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NO HABÍA CONTROL EN ESE MOMENTO

Ella al principio se sonrojó, luego le recorrieron escalofríos. Estaba
aterrorizada pero anhelante. Estaba sudando calor líquido y
mirándolo completamente alerta. La contradicción la llenaba desde
adentro y se sentía salvaje, deliciosamente en total falta de control.

El guerrero sintió el corazón de la hembra latiendo locamente bajo
él. Ella estaba sonrojada. Él sintió los escalofríos que la recorrieron y
fue presa de la urgencia de frotarse contra su suculento cuerpo. No
le importaba estar débil y herido. Estaba ciego a todo excepto a las
sensaciones y los deseos de sus pensamientos instintivos.

Elijah no era un extraño para las mujeres —De hecho, las disfrutaba
inmensamente, — pero esto era algo muy notable. Nunca había
reaccionado tan fuertemente, tan rápido hacia una hembra antes.
Excepto, tal vez, una vez anterior. Pero había rehusado a darle
importancia por lo que era, excusando que era parte del calor de la
batalla. La sola idea de eso era totalmente arrolladora por que la
mujer en cuestión había sido...

En ese momento finalmente la reconoció.

Los ojos de Elijah palidecieron, al igual que el resto de él, mientras
finalmente se percataba exactamente a quien sostenía bajo su
cuerpo. Por quien era que sentía esta extraña necesidad. Y quien
estaba respondiendo con inconcebible reciprocidad de calor e
interés.

—Siena —susurró, su mano finalmente abandonando su cuello para
revelar el dorado y negro collar que usaba.
PRÓLOGO



    —Quien fuera que deseara conocer el destino de la raza Demon debe
consultar estas profecías...


     ... al igual que la magia, una vez más amenace el tiempo, al igual que
la paz de los Demons se dirigirá a la locura...


     ... vendrán en esta gran época las cosas que regresarán a enfocarse en
la pureza que la raza Demon siempre ha anhelado. Llegará el significado y
el propósito de nuestras leyes estrictas, que ningún humano no-corrupto
deberá ser dañado, que la pacífica coexistencia entre razas deberá volverse
primordial...


    —Extractos de la Profecía del Demon Perdido.


     ... queda prohibido para cualquiera de la raza Demon emparejarse con
criaturas quienes no son sus iguales, no de su naturaleza, no de su fuerza y
poder. Esas criaturas inferiores son nuestras para proteger las de nosotros,
no para ser violadas en abominación sexual impura. Esta es la ley y la
voluntad de la naturaleza. El perro no se involucra con el gato, el gato no lo
hace con el ratón. Quien fuera que rompiera la sagrada verdad deberá sufrir
bajo la mano de la ley...


        —Extracto del Pergamino Original de Destrucción.
Elijah cayó sobre sus rodillas, agarrando su pecho mientras la
sangre se derramaba entre sus dedos, manchándolos y a su camisa
blanca con un brillante carmesí. Miró hacia abajo al floreciente
cuadro de su esencia vital derramándose sobre la tela, casi con
fascinación que da al extenderse, los artísticos círculos de una
camisa teñida.


    El guerrero Demon estaba sorprendido.


     Había sido herido repetidamente en su centenaria vida.
Ciertamente esto no era extraño para él. Todo, desde la mística
electricidad de malvadas espadas hechas del brutal, ardiente hierro,
que era tan tóxico para su raza, lo habían cortado de una forma u
otra en el tiempo. Algunas heridas habían sido lo suficientemente
serias para dejar cicatrices a pesar de sus notables e innatos poderes
de sanación, algunas no lo habían hecho. Pero nunca había sido
herido en una forma que podría considerar mortal. Mortal para
otros no era mortal para él. Mortal para el Demon promedio
tampoco era mortal para él, si, sólo por su terco rechazo a sucumbir
a algo tan patético como la muerte.


     Sin embargo, en este caso, no era simplemente porque un hueco
lo recorriera a través de su pecho, muy cercano a las funciones
vitales de su corazón, por lo que su vida estaba en peligro, si no
porque estaba en la mitad de la nada, demasiado débil para llamar
por ayuda y rodeado adelante y atrás por enemigos. Incluso, si
pudiera de alguna manera encontrar la resistencia para sobrevivir
esta penetrante intrusión a su cuerpo, estos enemigos no le
permitirían vivir más de lo que quisieran hacerlo.


     Elijah estuvo de súbito furioso consigo mismo por terminar en
este predicamento. Él era el Capitán de los guerreros Demon, el
ejército de élite, a la orden y llamada del gran Rey Demon. Él era el
luchador más hábil de la raza Demon, un Nightwalker conocido por
sus increíbles habilidades en batalla. Él había vivido todos los siglos
de su vida honrando sus habilidades, aprendiendo todo lo que había
que saber acerca de la batalla, guerra, armas y estrategias requeridas
para triunfar en esas situaciones. Jacob, el Demon Ejecutor y su gran
caballero, Noah, el Rey Demon, eran los únicos que había
considerado como sus iguales en batalla. Él no se supondría tan
estúpido para caer incluso, en la mejor trampa tendida, incapaz de
ser superado una vez cautivo en dicha trampa.


     Incluso, sin entrenamiento, todos los Demon de Tierra eran
esencialmente bestias listas para la batalla. Creía en eso –era su
filosofía personal– y fuertemente sentía que no importaba qué tan
fuerte fuera la capa de civilización dentro de su raza, o dentro de los
individuos, había instintos que no podían ser negados. Seguro, los
Demon parecían humanos, sin embargo, más altos y bronceados que
el promedio, pero eran considerados extraordinariamente atractivos
cuando estaban en círculos humanos. Elijah sabía esto porque la
genética elemental animal dentro de ellos les permitían liberar
feromonas que llamaban al sexo opuesto, un sentido predador de
conciencia que exudaba peligro y unos ojos extraordinarios detrás
de los cuales se adivinaban la astucia e inteligencia. Todas las
cualidades de los cazadores naturales, siempre colocados bajo la
superficie, esperando por alguien para hacerse presas a sí mismos.
Los Demon eran capaces de comportamientos tan agrestes como los
elementos de los cuales tomaban sus grandes poderes,
comportamientos que habían tomado e integrado en cada habilidad
que cultivaban en sus largas vidas, haciéndolos formidables
oponentes para aquellos que lograban ponerse en los sitios
malignos.


     Sin embargo, incluso el más joven de los novatos pudiera haber
evitado su predicamento actual, el pensamiento del guerrero lo
atravesó. Entonces estar cautivo como esto, como un débil ratón en
una trampa era vergonzoso y lo hacía rabiar. ¿Cómo había el acto de
cumplir su deber, de repente, volverse contra él? Él era el Capitán
Guerrero, el guía de todos los Nightwalkers con un precio sobre su
cabeza, para aquellos que no eran de la raza Demon, quienes habían
cometido actos egregios1 y pecados contra la gente Demon, un
desafío directo e insulto hacia el Rey Demon. Él era el especialista en
todas esas especies, un estratega antropólogo. Si alguien deseaba
conocer las verdaderas maneras de cómo destruir Vampiros,
Licántropos y la mayoría de otras especies de Nightwalker, Elijah
sería la mejor fuente de información. La guerra y la paz eran,
desafortunadamente, cosas transitorias, y era su deber estar
preparado para todas las posibilidades, en caso de que amigos se
convirtieran en enemigos o enemigos amenazaran a amigos.


     Elijah luchó para despojarse de la capa de disminución de la
conciencia y los giros de su alrededor inmediato. Era él solo quien
pertenecía a la cabeza de los ejércitos de su monarca cuando era
necesario y quien debería entrenar a los espías y asesinos quienes se
debieran deslizar entre las ocultas sombras en el frente de
amenazante intriga. Sin embargo, sabía todo lo que alguien pudiera
descubrir actualmente sobre los humanos, quienes habían caído en
las perversas artes de la magia negra. Del mismo tipo que ahora
estaban a su alrededor, circulándolo como volutas, esperando el
aliento de muerte final de la víctima.


     El uso de estos corruptos poderes, había convertido a estos
tontos humanos, hombres y mujeres, en nigromantes, manchando
su alma con la entintada semilla del mal y llenando con una fetidez
tan adentro de su piel, que ningún Nightwalker con el alma limpia
podía soportar respirar su olor. Eran poderosos, capaces de crecer,
incluso, más, mientras más y más, estudiaban y practicaban sus viles
artes, pero no eran lo suficientemente poderosos para capturarlo, ni
pensar matarlo. No, solamente su estupidez podría haberles dado
esa oportunidad a ellos.


    Debería lucir como un pavo de día festivo, irrumpiendo a través
de la línea de árboles y cayendo en su trampa, los nigromantes lo
rodearon, al igual que los cazadores humanos, quienes pasaron el
tiempo cazando mitos para poder torturarlos y matarlos. Mortales

1   Ilustres o insignes. (N.T.)
quienes se llevaron a sí mismos, no sólo a descubrir la existencia y
localización de las ocultas razas de Nightwalkers, sino que hicieron
su búsqueda personal para erradicarlos del planeta armados con
algo más que mitos, leyendas e ignorancia.


    Los Demons eran una de las razas menos expuestas de
Nightwalkers en la mitología humana, pero especies como los
Vampiros y los Licántropos no tenían tanta suerte. Historias de ellos
abundaban, ya fueran exactas o no, alimentando al ávido cazador a
empalarlos, buscando por una prueba y vindicación personal,
ocasionalmente teniendo suerte en sus búsquedas sedientos de
sangre. Para el cazador, era una victoria, un trofeo mental.
Solamente mental. El cuerpo de un Nightwalker muerto debería a
menudo lucir un poco diferente a aquel de un humano asesinado,
entonces no era exactamente uno de esos tesoros que un cazador
pudiera montar en su pared y contar historias sobre eso. Por lo
menos, no a nadie fuera de su propia sociedad secreta de llamados
héroes.


     Se estaba volviendo demasiado común últimamente encontrar
las cenizas de Vampiros dejados al sol, Licántropos que fueron
disparados y empalados con armas de plata que los envenenaba e
incluso Demons heridos por armas hechas de abrasador,
desfigurante hierro. Eso era, por supuesto, cuando los Demons no
eran convocados dentro de la mutilante destrucción de las trampas
de pentagramas puestas por los nigromantes. Asesinato tras
asesinato insensato y entre estos dos grupos de humanos la lista de
víctimas debería seguir.


     Era una dolorosa traición. Los Demons siempre habían tenido a
los humanos mortales en gran estima, muy parecida a la forma en la
que un padre protege a su pequeño hijo en desarrollo. Ellos y los
otros Nightwalker civilizados, protegían ferozmente a esos
humanos, tal vez instintivamente, sabiendo a pesar de que no tenían
poderes por sí mismos, al dejarlos crecer y desarrollarse, ellos algún
día lo harían. Sería una hermosa evolución para ver en los próximos
siglos. A pesar de que la raza Demon sabía que había unos pocos
mortales quienes pensaban dañarlos, todavía dolía amargamente. Y
ahora con cazadores y nigromantes uniendo fuerzas, el peligro se
había duplicado para todos.


    Triplicado, pensó el guerrero secamente.


     Elijah sabía que estaba cercano a la muerte en ese momento, con
ese pensamiento. El guerrero dentro de él nunca se permitiría la
reflexión durante una batalla que requiriera toda su atención. Pero
esta batalla estaba de todo menos terminada, entonces le dejaba a él
unos pocos preciosos segundos para reconciliar los pensamientos en
su cabeza. Parecía irónico que estos mal informados humanos
fueran quienes verían la destrucción de sus poderosas razas que
tanto habían temido, no se deberían sentir amenazados por la magia
negra con la que ahora comulgaban. ¿Cuál, se preguntaba Elijah, en
sus mentes, sería la distinción? ¿Qué hacía a un Demon, nacido y
bendecido de los limpios y hermosos elementos de la Tierra, tan
reprensibles para esos humanos? ¿Y aún así, la envolvente magia
negra que corría en los nigromantes estaba de repente siendo
laureada y aceptada en los mismos grupos?


     ¿Era tan simple como el hecho de que el mortal humano
promedio era demasiado propenso a multiplicarse por mezcla de
razas, en su evolutivo sexto sentido, particularmente para sentir u
oler la maldad innata? ¿Estaban al igual que una raza de niños que
no tenían el instinto de determinar lo bueno de lo malo, lo correcto
de lo incorrecto en un puro nivel intuitivo? Ciertamente, en el
momento que entró en el lugar no había sabido de su error mientras
ellos dominaban e invadían, pero, ¿ no había anticipación del todo
en ellos?


    Elijah no tenía estas respuestas y parecía, que no las encontraría
en lo que le quedaba de vida. Después de cinco siglos, cientos de
batallas y miles de victorias parecía que la tan nombrada
inmortalidad de Elijah estaba a punto de llegar a un desenlace
definitivo. Finalmente había tomado el tigre equivocado por la cola.


    ¿O debería decir tigresa?


    Elijah levantó sus oscuros verdes ojos, llenos de malicia y
contención hacia sus atacantes, quienes estaban orgullosamente
paradas en su derrota. Los cazadores y nigromantes que lo rodeaban
eran todas mujeres, parte de una secta de mujeres de la cual los
Demons se habían percatado recientemente. Lo que quemó sus
emociones con la intensidad de un fuego salvaje, sin embargo era la
presencia de las dos mujeres Demon que se elevaban al frente de
esas asesinas fuerzas femeninas.


    Traidoras.


     La Demon a la derecha, quien era conocida para él como Ruth,
era una Demon Mental muy poderosa. De hecho, ella había sido la
primera mujer nacida de ese elemento tan joven, que había existido
en la cultura Demon por sólo apenas unos quinientos años. Ella era
un Anciano, antiguamente un miembro del Gran Consejo, quien
había ayudado desde las raíces de la sociedad Demon y la ley en
muchos, muchos años. La magnitud de su traición era
inmensurable. Elijah apenas podía lograr envolver el concepto en su
mente.


    A pesar de que ella era la mayor de las dos, su juvenil
apariencia era comparable a la de su hija, la llamada Mary, quien
permanecía cercana a ella. Debido a que los Demons no envejecían
visualmente después de un cierto punto, el dueto lucía más como
hermanas. Sin embargo, Ruth sostenía un brazo alrededor de la
cintura y estaba tocando el cabello de la joven mujer con un cariño
maternal que se apoyaba en el hecho de que Mary estaba cerca de
un siglo de edad a su vez. Era casi innatural y debería, incluso para
esos humanos a su alrededor, sentir más que un pequeño
estremecimiento. Tal vez lo debería, si esos ojos no estuvieran
cegados por odio y miedo.


     Era inconcebible la idea de que ambas mujeres fueran de la
misma raza de Elijah, las túnicas claramente se unían con estas
malévolas usuarias de magia y los así llamados cazadores humanos,
que lo quemaban con una rabia maligna. Por supuesto, con inclusive
más ironía, Elijah entendía que ninguna de las mortales se percataba
que esas dos mujeres eran miembros de la misma raza con la que
ahora se declaraban en guerra con su ataque contra él. Ninguna de
ellas sabía que la motivación de Ruth estaba dada por una necesidad
personal de herir y una venganza mal dirigida y que ellas solamente
eran herramientas, un arma que podía sostener contra su antigua
gente.


    Para los mortales, ella no era más que una hermosa, sabia mujer
humana. Una hechicera dotada, tal vez, si les había mostrado su
maestra habilidad de comandar ciertos aspectos de los elementos de
la Mente. Era esta Demon traidora y su hija quienes dirigían a los
humanos contra víctimas que los mortales nunca deberían encontrar
con tan pavorosa facilidad y tan poco esfuerzo. Cada día Ruth se
colocaba en el opuesto de esa línea dibujada en la arena por esta
gente paranoica y mal dirigida, ella revelaría más y más a ellos
acerca de la raza Demon. No tardaría antes de que cuidadosamente
les diera las formas de destruir a aquellos que una vez llamó
amigos. Aparte de ese detalle, ninguna otra raza de Nightwalkers,
inocentes o no, debería estar amenazada por los siglos de
conocimiento de Ruth.


     Todo lo que le importaba a los humanos era su miedo a lo
desconocido, terror hacia las criaturas cuyo poder sobrepasaba
incluso su imaginación más salvaje, haciéndolos quebrarse con la
convicción de que era sólo cuestión de tiempo antes de que estas
razas vivientes de la noche, cayeran sobre los humanos como los
mitos y leyendas habían predicho una y otra vez. No importaba que,
si ellos lo hubieran querido, cualquier raza Nightwalker lo pudieron
haber hecho miles de veces en el último milenio solamente.


    Amargamente Elijah sintió que incluso si alguien les diera la
verdad, ellos continuarían sólo esperando lo peor de los
Nightwalkers, porque ellos estaban bajo la guía de la terquedad, el
prejuicio y el miedo. El único pensamiento que confortaba a Elijah
en ese momento era que su muerte levantaría las represalias de los
más viejos y poderosos de su raza y esto señalaría el fin de esta
maligna insurrección.


    —Engendro del demonio— Ruth gruñó el epíteto con loco
contento, alimentando la sed de sangre de las mujeres a su
alrededor.
    —¡Demonio disfrazado de humano! —ella sonrió y dijo
suavemente —Elijah, el poderoso Capitán Guerrero—Ruth rió, el
sonido perceptiblemente hermoso mientras se inclinaba para
mirarlo, su voz baja para que las otras no pudieran escuchar la
familiaridad con la que se dirigía a él. —El pequeño pitbull de Noah,
caído por simples mujeres. Conozco tus pensamientos, Demon de
Viento. No habrá venganza en tu nombre. Ellos nunca encontrarán
nada de ti en el tiempo que estamos pasando.


     Ruth se enderezó, retirando un mechón de lujurioso cabello
rubio, sonriendo serenamente. Ella besó la mejilla de su preciosa
niña, si alguien pudiera llamar a un Demon novato de casi noventa
años una niña, haciendo sonreír a Mary con arrebolado afecto que
revolvió el estómago de Elijah. Pero como una niña que era,
comparada con los adultos y Ancianos de su raza e incluso,
comparada con otros novatos de su edad. A pesar de que tenía la
belleza y el cuerpo de una mujer crecida, ella era una pequeña niña
en el corazón y en su mente, completamente bajo la influencia de su
sobreprotectora, complaciente madre.


    ¿Por qué ninguno de ellos se había percatado del desapego de
Ruth de sus sentidos? Como una Demon Mental, Ruth sin duda
había bloqueando la conciencia de los otros hábiles Demon
Mentales. ¿Por qué nadie había insistido en separar a la niña del
insano y dominante comportamiento de la madre? Porque no era su
manera de garantizar el derecho de un padre de criar a su hija
mientras la veía crecer. Ahora su sociedad entera deberá vivir con
ese error y sus consecuencias, al igual que Elijah, morirían por su
causa.


    Un poco, demasiado tarde, pensó con genuina tristeza por el
camino que las mujeres Demon habían elegido. Ambas estaban
ahora malcriadas, corruptas bajo la apariencia de su belleza externa
sobrecogedora. Él no necesitaba un superior sentido del olfato para
captar el vil olor de corrupción emanado de su bronceada piel.


    Elijah cayó hacia el frente, poniendo una mano para tratar de
protegerse a sí mismo y mantener su rostro fuera de la tierra.
Situación sin esperanza o no, él no sería recordado por ser tan fácil
de matar. Su orgullo no le permitiría hacer de eso un final. Había
bastantes oponentes diseminados en tierra bajo el círculo,
considerablemente diseminados, que fueron atacados con su
ferocidad mientras trataba de salvar su propia vida. Mujeres o no,
cualquiera que buscara asesinarlo, merecía lo que obtenía.


     Él estaba consciente de las otras acercándose a su alrededor. Las
ramas de magia negra que se aferraban a las hechiceras humanas
eran sobrecogedoras e insoportables. La energía crujía a su
alrededor mientras ellas jugaban con sus poderes. Arcos azules de
electricidad centelleaban entre ellas, casi como un juego macabro del
mono en el medio. La boca de Elijah se presionó en una apretada
línea mientras entendía lo que significaba ser el mono en este caso
particular.


    El primer rayo que se disparó del anillo de la mujer lo golpeó en
su espina, haciéndolo que se contorsionara en un arco hacia atrás,
sus brazos contracturados a su costado, contrayendo los músculos
de su ancho pecho y forzando a la sangre a manar de su herida. El
fluido salió tan pesado, tan rápido que sintió el efusivo calor de ello
drenándolo justo hacia abajo del frente de su ropa, la mezclilla de su
pantalón saturándose completamente en un instante.


     Se sintió con la cabeza ligera, mareado y extrañamente distante
mientras el siguiente rayo lo forzaba a contorsionarse en otra
dirección. Él podía oler lo quemado de su propia carne, sorprendido
por el poder de las usuarias de magia. Él trató de cambiar, para
encontrar solaz en la forma de viento que era tan parte de él. Si tan
sólo tuviera la fuerza de metamorfosearse en la más ligera de las
brisas, ellas no podrían lastimarlo. Pero el tiempo ya había pasado
para eso. Él había juzgado mal su situación y ahora estaba
demasiado herido y demasiado débil para concentrarse incluso en la
más simple de las transformaciones.


     Se maldijo a sí mismo por ser tan tonto, por caminar en esa
trampa femenina. Había sido él quien había advertido a los otros
que nadie estaba a salvo mientras las traidoras, Ruth y Mary,
estuvieran lejos y en alerta con los humanos. ¿No les había dicho a
ellos desde el pasado medio año, cuando se percataron por primera
vez de la traición, que cualquiera podría ser una víctima del íntimo
conocimiento de los Demons del dúo, de su importancia individual,
de su poder? Ruth, su demencia disfrazada de amor maternal por
una hija herida, sabía demasiados nombres, demasiados hechos.
Incluso ella podría guiarlas a todos y cada uno de los miembros del
Gran Consejo.


    Él sólo sería el primero, se percató Elijah, una rabia frustrada le
quemaba en el segundo hueco de su pecho. Después seguirían los
ejecutores, Gideon el médico Anciano, o tal vez Noah, el rey Demon
por sí mismo. Y él no estaría ahí para cumplir su deber y
protegerlos. Elijah pensó en Jacob e Isabella, los Ejecutores, quienes
eran nuevos padres de una hermosa niña que tenía el sedoso pelo
negro de la madre y los serios ojos oscuros del padre.
El capitán Guerrero había sido elegido para ser uno de los dos
quienes, además de sus padres, estuvieran en su ceremonia de
nombramiento. Para ser uno de los únicos dos Demons en todo este
mundo que había sido dado el honor de pararse como el Siddah del
angelical bebé. Había sido la más preciada distinción que un amigo
le podía dar a otro. Cercano a su cumpleaños dieciséis, él debería
empezar el Fostering de la niña, llevarla hacia su hogar como si
fuere suya. Él debería enseñarle las formas y la moral de su gente,
guiándola mientras aprendía cómo usar y controlar cualquier gran
poder del que fuese dotada. Esta responsabilidad debería ser
compartida con sólo otra persona, la Siddah femenina. En este caso
Magdelegna, la propia hermana del rey.


    Pensar en Legna le causó incluso un dolor más profundo, ella
tendría un niño por su parte, estaba cercana a los cinco meses para
terminar y a salvo bajo los vigilantes ojos de su pareja, Gideon.
¿Pero cuál futuro habría para esos inocentes? ¿Ser cazados?
¿Destruidos? ¿Tratados como nada más insignificante que la mosca
ruidosa que necesita una buena y dura paliza? Elijah sufrió por los
bebés, culpándose a sí mismo por no hacer un mejor trabajo en
mantenerse a sí mismo a salvo y fuerte para ser su protector.


     El guerrero sintió la negrura deslizándose a través de él, pero
era mucho más por entender que había fallado a su gente y a su
monarca al igual que era por la mortal pérdida de sangre. Escuchó
risas femeninas, crispadas en una fea alegría por matar, un sonido
que ninguna mujer debería hacer en su estado natural, ya fuera
Nightwalker o humana.


     Elijah finalmente colapsó, rodando sobre su espalda en el pasto
hasta que estuvo tratando de enfocar las estrellas sobre él. Estaba
distantemente consciente de las retorcidas mujeres jugando con él,
mandando sádicos rayos de poder a través de él. El negro cielo se
difuminó en líneas de luz y oscuridad. La humedad de su sangre
diseminada en las secas hojas y pastos bajo él. Había llamado el
clima hacia él desde que había tenido apenas trece años. Lo que no
daría en ese momento por la simplicidad de una ducha de lluvia.
Como un final acto de defensa se hundió en la tierra para que
ninguna electricidad mandada hacia él se regresara hacia sus
asesinos.


     Pero no podía realizar ese último acto de retribución. Había
conocido infantes más fuertes de lo que él era en este momento.
Todo lo que tenía eran sus pensamientos. No le importaba si Ruth
podía leer sus emociones, incluso probablemente sus pensamientos
a su avanzada edad, cosa que era un talento usualmente sólo
encontrado en los machos de su tipo. Ella estaba corrupta por su
mente fracturada y todo el veneno mágico con quienes había
decidido asociarse. Usualmente, poderes inesperados llegaban con
tales asociaciones malignas.


    No. Todo lo que le importaba a Elijah era la naturaleza del
mundo el cual dejaba detrás. Nunca volvería a soplar sobre miles y
miles de montañas intactas y playas vírgenes como el viento. Nunca
volvería a lavarse a sí mismo y renovar el mundo como lluvia.
Nunca volvería a dirigirse lentamente del cielo hacia la tierra con las
cambiantes formas de los copos de nieve. Ser privado por siempre
de la alegría de esos momentos hizo a su corazón rebelarse con
desesperación y coraje. Abrió su boca para rugir con la rabia que lo
golpeaba, pero estaba lejos de crear cualquier sonido. Se forzó a sí
mismo a quedar satisfecho con el grito de su alma.


    Para su maravilla, Elijah escuchó el eco del grito en la distancia.


    Era una cosa salvaje. Increíblemente hermosa, que hizo que lo
recorrieran escalofríos mientras vibraba recorriendo sus nervios.
Estaba sucumbiendo a su propia noche interna, pero el grito fue
repetido y se encontró a sí mismo luchando por escucharlo, para
entender lo que significaba. El frío de su cuerpo fue reemplazado
con una inexplicable subida de calor y sintió a sus sentidos tratando
de regresar a él, trabajar para él, tratando con cada célula disponible
aferrarse a ese sonido primario y abrasador.


     Pero estaba demasiado cercano a la muerte. Con la frustración
aferrada a él. Finalmente sucumbió.
CAPÍTULO 1


    La gata montés gritó a través de la extensa pradera del bosque,
haciendo que el círculo de mujeres olvidara a su agonizante presa
cuando un inexplicable temor las recorrió. Los humanos habían
nacido con instintos como ninguna otra especie, y sabían, como
seguramente sabían sus nombres, que no era prudente quedarse en
el camino de la bestia que había hecho ese sonido. No importaba
que ellas fueran una potencia en sí mismas. Nada podía eludir el
innato terror de una presa temiendo al depredador.
     Las nigromantes retrocedieron, con los ojos muy abiertos y la
magia floreciendo sucesivamente, a medida que empezaban a
levitar del suelo, con la esperanza de que la altura diera algún
sentido de seguridad que simplemente no sentían con los pies en la
tierra. Pero esto no era suficiente, sólo podrían aliviar el pánico de
sus corazones con una completa retirada, volando por encima de los
árboles, escapando hacia su casa o a cualquier lugar que se asociara
como uno de completa seguridad.
     Algunas de las cazadoras fueron lo suficientemente afortunadas
para ser avisadas por el vuelo de los nigromantes y levitaron en
retirada con ellos. Aquellas que no tuvieron tanta suerte se retiraron
corriendo y desordenadamente hacia la línea de árboles, les llevó
sólo un minuto antes de que fueran nada más que un cómico y
distante sonido del choque contra arbustos.
    Las mujeres Demon no fueron tan fácilmente afectadas. La más
joven era una Demon de Tierra. Las criaturas de la naturaleza eran
suyas para empatizar y controlar. Aunque era solamente una
novata, débil en comparación con los grandes Ancianos de su clase,
encantar a los animales era una habilidad rudimentaria. Ella se
extendió con su mente, tratando de tocar los pensamientos del
depredador que se aproximaba. Sin embargo, su pálida frente se
arrugó por la confusión, cuando el puma se mostró inusualmente
bloqueado a sus persuasivos pensamientos. La gran gata dorada se
abrió camino por la línea de árboles, acechando a través de los
profundos pastos en un círculo de caza, la rotación de sus
omóplatos mientras caminaba hipnotizaba y atemorizaba a la vez,
sus dorados ojos fijos en las dos mujeres que aún permanecían en el
claro.
     La gata podía olfatear las grandes cantidades de sangre
derramada en la tierra. El olor llamaba profundamente a los
instintos básicos del animal. Esto atrajo a la gata montés con un
atractivo casi singular. Por lo general ella habría evitado el acercarse
a otros depredadores, pero ese aroma de sangre era demasiado
poderoso para resistir. Acechó cerca y más cerca, haciendo que la
joven rubia Demon rompiera en sudor mientras trataba de tocar la
mente del animal tan ensimismado en las delicias del aroma de la
sangre.
    —Mamá, no puedo llegar a ella. No me está escuchando.
    —No importa. Ya hemos terminado aquí.
    Ruth afirmó el agarre en su hija, y con un chasquido de aire
desplazado, las dos mujeres Demon se teletransportaron con
seguridad.
     La gran gata dorada levantó la cabeza, deteniéndose a medio
camino, probando el aire mientras el hedor de las mujeres invasoras
se desvanecía. El sangriento cuerpo yaciendo en el centro del claro
era el único olor remanente de fuerza alguna, la gata empezó a
avanzar hacia la infortunada víctima.
    Estaba tan cerca de la inconsciente criatura, que podía tocarlo
con el hocico. Y lo hizo, probando su aroma. Bajo la sangre había un
inconfundible almizcle de macho. Era algo rico y embriagador que
sacó un especulativo ronroneo de la hermosa gata. Bajó la cabeza
hasta la más grande de las heridas, con la lengua lamió
superficialmente el dulce sabor de su sangre. Su ronroneo se
profundizó, y la leona abrió sus poderosas mandíbulas, cerrándolas
sobre la garganta del macho. Todo lo que tomaría era un simple
chasquido y ella terminaría con él.
     De repente la gata se retiró, sacudiendo la dorada cabeza como
si estuviera saliendo de un hechizo. Se sacudió de nuevo, como un
perro tratando de quitarse el agua. Mientras temblaba, la piel
comenzó a pelarse, despellejándose en largas tiras, hasta que, con un
estremecimiento final, la bestia se convirtió en una mujer, vestida
sólo con un collar de oro y piedra lunar, y centímetros y centímetros
de largo cabello dorado.
     Siena, marcada con el opulento collar que la proclamaba como
la Reina de los Licántropos, tomó una profunda y calmante
respiración, tratando de sosegar la urgente ansia que saborear la
sangre del macho había inspirado en ella. Conocía a este Demon,
sabía su nombre y su importancia para el Rey Demon. Pero también
sabía que no había nada en el mundo como la sangre Demon. Era
rica y llena del poder que ellos poseían. Sin embargo, aunque a
veces era más bestia que mujer, no necesitaba la sangre para
sobrevivir como los Vampiros. Era la más poderosa de todo su
pueblo, y éste era un deseo al que debía sobreponerse.
    Si sólo no hubiera tanto de ello invadiendo sus sentidos.
    Pero necesitaba pensar más claramente, necesitaba actuar.
Mientras se arrodillaba en la espesa hierba tratando de dominar su
despreciable naturaleza, el Demon, conocido por ella como Elijah,
yacía moribundo, casi muerto, de hecho. Era una visión alarmante.
Había luchado junto al guerrero hacía apenas seis meses. Conocía su
destreza, poder e innegable fuerza. ¿Cómo había llegado a esto?
     Siena extendió tentativamente una mano, sus dedos se
deslizaron a lo largo de los rubios rizos no demasiados diferentes a
los suyos, aunque los de él eran de un rubio platino y no del
coloreado plata y oro de ella y a hasta los hombros, mientras que los
de ella cubrían todo su torso. Fue su propio cabello lo siguiente que
ella alcanzó, introduciendo un mechón largo entre los dientes, los
caninos desgarraron una gruesa tira de seda dorada. El rizo se
enroscó alrededor de su muñeca y antebrazo, como si no estuviera
dispuesto a dejar el cuerpo donde estaba adherido. Ella tiró la
cabeza hacia atrás, ignorando las gotitas de sangre que cayeron de
las puntas de los hilos rasgados que aún permanecían unidos al
cuero cabelludo. Se inclinó sobre el Demon, abriendo lo que una vez
fue una fina camisa de seda, lamiendo sus labios llenos mientras
tomaba la tira de dorados cabellos y los dejaba rizarse como una
alfombra trenzada, en todo el contorno, hasta que la herida estuvo
cubierta en su totalidad.
    La sangre fue inmediatamente absorbida por los filamentos
dorados, mezclándose con las gotitas que aún pendían de los
extremos cortados. La herida instantáneamente comenzó a
coagularse, el cabello se convirtió en un vendaje rojo y dorado que
no se movió del profundo agujero, tapándolo con bastante eficacia.
    Ella no podía hacer nada con la pérdida de sangre por el
momento y no podía dejarlo donde estaba, para evitar que sus
atacantes decidieran regresar y terminar con él. Su respiración era
mínima, tan débil, que si no hubiera sido por su agudo oído, no
hubiera sido capaz de escucharla. Afortunadamente, conocía bien
esos bosques y podría encontrar algún excelente refugio. Luego
vería que podría hacer para auxiliarlo.
     Lo que el Demon estuviera haciendo en territorio Licántropo
sería algo para descubrir más adelante. Ahora mismo, tenía que
llevarlo lejos del próximo amanecer. Aunque la luz del sol no
quemaba a ninguna de sus especies con el agonizante dolor y
promesa de muerte como lo hacía con los Vampiros, no era tampoco
ningún amigo de la raza de los Nigthwalkers.
     Para los Demon, el efecto era como para el gato nocturno,
haciéndolos sentir pesados, perezosos y letárgicos. Muchos Demon,
en realidad, amaban la invasora calidez del sol, encontrando en la
luz del día el mejor momento para sucumbir a la comodidad y
dormir. Desafortunadamente, este efecto era a menudo involuntario,
haciéndolos desear más que nada, el sueño, hasta el punto de una
distintiva vulnerabilidad. En este caso, cualquier otra debilidad
causada por la luz podría reducir completamente el sistema
autonómico del guerrero, terminando la tarea que sus agresores
habían comenzado.
     Para el Licántropo, era un poco más dañino. Un cambiante se
ponía enfermo con la brillante luz del día, una versión literal de
envenenamiento por el sol. Dado que eran una especie
intrínsecamente guiada por las fases de la luna, parecía tener sentido
que el sol se sintiera antinatural para ellos. Siendo parte gata en sí
misma, Siena estaba doblemente inclinada a permanecer activa en la
oscuridad de la noche cuando era más poderosa, y encontrar
descanso y refugio fuera del alcance de la luz del día cuando era
susceptible a sus efectos. Realmente disfrutaba de una resistencia
más alta de lo habitual si se mantenía a la sombra, pero esto no era
algo que disfrutara haciendo.
Siena necesitaba decidir la mejor y más corta ruta para llegar
hasta donde fuera capaz de cuidar de él, y la mejor manera de
llevarlos a ambos a ese lugar escondido. Su pueblo estaba
demasiado lejos para viajar, y no percibía a nadie, además de ella, en
el área. Sería una buena opción encontrar ayuda, un lugar donde
hallar un poco de asistencia para cuidarlo, pero no era una opción
lógica dada la urgencia de la situación. La alternativa ideal de
llevarlo con su propia gente, bueno, esa era incluso una posibilidad
más descabellada, teniendo en cuenta que ellos estaban aún más
lejos de lo que su pueblo estaba. Además, el más renombrado
curandero Demon de todo el mundo se encontraba en su corte en
ese momento.
    El guerrero no era un hombre delgado. Estaba bien constituido
en cada detalle en la que un guerrero necesitaba estar formado para
mantener su fuerza y destreza. El Capitán de tales guerreros…
bueno, él tenía una más que impresionante estatura, por decir lo
menos. Aunque Siena era alta y fuerte, sus bíceps podrían ser más
grandes que uno de sus musculosos muslos.
    La distancia la preocupaba mayormente porque el guerrero
necesitaba asistencia médica y dudaba de ser capaz de darle los
cuidados necesarios. Él era una especie enteramente diferente y
probablemente no tan receptivo a las maneras de curación de los
Licántropos. Podría ser el equivalente de dar a un humano la
atención de un veterinario. Éste estaría a la altura de su experiencia,
pero incluso su mejor atención podría hacer más daño que bien.
     Su pueblo había estado en guerra con la raza del guerrero por
mucho más tiempo de lo que habían estado en paz. Su conocimiento
de la anatomía Demon era bastante limitada, e incluso tal
información se restringía a cuál órgano vital causaría una muerte
más rápida. Con una paz de sólo catorce años entre las razas, ¿quién
habría pensado en intercambiar conocimiento médico? Así como
era, recientemente sólo habían intercambiado embajadores.
     La Reina se enderezó, su figura se alargaba con orgullo y
estatura de Amazona. Desnuda, como en ese momento, o
completamente vestida, no había duda en cuanto a su sexo. Era de
piel dorada y figura exuberantemente curvada a pesar del corte de
su muscular y atlético cuerpo. Era una cazadora y guerrera por
derecho propio, una orgullosa y pura Diana, y lo irradiaba por cada
centímetro de ella. Sin embargo, la contradicción era una cabeza
llena de espesos y dorados rizos que caían hasta la mitad de sus
muslos y las audaces curvas de su sexo, y que la hacían aparecer no
menos femenina que Afrodita. Su enigmática forma de sonreír y el
coqueteo natural de su paso sólo se añadían a la imagen.
     La diosa Licántropo parecía tomar una decisiva elección sobre el
siguiente curso de acción, mientras su aguda mirada de oro recorrió
todos los lugares por última vez. Poco después, sacudió la cabeza
otra vez, provocando que las largas hebras de su cabello volvieran a
la vida. Empezaron a deslizarse sedosamente sobre su piel,
envolviéndola casi amorosamente en su suave longitud. El disperso
abrigo de su cabello se convirtió en piel de nuevo, sólo que esta vez
su forma era mitad felina, mitad humana.
     Esta era la forma de la Mujer Gato2, la tercera y última forma de
Siena. Alta y bellamente constituida como la mujer que era, pero con
la piel y las garras, las orejas y cara, los bigotes y la cola de un gato
montés. Mitad mujer, mitad gata, con lo mejor de ambos mundos a
su disposición. Y eso incluía la fuerza que se requería para levantar
al guerrero en sus brazos.
     El guerrero, notó para sí misma mientras empezaba a cargar su
peso muerto, era fuerte y musculoso, con un peso significativo para
el más de metro ochenta de altura que tenía, aún si él no hubiera
estado completamente inconsciente. Tenía unos hombros
notablemente amplios, casi demasiado anchos para que ella pudiera
abarcarlo en sus brazos. No había una onza de grasa que desfigurara
su moldeada cintura y muslos. Todo era un pesado grosor de un
físico finamente perfilado, músculo de la cabeza a los pies, ninguna
parte echada a perder, nada de su estructura se asemejaba a la
suavidad.
     A pesar de su impresionante masa, lo levantó en sus brazos casi
con facilidad, acercándolo a ella mientras avanzaba a grandes pasos
a través del campo. Su visión estaba hecha para la oscuridad,
____________________
2 Werecat, en el original. (N.deT.)
todo alumbrado en afilado contraste de sombras en blanco y negro.
Era brillante como el día para ella mientras llevaba su carga hacia
los árboles.
     Ellos podrían haber presentado una visión bastante clara para
que los vieran, pero un olfateo rápido del aire le aseguró a la Reina
que todos los enemigos se habían retirado a sitios desconocidos y
todas las demás criaturas vivientes habían seguido su ejemplo. Ellas
ni siquiera sabrían que el grito de la leona de la montaña salió con
una compulsión de temor tan enérgica, que forzaría a cualquiera
dentro de su perímetro a correr con terror, incluso a alguno de los
más poderosos Nightwalkers.
     Mientras la Mujer Gato se movía a través del bosque,
escogiendo el camino de la dirección tomada y dejando el menor
rastro posible, recordó que hubo más que humanos en la partida
que emboscó al guerrero. Ella estaba al tanto de las renegadas
mujeres Demon, madre e hija, que habían optado por aliarse con los
enemigos de su raza en un desproporcionado sentido de venganza,
todo por un trágico error que nadie pudo haber prevenido, ni
siquiera los poderosos Demons.
    Había ocurrido hacía cerca de medio año, la víspera del último
Beltane, que las usualmente animadas festividades de los Demon se
vieron ensombrecidas por las secuelas de la guerra que estas
mujeres traidoras habían empezado. Siena había sido parte de las
fuerza Demon, el día que habían sido forzados a una masiva batalla
para proteger a los suyos de una masacre dirigida por la deformada
voluntad de aquellas mujeres. Esa fue la batalla donde había
observado las capacidades del Capitán Guerrero. Él la había
impresionado. Tanto así, que encontrarlo en esta situación era, de
alguna manera, desconcertante.
    Además de su destreza en la lucha, había notado que el Demon
había estado particularmente afectado por el hecho de que la mujer
Druida, quien había sido el objetivo, había estado embarazada en
ese momento. El niño que ella llevaba era un foco de venganza,
tanto como ella y su compañero Demon, y el guerrero se había
encolerizado a un nivel muy personal, a pesar que el niño no era
suyo o que el tuviera uno propio.
Los machos Licántropos no sentían usualmente esa clase de
empatía con los niños, no hasta que eran padres, e incluso entonces
no era común en los machos dedicarse a eso, dejando la crianza de
los niños a las hembras. Un instinto que era a menudo determinado
por los comportamientos naturales del animal en el que el macho se
transformaba. En cualquier caso, los cambiantes eran una sociedad
dominantemente femenina. La hembras superaban en número a los
machos en casi ocho a uno. Ellas siempre habían sido el sexo
poblacional dominante, y la guerra había propiciado este hecho. La
ambición machista por la batalla había mermado su número todavía
más.
     Había una moral poderosamente matriarcal en una sociedad de
tales proporciones, y estaban bastante orgullosos de ello. En
conjunto, rara vez tenían otra motivación de ir a batalla que no fuera
por la alimentación o la defensa propia. Pero aún en la insensatez de
la guerra, la idea de lastimar a un inocente e indefenso niño era
abominable para su gente. El comportamiento vengativo de las
mujeres renegadas de la raza del guerrero Demon, era una
pervertida actuación de una madre resentida cuando su progenie
fue amenazada.
    Siena se detuvo abruptamente, sus orejas se retorcieron
mientras olisqueaba, percibiendo la esencia de peligro. Sintió a los
animales arrastrándose por debajo de los restos de vegetación en el
suelo del bosque, pero a parte de eso, no había nada fuera de lo
común. El silencio era comprensible, teniendo en cuenta que estaba
cruzando el territorio en esa forma, pero el salvaje rastro de sangre
que el Demon estaba dejando atrás podría atraer a otro depredador.
     Estaban a poco más de un kilómetro y medio del lugar donde
había tenido la batalla y cerca había una corriente. Tendría tiempo
de lavar y envolver el resto de las heridas y así cubrir el rastro más
eficazmente, como su instinto le decía, a fin de evitar ser rastreados.
Pero el sol ya se abría camino a través de los árboles, y una vez que
los rayos la tocaran, se pondría muy enferma y demasiado débil
para encontrarles un refugio. Aunque un día yaciendo bajo el
bosque sombreado no la mataría, le tomaría tiempo recuperarse de
la enfermedad resultante. Eso, sin duda, significaría la muerte del
hombre que necesitaba que ella estuviera en buena forma con el fin
de salvar su vida.
Siena decidió correr el riesgo de ser rastreados. Habría agua allí
donde se dirigían y se estaba quedando sin tiempo. Moviéndose con
notable rapidez para alguien con tanta carga, continuó pensando en
las mujeres Demon que habían perpetrado el crimen contra su
antiguo camarada. Ella sabía sobre Ruth y su malsana relación con
su hija. Siena había formado parte de aquellos que inicialmente
habían descubierto la traición.
     No había animal en la tierra que estancara el crecimiento de su
hijo negándole la libertad de dejar la madriguera o el nido para que
aprendiera a valerse por sí mismo. En algún lugar de la evolución,
se había producido una mutación en la sociedad de los humanoides
bípedos, que habían permitido que esto fuera posible e incluso, una
norma. Aunque la evolución era un proceso natural, Siena siempre
lo había considerado una mutación antinatural. Pero, ¿quién podría
estar completamente seguro? Los humanoides eran capaces de gran
cantidad de aberrantes comportamientos que entraban en conflicto
con el orden natural de vivir en armonía con el propio entorno.
       Para ser honesta, eso incluía a su propia especie también.
     Aunque los Licántropos eran a menudo considerados por ellos
mismos y por otros más animales que humanos, ellos se ceñían a
una sociedad con fallas, leyes y libre voluntad. Estos elementos, al
mismo tiempo audaces y productivos de muchas maneras, podían
ser, así mismo, una volátil combinación.
    Por ejemplo, la guerra racial entre los cambiantes de ella y los
elementales3 de él. Esto había ocurrido hacía veinte años, y la idea
de ayudar a un Demon, y en particular a este Demon, no sólo habría
sido inconcebible sino traicionero. A decir verdad, había algunos
que aún se sentían así, a pesar de que su Reina claramente no lo
hacía.
La guerra previa entre los Demon y la raza cambiante había sido un
acto de su padre. Una agresiva demostración de masculinidad que
había empezado como un pequeño asunto de
_____________________
3 Se refiere a que el pueblo de Elijah clasifica a su gente según los elementos: Fuego, Aire, Tierra, agregando a estos
Mente y Cuerpo. (N. d T.)
principios y rápidamente escaló de allí a un casi odio genocida hacia
los Demon.
     Un sentimiento que, a lo largo de décadas, los Demon
empezaron a corresponder plenamente. Desafortunadamente, los
Licántropos habían vivido tanto como los Demon, por lo que la
guerra de su padre había asolado a su pueblo durante siglos, dando
nacimiento a generaciones que no entendían que en realidad hubo
un tiempo en que los cambiantes no habían despreciado a los
Demon.
    Esto comenzó a cambiar en el momento en que ella ascendió al
trono.
    Siena rescindió públicamente la declaración de guerra contra los
Demon en el instante en que el collar de su oficio había sido
colocado alrededor de su cuello. Esto no había sido una decisión
popular al principio, viejos y hostiles sentimientos fueron sostenidos
de corazón por tanto tiempo que suponía una difícil barrera de
superar. Muy bien podría haber causado una rebelión masiva.
     Quizá aquí era donde ser la líder femenina de una sociedad
matriarcal tenía sus ventajas. Su voz tenía el poder de apelar a un
gran número de hembras que ciertamente nunca quisieron ser parte
de vivir y morir en batallas sin sentido. Su Reina sólo había tenido
que recordarles esto lentamente, sin duda, día a día. Y mientras el
tiempo de paz llegaba, el pueblo de Siena empezó a recordar lo que
era vivir la vida para algo más que prepararse para la siguiente
batalla.
     Siena no podía, en conciencia, haber hecho nada menos. Incluso,
a pesar que ella misma había criado una desconfianza hacia los
Demons, aleccionada por los prejuicios de su padre y tutores que él
había escogido para ella, enseñándola a odiarlos por lo “perversas
criaturas y fuera de la ley” que eran, el destino había intervenido
para enseñarle una lección que dramáticamente había cambiado su
perspectiva de los Demon. Su moral y femenino sentido de lo bueno
y lo malo no permitieron nada menos que un armisticio completo
una vez que había tenido el poder de demandarlo.
No podía culpar verdaderamente a la masculinidad de su padre
por todos sus problemas y pobre comportamiento como especie,
pero su agresiva naturaleza no les había hecho justicia y ahora le
tocaba a ella manejar los resultados. Catorce años de tregua era una
miseria comparado con casi trescientos años de altercados.
     La paz era una ardua tarea que sólo podía realizarse en
sistemáticos y cortos pasos. Cualquier acción hecha sin la apropiada
sabiduría de la contemplación podría conducir a trastornar la frágil
armonía que recién empezaba a brotar entre ellos. Y francamente,
con todas las razas Nightwalker constantemente sitiadas por esos
imprudentes y obstinados mortales que buscaban su extinción, no
podían permitirse el lujo de agotar sus recursos luchando entre sí.
    Salvar al Capitán de las fuerzas guerreras de los Demon no era
exactamente un delicado paso a tomar. Pero ella no podía permitir
que pequeñas políticas dictaran si este campeón vivía o moría. Siena
no esperaba ningún beneficio y confiaba que no hubiera
repercusiones. Todo lo que quería era un lugar fresco y oscuro para
atender sus heridas.
     Encontró la caverna que estaba buscando aproximadamente
una hora después. Su velocidad enormemente reducida para
entonces no sólo por su carga, si no por el sol de la mañana que
corría a través de las desnudas ramas de los árboles.
     Casi inmediatamente después de la entrada, la cueva se
inclinaba dramáticamente hacia abajo, la roca era lisa, fría y húmeda
bajo sus pies desnudos. Le tomó mucho equilibrio, fuerza e incluso
sus garras para evitar deslizarse por la resbaladiza superficie y
aterrizar en el helado lago subterráneo de agua mineral que nacía al
fondo. Rápidamente recorrió la delgada cornisa que limitaba el
agua. En el minuto en que dejó una húmeda huella en una superficie
seca, se alivió de su carga posándola con cuidado en la piedra
limpia.
     Se sentó junto a él, más que un poco sin aliento, recogiendo sus
rodillas para poder descansar sus brazos en ellas. Necesitaba
ayudarlo, la urgencia de esto la sacudía, pero también necesitaba
darse un minuto para sacudirse el cegador dolor de cabeza que la
luz del sol le había provocado. Tenía náuseas por ello, sus ojos y su
piel picaban por la fotosensibilidad solar. Era afortunada. Ella podía
soportarlo mejor que la mayoría porque su fuerza y poder no tenían
precedentes entre su pueblo. Por donde se viera, ella debería haber
caído violentamente enferma en ese punto. Ahora, si se aventurara
fuera demasiado pronto después de esto, sería aún más susceptible.
     La Mujer Gato recorrió en sus cuatro patas el contorno del lago,
olisqueando cautelosamente buscando formas de vida antes de usar
sus palmas y dedos acolchados para salpicar agua sobre su piel.
Felina o no, a Siena le encantaba estar limpia y perfectamente
cepillada, y eso quería decir agua y en mucha cantidad. Concedió
mucho tiempo a lamer una mancha de sangre Demon de su piel,
pero dejó el resto de su acicalamiento para más tarde. Se puso de
pie, en toda su estatura, saltando sobre el Demon y dirigiéndose a
las profundidades de la caverna.
    El suave click de sus garras sobre la piedra anunció su regreso.
Arrojó un saco en el suelo y a continuación llenó una botella con
agua del lago antes de girar y arrodillarse a su lado y atenderlo.
     Rasgó su camisa, lo que quedaba de ella, incluso se vio forzada
a sacar pequeños retazos de su piel quemada. La herida más grave,
una sobre su corazón, fue atendida y sanada. Agentes coagulantes y
cicatrizantes se encontraban de manera natural en el pelo de los
Licántropos. La sangre filtrada de los extremos cortados de las tibias
y vivientes mechas había actuado como un desinfectante y bálsamo
sanador. Sin embargo, no podía usar su pelo para todas las heridas.
Sería demasiado daño para ella. Siena se fijó en la cicatriz en carne
viva que tenía en su cuero cabelludo como resultado del uso que
había hecho.
     En vez de eso, estuvo satisfecha con limpiar los cortes y
quemaduras con agua y cubrir las heridas con vendajes de un
botiquín que extrajo del saco. Los Demons sanaban muy rápido y la
mayor parte de sus heridas estarían sanadas antes de la tarde. Pero
la herida del pecho tomaría más tiempo, así como otras que
perforaban su hombro, cadera y el muslo, en su lado derecho.
     Él había sido atravesado con lanzas de hierro en esas tres
heridas, no cabía duda eran misiles de ballestas o alguna otra arma
de tipo propulsor. Una había atravesado claramente el músculo de
su muslo, pero había barras metálicas sobresaliendo de las otras dos
heridas. El hierro quemaba a los Demons solamente con su toque, a
menudo haciendo cicatrices y desfigurándolos con rapidez. Estas
armas invasoras debían ser insoportables para él, aunque
inconsciente y conmocionado como estaba, era de esperar que no
sintiera dolor.
     Siena tomó un trozo pequeño de lo que quedaba de la camisa
del guerrero y la usó para tener un mejor agarre sobre el extremo
del dardo que sobresalía de su hombro. Lo extrajo fuerte y rápido,
sintiendo la rasgadura de la carne cuando la punta causó más
destrucción en su salida. La herida estaba asombrosamente negra, la
quemadura del hierro la había cauterizado lo suficiente, pero había
comenzado un nuevo sangrado con la extracción y ahora presionaba
pedazos de la camisa hecho una bola en ella, atándola fuertemente
alrededor para ejercer una mejor presión.
     Baño su torso por entero, inspeccionando cada herida y
tratándolas con hierbas y vendas que traía en el saco. Estaba
impresionada con su condición física. Esto era una verdad natural
para muchas de las razas Nightwalker. Nacidos con un alto
metabolismo y el sentido innato de regular la ingesta de calorías con
la actividad, era muy poco frecuente que los integrantes de sus
varias especies tuvieran sobrepeso.
     Pero éste, pensaba para sí misma mientras recorría una garra
dorada sobre el corte definido de su pectoral derecho, éste era el
cuerpo de un ser que entrenaba y se había perfeccionado como un
arma manual. Él era musculoso, sí, pero había tenido la sabiduría
suficiente para no sobrecargar su estructura de una forma que
podría disminuir su flexibilidad y eficientes movimientos
corporales. Ella había visto a este macho moverse en batalla, tan
rápido y tan letal, y recordaba haberse quedado igualmente sin
aliento por la fascinación.
    Siena se dio cuenta de lo que estaba pensando e
inmediatamente desechó el improductivo toque y las sensaciones
que lo acompañaban. Volvió su atención a su urgente necesidad de
curación. Con delicadeza revisó la lanza que traspasaba su cadera y
encontró difícil de establecer su colocación por la tela de dril que
vestía. Extrañamente, el dril la divirtió.
    Este guerrero era uno peculiar. La mayoría de su gente llevaba
ropas que reflejaban las eras por las que habían pasado en vez de la
era en la que estaban. Era raro ver una moda tan moderna
agraciando uno de sus cuerpos. Por otra parte, el dril llevaba
rondando ya cerca de un siglo, por lo que si la etiqueta de diseñador
había sido eliminada, podría haber sido fácilmente excusado por ser
como mucho un anacronismo de cualquier otro ropaje Demon.
     Siena se acercó para desabotonar el frente de los pantalones,
tirando un poco del aflojado dril en un intento de inspeccionar de
mejor manera el daño. Por último, simplemente cedió ante lo
inevitable y rasgó a través de la tela con sus afiladas garras,
desnudándolo completamente. Libre para trabajar ahora, extrajo el
otro misil y lavó todas las lesiones en sus densamente musculosas
piernas. Lavó la sangre de los vellos que se rizaban sobre ellas como
un ligero polvo dorado, usando medicamentos sobre la carne
profundamente quemada de su cadera debido al hierro venenoso.
     Estas eran las heridas que no sanarían rápidamente. Ella
sospechaba que la herida de su corazón también había sido con un
arma de hierro. Alguna especie de arcaica maza o estrella de la
mañana4, quizá. Lo que sea que hubiese sido, había aplastado y
desgarrado el área, dejando quemaduras reveladoras, pero nada lo
suficientemente negro para indicar un misil que estuviera aún
incrustado y ardiendo ahora que la herida estaba cerrada.
Una vez que lo hubo lavado completamente con el calmante agua
mineral, ungió y envolvió cada herida que pudo encontrar y lo
evaluó por aquellas que no podía ver, se tomó el tiempo para lavar
la sangre de sus propios cabellos. Se sintió más relajada cuando lo
hizo. El aroma que había sido tan obnubilantemente atractivo, fue
afortunadamente lavado dentro del lago mientras el agua rodaba
por la piedra y regresaba por donde había venido. Podría ser una
bestia, pero ella era una que luchaba por su civilización con una
singular conciencia. Si no hubiera ganado esa distinción, este
debilitado y herido miembro de otra manada habría recibido otra
cosa diferente a su ayuda.
________________________
4 Lucero del alba, que es la traducción directa de Morningstar (Inglés) y de Morgenstern (Alemán) es una maza de
armas cuya característica principal es que su cabeza armada se compone de una esfera ferrada o plomada de donde
parten “clavos o púas”. Por ello su similitud con el símbolo de un lucero. (N. de T.)
Cuando su cabello estuvo limpio, delineado con un centenar de
distintos tonos de oro, blanco y bronce, ahora que estaba mojado,
rápidamente cepilló y lamió su propia piel. Una vez que terminó sus
abluciones, lo levantó de nuevo en sus cansados brazos y lo cargó
dentro de la estructura de la cueva.


     Podría haber sorprendido al Demon, el haber encontrado
muebles en ese lugar, pero la Reina Licántropo lo esperaba de lleno.
Esta caverna era una versión Licántropo de una cabaña de verano.
En realidad, un retiro de invierno sería el término correcto. Los
Licántropos no estaban por encima de la hibernación, por lo que
esas cuevas distantes en lo profundo de las montañas y la tierra eran
a menudo suministradas para tales cosas. Los muebles eran un
enigma, quizá, pero uno de los efectos de la civilización era la
imperturbable conciencia de vivir con mucha comodidad. Incluso si
esa significativa comodidad se encontraba asentada
incongruentemente en una cueva.
    Esta caverna pertenecía a una de las Consejeras de la Reina, una
mujer de impecables gustos y los medios para satisfacerlos. Siena se
había sentido decepcionada al entrar en el salón y darse cuenta que
Jinaeri no había empezado a prepararse para el próximo invierno, y
no había indicios de que hubiese estado o fuese a estar con el fin de
hacerlo. Cuando la Reina mantuvo la última reunión en la corte,
Jinaeri había estado presente y había mencionado que pronto
empezaría esos preparativos. Siena había tenido la esperanza de
dejar al guerrero a su cuidado mientras ella iba por ayuda.
    Ahora tendría que quedarse y atenderlo lo mejor que pudiera.
Simplemente no podía abandonar a un Demon en un alojamiento
Licántropo sin ninguna protección ni ayuda. No tenía idea de
cuánto tomaría a las heridas causadas por el hierro sanar en un
Demon. También sabía que por la gran pérdida de sangre la
curación se vería obstaculizada, incluso si él llegaba a sobrevivir.
Apenas estaba fuera de peligro y eso porque había cubierto sus
heridas.
Una serie de escalones tallados dentro de la caverna conducían
hacia abajo, mucho más seguro que la cuesta original a la entrada de
la misma cueva. Además, a ese nivel todo estaba más seco y fresco.
Ella se detuvo en el salón, una sala con suaves sillones y estantes de
libros. Había una chimenea, la cual, probablemente, salía por la
ladera de la montaña a bastante distancia de ellos. Siena pasó las
estanterías de libros cubiertos con tela para protegerlos, y se dirigió
a una segunda sala. Esta era el dormitorio. Sobre la lejana pared
había una oscura y naturalmente formada alcoba con un enorme
juego de cama hecho a mano en su interior.
     Siena se trasladó hacia allá y depositó con mucha suavidad su
carga sobre el colchón, que parecía hecho a mano también, y muy
probablemente, del más suave relleno que la dueña pudo encontrar.
El gigantesco macho se hundió profundamente en la suave
comodidad y ella de inmediato lo cubrió con un edredón de la cama
para evitar el constante frío de estas cavernas subterráneas mientras
él se curaba. La chimenea de la sala era una continuación de la que
había en el salón, de tal manera que se podría ver el cuarto de al
lado, si no fuera cegado por el resplandor.
     Ella consideró encender una para calentar el lugar, pero con
enemigos que eran perfectamente capaces de funcionar bajo la luz
del sol y con ganas de matar a este Demon, un rastro de humo no
valdría el riesgo. Mientras el estuviera enfermo, ella estaría sola.
Poderoso o no, todo lo que Siena tuvo que hacer fue mirar al
guerrero caído para saber que ella no tendría mejores posibilidades
que él antes esas diabólicas mujeres.
    Exhausta, Siena se trasladó de nuevo al salón donde
inmediatamente se enroscó en los cojines afelpados del sofá. Ni
siquiera se molestó en sus usuales rituales, que a menudo incluían
amasar el lecho para añadirle más suavidad y moverse un poco
hasta encontrar el punto exacto. Simplemente se desplomó, se
enroscó en una cómoda pelota y cayó dormida sin demora.
     Mientras entraba en un profundo sueño, la dorada piel de su
cuerpo se despellejó, colgando al descuido sobre sus brazos, caderas
y los cojines del sofá, dejando al descubierto una suave y humana
piel. Las garras se convirtieron en pequeñas y cuidadas uñas, los
bigotes desaparecieron. Las almohadillas de sus manos y pies se
volvieron nada más gruesas que los callos habituales, y sus orejas
eran sólo un poco más pequeñas después de cambiar a la forma y
posición normal de la orejas de cualquier mujer.
CAPÍTULO 2



Siena despertó algunas horas más tarde sintiéndose mucho mejor.
Por un lado, podía percibir el ionizado olor de la lluvia. Estaba
lloviendo de manera considerable al otro lado de la entrada de la
cueva. La presión era inconfundible, aún cuando no pudiera
escucharla con su agudo oído. Este baño de la Tierra podría ocultar
lo que quedaba de su rastro hacia la cueva. Sospechaba que en su
habitual arrogancia exagerada, los humanos usuarios de magia
probablemente no creían que habían fallado en matar al Demon, y
como resultado, no necesitaban hacer una doble comprobación. Sin
embargo, con las mujeres Demon a su alrededor, en esta situación
no podía dar por seguros esos típicos comportamientos.

Siena se sentó en el sofá, estirando una larga extremidad, después la
otra, suaves y satisfechas vocalizaciones acompañaron el
movimiento. Jinaeri ciertamente sabía una o dos cosas sobre el
confort, pensó, mientras se ponía de pie sacudiendo hacia atrás su
cabello que de inmediato se acomodó en su lugar. La Reina se
dirigió hasta un antiguo baúl puesto contra la pared y lo abrió.
Dentro descubrió vestidos y camisetas pulcramente doblados.

La brevedad de las prendas de vestir, en su mayoría cortas y
ajustadas, eran comunes entre las mujeres de su cultura. Aquellas
que disfrutaban de la habilidad de transformarse en un animal
también las usaban, ya que esas prendas se caerían fácilmente a un
lado del camino y no impedirían los movimientos en el instante del
cambio.

La Reina extrajo un suave y suelto mini vestido del baúl, y se lo
puso con una rápida caída de la tela sobre su cabeza. La pequeña
prenda se deslizó instantáneamente en su lugar, sosteniéndose en
ella por unas delgadas tiras en los hombros y por el hecho de que
tenía bastante más busto que Jinaeri. Observó incluso cómo el bajo
escote dejaba mucho que ver. El dobladillo de la vaporosa falda
revoloteó sobre sus muslos, un suave susurro de sensaciones hizo
que frotara con placer los dedos sobre el montón de tela. Siena echó
un vistazo al espejo cerca del baúl y sonrió mientras admiraba el
terciopelo azul y la forma en que brillaba cuando flotaba a la deriva
con un dejo de emoción. Tal vez debería ejecutar los privilegios de la
realeza y pedir prestada permanentemente la deliciosa creación.

Luego, Siena alineó la fría piedra de la chimenea, donde arregló la
madera y encendió un confortable fuego, sin preocuparse de que el
humo fuera rastreado en la lluvia o la oscuridad. La tarde,
definitivamente, ya estaba sobre ellos. Siena sintió culpa por no
haberse acordado de comprobar el estado del paciente en todo ese
tiempo, pero no tenía sentido reprenderse. No había mucho que
hacer por él, en cualquier caso.

Verificó su estado inmediatamente después que el fuego tomó
cuerpo, cruzando hacia la otra habitación y dejando que sólo la luz
del fuego iluminara su camino. Descansó cautelosamente una
rodilla en el colchón, sentándose sobre ese talón, mitad dentro mitad
fuera de la cama. Despacio, empezó a revisar las heridas. Como
suponía, la mayoría estaban sanando bien, algunas mostraban ya un
punto rosa de nueva piel. Retiró los vendajes de esos lugares.
Las heridas del hierro no lo estaban haciendo tan bien, como ya
esperaba. La peor parte acerca del hierro, a diferencia de la plata
usada contra su gente, era que tendía a oxidarse y dejar escamas con
facilidad. Estas escamas de metal podían continuar el insidioso
envenenamiento que la herida trataba de curar. La única manera de
curarla completamente sería con un médico Demon de grandes
habilidades que utilizara sus poderes sobre el cuerpo para hacerlo.

Conocía a la persona que necesitaba.

De hecho, su esposa era la embajadora que el Rey Demon había
designado para su corte, la hermana del propio Rey, Magdelegna.
Legna era una brillante y hermosa mujer, una Demon Mental de
substancial poder, cuya valentía Siena admiraba mucho. Le tomaba
a la mujer mucho coraje mantener la diplomacia en lo que a menudo
era una hostil corte de antiguos enemigos, así como exponerse a sí
misma a tal situación mientras esperaba a su primer hijo.
Sin embargo, el esposo de Legna, el gran Demon Corpóreo y médico
llamado Gideon, era el más Antiguo de todos los Demon, así como
el más poderoso. Era el único que podía atender estas malévolas
heridas, extrayendo el hierro con mágica facilidad.

Aunque sus habilidades médicas estaban desperdiciadas en la corte
Licántropo, pues los cambiantes se habían mostrado mayormente
inafectados por los poderes de los Demon Mental y Corpóreo,
Gideon había sido una buena adición a ella.

Había sido el primer Demon que conoció, un prisionero que su
padre conservó para el entretenimiento del Rey y fanfarronear de
ello muchos, muchos años antes. Sin embargo, esto estalló en el
monarca, porque fueron las enseñanzas de Gideon las que habían
iluminado a la joven princesa acerca de la naturaleza y bondades de
los Demon.

Ahora estaba de vuelta en la corte y asistía calladamente a su
compañera a hacer la misma cosa, pero en gran escala. También
servía como protector de su esposa en la algunas veces hostil tarea
de persuadir a un pueblo prejuicioso. Ninguna criatura con cierto
grado de sentido se atrevería a lastimar a la compañera de un ser tan
poderoso como Gideon, pero en cada raza siempre hay alguien con
falta de sentido común. Las heridas del guerrero testificaban eso
claramente.

Era inútil pensar en el médico. Estaba demasiado lejos y Siena no
dejaría al guerrero vulnerable y solo. Tendría que esperar hasta que
se pusiera más fuerte. Ella, sin embargo, tendría que cazar para
comer si no hubiera nada de eso en la cueva. Y no parecía probable.
Siendo una que tomaba la forma de un lémur, Jinaeri era
vegetariana.
Siena era sobre todo, carnívora y prefería siempre la presa más
fresca que pudiera encontrar. No era probable que encontrara tal
cosa en la casa de un herbívoro, no importaba que aún no se hubiera
abastecido para el invierno. La nutrición de la carne era algo que
sólo se podía obtener fresco. No tenía sentido dejar algo de la
estación anterior que pudiera atraer a animales o decadencia.
Siena, gentilmente, volvió a lavar las heridas del guerrero y las
cubrió con vendajes limpios. La única que no tocó era la del vendaje
de su cabello. Esa se curaría sola y era mejor dejarla tranquila. Puso
los cobertores sobre la fría piel del Demon. Esto era un buen signo.
Los Demon soportaban temperaturas más bajas de lo que los
Licántropos o los humanos hacían. Si se pusiera caliente, significaría
que estaría luchando contra la fiebre y eso, ahora, era la última cosa
que el guerrero necesitaba. Aún estaba terriblemente pálido, tal vez,
incluso, muy frío al toque, pero parecía que respiraba con más
soltura. Podía oír el estable latido del corazón, más fuerte de lo que
había estado.

La Reina se acercó y apartó los ahora secos rizos de su cabello,
sorprendiéndose de la suavidad con la que resbalaban por sus
dedos. Lo llevaba largo, algo común para los Nightwalkers. Lo que
sea que utilizara para mantenerlo fuera de su cara ya no estaba, y
pensó que tendría que buscarle un reemplazo una vez que regresara
con comida para ellos. Su cabello era bastante espeso, más denso
que el de un Licántropo, esa era la característica de un Demon. Pero
los Licántropos no poseían un monopolio en lo que a cabello sano y
espeso se refería. Aún así, era una sensación agradable al tacto.

Siena encontró que su mano vagaba por su frente, las yemas de sus
dedos tocando cada gruesa y dorada ceja, marcando el curioso trazo
de sus arcos. Incluso las pestañas eran doradas, como las suyas.
Éstas eran de un rico y oscuro color dorado, compensando los tonos
más claros de su cabello, tal y como sucedía con ella.
Tenía un bonito rostro, se maravilló mientras trazaba con el pulgar
sobre los bien definidos pómulos, una nariz fuertemente masculina
y una firme barbilla con la débil huella de una hendidura en el
centro. Era tan rudo, y aún así, de alguna manera, aniñadamente
hermoso. Quizás, reflexionó, fuera la plenitud de su boca, casi
femenina en su forma, lo que frustraba todo el intento de parecer
duro.

Siena se rió de sí misma cuando se percató de lo que hacía. Se puso
de pie, sacudiéndose las manos, como si intentara castigarlas para
que se comportaran la próxima vez. Suprimió una sonrisa ante su
tonto comportamiento y se dirigió hacia el frente de la cueva. Se
detuvo en la entrada durante un largo instante, escuchando la lluvia
y oliendo al bosque dormido lo mejor que podía. La lluvia
enmascaraba incluso sus formidables habilidades de percibir a la
presa o al depredador.
Entonces, saliendo del vestido con un simple movimiento de los
hombros, se envolvió en la piel de la forma de la Mujer gato y corrió
hacia el frío y húmedo otoño del bosque.




Elijah no se había movido más de una pulgada en la hora que había
estado fuera. Verificó que no tuviera fiebre, tratando de no gotearle
encima. Estaba empapada de la cabeza a los pies, su cabello goteaba
mientras se alineaba cerca del fuego. Se sentó en una pequeña y
cómoda silla cerca de la seca calidez de las llamas, usando una tela y
el calor para tratar de secar el cabello.

Debería haber permanecido en su forma de Mujer Gato, la piel era
más fácil y rápida de secar, pero consideró que sería imprudente
quedarse así. Elijah había dejado bastante claro que durante sus
breves encuentros que no confiaría en ella o en ninguno de su clase
más allá de lo que pudiera escupir. No sería juicioso tener la forma
de Licántropo cuando despertara. Podría no tomarse el tiempo para
notar el collar ornamental de su rango que nunca se quitaba. Un
Demon, aún en estado debilitado, no era uno que se pudiera
engañar. Si su pueblo había aprendido algo a través de los siglos,
era que no se debía subestimar los poderes de un Demon que se
sintiera amenazado. Tregua o no, Elijah se sentiría obligado a
percibir el peligro de extinción con su sola presencia, no importaba
el hecho que ya estuviera herido.
La Reina giró más cerca del fuego, su espalda hacia el durmiente
Demon mientras seguía alborotando su cabello. Tenía uno de los
conejos de los que había capturado más temprano girando en una
estaca sobre el fuego, el asador era operado por motor de baterías de
potencia. Esto sonaba y chillaba, no apreciando la cercanía de un
elemento masculino cuya química corporal hacía que funcionara a
menos de un pico. A diferencia de los Demon, los Licántropos no
eran adversos al uso de las máquinas y la tecnología, por lo que esas
cosas no reaccionaban negativamente ante ellos. Dado que era una
simple locación de hibernación, no estaba equipado con electricidad
o alguna superflua necesidad que se volvería inútil mientras el
ocupante durmiera más de lo que ella permanecía despierta, y Siena
suponía que eso era una cuestión muy afortunada. Había una fuente
natural de agua, abundancia de madera para el fuego y un bosque
lleno de alimento más allá de la entrada. En verdad, no había
necesidad de más.

Cuando su cabello estuvo en casi seco, enroscado una vez más en un
gracioso rollo tubular, se levantó para vestirse y se dedicó a
preparar una cacerola de guisado y una sopa con lo que había
quedado de los conejos y del pavo salvaje que había capturado.
Conservó las plumas del ave, como pago a Jinaeri por el uso de su
casa. Deshizo hierbas y raíces en ambos potes y dejó que se
cocinaran lentamente en el fuego, suspendidos en unas calderas que
colgaban sobre las llamas.

Era cierto que su dieta consistía mayormente en alimentos que
estaban más vivos que muertos, pero era humanoide también y
apreciaba la amplia variedad de sabores culinarios. Una de sus cosas
favoritas era una ensalada salvaje, todos los brotes verdes del
bosque, o en otoño, nueces, raíces de tubérculo y bayas, siempre que
no fueran venenosas. Todos los carnívoros, eran en realidad
omnívoros. Lo que muchos no entendían era que los carnívoros
cazaban a los herbívoros, no sólo porque no supieran defenderse si
no porque las entrañas de estos animales usualmente desbordaban
de las vitaminas y cualidades benéficas de la vegetación. Por eso, el
vientre era a menudo la primera cosa a por la que iba el león
después de atacar una gacela o ciervo.

Sin embargo, las entrañas eran algo que dejaba para la gata montés,
y en ocasiones para la Mujer Gato. En su forma humana, prefería
ensaladas y carnes, tanto crudas como cocinadas. Esta comida no era
tanto para ella, en cualquier caso. Estaba hecha para su paciente. Las
hierbas usadas para condimentar los platos no eran simplemente
deliciosas, sino también medicinales. Todo lo que fue al guisado y a
la sopa serviría para el propósito de ayudarlo a sanar y recuperar
sus fuerzas.
Mientras cocinaba, Siena ocupó su tiempo limpiando y estirando las
pieles de los conejos en los marcos que estaban colgados cerca de la
chimenea. Nada que se cazaba era un desperdicio. Si un compañero
animal entregaba su vida para su sustento, ella velaría que cada
parte se pusiera a buen uso. Y de nuevo, sería un buen pago para
Jinaeri, quien ni tenía idea que estaba jugando a la anfitriona para su
Reina y el Capitán guerrero.

Pasada una hora, la Reina sirvió la sopa caliente en unos cuencos de
madera, le metió una cuchara y se dirigió al lado de su paciente.
Una vez más, se arrodilló sobre la cama, asentándose sobre un talón
mientras sostenía el cuenco con una mano y la otra la frotaba sobre
su brazo. No era que esperara que se despertara de inmediato, pero
al menos lo intentaría cada quince minutos hasta que lo hiciera y
pudiera conseguir que se nutriera.
Cuando el guerrero, de repente, irrumpió a la vida, Siena fue cogida
completamente con la guardia baja. Explotó en movimientos,
agarrándola por ambos brazos y arrastrándola violentamente sobre
su cuerpo. Su espalda se estrelló contra el colchón, su respiración
cortándose de imprevisto. La fijó debajo de su cuerpo con mucho
dolor, su masiva fuerza era formidable aún en su débil estado, su
peso era una fuerza aplastante. Siena no hizo ningún sonido, ni
siquiera cuando la sopa hirviendo cayó sobre sus piernas. No hizo
ruido alguno o movimiento que pudiera confundirse con
provocación. La única cosa que hizo fue ceñir la gruesa muñeca de
la mano que apretaba su garganta con firmeza, manteniendo los
dedos de ambas manos. No lo provocaría, pero tampoco dejaría que
la estrangulara hasta morir.

Los ojos verdes del guerrero se veían salvajes por la confusión y el
dolor, sus movimientos perjudicaron altamente las heridas
cuidadosamente vendadas. Siena fue inmediatamente consciente del
aroma de la sangre fresca y sus ojos volaron a la herida del pecho.
Vio un fresco flujo de sangre resbalando por su piel, goteando de su
abdomen al vestido. Su inmenso cuerpo aplastaba el suyo, sus
piernas y caderas clavándola en el suave colchón mientras reforzaba
la mitad del peso de su torso en una mano y apoyaba el resto en la
mano que intentaba cortar su suministro de aire.

Elijah parpadeó, tratando de asimilar todo lo que estaba viendo a
través de un turbio muro de dolor. Era consciente que tenía
atrapada a una de las mujeres, que podría quebrarle el cuello en un
respiro si quería, pero había algo que no encajaba correctamente con
lo que estaba viendo y sintiendo y necesitó un precioso momento
para entenderlo. Bajó la mirada a unos salvajes y dorados ojos,
percibiendo una inquietante familiaridad. Había algo también sobre
ese pedazo de joyería bajo su mano. Éste evitaba que tuviera un
perfecto dominio sobre su cuello esbelto, pero de algún modo sabía
que no era lo más importante al respecto.

La siguiente cosa de la que fue consciente, era que estaba
completamente desnudo y que ella no estaba mucho mejor en una
corta y húmeda falda que estaba recogida alrededor de sus
desnudas caderas. Esto la hizo decidir que la falta de temor de su
parte lo impresionaría. No era que tomara ventaja de tal situación,
aún si ella hubiera sido su peor enemigo, pero ¿cómo podía saber
que no le haría ningún daño? Considerando el hecho de que estaba
en una agresiva y dominante posición, el valor que demostraba se
vería o muy impresionante o muy tonto.

Miró más allá de ella, sus ojos escurriéndose alrededor de la
habitación, más piezas de un rompecabezas que parecía tener
demasiados huecos. Pudo oler la comida, se daba cuenta de su
hambre e inusual debilidad. Notó que estaba vendado y sanando, y
no tirado y muerto en el suelo del bosque. Parecía un pensamiento
ridículo, pero era un ingrediente importante en su habilidad de
entender qué es lo que sucedía.

Su mano se fue aflojando mientras observaba a la mujer debajo de
él. Había cabello por todas partes, de ella, enredado entre los dos.
Tenía un cuerpo intrigante, bastante fuerte para una mujer e
impresionantemente en forma. Era también llena de suaves y
abundantes curvas justo donde un macho las apreciaría más. Podía
sentirlo, más que verlo, así como sentía su atrayente calidez, la
satinada suavidad de la piel que se frotaba contra sus muslos y
pantorrillas y el rápido ascenso y caída de sus senos aplastados bajo
su peso cuando luchaba por respirar.

Tuvo consciencia de su aroma, este aspecto también de alguna
manera familiar, aún cuando estaba capas debajo del olor de la
comida. Era lo suficientemente atractivo como para distraerlo de su
dolor, la reacción de pelea-o-vuela que él había despertado con
torcida e estimulante facilidad dentro de la poderosa excitación de
masculino interés. Impulsado por la adrenalina, fue mucho más
profundo en las reacciones de sus instintos que en la civilización de
su inteligencia.

Los Demons eran tan herederos de sus lados animales como los
Licántropos lo eran, aunque nunca manifestaran en las formas ese
lado de su naturaleza. Era este lado instintivo, que abrazaban en
unión de su lado moral, lo que los hacía los impresionantes
cazadores y guerreros que eran.

Cuando el guerrero hizo una larga inspiración a través de la nariz,
Siena fue consciente que estaba respirando su aroma. No se
preocupó al principio, porque esa hubiera sido su reacción si
hubiera despertado en un lugar extraño. Pero algo había cambiado
el color verde de sus ojos de un agitado jade a una muy vívida
esmeralda, y se encontró fascinada por la transformación. Una
poderosa clase de especulación onduló a través de ellos justo antes
de que él bajara la cabeza hasta su oreja e hiciera otra lenta
respiración. Sus labios le rozaron ligeramente la mandíbula, su
suave cabello cayendo contra su frente.

Fue entonces cuando se dio cuenta del cambio en su olor, un fuerte
repunte del rico almizcle que estaba siempre presente en él. Sintió su
estómago tensarse con instintiva anticipación, a pesar de que su
mente se rebelaba contra el sentimiento, entendiendo que estaba en
un alto grado de peligro y que todo ese comportamiento era
primitivo e injustificable. Para ella. Para él, despertarse en un
mundo de confusión, no lo era. Ella la que estaba con sus sentidos
sobre sí, sermoneándose severamente, enterrando sus uñas en la
muñeca que mantenía su cabeza fija sobre la almohada.

El guerrero le tocó la nariz con su sien e inhaló profundamente una
vez más. Sus labios la tocaron; ella los sintió separarse lo suficiente
para dejar una ínfima huella de humedad, como el más desnudo de
los besos, contra su mejilla. Siena sintió una marea de escalofríos
fluyendo por el frente de su cuerpo en una inexplicable y salvaje
respuesta. Sus senos se pusieron tensos debajo de la pesada tela de
terciopelo de su vestido, los picos de sus pezones frotaban su pecho
en una respuesta inadvertido.
Elijah hizo un bajo y apreciativo sonido en su garganta antes de
separar la cabeza de la de ella, sus ojos enjoyados, brillantes pero
ardiendo navegaron hacia los senos. La vocalización sacudió a
Siena, enviando una rápida avalancha de calor e inconsciencia
quemando a través de la piel. Sintió su mente girar fuera de la lógica
y la razón mientras la primitiva respuesta a ese llamamiento
burbujeó en su propia garganta.

Su canción de respuesta tenía un efecto dinámico en él, y podía
sentir la prueba de esto solidificándose entre los cuerpos. Sus ojos
dorados se abrieron ampliamente cuando sintió el peso masculino y
el endurecido calor contra su muslo interno. Al igual que una
metamorfosis instantánea, y por alguna razón, comprendiendo que
ella era la responsable de esta fundición de su cuerpo de adentro
hacia afuera. Ella hizo una inhalación rápida y llena de emoción. De
repente se sintió abrumada por la sensación, una avalancha de
respuesta sexual, de la que siempre había tratado de decirse que no
tenía curiosidad. Y así había sido… hasta ese mismo momento.
Esto era crudo y básico, como el hambre que seguía a una larga
hibernación. Sentía las emociones revoloteando a su alrededor,
ardientes y estimulantes, gritando una llamada que no tenía
esperanzas de entender. Estaba mal preparada y lo percibía
agudamente. Siena era una criatura de instintos, pero también una
de completo control corporal. Hasta ese momento, habría jurado que
no había parte de su ser que le fuera totalmente extraña. Esa era la
única manera en que podría ser para cualquier ser que alterara su
forma y naturaleza de lo que era con la simple voluntad de su
mente. Aún así, no había ningún control en este momento, y su ser
entero era ahora un gran desconocido. Primero se enrojeció y
después se enfrió. Estaba aterrada pero ansiosa. Rezumaba un
líquido calor y se bloqueó en un sólido estado de inconsciencia. Las
contradicciones batallaron de dentro hacia fuera y se sintió salvaje,
deliciosamente fuera de todo control.

El guerrero sintió el corazón de la hembra palpitando como un loco
bajo él, la sensación causó que curvara un lado de sus labios
mientras descendía la mirada hacia a ella. Estaba excitada, podía
olerlo, sentirlo y oírlo. Era consciente de cómo reaccionaba a esta
delicadeza entrelazada con su cuerpo. Estaba totalmente excitado
contra ella; su piel caliente, tan suave y lisa como un espeso satín, lo
acunaba. Sintió un temblor reverberar a través de ella y fue
presionado con el impulso de frotarse encima contra su cuerpo
flexible. No le causó la impresión de que estaba todavía débil y
herido. Su mente era poco más que un furor de endorfinas,
incitando en ese momento. Estaba ciego a todo excepto a las
sensaciones y los deseos de sus pensamientos instintivos.

Elijah no era extraño a las mujeres, de hecho las disfrutaba
inmensamente, pero esto era algo bastante notable. Nunca había
reaccionado con tanta fuerza, tan rápidamente, a una mujer antes.
Excepto, quizás, en otro tiempo. Pero se había negado a reconocerlo
entonces por lo que era, excusándolo como parte del calor de la
batalla. Había sido la atracción de las criaturas que, a pesar de que
eran especies completamente diferentes, se unieron por el hilo
común de un guerrero apreciando las dinámicas habilidades y
fluidez de batalla, una sobre otra. Aparte de eso, la idea misma
había sido completamente horrorosa, porque la mujer en cuestión
había sido…
Fue entonces cuando el reconocimiento finalmente se fijó.

Los ojos de Elijah se pusieron pálidos, tal como el resto de él lo hizo,
mientras finalmente comprendía exactamente a quien era que
mantenía sujeta bajo su cuerpo. Por quién estaba sintiendo este
deseo atroz. Y quién era la que le estaba respondiendo con una
reciprocidad inconcebible de calor e interés.

—Siena —siseó, su mano finalmente dejando la garganta para
revelar el collar de oro y piedra lunar que usaba.

Elijah rodó lejos y fuera de la cama con un rápido movimiento que
terminó haciéndolo tambalearse mientras se ponía de pie. Al tiempo
que se movía, tiró una sábana de la cama para envolverla alrededor
de su cuerpo. No lo hacía por timidez, pero estaría maldito si
estuviera desnudo, excitado y vulnerable frente a cualquier mujer
Licántropo.

Especialmente la Reina.

El guerrero corrió una mano violenta a través de su pelo mientas
todo se colocaba por fin en el lugar adecuado en su conciencia. Miró
cautelosamente como la Reina se deslizaba hacia una posición
sentada, alisando su corta falda hasta una posición un tanto más
correcta. Entonces, muy casualmente, lo miró con esos ojos de oro
misterioso que siempre lo hacían sentir como si lo diseccionaran. Sin
duda porque su gente había hecho una abundante disección de
Demon durante los siglos mientras despiadadamente forzaban una
guerra genocida sobre su sociedad.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —Demandó, incapaz de
ayudarse mientras que extendía el brazo para estabilizarse contra el
poste de la cama.

No respondió inmediatamente, prefirió colocarse de pie en un
movimiento flexible mientras los ojos de él la seguían. Se movió con
cuidado mientras llegaba a tomar las sábanas frescas de una pila
asentada en un cofre cercano. Sorprendentemente, se volvió de
espaldas a él y, de todas las cosas, comenzó a hacer la cama. Era una
inofensiva, cosa doméstica, y, por decir menos, era un acto
incongruente para una mujer que no sólo era realeza, sino uno de
los más despiadados combatientes que Elijah había tenido nunca el
placer de ver en el campo de batalla.

Ella finalmente terminó de arreglar la cama, sacudiendo las sábanas
que habían sido cubiertas con restos extraños, incluyendo, lo que
asumió era su propia sangre, en una esquina. Fue después de eso
cuando se giró para encararlo. Dobló sus brazos bajo sus pechos,
como si fuera un padre severo a punto de darle un decisivo sermón
sobre modales y comportamiento.

—Te lo explicaré una vez que regreses a la cama —le ofreció
generosamente.

— ¡No haré esa maldita cosa! —ladró Elijah, sus ojos destellando con
un fuego verde botella bastante indicativo de su cólera—.
Contéstame, mujer. Reina o no, no estoy por encima…

Elijah se cortó cuando fue golpeado por una ola de náuseas
terriblemente resistente a sus esfuerzos ante la represión mental y
física. Ella llegó a su lado antes de que supiera que se había movido,
insertándose bajo su brazo para darle apoyo.
—Te juro, guerrero, que si me haces cargarte una pulgada más
estaré bastante molesta —le advirtió, usando la considerable fuerza
de su pierna para propulsarlo hacia la cama.

Elijah no tuvo más remedio que seguir su liderazgo. Lo dirigió hacia
abajo con una suavidad sorprendente y una impresionante
demostración de fuerza física. Era bastante consciente que no era
ningún peso ligero, y, a pesar del hecho de que ella era unos buenos
doce centímetros más baja, se las arregló bien. Lo dejó yaciendo en
la cama, cubierto y acomodado en un santiamén. Inmediatamente
comenzó a sentirse mejor. Lo suficientemente bien como para
enrojecerse ante la comprensión de haber demostrado su debilidad
con ella.

—No te preocupes —le dijo con una sonrisa satisfecha de la que
podía haber prescindido—, no lo contaré.

Esto, por supuesto, lo trastornó incluso más. Maldita sea, lo cebaba a
propósito. Le respondió con áspero enojo en vez de la gratitud que
le habría dado a alguien más que le hubiera asistido de tal manera.
—Solamente contesta mi pregunta —soltó.

—Bien, para que lo sepas, estoy en el proceso de salvar tu vida —lo
dijo tranquilamente mientras se doblaba para recuperar un tazón
del piso.
Desapareció en la habitación de al lado antes que pudiera responder
a esa idea particularmente inconcebible, pero regresó momentos
después con un cuenco limpio. Llegó hasta el fuego y el olor de la
comida se espesó en el aire. Se incorporó, no estando dispuesto a
yacer ahí como alguna especie de inválido, usando una almohada
detrás de su hombro para ayudarlo a apoyarse ablandando la
prensa de su hombro herido contra la pared de piedra en su
espalda.

—No sería la primera vez —señaló secamente cuando le lanzó una
mirada mordaz.

El comentario reunió una serie de pistas deshilvanadas que flotaban
alrededor de su cabeza con un chasquido. Rápidamente comprendió
que se había escaldado la piel sobre uno de sus brazos, exactamente
la clase de quemadura que sería resultado de sopa caliente siendo
derramada encima. Lo que fue aún más preocupante es que
finalmente entendió que ella había sostenido exactamente ese tazón
cuando de repente la había agarrado.

Inmediatamente la escaneó por las quemaduras, y por primera vez
notó que ambos muslos estaban escaldados en un brillante rojo.
Esto, comprendió, explicaba por qué su vestido estaba húmedo.
Había hecho que lo quemara no sólo a él, sino a ella misma. Una
respuesta, estaba comprendiendo, inmerecida de alguien quien se
daba cuenta estaba intentando cuidarlo.

Elijah tomó el tazón y lo dejó de lado. Sujetó su brazo antes de que
pudiera alejarlo, sosteniéndola fuerte cuando se habría retirado. Su
mano libre retiró un par de pulgadas el material de su vestido,
exponiendo las ampollas que rápidamente se formaban. Ella intentó
apartar su mano, retirarse, pero no la dejaría. Era consciente que la
sostenía con su brazo herido y podría escaparse limpiamente si sólo
aplicara un poco de fuerza, pero estaba claramente indispuesta a
hacer más daño del que ya se había hecho pocos minutos atrás.

De repente, Elijah se sintió como un enorme idiota. Nada era tan
vergonzoso como la claridad de un momento así, y se reflejaba en
sus ojos con toda claridad.

—No importa —insistió, tratando de empujar su mano lejos una vez
más.

—Siena...

—No —le mandó bruscamente—. No te sientas del todo culpable,
guerrero. Soy consciente de que no era tu intención. Necesitas
alimento. Si deseas hacerme sentir mejor resistirás mis habilidades
culinarias y tomarás algo de sopa. Tengo que enfriar las
quemaduras y bañarme. La piscina mineral en la habitación de al
lado las ayudará a sanar más rápidamente. Ambos sanamos
rápidamente, como sabes, por lo que esto es una pérdida de tu
energía.
—Es una forma terrible de agradecerte que salvaras mi vida. Ahora
recuerdo lo que estaba sucediendo. Ese grito... eras tú.
—Pensé que sería contraproducente para mi duro trabajo de ofrecer
acercamientos pacíficos a tu Rey si de repente fueras encontrado
muerto en uno de mis territorios. Créeme, mis motivaciones fueron
muy egoístas. Como probablemente esperabas.

Ella finalmente se había liberado, alejándose de él y saliendo de la
habitación rápidamente. La vio caminar pasando la chimenea en el
otro lado un par de veces antes de que se retirara a un lugar a cierta
distancia.

Sintiéndose como un completo bárbaro, calmó su mente a la
consecución de lo que había solicitado de él. Terminó todo el tazón
de sopa en el momento en que escuchó su regreso a la sala justo las
afueras de la puerta. El único sonido que realmente hizo era el
repiqueteo de plantas desnudas sobre la piedra. Aun así, caminaba
muy ligeramente para una mujer que podría ser considerada de
proporciones Amazonas. Pasó poco tiempo antes de que entrara en
la habitación para recuperar el cuenco y tomar una escoba de sauce
para los desechos remanentes de la comida derramada que estaban
en el suelo. Permaneció muy bien fuera de su alcance esta vez,
excepcionalmente silenciosa mientras trabajaba.

Mientras la miraba en silencio similar, Elijah se vio obligado a
recordar la primera vez que la había visto. Había sido en la casa de
Kane inmediatamente después de que la compañera de Kane,
Corrine, hubiera sido abducida. Había sido allí donde habían
llegado a entender por primera vez que Ruth podía ser una
potencial traidora a la raza Demon.

Habían sido las fuentes de Siena las que los habían dirigido a la
verdad de ese asunto en particular. Pero como parecía ser su
repentino hábito alrededor de ella, había sido hostil en vez de ser
agradecido. Una vez más, había sido una desgracia de orgullo lo que
había instigado su comportamiento. Había estado muy irritado
porque ella fuera capaz de desenterrar la traición donde no la había.
Irritado y avergonzado. No importaba que estuviera mejor equipada
para obtener esa información desde el inicio, sólo importaba que
había sido la que le dijo a su Rey lo mal había hecho su trabajo,
independientemente de lo inintencionado que pudiera haber sido.

Encima de eso, no había sido capaz de quitar sus ojos de ella. Era
una criatura impresionante, una belleza que uno no podía menos
que admitir siendo imparcial, incluso si era una Licántropo. Eso
decía mucho, en la mente de Elijah. Sabía muy bien lo que tres siglos
de guerra habían hecho a su perspectiva acerca de su especie. Estaba
predispuesto, enojado, e implacablemente imperdonable. Por lo
tanto, para él, mostrar cualquier apreciación a cualquiera de ellos
por cualquier razón no era nada excepto un milagro. Un milagro, y
una verdad total. Las mujeres Demon eran criaturas muy hermosas,
dentro y fuera, y había algunas que eran cegadoramente atractivas,
pero ninguna que hubiera visto podía eclipsar a la Reina Licántropo.
Era dorada, luminiscente, y se mantenía con todo el orgullo y la
dignidad obstinada de su raza. No tenía absolutamente ningún
derecho de ser atraído a ella a cualquier nivel, no importa la
ferocidad con lo había experimentado. Había girado aquellos
enormes ojos sobre él, encontrando sus apreciaciones con un aire
indiferente, y Elijah había sentido como si le hubieran robado el
aliento mismo de su cuerpo con solamente una simple y resuelta
mirada.

Esto había empeorado el día que había unido sus fuerzas en la
batalla contra el ataque de asesinos humanos en la Batalla de
Beltane. Había visto Licántropos en la batalla incontables veces, pero
ninguna vez había visto nada como ella. Era una cazadora pura
sangre, una guerrera de velocidad notable y belleza mortal. Era tan
despiadada como él lo era, eficiente una vez que su mente estaba fija
a su objetivo. No vaciló o huyó de la matanza. De hecho, se deleitó
con ello. Y sí que lo hizo. Los nigromantes habían merecido su
destino. Habían dañado y habían destruido inocentes, algunos de
ellos de su propia gente, y la venganza era el único castigo
aceptable.

Elijah recordó oler la esencia de la caza en ella, la sangre de su presa,
y la adrenalina de su victoria. Recordó el momento vívidamente
porque nunca había conocido una reacción de excitación tan rápida
y dura como la que tenía en aquel singular instante, increíble. Su
sangre había estado intensa y caliente, la lujuria y el placer de la
justicia lo montaban como una perversa amante, y luego aquellos
ojos dorados de una mujer guerrera frescos de las gargantas de sus
víctimas habían pasado rozando por su cuerpo como el toque de
una sirena. Era como si sus manos hubieran recorrido su carne
desnuda, determinadas, expertas y tan valientes como cuando
cazaba algo más.

Entonces le había hablado, completamente inconsciente de cómo lo
había afectado, y hecho una declaración que lo había atormentado
casi día y noche durante los meses desde que lo había pronunciado.

Había hablado brevemente de su desconfianza de ella, una reacción
de reflejo rotular a la confusión que palpitaba por su mente, y había
respondido.

-Yo pensaría que eres un completo idiota si no dudaras de mí, guerrero. En
cambio, estoy obligada a respetar tu inteligencia poco común. Ahora, ¿qué
supones que debería hacer?

Con aquellas palabras había probado ser la mejor persona. Mientras
él agarraba sus prejuicios y hostilidades dentro del corazón, ella una
vez más había dejado sus ideas de paz y un deseo de respetarlo
exactamente por lo que era. Lo había humillado humillándose, y no
podía olvidarlo.

Lo había avergonzado, enfadado, excitado, y confundido, un diluvio
de emociones tan poderosas que no las reconoció como propias al
principio. Esto había sido exactamente lo mismo hace menos de una
hora. Se lo había hecho una vez más, pero esta vez había estado en
desventaja. En su confusión y debilidad en ese momento cuando
había estado bajo él, oh, tan hermosa y tan increíblemente
exuberante, Elijah le había permitido ver lo que había pasado estos
tantos meses escondiendo de todos, incluyéndose.

Siena era una criatura audaz, segura de sí misma a un fallo y casi
arrogante en su actitud hacia las cosas que habrían dado a alguien
más una dosis sana de miedo. Nunca tuvo que cuestionarse a
posteriori, y seguramente no lo mostraría si lo hiciera. Así que su
silencio después de su tratamiento cruel lo inquietaba a niveles muy
profundos. No se la imaginaba enfurruñándose de alguna manera
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The Nightwalkers 03 Elijah

  • 1.
  • 2. NO HABÍA CONTROL EN ESE MOMENTO Ella al principio se sonrojó, luego le recorrieron escalofríos. Estaba aterrorizada pero anhelante. Estaba sudando calor líquido y mirándolo completamente alerta. La contradicción la llenaba desde adentro y se sentía salvaje, deliciosamente en total falta de control. El guerrero sintió el corazón de la hembra latiendo locamente bajo él. Ella estaba sonrojada. Él sintió los escalofríos que la recorrieron y fue presa de la urgencia de frotarse contra su suculento cuerpo. No le importaba estar débil y herido. Estaba ciego a todo excepto a las sensaciones y los deseos de sus pensamientos instintivos. Elijah no era un extraño para las mujeres —De hecho, las disfrutaba inmensamente, — pero esto era algo muy notable. Nunca había reaccionado tan fuertemente, tan rápido hacia una hembra antes. Excepto, tal vez, una vez anterior. Pero había rehusado a darle importancia por lo que era, excusando que era parte del calor de la batalla. La sola idea de eso era totalmente arrolladora por que la mujer en cuestión había sido... En ese momento finalmente la reconoció. Los ojos de Elijah palidecieron, al igual que el resto de él, mientras finalmente se percataba exactamente a quien sostenía bajo su cuerpo. Por quien era que sentía esta extraña necesidad. Y quien estaba respondiendo con inconcebible reciprocidad de calor e interés. —Siena —susurró, su mano finalmente abandonando su cuello para revelar el dorado y negro collar que usaba.
  • 3. PRÓLOGO —Quien fuera que deseara conocer el destino de la raza Demon debe consultar estas profecías... ... al igual que la magia, una vez más amenace el tiempo, al igual que la paz de los Demons se dirigirá a la locura... ... vendrán en esta gran época las cosas que regresarán a enfocarse en la pureza que la raza Demon siempre ha anhelado. Llegará el significado y el propósito de nuestras leyes estrictas, que ningún humano no-corrupto deberá ser dañado, que la pacífica coexistencia entre razas deberá volverse primordial... —Extractos de la Profecía del Demon Perdido. ... queda prohibido para cualquiera de la raza Demon emparejarse con criaturas quienes no son sus iguales, no de su naturaleza, no de su fuerza y poder. Esas criaturas inferiores son nuestras para proteger las de nosotros, no para ser violadas en abominación sexual impura. Esta es la ley y la voluntad de la naturaleza. El perro no se involucra con el gato, el gato no lo hace con el ratón. Quien fuera que rompiera la sagrada verdad deberá sufrir bajo la mano de la ley... —Extracto del Pergamino Original de Destrucción.
  • 4. Elijah cayó sobre sus rodillas, agarrando su pecho mientras la sangre se derramaba entre sus dedos, manchándolos y a su camisa blanca con un brillante carmesí. Miró hacia abajo al floreciente cuadro de su esencia vital derramándose sobre la tela, casi con fascinación que da al extenderse, los artísticos círculos de una camisa teñida. El guerrero Demon estaba sorprendido. Había sido herido repetidamente en su centenaria vida. Ciertamente esto no era extraño para él. Todo, desde la mística electricidad de malvadas espadas hechas del brutal, ardiente hierro, que era tan tóxico para su raza, lo habían cortado de una forma u otra en el tiempo. Algunas heridas habían sido lo suficientemente serias para dejar cicatrices a pesar de sus notables e innatos poderes de sanación, algunas no lo habían hecho. Pero nunca había sido herido en una forma que podría considerar mortal. Mortal para otros no era mortal para él. Mortal para el Demon promedio tampoco era mortal para él, si, sólo por su terco rechazo a sucumbir a algo tan patético como la muerte. Sin embargo, en este caso, no era simplemente porque un hueco lo recorriera a través de su pecho, muy cercano a las funciones vitales de su corazón, por lo que su vida estaba en peligro, si no porque estaba en la mitad de la nada, demasiado débil para llamar por ayuda y rodeado adelante y atrás por enemigos. Incluso, si pudiera de alguna manera encontrar la resistencia para sobrevivir esta penetrante intrusión a su cuerpo, estos enemigos no le permitirían vivir más de lo que quisieran hacerlo. Elijah estuvo de súbito furioso consigo mismo por terminar en este predicamento. Él era el Capitán de los guerreros Demon, el ejército de élite, a la orden y llamada del gran Rey Demon. Él era el luchador más hábil de la raza Demon, un Nightwalker conocido por
  • 5. sus increíbles habilidades en batalla. Él había vivido todos los siglos de su vida honrando sus habilidades, aprendiendo todo lo que había que saber acerca de la batalla, guerra, armas y estrategias requeridas para triunfar en esas situaciones. Jacob, el Demon Ejecutor y su gran caballero, Noah, el Rey Demon, eran los únicos que había considerado como sus iguales en batalla. Él no se supondría tan estúpido para caer incluso, en la mejor trampa tendida, incapaz de ser superado una vez cautivo en dicha trampa. Incluso, sin entrenamiento, todos los Demon de Tierra eran esencialmente bestias listas para la batalla. Creía en eso –era su filosofía personal– y fuertemente sentía que no importaba qué tan fuerte fuera la capa de civilización dentro de su raza, o dentro de los individuos, había instintos que no podían ser negados. Seguro, los Demon parecían humanos, sin embargo, más altos y bronceados que el promedio, pero eran considerados extraordinariamente atractivos cuando estaban en círculos humanos. Elijah sabía esto porque la genética elemental animal dentro de ellos les permitían liberar feromonas que llamaban al sexo opuesto, un sentido predador de conciencia que exudaba peligro y unos ojos extraordinarios detrás de los cuales se adivinaban la astucia e inteligencia. Todas las cualidades de los cazadores naturales, siempre colocados bajo la superficie, esperando por alguien para hacerse presas a sí mismos. Los Demon eran capaces de comportamientos tan agrestes como los elementos de los cuales tomaban sus grandes poderes, comportamientos que habían tomado e integrado en cada habilidad que cultivaban en sus largas vidas, haciéndolos formidables oponentes para aquellos que lograban ponerse en los sitios malignos. Sin embargo, incluso el más joven de los novatos pudiera haber evitado su predicamento actual, el pensamiento del guerrero lo atravesó. Entonces estar cautivo como esto, como un débil ratón en una trampa era vergonzoso y lo hacía rabiar. ¿Cómo había el acto de cumplir su deber, de repente, volverse contra él? Él era el Capitán Guerrero, el guía de todos los Nightwalkers con un precio sobre su cabeza, para aquellos que no eran de la raza Demon, quienes habían
  • 6. cometido actos egregios1 y pecados contra la gente Demon, un desafío directo e insulto hacia el Rey Demon. Él era el especialista en todas esas especies, un estratega antropólogo. Si alguien deseaba conocer las verdaderas maneras de cómo destruir Vampiros, Licántropos y la mayoría de otras especies de Nightwalker, Elijah sería la mejor fuente de información. La guerra y la paz eran, desafortunadamente, cosas transitorias, y era su deber estar preparado para todas las posibilidades, en caso de que amigos se convirtieran en enemigos o enemigos amenazaran a amigos. Elijah luchó para despojarse de la capa de disminución de la conciencia y los giros de su alrededor inmediato. Era él solo quien pertenecía a la cabeza de los ejércitos de su monarca cuando era necesario y quien debería entrenar a los espías y asesinos quienes se debieran deslizar entre las ocultas sombras en el frente de amenazante intriga. Sin embargo, sabía todo lo que alguien pudiera descubrir actualmente sobre los humanos, quienes habían caído en las perversas artes de la magia negra. Del mismo tipo que ahora estaban a su alrededor, circulándolo como volutas, esperando el aliento de muerte final de la víctima. El uso de estos corruptos poderes, había convertido a estos tontos humanos, hombres y mujeres, en nigromantes, manchando su alma con la entintada semilla del mal y llenando con una fetidez tan adentro de su piel, que ningún Nightwalker con el alma limpia podía soportar respirar su olor. Eran poderosos, capaces de crecer, incluso, más, mientras más y más, estudiaban y practicaban sus viles artes, pero no eran lo suficientemente poderosos para capturarlo, ni pensar matarlo. No, solamente su estupidez podría haberles dado esa oportunidad a ellos. Debería lucir como un pavo de día festivo, irrumpiendo a través de la línea de árboles y cayendo en su trampa, los nigromantes lo rodearon, al igual que los cazadores humanos, quienes pasaron el tiempo cazando mitos para poder torturarlos y matarlos. Mortales 1 Ilustres o insignes. (N.T.)
  • 7. quienes se llevaron a sí mismos, no sólo a descubrir la existencia y localización de las ocultas razas de Nightwalkers, sino que hicieron su búsqueda personal para erradicarlos del planeta armados con algo más que mitos, leyendas e ignorancia. Los Demons eran una de las razas menos expuestas de Nightwalkers en la mitología humana, pero especies como los Vampiros y los Licántropos no tenían tanta suerte. Historias de ellos abundaban, ya fueran exactas o no, alimentando al ávido cazador a empalarlos, buscando por una prueba y vindicación personal, ocasionalmente teniendo suerte en sus búsquedas sedientos de sangre. Para el cazador, era una victoria, un trofeo mental. Solamente mental. El cuerpo de un Nightwalker muerto debería a menudo lucir un poco diferente a aquel de un humano asesinado, entonces no era exactamente uno de esos tesoros que un cazador pudiera montar en su pared y contar historias sobre eso. Por lo menos, no a nadie fuera de su propia sociedad secreta de llamados héroes. Se estaba volviendo demasiado común últimamente encontrar las cenizas de Vampiros dejados al sol, Licántropos que fueron disparados y empalados con armas de plata que los envenenaba e incluso Demons heridos por armas hechas de abrasador, desfigurante hierro. Eso era, por supuesto, cuando los Demons no eran convocados dentro de la mutilante destrucción de las trampas de pentagramas puestas por los nigromantes. Asesinato tras asesinato insensato y entre estos dos grupos de humanos la lista de víctimas debería seguir. Era una dolorosa traición. Los Demons siempre habían tenido a los humanos mortales en gran estima, muy parecida a la forma en la que un padre protege a su pequeño hijo en desarrollo. Ellos y los otros Nightwalker civilizados, protegían ferozmente a esos humanos, tal vez instintivamente, sabiendo a pesar de que no tenían poderes por sí mismos, al dejarlos crecer y desarrollarse, ellos algún día lo harían. Sería una hermosa evolución para ver en los próximos
  • 8. siglos. A pesar de que la raza Demon sabía que había unos pocos mortales quienes pensaban dañarlos, todavía dolía amargamente. Y ahora con cazadores y nigromantes uniendo fuerzas, el peligro se había duplicado para todos. Triplicado, pensó el guerrero secamente. Elijah sabía que estaba cercano a la muerte en ese momento, con ese pensamiento. El guerrero dentro de él nunca se permitiría la reflexión durante una batalla que requiriera toda su atención. Pero esta batalla estaba de todo menos terminada, entonces le dejaba a él unos pocos preciosos segundos para reconciliar los pensamientos en su cabeza. Parecía irónico que estos mal informados humanos fueran quienes verían la destrucción de sus poderosas razas que tanto habían temido, no se deberían sentir amenazados por la magia negra con la que ahora comulgaban. ¿Cuál, se preguntaba Elijah, en sus mentes, sería la distinción? ¿Qué hacía a un Demon, nacido y bendecido de los limpios y hermosos elementos de la Tierra, tan reprensibles para esos humanos? ¿Y aún así, la envolvente magia negra que corría en los nigromantes estaba de repente siendo laureada y aceptada en los mismos grupos? ¿Era tan simple como el hecho de que el mortal humano promedio era demasiado propenso a multiplicarse por mezcla de razas, en su evolutivo sexto sentido, particularmente para sentir u oler la maldad innata? ¿Estaban al igual que una raza de niños que no tenían el instinto de determinar lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto en un puro nivel intuitivo? Ciertamente, en el momento que entró en el lugar no había sabido de su error mientras ellos dominaban e invadían, pero, ¿ no había anticipación del todo en ellos? Elijah no tenía estas respuestas y parecía, que no las encontraría en lo que le quedaba de vida. Después de cinco siglos, cientos de batallas y miles de victorias parecía que la tan nombrada
  • 9. inmortalidad de Elijah estaba a punto de llegar a un desenlace definitivo. Finalmente había tomado el tigre equivocado por la cola. ¿O debería decir tigresa? Elijah levantó sus oscuros verdes ojos, llenos de malicia y contención hacia sus atacantes, quienes estaban orgullosamente paradas en su derrota. Los cazadores y nigromantes que lo rodeaban eran todas mujeres, parte de una secta de mujeres de la cual los Demons se habían percatado recientemente. Lo que quemó sus emociones con la intensidad de un fuego salvaje, sin embargo era la presencia de las dos mujeres Demon que se elevaban al frente de esas asesinas fuerzas femeninas. Traidoras. La Demon a la derecha, quien era conocida para él como Ruth, era una Demon Mental muy poderosa. De hecho, ella había sido la primera mujer nacida de ese elemento tan joven, que había existido en la cultura Demon por sólo apenas unos quinientos años. Ella era un Anciano, antiguamente un miembro del Gran Consejo, quien había ayudado desde las raíces de la sociedad Demon y la ley en muchos, muchos años. La magnitud de su traición era inmensurable. Elijah apenas podía lograr envolver el concepto en su mente. A pesar de que ella era la mayor de las dos, su juvenil apariencia era comparable a la de su hija, la llamada Mary, quien permanecía cercana a ella. Debido a que los Demons no envejecían visualmente después de un cierto punto, el dueto lucía más como hermanas. Sin embargo, Ruth sostenía un brazo alrededor de la cintura y estaba tocando el cabello de la joven mujer con un cariño maternal que se apoyaba en el hecho de que Mary estaba cerca de un siglo de edad a su vez. Era casi innatural y debería, incluso para
  • 10. esos humanos a su alrededor, sentir más que un pequeño estremecimiento. Tal vez lo debería, si esos ojos no estuvieran cegados por odio y miedo. Era inconcebible la idea de que ambas mujeres fueran de la misma raza de Elijah, las túnicas claramente se unían con estas malévolas usuarias de magia y los así llamados cazadores humanos, que lo quemaban con una rabia maligna. Por supuesto, con inclusive más ironía, Elijah entendía que ninguna de las mortales se percataba que esas dos mujeres eran miembros de la misma raza con la que ahora se declaraban en guerra con su ataque contra él. Ninguna de ellas sabía que la motivación de Ruth estaba dada por una necesidad personal de herir y una venganza mal dirigida y que ellas solamente eran herramientas, un arma que podía sostener contra su antigua gente. Para los mortales, ella no era más que una hermosa, sabia mujer humana. Una hechicera dotada, tal vez, si les había mostrado su maestra habilidad de comandar ciertos aspectos de los elementos de la Mente. Era esta Demon traidora y su hija quienes dirigían a los humanos contra víctimas que los mortales nunca deberían encontrar con tan pavorosa facilidad y tan poco esfuerzo. Cada día Ruth se colocaba en el opuesto de esa línea dibujada en la arena por esta gente paranoica y mal dirigida, ella revelaría más y más a ellos acerca de la raza Demon. No tardaría antes de que cuidadosamente les diera las formas de destruir a aquellos que una vez llamó amigos. Aparte de ese detalle, ninguna otra raza de Nightwalkers, inocentes o no, debería estar amenazada por los siglos de conocimiento de Ruth. Todo lo que le importaba a los humanos era su miedo a lo desconocido, terror hacia las criaturas cuyo poder sobrepasaba incluso su imaginación más salvaje, haciéndolos quebrarse con la convicción de que era sólo cuestión de tiempo antes de que estas razas vivientes de la noche, cayeran sobre los humanos como los mitos y leyendas habían predicho una y otra vez. No importaba que,
  • 11. si ellos lo hubieran querido, cualquier raza Nightwalker lo pudieron haber hecho miles de veces en el último milenio solamente. Amargamente Elijah sintió que incluso si alguien les diera la verdad, ellos continuarían sólo esperando lo peor de los Nightwalkers, porque ellos estaban bajo la guía de la terquedad, el prejuicio y el miedo. El único pensamiento que confortaba a Elijah en ese momento era que su muerte levantaría las represalias de los más viejos y poderosos de su raza y esto señalaría el fin de esta maligna insurrección. —Engendro del demonio— Ruth gruñó el epíteto con loco contento, alimentando la sed de sangre de las mujeres a su alrededor. —¡Demonio disfrazado de humano! —ella sonrió y dijo suavemente —Elijah, el poderoso Capitán Guerrero—Ruth rió, el sonido perceptiblemente hermoso mientras se inclinaba para mirarlo, su voz baja para que las otras no pudieran escuchar la familiaridad con la que se dirigía a él. —El pequeño pitbull de Noah, caído por simples mujeres. Conozco tus pensamientos, Demon de Viento. No habrá venganza en tu nombre. Ellos nunca encontrarán nada de ti en el tiempo que estamos pasando. Ruth se enderezó, retirando un mechón de lujurioso cabello rubio, sonriendo serenamente. Ella besó la mejilla de su preciosa niña, si alguien pudiera llamar a un Demon novato de casi noventa años una niña, haciendo sonreír a Mary con arrebolado afecto que revolvió el estómago de Elijah. Pero como una niña que era, comparada con los adultos y Ancianos de su raza e incluso, comparada con otros novatos de su edad. A pesar de que tenía la belleza y el cuerpo de una mujer crecida, ella era una pequeña niña en el corazón y en su mente, completamente bajo la influencia de su sobreprotectora, complaciente madre. ¿Por qué ninguno de ellos se había percatado del desapego de
  • 12. Ruth de sus sentidos? Como una Demon Mental, Ruth sin duda había bloqueando la conciencia de los otros hábiles Demon Mentales. ¿Por qué nadie había insistido en separar a la niña del insano y dominante comportamiento de la madre? Porque no era su manera de garantizar el derecho de un padre de criar a su hija mientras la veía crecer. Ahora su sociedad entera deberá vivir con ese error y sus consecuencias, al igual que Elijah, morirían por su causa. Un poco, demasiado tarde, pensó con genuina tristeza por el camino que las mujeres Demon habían elegido. Ambas estaban ahora malcriadas, corruptas bajo la apariencia de su belleza externa sobrecogedora. Él no necesitaba un superior sentido del olfato para captar el vil olor de corrupción emanado de su bronceada piel. Elijah cayó hacia el frente, poniendo una mano para tratar de protegerse a sí mismo y mantener su rostro fuera de la tierra. Situación sin esperanza o no, él no sería recordado por ser tan fácil de matar. Su orgullo no le permitiría hacer de eso un final. Había bastantes oponentes diseminados en tierra bajo el círculo, considerablemente diseminados, que fueron atacados con su ferocidad mientras trataba de salvar su propia vida. Mujeres o no, cualquiera que buscara asesinarlo, merecía lo que obtenía. Él estaba consciente de las otras acercándose a su alrededor. Las ramas de magia negra que se aferraban a las hechiceras humanas eran sobrecogedoras e insoportables. La energía crujía a su alrededor mientras ellas jugaban con sus poderes. Arcos azules de electricidad centelleaban entre ellas, casi como un juego macabro del mono en el medio. La boca de Elijah se presionó en una apretada línea mientras entendía lo que significaba ser el mono en este caso particular. El primer rayo que se disparó del anillo de la mujer lo golpeó en su espina, haciéndolo que se contorsionara en un arco hacia atrás,
  • 13. sus brazos contracturados a su costado, contrayendo los músculos de su ancho pecho y forzando a la sangre a manar de su herida. El fluido salió tan pesado, tan rápido que sintió el efusivo calor de ello drenándolo justo hacia abajo del frente de su ropa, la mezclilla de su pantalón saturándose completamente en un instante. Se sintió con la cabeza ligera, mareado y extrañamente distante mientras el siguiente rayo lo forzaba a contorsionarse en otra dirección. Él podía oler lo quemado de su propia carne, sorprendido por el poder de las usuarias de magia. Él trató de cambiar, para encontrar solaz en la forma de viento que era tan parte de él. Si tan sólo tuviera la fuerza de metamorfosearse en la más ligera de las brisas, ellas no podrían lastimarlo. Pero el tiempo ya había pasado para eso. Él había juzgado mal su situación y ahora estaba demasiado herido y demasiado débil para concentrarse incluso en la más simple de las transformaciones. Se maldijo a sí mismo por ser tan tonto, por caminar en esa trampa femenina. Había sido él quien había advertido a los otros que nadie estaba a salvo mientras las traidoras, Ruth y Mary, estuvieran lejos y en alerta con los humanos. ¿No les había dicho a ellos desde el pasado medio año, cuando se percataron por primera vez de la traición, que cualquiera podría ser una víctima del íntimo conocimiento de los Demons del dúo, de su importancia individual, de su poder? Ruth, su demencia disfrazada de amor maternal por una hija herida, sabía demasiados nombres, demasiados hechos. Incluso ella podría guiarlas a todos y cada uno de los miembros del Gran Consejo. Él sólo sería el primero, se percató Elijah, una rabia frustrada le quemaba en el segundo hueco de su pecho. Después seguirían los ejecutores, Gideon el médico Anciano, o tal vez Noah, el rey Demon por sí mismo. Y él no estaría ahí para cumplir su deber y protegerlos. Elijah pensó en Jacob e Isabella, los Ejecutores, quienes eran nuevos padres de una hermosa niña que tenía el sedoso pelo negro de la madre y los serios ojos oscuros del padre.
  • 14. El capitán Guerrero había sido elegido para ser uno de los dos quienes, además de sus padres, estuvieran en su ceremonia de nombramiento. Para ser uno de los únicos dos Demons en todo este mundo que había sido dado el honor de pararse como el Siddah del angelical bebé. Había sido la más preciada distinción que un amigo le podía dar a otro. Cercano a su cumpleaños dieciséis, él debería empezar el Fostering de la niña, llevarla hacia su hogar como si fuere suya. Él debería enseñarle las formas y la moral de su gente, guiándola mientras aprendía cómo usar y controlar cualquier gran poder del que fuese dotada. Esta responsabilidad debería ser compartida con sólo otra persona, la Siddah femenina. En este caso Magdelegna, la propia hermana del rey. Pensar en Legna le causó incluso un dolor más profundo, ella tendría un niño por su parte, estaba cercana a los cinco meses para terminar y a salvo bajo los vigilantes ojos de su pareja, Gideon. ¿Pero cuál futuro habría para esos inocentes? ¿Ser cazados? ¿Destruidos? ¿Tratados como nada más insignificante que la mosca ruidosa que necesita una buena y dura paliza? Elijah sufrió por los bebés, culpándose a sí mismo por no hacer un mejor trabajo en mantenerse a sí mismo a salvo y fuerte para ser su protector. El guerrero sintió la negrura deslizándose a través de él, pero era mucho más por entender que había fallado a su gente y a su monarca al igual que era por la mortal pérdida de sangre. Escuchó risas femeninas, crispadas en una fea alegría por matar, un sonido que ninguna mujer debería hacer en su estado natural, ya fuera Nightwalker o humana. Elijah finalmente colapsó, rodando sobre su espalda en el pasto hasta que estuvo tratando de enfocar las estrellas sobre él. Estaba distantemente consciente de las retorcidas mujeres jugando con él, mandando sádicos rayos de poder a través de él. El negro cielo se difuminó en líneas de luz y oscuridad. La humedad de su sangre diseminada en las secas hojas y pastos bajo él. Había llamado el
  • 15. clima hacia él desde que había tenido apenas trece años. Lo que no daría en ese momento por la simplicidad de una ducha de lluvia. Como un final acto de defensa se hundió en la tierra para que ninguna electricidad mandada hacia él se regresara hacia sus asesinos. Pero no podía realizar ese último acto de retribución. Había conocido infantes más fuertes de lo que él era en este momento. Todo lo que tenía eran sus pensamientos. No le importaba si Ruth podía leer sus emociones, incluso probablemente sus pensamientos a su avanzada edad, cosa que era un talento usualmente sólo encontrado en los machos de su tipo. Ella estaba corrupta por su mente fracturada y todo el veneno mágico con quienes había decidido asociarse. Usualmente, poderes inesperados llegaban con tales asociaciones malignas. No. Todo lo que le importaba a Elijah era la naturaleza del mundo el cual dejaba detrás. Nunca volvería a soplar sobre miles y miles de montañas intactas y playas vírgenes como el viento. Nunca volvería a lavarse a sí mismo y renovar el mundo como lluvia. Nunca volvería a dirigirse lentamente del cielo hacia la tierra con las cambiantes formas de los copos de nieve. Ser privado por siempre de la alegría de esos momentos hizo a su corazón rebelarse con desesperación y coraje. Abrió su boca para rugir con la rabia que lo golpeaba, pero estaba lejos de crear cualquier sonido. Se forzó a sí mismo a quedar satisfecho con el grito de su alma. Para su maravilla, Elijah escuchó el eco del grito en la distancia. Era una cosa salvaje. Increíblemente hermosa, que hizo que lo recorrieran escalofríos mientras vibraba recorriendo sus nervios. Estaba sucumbiendo a su propia noche interna, pero el grito fue repetido y se encontró a sí mismo luchando por escucharlo, para entender lo que significaba. El frío de su cuerpo fue reemplazado con una inexplicable subida de calor y sintió a sus sentidos tratando
  • 16. de regresar a él, trabajar para él, tratando con cada célula disponible aferrarse a ese sonido primario y abrasador. Pero estaba demasiado cercano a la muerte. Con la frustración aferrada a él. Finalmente sucumbió.
  • 17. CAPÍTULO 1 La gata montés gritó a través de la extensa pradera del bosque, haciendo que el círculo de mujeres olvidara a su agonizante presa cuando un inexplicable temor las recorrió. Los humanos habían nacido con instintos como ninguna otra especie, y sabían, como seguramente sabían sus nombres, que no era prudente quedarse en el camino de la bestia que había hecho ese sonido. No importaba que ellas fueran una potencia en sí mismas. Nada podía eludir el innato terror de una presa temiendo al depredador. Las nigromantes retrocedieron, con los ojos muy abiertos y la magia floreciendo sucesivamente, a medida que empezaban a levitar del suelo, con la esperanza de que la altura diera algún sentido de seguridad que simplemente no sentían con los pies en la tierra. Pero esto no era suficiente, sólo podrían aliviar el pánico de sus corazones con una completa retirada, volando por encima de los árboles, escapando hacia su casa o a cualquier lugar que se asociara como uno de completa seguridad. Algunas de las cazadoras fueron lo suficientemente afortunadas para ser avisadas por el vuelo de los nigromantes y levitaron en retirada con ellos. Aquellas que no tuvieron tanta suerte se retiraron corriendo y desordenadamente hacia la línea de árboles, les llevó sólo un minuto antes de que fueran nada más que un cómico y distante sonido del choque contra arbustos. Las mujeres Demon no fueron tan fácilmente afectadas. La más joven era una Demon de Tierra. Las criaturas de la naturaleza eran suyas para empatizar y controlar. Aunque era solamente una novata, débil en comparación con los grandes Ancianos de su clase, encantar a los animales era una habilidad rudimentaria. Ella se extendió con su mente, tratando de tocar los pensamientos del depredador que se aproximaba. Sin embargo, su pálida frente se arrugó por la confusión, cuando el puma se mostró inusualmente bloqueado a sus persuasivos pensamientos. La gran gata dorada se abrió camino por la línea de árboles, acechando a través de los profundos pastos en un círculo de caza, la rotación de sus
  • 18. omóplatos mientras caminaba hipnotizaba y atemorizaba a la vez, sus dorados ojos fijos en las dos mujeres que aún permanecían en el claro. La gata podía olfatear las grandes cantidades de sangre derramada en la tierra. El olor llamaba profundamente a los instintos básicos del animal. Esto atrajo a la gata montés con un atractivo casi singular. Por lo general ella habría evitado el acercarse a otros depredadores, pero ese aroma de sangre era demasiado poderoso para resistir. Acechó cerca y más cerca, haciendo que la joven rubia Demon rompiera en sudor mientras trataba de tocar la mente del animal tan ensimismado en las delicias del aroma de la sangre. —Mamá, no puedo llegar a ella. No me está escuchando. —No importa. Ya hemos terminado aquí. Ruth afirmó el agarre en su hija, y con un chasquido de aire desplazado, las dos mujeres Demon se teletransportaron con seguridad. La gran gata dorada levantó la cabeza, deteniéndose a medio camino, probando el aire mientras el hedor de las mujeres invasoras se desvanecía. El sangriento cuerpo yaciendo en el centro del claro era el único olor remanente de fuerza alguna, la gata empezó a avanzar hacia la infortunada víctima. Estaba tan cerca de la inconsciente criatura, que podía tocarlo con el hocico. Y lo hizo, probando su aroma. Bajo la sangre había un inconfundible almizcle de macho. Era algo rico y embriagador que sacó un especulativo ronroneo de la hermosa gata. Bajó la cabeza hasta la más grande de las heridas, con la lengua lamió superficialmente el dulce sabor de su sangre. Su ronroneo se profundizó, y la leona abrió sus poderosas mandíbulas, cerrándolas sobre la garganta del macho. Todo lo que tomaría era un simple chasquido y ella terminaría con él. De repente la gata se retiró, sacudiendo la dorada cabeza como si estuviera saliendo de un hechizo. Se sacudió de nuevo, como un perro tratando de quitarse el agua. Mientras temblaba, la piel comenzó a pelarse, despellejándose en largas tiras, hasta que, con un estremecimiento final, la bestia se convirtió en una mujer, vestida
  • 19. sólo con un collar de oro y piedra lunar, y centímetros y centímetros de largo cabello dorado. Siena, marcada con el opulento collar que la proclamaba como la Reina de los Licántropos, tomó una profunda y calmante respiración, tratando de sosegar la urgente ansia que saborear la sangre del macho había inspirado en ella. Conocía a este Demon, sabía su nombre y su importancia para el Rey Demon. Pero también sabía que no había nada en el mundo como la sangre Demon. Era rica y llena del poder que ellos poseían. Sin embargo, aunque a veces era más bestia que mujer, no necesitaba la sangre para sobrevivir como los Vampiros. Era la más poderosa de todo su pueblo, y éste era un deseo al que debía sobreponerse. Si sólo no hubiera tanto de ello invadiendo sus sentidos. Pero necesitaba pensar más claramente, necesitaba actuar. Mientras se arrodillaba en la espesa hierba tratando de dominar su despreciable naturaleza, el Demon, conocido por ella como Elijah, yacía moribundo, casi muerto, de hecho. Era una visión alarmante. Había luchado junto al guerrero hacía apenas seis meses. Conocía su destreza, poder e innegable fuerza. ¿Cómo había llegado a esto? Siena extendió tentativamente una mano, sus dedos se deslizaron a lo largo de los rubios rizos no demasiados diferentes a los suyos, aunque los de él eran de un rubio platino y no del coloreado plata y oro de ella y a hasta los hombros, mientras que los de ella cubrían todo su torso. Fue su propio cabello lo siguiente que ella alcanzó, introduciendo un mechón largo entre los dientes, los caninos desgarraron una gruesa tira de seda dorada. El rizo se enroscó alrededor de su muñeca y antebrazo, como si no estuviera dispuesto a dejar el cuerpo donde estaba adherido. Ella tiró la cabeza hacia atrás, ignorando las gotitas de sangre que cayeron de las puntas de los hilos rasgados que aún permanecían unidos al cuero cabelludo. Se inclinó sobre el Demon, abriendo lo que una vez fue una fina camisa de seda, lamiendo sus labios llenos mientras tomaba la tira de dorados cabellos y los dejaba rizarse como una alfombra trenzada, en todo el contorno, hasta que la herida estuvo cubierta en su totalidad. La sangre fue inmediatamente absorbida por los filamentos dorados, mezclándose con las gotitas que aún pendían de los
  • 20. extremos cortados. La herida instantáneamente comenzó a coagularse, el cabello se convirtió en un vendaje rojo y dorado que no se movió del profundo agujero, tapándolo con bastante eficacia. Ella no podía hacer nada con la pérdida de sangre por el momento y no podía dejarlo donde estaba, para evitar que sus atacantes decidieran regresar y terminar con él. Su respiración era mínima, tan débil, que si no hubiera sido por su agudo oído, no hubiera sido capaz de escucharla. Afortunadamente, conocía bien esos bosques y podría encontrar algún excelente refugio. Luego vería que podría hacer para auxiliarlo. Lo que el Demon estuviera haciendo en territorio Licántropo sería algo para descubrir más adelante. Ahora mismo, tenía que llevarlo lejos del próximo amanecer. Aunque la luz del sol no quemaba a ninguna de sus especies con el agonizante dolor y promesa de muerte como lo hacía con los Vampiros, no era tampoco ningún amigo de la raza de los Nigthwalkers. Para los Demon, el efecto era como para el gato nocturno, haciéndolos sentir pesados, perezosos y letárgicos. Muchos Demon, en realidad, amaban la invasora calidez del sol, encontrando en la luz del día el mejor momento para sucumbir a la comodidad y dormir. Desafortunadamente, este efecto era a menudo involuntario, haciéndolos desear más que nada, el sueño, hasta el punto de una distintiva vulnerabilidad. En este caso, cualquier otra debilidad causada por la luz podría reducir completamente el sistema autonómico del guerrero, terminando la tarea que sus agresores habían comenzado. Para el Licántropo, era un poco más dañino. Un cambiante se ponía enfermo con la brillante luz del día, una versión literal de envenenamiento por el sol. Dado que eran una especie intrínsecamente guiada por las fases de la luna, parecía tener sentido que el sol se sintiera antinatural para ellos. Siendo parte gata en sí misma, Siena estaba doblemente inclinada a permanecer activa en la oscuridad de la noche cuando era más poderosa, y encontrar descanso y refugio fuera del alcance de la luz del día cuando era susceptible a sus efectos. Realmente disfrutaba de una resistencia más alta de lo habitual si se mantenía a la sombra, pero esto no era algo que disfrutara haciendo.
  • 21. Siena necesitaba decidir la mejor y más corta ruta para llegar hasta donde fuera capaz de cuidar de él, y la mejor manera de llevarlos a ambos a ese lugar escondido. Su pueblo estaba demasiado lejos para viajar, y no percibía a nadie, además de ella, en el área. Sería una buena opción encontrar ayuda, un lugar donde hallar un poco de asistencia para cuidarlo, pero no era una opción lógica dada la urgencia de la situación. La alternativa ideal de llevarlo con su propia gente, bueno, esa era incluso una posibilidad más descabellada, teniendo en cuenta que ellos estaban aún más lejos de lo que su pueblo estaba. Además, el más renombrado curandero Demon de todo el mundo se encontraba en su corte en ese momento. El guerrero no era un hombre delgado. Estaba bien constituido en cada detalle en la que un guerrero necesitaba estar formado para mantener su fuerza y destreza. El Capitán de tales guerreros… bueno, él tenía una más que impresionante estatura, por decir lo menos. Aunque Siena era alta y fuerte, sus bíceps podrían ser más grandes que uno de sus musculosos muslos. La distancia la preocupaba mayormente porque el guerrero necesitaba asistencia médica y dudaba de ser capaz de darle los cuidados necesarios. Él era una especie enteramente diferente y probablemente no tan receptivo a las maneras de curación de los Licántropos. Podría ser el equivalente de dar a un humano la atención de un veterinario. Éste estaría a la altura de su experiencia, pero incluso su mejor atención podría hacer más daño que bien. Su pueblo había estado en guerra con la raza del guerrero por mucho más tiempo de lo que habían estado en paz. Su conocimiento de la anatomía Demon era bastante limitada, e incluso tal información se restringía a cuál órgano vital causaría una muerte más rápida. Con una paz de sólo catorce años entre las razas, ¿quién habría pensado en intercambiar conocimiento médico? Así como era, recientemente sólo habían intercambiado embajadores. La Reina se enderezó, su figura se alargaba con orgullo y estatura de Amazona. Desnuda, como en ese momento, o completamente vestida, no había duda en cuanto a su sexo. Era de piel dorada y figura exuberantemente curvada a pesar del corte de su muscular y atlético cuerpo. Era una cazadora y guerrera por derecho propio, una orgullosa y pura Diana, y lo irradiaba por cada
  • 22. centímetro de ella. Sin embargo, la contradicción era una cabeza llena de espesos y dorados rizos que caían hasta la mitad de sus muslos y las audaces curvas de su sexo, y que la hacían aparecer no menos femenina que Afrodita. Su enigmática forma de sonreír y el coqueteo natural de su paso sólo se añadían a la imagen. La diosa Licántropo parecía tomar una decisiva elección sobre el siguiente curso de acción, mientras su aguda mirada de oro recorrió todos los lugares por última vez. Poco después, sacudió la cabeza otra vez, provocando que las largas hebras de su cabello volvieran a la vida. Empezaron a deslizarse sedosamente sobre su piel, envolviéndola casi amorosamente en su suave longitud. El disperso abrigo de su cabello se convirtió en piel de nuevo, sólo que esta vez su forma era mitad felina, mitad humana. Esta era la forma de la Mujer Gato2, la tercera y última forma de Siena. Alta y bellamente constituida como la mujer que era, pero con la piel y las garras, las orejas y cara, los bigotes y la cola de un gato montés. Mitad mujer, mitad gata, con lo mejor de ambos mundos a su disposición. Y eso incluía la fuerza que se requería para levantar al guerrero en sus brazos. El guerrero, notó para sí misma mientras empezaba a cargar su peso muerto, era fuerte y musculoso, con un peso significativo para el más de metro ochenta de altura que tenía, aún si él no hubiera estado completamente inconsciente. Tenía unos hombros notablemente amplios, casi demasiado anchos para que ella pudiera abarcarlo en sus brazos. No había una onza de grasa que desfigurara su moldeada cintura y muslos. Todo era un pesado grosor de un físico finamente perfilado, músculo de la cabeza a los pies, ninguna parte echada a perder, nada de su estructura se asemejaba a la suavidad. A pesar de su impresionante masa, lo levantó en sus brazos casi con facilidad, acercándolo a ella mientras avanzaba a grandes pasos a través del campo. Su visión estaba hecha para la oscuridad, ____________________ 2 Werecat, en el original. (N.deT.)
  • 23. todo alumbrado en afilado contraste de sombras en blanco y negro. Era brillante como el día para ella mientras llevaba su carga hacia los árboles. Ellos podrían haber presentado una visión bastante clara para que los vieran, pero un olfateo rápido del aire le aseguró a la Reina que todos los enemigos se habían retirado a sitios desconocidos y todas las demás criaturas vivientes habían seguido su ejemplo. Ellas ni siquiera sabrían que el grito de la leona de la montaña salió con una compulsión de temor tan enérgica, que forzaría a cualquiera dentro de su perímetro a correr con terror, incluso a alguno de los más poderosos Nightwalkers. Mientras la Mujer Gato se movía a través del bosque, escogiendo el camino de la dirección tomada y dejando el menor rastro posible, recordó que hubo más que humanos en la partida que emboscó al guerrero. Ella estaba al tanto de las renegadas mujeres Demon, madre e hija, que habían optado por aliarse con los enemigos de su raza en un desproporcionado sentido de venganza, todo por un trágico error que nadie pudo haber prevenido, ni siquiera los poderosos Demons. Había ocurrido hacía cerca de medio año, la víspera del último Beltane, que las usualmente animadas festividades de los Demon se vieron ensombrecidas por las secuelas de la guerra que estas mujeres traidoras habían empezado. Siena había sido parte de las fuerza Demon, el día que habían sido forzados a una masiva batalla para proteger a los suyos de una masacre dirigida por la deformada voluntad de aquellas mujeres. Esa fue la batalla donde había observado las capacidades del Capitán Guerrero. Él la había impresionado. Tanto así, que encontrarlo en esta situación era, de alguna manera, desconcertante. Además de su destreza en la lucha, había notado que el Demon había estado particularmente afectado por el hecho de que la mujer Druida, quien había sido el objetivo, había estado embarazada en ese momento. El niño que ella llevaba era un foco de venganza, tanto como ella y su compañero Demon, y el guerrero se había encolerizado a un nivel muy personal, a pesar que el niño no era suyo o que el tuviera uno propio.
  • 24. Los machos Licántropos no sentían usualmente esa clase de empatía con los niños, no hasta que eran padres, e incluso entonces no era común en los machos dedicarse a eso, dejando la crianza de los niños a las hembras. Un instinto que era a menudo determinado por los comportamientos naturales del animal en el que el macho se transformaba. En cualquier caso, los cambiantes eran una sociedad dominantemente femenina. La hembras superaban en número a los machos en casi ocho a uno. Ellas siempre habían sido el sexo poblacional dominante, y la guerra había propiciado este hecho. La ambición machista por la batalla había mermado su número todavía más. Había una moral poderosamente matriarcal en una sociedad de tales proporciones, y estaban bastante orgullosos de ello. En conjunto, rara vez tenían otra motivación de ir a batalla que no fuera por la alimentación o la defensa propia. Pero aún en la insensatez de la guerra, la idea de lastimar a un inocente e indefenso niño era abominable para su gente. El comportamiento vengativo de las mujeres renegadas de la raza del guerrero Demon, era una pervertida actuación de una madre resentida cuando su progenie fue amenazada. Siena se detuvo abruptamente, sus orejas se retorcieron mientras olisqueaba, percibiendo la esencia de peligro. Sintió a los animales arrastrándose por debajo de los restos de vegetación en el suelo del bosque, pero a parte de eso, no había nada fuera de lo común. El silencio era comprensible, teniendo en cuenta que estaba cruzando el territorio en esa forma, pero el salvaje rastro de sangre que el Demon estaba dejando atrás podría atraer a otro depredador. Estaban a poco más de un kilómetro y medio del lugar donde había tenido la batalla y cerca había una corriente. Tendría tiempo de lavar y envolver el resto de las heridas y así cubrir el rastro más eficazmente, como su instinto le decía, a fin de evitar ser rastreados. Pero el sol ya se abría camino a través de los árboles, y una vez que los rayos la tocaran, se pondría muy enferma y demasiado débil para encontrarles un refugio. Aunque un día yaciendo bajo el bosque sombreado no la mataría, le tomaría tiempo recuperarse de la enfermedad resultante. Eso, sin duda, significaría la muerte del hombre que necesitaba que ella estuviera en buena forma con el fin de salvar su vida.
  • 25. Siena decidió correr el riesgo de ser rastreados. Habría agua allí donde se dirigían y se estaba quedando sin tiempo. Moviéndose con notable rapidez para alguien con tanta carga, continuó pensando en las mujeres Demon que habían perpetrado el crimen contra su antiguo camarada. Ella sabía sobre Ruth y su malsana relación con su hija. Siena había formado parte de aquellos que inicialmente habían descubierto la traición. No había animal en la tierra que estancara el crecimiento de su hijo negándole la libertad de dejar la madriguera o el nido para que aprendiera a valerse por sí mismo. En algún lugar de la evolución, se había producido una mutación en la sociedad de los humanoides bípedos, que habían permitido que esto fuera posible e incluso, una norma. Aunque la evolución era un proceso natural, Siena siempre lo había considerado una mutación antinatural. Pero, ¿quién podría estar completamente seguro? Los humanoides eran capaces de gran cantidad de aberrantes comportamientos que entraban en conflicto con el orden natural de vivir en armonía con el propio entorno. Para ser honesta, eso incluía a su propia especie también. Aunque los Licántropos eran a menudo considerados por ellos mismos y por otros más animales que humanos, ellos se ceñían a una sociedad con fallas, leyes y libre voluntad. Estos elementos, al mismo tiempo audaces y productivos de muchas maneras, podían ser, así mismo, una volátil combinación. Por ejemplo, la guerra racial entre los cambiantes de ella y los elementales3 de él. Esto había ocurrido hacía veinte años, y la idea de ayudar a un Demon, y en particular a este Demon, no sólo habría sido inconcebible sino traicionero. A decir verdad, había algunos que aún se sentían así, a pesar de que su Reina claramente no lo hacía. La guerra previa entre los Demon y la raza cambiante había sido un acto de su padre. Una agresiva demostración de masculinidad que había empezado como un pequeño asunto de _____________________ 3 Se refiere a que el pueblo de Elijah clasifica a su gente según los elementos: Fuego, Aire, Tierra, agregando a estos Mente y Cuerpo. (N. d T.)
  • 26. principios y rápidamente escaló de allí a un casi odio genocida hacia los Demon. Un sentimiento que, a lo largo de décadas, los Demon empezaron a corresponder plenamente. Desafortunadamente, los Licántropos habían vivido tanto como los Demon, por lo que la guerra de su padre había asolado a su pueblo durante siglos, dando nacimiento a generaciones que no entendían que en realidad hubo un tiempo en que los cambiantes no habían despreciado a los Demon. Esto comenzó a cambiar en el momento en que ella ascendió al trono. Siena rescindió públicamente la declaración de guerra contra los Demon en el instante en que el collar de su oficio había sido colocado alrededor de su cuello. Esto no había sido una decisión popular al principio, viejos y hostiles sentimientos fueron sostenidos de corazón por tanto tiempo que suponía una difícil barrera de superar. Muy bien podría haber causado una rebelión masiva. Quizá aquí era donde ser la líder femenina de una sociedad matriarcal tenía sus ventajas. Su voz tenía el poder de apelar a un gran número de hembras que ciertamente nunca quisieron ser parte de vivir y morir en batallas sin sentido. Su Reina sólo había tenido que recordarles esto lentamente, sin duda, día a día. Y mientras el tiempo de paz llegaba, el pueblo de Siena empezó a recordar lo que era vivir la vida para algo más que prepararse para la siguiente batalla. Siena no podía, en conciencia, haber hecho nada menos. Incluso, a pesar que ella misma había criado una desconfianza hacia los Demons, aleccionada por los prejuicios de su padre y tutores que él había escogido para ella, enseñándola a odiarlos por lo “perversas criaturas y fuera de la ley” que eran, el destino había intervenido para enseñarle una lección que dramáticamente había cambiado su perspectiva de los Demon. Su moral y femenino sentido de lo bueno y lo malo no permitieron nada menos que un armisticio completo una vez que había tenido el poder de demandarlo.
  • 27. No podía culpar verdaderamente a la masculinidad de su padre por todos sus problemas y pobre comportamiento como especie, pero su agresiva naturaleza no les había hecho justicia y ahora le tocaba a ella manejar los resultados. Catorce años de tregua era una miseria comparado con casi trescientos años de altercados. La paz era una ardua tarea que sólo podía realizarse en sistemáticos y cortos pasos. Cualquier acción hecha sin la apropiada sabiduría de la contemplación podría conducir a trastornar la frágil armonía que recién empezaba a brotar entre ellos. Y francamente, con todas las razas Nightwalker constantemente sitiadas por esos imprudentes y obstinados mortales que buscaban su extinción, no podían permitirse el lujo de agotar sus recursos luchando entre sí. Salvar al Capitán de las fuerzas guerreras de los Demon no era exactamente un delicado paso a tomar. Pero ella no podía permitir que pequeñas políticas dictaran si este campeón vivía o moría. Siena no esperaba ningún beneficio y confiaba que no hubiera repercusiones. Todo lo que quería era un lugar fresco y oscuro para atender sus heridas. Encontró la caverna que estaba buscando aproximadamente una hora después. Su velocidad enormemente reducida para entonces no sólo por su carga, si no por el sol de la mañana que corría a través de las desnudas ramas de los árboles. Casi inmediatamente después de la entrada, la cueva se inclinaba dramáticamente hacia abajo, la roca era lisa, fría y húmeda bajo sus pies desnudos. Le tomó mucho equilibrio, fuerza e incluso sus garras para evitar deslizarse por la resbaladiza superficie y aterrizar en el helado lago subterráneo de agua mineral que nacía al fondo. Rápidamente recorrió la delgada cornisa que limitaba el agua. En el minuto en que dejó una húmeda huella en una superficie seca, se alivió de su carga posándola con cuidado en la piedra limpia. Se sentó junto a él, más que un poco sin aliento, recogiendo sus rodillas para poder descansar sus brazos en ellas. Necesitaba ayudarlo, la urgencia de esto la sacudía, pero también necesitaba darse un minuto para sacudirse el cegador dolor de cabeza que la luz del sol le había provocado. Tenía náuseas por ello, sus ojos y su piel picaban por la fotosensibilidad solar. Era afortunada. Ella podía
  • 28. soportarlo mejor que la mayoría porque su fuerza y poder no tenían precedentes entre su pueblo. Por donde se viera, ella debería haber caído violentamente enferma en ese punto. Ahora, si se aventurara fuera demasiado pronto después de esto, sería aún más susceptible. La Mujer Gato recorrió en sus cuatro patas el contorno del lago, olisqueando cautelosamente buscando formas de vida antes de usar sus palmas y dedos acolchados para salpicar agua sobre su piel. Felina o no, a Siena le encantaba estar limpia y perfectamente cepillada, y eso quería decir agua y en mucha cantidad. Concedió mucho tiempo a lamer una mancha de sangre Demon de su piel, pero dejó el resto de su acicalamiento para más tarde. Se puso de pie, en toda su estatura, saltando sobre el Demon y dirigiéndose a las profundidades de la caverna. El suave click de sus garras sobre la piedra anunció su regreso. Arrojó un saco en el suelo y a continuación llenó una botella con agua del lago antes de girar y arrodillarse a su lado y atenderlo. Rasgó su camisa, lo que quedaba de ella, incluso se vio forzada a sacar pequeños retazos de su piel quemada. La herida más grave, una sobre su corazón, fue atendida y sanada. Agentes coagulantes y cicatrizantes se encontraban de manera natural en el pelo de los Licántropos. La sangre filtrada de los extremos cortados de las tibias y vivientes mechas había actuado como un desinfectante y bálsamo sanador. Sin embargo, no podía usar su pelo para todas las heridas. Sería demasiado daño para ella. Siena se fijó en la cicatriz en carne viva que tenía en su cuero cabelludo como resultado del uso que había hecho. En vez de eso, estuvo satisfecha con limpiar los cortes y quemaduras con agua y cubrir las heridas con vendajes de un botiquín que extrajo del saco. Los Demons sanaban muy rápido y la mayor parte de sus heridas estarían sanadas antes de la tarde. Pero la herida del pecho tomaría más tiempo, así como otras que perforaban su hombro, cadera y el muslo, en su lado derecho. Él había sido atravesado con lanzas de hierro en esas tres heridas, no cabía duda eran misiles de ballestas o alguna otra arma de tipo propulsor. Una había atravesado claramente el músculo de su muslo, pero había barras metálicas sobresaliendo de las otras dos heridas. El hierro quemaba a los Demons solamente con su toque, a
  • 29. menudo haciendo cicatrices y desfigurándolos con rapidez. Estas armas invasoras debían ser insoportables para él, aunque inconsciente y conmocionado como estaba, era de esperar que no sintiera dolor. Siena tomó un trozo pequeño de lo que quedaba de la camisa del guerrero y la usó para tener un mejor agarre sobre el extremo del dardo que sobresalía de su hombro. Lo extrajo fuerte y rápido, sintiendo la rasgadura de la carne cuando la punta causó más destrucción en su salida. La herida estaba asombrosamente negra, la quemadura del hierro la había cauterizado lo suficiente, pero había comenzado un nuevo sangrado con la extracción y ahora presionaba pedazos de la camisa hecho una bola en ella, atándola fuertemente alrededor para ejercer una mejor presión. Baño su torso por entero, inspeccionando cada herida y tratándolas con hierbas y vendas que traía en el saco. Estaba impresionada con su condición física. Esto era una verdad natural para muchas de las razas Nightwalker. Nacidos con un alto metabolismo y el sentido innato de regular la ingesta de calorías con la actividad, era muy poco frecuente que los integrantes de sus varias especies tuvieran sobrepeso. Pero éste, pensaba para sí misma mientras recorría una garra dorada sobre el corte definido de su pectoral derecho, éste era el cuerpo de un ser que entrenaba y se había perfeccionado como un arma manual. Él era musculoso, sí, pero había tenido la sabiduría suficiente para no sobrecargar su estructura de una forma que podría disminuir su flexibilidad y eficientes movimientos corporales. Ella había visto a este macho moverse en batalla, tan rápido y tan letal, y recordaba haberse quedado igualmente sin aliento por la fascinación. Siena se dio cuenta de lo que estaba pensando e inmediatamente desechó el improductivo toque y las sensaciones que lo acompañaban. Volvió su atención a su urgente necesidad de curación. Con delicadeza revisó la lanza que traspasaba su cadera y encontró difícil de establecer su colocación por la tela de dril que vestía. Extrañamente, el dril la divirtió. Este guerrero era uno peculiar. La mayoría de su gente llevaba ropas que reflejaban las eras por las que habían pasado en vez de la
  • 30. era en la que estaban. Era raro ver una moda tan moderna agraciando uno de sus cuerpos. Por otra parte, el dril llevaba rondando ya cerca de un siglo, por lo que si la etiqueta de diseñador había sido eliminada, podría haber sido fácilmente excusado por ser como mucho un anacronismo de cualquier otro ropaje Demon. Siena se acercó para desabotonar el frente de los pantalones, tirando un poco del aflojado dril en un intento de inspeccionar de mejor manera el daño. Por último, simplemente cedió ante lo inevitable y rasgó a través de la tela con sus afiladas garras, desnudándolo completamente. Libre para trabajar ahora, extrajo el otro misil y lavó todas las lesiones en sus densamente musculosas piernas. Lavó la sangre de los vellos que se rizaban sobre ellas como un ligero polvo dorado, usando medicamentos sobre la carne profundamente quemada de su cadera debido al hierro venenoso. Estas eran las heridas que no sanarían rápidamente. Ella sospechaba que la herida de su corazón también había sido con un arma de hierro. Alguna especie de arcaica maza o estrella de la mañana4, quizá. Lo que sea que hubiese sido, había aplastado y desgarrado el área, dejando quemaduras reveladoras, pero nada lo suficientemente negro para indicar un misil que estuviera aún incrustado y ardiendo ahora que la herida estaba cerrada. Una vez que lo hubo lavado completamente con el calmante agua mineral, ungió y envolvió cada herida que pudo encontrar y lo evaluó por aquellas que no podía ver, se tomó el tiempo para lavar la sangre de sus propios cabellos. Se sintió más relajada cuando lo hizo. El aroma que había sido tan obnubilantemente atractivo, fue afortunadamente lavado dentro del lago mientras el agua rodaba por la piedra y regresaba por donde había venido. Podría ser una bestia, pero ella era una que luchaba por su civilización con una singular conciencia. Si no hubiera ganado esa distinción, este debilitado y herido miembro de otra manada habría recibido otra cosa diferente a su ayuda. ________________________ 4 Lucero del alba, que es la traducción directa de Morningstar (Inglés) y de Morgenstern (Alemán) es una maza de armas cuya característica principal es que su cabeza armada se compone de una esfera ferrada o plomada de donde parten “clavos o púas”. Por ello su similitud con el símbolo de un lucero. (N. de T.)
  • 31. Cuando su cabello estuvo limpio, delineado con un centenar de distintos tonos de oro, blanco y bronce, ahora que estaba mojado, rápidamente cepilló y lamió su propia piel. Una vez que terminó sus abluciones, lo levantó de nuevo en sus cansados brazos y lo cargó dentro de la estructura de la cueva. Podría haber sorprendido al Demon, el haber encontrado muebles en ese lugar, pero la Reina Licántropo lo esperaba de lleno. Esta caverna era una versión Licántropo de una cabaña de verano. En realidad, un retiro de invierno sería el término correcto. Los Licántropos no estaban por encima de la hibernación, por lo que esas cuevas distantes en lo profundo de las montañas y la tierra eran a menudo suministradas para tales cosas. Los muebles eran un enigma, quizá, pero uno de los efectos de la civilización era la imperturbable conciencia de vivir con mucha comodidad. Incluso si esa significativa comodidad se encontraba asentada incongruentemente en una cueva. Esta caverna pertenecía a una de las Consejeras de la Reina, una mujer de impecables gustos y los medios para satisfacerlos. Siena se había sentido decepcionada al entrar en el salón y darse cuenta que Jinaeri no había empezado a prepararse para el próximo invierno, y no había indicios de que hubiese estado o fuese a estar con el fin de hacerlo. Cuando la Reina mantuvo la última reunión en la corte, Jinaeri había estado presente y había mencionado que pronto empezaría esos preparativos. Siena había tenido la esperanza de dejar al guerrero a su cuidado mientras ella iba por ayuda. Ahora tendría que quedarse y atenderlo lo mejor que pudiera. Simplemente no podía abandonar a un Demon en un alojamiento Licántropo sin ninguna protección ni ayuda. No tenía idea de cuánto tomaría a las heridas causadas por el hierro sanar en un Demon. También sabía que por la gran pérdida de sangre la curación se vería obstaculizada, incluso si él llegaba a sobrevivir. Apenas estaba fuera de peligro y eso porque había cubierto sus heridas.
  • 32. Una serie de escalones tallados dentro de la caverna conducían hacia abajo, mucho más seguro que la cuesta original a la entrada de la misma cueva. Además, a ese nivel todo estaba más seco y fresco. Ella se detuvo en el salón, una sala con suaves sillones y estantes de libros. Había una chimenea, la cual, probablemente, salía por la ladera de la montaña a bastante distancia de ellos. Siena pasó las estanterías de libros cubiertos con tela para protegerlos, y se dirigió a una segunda sala. Esta era el dormitorio. Sobre la lejana pared había una oscura y naturalmente formada alcoba con un enorme juego de cama hecho a mano en su interior. Siena se trasladó hacia allá y depositó con mucha suavidad su carga sobre el colchón, que parecía hecho a mano también, y muy probablemente, del más suave relleno que la dueña pudo encontrar. El gigantesco macho se hundió profundamente en la suave comodidad y ella de inmediato lo cubrió con un edredón de la cama para evitar el constante frío de estas cavernas subterráneas mientras él se curaba. La chimenea de la sala era una continuación de la que había en el salón, de tal manera que se podría ver el cuarto de al lado, si no fuera cegado por el resplandor. Ella consideró encender una para calentar el lugar, pero con enemigos que eran perfectamente capaces de funcionar bajo la luz del sol y con ganas de matar a este Demon, un rastro de humo no valdría el riesgo. Mientras el estuviera enfermo, ella estaría sola. Poderoso o no, todo lo que Siena tuvo que hacer fue mirar al guerrero caído para saber que ella no tendría mejores posibilidades que él antes esas diabólicas mujeres. Exhausta, Siena se trasladó de nuevo al salón donde inmediatamente se enroscó en los cojines afelpados del sofá. Ni siquiera se molestó en sus usuales rituales, que a menudo incluían amasar el lecho para añadirle más suavidad y moverse un poco hasta encontrar el punto exacto. Simplemente se desplomó, se enroscó en una cómoda pelota y cayó dormida sin demora. Mientras entraba en un profundo sueño, la dorada piel de su cuerpo se despellejó, colgando al descuido sobre sus brazos, caderas y los cojines del sofá, dejando al descubierto una suave y humana piel. Las garras se convirtieron en pequeñas y cuidadas uñas, los bigotes desaparecieron. Las almohadillas de sus manos y pies se volvieron nada más gruesas que los callos habituales, y sus orejas
  • 33. eran sólo un poco más pequeñas después de cambiar a la forma y posición normal de la orejas de cualquier mujer.
  • 34. CAPÍTULO 2 Siena despertó algunas horas más tarde sintiéndose mucho mejor. Por un lado, podía percibir el ionizado olor de la lluvia. Estaba lloviendo de manera considerable al otro lado de la entrada de la cueva. La presión era inconfundible, aún cuando no pudiera escucharla con su agudo oído. Este baño de la Tierra podría ocultar lo que quedaba de su rastro hacia la cueva. Sospechaba que en su habitual arrogancia exagerada, los humanos usuarios de magia probablemente no creían que habían fallado en matar al Demon, y como resultado, no necesitaban hacer una doble comprobación. Sin embargo, con las mujeres Demon a su alrededor, en esta situación no podía dar por seguros esos típicos comportamientos. Siena se sentó en el sofá, estirando una larga extremidad, después la otra, suaves y satisfechas vocalizaciones acompañaron el movimiento. Jinaeri ciertamente sabía una o dos cosas sobre el confort, pensó, mientras se ponía de pie sacudiendo hacia atrás su cabello que de inmediato se acomodó en su lugar. La Reina se dirigió hasta un antiguo baúl puesto contra la pared y lo abrió. Dentro descubrió vestidos y camisetas pulcramente doblados. La brevedad de las prendas de vestir, en su mayoría cortas y ajustadas, eran comunes entre las mujeres de su cultura. Aquellas que disfrutaban de la habilidad de transformarse en un animal también las usaban, ya que esas prendas se caerían fácilmente a un lado del camino y no impedirían los movimientos en el instante del cambio. La Reina extrajo un suave y suelto mini vestido del baúl, y se lo puso con una rápida caída de la tela sobre su cabeza. La pequeña prenda se deslizó instantáneamente en su lugar, sosteniéndose en ella por unas delgadas tiras en los hombros y por el hecho de que tenía bastante más busto que Jinaeri. Observó incluso cómo el bajo escote dejaba mucho que ver. El dobladillo de la vaporosa falda
  • 35. revoloteó sobre sus muslos, un suave susurro de sensaciones hizo que frotara con placer los dedos sobre el montón de tela. Siena echó un vistazo al espejo cerca del baúl y sonrió mientras admiraba el terciopelo azul y la forma en que brillaba cuando flotaba a la deriva con un dejo de emoción. Tal vez debería ejecutar los privilegios de la realeza y pedir prestada permanentemente la deliciosa creación. Luego, Siena alineó la fría piedra de la chimenea, donde arregló la madera y encendió un confortable fuego, sin preocuparse de que el humo fuera rastreado en la lluvia o la oscuridad. La tarde, definitivamente, ya estaba sobre ellos. Siena sintió culpa por no haberse acordado de comprobar el estado del paciente en todo ese tiempo, pero no tenía sentido reprenderse. No había mucho que hacer por él, en cualquier caso. Verificó su estado inmediatamente después que el fuego tomó cuerpo, cruzando hacia la otra habitación y dejando que sólo la luz del fuego iluminara su camino. Descansó cautelosamente una rodilla en el colchón, sentándose sobre ese talón, mitad dentro mitad fuera de la cama. Despacio, empezó a revisar las heridas. Como suponía, la mayoría estaban sanando bien, algunas mostraban ya un punto rosa de nueva piel. Retiró los vendajes de esos lugares. Las heridas del hierro no lo estaban haciendo tan bien, como ya esperaba. La peor parte acerca del hierro, a diferencia de la plata usada contra su gente, era que tendía a oxidarse y dejar escamas con facilidad. Estas escamas de metal podían continuar el insidioso envenenamiento que la herida trataba de curar. La única manera de curarla completamente sería con un médico Demon de grandes habilidades que utilizara sus poderes sobre el cuerpo para hacerlo. Conocía a la persona que necesitaba. De hecho, su esposa era la embajadora que el Rey Demon había designado para su corte, la hermana del propio Rey, Magdelegna. Legna era una brillante y hermosa mujer, una Demon Mental de substancial poder, cuya valentía Siena admiraba mucho. Le tomaba a la mujer mucho coraje mantener la diplomacia en lo que a menudo era una hostil corte de antiguos enemigos, así como exponerse a sí misma a tal situación mientras esperaba a su primer hijo.
  • 36. Sin embargo, el esposo de Legna, el gran Demon Corpóreo y médico llamado Gideon, era el más Antiguo de todos los Demon, así como el más poderoso. Era el único que podía atender estas malévolas heridas, extrayendo el hierro con mágica facilidad. Aunque sus habilidades médicas estaban desperdiciadas en la corte Licántropo, pues los cambiantes se habían mostrado mayormente inafectados por los poderes de los Demon Mental y Corpóreo, Gideon había sido una buena adición a ella. Había sido el primer Demon que conoció, un prisionero que su padre conservó para el entretenimiento del Rey y fanfarronear de ello muchos, muchos años antes. Sin embargo, esto estalló en el monarca, porque fueron las enseñanzas de Gideon las que habían iluminado a la joven princesa acerca de la naturaleza y bondades de los Demon. Ahora estaba de vuelta en la corte y asistía calladamente a su compañera a hacer la misma cosa, pero en gran escala. También servía como protector de su esposa en la algunas veces hostil tarea de persuadir a un pueblo prejuicioso. Ninguna criatura con cierto grado de sentido se atrevería a lastimar a la compañera de un ser tan poderoso como Gideon, pero en cada raza siempre hay alguien con falta de sentido común. Las heridas del guerrero testificaban eso claramente. Era inútil pensar en el médico. Estaba demasiado lejos y Siena no dejaría al guerrero vulnerable y solo. Tendría que esperar hasta que se pusiera más fuerte. Ella, sin embargo, tendría que cazar para comer si no hubiera nada de eso en la cueva. Y no parecía probable. Siendo una que tomaba la forma de un lémur, Jinaeri era vegetariana. Siena era sobre todo, carnívora y prefería siempre la presa más fresca que pudiera encontrar. No era probable que encontrara tal cosa en la casa de un herbívoro, no importaba que aún no se hubiera abastecido para el invierno. La nutrición de la carne era algo que sólo se podía obtener fresco. No tenía sentido dejar algo de la estación anterior que pudiera atraer a animales o decadencia.
  • 37. Siena, gentilmente, volvió a lavar las heridas del guerrero y las cubrió con vendajes limpios. La única que no tocó era la del vendaje de su cabello. Esa se curaría sola y era mejor dejarla tranquila. Puso los cobertores sobre la fría piel del Demon. Esto era un buen signo. Los Demon soportaban temperaturas más bajas de lo que los Licántropos o los humanos hacían. Si se pusiera caliente, significaría que estaría luchando contra la fiebre y eso, ahora, era la última cosa que el guerrero necesitaba. Aún estaba terriblemente pálido, tal vez, incluso, muy frío al toque, pero parecía que respiraba con más soltura. Podía oír el estable latido del corazón, más fuerte de lo que había estado. La Reina se acercó y apartó los ahora secos rizos de su cabello, sorprendiéndose de la suavidad con la que resbalaban por sus dedos. Lo llevaba largo, algo común para los Nightwalkers. Lo que sea que utilizara para mantenerlo fuera de su cara ya no estaba, y pensó que tendría que buscarle un reemplazo una vez que regresara con comida para ellos. Su cabello era bastante espeso, más denso que el de un Licántropo, esa era la característica de un Demon. Pero los Licántropos no poseían un monopolio en lo que a cabello sano y espeso se refería. Aún así, era una sensación agradable al tacto. Siena encontró que su mano vagaba por su frente, las yemas de sus dedos tocando cada gruesa y dorada ceja, marcando el curioso trazo de sus arcos. Incluso las pestañas eran doradas, como las suyas. Éstas eran de un rico y oscuro color dorado, compensando los tonos más claros de su cabello, tal y como sucedía con ella. Tenía un bonito rostro, se maravilló mientras trazaba con el pulgar sobre los bien definidos pómulos, una nariz fuertemente masculina y una firme barbilla con la débil huella de una hendidura en el centro. Era tan rudo, y aún así, de alguna manera, aniñadamente hermoso. Quizás, reflexionó, fuera la plenitud de su boca, casi femenina en su forma, lo que frustraba todo el intento de parecer duro. Siena se rió de sí misma cuando se percató de lo que hacía. Se puso de pie, sacudiéndose las manos, como si intentara castigarlas para que se comportaran la próxima vez. Suprimió una sonrisa ante su tonto comportamiento y se dirigió hacia el frente de la cueva. Se detuvo en la entrada durante un largo instante, escuchando la lluvia
  • 38. y oliendo al bosque dormido lo mejor que podía. La lluvia enmascaraba incluso sus formidables habilidades de percibir a la presa o al depredador. Entonces, saliendo del vestido con un simple movimiento de los hombros, se envolvió en la piel de la forma de la Mujer gato y corrió hacia el frío y húmedo otoño del bosque. Elijah no se había movido más de una pulgada en la hora que había estado fuera. Verificó que no tuviera fiebre, tratando de no gotearle encima. Estaba empapada de la cabeza a los pies, su cabello goteaba mientras se alineaba cerca del fuego. Se sentó en una pequeña y cómoda silla cerca de la seca calidez de las llamas, usando una tela y el calor para tratar de secar el cabello. Debería haber permanecido en su forma de Mujer Gato, la piel era más fácil y rápida de secar, pero consideró que sería imprudente quedarse así. Elijah había dejado bastante claro que durante sus breves encuentros que no confiaría en ella o en ninguno de su clase más allá de lo que pudiera escupir. No sería juicioso tener la forma de Licántropo cuando despertara. Podría no tomarse el tiempo para notar el collar ornamental de su rango que nunca se quitaba. Un Demon, aún en estado debilitado, no era uno que se pudiera engañar. Si su pueblo había aprendido algo a través de los siglos, era que no se debía subestimar los poderes de un Demon que se sintiera amenazado. Tregua o no, Elijah se sentiría obligado a percibir el peligro de extinción con su sola presencia, no importaba el hecho que ya estuviera herido. La Reina giró más cerca del fuego, su espalda hacia el durmiente Demon mientras seguía alborotando su cabello. Tenía uno de los conejos de los que había capturado más temprano girando en una estaca sobre el fuego, el asador era operado por motor de baterías de potencia. Esto sonaba y chillaba, no apreciando la cercanía de un elemento masculino cuya química corporal hacía que funcionara a menos de un pico. A diferencia de los Demon, los Licántropos no eran adversos al uso de las máquinas y la tecnología, por lo que esas cosas no reaccionaban negativamente ante ellos. Dado que era una simple locación de hibernación, no estaba equipado con electricidad
  • 39. o alguna superflua necesidad que se volvería inútil mientras el ocupante durmiera más de lo que ella permanecía despierta, y Siena suponía que eso era una cuestión muy afortunada. Había una fuente natural de agua, abundancia de madera para el fuego y un bosque lleno de alimento más allá de la entrada. En verdad, no había necesidad de más. Cuando su cabello estuvo en casi seco, enroscado una vez más en un gracioso rollo tubular, se levantó para vestirse y se dedicó a preparar una cacerola de guisado y una sopa con lo que había quedado de los conejos y del pavo salvaje que había capturado. Conservó las plumas del ave, como pago a Jinaeri por el uso de su casa. Deshizo hierbas y raíces en ambos potes y dejó que se cocinaran lentamente en el fuego, suspendidos en unas calderas que colgaban sobre las llamas. Era cierto que su dieta consistía mayormente en alimentos que estaban más vivos que muertos, pero era humanoide también y apreciaba la amplia variedad de sabores culinarios. Una de sus cosas favoritas era una ensalada salvaje, todos los brotes verdes del bosque, o en otoño, nueces, raíces de tubérculo y bayas, siempre que no fueran venenosas. Todos los carnívoros, eran en realidad omnívoros. Lo que muchos no entendían era que los carnívoros cazaban a los herbívoros, no sólo porque no supieran defenderse si no porque las entrañas de estos animales usualmente desbordaban de las vitaminas y cualidades benéficas de la vegetación. Por eso, el vientre era a menudo la primera cosa a por la que iba el león después de atacar una gacela o ciervo. Sin embargo, las entrañas eran algo que dejaba para la gata montés, y en ocasiones para la Mujer Gato. En su forma humana, prefería ensaladas y carnes, tanto crudas como cocinadas. Esta comida no era tanto para ella, en cualquier caso. Estaba hecha para su paciente. Las hierbas usadas para condimentar los platos no eran simplemente deliciosas, sino también medicinales. Todo lo que fue al guisado y a la sopa serviría para el propósito de ayudarlo a sanar y recuperar sus fuerzas. Mientras cocinaba, Siena ocupó su tiempo limpiando y estirando las pieles de los conejos en los marcos que estaban colgados cerca de la chimenea. Nada que se cazaba era un desperdicio. Si un compañero
  • 40. animal entregaba su vida para su sustento, ella velaría que cada parte se pusiera a buen uso. Y de nuevo, sería un buen pago para Jinaeri, quien ni tenía idea que estaba jugando a la anfitriona para su Reina y el Capitán guerrero. Pasada una hora, la Reina sirvió la sopa caliente en unos cuencos de madera, le metió una cuchara y se dirigió al lado de su paciente. Una vez más, se arrodilló sobre la cama, asentándose sobre un talón mientras sostenía el cuenco con una mano y la otra la frotaba sobre su brazo. No era que esperara que se despertara de inmediato, pero al menos lo intentaría cada quince minutos hasta que lo hiciera y pudiera conseguir que se nutriera. Cuando el guerrero, de repente, irrumpió a la vida, Siena fue cogida completamente con la guardia baja. Explotó en movimientos, agarrándola por ambos brazos y arrastrándola violentamente sobre su cuerpo. Su espalda se estrelló contra el colchón, su respiración cortándose de imprevisto. La fijó debajo de su cuerpo con mucho dolor, su masiva fuerza era formidable aún en su débil estado, su peso era una fuerza aplastante. Siena no hizo ningún sonido, ni siquiera cuando la sopa hirviendo cayó sobre sus piernas. No hizo ruido alguno o movimiento que pudiera confundirse con provocación. La única cosa que hizo fue ceñir la gruesa muñeca de la mano que apretaba su garganta con firmeza, manteniendo los dedos de ambas manos. No lo provocaría, pero tampoco dejaría que la estrangulara hasta morir. Los ojos verdes del guerrero se veían salvajes por la confusión y el dolor, sus movimientos perjudicaron altamente las heridas cuidadosamente vendadas. Siena fue inmediatamente consciente del aroma de la sangre fresca y sus ojos volaron a la herida del pecho. Vio un fresco flujo de sangre resbalando por su piel, goteando de su abdomen al vestido. Su inmenso cuerpo aplastaba el suyo, sus piernas y caderas clavándola en el suave colchón mientras reforzaba la mitad del peso de su torso en una mano y apoyaba el resto en la mano que intentaba cortar su suministro de aire. Elijah parpadeó, tratando de asimilar todo lo que estaba viendo a través de un turbio muro de dolor. Era consciente que tenía atrapada a una de las mujeres, que podría quebrarle el cuello en un respiro si quería, pero había algo que no encajaba correctamente con
  • 41. lo que estaba viendo y sintiendo y necesitó un precioso momento para entenderlo. Bajó la mirada a unos salvajes y dorados ojos, percibiendo una inquietante familiaridad. Había algo también sobre ese pedazo de joyería bajo su mano. Éste evitaba que tuviera un perfecto dominio sobre su cuello esbelto, pero de algún modo sabía que no era lo más importante al respecto. La siguiente cosa de la que fue consciente, era que estaba completamente desnudo y que ella no estaba mucho mejor en una corta y húmeda falda que estaba recogida alrededor de sus desnudas caderas. Esto la hizo decidir que la falta de temor de su parte lo impresionaría. No era que tomara ventaja de tal situación, aún si ella hubiera sido su peor enemigo, pero ¿cómo podía saber que no le haría ningún daño? Considerando el hecho de que estaba en una agresiva y dominante posición, el valor que demostraba se vería o muy impresionante o muy tonto. Miró más allá de ella, sus ojos escurriéndose alrededor de la habitación, más piezas de un rompecabezas que parecía tener demasiados huecos. Pudo oler la comida, se daba cuenta de su hambre e inusual debilidad. Notó que estaba vendado y sanando, y no tirado y muerto en el suelo del bosque. Parecía un pensamiento ridículo, pero era un ingrediente importante en su habilidad de entender qué es lo que sucedía. Su mano se fue aflojando mientras observaba a la mujer debajo de él. Había cabello por todas partes, de ella, enredado entre los dos. Tenía un cuerpo intrigante, bastante fuerte para una mujer e impresionantemente en forma. Era también llena de suaves y abundantes curvas justo donde un macho las apreciaría más. Podía sentirlo, más que verlo, así como sentía su atrayente calidez, la satinada suavidad de la piel que se frotaba contra sus muslos y pantorrillas y el rápido ascenso y caída de sus senos aplastados bajo su peso cuando luchaba por respirar. Tuvo consciencia de su aroma, este aspecto también de alguna manera familiar, aún cuando estaba capas debajo del olor de la comida. Era lo suficientemente atractivo como para distraerlo de su dolor, la reacción de pelea-o-vuela que él había despertado con torcida e estimulante facilidad dentro de la poderosa excitación de
  • 42. masculino interés. Impulsado por la adrenalina, fue mucho más profundo en las reacciones de sus instintos que en la civilización de su inteligencia. Los Demons eran tan herederos de sus lados animales como los Licántropos lo eran, aunque nunca manifestaran en las formas ese lado de su naturaleza. Era este lado instintivo, que abrazaban en unión de su lado moral, lo que los hacía los impresionantes cazadores y guerreros que eran. Cuando el guerrero hizo una larga inspiración a través de la nariz, Siena fue consciente que estaba respirando su aroma. No se preocupó al principio, porque esa hubiera sido su reacción si hubiera despertado en un lugar extraño. Pero algo había cambiado el color verde de sus ojos de un agitado jade a una muy vívida esmeralda, y se encontró fascinada por la transformación. Una poderosa clase de especulación onduló a través de ellos justo antes de que él bajara la cabeza hasta su oreja e hiciera otra lenta respiración. Sus labios le rozaron ligeramente la mandíbula, su suave cabello cayendo contra su frente. Fue entonces cuando se dio cuenta del cambio en su olor, un fuerte repunte del rico almizcle que estaba siempre presente en él. Sintió su estómago tensarse con instintiva anticipación, a pesar de que su mente se rebelaba contra el sentimiento, entendiendo que estaba en un alto grado de peligro y que todo ese comportamiento era primitivo e injustificable. Para ella. Para él, despertarse en un mundo de confusión, no lo era. Ella la que estaba con sus sentidos sobre sí, sermoneándose severamente, enterrando sus uñas en la muñeca que mantenía su cabeza fija sobre la almohada. El guerrero le tocó la nariz con su sien e inhaló profundamente una vez más. Sus labios la tocaron; ella los sintió separarse lo suficiente para dejar una ínfima huella de humedad, como el más desnudo de los besos, contra su mejilla. Siena sintió una marea de escalofríos fluyendo por el frente de su cuerpo en una inexplicable y salvaje respuesta. Sus senos se pusieron tensos debajo de la pesada tela de terciopelo de su vestido, los picos de sus pezones frotaban su pecho en una respuesta inadvertido.
  • 43. Elijah hizo un bajo y apreciativo sonido en su garganta antes de separar la cabeza de la de ella, sus ojos enjoyados, brillantes pero ardiendo navegaron hacia los senos. La vocalización sacudió a Siena, enviando una rápida avalancha de calor e inconsciencia quemando a través de la piel. Sintió su mente girar fuera de la lógica y la razón mientras la primitiva respuesta a ese llamamiento burbujeó en su propia garganta. Su canción de respuesta tenía un efecto dinámico en él, y podía sentir la prueba de esto solidificándose entre los cuerpos. Sus ojos dorados se abrieron ampliamente cuando sintió el peso masculino y el endurecido calor contra su muslo interno. Al igual que una metamorfosis instantánea, y por alguna razón, comprendiendo que ella era la responsable de esta fundición de su cuerpo de adentro hacia afuera. Ella hizo una inhalación rápida y llena de emoción. De repente se sintió abrumada por la sensación, una avalancha de respuesta sexual, de la que siempre había tratado de decirse que no tenía curiosidad. Y así había sido… hasta ese mismo momento. Esto era crudo y básico, como el hambre que seguía a una larga hibernación. Sentía las emociones revoloteando a su alrededor, ardientes y estimulantes, gritando una llamada que no tenía esperanzas de entender. Estaba mal preparada y lo percibía agudamente. Siena era una criatura de instintos, pero también una de completo control corporal. Hasta ese momento, habría jurado que no había parte de su ser que le fuera totalmente extraña. Esa era la única manera en que podría ser para cualquier ser que alterara su forma y naturaleza de lo que era con la simple voluntad de su mente. Aún así, no había ningún control en este momento, y su ser entero era ahora un gran desconocido. Primero se enrojeció y después se enfrió. Estaba aterrada pero ansiosa. Rezumaba un líquido calor y se bloqueó en un sólido estado de inconsciencia. Las contradicciones batallaron de dentro hacia fuera y se sintió salvaje, deliciosamente fuera de todo control. El guerrero sintió el corazón de la hembra palpitando como un loco bajo él, la sensación causó que curvara un lado de sus labios mientras descendía la mirada hacia a ella. Estaba excitada, podía olerlo, sentirlo y oírlo. Era consciente de cómo reaccionaba a esta delicadeza entrelazada con su cuerpo. Estaba totalmente excitado contra ella; su piel caliente, tan suave y lisa como un espeso satín, lo
  • 44. acunaba. Sintió un temblor reverberar a través de ella y fue presionado con el impulso de frotarse encima contra su cuerpo flexible. No le causó la impresión de que estaba todavía débil y herido. Su mente era poco más que un furor de endorfinas, incitando en ese momento. Estaba ciego a todo excepto a las sensaciones y los deseos de sus pensamientos instintivos. Elijah no era extraño a las mujeres, de hecho las disfrutaba inmensamente, pero esto era algo bastante notable. Nunca había reaccionado con tanta fuerza, tan rápidamente, a una mujer antes. Excepto, quizás, en otro tiempo. Pero se había negado a reconocerlo entonces por lo que era, excusándolo como parte del calor de la batalla. Había sido la atracción de las criaturas que, a pesar de que eran especies completamente diferentes, se unieron por el hilo común de un guerrero apreciando las dinámicas habilidades y fluidez de batalla, una sobre otra. Aparte de eso, la idea misma había sido completamente horrorosa, porque la mujer en cuestión había sido… Fue entonces cuando el reconocimiento finalmente se fijó. Los ojos de Elijah se pusieron pálidos, tal como el resto de él lo hizo, mientras finalmente comprendía exactamente a quien era que mantenía sujeta bajo su cuerpo. Por quién estaba sintiendo este deseo atroz. Y quién era la que le estaba respondiendo con una reciprocidad inconcebible de calor e interés. —Siena —siseó, su mano finalmente dejando la garganta para revelar el collar de oro y piedra lunar que usaba. Elijah rodó lejos y fuera de la cama con un rápido movimiento que terminó haciéndolo tambalearse mientras se ponía de pie. Al tiempo que se movía, tiró una sábana de la cama para envolverla alrededor de su cuerpo. No lo hacía por timidez, pero estaría maldito si estuviera desnudo, excitado y vulnerable frente a cualquier mujer Licántropo. Especialmente la Reina. El guerrero corrió una mano violenta a través de su pelo mientas todo se colocaba por fin en el lugar adecuado en su conciencia. Miró
  • 45. cautelosamente como la Reina se deslizaba hacia una posición sentada, alisando su corta falda hasta una posición un tanto más correcta. Entonces, muy casualmente, lo miró con esos ojos de oro misterioso que siempre lo hacían sentir como si lo diseccionaran. Sin duda porque su gente había hecho una abundante disección de Demon durante los siglos mientras despiadadamente forzaban una guerra genocida sobre su sociedad. —¿Qué demonios está pasando aquí? —Demandó, incapaz de ayudarse mientras que extendía el brazo para estabilizarse contra el poste de la cama. No respondió inmediatamente, prefirió colocarse de pie en un movimiento flexible mientras los ojos de él la seguían. Se movió con cuidado mientras llegaba a tomar las sábanas frescas de una pila asentada en un cofre cercano. Sorprendentemente, se volvió de espaldas a él y, de todas las cosas, comenzó a hacer la cama. Era una inofensiva, cosa doméstica, y, por decir menos, era un acto incongruente para una mujer que no sólo era realeza, sino uno de los más despiadados combatientes que Elijah había tenido nunca el placer de ver en el campo de batalla. Ella finalmente terminó de arreglar la cama, sacudiendo las sábanas que habían sido cubiertas con restos extraños, incluyendo, lo que asumió era su propia sangre, en una esquina. Fue después de eso cuando se giró para encararlo. Dobló sus brazos bajo sus pechos, como si fuera un padre severo a punto de darle un decisivo sermón sobre modales y comportamiento. —Te lo explicaré una vez que regreses a la cama —le ofreció generosamente. — ¡No haré esa maldita cosa! —ladró Elijah, sus ojos destellando con un fuego verde botella bastante indicativo de su cólera—. Contéstame, mujer. Reina o no, no estoy por encima… Elijah se cortó cuando fue golpeado por una ola de náuseas terriblemente resistente a sus esfuerzos ante la represión mental y física. Ella llegó a su lado antes de que supiera que se había movido, insertándose bajo su brazo para darle apoyo.
  • 46. —Te juro, guerrero, que si me haces cargarte una pulgada más estaré bastante molesta —le advirtió, usando la considerable fuerza de su pierna para propulsarlo hacia la cama. Elijah no tuvo más remedio que seguir su liderazgo. Lo dirigió hacia abajo con una suavidad sorprendente y una impresionante demostración de fuerza física. Era bastante consciente que no era ningún peso ligero, y, a pesar del hecho de que ella era unos buenos doce centímetros más baja, se las arregló bien. Lo dejó yaciendo en la cama, cubierto y acomodado en un santiamén. Inmediatamente comenzó a sentirse mejor. Lo suficientemente bien como para enrojecerse ante la comprensión de haber demostrado su debilidad con ella. —No te preocupes —le dijo con una sonrisa satisfecha de la que podía haber prescindido—, no lo contaré. Esto, por supuesto, lo trastornó incluso más. Maldita sea, lo cebaba a propósito. Le respondió con áspero enojo en vez de la gratitud que le habría dado a alguien más que le hubiera asistido de tal manera. —Solamente contesta mi pregunta —soltó. —Bien, para que lo sepas, estoy en el proceso de salvar tu vida —lo dijo tranquilamente mientras se doblaba para recuperar un tazón del piso. Desapareció en la habitación de al lado antes que pudiera responder a esa idea particularmente inconcebible, pero regresó momentos después con un cuenco limpio. Llegó hasta el fuego y el olor de la comida se espesó en el aire. Se incorporó, no estando dispuesto a yacer ahí como alguna especie de inválido, usando una almohada detrás de su hombro para ayudarlo a apoyarse ablandando la prensa de su hombro herido contra la pared de piedra en su espalda. —No sería la primera vez —señaló secamente cuando le lanzó una mirada mordaz. El comentario reunió una serie de pistas deshilvanadas que flotaban alrededor de su cabeza con un chasquido. Rápidamente comprendió
  • 47. que se había escaldado la piel sobre uno de sus brazos, exactamente la clase de quemadura que sería resultado de sopa caliente siendo derramada encima. Lo que fue aún más preocupante es que finalmente entendió que ella había sostenido exactamente ese tazón cuando de repente la había agarrado. Inmediatamente la escaneó por las quemaduras, y por primera vez notó que ambos muslos estaban escaldados en un brillante rojo. Esto, comprendió, explicaba por qué su vestido estaba húmedo. Había hecho que lo quemara no sólo a él, sino a ella misma. Una respuesta, estaba comprendiendo, inmerecida de alguien quien se daba cuenta estaba intentando cuidarlo. Elijah tomó el tazón y lo dejó de lado. Sujetó su brazo antes de que pudiera alejarlo, sosteniéndola fuerte cuando se habría retirado. Su mano libre retiró un par de pulgadas el material de su vestido, exponiendo las ampollas que rápidamente se formaban. Ella intentó apartar su mano, retirarse, pero no la dejaría. Era consciente que la sostenía con su brazo herido y podría escaparse limpiamente si sólo aplicara un poco de fuerza, pero estaba claramente indispuesta a hacer más daño del que ya se había hecho pocos minutos atrás. De repente, Elijah se sintió como un enorme idiota. Nada era tan vergonzoso como la claridad de un momento así, y se reflejaba en sus ojos con toda claridad. —No importa —insistió, tratando de empujar su mano lejos una vez más. —Siena... —No —le mandó bruscamente—. No te sientas del todo culpable, guerrero. Soy consciente de que no era tu intención. Necesitas alimento. Si deseas hacerme sentir mejor resistirás mis habilidades culinarias y tomarás algo de sopa. Tengo que enfriar las quemaduras y bañarme. La piscina mineral en la habitación de al lado las ayudará a sanar más rápidamente. Ambos sanamos rápidamente, como sabes, por lo que esto es una pérdida de tu energía.
  • 48. —Es una forma terrible de agradecerte que salvaras mi vida. Ahora recuerdo lo que estaba sucediendo. Ese grito... eras tú. —Pensé que sería contraproducente para mi duro trabajo de ofrecer acercamientos pacíficos a tu Rey si de repente fueras encontrado muerto en uno de mis territorios. Créeme, mis motivaciones fueron muy egoístas. Como probablemente esperabas. Ella finalmente se había liberado, alejándose de él y saliendo de la habitación rápidamente. La vio caminar pasando la chimenea en el otro lado un par de veces antes de que se retirara a un lugar a cierta distancia. Sintiéndose como un completo bárbaro, calmó su mente a la consecución de lo que había solicitado de él. Terminó todo el tazón de sopa en el momento en que escuchó su regreso a la sala justo las afueras de la puerta. El único sonido que realmente hizo era el repiqueteo de plantas desnudas sobre la piedra. Aun así, caminaba muy ligeramente para una mujer que podría ser considerada de proporciones Amazonas. Pasó poco tiempo antes de que entrara en la habitación para recuperar el cuenco y tomar una escoba de sauce para los desechos remanentes de la comida derramada que estaban en el suelo. Permaneció muy bien fuera de su alcance esta vez, excepcionalmente silenciosa mientras trabajaba. Mientras la miraba en silencio similar, Elijah se vio obligado a recordar la primera vez que la había visto. Había sido en la casa de Kane inmediatamente después de que la compañera de Kane, Corrine, hubiera sido abducida. Había sido allí donde habían llegado a entender por primera vez que Ruth podía ser una potencial traidora a la raza Demon. Habían sido las fuentes de Siena las que los habían dirigido a la verdad de ese asunto en particular. Pero como parecía ser su repentino hábito alrededor de ella, había sido hostil en vez de ser agradecido. Una vez más, había sido una desgracia de orgullo lo que había instigado su comportamiento. Había estado muy irritado porque ella fuera capaz de desenterrar la traición donde no la había. Irritado y avergonzado. No importaba que estuviera mejor equipada para obtener esa información desde el inicio, sólo importaba que
  • 49. había sido la que le dijo a su Rey lo mal había hecho su trabajo, independientemente de lo inintencionado que pudiera haber sido. Encima de eso, no había sido capaz de quitar sus ojos de ella. Era una criatura impresionante, una belleza que uno no podía menos que admitir siendo imparcial, incluso si era una Licántropo. Eso decía mucho, en la mente de Elijah. Sabía muy bien lo que tres siglos de guerra habían hecho a su perspectiva acerca de su especie. Estaba predispuesto, enojado, e implacablemente imperdonable. Por lo tanto, para él, mostrar cualquier apreciación a cualquiera de ellos por cualquier razón no era nada excepto un milagro. Un milagro, y una verdad total. Las mujeres Demon eran criaturas muy hermosas, dentro y fuera, y había algunas que eran cegadoramente atractivas, pero ninguna que hubiera visto podía eclipsar a la Reina Licántropo. Era dorada, luminiscente, y se mantenía con todo el orgullo y la dignidad obstinada de su raza. No tenía absolutamente ningún derecho de ser atraído a ella a cualquier nivel, no importa la ferocidad con lo había experimentado. Había girado aquellos enormes ojos sobre él, encontrando sus apreciaciones con un aire indiferente, y Elijah había sentido como si le hubieran robado el aliento mismo de su cuerpo con solamente una simple y resuelta mirada. Esto había empeorado el día que había unido sus fuerzas en la batalla contra el ataque de asesinos humanos en la Batalla de Beltane. Había visto Licántropos en la batalla incontables veces, pero ninguna vez había visto nada como ella. Era una cazadora pura sangre, una guerrera de velocidad notable y belleza mortal. Era tan despiadada como él lo era, eficiente una vez que su mente estaba fija a su objetivo. No vaciló o huyó de la matanza. De hecho, se deleitó con ello. Y sí que lo hizo. Los nigromantes habían merecido su destino. Habían dañado y habían destruido inocentes, algunos de ellos de su propia gente, y la venganza era el único castigo aceptable. Elijah recordó oler la esencia de la caza en ella, la sangre de su presa, y la adrenalina de su victoria. Recordó el momento vívidamente porque nunca había conocido una reacción de excitación tan rápida y dura como la que tenía en aquel singular instante, increíble. Su sangre había estado intensa y caliente, la lujuria y el placer de la
  • 50. justicia lo montaban como una perversa amante, y luego aquellos ojos dorados de una mujer guerrera frescos de las gargantas de sus víctimas habían pasado rozando por su cuerpo como el toque de una sirena. Era como si sus manos hubieran recorrido su carne desnuda, determinadas, expertas y tan valientes como cuando cazaba algo más. Entonces le había hablado, completamente inconsciente de cómo lo había afectado, y hecho una declaración que lo había atormentado casi día y noche durante los meses desde que lo había pronunciado. Había hablado brevemente de su desconfianza de ella, una reacción de reflejo rotular a la confusión que palpitaba por su mente, y había respondido. -Yo pensaría que eres un completo idiota si no dudaras de mí, guerrero. En cambio, estoy obligada a respetar tu inteligencia poco común. Ahora, ¿qué supones que debería hacer? Con aquellas palabras había probado ser la mejor persona. Mientras él agarraba sus prejuicios y hostilidades dentro del corazón, ella una vez más había dejado sus ideas de paz y un deseo de respetarlo exactamente por lo que era. Lo había humillado humillándose, y no podía olvidarlo. Lo había avergonzado, enfadado, excitado, y confundido, un diluvio de emociones tan poderosas que no las reconoció como propias al principio. Esto había sido exactamente lo mismo hace menos de una hora. Se lo había hecho una vez más, pero esta vez había estado en desventaja. En su confusión y debilidad en ese momento cuando había estado bajo él, oh, tan hermosa y tan increíblemente exuberante, Elijah le había permitido ver lo que había pasado estos tantos meses escondiendo de todos, incluyéndose. Siena era una criatura audaz, segura de sí misma a un fallo y casi arrogante en su actitud hacia las cosas que habrían dado a alguien más una dosis sana de miedo. Nunca tuvo que cuestionarse a posteriori, y seguramente no lo mostraría si lo hiciera. Así que su silencio después de su tratamiento cruel lo inquietaba a niveles muy profundos. No se la imaginaba enfurruñándose de alguna manera