3. ¿De qué modo dio Dios
los diez mandamientos?
“Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre
él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte
se estremecía en gran manera” (Éxodo, 19: 18)
“Porque no os habéis acercado al
monte que se podía palpar, y que ardía
en fuego, a la oscuridad, a las
tinieblas y a la tempestad, al sonido
de la trompeta, y a la voz que
hablaba, la cual los que la oyeron
rogaron que no se les hablase más”
(Hebreos, 12: 18-19)
4. ¿Qué reacción hubo ante la promulgación de
los diez mandamientos?
“Todo el pueblo observaba el
estruendo y los relámpagos, y el
sonido de la bocina, y el monte
“y tan terrible era lo que se que humeaba; y viéndolo el
veía, que Moisés dijo: Estoy pueblo, temblaron, y se pusieron
espantado y temblando” de lejos. Y dijeron a Moisés:
(Hebreos, 12: 21)
Habla tú con nosotros, y
nosotros oiremos; pero no hable
Dios con nosotros, para que no
muramos” (Éxodo, 20: 18-19)
5. ¿Por qué reaccionaron así?
Al escuchar los mandamientos, ellos
sintieron su pecaminosidad. Se dieron
cuenta que habían vulnerado la Ley de Dios.
“El pueblo de Israel estaba anonadado
de terror. El inmenso poder de las
declaraciones de Dios parecía superior a
lo que sus temblorosos corazones podían
soportar. Cuando se les presentó la gran
norma de la justicia
divina, comprendieron como nunca
antes el carácter ofensivo del pecado y
de su propia culpabilidad ante los ojos
de un Dios santo. Huyeron del monte con
miedo y santo respeto”
(E.G.W., Patriarcas y profetas, pg. 318)
6. ¿Qué propósito tuvo Dios al promulgar
los diez mandamientos?
Mostrar el pecado.
“¿Qué diremos, pues? ¿La ley es pecado? En
ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino
por la ley; porque tampoco conociera la
codicia, si la ley no dijera: No codiciarás”
(Romanos, 7: 7)
Al mostrarnos el
pecado, reconocemos la
necesidad de salvación.
Inmediatamente después de promulgar la Ley, Dios mostró
al pueblo cómo salvarse del pecado a través del
Santuario, que prefiguraba la obra redentora de Cristo.
7. Jacob pidió a su familia Caín fue acusado de
que se deshiciese de homicidio por matar a su
los ídolos para ir a hermano (Génesis, 4: 9-10)
adorar a Dios en Betel
(Génesis, 35: 2-3) A Noé se le indicó: “El que derramare
sangre de hombre, por el hombre su
sangre será derramada” (Génesis, 9: 6)
El sábado fue bendito
desde la misma Creación
(Génesis, 2: 1-3) Job menciona
homicidio, robo y
Cuando Dios dio el maná adulterio
(antes del Sinaí), le daba (Job, 24: 14-15)
al pueblo doble porción
el viernes para que
descansase el sábado Abimelec reprendió a Abraham por
“para que yo lo pruebe si mentir (falso testimonio) cuando Dios
anda en mi ley, o no” le advirtió que no cometiera adulterio
(Éxodo, 16: 4) con Sara (Génesis, 20)
8. La Ley es la norma moral por la que podemos juzgar la rectitud de
las personas.
Si no hubiese existido la Ley antes del Sinaí, ¿cómo podía haber
dicho Dios de Job que era “varón perfecto y recto, temeroso de Dios
y apartado del mal” (Job, 1: 8)?
De Abraham, que vivió varios siglos antes del Sinaí, dijo Dios que
“guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes”
(Génesis, 26: 5). Esto nos habla de un sistema complejo de leyes, aún
más abarcante que los diez mandamientos.
Cuando Moisés regreso a Egipto, comenzó una reforma espiritual
entre el pueblo de Israel que incluía retornar a la observancia de los
mandamientos. Por ello, Faraón acusó a Moisés y Aarón de hacer
“sabatizar” al pueblo (Éxodo, 5: 5)
9. Hasta el extremismo farisaico de los tiempos de Jesús, Israel
nunca vio la Ley como un medio de salvación. Para ellos, la
salvación era una gracia de Dios y la Ley era (y es) el reflejo del
carácter divino.
Si comprendemos que la palabra “ley” abarca no solo los
Diez Mandamientos sino todas las enseñanzas del Antiguo
Testamento, en especial las de los primeros cinco libros de
Moisés, entonces entenderemos que ellos amaban el
mensaje de salvación de gracia. Ellos amaban “la verdad”
como se les había revelado y como la habían captado. No
era un amor a las reglas, sino un amor a un conjunto de
criterios y principios que, si los guardaban, les abrirían el
camino a muchas bendiciones y promesas, porque Dios les
había dado todo eso para su propio bienestar.
10. “La ley de Jehová es
perfecta, que convierte el
alma; el testimonio de
Jehová es fiel, que hace
sabio al sencillo” (Salmo 19: 7)
“Vengan a mí tus
misericordias, para que viva,
porque tu ley es mi delicia”
(Salmo 119: 77)
“¡Oh, si hubieras atendido a
mis mandamientos! Fuera
entonces tu paz como un
río, y tu justicia como las
ondas del mar” (Isaías, 48: 18)
12. Tanto el apóstol Pablo como Santiago, reconocieron varios de los diez mandamientos
como de obligado cumplimiento para el creyente que ama a su prójimo.
“No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al
prójimo, ha cumplido la ley. Porque: No adulterarás, no matarás, no
hurtarás, no dirás falso testimonio, no codiciarás, y cualquier otro
mandamiento, en esta sentencia se resume: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimiento de la ley es
el amor” (Romanos, 13: 8-10)
“Si en verdad cumplís la ley
real, conforme a la Escritura: Amarás a
tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis…
Porque cualquiera que guardare toda la
ley, pero ofendiere en un punto, se hace
culpable de todos. Porque el que dijo: No
cometerás adulterio, también ha dicho:
No matarás. Ahora bien, si no cometes
adulterio, pero matas, ya te has hecho
transgresor de la ley” (Santiago, 2: 8, 10-11)
13. En la Biblia, la Ley y el amor están
íntimamente relacionados.
En un sentido, se podría alegar que el
amor trasciende la Ley, que alguien que
realmente ama a Dios y a los otros revela
los principios últimos de la Ley. Pero esto
no es una excusa para negar la Ley. Por el
contrario, el amor cumple la Ley; es la Ley
expresada en su forma más pura.
“En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y
guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1ª de Juan, 5: 2-3)