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ÍNDICE




-   Presentación………………………………………………………………….Página 2



-   Tema 1: San Pablo: el Apóstol de los gentiles. Vida y ministerio……..……Página 3


-   Tema 2: Líneas generales de las Cartas de San Pablo…………………….…Página 8


-   Tema 3: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de enero…….Página 12


-   Tema 4: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de febrero…...Página 21


-   Tema 5: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de marzo……Página 31


-   Tema 6: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de abril…….…...Página


-   Tema 7: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de mayo….….…Página


-   Tema 8: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de junio…..…….Página


-   Tema 9: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de octubre……...Página


-   Tema 10: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de noviembre…Página


-   Tema 11: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de diciembre….Página




                                                                                   1
PRESENTACIÓN

                                        “De Pablo aprendemos que la persona de Jesús
                                           ha de ser el centro de la vida del cristiano”

                                                                        (Benedicto XVI)

       El presente plan de formación ha sido pensado única y exclusivamente para su
puesta en común, tras su lectura y reflexión, entre todos los miembros de las
Fraternidades de la Orden Franciscana Seglar de la Zona Castellana de San Gregorio
Magno.


      Y nada mejor que este año, en el que celebramos el bimilenario del nacimiento
del Apóstol de los gentiles, de San Pablo, que dedicar nuestra formación a un
conocimiento en mayor profundidad del mensaje paulino.


        El esquema a seguir es muy sencillo. Se trata de reflexionar el mensaje que en la
lectura de la eucaristía de cada domingo que, a lo largo de este año 2009, nos trasmite
San Pablo. Empieza nuestro plan de formación con una breve biografía de San Pablo,
que nos acercará a su figura y a su tiempo. Después, 10 temas (cada uno de ellos
contendrá las epístolas de los domingos del mes menos los dos primeros, que tratarán
sobre la vida de San Pablo, su espiritualidad y una breve descripción del contexto en el
que fueron escritas sus cartas para que comprendamos mejor la riqueza del contenido
que de ellas se desprende), nos irán introduciendo en el mensaje paulino. Cada tema
empieza con una oración, que ya en sí misma, nos sirve para una pequeña meditación.
Seguidamente se encuentra expuesta la lectura. A continuación encontramos la
explicación de la misma desde un punto de vista cristiano en general y desde un punto
de vista más franciscano, aplicable a cada uno de nosotros, los Franciscanos Seglares de
nuestras Fraternidades castellanas. Por último, el tema concluye con cinco preguntas
que nos ayudarán a guiar la meditación sobre todo lo tratado.


        Y es que parece apropiado centrarnos en este Año Paulino en la labor evangélica
del Apóstol, pues, analizando en profundidad su mensaje, podremos observar que tiene
mucho que ver con San Francisco de Asís. Y es que, en efecto, al igual que San Pablo se
dedicó en cuerpo y alma a la difusión del Evangelio de Cristo entre judíos y gentiles,
Francisco de Asís trató de llevar el Reino de Dios a quien se dejara seducir por tan grata
noticia. Si misionera fue la labor de Pablo, no menos lo fue la de Francisco, que incluso
no dudó en poner en peligro su vida en tierras sarracenas, como también lo había hecho
San Pablo en multitud de ocasiones, para llevar la palabra de Dios a los confines de la
tierra.


       Y precisamente ésta es nuestra labor: los Franciscanos Seglares del siglo XXI
debemos ser como Pablo, como Francisco, apóstoles de nuestra tierra, apóstoles de
nuestro tiempo, para que con nuestra palabra y con nuestras obras sepamos demos
testimonio de nuestro ser cristiano y de nuestro carisma franciscano.


                                                                                        2
TEMA 1



                ORACIÓN



      “¡Oh Dios! Somos uno contigo.
        Tú nos has hecho uno contigo.
          Tú nos has enseñado que
   si permanecemos abiertos unos a otros,
            Tú moras en nosotros.
     Ayúdanos a mantener esta apertura
y a luchar por ella con todo nuestro corazón.
           Ayúdanos a comprender
  que no puede haber entendimiento mutuo
               si hay rechazo.


                  ¡Oh Dios!
Aceptándonos unos a otros de todo corazón,
    plena y totalmente, te aceptamos a ti
      y de damos gracias, te adoramos
     y te amamos con todo nuestro ser,
        Porque nuestro ser es tu ser,
nuestro espíritu está enraizado en tu espíritu.


           Llénanos, pues, de amor
  y únenos en el amor conforme seguimos
      nuestros propios caminos, unidos
 en este único Espíritu que te hace presente
      en el mundo y te hace ser testigo
   de la suprema realidad que es el amor.
             El amor ha vencido.
        El amor es victorioso. Amén”




                                                  3
San Pablo: el Apóstol de los gentiles. Vida y ministerio.


Introducción


        En este tema repasamos brevemente la vida de San Pablo, el Apóstol de los
gentiles. En este pequeño resumen hablamos de su vida y de sus viajes, de los muchos
avatares que tuvo que sufrir para poder cumplir la misión a la que había sido llamado: la
difusión del Reino de Dios y del mensaje del Evangelio de Cristo. Varios siglos
después, otro hombre, Francisco de Asís, sería el nuevo Pablo de su tiempo. Ninguno de
los dos escatimó esfuerzos y sacrificios para poder llevar a cabo la difusión del estilo de
vida que les había sido encomendada: seguir a Jesucristo.




        Pablo nació en Tarso, en Cilicia, de un padre que era ciudadano romano, en el
seno de una familia muy ligada a las observancias fariseos. Dado que pertenecía a la
tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en
memoria del primer rey de los judíos. Como era ciudadano romano, también llevaba el
nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo usual tener dos
nombres: uno hebreo y otro latino. Por eso fue natural que, al inaugurar su apostolado
entre los gentiles, Pablo usara su nombre romano.

       Pronto el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona, ya que todo judío que se
precisas, había de enseñar un oficio a su hijo. Era aún muy joven cuando fue enviado a
Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela del prestigioso Gamaliel.

        Tras la muerte de Jesús, hacia el año 33, comenzaron a formarse grupos de
seguidores de su persona y estilo de vida. Pablo de Tarso fue un activo perseguidor de
estas comunidades, pues se consideraba fiel defensor de la fe y tradición judía. Sin
embargo, hacia el año 36 experimentó un cambio radical en su vida. Camino de
Damasco, donde iba a exterminar a los cristianos, se le apareció Cristo, quien le dijo que
por qué lo perseguía. Quedó ciego ante esta visión. Ya llegado a Damasco, recuperó la
vista, tanto la física como la espiritual. Sufrió una gran transformación interna y, de
feroz perseguidor, pasó a ser el más acérrimo defensor del naciente cristianismo.

        Tras su conversión y bautismo, empezó a predicar el Evangelio de Cristo a los
judíos. Después se retiró a Arabia, pero vuelto a Damasco, las intrigas de los judíos le
obligaron a huir. Fue a Jerusalén a ver a Pedro, pero se quedó solamente quince días
porque los griegos amenazaban su vida. A continuación pasó a Tarso, y allí se le pierde
el rastro durante seis años. Bernabé fue en busca suya y lo trajo a Antioquía, donde
trabajaron juntos durante un año con un apostolado fructífero. También juntos fueron a
Jerusalén a llevar las limosnas para los hermanos de esta zona, debido a la hambruna
que estaban padeciendo.



                                                                                         4
Este período de doce años (años 45-47), fue el más activo de su vida.
Comprende tres grandes expediciones apostólicas, en las que Pablo realizó su misión
entre los pueblo.

        a. Primera misión: Enviado por el Espíritu para la evangelización de los gentiles,
Bernabé y Saulo embarcaron con destino a Chipre. Más tarde eligieron Asia menor para
su campo de apostolado, hasta llegar a Antioquía. La estancia de los dos misioneros en
esta zona fue la suficientemente larga para que la palabra del Señor fuera conocida en
todo el país. Cuando los judíos consiguieron con sus intrigas un decreto de destierro
para ellos, continuaron hacia Iconium, donde encontraron la misma persecución por
parte de los judíos y la misma acogida por parte de los gentiles. La hostilidad de los
judíos los forzó a buscar refugio en Listra. Aquí, lo judíos, apedrearon a Pablo y lo
dejaron por muerto, aunque él consiguió escapar. Tras muchos avatares, volvieron los
dos apóstoles a Antioquía, en donde fueron recibidos con muestras de gozo y de acción
de gracias, pues gracias a su labor, Dios había abierto las puertas de la fe al mundo de
los gentiles.
        El problema del estatuto de los gentiles en la Iglesia se hizo entonces sentir en
toda su crudeza. Algunos judeocristianos que venían de Jerusalén reclamaron que los
gentiles fueran sometidos a la circuncisión y tratados como los judíos tratan a los que
defendían esta nueva doctrina. Pablo y Bernabé protestaron y se decidió convocar una
reunión en Jerusalén para resolver el asunto. Al final se decidió que los gentiles estaban
exentos de la ley de Moisés.

        b. Segunda misión: En esta ocasión Pablo rechazó a Marcos, con el que ya había
compartido antes algunas de sus andanzas, como compañero de viaje. Así pues, Bernabé
partió con Marco y Pablo escogió a Silas (Silvano), un ciudadano romano como él y
miembro influyente en la Iglesia de Jerusalén, y partieron para Antioquía con el mismo
fin que la misión anterior: anunciar el Reino de Dios y el mensaje de Cristo. Llegó a
suelo europeo, donde utilizó las métodos de predicación que había utilizado desde el
principio: concentró sus esfuerzos en las grandes ciudades, desde las que la fe se
extendería hacia ciudades de segundo rango y, finalmente, a las áreas rurales. Allí donde
encontraba una sinagoga, empezaba a predicar en ella a los judíos y prosélitos que
estaban de acuerdo en escucharlo. Cuando la ruptura con los judíos era inevitable,
fundaba una nueva iglesia con sus seguidores. Permanecía entonces en la misma ciudad
hasta que se declarase una persecución contra él, normalmente instigada por los judíos.

       c. Tercera misión: El destino del tercer gran viaje de Pablo fue Éfeso, donde
Aquila y Priscila lo esperaban. Él ya les había prometido a los efesios volver a
evangelizarlos si tal era la voluntad de Dios. Su manera de proceder permaneció intacta:
para ganarse la vida y no ser una carga para los fieles, tejía todos los días durante
muchas horas la lona de las tiendas, el oficio que había aprendido de joven, lo que no le
impedía predicar el Evangelio. Como de costumbre, empezó en esta misión en la
sinagoga, donde tuvo éxito durante los primeros meses. Después enseñó diariamente en
un aula puesta a su disposición por un seguidor de la causa de Cristo. Así vivió por dos
años de tal forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra
de Dios.

       Durante esta misión volvió a tener que sufrir muchos contratiempos y
obstáculos, como de nuevo la envidia de los judíos y las supersticiones de los paganos.
Pero con su tenacidad y su capacidad de entrega fueron todos superados.


                                                                                        5
Volvió a Jerusalén, y de ahí empezaría una peregrinación que lo llevaría a su
muerte por Cristo en Roma. Cuando los judíos acusaron en falso a Pablo de haber
introducido a los gentiles en el templo, el populacho maltrató al Apóstol, y, cubierto de
cadenas, fue encarcelado en la fortaleza Antonia. Encadenado durante dos años en
Cesaréa, el gobernador quiso enviarlo de nuevo a Jerusalén, pero Pablo apeló al César,
por lo que su causa sólo podía ser despachada en Roma. Este viaje de Cesaréa a Roma
fue descrito por San Lucas. No hay duda de que Pablo terminó su juicio en la ciudad
eterna siendo absuelto.

       Desconocemos la mayoría de los acontecimientos de la vida de Pablo en estos
últimos años. Sabemos que deseó pasar por España, y es más que probable que realizase
un viaje a nuestra tierra. Más tarde pasó por Creta, fundando nuevas iglesias, cuyo
cuidado y organización dejó en manos de Tito. Después fue a Éfeso y rogó a Timoteo
que permaneciera con los fieles de esta ciudad hasta su vuelta de Macedonia.

        El episodio de su nuevo arresto es oscuro. En Éfeso lo abandonaron todos los
que él creía que siempre le serían fieles. Enviado a Roma para ser juzgado, creía que
toda esperanza estaba ya perdida. Finalmente Pablo sufrió el martirio cerca de Roma, a
tres kilómetros de la actual Basílica de San Pablo Extra Muros, lugar donde fue
enterrado. El martirio tuvo lugar hacia el fin del reinado de Nerón. Su predicación
quedaba sellada con su sangre. Pablo se convertía así en mártir de Cristo. De ser un
cruel perseguidor de los cristianos, su encuentro con Cristo le hizo que se le cayera la
venda que siempre había llevado en sus ojos. Un cambio radical que lo transformó en el
mensajero de Cristo, como Francisco hizo doce siglos después, en el apóstol que no
dudó en poner en peligro constante su vida para llevar el Reino de Dios, el Evangelio de
Cristo, a los confines de la tierra. Doce siglos más tarde, Francisco de Asís haría lo
mismo.



Reflexión

Como cristianos:

        Pablo siguió la voz de Cristo que lo llamó. Cayó del caballo y quedó ciego. Esa
ceguera no es sino un símbolo de no querer ver a Dios, de no querer ver el Reino.
Nosotros, como cristianos de hoy, también estamos un poco ciegos. Cerramos los ojos
ante las injusticias del mundo que nos rodea; cerramos los ojos ante la pasividad que
vamos mostrando, nosotros mismos, ante las cosas de la Iglesia. Nos mantenemos
impasibles ante los ataques injustificados que se cometen contra ella, ante la corriente
de laicismo que nos azota con fuerza. En nuestra sociedad se lleva “pasar” de la Iglesia.
Como San Pablo, debemos ser los apóstoles de hoy, tenemos que hacer que se nos caiga
la venda de los ojos, que Cristo nos haga ver la luz que brilla desde su rostro y nos haga
comprender y hacer comprender que el mensaje que predicó hace dos mil años sigue
teniendo la misma frescura y la misma actualidad que siempre, que la justicia, el amor,
la solidaridad, el perdón y la caridad, principales valores evangélicos, son cosas que nos
“pasan” nunca de moda. Nuestra misión hoy es luchar como Pablo, hacernos todo a
todos para ganar a todos a la causa de Cristo. Somos conscientes de nuestras
limitaciones, pero con la ayuda de Dios todo se puede.



                                                                                        6
Como Franciscanos Seglares:


        Como Pablo, Francisco de Asís también oyó la voz de Cristo que lo llamó.
También a los Franciscanos Seglares del siglo XXI Cristo nos sigue llamando. Ya nos
llamó con fuerza al sentir en nosotros el don de la vocación franciscana. Y nos llama
cada día, dentro de nuestro carisma, a que nos comprometamos con la labor que nos ha
sido encomendada: mostrar el Reino de los cielos aquí en la tierra. Es difícil nuestra
tarea, somos humanos y tenemos muchos fallos, y, además, el momento histórico y la
sociedad en la que vivimos no ayudan demasiado. Pero debemos hacernos fuertes, como
San Pablo, como San Francisco, quienes nunca dudaron de la promesa divina. No
dudemos tampoco nosotros. Sólo así, con nuestro quehacer callado y silencioso, con
nuestra labor cotidiana de cada día, daremos testimonio de Cristo crucificado en el
mundo de hoy.



Para el diálogo en la Fraternidad:


   1. ¿Tenemos una venda en los ojos, como San Pablo, y no queremos ver lo que nos
      rodea?

   2. ¿Somos conscientes de la misión que tenemos encomendada como cristianos y
      como Franciscanos Seglares?

   3. ¿Hasta donde estamos        dispuestos   para cumplir     con nuestra misión
      evangelizadora?

   4. ¿Nos rendimos fácilmente ante las dificultades, aunque tengamos presente los
      ejemplos de vida de Pablo y Francisco?

   5. ¿Qué pensamos de quienes han sellado con su sangre el ser discípulos de Cristo
      y de Francisco?




                                                                                    7
TEMA 2



                 ORACIÓN


  “Tan sólo a Ti, Dios mío, puedo dirigirme,
       pues nadie más me entendería.


    No puedo llevar a nadie en este mundo
     a la nube en la que yo habito a tu luz,
            es decir, a tu oscuridad,
  en la que me siente perdido y desorientado.


    No puedo explicar a nadie la angustia
que es tu alegría, ni la pérdida que es poseerte,
       ni la distancia de todas las cosas
      que supone llegar a Ti, ni la muerte
     que es nacer a Ti, porque no sé nada
           de todo eso por mí mismo.
                Todo cuanto sé es
       que querría que esto terminara…
           Y que hubiera comenzado.


          Tú lo has contradicho todo.
       Me has dejado en tierra de nadie.
          Me has tenido yendo arriba
     y abajo todo el día bajo esos árboles,
          diciéndome una y otra vez:
              “Soledad, soledad”


           Y te has vuelto en redondo
Y has arrojado el mundo entero sobre mi regazo.
   Y me has dicho: “Déjalo todo y sígueme”.




                                                    8
Líneas generales de las Cartas de San Pablo


Introducción:


        Tratamos en este segundo tema unas pinceladas que hablan de la misión
apostólica de San Pablo, de su ministerio, así como un trazado general de sus cartas,
exponiendo el contexto en el que fueron escritas, a quien iban dirigidas y el momento
histórico en el que se compusieron, datos todos ellos necesarios para comprender el
mensaje que se transmite en cada uno de los fragmentos de los que se compone el
presente plan de formación, pues algunas de las cosas que hoy nos pueden parecer algo
desfasadas, si tenemos en cuentas los factores históricos en los que se compusieron,
cobran el dinamismo necesario que las hace aplicables a los tiempos que hoy vivimos.




Carta a los Efesios

        Esta Carta, más que estar dirigida a una comunidad concreta y determinada,
parece haber sido en su origen una circular destinada a las iglesias de la región en quela
ciudad de Éfeso estaba situada. Con ella se pretendía recordar la doctrina de Pablo sobre
Cristo y la Iglesia, pero actualizándola y aplicándola a las nuevas situaciones que
estaban viviendo aquellas comunidades.

        La Carta está dividida en dos grandes partes fundamentales: la primera presenta
el Misterio de Dios en Cristo, revelado en la Iglesia. Gracias a Cristo, todos los hombres
están llamados y predestinados a la salvación. La segunda parte es una larga exhortación
a los bautizados acerca de cómo tiene que ser y desarrollarse la vida cristiana auténtica,
tanto en el plano familiar como en el social.



Carta a los Colosenses

        Esta Carta es complementada por la anterior, pues lo que hace en ésta es tratar
los mismos temas que posteriormente desarrollaría con mayor profundidad en la de los
Efesios. Desde siempre se ha intentado dar una explicación desde la razón al Misterio
de Cristo, pero este misterio escapa a nuestra razón, no puede ser expresado con
palabras, es un misterio cuya presencia se siente, pero no puede ser descrita con una
fórmula exacta. Pablo, con esta Carta, reacciona ante esa actitud, considerándola
inaceptable para un cristiano. San Pablo presenta aquí a Cristo como Salvador único y
definitivo de todos los hombres. Su lugar no puede ser ocupado por nadie. En esta
misma Carta se presenta también la Iglesia de Cristo desde una perspectiva teológica:
como el cuerpo glorioso de Cristo a través del que se salvará toda la humanidad.




                                                                                        9
Carta a los Corintios

        Cuando Pablo llega a Corinto, estaba enfermo y debilitado. Era pobre y carecía
de recursos. Se creía en la obligación de ganar el sustento con sus manos para no ser
gravoso a nadie. En Corinto encontró al matrimonio de Aquila y Priscila, en cuyo taller
se puso a trabajar en la fabricación de tiendas. Además de esto, recaía sobre él la
preocupación por todas las comunidades que había fundado y que tanto necesitaban
todavía de sus cuidados. No podía quedarse personalmente en todas ellas, sino
solamente procurarles ayuda con mensajes y cartas. Pablo llegó, además, tímido, pues
en Atenas apenas había conseguido nada. ¿Encontraría el Evangelio oyentes en Corinto?
Corinto era la capital de la provincia romana de Acaya, una gran ciudad que conectaba
Oriente con Occidente. Los corintios deseaban que se les predicara el Evangelio de una
forma sabia y culta, con dominio de la palabra. A Pablo le costó mucho esfuerzo
restablecer la unidad de esa Iglesia, pues existían diferentes grupos dentro de ella que
discutían entre sí. A pesar de todo, San Pablo logró a lo largo de su trabajo misionero de
año y medio reunir en Corinto una gran y floreciente comunidad cristiana. Tras
abandonar esta ciudad, se dirige a los corintios en múltiples cartas en los que resuelve
conflictos de orden moral sobre el moral sobre el matrimonio, el celibato, o diversas
cuestiones sobre la resurrección.


Reflexión

Como cristianos:

        La Carta a los Efesios complementa la Carta que Pablo dirigió a los colosenses.
Las grandes líneas del Misterio de Cristo presentadas en la Carta anterior se amplifican
y agrandan en esta Carta a los Efesios, en la que la mirada de San Pablo se centra sobre
todo en el Misterio de la Iglesia: cuerpo de Cristo. En el momento histórico que nos ha
tocado vivir, en el que la Iglesia parece estar particularmente desacreditada a causa de la
mediocridad de nosotros mismos, de los cristianos, la visión que el Apóstol tiene de la
Iglesia es estimulante para responder al compromiso cristiano de la misión que como
Franciscanos Seglares se nos ha encomendado.

        Pablo intenta en estas Cartas responder a preguntas centrales que ya se hacían
los primeros cristianos, como ¿quiénes somos nosotros con respecto a Cristo? San Pablo
da una respuesta contundente: somos el cuerpo de Cristo. Los cristianos de ayer y de
hoy formamos con Cristo una unidad, de tal forma que ente la cabeza, que es Cristo, y
sus miembros, que somos nosotros, existe un compromiso por el Reino. Así como no
existe un cuerpo sin su cabeza, tampoco existe una cabeza sin su cuerpo. Cristo se vale
de nosotros, los cristianos, para llevar a cabo su misión, su mensaje, al mundo de hoy, al
nuestro.


Como Franciscanos Seglares:

       San Pablo afirma siempre en sus Cartas que los cristianos no deben evadirse de
los problemas de la vida, como tampoco deben dejarse esclavizar por poderes terrenales
como los poderes políticos, económicos, sociales, etc. Es ésta la misma doctrina que
predica San Francisco con su palabra y con su ejemplo. Tanto Pablo como Francisco
consideran que Dios ha liberado al hombre por medio de Cristo para que cada uno


                                                                                        10
pueda asumir libremente sus propias responsabilidades ante el mundo en que vivimos.
Los Franciscanos Seglares estamos llamados en Cristo y en su cuerpo que es la Iglesia,
toda clase de divisiones. Los Franciscanos estamos llamados en Cristo y gracias a la
mediación de la Iglesia, a ser verdaderos hermanos, estamos llamados a construir junto
a Francisco una Fraternidad Universal, la Fraternidad de todos los hombres. Debemos
hacernos hombres nuevos cada día, comprometiéndonos a renovarnos cada día para
intentar vivir nuestro carisma con nuestra vida, con nuestra palabra y con nuestro
ejemplo.

        En la Iglesia debe realizarse una profunda unidad. Unidad que nos es
uniformidad, sino mezcla enriquecedora de todos los dones, gracias y carismas, entre
ellos el nuestro, el franciscano.


Para el diálogo en la Fraternidad:


1. ¿Consideramos, como Pablo, que todos los cristianos formamos el “cuerpo de
Cristo”?

2. ¿Sentimos miedo a que no sepamos cómo difundir el Evangelio de Cristo?

3. ¿Deseamos como Francisco y Pablo vencer todas las divisiones internas en la Iglesia
para crear una gran familia, la gran familia de los Hijos de Dios?

4. ¿Seguimos las pautas marcadas por San Pablo y San Francisco para llevar a cabo una
vida coherente con el mensaje y el carisma que deseamos transmitir?

5. ¿Estamos de acuerdo con las normas de vida que marca la Iglesia actualmente?




                                                                                   11
TEMA 3


                ORACIÓN


       “ ¿Estarás dispuesto, Señor Jesús,
                a darme tu vida,
      como me has dado tu concepción?…
    Él me responde: Te doy mi concepción
         y mi vida en todas sus etapas:
    infancia, niñez, adolescencia, juventud.
Te lo doy todo: hasta mi muerte y resurrección,
    mi ascensión y el mismo Espíritu Santo.

   Para que mi concepción limpie la tuya,
           mi vida informe la tuya,
       mi resurrección anticipe la tuya,
        mi ascensión prepare la tuya,
y el Espíritu acuda en auxilio de tu debilidad.

    De este modo verás con toda claridad
         el camino que debes seguir,
        las cautelas que debes tomar,
        y la patria a donde te diriges.
       En mi vida reconocerás la tuya.
 Yo recorrí las sendas seguras de la pobreza
        y obediencia, de la humildad
  y paciencia, de la caridad y misericordia.
       Toma tú también estos sendero,
 y no te desvíes ni a derecha ni a izquierda.

   Con mi muerte te concederé mi justicia,
     destrozaré el yugo de tu esclavitud,
            aniquilaré los enemigos
   que te acechan en el camino o junto a él,
        y no se atreverán a molestarte.

         Y después de hacer todo esto
              volveré a mi casa,
       de donde vine, para que me vean
     aquellas otras ovejas que quedaron
      en el monte y que dejé allí por ti;
          no para guiarte hacia allí,
sino para llevarte yo mismo nuevamente allí”.




                                                  12
4 de enero

                II Domingo del Tiempo de Navidad
Introducción


        En este tema vamos a centrarnos en las epístolas que las eucaristías dominicales
nos ofrecen sobre los escritos de San Pablo: fragmentos de las cartas a los Efesios y a
los Corintios. En ellas el Apóstol habla de nuestra predestinación, marcada por Dios en
nosotros en la persona de su Hijo. Pablo da gracias al Padre por el don de los hermanos,
lo mismo que Francisco. También se centra en cuestiones corporales, diciéndonos que
nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Finalmente nos incita a que no nos
ceguemos por el brillo que desprenden los bienes materiales, pues lo verdaderamente
importante es lo relativo al espíritu, lo que nos lleva a Dios, lo único que no pasa, lo
eterno.


     Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (3-16. 15-18)

       “Bendito sea Dios, Padre nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la
persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la
persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables
ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa
suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha
concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por eso yo, que he oído
hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de
dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro
Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para
conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la
esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.”



Reflexión

Como cristianos:

       Este texto es claramente una oración de alabanza. Comienza invocando a Dios y
continúa haciendo memoria de las maravillas que ha hecho a favor de su pueblo. Y al
hacer memoria de las bendiciones y beneficios de Dios, San Pablo destaca
especialmente la elección de la que hemos sido objeto: antes de la creación del mundo,
para que viviésemos como hijos queridos en la presencia del Padre. Se trata de una
elección hecha mediante la persona de Cristo, hecha a través de Jesús, que es el Hijo.
Por tanto, como hijos de Dios que somos, también somos herederos de todos los bienes
de su reino. Nuestra unión con Cristo, del que somos hermanos, mantiene en nosotros
viva la esperanza de alcanzar todos estos bienes, aunque la plena posesión de la
herencia prometida sólo será posible después de la resurrección.


                                                                                       13
El fragmento de esta Carta nos presenta cuál es el plan de Dios desde antes de la
creación. El plan de dios para el hombre, enfocando todo ello en un tono de adoración y
acción de gracias al Padre de todas las criaturas. San Pablo nos dice que, sin Cristo, la
humanidad sería un caos; pero Cristo lo ilumina todo, lo santifica, lo plenifica.

        Lo que certifica a Pablo que los fieles viven como cristianos es la fe en Jesús y la
unión hacia todos los consagrados por medio de la oración. San Pablo afirma que los
tiene presentes en sus oraciones. Les pide que progresen más en su oración: que Dios les
conceda sabiduría para conocerle mejor, que ilumine sus ojos, que los llene de
esperanza para que crean en la gloria que Dios les concederá como herencia.



Como Franciscanos Seglares:

        San Pablo escribe esta carta siguiendo los dictados de su corazón. El recuerdo de
estos fieles de la ciudad de Filipos, los primeros cristianos de Europa, lo llena de
emoción y de alegría. Les dice que deben ser santos e irreprochables ante Dios por el
amor. Y es que la comunidad cristiana, la Iglesia, debe realizarse y alimentarse de amor
para mantenerse viva. La comunidad cristiana debe ser amor. Y esto, aplicado a nuestra
Orden, nos viene como anillo al dedo. Francisco vivió el amor a Dios y al prójimo como
lo había propuesto Jesucristo, por eso sus fraternidades fueron nidos de amor. El
cristiano, el Franciscano Seglar es amor, como Dios. Nuestras Fraternidades han de
convertirse en lugares desde donde el amor se irradie a los demás.

        Si tuviéramos una visión de Cristo y de la Iglesia como la que tenía San Pablo,
los Franciscanos Seglares no necesitaríamos muchas más motivaciones para intentar
vivir como verdaderos cristianos y ser sus testigos en el mundo, para difundir nuestro
carisma y dar noticia del Reino de Dios entre los hombres de hoy.

       El Apóstol nos confirma que Dios nos ha predestinado, nos ha escogido a
nosotros, a los cristianos, para que seamos su pueblo y para que seamos los
instrumentos para llevar adelante su propósito en el mundo. Y Francisco de Asís confió
en nosotros, en los Franciscanos Seglares, para continuar su obra, la obra de Dios, la
construcción del Reino en el mundo.

        Y, aunque creamos que no somos capaces de llevar a cabo la misión que Cristo y
Francisco nos encomendaron, tenemos que pensar que no conocemos los caminos de
Dios, pero sí podemos estar seguros de su sabiduría. Si Él nos confió esta misión, es
porque sabe que con su ayuda podemos llevarla a cabo. Debemos hacerlo. Debemos
comprometernos en y con el mundo que tenemos alrededor. El mundo es nuestro
claustro. Los Franciscanos Seglares somos elegidos por Dios porque estamos en Cristo,
porque estamos en Francisco.

       Como Pablo, Francisco también da gracias por el don de los hermanos, por la fe
y el carisma compartido. Francisco da gracias por nosotros, por los Franciscanos
Seglares.

       Nosotros ya conocemos a Cristo y lo seguimos. Pero, como ya lo hizo San
Francisco de Asís, nuestro Padre y modelo, podemos profundizar mucho más en esta fe,


                                                                                         14
hasta que llegue a ser el motor de nuestro amor y fuente de esperanza que ilumine
nuestra vida para poder comunicarla a los que entren en contacto con nosotros. Como
Pablo. Como Francisco. Como Clara. En eso conocerán que somos cristianos
comprometidos. En eso conocerán que somos Franciscanos Seglares auténticos.



Para el diálogo en la Fraternidad:

   1. ¿Damos gracias a Dios por el don de la Fraternidad?

   2. ¿Nos sentimos señalados por Dios para anunciar su Reino?

   3. ¿Somos conscientes de la herencia que se nos tiene prometida?

   4. ¿Qué hacemos nosotros para difundir el mensaje de Cristo entre los hombres de
      nuestro tiempo, como lo hizo Pablo con los del suyo?

   5. ¿Nos sentimos hermanos de Cristo y de Francisco de Asís?




                                                                                15
18 de enero

                 II Domingo del Tiempo Ordinario

  Comienzo del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos

               Jornada Mundial de las Migraciones


 Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (6, 13c-15a. 17-20)

        “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el
cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No
sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un
espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre, queda
fuera de su cuerpo. Pero el que fornica, peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis
que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo
habéis recibido de dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprando
pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!”



Reflexión

Como cristianos:

       El cuerpo es la expresión personal del hombre. San Pablo se remonta a más altas
cimas: el cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor. La pertenencia total al Señor
determina la idea que el Apóstol tiene de sí mismo y piensa que lo mismo debería
ocurrir en cada cristiano. Y además Pablo afirma que el “Señor para el cuerpo”.
Debemos tomar en serio la entrega que el Señor nos hace de su cuerpo en la eucaristía,
sólo así veremos que nuestro cuerpo es del Señor y a su vez el Señor nos entrega su
cuerpo. Esto nos hará entender que si el Dios resucitó a Cristo, también nos resucitará a
nosotros en nuestra corporeidad. Por eso, todo abuso del cuerpo es un ataque a los
derechos del Señor, como si se tratara de su propio cuerpo.

        Con esta Carta San Pablo se refiere a la prostitución, que era una práctica
habitual en Corinto. Pablo afirma que la lujuria no sólo ocurre en el cuerpo, sino con el
cuerpo. Y para el Apóstol de los gentiles el cuerpo de los bautizados es un templo del
Espíritu Santo. Como templos, los bautizados pertenecemos enteramente a Dios, no a
nosotros mismos. Hemos pasado a ser de Dios, porque Dios pagó por nosotros un alto
precio: entregó a su propio Hijo por nosotros en la muerte de cruz que padeció.

       Nuestro cuerpo pertenece a Cristo, del mismo modo que los miembros
pertenecen a un cuerpo; el Espíritu Santo habita en él, y, por tanto, el mismo Dios habita
en nosotros y puede y debe ser glorificado a través de todas las cosas.


                                                                                       16
Como Franciscanos Seglares:

        Como Franciscanos Seglares que somos, debemos comprender que también la
sexualidad pertenece a Cristo, que ha redimido el cuerpo. Se necesita comer par vivir,
pero la vida no está orientada a la comida. De igual manera, las funciones sexuales
tienen una finalidad dentro del plan del Creador, pero la vida entera no está orientada a
ellas. El cuerpo pertenece a Cristo y, por tanto, es sagrado. El Franciscano Seglar debe
velar contra ese proceso de desacralización que afecta y rebaja la dignidad del cuerpo
humano.
        No debemos ser esclavos de nuestro cuerpo, puesto que la presencia del Espíritu
de Dios recibido en el bautismo, hace que el cuerpo humano sea un templo en el que se
puede honrar a Dios.
        San Pablo, como San Francisco, consideran que la vida sexual también entra
dentro de la salvación, puesto que va ligado al hombre, y el hombre está ligado, por
Cristo, a Dios Padre. San Francisco consideraba que existía una íntima unión entre el
cuerpo y el Señor, que el cuerpo participa en la salvación de Cristo. Que el cuerpo se
une al alma para conformarnos como personas. San Francisco nos dice que es falso
pensar que el alma está destinada a la inmortalidad y el cuerpo a la corrupción. No.
También los cuerpos resucitarán. No debemos menospreciar nuestro cuerpo, pero
tampoco divinizarlo. Con el cuerpo podemos y debemos dar culto a Dios, animados por
el Espíritu que nos ha sido dado.

        En definitiva: cuerpo y alma en el hombre crean una combinación indisoluble.
Tanto con el cuerpo como con el alma, el Franciscano Seglar debe dar gracias a Dios.
Con nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, debemos contribuir a crear un
mundo justo, un mundo más solidario, un mundo mejor. Nada mejor que esta Jornada
de las Migraciones. De nuestro cuerpo de Franciscanos Seglares ha de valerse Dios para
mostrar su misericordia a tantos y tantos miles de personas que tienen que escapar de las
miserias su tierra y llegan a la nuestra en busca de oportunidades. De nuestro cuerpo
Cristo se vale para prestar ayuda y auxilio a esas personas que necesitan de nuestras
manos, de nuestras piernas, de todo nuestro ser para poder iniciar aquí una vida más
digna. También hoy comienza el Octavario de la Oración por la Unidad de los
Cristianos. No sólo con nuestra alma, sino también con nuestro corazón y con nuestra
boca, que forman parte de nuestro cuerpo, oremos, unidos a Francisco de Asís, a Dios
Padre por todos los que deseamos, de una forma u otra, hacer llegar su nombre a todos
los confines de la tierra.

Para el diálogo en la Fraternidad:

   1. ¿Consideramos nuestro cuerpo como propiedad de Cristo?

   2. ¿Sentimos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?

   3. ¿Crees que Dios se sirve de nuestro cuerpo para ayudar a los inmigrantes?

   4. ¿Sentimos que nuestro cuerpo está en íntima unión con Cristo y que Él nos da el
      suyo en la Eucaristía?

   5. ¿Cómo podemos con nuestro cuerpo contribuir a la Oración por la Unidad de los
      cristianos?


                                                                                      17
25 de enero

                III Domingo del Tiempo Ordinario

                 Jornada de la Infancia Misionera


      Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (7, 29-31)

       “Os digo esto: el momento es apremiante. Queda como salutación: que los que
tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que
están alegres, como si no estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que
negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él; porque la presentación de este
mundo se termina.”



Reflexión

Como cristianos:

        San Pablo dirige su mirada hacia lo que tiene una validez universal. Cabe pensar
que el fin del mundo está cercano. Y es que tenemos que partir del hecho de que en ese
tiempo se pensaba que Cristo volvería muy pronto, por lo que era lógico organizar la
vida en función de algo que iba a terminar próximamente. Pero, ¿estas frases tienen
vigencia después de que el mundo se ha prolongado veintiún siglos más desde que lo
dijo el Apóstol? Podemos afirmar que sí, que sigue siendo vigente. El mundo se
encuentra situado ente la primera y la segunda venida del Señor, todavía por acontecer,
y por eso, lo que dijo San Pablo, era tan válido entonces como lo es en la actualidad. Y
este texto sigue siendo actual porque el encuentro de cada uno con el Señor puede
ocurrir en cualquier momento: los accidentes, las enfermedades, etc, nos pueden hacer
encontrarnos con Dios definitivamente en cualquier momento. Y aunque esto no resulte
hoy en día muy popular, no deja de ser cierto. Ahora bien, ¿qué quiere decir Pablo con
que los que tienen mujer se comporten como si no la tuvieran? En ningún caso significa
la renuncia al matrimonio, que es un vínculo hecho en Dios, ni tampoco un
comportamiento que no cuide en absoluto del esposo o de la esposa. Lo que San Pablo
nos quiere decir es que no debemos estar tan sometidos a las otras personas que no
podamos vivir sin ellas, que debe crearse un espacio de libertad personal entre ellos.


       Cuando habla de los que lloran, ¿a qué se refiere? Simplemente a todos aquellos
que sienten siempre en sí mismos las angustias de la existencia, que sienten impotencia
por las injusticias de que son víctimas, que sienten dolor ante los malos tragos que la
vida nos hace pasar a veces. San Pablo no prohibe las lágrimas a nadie, es más, él
mismo confiesa haberlas derramado en ocasiones cuando las cosas no le iban bien. Pero



                                                                                     18
tampoco prohibe a los dichosos su alegría. Ambas cosas son humanas, y, por tanto,
forman parte del cristiano. Lo único que Pablo pretende hacernos es una invitación a
superar los males del presente de tal modo que entremos, libres, en el futuro, bueno y
mejor, que se nos tiene prometido.

       También el Apóstol se refiere a “los que compran”. Corinto era una ciudad
mercantil, en donde el espíritu comercial llevaba, incluso a los cristianos, al afán de
ganancia, a la avaricia. Algo que nos resulta muy familiar en el mundo de hoy. Tener
más para ser más valorados. Pablo no les critica esta actividad del comercio, lo que les
indica es que deben evitar las prácticas injustas. Nosotros, los Franciscanos Seglares,
debemos mirar mucho más allá de lo puramente material y observar todo lo que nos
rodea desde la perspectiva de Jesús y de Francisco. No tenemos que aferrarnos a ningún
bien de este mundo, porque, al final, pasa.




Como Franciscanos Seglares:

        También los Franciscanos Seglares de hoy deberíamos preguntarnos si, dadas las
actuales circunstancias, no podríamos cambiar el rumbo de nuestras vidas. Es hora de
preguntarnos si no nos hemos comprometido demasiado con nuestras propias ganancias
y hemos evitado las necesidades de nuestros hermanos, que hayamos trabajado lo
suficiente para asegurar la subsistencia de nuestra familia pero no lo suficiente para
ayudar a los pueblos subdesarrollados. Esto viene muy a propósito con la Jornada que
celebramos hoy, la de la Infancia Misionera. Los Franciscanos Seglares del siglo XXI
no podemos limitarnos a encogernos de hombros ante las necesidades del mundo, sino
que, por amor al reino de los cielos, por amor a Cristo, por amor a Francisco, por amor a
nuestros hermanos, debemos procurar servir, con fuerza y fidelidad, al progreso
humano.

        Es cierto que hoy nos enfrentamos al peligro de la alta estima, que casi santifica
las realidades terrenas, lo que nos podría llevar a una mundanización de nuestro carisma
franciscano. En un momento en el que el consumismo lo llena todo no es inútil que los
Franciscanos Seglares recordemos a los que nos rodean que hay algo más trascendente y
definitivo que los bienes materiales. Debemos hacer ver que la vida humana presente,
llena de alegrías y de penas, de negocios y de confort, no es todavía la verdadera vida.
Los Franciscanos Seglares tenemos que vivir en este mundo y ocuparnos de este
mundo, pero con la esperanza en un mundo mejor.


       Francisco sabía muy bien que unos ríen y otros lloran, pero ni los primeros
deben absolutizar su dolor como si no tuviera remedio, ni los segundos deben reír y
gozar con plena satisfacción mientras haya una sola lágrima en el mundo.




                                                                                       19
Para el diálogo en la Fraternidad:


   1. ¿Vivimos nosotros aferrados a las cosas materiales?

   2. ¿Somos conscientes de que todo lo material pasará?

   3. ¿Tenemos la esperanza de un mañana mejor que se nos tiene preparado a los
      seguidores de Cristo y de Francisco?

   4. ¿Somos capaces de vivir con indiferencia ante las calamidades que asolan
      nuestro mundo?

   5. ¿Cómo colaboramos como Fraternidad en la Jornada de la Infancia Misionera?




                                                                               20
TEMA 4


                 ORACIÓN

       “Señor, tú conoces mi corazón.
    Cuanto des a tu siervo quiere emplearlo
          y consumirlo para su bien.
       Incluso yo mismo me entregaré
             gustoso en su favor.

             Así sea, Señor, así sea.
       Mis sentimientos y mis palabras,
               mi ocio y actividad,
          mis acciones y pensamientos,
          mi prosperidad y adversidad,
              mi vida y mi muerte,
   mi saludo y enfermedad, todo lo que soy,
        lo que vivo, siento y comprendo,
       todo lo emplearé en bien de esos
  por quienes tú mismo no dudaste entregarte.

     Enseña, pues, Señor, a este siervo tuyo;
                enséñame, repito,
    por tu Espíritu Santo cómo darme a ellos
         y cómo desvivirme por su bien.

   Concédeme, Señor, por tu gracia inefable,
    soportar con paciencia sus debilidades,
        compartirlas con misericordia
          y ayudarles con discreción.

  Que aprenda bajo el magisterio de tu Espíritu
              a consolar a los tristes,
          confortar a los desanimados,
  levantar a los caídos, sufrir con los enfermos,
      abrasarme con los que escandalizan
y hacerme todo parta todos para ganar a todos.”




                                                    21
1 de febrero

                IV Domingo del Tiempo Ordinario
Introducción

       En las Epístolas de los domingos del mes de febrero, San Pablo se muestra
contundente en su mensaje. Afirma rotundamente que si nos preocupamos
verdaderamente de llegar a Dios, debemos romper con todo tipo de ataduras materiales
que nos ligan a este mundo e impiden alcanzar los dones del Espíritu. Pablo nos dice
que cuál es la misión del cristiano: anunciar el Reino. Este testigo lo recoge San
Francisco de Asís y debemos recogerlo también nosotros. Los Franciscanos Seglares
estamos llamados a la difusión del Reino como lo hicieron Pablo y Francisco en su
momento, sin esperar recompensa alguna. Por último nos indica que debemos no mirar
tanto el bien propio sino el bien de los demás. Francisco así lo hizo. Fijémonos en
nuestro modelo.



      Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (7, 32-35)

       “Quiero que ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del
Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos
del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin
marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en
cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando
contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una
trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin
preocupaciones.”



Reflexión

Como cristianos:

       Este capítulo es dedicado por San Pablo a los estados de vida del cristiano. Da la
primera impresión de que el Apóstol infravalora el matrimonio, pero realmente lo que
hace es darle importancia a otro estado de vida que hasta aquel entonces había sido
rechazado: el del celibato. San Pablo afirma que los esposos se deben a la vez a Dios,
presente en ellos, y a su cónyuge respectivo, y es que a partir de Jesucristo, cada
individuo vive la presencia de Dios en él; el cristiano deposita su vida entera en él.

        El matrimonio sigue siendo un espacio donde debe vivirse la presencia de Dios
en la relación entre las dos personas. Por eso, las personas casadas necesitan su propia
libertad también para encontrarse a veces, solas, ante Dios.




                                                                                      22
San Pablo se propone iluminar las diferentes situaciones humanas y los estados
de la vida. Pablo afirma que lo importante en cada situación, en cada estado de la vida,
el que cada uno haya elegido libre y voluntariamente, nos mantengamos alejados de las
preocupaciones, que invirtamos nuestro tiempo y nuestra libertad en promover la
difusión del Reino, el mensaje de Cristo que siempre llega.

       Pablo reconoce que los célibes tienen una ventaja con respecto a los casados, y
es que están más disponibles para ocuparse con mayor profundidad de los asuntos del
Señor. No dice que este estado sea mejor ni peor que el del matrimonio, simplemente
nos invita a que cada uno siga con la vocación que ha recibido. Considera que no sólo es
matrimonio es el único estado posible, también existen otras opciones, a la luz de las
enseñanzas de Cristo, como una vida consagrada como signo del Reino de los cielos.


Como Franciscanos Seglares:

       Precisamente nuestra vocación es muy singular dentro de la vida de la Iglesia.
Estamos Franciscanos Seglares casados, viudos, solteros, consagrados, lo que ofrece
una gran diversidad y riqueza en nuestras Fraternidades. En nuestra Orden Seglar, como
en la vida misma, son muchos los estados que nos encontramos, y esto nos muestra la
gran disparidad de nuestro carisma.

       Ya San Francisco, un hombre con una visión de futuro sorprendente, vio que era
imposible que todas las personas que querían abrazar su estilo de vida siguieran sus
pasos dentro de los hermanos menores (frailes) o las damas pobres (monjas), por lo que
decidió crear un estado intermedio, los hermanos de penitencia (los hombres y mujeres
de la Tercera Orden, hoy Franciscanos Seglares, nosotros), cuyo testimonio es tan
válido como el de los miembros de la Primera y Segunda Orden.

       Nosotros debemos dar testimonio, con nuestra vida, en nuestro trabajo, en
nuestra familia, de las cosas del Señor. Estamos consagrados a Él de una forma especial
con nuestra profesión en la Familia Franciscana. Es bueno el estado consagrado, pero la
perfección a la que tiende el hombre y que sólo Dios puede otorgar, también podemos
alcanzarla desde nuestro estado laical de Franciscanos Seglares, caminando tras las
huellas del sendero de Francisco.


Para el diálogo en la Fraternidad:


1- ¿Consideramos que existen más estilos de vida que el matrimonio?

2- ¿Somos conscientes de nuestra vocación franciscana?

3- ¿Creemos que el matrimonio está mal valorado en la sociedad actual?

4- ¿Está mal visto hoy en día el estado de consagración al Señor?

5- ¿Qué podemos hacer nosotros, como Franciscanos Seglares, para dignificar los
   diversos estados a los que el cristiano se siente llamado?


                                                                                     23
8 de febrero

                 V Domingo del Tiempo Ordinario

   CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE: MANOS UNIDAS

  Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (9, 16-19. 22-23)

       “El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio
y, ¡ay de mí sin no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso
mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio.
Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de
balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia. Me he
hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para
ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo
también de sus bienes.”



Reflexión

Como cristianos:

       San Pablo hace en este fragmento de su Carta una defensa de sí mismo. Entre
sus derechos estaba el ser mantenido por las comunidades en las que hacía misión. Pero
en esta conducta de rechazo hacia esto había personas que sólo veían que Pablo no era
apóstol de pleno derecho, y es que a lo largo de su vida tuvo que sufrir por el hecho de
no haber formado parte del grupo de los primeros apóstoles que estuvieron en contacto
personal con el Señor. Pablo habla de sus derechos, pero ¿en qué se basan estos
derechos y su mismo apostolado? En que ha sido llamado personalmente por Jesús en el
camino de Damasco. Era penoso para Pablo exponer su conducta y sus motivos, pero
¿por qué insiste tanto en esta excepción de su conducta? Anunciar el Evangelio como
los demás es demasiado poco para él, que quiso en otro tiempo destruir la Iglesia. Desde
que Cristo se introdujo en su persona se siente obligado, entregado por completo al
Señor. No puede ni debe hacer otra cosa que entregarse a la tarea de difusión del
Evangelio con total libertad. Él lo ve como una necesidad más que como una
obligación.

        Hoy nos suena hasta mal que San Pablo dijese que no anunciaba el Evangelio
voluntariamente y que pregunte cuál va a ser su paga. Parece que en estas palabras
aflora un egoísmo impropio para el Apóstol. Para Pablo la gloria, la fama, no era algo
tan importante como lo es actualmente para nosotros. Considera que el hecho de
anunciar el Reino no de da ningún derecho a enorgullecerse. La recompensa que espera
Pablo no es otra que su esperanza en la vida eterna; la recompensa es Dios mismo.




                                                                                     24
Pablo se sabía llamado a proclamar el Evangelio a todos: judíos y paganos. No
era tarea fácil compaginar a ambos grupos, pero el mensaje de Cristo, que había venido
para salvar a todos los hombres, no podía estar limitado por fronteras culturales,
nacionales o religiosas de ningún tipo.

        Éste es el programa de misión al que debe orientarse siempre y sin cesar la
Iglesia, en especial en estos últimos tiempos, dando testimonio de la riqueza del
mensaje que no debe guardar, sino publicar por el mundo que nos rodea.



Como Franciscanos Seglares:

        Pablo ha expuesto en esta carta su actuación apostólica como modelo para los
corintios. Modelo que renuncia a los propios derechos a favor de ayudar a los demás.
Nos viene como anillo al dedo la lectura de esta semana para los Franciscanos Seglares,
en la que la Iglesia celebra la Campaña contra el Hambre. No debemos centrar nuestros
esfuerzos por conseguir cosas sólo para nosotros, cuando basta con echar una ojeada al
mundo en el que vivimos para comprobar que hermanos nuestros, otros hombres y
mujeres igual que nosotros, mueren de hambre sin que nosotros hagamos nada por
remediarlo.

        Y es que para anunciar la palabra de Dios, la misión a la que hemos sido
llamados, como Pablo y Francisco, los Franciscanos Seglares, a las gentes que no
conocen a Cristo, tenemos que cubrirles las necesidades básicas. Ésa será nuestra misión
y ésa será nuestra recompensa.

        Pablo se hace todo para todos, se amolda a cada momento, a cada grupo, a cada
circunstancia para ganarlo para Cristo. Así debemos ser los Franciscanos Seglares,
adecuarnos a cada persona, a cada circunstancia, a cada momento, amoldándonos a cada
uno para mostrarle el mensaje del Evangelio según sus capacidades y según las cosas
que lo rodeen.

       Como Pablo, los Franciscanos Seglares debemos vivir tan profundamente el
misterio de Cristo que no podamos callarlo. El predicarlo nos ha de servir como el
mejor de los premios, pues imitamos así al propio Jesús y al propio Francisco de Asís.
Los Franciscanos Seglares tenemos que estar convencidos del don que poseemos, del
don recibido, y debemos sentir impulsos de comunicarlo a los otros. No es un tesoro a
guardar, sino es un tesoro para darlo a conocer a otros, haciéndolos participantes de él,
dentro de nuestras posibilidades.

       Como Francisco de Asís, debemos hacer gala de la ley del despojo evangélico:
“El salario es precisamente no recibir ningún salario”. Nuestra misión de Franciscanos
Seglares del siglo XXI es poner a los hombres en contacto con Dios.

       El móvil de nuestra misión de apóstoles a la que hemos sido llamados es el
propio Evangelio. No olvidemos que dando es como se recibe. Nuestro trabajo
redundará en nuestro propio beneficio cuando del mismo se beneficie toda nuestra
comunidad, toda nuestra Fraternidad. La fe es dar a los demás y darse a los demás.
Pablo y Francisco nos enseñan un modelo de vida: la vida de Cristo.


                                                                                      25
Para el diálogo en la Fraternidad:

   1. ¿Somos conscientes de cuál es la misión del Franciscano Seglar en el siglo XXI?

   2. ¿Hacemos todo lo posible para ganar a todos para Cristo?

   3. ¿Esperamos alguna recompensa por la misión a la que hemos sido llamados?

   4. ¿Nos adecuamos a las circunstancias personales de cada uno para llevarle el
      anuncio del Evangelio?

   5. ¿Cómo podemos ayudar nosotros a los pueblos que pasan hambre de la palabra
      de Dios desde nuestra condición de Franciscanos Seglares?




                                                                                  26
15 de febrero

                VI Domingo del Tiempo Ordinario


     Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (10,31-11,1)

        “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para
gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la
Iglesia de Dios. Por mi parte, yo procuro contentar en todo a todos, no buscando mi
propio bien, sino el de ellos, para que todos se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo
el de Cristo.”



Reflexión

Como cristianos:


        A propósito del tema de la comida de ciertas carnes, Pablo aplica y generaliza lo
que él considera esencial para un cristiano en toda clase de comidas y bebidas, e incluso
en cualquier tipo de actividad. No se detiene en los actos religiosos solamente. Para un
cristiano todo está referido a Dios, todo sirve para dar gloria a Dios. Todo lo que haga
dentro de su existencia debe marchar hacia Dios. El destino de la vida del cristiano es
dar gloria a Dios por todo aquello que nos ofrece.

       San Pablo se pone él mismo como modelo, de imitación. Los cristianos debemos
mirarnos en el espejo de vida que el Apóstol nos ofrece, pues bajo su modelo de vida
puede verse al propio Jesucristo; y es que la vida de Pablo es imitación de la de Jesús.
Dos existencias vividas en total libertad y en total entrega a los demás.

       Toda actividad humana debe procurar la gloria de Dios: nuestro ser de cristianos
debe estar presidido por esa búsqueda. Pero la atención y amor a Dios está íntimamente
unido a ejercitar el mismo amor y entrega a los demás. No debemos pensar que la gloria
de Dios está en otro sitio, sino que empieza aquí, practicando el ejercicio de la caridad
con quien está a nuestro lado.

        Nadie puede dar gloria a Dios si desprecia la conciencia de los demás. Pablo nos
invita a seguirlo en la misma medida que él sigue a Cristo el Señor. Por eso el Apóstol
se adapta a todos para servir a todos y salvarlos.




                                                                                      27
Como Franciscanos Seglares:

        Pablo propone imitar su estilo de vida, que en el fondo no es otra cosa que imitar
el estilo de vida de Jesús. Nosotros tenemos también el ejemplo muy cerca. Basta con
reflejarnos en el espejo que nos ofrece la vida de San Francisco y de Santa Clara. Como
dijo el Ministro General de los Franciscanos, el claustro de los Franciscanos Seglares es
el mundo, es nuestra gente, es nuestra familia, en nuestro entorno, es nuestro trabajo,
por eso debemos llevar un modo de vida, de acuerdo con nuestro carisma, que haga
notar que seguimos las huellas del Crucificado. Sólo así sabrán que somos y seguimos a
Francisco.

        Pablo y Francisco están de acuerdo en que todo es lícito en una comunidad, pero
no todo edifica a esa comunidad. La regla básica para los Franciscanos Seglares debe
ser ésta la de ayudar a construir la comunidad, la Fraternidad en la que vivimos, en la
que desarrollamos nuestra vida y nuestro carisma franciscano. Edificamos nuestra
comunidad cristiana y nuestra Fraternidad franciscana si cada uno de nosotros nos
preocupamos de los demás como de nosotros mismos. Así lo hicieron Francisco y Clara.
Como miembros de una comunidad, debemos atender a los hermanos que nos rodean,
empezando con los de nuestra propia familia, y en especial a los más débiles, no sólo a
nivel físico o económico, sino también a los débiles en la fe.


        San Pablo nos dice que lo hagamos todo “para gloria de Dios”. Esto supone no
ser motivo de escándalo, de discordia, no sembrar división, contentar a todos en todo,
no buscar el propio bien sino el de los demás. Pablo y Francisco quieren que hagamos
llegar el Evangelio a todos con nuestras palabras y con el ejemplo de nuestras vidas. Ser
apóstol, ser Franciscano Seglar, es ser modelo de la comunidad, tener como norma de
vida la de Cristo, que doblegó su propia voluntad para cumplir lo que Dios Padre había
predestinado para Él: morir en una cruz para salvar al hombre. En esto conocerá el
mundo, la sociedad en que vivimos, que somos Franciscanos.


Para el diálogo en la Fraternidad:


   1. ¿Dirigimos todas nuestras acciones cotidianas a una mayor gloria de Dios?

   2. ¿Somos motivos de escándalo con nuestra actitud dentro de nuestra comunidad
      cristiana y franciscana?

   3. ¿Procuramos buscar el bien de los demás antes que nuestro propio beneficio?

   4. ¿Seguimos el modelo de vida de San Pablo y de San Francisco?

   5. ¿Buscamos con nuestra actitud y con nuestra vida ser sembradores de amor, de
      paz y de bien en el círculo que nos rodea?




                                                                                       28
22 de febrero

                VII Domingo del Tiempo Ordinario


      Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1, 18-22)

        “¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero“si” y luego
“no”. Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado,
no fue primero “si” y luego “no”; en él todo se ha convertido en un “sí”; en él todas
las promesas han recibido un “si”. Y por él podemos responder “Amén” a Dios, para
gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto a vosotros. Él nos ha
ungido. Él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones como prenda suya, el
Espíritu .”



Reflexión

Como cristianos:

       Pablo había modificado sus proyectos de viaje; por eso en Corinto se le echó en
cara que trazaba sus planes muy a la ligera, que tan pronto decía sí a una cosa como
cambiaba de opinión y decía no, buscándose solamente a sí mismo. El Apóstol se
mostró muy sensible a este reproche, y para justificarse, acude a los principios
fundamentales de la fe cristiana. Sus enseñanzas en este fragmento nos muestran el
deber de ser veraces que tenemos los que como él y como Francisco nos sentimos
predicadores del Evangelio.

        San Pablo no niega haber cambiado sus planes; lo que niega con fuerza es haber
actuado con ligereza. Y pone a Dios por testigo. Dios es fiel; por esta fidelidad divina, y
por ser fiel a ella, se afana el Apóstol, como siervo de Dios.

        Los cristianos estamos obligados a ser veraces y sinceros basándonos en la
figura y la obra del Hijo de Dios, en el cual el “Sí” de Dios se manifestó a la historia y
al mundo. Debemos continuar nosotros, cristianos del tercer milenio, este “sí” mediante
nuestra predicación y ejemplo personal. Nuestra palabra y nuestra vida deben estar
acordes con el Evangelio que predicamos. Nuestra vida debe ser imitación de Cristo.

        Al igual que la Iglesia, la comunidad cristiana de hoy, también la comunidad de
Pablo respondía a las súplicas y cantos de la asamblea con el sonoro “Amén”, que
significa “así sea”. En este “amén” expresa la Iglesia su respuesta creyente y su
convencimiento de que las palabras de Dios son verdaderas. El de los cristianos debe ser
un “sí” a la obra de Dios. Este “sí” de la Iglesia resuena a través de Cristo, pues la
oración es eficaz por Cristo. La oración auténtica no es nunca sólo mera actividad
humana, sino que el Espíritu de Cristo, enviado al creyente, se expresa delante de Dios



                                                                                        29
en la oración. Es Cristo mismo quien transmite al Padre la oración de la comunidad,
como sumo y eterno sacerdote de su Iglesia. Y es Dios el que da su comunidad firmeza,
consistencia y unidad.

        Dios nos ha puesto su sello personal a los cristianos, una señal de
reconocimiento y protección. Por el bautismo el hombre pasa a estar puesto bajo la
protección divina. Y es el bautismo el que transmite el Espíritu de Dios, cuya presencia
se irá confirmando en nosotros a lo largo de nuestras vidas.


Como Franciscanos Seglares:

       En hebreo “Amén” designa la solidez del granito. Jesucristo es el Amén de Dios.
Y Francisco de Asís es el Amén de Cristo. Por eso nosotros, los Franciscanos Seglares,
debemos ser el Amén de Francisco. En la solidez de Cristo, de San Pablo y de San
Francisco podemos nosotros apoyarnos para decir “sí” a Dios, un sí sin reservas, sin
condiciones, aunque a veces decir este sí resulte muy difícil.

       Timoteo y Silvano fueron discípulos de Pablo, igual que nosotros lo somos de
Francisco de Asís, el servidor de Cristo. Y Cristo es el “sí” de Dios, la Palabra que Dios
mantiene y lleva a la plenitud para que en ella se cumplan todas sus promesas. El “sí”
de Dios, que es Cristo proclamado supone nuestro “sí” a la Iglesia, de la que los
Franciscanos Seglares formamos parte, a la que pertenecemos como miembros del
cuerpo de Cristo, y de la que debemos participar activamente.

        Pablo se sentía unido a los corintios en Cristo y en el Espíritu. Los cristianos nos
sentimos unidos a Cristo y a su Iglesia por su palabra y por el bautismo. Francisco se
sentía unido a sus hermanos por el don de la fraternidad. Los Franciscanos Seglares nos
sentimos unidos a la Orden por el don de nuestra profesión. Y es que existe una íntima
comunión de todos los convocados por Dios en Jesucristo, señalados con el Espíritu y
ungidos con el carisma franciscano.


Para el diálogo en la Fraternidad:


1. ¿Cambiamos constantemente de actitud con respecto a las cosas de Dios y de la
Iglesia?

2. ¿Estamos dispuestos a decir un “sí” rotundo a la llamada de Dios,
comprometiéndonos a ser los mensajeros de su Evangelio?

3. ¿Nos sentimos unidos a Dios por Cristo?

4. ¿Nos sentimos unidos de corazón y de obras a Francisco por nuestra profesión?

5. ¿Es nuestra vida un “Amén”, un cántico de alabanza a Dios por todo aquello que nos
   ofrece?

6. ¿Notamos la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida?


                                                                                         30

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Formación sobre San Pablo

  • 1. ÍNDICE - Presentación………………………………………………………………….Página 2 - Tema 1: San Pablo: el Apóstol de los gentiles. Vida y ministerio……..……Página 3 - Tema 2: Líneas generales de las Cartas de San Pablo…………………….…Página 8 - Tema 3: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de enero…….Página 12 - Tema 4: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de febrero…...Página 21 - Tema 5: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de marzo……Página 31 - Tema 6: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de abril…….…...Página - Tema 7: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de mayo….….…Página - Tema 8: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de junio…..…….Página - Tema 9: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de octubre……...Página - Tema 10: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de noviembre…Página - Tema 11: Las lecturas de las Cartas de San Pablo. Domingos de diciembre….Página 1
  • 2. PRESENTACIÓN “De Pablo aprendemos que la persona de Jesús ha de ser el centro de la vida del cristiano” (Benedicto XVI) El presente plan de formación ha sido pensado única y exclusivamente para su puesta en común, tras su lectura y reflexión, entre todos los miembros de las Fraternidades de la Orden Franciscana Seglar de la Zona Castellana de San Gregorio Magno. Y nada mejor que este año, en el que celebramos el bimilenario del nacimiento del Apóstol de los gentiles, de San Pablo, que dedicar nuestra formación a un conocimiento en mayor profundidad del mensaje paulino. El esquema a seguir es muy sencillo. Se trata de reflexionar el mensaje que en la lectura de la eucaristía de cada domingo que, a lo largo de este año 2009, nos trasmite San Pablo. Empieza nuestro plan de formación con una breve biografía de San Pablo, que nos acercará a su figura y a su tiempo. Después, 10 temas (cada uno de ellos contendrá las epístolas de los domingos del mes menos los dos primeros, que tratarán sobre la vida de San Pablo, su espiritualidad y una breve descripción del contexto en el que fueron escritas sus cartas para que comprendamos mejor la riqueza del contenido que de ellas se desprende), nos irán introduciendo en el mensaje paulino. Cada tema empieza con una oración, que ya en sí misma, nos sirve para una pequeña meditación. Seguidamente se encuentra expuesta la lectura. A continuación encontramos la explicación de la misma desde un punto de vista cristiano en general y desde un punto de vista más franciscano, aplicable a cada uno de nosotros, los Franciscanos Seglares de nuestras Fraternidades castellanas. Por último, el tema concluye con cinco preguntas que nos ayudarán a guiar la meditación sobre todo lo tratado. Y es que parece apropiado centrarnos en este Año Paulino en la labor evangélica del Apóstol, pues, analizando en profundidad su mensaje, podremos observar que tiene mucho que ver con San Francisco de Asís. Y es que, en efecto, al igual que San Pablo se dedicó en cuerpo y alma a la difusión del Evangelio de Cristo entre judíos y gentiles, Francisco de Asís trató de llevar el Reino de Dios a quien se dejara seducir por tan grata noticia. Si misionera fue la labor de Pablo, no menos lo fue la de Francisco, que incluso no dudó en poner en peligro su vida en tierras sarracenas, como también lo había hecho San Pablo en multitud de ocasiones, para llevar la palabra de Dios a los confines de la tierra. Y precisamente ésta es nuestra labor: los Franciscanos Seglares del siglo XXI debemos ser como Pablo, como Francisco, apóstoles de nuestra tierra, apóstoles de nuestro tiempo, para que con nuestra palabra y con nuestras obras sepamos demos testimonio de nuestro ser cristiano y de nuestro carisma franciscano. 2
  • 3. TEMA 1 ORACIÓN “¡Oh Dios! Somos uno contigo. Tú nos has hecho uno contigo. Tú nos has enseñado que si permanecemos abiertos unos a otros, Tú moras en nosotros. Ayúdanos a mantener esta apertura y a luchar por ella con todo nuestro corazón. Ayúdanos a comprender que no puede haber entendimiento mutuo si hay rechazo. ¡Oh Dios! Aceptándonos unos a otros de todo corazón, plena y totalmente, te aceptamos a ti y de damos gracias, te adoramos y te amamos con todo nuestro ser, Porque nuestro ser es tu ser, nuestro espíritu está enraizado en tu espíritu. Llénanos, pues, de amor y únenos en el amor conforme seguimos nuestros propios caminos, unidos en este único Espíritu que te hace presente en el mundo y te hace ser testigo de la suprema realidad que es el amor. El amor ha vencido. El amor es victorioso. Amén” 3
  • 4. San Pablo: el Apóstol de los gentiles. Vida y ministerio. Introducción En este tema repasamos brevemente la vida de San Pablo, el Apóstol de los gentiles. En este pequeño resumen hablamos de su vida y de sus viajes, de los muchos avatares que tuvo que sufrir para poder cumplir la misión a la que había sido llamado: la difusión del Reino de Dios y del mensaje del Evangelio de Cristo. Varios siglos después, otro hombre, Francisco de Asís, sería el nuevo Pablo de su tiempo. Ninguno de los dos escatimó esfuerzos y sacrificios para poder llevar a cabo la difusión del estilo de vida que les había sido encomendada: seguir a Jesucristo. Pablo nació en Tarso, en Cilicia, de un padre que era ciudadano romano, en el seno de una familia muy ligada a las observancias fariseos. Dado que pertenecía a la tribu de Benjamín, se le dio el nombre de Saúl (o Saulo) que era común en esta tribu en memoria del primer rey de los judíos. Como era ciudadano romano, también llevaba el nombre latino de Pablo (Paulo). Para los judíos de aquel tiempo usual tener dos nombres: uno hebreo y otro latino. Por eso fue natural que, al inaugurar su apostolado entre los gentiles, Pablo usara su nombre romano. Pronto el joven Saulo aprendió a hacer tiendas de lona, ya que todo judío que se precisas, había de enseñar un oficio a su hijo. Era aún muy joven cuando fue enviado a Jerusalén para recibir una buena educación en la escuela del prestigioso Gamaliel. Tras la muerte de Jesús, hacia el año 33, comenzaron a formarse grupos de seguidores de su persona y estilo de vida. Pablo de Tarso fue un activo perseguidor de estas comunidades, pues se consideraba fiel defensor de la fe y tradición judía. Sin embargo, hacia el año 36 experimentó un cambio radical en su vida. Camino de Damasco, donde iba a exterminar a los cristianos, se le apareció Cristo, quien le dijo que por qué lo perseguía. Quedó ciego ante esta visión. Ya llegado a Damasco, recuperó la vista, tanto la física como la espiritual. Sufrió una gran transformación interna y, de feroz perseguidor, pasó a ser el más acérrimo defensor del naciente cristianismo. Tras su conversión y bautismo, empezó a predicar el Evangelio de Cristo a los judíos. Después se retiró a Arabia, pero vuelto a Damasco, las intrigas de los judíos le obligaron a huir. Fue a Jerusalén a ver a Pedro, pero se quedó solamente quince días porque los griegos amenazaban su vida. A continuación pasó a Tarso, y allí se le pierde el rastro durante seis años. Bernabé fue en busca suya y lo trajo a Antioquía, donde trabajaron juntos durante un año con un apostolado fructífero. También juntos fueron a Jerusalén a llevar las limosnas para los hermanos de esta zona, debido a la hambruna que estaban padeciendo. 4
  • 5. Este período de doce años (años 45-47), fue el más activo de su vida. Comprende tres grandes expediciones apostólicas, en las que Pablo realizó su misión entre los pueblo. a. Primera misión: Enviado por el Espíritu para la evangelización de los gentiles, Bernabé y Saulo embarcaron con destino a Chipre. Más tarde eligieron Asia menor para su campo de apostolado, hasta llegar a Antioquía. La estancia de los dos misioneros en esta zona fue la suficientemente larga para que la palabra del Señor fuera conocida en todo el país. Cuando los judíos consiguieron con sus intrigas un decreto de destierro para ellos, continuaron hacia Iconium, donde encontraron la misma persecución por parte de los judíos y la misma acogida por parte de los gentiles. La hostilidad de los judíos los forzó a buscar refugio en Listra. Aquí, lo judíos, apedrearon a Pablo y lo dejaron por muerto, aunque él consiguió escapar. Tras muchos avatares, volvieron los dos apóstoles a Antioquía, en donde fueron recibidos con muestras de gozo y de acción de gracias, pues gracias a su labor, Dios había abierto las puertas de la fe al mundo de los gentiles. El problema del estatuto de los gentiles en la Iglesia se hizo entonces sentir en toda su crudeza. Algunos judeocristianos que venían de Jerusalén reclamaron que los gentiles fueran sometidos a la circuncisión y tratados como los judíos tratan a los que defendían esta nueva doctrina. Pablo y Bernabé protestaron y se decidió convocar una reunión en Jerusalén para resolver el asunto. Al final se decidió que los gentiles estaban exentos de la ley de Moisés. b. Segunda misión: En esta ocasión Pablo rechazó a Marcos, con el que ya había compartido antes algunas de sus andanzas, como compañero de viaje. Así pues, Bernabé partió con Marco y Pablo escogió a Silas (Silvano), un ciudadano romano como él y miembro influyente en la Iglesia de Jerusalén, y partieron para Antioquía con el mismo fin que la misión anterior: anunciar el Reino de Dios y el mensaje de Cristo. Llegó a suelo europeo, donde utilizó las métodos de predicación que había utilizado desde el principio: concentró sus esfuerzos en las grandes ciudades, desde las que la fe se extendería hacia ciudades de segundo rango y, finalmente, a las áreas rurales. Allí donde encontraba una sinagoga, empezaba a predicar en ella a los judíos y prosélitos que estaban de acuerdo en escucharlo. Cuando la ruptura con los judíos era inevitable, fundaba una nueva iglesia con sus seguidores. Permanecía entonces en la misma ciudad hasta que se declarase una persecución contra él, normalmente instigada por los judíos. c. Tercera misión: El destino del tercer gran viaje de Pablo fue Éfeso, donde Aquila y Priscila lo esperaban. Él ya les había prometido a los efesios volver a evangelizarlos si tal era la voluntad de Dios. Su manera de proceder permaneció intacta: para ganarse la vida y no ser una carga para los fieles, tejía todos los días durante muchas horas la lona de las tiendas, el oficio que había aprendido de joven, lo que no le impedía predicar el Evangelio. Como de costumbre, empezó en esta misión en la sinagoga, donde tuvo éxito durante los primeros meses. Después enseñó diariamente en un aula puesta a su disposición por un seguidor de la causa de Cristo. Así vivió por dos años de tal forma que todos los habitantes de Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra de Dios. Durante esta misión volvió a tener que sufrir muchos contratiempos y obstáculos, como de nuevo la envidia de los judíos y las supersticiones de los paganos. Pero con su tenacidad y su capacidad de entrega fueron todos superados. 5
  • 6. Volvió a Jerusalén, y de ahí empezaría una peregrinación que lo llevaría a su muerte por Cristo en Roma. Cuando los judíos acusaron en falso a Pablo de haber introducido a los gentiles en el templo, el populacho maltrató al Apóstol, y, cubierto de cadenas, fue encarcelado en la fortaleza Antonia. Encadenado durante dos años en Cesaréa, el gobernador quiso enviarlo de nuevo a Jerusalén, pero Pablo apeló al César, por lo que su causa sólo podía ser despachada en Roma. Este viaje de Cesaréa a Roma fue descrito por San Lucas. No hay duda de que Pablo terminó su juicio en la ciudad eterna siendo absuelto. Desconocemos la mayoría de los acontecimientos de la vida de Pablo en estos últimos años. Sabemos que deseó pasar por España, y es más que probable que realizase un viaje a nuestra tierra. Más tarde pasó por Creta, fundando nuevas iglesias, cuyo cuidado y organización dejó en manos de Tito. Después fue a Éfeso y rogó a Timoteo que permaneciera con los fieles de esta ciudad hasta su vuelta de Macedonia. El episodio de su nuevo arresto es oscuro. En Éfeso lo abandonaron todos los que él creía que siempre le serían fieles. Enviado a Roma para ser juzgado, creía que toda esperanza estaba ya perdida. Finalmente Pablo sufrió el martirio cerca de Roma, a tres kilómetros de la actual Basílica de San Pablo Extra Muros, lugar donde fue enterrado. El martirio tuvo lugar hacia el fin del reinado de Nerón. Su predicación quedaba sellada con su sangre. Pablo se convertía así en mártir de Cristo. De ser un cruel perseguidor de los cristianos, su encuentro con Cristo le hizo que se le cayera la venda que siempre había llevado en sus ojos. Un cambio radical que lo transformó en el mensajero de Cristo, como Francisco hizo doce siglos después, en el apóstol que no dudó en poner en peligro constante su vida para llevar el Reino de Dios, el Evangelio de Cristo, a los confines de la tierra. Doce siglos más tarde, Francisco de Asís haría lo mismo. Reflexión Como cristianos: Pablo siguió la voz de Cristo que lo llamó. Cayó del caballo y quedó ciego. Esa ceguera no es sino un símbolo de no querer ver a Dios, de no querer ver el Reino. Nosotros, como cristianos de hoy, también estamos un poco ciegos. Cerramos los ojos ante las injusticias del mundo que nos rodea; cerramos los ojos ante la pasividad que vamos mostrando, nosotros mismos, ante las cosas de la Iglesia. Nos mantenemos impasibles ante los ataques injustificados que se cometen contra ella, ante la corriente de laicismo que nos azota con fuerza. En nuestra sociedad se lleva “pasar” de la Iglesia. Como San Pablo, debemos ser los apóstoles de hoy, tenemos que hacer que se nos caiga la venda de los ojos, que Cristo nos haga ver la luz que brilla desde su rostro y nos haga comprender y hacer comprender que el mensaje que predicó hace dos mil años sigue teniendo la misma frescura y la misma actualidad que siempre, que la justicia, el amor, la solidaridad, el perdón y la caridad, principales valores evangélicos, son cosas que nos “pasan” nunca de moda. Nuestra misión hoy es luchar como Pablo, hacernos todo a todos para ganar a todos a la causa de Cristo. Somos conscientes de nuestras limitaciones, pero con la ayuda de Dios todo se puede. 6
  • 7. Como Franciscanos Seglares: Como Pablo, Francisco de Asís también oyó la voz de Cristo que lo llamó. También a los Franciscanos Seglares del siglo XXI Cristo nos sigue llamando. Ya nos llamó con fuerza al sentir en nosotros el don de la vocación franciscana. Y nos llama cada día, dentro de nuestro carisma, a que nos comprometamos con la labor que nos ha sido encomendada: mostrar el Reino de los cielos aquí en la tierra. Es difícil nuestra tarea, somos humanos y tenemos muchos fallos, y, además, el momento histórico y la sociedad en la que vivimos no ayudan demasiado. Pero debemos hacernos fuertes, como San Pablo, como San Francisco, quienes nunca dudaron de la promesa divina. No dudemos tampoco nosotros. Sólo así, con nuestro quehacer callado y silencioso, con nuestra labor cotidiana de cada día, daremos testimonio de Cristo crucificado en el mundo de hoy. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Tenemos una venda en los ojos, como San Pablo, y no queremos ver lo que nos rodea? 2. ¿Somos conscientes de la misión que tenemos encomendada como cristianos y como Franciscanos Seglares? 3. ¿Hasta donde estamos dispuestos para cumplir con nuestra misión evangelizadora? 4. ¿Nos rendimos fácilmente ante las dificultades, aunque tengamos presente los ejemplos de vida de Pablo y Francisco? 5. ¿Qué pensamos de quienes han sellado con su sangre el ser discípulos de Cristo y de Francisco? 7
  • 8. TEMA 2 ORACIÓN “Tan sólo a Ti, Dios mío, puedo dirigirme, pues nadie más me entendería. No puedo llevar a nadie en este mundo a la nube en la que yo habito a tu luz, es decir, a tu oscuridad, en la que me siente perdido y desorientado. No puedo explicar a nadie la angustia que es tu alegría, ni la pérdida que es poseerte, ni la distancia de todas las cosas que supone llegar a Ti, ni la muerte que es nacer a Ti, porque no sé nada de todo eso por mí mismo. Todo cuanto sé es que querría que esto terminara… Y que hubiera comenzado. Tú lo has contradicho todo. Me has dejado en tierra de nadie. Me has tenido yendo arriba y abajo todo el día bajo esos árboles, diciéndome una y otra vez: “Soledad, soledad” Y te has vuelto en redondo Y has arrojado el mundo entero sobre mi regazo. Y me has dicho: “Déjalo todo y sígueme”. 8
  • 9. Líneas generales de las Cartas de San Pablo Introducción: Tratamos en este segundo tema unas pinceladas que hablan de la misión apostólica de San Pablo, de su ministerio, así como un trazado general de sus cartas, exponiendo el contexto en el que fueron escritas, a quien iban dirigidas y el momento histórico en el que se compusieron, datos todos ellos necesarios para comprender el mensaje que se transmite en cada uno de los fragmentos de los que se compone el presente plan de formación, pues algunas de las cosas que hoy nos pueden parecer algo desfasadas, si tenemos en cuentas los factores históricos en los que se compusieron, cobran el dinamismo necesario que las hace aplicables a los tiempos que hoy vivimos. Carta a los Efesios Esta Carta, más que estar dirigida a una comunidad concreta y determinada, parece haber sido en su origen una circular destinada a las iglesias de la región en quela ciudad de Éfeso estaba situada. Con ella se pretendía recordar la doctrina de Pablo sobre Cristo y la Iglesia, pero actualizándola y aplicándola a las nuevas situaciones que estaban viviendo aquellas comunidades. La Carta está dividida en dos grandes partes fundamentales: la primera presenta el Misterio de Dios en Cristo, revelado en la Iglesia. Gracias a Cristo, todos los hombres están llamados y predestinados a la salvación. La segunda parte es una larga exhortación a los bautizados acerca de cómo tiene que ser y desarrollarse la vida cristiana auténtica, tanto en el plano familiar como en el social. Carta a los Colosenses Esta Carta es complementada por la anterior, pues lo que hace en ésta es tratar los mismos temas que posteriormente desarrollaría con mayor profundidad en la de los Efesios. Desde siempre se ha intentado dar una explicación desde la razón al Misterio de Cristo, pero este misterio escapa a nuestra razón, no puede ser expresado con palabras, es un misterio cuya presencia se siente, pero no puede ser descrita con una fórmula exacta. Pablo, con esta Carta, reacciona ante esa actitud, considerándola inaceptable para un cristiano. San Pablo presenta aquí a Cristo como Salvador único y definitivo de todos los hombres. Su lugar no puede ser ocupado por nadie. En esta misma Carta se presenta también la Iglesia de Cristo desde una perspectiva teológica: como el cuerpo glorioso de Cristo a través del que se salvará toda la humanidad. 9
  • 10. Carta a los Corintios Cuando Pablo llega a Corinto, estaba enfermo y debilitado. Era pobre y carecía de recursos. Se creía en la obligación de ganar el sustento con sus manos para no ser gravoso a nadie. En Corinto encontró al matrimonio de Aquila y Priscila, en cuyo taller se puso a trabajar en la fabricación de tiendas. Además de esto, recaía sobre él la preocupación por todas las comunidades que había fundado y que tanto necesitaban todavía de sus cuidados. No podía quedarse personalmente en todas ellas, sino solamente procurarles ayuda con mensajes y cartas. Pablo llegó, además, tímido, pues en Atenas apenas había conseguido nada. ¿Encontraría el Evangelio oyentes en Corinto? Corinto era la capital de la provincia romana de Acaya, una gran ciudad que conectaba Oriente con Occidente. Los corintios deseaban que se les predicara el Evangelio de una forma sabia y culta, con dominio de la palabra. A Pablo le costó mucho esfuerzo restablecer la unidad de esa Iglesia, pues existían diferentes grupos dentro de ella que discutían entre sí. A pesar de todo, San Pablo logró a lo largo de su trabajo misionero de año y medio reunir en Corinto una gran y floreciente comunidad cristiana. Tras abandonar esta ciudad, se dirige a los corintios en múltiples cartas en los que resuelve conflictos de orden moral sobre el moral sobre el matrimonio, el celibato, o diversas cuestiones sobre la resurrección. Reflexión Como cristianos: La Carta a los Efesios complementa la Carta que Pablo dirigió a los colosenses. Las grandes líneas del Misterio de Cristo presentadas en la Carta anterior se amplifican y agrandan en esta Carta a los Efesios, en la que la mirada de San Pablo se centra sobre todo en el Misterio de la Iglesia: cuerpo de Cristo. En el momento histórico que nos ha tocado vivir, en el que la Iglesia parece estar particularmente desacreditada a causa de la mediocridad de nosotros mismos, de los cristianos, la visión que el Apóstol tiene de la Iglesia es estimulante para responder al compromiso cristiano de la misión que como Franciscanos Seglares se nos ha encomendado. Pablo intenta en estas Cartas responder a preguntas centrales que ya se hacían los primeros cristianos, como ¿quiénes somos nosotros con respecto a Cristo? San Pablo da una respuesta contundente: somos el cuerpo de Cristo. Los cristianos de ayer y de hoy formamos con Cristo una unidad, de tal forma que ente la cabeza, que es Cristo, y sus miembros, que somos nosotros, existe un compromiso por el Reino. Así como no existe un cuerpo sin su cabeza, tampoco existe una cabeza sin su cuerpo. Cristo se vale de nosotros, los cristianos, para llevar a cabo su misión, su mensaje, al mundo de hoy, al nuestro. Como Franciscanos Seglares: San Pablo afirma siempre en sus Cartas que los cristianos no deben evadirse de los problemas de la vida, como tampoco deben dejarse esclavizar por poderes terrenales como los poderes políticos, económicos, sociales, etc. Es ésta la misma doctrina que predica San Francisco con su palabra y con su ejemplo. Tanto Pablo como Francisco consideran que Dios ha liberado al hombre por medio de Cristo para que cada uno 10
  • 11. pueda asumir libremente sus propias responsabilidades ante el mundo en que vivimos. Los Franciscanos Seglares estamos llamados en Cristo y en su cuerpo que es la Iglesia, toda clase de divisiones. Los Franciscanos estamos llamados en Cristo y gracias a la mediación de la Iglesia, a ser verdaderos hermanos, estamos llamados a construir junto a Francisco una Fraternidad Universal, la Fraternidad de todos los hombres. Debemos hacernos hombres nuevos cada día, comprometiéndonos a renovarnos cada día para intentar vivir nuestro carisma con nuestra vida, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo. En la Iglesia debe realizarse una profunda unidad. Unidad que nos es uniformidad, sino mezcla enriquecedora de todos los dones, gracias y carismas, entre ellos el nuestro, el franciscano. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Consideramos, como Pablo, que todos los cristianos formamos el “cuerpo de Cristo”? 2. ¿Sentimos miedo a que no sepamos cómo difundir el Evangelio de Cristo? 3. ¿Deseamos como Francisco y Pablo vencer todas las divisiones internas en la Iglesia para crear una gran familia, la gran familia de los Hijos de Dios? 4. ¿Seguimos las pautas marcadas por San Pablo y San Francisco para llevar a cabo una vida coherente con el mensaje y el carisma que deseamos transmitir? 5. ¿Estamos de acuerdo con las normas de vida que marca la Iglesia actualmente? 11
  • 12. TEMA 3 ORACIÓN “ ¿Estarás dispuesto, Señor Jesús, a darme tu vida, como me has dado tu concepción?… Él me responde: Te doy mi concepción y mi vida en todas sus etapas: infancia, niñez, adolescencia, juventud. Te lo doy todo: hasta mi muerte y resurrección, mi ascensión y el mismo Espíritu Santo. Para que mi concepción limpie la tuya, mi vida informe la tuya, mi resurrección anticipe la tuya, mi ascensión prepare la tuya, y el Espíritu acuda en auxilio de tu debilidad. De este modo verás con toda claridad el camino que debes seguir, las cautelas que debes tomar, y la patria a donde te diriges. En mi vida reconocerás la tuya. Yo recorrí las sendas seguras de la pobreza y obediencia, de la humildad y paciencia, de la caridad y misericordia. Toma tú también estos sendero, y no te desvíes ni a derecha ni a izquierda. Con mi muerte te concederé mi justicia, destrozaré el yugo de tu esclavitud, aniquilaré los enemigos que te acechan en el camino o junto a él, y no se atreverán a molestarte. Y después de hacer todo esto volveré a mi casa, de donde vine, para que me vean aquellas otras ovejas que quedaron en el monte y que dejé allí por ti; no para guiarte hacia allí, sino para llevarte yo mismo nuevamente allí”. 12
  • 13. 4 de enero II Domingo del Tiempo de Navidad Introducción En este tema vamos a centrarnos en las epístolas que las eucaristías dominicales nos ofrecen sobre los escritos de San Pablo: fragmentos de las cartas a los Efesios y a los Corintios. En ellas el Apóstol habla de nuestra predestinación, marcada por Dios en nosotros en la persona de su Hijo. Pablo da gracias al Padre por el don de los hermanos, lo mismo que Francisco. También se centra en cuestiones corporales, diciéndonos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Finalmente nos incita a que no nos ceguemos por el brillo que desprenden los bienes materiales, pues lo verdaderamente importante es lo relativo al espíritu, lo que nos lleva a Dios, lo único que no pasa, lo eterno. Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Efesios (3-16. 15-18) “Bendito sea Dios, Padre nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por eso yo, que he oído hablar de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor a todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, recordándoos en mi oración, a fin de que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos.” Reflexión Como cristianos: Este texto es claramente una oración de alabanza. Comienza invocando a Dios y continúa haciendo memoria de las maravillas que ha hecho a favor de su pueblo. Y al hacer memoria de las bendiciones y beneficios de Dios, San Pablo destaca especialmente la elección de la que hemos sido objeto: antes de la creación del mundo, para que viviésemos como hijos queridos en la presencia del Padre. Se trata de una elección hecha mediante la persona de Cristo, hecha a través de Jesús, que es el Hijo. Por tanto, como hijos de Dios que somos, también somos herederos de todos los bienes de su reino. Nuestra unión con Cristo, del que somos hermanos, mantiene en nosotros viva la esperanza de alcanzar todos estos bienes, aunque la plena posesión de la herencia prometida sólo será posible después de la resurrección. 13
  • 14. El fragmento de esta Carta nos presenta cuál es el plan de Dios desde antes de la creación. El plan de dios para el hombre, enfocando todo ello en un tono de adoración y acción de gracias al Padre de todas las criaturas. San Pablo nos dice que, sin Cristo, la humanidad sería un caos; pero Cristo lo ilumina todo, lo santifica, lo plenifica. Lo que certifica a Pablo que los fieles viven como cristianos es la fe en Jesús y la unión hacia todos los consagrados por medio de la oración. San Pablo afirma que los tiene presentes en sus oraciones. Les pide que progresen más en su oración: que Dios les conceda sabiduría para conocerle mejor, que ilumine sus ojos, que los llene de esperanza para que crean en la gloria que Dios les concederá como herencia. Como Franciscanos Seglares: San Pablo escribe esta carta siguiendo los dictados de su corazón. El recuerdo de estos fieles de la ciudad de Filipos, los primeros cristianos de Europa, lo llena de emoción y de alegría. Les dice que deben ser santos e irreprochables ante Dios por el amor. Y es que la comunidad cristiana, la Iglesia, debe realizarse y alimentarse de amor para mantenerse viva. La comunidad cristiana debe ser amor. Y esto, aplicado a nuestra Orden, nos viene como anillo al dedo. Francisco vivió el amor a Dios y al prójimo como lo había propuesto Jesucristo, por eso sus fraternidades fueron nidos de amor. El cristiano, el Franciscano Seglar es amor, como Dios. Nuestras Fraternidades han de convertirse en lugares desde donde el amor se irradie a los demás. Si tuviéramos una visión de Cristo y de la Iglesia como la que tenía San Pablo, los Franciscanos Seglares no necesitaríamos muchas más motivaciones para intentar vivir como verdaderos cristianos y ser sus testigos en el mundo, para difundir nuestro carisma y dar noticia del Reino de Dios entre los hombres de hoy. El Apóstol nos confirma que Dios nos ha predestinado, nos ha escogido a nosotros, a los cristianos, para que seamos su pueblo y para que seamos los instrumentos para llevar adelante su propósito en el mundo. Y Francisco de Asís confió en nosotros, en los Franciscanos Seglares, para continuar su obra, la obra de Dios, la construcción del Reino en el mundo. Y, aunque creamos que no somos capaces de llevar a cabo la misión que Cristo y Francisco nos encomendaron, tenemos que pensar que no conocemos los caminos de Dios, pero sí podemos estar seguros de su sabiduría. Si Él nos confió esta misión, es porque sabe que con su ayuda podemos llevarla a cabo. Debemos hacerlo. Debemos comprometernos en y con el mundo que tenemos alrededor. El mundo es nuestro claustro. Los Franciscanos Seglares somos elegidos por Dios porque estamos en Cristo, porque estamos en Francisco. Como Pablo, Francisco también da gracias por el don de los hermanos, por la fe y el carisma compartido. Francisco da gracias por nosotros, por los Franciscanos Seglares. Nosotros ya conocemos a Cristo y lo seguimos. Pero, como ya lo hizo San Francisco de Asís, nuestro Padre y modelo, podemos profundizar mucho más en esta fe, 14
  • 15. hasta que llegue a ser el motor de nuestro amor y fuente de esperanza que ilumine nuestra vida para poder comunicarla a los que entren en contacto con nosotros. Como Pablo. Como Francisco. Como Clara. En eso conocerán que somos cristianos comprometidos. En eso conocerán que somos Franciscanos Seglares auténticos. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Damos gracias a Dios por el don de la Fraternidad? 2. ¿Nos sentimos señalados por Dios para anunciar su Reino? 3. ¿Somos conscientes de la herencia que se nos tiene prometida? 4. ¿Qué hacemos nosotros para difundir el mensaje de Cristo entre los hombres de nuestro tiempo, como lo hizo Pablo con los del suyo? 5. ¿Nos sentimos hermanos de Cristo y de Francisco de Asís? 15
  • 16. 18 de enero II Domingo del Tiempo Ordinario Comienzo del Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos Jornada Mundial de las Migraciones Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (6, 13c-15a. 17-20) “El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre, queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica, peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprando pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!” Reflexión Como cristianos: El cuerpo es la expresión personal del hombre. San Pablo se remonta a más altas cimas: el cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor. La pertenencia total al Señor determina la idea que el Apóstol tiene de sí mismo y piensa que lo mismo debería ocurrir en cada cristiano. Y además Pablo afirma que el “Señor para el cuerpo”. Debemos tomar en serio la entrega que el Señor nos hace de su cuerpo en la eucaristía, sólo así veremos que nuestro cuerpo es del Señor y a su vez el Señor nos entrega su cuerpo. Esto nos hará entender que si el Dios resucitó a Cristo, también nos resucitará a nosotros en nuestra corporeidad. Por eso, todo abuso del cuerpo es un ataque a los derechos del Señor, como si se tratara de su propio cuerpo. Con esta Carta San Pablo se refiere a la prostitución, que era una práctica habitual en Corinto. Pablo afirma que la lujuria no sólo ocurre en el cuerpo, sino con el cuerpo. Y para el Apóstol de los gentiles el cuerpo de los bautizados es un templo del Espíritu Santo. Como templos, los bautizados pertenecemos enteramente a Dios, no a nosotros mismos. Hemos pasado a ser de Dios, porque Dios pagó por nosotros un alto precio: entregó a su propio Hijo por nosotros en la muerte de cruz que padeció. Nuestro cuerpo pertenece a Cristo, del mismo modo que los miembros pertenecen a un cuerpo; el Espíritu Santo habita en él, y, por tanto, el mismo Dios habita en nosotros y puede y debe ser glorificado a través de todas las cosas. 16
  • 17. Como Franciscanos Seglares: Como Franciscanos Seglares que somos, debemos comprender que también la sexualidad pertenece a Cristo, que ha redimido el cuerpo. Se necesita comer par vivir, pero la vida no está orientada a la comida. De igual manera, las funciones sexuales tienen una finalidad dentro del plan del Creador, pero la vida entera no está orientada a ellas. El cuerpo pertenece a Cristo y, por tanto, es sagrado. El Franciscano Seglar debe velar contra ese proceso de desacralización que afecta y rebaja la dignidad del cuerpo humano. No debemos ser esclavos de nuestro cuerpo, puesto que la presencia del Espíritu de Dios recibido en el bautismo, hace que el cuerpo humano sea un templo en el que se puede honrar a Dios. San Pablo, como San Francisco, consideran que la vida sexual también entra dentro de la salvación, puesto que va ligado al hombre, y el hombre está ligado, por Cristo, a Dios Padre. San Francisco consideraba que existía una íntima unión entre el cuerpo y el Señor, que el cuerpo participa en la salvación de Cristo. Que el cuerpo se une al alma para conformarnos como personas. San Francisco nos dice que es falso pensar que el alma está destinada a la inmortalidad y el cuerpo a la corrupción. No. También los cuerpos resucitarán. No debemos menospreciar nuestro cuerpo, pero tampoco divinizarlo. Con el cuerpo podemos y debemos dar culto a Dios, animados por el Espíritu que nos ha sido dado. En definitiva: cuerpo y alma en el hombre crean una combinación indisoluble. Tanto con el cuerpo como con el alma, el Franciscano Seglar debe dar gracias a Dios. Con nuestro cuerpo, que es templo del Espíritu Santo, debemos contribuir a crear un mundo justo, un mundo más solidario, un mundo mejor. Nada mejor que esta Jornada de las Migraciones. De nuestro cuerpo de Franciscanos Seglares ha de valerse Dios para mostrar su misericordia a tantos y tantos miles de personas que tienen que escapar de las miserias su tierra y llegan a la nuestra en busca de oportunidades. De nuestro cuerpo Cristo se vale para prestar ayuda y auxilio a esas personas que necesitan de nuestras manos, de nuestras piernas, de todo nuestro ser para poder iniciar aquí una vida más digna. También hoy comienza el Octavario de la Oración por la Unidad de los Cristianos. No sólo con nuestra alma, sino también con nuestro corazón y con nuestra boca, que forman parte de nuestro cuerpo, oremos, unidos a Francisco de Asís, a Dios Padre por todos los que deseamos, de una forma u otra, hacer llegar su nombre a todos los confines de la tierra. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Consideramos nuestro cuerpo como propiedad de Cristo? 2. ¿Sentimos que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? 3. ¿Crees que Dios se sirve de nuestro cuerpo para ayudar a los inmigrantes? 4. ¿Sentimos que nuestro cuerpo está en íntima unión con Cristo y que Él nos da el suyo en la Eucaristía? 5. ¿Cómo podemos con nuestro cuerpo contribuir a la Oración por la Unidad de los cristianos? 17
  • 18. 25 de enero III Domingo del Tiempo Ordinario Jornada de la Infancia Misionera Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (7, 29-31) “Os digo esto: el momento es apremiante. Queda como salutación: que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que están alegres, como si no estuvieran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él; porque la presentación de este mundo se termina.” Reflexión Como cristianos: San Pablo dirige su mirada hacia lo que tiene una validez universal. Cabe pensar que el fin del mundo está cercano. Y es que tenemos que partir del hecho de que en ese tiempo se pensaba que Cristo volvería muy pronto, por lo que era lógico organizar la vida en función de algo que iba a terminar próximamente. Pero, ¿estas frases tienen vigencia después de que el mundo se ha prolongado veintiún siglos más desde que lo dijo el Apóstol? Podemos afirmar que sí, que sigue siendo vigente. El mundo se encuentra situado ente la primera y la segunda venida del Señor, todavía por acontecer, y por eso, lo que dijo San Pablo, era tan válido entonces como lo es en la actualidad. Y este texto sigue siendo actual porque el encuentro de cada uno con el Señor puede ocurrir en cualquier momento: los accidentes, las enfermedades, etc, nos pueden hacer encontrarnos con Dios definitivamente en cualquier momento. Y aunque esto no resulte hoy en día muy popular, no deja de ser cierto. Ahora bien, ¿qué quiere decir Pablo con que los que tienen mujer se comporten como si no la tuvieran? En ningún caso significa la renuncia al matrimonio, que es un vínculo hecho en Dios, ni tampoco un comportamiento que no cuide en absoluto del esposo o de la esposa. Lo que San Pablo nos quiere decir es que no debemos estar tan sometidos a las otras personas que no podamos vivir sin ellas, que debe crearse un espacio de libertad personal entre ellos. Cuando habla de los que lloran, ¿a qué se refiere? Simplemente a todos aquellos que sienten siempre en sí mismos las angustias de la existencia, que sienten impotencia por las injusticias de que son víctimas, que sienten dolor ante los malos tragos que la vida nos hace pasar a veces. San Pablo no prohibe las lágrimas a nadie, es más, él mismo confiesa haberlas derramado en ocasiones cuando las cosas no le iban bien. Pero 18
  • 19. tampoco prohibe a los dichosos su alegría. Ambas cosas son humanas, y, por tanto, forman parte del cristiano. Lo único que Pablo pretende hacernos es una invitación a superar los males del presente de tal modo que entremos, libres, en el futuro, bueno y mejor, que se nos tiene prometido. También el Apóstol se refiere a “los que compran”. Corinto era una ciudad mercantil, en donde el espíritu comercial llevaba, incluso a los cristianos, al afán de ganancia, a la avaricia. Algo que nos resulta muy familiar en el mundo de hoy. Tener más para ser más valorados. Pablo no les critica esta actividad del comercio, lo que les indica es que deben evitar las prácticas injustas. Nosotros, los Franciscanos Seglares, debemos mirar mucho más allá de lo puramente material y observar todo lo que nos rodea desde la perspectiva de Jesús y de Francisco. No tenemos que aferrarnos a ningún bien de este mundo, porque, al final, pasa. Como Franciscanos Seglares: También los Franciscanos Seglares de hoy deberíamos preguntarnos si, dadas las actuales circunstancias, no podríamos cambiar el rumbo de nuestras vidas. Es hora de preguntarnos si no nos hemos comprometido demasiado con nuestras propias ganancias y hemos evitado las necesidades de nuestros hermanos, que hayamos trabajado lo suficiente para asegurar la subsistencia de nuestra familia pero no lo suficiente para ayudar a los pueblos subdesarrollados. Esto viene muy a propósito con la Jornada que celebramos hoy, la de la Infancia Misionera. Los Franciscanos Seglares del siglo XXI no podemos limitarnos a encogernos de hombros ante las necesidades del mundo, sino que, por amor al reino de los cielos, por amor a Cristo, por amor a Francisco, por amor a nuestros hermanos, debemos procurar servir, con fuerza y fidelidad, al progreso humano. Es cierto que hoy nos enfrentamos al peligro de la alta estima, que casi santifica las realidades terrenas, lo que nos podría llevar a una mundanización de nuestro carisma franciscano. En un momento en el que el consumismo lo llena todo no es inútil que los Franciscanos Seglares recordemos a los que nos rodean que hay algo más trascendente y definitivo que los bienes materiales. Debemos hacer ver que la vida humana presente, llena de alegrías y de penas, de negocios y de confort, no es todavía la verdadera vida. Los Franciscanos Seglares tenemos que vivir en este mundo y ocuparnos de este mundo, pero con la esperanza en un mundo mejor. Francisco sabía muy bien que unos ríen y otros lloran, pero ni los primeros deben absolutizar su dolor como si no tuviera remedio, ni los segundos deben reír y gozar con plena satisfacción mientras haya una sola lágrima en el mundo. 19
  • 20. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Vivimos nosotros aferrados a las cosas materiales? 2. ¿Somos conscientes de que todo lo material pasará? 3. ¿Tenemos la esperanza de un mañana mejor que se nos tiene preparado a los seguidores de Cristo y de Francisco? 4. ¿Somos capaces de vivir con indiferencia ante las calamidades que asolan nuestro mundo? 5. ¿Cómo colaboramos como Fraternidad en la Jornada de la Infancia Misionera? 20
  • 21. TEMA 4 ORACIÓN “Señor, tú conoces mi corazón. Cuanto des a tu siervo quiere emplearlo y consumirlo para su bien. Incluso yo mismo me entregaré gustoso en su favor. Así sea, Señor, así sea. Mis sentimientos y mis palabras, mi ocio y actividad, mis acciones y pensamientos, mi prosperidad y adversidad, mi vida y mi muerte, mi saludo y enfermedad, todo lo que soy, lo que vivo, siento y comprendo, todo lo emplearé en bien de esos por quienes tú mismo no dudaste entregarte. Enseña, pues, Señor, a este siervo tuyo; enséñame, repito, por tu Espíritu Santo cómo darme a ellos y cómo desvivirme por su bien. Concédeme, Señor, por tu gracia inefable, soportar con paciencia sus debilidades, compartirlas con misericordia y ayudarles con discreción. Que aprenda bajo el magisterio de tu Espíritu a consolar a los tristes, confortar a los desanimados, levantar a los caídos, sufrir con los enfermos, abrasarme con los que escandalizan y hacerme todo parta todos para ganar a todos.” 21
  • 22. 1 de febrero IV Domingo del Tiempo Ordinario Introducción En las Epístolas de los domingos del mes de febrero, San Pablo se muestra contundente en su mensaje. Afirma rotundamente que si nos preocupamos verdaderamente de llegar a Dios, debemos romper con todo tipo de ataduras materiales que nos ligan a este mundo e impiden alcanzar los dones del Espíritu. Pablo nos dice que cuál es la misión del cristiano: anunciar el Reino. Este testigo lo recoge San Francisco de Asís y debemos recogerlo también nosotros. Los Franciscanos Seglares estamos llamados a la difusión del Reino como lo hicieron Pablo y Francisco en su momento, sin esperar recompensa alguna. Por último nos indica que debemos no mirar tanto el bien propio sino el bien de los demás. Francisco así lo hizo. Fijémonos en nuestro modelo. Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (7, 32-35) “Quiero que ahorréis preocupaciones: el célibe se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido. Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido. Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.” Reflexión Como cristianos: Este capítulo es dedicado por San Pablo a los estados de vida del cristiano. Da la primera impresión de que el Apóstol infravalora el matrimonio, pero realmente lo que hace es darle importancia a otro estado de vida que hasta aquel entonces había sido rechazado: el del celibato. San Pablo afirma que los esposos se deben a la vez a Dios, presente en ellos, y a su cónyuge respectivo, y es que a partir de Jesucristo, cada individuo vive la presencia de Dios en él; el cristiano deposita su vida entera en él. El matrimonio sigue siendo un espacio donde debe vivirse la presencia de Dios en la relación entre las dos personas. Por eso, las personas casadas necesitan su propia libertad también para encontrarse a veces, solas, ante Dios. 22
  • 23. San Pablo se propone iluminar las diferentes situaciones humanas y los estados de la vida. Pablo afirma que lo importante en cada situación, en cada estado de la vida, el que cada uno haya elegido libre y voluntariamente, nos mantengamos alejados de las preocupaciones, que invirtamos nuestro tiempo y nuestra libertad en promover la difusión del Reino, el mensaje de Cristo que siempre llega. Pablo reconoce que los célibes tienen una ventaja con respecto a los casados, y es que están más disponibles para ocuparse con mayor profundidad de los asuntos del Señor. No dice que este estado sea mejor ni peor que el del matrimonio, simplemente nos invita a que cada uno siga con la vocación que ha recibido. Considera que no sólo es matrimonio es el único estado posible, también existen otras opciones, a la luz de las enseñanzas de Cristo, como una vida consagrada como signo del Reino de los cielos. Como Franciscanos Seglares: Precisamente nuestra vocación es muy singular dentro de la vida de la Iglesia. Estamos Franciscanos Seglares casados, viudos, solteros, consagrados, lo que ofrece una gran diversidad y riqueza en nuestras Fraternidades. En nuestra Orden Seglar, como en la vida misma, son muchos los estados que nos encontramos, y esto nos muestra la gran disparidad de nuestro carisma. Ya San Francisco, un hombre con una visión de futuro sorprendente, vio que era imposible que todas las personas que querían abrazar su estilo de vida siguieran sus pasos dentro de los hermanos menores (frailes) o las damas pobres (monjas), por lo que decidió crear un estado intermedio, los hermanos de penitencia (los hombres y mujeres de la Tercera Orden, hoy Franciscanos Seglares, nosotros), cuyo testimonio es tan válido como el de los miembros de la Primera y Segunda Orden. Nosotros debemos dar testimonio, con nuestra vida, en nuestro trabajo, en nuestra familia, de las cosas del Señor. Estamos consagrados a Él de una forma especial con nuestra profesión en la Familia Franciscana. Es bueno el estado consagrado, pero la perfección a la que tiende el hombre y que sólo Dios puede otorgar, también podemos alcanzarla desde nuestro estado laical de Franciscanos Seglares, caminando tras las huellas del sendero de Francisco. Para el diálogo en la Fraternidad: 1- ¿Consideramos que existen más estilos de vida que el matrimonio? 2- ¿Somos conscientes de nuestra vocación franciscana? 3- ¿Creemos que el matrimonio está mal valorado en la sociedad actual? 4- ¿Está mal visto hoy en día el estado de consagración al Señor? 5- ¿Qué podemos hacer nosotros, como Franciscanos Seglares, para dignificar los diversos estados a los que el cristiano se siente llamado? 23
  • 24. 8 de febrero V Domingo del Tiempo Ordinario CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE: MANOS UNIDAS Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (9, 16-19. 22-23) “El hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia. No tengo más remedio y, ¡ay de mí sin no anuncio el Evangelio! Si yo lo hiciera por mi propio gusto, eso mismo sería mi paga. Pero si lo hago a pesar mío es que me han encargado este oficio. Entonces, ¿cuál es la paga? Precisamente dar a conocer el Evangelio, anunciándolo de balde, sin usar el derecho que me da la predicación de esta Buena Noticia. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo a todos, para ganar, sea como sea, a algunos. Y hago todo esto por el Evangelio, para participar yo también de sus bienes.” Reflexión Como cristianos: San Pablo hace en este fragmento de su Carta una defensa de sí mismo. Entre sus derechos estaba el ser mantenido por las comunidades en las que hacía misión. Pero en esta conducta de rechazo hacia esto había personas que sólo veían que Pablo no era apóstol de pleno derecho, y es que a lo largo de su vida tuvo que sufrir por el hecho de no haber formado parte del grupo de los primeros apóstoles que estuvieron en contacto personal con el Señor. Pablo habla de sus derechos, pero ¿en qué se basan estos derechos y su mismo apostolado? En que ha sido llamado personalmente por Jesús en el camino de Damasco. Era penoso para Pablo exponer su conducta y sus motivos, pero ¿por qué insiste tanto en esta excepción de su conducta? Anunciar el Evangelio como los demás es demasiado poco para él, que quiso en otro tiempo destruir la Iglesia. Desde que Cristo se introdujo en su persona se siente obligado, entregado por completo al Señor. No puede ni debe hacer otra cosa que entregarse a la tarea de difusión del Evangelio con total libertad. Él lo ve como una necesidad más que como una obligación. Hoy nos suena hasta mal que San Pablo dijese que no anunciaba el Evangelio voluntariamente y que pregunte cuál va a ser su paga. Parece que en estas palabras aflora un egoísmo impropio para el Apóstol. Para Pablo la gloria, la fama, no era algo tan importante como lo es actualmente para nosotros. Considera que el hecho de anunciar el Reino no de da ningún derecho a enorgullecerse. La recompensa que espera Pablo no es otra que su esperanza en la vida eterna; la recompensa es Dios mismo. 24
  • 25. Pablo se sabía llamado a proclamar el Evangelio a todos: judíos y paganos. No era tarea fácil compaginar a ambos grupos, pero el mensaje de Cristo, que había venido para salvar a todos los hombres, no podía estar limitado por fronteras culturales, nacionales o religiosas de ningún tipo. Éste es el programa de misión al que debe orientarse siempre y sin cesar la Iglesia, en especial en estos últimos tiempos, dando testimonio de la riqueza del mensaje que no debe guardar, sino publicar por el mundo que nos rodea. Como Franciscanos Seglares: Pablo ha expuesto en esta carta su actuación apostólica como modelo para los corintios. Modelo que renuncia a los propios derechos a favor de ayudar a los demás. Nos viene como anillo al dedo la lectura de esta semana para los Franciscanos Seglares, en la que la Iglesia celebra la Campaña contra el Hambre. No debemos centrar nuestros esfuerzos por conseguir cosas sólo para nosotros, cuando basta con echar una ojeada al mundo en el que vivimos para comprobar que hermanos nuestros, otros hombres y mujeres igual que nosotros, mueren de hambre sin que nosotros hagamos nada por remediarlo. Y es que para anunciar la palabra de Dios, la misión a la que hemos sido llamados, como Pablo y Francisco, los Franciscanos Seglares, a las gentes que no conocen a Cristo, tenemos que cubrirles las necesidades básicas. Ésa será nuestra misión y ésa será nuestra recompensa. Pablo se hace todo para todos, se amolda a cada momento, a cada grupo, a cada circunstancia para ganarlo para Cristo. Así debemos ser los Franciscanos Seglares, adecuarnos a cada persona, a cada circunstancia, a cada momento, amoldándonos a cada uno para mostrarle el mensaje del Evangelio según sus capacidades y según las cosas que lo rodeen. Como Pablo, los Franciscanos Seglares debemos vivir tan profundamente el misterio de Cristo que no podamos callarlo. El predicarlo nos ha de servir como el mejor de los premios, pues imitamos así al propio Jesús y al propio Francisco de Asís. Los Franciscanos Seglares tenemos que estar convencidos del don que poseemos, del don recibido, y debemos sentir impulsos de comunicarlo a los otros. No es un tesoro a guardar, sino es un tesoro para darlo a conocer a otros, haciéndolos participantes de él, dentro de nuestras posibilidades. Como Francisco de Asís, debemos hacer gala de la ley del despojo evangélico: “El salario es precisamente no recibir ningún salario”. Nuestra misión de Franciscanos Seglares del siglo XXI es poner a los hombres en contacto con Dios. El móvil de nuestra misión de apóstoles a la que hemos sido llamados es el propio Evangelio. No olvidemos que dando es como se recibe. Nuestro trabajo redundará en nuestro propio beneficio cuando del mismo se beneficie toda nuestra comunidad, toda nuestra Fraternidad. La fe es dar a los demás y darse a los demás. Pablo y Francisco nos enseñan un modelo de vida: la vida de Cristo. 25
  • 26. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Somos conscientes de cuál es la misión del Franciscano Seglar en el siglo XXI? 2. ¿Hacemos todo lo posible para ganar a todos para Cristo? 3. ¿Esperamos alguna recompensa por la misión a la que hemos sido llamados? 4. ¿Nos adecuamos a las circunstancias personales de cada uno para llevarle el anuncio del Evangelio? 5. ¿Cómo podemos ayudar nosotros a los pueblos que pasan hambre de la palabra de Dios desde nuestra condición de Franciscanos Seglares? 26
  • 27. 15 de febrero VI Domingo del Tiempo Ordinario Primera Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (10,31-11,1) “Cuando comáis o bebáis o hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios. No deis motivo de escándalo a los judíos, ni a los griegos, ni a la Iglesia de Dios. Por mi parte, yo procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propio bien, sino el de ellos, para que todos se salven. Seguid mi ejemplo, como yo sigo el de Cristo.” Reflexión Como cristianos: A propósito del tema de la comida de ciertas carnes, Pablo aplica y generaliza lo que él considera esencial para un cristiano en toda clase de comidas y bebidas, e incluso en cualquier tipo de actividad. No se detiene en los actos religiosos solamente. Para un cristiano todo está referido a Dios, todo sirve para dar gloria a Dios. Todo lo que haga dentro de su existencia debe marchar hacia Dios. El destino de la vida del cristiano es dar gloria a Dios por todo aquello que nos ofrece. San Pablo se pone él mismo como modelo, de imitación. Los cristianos debemos mirarnos en el espejo de vida que el Apóstol nos ofrece, pues bajo su modelo de vida puede verse al propio Jesucristo; y es que la vida de Pablo es imitación de la de Jesús. Dos existencias vividas en total libertad y en total entrega a los demás. Toda actividad humana debe procurar la gloria de Dios: nuestro ser de cristianos debe estar presidido por esa búsqueda. Pero la atención y amor a Dios está íntimamente unido a ejercitar el mismo amor y entrega a los demás. No debemos pensar que la gloria de Dios está en otro sitio, sino que empieza aquí, practicando el ejercicio de la caridad con quien está a nuestro lado. Nadie puede dar gloria a Dios si desprecia la conciencia de los demás. Pablo nos invita a seguirlo en la misma medida que él sigue a Cristo el Señor. Por eso el Apóstol se adapta a todos para servir a todos y salvarlos. 27
  • 28. Como Franciscanos Seglares: Pablo propone imitar su estilo de vida, que en el fondo no es otra cosa que imitar el estilo de vida de Jesús. Nosotros tenemos también el ejemplo muy cerca. Basta con reflejarnos en el espejo que nos ofrece la vida de San Francisco y de Santa Clara. Como dijo el Ministro General de los Franciscanos, el claustro de los Franciscanos Seglares es el mundo, es nuestra gente, es nuestra familia, en nuestro entorno, es nuestro trabajo, por eso debemos llevar un modo de vida, de acuerdo con nuestro carisma, que haga notar que seguimos las huellas del Crucificado. Sólo así sabrán que somos y seguimos a Francisco. Pablo y Francisco están de acuerdo en que todo es lícito en una comunidad, pero no todo edifica a esa comunidad. La regla básica para los Franciscanos Seglares debe ser ésta la de ayudar a construir la comunidad, la Fraternidad en la que vivimos, en la que desarrollamos nuestra vida y nuestro carisma franciscano. Edificamos nuestra comunidad cristiana y nuestra Fraternidad franciscana si cada uno de nosotros nos preocupamos de los demás como de nosotros mismos. Así lo hicieron Francisco y Clara. Como miembros de una comunidad, debemos atender a los hermanos que nos rodean, empezando con los de nuestra propia familia, y en especial a los más débiles, no sólo a nivel físico o económico, sino también a los débiles en la fe. San Pablo nos dice que lo hagamos todo “para gloria de Dios”. Esto supone no ser motivo de escándalo, de discordia, no sembrar división, contentar a todos en todo, no buscar el propio bien sino el de los demás. Pablo y Francisco quieren que hagamos llegar el Evangelio a todos con nuestras palabras y con el ejemplo de nuestras vidas. Ser apóstol, ser Franciscano Seglar, es ser modelo de la comunidad, tener como norma de vida la de Cristo, que doblegó su propia voluntad para cumplir lo que Dios Padre había predestinado para Él: morir en una cruz para salvar al hombre. En esto conocerá el mundo, la sociedad en que vivimos, que somos Franciscanos. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Dirigimos todas nuestras acciones cotidianas a una mayor gloria de Dios? 2. ¿Somos motivos de escándalo con nuestra actitud dentro de nuestra comunidad cristiana y franciscana? 3. ¿Procuramos buscar el bien de los demás antes que nuestro propio beneficio? 4. ¿Seguimos el modelo de vida de San Pablo y de San Francisco? 5. ¿Buscamos con nuestra actitud y con nuestra vida ser sembradores de amor, de paz y de bien en el círculo que nos rodea? 28
  • 29. 22 de febrero VII Domingo del Tiempo Ordinario Segunda Carta del Apóstol San Pablo a los Corintios (1, 18-22) “¡Dios me es testigo! La palabra que os dirigimos no fue primero“si” y luego “no”. Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el que Silvano, Timoteo y yo os hemos anunciado, no fue primero “si” y luego “no”; en él todo se ha convertido en un “sí”; en él todas las promesas han recibido un “si”. Y por él podemos responder “Amén” a Dios, para gloria suya. Dios es quien nos confirma en Cristo a nosotros junto a vosotros. Él nos ha ungido. Él nos ha sellado, y ha puesto en nuestros corazones como prenda suya, el Espíritu .” Reflexión Como cristianos: Pablo había modificado sus proyectos de viaje; por eso en Corinto se le echó en cara que trazaba sus planes muy a la ligera, que tan pronto decía sí a una cosa como cambiaba de opinión y decía no, buscándose solamente a sí mismo. El Apóstol se mostró muy sensible a este reproche, y para justificarse, acude a los principios fundamentales de la fe cristiana. Sus enseñanzas en este fragmento nos muestran el deber de ser veraces que tenemos los que como él y como Francisco nos sentimos predicadores del Evangelio. San Pablo no niega haber cambiado sus planes; lo que niega con fuerza es haber actuado con ligereza. Y pone a Dios por testigo. Dios es fiel; por esta fidelidad divina, y por ser fiel a ella, se afana el Apóstol, como siervo de Dios. Los cristianos estamos obligados a ser veraces y sinceros basándonos en la figura y la obra del Hijo de Dios, en el cual el “Sí” de Dios se manifestó a la historia y al mundo. Debemos continuar nosotros, cristianos del tercer milenio, este “sí” mediante nuestra predicación y ejemplo personal. Nuestra palabra y nuestra vida deben estar acordes con el Evangelio que predicamos. Nuestra vida debe ser imitación de Cristo. Al igual que la Iglesia, la comunidad cristiana de hoy, también la comunidad de Pablo respondía a las súplicas y cantos de la asamblea con el sonoro “Amén”, que significa “así sea”. En este “amén” expresa la Iglesia su respuesta creyente y su convencimiento de que las palabras de Dios son verdaderas. El de los cristianos debe ser un “sí” a la obra de Dios. Este “sí” de la Iglesia resuena a través de Cristo, pues la oración es eficaz por Cristo. La oración auténtica no es nunca sólo mera actividad humana, sino que el Espíritu de Cristo, enviado al creyente, se expresa delante de Dios 29
  • 30. en la oración. Es Cristo mismo quien transmite al Padre la oración de la comunidad, como sumo y eterno sacerdote de su Iglesia. Y es Dios el que da su comunidad firmeza, consistencia y unidad. Dios nos ha puesto su sello personal a los cristianos, una señal de reconocimiento y protección. Por el bautismo el hombre pasa a estar puesto bajo la protección divina. Y es el bautismo el que transmite el Espíritu de Dios, cuya presencia se irá confirmando en nosotros a lo largo de nuestras vidas. Como Franciscanos Seglares: En hebreo “Amén” designa la solidez del granito. Jesucristo es el Amén de Dios. Y Francisco de Asís es el Amén de Cristo. Por eso nosotros, los Franciscanos Seglares, debemos ser el Amén de Francisco. En la solidez de Cristo, de San Pablo y de San Francisco podemos nosotros apoyarnos para decir “sí” a Dios, un sí sin reservas, sin condiciones, aunque a veces decir este sí resulte muy difícil. Timoteo y Silvano fueron discípulos de Pablo, igual que nosotros lo somos de Francisco de Asís, el servidor de Cristo. Y Cristo es el “sí” de Dios, la Palabra que Dios mantiene y lleva a la plenitud para que en ella se cumplan todas sus promesas. El “sí” de Dios, que es Cristo proclamado supone nuestro “sí” a la Iglesia, de la que los Franciscanos Seglares formamos parte, a la que pertenecemos como miembros del cuerpo de Cristo, y de la que debemos participar activamente. Pablo se sentía unido a los corintios en Cristo y en el Espíritu. Los cristianos nos sentimos unidos a Cristo y a su Iglesia por su palabra y por el bautismo. Francisco se sentía unido a sus hermanos por el don de la fraternidad. Los Franciscanos Seglares nos sentimos unidos a la Orden por el don de nuestra profesión. Y es que existe una íntima comunión de todos los convocados por Dios en Jesucristo, señalados con el Espíritu y ungidos con el carisma franciscano. Para el diálogo en la Fraternidad: 1. ¿Cambiamos constantemente de actitud con respecto a las cosas de Dios y de la Iglesia? 2. ¿Estamos dispuestos a decir un “sí” rotundo a la llamada de Dios, comprometiéndonos a ser los mensajeros de su Evangelio? 3. ¿Nos sentimos unidos a Dios por Cristo? 4. ¿Nos sentimos unidos de corazón y de obras a Francisco por nuestra profesión? 5. ¿Es nuestra vida un “Amén”, un cántico de alabanza a Dios por todo aquello que nos ofrece? 6. ¿Notamos la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida? 30