1. Don Víctor Raby
UN SELLO INCONFUNDIBLE
Oakland, “el fenómeno blanco”, Salpicón, Captain, Carabine, Cervantes, Alanés, Raudal, Black
Barony, entre muchísimos más, fueron algunos de los ejemplares fina sangre que gracias a las
manos diestras de Víctor Raby, realizaron campañas de gran excepción en la hípica nacional.
Sin duda, su dirección como preparador, su amor incondicional hacia los caballos y el gran
corazón que tenía, hacían de este turfman un ser muy querido por todos los que cariñosamente
lo llamaban “Don Víctor”.
Perteneciente al núcleo de las primeras familias inglesas que adoptaron al puerto de Valparaíso
como su verdadero hogar, Víctor Raby gracias a ellas, conoció, desde pequeño el “deporte de
reyes” que germinó inicialmente en los llanos de Placilla. Allí su espíritu de caballero inglés y su
talento innato dibujaron los primeros pasos que este hombre de figura gentil daría en el turf
nacional. Las carreras organizadas para los “gentleman riders”, eran siempre uno de sus más
sentidos recuerdos, y como no serlo, si a través de ellas comenzó a conocer la naturaleza de una
criatura inexplicablemente más noble que el mismo ser humano, sin falsos orgullos, de una gracia
extraordinaria y de una peculiar belleza sin comparación.
“Don Víctor” quedó en la imagen de todos los que a través de los largos años de su existencia
pusieron en su horizonte el Valparaíso Sporting Club. Ahí, como siempre, tanto en su labor como
director de este hipódromo, o como uno de los mejores preparadores de su época, Víctor Raby
siempre logró poner la nota máxima a las “carreras a la inglesa”
“Todo un caballero y un sportsman”, decían los que lo conocían. Otros recordaban su afición por
el baile y su gran destreza para hacer lucir en la pista a sus parejas. Los hípicos, su manera
inconfundible de montar mejor que nadie, o bien, el hecho de ser uno de los primeros jinetes
caballeros, y por qué no decirlo, su condición de elegante polista también. Pero lo que más venía
a la mente de sus amigos era su sobriedad de palabras y hábitos, su carácter discreto, la seriedad
y su eterna antipatía por todo lo estridente y fuera de lugar.
Para hablar de Víctor Raby como preparador, sólo basta mencionar un par de nombres:
Oakland y Salpicón. Sin duda eso bastará para los amantes de la hípica. Saber que este hombre,
definitivamente un sportsman, fue el preparador de dos de los mejores ejemplares de todos los
tiempos en la hípica nacional.