1. SANTO TOMAS MORO<br />Tomás Moro vivió a comienzos de la Edad Moderna (1478-1535), cuando toda Europa se sentía arrastrada por la oleada del humanismo y del Renacimiento. El término «oleada.» se aplica precisamente a ese instante en el que el embate puede lanzarnos hacia arriba o puede hacer que nos hundamos violentamente.<br />Maquiavelo, que no era amigo suyo, lo definió de todas formas como «un hombre casi divino». <br />Estas referencias no deben ser consideradas inoportunas en este lugar, puesto que precisamente Tomás Moro tradujo al inglés y comentó la vida de Pico della Mirandola a los 10 años de la muerte de este humanista, que, en su célebre Discurso sobre la dignidad del hombre sostenía que el hombre está situado en el centro del mundo y con su libertad tiene que decidir si desea elevarse hacia el mundo divino o degradarse hacia el mundo subhumano y animal. <br />Por su parte, Moro defendía a Erasmo a cualquier precio y, de forma autorizada, hacía la exégesis correcta de las obras de Erasmo que eran atacadas. En cualquier caso, Tomás Moro fue el que orientó a Erasmo hacia esos estudios bíblicos y patrísticos que le hicieron célebre y a través de los cuales llegó a entender el humanismo sobre todo como una vuelta a las fuentes del cristianismo. <br />¿Quién era pues Tomás Moro?. Como buen humanista, estudió latín y griego; se especializó en derecho, ejerció como profesor de esta disciplina, y se convirtió en el prestigioso abogado de los comerciantes londinenses y de las compañías marítimas más importantes.<br />Su personalidad fue descrita así por Erasmo de Rotterdam: <br />«Su elocuencia habría logrado la victoria incluso sobre un enemigo; y es hombre tan querido para mí que si me pidiese que bailara y cantara ‘a la rueda rueda’ le obedecería gustoso... <br />Pasaba las noches de Navidad y de Pascua rezando con toda su familia. Debajo de sus vestimentas lujosas, llevaba habitualmente un áspero cilicio, que tan sólo se quitó cuando se acercaba la hora de su muerte y se lo envió a su hija. Su negativa a asistir a la ceremonia de coronación de Ana Bolena le granjeó el odio de la nueva reina. En 1534, se exigió el juramento general del Acta de sucesión que, a los pocos meses, quedó vinculada al Acta de Supremacía. Tomás Moro fue el único laico de toda Inglaterra que se negó a realizar el juramento; un obispo y algunos monjes cartujos fueron los únicos miembros del clero que se negaron.<br />Encarcelado en la Torre de Londres, Moro se negó a jurar, pero callaba: no daba ninguna explicación, no quería dar ningún pretexto para que se le condenara a muerte. Se convirtió en un mártir, es decir, en testimonio de Cristo.<br />Tomás Moro había tornado de su fe y del entusiasmo humanista de su época el deseo de ser «hombre», hombre en su totalidad. Pero un día comprendió que hay situaciones en las que un cristiano, precisamente por querer ser plenamente «hombre», tiene que entregar a Cristo toda su humanidad; situaciones en las que sólo caben dos alternativas: o la deshumanización, o la Humanidad del Resucitado. Y por ello «eligió» morir.<br />MIEMBROS DEL GRUPO:<br />Alejandro García villarrubia<br />Ignacio Gil Lopez.<br />