Este documento resume un capítulo de un libro que analiza el concepto de igualdad entre los seres humanos. En 3 oraciones:
1) Discute cómo las personas a menudo se jactan y creen falsamente en su propia superioridad sobre los demás, engañándose a sí mismos, cuando en realidad todos somos iguales ante Dios. 2) Explica que aunque existen diferencias entre las personas, estas son necesarias y fueron creadas por Dios, por lo que todos tenemos el mismo valor fundamental. 3) Concluye que nuestro verdadero
Tema 4 Rocas sedimentarias, características y clasificación
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Capítulo 8
Buscando a un hombre
S
e cuenta que Diógenes, el filósofo griego, andaba a plena luz
del día con una lámpara encendida. Cuando le preguntaron por
qué lo hacía, respondió: “Busco a un hombre”. Lo que quería
decir Diógenes no queda claro. Lo cierto es que Diógenes estaba
desesperado; no podía encontrar aquello que buscaba. Jesús pareció
compartir el mismo pesimismo cuando planteó la pregunta retórica:
“Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?" (Luc. 18:8). En
todos esos vanos interrogantes, que transmiten la misma desesperanzada
cuestión, esperamos la misma dolorosa respuesta: no hay tal hombre. En
ese sentido, todos somos iguales.Así,sea lo que fuere que usted piense de sí
mismo, aun si es el mejor entre sus pares, aun si es alguien santo dedicado
a los más elevados sacrificios, su valor como hombre estará definido por lo
que quede de usted cuando no esté más. De hecho,su valor puede medirse
por lo que haya sembrado.
USTED ES COMO ELLOS
La igualdad entre los seres humanos es un concepto de los más difíciles
de captar. Si nos miramos unos a otros, vemos que no todos somos iguales.
Él es más fuerte y grande que yo; ella es más inteligente que él; ellos son
más ricos que nosotros; nosotros somos más espirituales que ustedes.Y no
obstante, este principio es vital para la supervivencia de nuestra sociedad.
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2. 72 LIBRO DE PROVERBIOS
Las diferencias son buenas: “El oído que oye, y el ojo que ve, ambas cosas
igualmente ha hecho Jehová” (20:12). La misma lección se repetirá más
tarde y se aplicará a la diferencia de edades: “La gloria de los jóvenes es
su fuerza,y la hermosura de los ancianos es su vejez” (20:29),y también a
las categorías sociales:“El rico y el pobre se encuentran; a ambos los hizo
Jehová” (22:2).
La referencia al Creador no es simplemente una excusa para inspirar
nuestro respecto por la otra persona; es, esencialmente, una declaración
acerca del valor singular del otro, porque Dios creó esas diferencias. La
igualdad que aquí se afirma no es sencillamente un decreto administrativo
que debemos aplicar, como personas civilizadas, porque sea políticamente
correcto. En cambio, para Proverbios, esas diferencias son mutuamente
necesarias,así como el ojo y la oreja,los jóvenes y los ancianos, los ricos y los
pobres, el africano y el europeo, los gentiles y los judíos. Lo que constituye
nuestra igualdad son nuestras diferencias.
USTED NO ES LO QUE PIENSA
El burlador está otra vez en escena. El mismo burlador que maltrató a su
padre y a su madre (19:26) y menospreció sus instrucciones (19:27),y que no
estaba interesado en la verdad (19:28), está ahora bebiendo y jactándose de
sí mismo.El vino ahora aumenta su euforia.Una historia rabínica describe las
etapas de degradación causadas por la bebida. Al comienzo, usted se siente
un león poderoso; nadie puede enfrentarlo.Usted es el mayor.Entonces llega a
ser como un cerdo, comiendo cualquier cosa y revolcándose en la suciedad.
X finalmente, usted es como un mono, bailando por allí, completamente aje
no a lo que está haciendo (Tanhuma Noah, 14).
El burlador bebedor ahora está en la etapa del león (20:2). Tiene un
muy alto concepto de sí mismo y por lo tanto, provoca a cualquiera que
piensa en forma diferente de él (20:2,3).El punto de Proverbios no es tanto
para advertirnos en contra de la trampa del beber vino y su engaño; aunque
también trasmite ese mensaje. El sabio procura aquí denunciar a quienes
se jactan y creen en la ilusión de su propia superioridad. Para el sabio, son
semejantes a este ebrio.
3. BUSCANDO A UN HOMBRE 73
La primera crítica es que ellos están engañados y han perdido totalmente
su sentido de realidad. Según el sabio, esta enfermedad afecta a “muchos”
hombres (20:6).Todos ellos “proclaman”que son buenas personas. El verbo
hebreo qr’,para“proclamar”,también significa“leer en voz alta”(Deut.l7:19),
“gritarán [...] con gran voz” (Eze. 8:18), acerca de sí mismos. Han llegado a
ser maestros en mercadeo. Se promueven a sí mismos ruidosamente en el
hogar, en la oficina y en el comercio. Parece como una campaña política.
De acuerdo con el sabio, sin embargo, están mintiendo acerca de sí
mismos, porque “hombre de verdad, ¿quién lo hallará?” (20:6), implicando
que no existe tal hombre. El mismo pensamiento se repite cuando este se
jacta de que su corazón está limpio y de que no ha pecado (20:9). No solo
piensa de sí mismo como el mejor, tampoco se da cuenta de sus errores.
Esto es engaño propio. El libro de Eclesiastés advierte:“Ciertamente no hay
hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Ecl. 7:20). Del
mismo modo, Jesús especifica que “ninguno hay bueno sino uno: Dios”
(Mat. 19:17). El hombre piensa que todos sus caminos son rectos; él se
siente perfecto en todo lo que hace y planifica hacer. El sabio nos advierte,
entonces, sobre quien se jacta y pretende que tiene todas las respuestas y
entiende todos los secretos (20:19), cuando en realidad ni siquiera sabe
quién es él (20:24).
Debemos precavernos respecto de tales personas que hacen lo que
quieren con sus palabras. Su hablar es engañoso. El sabio aplica su consejo
a situaciones concretas de la vida, cuando estamos en gran necesidad de
un consejo sólido (20:18),cuando hacemos planes o cuando queremos ir a
una guerra. No debemos confiar en el comprador que negocia y pretende
que la mercadería no es buena, para comprar a buen precio, y luego se
jacta acerca de su buen negocio (20:14). Lo mismo es cierto en cuanto a la
adulación (20:19). A quien le gusta la jactancia, también le agrada que lo
adulen; usa el arte de la adulación para conseguir lo que desea.
Pero, lo que importa no son las palabras sino las acciones. Mientras que
el necio, como el perezoso, habla mucho y no hace nada (20:4), el justo
no dice una palabra; en cambio, sencillamente “camina en su integridad”
(20:7a). Esta prueba ya sirve en una etapa muy temprana en la vida:“Aun
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el muchacho [“niño”, NVI] es conocido por sus hechos” (20:11). Porque
la abundancia de palabras y la retórica a menudo esconden la vacuidad
del corazón y cubren la falta de acciones. Esta crítica es especialmente
pertinente en nuestra cultura de medios masivos de comunicación, en la
cual lo sensacional y lo violento a menudo compensan la insignificancia
del trabajo. Irónicamente, la formación de esos informes jactanciosos y
palabreros a veces toman más tiempo y más energía (si no más dinero) que
el trabajo mismo.
Puede haber gran iniquidad detrás de tanta jactancia engañosa. Reu
nimos dinero y recibimos felicitaciones por algo que no hemos hecho,
y que no estamos haciendo. El sabio concluye su evaluación con la
perspectiva del juicio. Aun si nuestras hermosas palabras han engañado a
nuestra audiencia, y aun nos hemos engañado a nosotros mismos,“Jehová
pesa los corazones” (21:2); porque solo importan las acciones. Jesús está
en armonía con esta advertencia cuando alerta a algunos fariseos de su
época, a quienes les gustaba jactarse acerca de su piedad pero no hacían
nada:“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos,
sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21).
USTED NO ES LO QUE ORA
Algunas personas pueden llevar su arte de engaño más lejos: usan
la religión para esconder su maldad o su falta de acción. Son celosos
en sus sacrificios y, no obstante, no hacen “justicia y juicio” (21:3). Esta
incoherencia escandalosa sacudió al profeta Miqueas, quien confrontó a
sus contemporáneos exponiendo lo que ocurría. Muchos estaban ansiosos
de ir al altar sagrado y ofrecer los mejores sacrificios, pero Miqueas desechó
sus ofrendéis. Lo único que Dios quiere de ustedes, dijo, es “hacer justicia,
y amar misericordia” (Miq. 6:8). Santiago repetirá la misma lección: “La
religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los
huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones” (Sant. 1:27).
El sabio de Proverbios define la religión en los mismos términos;
enumera una larga serie de acciones y actitudes que tienen que ver con
las relaciones interpersonales. Es importante que comience su currículo
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con el problema de nuestro ego. El orgullo es el primer problema que
deberá atenderse (21:4). El autor considera “pecado” cuando “miramos
hacia abajo” a las otras personas y pensamos que somos más importantes;
a esto, el sabio lo llama (con algo de ironía) “la lámpara de los malvados”
(21:4, NVI). Proverbios predica a los que se congregan en iglesias, sinagogas
y mezquitas. El autor observa que estas personas religiosas se enriquecen
mintiendo a sus clientes (21:6),son violentos (21:7) y perversos (21:8), están
en conflicto con sus cónyuges (21:9) y sus vecinos (21:10),ignoran el clamor
de los pobres (21:13), aceptan cohecho (21:14), aman los placeres (21:17)
y codician todo el día (21:26). Para él, la religión de estas personas es una
“abominación” (21:27), una palabra que implica una fuerte reprobación y
rechazo de parte de Dios (15:8). Una religión que comporta el rechazo de
otros está destinada a ser rechazada por el gran Otro. Es preferible en este
caso no ser nada religioso.
El sabio concluye, entonces, su punto con la consideración de que
la situación es aún peor de lo que pensó primero: no son simplemente
inconsecuentes: usan la religión para promover su maldad (21:27). Para
ellos, la religión es un medio de cumplir sus propios planes malvados.
Podemos pensar así del ministro orientado hacia los negocios, que explora
los sentimientos religiosos de sus párrocos para edificar una fortuna
personal o abusar de niños y mujeres. Pero, también podemos pensar en
aquellas personas que se valen de la religión para promover su estatus
social o para conseguir un trabajo. Más dramáticamente, esta crítica se
extiende a aquellas personas religiosas que cometen crímenes o dolos
por razones religiosas: el tesorero de iglesia que falsifica las cuentas para
enriquecer a la iglesia; el evangelista que miente en su testimonio a fin de
promover la difusión del evangelio; el cruzado anti semita, el jihadista o el
colono religioso, que odia y mata en el nombre de Dios. Para el sabio, tal
actitud es más que una abominación (21:27).
USTED ES LO QUE SIEMBRA
No es el pasado ni el presente lo que realmente nos define o, más bien,
que prueba lo que somos; es el futuro. Proverbios ya ha tocado esta idea en
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relación con la idea de la supervivencia. Lo que corona a los ancianos que
morirán muy pronto no son sus acciones pasadas o presentes, de las que
podrían jactarse; es lo que los sobrevivirá en el futuro.“Corona de los viejos
son los nietos” (17:6). El valor del justo se mide solo en el futuro:“Sus hijos
son dichosos después de él” (20:7).
El libro del Apocalipsis destaca esta paradoja acerca de los santos
que “mueren en el Señor”:“sus obras con ellos siguen” (Apoc. 14:13). Este
principio, que había sido aludido antes, se desarrolla ahora en varios
aspectos. La persona que da un falso testimonio perecerá, pero el efecto
de esa palabra no tendrá fin (21:28). El “buen nombre” es preferible que
“las muchas riquezas” (22:1).En su otro libro,Salomón menciona la misma
prioridad: “Mejor es la buena fama que el buen ungüento” (Ecl. 7:1). El
punto es que el “nombre”que evoca la reputación de la persona es el único
elemento que la sobrevive después de su muerte. Los antiguos egipcios,
que estaban muy preocupados acerca de la vida futura, edificaron grandes
monumentos en los que sus nombres estaban cincelados en piedra. Una de
las frases hebreas para monumento,yad washem (literalmente,“un lugar y
un nombre”), testifica de la misma preocupación (Isa. 56:5).
Este principio es la base de la educación:“Instruye al niño en su camino,
y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (22:6). Lo que somos depende
de lo que hemos recibido cuando éramos jóvenes. La palabra hebrea jnk,
para“instruir”,que se refiere a la obra de la educación, también es la palabra
técnica para “dedicación” (1 Rey 8:63), que contiene la idea de comienzos
tempranos.Cuando educamos a un niño le damos,desde el mismo comienzo,
una orientación especial que modelará su identidad. La necedad natural
puede corregirse solo en la niñez; después, es demasiado tarde (22:15). La
educación implica fe y esperanza, es decir, la capacidad de visualizar el
potencial del niño,creer en él y luego edificar en armonía con esto.
La misma manera de pensar se reconoce en el acto de la caridad. La
persona que da al pobre lo hace pensando en el futuro, porque tiene un
“ojo misericordioso” que le permite visualizar el alivio potencial de los
necesitados (22:9). La educación, así como la caridad, “todo lo espera"
(1 Cor. 13:7); y, como tal, es un ministerio de amor. La contraparte de esta
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actitud se evidencia en la persona que oprime al pobre y favorece al rico
(22:16). Por cuanto este hombre no ve el futuro con el pobre, pero sí ve el
futuro con el rico, empobrece al pobre y enriquece al rico. El hombre se
comporta de ese modo porque es incapaz de ver el futuro; identifica el
futuro con el presente. Esta conducta, paradójicamente, que depende solo
del presente, no tendrá futuro: la persona que hace eso con el propósito de
enriquecerse terminará siendo pobre (22:16b).
El principio subyacente es que cosechamos lo que sembramos (22:8),
sea bueno o sea malo. El desafío es que nadie sabe lo que cosechará; solo
conocemos la semilla que sembramos.Y esta semilla no tiene identidad en
sí misma. Cuando vemos una semilla, no sabemos a priori si es la semilla
de una rosa o de pasto; solo la planta que ha crecido y florecido tiene
identidad. El problema es que tenemos que esperar hasta saberlo.
Desafortunadamente, nuestra impaciencia y nuestra incapacidad para
esperar son la razón principal por la que pecamos. La persona que no puede
esperar muchos años de duro trabajo para ser rico, abusará del pobre y se
interesará solo en los ricos (22:16); también puede mentir o engañar a sus
clientes (21:5). El estudiante que no puede esperar varios años de doloroso
estudio hará trampas y falsificará un diploma. Proverbios nos advierte en
contra de la tentación de un rápido atajo. El apresuramiento conduce a la
pobreza (21:5). Queremos anticipar una herencia para asegurarnos nuestro
beneficio sustancial inmediato (20:21); no nos preocupan los hermanos que
perderán la parte que les corresponde. El resultado será una larga y dilatada
batalla legal,que perderemos,y por lo tanto,seremos más pobres que antes.
Nos apuramos en un acto de venganza porque necesitamos gozar
de inmediato del castigo de nuestro enemigo. Proverbios apela aquí
a nuestra fe y a nuestra esperanza religiosa: “Espera a Jehová” (20:22). El
deseo de una respuesta inmediata a la persona que nos dañó es natural
y sentido profundamente. La lex taliortis,“o]o por ojo y diente por diente”
(Exo. 21:24), que fue diseñada para ser una mera fórmula pedagógica
para aprender a amar a nuestros enemigos como a nosotros mismos, se ha
usado frecuentemente para justificar nuestra violencia. Irónicamente, Jesús
restauró su intención original, de transformar lo que se entendía como un
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llamado a la venganza en un acto de amor:“A cualquiera que te hiera en la
mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito
y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue
a llevar carga por una milla,ve con él dos Amad a vuestros enemigos,
bendecid a los que os maldicen” (Mat. 5:38-44). Esta lección es una de las
más difíciles de aceptar, y de aplicar. Es especialmente significativo que
el proverbio promete salvación si se “espera a Jehová”; porque nuestra
venganza no traerá salvación, sino más dificultades. Nuestro problema es
que no podemos esperar; queremos nuestra salvación ahora mismo y, por
lo tanto, la perdemos. El panadero que quiere preparar un pan y no puede
esperar a que la levadura levante la masa, obtendrá un pan chato. Nuestra
civilización de lectura veloz y comidas rápidas necesita con urgencia
recuperar esta virtud importante.