Monitoreo a los coordinadores de las IIEE JEC_28.02.2024.vf.pptx
la adolescencia
1. Compartimos unos consejos para lidiar con los hijos respondones, que tengan una linda tarde.
Queremos compartir con ustedes un extenso pero muy interesante artículo: Cuando tenemos
en casa a un adolescente “RESPONDÓN”.
Tómense un tiempo para leerlo, les aseguramos que será muy ilustrativo:
Nada es más agotador y estresante que tener en casa un adolescente “respondón”. Ahora bien,
como primer paso aclararemos a qué nos referimos con ser “respondón”. Por lo general, es un
joven que ha aprendido que puede hacer lo que quiere sin preocuparse por las consecuencias
de sus actos porque piensa que el placer “de hacer lo que le place” es superior. Este/a joven ha
logrado encontrar cuáles son los puntos débiles de sus padres, sabe cómo sacarlos de sus
casillas y de esta manera terminar manipulando a los padres y madres para conseguir aquellos
que ellos y ellas desean.
Tipos de conductas que hacen que los padres y madres pierden el control
(Conducta respondona)
Verbal
Consiste en decir palabras o frases que humillan, descalifican o desvalorizan a otras personas.
El contenido del mensaje que se transmite, por lo general está cargado de resentimiento de tal
forma que hace sentir mal a otras personas.
Los apodos, insultos, mentiras o palabrotas junto con las bromas pesadas, son un ejemplo
común de este tipo de coductas que desesperadamente busca llamar la atención.
Física
Consiste en manifestar a través de la fuerza física su descontento, desacuerdo o intención de
imponer sus deseos.
Gestual
Esta consiste en manifestar con gestos desagradables e irrespetuosos rechazo hacia lo que otra
persona dice, hace o siente, para imponerse su voluntad.
El dar la espalda, mirar por encima del hombro, sacar la lengua, hacer gestos con los dedos o el
no contestar y mirar en forma desafiante pueden ser manifestaciones de conductas agresivas
que se pueden detectar.
El Rol del Padre y la Madre:
Muchos padres se la pasan gritando, humillando y presionando al adolescente, lo que trae por
consecuencia que su palabra, su voz y su ley terminen siendo desvalorizados a los oídos del
joven, y es en ese momento en el que la o el joven decide que ya no le importa lo que sus
progenitores piensan. Por esto es que los padres deben tener en cuenta que la Autoridad no
debe usarse como sinónimo de manipulación, sino como un proceso a través del cual se enseña
a los seres humanos a respetar, a entender las consecuencias de sus actos y, por supuesto, a
adaptarse a un mundo que necesita reglas para una coexistencia sana y ordenada.
Tener autoridad ante los hijos se trata, en primer lugar, de crear el ambiente propicio y buscar
el momento adecuado. No es fácil estipular un momento al día para hablar con los hijos e hijas,
porque quizá ellas y ellos quieran dialogar algo complejo en el momento menos oportuno. En
estos casos se debería dejar todo y atenderle, porque, aunque en ese preciso instante haya
cosas muy urgente por un momento aquellos que se está haciendo y de esta manera hacerles
saber que no hay nada más importante para nosotros que su bienestar. Si se deja pasar la
ocasión, porque “se está ocupado/a” o para que “después lo cuente, porque se tiene mucho
2. trabajo”, esa oportunidad única para crear cercanía habrá desaparecido.
Por eso, es decisivo hacerles saber que cuentan siempre con sus padres, que se está ahí
cuando lo necesitan, y que lo estemos realmente.
¿Qué hacer?
1.Estar dispuesto a crecer como padres y madres
Los adultos a cargo de adolescentes deben desarrollar cualidades personales como la capacidad
de diálogo y de negociación asertiva.
2. La serenidad la tenemos que poner los adultos
Los hijos probablemente tendrán salidas de tono, levantarán la voz o discutirán
apasionadamente. Pretender una conversación afable con un hijo o una hija adolescente es no
entender su registro. Ante una mala contestación, acompañada del consabido portazo; al
observar por enésima vez que su ropa en la habitación esté amontonada sin orden alguno; es
posible que nos dejemos llevar por los nervios y les intentemos corregir a gritos.
Con nuestros gritos, los adolescentes podrían interpretar que todavía les tratamos como si
fueran niños, que no los consideramos como los adultos que pretenden ser, aumentan las
emociones encontradas y el malestar general y, no nos engañemos, la corrección deviene
inútilmente y les hacemos pensar a ellos y ellas que tienen el control.
Por el contrario, si ante estas dificultades reaccionamos con calma, mostrándonos cordiales y
amables, pero firmes así como adecuadamente molestos, les estamos ofreciendo la afectividad
madura y los límites que necesitan. Al mismo tiempo, les damos un buen ejemplo de serenidad,
como aquella virtud imprescindible para el amor, que nos hace mantener un estado de ánimo
apacible y sosegado aún en las circunstancias más adversas, encontrando soluciones a través
de una reflexión detenida y cuidadosa, sin engrandecer o minimizar los problemas.
3. No olvidar que son seres humanos
Uno de los errores más frecuentes que cometemos al enfrentar a un hijo/a imponente es
olvidar que son seres humanos, personas reales con debilidades, virtudes, sentimientos y
limitaciones personales y que como tales debemos enfrentar el reto de educarlos. Es, entonces,
un buen comienzo el reconocer su “malacrianza” como un comportamiento que merece ser
revisado al ser parte de la conducta humana, nunca para tomar medidas punitivas, sino buscar
el crecimiento del muchacho o la muchacha.
4. Es importante aprender a reconocer los mensajes no verbales
Es importante aprender a reconocer los mensajes no verbales que respaldan el comportamiento
“respondón” de nuestros hijos e hijas, cada una de sus acciones tiene una razón de ser, y el
aprender a interpretar nos puede ayudar a comprender determinadas acciones que a simple
vista desconcertarán al más devoto de los progenitores, pero que en el fondo lleva un mensaje
de búsqueda, de ayuda y de atención.
5. Reconocer las CONDUCTAS AGRESIVAS
3. Estas se manifiestan de un estado interior, por tanto, la manera como las enfrentemos afectará
notablemente su reincidencia o la suspensión de las mismas.
6. Asumir el control por las propias emociones
Mantenerse tranquilo quizás sea uno de las conductas más difíciles de aprender, nuestro
ejemplo juega un papel relevante al enseñarle al joven que a pesar de que es más fácil perder
el control, tomar decisiones en momentos de ira nos pueden llevar a lastimar al otro
irremediablemente.
7. Reflexionar
Detenerse a pensar antes de decir o hacer algo, ante la respuesta “malcriada” de nuestro
hijo/a.
8. Los Padres debemos procurar acuerdos
Hay que saber ceder en lo superficial, para “ganar” en lo esencial. Cuando se llega a un
acuerdo se produce un compromiso y el compromiso une.
9. Optimismo
“Propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. Probablemente como
consecuencia de su actitud de rebeldía, hemos de admitir que muchas veces con nuestros
hijos/as adolescentes observamos la actitud exactamente opuesta, es decir, tendemos a ver y
juzgar sus cosas y gustos, en su aspecto más desfavorable.
Toda persona, y en la etapa de la adolescencia con mucha más razón, necesitan del
reconocimiento de los demás para sentirse valorada, y en definitiva, para sentirse querida.
¿Cuántas veces nos sorprendemos destacando a nuestros hijos las cosas que hacen mal? Si
bien, no debemos olvidarnos de las cosas que deben mejorar. No obstante, también es
imprescindible destacar sus éxitos, sus logros, valorar con elogios oportunos las cosas que
hacen bien, que seguro que son muchas.
10. No al GRITO
El grito no debe ser un instrumento de comunicación en ninguno de los miembros de la familia.
Los padres pueden ser firmes sin gritar, lo hijos puede solicitar, o expresar desacuerdo, sin
gritar. El grito debe tomarse como una falta de respeto.
11. Enseñe a sus hijos e hijas a ser responsables
Tanto por lo que sienten como por lo que hacen, una de los medios para cumplir con este
punto, es el definir consecuencias para cuando “respondan” irrespetuosamente.
Tome en cuenta lo siguiente:
- Consecuencias (castigos) previstas. Es cuando el joven ha sido advertido de lo que le
sucederá si hace una determinada acción. Son las consecuencias desagradables que aguardan
como respuesta a una conducta inaceptable.
4. - Consecuencias (castigos) imprevistas. Son las reglas o actitudes que se aplican sin previo
aviso. Son consecuencias desagradables que se otorgan ante conductas indeseables que ha
cometido tu hijo. Este tipo de consecuencia trata de evitar que se repita la conducta.
- Consecuencias (castigos) con oportunidades. Se ofrece una consecuencia ante determinada
conducta, pero se concede la oportunidad de rectificar en dos ocasiones antes de recibirlo.
- La consecuencia debe ser proporcionado a la conducta nunca humillar ni maltratar al joven.
Por Alexandra Gómez
Psicóloga
Fuente: Website de Enfoque a la Familia