TEMA 14.DERIVACIONES ECONÓMICAS, SOCIALES Y POLÍTICAS DEL PROCESO DE INTEGRAC...
Ensayo final
1. BENEMÉRITO INSTITUTO DEL ESTADO
“GENERAL JUAN CRISÓSTOMO BONILLA”
ESCUELA NORMAL DE EDUCACIÓN FÍSICA
“LO QUE APRENDÍ EN MIS VISITAS A LAS ESCUELAS DE EDUCACIÓN BÁSICA”
LEF. GLORIA JANETT HERNÁNDEZ BLANCAS
ESCUELA Y CONTEXTO SOCIAL
ANDREA CABRERA LARA
1° B
10-01-2011
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ÍNDICE
Introducción……………………………………………………………………………. 3
¿Es éste mi camino?............................................................................................ 4
Más que prácticas docentes………………………………………………………….. 5-10
Conclusión………………………………………………………………………………11
Anexos……………………………………………………………………………….….12
Bibliografía………………………………………………………………………………13
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INTRODUCCIÓN
No me canso de decir que la etapa más maravillosa de mis veinte años, fue la niñez. La
recuerdo por las increíbles y agradables enseñanzas que me proporcionó, por lo que
aprendí, por lo que viví y experimenté. Que al pensar en los momentos inolvidables, en
aquellos instantes donde por primera vez, soñé, jugué, sonreí, sentí, conviví …; en las más
profundas memorias que van de la infancia a el día en que vivo al presente. En esos
instantes que por más pequeños o asombrosos que fueron, pero tan significantes, simbólicos
y característicos; que al traerlos de vuelta una y otra vez a mis sueños, deseo que jamás se
borren con el pasado porque son las piezas y fragmentos esenciales que día a día le dan
sentido e impulso a mi vida. Naturalmente, uno no puede escoger el tiempo o la forma en
que sucedan, no podemos preceder lo que aún no existe, pero, sí podemos elegir un lugar
que queramos, el que más nos guste y nos simpatice para que ahí encontremos nuestras
mejores experiencias en compañía de nuestros amigos o familia. Ese lugar sin duda alguna
podría ser la Escuela.
Cuando a menudo me preguntaban qué era lo que iba a ser en la vida, respondía que me
gustaría ser una persona significativa para los demás. Giraba en torno de esa réplica, tanta
risa y cuestión de todos, no comprendían la magnitud de mis palabras. Simplemente, desde
niña tuve la impresión de que quería ser esa persona de la que todo mundo hable, no solo
por lo bien que hace su trabajo, sino por aquellas vidas que cambió, aquella que cuando la
encuentren caminando por la calle se le acerquen y la saluden afectivamente, esa persona
tan especial que es para ellos que con júbilo siempre recordarán.
De niña siempre ansiaba por ir a la escuela, ver a mis maestros, jugar con mis amiguitos en
el recreo, por sentarme junto de un compañero al lado mío en el salón de clases, sacar mi
libreta y lápiz nuevo a la espera que la maestra comenzara a dictar o poner cualquier
actividad, me emocionaban las clases de educación física porque ahí aprendía, corría,
saltaba, reía y me divertía. Por esta maravillosa vida escolar que tuve y muy afortunada,
más que una decisión difícil, fue sublime elegir ser Docente. Porque ser maestro es algo más
complejo e importante, cada quien le da un significado, pero para mí no es solo dictar horas
de clases sino entregar alma y corazón. Quiero crear emociones, sensaciones, algo que
mucho más que aprendizajes.
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¿ES ÉSTE MI CAMINO?
Cuando se publicó la convocatoria para ingresar al Benemérito Instituto Normal del Estado
(BINE) muy nerviosa y entusiasmada estaba, pero mi actitud radicalmente decayó cuando al
leer que la solicitud estrictamente requería que fuera egresada del bachiller en los años
2008-2009 y 2009-2010, yo pertenecía de 2007-2008. No imaginé que tanto era mi anhelo de
estudiar Licenciatura en Educación Física, que decidida estaba por hacer lo que fuera por
conseguir entrar. Y heme aquí orgullosa y feliz, cursando el primer semestre en el primero
“B”.
El primer día de clases me regresé a casa muy decepcionada al igual que la mayoría de mis
compañeros, por la cruda verdad de que para ser maestro de educación física no trataba
únicamente de practicar deportes o saber de ellos. Una semana nos dieron un curso de
inducción para que entendiéramos y conociéramos los planes y programas que conforman la
licenciatura. Mi interés por convertirme en docente se iba acentuando cada vez al descubrir
cuáles son las corrientes actuales de la educación física, y que a lo largo de varios años ha
ido transformando sus tendencias por lo importante que se le ha considerado para el
desarrollo y formación del individuo. Cuanto más admiraba sus contenidos, fines y objetivos,
justificaba en cierto modo del porqué quiero enseñar.
Cuando regularmente las clases tomaron inicio de 7am a 3pm –de lunes a viernes-; estaba
muy desconcertada, tenía algunas dudas de estar aquí. Me decía que materias como
desarrollo infantil I, propósitos y contenidos de la educación básica, bases filosóficas, legales
y organizativas del sistema, problemas y políticas de la educación básica, ejercicios
premilitares y escoltas, y por último escuela y contexto social; no eran relativas para mi
formación. Simplemente no era lo que esperaba que fuera. Dichosamente, mi tenacidad
venció esas ofuscaciones esclareciéndome la razón de las asignaturas, señalándome que
debo vivir sin expectativas. Bien señala Manolo González Muñoz (1993), “detrás de cada
práctica pedagógica existe una filosofía de la educación que lo fundamenta y que la orienta; y
que es por ello que la concepción teórica que se tenga de la Educación Física marcará un
sistema de valores en que la acción pedagógica se encontrará sumergida y tomara su
significado”. Tal vez sea una aspiración abstracta, pero no dejo de creer en lo que puedo
llegar a hacer y cambiar como educadora física.
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MUCHO MÁS QUE PRÁCTICAS DE OBSERVACIÓN DOCENTE
Un componente fundamental en la formación de profesores de educación física, es que
alcancemos conocimientos sobre las características del trabajo docente en la escuela, así
como de las necesidades y exigencias del trabajo con los niños y los adolescentes. En la
materia de Escuela y Contexto Social, la formación de estas competencias se van logrando
a través del Área Actividades de Acercamiento a la Práctica Escolar, donde en la medida en
que asistíamos a las escuelas de educación básica, observamos en los diferentes contextos
en que éstas se encontraban, vivíamos la experiencia buena o mala, y enfrentábamos los
desafíos cotidianos de la actividad docente en situaciones reales. Con la finalidad de que
fuéramos adquiriendo las competencias profesionales, la confianza necesaria para trabajar
con los alumnos, para establecer relaciones con los maestros y con las madres y los padres
de familia. Por eso es importante considerar que el desarrollo de la práctica docente es parte
del proceso formativo que brinda la educación, por lo que debe ser asumida con
responsabilidad y compromiso. Es un período fundamental que me permitirá enfrentar el
futuro con mejores condiciones.
El día en que la profesora Janett nos dio a conocer las actividades a realizar en el semestre,
inmediatamente me llegó la impresión de que no se trataba de cualquier materia, porque no
sólo era teoría, sino íbamos a llevar esa teoría a la práctica. Literalmente entendía lo que
debía hacer en las prácticas, pero no tenía la menor idea de cómo actuar en ellas. Como el
número de alumnos que hay en el salón es grande, se tuvieron que hacer tres equipos de 12
y 13 personas, el cual llamamos “equipo de jornada”. Los equipos debían formarse como
nosotros quisiéramos, por convicción; pero como esto pasó a principio de clases, la mayoría
no teníamos la confianza para hablarnos unos a otros -al menos que no fuera para otra cosa
que “hola y adiós”-, fue así que el compañero que estuviera alrededor de tu banca o el que
estuviera más cerca de ti, llegaba para pertenecer a tu equipo; corriendo el riesgo de que
fuera competente o lo opuesto. La suerte estuvo de mi lado, mi equipo es el mejor. Pero otra
elección se tenía que hacer para designar a un coordinador, el cual debía de mantener el
orden, la organización y manejo de los asuntos relacionados con las prácticas de
observación, que en representación y al mando del equipo se presentara en las escuelas
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asignadas. Mi equipo consta de 13 integrantes y los votos mayoría fueron de los hombres, y
como la razón de hombres en mi equipo con respecto hacia mujeres es 6:1; no tuve salida.
Las cinco prácticas con una duración de un día cada una, estaban programadas para los
próximos meses, comenzando por septiembre. Muy poco era el tiempo que restaba, y se
tenían que hacer preparativos previos: ¿Cómo nos íbamos a trasladar?, ¿Qué transporte
tomar?, ¿Cómo se elabora un guía de observación?, ¿Qué se tiene que llevar?, ¿es normal
estar nerviosa?...; en fin, incontables eran las interrogativas que tenía. Gracias a la excelente
intervención de la profesora Gloria, que nos orientó y supervisó para la elaboración de todo el
material didáctico para el proceso de la jornada.
El primer nivel que le tocó a mi equipo de jornada a observar fue en primaria, llamada Esc.
Primaria Rafaela Padilla de Zaragoza encontrada en un contexto urbano. Estaba muy
contenta por mi aparición allí, porque simpatizo con los niños de esas edades (6-12 años) y
porque es donde me gustaría dar clases en un futuro. Varios maestros me dicen que no
puedo estar tan segura cuando aún no he experimentado en ningún nivel, pero es inefable mi
inclinación; la razón que podría explicarlo es porque es el período donde mis recuerdos
fueron muy significativos. Una noche antes a la visita, los nervios no me dejaban dormir, mi
cabeza daba vueltas pensando en cómo me recibirían los maestros, si les causaría buena
impresión pero, me preocupaba más la actitud de los pequeños hacia mí, como si un examen
presentaría. Como estudiante en práctica, debía que poner en juego todas mis capacidades y
competencias que había absorbido con las diferentes materias, con el fin de desarrollar
nuevos conocimientos y destrezas. Que lo nuevo que iba aprender en las escuelas fuera
significativo. Similar como lo describe Ausbel (1983), que en el aprendizaje significativo hay
una interacción entre el nuevo conocimiento y el ya existente, en el cual ambos se modifican.
Y en la medida en que mis conocimientos sirven de base para la atribución de significados a
la nueva información, él también se modifica, o sea, los conceptos van adquiriendo nuevos
significados, tornándose más específicos, más estables y claros. Mi punto es, que con lo
“poco o mucho” que sabía –relativamente con las pocas clases antes de mi primera jornada-,
uno de tantos propósitos era el analizar, reflexionar y comparar las situaciones reales que
experimentara dentro de los planteles escolares, con las descripciones de historias que
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relataban las lecturas de las antologías de las diversas asignaturas; deducir mi propio criterio
con base a lo que presenciara y percibiera.
Concuerdo cuando dicen que el primer o el primero -en lo que sea que te haya pasado-,
jamás lo olvidas. En ésta primera práctica, tuve la primera emoción de sentir lo que es
cuando te llamen “Maestra”, sin importar que los niños te conozcan; me sentí parte del
increíble ambiente escolar. Cuando junto con mis compañeros llegamos a la Institución, que
por cierto quince minutos antes de la entrada del horario regular (8am), puesto que uno de
los aspectos fundamentales a observar era la entrada de los alumnos y recorrer la
comunidad identificando el contexto urbano. Yo esperaba, como en mis tiempos, ver mucho
tráfico en las calles con el abominable ruido de los cláxones, padres de familia amontonados
en la entrada a la espera que sus hijos ingresaran salvo a su salón de clases o niños
corriendo para no ser sorprendidos por la guardia; pero todo lo contrario, todo estaba muy
tranquilo, los papas y mamas sin prisa alguna y muy pacientes, el portón de la escuela
despejado. Una vez dentro del plantel conversando con maestros y el director, me
atemorizaba el que se dirigieran despectivamente sobre la educación física, o que hablaran
mal al respecto de nosotros como estudiantes. Pero hablaban bien sobre la justificación de
la educación física en la escuela: decía el director que la educación física es necesaria para
el desarrollo de los niños y que es en la escuela donde bebe facilitarse. Era claro que estaba
actualizado el maestro Agustín Malpica, tenía una buena concepción. Ya que hoy
actualmente la necesidad de la educación física escolar primeramente se fundamenta por la
inmadurez del ser humano al nacer y otra por las exigencias de la sociedad en la que vive.
Todos sabemos que al nacer no tenemos el repertorio de respuestas motrices necesarias
para atender nuestras exigencias o necesidades del medio; ésta inmadurez inicial hace que
nuestra naturaleza sea indeterminada y por lo tanto sin una dirección fija en el ser y en el
actuar. El ser humano debe aprender las respuestas necesarias para sobrevivir, y este
aprendizaje lo recibirá por la estimulación que la E.F. le proporcionará.
Con los maestros de educación física que trabajan en las escuelas, conversando y
entrevistándolos, coincidían particularmente en que tuvieron que enfrentar muchos desafíos
en su trayectoria, desde discriminaciones por el sexo y por los demás profesores que los
subestiman por ser “maestros del juego”, han tenido que sufrir adaptaciones severas por las
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condiciones de las escuelas y por el contexto social, me platicaban por ejemplo que en
ocasiones el material didáctico era escaso y que tenían que modificar sus clases, o con los
mismos niños y adolescentes por las diferentes culturas existentes, y problemas con los
padres de familia por accidentes ocasionados durante las sesiones.
Es obvio que con diferentes culturas en las escuelas, se compliquen las interrelaciones entre
alumnos y maestros. La cultura que traen los estudiantes consigo viene de casa y es la base
para su aprendizaje. Por lo que es preciso valorar los conocimientos de cada grupo cultural;
porque es nuestro papel como educadores proponer técnicas que utilicemos para aprender
sobre las culturas de los estudiantes, y su vez, utilizar esos nuevos conocimientos para
transmitir y compartirlas con los demás alumnos para organizar la enseñanza de los
estudiantes en la escuela. Un problema de ésta índole, lo percibí en la cuarta jornada en la
Escuela primaria federal ubicada en San Isidro Buena Vista Azumiatla, en contexto indígena.
Era evidente los bajos recursos de la comunidad, se veía a los niños sin uniforme completo,
sus características notables que eran muy tímidos y retraídos, asistían enfermos, el clima era
muy frío y no estaban abrigados; los padres de familia muy cerrados para platicar y
desconfiados, la infraestructura de la escuela en condiciones desfavorables. En los maestros
se notaba el disgusto por trabajar ahí, parecía no importarles dar clase a los alumnos, no
daban ni su máximo esfuerzo, por lo que los niños hacían todo a su parecer. No me pareció
los comentarios que hizo el profesor de educación física al preguntarle cómo actuaba con el
problema del uniforme porque la mayoría no lo presentaba completo, dado que algunos
llevaban zapatos en lugar de tenis y podría ser peligroso por los espacios deteriorados; él
contestó que en su clase exigía el uniforme a los pequeños –aún sabiendo que no tenían los
recursos económicos para comprarlo- sino repercutiría en su calificación.
Las actividades que debía realizar en las diferentes escuelas eran: reconocer las
características del plantel, permanecer dentro de un aula, observar el comportamiento de los
niños y adolescentes en las sesiones de educación física y patio, hacer entrevistas a padres
de familia, directivos, docentes y alumnos, observar la organización de la institución, registrar
los aspectos observados de acuerdo a nuestra guía de trabajo. Estas características diferían
por los diversos contextos urbano, rural, urbano marginado e indígena. Me encontré con
instalaciones en buen estado y dañadas, escuelas con diferente organización: completa,
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bidocente y unitaria, algunas con más prestigio que otras y con más años de antigüedad,
percibí las relaciones de los maestros con buena comunicación y otras que no funcionaban
muy bien. Pero las apariencias me engañaron al imaginar que el Jardín de niños Hnos.
Grimm en San Martín Texmelucan se encontraría en las peores condiciones por el contexto
rural en que se localizaba. Pero todo lo contario, estaba en el mejor estado posible: salones y
fachadas bien pintados, patios muy limpios y amplios, los juegos infantiles mejor no podían
estar. Era un plantel con suficientes recursos y apoyos económicos como para que la clase
de educación física tuviera un cuarto lleno de material didáctico. Tanto las maestras como los
alumnos aprovechaban al máximo su escuela y la respetaban. Los niños y niñas a pesar de
su corta edad entre 3 y 5 años, su lenguaje y expresiones corporales reflejaban más edad.
Sin pena respondían a todas mis preguntas, me entonaban sus favoritas canciones y no
paraban de preguntarme tantas cosas. En esta visita, fue donde por primera vez el
significado de la palabra Escuela me quedaba claro, de cómo debe funcionar y cuáles son
las funciones de los actores de la misma.
Como en primaria, preescolar y secundaria, me percate que los alumnos conciben de
manera distinta a su escuela dependiendo lo que significa para ellos: un niño de primero de
secundaria me decía que le gustaba su escuela porque ahí podía plantar árboles, le gustaba
la biología. Como para un alumno de kínder su respuesta era que le gustaba porque le
enseñaba cantos y juegos; y el niño de primaria decía que los recreos y las clases de
educación física. Con esto me doy cuenta que son tan diferentes los alumnos con los que
voy a trabajar, que cada uno tiene características especificas y capacidades cognitivas
particularidades para aprender. Howard Gardner (1983) menciona que en nuestro cerebro se
encuentran ocho inteligencias diferentes que trabajan en conjunto de forma semi-autónoma y
que cada persona desarrolla de forma diferente, o mejor dicho, que cada uno de nosotros
desarrolla más unos tipos u otros de inteligencia.
Como disfrute en primaria, lo hice también en los demás niveles. Pero después de haber
convivido con “mis alumnos” de la primaria que atentos estaban de mi, en la secundaria tuve
que interactuar con adolescentes en un medio donde las clases eran rígida y tradicionales,
con jóvenes inquietos y no me sentí muy bien; pero después todo cambio de nuevo con los
pequeños del preescolar que ansiosos aceptaban mis propuestas y hacían lo que les pedía,
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jugaban y se divertían conmigo. No hay mejor premio para mí que las risas espontáneas y
afecto por parte de ellos.
En las clases de educación física los niños como adolescentes entregaban todas sus
energías, aunque no faltaban los inquietos o los que no quería cooperar para trabajar. Pero
observaba que los juegos y educación integral son dos componentes asociados. Mediante
los diversos juegos que los profesores les planteaban a sus alumnos, se facilitaban los
aspectos de carácter, las habilidades sociales, dominios motores y el desarrollo de las
cualidades físicas. Ellos se sometían a estímulos que aceleraba su proceso de aprendizaje
por voluntad propia, a toda actividad que les resultaba placentera y divertida. Los juegos son
por eso doblemente valiosos, ya no solo porque contengan experiencias diversificadas, sino
también porque en su propio diseño incluyen la incertidumbre que conduce a una adaptación
emocional, social y motriz. Decroly (1914) vio en el juego una pedagogía ideal basada en la
iniciativa, la libertad y la motivación, y por eso destacó el “juego educativo” como una forma
de iniciación a la actividad intelectual y motriz.
Pero el papel que desempeñaban los educadores físicos no era el más adecuado, no
profundizaban en los contenidos conceptuales, procedimentales y actitudinales; y el
desarrollo de sus técnicas de enseñanza no eran tan claras. Cada uno con estilos
particulares, flexibles, motivadores, dialogantes, etc., pero que también son herramientas
poderosas y tan valiosas par el proceso y sus resultados. Durante mucho tiempo, la
pedagogía ha insistido en el aspecto técnico de la enseñanza, muy influida por controlar y
dominar todos y cada uno de los apartados de los programas que permitirá centrar nuestra
labor en la calidad humana de nuestras intervenciones.
CONCLUSIÓN
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En estas experiencias me aventuré en un entorno educativo configurado por unos espacios,
materiales, interacciones, relaciones, que creaban un ambiente que identificaba y distinguía
de carácter propio a una escuela primaria, preescolar y secundaria. Donde mis vivencias en
los contextos sociales se desarrollaban en gran parte con la vida de los niños y adolescentes.
Que antes de entrar a un edificio escolar, desde afuera, todo parecía tan clamado y tranquilo,
imaginándome a los maestros dentro del salón de clases metidos en su trabajo, escribiendo
en el pizarrón o sentados revisando la tarea. Pero cuando una vez que te introduces en ese
espacio llamado “escuela”, estas antiguas visiones se quiebran. Descubres las verdaderas
actuaciones de los maestros, el tiempo que les dedica a sus alumnos, su participación en las
actividades y de qué manera las realiza, su comportamiento y relaciones con sus alumnos.
Así como también de las actuaciones de los padres de familia y el de los alumnos.
Estas prácticas de observación me resultaron más que una “simple visita”. En ellas presencié
buenos y malos sucesos, que me ayudaron a ser perspicaz y sensata en mis decisiones y
en mí actuar. Las jornadas escolares me permitían aclarar que no es sencillo ser docente,
que tiene responsabilidades y obligaciones a su cargo por lo que debe intervenir con las
capacidades y habilidades adecuadas y seguras.
Siempre fui objetiva, subjetiva y muy sensible durante este transcurso para construir mi
propio significado del docente que quiero ser, porque para mí la enseñanza de la educación
física es un medio educativo de gran importancia para que las nuevas generaciones
alcancen su ideal de vida y participen en la formación de una sociedad más sana y plena;
"Mientras que el animal se agota en su ser corporal, el hombre excede o lo supera... porque
él no es solamente cuerpo, no sólo vive como cuerpo, sino que también se experimenta a sí
mismo como cuerpo y vive su cuerpo como suyo; conoce su cuerpo, toma posturas frente a
él, puede distanciarse de él: puede disponer de su corporeidad" (O.Gruppe).
Se me presentaron retos y desafíos en esta trayectoria, la realidad en la que vive día a día el
educador físico, las diversas situaciones y condiciones en que puedo trabajar. Y gracias a
ello, encontré seguridad y confianza, adquirí conocimientos y herramientas necesarias para
que intervenga y me desenvuelva adecuadamente en mis próximas prácticas. Así como
también, me ayudaron a definir el carácter y la personalidad correcta que como docente
debo poseer para manejar apropiadamente cada uno de los problemas o circunstancias que
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se presenten en mi trayectoria, obteniendo resultados favorables y eficaces en respuesta a
esa profesionalidad con la que se actuó.
ANEXOS
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BIBLIOGRAFÍA
Lleixà, T., & Flecha, R. (2002). Multiculturalismo y educación física. Barcelona: Paidotribo
Editorial.
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15. 15
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