El documento habla sobre la voluntad de Dios de unidad para toda la humanidad y cómo Cristo murió y resucitó para derribar los muros de la división. También discute cómo la división entre las comunidades cristianas contradice la voluntad de Cristo y cómo el diálogo y la cooperación basados en la fe común pueden llevar a la plena comunión y ser una epifanía de Cristo.

1. GABRIEL ANDRÉS CIFUENTES GALLO
Lic. EDUCACIÓN RELIGIOSA

2. La voluntad salvadora de Dios se ha
manifestado en un pequeño niño, nacido en
Belén, “Salvador, manifestado ante todos los
pueblos, luz para todas las naciones”
(Lucas 2,31-32)

3. Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad
significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer
la comunión de gracia que corresponde al designio del
Padre desde toda la eternidad.

4. La división contradice clara y abiertamente la voluntad de
Cristo, es un escándalo para el mundo y perjudica la causa
santísima de predicar el Evangelio a toda creatura.

5. ¿ Cómo es posible permanecer divididos
si con el Bautismo hemos sido
“inmersos” en la muerte del Señor, es
decir, en el hecho mismo en que, por
medio del Hijo, Dios ha derribado los
muros de la división?

6. La unidad de
toda la
humanidad
herida es
voluntad de
Dios. Por eso
envió a su
Hijo para que,
muriendo y
resucitando
por nosotros,
nos diese su
Espíritu de
amor.

7. La aspiración de cada Comunidad
cristiana a la unidad es paralela a su
finalidad al Evangelio. Cuando se trata de
personas que viven su vocación
cristiana, el Evangelio habla de
conversión interior, de una renovación de
la mente.

8. El diálogo no es sólo un intercambio de
ideas. Siempre es de todos modos un
intercambio de dones.

9. Una cooperación fundada sobre la fe común, no sólo
es rica por la comunión fraterna, sino que es una es
una epifanía de Cristo mismo.

10. El método por seguir para la plena comunión es el
diálogo de la verdad, animado y sostenido por el
diálogo de la caridad.

11. Los hombres podrán salvarse por otros
caminos, gracias a la misericordia de Dios;
pero ¿podremos nosotros si por
negligencia, por miedo, por vergüenza, no
anunciamos el Evangelio?
( Evangelli Nuntiandi 80)