMBRE MUERTO VIVE Durante la noche, me desperté sintiendo un dolor agudo en el hombro. Me le­vanté de un salto y prendí la luz. Me había mordido una víbora. Mi esposa y yo buscamos a la víbora frené- ticamente en la habitación, pero no la hallamos. Mi esposa me llevó al hospital, pero no les pudimos decir a los médicos qué clase de ofidio me había mordido, así que no me pu­dieron dar el contraveneno indicado. Per­dí la conciencia y el médico pensó que había muerto. Me llevaron al mortuorio y mi hermano compró un féretro. Mi familia y amistades comen- zaron a llorar sobre mi cuerpo. Después de un tiempo, alguien me tocó. Tal vez sintieron calor donde la piel debería haber estado fría, pero revisaron y encontraron que todavía tenía un pulso débil. Emocionados, me llevaron rápidamente a la unidad de cuidados intensivos del hospital. Permanecí allí durante dos semanas. Sentía mucho dolor, pero lentamente recuperé mi salud. Muchos de mis compañeros pastores me vinieron a visitar. Algunos dijeron que Dios me había castigado por haber visitado la Iglesia Adventista. El pastor adventista me visitó varias veces y me trajo un libro llamado El conflicto de los siglos. ATRAPAN AL LADRÓN DE SERMONES Cuando estuve suficientemente recuperado para volver a predicar en mi iglesia, reanudé la costumbre de visitar la Iglesia Adventista para tomar notas de los sermones del pastor. Por su-
  • 24. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO24 In U co d ló ap v jo q p U q n te le es a su la d U d ca ce h es an puesto que no le dije lo que hacía, ni tampoco le dije a mi congregación de dónde obtenía el material de mis sermones. Un sábado, el pastor predicó un sermón acerca la observancia del sábado como día de reposo. También tomé prestadas esas ideas, y prediqué acerca de la observancia del sábado como día de reposo. Después del sermón los miembros de mi congregación me pregunta- ron por qué ado­rábamos en domingo si el sá- bado era el verdadero día de reposo como les había predicado. De repente, me di cuenta de que había sido atrapado por mi propia astucia. Necesita- ba más información acerca del sábado para poder responder las preguntas de mi congre- gación. Así que visité al pastor de la Iglesia Adventista y le pedí que estudiara la Biblia conmigo, empezando con el sábado. Después de estudiar acerca del sábado, le hice todas las preguntas que supuse me harían los miembros de mi congregación. Luego, convoqué a los miembros de mi iglesia para darles el mismo estudio de la Biblia sobre el sábado. No todos estaban interesados en esta nueva verdad, pero muchos de ellos deseaban aprender más. ADOPTAMOS UNA NUEVA VERDAD Llegaron las noticias a los dirigentes de mi denominación referentes a mis enseñanzas de las doctrinas adventistas. No es­ta­ban conten- tos conmigo. Me informaron que si insistía en predicar como pastor adventista no podría se- guir siendo pastor de mi iglesia. Decidí hacerme adventista, convertir mi iglesia en una Iglesia Adventista y traer con- migo a cuantos miembros de mi congrega- ción me hicieran caso. Los domingos llega- ron a ser días del estudio de la Biblia en mi iglesia y varios pastores adventistas me ve- nían a ayudar a enseñarle a mi pueblo. Du- rante tres o cuatro meses estudiamos la Biblia intensamente y tratamos de entender la vo- luntad de Dios para nuestras vidas y nuestra iglesia. Luego, tuvimos un bautismo en el que veinte miembros de mi iglesia se unieron a la familia adventista. Después, trece más fueron bautizados. Más de la mitad de los miembros de mi pequeña congregación se unieron a la Iglesia Adventista. LOS MIEMBROS HABLAN Lila es una mujer que se bautizó en el pri- mer grupo. Dice lo siguiente: “En la iglesia anterior, el estudio de la Biblia era superficial, pero ahora la Biblia es un don precioso y es- carbamos profundamente para comprenderla. Eso me gusta. Nunca antes había oído acerca del sábado, pero a través de mi pastor aprendí acerca de la verdad del sábado. Me bauticé, junto con otros veinte miembros de mi iglesia que decidieron unirse a la Iglesia Adventista. Mis dos hijas se bautizaron conmigo. Estoy agradecida de que nuestro pastor no nos dejó solos sino que nos llevó consigo en esta nueva y más profunda fe”. Nunca fue mi intención cambiarme de iglesia cuando le robé los sermones al pastor adventista, pero Dios convirtió mi deseo de hacer trampa en una verdadera fe, y alabo su nombre por eso. Gamini Mendis sigue trabajando como pastor en la misma área de Sri Lanka donde una vez fue pastor de una iglesia carismática. En la actualidad, es pastor de tres iglesias adventistas.
  • 25. 25MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO Indonesia 12 de septiembre Una pequeña colpoltora Cecilia es una niña de apenas once años, pero es una colportora experimentada. Vive con su padre y su hermana menor en Manado, In- donesia. Cuando tenía ocho años, su amiga Cristy la estimu- ló a convertirse en una evangelista de la palabra impresa. –¿Qué quiere decir eso? –preguntó Cecilia. –Es alguien que vende revistas y libros para que la gente aprenda de Jesús –le contestó Cristy. A Cecilia le encantaba hablarles de Dios a los demás; por eso le resultó atractiva la idea de vender libros para compartir el amor del Señor. No obstante, su padre creía que era demasiado joven para visitar las oficinas públicas ofreciendo libros. Cecilia y Cristy le explicaron al padre lo que hacían. El padre reconoció la determinación que tenía Cecilia y finalmente le dio permiso para colportar. UNA NUEVA EVANGELISTA Cristy llevó a Cecilia a un edificio de oficinas del gobierno. Allí Cecilia observó la forma en que Cristy le hablaba a la gente. –Este libro habla de Dios y de la manera en que obra en la vida de las personas –dijo la niña–. Además, es un libro que habla del gran sermón que dio Jesús en un monte. También tengo libros de salud y otros libros espirituales. La niña tomó pedidos de varios libros y prometió traerlos la semana siguiente. La próxima vez, le tocó a Cecilia hablar con las personas. Con entusiasmo habló de los exce­ lentes libros que vendían. Una tarde, mientras las niñas recolectaban el dinero por los libros que estaban entregando, Cecilia tuvo una idea. ¡Tal vez pueda vender suficientes libros para ayudar a pagar mis estudios en la Escuela Adventista! Su padre no tenía suficiente dinero para enviar a sus hijas a la Escuela Adventista. Sin embargo, Cecilia pensó que podría ganar dinero y asistir a la escuela. Comenzó entonces a ahorrar dinero con el fin de tener lo suficiente para los estudios del año próximo. UN CLIENTE ESPECIAL El hermano de Cristy comenzó a trabajar con Cecilia. Una tarde, los dos se encontraron después de la escuela y oraron para saber adónde debían ir a ofrecer sus libros. Comenzaron a caminar por la calle y pasaron frente a una compañía que vendía refrescos. –Probemos esta empresa –dijo Cecilia. Los dos caminaron hacia el interior de la empresa y vieron que había un guardia parado cerca de la entrada. Los niños lo saludaron y le explicaron quiénes eran y lo que deseaban hacer. –Tuvimos un día libre en la escuela y estamos vendiendo libros para ayudar a pagar nuestros estudios –le explicó Cecilia–. ¿Tiene unos minutos para que le mostremos nuestros libros? Los niños tenían la esperanza de que el guardia les permitiría hablar con algunos empleados antes de pedirles que se marcharan. Pero el guardia les contestó: mi e- u- ia o- ra el n ás os se i- ia l, s- a. ca dí é, ia a. y ó va de or de u o de a. as
  • 26. MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO26 –El dueño de la compañía está adentro. Esperen aquí mientras lo busco. Los niños se sorprendieron. En realidad, les dio un poco de miedo conocer al dueño de la compañía, pero el guardia ya había des- aparecido, por lo que decidieron esperar. LA GRAN SORPRESA Unos minutos después, apareció el due- ño y saludó a los niños. Escuchó mientras le hablaban del amor de Dios y de los libros que vendían. Le explicaron que estaban ga- nando dinero para ayudar a pagar sus estudios. –¿A qué escuela asisten? –les preguntó el dueño. El amigo de Cecilia le contestó al hom- bre que asistían a la Escuela Adventista, y Cecilia mencionó el nombre de su escuela. –¿Por qué no estudias también en la Es- cuela Adventista? –preguntó el hombre. –Mi padre no tiene dinero para enviarme allí –le dijo–. Pero estoy ahorrando dinero, y tal vez el año próximo tenga lo suficiente para inscribirme en la Escuela Adventista. El hombre la miró fijamente a los ojos y se dio cuenta de que la chica era sincera. En- tonces le hizo una pregunta sorprendente: –Si yo te pago lo que cuesta la Escuela Adventista, ¿te dejaría tu padre estudiar allí? Los ojos de la niña se agrandaron. Con alegría contestó: –¡Por supuesto! –Entonces dile a tu padre que venga a ver- me este viernes –le dijo, sonriendo. Cecilia estaba tan emocionada que no po- día decir nada; solo se limitó a darle un fuerte abrazo. UNA DOBLE SORPRESA Los niños le dieron las gracias a aquel se- ñor y salieron del edificio, olvidándose por completo de las ventas de libros. Aquella no- che, Cecilia le comunicó las buenas noticias a su padre. El viernes, su papá acudió a la com- pañía de refrescos para encontrarse con la per- sona que había ofrecido pagar los estudios a su hija. Cuando él supo que Cecilia tenía una hermana menor, ofreció pagarle los estudios también a ella. “Imagínense –dice la niña–. Estaba ven- diendo libros para ahorrar dinero para mis estudios, ¡y Dios nos manda un hombre que va a pagar mis estudios y los de mi hermana!” Cecilia sigue vendiendo libros, aunque ya no necesita dinero para sus estudios. “Quiero encontrar a más personas que necesiten apren- der de Jesús”, dice. S L ag ca ll en ad la fa g E S re d p el q b tu h co p P d n p co S lo CÁPSULA INFORMATIVA • La mitad de la población de Indonesia vive en las ciudades y la otra mitad vive en zonas rurales. Debido a que en gran parte del país se observa una fuerte actividad volcánica, la tierra es fértil y los cultivos crecen con facilidad. • Si desea más información respecto a la obra adventista en Manado y en toda la División Sudasiática del Pacífico, vea el DVD de Misión Adventista para este trimestre.
  • 27. 27MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO me y te y n- la ? n r- o- te e- or o- a m- r- u na os n- is ue ” ya o n- Singapur 19 de septiembre Luz en la oscuridad Paulraj entró al círculo de obreros migrantes que aguardaban sentados bajo un poste de luz en una de las calles de la ciudad de Singapur. Sacó de su bolsa una bote- lla de jugo para cada una de las personas. Entonces se sentó entre ellos, abrió su botella y tomó un trago. Era hora de adorar a Dios. Los hombres estaban cansados. La mayoría provenía de la India, habían viajado a Singapur para ganar algo de dinero que les permitiría mantener a sus familias. Esa noche, no habían llegado hasta ese lugar de la ciudad para recibir un poco jugo gratis. Eran personas que tenían sed de Dios. EL MINISTERIO AL PIE DEL POSTE Desde 2007, Paulraj ha sido pionero de Misión Global entre miles de obreros migrantes de Singapur. La mayoría vive en grandes vecindarios que pueden albergar hasta diez mil trabajado- res. Paulraj ha encontrado la manera de hacerse amigo de ellos. Les pregunta acerca de sus vidas, de sus familias y de sus desafíos. Una tarde, Paulraj caminaba por una calle mientras caía la noche. Las farolas de las calles parpadeaban mientras se iban encendiendo a medida que oscurecía. Notó que cerca de una de ellas había un hombre en cuclillas leyendo un libro. Paulraj se puso en cuclillas al lado de él y vio que estaba leyendo la Biblia. –¿Puedo compartir un versículo contigo? –le preguntó al hombre. El hombre lo miró sorprendido. Titubeó un momento antes de darle el libro a Paulraj, que buscó Isaías 48:17 y 18, y leyó: “Así dice el Señor, tu Redentor, el Santo de Israel: ‘Yo soy el Señor tu Dios, que te enseña lo que te conviene, que te guía por el camino en que debes andar. Si hubieras prestado atención a mis mandamientos, tu paz habría sido como un río; tu justicia, como las olas del mar’ ” (NVI). Martín, el hombre que estaba en cuclillas debajo el poste de luz, miró a Paulraj. –Nunca antes había escuchado acerca de los mandamientos de Dios –dijo. Los dos hombres hablaron brevemente de los mandamientos de Dios. Entonces Paulraj le preguntó sobre su familia y los problemas que enfrentaba. Cuando la conversación llegó a su fin, Paulraj se puso de pie para despedirse y regresar a su casa. Date la vuelta, dijo una voz. Pídele a ese hombre que ore contigo. Paulraj reconoció la voz de Dios. Se dio vuelta e invitó a Martín a ir a su casa. Este aceptó la oferta, y los hombres cami- naron juntos para tomar algo frío y conversar más. Antes del fin de la velada, oraron juntos. Después de esa experiencia, Paulraj visitó en forma continua a Martín y, con el tiempo, él pidió ser bautizado porque quería formar parte de la familia adventista. Martín fue el primer converso de Paulraj. SUPLIENDO NECESIDADES El gobierno de Singapur no permite que se celebre ningún tipo de evangelismo público entre los obreros migrantes. Por lo tanto, Paulraj hace amigos para Cristo gracias a las clases de Inglés
  • 28. 28 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO y de Computación, a los servicios de salud y a la consejería familiar. Incluso, celebra días fes- tivos nacionales con ellos. –¿Por qué hace esto? –le preguntan algu- nos obreros. –Porque Dios lo ama a usted y yo también –responde con sencillez. Hace poco, lo han autorizado para orga- nizar programas los sábados por la noche en las afueras de la gran barriada. En esos pro- gramas presenta videos cortos que encierran alguna enseñanza, cánticos y oraciones. Los obreros a menudo se detienen para escuchar y participar. “DEBO REGRESAR” Un día, un hombre llamado Sankar, que pasaba por el lugar, notó que un grupo de per- sonas estaba orando. Se detuvo y se quedó observándolos durante unos minutos. Cuan- do Paulraj lo vio le hizo un gesto con la mano, invitándolo a unirse al grupo de oración. Sankar se acercó, y pronto lo incluyeron en la con­versación. El hombre regresó a la semana siguiente, y Paulraj lo incorporó a la conversación. No le predicó, pero le hizo preguntas que demostra- ban que se interesaba en él. Aquel hombre continuó asistiendo a las reuniones y final- mente entregó su vida a Jesús. Sin embargo, poco tiempo después fue herido en un acci- dente que mató a otros dos hombres. Paulraj lo visitó en el hospital. Sankar miró a Paulraj y le dijo: –Debo regresar a la India para compartir con mi gente lo que he aprendido del amor de Dios. Sankar regresó a su tierra natal, donde está estudiando, con el fin de prepararse para es- parcir el evangelio. COMPARTIENDO LA VISIÓN “Entre los obreros migrantes de Singapur hay trabajadores de casi toda ciudad y pueblo de la India –comenta Paulraj–. Si logramos guiarlos hacia Cristo, ¡imagínense lo que ellos podrán hacer cuando regresen a sus lugares de origen!” En la actualidad, Paulraj ha comenzado a preparar a sus conversos para este tipo de ministerio. Paulraj alaba a Dios porque entre los que se han entregado a él, gracias a su ministerio, se encuentran más de cincuenta obreros mi- grantes. Ellos se reúnen en grupos pequeños en su casa e, incluso, bajo las luces en las calles, para cantar, estudiar la Biblia y orar los unos por los otros. “Haré lo que sea necesario para presentar a Jesús a las personas”, dice. Nuestras ofrendas misioneras ayudan a establecer iglesias en diversas partes del mun- do gracias a la obra de más de 1.200 pioneros de Misión Global, como es el caso de Paulraj y su esposa. Paulraj Masillamony y su esposa, María Jeeva, son parte de un equipo de pioneros de Misión Global que trabaja entre la comuni- dad hindú de Singapur. 2 P P m ci p d ú ca ta u P al b ab p n L si A cu so n q in el EL DESAFÍO • Paulraj y su esposa, María, son pioneros de Misión Global en Singapur, una gran ciudad- estado que se encuentra en el extremo sur de la península de Malaca. Dicha ciudad cuenta con una población de unos 4,7 millones de personas. •Unos1.200pionerosdeMisiónGlobalprestan serviciosen86paísesdelmundo.Algunostrabajan enzonasprimitivas,mientrasqueotros,como PaulrajyMaría,lohacenenmodernasregiones urbanas.OremosporlospionerosdeMisiónGlobal queseencuentranentodoelmundo. • Si desea más información sobre este relato, lo invitamos a ver el DVD de Misión Adventista para este trimestre.
  • 29. 29MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO y le a- re l- o, i- aj y ir de tá s- ur o os os de a de ue o, i- n s, os ra a n- os aj ía de i- 26 de septiembre Programa del decimotercer sábado PARTICIPANTES Y RECURSOS Dos narradores. [Los ponentes no necesitan memorizar sus partes, pero deben estar lo sufi- cientemente familiarizados con el material como para poder presentarlo con confianza.] Un gran mapa de la División Sudasiática del Pacífico [se puede escanear el mapa de la última página de la publicación trimestral o des- cargarlo en www.AdventistMission.org y proyec- tarlo en una pantalla. También se puede dibujar un mapa en una cartulina.] Narrador 1: La División Sudasiática del Pacífico está compuesta por catorce países, en algunos de los cuales el evangelio ha sido reci- bido con entusiasmo y poseen una membresía abundante. Sin embargo, otros países están presentando grandes desafíos a la iglesia. Hoy nos vamos a centrar en Timor Oriental, Sri Lanka y Bangladés. Narrador 2: Timor Oriental es una isla situada a unos 640 km al noroeste de Darwin, Australia. Tiene 14.874 metros cuadrados y cuenta con hermosas playas. Sus habitantes son conocidos como timorenses. Se hablan nada menos que doce idiomas en el país, aun- que la mayoría de la gente habla con fluidez el indonesio. Curiosamente, la moneda local es el dólar americano. Narrador 1: La mayoría de los habitan- tes de Timor Oriental son católicos, pero también hay protestantes, musulmanes, hin- dúes y budistas. Timor Oriental, junto con Filipinas, son los dos únicos países mayorita- riamente católicos del sudeste asiático. Narrador 2: En mayo de 2002, Timor Oriental se convirtió en el primer estado so- berano que nacía en el siglo XXI. A medida que esta nueva nación va creciendo y desa- rrollándose, la libertad religiosa sigue siendo de algún modo un reto. Concretamente, son los estudiantes los que tienen problemas con la asistencia a clases y con la realización de los exámenes que se toman en los sábados. Esta es una razón muy importante por la que se quiere crear una escuela adventista en la capi- tal, Dili. La ofrenda de este decimotercer sá- bado va destinada a la construcción de dicha escuela. Narrador 1: La Misión de Timor Orien- tal se organizó en el año 2009, y fue reorga- nizada en 2011. Mientras que la población del país es de 1,2 millones de habitantes, solo 516 son adventistas del séptimo día. Esto hace una proporción de un adventista por cada 2.326 habitantes. Por favor, oren por la construcción de la nueva escuela. Primer himno “De pie, oh grey de Dios”, Himnario adventista, Nº 517 Bienvenida El encargado de turno o el maestro de Escuela Sabática Oración Programa “Tres joyas de Asia” Ofrenda Último himno “Guía a ti, Señor”, Himnario adventista, Nº 590 Última oración
  • 30. 30 MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO Narrador 2: Sri Lanka es una isla conoci- da como “la lágrima de la India” por su for- ma y su proximidad a la India. Es una tierra antigua que tiene una historia documentada de más de tres mil años. Debido a su ubica- ción, ha sido estratégicamente importante desde la época de la antigua Ruta de la Seda. Es un país con una gran diversidad, hogar de muchas religiones, etnias y lenguas. Narrador 1: La antigua Sri Lanka fue también el primer país del mundo en estable- cer un hospital en el siglo IV. También fue el principal exportador de canela del mundo antiguo. Narrador 2: Debido a la influencia de la India, Sri Lanka tiene una extensa tradición budista, cuyo origen data del año 250 a.C. Los reinos antiguos de Sri Lanka mantuvie- ron un gran número de escuelas y monaste- rios budistas, y estaban a la vanguardia en la promoción del budismo en otros países del sudeste asiático. Narrador 1: Hoy, el setenta por ciento de la población es budista. El budismo tiene un reconocimiento especial en la Constitu- ción del país, la cual exige a todos los esrilan- queses “proteger y fomentar el Buddah Sasana”. Narrador 2: El hinduismo es la segunda religión predominante en Sri Lanka, aunque llegó a la isla incluso antes que el budismo. Hoy en día, el trece por ciento de la pobla- ción es hindú. Narrador 1: El islam es la tercera religión del país. Fue llevada a la isla por los mercade- res árabes alrededor del siglo VII a.C. Los seguidores del islam en Sri Lanka suman un total del diez por ciento de la población. Se cree que la mayoría son descendientes de co- merciantes árabes que se casaron con mujeres locales. Narrador 2: El cristianismo llegó al país a mano de los colonos occidentales a co- mienzos del siglo XVI. El siete por ciento de la población es cristiana, en su gran mayoría católicos. Narrador 1: En 2008, Sri Lanka aparecía en un ranking como el tercer país más religio- so del mundo. El 99 por ciento de los esrilan- queses afirmaban que la religión era una parte importante de su día a día. Narrador 2: La obra misionera adventista en Sri Lanka comenzó en 1950. Hoy en día, hay 37 iglesias y 3.932 adventistas. La Univer- sidad y Seminario Adventista de Lakpahana ha estado predicando a los jóvenes durante décadas. No obstante, todavía no cuenta con un edificio para la iglesia. Su generosidad en la ofrenda de hoy ayudará a construir una iglesia en este hermoso campus. Narrador 1: Bangladés se encuentra al este de la India y al noreste de Sri Lanka. Es el octavo país más poblado del mundo, con más de 160 millones de habitantes, y también es uno de los que tienen mayor densidad de po- blación (habitantes por metro cuadrado). Narrador 2: Bangladés acoge el delta del Ganges, el mayor delta del mundo. El tigre de Bengala es el animal nacional de este país. El rugido de este asombroso tigre puede oírse a tres kilómetros de distancia. Narrador 1: Desde 1991, Bangladés ha experimentado significativas mejoras en cuan- to a su economía, su educación básica, la ali- mentación y la sanidad. Narrador 2: El islam es la religión mayo- ritaria en Bangladés, profesada por un 86,6 por ciento de la población. Fue introducido por mercaderes y misioneros musulmanes después del siglo VII, pero la conquista mu- sulmana de Bengala comenzó a principios del siglo XIII. Hoy en día, Bangladés cuenta con la cuarta mayor cantidad de musulmanes del mundo, después de Indonesia, Pakistán y la India. Narrador 1: El hinduismo es seguido por el doce por ciento de la población en Bangla- dés, que constituye el tercer grupo más grande de hindúes del mundo después de la India y Nepal. Solo el uno por ciento de la población es budista y únicamente un 0,3 por ciento es cristiano. d X m m y ce p ta m
  • 31. 31MISIÓN ADVENTISTA: JÓVENESY ADULTOS DIVISIÓN SUDASIÁTICA DEL PACÍFICO ía o- n- te ta a, r- na te n la ia al el ás es o- el de El a ha n- i- o- 6 o es u- el n el la or a- de y n es Narrador 2: Los adventistas del séptimo día llegaron a Bangladés a comienzos del siglo XX. Actualmente, hay 116 iglesias y 35.697 miembros. Narrador 1: La obra misionera también mantiene en funcionamiento la Universidad y Seminario Adventista de Gazipur. Para ha- cer frente a la necesidad que tiene el país de profesionales enfermeros cristianos, la facul- tad tiene previsto ofertar un curso de Enfer- mería. La ofrenda de este decimotercer sába- do ayudará a construir un muy esperado edificio para la nueva escuela de Enfermería en Bangladés. Narrador 2: Consideremos de qué mane- ra podemos ayudar a nuestros hermanos a cumplir su misión a través de una escuela ad- ventista en Timor Oriental, una iglesia en Sri Lanka, y un nuevo edificio para la escuela de Enfermería en Bangladés. Muchas gracias por su generosa ofrenda en este decimotercer sábado.