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EL
MALPARIDO
Por
Iten Mario Mendoza Camacho
MCMLXXXVIII
ISBN.: 978-607-00-8468-3.
E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 2
Sonaba alegre la marimba y el sabor de la caña hacia juego en la cantina; de pie en la barra, Don Juan
José bebía su aguardiente como casi todas las noches lo hacía, en la misma actitud, pensativo y ausente.
Ésa noche era especial y negra en su recuerdo, el baile de la Candelaria, aquélla feria donde veinte años
atrás toda su vida cambiara. Esa música, la misma música, que hacía más amargo el recuerdo; tanto que
a boca de botella empezó a tomar.
Ya ándese Don Juan José -Le dijo el cantinero- Mire que ya es muy tarde, ya está muy bebido, se lo digo
con respeto, váyase y descanse.
El hombre siempre vestido con un viejo y descolorido traje de charro azul sin botones pareció no
escuchar, Aunque maltrecho no solo por su nombre e historia todos le conocían en la región; si bien el
abandono de su persona lo hacía prácticamente un pordiosero, se le notaba en lo que le quedaba de pinta
y su mirada que no era de mala cuna.
Al bajar la vista hacia su vaso oyó pasos en la entrada de la cantina, como si le clavaran un puñal en la
nuca volteó de inmediato para encontrarse con un hombre joven que sin más echó mano a su revolver.
Él sabía la respuesta, aunque borracho saco igual o más rápido aquella bella pistola escuadra calibre
cuarenta y cinco que siempre cargaba en la cintura, aquélla que su padre le dejó, la cual trajo con gran
orgullo de una guerra muy lejana en la que sirvió de joven, obsequió de un oficial de ejercito extranjero
por salvarle la vida en tierra de las Valkirias le contaba, en donde la neblina se volvía amarilla y
enloquecía a los hombres, dejándolos rabiosos, ciegos o muertos.
Todo indicaba que sería un duelo sin palabras, fulminante como el rayo, cuando casi los tiros estallaban,
aquel joven gritó con una mezcla de rabia y orgullo: ¡Yo soy el malparido!
Enseguida se oyeron dos tiros como gemelos.
En ése momento Don Juan José recordó, al tiempo que sus ojos se agrandaban y una leve sonrisa de alivio
se dibujaba en su rostro; recordó donde nació, aquella vieja casona, la casa grande de la Hacienda de
Santa Rita, recordó como su padre una fría madrugada de gallos por una apuesta que a una mujer casada
encerraba la vida perdió, de cómo su madre le lloraba, de cómo a los diez años ya era el patrón.
Juanjo ¡No seas bruto! Bájate de ese animal –Gritaba Doña Adelita angustiada al ver a su hijo haciendo
un baile con la muerte en el lomo de aquel corcel árabe indómito, casi morado de su negro esplendor-
No se asuste madre, éste caballo es pa’ mí, como la pistola que mi padre me dejó –Orgulloso contestó
Juan José-
Te dejó también lo vanidoso y terco muchacho atrabancado –Dijo la mujer de rostro cándido en un tono
de complacencia mal disimulada-
No se enoje Doñita –Intercedió uno de los caporales- Solo nos estamos divirtiendo un rato, es que pa´ los
caballos sin domar mi patrón es mero bueno.
Y pa´ las potrancas también –Dijo otro-
¡Bueno, bueno, ya basta de bulla! –Ordenó con una sonrisa la matriarca- Es mucho relajo y poco trabajo
¡Órale señores, a trabajar!
Como Usted ordene madre –Acató Juan José- ¡Nicasio! Cuídame bien a éste caballo, que de hoy en
adelante será el único que montaré, trátalo como si fuera un príncipe ¡Me gusta! Así te llamarás –Dijo
mientras acariciaba al bello animal- ¡Príncipe!
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La tarde caía en aquella casona, mientras Doña Adelita tejía en su mecedora como todas las tardes, en el
amplio corredor adornado de bellos rosales que en otros tiempos ella sembró; la tristeza de la viudez no
la dejaba, muy a menudo su vista se le oscurecía escondiéndose en el recuerdo y es que a pesar del
sufrimiento que Don Juan Esteban le causaba por sus vicios y mal carácter, fue y siempre sería el amor de
su vida; sus ojos chispeaban luminosos al contar como él le habló de amores, qué pinta de charro – Decía
ella con veneración- Siempre que contaba sus anécdotas a su hijo; aun cuando más de una década de su
muerte hacía, no dejaba de recordar a ése hombre, mezcla de ángel y demonio, de hombre y de niño que le
robó el corazón desde la primera mirada, desde la primera palabra.
Él era el joven amo, el hijo del gran patriarca de Santa Rita y San Ricardo, Don Juan Mario de Mendoza
y Espinosa, de ilustre abolengo e inmenso poder; Ella no desmerecía, su padre hacendado y su madre fina
virgen española emparentada con las cortes de Castilla le hacían perfecta para la descendencia
requerida; por lo que no pasó mucho tiempo y el compromiso se dio, los viejos por interés y tierras, ellos
por amor y pasión.
Tejía y recordaba las dichas de antaño, cuando ella era la Señora de toda la región, cuando su esposo era
temido y respetado, hasta el día que murió; y esa rabia, que por una bruja gitana de piel morena y baile
hipnotizante su esposo con un puñal por la espalda murió; aquellos gitanos desaparecieron para siempre,
la caravana se perdió en el olvido de los años.
La vieja hacienda ahora renacía en las manos de su Juanjo, por un momento dejo de tejer, entrelazando
sus manos y alzando su mirada hacia su retoño ¡Que orgullo sentía! Que futuro tan prometedor tenía su
sangre con ese muchacho carne de aquél hombre que adoró y recuerdo vivo de su amor.
Al sentir los ojos cálidos de su madre, Juanjo se le acercó ¿En qué piensa madre? –Preguntó con una
devota sonrisa-
¡En tu padre hijo! En como Dios me permite verlo a diario en ti –Respondió al tiempo que le acariciaba la
mejilla- ¡Que feliz y orgulloso estaría de verte!
Él la miró con agrado mientras se postraba a sus pies acomodando su cabeza en su regazo; por unos
segundos nada dijeron, cuando él alzó la mirada Doña Adelita comprendió que algo en el corazón de su
hijo había que él no decía.
Habla hijo –Alentó ella- Porqué tu aflicción, ya no ríes tanto y suspiras más, desde hace días te veo
inquieto ¿Es acaso lo que me imagino?
Por algo eres mi madre -Él murmuró- Son penas de amor madre, de unos ojos que reflejan el cielo, desde
el día que me vieron me han hecho su esclavo, los traigo clavados de día y noche y cuando en ellos no
pienso, esa sonrisa me asalta ¡Una mujer madre! Una aparición que parece no tocar el suelo cuando
camina.
¡Vaya hijo! y quién es ésa muchacha que te ha robado la calma ¿Ella te corresponde?
No me confunda más por favor -Angustiado contestó- No sé quién es, ni de dónde viene, en la iglesia la
miré ella me miró, pero ni por un segundo sus ojos me aceptaron; digna pasó ante mí, con un fino vestido
azul que con sus ojos hacia juego.
Pasó a mi lado madre, pasó por mí como un terremoto y sentí un frío que me heló el cuerpo, la lengua y el
corazón, no pude palabra decir; como un sueño se me escapó y no la volví a ver.
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¡De qué manera fuiste a caer hijo mío! –Suspiró sonriente su madre- Te has enamorado a primera vista
¡Si lo sabré Yo!
Si madre, ya mi vida no es mía, le pertenece desde ese día, desde que nací tal vez.
Te comprendo hijo -Le dijo tiernamente su madre mientras le acariciaba la mejilla- Pero quién es ésa
aparición que te ha secuestrado el alma ¡Dime hijo! Que hasta ella iré para decirle de ti; la miraré como
a una hija y le hablaré tiernamente para alentar su corazón.
No sé madre, no sé –Angustiado contestó, mientras se ponía de pie y le daba la espalda para ver a la joven
noche con brillantes de esperanza- Lo único seguro es que en baile de la Candelaria estará, eso me lo dijo
el monaguillo de la iglesia donde ella se confesó, que era la hija del nuevo jefe militar, quien recibió el
mando al General Fernández, ya ves que se dice irá de nuevo por la gubernatura.
Nosotros nada sabemos de eso, somos gente de trabajo no de política hijo, vivimos de nuestro esfuerzo no
del ajeno; cuando a tu padre le preguntaban sí era político, siempre respondía con una pícara sonrisa:
¿Qué pasó compadres? ¡Yo soy gente decente! Cuando le preguntaban reiteradamente si no había
pensado en la gubernatura siempre decía que pedía a Dios lo librara todos los días de malos
pensamientos –Dijo sonriente Doña Adelita para tratar de aliviar la ansiedad en su Juan-
No desesperes hijo, el llamado que sentiste, nunca es solista si es verdadero, te aseguro que resonó
también en el corazón de ella ¡Aunque bien supiera disimularlo! Porque en dueto es la única manera que
se puede escuchar ésa sinfonía llamada amor.
Entonces no pierdas la calma, ella estará en el baile y tú no has de faltar; te daré el traje de charro de tu
padre, el negro de botones y bordados de oro, el mismo que uso cuando me conquistó ¡Ahí estarás hijo!
Más digno y apuesto que cualquiera; si en verdad su corazón escuchó ésa melodía, no lo dudes, también
sintió el mismo temblor, también solo de ti le habla ¡Anda muchacho! Ve y descansa ya, que el baile es
mañana.
De nuevo la sonrisa iluminó el rostro de Juan José ¡Qué feliz soy madre! Mañana la veré, alistaré al
príncipe, limpiaré mi pistola y tú plancharas ese traje como si fuera para mi padre; ella me amará como
yo lo estoy haciendo ya ¡Lo sé! –Le dijo como diciéndoselo al cielo- Se quedó sonriendo largo rato,
mientras su madre se dirigía a su habitación.
Miraba cada estrella, quería gritar de emoción; como deseaba que el sol saliera y después la noche otra
vez, que ese baile comenzara; así ni cuenta se dio cuando quedó dormido; hasta que el gallo anunció la
alborada y los campesinos desfilaron a los campos.
Así se despertó, con una idea fija ¡Nicasio! Ven acá –Gritó-
Pronto aquel campesino canoso con sombrero en mano apareció ante Él
¡Alístame al príncipe! Como si la propia Virgen María fuera a montarlo –Ordenó-
Nicasio incrédulo, solo pudo entender lo grande de la ocasión y corrió hacia la caballeriza para realizar
la tarea.
¡Madre! ¡Madre! –Gritaba Juanjo presuroso por los pasillos de la casa- Alísteme ese traje que yo iré a
ver los animales al arroyo, hoy quiero terminar temprano, ya sabe Usted porque.
Anda muchacho, no comas ansias, todo saldrá bien –Le contestó su Madre-
Él dándole un beso en la frente desapareció frenético rumbo a los campos.
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Así transcurrió el día y la tarde; Juan José volvió de la jornada más temprano y más animado que nunca,
a lo lejos en el parque central del pueblo ya se oía la marimba ensayar, junto con algunos cuetes y triques,
señal de que el baile pronto comenzaría.
La feria de Candelaria era el festejo más importante del año, dándole al pueblo vida y bullicio; las noches
calladas ya no lo eran más, al menos por unos días; puestos con todo tipo de dulces y juegos hacían
divertida la velada, para los hombres, gallos y caballos no faltaban, como tampoco aquellas grandes
apuestas a los albures, donde cada año había nuevo rico y nuevo pobre, al menos un suicido o un baleado,
eso por juego, otro tanto más por los alcoholes y otro por amores.
Fue en esas mismas fiestas diez años atrás que su padre perdió la vida; ahora ya no era más recuerdo
triste, era promesa de felicidad. Juan José se apresuraba en su arreglo, rasurándose y gritando por todo.
Cada sirvienta corría por la casa como loca, no era para menos, el patrón tenía que estar radiante, era su
gran noche; mientras Doña Adelita casi lloraba de nostalgia al ver aquel fino traje de charro color negro
y oro, aquel traje que alguna vez guardó a la otra mitad de su ser, ahora serviría a la misma sangre, con
el mismo propósito, la misma ilusión: El amor.
Aunque tenía más de una década guardado estaba reluciente, solo le faltaba una planchada y listo ¡Doña
Adelita corrió a la cocina y le dijo a la sirvienta: “¡Apúrate con ese carbón Lupe!” Que espero con la
plancha en mano.
Juanjo cantando se perfumaba y checaba su pistola ¿Ya está ese traje? –Gritó fuerte y alegre-
En un tantito patrón, que su madre no quiso que nadie más lo planchara –Contestó Lupe-
Está bien, en cuanto esté me lo traes ¡Pero cuélale Lupe! No te quedes ahí pasmada -Ordenó con una
sonrisa ansiosa-
La chica fue por el traje y lo colocó en la cama de Juan José mientras él se arreglaba la camisa; volteó y
vio el traje con verdadera emoción, se lo puso y sintió como si tuviera una nueva piel, la del tigre de las
montañas.
Se presentó ante los ojos de su madre, que al verlo se hicieron claras lagunas de llanto, no pudo hablar, le
extendió los brazos y al tenerlo entre ellos dijo como quien respira por primera vez: “¡mi’jo!”
¿Por qué llora madre?
Por la alegría, eres todo un hombre, la viva imagen de tu padre –Dijo aspirando el aroma añejo del traje
que se entrelazaba con el nuevo- ¡Anda! Vete ya, que el baile está por comenzar, que Dios te bendiga hijo.
Salió Juan José montado en príncipe cabalgando hacia las luces del pueblo, hizo su entrada en el dejando
mudos a todos; era la dignidad y hombría en traje de charro.
Bajó de su caballo y caminó entre la gente que daba vueltas al parque; buscando alguna cara conocida,
se estacionó en un puestecito donde vendían jocotes y mistelas; ahí todos lo veían y él veía a todos pasar.
¡Juanjo! ¡Juanjo! –De entre la multitud se escuchó- Vio acercarse a un joven alto de tez clara y de buena
pinta, con los brazos prestos a un abrazo.
Eduardo ¡Qué pasó condenado! Qué milagro hermano, desde las carreras de caballo que no te veía, van
para tres meses ya –Reprochó Juan José-
Pues ya ves, me robé a la hija de Don Anastasio, el de la finca el porvenir –Pícaro presumió-
Si me enteré –Contestó Juanjo en tono más serio- Carmen fue la comidilla del pueblo, dicen que no le
cumpliste ¿Es verdad?
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Pues, es que ella tampoco me cumplió a mí –Replicó Eduardo mientras hacía un gesto de desaprobación-
Me pago mal, te lo digo a ti que eres como mi hermano, ella ya sabía lo que era la atención de hombre;
ahora arrepentido estoy, su padre y hermanos enfurecidos, quieren que repare una falta que otro había
cometido ya.
Pues entonces cuídate, que ellos deben andar por aquí –Advirtió Juan José-
Lo sé, pero ando en busca de Herlinda, la delgadita de la panadería ¡Ella si es ley! Hoy nos quedamos de
ver, solo por ella bajé al pueblo, así que mejor me voy, no vaya a ser las del diablo.
¡Ándale pues! Ya sabes que en la casa grande de Santa Rita tienes a un amigo, que más que amigo,
hermano. Se dieron un abrazo y Eduardo se perdió entre la multitud.
Juan José sacó unas monedas para darle al muchacho que siempre lustraba y enceraba sus botas, se
habían empolvado en el trote al pueblo, mientras el chico hacia su tarea, sacó un cigarrillo y lo prendió,
al alzar la mirada, la vio.
Ahí venia ella y de nuevo la tierra tembló adormeciéndole desde los pies hasta la lengua, mientras que un
volcán hacia erupción en su estómago ¡Es real! Dijo en su pensamiento, no fue una aparición; el mismo
frío lo invadió conforme ella se acercaba con un vestido café claro bordado de flores en vivos colores, el
pelo medio recogido y la cintura adornada con un discreto listón azul que hacia juego con sus ojos.
Decidió hablarle, dio dos pasos al frente, más al ver a un señor maduro y con porte de militar a quien
juzgó su padre creyó más apropiado presentarse en mejor y más formal ocasión.
Al pasar a su lado esos ojos azules lo arrasaron, llevándose de golpe en su primera vuelta al parque lo
que le quedaba de él; ella lo miró sin mirar, fue un segundo que duró una eternidad y volteó su mirada
con una leve sonrisa hacia donde sus pasos la llevaban.
Juan José pensó que un rayo lo había fulminado, pero salió casi de inmediato de su fascinación para
seguirla y buscar el momento adecuado, una señal, que le diera la oportunidad de hablarle y de
escucharla. Vio cómo se paraba en un pequeño kiosco donde vendían aguas frescas y nieves de sabor; se
sentó en una banca de hierro forjado de las que se había puesto en tiempos de Don Porfirio.
Sin saber nada, si era mujer soltera o comprometida, hizo acopio de fuerzas y se dirigió a la banca donde
su corazón ya estaba, pensando en la forma de presentarse ante ella y su comitiva. A unos pasos de
hacerlo, se escucharon varios disparos seguidos de gritos; atrás del kiosco una cuenta se había saldado.
Vio atónito salir de entre las sombras a Eduardo con las manos en su pecho ensangrentado; al mismo
tiempo una mujer gritó enloquecida: “¡Mi hijo, me lo han matado!” Era Nacho, primogénito de Don
Anastasio y uno de los mejores tiradores de la región, quien había caído en el duelo no sin antes herir a su
oponente.
Antes de que llegara Eduardo a los brazos de su amigo salió a sus espaldas Marcos, el menor de los Cruz,
que al ver a su hermano muerto por el enemigo, con rabia descargó su revólver en la espalda de Eduardo
quien cayó fulminado.
En el acto Juan José sacó su pistola, mientras Marcos se daba a la fuga, pero prefirió no dejar en el suelo
a su amigo ni quitar su brazo de él.
Se dio cuenta que el hombre mayor que acompañaba a su amada estaba con pistola en mano, al igual que
los cuatro jóvenes que lo escoltaban; dio la orden de perseguir al asesino y de inmediato dos de los
jóvenes corrieron tras Marcos.
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Pese a su rabia, Juan José no pudo hacer lo mismo, ella lo tenía anclado, la miró desde el suelo donde
tenía abrazado el cuerpo de su amigo, ella se acercó arrodillándose para con una mano cerrar los ojos de
Eduardo mientras con la otra le ofreció su pañuelo a Juan José casi limpiándole la mejilla ensangrentada.
No se dijeron nada, cruzaron la mirada por un momento y ella se puso de pie, se persignó y dio la media
vuelta para dar paso al hombre maduro, quien se dirigió a Juan José.
Soy el General Emilio Robles –Dijo aquél hombre- nuevo comandante de ésta zona militar; siento
presentarme en ésta circunstancia Don Juan José, pero usted es el hacendado más importante de la región
y además vecino de la partida militar, así que nos estaremos viendo con frecuencia.
Ellos –Señalando a dos los hombres jóvenes que le acompañaban- Son mis hijos y capitanes también, Luis
y Pedro; mi hija, Amalia a quien usted ya vio.
Que lamentable acontecimiento ¿Conocía usted a éste joven? –Preguntó el General-
Era como mi hermano –Contestó con impotencia Juan José –
El militar comprendió y suavizando el tono le dijo: “Lo siento mucho, por favor avise entonces a la
familia o viuda si la hay. Yo le doy mi palabra de que se hará justicia”; Sin decir más, se retiró con sus
hijos.
Juan José se incorporó y quedó inmóvil parado al lado del cuerpo de su amigo contemplándolo en
silencio; mientras algunas mujeres ya habían encendido velas en cruz para los dos cadáveres
murmurando quedo una oración.
Entonces vio el pañuelo de tenue color cielo con las iniciales “A.R” lo acercó a su nariz al tiempo que
cerraba los ojos y como una suave brisa de consuelo aspiró aquel aroma, el mismo que engalanaba el
viento cuando ella estaba cerca.
Guardó el pañuelo en la bolsa del pantalón y así terminó aquella noche en la que él suponía hablar con la
joven que lo había cautivado; aunque de forma extraña, tal vez por la tragedia, se habían dicho tanto en
esa mirada, que aun sin conocerse, sin hablarse siquiera, algo le decía que ella de su existencia y de lo
que su corazón sentía estaba enterada y bien correspondía.
Con el ánimo triste, Juan José dio el aviso a la familia de Eduardo, mientras que en la panadería a dos
cuadras del parque se oían lamentos amorosos e inconsolables de una joven que esperando quedó al
destino.
Muy entrada la noche llegó a la casa grande, en silencio, lento, como si a ningún lado fuera; para su
sorpresa su madre estaba todavía sentada en la mecedora del corredor, inmovible, esperando su regreso,
con un miedo oculto del pasado.
¿Qué pasó hijo, acaso un mal comienzo? –se adelantó a preguntar-
No madre –Contestó mientras bajaba del caballo- Con ella no pude hablar, pero la vi y me miró, por
primera vez sentí la cálida atención de su corazón, solo para mí; pero aquel con el que jugaba entre las
milpas y después juntos empezamos a cazar, aquel con el que compartí las inquietudes de la adolescencia,
ése ha muerto hoy madre ¡Ha muerto Eduardo por la mujer equivocada! –Dijo mezcla de coraje y
resentimiento-
¡Lalito! Era de esperarse –Contestó doña Adelita con verdadera tristeza en el corazón-
No madre él fue engañado y después muerto por ese engaño.
Cálmate hijo –Dijo Doña Adelita mientras se ponía de pie- Eres muy joven para entender que en verdad
fue su culpa, por no saber elegir; escoger es privilegio del hombre y el de la mujer no soltarlo jamás,
hasta su muerte. Pobre Lalo, era buen chico, iré a la capilla a rezar por su eterno descanso.
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Ya regresaba su madre de rezar y él todavía estaba inmóvil, como queriendo comprender.
Ya no te entrometas más hijo, no dejes que la sombra de la venganza empañe tu corazón; ve a descansar,
que mañana estaremos presentes con Lalito en el panteón.
Otro nuevo día se pintaba ya en el horizonte y como era costumbre, la casa grande se despertaba con
bullicio de los campesinos, peones y vaqueros desfilando a los campos.
Juan José se levantó más tarde que de costumbre, se aseó y se dirigió al comedor, donde su madre ya lo
esperaba sentada con la mesa puesta.
Buenos días madre –Dijo él- Sin más preámbulo se sentó y de inmediato Lupe le sirvió un jugo de naranja
y le dijo: “Patrón, ahí está un señor militar, que quiere hablar con usté de algo importante”.
Pásalo a la biblioteca, en un momento estoy con él –Respondió- Solo pudo darle un sorbo al vaso de jugo
y se dirigió al encuentro.
Al abrir la puerta de la biblioteca, vio al general Robles admirando un cuadro de tamaño natural de doña
Adelita, pintado en su juventud ¡Que bella mujer! Deduzco su madre –Se adelantó el militar-
Así es general, fue pintado por encargo de mi padre como regalo de bodas para ella; lo hizo alguien de la
capital, artista de renombre.
Sí, reconozco la firma –Dijo el militar mientras seguía contemplando la hermosa pintura- Espero tener el
honor de conocerla y ponerme a sus órdenes.
Vine para informarle personalmente que el asesino de su amigo ya está en manos de la justicia, Marcos
Cruz pagará por su crimen –Afirmó el general-
Mucho le agradezco la pronta acción, temía ver derramada más sangre hermana; Patricio juró vengar la
muerte de su hermano –Contestó Juan José-
Si lo sé -Repuso el general- Ya he avisado a la familia de Eduardo Camacho y están conformes de que se
haga justicia.
En eso, entró Doña Adelita con una charola servida con una jarra de limonada y bocadillos; espero no
interrumpir –Dijo- Al tiempo que dejaba la charola sobre una mesita.
Madre, le presento al general Emilio Robles.
A sus pies señora –Reverenció cortés el general- En verdad el cuadro no le hace justicia, es usted muy
bella, con todo respeto sea dicho –Aduló el general ante la mirada complaciente de Juan José-
Es usted muy amable general, no les importuno más, pero espero contar con su presencia y la de su
distinguida familia para el cumpleaños de mi hijo, el próximo sábado –Finalizó con una mirada sonriente
de madre hacia su hijo-
Me honra con la invitación, aunque no sabría por los deberes militares míos y de mis hijos si nos será
posible.
¡Nada, nada! –Insistió Doña Adelita- Por lo que sé, tiene usted hijos jóvenes y muy apuestos, están en
edad de conocer a las jóvenes del pueblo; sin mencionar a su hija, de quien ya me han hablado por ahí de
su extraordinaria belleza –Dijo mientras miraba nuevamente a Juan José-
Bien señora, ya veo que a usted nada se le puede negar, aquí estaremos -Contestó el general-
¡Bien entonces! Con su permiso, no les distraigo más de sus asuntos señores –Concluyó la matriarca al
cerrar la puerta de la biblioteca con una sonrisa-
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Juan José y el general pasaron una hora platicando de cosas relacionadas con la zona, las costumbres y
los pormenores de la gente que vivía en el pueblo; así, el general se retiró. Juan José quedó con un nudo
en el pecho de emoción ¡Ella estaría para su cumpleaños!
Buscó a su madre por toda la casa, al llegar a la capilla, gritó: “¡Madre querida!” Qué regalo más bello
me has hecho ¡Ella vendrá! Prepara todo, tiene que estar perfecto.
Lo sé hijo –Contestó en un tono que le invitaba a tranquilizar su excitación- La casa grande estará
radiante, como lo estuvo hace más de veinte años; así como me recibió a mí, la recibirá a ella.
Juan José el dio el beso acostumbrado en la frente y salió hacia el campo.
Los días pasaron y al llegar el viernes los preparativos se hacían notorios, la limpieza era escrupulosa
fuera y dentro de la casa; por la noche, la cocina tenía un ritmo frenético, grandes peroles de comida se
preparaban y las carnes se componían para ser cocinadas en la mañana siguiente.
En el comedor principal se pulían los cubiertos de plata y la bajilla Inglesa que doña Adelita guardaba
como su más valioso tesoro y recuerdo de su madre, al igual que la inmejorable mantelería española y
candelabros con incrustaciones de oro.
Por fin era sábado, al salir el sol los campesinos de manera espontánea le entonaron las mañanitas al
patrón; ese día no se trabajaba, era el día de fiesta. Juan José se levantó como un colegial emocionado; se
vistió con sus mejores ropas y salió para recibir las felicitaciones y hurras de la gente de la hacienda.
Doña Adelita no salía de la cocina y en el campo se preparaba la pista para las carreras de caballos que
darían inicio al mediodía; para seguir a la comida y un baile por la noche al que solo estaban invitadas
las mejores familias de la región. No por eso los campesinos dejarían de festejar a su manera, con fogata
y caña; contando viejas historias, entonando corridos hasta el amanecer.
Una vez recibidos los cumplidos de la gente de la hacienda, se dirigió a la cocina, donde su madre al verlo
le dio un abrazo emotivo ¡Felicitaciones hijo! Es un gran día para mí -Le dijo- Y para tu padre que en
gloria esté; espero que para tu corazón también –Profetizó con un brillo de buen deseo en los ojos-
En ese abrazo estaban cuando a lo lejos se vio a Nicasio acercarse a todo galope ¡Apúrese patrón! Que
los principales de la hacienda la Noria, Santa fe y demás ya están en la pista para las carreras; preguntan
por uste –Dijo sin bajar del caballo-
Adelántate a decirles que ya voy -Ordenó-
Se despidió de su madre y montó en príncipe rumbo a la pista que se encontraba en un claro cerca del
arroyo; al llegar, los hacendados hicieron paso a Juan José, que ni bien había bajado del caballo y ya
estaba entre una rueda de gente ansiosa por abrazarlo y felicitarlo. No era para menos, el joven
hacendado más poderoso de la región y soltero; más de uno de los presentes tenía la intención, de como
era costumbre, presentarle a una hija; juntar tierras, juntar poder.
Juan José se dirigió a la parte central de las gradas improvisadas, a lo lejos se vio un militar a caballo,
era un oficial de impecable postura, tez clara e inusuales ojos azules, quien fue directamente hacia Él.
Soy el capitán Luis Robles –Dijo- Vengo a presentarle los saludos y felicitaciones de mi general Emilio
Robles, quien se disculpa por no poder asistir a la comida, pero que estará sin falta en compañía de la
familia para el baile que ofrece usted por la noche.
De inmediato Juan José le estrechó la mano y le invitó a sentarse.
Gracias –Repuso el capitán- Si he venido antes es porque mi comisión ha terminado hoy en la mañana y
para serle franco soy un apasionado de las carreras de caballos.
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Pues bienvenido –Le contesto Juan José- Ahora correrán dos de mis caballos contra los de la finca el
Ingenio.
Los dos se quedaron callados observando los preparativos de la primera carrera, llamaba la atención lo
nervioso del palomo de Santa Rita, bailaba y relinchaba desafiante ante un tordillo más bien tímido del
Refugio.
Cuando todo estuvo listo y los caballos en la línea de salida, se oyó un disparo y los gritos de júbilo
estallaron; las bestias se pegaron a un ritmo frenético, fue solo unos pocos metros antes de la meta que el
palomo ganó por una cabeza.
Felicidades Don Juan José –Dijo el hacendado derrotado- Su caballo es muy bueno, qué le parece sí se lo
apuesto contra mi yegua fina en la próxima carrera –Desafío el hacendado-
Yo nunca apuesto Don Remigio –Contestó seco Juan José mientras regresaba a su asiento-
Porqué se molestó si no es indiscreción ¿Alguna diferencia personal con ése hombre? –Preguntó el
capitán-
No haga caso amigo, si así lo puedo llamar -Contestó Juan José– Es solo que aborrezco las apuestas,
desde que una algo muy grande y querido me quitó.
Mucho le agradezco su explicación, aunque no era necesaria; solo pensé que algún sentimiento de
enemistad había entre ustedes.
Por lo otro, claro que me puede llamar su amigo, apenas lo conozco, pero sé que es hombre de ley, del
cual me gustaría también ser amigo –Dicho mientras extendía su mano franca-
¡Pues que así sea! –Contestó Juan José mientras le estrechaba la mano-
Sin decir más, los dos voltearon la vista hacia la pista donde estaba por comenzar la segunda carrera; la
cual ganó la yegua fina del Refugio.
Las hurras no se hicieron esperar y en el alboroto se hizo un claro entre los campesinos y los machetes
relucieron.
Juan José dio un brinco tan grande que de dos pasos llego a la escena; ¡Qué pasa aquí! -Gritó furioso a
su campesino-
El otro con machete en mano se hizo a un lado, intimidado por la autoridad del patrón.
Pos éste indio que apostó y ahora no quiere pagar patrón –Contestó el campesino lleno de razón-
¿Qué no te das cuenta? Sí lo matas, por unos pesos tendrás que huir o si te mata tus hijos quedaran
desamparados – Reprochó Juan José-
Y tú ¿Por qué no pagas? Si apostaste y perdiste cabalmente –Preguntó al otro-
Perdone su mercé -Contestó el campesino encorvado con franco arrepentimiento y desesperación al
tiempo que dejaba caer su machete- Pero es que no tengo dinero y mi´jo se está muriendo; aposté pal´
siñor dotor.
De cuanto fue la apuesta –Preguntó Juan José-
De diez pesos patrón -Respondió el ganador-
Aquí tienes tus diez pesos vete tranquilo -Le ordenó-
Y Tú –Dirigiéndose al otro– Recuerda siempre: “El que por necesidad apuesta, por obligación pierde” Ve
con Nicasio y dile que te apunte veinte pesos, diez de tu deuda pagada y diez que te doy para el doctor.
¡Gracias patrón! –Dijo el campesino en verdad agradecido–
No me lo agradezcas –Replicó Juan José- Con tu trabajo lo has de pagar; bueno éste asunto termino,
¡Todos a volar! –Ordenó- y como si nada hubiere pasado, la marimba empezó a sonar y la gente principal
se dirigió a la casa grande para el banquete mientras los campesinos se quedaban en el lugar de las
carreras para seguir con la celebración a su manera.
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Bueno mi amigo –Refiriéndose al capitán – Usted me acompaña a tomar una copita antes de comer, solo
para abrir el apetito.
¡Por supuesto! Y dime Juan, si mi calidad de amigo me permite llamarte así
¡Juanjo es mejor mi buen Luis! -Interrumpió con una sonrisa Juan José–
¡Bien! Dime Juanjo ¿Hay muchachas lindas por aquí? ¿Alguna que puedas presentarme para el baile de
la noche?
Juan José se quedó pensativo y sonrió pícaramente.
Llegará una mi amigo–Le contestó- Es la mujer más bella que jamás mis ojos han visto; pero créeme, a ti
no te interesaría –El capitán quedó intrigado –
¡Ni hablar! Sí tú ya te ha fijado en ella, para mí ya no existe, más que como a una hermana si algún día tu
esposa llegara a ser.
¡Así es y así será mi Luis! –Sonrió más pícaro Juan José-
Pero dime como se llama, aunque de seguro no la he visto; digo, para saber –Reprochó curioso Luis-
En su momento lo sabrás –Contestó Juanjo –
Y espero en dios que cuando este llegue seas mi aliado para que sepa de mi amor, porque tiene un padre
y hermanos de armas tomar mi buen Luis ¡Jajajaja! –Sonrieron en complicidad masculina-
Bueno, vamos ya que la mesa ha de estar puesta, además, tenemos pendiente es copita –Desvió el tema
Juan José-
Vamos pues –Contestó Luis- Que lástima que mi hermano Pedro no éste aquí, fue comisionado como jefe
de la partida que se envió al pueblo vecino para capturar a una banda de salteadores; de seguro serán
amigos también. Juan José sonrío mientras montaban y se dirigían a la casa grande.
Los dos amigos llegaron a la casa grande y entraron entre hurras y vivas; pasaron al comedor donde se
sirvió de entrada una crema de elote hecha con la receta familiar y los mejores granos que daba la
hacienda; como plato fuerte un exquisito guisado de carne de venado.
Por su puesto no podían faltar las tortillas recién preparadas a mano, de la cuales no quedo ni una a
diferencia del pan francés traído directamente de la capital del Estado para la ocasión.
Después del festín, las señoras se retiraron a tomar el té, aunque muchas prefirieron el café chiapaneco
con unas deliciosas pastas; mientras tanto, Juan José se vio en la obligación de atender a los señores en
la biblioteca con coñac y puro; eso es para el que era muy refinado, para el que no, simplemente ron y
cigarro sin filtro.
En realidad oía pero no escuchaba, su impaciencia crecía conforme los minutos avanzaban, como quería
que la noche llegara, que el baile diera comienzo y que las estrellas dibujaran una diadema en el pelo de
la mujer esperada.
Así pasaron las horas, caída la tarde se retiró el último invitado con su esposa; y es que todos tenían que
regresar a las ocho en punto de la noche para el esperado baile, eso sí, de rigurosa etiqueta, aunque
siempre era bien visto un traje de gala militar o charro.
Cansado por la excitación del día, Juan José decidió dar una caminata en los alrededores de la casa
grande; caminó lentamente, observando todo, como si fuese la primera vez que viera los árboles, las flores
y los senderos que conocía desde niño; se detuvo en un pequeño riachuelo, junto a las rocas donde jugaba
a las escondidas, prendió un cigarro y soltó un largo suspiro; recordó muchos episodios de su vida, como
si supiera que una nueva pronto empezaría.
En ése momento supo que su adolescencia se había ido por completo, que el hombre con todas sus
pasiones y necesidades había despertado. Así le asaltó la noche, y con ella de nuevo su ansiedad; regresó
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presuroso a la casa grande y entró a su cuarto para vestirse apropiadamente para la ocasión; aunque
realmente se sentía incómodo en el traje formal, era ranchero de corazón y no se identificaba con las
normas de etiqueta; se puso la colonia con aroma a cuero y tabaco que tanto le gustaba; aun en traje, se
puso la pistola en la cintura bajo el saco.
La marimba comenzó a entonar, señal de que el inicio del baile estaba próximo; después de una tanda de
doce canciones, la marimba se retiró dando paso a la filarmónica municipal con la que iniciaría
formalmente el baile.
Muchos de los invitados ya habían hecho acto de presencia, mientras Juan José no sabía si bajar y
esperar el arribo de su invitada especial o hacerlo cuando uno de los sirvientes le avisara que ya se
encontraba presente.
No sabía qué hacer, pero no pudo esperar más, bajó por las escaleras y en el acto la orquesta entonó una
diana, enseguida las mañanitas; todos aplaudieron y Juan José contestó inclinando levemente la cabeza
ante sus invitados.
Fue saludando uno a uno, en ese momento vio a una joven de espaldas en un exquisito vestido amarillo
pastel con listones y encaje blanco, de cabellera larga y ondulada que destellaba como el sol y jugaba a la
brisa como espigas de trigo; su corazón dio un vuelco e inmediatamente se dirigió esquivando a todos los
invitados hacia ella; estaba acompañada de su padre, el general Robles, quien vestía de gala.
Felicidades Don Juan José, mi hija y yo estamos aquí en cumplimiento gustoso a mi promesa hecha a su
Señora madre.
Juan José apenas y podía mantener sus ojos en el general, cuando ella se dio vuelta dejándolo petrificado,
nunca había tenido tan cerca esos ojos del color del cielo.
Le deseo felicidad y dicha –Dijo Amalia delicadamente-
Él recuperó su aplomo y asintió con la cabeza, no podía dejar de ver ese rostro de porcelana, esa figura
tan bella y frágil.
Espero me conceda como regalo la primera pieza del baile, con el permiso de su padre desde luego –Le
solicitó Juan José-
El general aceptó de forma obligada, aunque Doña Adelita que se acercaba no le dio tiempo de más.
Veo que los muchachos ya se presentaron general; venga conmigo, le presentaré a nuestros vecinos, que
muchos no tienen todavía el gusto de conocerlo -Dijo mientras lo tomaba por el brazo- El militar no tuvo
más remedio que aceptar cortésmente.
Mientras los padres se retiraban, Juan José trataba de recuperar el aliento, buscando las palabras, las
primeras palabras que le diría.
No sabe cuánto he esperado esta ocasión –Dijo él- Y ahora no sé qué decir.
Pues no diga nada si no es necesario –Dominadora y femenina ella contestó- Que por buscar tanto las
palabras se dice lo que no se piensa o lo que no se siente.
Sin saber cómo, del espasmo nació en Juan José un aire de hombría y aplomo que desarmó a Amalia e
hizo que bajara la mirada.
Razón tienes –Le contestó- Qué podría decirte que no hayas adivinado ya, qué podría esconderte si mi
corazón desbocado todo te lo ha mostrado.
Amalia quedo abrumada por la tierna franqueza y sin darse cuenta en qué momento empezó a tocar la
orquesta ya se encontraba rodeada por la cintura con el brazo de Juan José. Bailaron la primera pieza
mudos, No había nada que decir, solo se miraban.
Talvez hubiese sido perfecto, de no ser por Refugio Trinidad, hijo del vecino hacendado de las Margaritas,
quien se acercó con intenciones de bailar con Amalia.
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Juan José y Refugio eran de la misma edad, igualmente favorecidos por el destino, de familias
reconocidas, más que amigos se respetaban como adversarios, ambos eran buenos para las faenas del
campo, para las suertes a caballo y diestros tiradores, sin mencionar que se repartían los suspiros de
todas las chicas de la región, pues Refugio si bien no era de tez clara, tenía un porte más que fino
masculino y bronco, encarnando al tipo de campo bien criado y de magnifico porte, menos robusto pero
más atlético, incluso un poco más alto y fuerte, tanto que muchos lo consideraban con mejor pinta que
Juan José, talvez porque en su familia había disciplina militar y ése desprecio por los catrines o
perfumados que les hacían más cercanos a la gente del pueblo, sin que por ello fueran más estimados que
Doña Adelita; cada uno pues, era el mejor en su tipo y estilo.
Desde chamacos Juan José y Refugio se habían trenzado a golpes en muchas ocasiones, siendo los
resultados muy parejos; de adolescentes una que otra bravuconada y competencias de tiro en las cuales
nunca se sabía cuál saldría victorioso, a veces uno, a veces el otro; en las carreras de caballos eran los
jinetes oficiales de sus respectivas haciendas; eran los dos mejores partidos de toda la región, en general
se respetaban y de una forma extraña ambos hubieren querido ser amigos, aun cuando en persona
simplemente no se soportaban.
No seas boca sola hermano, déjale también a los pobres un trozo de cielo –Dijo Refugio-
Éste cielo es mío y de nadie más –Contestó Juan José furioso-
Pues que yo sepa la señorita Robles no tiene compromiso ¿O sí mi chula? –Interrogó al tiempo que volteó
la mirada a la chica con ésa sonrisa franca, casi cínica que tantos corazones le había abierto-
No es eso –Respondió tímidamente Amalia- Es solo que somos invitados con mi padre de Doña Adelita y
no me gustaría causar un problema.
¿Pero tiene la libertad o no de bailar conmigo? –Insistió Refugio- Talvez en otra ocasión –Pretextó
Amalia mientras inconscientemente se aferraba del brazo de Juan José-
Refugio Trinidad supo entonces, antes que ella misma talvez, que no había posibilidad de contienda por su
corazón, ya tenía dueño, ya había elegido y no era él.
Ya escuchaste, la señorita no desea bailar contigo, no es fuerza que yo la pelee porque su voluntad habló
Refugio ¡Respeta! –Sentenció Juan José-
¡Ya no seas pesado Refugio! Ven a bailar conmigo –Intercedió Adriana, hija de los hacendados de Santo
Domingo de Pichucalco, a quien el joven ya encendido ni siquiera volteo a ver-
Está bien –Replicó el insistente – Ésta es tu casa y ésta tu fiesta, pero este agravio no lo he de olvidar y
como que me llamó Refugio Trinidad he de conquistar a ésta mujer aunque me vaya la vida en ello ¡Me
cuadras para madre de mis hijos mi alma! –Decretó Refugio en un tono extraño, más que de amenaza de
orgullo y aplomo que hizo sonrojar a la chica y que Juan José lo sujetara fuertemente por la solapa del
traje-
¡Ya lárgate Refugio! No te daré gusto arruinando la fiesta –Ultimó ya encendido Juan José-
Talvez hubiera pasado a más de no ser por una mujer mayor de imponente porte, cabellera negra como la
noche sin luna y rasgos tan finos como duros, era Doña Hortensia Trinidad.
¡Ya Refugio! Ésas no son formas, no avergüences a tu familia que fue invitada a ésta casa; si tanto es,
quiero sepas el general y sus hijos ya están invitados por tu tío Tiburcio a su finca para comer la semana
próxima, ahí tendrás la oportunidad de saludar a la señorita –Dijo mientras volteó la mirada hacia
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Amalia con una leve sonrisa de amabilidad- Disculpa a mi muchacho, es de campo, franco, a veces tosco
pero de ley, ya lo conocerás mejor.
En eso Doña Adelita se hizo presente también al percatarse de que algo pasaba en ésa esquina de su
salón, aunque más bien como madre tiburona, pues ya sabía de los constantes piques entre los muchachos,
los cuales eran ya ingrediente de muchas ocasiones especiales o fiestas patronales.
Pero no podía dejar a su cachorro ante una mujer tan curtida como Hortensia, con quien curiosamente
tuvo la misma historia que ahora sus hijos, iguales en su juventud, se masticaban pero no se tragaban;
más como nunca existió una causa legitima o de peso para enemistad, simplemente sobrellevaron la
amistad social, se enamoraron de hombres muy diferentes, pero que al fin hombres, iguales en sus vicios y
debilidades les hicieron pasar en más de una ocasión días tristes y noches amargas, sin que por ello
dejaran de adorarlos; en tal aspecto eran viejas veteranas de amargas batallas como también de dulces
victorias que habían olvidado la rivalidad juvenil para convertirse en matriarcas de sus respectivas
familias.
Pues mientras el padre de Juan José murió a traición con un cuchillo por la espalda de un tercero
cobarde después de un duelo en el cual se llevó por delante a dos tiradores con ventaja; el padre de
Refugio cayó en cumplimiento de su deber, era capitán del ejército cuando conoció a Hortensia por medio
de su amigo Tiburcio, a quien afectuosamente llamaba “Bucho”, compañero de muchas batallas y a la
postre, cuñado y compadre, en ése entonces el Teniente Fernández, ahora general y político.
¿De nuevo con sus pleitos Muchachos? ¡Qué bárbaro Amiga! Éste par no da paz –Dijo sonriendo
mientras saludaba con un beso en la mejilla a Doña Hortensia-
¡Son la piel de Judas Adelita! –Contestó la otra- No te preocupes, ya puse en cintura a éste atrabancado
que no se sabe estar sosiego –Volteando a ver a Refugio- Además, ya tenemos que retirarnos pues mañana
salimos muy temprano, rumbo a la Finca de mi hermano Bucho.
¡Van a la Experiencia! Salúdame mucho al general, espero tengan por la zona del Grijalva una agradable
estancia y ya sabes que aquí tienes tu casa –Dijo Doña Adelita como despedida-
¿Nos acompañas Adrianita? – Invitó a la desairada chica la matriarca Trinidad- No hagas caso de éste
majadero –Volteando a ver a su nieto- ¡Tú eres una excelente muchacha! ¡Y vales como la que más! –Dijo
viendo de reojo a Amalia- Pero no es a mí a quien debes gustar; aunque tanto lo haces, que ya veremos
qué podemos hacer al respecto.
¡Gracias Doña Hortensia! No tenga cuidado, mi padre no tarda en llegar por mí –Con amabilidad se
disculpó la chica- Por lo demás, tampoco guarde pendiente, que así como Refugio hace su lucha sin darse
cuenta de lo que para nosotras es evidente, que ésa es una plaza ya conquistada –Dijo viendo a la joven
Robles- Yo hago lo mismo con él, aun sin importarme correr su misma suerte.
¡Así es el amor Doña Hortensia! –Dijo noble la chica dejando en silencio de admiración a los presentes,
recibiendo incluso de la anfitriona una caricia en la mejilla- Muchas veces no podemos elegir el papel que
nos toca en la obra de la vida, sea principal o secundario, pero sí podemos interpretarlo con todo el
corazón ¡Entonces habrá valido la pena! Porque en tal obra de teatro no siempre es correspondiente o
proporcional el papel asignado a la calidad de los actores ¡Pero aun en personajes de pocas líneas o sin
mayor trascendencia un buen interprete sabe hacerse notar por sí mismo y no por las circunstancias que
le tocaron actuar! –Remató la chica-
¡Bien dicho hija! –Tomó del brazo con auténtica admiración la anfitriona a la joven- ¡ven! Acompáñame a
despedir a nuestros buenos amigos Trinidad, que después tendré el gusto de platicar más largo y tendido
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contigo ¡Porque tienes el corazón de tu madre en gloria éste! De quien si no sabías, fuimos compañeras
Hortensia y yo en el colegio de niñas.
¡Y la belleza también! –Secundó la matriarca Trinidad- No cabe duda que igual tenemos en nuestras
tierras dignas representantes de la mujer mexicana ¡Ojala que cada oveja quedara con su pareja! Qué sin
duda mi Refugio saldría de gane contigo Adrianita –Dijo Doña Hortensia al tiempo que le daba un
sincero beso en la mejilla despidiéndose de la chica-
Y sin que nadie se percatara de lo ocurrido, los de la hacienda las Margaritas salieron de la casa grande
y no la volverían a pisar jamás; mientras el baile continuaba y el festejado no soltaba su mejor regalo.
Ha hecho algo de muy mal gusto Juan José –Le reprochó Amalia mientras seguían bailando- Gracias a
El ánima del tlatoani habló con los dioses para llevar el justo reclamo y solicitar el permiso de retirar su
sangre de tal pacto entre hombres; ya qué él fue encarnado primero en tiempo y en derecho para ésa silla
que se asentaba en un territorio todavía más basto que el presente y además tenía un antiguo agravio
pendiente; ansina les fue concedido por razones que escapan a la razón humana el derecho de venganza
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tente en el cobro efectivo del tributo en las campanas ofrecido.
¡Por eso el viejo Emilio rechazó la silla roja del Águila dorada! ¡Él sí la quería! ¡Siempre la quiso! Sentía
que estaba llamado a sostener lo que su tata no pudo, que no jue ciertamente el buen hombre que su
apellido brindó a su mama cuando ya lo llevaba merito adentro como el as bajo la manga de los que
juegan en el tablero; ansina lo crecieron, consiente de su misión de acompletar un destino.
No’ más que en sueños su cadeja blanca le advirtió del costo ¡Qué la muina de los dioses era más juerte
que la voluntad de los hombres! Por más poderosos que jueran éstos hombres y por más olvidados que
jueran nuestros dioses; desde entonces busca afligido alejándose de ella con servicio y humildad en sus
acciones modificar el curso del destino para el cual su sangre había sido marcada desde que su tata llegó
impuesto ¡Pero qué esperanza! Sí por la boca muere el pez y la de su tata jue sus medida –Decía tata
Chulel ante la incomprensión casi total de sus palabras por los atónitos presentes-
¡Probres los Robles! ¡Qué malas sombras traen! Solo una muy buena los medio protege, su madre que no
tiene descanso como blanco cadejo, pero tanto que hay por pagar que no creo las juerzas le acompleten
pa ´defender sus crías; porque las única posibilidad de salvación de lo último de su sangre ésta en el
sacrificio del orgullo y deseo de los hombres que amen a la Tishanila Robles ¡Pero son muy machos los
dos!
Un sacrificio ordenado solo puede ser anulado por otro mayor y voluntario, que solo hay algo con lo que
se topan con pared hasta los dioses: ¡El sacrificio del amor verdadero! Pero no creibo pueda ninguno de
los dos con sus propios cadejos.
Ansina como no creibo que él último nacido pueda con la mala obra del de la cruz de acero, qué en el
último de los Robles ha de recaer la determinación de repetir la historia de su abuelo o hacer que su
sangre deje de escapar al destino –Suspiró con verdadera tristeza pesimista tata Chulel-
Ora que viejo el jaguar es, la mala sombra de Ek Chuah sobre su casa se tiende como un oscuro rebozo,
que ésta noche habrá de cerrarle los ojos al primero de sus retoños ¡Probes de los Robles de verda!
¡Probres de quienes sus corazones les entreguen! Porque serán ofrendados y consumidos en el mismo
sacrificio ¡Probres de todos nosotros! Que muchos de los aquí presentes tomaran partido y caerán
defendiendo una causa, un apellido –Suspiró compadecido de saber qué el viejo Tzotzil, quedando como
en trance consumida su vista en la fogata-
¿Qué más mirás en el fuego Tata Chulel? –Preguntó el joven Manuel-
Veo un jinete que viene de camino a donde muchos piensan que ya no hay retorno; veo el inicio del fin,
que dará paso una nueva era de más igualdad pa´ nuestro pueblo ¡Los dioses han reclamado la sangre de
los hijos de quienes hicieron correr la nuestra! Habrá paz e igualdad por un tiempo para nuestra gente; al
menos hasta que la nación tenga que autodefenderse, después de lo cual vendrá otro cuadro oscuro que
forzará a nuestro pueblo, como a otros, a refundar la república, defendiendo la soberanía nuevamente
perdida entonces en un globo.
Ansina lo vide en un gran tablero de cuadros blancos y negros que no tienen principio ni fin, mirándose de
lejitos ansina como un globo de mecates ocultos, donde juegan a la guerra los jaguares ciclopes
iluminados y las águilas de dos cabezas; mismo que habrá de ser roto por el único y verdadero poniendo
final a su juego, demostrando nuevamente a su necedad que por más poder que los hombres arrejunten,
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jamás podrán igualar al suyo ¡No le aunque se crean ésos hijos de nefilim dioses de oro negro y acero por
la bendición y participación del de la triple corona! ¡A ése le habrán de cambiar la combinación de la
puerta de entrada al reino!
Tata Dios habrá de ponerles un estatequieto a los Reyes de todos los ciegos ¡Porque tata Dios no es
tuerto! Ansina caerán por el propio peso de sus bolsas de compras de mercado, ahogándose como sus
tatas, por haber convertido al mundo en un globo, en mejor intento de que se volviera a hablar con una
sola lengua verde, ya que con su torre no pudieron alcanzar el cielo.
Después de eso, Tzion será refundada pura de esperanza, paz y liberad; limpia ya de Babilonia ¡Ansina
que por eso caerán con su globo en llamas los del escudo rojo y todos los que se reunirán a invitación del
Joaquín!
Pero todo eso será solo en otro tiempo, qué ya no será el de ustedes si no el de sus nietos y sus
chilpayates, que serán los peces destinados a romper la red que habrá capturado a toda una camada y
parte de la otra gracias a la caja loca.
Todo eso solo será por mucho, después de que ésa joven se vaya con Nahuiti; después de su sacrificio en
vida, viendo como son ofrendados a la muerte y locura aquellos que la habrán de amar, arrastrando
consigo a muchos, incluidos algunos presentes o de los suyos –Murmuró al fuego el viejo Chulel-
Hubo un momento de silencio en el cual solo el crujir de la fogata se escuchó, mirándose todos unos a
otros, tratando de entender las palabras de tata Chulel; sabían que su decir era verdad segura, aunque
nada hubieran entendido de ella, por lo que no quisieron preguntar más, era mejor no saber a quienes de
los presentes se refería, ni cuál era la fatídica profecía, inexplicable a su entender, que los espíritus del
fuego y la caña parecían haberle revelado en ésa fogata.
¡Mejor contá la historia de la cocha enfrenada tata Chulel! –Quiso animar Manuel, tratando de alejar la
perplejidad de la fogata-
¡Jo! ¡Ésa sí que es mera brava! –Dijo otro de los presentes- Yo vide como mi tata llegó de por allá del
rumbo de San Ricardo todo revolcado ¡Era bien bolo mi tata! Siempre llegaba armando pleito, pero ésa
noche hasta triste quedó; no quiso decirle nada a mi mama, creo pos le dio pena, más que se las daba de
muy macho ¡No quiso decir quien le pegó tronco de revolcada! Pero de madrugada yo clarito escuchaba
que gritaba ¡Ya no pinchi cocha! ¡Ya no me revolqués más, por diosito santo que ya no beberé más!
Mientras mi madre raro se reía, al saber por qué.
Se reía porque tu padre más que no volver a beber no volvió a sonársela –Dijo sonriente de nuevo tata
Chulel- Tu tata era la piel de judas ¡Pero la cocha le metió freno! Mi comadre Chabela era canija, pero
ayudaba a la mujerada –Prosiguió haciendo alusión a una vieja y conocida curandera, de la cual se decía
tenia poderes similares a los suyos, pero no siempre era buena-
Ahí merito donde el arroyo que atraviesa el pueblo se hacía profundo esperaba a los hombres bolos y
malos maridos, tronaba sus dientes y colmillos sacando espuma por el hocico de brava la gran cocha de
ojos rojos; los que algo de bueno tenían, solo les pegaba su santa revolcada, por más juerte o bragado
que el cristiano juera ¡A todos revolcaba! ¡Ésa bestia tenía la fuerza del rencor de mujer dejada! y la
muina de las viejas es de cuidado, sociega en apariencia, muda pero cuando pega, es más juerte que
patada de mula.
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A muchos que de plano las debían, de ésos que ya no tienen perdón de tata Dios, la cocha enfrenda los
revolcaba hasta ahogarlos en el rio –Prosiguió con su relato Chulel- Solo uno que la ha mirado no jue
revolcado por buen cristiano que era el Tapia, que siempre traía su relicario como buen devoto de la
virgen de la candelaria.
Tantos revolcó la cocha que un grupo de hombres decidieron seguirla hasta su morada, donde tras varias
noches de espera encontraron en una cueva los pellejos humanos de la nahuala echándoles sal, por lo que
al secarse y encogerse todito, la cocha enfrenada ya nunca pudo volver a su forma cristiana ¡Probre mi
comadrita! Aunque igual, ya eran munchas las que debía.
¡Pero también probre del hombre que abuse del trago y su mujer! Porque mi comadre ya no está, pero
quedó por ahí, esperándolos de noche la cocha enfrenada ¡Pa´ darles su buena revolcada o ahogarlos de
una buena vez! –Sentenció Chulel mirando en pase de lista a los ojos de todos los presentes-
Ansina que ahorita que ya vas a tener mujer vos Manuel Nandalumi, ya dejá un poco en paz el trago, que
hígado te va a´ sé falta salado ¡Ahí lo verás! –Rieron todos los hombres casados de la fogata en solidaria
complicidad-
¡Ya quisieran salados! Mi Juana es de ley ¡Sedita como un trompo! –Replicó sonriendo a sus amigos el
futuro esposo-
¡Serás gallo pal machete, pero en cuanto a las viejas tas muy verde Manuel Nandalumi! ¡Una cosa son de
novias, otra de mujer! ¡Ahí lo verás salado! El matrimonio es la luna llena que las transforma –Dijo uno
de los casados, haciendo que la risa se replicara-
¡Ansina de bravo como eres con los barracos, serás de domao con tu mujer! –Dijo otro de los casados-
¡Comé tu caca vos zotaco! –Siguió la broma de buen ánimo Manuel- Que tu vieja te trae mero zopenco
porque te dio agua de calzón es otra cosa-Remató su revire-
¡Pos cuidáte de verte en ése espejo! ¡Que la Juana rápido lo aprende las mañas de sus tías! ¡Que se me
afigura bien aleccionada la tienen ya mi mujer y sus hermanas que pronto serán familia tuya igual
Manuel! –Reviró el otro, todavía sonriendo pero algo molesto ya-
¡Boca jija! ¡Burro vos Ovidio! Cuando murás dos cajones se vá´a necesitá salado ¡Uno pa´ tu cuerpo y
otro pa´ tu lengua! Por mitotero y cizañoso –Sonrió tata Chulel asegundado por todos los presentes- Un
hombre jamás habla de lo que no tiene necesidad o asegura lo que no le consta ¡Y sí es de mujeres la
cosa, aunque le constara! La boca se calla si no es de grave importancia hablar, que en ello puede irle la
capacidad de seguirlo haciendo –Reprendió el viejo sabio-
¡Ya esténse sosiegos con su pique los dos! ¡Tú también Manuel! Que luego la boca nos les para ni les
alcanza y se pasan a los puños o más –Parando así las bromas respecto de las mujeres tata Chulel,
sabiendo que entre la caña y un riña hay solo un pequeño mal entendido-
Todos los que se las dan de muy machines son bien mandilones y a lo mejor sea que son más hombres los
que así sean sin avergonzarse ¡Porque hay que ser muy hombre pa´ querer a la mujer por encima del
orgullo de macho! – Lanzó a los presentes tata Chulel la reflexión-
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A ninguna criatura tata Dios le dio tanta razón como a la mujer, pero siendo todas las cosas sin principio
ni fin, ansina como una rueda que es la tierra ¡Tanta razón tienen las mujeres, que seguidito se pasan de
la raya y se equivocan! ¡Y cuando se equivoquen mejor no digás nada vos salado! Recordá que ellas
siempre tienen la razón; es mi consejo pa' que tengás un buen matrimonio vos Manuel ¡Porque sí abrís tu
bocota el error de su vida terminarás siendo vos! Y al final siempre tendrá tu mujer la razón; así que ¡Ahí
lo ves vos Manuel Nandalumi! ¡No querás ser tan vivo, porque te pasarás de pendejo! Dejá que ella se
quede con la razón siempre, así vos te quedarás con su corazón por el mismo tiempo.
Y si en algo se equivoca ¡Pa´ eso serás el hombre de la casa! Demostrá callado con ejemplo el buen
camino y ella habrá de seguirlo mejor que vos mismo al final; que la mujer no es terca como una mula
según todos dicen ¡Es peor! Y por las malas na´ más lograrás dormir con tu peor enemigo, que jamás la
harás entrar en razón si no es con el látigo del cariño ¡Cualquier otro no sirve con ellas Manuel
Nandalumi! Aunque por miedo o necesidad parezca que sí.
¡Entonces ta´ jodida la cosa tata Chulel! –Exclamó en risa Manuel- Sí se equivoca la mujer dice que es
culpa del hombre y si bien lo hace las cosas es pa´ que rapidito diga que las mujeres son las más fregonas
de la casa ¡Y a lueguito quieren mandá! –Reclamó irónico el futuro esposo-
¡No seás totoreco vos Manuel! ¡Tú dejále su vanidad de mujer siempre harta, que como buena abeja
habrá de colmar de miel tu casa! Dale ternura y cuidado a tu mujer siempre Manuel, ansina sentirá que
está en lo correcto en obedecerte como tata Dios manda ¡No porque seás el hombre, sino porque serás
uno bueno a sus ojos! Solo ansina una mujer le agarra buena ley a su hombre, solo ansina obedece a ojos
cerrados; solo ansina estará feliz la Juana bajo tu gobierno, no por tu juerza sino por su voluntá, que es
de mejor acero que tu machete y de ella no habrá consejo ni poder humano que la saque ¡Que cuando una
mujer le tiene voluntad y ley al hombre no hay pena que se la quite, más que ése propio hombre!
Dejále siempre el mérito a ella y vos quedáte con su corazón, que teniéndolo serás pa´ ella como un dios
¡Ansina te adorará! ¡Hacé caso de consejo de viejo Manuel! Que para una mujer acostumbrada al buen
trato y cariño no hay nada que duela más que el silencio en la boca y la desilusión en la mirada de su
hombre, incluso más que mil cachetadas; de la otra forma se te cansará la mano antes de que consigás
nada más que miedo o rencor, porque la mujer tiene el cuero más curtido que la mula pal´ dolor, ansina
la hizo tata Dios pa´ que pueda aguantar el traernos a este mundo ¡Además, ansina siendo buen marido,
evitás que te espere y revuelque la cocha enfrenada! –Concluyo el viejo sabio haciendo estallar
nuevamente la risa de los presentes-
¡Ya vos tata Chulel! ¡Nos querés meté miedo na´mas! –Dijo otro de la fogata-
¡Ahí lo ven! Quienes no crean en ella y sigan de malosos tendrán la oportunidad de verla, como el santito
que pedía ver pa´ creer ¡Ahí la verán totorecos! Que muchos se sienten muy valientes echando trago,
tranqueando a su vieja y chilpayates, hasta que se les aparece la cocha enfrenada pa´ quitarles la maña y
recordarles que no son huérfanos ¡Porque hasta de su mamacita se acuerdan! –Ratificó nuevamente en
sabia risa-
Pos´ sí tata, pero luego de chuchos no nos bajan ¡Ansina es difícil andarles buscando el modo! ¡Cuando
ni tata Dios sabe que´s lo que queren! ¡Nada les gusta, todo les puede y solo bravas tan contentas! ¡Fiero
su modo dijera mi tata! -Dijo más a queja que en reflexión uno de los casados presentes-
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Pasa en ellas que la muina no tiene tiempo –Explicó tata Chulel- En cualquier ratito se les trepa algo del
recuerdo, lo mismo que tenga un año, lo mismo que sea de ayer ¡Cosas incluso que nunca pasaron, pero
que pudieron hacerlo! Por eso es que luego no sabemos por qué tan bravas o por qué solitas se ríen ¡Las
mujeres son cosa de cuidado! ¡Lo que les hagás nunca se les olvida! ¡No lo olvidés tu salado! –Dijo
viendo nuevamente a Manuel Nandalumi- Manque diga que te lo perdona, nunca te confiés de tus fallos
apostándole a la carta del olvido, que ellas tienen presente la borrachera de hoy como la de hace diez
años y como el Chichonal, no sabés cuando te pegarán el susto ¡Ellas aguatan! Saben hacerlo, pero
tampoco sabes cuál será la gota que derrame el cántaro.
¡Y sí pues! De chuchos no bajan a sus hombres y aun cuando siempre tienen la razón ¡Porque ya
quedamos que ansina es! ¿Verdá? -Bromeó entre líneas el viejo sabio- Lo cierto es que siempre ha
existido ésa equivocación en respecto nuestro, porque los hombres no somos cómo los perros ¡Qué más
quisiéramos! ¡Brincos diéramos y agiles juéramos dijera mi tata! ¡Semos cómo los gatos! Flojos,
convenencieros, egoístas y mañosos ¡Siempre buscando ser servidos! ¡Siempre buscando por las noches
nuevos tejados! ¡Siempre regresamos todos revolcados y jodidos a la casa después de que se nos pasó la
brama! ¡Cómo querés que estén contentas ansina vos salado! ¿Vos lo estarías?-Retó con la mirada tata
Chulel al quejoso-
Las que son como los perros son ellas, manque se escuche feo ¡No hay nada más cierto! Porque la
nobleza y lealtad a su hogar, por sobre todo a sus cachorros, en eso las convierte; ansina que la vida de
casados a veces es vivir como perros y gatos, no se puede llegar a un arreglo porque la mujer ofrece
comida pa´ perro y el hombre la quiere tratar como a un gato ¡Y es al revés volteado! No es que la mujer
desprecie al hombre por ser chucho ¡Es porque no entiende que es gato! Mientras que muchos totorecos
piensan que la mujer es liviana como una gata en celo, cuando es tan leal, fiel y cariñosa como una
cachorra; es por eso que de solteros o ya de viejos las mujeres adoran a los gatos hasta que se casan y los
hombres tienen como mejor compañía a su perro hasta que mujer agarran.
¡Entender a la mujer es como querer entender a Dios! –Sonrió tata Chulel mientras daba otro trago a su
caña- A los hombres na´ más nos toca amar a la mujer como se adora a tata Dios –Dijo mientras veía
nuevamente a los ojos del futuro esposo- ¡Y verdá de la buena que sí sabés hacerlo así Manuel Nandalumi
en los brazos de la tuya lo habrás de encontrar! Es de qué no se trata de saber, si no de sentir, no se trata
de pensar sino de bien actuar ¡Ansina son las cosas con tata Dios y las mujeres! Con quienes los
resultados no siempre son los planeados, ni en apariencia sus acciones corresponden a nuestros esfuerzos
o sus reacciones a nuestros fallos –Suspiró el viejo sabio-
¡Mejor contamé la historia de la luna de piedra tata Chulel! –Dijo otro joven de plano confundido con
tanto sobre las mujeres, queriendo devolverle lo divertido a la reunión de la fogata- Ésa que mi tata Mario
alguna vez contó cuando mi mama rejega peleaba sin tener la razón ¡Aunque finalmente siempre la
tuviera pues! –Dijo en alcance con una pícara sonrisa el joven-
De la luna de piedra debíamos aprender todos que la verdadera humildad no es sumisa, más bien astuta,
evitando a los totorecos ¡Porque son muchos los jodidos! –Sonrió tata Chulel- La historia nació en
tiempos de tu abuela Martita ¡Buena cristiana y mejor madre! Que se encontraba vendiendo sus jarros en
el mercado, mientras que pa ´distraer a tu tata Mario que era pingo, por travieso el salado, le contaba
historias, como el tiempo en que la luna era de queso; en su cuento estaba cuando una catrina se le acercó
con ofensa diciéndole: ¡India ignorante! La luna es de piedra; pero haces bien en decirle mal a tu hijo,
para que sea tan ignorante como tú.
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Tu mama grande en vez de contestar el agravio con ofensa, sonrió al tiempo que le dijo a la mal pisada
mujer: ¡Tiene razón señito! ¡Mesmamente que la luna es de piedra como asté dice! Con lo que la mujer se
jue satisfecha en su vanidad; tu tata ¡Que era re’ averiguado y salido de chamaco! Le reclamó
preguntándole: “¿No que era de queso?” A lo que tu mama grande contestó: “Sí mi niño, solo que la
madre luna es tan pero tan vieja ¡Que el queso se hizo piedra! Ansina que los que no pueden ver más allá
de sus ojos la ven de piedra, pero los que aprenden a sentir, a ver con otra mirada, saben que es de
queso”.
¡Sabias palabras de Martita! Todos debíamos aprender a ver nuevamente con la mirada del corazón, no
solo con los ojos, por los cuales entra el miedo al no entender lo que nos muestran y un animal con miedo
se convierte en una peligrosa fiera –Dijo tata Chulel- Ansina nos está pasando ya, que hemos perdido la
capacidad de ver en la oscuridad, que por andar descreídos de todo aquello que con los ojos no se puede
ver, hemos perdido la conexión con nuestra madre tierra, ésa que se siente en cada respiro –Concluyó la
historia de la luna de queso-
¿Por qué algunos nahuales son malos tata Chulel? –Preguntó otro joven peón, igual interesado en traer
de vuelta la expectativa y emoción de los cuentos de miedo del viejo sabio-
¡Porque no todos pueden ser buenos Ramón! como nosotros son; una vez que se obtiene el poder muchos
olvidan que fue dado para bien, para no perder contacto con nuestra madre tierra, con los animalitos de
la montaña y las plantas, con el rio y hasta con las piedras; muchos hay también que son nahuales
volteados ¡Malas bestias! Almas oscuras enfundadas en pellejos de buenos cristianos ¡Ésos son los
peores! Porque no podés ver el tipo de mal animal que en realidad son.
Mientras más malo es un cristiano menos que un animalito de la montaña quera prestarle su pellejo, por
eso no se transforman, solo se muestran por las noches en el monte como en verdad son por dentro,
liberándose del pellejo cristiano que tan pequeño les queda, que los incomoda, porque sus colmillos son
mucho más grandes que una boca, así que su hocico se siente liberado, como sus pelos más largos y
gruesos que libres cubren todo el mal cuerpo, sus garras se desdoblan de las uñas y ansina las manos se
convierten en garras.
Ésas bestias del mal se disfrazan de cristianos para caminar entre nosotros, pero muchos en las noches de
luna llena se liberan, se largan en el monte pa´ contentar con libertad su maldad ¡Por ello son bestias y
no animalitos de la creación! ¡Por eso chillan y aúllan! Porque trinar o rugir ya no pueden y tata Dios ya
no atiende su miseria, por eso su rabia, por eso son malos lo más que pueden, porque sin que lo sepan,
están suplicándole en realidad que les quite de penar ¡Toda su maldad es una plegaria de súplica! –Narró
profundo Chulel, como no queriendo saber todo lo que sabía-
El coyote, que es tata Quetzalcóatl, algunos dicen que es colibrí también, así como el cenzontle y demás
animalitos buenos de la montaña nos hablan de noche y de día, ahí están, siempre tratando de alegrar el
corazón del hombre con su canto y orientar su alma llamándola por el buen camino ¡Pero a lo bueno ni
caso hacemos! Nuestra maldad es mejor alumna, rápido aprende porque mucha atención pone, sobre
todos en las noches de luna llena por los caminos solitarios del monte donde nos encontramos a los
maestros de los que sí aprendemos por así respetarlos, como solo el miedo puede hacer entender y
respetar a los que nobleza y fe de corazón han perdido.
Pero de los caminos por más horribles que parezcan esas criaturas no se comparan con los malos
espíritus que entre las milpas habitan ¡Ésos nunca fueron humanos! Cuando silva el viento entre las
mazorcas ninguna mujer preñada debe abrir las piernas, tapándose nariz y boca para que el mal aire no
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entre a su cuerpo; entre las milpas se llega a éste mundo y entre las milpas hay caminos abiertos para
otros –Finalizó tata Chulel cayendo en profundo sueño, como si algo hubiera sacado su alma del cuerpo-
Los peones reanudaron por una hora más el cantar de las guitarras, brindando y apresurando el fin de
última botella; entre algunos pleitos de bolo y bravuconadas de jóvenes pasó la madrugada, aun cuando
ningún daño se hacían, siempre eran los jóvenes bien cuidados de que sus valentonadas no llegaran a más
por los hermanos mayores, quienes veían con agrado que se agarraran a trompadas, pero hasta ahí nada
más ¡El que ganó, ganó y vieja el que se raje! ¡Ahí muere la cosa y a seguir cantando! Era su manera de
templar el carácter; pues hasta para ir a orinar aprendían uno del otro, afilando su astucia para no ser
presa de una broma pesada o caer víctima de un albur de doble filo.
¿Por qué escupís cuando orinás? –Preguntó un joven curioso al hermano mayor de su amigo que se alejó
unos pasos del grupo-
¡Pues porque da asco! –Contestó el peón-
¡Sí te da asco es porque imaginás en la boca lo que tenés en las manos! –Gritó en burla otro de los
mayores desde la fogata-
¡Ahora si te jodió el José vos! Jajajaja –Reían todos en la fogata-
¡Comé tu caca vos José! ¡El mampo sos vos que me tas espiando! ¡Qué andás viendo chorizo teniendo
tamal en tu jacal! –Contestó aquel peón tratando de quitarse la burla con una ingeniosa contraofensiva-
Vos Adán ¿No serás el mampo? Que ni caso le hacés a la hermana del Manuel ¡Si bien qué te busca el
modo y sos pura boca salado! ¡Si nadie como tú pa´ tocar la guitarra! ¿Por qué no le has llevado una su
canción en la noche a la Mercedes? –Transfiriendo el grupo el ataque a otro de los jóvenes presentes-
¡No soy totoreco que es diferente! Soy el mejor con la guitarra ¡Pero pos el Manuel es el mejor con el
machete! Yo que le quería pedir su buen ver pa´ ir pero ya me lo sebaste el plan atarantao! –Dijo el joven
apenado-
¡Sí el miedo no anda en burro! Jajajaja –Dijo otro en grito de burla bien intencionada, mientras todos
volvieron a reír-
Hacés bien vos Adán –Dijo de improviso Manuel Nandalumi- y de gane saliste, que en vez de mi machete
tenés mi visto bueno pa´ irle a cantar una su canción a mi hermanita ¡Pero ahí andará en su vaina
pendiente mi machete de que lo hagas bien las cosas! Yo hablaré con el Rogelio ¡Qué ése sí es mero
atrabancado! Y le pega a los pájaros en los ojos al vuelo con su rifle –Dijo Manuel orgulloso de su
hermano mayor no presente por ahora ser militar en vez de peón- ¿Viste salado? –Remató con una
sonrisa de aprobación y advertencia al mismo tiempo-
¡Veló! ¡Méro vivo salió el totoreco del Adán! –Exclamó un pretendiente al que la cobardía le había
quitado la oportunidad de irle a cantar a Mercedes, reconociendo que había ganado aquél joven a la
buena la oportunidad de ir a cantarle y platicarle-
¡Asegún también! –Dijo otro- Qué si bien lo hacés habrás agarrado no solo a la más chula, sino dos
cuñados de temer vos Adán; pero si lo hacés llorar la chamaca ¡Ya te cargó la jodida! Jajajaja –Las risas
eran ya imparables en aquélla hermandad de la fogata-
Una risa particular delató al invitado de Juan José, que fascinado había estado en silencio escuchando
todas las historias ahí contadas desde un tronco cercano a la fogata, custodiado muy discretamente a
pocos metros por el guardaespaldas de su padre; era el joven extranjero Nelson, quien con verdadero
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respeto había escuchado todo cuanto tata Chulel había dicho y ahora se divertía con las bromas pesadas
de los animados peones.
¡Vélo! ¿Quién es el chamaco cuero de lagartija? –Sonrió Manuel haciendo alusión a lo pálido de su tez,
que parecía reflejar la luz de la fogata-
El señorito es invitado del patrón Juan José, vino ya que terminó la bulla dentro y anda todavía inquieto
con ánimo de fiesta –Dijo en tono de burla otro de los que se integró tarde a la fogata por terminar de
ayudar en la casa grande-
¡A pos ni hablar! ¡Bienvenido con los Probres güero! –Dijo Manuel extendiéndole la botella de caña más
a reto y cale que a convide-
El adolescente tomó la botella con buen ánimo y sin asco ni desprecio le dio un buen trago, acción que
celebraron todos con aprobación de su presencia.
¡Así es Manuel! ¡El viajero es sagrado! Y bienvenido eres chamaco –Dijo tata Chulel reviviendo del
profundo sueño-
Tú vienes del que no se quiso llevar el tren –Externó volteando al jovencito- ¡Grande el tata de tu tata
muchacho! No lo olvidés lo que escuchaste aquí pues, que te llegará el momento de responder ante su
sombra y serán tus determinaciones las únicas que te darán cobijo, no tu apellido –Le aconsejó casi
advirtiendo tata Chulel-
¡Wow! This old man is awesome –Sonrió el joven volteando a ver a su escolta-
¡It´s juts an old drunken fool! –Respondió en burla el robusto hombre con tosca pinta de militar-
¡No! It´s a wise old men ¡Shows respect! –Dijo visiblemente molesto el chico ante la confusión de los
presentes y la renuente obediencia silenciosa del guardaespaldas-
No te preocupés por lo que diga tu pentoc chamaco ¡No lo regañés! A pesar de su tamaño, es un remedo
de tupil, pertenece a los hombres pequeños de tu raza y no está destinado a entender mis palabras que son
solo pa´ vos; porque en ésta vida muchos sin mayor destino ni talento como él se creen extraordinarios,
siendo yo talvez un pobre viejo idiota, con el cual tata Dios habla pa´ joder sus vanidá ¡Así que dejaló
crea soy un viejo loco, bolo y tonto! ¡Que se ría de mí! A mí no me agravia ¡Porque tata Dios se ríe
conmigo de él! Ansina que prefiero mil veces ser un viejo tonto, mientras tata Dios me ame y cuide como
lo hace–Dijo sonriendo tata Chulel-
¡Cómo que viejo tonto! ¡Tas pendejo, pendejo! ¡Aquí se respeta! -Reparó poniéndose en pie como de rayo
Manuel Nandalumi empuñando su machete en vaina rojo de coraje ante el custodio del joven, quien en
silencio se llevó igual de rápido la mano al interior del saco, presumiblemente para sacar una pistola-
¡Andá! ¡Sacálo tu fusca! ¡Que he de verla volar con tu mano pegada por el aire wüero jijo! –Retó Manuel
al extranjero presto a un duelo de acero contra plomo-
¡Tranquilo Manuel! –Ordenó tata Chulel- Que la ofensa está en nuestro tamaño, no en el de quien la
avienta al aire ¡Y ése es muy pequeño pa´ escupirme a la cara! Que ni a los talones me llega; además, es
al chamaco que me mandaron pa´ platicarle ¡Ansina que asosiégate, dejáme hablar con el dueño del circo
y no te incomodés por los animales! –Dijo el viejo haciendo estallar la risa de todos, incluida la del
adolecente extranjero, relajando con ello la situación y mirando que Manuel tomara asiento nuevamente
alrededor de la fogata, quien obediente lo hizo, no sin antes lanzarle una mirada de desprecio al hombre
que había ofendido a uno de sus mayores más respetados-
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¡What a Fuck! –Exclamó en asombro el adolescente con una sonrisa de admiración-
¿Entendiste lo que dije viejo? ¿Hablas mi idioma?-Entusiasmado cuestionó-
Yo entiendo a los animalitos del monte y hablo el idioma de muchas criaturas, incluido el de algunas
bestias –Respondió con una risa de humilde superioridad tata Chulel mientras daba otro trago a su caña-
Pero eso no importa chamaco, aquí viniste no por lo que sabés, sino por lo que necesitás saber; ya lo oíste
la historia de la mala sombra y resulta que la buena, la que protegía a tu tata grande se ha oscurecido
como el color del oro que todo el poder a tu familia dio ¡Y al final de sus días él lo entendió! Pero las
buenas obras hechas por temor o arrepentimiento no cuentan chamaco, ansina que vos debés elegir
camino, pues en el que llevás, por más rápido que vayás, no llegarás a ningún lado, siendo alcanzado sin
remedio por sus mala sombra –Advirtió tata Chulel-
Mirá chamaco, las sombras son proporcionales al tamaño del cristiano y el tamaño del cristiano es
resultado de sus obras, como el que sea una buena o mala sombra, oscura o de protección depende de los
resultados que en sus semejantes ocasionen tales acciones; de qué manera ayudés o los fregués a tus
prójimos es el color que vos mismo le pondrás a tu propia sombra ¿Lo entendés chamaco?
Si viejo, lo entiendo; pero también entiendo que es obligación de todo hombre el levantarse con la cara al
sol, no importa cuánto trabajo le cueste, no importa el tamaño de la sombra que proyecte –Contestó el
joven-
¡Decís bien chamaco! –Replicó tata Chulel- Ansina le gusta a tata Dios, que nos levantemos, pero nobles
no orgullosos y en beneficio de nuestros semejantes no por encima de ellos o a su costilla ¡Es ahí donde la
puerca tuerce el rabo chamaco! Porque nunca interés alguno que esté casado con el oro podrá ser
hermano del legítimo derecho humano a vivir como Dios manda, en paz y armonía.
Porque siempre la ganancia del oro será la perdida de la sangre, pero ansina también te digo ¡Lo que
aquí se gana, aquí se pierde! Nada tiene que ver tata Dios con las buenas o malas sombras, por eso mero
no se mete con la carga que pepena cada quien, pues lo que uno levante es lo que habrá de cargar con los
suyos ¡Haz el bien y alejaté de los tratos de gobernantes chamaco! ¡Qué serás uno muy grande, el
segundo de tu pueblo! Pero tu mala sombra habrá de cobrarte en un vagón de agua en ésta ocasión,
llevándose al mejor guerrero quienes aplicarán la ley del talión –Profetizó tata Chulel-
Así que conformarse con solo vivir, siendo el mayor logro el cómo lo hagás es el camino correcto
chamaco ¡Es concentrarse en la conexión de cada respiro con la madre naturaleza y tata Dios! Que
vendrán tiempos de inconformes en los cuales todo gritará ¡No te conformés! ¡Sé más de lo que sos! ¡Tené
más de lo que tenés! En tu caso, has heredado ya lo suficiente para vivir cien vidas ¿Pa´ qué querés más
chamaco? ¡No caigás en el pecado de la vanidosa avaricia de poder! ¡No escuchés ése grito de guerra!
Que habrá de llevar a combate consigo mismo a futuras generaciones en búsqueda de un espejismo que
siempre se alejará dos pasos por cada uno que te acerqués, tras de un triunfo que no existe llamado éxito,
dejando en el olvido su propia felicidad que no es más que el visto bueno, el reflejo en nuestra vida de tata
Dios ¡Ya tas advertido chamaco! ¡Hacé no lo más si no lo mejor que podás! ¡Ahí lo ves! –Concluyó tata
Chulel-
Tomo con seriedad tu advertencia viejo, como de plena conciencia te digo que no llegamos a ser quienes
somos los de mi casa por ocultarnos en la sombra; Yo soy de los gigantes que no temen pagar por el
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precio de su grandeza, ni cambiarían su altura por miedo a su propia sombra ¡Sí ya lo viste es porque ya
pasó donde lo viste! ¡Y no viviré el tiempo que tarde en llegar a ése lugar con miedo en mi corazón viejo
Chulel! Sin embargo, igual te digo, nunca olvidaré nuestra plática y procuraré pintar mi sombra lo más
clara posible –Dijo el joven a manera de despedida mientras se ponía en pie sacudiéndose el pantalón
para retirarse de la fogata-
¡Ansina se habla chamaco! Serás grande ¡De eso no cabe duda! Mi pregunta es sí sabrás ser bueno
cuando seás grande –Reflexionó más que preguntar tata Chulel- Pero eso Mesmamente solo vos podrás
decidirlo con lo que hagás a cada paso de gigante ¡Cuidá de no pisar al humilde no’ más! Que según la
apuesta es la ganancia o la pérdida, en tu caso ¡Según el sapo la pedrada chamaco! ¡Me cuadras verdá de
Dios! Ve y cumple tu destino lo mejor que podás; recordá siempre que más grande no siempre es mejor,
que al final solo vos y no lo que tengás dará cuenta de lo que hagás.
Un último consejo chamaco: ¡No marchés jamás contra los enjaulados! Que ésas ánimas se harán
escuchar negándote ser el número uno, te harán encontrar en tu ambición la perdición de tu empresa
¡Demostrales inteligencia no dureza! -Se despidió el viejo de aquel joven adolescente con una mirada de
complicidad y sonrisa de mutuo respeto-
Tata Chulel volvió a caer en sueño profundo y así, los hermanos de la fogata pasaron de las historias de
miedo, al canto de la guitarra y las bromas pesadas de homosexualidad implícita con lenguaje de doble
sentido entre iguales.
Así se fue consumiendo aquélla fogata, como traspasando su fuego al cielo, en el cual ya se adivinaba la
alborada, mientras la animada ronda de peones y campesinos quedaba en placido sueño de caña.
Al mismo tiempo, en su cuarto Juan José tenía la mirada fija en el techo de su cuarto, fumando y pensando
en ella; algo lo trajo de vuelta, escuchó unas pisadas en el corredor y el alboroto de las aves de corral,
pensando era una fiera de la montaña en busca de la entrada al gallinero salió del cuarto rifle en mano.
Efectivamente era un pequeño coyote, que se encontraba sentado en el corredor, como esperándolo; Juan
José apuntó al animal, porque ya eran muchas las gallinas de Doña Adelita que habían desaparecido,
pero el coyote estático lo quedo viendo de tal forma que le hizo bajar el arma, se hizo seguir hasta la
caballeriza.
Juan José de repente sintió una pesadez en la nuca que atribuyo al desvelo y el par de copas que había
tomado; el coyote fue y vino de la entrada de la hacienda.
Juan José comprendió que pedía ser seguido, por lo que intrigado montó en príncipe y emprendió el
galope tras el animalito que parecía correr como el rayo, siempre dos metros delante, cuidando no
perdérsele de vista.
Sin darse cuenta, Juan José llegó a la entrada del pueblo donde los gallos entonaban sus primeros cantos;
era una escena extraña, no sabía porque estaba ahí, el coyote había desaparecido, presintió que algo raro
había en el clima, como un frio que no era precisamente el de la agonizante madrugada; era como sí todo
le dijera que estaba en la entrada del pueblo, pero al mismo tiempo algo dentro de él lo desmentía,
diciendo que era un lugar que solo se le parecía, como un sueño a la realidad o como la realidad a un
sueño.
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A lo lejos se vio una nube de polvo, de la que salió un pelotón de soldados que venían maltrechos, callados
y con los ojos fijos; se le acercó el oficial, sin bajar del caballo, príncipe relincho nervioso.
Soy el capitán Pedro Robles –Dijo el oficial- Vengo del pueblo de Berriozábal, dígale a mi general Robles
que la misión ha sido cumplida; fuimos emboscados, pero acabamos con todos los salteadores.
¿Y porque no entra al pueblo y se lo dice personalmente capitán? –Preguntó Juan José-
Vamos cortos de tiempo a otra misión que no puede esperar Don Juan José -Le respondió el militar-
Como sabe mi nombre –Interrogó intrigado- ¿Acaso su hermano ya le habló de mí? Porque él me dijo que
también seriamos amigos.
El militar sonrío. ¡Algo por el estilo Juanjo! Y no solo te considero amigo, sino mi hermano que a mí ya
no me la puedes jugar igual que a Luis ¡Bandido! –Dijo con una sonrisa de franca amistad-
El sentimiento que tu corazón guardaba por Amalia en eso te convierte –Juan José se sorprendió aún
más–
¿Es que también ella te habló ya de mí? ¿Cómo es posible que sepas tanto si no ha estado en el pueblo?
¿A poco tan rápido corren las noticias?–Intrigado cuestionó-
¡Muy rápido ya para mí! –Sin darle tiempo de reaccionar, añadió- Voy a luchar en otro frente, apoyando
a mi madre en la defensa de nuestra sangre; tú que aquí quedas debes dar tu mejor esfuerzo, no dejes
abatirte por el orgullo ¡Que tu amor es grande, pero grande serán las pruebas también! Sobre todo,
cuídate del hombre que cabalga con el diablo, no alimentes su maldad con tu vanidad o poca templanza,
porque él dará vida con la suya a tu tragedia y llanto ¡Cuidáte de ti mismo Juanjo! -Dijo el capitán
emprendiendo su marcha, alejándose con su pelotón tan rápido como el viento, sin darle oportunidad a
más, dejándolo mudo en una nube de polvo mientras los perros del pueblo aullaban lastimosamente-
Juan José aun desconcertado, entró al pueblo y vio una actividad militar inusual, marchaban pelotones
militares desde el arco hasta el parque central; cabalgó sereno hasta llegar a la iglesia, donde las
campanas repicaron diciendo que alguien había muerto.
Pasó frente a una de las casas de la calle principal, habitaba por el general Robles y familia; se
estremeció al ver un crespón negro y racimos frescos de claveles o rosas que indicaban el pésame de los
principales de la región ¡Alguien de la familia había muerto! La angustia se apoderó de él, bajó del
caballo y caminó presuroso al interior de la casa que estaba con las puertas abiertas de par en par,
flanqueadas por soldados y mujeres con rebozo rezando; buscaba la imagen de Amalia que sosegara el
terrible miedo. Al voltear se encontró frente a frente con el general Robles, quien vestía de luto y con una
tristeza que solo sostenía su carácter militar.
Gracias por su presencia Juan José, no pensé que se enterara tan pronto, apenas anoche al salir del baile
nos dieron la terrible noticia: ¡El capitán Robles murió en cumpliendo de su deber! –Lamentó el militar-
¿Luis? –Preguntó tembloroso Juan José-
Pedro –Contestó el general bajando la cabeza como dejándose vencer por el dolor- El capitán Pedro
Robles de Almeida se ha ido como lo hacen los militares, en el campo de batalla –Se compuso el general,
alzando la cara por la que rodó una lagrima mescla de dolor, dignidad y orgullo–
Juan José perdió el color ¡Imposible! -Exclamó- Lo he encontrado hace unos momentos en las afueras del
pueblo con su pelotón y me encargó decirle que la misión había sido cumplida y que no podía entrar al
pueblo porque tena otra comisión urgente.
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El capitán Robles fue un militar de honor, ni la muerte le impidió cumplir su misión y dar parte –Dijo con
el mismo orgullo al tiempo que daba la media vuelta para ir a desahogar su pena a solas-
Se quedó unos minutos estático, entre la multitud que se arremolinaba en la casa; hasta que Luis se
acercó y comprendió que no había error; era cierto, el capitán Pedro Robles había muerto y a él le confió
su última voluntad. Los dos hombres se dieron un abrazo mudo y se miraron de tal forma que ya no serían
nunca más amigos, sino hermanos.
Mi hermana está inconsolable –Dijo Luis- A pesar de su dolor no deja que nadie más arregle las ultimas
ropas de su Pedro, ve y consuélala, ahora sé que solo tú puedes hacerlo, le haces más falta tú que yo; Ve,
qué yo tengo la encomienda de mi general de ir y asegurarme de que no haya quedado vivo ningún
salteador antes de que el cuerpo de mi hermano se enfríe.
Iré contigo –Dijo firme Juan José-
No hermano, ahora tú le haces más falta a otra Robles, además la hombría de mi hermano y la piedad
divina no permitirán que encuentre vivo a ninguno de esos bastardos –Añadió Luis- Será una inspección
de rutina, para identificar los cadáveres y recoger a nuestros hermanos que entre las rocas quedaron.
Juan José no dijo más, Luis se dirigió a su caballo y montó, cuando josefina, la hija de Don Roque García
lo sujeto por el pantalón y como mirando al cielo le dijo: ¡Cuídese capitán!
No sientas angustia –Contestó Luis- Habremos de volver con bien.
¡Cómo no he de sentirla! Si la que a un militar el corazón da, jamás tendrá una noche serena en la espera,
con soledad y angustia como únicas compañías, ahora lo sé –Dijo la chica con vergüenza y pudor-
Egoísta soy –Dijo Luis al tiempo que rozaba su mano- Que en éste momento tu angustia es mi mayor
felicidad.
Se vieron por un momento y los dos supieron, acordaron su destino. Luis emprendió el galope al mando de
la compañía rumbo a Berriozábal.
Juan José se acercó tembloroso al féretro, sintió una descarga eléctrica a ver el mismo rostro que le
sonrió en la entrada del pueblo, solo que ésta vez tenia sangre negra ya pegada en los oídos y un color
marfil inútil a la vida que resaltaba aún más lo blanco de su piel.
En tal contemplación pensó en voz alta y dijo ¡No puedo creerlo! Talvez fue un sueño en realidad, no pudo
haber sido –Trataba de convencerse, cuando sin darse cuenta, una vieja rezadora lo miró profundamente
al hablarle-
A veces no hay nada más alejado de la verdad que la realidad joven amo –Le dijo mientras se persignaba-
Y hay que salir de ella, aunque sea en sueños para encontrarla, como Usted lo hizo a las afueras del
pueblo.
¿Cómo sabes eso mujer? –Preguntó sorprendido-
Porque trae Usted al muerto encima, su frio le quedó como granizo de la mañana y lleva su corto tiempo
para que a los rayos del sol se derrita; así yo veo que Usted fue y vino de un lugar que es aquí pero a la
vez no, haga caso de lo revelado y que Dios lo bendiga –Contestó la mujer para seguir con su letanía-
Rayaba el medio día y el calor hacia casi insoportable la estancia en el interior de la casa, un olor mezcla
de sudor, lágrimas y cera quemada penetraba hasta los huesos. Casi todo el pueblo se hizo presente,
desde la mejor sociedad, los hacendados y comerciantes más ricos hasta los peones y soldados más
E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 28
humildes con sus respectivas familias; ningún soldado del batallón quería retirarse sin darle el último
adiós al capitán Robles.
Juan José, ya sentado en la sala, esperaba el momento propicio para ver a Amalia, en eso entró Doña
Adelita con un bello racimo de rosas que depositó frente al ataúd, se dirigió hacia su hijo y le puso la
mano en la mejilla.
Penoso es tu sentimiento e infortunados los acontecimientos que dilatan tu felicidad hijo mío –Dijo
mientras se sentaba a su lado-
Se oyeron tres descargas de fusil afuera de la casa y un grito colectivo de exclamación que se elevó al
cielo en una sola voz ¡Viva el Capitán Pedro Robles!
Enseguida entró un escuadrón de generales en traje de gala, habían llegado desde la capital de la
república en avioneta militar para hacer la guardia de honor al cuerpo presente. Al frente de ellos, un
militar de edad madura, rostro duro y piel surcada que ostentaba cuatro estrellas y un águila en la frente
mandó por el general Robles, mientras los demás rodeaban en posición de firmes el ataúd por las cuatro
esquinas.
El general Robles se presentó ante el superior con saludo militar, éste no se lo devolvió, en vez extendió su
mano franca y un fraternal abrazo ¡Valor compañero y amigo! ¡Honor compadre! –Le dijo- Tu pena es la
mía también. De inmediato aquél jefe militar se posicionó firmes al costado izquierdo del féretro mientras
esperaba que su compadre Emilio tomara el derecho; sin embargo en una imprudente acción el general
Fernández se adelantó.
¡Permítame el honor de montar guardia a su lado mi general! –Fernández Exclamó sin que obtuviera por
contestación más que una breve y seca mirada-
¡Qué tragedia! Perder un joven oficial tan valioso mi general ¿Cuándo será que un hombre como éste
llegue a la silla? –Prosiguió Fernández en superficial halago al caído en cumplimiento del deber-
¡El sur necesita mejores oportunidades! ¡Necesita hombres como el capitán Robles! ¡Necesitamos un
presidente sureño mi general! Sería muy provechoso para los intereses de la revolución –Seguía
murmurando-
Desde luego que eso lo determinarán allá en el centro, ustedes los máximos jefes ¡Sí yo tuviera la
oportunidad mi general! ¡Haría grandes alianzas en beneficio de todos los que como Usted hicieron
triunfar la causa! Claro que solo he sido gobernador, todavía no he sido presidente…
¡Ni lo será general! –Remató en seco el jefe, molesto ya de su falta de tacto y respeto al tiempo que lo
dejaba mudo en firmes, pues con una seña dio el visto bueno para que otro general del estado mayor
ocupara su turno en la guardia de cuerpo presente en tanto él se dirigía a consolar a su hermano y amigo-
Los dos generales se dirigieron a la biblioteca, pues quien sería conocido como jefe máximo de la
revolución no deseaba dar oportunidad a otro de los presentes para hacer de un momento de pena
oportunidad política; ya en privado el ministro de guerra dejó fuera todo formalismo para consolar a su
estimado y admirado compadre.
¡Eres mi hermano mayor canijo! Y no habría con quien más elegiría estar en mi última batalla que
contigo Emilio –Dijo el compadre sacudiendo con vigor sus hombros-
Aún me acuerdo compadre, como jugaba Pedro de chamaco entre las balas mientras ambos combatíamos
por la causa revolucionaria, desde entonces mostró coraje y valentía, aun siendo todavía un niño corrió
E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 29
en el campo de batalla para levantar la bandera que con su portador había caído ¡Fue soldado desde que
nació! Y como tal murió.
Gracias Plutarco, no me tienes que decir más, sé el cariño que le tenías a tu ahijado –Dijo el General
robles-
¡Cariño y admiración compadre! ¡Como que siempre me gustó pa´ ser el padre de mis nietos! Yo esperaba
que ésta navidad próxima formalizara con mi Natalia, ya ves que se escribían a menudo ¡Desde niño me
cuadró el pelao! Desde que nació y me diste el honor de ser su padrino de bautizo pensé que nuestras
familias podrían unirse; pero la voluntad de Dios fue otra compadre –Dijo bajando la mirada-
¿Recuerdas cuando de chamaco le dijo a Álvaro que no necesitaba de su otra mano pa´ sostener la
pistola? –Preguntó con nostalgia intentando no dejar ir lo mejor de su ahijado- “¡No se agüite mi
general!” “¡Con una le basta!” Le animaba con esa sonrisa de diablillo bendito que siempre tubo mí
ahijado ¡Ah! Pero cómo lo defendía también, cuando se encorajinaba les gritaba a quienes le querían
hacer burla o escuchaba un mal comentario: “¡Más vale manco que capado!” ¡Era canijo de bravo como
su padre! ¡Pero noble y de temple desde chavalillo mi ahijado Pedrito! –Esbozó una sonrisa de
resignación como queriendo borrar con los pocos momentos de gracia los muchos de penas y batallas que
el joven capitán vivió-
Álvaro te envía sus sinceras condolencias, él quiso venir conmigo pero tú entiendes compadre ¡Ésa
bendita silla es la peor de las mujeres! Por celosa y posesiva; aun así, ahí andamos muchos como perros
tras ella no’ más tantito y nos hace ojitos ¡Hombres al fin! Nos encantan las devoradoras –Volvió a
obsequiar una disimulada sonrisa con el mismo afán de levantar el ánimo-
Qué no daría compadre, porque mis ahijados hubieran sido maestros de escuela –Prosiguió siendo él
quien decayera extraviando la mirada que por un momento se cristalizó- Sabes que yo cambiaria sin
pensarlo éstas estrellas que llevo en la frente por las de ésas pequeñas sonrisas en un salón de clases, que
son la esperanza y futuro de nuestra joven madre patria; pero mis ahijados nacieron como hijos del trueno
de los cañones de guerra y Pedrito tuvo el destino de los grandes compadre, se fue joven y en todo su
esplendor; sabemos que un buen soldado no debe envejecer porqué de héroe pasará a tirano, como pasó
con “El Chato”, nuestro ídolo de juventud y gran maestro, que luchó contra los invasores y de quien su
peor enemiga fue la vida al quedarse tanto en él, igual que ésa silla que tanto lo amó ¡Como a nadie! Fue
su mejor amante.
¡Más que el destino! –Interrumpió con todo y su pena el general Robles en defensa de su gran maestro y
padrino- Fueron intereses extranjeros que como peones movieron a nuestros héroes en el tablero mundial
de los hermanos mayores, señores del oro negro y el acero, quienes decidieron apoyar al espiritista ¡No
hay que formarle injusto juicio al soldado de la patria! –Reprochó-
¡Contigo no se pude de plano Emilio! ¡Tú fuiste el único de nosotros que fue llamado desde tan lejano
oriente! Sabiendo qué era para conducir el destino de la nación; sí tú hubieras recibido la banda como
nuestro maestro la recibió de Nepomuceno, el suyo ¡Nada de todo esto que ahora pasa hubiere pasado!
¡Pero no quisiste dejar tu propia soberanía! Jamás pude convencerte de que semejante causa bien valía tu
vida, la mía y la de todos nosotros hermanos mexicanos ¡No sé qué te hizo cambiar de opinión! Si desde el
colegio ya lo teníamos planeado –Hizo una breve pausa el jefe revolucionario, como tratando de contener
un antiguo reclamo a su gran amigo, por no ser el momento apropiado, sin que tuviera éxito en ello-
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EL MALPARIDO -NOVELA EN VERSIÓN DIGITAL GRATUITA-

  • 1. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 1 EL MALPARIDO Por Iten Mario Mendoza Camacho MCMLXXXVIII ISBN.: 978-607-00-8468-3.
  • 2. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 2 Sonaba alegre la marimba y el sabor de la caña hacia juego en la cantina; de pie en la barra, Don Juan José bebía su aguardiente como casi todas las noches lo hacía, en la misma actitud, pensativo y ausente. Ésa noche era especial y negra en su recuerdo, el baile de la Candelaria, aquélla feria donde veinte años atrás toda su vida cambiara. Esa música, la misma música, que hacía más amargo el recuerdo; tanto que a boca de botella empezó a tomar. Ya ándese Don Juan José -Le dijo el cantinero- Mire que ya es muy tarde, ya está muy bebido, se lo digo con respeto, váyase y descanse. El hombre siempre vestido con un viejo y descolorido traje de charro azul sin botones pareció no escuchar, Aunque maltrecho no solo por su nombre e historia todos le conocían en la región; si bien el abandono de su persona lo hacía prácticamente un pordiosero, se le notaba en lo que le quedaba de pinta y su mirada que no era de mala cuna. Al bajar la vista hacia su vaso oyó pasos en la entrada de la cantina, como si le clavaran un puñal en la nuca volteó de inmediato para encontrarse con un hombre joven que sin más echó mano a su revolver. Él sabía la respuesta, aunque borracho saco igual o más rápido aquella bella pistola escuadra calibre cuarenta y cinco que siempre cargaba en la cintura, aquélla que su padre le dejó, la cual trajo con gran orgullo de una guerra muy lejana en la que sirvió de joven, obsequió de un oficial de ejercito extranjero por salvarle la vida en tierra de las Valkirias le contaba, en donde la neblina se volvía amarilla y enloquecía a los hombres, dejándolos rabiosos, ciegos o muertos. Todo indicaba que sería un duelo sin palabras, fulminante como el rayo, cuando casi los tiros estallaban, aquel joven gritó con una mezcla de rabia y orgullo: ¡Yo soy el malparido! Enseguida se oyeron dos tiros como gemelos. En ése momento Don Juan José recordó, al tiempo que sus ojos se agrandaban y una leve sonrisa de alivio se dibujaba en su rostro; recordó donde nació, aquella vieja casona, la casa grande de la Hacienda de Santa Rita, recordó como su padre una fría madrugada de gallos por una apuesta que a una mujer casada encerraba la vida perdió, de cómo su madre le lloraba, de cómo a los diez años ya era el patrón. Juanjo ¡No seas bruto! Bájate de ese animal –Gritaba Doña Adelita angustiada al ver a su hijo haciendo un baile con la muerte en el lomo de aquel corcel árabe indómito, casi morado de su negro esplendor- No se asuste madre, éste caballo es pa’ mí, como la pistola que mi padre me dejó –Orgulloso contestó Juan José- Te dejó también lo vanidoso y terco muchacho atrabancado –Dijo la mujer de rostro cándido en un tono de complacencia mal disimulada- No se enoje Doñita –Intercedió uno de los caporales- Solo nos estamos divirtiendo un rato, es que pa´ los caballos sin domar mi patrón es mero bueno. Y pa´ las potrancas también –Dijo otro- ¡Bueno, bueno, ya basta de bulla! –Ordenó con una sonrisa la matriarca- Es mucho relajo y poco trabajo ¡Órale señores, a trabajar! Como Usted ordene madre –Acató Juan José- ¡Nicasio! Cuídame bien a éste caballo, que de hoy en adelante será el único que montaré, trátalo como si fuera un príncipe ¡Me gusta! Así te llamarás –Dijo mientras acariciaba al bello animal- ¡Príncipe!
  • 3. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 3 La tarde caía en aquella casona, mientras Doña Adelita tejía en su mecedora como todas las tardes, en el amplio corredor adornado de bellos rosales que en otros tiempos ella sembró; la tristeza de la viudez no la dejaba, muy a menudo su vista se le oscurecía escondiéndose en el recuerdo y es que a pesar del sufrimiento que Don Juan Esteban le causaba por sus vicios y mal carácter, fue y siempre sería el amor de su vida; sus ojos chispeaban luminosos al contar como él le habló de amores, qué pinta de charro – Decía ella con veneración- Siempre que contaba sus anécdotas a su hijo; aun cuando más de una década de su muerte hacía, no dejaba de recordar a ése hombre, mezcla de ángel y demonio, de hombre y de niño que le robó el corazón desde la primera mirada, desde la primera palabra. Él era el joven amo, el hijo del gran patriarca de Santa Rita y San Ricardo, Don Juan Mario de Mendoza y Espinosa, de ilustre abolengo e inmenso poder; Ella no desmerecía, su padre hacendado y su madre fina virgen española emparentada con las cortes de Castilla le hacían perfecta para la descendencia requerida; por lo que no pasó mucho tiempo y el compromiso se dio, los viejos por interés y tierras, ellos por amor y pasión. Tejía y recordaba las dichas de antaño, cuando ella era la Señora de toda la región, cuando su esposo era temido y respetado, hasta el día que murió; y esa rabia, que por una bruja gitana de piel morena y baile hipnotizante su esposo con un puñal por la espalda murió; aquellos gitanos desaparecieron para siempre, la caravana se perdió en el olvido de los años. La vieja hacienda ahora renacía en las manos de su Juanjo, por un momento dejo de tejer, entrelazando sus manos y alzando su mirada hacia su retoño ¡Que orgullo sentía! Que futuro tan prometedor tenía su sangre con ese muchacho carne de aquél hombre que adoró y recuerdo vivo de su amor. Al sentir los ojos cálidos de su madre, Juanjo se le acercó ¿En qué piensa madre? –Preguntó con una devota sonrisa- ¡En tu padre hijo! En como Dios me permite verlo a diario en ti –Respondió al tiempo que le acariciaba la mejilla- ¡Que feliz y orgulloso estaría de verte! Él la miró con agrado mientras se postraba a sus pies acomodando su cabeza en su regazo; por unos segundos nada dijeron, cuando él alzó la mirada Doña Adelita comprendió que algo en el corazón de su hijo había que él no decía. Habla hijo –Alentó ella- Porqué tu aflicción, ya no ríes tanto y suspiras más, desde hace días te veo inquieto ¿Es acaso lo que me imagino? Por algo eres mi madre -Él murmuró- Son penas de amor madre, de unos ojos que reflejan el cielo, desde el día que me vieron me han hecho su esclavo, los traigo clavados de día y noche y cuando en ellos no pienso, esa sonrisa me asalta ¡Una mujer madre! Una aparición que parece no tocar el suelo cuando camina. ¡Vaya hijo! y quién es ésa muchacha que te ha robado la calma ¿Ella te corresponde? No me confunda más por favor -Angustiado contestó- No sé quién es, ni de dónde viene, en la iglesia la miré ella me miró, pero ni por un segundo sus ojos me aceptaron; digna pasó ante mí, con un fino vestido azul que con sus ojos hacia juego. Pasó a mi lado madre, pasó por mí como un terremoto y sentí un frío que me heló el cuerpo, la lengua y el corazón, no pude palabra decir; como un sueño se me escapó y no la volví a ver.
  • 4. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 4 ¡De qué manera fuiste a caer hijo mío! –Suspiró sonriente su madre- Te has enamorado a primera vista ¡Si lo sabré Yo! Si madre, ya mi vida no es mía, le pertenece desde ese día, desde que nací tal vez. Te comprendo hijo -Le dijo tiernamente su madre mientras le acariciaba la mejilla- Pero quién es ésa aparición que te ha secuestrado el alma ¡Dime hijo! Que hasta ella iré para decirle de ti; la miraré como a una hija y le hablaré tiernamente para alentar su corazón. No sé madre, no sé –Angustiado contestó, mientras se ponía de pie y le daba la espalda para ver a la joven noche con brillantes de esperanza- Lo único seguro es que en baile de la Candelaria estará, eso me lo dijo el monaguillo de la iglesia donde ella se confesó, que era la hija del nuevo jefe militar, quien recibió el mando al General Fernández, ya ves que se dice irá de nuevo por la gubernatura. Nosotros nada sabemos de eso, somos gente de trabajo no de política hijo, vivimos de nuestro esfuerzo no del ajeno; cuando a tu padre le preguntaban sí era político, siempre respondía con una pícara sonrisa: ¿Qué pasó compadres? ¡Yo soy gente decente! Cuando le preguntaban reiteradamente si no había pensado en la gubernatura siempre decía que pedía a Dios lo librara todos los días de malos pensamientos –Dijo sonriente Doña Adelita para tratar de aliviar la ansiedad en su Juan- No desesperes hijo, el llamado que sentiste, nunca es solista si es verdadero, te aseguro que resonó también en el corazón de ella ¡Aunque bien supiera disimularlo! Porque en dueto es la única manera que se puede escuchar ésa sinfonía llamada amor. Entonces no pierdas la calma, ella estará en el baile y tú no has de faltar; te daré el traje de charro de tu padre, el negro de botones y bordados de oro, el mismo que uso cuando me conquistó ¡Ahí estarás hijo! Más digno y apuesto que cualquiera; si en verdad su corazón escuchó ésa melodía, no lo dudes, también sintió el mismo temblor, también solo de ti le habla ¡Anda muchacho! Ve y descansa ya, que el baile es mañana. De nuevo la sonrisa iluminó el rostro de Juan José ¡Qué feliz soy madre! Mañana la veré, alistaré al príncipe, limpiaré mi pistola y tú plancharas ese traje como si fuera para mi padre; ella me amará como yo lo estoy haciendo ya ¡Lo sé! –Le dijo como diciéndoselo al cielo- Se quedó sonriendo largo rato, mientras su madre se dirigía a su habitación. Miraba cada estrella, quería gritar de emoción; como deseaba que el sol saliera y después la noche otra vez, que ese baile comenzara; así ni cuenta se dio cuando quedó dormido; hasta que el gallo anunció la alborada y los campesinos desfilaron a los campos. Así se despertó, con una idea fija ¡Nicasio! Ven acá –Gritó- Pronto aquel campesino canoso con sombrero en mano apareció ante Él ¡Alístame al príncipe! Como si la propia Virgen María fuera a montarlo –Ordenó- Nicasio incrédulo, solo pudo entender lo grande de la ocasión y corrió hacia la caballeriza para realizar la tarea. ¡Madre! ¡Madre! –Gritaba Juanjo presuroso por los pasillos de la casa- Alísteme ese traje que yo iré a ver los animales al arroyo, hoy quiero terminar temprano, ya sabe Usted porque. Anda muchacho, no comas ansias, todo saldrá bien –Le contestó su Madre- Él dándole un beso en la frente desapareció frenético rumbo a los campos.
  • 5. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 5 Así transcurrió el día y la tarde; Juan José volvió de la jornada más temprano y más animado que nunca, a lo lejos en el parque central del pueblo ya se oía la marimba ensayar, junto con algunos cuetes y triques, señal de que el baile pronto comenzaría. La feria de Candelaria era el festejo más importante del año, dándole al pueblo vida y bullicio; las noches calladas ya no lo eran más, al menos por unos días; puestos con todo tipo de dulces y juegos hacían divertida la velada, para los hombres, gallos y caballos no faltaban, como tampoco aquellas grandes apuestas a los albures, donde cada año había nuevo rico y nuevo pobre, al menos un suicido o un baleado, eso por juego, otro tanto más por los alcoholes y otro por amores. Fue en esas mismas fiestas diez años atrás que su padre perdió la vida; ahora ya no era más recuerdo triste, era promesa de felicidad. Juan José se apresuraba en su arreglo, rasurándose y gritando por todo. Cada sirvienta corría por la casa como loca, no era para menos, el patrón tenía que estar radiante, era su gran noche; mientras Doña Adelita casi lloraba de nostalgia al ver aquel fino traje de charro color negro y oro, aquel traje que alguna vez guardó a la otra mitad de su ser, ahora serviría a la misma sangre, con el mismo propósito, la misma ilusión: El amor. Aunque tenía más de una década guardado estaba reluciente, solo le faltaba una planchada y listo ¡Doña Adelita corrió a la cocina y le dijo a la sirvienta: “¡Apúrate con ese carbón Lupe!” Que espero con la plancha en mano. Juanjo cantando se perfumaba y checaba su pistola ¿Ya está ese traje? –Gritó fuerte y alegre- En un tantito patrón, que su madre no quiso que nadie más lo planchara –Contestó Lupe- Está bien, en cuanto esté me lo traes ¡Pero cuélale Lupe! No te quedes ahí pasmada -Ordenó con una sonrisa ansiosa- La chica fue por el traje y lo colocó en la cama de Juan José mientras él se arreglaba la camisa; volteó y vio el traje con verdadera emoción, se lo puso y sintió como si tuviera una nueva piel, la del tigre de las montañas. Se presentó ante los ojos de su madre, que al verlo se hicieron claras lagunas de llanto, no pudo hablar, le extendió los brazos y al tenerlo entre ellos dijo como quien respira por primera vez: “¡mi’jo!” ¿Por qué llora madre? Por la alegría, eres todo un hombre, la viva imagen de tu padre –Dijo aspirando el aroma añejo del traje que se entrelazaba con el nuevo- ¡Anda! Vete ya, que el baile está por comenzar, que Dios te bendiga hijo. Salió Juan José montado en príncipe cabalgando hacia las luces del pueblo, hizo su entrada en el dejando mudos a todos; era la dignidad y hombría en traje de charro. Bajó de su caballo y caminó entre la gente que daba vueltas al parque; buscando alguna cara conocida, se estacionó en un puestecito donde vendían jocotes y mistelas; ahí todos lo veían y él veía a todos pasar. ¡Juanjo! ¡Juanjo! –De entre la multitud se escuchó- Vio acercarse a un joven alto de tez clara y de buena pinta, con los brazos prestos a un abrazo. Eduardo ¡Qué pasó condenado! Qué milagro hermano, desde las carreras de caballo que no te veía, van para tres meses ya –Reprochó Juan José- Pues ya ves, me robé a la hija de Don Anastasio, el de la finca el porvenir –Pícaro presumió- Si me enteré –Contestó Juanjo en tono más serio- Carmen fue la comidilla del pueblo, dicen que no le cumpliste ¿Es verdad?
  • 6. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 6 Pues, es que ella tampoco me cumplió a mí –Replicó Eduardo mientras hacía un gesto de desaprobación- Me pago mal, te lo digo a ti que eres como mi hermano, ella ya sabía lo que era la atención de hombre; ahora arrepentido estoy, su padre y hermanos enfurecidos, quieren que repare una falta que otro había cometido ya. Pues entonces cuídate, que ellos deben andar por aquí –Advirtió Juan José- Lo sé, pero ando en busca de Herlinda, la delgadita de la panadería ¡Ella si es ley! Hoy nos quedamos de ver, solo por ella bajé al pueblo, así que mejor me voy, no vaya a ser las del diablo. ¡Ándale pues! Ya sabes que en la casa grande de Santa Rita tienes a un amigo, que más que amigo, hermano. Se dieron un abrazo y Eduardo se perdió entre la multitud. Juan José sacó unas monedas para darle al muchacho que siempre lustraba y enceraba sus botas, se habían empolvado en el trote al pueblo, mientras el chico hacia su tarea, sacó un cigarrillo y lo prendió, al alzar la mirada, la vio. Ahí venia ella y de nuevo la tierra tembló adormeciéndole desde los pies hasta la lengua, mientras que un volcán hacia erupción en su estómago ¡Es real! Dijo en su pensamiento, no fue una aparición; el mismo frío lo invadió conforme ella se acercaba con un vestido café claro bordado de flores en vivos colores, el pelo medio recogido y la cintura adornada con un discreto listón azul que hacia juego con sus ojos. Decidió hablarle, dio dos pasos al frente, más al ver a un señor maduro y con porte de militar a quien juzgó su padre creyó más apropiado presentarse en mejor y más formal ocasión. Al pasar a su lado esos ojos azules lo arrasaron, llevándose de golpe en su primera vuelta al parque lo que le quedaba de él; ella lo miró sin mirar, fue un segundo que duró una eternidad y volteó su mirada con una leve sonrisa hacia donde sus pasos la llevaban. Juan José pensó que un rayo lo había fulminado, pero salió casi de inmediato de su fascinación para seguirla y buscar el momento adecuado, una señal, que le diera la oportunidad de hablarle y de escucharla. Vio cómo se paraba en un pequeño kiosco donde vendían aguas frescas y nieves de sabor; se sentó en una banca de hierro forjado de las que se había puesto en tiempos de Don Porfirio. Sin saber nada, si era mujer soltera o comprometida, hizo acopio de fuerzas y se dirigió a la banca donde su corazón ya estaba, pensando en la forma de presentarse ante ella y su comitiva. A unos pasos de hacerlo, se escucharon varios disparos seguidos de gritos; atrás del kiosco una cuenta se había saldado. Vio atónito salir de entre las sombras a Eduardo con las manos en su pecho ensangrentado; al mismo tiempo una mujer gritó enloquecida: “¡Mi hijo, me lo han matado!” Era Nacho, primogénito de Don Anastasio y uno de los mejores tiradores de la región, quien había caído en el duelo no sin antes herir a su oponente. Antes de que llegara Eduardo a los brazos de su amigo salió a sus espaldas Marcos, el menor de los Cruz, que al ver a su hermano muerto por el enemigo, con rabia descargó su revólver en la espalda de Eduardo quien cayó fulminado. En el acto Juan José sacó su pistola, mientras Marcos se daba a la fuga, pero prefirió no dejar en el suelo a su amigo ni quitar su brazo de él. Se dio cuenta que el hombre mayor que acompañaba a su amada estaba con pistola en mano, al igual que los cuatro jóvenes que lo escoltaban; dio la orden de perseguir al asesino y de inmediato dos de los jóvenes corrieron tras Marcos.
  • 7. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 7 Pese a su rabia, Juan José no pudo hacer lo mismo, ella lo tenía anclado, la miró desde el suelo donde tenía abrazado el cuerpo de su amigo, ella se acercó arrodillándose para con una mano cerrar los ojos de Eduardo mientras con la otra le ofreció su pañuelo a Juan José casi limpiándole la mejilla ensangrentada. No se dijeron nada, cruzaron la mirada por un momento y ella se puso de pie, se persignó y dio la media vuelta para dar paso al hombre maduro, quien se dirigió a Juan José. Soy el General Emilio Robles –Dijo aquél hombre- nuevo comandante de ésta zona militar; siento presentarme en ésta circunstancia Don Juan José, pero usted es el hacendado más importante de la región y además vecino de la partida militar, así que nos estaremos viendo con frecuencia. Ellos –Señalando a dos los hombres jóvenes que le acompañaban- Son mis hijos y capitanes también, Luis y Pedro; mi hija, Amalia a quien usted ya vio. Que lamentable acontecimiento ¿Conocía usted a éste joven? –Preguntó el General- Era como mi hermano –Contestó con impotencia Juan José – El militar comprendió y suavizando el tono le dijo: “Lo siento mucho, por favor avise entonces a la familia o viuda si la hay. Yo le doy mi palabra de que se hará justicia”; Sin decir más, se retiró con sus hijos. Juan José se incorporó y quedó inmóvil parado al lado del cuerpo de su amigo contemplándolo en silencio; mientras algunas mujeres ya habían encendido velas en cruz para los dos cadáveres murmurando quedo una oración. Entonces vio el pañuelo de tenue color cielo con las iniciales “A.R” lo acercó a su nariz al tiempo que cerraba los ojos y como una suave brisa de consuelo aspiró aquel aroma, el mismo que engalanaba el viento cuando ella estaba cerca. Guardó el pañuelo en la bolsa del pantalón y así terminó aquella noche en la que él suponía hablar con la joven que lo había cautivado; aunque de forma extraña, tal vez por la tragedia, se habían dicho tanto en esa mirada, que aun sin conocerse, sin hablarse siquiera, algo le decía que ella de su existencia y de lo que su corazón sentía estaba enterada y bien correspondía. Con el ánimo triste, Juan José dio el aviso a la familia de Eduardo, mientras que en la panadería a dos cuadras del parque se oían lamentos amorosos e inconsolables de una joven que esperando quedó al destino. Muy entrada la noche llegó a la casa grande, en silencio, lento, como si a ningún lado fuera; para su sorpresa su madre estaba todavía sentada en la mecedora del corredor, inmovible, esperando su regreso, con un miedo oculto del pasado. ¿Qué pasó hijo, acaso un mal comienzo? –se adelantó a preguntar- No madre –Contestó mientras bajaba del caballo- Con ella no pude hablar, pero la vi y me miró, por primera vez sentí la cálida atención de su corazón, solo para mí; pero aquel con el que jugaba entre las milpas y después juntos empezamos a cazar, aquel con el que compartí las inquietudes de la adolescencia, ése ha muerto hoy madre ¡Ha muerto Eduardo por la mujer equivocada! –Dijo mezcla de coraje y resentimiento- ¡Lalito! Era de esperarse –Contestó doña Adelita con verdadera tristeza en el corazón- No madre él fue engañado y después muerto por ese engaño. Cálmate hijo –Dijo Doña Adelita mientras se ponía de pie- Eres muy joven para entender que en verdad fue su culpa, por no saber elegir; escoger es privilegio del hombre y el de la mujer no soltarlo jamás, hasta su muerte. Pobre Lalo, era buen chico, iré a la capilla a rezar por su eterno descanso.
  • 8. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 8 Ya regresaba su madre de rezar y él todavía estaba inmóvil, como queriendo comprender. Ya no te entrometas más hijo, no dejes que la sombra de la venganza empañe tu corazón; ve a descansar, que mañana estaremos presentes con Lalito en el panteón. Otro nuevo día se pintaba ya en el horizonte y como era costumbre, la casa grande se despertaba con bullicio de los campesinos, peones y vaqueros desfilando a los campos. Juan José se levantó más tarde que de costumbre, se aseó y se dirigió al comedor, donde su madre ya lo esperaba sentada con la mesa puesta. Buenos días madre –Dijo él- Sin más preámbulo se sentó y de inmediato Lupe le sirvió un jugo de naranja y le dijo: “Patrón, ahí está un señor militar, que quiere hablar con usté de algo importante”. Pásalo a la biblioteca, en un momento estoy con él –Respondió- Solo pudo darle un sorbo al vaso de jugo y se dirigió al encuentro. Al abrir la puerta de la biblioteca, vio al general Robles admirando un cuadro de tamaño natural de doña Adelita, pintado en su juventud ¡Que bella mujer! Deduzco su madre –Se adelantó el militar- Así es general, fue pintado por encargo de mi padre como regalo de bodas para ella; lo hizo alguien de la capital, artista de renombre. Sí, reconozco la firma –Dijo el militar mientras seguía contemplando la hermosa pintura- Espero tener el honor de conocerla y ponerme a sus órdenes. Vine para informarle personalmente que el asesino de su amigo ya está en manos de la justicia, Marcos Cruz pagará por su crimen –Afirmó el general- Mucho le agradezco la pronta acción, temía ver derramada más sangre hermana; Patricio juró vengar la muerte de su hermano –Contestó Juan José- Si lo sé -Repuso el general- Ya he avisado a la familia de Eduardo Camacho y están conformes de que se haga justicia. En eso, entró Doña Adelita con una charola servida con una jarra de limonada y bocadillos; espero no interrumpir –Dijo- Al tiempo que dejaba la charola sobre una mesita. Madre, le presento al general Emilio Robles. A sus pies señora –Reverenció cortés el general- En verdad el cuadro no le hace justicia, es usted muy bella, con todo respeto sea dicho –Aduló el general ante la mirada complaciente de Juan José- Es usted muy amable general, no les importuno más, pero espero contar con su presencia y la de su distinguida familia para el cumpleaños de mi hijo, el próximo sábado –Finalizó con una mirada sonriente de madre hacia su hijo- Me honra con la invitación, aunque no sabría por los deberes militares míos y de mis hijos si nos será posible. ¡Nada, nada! –Insistió Doña Adelita- Por lo que sé, tiene usted hijos jóvenes y muy apuestos, están en edad de conocer a las jóvenes del pueblo; sin mencionar a su hija, de quien ya me han hablado por ahí de su extraordinaria belleza –Dijo mientras miraba nuevamente a Juan José- Bien señora, ya veo que a usted nada se le puede negar, aquí estaremos -Contestó el general- ¡Bien entonces! Con su permiso, no les distraigo más de sus asuntos señores –Concluyó la matriarca al cerrar la puerta de la biblioteca con una sonrisa-
  • 9. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 9 Juan José y el general pasaron una hora platicando de cosas relacionadas con la zona, las costumbres y los pormenores de la gente que vivía en el pueblo; así, el general se retiró. Juan José quedó con un nudo en el pecho de emoción ¡Ella estaría para su cumpleaños! Buscó a su madre por toda la casa, al llegar a la capilla, gritó: “¡Madre querida!” Qué regalo más bello me has hecho ¡Ella vendrá! Prepara todo, tiene que estar perfecto. Lo sé hijo –Contestó en un tono que le invitaba a tranquilizar su excitación- La casa grande estará radiante, como lo estuvo hace más de veinte años; así como me recibió a mí, la recibirá a ella. Juan José el dio el beso acostumbrado en la frente y salió hacia el campo. Los días pasaron y al llegar el viernes los preparativos se hacían notorios, la limpieza era escrupulosa fuera y dentro de la casa; por la noche, la cocina tenía un ritmo frenético, grandes peroles de comida se preparaban y las carnes se componían para ser cocinadas en la mañana siguiente. En el comedor principal se pulían los cubiertos de plata y la bajilla Inglesa que doña Adelita guardaba como su más valioso tesoro y recuerdo de su madre, al igual que la inmejorable mantelería española y candelabros con incrustaciones de oro. Por fin era sábado, al salir el sol los campesinos de manera espontánea le entonaron las mañanitas al patrón; ese día no se trabajaba, era el día de fiesta. Juan José se levantó como un colegial emocionado; se vistió con sus mejores ropas y salió para recibir las felicitaciones y hurras de la gente de la hacienda. Doña Adelita no salía de la cocina y en el campo se preparaba la pista para las carreras de caballos que darían inicio al mediodía; para seguir a la comida y un baile por la noche al que solo estaban invitadas las mejores familias de la región. No por eso los campesinos dejarían de festejar a su manera, con fogata y caña; contando viejas historias, entonando corridos hasta el amanecer. Una vez recibidos los cumplidos de la gente de la hacienda, se dirigió a la cocina, donde su madre al verlo le dio un abrazo emotivo ¡Felicitaciones hijo! Es un gran día para mí -Le dijo- Y para tu padre que en gloria esté; espero que para tu corazón también –Profetizó con un brillo de buen deseo en los ojos- En ese abrazo estaban cuando a lo lejos se vio a Nicasio acercarse a todo galope ¡Apúrese patrón! Que los principales de la hacienda la Noria, Santa fe y demás ya están en la pista para las carreras; preguntan por uste –Dijo sin bajar del caballo- Adelántate a decirles que ya voy -Ordenó- Se despidió de su madre y montó en príncipe rumbo a la pista que se encontraba en un claro cerca del arroyo; al llegar, los hacendados hicieron paso a Juan José, que ni bien había bajado del caballo y ya estaba entre una rueda de gente ansiosa por abrazarlo y felicitarlo. No era para menos, el joven hacendado más poderoso de la región y soltero; más de uno de los presentes tenía la intención, de como era costumbre, presentarle a una hija; juntar tierras, juntar poder. Juan José se dirigió a la parte central de las gradas improvisadas, a lo lejos se vio un militar a caballo, era un oficial de impecable postura, tez clara e inusuales ojos azules, quien fue directamente hacia Él. Soy el capitán Luis Robles –Dijo- Vengo a presentarle los saludos y felicitaciones de mi general Emilio Robles, quien se disculpa por no poder asistir a la comida, pero que estará sin falta en compañía de la familia para el baile que ofrece usted por la noche. De inmediato Juan José le estrechó la mano y le invitó a sentarse. Gracias –Repuso el capitán- Si he venido antes es porque mi comisión ha terminado hoy en la mañana y para serle franco soy un apasionado de las carreras de caballos.
  • 10. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 10 Pues bienvenido –Le contesto Juan José- Ahora correrán dos de mis caballos contra los de la finca el Ingenio. Los dos se quedaron callados observando los preparativos de la primera carrera, llamaba la atención lo nervioso del palomo de Santa Rita, bailaba y relinchaba desafiante ante un tordillo más bien tímido del Refugio. Cuando todo estuvo listo y los caballos en la línea de salida, se oyó un disparo y los gritos de júbilo estallaron; las bestias se pegaron a un ritmo frenético, fue solo unos pocos metros antes de la meta que el palomo ganó por una cabeza. Felicidades Don Juan José –Dijo el hacendado derrotado- Su caballo es muy bueno, qué le parece sí se lo apuesto contra mi yegua fina en la próxima carrera –Desafío el hacendado- Yo nunca apuesto Don Remigio –Contestó seco Juan José mientras regresaba a su asiento- Porqué se molestó si no es indiscreción ¿Alguna diferencia personal con ése hombre? –Preguntó el capitán- No haga caso amigo, si así lo puedo llamar -Contestó Juan José– Es solo que aborrezco las apuestas, desde que una algo muy grande y querido me quitó. Mucho le agradezco su explicación, aunque no era necesaria; solo pensé que algún sentimiento de enemistad había entre ustedes. Por lo otro, claro que me puede llamar su amigo, apenas lo conozco, pero sé que es hombre de ley, del cual me gustaría también ser amigo –Dicho mientras extendía su mano franca- ¡Pues que así sea! –Contestó Juan José mientras le estrechaba la mano- Sin decir más, los dos voltearon la vista hacia la pista donde estaba por comenzar la segunda carrera; la cual ganó la yegua fina del Refugio. Las hurras no se hicieron esperar y en el alboroto se hizo un claro entre los campesinos y los machetes relucieron. Juan José dio un brinco tan grande que de dos pasos llego a la escena; ¡Qué pasa aquí! -Gritó furioso a su campesino- El otro con machete en mano se hizo a un lado, intimidado por la autoridad del patrón. Pos éste indio que apostó y ahora no quiere pagar patrón –Contestó el campesino lleno de razón- ¿Qué no te das cuenta? Sí lo matas, por unos pesos tendrás que huir o si te mata tus hijos quedaran desamparados – Reprochó Juan José- Y tú ¿Por qué no pagas? Si apostaste y perdiste cabalmente –Preguntó al otro- Perdone su mercé -Contestó el campesino encorvado con franco arrepentimiento y desesperación al tiempo que dejaba caer su machete- Pero es que no tengo dinero y mi´jo se está muriendo; aposté pal´ siñor dotor. De cuanto fue la apuesta –Preguntó Juan José- De diez pesos patrón -Respondió el ganador- Aquí tienes tus diez pesos vete tranquilo -Le ordenó- Y Tú –Dirigiéndose al otro– Recuerda siempre: “El que por necesidad apuesta, por obligación pierde” Ve con Nicasio y dile que te apunte veinte pesos, diez de tu deuda pagada y diez que te doy para el doctor. ¡Gracias patrón! –Dijo el campesino en verdad agradecido– No me lo agradezcas –Replicó Juan José- Con tu trabajo lo has de pagar; bueno éste asunto termino, ¡Todos a volar! –Ordenó- y como si nada hubiere pasado, la marimba empezó a sonar y la gente principal se dirigió a la casa grande para el banquete mientras los campesinos se quedaban en el lugar de las carreras para seguir con la celebración a su manera.
  • 11. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 11 Bueno mi amigo –Refiriéndose al capitán – Usted me acompaña a tomar una copita antes de comer, solo para abrir el apetito. ¡Por supuesto! Y dime Juan, si mi calidad de amigo me permite llamarte así ¡Juanjo es mejor mi buen Luis! -Interrumpió con una sonrisa Juan José– ¡Bien! Dime Juanjo ¿Hay muchachas lindas por aquí? ¿Alguna que puedas presentarme para el baile de la noche? Juan José se quedó pensativo y sonrió pícaramente. Llegará una mi amigo–Le contestó- Es la mujer más bella que jamás mis ojos han visto; pero créeme, a ti no te interesaría –El capitán quedó intrigado – ¡Ni hablar! Sí tú ya te ha fijado en ella, para mí ya no existe, más que como a una hermana si algún día tu esposa llegara a ser. ¡Así es y así será mi Luis! –Sonrió más pícaro Juan José- Pero dime como se llama, aunque de seguro no la he visto; digo, para saber –Reprochó curioso Luis- En su momento lo sabrás –Contestó Juanjo – Y espero en dios que cuando este llegue seas mi aliado para que sepa de mi amor, porque tiene un padre y hermanos de armas tomar mi buen Luis ¡Jajajaja! –Sonrieron en complicidad masculina- Bueno, vamos ya que la mesa ha de estar puesta, además, tenemos pendiente es copita –Desvió el tema Juan José- Vamos pues –Contestó Luis- Que lástima que mi hermano Pedro no éste aquí, fue comisionado como jefe de la partida que se envió al pueblo vecino para capturar a una banda de salteadores; de seguro serán amigos también. Juan José sonrío mientras montaban y se dirigían a la casa grande. Los dos amigos llegaron a la casa grande y entraron entre hurras y vivas; pasaron al comedor donde se sirvió de entrada una crema de elote hecha con la receta familiar y los mejores granos que daba la hacienda; como plato fuerte un exquisito guisado de carne de venado. Por su puesto no podían faltar las tortillas recién preparadas a mano, de la cuales no quedo ni una a diferencia del pan francés traído directamente de la capital del Estado para la ocasión. Después del festín, las señoras se retiraron a tomar el té, aunque muchas prefirieron el café chiapaneco con unas deliciosas pastas; mientras tanto, Juan José se vio en la obligación de atender a los señores en la biblioteca con coñac y puro; eso es para el que era muy refinado, para el que no, simplemente ron y cigarro sin filtro. En realidad oía pero no escuchaba, su impaciencia crecía conforme los minutos avanzaban, como quería que la noche llegara, que el baile diera comienzo y que las estrellas dibujaran una diadema en el pelo de la mujer esperada. Así pasaron las horas, caída la tarde se retiró el último invitado con su esposa; y es que todos tenían que regresar a las ocho en punto de la noche para el esperado baile, eso sí, de rigurosa etiqueta, aunque siempre era bien visto un traje de gala militar o charro. Cansado por la excitación del día, Juan José decidió dar una caminata en los alrededores de la casa grande; caminó lentamente, observando todo, como si fuese la primera vez que viera los árboles, las flores y los senderos que conocía desde niño; se detuvo en un pequeño riachuelo, junto a las rocas donde jugaba a las escondidas, prendió un cigarro y soltó un largo suspiro; recordó muchos episodios de su vida, como si supiera que una nueva pronto empezaría. En ése momento supo que su adolescencia se había ido por completo, que el hombre con todas sus pasiones y necesidades había despertado. Así le asaltó la noche, y con ella de nuevo su ansiedad; regresó
  • 12. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 12 presuroso a la casa grande y entró a su cuarto para vestirse apropiadamente para la ocasión; aunque realmente se sentía incómodo en el traje formal, era ranchero de corazón y no se identificaba con las normas de etiqueta; se puso la colonia con aroma a cuero y tabaco que tanto le gustaba; aun en traje, se puso la pistola en la cintura bajo el saco. La marimba comenzó a entonar, señal de que el inicio del baile estaba próximo; después de una tanda de doce canciones, la marimba se retiró dando paso a la filarmónica municipal con la que iniciaría formalmente el baile. Muchos de los invitados ya habían hecho acto de presencia, mientras Juan José no sabía si bajar y esperar el arribo de su invitada especial o hacerlo cuando uno de los sirvientes le avisara que ya se encontraba presente. No sabía qué hacer, pero no pudo esperar más, bajó por las escaleras y en el acto la orquesta entonó una diana, enseguida las mañanitas; todos aplaudieron y Juan José contestó inclinando levemente la cabeza ante sus invitados. Fue saludando uno a uno, en ese momento vio a una joven de espaldas en un exquisito vestido amarillo pastel con listones y encaje blanco, de cabellera larga y ondulada que destellaba como el sol y jugaba a la brisa como espigas de trigo; su corazón dio un vuelco e inmediatamente se dirigió esquivando a todos los invitados hacia ella; estaba acompañada de su padre, el general Robles, quien vestía de gala. Felicidades Don Juan José, mi hija y yo estamos aquí en cumplimiento gustoso a mi promesa hecha a su Señora madre. Juan José apenas y podía mantener sus ojos en el general, cuando ella se dio vuelta dejándolo petrificado, nunca había tenido tan cerca esos ojos del color del cielo. Le deseo felicidad y dicha –Dijo Amalia delicadamente- Él recuperó su aplomo y asintió con la cabeza, no podía dejar de ver ese rostro de porcelana, esa figura tan bella y frágil. Espero me conceda como regalo la primera pieza del baile, con el permiso de su padre desde luego –Le solicitó Juan José- El general aceptó de forma obligada, aunque Doña Adelita que se acercaba no le dio tiempo de más. Veo que los muchachos ya se presentaron general; venga conmigo, le presentaré a nuestros vecinos, que muchos no tienen todavía el gusto de conocerlo -Dijo mientras lo tomaba por el brazo- El militar no tuvo más remedio que aceptar cortésmente. Mientras los padres se retiraban, Juan José trataba de recuperar el aliento, buscando las palabras, las primeras palabras que le diría. No sabe cuánto he esperado esta ocasión –Dijo él- Y ahora no sé qué decir. Pues no diga nada si no es necesario –Dominadora y femenina ella contestó- Que por buscar tanto las palabras se dice lo que no se piensa o lo que no se siente. Sin saber cómo, del espasmo nació en Juan José un aire de hombría y aplomo que desarmó a Amalia e hizo que bajara la mirada. Razón tienes –Le contestó- Qué podría decirte que no hayas adivinado ya, qué podría esconderte si mi corazón desbocado todo te lo ha mostrado. Amalia quedo abrumada por la tierna franqueza y sin darse cuenta en qué momento empezó a tocar la orquesta ya se encontraba rodeada por la cintura con el brazo de Juan José. Bailaron la primera pieza mudos, No había nada que decir, solo se miraban. Talvez hubiese sido perfecto, de no ser por Refugio Trinidad, hijo del vecino hacendado de las Margaritas, quien se acercó con intenciones de bailar con Amalia.
  • 13. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 13 Juan José y Refugio eran de la misma edad, igualmente favorecidos por el destino, de familias reconocidas, más que amigos se respetaban como adversarios, ambos eran buenos para las faenas del campo, para las suertes a caballo y diestros tiradores, sin mencionar que se repartían los suspiros de todas las chicas de la región, pues Refugio si bien no era de tez clara, tenía un porte más que fino masculino y bronco, encarnando al tipo de campo bien criado y de magnifico porte, menos robusto pero más atlético, incluso un poco más alto y fuerte, tanto que muchos lo consideraban con mejor pinta que Juan José, talvez porque en su familia había disciplina militar y ése desprecio por los catrines o perfumados que les hacían más cercanos a la gente del pueblo, sin que por ello fueran más estimados que Doña Adelita; cada uno pues, era el mejor en su tipo y estilo. Desde chamacos Juan José y Refugio se habían trenzado a golpes en muchas ocasiones, siendo los resultados muy parejos; de adolescentes una que otra bravuconada y competencias de tiro en las cuales nunca se sabía cuál saldría victorioso, a veces uno, a veces el otro; en las carreras de caballos eran los jinetes oficiales de sus respectivas haciendas; eran los dos mejores partidos de toda la región, en general se respetaban y de una forma extraña ambos hubieren querido ser amigos, aun cuando en persona simplemente no se soportaban. No seas boca sola hermano, déjale también a los pobres un trozo de cielo –Dijo Refugio- Éste cielo es mío y de nadie más –Contestó Juan José furioso- Pues que yo sepa la señorita Robles no tiene compromiso ¿O sí mi chula? –Interrogó al tiempo que volteó la mirada a la chica con ésa sonrisa franca, casi cínica que tantos corazones le había abierto- No es eso –Respondió tímidamente Amalia- Es solo que somos invitados con mi padre de Doña Adelita y no me gustaría causar un problema. ¿Pero tiene la libertad o no de bailar conmigo? –Insistió Refugio- Talvez en otra ocasión –Pretextó Amalia mientras inconscientemente se aferraba del brazo de Juan José- Refugio Trinidad supo entonces, antes que ella misma talvez, que no había posibilidad de contienda por su corazón, ya tenía dueño, ya había elegido y no era él. Ya escuchaste, la señorita no desea bailar contigo, no es fuerza que yo la pelee porque su voluntad habló Refugio ¡Respeta! –Sentenció Juan José- ¡Ya no seas pesado Refugio! Ven a bailar conmigo –Intercedió Adriana, hija de los hacendados de Santo Domingo de Pichucalco, a quien el joven ya encendido ni siquiera volteo a ver- Está bien –Replicó el insistente – Ésta es tu casa y ésta tu fiesta, pero este agravio no lo he de olvidar y como que me llamó Refugio Trinidad he de conquistar a ésta mujer aunque me vaya la vida en ello ¡Me cuadras para madre de mis hijos mi alma! –Decretó Refugio en un tono extraño, más que de amenaza de orgullo y aplomo que hizo sonrojar a la chica y que Juan José lo sujetara fuertemente por la solapa del traje- ¡Ya lárgate Refugio! No te daré gusto arruinando la fiesta –Ultimó ya encendido Juan José- Talvez hubiera pasado a más de no ser por una mujer mayor de imponente porte, cabellera negra como la noche sin luna y rasgos tan finos como duros, era Doña Hortensia Trinidad. ¡Ya Refugio! Ésas no son formas, no avergüences a tu familia que fue invitada a ésta casa; si tanto es, quiero sepas el general y sus hijos ya están invitados por tu tío Tiburcio a su finca para comer la semana próxima, ahí tendrás la oportunidad de saludar a la señorita –Dijo mientras volteó la mirada hacia
  • 14. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 14 Amalia con una leve sonrisa de amabilidad- Disculpa a mi muchacho, es de campo, franco, a veces tosco pero de ley, ya lo conocerás mejor. En eso Doña Adelita se hizo presente también al percatarse de que algo pasaba en ésa esquina de su salón, aunque más bien como madre tiburona, pues ya sabía de los constantes piques entre los muchachos, los cuales eran ya ingrediente de muchas ocasiones especiales o fiestas patronales. Pero no podía dejar a su cachorro ante una mujer tan curtida como Hortensia, con quien curiosamente tuvo la misma historia que ahora sus hijos, iguales en su juventud, se masticaban pero no se tragaban; más como nunca existió una causa legitima o de peso para enemistad, simplemente sobrellevaron la amistad social, se enamoraron de hombres muy diferentes, pero que al fin hombres, iguales en sus vicios y debilidades les hicieron pasar en más de una ocasión días tristes y noches amargas, sin que por ello dejaran de adorarlos; en tal aspecto eran viejas veteranas de amargas batallas como también de dulces victorias que habían olvidado la rivalidad juvenil para convertirse en matriarcas de sus respectivas familias. Pues mientras el padre de Juan José murió a traición con un cuchillo por la espalda de un tercero cobarde después de un duelo en el cual se llevó por delante a dos tiradores con ventaja; el padre de Refugio cayó en cumplimiento de su deber, era capitán del ejército cuando conoció a Hortensia por medio de su amigo Tiburcio, a quien afectuosamente llamaba “Bucho”, compañero de muchas batallas y a la postre, cuñado y compadre, en ése entonces el Teniente Fernández, ahora general y político. ¿De nuevo con sus pleitos Muchachos? ¡Qué bárbaro Amiga! Éste par no da paz –Dijo sonriendo mientras saludaba con un beso en la mejilla a Doña Hortensia- ¡Son la piel de Judas Adelita! –Contestó la otra- No te preocupes, ya puse en cintura a éste atrabancado que no se sabe estar sosiego –Volteando a ver a Refugio- Además, ya tenemos que retirarnos pues mañana salimos muy temprano, rumbo a la Finca de mi hermano Bucho. ¡Van a la Experiencia! Salúdame mucho al general, espero tengan por la zona del Grijalva una agradable estancia y ya sabes que aquí tienes tu casa –Dijo Doña Adelita como despedida- ¿Nos acompañas Adrianita? – Invitó a la desairada chica la matriarca Trinidad- No hagas caso de éste majadero –Volteando a ver a su nieto- ¡Tú eres una excelente muchacha! ¡Y vales como la que más! –Dijo viendo de reojo a Amalia- Pero no es a mí a quien debes gustar; aunque tanto lo haces, que ya veremos qué podemos hacer al respecto. ¡Gracias Doña Hortensia! No tenga cuidado, mi padre no tarda en llegar por mí –Con amabilidad se disculpó la chica- Por lo demás, tampoco guarde pendiente, que así como Refugio hace su lucha sin darse cuenta de lo que para nosotras es evidente, que ésa es una plaza ya conquistada –Dijo viendo a la joven Robles- Yo hago lo mismo con él, aun sin importarme correr su misma suerte. ¡Así es el amor Doña Hortensia! –Dijo noble la chica dejando en silencio de admiración a los presentes, recibiendo incluso de la anfitriona una caricia en la mejilla- Muchas veces no podemos elegir el papel que nos toca en la obra de la vida, sea principal o secundario, pero sí podemos interpretarlo con todo el corazón ¡Entonces habrá valido la pena! Porque en tal obra de teatro no siempre es correspondiente o proporcional el papel asignado a la calidad de los actores ¡Pero aun en personajes de pocas líneas o sin mayor trascendencia un buen interprete sabe hacerse notar por sí mismo y no por las circunstancias que le tocaron actuar! –Remató la chica- ¡Bien dicho hija! –Tomó del brazo con auténtica admiración la anfitriona a la joven- ¡ven! Acompáñame a despedir a nuestros buenos amigos Trinidad, que después tendré el gusto de platicar más largo y tendido
  • 15. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 15 contigo ¡Porque tienes el corazón de tu madre en gloria éste! De quien si no sabías, fuimos compañeras Hortensia y yo en el colegio de niñas. ¡Y la belleza también! –Secundó la matriarca Trinidad- No cabe duda que igual tenemos en nuestras tierras dignas representantes de la mujer mexicana ¡Ojala que cada oveja quedara con su pareja! Qué sin duda mi Refugio saldría de gane contigo Adrianita –Dijo Doña Hortensia al tiempo que le daba un sincero beso en la mejilla despidiéndose de la chica- Y sin que nadie se percatara de lo ocurrido, los de la hacienda las Margaritas salieron de la casa grande y no la volverían a pisar jamás; mientras el baile continuaba y el festejado no soltaba su mejor regalo. Ha hecho algo de muy mal gusto Juan José –Le reprochó Amalia mientras seguían bailando- Gracias a El ánima del tlatoani habló con los dioses para llevar el justo reclamo y solicitar el permiso de retirar su sangre de tal pacto entre hombres; ya qué él fue encarnado primero en tiempo y en derecho para ésa silla que se asentaba en un territorio todavía más basto que el presente y además tenía un antiguo agravio pendiente; ansina les fue concedido por razones que escapan a la razón humana el derecho de venganza
  • 16. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 16 tente en el cobro efectivo del tributo en las campanas ofrecido. ¡Por eso el viejo Emilio rechazó la silla roja del Águila dorada! ¡Él sí la quería! ¡Siempre la quiso! Sentía que estaba llamado a sostener lo que su tata no pudo, que no jue ciertamente el buen hombre que su apellido brindó a su mama cuando ya lo llevaba merito adentro como el as bajo la manga de los que juegan en el tablero; ansina lo crecieron, consiente de su misión de acompletar un destino. No’ más que en sueños su cadeja blanca le advirtió del costo ¡Qué la muina de los dioses era más juerte que la voluntad de los hombres! Por más poderosos que jueran éstos hombres y por más olvidados que jueran nuestros dioses; desde entonces busca afligido alejándose de ella con servicio y humildad en sus acciones modificar el curso del destino para el cual su sangre había sido marcada desde que su tata llegó impuesto ¡Pero qué esperanza! Sí por la boca muere el pez y la de su tata jue sus medida –Decía tata Chulel ante la incomprensión casi total de sus palabras por los atónitos presentes- ¡Probres los Robles! ¡Qué malas sombras traen! Solo una muy buena los medio protege, su madre que no tiene descanso como blanco cadejo, pero tanto que hay por pagar que no creo las juerzas le acompleten pa ´defender sus crías; porque las única posibilidad de salvación de lo último de su sangre ésta en el sacrificio del orgullo y deseo de los hombres que amen a la Tishanila Robles ¡Pero son muy machos los dos! Un sacrificio ordenado solo puede ser anulado por otro mayor y voluntario, que solo hay algo con lo que se topan con pared hasta los dioses: ¡El sacrificio del amor verdadero! Pero no creibo pueda ninguno de los dos con sus propios cadejos. Ansina como no creibo que él último nacido pueda con la mala obra del de la cruz de acero, qué en el último de los Robles ha de recaer la determinación de repetir la historia de su abuelo o hacer que su sangre deje de escapar al destino –Suspiró con verdadera tristeza pesimista tata Chulel- Ora que viejo el jaguar es, la mala sombra de Ek Chuah sobre su casa se tiende como un oscuro rebozo, que ésta noche habrá de cerrarle los ojos al primero de sus retoños ¡Probes de los Robles de verda! ¡Probres de quienes sus corazones les entreguen! Porque serán ofrendados y consumidos en el mismo sacrificio ¡Probres de todos nosotros! Que muchos de los aquí presentes tomaran partido y caerán defendiendo una causa, un apellido –Suspiró compadecido de saber qué el viejo Tzotzil, quedando como en trance consumida su vista en la fogata- ¿Qué más mirás en el fuego Tata Chulel? –Preguntó el joven Manuel- Veo un jinete que viene de camino a donde muchos piensan que ya no hay retorno; veo el inicio del fin, que dará paso una nueva era de más igualdad pa´ nuestro pueblo ¡Los dioses han reclamado la sangre de los hijos de quienes hicieron correr la nuestra! Habrá paz e igualdad por un tiempo para nuestra gente; al menos hasta que la nación tenga que autodefenderse, después de lo cual vendrá otro cuadro oscuro que forzará a nuestro pueblo, como a otros, a refundar la república, defendiendo la soberanía nuevamente perdida entonces en un globo. Ansina lo vide en un gran tablero de cuadros blancos y negros que no tienen principio ni fin, mirándose de lejitos ansina como un globo de mecates ocultos, donde juegan a la guerra los jaguares ciclopes iluminados y las águilas de dos cabezas; mismo que habrá de ser roto por el único y verdadero poniendo final a su juego, demostrando nuevamente a su necedad que por más poder que los hombres arrejunten,
  • 17. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 17 jamás podrán igualar al suyo ¡No le aunque se crean ésos hijos de nefilim dioses de oro negro y acero por la bendición y participación del de la triple corona! ¡A ése le habrán de cambiar la combinación de la puerta de entrada al reino! Tata Dios habrá de ponerles un estatequieto a los Reyes de todos los ciegos ¡Porque tata Dios no es tuerto! Ansina caerán por el propio peso de sus bolsas de compras de mercado, ahogándose como sus tatas, por haber convertido al mundo en un globo, en mejor intento de que se volviera a hablar con una sola lengua verde, ya que con su torre no pudieron alcanzar el cielo. Después de eso, Tzion será refundada pura de esperanza, paz y liberad; limpia ya de Babilonia ¡Ansina que por eso caerán con su globo en llamas los del escudo rojo y todos los que se reunirán a invitación del Joaquín! Pero todo eso será solo en otro tiempo, qué ya no será el de ustedes si no el de sus nietos y sus chilpayates, que serán los peces destinados a romper la red que habrá capturado a toda una camada y parte de la otra gracias a la caja loca. Todo eso solo será por mucho, después de que ésa joven se vaya con Nahuiti; después de su sacrificio en vida, viendo como son ofrendados a la muerte y locura aquellos que la habrán de amar, arrastrando consigo a muchos, incluidos algunos presentes o de los suyos –Murmuró al fuego el viejo Chulel- Hubo un momento de silencio en el cual solo el crujir de la fogata se escuchó, mirándose todos unos a otros, tratando de entender las palabras de tata Chulel; sabían que su decir era verdad segura, aunque nada hubieran entendido de ella, por lo que no quisieron preguntar más, era mejor no saber a quienes de los presentes se refería, ni cuál era la fatídica profecía, inexplicable a su entender, que los espíritus del fuego y la caña parecían haberle revelado en ésa fogata. ¡Mejor contá la historia de la cocha enfrenada tata Chulel! –Quiso animar Manuel, tratando de alejar la perplejidad de la fogata- ¡Jo! ¡Ésa sí que es mera brava! –Dijo otro de los presentes- Yo vide como mi tata llegó de por allá del rumbo de San Ricardo todo revolcado ¡Era bien bolo mi tata! Siempre llegaba armando pleito, pero ésa noche hasta triste quedó; no quiso decirle nada a mi mama, creo pos le dio pena, más que se las daba de muy macho ¡No quiso decir quien le pegó tronco de revolcada! Pero de madrugada yo clarito escuchaba que gritaba ¡Ya no pinchi cocha! ¡Ya no me revolqués más, por diosito santo que ya no beberé más! Mientras mi madre raro se reía, al saber por qué. Se reía porque tu padre más que no volver a beber no volvió a sonársela –Dijo sonriente de nuevo tata Chulel- Tu tata era la piel de judas ¡Pero la cocha le metió freno! Mi comadre Chabela era canija, pero ayudaba a la mujerada –Prosiguió haciendo alusión a una vieja y conocida curandera, de la cual se decía tenia poderes similares a los suyos, pero no siempre era buena- Ahí merito donde el arroyo que atraviesa el pueblo se hacía profundo esperaba a los hombres bolos y malos maridos, tronaba sus dientes y colmillos sacando espuma por el hocico de brava la gran cocha de ojos rojos; los que algo de bueno tenían, solo les pegaba su santa revolcada, por más juerte o bragado que el cristiano juera ¡A todos revolcaba! ¡Ésa bestia tenía la fuerza del rencor de mujer dejada! y la muina de las viejas es de cuidado, sociega en apariencia, muda pero cuando pega, es más juerte que patada de mula.
  • 18. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 18 A muchos que de plano las debían, de ésos que ya no tienen perdón de tata Dios, la cocha enfrenda los revolcaba hasta ahogarlos en el rio –Prosiguió con su relato Chulel- Solo uno que la ha mirado no jue revolcado por buen cristiano que era el Tapia, que siempre traía su relicario como buen devoto de la virgen de la candelaria. Tantos revolcó la cocha que un grupo de hombres decidieron seguirla hasta su morada, donde tras varias noches de espera encontraron en una cueva los pellejos humanos de la nahuala echándoles sal, por lo que al secarse y encogerse todito, la cocha enfrenada ya nunca pudo volver a su forma cristiana ¡Probre mi comadrita! Aunque igual, ya eran munchas las que debía. ¡Pero también probre del hombre que abuse del trago y su mujer! Porque mi comadre ya no está, pero quedó por ahí, esperándolos de noche la cocha enfrenada ¡Pa´ darles su buena revolcada o ahogarlos de una buena vez! –Sentenció Chulel mirando en pase de lista a los ojos de todos los presentes- Ansina que ahorita que ya vas a tener mujer vos Manuel Nandalumi, ya dejá un poco en paz el trago, que hígado te va a´ sé falta salado ¡Ahí lo verás! –Rieron todos los hombres casados de la fogata en solidaria complicidad- ¡Ya quisieran salados! Mi Juana es de ley ¡Sedita como un trompo! –Replicó sonriendo a sus amigos el futuro esposo- ¡Serás gallo pal machete, pero en cuanto a las viejas tas muy verde Manuel Nandalumi! ¡Una cosa son de novias, otra de mujer! ¡Ahí lo verás salado! El matrimonio es la luna llena que las transforma –Dijo uno de los casados, haciendo que la risa se replicara- ¡Ansina de bravo como eres con los barracos, serás de domao con tu mujer! –Dijo otro de los casados- ¡Comé tu caca vos zotaco! –Siguió la broma de buen ánimo Manuel- Que tu vieja te trae mero zopenco porque te dio agua de calzón es otra cosa-Remató su revire- ¡Pos cuidáte de verte en ése espejo! ¡Que la Juana rápido lo aprende las mañas de sus tías! ¡Que se me afigura bien aleccionada la tienen ya mi mujer y sus hermanas que pronto serán familia tuya igual Manuel! –Reviró el otro, todavía sonriendo pero algo molesto ya- ¡Boca jija! ¡Burro vos Ovidio! Cuando murás dos cajones se vá´a necesitá salado ¡Uno pa´ tu cuerpo y otro pa´ tu lengua! Por mitotero y cizañoso –Sonrió tata Chulel asegundado por todos los presentes- Un hombre jamás habla de lo que no tiene necesidad o asegura lo que no le consta ¡Y sí es de mujeres la cosa, aunque le constara! La boca se calla si no es de grave importancia hablar, que en ello puede irle la capacidad de seguirlo haciendo –Reprendió el viejo sabio- ¡Ya esténse sosiegos con su pique los dos! ¡Tú también Manuel! Que luego la boca nos les para ni les alcanza y se pasan a los puños o más –Parando así las bromas respecto de las mujeres tata Chulel, sabiendo que entre la caña y un riña hay solo un pequeño mal entendido- Todos los que se las dan de muy machines son bien mandilones y a lo mejor sea que son más hombres los que así sean sin avergonzarse ¡Porque hay que ser muy hombre pa´ querer a la mujer por encima del orgullo de macho! – Lanzó a los presentes tata Chulel la reflexión-
  • 19. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 19 A ninguna criatura tata Dios le dio tanta razón como a la mujer, pero siendo todas las cosas sin principio ni fin, ansina como una rueda que es la tierra ¡Tanta razón tienen las mujeres, que seguidito se pasan de la raya y se equivocan! ¡Y cuando se equivoquen mejor no digás nada vos salado! Recordá que ellas siempre tienen la razón; es mi consejo pa' que tengás un buen matrimonio vos Manuel ¡Porque sí abrís tu bocota el error de su vida terminarás siendo vos! Y al final siempre tendrá tu mujer la razón; así que ¡Ahí lo ves vos Manuel Nandalumi! ¡No querás ser tan vivo, porque te pasarás de pendejo! Dejá que ella se quede con la razón siempre, así vos te quedarás con su corazón por el mismo tiempo. Y si en algo se equivoca ¡Pa´ eso serás el hombre de la casa! Demostrá callado con ejemplo el buen camino y ella habrá de seguirlo mejor que vos mismo al final; que la mujer no es terca como una mula según todos dicen ¡Es peor! Y por las malas na´ más lograrás dormir con tu peor enemigo, que jamás la harás entrar en razón si no es con el látigo del cariño ¡Cualquier otro no sirve con ellas Manuel Nandalumi! Aunque por miedo o necesidad parezca que sí. ¡Entonces ta´ jodida la cosa tata Chulel! –Exclamó en risa Manuel- Sí se equivoca la mujer dice que es culpa del hombre y si bien lo hace las cosas es pa´ que rapidito diga que las mujeres son las más fregonas de la casa ¡Y a lueguito quieren mandá! –Reclamó irónico el futuro esposo- ¡No seás totoreco vos Manuel! ¡Tú dejále su vanidad de mujer siempre harta, que como buena abeja habrá de colmar de miel tu casa! Dale ternura y cuidado a tu mujer siempre Manuel, ansina sentirá que está en lo correcto en obedecerte como tata Dios manda ¡No porque seás el hombre, sino porque serás uno bueno a sus ojos! Solo ansina una mujer le agarra buena ley a su hombre, solo ansina obedece a ojos cerrados; solo ansina estará feliz la Juana bajo tu gobierno, no por tu juerza sino por su voluntá, que es de mejor acero que tu machete y de ella no habrá consejo ni poder humano que la saque ¡Que cuando una mujer le tiene voluntad y ley al hombre no hay pena que se la quite, más que ése propio hombre! Dejále siempre el mérito a ella y vos quedáte con su corazón, que teniéndolo serás pa´ ella como un dios ¡Ansina te adorará! ¡Hacé caso de consejo de viejo Manuel! Que para una mujer acostumbrada al buen trato y cariño no hay nada que duela más que el silencio en la boca y la desilusión en la mirada de su hombre, incluso más que mil cachetadas; de la otra forma se te cansará la mano antes de que consigás nada más que miedo o rencor, porque la mujer tiene el cuero más curtido que la mula pal´ dolor, ansina la hizo tata Dios pa´ que pueda aguantar el traernos a este mundo ¡Además, ansina siendo buen marido, evitás que te espere y revuelque la cocha enfrenada! –Concluyo el viejo sabio haciendo estallar nuevamente la risa de los presentes- ¡Ya vos tata Chulel! ¡Nos querés meté miedo na´mas! –Dijo otro de la fogata- ¡Ahí lo ven! Quienes no crean en ella y sigan de malosos tendrán la oportunidad de verla, como el santito que pedía ver pa´ creer ¡Ahí la verán totorecos! Que muchos se sienten muy valientes echando trago, tranqueando a su vieja y chilpayates, hasta que se les aparece la cocha enfrenada pa´ quitarles la maña y recordarles que no son huérfanos ¡Porque hasta de su mamacita se acuerdan! –Ratificó nuevamente en sabia risa- Pos´ sí tata, pero luego de chuchos no nos bajan ¡Ansina es difícil andarles buscando el modo! ¡Cuando ni tata Dios sabe que´s lo que queren! ¡Nada les gusta, todo les puede y solo bravas tan contentas! ¡Fiero su modo dijera mi tata! -Dijo más a queja que en reflexión uno de los casados presentes-
  • 20. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 20 Pasa en ellas que la muina no tiene tiempo –Explicó tata Chulel- En cualquier ratito se les trepa algo del recuerdo, lo mismo que tenga un año, lo mismo que sea de ayer ¡Cosas incluso que nunca pasaron, pero que pudieron hacerlo! Por eso es que luego no sabemos por qué tan bravas o por qué solitas se ríen ¡Las mujeres son cosa de cuidado! ¡Lo que les hagás nunca se les olvida! ¡No lo olvidés tu salado! –Dijo viendo nuevamente a Manuel Nandalumi- Manque diga que te lo perdona, nunca te confiés de tus fallos apostándole a la carta del olvido, que ellas tienen presente la borrachera de hoy como la de hace diez años y como el Chichonal, no sabés cuando te pegarán el susto ¡Ellas aguatan! Saben hacerlo, pero tampoco sabes cuál será la gota que derrame el cántaro. ¡Y sí pues! De chuchos no bajan a sus hombres y aun cuando siempre tienen la razón ¡Porque ya quedamos que ansina es! ¿Verdá? -Bromeó entre líneas el viejo sabio- Lo cierto es que siempre ha existido ésa equivocación en respecto nuestro, porque los hombres no somos cómo los perros ¡Qué más quisiéramos! ¡Brincos diéramos y agiles juéramos dijera mi tata! ¡Semos cómo los gatos! Flojos, convenencieros, egoístas y mañosos ¡Siempre buscando ser servidos! ¡Siempre buscando por las noches nuevos tejados! ¡Siempre regresamos todos revolcados y jodidos a la casa después de que se nos pasó la brama! ¡Cómo querés que estén contentas ansina vos salado! ¿Vos lo estarías?-Retó con la mirada tata Chulel al quejoso- Las que son como los perros son ellas, manque se escuche feo ¡No hay nada más cierto! Porque la nobleza y lealtad a su hogar, por sobre todo a sus cachorros, en eso las convierte; ansina que la vida de casados a veces es vivir como perros y gatos, no se puede llegar a un arreglo porque la mujer ofrece comida pa´ perro y el hombre la quiere tratar como a un gato ¡Y es al revés volteado! No es que la mujer desprecie al hombre por ser chucho ¡Es porque no entiende que es gato! Mientras que muchos totorecos piensan que la mujer es liviana como una gata en celo, cuando es tan leal, fiel y cariñosa como una cachorra; es por eso que de solteros o ya de viejos las mujeres adoran a los gatos hasta que se casan y los hombres tienen como mejor compañía a su perro hasta que mujer agarran. ¡Entender a la mujer es como querer entender a Dios! –Sonrió tata Chulel mientras daba otro trago a su caña- A los hombres na´ más nos toca amar a la mujer como se adora a tata Dios –Dijo mientras veía nuevamente a los ojos del futuro esposo- ¡Y verdá de la buena que sí sabés hacerlo así Manuel Nandalumi en los brazos de la tuya lo habrás de encontrar! Es de qué no se trata de saber, si no de sentir, no se trata de pensar sino de bien actuar ¡Ansina son las cosas con tata Dios y las mujeres! Con quienes los resultados no siempre son los planeados, ni en apariencia sus acciones corresponden a nuestros esfuerzos o sus reacciones a nuestros fallos –Suspiró el viejo sabio- ¡Mejor contamé la historia de la luna de piedra tata Chulel! –Dijo otro joven de plano confundido con tanto sobre las mujeres, queriendo devolverle lo divertido a la reunión de la fogata- Ésa que mi tata Mario alguna vez contó cuando mi mama rejega peleaba sin tener la razón ¡Aunque finalmente siempre la tuviera pues! –Dijo en alcance con una pícara sonrisa el joven- De la luna de piedra debíamos aprender todos que la verdadera humildad no es sumisa, más bien astuta, evitando a los totorecos ¡Porque son muchos los jodidos! –Sonrió tata Chulel- La historia nació en tiempos de tu abuela Martita ¡Buena cristiana y mejor madre! Que se encontraba vendiendo sus jarros en el mercado, mientras que pa ´distraer a tu tata Mario que era pingo, por travieso el salado, le contaba historias, como el tiempo en que la luna era de queso; en su cuento estaba cuando una catrina se le acercó con ofensa diciéndole: ¡India ignorante! La luna es de piedra; pero haces bien en decirle mal a tu hijo, para que sea tan ignorante como tú.
  • 21. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 21 Tu mama grande en vez de contestar el agravio con ofensa, sonrió al tiempo que le dijo a la mal pisada mujer: ¡Tiene razón señito! ¡Mesmamente que la luna es de piedra como asté dice! Con lo que la mujer se jue satisfecha en su vanidad; tu tata ¡Que era re’ averiguado y salido de chamaco! Le reclamó preguntándole: “¿No que era de queso?” A lo que tu mama grande contestó: “Sí mi niño, solo que la madre luna es tan pero tan vieja ¡Que el queso se hizo piedra! Ansina que los que no pueden ver más allá de sus ojos la ven de piedra, pero los que aprenden a sentir, a ver con otra mirada, saben que es de queso”. ¡Sabias palabras de Martita! Todos debíamos aprender a ver nuevamente con la mirada del corazón, no solo con los ojos, por los cuales entra el miedo al no entender lo que nos muestran y un animal con miedo se convierte en una peligrosa fiera –Dijo tata Chulel- Ansina nos está pasando ya, que hemos perdido la capacidad de ver en la oscuridad, que por andar descreídos de todo aquello que con los ojos no se puede ver, hemos perdido la conexión con nuestra madre tierra, ésa que se siente en cada respiro –Concluyó la historia de la luna de queso- ¿Por qué algunos nahuales son malos tata Chulel? –Preguntó otro joven peón, igual interesado en traer de vuelta la expectativa y emoción de los cuentos de miedo del viejo sabio- ¡Porque no todos pueden ser buenos Ramón! como nosotros son; una vez que se obtiene el poder muchos olvidan que fue dado para bien, para no perder contacto con nuestra madre tierra, con los animalitos de la montaña y las plantas, con el rio y hasta con las piedras; muchos hay también que son nahuales volteados ¡Malas bestias! Almas oscuras enfundadas en pellejos de buenos cristianos ¡Ésos son los peores! Porque no podés ver el tipo de mal animal que en realidad son. Mientras más malo es un cristiano menos que un animalito de la montaña quera prestarle su pellejo, por eso no se transforman, solo se muestran por las noches en el monte como en verdad son por dentro, liberándose del pellejo cristiano que tan pequeño les queda, que los incomoda, porque sus colmillos son mucho más grandes que una boca, así que su hocico se siente liberado, como sus pelos más largos y gruesos que libres cubren todo el mal cuerpo, sus garras se desdoblan de las uñas y ansina las manos se convierten en garras. Ésas bestias del mal se disfrazan de cristianos para caminar entre nosotros, pero muchos en las noches de luna llena se liberan, se largan en el monte pa´ contentar con libertad su maldad ¡Por ello son bestias y no animalitos de la creación! ¡Por eso chillan y aúllan! Porque trinar o rugir ya no pueden y tata Dios ya no atiende su miseria, por eso su rabia, por eso son malos lo más que pueden, porque sin que lo sepan, están suplicándole en realidad que les quite de penar ¡Toda su maldad es una plegaria de súplica! –Narró profundo Chulel, como no queriendo saber todo lo que sabía- El coyote, que es tata Quetzalcóatl, algunos dicen que es colibrí también, así como el cenzontle y demás animalitos buenos de la montaña nos hablan de noche y de día, ahí están, siempre tratando de alegrar el corazón del hombre con su canto y orientar su alma llamándola por el buen camino ¡Pero a lo bueno ni caso hacemos! Nuestra maldad es mejor alumna, rápido aprende porque mucha atención pone, sobre todos en las noches de luna llena por los caminos solitarios del monte donde nos encontramos a los maestros de los que sí aprendemos por así respetarlos, como solo el miedo puede hacer entender y respetar a los que nobleza y fe de corazón han perdido. Pero de los caminos por más horribles que parezcan esas criaturas no se comparan con los malos espíritus que entre las milpas habitan ¡Ésos nunca fueron humanos! Cuando silva el viento entre las mazorcas ninguna mujer preñada debe abrir las piernas, tapándose nariz y boca para que el mal aire no
  • 22. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 22 entre a su cuerpo; entre las milpas se llega a éste mundo y entre las milpas hay caminos abiertos para otros –Finalizó tata Chulel cayendo en profundo sueño, como si algo hubiera sacado su alma del cuerpo- Los peones reanudaron por una hora más el cantar de las guitarras, brindando y apresurando el fin de última botella; entre algunos pleitos de bolo y bravuconadas de jóvenes pasó la madrugada, aun cuando ningún daño se hacían, siempre eran los jóvenes bien cuidados de que sus valentonadas no llegaran a más por los hermanos mayores, quienes veían con agrado que se agarraran a trompadas, pero hasta ahí nada más ¡El que ganó, ganó y vieja el que se raje! ¡Ahí muere la cosa y a seguir cantando! Era su manera de templar el carácter; pues hasta para ir a orinar aprendían uno del otro, afilando su astucia para no ser presa de una broma pesada o caer víctima de un albur de doble filo. ¿Por qué escupís cuando orinás? –Preguntó un joven curioso al hermano mayor de su amigo que se alejó unos pasos del grupo- ¡Pues porque da asco! –Contestó el peón- ¡Sí te da asco es porque imaginás en la boca lo que tenés en las manos! –Gritó en burla otro de los mayores desde la fogata- ¡Ahora si te jodió el José vos! Jajajaja –Reían todos en la fogata- ¡Comé tu caca vos José! ¡El mampo sos vos que me tas espiando! ¡Qué andás viendo chorizo teniendo tamal en tu jacal! –Contestó aquel peón tratando de quitarse la burla con una ingeniosa contraofensiva- Vos Adán ¿No serás el mampo? Que ni caso le hacés a la hermana del Manuel ¡Si bien qué te busca el modo y sos pura boca salado! ¡Si nadie como tú pa´ tocar la guitarra! ¿Por qué no le has llevado una su canción en la noche a la Mercedes? –Transfiriendo el grupo el ataque a otro de los jóvenes presentes- ¡No soy totoreco que es diferente! Soy el mejor con la guitarra ¡Pero pos el Manuel es el mejor con el machete! Yo que le quería pedir su buen ver pa´ ir pero ya me lo sebaste el plan atarantao! –Dijo el joven apenado- ¡Sí el miedo no anda en burro! Jajajaja –Dijo otro en grito de burla bien intencionada, mientras todos volvieron a reír- Hacés bien vos Adán –Dijo de improviso Manuel Nandalumi- y de gane saliste, que en vez de mi machete tenés mi visto bueno pa´ irle a cantar una su canción a mi hermanita ¡Pero ahí andará en su vaina pendiente mi machete de que lo hagas bien las cosas! Yo hablaré con el Rogelio ¡Qué ése sí es mero atrabancado! Y le pega a los pájaros en los ojos al vuelo con su rifle –Dijo Manuel orgulloso de su hermano mayor no presente por ahora ser militar en vez de peón- ¿Viste salado? –Remató con una sonrisa de aprobación y advertencia al mismo tiempo- ¡Veló! ¡Méro vivo salió el totoreco del Adán! –Exclamó un pretendiente al que la cobardía le había quitado la oportunidad de irle a cantar a Mercedes, reconociendo que había ganado aquél joven a la buena la oportunidad de ir a cantarle y platicarle- ¡Asegún también! –Dijo otro- Qué si bien lo hacés habrás agarrado no solo a la más chula, sino dos cuñados de temer vos Adán; pero si lo hacés llorar la chamaca ¡Ya te cargó la jodida! Jajajaja –Las risas eran ya imparables en aquélla hermandad de la fogata- Una risa particular delató al invitado de Juan José, que fascinado había estado en silencio escuchando todas las historias ahí contadas desde un tronco cercano a la fogata, custodiado muy discretamente a pocos metros por el guardaespaldas de su padre; era el joven extranjero Nelson, quien con verdadero
  • 23. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 23 respeto había escuchado todo cuanto tata Chulel había dicho y ahora se divertía con las bromas pesadas de los animados peones. ¡Vélo! ¿Quién es el chamaco cuero de lagartija? –Sonrió Manuel haciendo alusión a lo pálido de su tez, que parecía reflejar la luz de la fogata- El señorito es invitado del patrón Juan José, vino ya que terminó la bulla dentro y anda todavía inquieto con ánimo de fiesta –Dijo en tono de burla otro de los que se integró tarde a la fogata por terminar de ayudar en la casa grande- ¡A pos ni hablar! ¡Bienvenido con los Probres güero! –Dijo Manuel extendiéndole la botella de caña más a reto y cale que a convide- El adolescente tomó la botella con buen ánimo y sin asco ni desprecio le dio un buen trago, acción que celebraron todos con aprobación de su presencia. ¡Así es Manuel! ¡El viajero es sagrado! Y bienvenido eres chamaco –Dijo tata Chulel reviviendo del profundo sueño- Tú vienes del que no se quiso llevar el tren –Externó volteando al jovencito- ¡Grande el tata de tu tata muchacho! No lo olvidés lo que escuchaste aquí pues, que te llegará el momento de responder ante su sombra y serán tus determinaciones las únicas que te darán cobijo, no tu apellido –Le aconsejó casi advirtiendo tata Chulel- ¡Wow! This old man is awesome –Sonrió el joven volteando a ver a su escolta- ¡It´s juts an old drunken fool! –Respondió en burla el robusto hombre con tosca pinta de militar- ¡No! It´s a wise old men ¡Shows respect! –Dijo visiblemente molesto el chico ante la confusión de los presentes y la renuente obediencia silenciosa del guardaespaldas- No te preocupés por lo que diga tu pentoc chamaco ¡No lo regañés! A pesar de su tamaño, es un remedo de tupil, pertenece a los hombres pequeños de tu raza y no está destinado a entender mis palabras que son solo pa´ vos; porque en ésta vida muchos sin mayor destino ni talento como él se creen extraordinarios, siendo yo talvez un pobre viejo idiota, con el cual tata Dios habla pa´ joder sus vanidá ¡Así que dejaló crea soy un viejo loco, bolo y tonto! ¡Que se ría de mí! A mí no me agravia ¡Porque tata Dios se ríe conmigo de él! Ansina que prefiero mil veces ser un viejo tonto, mientras tata Dios me ame y cuide como lo hace–Dijo sonriendo tata Chulel- ¡Cómo que viejo tonto! ¡Tas pendejo, pendejo! ¡Aquí se respeta! -Reparó poniéndose en pie como de rayo Manuel Nandalumi empuñando su machete en vaina rojo de coraje ante el custodio del joven, quien en silencio se llevó igual de rápido la mano al interior del saco, presumiblemente para sacar una pistola- ¡Andá! ¡Sacálo tu fusca! ¡Que he de verla volar con tu mano pegada por el aire wüero jijo! –Retó Manuel al extranjero presto a un duelo de acero contra plomo- ¡Tranquilo Manuel! –Ordenó tata Chulel- Que la ofensa está en nuestro tamaño, no en el de quien la avienta al aire ¡Y ése es muy pequeño pa´ escupirme a la cara! Que ni a los talones me llega; además, es al chamaco que me mandaron pa´ platicarle ¡Ansina que asosiégate, dejáme hablar con el dueño del circo y no te incomodés por los animales! –Dijo el viejo haciendo estallar la risa de todos, incluida la del adolecente extranjero, relajando con ello la situación y mirando que Manuel tomara asiento nuevamente alrededor de la fogata, quien obediente lo hizo, no sin antes lanzarle una mirada de desprecio al hombre que había ofendido a uno de sus mayores más respetados-
  • 24. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 24 ¡What a Fuck! –Exclamó en asombro el adolescente con una sonrisa de admiración- ¿Entendiste lo que dije viejo? ¿Hablas mi idioma?-Entusiasmado cuestionó- Yo entiendo a los animalitos del monte y hablo el idioma de muchas criaturas, incluido el de algunas bestias –Respondió con una risa de humilde superioridad tata Chulel mientras daba otro trago a su caña- Pero eso no importa chamaco, aquí viniste no por lo que sabés, sino por lo que necesitás saber; ya lo oíste la historia de la mala sombra y resulta que la buena, la que protegía a tu tata grande se ha oscurecido como el color del oro que todo el poder a tu familia dio ¡Y al final de sus días él lo entendió! Pero las buenas obras hechas por temor o arrepentimiento no cuentan chamaco, ansina que vos debés elegir camino, pues en el que llevás, por más rápido que vayás, no llegarás a ningún lado, siendo alcanzado sin remedio por sus mala sombra –Advirtió tata Chulel- Mirá chamaco, las sombras son proporcionales al tamaño del cristiano y el tamaño del cristiano es resultado de sus obras, como el que sea una buena o mala sombra, oscura o de protección depende de los resultados que en sus semejantes ocasionen tales acciones; de qué manera ayudés o los fregués a tus prójimos es el color que vos mismo le pondrás a tu propia sombra ¿Lo entendés chamaco? Si viejo, lo entiendo; pero también entiendo que es obligación de todo hombre el levantarse con la cara al sol, no importa cuánto trabajo le cueste, no importa el tamaño de la sombra que proyecte –Contestó el joven- ¡Decís bien chamaco! –Replicó tata Chulel- Ansina le gusta a tata Dios, que nos levantemos, pero nobles no orgullosos y en beneficio de nuestros semejantes no por encima de ellos o a su costilla ¡Es ahí donde la puerca tuerce el rabo chamaco! Porque nunca interés alguno que esté casado con el oro podrá ser hermano del legítimo derecho humano a vivir como Dios manda, en paz y armonía. Porque siempre la ganancia del oro será la perdida de la sangre, pero ansina también te digo ¡Lo que aquí se gana, aquí se pierde! Nada tiene que ver tata Dios con las buenas o malas sombras, por eso mero no se mete con la carga que pepena cada quien, pues lo que uno levante es lo que habrá de cargar con los suyos ¡Haz el bien y alejaté de los tratos de gobernantes chamaco! ¡Qué serás uno muy grande, el segundo de tu pueblo! Pero tu mala sombra habrá de cobrarte en un vagón de agua en ésta ocasión, llevándose al mejor guerrero quienes aplicarán la ley del talión –Profetizó tata Chulel- Así que conformarse con solo vivir, siendo el mayor logro el cómo lo hagás es el camino correcto chamaco ¡Es concentrarse en la conexión de cada respiro con la madre naturaleza y tata Dios! Que vendrán tiempos de inconformes en los cuales todo gritará ¡No te conformés! ¡Sé más de lo que sos! ¡Tené más de lo que tenés! En tu caso, has heredado ya lo suficiente para vivir cien vidas ¿Pa´ qué querés más chamaco? ¡No caigás en el pecado de la vanidosa avaricia de poder! ¡No escuchés ése grito de guerra! Que habrá de llevar a combate consigo mismo a futuras generaciones en búsqueda de un espejismo que siempre se alejará dos pasos por cada uno que te acerqués, tras de un triunfo que no existe llamado éxito, dejando en el olvido su propia felicidad que no es más que el visto bueno, el reflejo en nuestra vida de tata Dios ¡Ya tas advertido chamaco! ¡Hacé no lo más si no lo mejor que podás! ¡Ahí lo ves! –Concluyó tata Chulel- Tomo con seriedad tu advertencia viejo, como de plena conciencia te digo que no llegamos a ser quienes somos los de mi casa por ocultarnos en la sombra; Yo soy de los gigantes que no temen pagar por el
  • 25. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 25 precio de su grandeza, ni cambiarían su altura por miedo a su propia sombra ¡Sí ya lo viste es porque ya pasó donde lo viste! ¡Y no viviré el tiempo que tarde en llegar a ése lugar con miedo en mi corazón viejo Chulel! Sin embargo, igual te digo, nunca olvidaré nuestra plática y procuraré pintar mi sombra lo más clara posible –Dijo el joven a manera de despedida mientras se ponía en pie sacudiéndose el pantalón para retirarse de la fogata- ¡Ansina se habla chamaco! Serás grande ¡De eso no cabe duda! Mi pregunta es sí sabrás ser bueno cuando seás grande –Reflexionó más que preguntar tata Chulel- Pero eso Mesmamente solo vos podrás decidirlo con lo que hagás a cada paso de gigante ¡Cuidá de no pisar al humilde no’ más! Que según la apuesta es la ganancia o la pérdida, en tu caso ¡Según el sapo la pedrada chamaco! ¡Me cuadras verdá de Dios! Ve y cumple tu destino lo mejor que podás; recordá siempre que más grande no siempre es mejor, que al final solo vos y no lo que tengás dará cuenta de lo que hagás. Un último consejo chamaco: ¡No marchés jamás contra los enjaulados! Que ésas ánimas se harán escuchar negándote ser el número uno, te harán encontrar en tu ambición la perdición de tu empresa ¡Demostrales inteligencia no dureza! -Se despidió el viejo de aquel joven adolescente con una mirada de complicidad y sonrisa de mutuo respeto- Tata Chulel volvió a caer en sueño profundo y así, los hermanos de la fogata pasaron de las historias de miedo, al canto de la guitarra y las bromas pesadas de homosexualidad implícita con lenguaje de doble sentido entre iguales. Así se fue consumiendo aquélla fogata, como traspasando su fuego al cielo, en el cual ya se adivinaba la alborada, mientras la animada ronda de peones y campesinos quedaba en placido sueño de caña. Al mismo tiempo, en su cuarto Juan José tenía la mirada fija en el techo de su cuarto, fumando y pensando en ella; algo lo trajo de vuelta, escuchó unas pisadas en el corredor y el alboroto de las aves de corral, pensando era una fiera de la montaña en busca de la entrada al gallinero salió del cuarto rifle en mano. Efectivamente era un pequeño coyote, que se encontraba sentado en el corredor, como esperándolo; Juan José apuntó al animal, porque ya eran muchas las gallinas de Doña Adelita que habían desaparecido, pero el coyote estático lo quedo viendo de tal forma que le hizo bajar el arma, se hizo seguir hasta la caballeriza. Juan José de repente sintió una pesadez en la nuca que atribuyo al desvelo y el par de copas que había tomado; el coyote fue y vino de la entrada de la hacienda. Juan José comprendió que pedía ser seguido, por lo que intrigado montó en príncipe y emprendió el galope tras el animalito que parecía correr como el rayo, siempre dos metros delante, cuidando no perdérsele de vista. Sin darse cuenta, Juan José llegó a la entrada del pueblo donde los gallos entonaban sus primeros cantos; era una escena extraña, no sabía porque estaba ahí, el coyote había desaparecido, presintió que algo raro había en el clima, como un frio que no era precisamente el de la agonizante madrugada; era como sí todo le dijera que estaba en la entrada del pueblo, pero al mismo tiempo algo dentro de él lo desmentía, diciendo que era un lugar que solo se le parecía, como un sueño a la realidad o como la realidad a un sueño.
  • 26. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 26 A lo lejos se vio una nube de polvo, de la que salió un pelotón de soldados que venían maltrechos, callados y con los ojos fijos; se le acercó el oficial, sin bajar del caballo, príncipe relincho nervioso. Soy el capitán Pedro Robles –Dijo el oficial- Vengo del pueblo de Berriozábal, dígale a mi general Robles que la misión ha sido cumplida; fuimos emboscados, pero acabamos con todos los salteadores. ¿Y porque no entra al pueblo y se lo dice personalmente capitán? –Preguntó Juan José- Vamos cortos de tiempo a otra misión que no puede esperar Don Juan José -Le respondió el militar- Como sabe mi nombre –Interrogó intrigado- ¿Acaso su hermano ya le habló de mí? Porque él me dijo que también seriamos amigos. El militar sonrío. ¡Algo por el estilo Juanjo! Y no solo te considero amigo, sino mi hermano que a mí ya no me la puedes jugar igual que a Luis ¡Bandido! –Dijo con una sonrisa de franca amistad- El sentimiento que tu corazón guardaba por Amalia en eso te convierte –Juan José se sorprendió aún más– ¿Es que también ella te habló ya de mí? ¿Cómo es posible que sepas tanto si no ha estado en el pueblo? ¿A poco tan rápido corren las noticias?–Intrigado cuestionó- ¡Muy rápido ya para mí! –Sin darle tiempo de reaccionar, añadió- Voy a luchar en otro frente, apoyando a mi madre en la defensa de nuestra sangre; tú que aquí quedas debes dar tu mejor esfuerzo, no dejes abatirte por el orgullo ¡Que tu amor es grande, pero grande serán las pruebas también! Sobre todo, cuídate del hombre que cabalga con el diablo, no alimentes su maldad con tu vanidad o poca templanza, porque él dará vida con la suya a tu tragedia y llanto ¡Cuidáte de ti mismo Juanjo! -Dijo el capitán emprendiendo su marcha, alejándose con su pelotón tan rápido como el viento, sin darle oportunidad a más, dejándolo mudo en una nube de polvo mientras los perros del pueblo aullaban lastimosamente- Juan José aun desconcertado, entró al pueblo y vio una actividad militar inusual, marchaban pelotones militares desde el arco hasta el parque central; cabalgó sereno hasta llegar a la iglesia, donde las campanas repicaron diciendo que alguien había muerto. Pasó frente a una de las casas de la calle principal, habitaba por el general Robles y familia; se estremeció al ver un crespón negro y racimos frescos de claveles o rosas que indicaban el pésame de los principales de la región ¡Alguien de la familia había muerto! La angustia se apoderó de él, bajó del caballo y caminó presuroso al interior de la casa que estaba con las puertas abiertas de par en par, flanqueadas por soldados y mujeres con rebozo rezando; buscaba la imagen de Amalia que sosegara el terrible miedo. Al voltear se encontró frente a frente con el general Robles, quien vestía de luto y con una tristeza que solo sostenía su carácter militar. Gracias por su presencia Juan José, no pensé que se enterara tan pronto, apenas anoche al salir del baile nos dieron la terrible noticia: ¡El capitán Robles murió en cumpliendo de su deber! –Lamentó el militar- ¿Luis? –Preguntó tembloroso Juan José- Pedro –Contestó el general bajando la cabeza como dejándose vencer por el dolor- El capitán Pedro Robles de Almeida se ha ido como lo hacen los militares, en el campo de batalla –Se compuso el general, alzando la cara por la que rodó una lagrima mescla de dolor, dignidad y orgullo– Juan José perdió el color ¡Imposible! -Exclamó- Lo he encontrado hace unos momentos en las afueras del pueblo con su pelotón y me encargó decirle que la misión había sido cumplida y que no podía entrar al pueblo porque tena otra comisión urgente.
  • 27. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 27 El capitán Robles fue un militar de honor, ni la muerte le impidió cumplir su misión y dar parte –Dijo con el mismo orgullo al tiempo que daba la media vuelta para ir a desahogar su pena a solas- Se quedó unos minutos estático, entre la multitud que se arremolinaba en la casa; hasta que Luis se acercó y comprendió que no había error; era cierto, el capitán Pedro Robles había muerto y a él le confió su última voluntad. Los dos hombres se dieron un abrazo mudo y se miraron de tal forma que ya no serían nunca más amigos, sino hermanos. Mi hermana está inconsolable –Dijo Luis- A pesar de su dolor no deja que nadie más arregle las ultimas ropas de su Pedro, ve y consuélala, ahora sé que solo tú puedes hacerlo, le haces más falta tú que yo; Ve, qué yo tengo la encomienda de mi general de ir y asegurarme de que no haya quedado vivo ningún salteador antes de que el cuerpo de mi hermano se enfríe. Iré contigo –Dijo firme Juan José- No hermano, ahora tú le haces más falta a otra Robles, además la hombría de mi hermano y la piedad divina no permitirán que encuentre vivo a ninguno de esos bastardos –Añadió Luis- Será una inspección de rutina, para identificar los cadáveres y recoger a nuestros hermanos que entre las rocas quedaron. Juan José no dijo más, Luis se dirigió a su caballo y montó, cuando josefina, la hija de Don Roque García lo sujeto por el pantalón y como mirando al cielo le dijo: ¡Cuídese capitán! No sientas angustia –Contestó Luis- Habremos de volver con bien. ¡Cómo no he de sentirla! Si la que a un militar el corazón da, jamás tendrá una noche serena en la espera, con soledad y angustia como únicas compañías, ahora lo sé –Dijo la chica con vergüenza y pudor- Egoísta soy –Dijo Luis al tiempo que rozaba su mano- Que en éste momento tu angustia es mi mayor felicidad. Se vieron por un momento y los dos supieron, acordaron su destino. Luis emprendió el galope al mando de la compañía rumbo a Berriozábal. Juan José se acercó tembloroso al féretro, sintió una descarga eléctrica a ver el mismo rostro que le sonrió en la entrada del pueblo, solo que ésta vez tenia sangre negra ya pegada en los oídos y un color marfil inútil a la vida que resaltaba aún más lo blanco de su piel. En tal contemplación pensó en voz alta y dijo ¡No puedo creerlo! Talvez fue un sueño en realidad, no pudo haber sido –Trataba de convencerse, cuando sin darse cuenta, una vieja rezadora lo miró profundamente al hablarle- A veces no hay nada más alejado de la verdad que la realidad joven amo –Le dijo mientras se persignaba- Y hay que salir de ella, aunque sea en sueños para encontrarla, como Usted lo hizo a las afueras del pueblo. ¿Cómo sabes eso mujer? –Preguntó sorprendido- Porque trae Usted al muerto encima, su frio le quedó como granizo de la mañana y lleva su corto tiempo para que a los rayos del sol se derrita; así yo veo que Usted fue y vino de un lugar que es aquí pero a la vez no, haga caso de lo revelado y que Dios lo bendiga –Contestó la mujer para seguir con su letanía- Rayaba el medio día y el calor hacia casi insoportable la estancia en el interior de la casa, un olor mezcla de sudor, lágrimas y cera quemada penetraba hasta los huesos. Casi todo el pueblo se hizo presente, desde la mejor sociedad, los hacendados y comerciantes más ricos hasta los peones y soldados más
  • 28. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 28 humildes con sus respectivas familias; ningún soldado del batallón quería retirarse sin darle el último adiós al capitán Robles. Juan José, ya sentado en la sala, esperaba el momento propicio para ver a Amalia, en eso entró Doña Adelita con un bello racimo de rosas que depositó frente al ataúd, se dirigió hacia su hijo y le puso la mano en la mejilla. Penoso es tu sentimiento e infortunados los acontecimientos que dilatan tu felicidad hijo mío –Dijo mientras se sentaba a su lado- Se oyeron tres descargas de fusil afuera de la casa y un grito colectivo de exclamación que se elevó al cielo en una sola voz ¡Viva el Capitán Pedro Robles! Enseguida entró un escuadrón de generales en traje de gala, habían llegado desde la capital de la república en avioneta militar para hacer la guardia de honor al cuerpo presente. Al frente de ellos, un militar de edad madura, rostro duro y piel surcada que ostentaba cuatro estrellas y un águila en la frente mandó por el general Robles, mientras los demás rodeaban en posición de firmes el ataúd por las cuatro esquinas. El general Robles se presentó ante el superior con saludo militar, éste no se lo devolvió, en vez extendió su mano franca y un fraternal abrazo ¡Valor compañero y amigo! ¡Honor compadre! –Le dijo- Tu pena es la mía también. De inmediato aquél jefe militar se posicionó firmes al costado izquierdo del féretro mientras esperaba que su compadre Emilio tomara el derecho; sin embargo en una imprudente acción el general Fernández se adelantó. ¡Permítame el honor de montar guardia a su lado mi general! –Fernández Exclamó sin que obtuviera por contestación más que una breve y seca mirada- ¡Qué tragedia! Perder un joven oficial tan valioso mi general ¿Cuándo será que un hombre como éste llegue a la silla? –Prosiguió Fernández en superficial halago al caído en cumplimiento del deber- ¡El sur necesita mejores oportunidades! ¡Necesita hombres como el capitán Robles! ¡Necesitamos un presidente sureño mi general! Sería muy provechoso para los intereses de la revolución –Seguía murmurando- Desde luego que eso lo determinarán allá en el centro, ustedes los máximos jefes ¡Sí yo tuviera la oportunidad mi general! ¡Haría grandes alianzas en beneficio de todos los que como Usted hicieron triunfar la causa! Claro que solo he sido gobernador, todavía no he sido presidente… ¡Ni lo será general! –Remató en seco el jefe, molesto ya de su falta de tacto y respeto al tiempo que lo dejaba mudo en firmes, pues con una seña dio el visto bueno para que otro general del estado mayor ocupara su turno en la guardia de cuerpo presente en tanto él se dirigía a consolar a su hermano y amigo- Los dos generales se dirigieron a la biblioteca, pues quien sería conocido como jefe máximo de la revolución no deseaba dar oportunidad a otro de los presentes para hacer de un momento de pena oportunidad política; ya en privado el ministro de guerra dejó fuera todo formalismo para consolar a su estimado y admirado compadre. ¡Eres mi hermano mayor canijo! Y no habría con quien más elegiría estar en mi última batalla que contigo Emilio –Dijo el compadre sacudiendo con vigor sus hombros- Aún me acuerdo compadre, como jugaba Pedro de chamaco entre las balas mientras ambos combatíamos por la causa revolucionaria, desde entonces mostró coraje y valentía, aun siendo todavía un niño corrió
  • 29. E L M A L P A R I D O - V E R S I Ó N D I G I T A L G R A T U I T A - | 29 en el campo de batalla para levantar la bandera que con su portador había caído ¡Fue soldado desde que nació! Y como tal murió. Gracias Plutarco, no me tienes que decir más, sé el cariño que le tenías a tu ahijado –Dijo el General robles- ¡Cariño y admiración compadre! ¡Como que siempre me gustó pa´ ser el padre de mis nietos! Yo esperaba que ésta navidad próxima formalizara con mi Natalia, ya ves que se escribían a menudo ¡Desde niño me cuadró el pelao! Desde que nació y me diste el honor de ser su padrino de bautizo pensé que nuestras familias podrían unirse; pero la voluntad de Dios fue otra compadre –Dijo bajando la mirada- ¿Recuerdas cuando de chamaco le dijo a Álvaro que no necesitaba de su otra mano pa´ sostener la pistola? –Preguntó con nostalgia intentando no dejar ir lo mejor de su ahijado- “¡No se agüite mi general!” “¡Con una le basta!” Le animaba con esa sonrisa de diablillo bendito que siempre tubo mí ahijado ¡Ah! Pero cómo lo defendía también, cuando se encorajinaba les gritaba a quienes le querían hacer burla o escuchaba un mal comentario: “¡Más vale manco que capado!” ¡Era canijo de bravo como su padre! ¡Pero noble y de temple desde chavalillo mi ahijado Pedrito! –Esbozó una sonrisa de resignación como queriendo borrar con los pocos momentos de gracia los muchos de penas y batallas que el joven capitán vivió- Álvaro te envía sus sinceras condolencias, él quiso venir conmigo pero tú entiendes compadre ¡Ésa bendita silla es la peor de las mujeres! Por celosa y posesiva; aun así, ahí andamos muchos como perros tras ella no’ más tantito y nos hace ojitos ¡Hombres al fin! Nos encantan las devoradoras –Volvió a obsequiar una disimulada sonrisa con el mismo afán de levantar el ánimo- Qué no daría compadre, porque mis ahijados hubieran sido maestros de escuela –Prosiguió siendo él quien decayera extraviando la mirada que por un momento se cristalizó- Sabes que yo cambiaria sin pensarlo éstas estrellas que llevo en la frente por las de ésas pequeñas sonrisas en un salón de clases, que son la esperanza y futuro de nuestra joven madre patria; pero mis ahijados nacieron como hijos del trueno de los cañones de guerra y Pedrito tuvo el destino de los grandes compadre, se fue joven y en todo su esplendor; sabemos que un buen soldado no debe envejecer porqué de héroe pasará a tirano, como pasó con “El Chato”, nuestro ídolo de juventud y gran maestro, que luchó contra los invasores y de quien su peor enemiga fue la vida al quedarse tanto en él, igual que ésa silla que tanto lo amó ¡Como a nadie! Fue su mejor amante. ¡Más que el destino! –Interrumpió con todo y su pena el general Robles en defensa de su gran maestro y padrino- Fueron intereses extranjeros que como peones movieron a nuestros héroes en el tablero mundial de los hermanos mayores, señores del oro negro y el acero, quienes decidieron apoyar al espiritista ¡No hay que formarle injusto juicio al soldado de la patria! –Reprochó- ¡Contigo no se pude de plano Emilio! ¡Tú fuiste el único de nosotros que fue llamado desde tan lejano oriente! Sabiendo qué era para conducir el destino de la nación; sí tú hubieras recibido la banda como nuestro maestro la recibió de Nepomuceno, el suyo ¡Nada de todo esto que ahora pasa hubiere pasado! ¡Pero no quisiste dejar tu propia soberanía! Jamás pude convencerte de que semejante causa bien valía tu vida, la mía y la de todos nosotros hermanos mexicanos ¡No sé qué te hizo cambiar de opinión! Si desde el colegio ya lo teníamos planeado –Hizo una breve pausa el jefe revolucionario, como tratando de contener un antiguo reclamo a su gran amigo, por no ser el momento apropiado, sin que tuviera éxito en ello-