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División Sudafricana y del Océano Índico
4º
trimestre 2015
Contenido
BOTSUANA
	 5	 Los bosquimanos ................................................................... 3 de octubre
	 7	 El hospital adventista ........................................................... 10 de octubre
MALAUI
	 9	 Una respuesta inesperada .................................................. 17 de octubre
	11	 Un hombre de Dios ............................................................ 24 de octubre
	13	 Jesús responde nuestras oraciones ..................................... 31 de octubre
	15	 El incendio ..................................................................... 7 de noviembre
ZIMBABUE
	17	 Solo la fe – Parte I ...................................................... 14 de noviembre
	19	 Solo la fe – Parte II ....................................................... 21 de noviembre
SUDÁFRICA
	21	 El fugitivo ...................................................................... 28 de noviembre
	23	 Descubriendo a Jesús ......................................................... 5 de diciembre
	25	 La esperanza de Nokuanda ............................................. 12 de diciembre
	27	 Los anteojos perdidos ...................................................... 19 de diciembre
RECURSOS
	29	 Programa del decimotercer sábado ................................... 26 de diciembre
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2 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
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Estimado director de la Escuela Sabática:
Este trimestre nos centraremos en la
División Sudafricana y del Océano Índico,
que incluye los países del sur de África: An-
gola, Zambia, Mozambique, Malaui, Zim-
babue, Botsuana, Namibia, Sudáfrica y
Lesoto, así como las islas Madagascar,
Mauricio, Reunión, Santo Tomé y Prínci-
pe, y otras islas más pequeñas del Océano
Índico.
La División Sudafricana y del Océano
Índico es la más reciente de las divisiones
mundiales de la Iglesia Adventista. En el
territorio de esta División viven más de
176 millones de habitantes, y cuenta con 3
millones de adventistas. Esto representa
una proporción de alrededor de un adven-
tista por cada 58 habitantes.
Las ofrendas de este trimestre van des-
tinadas especialmente a proyectos que tie-
nen que ver con educación y salud. Hay
cinco instituciones educativas en este terri-
torio: el Colegio Superior Helderberg, de
Sudáfrica; el Seminario Adventista de Mo-
zambique; la Universidad Rusangu, de
Zambia; la Universidad de Solusi, en Zim-
babue; y la Universidad Adventista Zur-
cher, de Madagascar. La iglesia también
cuenta con muchos misioneros e institu-
ciones de salud en esta División, así como
con una editorial que lleva más de veinte
años imprimiendo y distribuyendo litera-
tura cristiana por los países de todo el
territorio.
Este trimestre escucharemos historias
provenientes de países tan lejanos como
Botsuana, Malaui o Sudáfrica. En los países
que forman el territorio de la División Su-
dafricana y del Océano Índico conviven
una gran diversidad de culturas, idiomas,
climas y creencias religiosas; por eso es tan
emocionante ver cómo la gente descubre a
Jesús y le entrega a él su vida.
RECUERDE
• El DVD sobre las misiones de este
trimestre presenta varios relatos de la
División Sudafricana y del Océano
Índico. Pídale al director de la Escue-
Consejero: Carlyle Bayne. Director: Pablo Marcelo
Claverie. Redactor de la edición castellana: Ekel
Collins. MISIÓN ADVENTISTA. NIÑOS es una
publicación trimestral editada por su propietaria,
la Asociación Casa Editora Sudamericana, para el
Depto. de Escuela Sabática de las divisiones Suda-
mericana e Interamericana de la Iglesia Adventista
del Séptimo Día. Impresa mediante el sistema
offset, en talleres propios de Av. San Martín 4555,
B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, República
Argentina. Domicilio legal: Uriarte 2429, C1425FNI,
Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Cuarto trimes-
tre del año 2015 (octubre-diciembre de 2015).
Año 106, nº 4
–107458–
REGISTRO NACIONAL
DE LA PROPIEDAD
INTELECTUAL
Nº 5189013
CORREO ARGENTINO
Suc. Florida (B) y
Central (B)
IMPRESO EN LA
ARGENTINA
FRANQUEO A PAGAR
Cuenta Nº 10272
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 3
la Sabática de Adultos que permita a
los niños ver el DVD. O usted puede
también bajar gratuitamente los pro-
gramas Mission Spotlight de: www.
missionspotlight.org [en inglés].
• Decore el salón con fotos de personas
y de paisajes de este territorio sacados
de revistas o de publicaciones de tu-
rismo. Imprima copias de las bande-
ras de los países de la División Suda-
fricana y del Océano Índico
(disponibles en la red), y luego invite
a los niños a colorearlas. Utilícelas
como parte de la decoración de este
trimestre.
• Actividades adicionales. Para obte-
ner recetas, juegos y rompecabezas
adicionales, visite nuestro portal en
inglés: www.AdventistMission.org.
Haga clic en “Resources” y luego en
“Children’s Magazine”, “Activities”.
Seleccione el trimestre actual.
Gracias a todos por su ayuda para co-
nectar mediante Misión a los niños y los
jóvenes de su Escuela Sabática con sus her-
manos y hermanas alrededor del mundo.
Gina Wahlen
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OPORTUNIDADES
La ofrenda del decimotercer sábado
de este último trimestre del año ayudará a:
• Construir una escuela primaria en Gateway,
Botsuana.
• Construir un centro de salud en Gweru,
Zimbabue.
• Ampliar el comedor de la Universidad Adven-
tista de Solusi, de Zimbabue.
4 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
Botsuana	 3 de octubre
Los bosquimanos
Un joven bosquimano caminaba firme y decidi-
do sobre la caliente arena del desierto del Kalahari.
Aquel hombre, extrañamente vestido y de muy bajita
estatura, miraba con gran atención a una pequeña
nube gris que había en el cielo. En realidad, la estaba
siguiendo. ¡Sí, así como lo oyes! Sekoba iba siguiendo
a una nube. ¿Quieres saber por qué?
DIOS LE MOSTRÓ UN SUEÑO
Sekoba estaba obedeciendo instrucciones que había recibido en un sueño. Un ángel se
le había aparecido mientras dormía, y le había dicho que buscara a un hombre llamado
William. William le hablaría del verdadero Dios.
Así que, Sekoba siguió a la nube, porque quería conocer al verdadero Dios. Hasta que
la nube se detuvo sobre un poblado. Pero, cuando Sekoba contó a los habitantes de aquel
poblado el sueño que había tenido, todos se burlaron de él. Pobrecito Sekoba… después
de tanto esfuerzo, la gente se reía de él.
Aquella misma noche, el ángel se le apareció de nuevo y le dijo que continuara cami-
nando hacia el este, y así lo hizo. Después de viajar nuevamente por el desierto durante
casi un mes, Sekoba finalmente encontró al pastor William Moyo.
DIOS LO HABÍA DISPUESTO TODO
El pastor William ya estaba preparado para hablarle a Sekoba acerca de Jesús. ¿Cómo
es posible, si aún no se conocían? Pues, porque él también había recibido un sueño. Sabía
que Sekoba lo estaba buscando para que le hablara de Jesús.
Durante varias semanas, el pastor William le habló a Sekoba acerca de Jesús. Y Sekoba
le contó la maravillosa historia de cómo Dios lo había guiado desde que era jovencito.
Siendo apenas un niño, había sentido la impresión de que debía aprender a leer y a escri-
bir. Así lo hizo, y gracias a eso ahora podía leer la Biblia por sí mismo, ¡y entenderla! Tú
¿ya sabes leer la Biblia por ti mismo? ¡¡¡Qué bien!!!
Además, varios años antes, cuando unos leones hambrientos estaban atacando su ga-
nado, Sekoba sintió la impresión de que un poder superior controlaba a los leones. Enton-
ces, oró a ese poder superior para que los leones abandonaran su territorio, y así sucedió.
Cuando oyó hablar del cristianismo, Sekoba supo que Jesús era aquel poder superior, y
comenzó a buscarlo. Un ángel se le apareció entonces en un sueño, y fue así como Sekoba
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 5
recibió la indicación de buscar al pastor
William.
LOS PRIMEROS BOSQUIMANOS QUE
ADORAN A JESÚS
El pastor William acompañó a Sekoba
a su pueblo, para hablarle a su familia acer-
ca de Jesús y prepararla para el bautismo. Y
así, en 1948 los primeros conversos bosqui-
manos fueron bautizados.
Si quieres saber cómo son los bosqui-
manos, pide a papá o a mamá que en casa
te ayuden a buscarlos en Internet. Descu-
brirás unas fotografías increíbles que te en-
cantarán. Si quieres, el próximo sábado
puedes traer algunas de esas fotografías a la
clase de Escuela Sabática para que, juntos,
las peguen en las paredes. Así, durante este
trimestre podrán ver algunos de los desti-
natarios de nuestras ofrendas.
COLORES DE LA BANDERA DE BOTSUANA
Franja superior: Azul claro
Franja inferior: Azul claro
Franja del medio: Negro
Encima y debajo de la franja negra: dos estrechas
franjas blancas
CÁPSULA INFORMATIVA
•Los bosquimanos son una tribu de Áfri-
ca. Se calcula que existen alrededor de
95.000 bosquimanos: 40.000, en Bot-
suana; 33.000, en Namibia; 8.000, en
Angola; 7.500, en Sudáfrica; 1.500, en
Zambia; y 500, en Zimbabue.
• Casi todos los miembros de esta tribu son
personas muy bajitas. Normalmente se
mueven en grupos pequeños, y se dedican
a la caza y a la recolección de frutos del
bosque. Al hablar, hacen unos sonidos
como de chasquidos, que casi nadie más
en todo el mundo sabe hacer.
• Los bosquimanos son un pueblo nómada.
Eso quiere decir que no viven en un solo
lugar, sino que se van trasladando de lu-
gar en lugar para vivir. Han aprendido a
sobrevivir en la dura región del desierto de
Botsuana.
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Botsuana	 10 de octubre
El hospital adventista
El sol abrasador del desierto del Kalahari descen-
día sin misericordia sobre el bosquimano. Aquel
hombre pequeñito que iba caminando aparentaba
tener unos setenta años, por su cuerpo delgado y su
piel muy arrugada. Sin embargo, era mucho más jo-
ven; lo que sucede es que así es la gente de esas tribus
africanas, que viven acostumbradas a la falta de agua y comida. Parece una manera muy
dura de vivir, ¿verdad? Realmente lo es.
UN ACCIDENTE DE CAZA
Con toda la sabiduría para la caza que había aprendido de sus ancestros, el bosquimano
se movía cuidadosamente hacia un pequeño cervatillo gris. Cuando estuvo lo suficientemen-
te cerca como para dispararle, tomó una flecha envenenada en la punta, la puso en el arco,
tensó la cuerda, apuntó cuidadosamente y lanzó una flecha. La flecha dio justo en el blanco,
pero la piel de aquel cervatillo era tan dura que la flecha no logró penetrar en su cuerpo. Así
que, el cervatillo, apenas herido y sintiéndose amenazado, miró al bosquimano y se dirigió
velozmente hacia él. Cuando lo alcanzó, le clavó sus cuernos con una gran dureza.
Gravemente herido, el bosquimano pensó qué podía hacer. Realmente no había mu-
chas opciones. Imagínate la situación: en un lugar árido, poco poblado, rodeado de ani-
males y sin siquiera gente alrededor… Pero se acordó de que había un hospital adventista
a varias millas de distancia. El problema consistía ahora en cómo lograría llegar tan lejos
él solito y herido.Tenía una gran cornada de ciervo en el estómago, que le sangraba mucho
y le dolía aún más.
UN HOMBRE FUERTE Y VALIENTE
Aun así, el bosquimano caminó hasta que llegó al hospital adventista. Apenas estaba
consciente cuando logró ver el edificio. Los médicos y las enfermeras, horrorizados al ver
a aquel hombre en tan mal estado, lo llevaron inmediatamente al quirófano. El cirujano
lo operó de urgencia, convencido de que Jesús podía sanarlo. ¿Qué crees tú? ¿Te parece que
Jesús podía sanarlo?
Gracias a los cuidados de los médicos y de las enfermeras del hospital adventista de
Botsuana, y a las muchas oraciones que se hicieron por el bosquimano, finalmente se re-
cuperó y regresó junto a su familia. Los médicos y las enfermeras adventistas se quedaron
pensando si el bosquimano habría aprendido algo acerca del amor de Jesús durante su
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 7
convalecencia en el hospital. Al fin y al
cabo, un médico misionero adventista lo
que quiere no es solo que sus pacientes se
pongan bien, sino también que conozcan a
Jesús y le entreguen su vida.
UNA VISITA MUY ESPECIAL
Varios meses después de que el bosqui-
mano hubo estado en el hospital adventista,
un hombre muy bajito con una horrible ci-
catriz en su barriguita llegó al hospital. ¿Por
qué razón había ido a visitar a los médicos y
a las enfermeras adventistas? Para expresarles
su gratitud. Primero, al cirujano que le había
salvado la vida; después, a todos los demás
que lo habían ayudado a curarse y le habían
hablado de Jesús. Aquel hombre bajito con
la cicatriz era nuestro amigo bosquimano,
totalmente recuperado y feliz.
Gracias a su experiencia en el hospital
adventista, el bosquimano y su familia pu-
dieron conocer a Jesús. Esto es lo que ha-
cen los médicos y las enfermeras adventis-
tas de Misión Global que viven en
Botsuana. Hablan a la gente acerca de Je-
sús, para que se entreguen a él y cambien
sus vidas para mejor.
Parte de las ofrendas de este decimoter-
cer sábado ayudará a crear una escuela pri-
maria adventista en Botsuana. Por favor,
hagan planes para dar generosamente. Gra-
cias a las escuelas adventistas, muchos ni-
ños de todo el mundo pueden conocer a
Jesús.
CÁPSULA INFORMATIVA
•En Botsuana casi siempre hace mucho calor.
De hecho, apenas llueve en todo el año.
Por eso, el paisaje es árido y el desierto
de Kalahari cubre la mayor parte del país
(70% del territorio).
• Botsuana es un país que no tiene salida al
mar. Su capital es Gaborone, que es ade-
más la ciudad más poblada del país. Sus
idiomas oficiales son el inglés y el setsuana.
• LapoblacióndeBotsuanaesdeunpocomás
de 2 millones de habitantes. De ellos, cerca
del 70% es cristiano, principalmente protes-
tante. El 20% de la población no practica
ninguna religión, y el 8% se identifican con
tradiciones religiosas étnicas.
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8 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
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Malaui	 17 de octubre
Una respuesta inesperada
Hace ya bastante tiempo, un pequeño grupo de
adventistas de Malaui hizo una serie de reuniones
evangelizadoras. Querían que mucha gente conociera
el evangelio, y que así su iglesia pudiera crecer con
nuevos hermanos y hermanas.
Todos estaban muy ilusionados con la nueva
campaña, y esperaban que mucha gente asistiera y oyera al predicador. Sabían que, si es-
cuchaban el mensaje de la Biblia, sus vidas cambiarían para siempre.
En la primera noche de las reuniones, los adventistas se sintieron muy tristes, porque
llegaron muy poquitas personas. Apenas treinta asistentes… era mucho menos de lo que
esperaban. Algunos miembros de la iglesia sugirieron que debían cancelarse las reuniones,
que no merecía la pena seguir adelante cuando tan poquita gente estaba asistiendo. Pero
el predicador no quiso dejar de reunirse como habían planificado. Dijo: “Si oramos fer-
vientemente, Dios hará que venga más gente, ya lo verán”.
Pero la siguiente noche, la reunión comenzó con las mismas treinta personas. Canta-
ron y oraron, y el predicador entonces se puso de pie. De repente, se oyeron aplausos y
gritos afuera en la calle. Cada vez el ruido era mayor; de hecho, ya no se podía oír lo que
decía el predicador porque las voces que llegaban desde afuera eran demasiado fuertes.
Entonces pasó junto al salón una multitud de personas que iban siguiendo a un solo hom-
bre. ¿Qué estaría pasando? ¿Adónde irían? ¿Por qué gritaban tanto?
EL NYAU
Aquella multitud de personas eran del pueblo bantú, y estaban siguiendo a un nyau.
¿Qué es un nyau? Un nyau es un adorador de espíritus, un jefe espiritual de una tribu. El
nyau iba vestido con una falda de paja que hacía un ruido muy especial. También llevaba
trapos y una máscara pintada. Si le pides a mamá o a papá que busque en Internet fotos
de los nyau, verás cómo lucen, tan especiales y diferentes.
El nyau probablemente se dirigía al cementerio, pero al ver la reunión que estaban
llevando a cabo los adventistas se acercó a la puerta, dejó de bailar y se dirigió al predica-
dor. La gente que lo seguía también se detuvo. Y entonces el nyau se apoyó en una pared
y se quedó a escuchar. La gente que lo seguía también se detuvo a escuchar la predicación.
¡Eran alrededor de doscientas personas! El predicador, aunque al principio se había queda-
do callado observando lo que pasaba, enseguida volvió a hablar y continuó su
predicación.
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 9
El nyau y todos los que lo seguían escu-
charon en silencio el resto de la predica-
ción. El predicador, como te podrás imagi-
nar, estaba muy nervioso, pero continuó
con su presentación sobre el sueño de Na-
bucodonosor, en Daniel capítulo 2. Des-
pués de la oración final, el nyau y sus segui-
dores continuaron su camino hacia el
cementerio.
La siguiente noche, la reunión comen-
zó con las mismas treinta personas, pero
más gente comenzó a llegar. Llegó el nyau,
vestido con su máscara y su falda que hacía
ruido. Pero, esta vez, no se quedó apoyado
en una pared del fondo, sino que entró en
el salón y se sentó a escuchar muy atenta-
mente. Y, por supuesto, estaban algunos de
sus seguidores. Ellos también se sentaron a
escuchar. Entonces comenzaron a llegar
otras visitas, curiosas por saber qué era lo
que estaba escuchando el nyau. Esa noche
ochenta visitas asistieron a la reunión.
CADA VEZ MÁS GENTE
La asistencia a las reuniones continuó
aumentando. Y, entre las personas que asis-
tían, había dos nyaus más, vestidos con ro-
pas muy especiales y llevando ramas para
cubrir sus rostros.
Unas noches después, el predicador in-
vitó a los oyentes a aceptar a Jesús, y 95
personas lo hicieron. Al día siguiente, otras
50 personas más decidieron entregarle su
vida a Jesús. Todos comenzaron a estudiar
la Biblia con la ayuda del pastor y de los
miembros de la pequeña iglesia.
Las reuniones duraron 21 noches más,
y después hubo clases bautismales. Al final,
145 personas fueron bautizadas. Entre ellos
estaba el nyau que había interrumpido la
reunión la primera noche. Aquel hombre,
que antes era un nyau, hoy sigue siendo fiel
a Jesús.
En la actualidad, el pequeño grupo que
oró y trabajó para incrementar el número
de miembros adora en una iglesia más
grande. Su iglesia anterior era demasiado
pequeña para dar cabida a los nuevos
miembros que se bautizaron después de las
reuniones evangelizadoras.
¿Te das cuenta de cómo Jesús responde
las oraciones de sus hijos? Así que, cuando
le pidas a Jesús que te ayude a hablarles a
tus amiguitos acerca de la Biblia, él te
responderá.
10 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
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MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 11
Malaui	 24 de octubre
Un hombre de Dios	
Golden Lapani nació en un hogar no adventista.
De hecho, su familia pertenecía a otra religión que ni
siquiera era cristiana, así que Lapani creció sin saber
nada acerca de Jesús. ¿Te lo imaginas? Siendo niño
como eres tú, Lapani no pudo ser amiguito de Jesús,
porque nadie nunca le habló de él.
Cuando se hizo mayor, Lapani se convirtió en maestro de escuela, porque le gustaba
mucho enseñar. Esa era su vocación. ¿Sabes qué es una vocación? Es la profesión a la que
cada persona siente que debe dedicarse. Pues bien, Lapani sentía que lo que a él más le
gustaba era enseñar a los demás. Y por eso se hizo maestro de escuela.
JESÚS LO LLAMÓ A ENSEÑAR
Una vez, cuando Lapani estaba enseñando en una escuela, se enfermó muy grave-
mente. Y estando así, muy enfermito, unas personas que creían en Jesús lo ayudaron a
sanarse. En realidad, esas personas le dijeron que Jesús era quien lo había sanado con su
poder de hacer milagros. Así que, Lapani decidió seguir a Jesús, aunque sabía muy poco
de él.
Cuando Lapani decidió seguir a Jesús, recibió el rechazo de sus papás. Los papás de
Lapani no podían aceptar que su hijo se hubiera hecho de otra religión, pero Lapani deci-
dió seguir creyendo en Jesús. Y a todas partes donde iba hablaba a todo el mundo acerca
de Jesús. Daba siempre testimonio de que el poder de Jesús lo había sanado de su enfer-
medad. Al mismo tiempo, intentaba estudiar todo lo que podía acerca de Jesús, para co-
nocerlo bien y para poder así hablar a los demás acerca de él.
Ese mismo año en que Lapani fue sanado de su enfermedad, Jesús lo llamó a ser un
ganador de almas. ¿Cómo? Pues, utilizando su vocación de enseñar para enseñar a los
demás acerca de Jesús.
Lapani le habló de Jesús a su hermano mayor, y su hermano mayor se convirtió y le
entregó su vida a Jesús. Ambos hermanos comenzaron a adorar a Jesús juntos. Después se
les añadieron sus hermanas, que también se convirtieron gracias a lo que Lapani les ense-
ñó. El pequeño grupo siguió creciendo, y dos años después de su bautismo Lapani había
levantado 5 congregaciones adventistas, y 145 nuevos creyentes se bautizaron gracias a él
y a lo que él les enseñó sobre Jesús.
Seis años después de la conversión de Lapani, su papá aceptó a Jesús también. La
mamá se resistió a hacerse adventista du-
rante cinco años más, pero finalmente en-
tregó su vida a Jesús y fue bautizada.
JEFES DE POBLADOS SE ENTREGAN A
JESÚS
Como resultado del trabajo de evange-
lización que Lapani comenzó a llevar a
cabo, varios jefes de poblado de Malaui,
junto con sus esposas, entregaron su vida a
Jesús. Y dos años más tarde, más de cin-
cuenta personas, incluyendo a otro jefe de
poblado y a su esposa, se unieron a la Igle-
sia Adventista.
Otros jefes de poblado, aunque no se
han hecho adventistas, respetan mucho la
labor de Lapani, porque es un buen maes-
tro y porque ayuda mucho a todo el mun-
do. Todos se dan cuenta de que el cambio
de religión de la gente los hace mejores per-
sonas, mejores vecinos, y mejores en todo.CÁPSULA INFORMATIVA
•Tras 73 años de dependencia de Gran
Bretaña, Malaui se independizó el 6 de
julio de 1964. Actualmente, es uno de
los países menos desarrollados y más po-
blados del continente africano. Tiene más
de 16 millones de habitantes. La mayor
parte de la población es rural y vive de la
agricultura.
• En Malaui hay una gran diversidad cultural:
nativos, asiáticos y europeos conviven en
este territorio. Por eso su población tiene
múltiples creencias religiosas y hablan una
gran variedad de idiomas.
• La capital de Malaui es Lilongüe. Los
idiomas oficiales del país son el inglés y
el chichewa.
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12 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
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Malaui 	 31 de octubre
Jesús responde nuestras
oraciones
La casa de Lapani queda a corta distancia de
Damba,* un pueblecito de Malaui. Lapani es hoy en
día pastor de la Iglesia Adventista y, a pesar de sus
esfuerzos por hacerse amigo de la gente de Damba,
esa gente no era amable con él.
ACUSADO INJUSTAMENTE
Cierto día, el jefe del poblado de Damba desapareció. Se rumoreaba que Lapani lo
había asesinado, pero no era verdad. Cuando Lapani se dio cuenta de que lo acusaban a él
de haber matado al jefe del poblado, pidió a todos los adventistas que oraran por él. Lapa-
ni, su familia y toda la iglesia ayunaron y oraron durante 21 días, pidiéndole a Jesús que
revelara la verdad de por qué el jefe del poblado había desaparecido. De ese modo, tanto
el nombre de Lapani como el de Dios serían honrados.
Cuando llevaban 21 días de ayunar y orar, Lapani se encontró en el camino con un
hombre de Damba. Este saludó a Lapani, diciéndole:
–Pastor, su Dios obra milagros.
Entonces describió cómo el cuerpo del jefe del poblado había sido hallado flotando en
el río, amarrado a dos grandes piedras muy pesadas.
Con el tiempo se descubrió que quien había matado al jefe del poblado había sido el
propio hermano del jefe. Así que, Lapani quedó libre de toda sospecha y lo invitaron a
visitar Damba. Al llegar allá, la gente le dio la bienvenida con estas palabras:
–Háblanos de tu Dios, el que te salvó la vida.
HABLANDO DE JESÚS
Lapani fui visitando una a una a todas las familias de aquel poblado, compartiendo
con ellos la comida y el evangelio. Luego comenzó unas reuniones de evangelización, y
más de ochenta personas se bautizaron. Incluso algunos miembros del Gobierno de
Malaui visitaron a Lapani para que les contara personalmente cómo la muerte del jefe del
poblado había cambiado completamente Damba. Ellos tomaron nota del testimonio de
Lapani y lo difundieron por la radio tres veces. Gracias a eso, muchos jefes de otros pobla-
dos le pidieron que los visitara y les hablara de Jesús.
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 13
AMENAZAS DE MUERTE
El incidente de Damba no fue el único en
el que Lapani se vio cerca de la muerte. Él fue
apedreado y envenenado, víctima de la bruje-
ría, e incluso una vez intentaron ahogarlo.
En una aldea, le dieron a beber agua
envenenada. Cuando Lapani empezó a
sentir un gran dolor de estómago, le dije-
ron que quien lo había envenenado era el
cocinero. Entonces Lapani dijo a todos los
que estaban escuchando:
–Yo puedo morir, pero he perdonado a
este joven. No le hagan nada malo.
Los miembros de la iglesia oraron, y
Jesús sanó a Lapani.
Después de esa experiencia tan dura,
Lapani habló con el cocinero que había in-
tentado envenenarlo. Le dijo que entregara
su vida a Jesús, y el hombre lo hizo. Tam-
bién lo hicieron otras setenta personas de
aquel poblado. Así que, como resultado de
que alguien intentara matar a un pastor ad-
ventista, hoy en día hay una iglesia en un
poblado de Malaui, en África. ¿No te pare-
ce increíble? Así es como sucede cuando
Jesús interviene. Jesús puede hacer que co-
sas malas que hacemos las personas acaben
en algo bueno gracias a él.
Cada vez que Lapani va a un lugar nuevo
a trabajar con el evangelio, visita al jefe del
poblado para presentarse. Luego, él y sus
obreros bíblicos visitan todos los hogares del
poblado, orando con la gente que tiene nece-
sidades. Si les falta alimento, les dan comida
sobre la base de maíz, que es lo más común
en Malaui. Si están enfermos, él ora con ellos
y les consigue medicinas. Después da una
serie de reuniones de evangelización y, cuan-
do él termina, un obrero bíblico se queda en
el poblado durante seis meses para dar estu-
dios bíblicos. Entonces edifican una iglesia.
Lapani ha llevado a más de once mil
personas a Jesús. Ha levantado más de cua-
renta iglesias en Malaui.
LAS ORACIONES TRAEN LLUVIA
En 2004, una sequía azotó Malaui. La
gente observaba cómo sus cosechas se echa-
ban a perder por la falta de lluvia. Lapani y
su equipo oraron durante tres días, y el cie-
lo se oscureció. Entonces comenzó a caer
una abundante lluvia. Como resultado, 38
personas entregaron sus vidas a Jesús.
*Damba no es el nombre real del pue-
blo, pero el pueblo de esta historia sí existe
realmente.
COLORES DE LA BANDERA DE MALAUI
Franja superior: Negro
Franja del medio: Rojo
Franja inferior: Verde
Dibujo: Rojo
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Malaui 	 7 de noviembre
El incendio
Wesley Banda era el pastor de varios pueblos de
Malaui. Junto con su familia, vivían en una casa sin
electricidad. Por eso la señora Banda tenía que prepa-
rar siempre la comida afuera.
Una noche después de cenar, la señora Banda se
dispuso a preparar la comida del día siguiente mien-
tras su esposo se sentaba a leer y sus hijos esperaban tranquilamente la hora del devocional.
Joshua, de cinco años, se quedó dormido a los pies de su papá.
UNA LÁMPARA MUY PELIGROSA
La única fuente de luz que tenía toda la familia era una lámpara de queroseno, y poco
a poco la llama se estaba haciendo cada vez más débil. Así que no se veía mucho, y tanto
para leer como para cocinar hacía falta un poco más de luz. Entonces, el pastor Banda
decidió echar más queroseno a la lámpara, para que alumbrara más. Pero, cuando lo hizo,
la lámpara le explotó en las manos.
Instintivamente, el pastor Banda arrojó la lámpara lejos, pero su ropa ya estaba ardien-
do, aunque él no se había dado cuenta. Cuando la señora Banda miró a su esposo y vio
que su ropa estaba ardiendo, inmediatamente le echó agua. Y así extinguió el fuego. Sin
embargo, el cuerpo del pastor Banda ya se había quemado bastante.
Los niños salieron corriendo de la casa gritando: “¡¡¡Fuego, fuego!!!” Y, con tanto ner-
viosismo y agitación, nadie se dio cuenta de que faltaba el pequeño Joshua. Un rato des-
pué, la señora Banda lo vio saliendo de la casa arrastrándose por el suelo, con la ropa ar-
diendo. Ella actuó rápidamente tomando a su hijo y echándolo en un contenedor de agua,
pero el cuerpecito de Joshua ya se había quemado demasiado.
DÍAS DUROS EN EL HOSPITAL
Al ver lo que estaba sucediendo, los vecinos se apresuraron a apagar el incendio, pero
la mayor parte de las pertenencias de la familia ya se habían quemado. Como la aldea
donde vivían no tenía ninguna clínica, un vecino que tenía auto llevó a la familia Banda
al hospital más cercano. Era casi medianoche cuando llegaron a la sala de emergencias.
Habían pasado más de cuatro horas desde la explosión.
Los médicos observaron las quemaduras de Joshua, y vieron que era muy graves. El
pequeño de cinco años gritaba de dolor. Los médicos pensaron que no sobreviviría.
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 15
–Estamos haciendo todo lo que pode-
mos por su hijo –dijo uno de los médicos–,
pero está tan quemado que lo mejor sería
que muriera.
–¡¡¡No!!! –dijo firmemente la señora
Banda–. Dios ha salvado su vida, así que
ustedes hagan lo que puedan.
Los médicos y las enfermeras trataron
las heridas de Joshua. Cada día le ponían
nuevas vendas alrededor de su cuerpo, para
prevenir así la infección.
Después de dos largos meses, el pastor
Banda insistió en que él ya se encontraba
bien, y decidió volver a la casa, mientras
que Joshua permaneció internado en el
hospital cuatro meses más. Cada día su
mamá le hablaba con mucho amor. Le lim-
piaba las quemaduras, le ponía las ven-
das… y su presencia daba fuerzas y espe-
ranza al pequeño Joshua.
Fue muy difícil para la familia Banda
estar separada tantos meses. Podían visitar-
se de vez en cuando y orar juntos, pero eso
era todo. Seis meses después, Joshua fue
trasladado a un centro de rehabilitación, y
allí estuvo otros tres meses. Cuando llegó,
no podía caminar por sí mismo, solo con la
ayuda de un andador. Finalmente, Joshua
pudo volver a casa, donde su mamá conti-
nuó ayudándolo a volver a caminar. Cuan-
do Joshua veía a sus amiguitos jugando
afuera, él también quería jugar, y tras un
año de recuperación por fin pudo caminar
sin ayuda.
–Dios nos bendijo incluso en nuestro
momento más difícil –dice el pastor Ban-
da–. Cuando regresé del hospital, la iglesia
comenzó a prosperar más que antes del in-
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cendio, y cada vez más gente ha venido a
los pies de Jesús.
–Doy gracias a Dios porque salvó a mi
esposo –dice la señora Banda–. Esta expe-
riencia me ha enseñado la importancia de
pasar tiempo con la familia y con Dios.
Queridos niños, recuerden que Jesús
nos ayuda cuando nos pasan cosas malas o
difíciles. Y recuerden también que hay mu-
chos niños como Joshua que necesitan
nuestras oraciones y nuestra ayuda. Sobre
todo, necesitan que les hablemos de Jesús,
para tener esperanza y amor en su
corazón.
16 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
Zimbabue 	 14 de noviembre
Solo la fe – Parte I	
Desde que era un niño así como tú, John estaba
seguro de que Dios lo estaba llamando para ser pas-
tor. Al principio trató de ignorar o evitar el llamado,
pero entonces descubrió que no podía lograrlo.
En Zimbabue es casi imposible que un estudiante
consiga trabajo, así que John decidió confiar en su
mamá para que le pagara sus gastos en la Universidad Adventista de Solusi.
A John le encantaba evangelizar; es decir, hablar a todo el mundo acerca de Jesús y de su
amor. Por eso, durante sus vacaciones escolares, llevó a cabo reuniones de evangelización en
varias iglesias y se puso muy contento al ver que cien personas entregaron su vida a Jesús.
Luego de las reuniones, y con el fin de prepararse para regresar a la Universidad, John
volvió a su casa, esperando tener el dinero completo para sus cuotas escolares, pero no fue
así. Su mamá le explicó que el negocio familiar no estaba marchando como debía.
–Tal vez tendrás que esperar un semestre para volver a la Universidad –sugirió la
mamá.
–No te preocupes –le dijo John–, Dios es quien me llamó al ministerio, y él ayudará
con mis cuotas.
Y empacó su maleta, le dio un beso de despedida a su mamá y se subió al autobús que
lo llevaría a Solusi. ¡Así como lo oyes! Decidió volver a la Universidad a pesar de que no
tenía el dinero para pagar sus gastos. De hecho, no tenía dinero ni siquiera para comprar
un boleto de autobús de vuelta a casa. No tenía nada, excepto su fe.
John llegó a Solusi demasiado tarde para matricularse, así que pasó la noche en la ha-
bitación de un amigo. Al día siguiente fue a que le asignaran un dormitorio. Pero nadie
quería darle una habitación porque no tenía dinero para pagarla, aunque finalmente acce-
dieron a dejarlo un día, pues lo conocían y sabían que era una persona de fiar.
–Aquí está la llave –le dijo el administrador–, pero si mañana no pagas tendrás que
irte.
John le dio las gracias y llevó sus cosas a la habitación. Antes de desempacar, se arrodi-
lló y oró: “Querido Jesús, te doy gracias por el tiempo que me has otorgado en esta habi-
tación. Si tú no pagas mi matrícula, tendré que irme mañana, por lo que hoy dependo
totalmente de ti. Gracias por eso, Señor. Amén”.
Pronto escuchó que la hermana Jeremiah, una amiga y evangelista, estaba llevando a
cabo unas reuniones en la Universidad. Así que, fue a visitarla.
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–¿Pagaste ya tu matrícula? –le preguntó
la hermana Jeremiah.
–No –contestó John sinceramente–,
mi mamá aún no ha conseguido el dinero.
He venido para que oremos por este
asunto.
–No pidamos a Dios dinero –dijo la
hermana Jeremiah–. Más bien démosle
gracias por proporcionar el dinero que
necesitas.
Así que, los dos se arrodillaron, y la
hermana Jeremiah dio gracias a Dios por el
dinero que John aún no había recibido.
El dinero no llegó ese día. Mientras
John caminaba por la Universidad, varios
amigos se detuvieron para preguntarle
cómo le iban las cosas. John no les habló
sobre sus necesidades financieras, pero res-
pondió, sonriendo:
–Todo está bien; Dios está en el
control.
Una joven que conocía la situación de
John intentó convencerlo de que abando-
nara la Universidad, pero él le dijo:
–No trates de desanimarme. Dios
proveerá.
Llegada la hora de dormir de aquel
mismo día, aún no había pasado nada. Pero
John, confiado, colocó de nuevo su situa-
ción en manos de Jesús y se fue a dormir.
¿Quieres saber cómo termina la histo-
ria? No te lo pierdas el próximo sábado.
Ahora vamos a ver algunos datos de interés
de ese país que se llama Zimbabue.
Continuará.
CÁPSULA INFORMATIVA
•Zimbabue es un país situado al sur del con-
tinente africano, entre el río Zambeze, las
cataratas Victoria y el río Limpopo [señale
el país en un mapa]. Su capital es Hara-
re, y sus idiomas oficiales son el inglés y
el shona.
• El 99% de la población del país es de raza
negra y la mayoría de la población perte-
nece a uno de estos dos grupos étnicos:
shonas y ndebele.
• Menos del 30% de la población es cristiana.
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Zimbabue 	 21 de noviembre
Solo la fe – Parte II
¿Recuerdas la historia de John? John quería ser pas-
tor, porque desde niño sintió que esa era su vocación.
Y, cuando finalmente pudo comenzar la Universidad
para estudiar Teología, no pudo encontrar el dinero
para pagar sus estudios. La gente le decía que dejara de
estudiar y volviera a su casa, y tenía apenas un día para conseguir el dinero o la Universi-
dad lo echaría. ¿Crees que Jesús respondió su oración?
El último día que tenía para estar en la Universidad antes de que lo echaran por falta
de pago, John asistió a un servicio de oración. La hermana Jeremiah estaba dirigiendo el
servicio y pidió voluntarios para orar por todos los estudiantes. John oró por los estudian-
tes que tenían necesidades, y en silencio oró por su propia necesidad. Un par de horas más
tarde, se encontró con un amigo.
–¿Cómo estás? ¿Está todo bien? –le preguntó su amigo.
–Sí –dijo John–, todo está bien. Dios está en el control.
–¿Cómo está tu mamá? –preguntó el amigo.
–Ella está bien –respondió John–, pero está preocupada por el pago de la escuela.
–¿Cuánto dinero necesitas? –preguntó.
John necesitaba 50 mil dólares zimbabuenses para registrarse. Su amigo sacó algunos
pula, la moneda de Botsuana.
–Aquí tienes 250 pula –dijo su amigo.
El dinero era equivalente a 23 mil dólares zimbabuenses. John le agradeció a su amigo
y aceptó el dinero. “Bien, Señor, ahora, ayúdame a convertir estos pula en suficientes dó-
lares para poder matricularme”.
En cuestión de minutos John encontró a alguien dispuesto a cambiar sus pulas por
dólares zimbabuenses, de tal forma que obtuvo la mitad de la cantidad necesaria para
inscribirse. John buscó con diligencia un teléfono para contarle a su mamá que Jesús había
obrado un milagro.
–Mamá –dijo–, ¿puedes enviar a mi hermana Mercy al banco a depositar 25 mil
dólares?
–John –respondió ella–, tú sabes que no tengo ese dinero.
–Simplemente, envía a Mercy a la ciudad –insistió él–. Dios proveerá el dinero.
La mamá de John estaba perpleja, pero no le discutió el asunto. Si John tenía esa clase
de fe, ella no se atrevería a dudar. Así que, le dijo a Mercy que fuera a la ciudad y esperara
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a que Dios le diera el dinero para John.
Mientras tanto, John fue a depositar en su
cuenta bancaria los 25 mil dólares que ha-
bía recibido en Solusi. Aquel dinero era la
mitad de lo que él necesitaba.
Cuando llegó a la ciudad, llamó a su
madre otra vez.
–¡He estado tratando de comunicarme
contigo! –le dijo ella–. Mercy se encontró
con uno de tus amigos en la ciudad; él le
dijo que había prometido ayudarte con un
poco de dinero para la comida. Pero cuan-
do quiso buscarte, ya te habías ido a la es-
cuela. Así que, habló con Mercy para depo-
sitarlo en tu cuenta. Cuando Mercy le dijo
la gran cantidad de dinero que necesitabas,
respondió que era más de lo que había pla-
neado darte, pero cuando abrió su billetera
tenía más de 25 mil dólares. Así que, le dio
el dinero a Mercy para ti. ¡Solo necesitamos
saber tu número de cuenta para poder
depositarlo!
Los ojos de John se llenaron de lágri-
mas al ver la manera en que Dios estaba
respondiendo sus oraciones. Le dio a su
madre la información necesaria y agradeció
a ambas por contribuir para que el milagro
sucediera.
John corrió de regreso a la Universidad
y logró llegar unos pocos minutos antes de
que la oficina de registro cerrara. Su cora-
zón se sentía aliviado, y su caminar tran-
quilo, al pensar en cómo Dios había obra-
do otro milagro en la vida de un joven que
no tenía nada, excepto su fe.
Más de mil estudiantes están matricu-
lados en la Universidad de Solusi. Muchos,
como John, están allí por fe. La Universi-
dad está creciendo considerablemente y se
necesita más espacio en el comedor. Su
ofrenda de decimotercer sábado contribui-
rá en esta misión. Muchas gracias, niños,
por su colaboración.
COLORES DE LA BANDERA DE ZIMBABUE
Tres franjas superiores: Verde, amarillo y rojo
Franja del medio: Negro
Tres franjas inferiores: Rojo, amarillo y verde
Dibujo: Estrella roja, objeto amarillo y fondo blanco
Sudáfrica 	 28 de noviembre
El fugitivo
(Pida que un niño en edad escolar presente este
relato en primera persona.)
Me llamo Sibono, y vivo en un pueblo construi-
do sobre una colina en la región norte de Sudáfrica
(ubique Sudáfrica en un mapa).
Mi madre y yo asistíamos a la iglesia todos los
domingos, pero un día mamá me dijo que comenzaríamos a hacerlo los sábados. Aunque
me gustaba ir a la iglesia, no quería perder la oportunidad de jugar con mis amigos. Por
eso, un sábado, después del desayuno, me escapé de la casa y corrí a jugar a la casa de un
amigo.
Cuando mamá me llamó y yo no le contesté, decidió irse sola a la iglesia. Mis amigos
y yo jugamos al fútbol toda la mañana. Debido a que no teníamos una pelota de verdad,
fabricamos una con un calcetín viejo que rellenamos con bolsas de plástico. Cuando aque-
lla pelota se dañaba, buscábamos otro calcetín viejo y lo volvíamos a rellenar.
Jugamos al fútbol hasta cansarnos, y después lo hicimos con carritos de juguete hechos
con trozos de alambre. Trazamos caminos imaginarios en el polvo y por ellos hicimos an-
dar nuestros “vehículos” por pueblos y montañas de fantasía. Almorcé con mi amigo, y
después de comer seguimos jugando un poco más. Cerca de la puesta del sol, vi que mi
mamá regresaba, y corrí a encontrarla. Ya me había olvidado de la iglesia, hasta que ella me
pidió que entrara en nuestra casa.
–Hoy teníamos que ir juntos a la iglesia –me dijo–. ¿Por qué te escapaste para ir a
jugar?
–Mis amigos me esperaban para jugar –respondí en voz baja.
Mamá me contó la historia que aprendió ese día en la iglesia. Se trataba de Josué,
quien había dirigido el pueblo de Israel al entrar en la Tierra Prometida. Me contó cómo
Dios separó las aguas del río Jordán para que ellos pasaran en seco. Quedé muy impresio-
nado por el relato, y prometí que la semana siguiente iría con ella a la iglesia.
LA NUEVA IGLESIA DE SIBONO
Cuando llegó el sábado, en lugar de escaparme para ir a jugar, acompañé a mi madre
a la iglesia. Como los niños no tienen su propio salón de clases, nos reunimos bajo un gran
árbol frondoso. Cantamos muchos coritos hermosos, y la maestra nos contó una historia
de la Biblia.
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Al salir de la iglesia, mi mamá y yo co-
mimos nuestro humilde almuerzo bajo la
sombra del mismo árbol. Entonces, mien-
tras los adultos estudiaban la Biblia, los ni-
ños entonamos más himnos y escuchamos
otros relatos de la Biblia. ¡Lo pasé muy
bien!
Cuando mis amigos me preguntaron
por qué no había ido a jugar con ellos ese
sábado, les conté que había ido a la iglesia.
–Ustedes también deberían venir –les
dije–. Allí entonamos hermosos cánticos y
escuchamos historias muy interesantes que
hablan de Dios.
El siguiente sábado, dos de mis amigos
vinieron conmigo. Pero, después de aquel
sábado, decidieron quedarse en sus casas y
jugar al fútbol. Me sentí mal porque ellos
decidieron no acompañarme a la iglesia.
SIBONO COMPARTE EL AMOR DE JESÚS
A veces, cuando regreso de la iglesia,
mis amigos están afuera jugando. Yo los in-
vito a mi casa y les repito las historias de la
Biblia que contaron ese día en la iglesia. A
ellos les gusta mucho escuchar las historias
de la Biblia, pero cuando los invito a acom-
pañarme a la iglesia no vienen, porque no
quieren dejar sus juegos. Así que, yo sigo
contándoles historias de la Biblia, aunque
solo uno de ellos venga a escucharlas.
Algunos de los amigos de mis padres
no confían en una iglesia que se reúne en
un centro comunitario. El centro comuni-
tario no es un lugar apropiado para adorar,
pero yo sé que la presencia de Jesús está allí.
Nuestro pastor nos anima para que demos
una ofrenda especial que nos permita cons-
truir un templo. La nueva iglesia tendrá
una sala especial donde los niños nos po-
dremos reunir para adorar a Dios. Durante
mucho tiempo hemos estado ahorrando
dinero para el nuevo templo, pero aún nos
falta juntar mucho más.
Por favor, preparen una ofrenda espe-
cial para el decimotercer sábado de este tri-
mestre. Para nosotros, esa ofrenda significa
mucho.
CÁPSULA INFORMATIVA
•Sudáfrica es un país conocido por su di-
versidad de culturas, idiomas y creencias
religiosas, por lo que se le conoce como
la nación del arcoíris. Tiene once idiomas;
dos son de origen europeo: el afrikáns y el
inglés. Aunque el inglés tiene un importan-
te rol, es el quinto idioma por hablantes
nativos.
Sudáfrica 	 5 de diciembre
Descubriendo a Jesús
[Pídale a una adolescente o a una joven que pre-
sente este relato en primera persona.]
Vivo en una ciudad del norte de Sudáfrica. Toda
mi vida he ido a la iglesia el domingo, pero cuando
una inmensa carpa apareció en un terreno de mi ciu-
dad que siempre había estado vacío, mi vida cambió
para siempre.
ÉL PRONTO VOLVERÁ
Pósters por toda la ciudad anunciaban el gran evento con las palabras: “Él pronto
volverá”. “¿Quién volverá? Y ¿cuándo volverá?”, me preguntaba yo. Alguna gente decía
que los que iban a organizar el evento eran gente mala, así que a mí me daba miedo
asistir.
Pero entonces oí a una mujer decir: “Esta noche el predicador hablará de la segunda
venida de Jesús”. Eso me llamó mucho la atención. “Pero si Jesús ya vino como bebé…”,
pensaba yo. “¿Por qué va a volver otra vez?” Nunca en mi vida había oído semejante cosa.
“¿Serán cristianas estas reuniones?”, me preguntaba.
Y mi curiosidad pudo más que mi miedo. Así que, aquella tarde me acerqué a la carpa.
Quería saber de qué estaba hablando aquel predicador, pero me daba miedo entrar. En-
tonces, razoné: “Si lo que dice el predicador me da miedo, pues me voy y ya está”.
“Buenas tardes”, me saludó un hombre en la entrada, y me dio una Biblia. Yo me
quedé la Biblia y me senté en una de las sillas de plástico del interior de la carpa. “Esta
gente no parece mala”, pensé. Y, mientras esperaba, me puse a hojear la Biblia que me
habían entregado. Yo tenía un Nuevo Testamento en casa, pero nunca había tenido una
Biblia completa.
DESCUBRIENDO LA VERDAD DE LA BIBLIA
El predicador se levantó para hablar. Tenía diapositivas que iba mostrando para ilus-
trar su sermón. Mostraba muchos textos de la Biblia. Leyó tantos textos de la Biblia que
yo me preguntaba si lo que me habían dicho sobre aquellas reuniones sería mentira. “La
gente mala no cita la Biblia”, pensaba yo. Y cada versículo de la Biblia que leía decía exac-
tamente lo que el predicador predicaba. Por eso me convencí de que lo que decía era la
verdad. Y al final de aquella reunión me di cuenta de que había encontrado algo muy va-
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lioso. En mi iglesia casi nunca se usaba la
Biblia, pero aquel hombre la usaba para
cada cosa que decía. Yo quería saber más de
lo que estaba hablando.
La Palabra de Dios me gustaba tanto
que volví cada noche a las reuniones hasta
que se terminaron. Aprendí tanto sobre Je-
sús que me di cuenta de que realmente yo
no lo conocía. Al final de la campaña, le
dije al predicador:
–He aprendido tanto de Jesús en estas
reuniones que creo que no lo conocía.
¿Cómo puedo darle mi vida a Jesús? ¿Cómo
puedo formar parte de su iglesia?
El pastor me invitó a una clase especial
para los que querían estudiar más la Biblia
y las creencias de los adventistas. Con mu-
cha ilusión, me uní a esa clase a fin de pre-
pararme para mi bautismo.
DEFENDIENDO MI FE
Mis padres sabían que yo estaba asis-
tiendo a las reuniones de la carpa, pero no
me habían dicho nada sobre eso. Simple-
mente, ellos pensaban que cuando las reu-
niones terminaran yo me olvidaría de los
adventistas. Y, cuando les dije que estaba
estudiando la Biblia para hacerme adven-
tista, se enojaron bastante. De hecho, pare-
cía haber mucha gente enojada por las
treinta personas que pedimos ser bautiza-
das al terminar las reuniones.
Los pastores y los líderes religiosos de
mi ciudad intentaron convencernos de que
no nos hiciéramos adventistas. Algunos ce-
dieron a la presión y se quedaron en sus
antiguas iglesias. Pero yo estaba decidida:
quería seguir a Jesús. Y cuando todo aquel
revuelo pasó, mucha gente más pidió ser
bautizada en la Iglesia Adventista.
Al final, nos bautizamos cuarenta per-
sonas, y nos convertimos en los primeros
cuarenta miembros de la Iglesia Adventista
de mi ciudad.
Dos pioneros de Misión Global se que-
daron en la ciudad después de la campaña
de evangelización, y nos enseñaron a com-
partir nuestra fe con los demás. Fuimos
puerta por puerta hablando y orando con
la gente. Hoy nuestra iglesia tiene ochenta
miembros, además de muchos niños y visi-
tas que nos acompañan cada sábado.
COLORES DE LA BANDERA DE SUDÁFRICA
Triángulo central izquierdo: Negro bordeado con una
franjita amarilla. Le sigue una línea verde en forma
de Y griega invertida, bordeada por dos líneas blan-
cas.Franja superior derecha: Rojo. Franja inferior
derecha: Azul
Sudáfrica 	 12 de diciembre
La esperanza de
Nokuanda	
La historia de hoy nos llega desde un pequeño
pueblo llamado Ingwavuma, en la región nororiental
de Sudáfrica (señale la ubicación de Ingwavuma en el
mapa misionero).
Nokuanda entona su cántico favorito (“Los ángeles me cuidarán; yo lo sé, yo lo sé”)
mientras barre el piso de la pequeña casa de su abuela. Nokuanda tiene ocho años y está
en segundo grado. Ella y su prima viven con la abuela, y se encargan de que el hogar esté
siempre limpio y arreglado. La prima de Nokuanda también ayuda a la abuela a preparar
la comida.
LA VIDA CON LA ABUELA
La mamá de Nokuanda se trasladó a otro pueblo con la idea de terminar sus estudios
secundarios y trabajar, y así brindarle una mejor vida a su hija. En África, los estudiantes
a menudo pierden un año de escolaridad porque no pueden pagar los costos de la educa-
ción, o porque la escuela a la que asisten se encuentra muy alejada de sus casas. Cuando la
mamá de Nokuanda tuvo la oportunidad, dejó a su hija con la abuela y se fue a una ciudad
más grande para estudiar y encontrar trabajo.
Ahora, cada vez que puede, le envía dinero a la abuela. A Nokuanda le gusta mucho
vivir con su abuela. “Nuestra casa es pequeña y nuestros alimentos son muy sencillos –
dice–. La mayoría de los días, nos alimentamos con una pasta de maíz blanco molido y
cocido llamada oputu, que comemos con una cuchara. Cuando la preparamos más espesa,
la comemos con las manos. Hacemos una pelota pequeña con el oputu y la presionamos
con el dedo pulgar para formar una cavidad, o hueco. Entonces, sumergimos el oputu en
una salsa hecha de frijoles (porotos) o de verduras con curry. Sabe bien y satisface nuestro
apetito”, explica la niña.
Cada sábado, la abuela lleva a Nokuanda y a sus primas a la iglesia adventista. La
iglesia no tiene un edificio propio y por eso se reúne en el centro comunitario, un edificio
que pertenece a todos los habitantes de la aldea. El centro tan solo tiene un salón, así que
a los niños les toca reunirse afuera bajo un viejo árbol. Allí celebran la Escuela Sabática. A
Nokuanda no le preocupa esto. A ella le encanta ir a la iglesia. “¡Hay tantos niños en esta
iglesia! –dice–. Nos gusta entonar muchos cánticos y, después de cantar, la maestra nos
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26 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
cuenta historias de la Biblia. A veces, mien-
tras nos cuenta las historias, también nos
muestra ilustraciones”.
Allí, en la clase de Escuela Sabática bajo
el viejo árbol al lado del centro comunita-
rio, Nokuanda aprendió que Jesús ama a
los niños. “Yo sé que él me ama. Por eso,
cuando hago algo malo y pido perdón por
lo que hice, Jesús me perdona”, dice la
niña.
UN PROBLEMA Y UNA PROMESA
Nokuanda siempre invita a sus amigas
para que la acompañen a la Escuela Sabáti-
ca. Algunas lo hacen, pero otras le dicen
que sus padres no las dejan porque la iglesia
no tiene un templo adecuado.
El otro día, el pastor anunció que parte
de la ofrenda del decimotercer sábado de
este trimestre ayudará a que la congrega-
ción construya un templo que también
contará con una sala para las reuniones de
los niños. “Me siento feliz de saber que ni-
¿PUEDES CONTAR EN ZULÚ?
El zulú es uno de los idiomas que más se hablan
en Sudáfrica.
Uno: Ukunye
Dos: Isibili
Tres: Kuthathu
Cuatro: Okune
Cinco: Isihlanu
Seis: Isithupha
Siete: Isikhombisa
Ocho: Isishiyagalombili
Nueve: Isishiyagalolunye
Diez: Ishumi
CÁPSULA INFORMATIVA
•La Iglesia Adventista de Ingwavuma fue
establecida hace quince años, cuando un
joven pastor que vivió en el lugar durante
sus años de secundaria sintió el llamado
para regresar y ayudar al establecimiento
de una congregación.
• La mayor parte de los habitantes de Ingwa-
vuma se dedica a la agricultura y no puede
contribuir para la construcción del templo.
Parte de la ofrenda del decimotercer sá-
bado ayudará a construir una iglesia y un
salón para niños en Ingwavuma.
ños de diversas partes del mundo contri-
buirán con la ofrenda del decimotercer sá-
bado para ayudarnos a construir una sala
especial para los niños –dice Nokuanda–.
Así, los niños de la comunidad podrán ve-
nir y aprender de Dios, y entonar alabanzas
a Jesús”.
Sudáfrica	 19 de diciembre
Los anteojos perdidos
Valerie caminaba lentamente hacia el salón de
clases, mientras las lágrimas le corrían por el rostro.
Su mejor amiga la acompañaba mientras sus demás
compañeros se adelantaban para no llegar tarde a la
clase.
LOS ANTEOJOS PERDIDOS
Valerie tiene once años y es alumna de la Escuela Adventista Riverside, en Ciudad del
Cabo (Sudáfrica). Durante el recreo, ella y sus compañeras habían estado jugando al netball,
un deporte parecido al baloncesto. Valerie había dejado sus anteojos en un lugar donde creía
que iban a estar seguros mientras jugaba. Pero, cuando llegó el fin del recreo, no pudo hallar-
los. Se agachó para tantear el piso con las manos, tratando de encontrarlos. Su mejor amiga
la vio y le aconsejó que regresara al salón de clases para contarle a la maestra lo sucedido.
La maestra escuchó a Valerie y luego le dijo:
–¿Por qué no oramos para que Dios nos ayude a encontrar tus anteojos?
Después de orar, la maestra envió a los otros niños al patio para buscar los anteojos
perdidos.
–Caminen con cuidado para no pisarlos sin querer –les advirtió la maestra.
Los niños buscaron en la zona donde se jugaba al netball mientras Valerie esperaba en
el salón.
Valerie estaba a punto de echarse a llorar otra vez, así que la maestra oró de nuevo para
que Dios los ayudara a encontrar los anteojos. Sin embargo, veinte minutos después, los
estudiantes regresaron al salón sin los preciados anteojos. La clase continuó, pero los alum-
nos se pusieron tristes al ver que su compañera no podía leer ya que no tenía sus
anteojos.
EL GRAN DESCUBRIMIENTO
Llegó el segundo recreo y los niños salieron a jugar. Varios minutos después, tres niñas
llegaron corriendo al lugar donde estaba la maestra. Una de ellas agitaba la mano mostran-
do lo que llevaba con ella.
–¡Encontramos los anteojos! –exclamaron–. Nos arrodillamos en el terreno de juegos
y oramos una vez más para que Dios nos mostrara dónde encontrar los anteojos de Valerie.
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 27
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28 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
Luego caminamos hacia el campo de fút-
bol, en el lado más lejano al edificio. Allí
vimos que algo brillaba en medio del cés-
ped. ¡Eran los anteojos de Valerie!
–Los anteojos de Valerie ¿estaban en el
campo de fútbol? –preguntó la maestra.
–Sí, maestra –le respondieron.
–Eso ni siquiera está cerca del lugar
donde ustedes habían estado jugando. Los
muchachos pudieron haberlos pisoteado
cuando estuvieron jugando al fútbol. Pero
no parecen estar dañados.
La maestra sonrió y les dijo a las niñas:
–¡No hay duda de que el Señor respon-
dió nuestras oraciones!
La maestra quitó con suavidad el polvo
de los anteojos y se los entregó a una agra-
decida Valerie. Entonces, los estudiantes
volvieron a elevar una oración, esta vez
para agradecer a Dios por haber protegido
los anteojos de su amiga.
Valerie no proviene de una familia ad-
ventista. Pero la fe de su familia ha crecido
al ver que Dios realmente responde las ora-
ciones de sus hijos.
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CÁPSULA INFORMATIVA
•La Escuela Adventista Riverside está ubica-
da en Ciudad del Cabo, una de las grandes
ciudades de Sudáfrica. Los jóvenes asisten
a la escuela para aprender inglés y así te-
ner un futuro mejor.
• Muchos de los alumnos vienen de hogares
no adventistas. En Riverside descubren que
Jesús es su amigo especial y su Salvador.
HABLEMOS EN ZULÚ
El zulú es una de las lenguas más habladas en Sudáfrica. Una de sus características más distintivas es el uso
de consonantes que suenan como clics. Hay tres clics básicos en zulú: “c”, “q” y “x”.
Hola: Sawubona
Por favor: Uxolo
Gracias: Ngiyabonga
Sí: Yebo
No: Cha
De nada: Uyamukelwa
Hasta luego: Sala(ni) kahle
MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 29
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26 de diciembre
Programa del decimotercer sábado
PARTICIPANTES Y RECURSOS
Un narrador y dos lectores. [Los expo-
sitores no necesitan memorizar su parte,
pero deben estar lo suficientemente fami-
liarizados con ella como para poder presen-
tarla con confianza.]
Un gran mapa de la División Sudafri-
cana y del Océano Índico [se puede esca-
near el mapa de la última página de la pu-
blicación trimestral o descargarlo en www.
AdventistMission.org y proyectarlo en una
pantalla. También se puede dibujar un
mapa en una cartulina].
* * *
Narrador 1: Este trimestre, nuestras
ofrendas misioneras van destinadas a la Di-
visión Sudafricana y del Océano Índico. El
objetivo principal es ayudar a las institucio-
nes educativas y sanitarias que la Iglesia
Adventista tiene en los países de este
territorio.
Escuchemos un relato titulado “Una es-
cuela de la noche a la mañana”, que muestra
claramente cómo la educación ha desempe-
ñado un papel fundamental en el estableci-
miento de la Iglesia Adventista en Zambia.
Zambia es uno de los países que forman
parte de esta División del sur de África.
Lector 1: Cuando el señor Anderson y
su esposa llegaron a Zambia, no lo hicieron
en avión ni tampoco en auto. Viajaron en
una carreta tirada por un tozudo buey.
Después de varios días de viaje por caminos
polvorientos y llenos de baches, los viajeros
llegaron finalmente al lugar que el jefe del
poblado había cedido a la Iglesia Adventis-
ta para que estableciera allí una escuela
primaria.
Mientras la señora Anderson recogía
leña para preparar la cena, su esposo reco-
rrió la propiedad para ver cuál sería el me-
jor lugar para construir la escuela. Había
tanto por hacer…
Lo primero era aprender el idioma lo-
cal, para poder comunicarse con la gente.
Lo segundo, encontrar quien los ayudara a
talar árboles y a construir la escuela. No pa-
recía una tarea fácil… El señor Anderson
también quería aprender las técnicas de
agricultura que utilizaban los lugareños,
para iniciar una granja-escuela. “Si trabajo
duro –pensaba él–, puedo abrir la escuela
en dos años”.
Lector 2: Pero aquel mismo día, un
niño se le acercó y le dijo:
–Maestro, he venido a estudiar en su
escuela.
Al menos, así se lo tradujo uno de los
ayudantes de Anderson.
–¿¡En mi escuela!? –exclamó el señor
Anderson–. ¡Pero si todavía no tenemos
ninguna escuela!
–¿Acaso no es usted maestro? –le pre-
guntó el niño.
so
30 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
El señor Anderson asintió, y entonces
el pequeño añadió:
–Pues, entonces, enséñeme.
Y no se movió de allí. Siguió al señor
Anderson hasta la carreta donde su esposa
estaba preparando la cena.
–Este niño quiere ir a la escuela –dijo
Anderson a su esposa moviendo la cabeza
con preocupación–. No se irá a su casa has-
ta que yo le enseñe.
Lector 1:
–¿Alguna vez envió Jesús a alguien a su
casa sin darle lo que le pedía? –preguntó la
señora Anderson a su esposo.
Y él entendió el mensaje. El niño que-
ría estudiar, aunque el señor Anderson no
tenía libros, ni escuela, ni hablaba el idio-
ma local. Lo único que tenía era una piza-
rra y unos lápices.
Al día siguiente llegaron cuatro niños
más, pidiendo ir a la escuela. Y así comenzó
todo. El señor Anderson puso a los mucha-
chos a trabajar la tierra y a construir una ca-
baña.Tras un día entero de trabajo, tanto los
niños como el maestro se sentaron alrededor
del fuego para comenzar la primera clase.
Palabra por palabra, el señor Anderson
iba aprendiendo con los niños el idioma
local, el chitonga, y escribía todo tal como
sonaba. Entonces copiaba los sonidos en la
pizarra y enseñaba a los niños a escribir.
Pronto el señor Anderson sabía el sufi-
ciente chitonga como para contarles a los
niños algunos relatos de la Biblia, y ellos
podían leer algunas palabras en su propio
idioma.
Comenzaron a llegar más niños, y la es-
cuela creció rápidamente. En un solo mes
llegaron cuarenta alumnos, tanto niños
como niñas. El señor Anderson escribió re-
latos de la Biblia como el de la Creación o el
Diluvio, para que los niños pudieran leerlos
en su propio idioma. Cuando los alumnos
recibieron sus primeros “libros” con relatos
de la Biblia en chitonga, los memorizaron.
¡Eran unos estudiantes excelentes!
A medida que aprendían, los alumnos
seguían construyendo la escuela y la granja.
Plantaron maíz y hortalizas, y ayudaron a
levantar el primer dormitorio con paredes
de barro y techo de paja. También constru-
yeron el comedor, un salón de clases y una
iglesia. Y, de las cajas de su propia mudan-
za, el señor Anderson hizo una mesa que
colocó en el dormitorio. Por las noches, los
niños dormían en el suelo.
Lector 2: Pero había tantos niños que
no cabían en aquel dormitorio. Un sábado,
después del servicio de culto, el director vio
llegar a cinco nuevos niños. Sabía que que-
rían estudiar, pero ya no había espacio para
ellos. Sin embargo, cuando supo que ha-
bían caminado casi trescientos kilómetros
para asistir a la nueva escuela, se encogió de
hombros y preguntó:
–¿Qué vamos a hacer?
–Los alumnos que se sienten en el sue-
lo, donde duermen por las noches. Pero
cuando llegue la estación lluviosa no po-
dremos hacer nada, porque no tenemos
tejado –le contestó Detja, su ayudante
africano.
Detja siguió pensando por un momen-
to, y entonces añadió:
–Maestro, el piso está lleno de niños,
pero ninguno duerme sobre la mesa.
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MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 31
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Así que, en los cinco meses siguientes,
aquella mesa sirvió no solo para comer y
estudiar, sino también para dormir durante
las noches. Así lograron tener más espacio
para albergar a más niños.
Lector 1: Los niños aprendían rápida-
mente, y las historias del amor de Jesús les
encantaban. Así, sus corazones fueron cam-
biando. El famoso doctor Livingstone, que
fue misionero en África, dijo en una oca-
sión que si alguna vez lograban cambiar los
corazones del pueblo bantú sería un mila-
gro de Dios. Y eso fue exactamente lo que
ocurrió. Los niños del pueblo bantú cam-
biaron completamente al conocer a Jesús,
gracias a aquella escuela que no era más que
una caseta de barro y paja.
Aquellos alumnos fueron los primeros
de la Escuela Adventista Rusangu, que si-
gue hoy en pie y continúa enseñando a los
niños el amor de Jesús.
Lector 2: El edificio original, hecho de
barro y paja, ha sido reemplazado por otro
de cemento con techo metálico. Y en el
mismo terreno hay una escuela secundaria
y una universidad con internado, que reci-
birá parte de las ofrendas del decimotercer
sábado de este trimestre para construir un
biblioteca.
Narrador: Nuestras ofrendas de hoy
ayudarán a construir también una escuela
primaria en el norte de Botsuana. Esta es-
cuela es muy necesaria, ya que no hay nin-
guna escuela adventista en todo el norte del
país. Los valores que se transmiten en la
educación adventista son muy importantes
para el desarrollo de una población. Ade-
más, muchos de los alumnos que asisten a
escuelas adventistas deciden bautizarse, y
con su testimonio llevan a sus familiares y a
sus amigos a la iglesia. Esta nueva escuela
adventista servirá, por lo tanto, como un
foco misionero que conquiste a muchas fa-
milias para Cristo.
Lector 1: Además de construir la Es-
cuela Primaria Adventista Gateway en Bot-
suana, nuestras ofrendas de hoy ayudarán a
los alumnos de la Universidad de Solusi, en
Zimbabue, que cada día abarrotan un co-
medor demasiado pequeño. Desde que fue
fundada, en 1894, esta Universidad se ha
ido llenando, hasta el punto de que hoy tie-
ne 14.000 alumnos. La Universidad de So-
lusi fue la primera institución privada de
educación superior de todo Zimbabue.
Nuestras ofrendas de hoy ayudarán a am-
pliar el comedor para que más estudiantes
puedan alimentarse en las debidas
condiciones.
Lector 2: Nuestras instituciones de sa-
lud también son muy importantes; por eso,
nuestra ofrenda de hoy ayudará a fundar
un centro de salud en Gweru, Zimbabue.
Esta clínica proveerá servicios a los miem-
bros de la comunidad, desde los más po-
bres hasta los más ricos. Incluirá una uni-
dad de pediatría que atenderá a los niños
del lugar.
Narrador: Pues, ya hemos oído los re-
tos y las oportunidades que tiene nuestra
iglesia en la División Sudafricana y del
Océano Índico. Seamos generosos con
nuestras ofrendas para que la gente de Bot-
suana y Zimbabue pueda llevar a muchos a
los pies de Jesús.
Informativo de las Misiones | Niñoss | Escuela Sabática | Cuarto trimestre 2015

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Informativo de las Misiones | Niñoss | Escuela Sabática | Cuarto trimestre 2015

  • 1. División Sudafricana y del Océano Índico 4º trimestre 2015
  • 2. Contenido BOTSUANA 5 Los bosquimanos ................................................................... 3 de octubre 7 El hospital adventista ........................................................... 10 de octubre MALAUI 9 Una respuesta inesperada .................................................. 17 de octubre 11 Un hombre de Dios ............................................................ 24 de octubre 13 Jesús responde nuestras oraciones ..................................... 31 de octubre 15 El incendio ..................................................................... 7 de noviembre ZIMBABUE 17 Solo la fe – Parte I ...................................................... 14 de noviembre 19 Solo la fe – Parte II ....................................................... 21 de noviembre SUDÁFRICA 21 El fugitivo ...................................................................... 28 de noviembre 23 Descubriendo a Jesús ......................................................... 5 de diciembre 25 La esperanza de Nokuanda ............................................. 12 de diciembre 27 Los anteojos perdidos ...................................................... 19 de diciembre RECURSOS 29 Programa del decimotercer sábado ................................... 26 de diciembre E D q g b L M p Ín Ín m te 1 m u ti ti n c to S za Z b c c c c a tu te p 2 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 3. e e e e e e e e e e e e e Estimado director de la Escuela Sabática: Este trimestre nos centraremos en la División Sudafricana y del Océano Índico, que incluye los países del sur de África: An- gola, Zambia, Mozambique, Malaui, Zim- babue, Botsuana, Namibia, Sudáfrica y Lesoto, así como las islas Madagascar, Mauricio, Reunión, Santo Tomé y Prínci- pe, y otras islas más pequeñas del Océano Índico. La División Sudafricana y del Océano Índico es la más reciente de las divisiones mundiales de la Iglesia Adventista. En el territorio de esta División viven más de 176 millones de habitantes, y cuenta con 3 millones de adventistas. Esto representa una proporción de alrededor de un adven- tista por cada 58 habitantes. Las ofrendas de este trimestre van des- tinadas especialmente a proyectos que tie- nen que ver con educación y salud. Hay cinco instituciones educativas en este terri- torio: el Colegio Superior Helderberg, de Sudáfrica; el Seminario Adventista de Mo- zambique; la Universidad Rusangu, de Zambia; la Universidad de Solusi, en Zim- babue; y la Universidad Adventista Zur- cher, de Madagascar. La iglesia también cuenta con muchos misioneros e institu- ciones de salud en esta División, así como con una editorial que lleva más de veinte años imprimiendo y distribuyendo litera- tura cristiana por los países de todo el territorio. Este trimestre escucharemos historias provenientes de países tan lejanos como Botsuana, Malaui o Sudáfrica. En los países que forman el territorio de la División Su- dafricana y del Océano Índico conviven una gran diversidad de culturas, idiomas, climas y creencias religiosas; por eso es tan emocionante ver cómo la gente descubre a Jesús y le entrega a él su vida. RECUERDE • El DVD sobre las misiones de este trimestre presenta varios relatos de la División Sudafricana y del Océano Índico. Pídale al director de la Escue- Consejero: Carlyle Bayne. Director: Pablo Marcelo Claverie. Redactor de la edición castellana: Ekel Collins. MISIÓN ADVENTISTA. NIÑOS es una publicación trimestral editada por su propietaria, la Asociación Casa Editora Sudamericana, para el Depto. de Escuela Sabática de las divisiones Suda- mericana e Interamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Impresa mediante el sistema offset, en talleres propios de Av. San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, República Argentina. Domicilio legal: Uriarte 2429, C1425FNI, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Cuarto trimes- tre del año 2015 (octubre-diciembre de 2015). Año 106, nº 4 –107458– REGISTRO NACIONAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL Nº 5189013 CORREO ARGENTINO Suc. Florida (B) y Central (B) IMPRESO EN LA ARGENTINA FRANQUEO A PAGAR Cuenta Nº 10272 MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 3
  • 4. la Sabática de Adultos que permita a los niños ver el DVD. O usted puede también bajar gratuitamente los pro- gramas Mission Spotlight de: www. missionspotlight.org [en inglés]. • Decore el salón con fotos de personas y de paisajes de este territorio sacados de revistas o de publicaciones de tu- rismo. Imprima copias de las bande- ras de los países de la División Suda- fricana y del Océano Índico (disponibles en la red), y luego invite a los niños a colorearlas. Utilícelas como parte de la decoración de este trimestre. • Actividades adicionales. Para obte- ner recetas, juegos y rompecabezas adicionales, visite nuestro portal en inglés: www.AdventistMission.org. Haga clic en “Resources” y luego en “Children’s Magazine”, “Activities”. Seleccione el trimestre actual. Gracias a todos por su ayuda para co- nectar mediante Misión a los niños y los jóvenes de su Escuela Sabática con sus her- manos y hermanas alrededor del mundo. Gina Wahlen B L d A e n si a D le W la p d n c D e q le S b ¿y n c C c OPORTUNIDADES La ofrenda del decimotercer sábado de este último trimestre del año ayudará a: • Construir una escuela primaria en Gateway, Botsuana. • Construir un centro de salud en Gweru, Zimbabue. • Ampliar el comedor de la Universidad Adven- tista de Solusi, de Zimbabue. 4 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 5. Botsuana 3 de octubre Los bosquimanos Un joven bosquimano caminaba firme y decidi- do sobre la caliente arena del desierto del Kalahari. Aquel hombre, extrañamente vestido y de muy bajita estatura, miraba con gran atención a una pequeña nube gris que había en el cielo. En realidad, la estaba siguiendo. ¡Sí, así como lo oyes! Sekoba iba siguiendo a una nube. ¿Quieres saber por qué? DIOS LE MOSTRÓ UN SUEÑO Sekoba estaba obedeciendo instrucciones que había recibido en un sueño. Un ángel se le había aparecido mientras dormía, y le había dicho que buscara a un hombre llamado William. William le hablaría del verdadero Dios. Así que, Sekoba siguió a la nube, porque quería conocer al verdadero Dios. Hasta que la nube se detuvo sobre un poblado. Pero, cuando Sekoba contó a los habitantes de aquel poblado el sueño que había tenido, todos se burlaron de él. Pobrecito Sekoba… después de tanto esfuerzo, la gente se reía de él. Aquella misma noche, el ángel se le apareció de nuevo y le dijo que continuara cami- nando hacia el este, y así lo hizo. Después de viajar nuevamente por el desierto durante casi un mes, Sekoba finalmente encontró al pastor William Moyo. DIOS LO HABÍA DISPUESTO TODO El pastor William ya estaba preparado para hablarle a Sekoba acerca de Jesús. ¿Cómo es posible, si aún no se conocían? Pues, porque él también había recibido un sueño. Sabía que Sekoba lo estaba buscando para que le hablara de Jesús. Durante varias semanas, el pastor William le habló a Sekoba acerca de Jesús. Y Sekoba le contó la maravillosa historia de cómo Dios lo había guiado desde que era jovencito. Siendo apenas un niño, había sentido la impresión de que debía aprender a leer y a escri- bir. Así lo hizo, y gracias a eso ahora podía leer la Biblia por sí mismo, ¡y entenderla! Tú ¿ya sabes leer la Biblia por ti mismo? ¡¡¡Qué bien!!! Además, varios años antes, cuando unos leones hambrientos estaban atacando su ga- nado, Sekoba sintió la impresión de que un poder superior controlaba a los leones. Enton- ces, oró a ese poder superior para que los leones abandonaran su territorio, y así sucedió. Cuando oyó hablar del cristianismo, Sekoba supo que Jesús era aquel poder superior, y comenzó a buscarlo. Un ángel se le apareció entonces en un sueño, y fue así como Sekoba MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 5
  • 6. recibió la indicación de buscar al pastor William. LOS PRIMEROS BOSQUIMANOS QUE ADORAN A JESÚS El pastor William acompañó a Sekoba a su pueblo, para hablarle a su familia acer- ca de Jesús y prepararla para el bautismo. Y así, en 1948 los primeros conversos bosqui- manos fueron bautizados. Si quieres saber cómo son los bosqui- manos, pide a papá o a mamá que en casa te ayuden a buscarlos en Internet. Descu- brirás unas fotografías increíbles que te en- cantarán. Si quieres, el próximo sábado puedes traer algunas de esas fotografías a la clase de Escuela Sabática para que, juntos, las peguen en las paredes. Así, durante este trimestre podrán ver algunos de los desti- natarios de nuestras ofrendas. COLORES DE LA BANDERA DE BOTSUANA Franja superior: Azul claro Franja inferior: Azul claro Franja del medio: Negro Encima y debajo de la franja negra: dos estrechas franjas blancas CÁPSULA INFORMATIVA •Los bosquimanos son una tribu de Áfri- ca. Se calcula que existen alrededor de 95.000 bosquimanos: 40.000, en Bot- suana; 33.000, en Namibia; 8.000, en Angola; 7.500, en Sudáfrica; 1.500, en Zambia; y 500, en Zimbabue. • Casi todos los miembros de esta tribu son personas muy bajitas. Normalmente se mueven en grupos pequeños, y se dedican a la caza y a la recolección de frutos del bosque. Al hablar, hacen unos sonidos como de chasquidos, que casi nadie más en todo el mundo sabe hacer. • Los bosquimanos son un pueblo nómada. Eso quiere decir que no viven en un solo lugar, sino que se van trasladando de lu- gar en lugar para vivir. Han aprendido a sobrevivir en la dura región del desierto de Botsuana. B E d h te p v a d U se te te p q v c m a é y U c a lo Je B c p 6 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 7. Y i- i- a u- n- o a s, e i- as Botsuana 10 de octubre El hospital adventista El sol abrasador del desierto del Kalahari descen- día sin misericordia sobre el bosquimano. Aquel hombre pequeñito que iba caminando aparentaba tener unos setenta años, por su cuerpo delgado y su piel muy arrugada. Sin embargo, era mucho más jo- ven; lo que sucede es que así es la gente de esas tribus africanas, que viven acostumbradas a la falta de agua y comida. Parece una manera muy dura de vivir, ¿verdad? Realmente lo es. UN ACCIDENTE DE CAZA Con toda la sabiduría para la caza que había aprendido de sus ancestros, el bosquimano se movía cuidadosamente hacia un pequeño cervatillo gris. Cuando estuvo lo suficientemen- te cerca como para dispararle, tomó una flecha envenenada en la punta, la puso en el arco, tensó la cuerda, apuntó cuidadosamente y lanzó una flecha. La flecha dio justo en el blanco, pero la piel de aquel cervatillo era tan dura que la flecha no logró penetrar en su cuerpo. Así que, el cervatillo, apenas herido y sintiéndose amenazado, miró al bosquimano y se dirigió velozmente hacia él. Cuando lo alcanzó, le clavó sus cuernos con una gran dureza. Gravemente herido, el bosquimano pensó qué podía hacer. Realmente no había mu- chas opciones. Imagínate la situación: en un lugar árido, poco poblado, rodeado de ani- males y sin siquiera gente alrededor… Pero se acordó de que había un hospital adventista a varias millas de distancia. El problema consistía ahora en cómo lograría llegar tan lejos él solito y herido.Tenía una gran cornada de ciervo en el estómago, que le sangraba mucho y le dolía aún más. UN HOMBRE FUERTE Y VALIENTE Aun así, el bosquimano caminó hasta que llegó al hospital adventista. Apenas estaba consciente cuando logró ver el edificio. Los médicos y las enfermeras, horrorizados al ver a aquel hombre en tan mal estado, lo llevaron inmediatamente al quirófano. El cirujano lo operó de urgencia, convencido de que Jesús podía sanarlo. ¿Qué crees tú? ¿Te parece que Jesús podía sanarlo? Gracias a los cuidados de los médicos y de las enfermeras del hospital adventista de Botsuana, y a las muchas oraciones que se hicieron por el bosquimano, finalmente se re- cuperó y regresó junto a su familia. Los médicos y las enfermeras adventistas se quedaron pensando si el bosquimano habría aprendido algo acerca del amor de Jesús durante su MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 7
  • 8. convalecencia en el hospital. Al fin y al cabo, un médico misionero adventista lo que quiere no es solo que sus pacientes se pongan bien, sino también que conozcan a Jesús y le entreguen su vida. UNA VISITA MUY ESPECIAL Varios meses después de que el bosqui- mano hubo estado en el hospital adventista, un hombre muy bajito con una horrible ci- catriz en su barriguita llegó al hospital. ¿Por qué razón había ido a visitar a los médicos y a las enfermeras adventistas? Para expresarles su gratitud. Primero, al cirujano que le había salvado la vida; después, a todos los demás que lo habían ayudado a curarse y le habían hablado de Jesús. Aquel hombre bajito con la cicatriz era nuestro amigo bosquimano, totalmente recuperado y feliz. Gracias a su experiencia en el hospital adventista, el bosquimano y su familia pu- dieron conocer a Jesús. Esto es lo que ha- cen los médicos y las enfermeras adventis- tas de Misión Global que viven en Botsuana. Hablan a la gente acerca de Je- sús, para que se entreguen a él y cambien sus vidas para mejor. Parte de las ofrendas de este decimoter- cer sábado ayudará a crear una escuela pri- maria adventista en Botsuana. Por favor, hagan planes para dar generosamente. Gra- cias a las escuelas adventistas, muchos ni- ños de todo el mundo pueden conocer a Jesús. CÁPSULA INFORMATIVA •En Botsuana casi siempre hace mucho calor. De hecho, apenas llueve en todo el año. Por eso, el paisaje es árido y el desierto de Kalahari cubre la mayor parte del país (70% del territorio). • Botsuana es un país que no tiene salida al mar. Su capital es Gaborone, que es ade- más la ciudad más poblada del país. Sus idiomas oficiales son el inglés y el setsuana. • LapoblacióndeBotsuanaesdeunpocomás de 2 millones de habitantes. De ellos, cerca del 70% es cristiano, principalmente protes- tante. El 20% de la población no practica ninguna religión, y el 8% se identifican con tradiciones religiosas étnicas. M U a e e n c c ll e q e v ro g d E b E ¿Q n tr d ll d y ¡E d p 8 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 9. a- s- n e- n r- i- r, a- i- a Malaui 17 de octubre Una respuesta inesperada Hace ya bastante tiempo, un pequeño grupo de adventistas de Malaui hizo una serie de reuniones evangelizadoras. Querían que mucha gente conociera el evangelio, y que así su iglesia pudiera crecer con nuevos hermanos y hermanas. Todos estaban muy ilusionados con la nueva campaña, y esperaban que mucha gente asistiera y oyera al predicador. Sabían que, si es- cuchaban el mensaje de la Biblia, sus vidas cambiarían para siempre. En la primera noche de las reuniones, los adventistas se sintieron muy tristes, porque llegaron muy poquitas personas. Apenas treinta asistentes… era mucho menos de lo que esperaban. Algunos miembros de la iglesia sugirieron que debían cancelarse las reuniones, que no merecía la pena seguir adelante cuando tan poquita gente estaba asistiendo. Pero el predicador no quiso dejar de reunirse como habían planificado. Dijo: “Si oramos fer- vientemente, Dios hará que venga más gente, ya lo verán”. Pero la siguiente noche, la reunión comenzó con las mismas treinta personas. Canta- ron y oraron, y el predicador entonces se puso de pie. De repente, se oyeron aplausos y gritos afuera en la calle. Cada vez el ruido era mayor; de hecho, ya no se podía oír lo que decía el predicador porque las voces que llegaban desde afuera eran demasiado fuertes. Entonces pasó junto al salón una multitud de personas que iban siguiendo a un solo hom- bre. ¿Qué estaría pasando? ¿Adónde irían? ¿Por qué gritaban tanto? EL NYAU Aquella multitud de personas eran del pueblo bantú, y estaban siguiendo a un nyau. ¿Qué es un nyau? Un nyau es un adorador de espíritus, un jefe espiritual de una tribu. El nyau iba vestido con una falda de paja que hacía un ruido muy especial. También llevaba trapos y una máscara pintada. Si le pides a mamá o a papá que busque en Internet fotos de los nyau, verás cómo lucen, tan especiales y diferentes. El nyau probablemente se dirigía al cementerio, pero al ver la reunión que estaban llevando a cabo los adventistas se acercó a la puerta, dejó de bailar y se dirigió al predica- dor. La gente que lo seguía también se detuvo. Y entonces el nyau se apoyó en una pared y se quedó a escuchar. La gente que lo seguía también se detuvo a escuchar la predicación. ¡Eran alrededor de doscientas personas! El predicador, aunque al principio se había queda- do callado observando lo que pasaba, enseguida volvió a hablar y continuó su predicación. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 9
  • 10. El nyau y todos los que lo seguían escu- charon en silencio el resto de la predica- ción. El predicador, como te podrás imagi- nar, estaba muy nervioso, pero continuó con su presentación sobre el sueño de Na- bucodonosor, en Daniel capítulo 2. Des- pués de la oración final, el nyau y sus segui- dores continuaron su camino hacia el cementerio. La siguiente noche, la reunión comen- zó con las mismas treinta personas, pero más gente comenzó a llegar. Llegó el nyau, vestido con su máscara y su falda que hacía ruido. Pero, esta vez, no se quedó apoyado en una pared del fondo, sino que entró en el salón y se sentó a escuchar muy atenta- mente. Y, por supuesto, estaban algunos de sus seguidores. Ellos también se sentaron a escuchar. Entonces comenzaron a llegar otras visitas, curiosas por saber qué era lo que estaba escuchando el nyau. Esa noche ochenta visitas asistieron a la reunión. CADA VEZ MÁS GENTE La asistencia a las reuniones continuó aumentando. Y, entre las personas que asis- tían, había dos nyaus más, vestidos con ro- pas muy especiales y llevando ramas para cubrir sus rostros. Unas noches después, el predicador in- vitó a los oyentes a aceptar a Jesús, y 95 personas lo hicieron. Al día siguiente, otras 50 personas más decidieron entregarle su vida a Jesús. Todos comenzaron a estudiar la Biblia con la ayuda del pastor y de los miembros de la pequeña iglesia. Las reuniones duraron 21 noches más, y después hubo clases bautismales. Al final, 145 personas fueron bautizadas. Entre ellos estaba el nyau que había interrumpido la reunión la primera noche. Aquel hombre, que antes era un nyau, hoy sigue siendo fiel a Jesús. En la actualidad, el pequeño grupo que oró y trabajó para incrementar el número de miembros adora en una iglesia más grande. Su iglesia anterior era demasiado pequeña para dar cabida a los nuevos miembros que se bautizaron después de las reuniones evangelizadoras. ¿Te das cuenta de cómo Jesús responde las oraciones de sus hijos? Así que, cuando le pidas a Jesús que te ayude a hablarles a tus amiguitos acerca de la Biblia, él te responderá. 10 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico M U D si n c p m c g JE m sa p d L d d m n g d e le ñ le y
  • 11. a e, el e o ás o os as e o a e MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 11 Malaui 24 de octubre Un hombre de Dios Golden Lapani nació en un hogar no adventista. De hecho, su familia pertenecía a otra religión que ni siquiera era cristiana, así que Lapani creció sin saber nada acerca de Jesús. ¿Te lo imaginas? Siendo niño como eres tú, Lapani no pudo ser amiguito de Jesús, porque nadie nunca le habló de él. Cuando se hizo mayor, Lapani se convirtió en maestro de escuela, porque le gustaba mucho enseñar. Esa era su vocación. ¿Sabes qué es una vocación? Es la profesión a la que cada persona siente que debe dedicarse. Pues bien, Lapani sentía que lo que a él más le gustaba era enseñar a los demás. Y por eso se hizo maestro de escuela. JESÚS LO LLAMÓ A ENSEÑAR Una vez, cuando Lapani estaba enseñando en una escuela, se enfermó muy grave- mente. Y estando así, muy enfermito, unas personas que creían en Jesús lo ayudaron a sanarse. En realidad, esas personas le dijeron que Jesús era quien lo había sanado con su poder de hacer milagros. Así que, Lapani decidió seguir a Jesús, aunque sabía muy poco de él. Cuando Lapani decidió seguir a Jesús, recibió el rechazo de sus papás. Los papás de Lapani no podían aceptar que su hijo se hubiera hecho de otra religión, pero Lapani deci- dió seguir creyendo en Jesús. Y a todas partes donde iba hablaba a todo el mundo acerca de Jesús. Daba siempre testimonio de que el poder de Jesús lo había sanado de su enfer- medad. Al mismo tiempo, intentaba estudiar todo lo que podía acerca de Jesús, para co- nocerlo bien y para poder así hablar a los demás acerca de él. Ese mismo año en que Lapani fue sanado de su enfermedad, Jesús lo llamó a ser un ganador de almas. ¿Cómo? Pues, utilizando su vocación de enseñar para enseñar a los demás acerca de Jesús. Lapani le habló de Jesús a su hermano mayor, y su hermano mayor se convirtió y le entregó su vida a Jesús. Ambos hermanos comenzaron a adorar a Jesús juntos. Después se les añadieron sus hermanas, que también se convirtieron gracias a lo que Lapani les ense- ñó. El pequeño grupo siguió creciendo, y dos años después de su bautismo Lapani había levantado 5 congregaciones adventistas, y 145 nuevos creyentes se bautizaron gracias a él y a lo que él les enseñó sobre Jesús. Seis años después de la conversión de Lapani, su papá aceptó a Jesús también. La
  • 12. mamá se resistió a hacerse adventista du- rante cinco años más, pero finalmente en- tregó su vida a Jesús y fue bautizada. JEFES DE POBLADOS SE ENTREGAN A JESÚS Como resultado del trabajo de evange- lización que Lapani comenzó a llevar a cabo, varios jefes de poblado de Malaui, junto con sus esposas, entregaron su vida a Jesús. Y dos años más tarde, más de cin- cuenta personas, incluyendo a otro jefe de poblado y a su esposa, se unieron a la Igle- sia Adventista. Otros jefes de poblado, aunque no se han hecho adventistas, respetan mucho la labor de Lapani, porque es un buen maes- tro y porque ayuda mucho a todo el mun- do. Todos se dan cuenta de que el cambio de religión de la gente los hace mejores per- sonas, mejores vecinos, y mejores en todo.CÁPSULA INFORMATIVA •Tras 73 años de dependencia de Gran Bretaña, Malaui se independizó el 6 de julio de 1964. Actualmente, es uno de los países menos desarrollados y más po- blados del continente africano. Tiene más de 16 millones de habitantes. La mayor parte de la población es rural y vive de la agricultura. • En Malaui hay una gran diversidad cultural: nativos, asiáticos y europeos conviven en este territorio. Por eso su población tiene múltiples creencias religiosas y hablan una gran variedad de idiomas. • La capital de Malaui es Lilongüe. Los idiomas oficiales del país son el inglés y el chichewa. M J o D d e e A h d n re e h e p v H c m M p L d 12 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 13. r- . Malaui 31 de octubre Jesús responde nuestras oraciones La casa de Lapani queda a corta distancia de Damba,* un pueblecito de Malaui. Lapani es hoy en día pastor de la Iglesia Adventista y, a pesar de sus esfuerzos por hacerse amigo de la gente de Damba, esa gente no era amable con él. ACUSADO INJUSTAMENTE Cierto día, el jefe del poblado de Damba desapareció. Se rumoreaba que Lapani lo había asesinado, pero no era verdad. Cuando Lapani se dio cuenta de que lo acusaban a él de haber matado al jefe del poblado, pidió a todos los adventistas que oraran por él. Lapa- ni, su familia y toda la iglesia ayunaron y oraron durante 21 días, pidiéndole a Jesús que revelara la verdad de por qué el jefe del poblado había desaparecido. De ese modo, tanto el nombre de Lapani como el de Dios serían honrados. Cuando llevaban 21 días de ayunar y orar, Lapani se encontró en el camino con un hombre de Damba. Este saludó a Lapani, diciéndole: –Pastor, su Dios obra milagros. Entonces describió cómo el cuerpo del jefe del poblado había sido hallado flotando en el río, amarrado a dos grandes piedras muy pesadas. Con el tiempo se descubrió que quien había matado al jefe del poblado había sido el propio hermano del jefe. Así que, Lapani quedó libre de toda sospecha y lo invitaron a visitar Damba. Al llegar allá, la gente le dio la bienvenida con estas palabras: –Háblanos de tu Dios, el que te salvó la vida. HABLANDO DE JESÚS Lapani fui visitando una a una a todas las familias de aquel poblado, compartiendo con ellos la comida y el evangelio. Luego comenzó unas reuniones de evangelización, y más de ochenta personas se bautizaron. Incluso algunos miembros del Gobierno de Malaui visitaron a Lapani para que les contara personalmente cómo la muerte del jefe del poblado había cambiado completamente Damba. Ellos tomaron nota del testimonio de Lapani y lo difundieron por la radio tres veces. Gracias a eso, muchos jefes de otros pobla- dos le pidieron que los visitara y les hablara de Jesús. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 13
  • 14. AMENAZAS DE MUERTE El incidente de Damba no fue el único en el que Lapani se vio cerca de la muerte. Él fue apedreado y envenenado, víctima de la bruje- ría, e incluso una vez intentaron ahogarlo. En una aldea, le dieron a beber agua envenenada. Cuando Lapani empezó a sentir un gran dolor de estómago, le dije- ron que quien lo había envenenado era el cocinero. Entonces Lapani dijo a todos los que estaban escuchando: –Yo puedo morir, pero he perdonado a este joven. No le hagan nada malo. Los miembros de la iglesia oraron, y Jesús sanó a Lapani. Después de esa experiencia tan dura, Lapani habló con el cocinero que había in- tentado envenenarlo. Le dijo que entregara su vida a Jesús, y el hombre lo hizo. Tam- bién lo hicieron otras setenta personas de aquel poblado. Así que, como resultado de que alguien intentara matar a un pastor ad- ventista, hoy en día hay una iglesia en un poblado de Malaui, en África. ¿No te pare- ce increíble? Así es como sucede cuando Jesús interviene. Jesús puede hacer que co- sas malas que hacemos las personas acaben en algo bueno gracias a él. Cada vez que Lapani va a un lugar nuevo a trabajar con el evangelio, visita al jefe del poblado para presentarse. Luego, él y sus obreros bíblicos visitan todos los hogares del poblado, orando con la gente que tiene nece- sidades. Si les falta alimento, les dan comida sobre la base de maíz, que es lo más común en Malaui. Si están enfermos, él ora con ellos y les consigue medicinas. Después da una serie de reuniones de evangelización y, cuan- do él termina, un obrero bíblico se queda en el poblado durante seis meses para dar estu- dios bíblicos. Entonces edifican una iglesia. Lapani ha llevado a más de once mil personas a Jesús. Ha levantado más de cua- renta iglesias en Malaui. LAS ORACIONES TRAEN LLUVIA En 2004, una sequía azotó Malaui. La gente observaba cómo sus cosechas se echa- ban a perder por la falta de lluvia. Lapani y su equipo oraron durante tres días, y el cie- lo se oscureció. Entonces comenzó a caer una abundante lluvia. Como resultado, 38 personas entregaron sus vidas a Jesús. *Damba no es el nombre real del pue- blo, pero el pueblo de esta historia sí existe realmente. COLORES DE LA BANDERA DE MALAUI Franja superior: Negro Franja del medio: Rojo Franja inferior: Verde Dibujo: Rojo M E M e ra d tr Jo U a p d la d q e v p d p D la d a H p 14 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 15. o el us el e- da n os na n- n u- il a- a a- y e- er 8 e- e Malaui 7 de noviembre El incendio Wesley Banda era el pastor de varios pueblos de Malaui. Junto con su familia, vivían en una casa sin electricidad. Por eso la señora Banda tenía que prepa- rar siempre la comida afuera. Una noche después de cenar, la señora Banda se dispuso a preparar la comida del día siguiente mien- tras su esposo se sentaba a leer y sus hijos esperaban tranquilamente la hora del devocional. Joshua, de cinco años, se quedó dormido a los pies de su papá. UNA LÁMPARA MUY PELIGROSA La única fuente de luz que tenía toda la familia era una lámpara de queroseno, y poco a poco la llama se estaba haciendo cada vez más débil. Así que no se veía mucho, y tanto para leer como para cocinar hacía falta un poco más de luz. Entonces, el pastor Banda decidió echar más queroseno a la lámpara, para que alumbrara más. Pero, cuando lo hizo, la lámpara le explotó en las manos. Instintivamente, el pastor Banda arrojó la lámpara lejos, pero su ropa ya estaba ardien- do, aunque él no se había dado cuenta. Cuando la señora Banda miró a su esposo y vio que su ropa estaba ardiendo, inmediatamente le echó agua. Y así extinguió el fuego. Sin embargo, el cuerpo del pastor Banda ya se había quemado bastante. Los niños salieron corriendo de la casa gritando: “¡¡¡Fuego, fuego!!!” Y, con tanto ner- viosismo y agitación, nadie se dio cuenta de que faltaba el pequeño Joshua. Un rato des- pué, la señora Banda lo vio saliendo de la casa arrastrándose por el suelo, con la ropa ar- diendo. Ella actuó rápidamente tomando a su hijo y echándolo en un contenedor de agua, pero el cuerpecito de Joshua ya se había quemado demasiado. DÍAS DUROS EN EL HOSPITAL Al ver lo que estaba sucediendo, los vecinos se apresuraron a apagar el incendio, pero la mayor parte de las pertenencias de la familia ya se habían quemado. Como la aldea donde vivían no tenía ninguna clínica, un vecino que tenía auto llevó a la familia Banda al hospital más cercano. Era casi medianoche cuando llegaron a la sala de emergencias. Habían pasado más de cuatro horas desde la explosión. Los médicos observaron las quemaduras de Joshua, y vieron que era muy graves. El pequeño de cinco años gritaba de dolor. Los médicos pensaron que no sobreviviría. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 15
  • 16. –Estamos haciendo todo lo que pode- mos por su hijo –dijo uno de los médicos–, pero está tan quemado que lo mejor sería que muriera. –¡¡¡No!!! –dijo firmemente la señora Banda–. Dios ha salvado su vida, así que ustedes hagan lo que puedan. Los médicos y las enfermeras trataron las heridas de Joshua. Cada día le ponían nuevas vendas alrededor de su cuerpo, para prevenir así la infección. Después de dos largos meses, el pastor Banda insistió en que él ya se encontraba bien, y decidió volver a la casa, mientras que Joshua permaneció internado en el hospital cuatro meses más. Cada día su mamá le hablaba con mucho amor. Le lim- piaba las quemaduras, le ponía las ven- das… y su presencia daba fuerzas y espe- ranza al pequeño Joshua. Fue muy difícil para la familia Banda estar separada tantos meses. Podían visitar- se de vez en cuando y orar juntos, pero eso era todo. Seis meses después, Joshua fue trasladado a un centro de rehabilitación, y allí estuvo otros tres meses. Cuando llegó, no podía caminar por sí mismo, solo con la ayuda de un andador. Finalmente, Joshua pudo volver a casa, donde su mamá conti- nuó ayudándolo a volver a caminar. Cuan- do Joshua veía a sus amiguitos jugando afuera, él también quería jugar, y tras un año de recuperación por fin pudo caminar sin ayuda. –Dios nos bendijo incluso en nuestro momento más difícil –dice el pastor Ban- da–. Cuando regresé del hospital, la iglesia comenzó a prosperar más que antes del in- Z S se to p c m a v v a m c lo te u b q d ir ll ta to c cendio, y cada vez más gente ha venido a los pies de Jesús. –Doy gracias a Dios porque salvó a mi esposo –dice la señora Banda–. Esta expe- riencia me ha enseñado la importancia de pasar tiempo con la familia y con Dios. Queridos niños, recuerden que Jesús nos ayuda cuando nos pasan cosas malas o difíciles. Y recuerden también que hay mu- chos niños como Joshua que necesitan nuestras oraciones y nuestra ayuda. Sobre todo, necesitan que les hablemos de Jesús, para tener esperanza y amor en su corazón. 16 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 17. Zimbabue 14 de noviembre Solo la fe – Parte I Desde que era un niño así como tú, John estaba seguro de que Dios lo estaba llamando para ser pas- tor. Al principio trató de ignorar o evitar el llamado, pero entonces descubrió que no podía lograrlo. En Zimbabue es casi imposible que un estudiante consiga trabajo, así que John decidió confiar en su mamá para que le pagara sus gastos en la Universidad Adventista de Solusi. A John le encantaba evangelizar; es decir, hablar a todo el mundo acerca de Jesús y de su amor. Por eso, durante sus vacaciones escolares, llevó a cabo reuniones de evangelización en varias iglesias y se puso muy contento al ver que cien personas entregaron su vida a Jesús. Luego de las reuniones, y con el fin de prepararse para regresar a la Universidad, John volvió a su casa, esperando tener el dinero completo para sus cuotas escolares, pero no fue así. Su mamá le explicó que el negocio familiar no estaba marchando como debía. –Tal vez tendrás que esperar un semestre para volver a la Universidad –sugirió la mamá. –No te preocupes –le dijo John–, Dios es quien me llamó al ministerio, y él ayudará con mis cuotas. Y empacó su maleta, le dio un beso de despedida a su mamá y se subió al autobús que lo llevaría a Solusi. ¡Así como lo oyes! Decidió volver a la Universidad a pesar de que no tenía el dinero para pagar sus gastos. De hecho, no tenía dinero ni siquiera para comprar un boleto de autobús de vuelta a casa. No tenía nada, excepto su fe. John llegó a Solusi demasiado tarde para matricularse, así que pasó la noche en la ha- bitación de un amigo. Al día siguiente fue a que le asignaran un dormitorio. Pero nadie quería darle una habitación porque no tenía dinero para pagarla, aunque finalmente acce- dieron a dejarlo un día, pues lo conocían y sabían que era una persona de fiar. –Aquí está la llave –le dijo el administrador–, pero si mañana no pagas tendrás que irte. John le dio las gracias y llevó sus cosas a la habitación. Antes de desempacar, se arrodi- lló y oró: “Querido Jesús, te doy gracias por el tiempo que me has otorgado en esta habi- tación. Si tú no pagas mi matrícula, tendré que irme mañana, por lo que hoy dependo totalmente de ti. Gracias por eso, Señor. Amén”. Pronto escuchó que la hermana Jeremiah, una amiga y evangelista, estaba llevando a cabo unas reuniones en la Universidad. Así que, fue a visitarla. a mi e- e ús o u- n re s, u MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 17
  • 18. –¿Pagaste ya tu matrícula? –le preguntó la hermana Jeremiah. –No –contestó John sinceramente–, mi mamá aún no ha conseguido el dinero. He venido para que oremos por este asunto. –No pidamos a Dios dinero –dijo la hermana Jeremiah–. Más bien démosle gracias por proporcionar el dinero que necesitas. Así que, los dos se arrodillaron, y la hermana Jeremiah dio gracias a Dios por el dinero que John aún no había recibido. El dinero no llegó ese día. Mientras John caminaba por la Universidad, varios amigos se detuvieron para preguntarle cómo le iban las cosas. John no les habló sobre sus necesidades financieras, pero res- pondió, sonriendo: –Todo está bien; Dios está en el control. Una joven que conocía la situación de John intentó convencerlo de que abando- nara la Universidad, pero él le dijo: –No trates de desanimarme. Dios proveerá. Llegada la hora de dormir de aquel mismo día, aún no había pasado nada. Pero John, confiado, colocó de nuevo su situa- ción en manos de Jesús y se fue a dormir. ¿Quieres saber cómo termina la histo- ria? No te lo pierdas el próximo sábado. Ahora vamos a ver algunos datos de interés de ese país que se llama Zimbabue. Continuará. CÁPSULA INFORMATIVA •Zimbabue es un país situado al sur del con- tinente africano, entre el río Zambeze, las cataratas Victoria y el río Limpopo [señale el país en un mapa]. Su capital es Hara- re, y sus idiomas oficiales son el inglés y el shona. • El 99% de la población del país es de raza negra y la mayoría de la población perte- nece a uno de estos dos grupos étnicos: shonas y ndebele. • Menos del 30% de la población es cristiana. Z S to Y p p e d d se te ta p y la d in o d d 18 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico
  • 19. Zimbabue 21 de noviembre Solo la fe – Parte II ¿Recuerdas la historia de John? John quería ser pas- tor, porque desde niño sintió que esa era su vocación. Y, cuando finalmente pudo comenzar la Universidad para estudiar Teología, no pudo encontrar el dinero para pagar sus estudios. La gente le decía que dejara de estudiar y volviera a su casa, y tenía apenas un día para conseguir el dinero o la Universi- dad lo echaría. ¿Crees que Jesús respondió su oración? El último día que tenía para estar en la Universidad antes de que lo echaran por falta de pago, John asistió a un servicio de oración. La hermana Jeremiah estaba dirigiendo el servicio y pidió voluntarios para orar por todos los estudiantes. John oró por los estudian- tes que tenían necesidades, y en silencio oró por su propia necesidad. Un par de horas más tarde, se encontró con un amigo. –¿Cómo estás? ¿Está todo bien? –le preguntó su amigo. –Sí –dijo John–, todo está bien. Dios está en el control. –¿Cómo está tu mamá? –preguntó el amigo. –Ella está bien –respondió John–, pero está preocupada por el pago de la escuela. –¿Cuánto dinero necesitas? –preguntó. John necesitaba 50 mil dólares zimbabuenses para registrarse. Su amigo sacó algunos pula, la moneda de Botsuana. –Aquí tienes 250 pula –dijo su amigo. El dinero era equivalente a 23 mil dólares zimbabuenses. John le agradeció a su amigo y aceptó el dinero. “Bien, Señor, ahora, ayúdame a convertir estos pula en suficientes dó- lares para poder matricularme”. En cuestión de minutos John encontró a alguien dispuesto a cambiar sus pulas por dólares zimbabuenses, de tal forma que obtuvo la mitad de la cantidad necesaria para inscribirse. John buscó con diligencia un teléfono para contarle a su mamá que Jesús había obrado un milagro. –Mamá –dijo–, ¿puedes enviar a mi hermana Mercy al banco a depositar 25 mil dólares? –John –respondió ella–, tú sabes que no tengo ese dinero. –Simplemente, envía a Mercy a la ciudad –insistió él–. Dios proveerá el dinero. La mamá de John estaba perpleja, pero no le discutió el asunto. Si John tenía esa clase de fe, ella no se atrevería a dudar. Así que, le dijo a Mercy que fuera a la ciudad y esperara MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 19
  • 20. S E re d (u d m e a y fa ll c d d m p ju q D n L a á d 20 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico a que Dios le diera el dinero para John. Mientras tanto, John fue a depositar en su cuenta bancaria los 25 mil dólares que ha- bía recibido en Solusi. Aquel dinero era la mitad de lo que él necesitaba. Cuando llegó a la ciudad, llamó a su madre otra vez. –¡He estado tratando de comunicarme contigo! –le dijo ella–. Mercy se encontró con uno de tus amigos en la ciudad; él le dijo que había prometido ayudarte con un poco de dinero para la comida. Pero cuan- do quiso buscarte, ya te habías ido a la es- cuela. Así que, habló con Mercy para depo- sitarlo en tu cuenta. Cuando Mercy le dijo la gran cantidad de dinero que necesitabas, respondió que era más de lo que había pla- neado darte, pero cuando abrió su billetera tenía más de 25 mil dólares. Así que, le dio el dinero a Mercy para ti. ¡Solo necesitamos saber tu número de cuenta para poder depositarlo! Los ojos de John se llenaron de lágri- mas al ver la manera en que Dios estaba respondiendo sus oraciones. Le dio a su madre la información necesaria y agradeció a ambas por contribuir para que el milagro sucediera. John corrió de regreso a la Universidad y logró llegar unos pocos minutos antes de que la oficina de registro cerrara. Su cora- zón se sentía aliviado, y su caminar tran- quilo, al pensar en cómo Dios había obra- do otro milagro en la vida de un joven que no tenía nada, excepto su fe. Más de mil estudiantes están matricu- lados en la Universidad de Solusi. Muchos, como John, están allí por fe. La Universi- dad está creciendo considerablemente y se necesita más espacio en el comedor. Su ofrenda de decimotercer sábado contribui- rá en esta misión. Muchas gracias, niños, por su colaboración. COLORES DE LA BANDERA DE ZIMBABUE Tres franjas superiores: Verde, amarillo y rojo Franja del medio: Negro Tres franjas inferiores: Rojo, amarillo y verde Dibujo: Estrella roja, objeto amarillo y fondo blanco
  • 21. Sudáfrica 28 de noviembre El fugitivo (Pida que un niño en edad escolar presente este relato en primera persona.) Me llamo Sibono, y vivo en un pueblo construi- do sobre una colina en la región norte de Sudáfrica (ubique Sudáfrica en un mapa). Mi madre y yo asistíamos a la iglesia todos los domingos, pero un día mamá me dijo que comenzaríamos a hacerlo los sábados. Aunque me gustaba ir a la iglesia, no quería perder la oportunidad de jugar con mis amigos. Por eso, un sábado, después del desayuno, me escapé de la casa y corrí a jugar a la casa de un amigo. Cuando mamá me llamó y yo no le contesté, decidió irse sola a la iglesia. Mis amigos y yo jugamos al fútbol toda la mañana. Debido a que no teníamos una pelota de verdad, fabricamos una con un calcetín viejo que rellenamos con bolsas de plástico. Cuando aque- lla pelota se dañaba, buscábamos otro calcetín viejo y lo volvíamos a rellenar. Jugamos al fútbol hasta cansarnos, y después lo hicimos con carritos de juguete hechos con trozos de alambre. Trazamos caminos imaginarios en el polvo y por ellos hicimos an- dar nuestros “vehículos” por pueblos y montañas de fantasía. Almorcé con mi amigo, y después de comer seguimos jugando un poco más. Cerca de la puesta del sol, vi que mi mamá regresaba, y corrí a encontrarla. Ya me había olvidado de la iglesia, hasta que ella me pidió que entrara en nuestra casa. –Hoy teníamos que ir juntos a la iglesia –me dijo–. ¿Por qué te escapaste para ir a jugar? –Mis amigos me esperaban para jugar –respondí en voz baja. Mamá me contó la historia que aprendió ese día en la iglesia. Se trataba de Josué, quien había dirigido el pueblo de Israel al entrar en la Tierra Prometida. Me contó cómo Dios separó las aguas del río Jordán para que ellos pasaran en seco. Quedé muy impresio- nado por el relato, y prometí que la semana siguiente iría con ella a la iglesia. LA NUEVA IGLESIA DE SIBONO Cuando llegó el sábado, en lugar de escaparme para ir a jugar, acompañé a mi madre a la iglesia. Como los niños no tienen su propio salón de clases, nos reunimos bajo un gran árbol frondoso. Cantamos muchos coritos hermosos, y la maestra nos contó una historia de la Biblia. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 21 d e a- n- a- e u- s, i- e u i- s,
  • 22. S D se m u d p É v q a v p “ Q to q g h B D tr y g ta v 22 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico Al salir de la iglesia, mi mamá y yo co- mimos nuestro humilde almuerzo bajo la sombra del mismo árbol. Entonces, mien- tras los adultos estudiaban la Biblia, los ni- ños entonamos más himnos y escuchamos otros relatos de la Biblia. ¡Lo pasé muy bien! Cuando mis amigos me preguntaron por qué no había ido a jugar con ellos ese sábado, les conté que había ido a la iglesia. –Ustedes también deberían venir –les dije–. Allí entonamos hermosos cánticos y escuchamos historias muy interesantes que hablan de Dios. El siguiente sábado, dos de mis amigos vinieron conmigo. Pero, después de aquel sábado, decidieron quedarse en sus casas y jugar al fútbol. Me sentí mal porque ellos decidieron no acompañarme a la iglesia. SIBONO COMPARTE EL AMOR DE JESÚS A veces, cuando regreso de la iglesia, mis amigos están afuera jugando. Yo los in- vito a mi casa y les repito las historias de la Biblia que contaron ese día en la iglesia. A ellos les gusta mucho escuchar las historias de la Biblia, pero cuando los invito a acom- pañarme a la iglesia no vienen, porque no quieren dejar sus juegos. Así que, yo sigo contándoles historias de la Biblia, aunque solo uno de ellos venga a escucharlas. Algunos de los amigos de mis padres no confían en una iglesia que se reúne en un centro comunitario. El centro comuni- tario no es un lugar apropiado para adorar, pero yo sé que la presencia de Jesús está allí. Nuestro pastor nos anima para que demos una ofrenda especial que nos permita cons- truir un templo. La nueva iglesia tendrá una sala especial donde los niños nos po- dremos reunir para adorar a Dios. Durante mucho tiempo hemos estado ahorrando dinero para el nuevo templo, pero aún nos falta juntar mucho más. Por favor, preparen una ofrenda espe- cial para el decimotercer sábado de este tri- mestre. Para nosotros, esa ofrenda significa mucho. CÁPSULA INFORMATIVA •Sudáfrica es un país conocido por su di- versidad de culturas, idiomas y creencias religiosas, por lo que se le conoce como la nación del arcoíris. Tiene once idiomas; dos son de origen europeo: el afrikáns y el inglés. Aunque el inglés tiene un importan- te rol, es el quinto idioma por hablantes nativos.
  • 23. Sudáfrica 5 de diciembre Descubriendo a Jesús [Pídale a una adolescente o a una joven que pre- sente este relato en primera persona.] Vivo en una ciudad del norte de Sudáfrica. Toda mi vida he ido a la iglesia el domingo, pero cuando una inmensa carpa apareció en un terreno de mi ciu- dad que siempre había estado vacío, mi vida cambió para siempre. ÉL PRONTO VOLVERÁ Pósters por toda la ciudad anunciaban el gran evento con las palabras: “Él pronto volverá”. “¿Quién volverá? Y ¿cuándo volverá?”, me preguntaba yo. Alguna gente decía que los que iban a organizar el evento eran gente mala, así que a mí me daba miedo asistir. Pero entonces oí a una mujer decir: “Esta noche el predicador hablará de la segunda venida de Jesús”. Eso me llamó mucho la atención. “Pero si Jesús ya vino como bebé…”, pensaba yo. “¿Por qué va a volver otra vez?” Nunca en mi vida había oído semejante cosa. “¿Serán cristianas estas reuniones?”, me preguntaba. Y mi curiosidad pudo más que mi miedo. Así que, aquella tarde me acerqué a la carpa. Quería saber de qué estaba hablando aquel predicador, pero me daba miedo entrar. En- tonces, razoné: “Si lo que dice el predicador me da miedo, pues me voy y ya está”. “Buenas tardes”, me saludó un hombre en la entrada, y me dio una Biblia. Yo me quedé la Biblia y me senté en una de las sillas de plástico del interior de la carpa. “Esta gente no parece mala”, pensé. Y, mientras esperaba, me puse a hojear la Biblia que me habían entregado. Yo tenía un Nuevo Testamento en casa, pero nunca había tenido una Biblia completa. DESCUBRIENDO LA VERDAD DE LA BIBLIA El predicador se levantó para hablar. Tenía diapositivas que iba mostrando para ilus- trar su sermón. Mostraba muchos textos de la Biblia. Leyó tantos textos de la Biblia que yo me preguntaba si lo que me habían dicho sobre aquellas reuniones sería mentira. “La gente mala no cita la Biblia”, pensaba yo. Y cada versículo de la Biblia que leía decía exac- tamente lo que el predicador predicaba. Por eso me convencí de que lo que decía era la verdad. Y al final de aquella reunión me di cuenta de que había encontrado algo muy va- MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 23 o e es n i- r, í. os s- á o- e o os e- i- a
  • 24. S L N p d m m e si la L se a c m m v d c la c u a ig q a N ig 24 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico lioso. En mi iglesia casi nunca se usaba la Biblia, pero aquel hombre la usaba para cada cosa que decía. Yo quería saber más de lo que estaba hablando. La Palabra de Dios me gustaba tanto que volví cada noche a las reuniones hasta que se terminaron. Aprendí tanto sobre Je- sús que me di cuenta de que realmente yo no lo conocía. Al final de la campaña, le dije al predicador: –He aprendido tanto de Jesús en estas reuniones que creo que no lo conocía. ¿Cómo puedo darle mi vida a Jesús? ¿Cómo puedo formar parte de su iglesia? El pastor me invitó a una clase especial para los que querían estudiar más la Biblia y las creencias de los adventistas. Con mu- cha ilusión, me uní a esa clase a fin de pre- pararme para mi bautismo. DEFENDIENDO MI FE Mis padres sabían que yo estaba asis- tiendo a las reuniones de la carpa, pero no me habían dicho nada sobre eso. Simple- mente, ellos pensaban que cuando las reu- niones terminaran yo me olvidaría de los adventistas. Y, cuando les dije que estaba estudiando la Biblia para hacerme adven- tista, se enojaron bastante. De hecho, pare- cía haber mucha gente enojada por las treinta personas que pedimos ser bautiza- das al terminar las reuniones. Los pastores y los líderes religiosos de mi ciudad intentaron convencernos de que no nos hiciéramos adventistas. Algunos ce- dieron a la presión y se quedaron en sus antiguas iglesias. Pero yo estaba decidida: quería seguir a Jesús. Y cuando todo aquel revuelo pasó, mucha gente más pidió ser bautizada en la Iglesia Adventista. Al final, nos bautizamos cuarenta per- sonas, y nos convertimos en los primeros cuarenta miembros de la Iglesia Adventista de mi ciudad. Dos pioneros de Misión Global se que- daron en la ciudad después de la campaña de evangelización, y nos enseñaron a com- partir nuestra fe con los demás. Fuimos puerta por puerta hablando y orando con la gente. Hoy nuestra iglesia tiene ochenta miembros, además de muchos niños y visi- tas que nos acompañan cada sábado. COLORES DE LA BANDERA DE SUDÁFRICA Triángulo central izquierdo: Negro bordeado con una franjita amarilla. Le sigue una línea verde en forma de Y griega invertida, bordeada por dos líneas blan- cas.Franja superior derecha: Rojo. Franja inferior derecha: Azul
  • 25. Sudáfrica 12 de diciembre La esperanza de Nokuanda La historia de hoy nos llega desde un pequeño pueblo llamado Ingwavuma, en la región nororiental de Sudáfrica (señale la ubicación de Ingwavuma en el mapa misionero). Nokuanda entona su cántico favorito (“Los ángeles me cuidarán; yo lo sé, yo lo sé”) mientras barre el piso de la pequeña casa de su abuela. Nokuanda tiene ocho años y está en segundo grado. Ella y su prima viven con la abuela, y se encargan de que el hogar esté siempre limpio y arreglado. La prima de Nokuanda también ayuda a la abuela a preparar la comida. LA VIDA CON LA ABUELA La mamá de Nokuanda se trasladó a otro pueblo con la idea de terminar sus estudios secundarios y trabajar, y así brindarle una mejor vida a su hija. En África, los estudiantes a menudo pierden un año de escolaridad porque no pueden pagar los costos de la educa- ción, o porque la escuela a la que asisten se encuentra muy alejada de sus casas. Cuando la mamá de Nokuanda tuvo la oportunidad, dejó a su hija con la abuela y se fue a una ciudad más grande para estudiar y encontrar trabajo. Ahora, cada vez que puede, le envía dinero a la abuela. A Nokuanda le gusta mucho vivir con su abuela. “Nuestra casa es pequeña y nuestros alimentos son muy sencillos – dice–. La mayoría de los días, nos alimentamos con una pasta de maíz blanco molido y cocido llamada oputu, que comemos con una cuchara. Cuando la preparamos más espesa, la comemos con las manos. Hacemos una pelota pequeña con el oputu y la presionamos con el dedo pulgar para formar una cavidad, o hueco. Entonces, sumergimos el oputu en una salsa hecha de frijoles (porotos) o de verduras con curry. Sabe bien y satisface nuestro apetito”, explica la niña. Cada sábado, la abuela lleva a Nokuanda y a sus primas a la iglesia adventista. La iglesia no tiene un edificio propio y por eso se reúne en el centro comunitario, un edificio que pertenece a todos los habitantes de la aldea. El centro tan solo tiene un salón, así que a los niños les toca reunirse afuera bajo un viejo árbol. Allí celebran la Escuela Sabática. A Nokuanda no le preocupa esto. A ella le encanta ir a la iglesia. “¡Hay tantos niños en esta iglesia! –dice–. Nos gusta entonar muchos cánticos y, después de cantar, la maestra nos MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 25 n- e- as a- e e e- us a: el er r- os a e- a m- os n a i- na ma n- or
  • 26. S L c S c c L C u q lo la p e q e n a E ll d y 26 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico cuenta historias de la Biblia. A veces, mien- tras nos cuenta las historias, también nos muestra ilustraciones”. Allí, en la clase de Escuela Sabática bajo el viejo árbol al lado del centro comunita- rio, Nokuanda aprendió que Jesús ama a los niños. “Yo sé que él me ama. Por eso, cuando hago algo malo y pido perdón por lo que hice, Jesús me perdona”, dice la niña. UN PROBLEMA Y UNA PROMESA Nokuanda siempre invita a sus amigas para que la acompañen a la Escuela Sabáti- ca. Algunas lo hacen, pero otras le dicen que sus padres no las dejan porque la iglesia no tiene un templo adecuado. El otro día, el pastor anunció que parte de la ofrenda del decimotercer sábado de este trimestre ayudará a que la congrega- ción construya un templo que también contará con una sala para las reuniones de los niños. “Me siento feliz de saber que ni- ¿PUEDES CONTAR EN ZULÚ? El zulú es uno de los idiomas que más se hablan en Sudáfrica. Uno: Ukunye Dos: Isibili Tres: Kuthathu Cuatro: Okune Cinco: Isihlanu Seis: Isithupha Siete: Isikhombisa Ocho: Isishiyagalombili Nueve: Isishiyagalolunye Diez: Ishumi CÁPSULA INFORMATIVA •La Iglesia Adventista de Ingwavuma fue establecida hace quince años, cuando un joven pastor que vivió en el lugar durante sus años de secundaria sintió el llamado para regresar y ayudar al establecimiento de una congregación. • La mayor parte de los habitantes de Ingwa- vuma se dedica a la agricultura y no puede contribuir para la construcción del templo. Parte de la ofrenda del decimotercer sá- bado ayudará a construir una iglesia y un salón para niños en Ingwavuma. ños de diversas partes del mundo contri- buirán con la ofrenda del decimotercer sá- bado para ayudarnos a construir una sala especial para los niños –dice Nokuanda–. Así, los niños de la comunidad podrán ve- nir y aprender de Dios, y entonar alabanzas a Jesús”.
  • 27. Sudáfrica 19 de diciembre Los anteojos perdidos Valerie caminaba lentamente hacia el salón de clases, mientras las lágrimas le corrían por el rostro. Su mejor amiga la acompañaba mientras sus demás compañeros se adelantaban para no llegar tarde a la clase. LOS ANTEOJOS PERDIDOS Valerie tiene once años y es alumna de la Escuela Adventista Riverside, en Ciudad del Cabo (Sudáfrica). Durante el recreo, ella y sus compañeras habían estado jugando al netball, un deporte parecido al baloncesto. Valerie había dejado sus anteojos en un lugar donde creía que iban a estar seguros mientras jugaba. Pero, cuando llegó el fin del recreo, no pudo hallar- los. Se agachó para tantear el piso con las manos, tratando de encontrarlos. Su mejor amiga la vio y le aconsejó que regresara al salón de clases para contarle a la maestra lo sucedido. La maestra escuchó a Valerie y luego le dijo: –¿Por qué no oramos para que Dios nos ayude a encontrar tus anteojos? Después de orar, la maestra envió a los otros niños al patio para buscar los anteojos perdidos. –Caminen con cuidado para no pisarlos sin querer –les advirtió la maestra. Los niños buscaron en la zona donde se jugaba al netball mientras Valerie esperaba en el salón. Valerie estaba a punto de echarse a llorar otra vez, así que la maestra oró de nuevo para que Dios los ayudara a encontrar los anteojos. Sin embargo, veinte minutos después, los estudiantes regresaron al salón sin los preciados anteojos. La clase continuó, pero los alum- nos se pusieron tristes al ver que su compañera no podía leer ya que no tenía sus anteojos. EL GRAN DESCUBRIMIENTO Llegó el segundo recreo y los niños salieron a jugar. Varios minutos después, tres niñas llegaron corriendo al lugar donde estaba la maestra. Una de ellas agitaba la mano mostran- do lo que llevaba con ella. –¡Encontramos los anteojos! –exclamaron–. Nos arrodillamos en el terreno de juegos y oramos una vez más para que Dios nos mostrara dónde encontrar los anteojos de Valerie. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 27 i- á- a –. e- as
  • 28. 28 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico Luego caminamos hacia el campo de fút- bol, en el lado más lejano al edificio. Allí vimos que algo brillaba en medio del cés- ped. ¡Eran los anteojos de Valerie! –Los anteojos de Valerie ¿estaban en el campo de fútbol? –preguntó la maestra. –Sí, maestra –le respondieron. –Eso ni siquiera está cerca del lugar donde ustedes habían estado jugando. Los muchachos pudieron haberlos pisoteado cuando estuvieron jugando al fútbol. Pero no parecen estar dañados. La maestra sonrió y les dijo a las niñas: –¡No hay duda de que el Señor respon- dió nuestras oraciones! La maestra quitó con suavidad el polvo de los anteojos y se los entregó a una agra- decida Valerie. Entonces, los estudiantes volvieron a elevar una oración, esta vez para agradecer a Dios por haber protegido los anteojos de su amiga. Valerie no proviene de una familia ad- ventista. Pero la fe de su familia ha crecido al ver que Dios realmente responde las ora- ciones de sus hijos. 2 P P si p li ta c n b A p m o v o n A te cu cl ñ m Z p su e u CÁPSULA INFORMATIVA •La Escuela Adventista Riverside está ubica- da en Ciudad del Cabo, una de las grandes ciudades de Sudáfrica. Los jóvenes asisten a la escuela para aprender inglés y así te- ner un futuro mejor. • Muchos de los alumnos vienen de hogares no adventistas. En Riverside descubren que Jesús es su amigo especial y su Salvador. HABLEMOS EN ZULÚ El zulú es una de las lenguas más habladas en Sudáfrica. Una de sus características más distintivas es el uso de consonantes que suenan como clics. Hay tres clics básicos en zulú: “c”, “q” y “x”. Hola: Sawubona Por favor: Uxolo Gracias: Ngiyabonga Sí: Yebo No: Cha De nada: Uyamukelwa Hasta luego: Sala(ni) kahle
  • 29. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 29 o a- es ez o d- o a- 26 de diciembre Programa del decimotercer sábado PARTICIPANTES Y RECURSOS Un narrador y dos lectores. [Los expo- sitores no necesitan memorizar su parte, pero deben estar lo suficientemente fami- liarizados con ella como para poder presen- tarla con confianza.] Un gran mapa de la División Sudafri- cana y del Océano Índico [se puede esca- near el mapa de la última página de la pu- blicación trimestral o descargarlo en www. AdventistMission.org y proyectarlo en una pantalla. También se puede dibujar un mapa en una cartulina]. * * * Narrador 1: Este trimestre, nuestras ofrendas misioneras van destinadas a la Di- visión Sudafricana y del Océano Índico. El objetivo principal es ayudar a las institucio- nes educativas y sanitarias que la Iglesia Adventista tiene en los países de este territorio. Escuchemos un relato titulado “Una es- cuela de la noche a la mañana”, que muestra claramente cómo la educación ha desempe- ñado un papel fundamental en el estableci- miento de la Iglesia Adventista en Zambia. Zambia es uno de los países que forman parte de esta División del sur de África. Lector 1: Cuando el señor Anderson y su esposa llegaron a Zambia, no lo hicieron en avión ni tampoco en auto. Viajaron en una carreta tirada por un tozudo buey. Después de varios días de viaje por caminos polvorientos y llenos de baches, los viajeros llegaron finalmente al lugar que el jefe del poblado había cedido a la Iglesia Adventis- ta para que estableciera allí una escuela primaria. Mientras la señora Anderson recogía leña para preparar la cena, su esposo reco- rrió la propiedad para ver cuál sería el me- jor lugar para construir la escuela. Había tanto por hacer… Lo primero era aprender el idioma lo- cal, para poder comunicarse con la gente. Lo segundo, encontrar quien los ayudara a talar árboles y a construir la escuela. No pa- recía una tarea fácil… El señor Anderson también quería aprender las técnicas de agricultura que utilizaban los lugareños, para iniciar una granja-escuela. “Si trabajo duro –pensaba él–, puedo abrir la escuela en dos años”. Lector 2: Pero aquel mismo día, un niño se le acercó y le dijo: –Maestro, he venido a estudiar en su escuela. Al menos, así se lo tradujo uno de los ayudantes de Anderson. –¿¡En mi escuela!? –exclamó el señor Anderson–. ¡Pero si todavía no tenemos ninguna escuela! –¿Acaso no es usted maestro? –le pre- guntó el niño. so
  • 30. 30 · MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS · DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico El señor Anderson asintió, y entonces el pequeño añadió: –Pues, entonces, enséñeme. Y no se movió de allí. Siguió al señor Anderson hasta la carreta donde su esposa estaba preparando la cena. –Este niño quiere ir a la escuela –dijo Anderson a su esposa moviendo la cabeza con preocupación–. No se irá a su casa has- ta que yo le enseñe. Lector 1: –¿Alguna vez envió Jesús a alguien a su casa sin darle lo que le pedía? –preguntó la señora Anderson a su esposo. Y él entendió el mensaje. El niño que- ría estudiar, aunque el señor Anderson no tenía libros, ni escuela, ni hablaba el idio- ma local. Lo único que tenía era una piza- rra y unos lápices. Al día siguiente llegaron cuatro niños más, pidiendo ir a la escuela. Y así comenzó todo. El señor Anderson puso a los mucha- chos a trabajar la tierra y a construir una ca- baña.Tras un día entero de trabajo, tanto los niños como el maestro se sentaron alrededor del fuego para comenzar la primera clase. Palabra por palabra, el señor Anderson iba aprendiendo con los niños el idioma local, el chitonga, y escribía todo tal como sonaba. Entonces copiaba los sonidos en la pizarra y enseñaba a los niños a escribir. Pronto el señor Anderson sabía el sufi- ciente chitonga como para contarles a los niños algunos relatos de la Biblia, y ellos podían leer algunas palabras en su propio idioma. Comenzaron a llegar más niños, y la es- cuela creció rápidamente. En un solo mes llegaron cuarenta alumnos, tanto niños como niñas. El señor Anderson escribió re- latos de la Biblia como el de la Creación o el Diluvio, para que los niños pudieran leerlos en su propio idioma. Cuando los alumnos recibieron sus primeros “libros” con relatos de la Biblia en chitonga, los memorizaron. ¡Eran unos estudiantes excelentes! A medida que aprendían, los alumnos seguían construyendo la escuela y la granja. Plantaron maíz y hortalizas, y ayudaron a levantar el primer dormitorio con paredes de barro y techo de paja. También constru- yeron el comedor, un salón de clases y una iglesia. Y, de las cajas de su propia mudan- za, el señor Anderson hizo una mesa que colocó en el dormitorio. Por las noches, los niños dormían en el suelo. Lector 2: Pero había tantos niños que no cabían en aquel dormitorio. Un sábado, después del servicio de culto, el director vio llegar a cinco nuevos niños. Sabía que que- rían estudiar, pero ya no había espacio para ellos. Sin embargo, cuando supo que ha- bían caminado casi trescientos kilómetros para asistir a la nueva escuela, se encogió de hombros y preguntó: –¿Qué vamos a hacer? –Los alumnos que se sienten en el sue- lo, donde duermen por las noches. Pero cuando llegue la estación lluviosa no po- dremos hacer nada, porque no tenemos tejado –le contestó Detja, su ayudante africano. Detja siguió pensando por un momen- to, y entonces añadió: –Maestro, el piso está lleno de niños, pero ninguno duerme sobre la mesa. a e la p m e b fu si c g o b g u d g n b d m y b sá b a p c g p e p m
  • 31. MISIÓN ADVENTISTA: NIÑOS ·DIVISIÓN SUDAFRICANA y del oceano índico · 31 os e- el os os os n. os a. a es u- a n- e os e o, o e- a a- os e e- o o- os e n- s, Así que, en los cinco meses siguientes, aquella mesa sirvió no solo para comer y estudiar, sino también para dormir durante las noches. Así lograron tener más espacio para albergar a más niños. Lector 1: Los niños aprendían rápida- mente, y las historias del amor de Jesús les encantaban. Así, sus corazones fueron cam- biando. El famoso doctor Livingstone, que fue misionero en África, dijo en una oca- sión que si alguna vez lograban cambiar los corazones del pueblo bantú sería un mila- gro de Dios. Y eso fue exactamente lo que ocurrió. Los niños del pueblo bantú cam- biaron completamente al conocer a Jesús, gracias a aquella escuela que no era más que una caseta de barro y paja. Aquellos alumnos fueron los primeros de la Escuela Adventista Rusangu, que si- gue hoy en pie y continúa enseñando a los niños el amor de Jesús. Lector 2: El edificio original, hecho de barro y paja, ha sido reemplazado por otro de cemento con techo metálico. Y en el mismo terreno hay una escuela secundaria y una universidad con internado, que reci- birá parte de las ofrendas del decimotercer sábado de este trimestre para construir un biblioteca. Narrador: Nuestras ofrendas de hoy ayudarán a construir también una escuela primaria en el norte de Botsuana. Esta es- cuela es muy necesaria, ya que no hay nin- guna escuela adventista en todo el norte del país. Los valores que se transmiten en la educación adventista son muy importantes para el desarrollo de una población. Ade- más, muchos de los alumnos que asisten a escuelas adventistas deciden bautizarse, y con su testimonio llevan a sus familiares y a sus amigos a la iglesia. Esta nueva escuela adventista servirá, por lo tanto, como un foco misionero que conquiste a muchas fa- milias para Cristo. Lector 1: Además de construir la Es- cuela Primaria Adventista Gateway en Bot- suana, nuestras ofrendas de hoy ayudarán a los alumnos de la Universidad de Solusi, en Zimbabue, que cada día abarrotan un co- medor demasiado pequeño. Desde que fue fundada, en 1894, esta Universidad se ha ido llenando, hasta el punto de que hoy tie- ne 14.000 alumnos. La Universidad de So- lusi fue la primera institución privada de educación superior de todo Zimbabue. Nuestras ofrendas de hoy ayudarán a am- pliar el comedor para que más estudiantes puedan alimentarse en las debidas condiciones. Lector 2: Nuestras instituciones de sa- lud también son muy importantes; por eso, nuestra ofrenda de hoy ayudará a fundar un centro de salud en Gweru, Zimbabue. Esta clínica proveerá servicios a los miem- bros de la comunidad, desde los más po- bres hasta los más ricos. Incluirá una uni- dad de pediatría que atenderá a los niños del lugar. Narrador: Pues, ya hemos oído los re- tos y las oportunidades que tiene nuestra iglesia en la División Sudafricana y del Océano Índico. Seamos generosos con nuestras ofrendas para que la gente de Bot- suana y Zimbabue pueda llevar a muchos a los pies de Jesús.