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ORACIÓN
DE GUERRA
 Cómo buscar el poder
   y la protección
    de Dios en la
      lucha por
        edificar
       su reino.

C. Peter Wagner
2


[p 4]   Hace cinco años no habría podido escribir este libro. Sin embargo, en 1990 poco más o
menos, sonó lo que parecía ser una alarma divina convocando a la Iglesia en todo el mundo a una
batalla espiritual de proporciones, intensidad y seriedad hasta entonces desconocidas. En ese
tiempo, Dios me puso en la más rápida curva de aprendizaje que he experimentado en mis treinta y
cinco años de ministerio. En el presente libro me siento constreñido a compartir lo que estoy
aprendiendo.
    Creo que por medio de este volumen Dios puede cambiarlos a usted y a su iglesia, poniéndoles
en la vanguardia de la mayor ofensiva de evangelización mundial que haya habido en los dos mil
años de historia del cristianismo.
   C. Peter Wagner
[p 5]
3

[p 6]
© 1993 EDITORIAL CARIBE
P.O. Box 141000
Nashville, TN 37214-1000
Título en inglés: Warfare Prayer
© 1992 by C. Peter Wagner
Published by Regalbooks
A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina Valera de
1960.
Traducido por Juan Sánchez Araujo
Reservados todos los derechos.
Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la debida autorización de los editores.
ISBN: 0-88113-118-0
E-mail: caribe@editorialcaribe.com
www.gruponelson.com


EX LIBRIS ELTROPICAL
4

                 [p 7]
Dedicado con cariño a la familia Potter
            Karen y Curt
    Christopher, Phillip y Jennifer
                 [p 8]
5

[p 9]

CONTENIDO
INTRODUCCIÓN
1. En el frente
Argentina ha sido la vanguardia de un experimento altamente significativo que nos ha ayudado a
aprender más acerca de las dimensiones espirituales de la evangelización mundial.
2. La verdadera batalla es espiritual
Toda la tecnología evangelística del mundo sólo tendrá un efecto mínimo a menos que se gane la
batalla espiritual.
3. Jesús a la ofensiva
En vez de ocuparse de sus asuntos y permitir a Satanás que escogiera el momento y el lugar del
ataque, Jesús tomó la iniciativa y pasó a la acción inmediatamente después de su bautismo.
[p 10] 4. Demonios tras los arbustos
A menudo existe una relación perniciosa entre seres demoníacos y objetos fisicos, a pesar de que
dichos objetos en sí no sean más que madera, metal, piedra, plástico, etc.
5. Territorialidad: Entonces y ahora
A lo largo del Antiguo Testamento resulta evidente que los pueblos de aquel entonces—incluso
Israel, desgraciadamente, en algunos momentos—consideraban que los dioses, deidades, espíri-
tus o potestades angélicas de varias clases tenían jurisdicción territorial.
6. El adiestramiento de los guerreros
Tres cosas que debemos hacer para resistir con éxito al diablo: (1) someternos a Dios; (2) acercar-
nos al Señor; y (3) limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones.
7. La remisión del pecado de las naciones
Aquellos que remiten los pecados de las naciones no deben dejar de identificarse personalmente
con las faltas que fueron o están siendo cometidas, aunque no sean tan culpables de ellas como
de algunos otros pecados.
8. Nombres y cartografía de las potestades
Los antropólogos y los expertos en misiones que viven actualmente entre ciertos grupos humanos
del mundo, descubren que los principados y las potestades son conocidos por sus nombres hoy en
día.
9. Las reglas para conquistar ciudades
Levantemos el estandarte de Cristo en los lugares más sucios y oscuros. Aceptemos el desafio que
nos presenta una ciudad grande y poco familiar.
10. Hay que evitar las trampas
Pelear contra los principados y las potestades espirituales no es una actividad para timoratos o
pusilánimes. Se trata de una guerra y hay que esperar víctimas.
6

[p 11]

INTRODUCCIÓN
Desde hace varios años, una ola de interés en lo sobrenatural y en las posturas cristianas res-
pecto de la guerra espiritual se ha extendido por toda la cristiandad. Libros de autores como Frank
Peretti han estimulado a ciertos públicos, mientras que otros escritores como Walter Wink han
hecho lo propio con otras clases de auditorios. Breaktroughs [Ataques de Ruptura] dirigidos por
Larry Lea, y las conferencias sobre guerra espiritual de John Wimber, han atraído a millares de
personas. Algunos seminarios teológicos están introduciendo en su currículum cursos acerca de la
espiritualidad y el combate espiritual, la sanidad y la liberación. En mi libro Wrestling with Dark An-
gels [Lucha con los ángeles de las tinieblas, Regal Books] aparece una lista parcial de dichos cur-
sos.
    [p 12] En mi caso, empecé a sintonizar con este nuevo énfasis allá por el año 1980, cuando
comenzaba mi investigación en las dimensiones espirituales del crecimiento de la iglesia. Pasé
varios años examinando la influencia de las señales y los prodigios espirituales en el crecimiento
de ciertas iglesias y recopilé mis hallazgos en el libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener
un ministerio de sanidad] (Regal Books). Luego, en 1987, comencé a estudiar la oración.
    Después de pasar un tiempo considerable creando mi propia biblioteca y reuniendo algunas bi-
bliografías sobre la oración, descubrí tres áreas de ese campo que me parecieron importantes y
que no reciben la debida cobertura de la investigación, la literatura y la enseñanza. Son las siguien-
tes: (1) intercesión a nivel estratégico, (2) intercesión por los dirigentes cristianos, y (3) la relación
que existe entre la oración y el crecimiento de la iglesia local. Durante varios años voy a concen-
trarme en estas tres áreas.
   Como una de las consecuencias de mi estudio ha surgido el proyecto de escribir una trilogía
sobre la oración, en la que cada libro se ocupará de uno de los tres temas mencionados. Este es el
primero de dichos libros y trata de la guerra espiritual en un nivel estratégico, así como de la ora-
ción de guerra necesaria para tomar parte en ella.
    Se están publicando muchos libros nuevos acerca de la guerra espiritual, pero hasta ahora nin-
guno de ellos ha intentado hacer un estudio de ese campo ni investigar extensamente las opinio-
nes de los teólogos, eruditos bíblicos, escritores actuales y profesionales. Un vistazo a las notas y
al índice de este libro mostrará la variedad de autoridades a quienes he consultado. Estoy agrade-
cido a todos ellos pues yo no hubiera [p 13] podido escribir un libro muy sustancioso basándome
sólo en mis propios conocimientos y experiencia.
    Sobre algunos temas que se tratan con cierta profundidad en este libro no se ha publicado nada
todavía. He incluido más textos bíblicos aquí de los que he encontrado en ningún otro libro, en par-
te porque muchos ponen en tela de juicio que haya respaldo bíblico alguno para la guerra espiritual
en un nivel estratégico. Los conceptos de territorialidad espiritual y los nombres de potestades han
recibido mucha atención en este libro. La santidad se menciona a menudo en las otras obras, pero
rara vez es analizada con la profundidad que creo se necesita para una oración de guerra eficaz.
Muchos otros asuntos de los que trato han sido también mencionados por otros autores, pero cada
uno aportamos una percepción particular que aumenta nuestro conocimiento colectivo.
    Después de todo esto tal vez piense que tiene en sus manos un tratado erudito. Espero que el
libro posea la integridad de los eruditos, pero cada capítulo está lleno de historias y anécdotas
frescas de los Estados Unidos y otras partes del mundo, especialmente de Argentina. Yo soy un
teórico, pero de los que sienten inclinación hacia las teorías que funcionan. Mi laboratorio principal
para comprobar estas teorías ha sido la Argentina, de modo que va usted a leer sobre muchos in-
cidentes ocurridos allí. Algunos de ellos son serios y trágicos, como la muerte de una bruja. Otros
graciosos, como el episodio de «El demonio de las llaves».
7

    Mi percepción del potencial que tiene la guerra espiritual en un nivel estratégico para la eficacia
del evangelismo fue despertada por el pastor Omar Cabrera de Argentina. Su «Visión del Futuro»
se cita entre las diez iglesias mayores del mundo.
    [p 14] Cuando le visité en 1985, Omar me contó su experiencia personal en cuanto a identificar
y atar a los espíritus territoriales que controlaban las ciudades en las que estaba comenzando obra
pionera. Tengo una gran deuda con él y con su esposa, Marfa, por la inspiración y el apoyo que me
han dado en este proyecto.
   Me he sentido fascinado al leer una carta reciente de Bernie May, director de los Traductores
Wycliffe de la Biblia. Me picó el interés, en parte, porque hasta la fecha Wycliffe como organización
no ha enfatizado especialmente la guerra espiritual a nivel estratégico—aunque muchos de sus
misioneros traductores y de su personal administrativo se han visto envueltos en ella de cuando en
cuando—. Pero la carta procede de la dirección de la misión.
    Bernie May cuenta de un traductor veterano que visitó su oficina y que, entre otras cosas, le di-
jo: «Tengo dos objetivos para este tiempo en que estoy en casa. El primero es que necesito apren-
der cuanto pueda sobre la guerra espiritual. Nuestra lucha fuera no es contra el clima, la malaria o
las religiones falsas, sino contra los principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas
de este siglo, las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes de Efesios 6:12».
   Y continuó diciendo el misionero: «El segundo, es buscar más personas que nos apoyen en
oración. Ya que la única forma en que podremos romper la oscuridad espiritual en aquella tierra es
mediante la oración. Necesito intercesores que estén a mi lado».
    Huelga decir que me emocionó que las dos prioridades más altas en la agenda de este misione-
ro fueran los temas de los dos primeros libros de la trilogía que estoy escribiendo. Pero todavía me
entusiasmó más el que Bernie May mismo escribiera: «Como mi amigo de Asia, [p 15] yo también
necesito conocer acerca de la guerra espiritual y tener gente que me apoye en oración».
    Estoy seguro de que esto es lo que el Espíritu está diciendo, no sólo a los Traductores Wycliffe
de la Biblia, sino también a las iglesias en cada nación del mundo. Mi oración es que aquellos que
están oyendo lo que el Espíritu dice, encuentren en este libro un instrumento en las manos de Dios
para ayudarlos a acercarse a El y abrirse de una manera nueva a la oración de guerra poderosa.
   C. Peter Wagner
   Seminario Teológico Fuller
   Pasadena, California
   Estados Unidos
[p 16]
8

     [p 17]
     CAPÍTULO UNO
     En el frente
     Argentina es un buen escenario para empezar a explicar lo que es la guerra espiritual.
        Como escribiera anteriormente, Considero tres naciones de mucha importancia para mí.
•    Aquellas que están experimentando en este momento el mayor derramamiento del poder del
     Espíritu de Dios: China y Argentina.
•    Las prioritarias en mi agenda de ministerio personal: Japón y Argentina.
•    Naciones del Tercer Mundo que están haciendo actualmente contribuciones especificas al cristia-
     nismo del Mundo Occidental: Corea en la oración y Argentina en la guerra espiritual.
        Desde 1990, mi esposa Doris, y yo hemos [p 18] realizado muchos viajes de ministerio a Ar-
     gentina para tener un testimonio de primera mano y participar en lo que equivale a un laboratorio
     sobre la relación entre la guerra espiritual a nivel estratégico y la evangelización. Para nosotros
     Argentina ha sido la vanguardia de un experimento altamente significativo que nos ha ayudado a
     aprender más acerca de las dimensiones espirituales de la evangelización mundial.
                             TRES NIVELES DE GUERRA ESPIRITUAL
         Según veo desplegarse el cuadro mundial, el año 1990 marcó el comienzo de un ascenso rápi-
     do del interés a través de las líneas denominacionales, por la guerra espiritual, particularmente por
     lo que a mí me gusta llamar «guerra espiritual estratégica».
          Una vez dicho y hecho todo, hay probablemente muchísimos grados discernibles de guerra es-
     piritual. En este momento, sugiero tres niveles generalizados sobre los cuales existe un consenso
     bastante amplio entre los líderes cristianos que se especializan en esta clase de ministerio. Com-
     prendo que cada uno de dichos niveles es susceptible de varias subdivisiones, y que se solapan
     entre sí considerablemente por las líneas más bien delgadas que los separan. Sin embargo, me ha
     sido de ayuda distinguir los siguientes:
1.    Guerra espiritual al ras del suelo
         Se trata del ministerio de echar fuera demonios. La primera vez que Jesús envió a sus 12 discí-
     pulos, «les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera» (Mateo 10:1).
     Cuando los setenta a quienes el Señor mandó en Lucas 10, volvieron de su misión, le dijeron con
     gran gozo: «Señor, aun los demonios [p 19] se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10:7). Cuando
     Felipe evangelizó Samaria «de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes
     voces» (Hechos 8:7). Todos estos son casos de guerra espiritual al ras del suelo.
         Esta clase de guerra espiritual es la variedad más corriente que encontramos en el Nuevo tes-
     tamento y la más comúnmente practicada por los cristianos en el día de hoy. Los grupos e indivi-
     duos comprometidos en «ministerios de liberación» en general están librando una guerra espiritual
     al ras del suelo. En tiempos modernos hemos visto bastante de esto en los Estados Unidos, parti-
     cularmente entre los pentecostales y carismáticos, y misioneros de todas las filiaciones han vuelto
     de los campos de misión con relatos referentes a ello. En ciertas partes del mundo, como la India,
     la mayoría de los convertidos en algunas iglesias de pueblo han sido liberados de malos espíritus.
     A lo largo y ancho de países como China, Nepal o Mozambique, el evangelismo eficaz es casi in-
     concebible sin que vaya acompañado de un ministerio de liberación.
         La mayoría de los libros acerca de la guerra espiritual que hay en las librerías cristianas tratan
     de la guerra al ras del suelo. Y aunque sean relativamente nuevos para algunos de nosotros, los
     ministerios de liberación llevan ya tiempo a nuestro alrededor y un buen número de líderes cristia-
9

     nos, aunque en mi opinión no los suficientes, han adquirido considerable experiencia en este cam-
     po.
2.    Guerra espiritual en el nivel del ocultismo
         Parece evidente que hay un cierto tipo de poder demoniaco que obra a través de los chamanes,
     los canalizadores de la Nueva Era, los curanderos, las brujas y los magos, los sacerdotes satanis-
     tas, los [p 20] llamados adivinadores, etc. Dicho poder es substancialmente distinto de los demo-
     nios ordinarios que pueden causar dolores de cabeza, disputas matrimoniales, ebriedad o escolio-
     sis.
        Cuando el apóstol Pablo estaba en Filipos, una adivinadora le importunó durante varios días
     hasta que por fin echó fuera de ella al espíritu. Aparentemente esto era algo diferente de los demo-
     nios corrientes, ya que aquello causó tal conmoción política que los misioneros fueron encarcela-
     dos (véase Hechos. 16:16–24).
         No hace muchos años, los cristianos de los Estados unidos eran bastante ignorantes acerca de
     esta actividad espiritual en el nivel del ocultismo. Algunos ni siquiera parecían prestar mucha aten-
     ción al hecho de que Nancy y Ronald Reagan utilizasen en Washington a un astrólogo como con-
     sultor para la toma de decisiones a nivel presidencial. Y la incidencia de que el gobernador Michael
     Dukakis hubiera nombrado a una mujer como «bruja oficial del estado de Massachusetts» puede
     no haber sido una de las principales razones por las cuales los evangélicos no votaron por él para
     presidente. Pocos en esa época tenían mucha información acerca de la guerra espiritual en el nivel
     del ocultismo.
         Sin embargo las cosas están cambiando. Resulta asombroso saber que el número de brujas
     inscritas en Alemania excede al de clérigos cristianos. Un misionero en Francia cuenta que más
     franceses enfermos consultan a médicos brujos que a los especialistas en medicina. No es fácil
     tener datos concluyentes, pero con toda probabilidad el movimiento religioso que más está cre-
     ciendo en América es la Nueva Era.
        En un sentido real Jesús vino a destruir las obras del diablo. Esto fue solo una manera para lo-
     grar la meta final que era buscar y salvar lo que se había perdido.
         [p 21] Libros excelentes sobre el tema, como Understanding the New Age, [Entendiendo la
     Nueva Era] de Russell Chandler (Word Inc.), Supernatural Faith in the New Age, (La fe sobrenatu-
     ral en la Nueva Era] de Paul McGuire (Whitaker House) y Evangelizing the New Age [Evangelizan-
     do la Nueva Era] (Servant Publications), están elevando nuestro nivel de conciencia y preocupa-
     ción acerca de la guerra espiritual en el nivel del ocultismo. La cubierta de Christianity Today co-
     rrespondiente al 29 de abril de 1991 representa al poder demoníaco descendiendo a la tierra desde
     una luna llena, y el libro The Satanic Revival, [El renacimiento satánico] de Mark I. Bubeck (Here’s
     Life Publishers), documenta gran parte de lo que está sucediendo en los Estados Unidos y ofrece
     sugerencias para la acción de los cristianos.
3.    Guerra espiritual a nivel estratégico
         En este nivel nos enfrentamos a una concentración todavía más siniestra de poder demoníaco:
     los espíritus territoriales. En la epístola a los Efesios, Pablo escribe: «Porque no tenemos lucha
     contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las
     tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes« (Efesios
     6:12). Nada en este versículo indica que una o más de estas categorías encajen en la descripción
     de espíritus territoriales, pero muchos, incluyéndome a mí, piensan que tal cosa es muy probable.
     (Trataré el tema más adelante.)
        Un relato bíblico claro de guerra espiritual a nivel estratégico lo tenemos en Apocalipsis 12,
     donde se nos dice: «Hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el
     dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles» (v. 7). Esto es algo bastante [p 22] diferente a tratar
     con el ocultismo o echar fuera un demonio de lujuria.
10

       Indudablemente el acontecimiento más influyente que ha estimulado el interés por la guerra es-
  piritual ha sido las publicaciones de las dos novelas de Frank Peretti, This Present Darkness [Esta
  patente oscuridad] y Piercing the Darkness [Penetrando la oscuridad, Crossway Books]. Muchos
  cristianos que no habían pensado apenas en la posibilidad de que los sucesos que moldean la so-
  ciedad humana pudieran guardar relación con las luchas entre poderosos seres espirituales,
  hablan ahora abiertamente de tal probabilidad. De hecho, aunque saben la diferencia, muchos leen
  This Present Darkness [Esta patente oscuridad] más como un documental que como un relato de
  ficción algo extravagante.
                                  EL ENFOQUE DE ESTE LIBRO
  Este libro trata de la guerra espiritual a nivel estratégico y del tipo de oración que se requiere para
  librarla, aunque no sea posible separar del todo ni con precisión dicha guerra de las otras dos cla-
  ses antes mencionadas.
      Como los lectores de This Present Darkness fácilmente comprenderán, que estos tres niveles
  están íntimamente relacionados entre sí y lo que sucede en uno de ellos puede afectar y afectará a
  lo que pase en los demás. Con toda probabilidad, yo mismo cruzaré de vez en cuando los límites
  que los separan, pero mi énfasis principal será en el nivel estratégico, o en lo que algunos llaman
  intercesión a nivel cósmico.
      No creo que debiéramos considerar la guerra espiritual como un fin en sí mismo. En un sentido
  válido, Jesús vino para destruir las obras del diablo (véase 1 Juan 3:8), pero ese fue sólo un medio
  para buscar y [p 23] salvar lo que se había perdido (véase Lucas 19:10). Jesús quería, sobre todo,
  atraer de nuevo a los seres humanos a la comunión con el Padre, y estuvo dispuesto a morir en la
  cruz para hacerlo posible. Su interés se centraba en las personas, y el diablo era simplemente uno
  de los obstáculos, aunque el más imponente de todos, que se interponían en el camino de la re-
  dención humana. Veo el corazón de Dios amando de tal manera al mundo que da a su Hijo unigé-
  nito. ¿Y por qué razón? Para que todo aquel que en el cree no se pierda, sino que tenga vida eter-
  na (véase Juan 3:16).
      La prioridad más importante de Dios es la evangelización: llamar para sí un pueblo que honre y
  glorifique su nombre. Esta es también mi prioridad más alta. He entregado más de treinta y cinco
  años de ministerio activo a las misiones, la evangelización y el crecimiento de la iglesia, y si me
  quedan aún diez años de servir a Dios, quiero que éstos contribuyan aumentar el número de almas
  que han de salvarse alrededor del mundo. Mi interés en la guerra espiritual es directamente pro-
  porcional a su eficacia para mejorar la evangelización.
     Lo que me trae de nuevo a la Argentina.
                                              ARGENTINA
La expulsión del gobernador de Adrogué
  El suburbio de clase media alta llamado Adrogué, en Buenos Aires, había experimentado poca
  evangelización eficaz. Muchos lo habían intentado, pero sin conseguirlo. La mayoría de las iglesias
  protestantes establecidas en Adrogué habían luchado y terminado por cerrar sus puertas. Se trata-
  ba de un camposanto de fundadores de iglesias.
  [p 24] Entre los supervivientes estaba una iglesia bautista, que después de setenta años tratando
  de evangelizar Adrogué contaba sólo con setenta miembros. Y lo más preocupante todavía era que
  ninguno de esos setenta miembros residía en la localidad. Nadie recordaba que se hubiera conver-
  tido nunca ningún residente de Adrogué.
     El pastor Eduardo Lorenzo había aceptado un llamamiento a esa iglesia en 1974. Era un diri-
  gente dinámico que aplicaba los principios del crecimiento de la iglesia, y en trece años, hasta
  1987, vio aumentar la congregación de 70 a 250 miembros. Aun así, pocos de esos miembros viví-
  an en Adrogué.
11

      En 1987 comenzó una ola de crecimiento, y cuando visité aquella iglesia en 1990, había pasado
  la marca de los 600 miembros y construido un nuevo auditorio que tenía capacidad para 2.000. A
  mediados de 1991 ya asistían 1.000 personas a la iglesia, y Eduardo Lorenzo me dijo: «¡Si para
  1993 no llegamos a los 2.000 miembros será porque no lo estaremos intentando!»
     ¿Qué sucedió en 1987? ¿Cómo se convirtió la evangelización mediocre en evangelización efi-
  caz?
      La respuesta está en la aplicación de la guerra espiritual a nivel estratégico en primera línea.
  Esto no aconteció ni rápido ni fácilmente. Como muchos de nosotros, Eduardo Lorenzo no había
  sido enseñado en ningún tipo de guerra espiritual. Algunos de sus profesores de seminario consi-
  deraban el hecho de enfrentarse a lo demoníaco como un asunto de los pentecostales, pero fuera
  de lugar para los bautistas respetables.
     Viniendo de ese transfondo, Lorenzo necesitó varios años para llegar a la raíz de las dificulta-
  des existentes en la evangelización de Adrogué y comprender sus dimensiones espirituales.
[p 25] Cara a cara con un demonio
  Todo comenzó a principio de la década de los 80, cuando el pastor Lorenzo se vio enfrentado con
  una mujer endemoniada. Aunque se sentía completamente inadecuado para ello, reprendió al de-
  monio en el nombre de Jesús. ¡El demonio salió y la mujer fue liberada! Esto no lanzó a Lorenzo a
  un ministerio continuo de liberación, pero sí avivó su interés en el tema. En aquel tiempo, uno de
  los miembros de su iglesia viajó a los Estados Unidos y aprendió algunas cosas acerca de la gue-
  rra espiritual, las cuales transmitió a la congregación a su regreso. Lorenzo patrocinó dos semina-
  rios sobre guerra espiritual en su iglesia: uno de los cuales fue dirigido por Edward Murphy, de
  Overseas Crusades, y el otro por John White, el conocido siquiatra cristiano y escritor del Canadá.
  El proceso de reequipamiento de la congregación estaba en marcha.
     Poco después la batalla comenzó en serio y el enemigo intentó infiltrarse en la iglesia. Se des-
  cubrió que una mujer, la cual fingía haberse convertido a Cristo, era un agente encubierto de las
  fuerzas demoníacas que dominaban Adrogué. Los demonios empezaron a manifestarse abierta-
  mente en los cultos. Satanás estaba contraatacando e intentando intimidar a los creyentes. Según
  explica Eduardo Lorenzo: «Satanás se sentía contento si podía mantener a aquella pequeña iglesia
  bautista dando vueltas y más vueltas. Había cegado eficazmente al evangelio las mentes de los
  inconversos de Adrogué. Alo largo de los años varias congregaciones más habían sido destruidas.
  Ahora nosotros mismos estábamos experimentando su ataque directo».
      Por medio de un largo proceso de oración, ministerio y discernimiento, Lorenzo y los dirigentes
  de su iglesia identificaron por fin al principado demoniaco más [p 26] importante que controlaba
  Adrogué. Descubrieron incluso el nombre de este espíritu territorial. Sintiendo que había llegado el
  momento de Dios para la última batalla, reclutaron a un equipo de 35 ó 40 miembros de la iglesia
  los cuales se comprometieron a pasar desde el lunes hasta el viernes de una determinada semana
  en ayuno y oración. El viernes por la noche, doscientos creyentes casi toda la congregación se
  unieron a ellos para interceder a nivel estratégico, y tomaron autoridad sobre el principado que do-
  minaba la ciudad y sobre las fuerzas demoníacas menores.
      Aquella noche, a las 11:45, los que oraban sintieron de un modo colectivo que algo se rompía
  en el ámbito espiritual, y supieron que la batalla había terminado. El espíritu malo se había ido y la
  iglesia comenzó a crecer. No sólo la membresía se triplicó en poco tiempo, sino que ahora el 40
  por ciento de la misma es del mismo Adrogué. ¡El año de la victoria fue 1987!
El declinar de Argentina
  Con toda probabilidad, lo que sucedió en Adrogué en 1987 no hubiera sucedido en 1977—diez
  años antes. De todas las naciones de Latinoamérica, Argentina, juntamente con otras como Uru-
  guay y Venezuela, no había experimentado el rápido crecimiento de las iglesias protestantes o
  evangélicas tan característico de todo el resto del continente. Argentina había sido muy conocida
12

  como indiferente o resistente al evangelio. A excepción del impacto extraordinario que tuvo la cam-
  paña evangelística de Tommy Hicks a principios de los años 50, el movimiento evangélico en Ar-
  gentina había estado relativamente estancado.
      Sin embargo, un cambio espectacular acaeció en 1982 con la guerra contra Gran Bretaña por la
  posesión [p 27] de las Islas Falkland, cuando Argentina trató sin éxito de ocupar las Islas Malvinas,
  como ellos las llaman. La victoria británica produjo un cambio radical en la sicología social de Ar-
  gentina, que había conseguido la reputación poco envidiable de ser el pueblo más orgulloso de
  Latinoamérica. Su orgullo nacional quedó hecho añicos. Muchos se volvieron resentidos. La Iglesia
  les había fallado, los militares les habían fallado, el peronismo les había fallado. ¡Estaban listos
  para probar algo nuevo!
      Pero la base del orgullo argentino se había ido erosionando en forma grave desde mucho antes
  de 1982. En otro tiempo la décima potencia económica mundial, Argentina, que alardeaba de tener
  un nivel de vida superior al del Sur de Europa, era considerada justamente por muchos como la
  joya de Sudamérica. Juan Domingo Perón tuvo grandes ambiciones para el país mientras fue su
  dirigente político, durante buena parte de las décadas de los 50 y 60. Pero una vez que la influen-
  cia de Perón comenzó a desvanecerse a comienzo de los años 70, éste se vinculó con un podero-
  so curandero, José López Rega, conocido popularmente como el brujo. López Rega sirvió bajo
  Perón como ministro de Bienestar Social, y después de la muerte de éste, como consejero principal
  de su tercera mujer, Isabel Perón, durante los dos años que ella ocupó la presidencia.
      El brujo logró levantar un monumento público a la hechicería (desmantelado más tarde) y mu-
  chos dicen haberle oído maldecir abiertamente a la nación cuando perdió el poder tras el golpe
  militar de 1976.
     Obviamente los principados y las potestades del mal sobre Argentina lo estaban pasando de
  maravilla, ya que su misión consiste en hurtar, matar y destruir, y [p 28] estaban haciéndole todo
  eso y más a uno de los mejores países del mundo.
      El espiritismo, procedente sobre todo de Brasil, comenzó a inundar la nación. Bajo el gobierno
  de los militares, miles según algunos incluso decenas de miles de sospechosos políticos «desapa-
  recieron» para siempre. Muchos de sus cuerpos ha sido descubiertos recientemente en remotas
  fosas comunes. Argentina, la que en otro tiempo fuera la décima potencia económica mundial, se
  encuentra ahora en el décimo lugar empezando desde abajo según algunas estimaciones.
      No es extraño, por lo tanto, que el país esté maduro para el mensaje del evangelio. Como es de
  esperarse, en tal vacío espiritual, y rodeados de una miseria social tan grande, casi cualquier cam-
  bio es considerado por muchos como un giro a mejor. El poder de la brujería sigue creciendo. En
  medio de cada dos casas en toda una manzana, hay tiendas con escaparates que exhiben artefac-
  tos de ocultismo. Las sectas falsas como el mormonismo están experimentando un rápido creci-
  miento. Un enorme y adornado templo mormón domina la carretera que une el aeropuerto de Ezei-
  za con Buenos Aires. Y según la revista Somos, el actual presidente, Carlos Menem, consulta re-
  gularmente con una «bruja personal» llamada Ilda Evelia que le aconseja desde hace 28 años y
  cita también las siguientes palabras de un alto cargo del gobierno: «La verdad es que la mayoría
  de nosotros consultamos con brujas, y lo hacemos muy a menudo».
Vitalidad espiritual
  Aunque gran parte de Argentina todavía lucha con el dominio de los gobernadores de las tinieblas,
  la luz del evangelio de Cristo está progresando más que nunca en [p 29] la historia. Dios está le-
  vantando una compañía de dirigentes espirituales argentinos de primer orden y los está utilizando
  para abrir «sus ojos [de los argentinos], para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la po-
  testad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia
  entre los santificados» (Hechos 26:18).
      J. Philip Hogan, hasta hace poco director ejecutivo del Departamento de Misiones Exteriores de
  las Asambleas de Dios, sabe mejor que nadie lo que Dios está haciendo en el mundo. Sus viajes
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  internacionales le han llevado multitud de veces a Argentina a lo largo de muchos años. Hogan
  está asombrado de lo que ahora ve en aquel país, y expresa: «Argentina se encuentra en medio de
  un avivamiento absolutamente soberano y desconocido hasta ahora en su historia. Conozco igle-
  sias de las cuales han sacado los asientos para poder apiñar a más gente dentro».
      Edgardo Silvoso, de Harverst Evangelism, uno de los principales expertos en el movimiento
  cristiano en Argentina, dijo en 1987: «La iglesia en Argentina ha crecido más en los últimos cuatro
  años que en los cien anteriores».
     Los «cuatro años» de Silvoso se remontan a 1984, cuando el evangelista Carlos Anacondia lle-
  vó a cabo su primera gran campaña en la ciudad de La Plata. Muchos observadores utilizan esa
  fecha cuando hablan del comienzo del actual derramamiento de vitalidad espiritual en Argentina.
Carlos Anacondia
  Carlos Anacondia era un cristiano comprometido, propietario de una fábrica de tuercas y tornillos
  de Quilmes, en las afueras de Buenos Aires, cuando Dios lo llamó al [p 30] ministerio evangelísti-
  co. Probablemente no fue mera coincidencia que el mismo día de 1982 en que él iniciaba su prime-
  ra campaña pública, los británicos hundieran el acorazado General Belgrano en la Guerra de las
  Malvinas. En aquel entonces Carlos tenía 37 años y era padre de ocho hijos.
     Después de observar el ministerio de Carlos Anacondia, tanto desde cierta distancia como de
  primera mano, estoy listo para adelantar una hipótesis. Aunque algunos otros candidatos probables
  sean Reinhard Bonnke o Billy Graham, mi previsión es que Anacondia puede muy bien resultar el
  evangelista de campañas más eficaz de todos los tiempos. El ministerio de Carlos Anacondia, más
  que el de ningún otro evangelista que yo haya estudiado, es un instrumento para aumentar la tasa
  de crecimiento de las iglesias que participan en sus campañas.
      En La Plata, por ejemplo, la Iglesia de las Asambleas de Dios de la Diagonal, pastoreada por
  Alberto Scataglini, creció de 500 a más de 2.500 en tres años después de la campaña de Anacon-
  dia. Han celebrado sus cultos dominicales en una cancha de baloncesto alquilada desde entonces,
  debido a que su templo no tenía cabida para todos los asistentes. Durante el mismo período de
  tiempo, la vecina Iglesia Bautista de Los Olivos, cuyo pastor es Alberto Prokopchuk, experimentó
  un crecimiento de 200 a más de 1.600 miembros.
      En una reciente visita que hice a Argentina, trabajé con pastores de cuatro ciudades distintas.
  Sin ninguna pregunta directriz por mi parte, en cada una de esas cuatro ciudades oí a los dirigentes
  cristianos referirse de una manera natural a las nuevas tendencias en sus respectivas localidades
  como «antes de Anacondia» y «después de Anacondia». Durante más de veinte años [p 31] estu-
  diando la evangelización urbana de campaña, nunca he escuchado testimonios tan constantes del
  ministerio de un solo evangelista.
      El pastor Alberto Scataglini, principal anfitrión de la campaña de Anacondia que hizo época en
  La Plata, dice: «El [Carlos Anacondia] transmite su ministerio. No es meramente cosa de una per-
  sona. Allí donde va parece transmitir a otros la misma unción que él tiene. Eso le diferenció mucho
  de cualquier otro evangelista que habíamos tenido aquí. Antes, el evangelista venía, y una vez que
  se iba el avivamiento había acabado, el poder desaparecía».
                                   LA ORACIÓN DE GUERRA
  ¿Qué está haciendo Carlos Anacondia que no hacen generalmente otros evangelistas de campa-
  ñas urbanas? Creo que la oración de guerra. En esto concuerda mi amigo Edgardo Silvoso.
      Edgardo Silvoso dice que Anacondia y los otros prominentes evangelistas argentinos «incorpo-
  ran a su trabajo de evangelización un nuevo énfasis en la guerra espiritual el desafio de los princi-
  pados y potestades, y la proclamación del evangelio no sólo a las personas, sino también a los
  carceleros espirituales que las mantienen cautivos». Según Silvoso, la oración es la variable princi-
  pal. «Los evangelistas empiezan orando por las ciudades antes de proclamar el evangelio en ellas,
14

y únicamente después de que sienten que las potestades espirituales sobre la región han sido ata-
das, comienzan a predicar».
     Un accesorio permanente de las campañas de Anacondia es su ministerio de liberación, posi-
blemente uno de los más sofisticados y masivos que se conozca. Bajo la dirección de Pablo Botta-
ri, un siervo de Dios [p 32] sabio, maduro y dotado, literalmente miles de individuos son liberados
de demonios durante cada una de las 30 a 50 noches consecutivas de una campaña.
    La tienda de liberación de 45 metros, levantada detrás de la plataforma al aire libre del orador,
está funcionando desde las 8 de la noche hasta las 4 de la madrugada de cada día. Anacondia la
llama la «unidad de cuidados intensivos espirituales». Allí, numerosos equipos adiestrados por Bot-
tari en la oración de liberación llevan a cabo el ministerio real de imposición de manos.
 Yo no he visto una oración de guerra que sea un final en sí mismo. Mi interés
 principal es una oración de guerra que contribuya a la evangelización de una
                                forma efectiva.
    No he visto nunca a ningún evangelista de campañas que sea tan agresivo en público confron-
tando los malos espíritus como Anacondia. Mediante un desafío prolongado de gran volumen y
potencia lo que hace en realidad es ridiculizar a los espíritus hasta que éstos se manifiestan de una
manera u otra. A los no iniciados, el escenario del solar de la ciudad donde celebra sus campañas
puede parecerles una confusión total, pero para los miembros especializados y experimentados de
los 31 equipos de ministerio de la campaña de Anacondia, se trata simplemente de una noche más
de oración de guerra en primera línea en la que el poder de Jesucristo sobre las fuerzas demonia-
cas se manifiesta ante todos.
   Y el poder de las reuniones es imponente. Se producen muchas curaciones milagrosas. Hay,
por ejemplo, [p 33] tantos milagros dentales, empastes, dientes nuevos y sustituciones de puentes
defectuosos por muelas sanas que sólo se concede tiempo para dar testimonio público a aquellos
que han tenido más de dos muelas empastadas. En una ocasión se informó de que un enano
había crecido 38 centímetros.
    Se sabe de peatones desapercibidos que pasaban cerca de las reuniones y que cayeron bajo el
poder del Espíritu Santo. En la ciudad de Santiago del Estero, un sacerdote local decidió oponerse
a la campaña invadiendo el área con una procesión religiosa. Cuando llegaron, los cuatro hombres
fuertes que llevaban la imagen de la virgen favorita del sacerdote cayeron al suelo bajo el poder del
Espíritu y la imagen se quebró en mil pedazos. Dos de dichos hombres pasaron la noche en el
hospital ¡y los otros dos en la tienda de liberación de Anacondia!
     Esto es la oración de guerra en acción. La oración dirigida por el Espíritu abre el camino para
que las bendiciones del reino de Dios vengan a la tierra con sanidades, liberaciones, salvación,
santidad, compasión por los pobres y los oprimidos, y el fruto del Espíritu. Sobre todo, Dios es glo-
rificado, adorado y alabado.
                             TRACE LAS LÍNEAS DE BATALLA
    Como ya he dicho antes, no considero la oración de guerra como un fin en sí misma. Soy una
persona muy pragmática en el sentido de que las teorías que más me gustan son aquellas que
funcionan. Mi interés principal es la oración de guerra que ayuda a realizar un evangelismo eficaz
como en el ministerio de Carlos Anacondia. Mi esposa Doris, y yo tuvimos el privilegio de participar
en la ciudad de Resistencia en un experimento [p 34] real de la relación entre la guerra espiritual y
la evangelización.
    Edgardo Silvoso es un estratega evangelístico de primer orden. Hace años, Dios le llamó a un
ministerio de evangelista en su tierra nativa de Argentina, pero después de algún tiempo se sintió
insatisfecho, preguntándose si el fruto que veían en decisiones por Cristo era verdaderamente del
tipo que permanece. Silvoso había leído un estudio el cual revelaba que en la campaña evangelís-
tica media para toda una ciudad, sólo del 3 al 16 por ciento de los que tomaban su primera decisión
15

  por Cristo terminaban en las iglesias colaboradoras. Y muy pocas, si es que había alguna, de las
  iglesias informaban de un aumento notable en su tasa de crecimiento después de la campaña. En-
  tonces empezó a sospechar que debía de haber una forma mejor de evangelizar.
      Ed Silvoso estudió los cursos de crecimiento de la iglesia en el Seminario Fuller y desarrolló
  una estrategia completamente distinta para el evangelismo a nivel de ciudad, la cual denominó
  Plan Rosario porque iba a ponerla en práctica en la ciudad de Rosario, Argentina. Se asoció con su
  cuñado, Luis Palau, e intentó el experimento en 1976. En vez del 3 al 16 por ciento usual, todo un
  47 por ciento de aquellos que tomaban por primera vez la decisión de seguir a Cristo se integraron
  en las iglesias.
      Este no es lugar apropiado para entrar en los detalles de aquella estrategia evangelística, pero
  las principales innovaciones de la misma tenían que ver con establecer metas de discípulos más
  que de decisiones, y de fundación de nuevas iglesias. Dos años después, Silvoso y Palau repitie-
  ron el esfuerzo en Uruguay y registraron un 54 por ciento de integración de convertidos.
       [p 35] Luego, Edgardo Silvoso contrajo una rara enfermedad mortal miastenia gravis y le dieron
  como máximo dos años de vida. Fue entonces cuando fundó su ministerio actual, Harvest Evange-
  lism, que tiene oficinas tanto en Buenos Aires, Argentina, como en San José, California. Dios trajo
  intercesores a su vida y fue sanado milagrosamente a través de la oración. Todo aquel episodio
  llevó a Ed y a su mujer, Ruth, a una relación más estrecha con Dios de la que jamás habían tenido,
  y los inició en una herramienta hasta entonces poco enfatizada para el evangelismo: ¡la guerra es-
  piritual!
La caída de Merigildo
  Como caso de prueba, Silvoso trazó un círculo de 160 kilómetros de radio alrededor de su ciudad
  natal de San Nicolás, donde estaba estableciendo el centro de adiestramiento de su organización,
  Harvest Evangelism. Ed descubrió que dentro de aquel círculo habían 109 localidades y pueblos
  sin iglesia evangélica, y un estudio mostró que Merigildo, un poderoso brujo, había aplicado pode-
  res sobrenaturales de ocultismo al área en cuestión para mantener fuera de ella el evangelio. Sil-
  voso reunió a dirigentes cristianos, pentecostales y no pentecostales, para hacer una seria oración
  de guerra. Luego tomaron dominio sobre la zona en el nombre de Jesús y Silvoso dijo: «Hemos
  dado a los discípulos de Merigildo y a los gobernadores de las tinieblas que mandan sobre ellos un
  aviso de desahucio sellado con la sangre de Jesucristo». Sintieron que el poder maligno estaba
  roto.
     ¡Hace poco recibí un informe de Silvoso diciéndome que ahora en cada una de las 109 locali-
  dades mencionadas hay una iglesia evangélica!
[p 36] Plan Resistencia
  Después de la experiencia de Merigildo, Silvoso se fijó en la ciudad de Resistencia, situada en la
  región norteña de Argentina llamada Chaco. El avivamiento tan predominante en muchas partes
  del país parecía haber pasado de largo a Resistencia. Y aunque en un principio ese nombre tenía
  connotaciones militares, la ciudad resultó ser también espiritualmente resistente. A principios de
  1990 menos de 6.000 personas de una población de 400.000 eran evangélicos meramente el 1, 5
  por ciento.
      En 1989, Silvoso había iniciado un Plan Resistencia de tres años dirigido a conseguir un evan-
  gelismo significativo y mensurable. Lo basó, no sólo en las técnicas punteras de crecimiento de la
  iglesia, sino en lo que es todavía más importante: la guerra espiritual sobre la que había estado
  aprendiendo.
     Ed Silvoso discernía dos principales fortalezas demoníacas sobre la comunidad evangélica en
  Resistencia: un espíritu de desunión y un espíritu de apatía hacia los perdidos. De modo que tras-
  ladó a la ciudad a su equipo de Harvest Evangelism y durante más de un año puso allí cimientos
  de oración, guerra espiritual y preparación de líderes.
16

      Para el mes de abril de 1990 había cambiado el curso de los acontecimientos. Casi todos los
  pastores estaban unidos y de acuerdo con el Plan Resistencia. Los cristianos habían comenzado a
  testificar y a hablar de sus vecinos como de «los que todavía no son creyentes». La desunión y la
  apatía habían sido vencidas por el poder de Dios.
      En abril de 1990, Ed Silvoso nos invitó a mi esposa, Doris, y a mí a visitar Resistencia y a adies-
  trar líderes en los principios del crecimiento de la iglesia. Mientras [p 37] yo me dedicaba a esto
  último, Doris tomaba la temperatura espiritual del lugar, y lo que descubrió la alarmó: era obvio que
  los creyentes tenían muy poco conocimiento acerca de la guerra espiritual estratégica y de la ora-
  ción de guerra. A menos que eso cambiara, las posibilidades de un impacto evangelístico significa-
  tivo eran escasas. Mi esposa sintió que Dios quería que aquello sufriera un cambio.
Llamada a los generales
  Doris y Ed Silvoso acordaron pedir ayuda a uno de los principales expertos en la oración de guerra:
  nuestra amiga Cindy Jacobs de Generales de la Intercesión. Cindy y Doris realizaron tres visitas
  más a la Argentina en 1990. La pregunta que yo me hacía era si la guerra espiritual a nivel estraté-
  gico podría realmente producir cambios mensurables en la evangelización de Resistencia.
      En junio, Cindy dio dos seminarios intensivos sobre la oración de guerra a varios cientos de
  pastores, intercesores y otros dirigentes cristianos, primero en Buenos Aires y luego en Resisten-
  cia. Marfa Cabrera, que había sido precursora junto con su marido Omar Cabrera en el avivamiento
  de Argentina, hizo equipo con Cindy como intérprete. El efecto fue electrizante. Los líderes argenti-
  nos no sólo deseaban saber acerca de la intercesión a nivel estratégico, sino que querían ver cómo
  se realizaba y querían hacerla ellos mismos. ¡En seguida!
      Bajo la dirección de Dios, Cindy invitó a aquellos que sentían un llamado especial y tenían sus
  vidas en orden, a reunirse la mañana siguiente en la ciudad. Un grupo de ochenta se presentaron y
  marcharon hasta la Plaza de Mayo de Buenos Aires para enfrentarse durante [p 38] cinco horas de
  intensa lucha con las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes. Eduardo Lorenzo,
  pastor de la Iglesia Bautista de Adrogué y director de Harvest Evangelism en Argentina, condujo al
  pequeño ejército de intercesores.
      Entre otras cosas, el grupo discernió la presencia de un espíritu de brujería y otro de muerte en
  el ministerio de Bienestar Social donde el notorio brujo de Perón, José López Rega, había tenido
  su despacho. Cindy sintió que antes de ir a Resistencia era necesario extender aviso de la llegada
  del Reino de Dios a todos los poderes malignos que pudieran haber tenido influencia nacional.
      Cuando el grupo abandonó la plaza, experimentaron una sensación de victoria: los principados
  y las potestades no habían sido destruidos, pero la oración de guerra había comenzado en cierta
  medida a debilitar la presa que tenían sobre Argentina.
     Llegando a Resistencia, Cindy, Doris, Marfa, Eduardo y los demás descubrieron que los nom-
  bres de los espíritus que gobernaban sobre esa ciudad eran conocidos por la gente desde hacía
  generaciones. San La Muerte—el espíritu de muerte—era tal vez el más poderoso de ellos. Gran
  número de ciudadanos de Resistencia le guardaban tanta devoción que tenían diminutas imágenes
  de hueso de su ídolo implantadas quirúrgicamente bajo la piel o bajo los pezones, creyendo la falsa
  promesa de que ello les aseguraría una «buena muerte». Es difícil imaginarse el nivel de vaciedad
  y desesperación que había penetrado la ciudad.
      Otros espíritus de casi el mismo rango resultaron ser: Pombero, un espíritu de división que pro-
  ducía terror, especialmente a los niños durante el tiempo de la siesta y por la noche; Curupí, un
  espíritu de perversión sexual [p 39] y de incesto cuya imagen se caracterizaba por un órgano viril
  ridículamente largo; la Reina del Cielo, un espíritu religioso que había pervertido el verdadero ca-
  rácter de la iglesia tradicional; y el espíritu de Masonería, una forma de poder ocultista inteligente-
  mente disfrazado. Aparentemente, coordinando las actividades de todos ellos estaba un principado
  de adivinación o brujería representado por una serpiente.
17

         Sorprendentemente, las imágenes de estos espíritus y sus actividades aparecían claramente
     pintadas en varios grandes murales populares de la plaza central de la ciudad.
         Después de que Cindy diera un seminario de un día entero a los pastores, intercesores, el
     equipo de Harvest Evangelism y otros sobre la oración de guerra, un grupo de setenta aproxima-
     damente se sintieron guiados a ir a la plaza y librar una batalla de primera línea. Después de orar
     colectivamente, arrepentirse y confesar los pecados representados por esos principados y potesta-
     des malignos, se enfrentaron a los espíritus durante cinco horas de lucha espiritual. Sólo entonces
     les dio Dios la seguridad en sus espíritus de que habían abierto brecha. Una vez terminado todo,
     levantaron sus voces juntos en alabanza y exclamaciones de victoria.
Fruto que permanece
     ¿Qué sucedió?
     El Plan Resistencia de Harvest Evangelism siguió adelante como programado, con acontecimien-
     tos evangelísticos para toda la ciudad en agosto y octubre de 1990. Cindy y Doris hicieron dos visi-
     tas más al lugar. Edgardo Silvoso cuenta que las gráficas de crecimiento de las iglesias de Resis-
     tencia experimentaron un marcado giro en sentido ascendente a partir de abril, cuando el [p 40]
     grupo oró en la plaza de la ciudad. En un acto público 250 personas se bautizaron en piscinas por-
     tátiles, mientras que multitudes de casi 17.000 abarrotaron un campo abierto día tras día para asis-
     tir a reuniones evangelísticas en las que se quemaban cada noche, en un bidón de 200 litros, obje-
     tos utilizados en rituales ocultistas y de brujería.
         Se informó también de que el alcalde de la ciudad había hecho profesión de fe en Cristo. Cien-
     tos de personas fueron sanadas físicamente y liberadas de demonios. Se iniciaron por lo menos
     dieciocho iglesias nuevas.
         Pero lo más importante de todo fue que la población evangélica de Resistencia se duplicó prác-
     ticamente durante 1990. Informes como éste indican que la oración de guerra tuvo indudablemente
     algún efecto directo sobre el fruto de la evangelización.
         Tal vez una de las señales del debilitamiento de los espíritus territoriales sobre Resistencia
     haya sido la suerte trágica de la gran sacerdotisa del culto de San La Muerte. Dos semanas antes
     de que en octubre comenzara la ofensiva evangelística, el lecho de la mujer se incendió y, por al-
     guna razón, las llamas parecieron actuar selectivamente, ¡ya que consumieron sólo su colchón, a
     ella y su estatua de San La Muerte!
        San La Muerte mantuvo su promesa de conceder a sus seguidores una buena muerte del modo
     que cabe esperar del padre de las mentiras.
                             [p 41] PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1.     Considere nuevamente la descripción de los tres niveles de guerra espiritual (pp. 16–19). Men-
     cione ejemplos de aquellos que haya usted experimentado personalmente o de los que haya oído
     hablar.
2.     ¿Está usted de acuerdo en que no deberíamos «considerar la guerra espiritual como un fin en sí
     misma»? Explique su opinión.
3.     Cuando el espíritu territorial fue echado de Adrogué, Eduardo Lorenzo había aprendido su
     nombre. ¿Cuánta importancia cree usted que tiene la revelación de los nombres?
4.     Hable acerca de las campañas de Carlos Anacondia. ¿Le gustaría que se celebrara en su ciudad
     una campaña de ese tipo?
5.     ¿Qué piensa que sucedió en realidad en las regiones celestes como resultado de la batalla
     espiritual de cinco horas en la plaza de Resistencia?
     [p 42]
18

[p 43]
CAPÍTULO DOS
La verdadera batalla es espiritual
Para la inmensa mayoría de los cristianos norteamericanos la guerra espiritual que he estado
describiendo es un concepto nuevo. Muchos han comenzado a preguntarse si será posible inte-
grarla a sus ministerios dadas sus tradiciones y preparación. Pero ellos no son los únicos. Incluso
los pastores argentinos luchan con algunas de las mismas cuestiones teológicas y prácticas.
                                   APRENDA LA LECCIÓN
Disfruté mucho hablando con el pastor Alberto Prokopchuk, de la Iglesia Bautista de los Olivos, La
Plata, Argentina, porque podía identificarme muy estrechamente con su trasfondo. La tradicional
preparación bautista para el ministerio [p 44] que había recibido no incluía un curso en Guerra Es-
piritual. Su ministerio en la Iglesia Bautista de Los Olivos no era muy diferente de lo que vemos en
tantas iglesias típicas de nuestras ciudades americanas: un sólido ministerio de enseñanza bíblica,
un nivel de moralidad relativamente alto, el fruto del Espíritu manifestado en un grado razonable, y
miembros que oran, diezman, asisten a los cultos y testifican a sus vecinos cuando se les presenta
la oportunidad. ¡Todo eso y ningún crecimiento!
    Bajo el ministerio de Alberto, la iglesia de Los Olivos había permanecido estancada en 30
miembros durante muchos años, hasta que Carlos Anacondia llegó a La Plata para realizar una
campaña. Alberto y la Iglesia Bautista de Los Olivos colaboraron en ella, y a medida que asistían a
los cultos noche tras noche y observaban a Anacondia, comenzaron a aprender acerca de la ora-
ción de guerra. Quedaron profundamente impresionados por los resultados no sólo por las miles de
personas que eran sanadas físicamente y liberadas de espíritus malos, sino todavía más por las
50.000 que tomaron públicamente una decisión por Cristo. Nunca se había visto en La Plata nada
que se acercara a esto.
    Sin embargo, el observar a Anacondia y a su equipo llevar a cabo la campaña y el trasladar ese
tipo de ministerio a una iglesia bautista tradicional eran dos cosas muy distintas. No obstante, una
cosa que sí sabían cómo hacer los bautistas era evangelizar. De modo que los dirigentes laicos de
Los Olivos abordaron a Alberto y le dijeron: «Tengamos una campaña evangelística en nuestra
propia iglesia».
    Alberto no estaba listo para aquello. «No tengo el don de evangelista», replicó. «¿Debemos in-
vitar a un evangelista de fuera?» «No, hagamos un trato», le respondieron: [p 45] «Usted predica
en la campaña y nosotros oramos a Dios para que le conceda el don de evangelista».
    Posiblemente en un momento de debilidad, Alberto accedió. Organizaron la campaña y celebra-
ron el primer culto. Alberto predicó un mensaje evangelístico e hizo la invitación. ¡No hubo respues-
ta!
   Mientras se angustiaba interiormente por su evidente falta de poder, le pareció escuchar una
voz dentro de sí que le decía:
   «¡Intenta hacerlo a la manera de Anacondia!»
   Medio desesperado, Alberto decidió jugarse el todo por el todo y lo intentó. Hizo una enérgica
oración de guerra y reprendió directamente a los espíritus como había visto hacerlo tantas veces a
Carlos Anacondia.
    Una vez atados los espíritus con la autoridad que Jesucristo le había dado, hizo nuevamente la
invitación. ¡Esta vez más de quince personas saltaron de sus asientos y vinieron corriendo al frente
para recibir a Cristo como Salvador y Señor!
19

    La Iglesia Bautista de Los Olivos ha crecido de los treinta miembros que tenía hasta más de
900. Pero eso no es todo. Prokopchuk ha comenzado congregaciones satélites en otras partes de
la ciudad que suman un total de 2.100 miembros. La meta de Alberto Prokopchuk para su iglesia,
junto con su red de congregaciones satélites, es de 20.000 miembros para el año 2000. No es ne-
cesario decir que Alberto lo ha estado haciendo «como Anacondia» desde entonces.
                                  LA VERDADERA BATALLA
La lección fundamental que Alberto Prokopchuk aprendió fue que la verdadera batalla para una
evangelización eficaz es una batalla espiritual. El lo aprendió a su manera, y otros lo estamos
aprendiendo a la nuestra.
   [p 46] El Movimiento del Crecimiento de la Iglesia, al cual represento, ha sido bendecido por
Dios y utilizado para estimular cambios fundamentales tanto en el ministerio de la iglesia local co-
mo en la evangelización del mundo. Este movimiento comenzó en 1955 y durante los aproximada-
mente 25 años que estuvo bajo la inspiración de su fundador, Donald McGavran, trabajó en el de-
sarrollo de los nuevos aspectos tecnológicos radicales de crecimiento de la iglesia y evangelismo
que tan ampliamente aclamados han sido.
Yo creo que Dios quiere que hagamos un mejor trabajo evangelizando nuestra
 nación en los próximos años. Y en mi opinión lo haremos en la medida que
            comprendamos que la verdadera batalla es espiritual.
    Alrededor de 1980, algunos de nosotros comenzamos a explorar cuáles podrían ser algunas de
las dimensiones espirituales del crecimiento de la iglesia. Eso no significa que ahora consideremos
malo ningún aspecto tecnológico o que vayamos a sustituir lo tecnológico por lo espiritual. No; la
tecnología ha sido sumamente útil para las iglesias y misiones, y seguimos trabajando con ahínco
para mejorarla y actualizarla.
     Sin embargo, lo que hemos descubierto es que toda la tecnología evangelística del mundo po-
drá tener un efecto mínimo sólo si se logra ganar la batalla espiritual. Es algo así como un automó-
vil nuevo con los últimos adelantos de la ingeniería; que puede ser muy bonito y [p 47] estar cons-
truido a la perfección, pero que no funcionará hasta que se le eche gasolina en el depósito. Lo
mismo sucede con el poder espiritual en el evangelismo y el crecimiento de la iglesia.
    Para ilustrarlo, considere la década de los 80 en América. Esos fueron los años del desarrollo
rápido de algunas de las mayores iglesias que ha visto jamás la nación. Casi todas las áreas me-
tropolitanas tienen ahora una o más megaiglesias que no existían antes. Los seminarios sobre el
crecimiento de la iglesia y los recursos evangelísticos se han multiplicado. Las escuelas cristianas
privadas y el uso por los creyentes de los medios de comunicación han aumentado extraordinaria-
mente. En la superficie parecía que el cristianismo estaba haciendo grandes progresos en nuestro
país, pero las estadísticas presentan un cuadro bien distinto: al final de la década la asistencia a la
iglesia era la misma que en sus comienzos, y la membresía de las iglesias protestantes había dis-
minuido.
    Yo creo que Dios quiere que hagamos un mejor trabajo evangelizando nuestra nación en los
próximos años. Y en mi opinión lo haremos en la medida que comprendamos que la verdadera ba-
talla es espiritual.
                             APRENDA ACERCA DE LA LUCHA
En 1980 sentí de Dios que necesitaba concentrarme en las dimensiones espirituales del crecimien-
to de la iglesia. Por mi íntima amistad con John Wimber—a quien entonces algunos apodaban
«Don Señales y Prodigios»—supe que el evangelismo con poder sería lo primero en mi nueva
agenda. También sentía que después de aquello vendría la oración, aunque debo admitir que no
tenía en ese momento ninguna pista de cómo ésta podía relacionarse con la evangelización eficaz.
20

    [p 48] En mi libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal
Books), publicado en 1988, compartí mi investigación sobre las señales y los prodigios, y un año
antes había comenzado a estudiar con ahínco y a enseñar acerca de la oración. Sin embargo, has-
ta que no llegó el magnífico Congreso de Lausana sobre la Evangelización Mundial en Manila, en
el verano de 1989, no aprendí realmente en cuanto a la verdadera batalla.
    Aunque no sabía demasiado acerca de ella, para 1989 había empezado por lo menos a enten-
der dos cosas: (1) La evangelización funcionaría mejor si iba acompañado de una oración fervoro-
sa, y (2) en el cuerpo de Cristo, a nivel internacional, Dios había dotado, llamado y ungido a ciertos
individuos que estaban siendo extraordinariamente eficaces en el ministerio de intercesión.
   Yo me encontraba en posición de integrar esas nuevas nociones en el Congreso Lausana II,
porque era miembro del Comité Internacional de Lausana que patrocinaba el congreso.
   Mientras oraba acerca de cómo unir la oración con la evangelización, Dios impresionó mi mente
con el pensamiento de que debía tratar de identificar a 30 ó50 de esos intercesores de primer or-
den y desafiarles a venir a Manila pagándose sus propios gastos, pasar por alto el proceso de se-
lección de participantes establecido, alojarse en el Hotel Plaza Filipino frente al Centro de Conven-
ciones donde se celebraría el congreso, y orar durante las 24 horas del día todo el tiempo que du-
rara el mismo. Los dirigentes del Comité de Lausana accedieron, y pedí a Ben Jennings, de la
«Campaña de Oración por la Gran Comisión» de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, que
organizara y dirigiera el [p 49] proyecto. Ben realizó un magnífico trabajo y, cumpliendo nuestras
expectativas más elevadas, se presentaron cincuenta intercesores.
    A través del equipo de intercesión de Manila, Dios nos dio lo que a mí me gusta llamar una «pa-
rábola viviente», a fin de hacernos ver con claridad cuáles son los verdaderos temas subyacentes
en la evangelización mundial. Pero antes de que describa esa parábola tengo que explicar aún otro
factor decisivo.
                             EL CORDÓN DE TRES DOBLECES
En la primavera de 1989 comencé a aprender acerca de otra dimensión espiritual relacionada con
el evangelismo: la profecía personal. No quiero entrar en detalles aquí de cómo individuos como
John Wimber, Cindy Jacobs y Paul Cain ayudaron a abrirme esta nueva área de entendimiento,
sólo decir que en un principio yo era un poco escéptico al respecto. Sin embargo, ahora creo que el
ministerio profético es un ministerio válido e importante en estos días.
    A comienzos del verano de ese mismo año, John Wimber me dijo que Dick Mills me telefonea-
ría con una profecía y me recomendó que prestara mucha atención a ella. Para mi desconcierto yo
nunca había oído de Dick Mills, pero John lo describió como uno de los profetas más respetados
de América con una trayectoria muy probada. Seguidamente supe por Cindy Jacobs, que conocía
bien a Mills, que el telefonear a extraños iba en contra de las costumbres de éste. Por casualidad,
Cindy resultó estar invitada en casa el día que Dick Mills me llamó.
    No detallaré aquí lo que decía la profecía, pero el asunto de la parábola viva de Manila era una
aplicación profética de Eclesiastés 4:12 a mi ministerio: «Cordón [p 50] de tres dobleces no se
rompe pronto». Dick me dijo que sentía que Dios me estaba llamando a servirle como catalizador
para que ayudara a unir tres cordones que El deseaba trenzar en un diseño a fin de cumplir sus
propósitos en años venideros. Esos tres cordones eran: los evangélicos conservadores, los caris-
máticos y los liberales escrupulosos.
   Lausana II habría de desempeñar un papel importante en cuanto a la unión de los dos primeros
cordones. Aunque Lausana I, celebrado en Suiza en 1974, había incluido sólo una participación
simbólica de pentecostales y carismáticos, quince años más tarde, en Lausana II, estos grupos
eran bastante prominentes. Algunos dijeron que, por el número de manos levantadas en las sesio-
nes plenarias, tal vez la mayoría de los participantes fueran carismáticos.
21

      Resultó que aproximadamente la mitad de aquellos que se reunieron para formar el equipo de
  intercesión de Manila eran evangélicos conservadores y la otra mitad pentecostales o carismáticos.
  Más tarde supe que, por ser la primera vez que esos dos grupos se habían mezclado a ese nivel,
  al principio les asaltaron una variedad de pensamientos. Los carismáticos se decían a sí mismos:
  «Me pregunto si estos evangélicos saben en realidad cómo orar y ponerse en contacto con Dios».
  Y los evangélicos, por su parte, pensaban: «¿Se van a poner estos carismáticos a gritar, chillar y a
  revolcarse por el suelo?»
     Pero para el deleite de todos los implicados, descubrieron que al empezar a orar juntos no
  había ninguna diferencia apreciable entre ellos. Cuando entraron al salón del trono de Dios en
  compañía unos de otros se encontraron hablando y oyendo las mismas cosas. Los evangélicos
  animaban a los carismáticos y los [p 51] carismáticos a los evangélicos. Dos de las cuerdas de
  Dios se estaban uniendo.
                                     LA PARÁBOLA VIVIENTE
  Una de las señales visibles más extraordinarias que he percibido de Dios ocurrió durante la primera
  noche que el equipo de intercesión de Lausana se reunió en la suite de oración del Hotel Plaza
  Filipino. La víspera de la mayor convocación internacional sobre evangelización celebrada hasta la
  fecha, Dios nos dio una parábola viviente para mostrarnos de una vez por todas que la verdadera
  batalla por la evangelización del mundo es espiritual.
      Los cincuenta intercesores se sentaron alrededor de aquella gran habitación de hotel en círculo.
  Venían de doce naciones distintas, la mayor parte de ellos de Norteamérica. Diez de los interceso-
  res eran filipinos. Y aunque mi esposa, Doris, y yo no somos intercesores, nos invitaron a participar
  en las actividades de la sala de oración por haber concebido la idea.
      Naturalmente, el primer elemento de la reunión fue presentarnos. Y cuando habíamos recorrido
  poco más de la mitad del círculo, una mujer filipina, llamada Juana Francisco, de alrededor de se-
  senta años de edad se dio a conocer y nos habló del ministerio de intercesión que había ejercido
  durante muchos años. Dos o tres minutos después, mientras hablaba otro, Juana Francisco sufrió
  lo que más tarde supimos que era un ataque crítico de asma. Gritó, su rostro se puso pálido y co-
  menzó a jadear ruidosamente tratando de respirar.
     Una oleada de pánico recorrió la sala. Dos hombres tomaron a Juana por los brazos y la lleva-
  ron medio en volandas afuera, al pasillo del hotel. Justo al otro lado del vestíbulo estaba la habita-
  ción ocupada por Bill y [p 52] Vonette Bright, de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Lo-
  graron colocar a la mujer en la cama de Bill y afortunadamente una de las intercesoras filipinas era
  médico, de manera que salió con Juana para atenderla. Con el consuelo de que ya se encontraba
  bajo cuidado facultativo, dos o tres intercesores oraron por su salud y luego continuamos con las
  presentaciones.
      Casi al terminar de dar la vuelta al círculo, alguien irrumpió en la sala gritando: «¿Quién tiene
  un automóvil? ¡Es una emergencia! ¡Debemos llevarla al hospital …! ¡La doctora dice que está mu-
  riendo!»
      Dos mujeres—que no hacía mucho que se conocían—, saltaron de sus sillas de inmediato y sa-
  lieron rápidamente por la otra puerta al pasillo del hotel. Una de ellas, Mary Lance, es reconocida
  como evangélica—presbiteriana de Charlotte, Carolina del Norte—y ha sido durante muchos años
  la intercesora personal de Leighton Ford, presidente del Movimiento de Lausana, el que ostentaba
  el cargo más alto del congreso. La otra era Cindy Jacobs, a la que ya me he referido anteriormente.
  Cindy es una conocida carismática independiente.
El espíritu de vudú
  Una vez en el pasillo, Mary Lance y Cindy se miraron a los ojos y supieron en seguida en el Espíri-
  tu que habían recibido el mismo mensaje de Dios. El Señor les había dicho a ambas que el ataque
  de Juana Francisco era debido a la invasión de un espíritu de vudú. El vudú filipino había sido pro-
22

     ferido contra el grupo y Dios había retirado lo suficiente su protección como para que ese espíritu
     de enfermedad alcanzara a la intercesora, de un modo muy parecido a la manera en que en el pa-
     sado permitiera al enemigo acceder a Job. En cuestión de [p 53] segundos, Mary Lance y Cindy se
     asieron las manos, se pusieron de acuerdo en el Espíritu, hicieron una oración de guerra y rompie-
     ron el poder del demonio en el nombre de Jesús.
          Precisamente en ese momento, Bill Bright, que no sabía nada de lo que había sucedido, salió
     del ascensor y se dirigió a su habitación. Allí, tendida en su cama, se encontraba aquella extraña
     filipina tratando de respirar y debatiéndose con la muerte. Su acción automática como cristiano fue
     imponerle las manos y orar por su sanidad, lo que hizo en el mismo momento que Mary Lance y
     Cindy rompían la maldición. Juana Francisco abrió los ojos y comenzó a respirar con normalidad.
     ¡La crisis había terminado!
         Para entonces Doris y yo estábamos en el pasillo. Bill Bright salió de su habitación, vino hacia
     nosotros y nos dijo con una voz bastante emocionada: «¡Tenemos mucho poder! ¡Deberíamos utili-
     zarlo más a menudo!»
¿Qué nos muestra Dios?
     El propósito de Dios detrás de las parábolas, en este caso de una parábola viviente, es enseñar a
     su pueblo una lección importante. Cuando analizo aquel acontecimiento, la interpretación está cla-
     ra. Aunque aquellos 4.500 líderes cristianos seleccionados de casi 200 naciones del mundo se re-
     unieron en el congreso Lausana II en Manila a fin de elaborar una estrategia para la evangelización
     de 3.000 millones de personas que no conocen todavía a Jesucristo como Señor y Salvador, Dios
     quería que todos ellos conocieran la verdadera naturaleza de su tarea. En la parábola puedo ver
     tres lecciones principales:
1.    La evangelización mundial es un asunto de vida o muerte.
         Hablando médicamente, Juana Francisco estuvo al [p 54] borde de la muerte. En términos espi-
     rituales, 3.000 millones de personas en el mundo están a punto de sufrir una muerte todavía más
     terrible: la muerte eterna en el infierno. Si Juana Francisco hubiera muerto, habría ido al cielo. La
     crisis evangelística a la que se enfrenta el pueblo de Dios es mucho más seria que la breve crisis
     habida en el Hotel Plaza Filipino, ya que si los inconversos mueren no van al cielo.
2.    La clave para la evangelización mundial es escuchar a Dios y obedecer lo que oímos.
         Mary Lance Sisk y Cindy Jacobs recibieron ambas una revelación inmediata de Dios. Como in-
     tercesoras experimentadas estaban acostumbradas a esto, de modo que no las tomó por sorpresa.
     Y el hecho de que las dos escuchasen la misma palabra al mismo tiempo confirmó a cada una de
     ellas que estaban oyendo correctamente.
        Pero ellas también sabían que el escuchar a Dios era sólo el primer paso. El segundo consistía
     en tener el valor de obedecerle mandase lo que mandase. Sabían que El quería que se rompiera la
     maldición, de modo que actuaron y, otra vez, lo hicieron como cada una de ellas lo había hecho
     muchas veces antes: tomaron autoridad en el nombre de Jesús y ninguna tuvo duda alguna de que
     en ese instante la batalla se había ganado.
3.    Dios va a utilizar a todo el cuerpo de Cristo para completar la tarea de la evangelización
     mundial.
         Los evangélicos no van a cristianizar el mundo por sí solos. Los carismáticos tampoco van a
     hacerlo. Dios escogió a una evangélica y una carismática para que se encontraran en el pasillo y
     libraran una batalla espiritual. Luego, para sellar el asunto, escogió a Bill Bright, uno de los partici-
     pantes evangélicos más visibles del [p 55] movimiento de Lausana, para hacer la oración de sani-
     dad y ver cómo el Señor levantaba a Juana Francisco del lecho de muerte.
                                       ESPÍRITUS TERRITORIALES
23

Antes de la celebración en Manila de Lausana II, no hubo mucha discusión sobre la manera en que
los espíritus territoriales podían influir en la evangelización mundial ni siquiera entre los pentecosta-
les y los carismáticos, y menos aún entre los evangélicos.
     Aunque este tema no formaba parte del diseño global llevado a cabo por el comité de progra-
ma, cinco de los talleres de Manila trataron de los espíritus territoriales y de la intercesión en el ni-
vel estratégico. Los que hablamos de ello fuimos: Omar Cabrera y Edgardo Silvoso de Argentina,
Rita Cabezas de Costa Rica, y Tom White y yo de los Estados Unidos. El interés en estos talleres
superó las expectativas y, antes de terminar el congreso, yo sentí que Dios quería que tomase cier-
to liderazgo en cuanto a investigar más el asunto.
    John Robb, de World Vision, precipitó la convocatoria de un grupo muy selecto que vivía en Es-
tados Unidos que tenía cierto conocimiento de la guerra espiritual a nivel estratégico. Casi por de-
fecto me convertí en el coordinador del acontecimiento. Entre los 30 individuos que asistieron a la
primera reunión en Pasadena, California, el 12 de febrero de 1990, estaban Larry Lea, Gary Clark,
John Dawson, Cindy Jacobs, Dick Bernal, Edgardo Silvoso, Mary Lance Sisk, Gwen Shaw, Frank
Hammond, Bobbie Jean Merck, Jack Hayford, Joy Dawson, Beth Alves, Ed Murphy, Tom White,
Charles Kraft y otros. Bobbye Byerly dirigió simultáneamente a un grupo de intercesión que estuvo
orando durante todo el encuentro en la sala contigua.
   [p 56] El grupo empezó a autodenomlnarse la «Red de Guerra Espiritual» con el subtítulo de
«Grupo Surgido de Lausana II en Manila para Estudiar la Guerra Espiritual a Nivel Estratégico».
Ninguno de los miembros de la Red se considera a sí mismo un experto, pero todos están de
acuerdo en que la verdadera batalla para la evangelización del mundo es espiritual, y que cuanto
más aprendamos acerca de ella más eficazmente podremos concluir la Gran Comisión dada por
Jesús de hacer discípulos a todas las naciones.
    Algunos del grupo están avanzando en ello. El excelente libro de John Dawson La reconquista
de tu ciudad (Editorial Betania) es el primer libro analítico y de enseñanza que tenemos sobre la
oración de guerra. Las obras de Dick Bernal tales como Storming Hell’s Brazen Gates [La entrada
descarada al infierno tormentoso] (Jubilee Christian Center) y Come Down Dark Prince [Ven, prín-
cipe de las tinieblas] (Companion Press) comparten ministerios reales de guerra espiritual en el
campo misionero. Mi libro Engaging the Enemy [Comprometiendo al enemigo] (Regal Books) reúne
tratamientos del tema por 18 dirigentes cristianos, algunos de la Red de Guerra Espiritual—tales
como Tom White, Dick Bernal, Larry Lea, Jack Hayford, John Dawson, Edgardo Silvoso, etc—y
otros como Michael Green, Paul Yonggy Cho, Timothy Warner u Oscar Cullman. Possessing the
Gates of the Enemy, [Poseyendo la entrada del enemigo] de Cindy Jacobs (Chosen Books) es el
manual práctico de cómo hacemos en realidad la intercesión en la Red. El importante concepto de
cartografía o mapping espiritual (véase el capítulo 8) es introducido por George Otis hijo en su libro
The Last of the Giants [El último de los gigantes] (Chosen Books).
                [p 57] EL PODER ESPIRITUAL EN LA EVANGELIZACIÓN
No todos los que se lanzan a evangelizar son igual de eficaces. Y puesto que esto es así, resulta
útil saber quiénes son los más efectivos y qué están haciendo que otros no hacen. Esta es una de
las tareas de los profesores de crecimiento de la iglesia como yo. Llevo más de dos décadas estu-
diando iglesias que crecen y otras que no crecen, estudio del que han surgido ya algunas respues-
tas.
    El crecimiento de la iglesia es en cierto modo complejo. Hay tres series de factores que inter-
vienen cuando se hace un análisis del crecimiento o de la decadencia de congregaciones: los fac-
tores institucionales—la iglesia puede cambiar si lo desea—; los factores contextuales, que son
condiciones sociológicas—la iglesia no tiene poder para cambiar—; y los factores espirituales, que
reflejan la mano de nuestro Dios soberano.
   Cuando se consideran a escala mundial, parece sin embargo que los factores institucionales y
contextuales tal vez no sean tan decisivos como los espirituales. Esto resulta obvio cuando uno se
24

     fija en el crecimiento de los movimientos pentecostales y carismáticos durante los 40 ó 50 años
     pasados. Aunque ha habido algún crecimiento vigoroso entre iglesias no carismáticas y no todas
     las denominaciones e iglesias carismáticas crecen, sigue siendo cierto que a lo largo de las últimas
     décadas el crecimiento más asombroso de la iglesia a nivel mundial se ha registrado entre aquellas
     iglesias que dependen de un modo más explícito del poder espiritual; a saber las pentecostales y
     carismáticas.
         El movimiento pentecostal/carismático tiene sus raíces en los comienzos del siglo XX, pero su
     poderoso crecimiento no empezó realmente hasta después de la [p 58] Segunda Guerra Mundial.
     En aquel entonces, en 1945, contaba con 16 millones de adherentes en todo el mundo. Para 1965,
     su número había aumentado hasta los 50 millones. En 1985 tenía ya 247 millones. Y la increíble
     cifra que arroja 1991 es de 391 millones.
      En toda la historia, ningún otro movimiento humano voluntario o militarista y
      no político ha crecido tan extraordinariamente como el movimiento pentecos-
                        tal/carismático durante los últimos 25 años.
        Una denominación pentecostal, las Asambleas de Dios, creció de 1,6 millones en 1965 hasta
     13,2 millones en 1985. Aunque se trata de un grupo relativamente nuevo, las Asambleas de Dios
     es ahora la denominación mayor o la segunda en número de miembros en más de 30 naciones del
     mundo. En una sola ciudad, Sao Paolo, Brasil, cuenta con 2.400 iglesias. El movimiento cristiano
     con mayor tasa de crecimiento en los Estados Unidos es el carismático independiente. Salvo algu-
     nas excepciones, la megaiglesia más grande de cualquier área metropolitana de América es pen-
     tecostal o carismática. También eran pentecostales/carismáticas las seis mayores iglesias del
     mundo que en 1990 tenían una asistencia a los cultos de 50.000 personas o más.
         Aunque no soy historiador profesional, me atrevería a adelantar una hipótesis: Creo que en toda
     la historia, ningún otro movimiento humano voluntario no militarista y no político ha crecido tan ex-
     traordinariamente como el movimiento pentecostal/carismático durante los últimos veinticinco años.
         [p 59] Parece razonable pensar que aquellos que venimos del ala evangélica tradicional de la
     Iglesia haríamos bien en estar abiertos a aprender de nuestros hermanos y hermanas carismáticos.
     Y la lección más fundamental, según mi parecer, es que tienen una comprensión más avanzada
     del carácter espiritual de la verdadera batalla por la evangelización. Las señales y los prodigios, la
     liberación de espíritus demoniacos, las sanidades milagrosas, la adoración sostenida y entusiasta,
     las profecías y la guerra espiritual son considerados por muchos de ellos como las manifestaciones
     normales del cristianismo.
        La demostración de este poder espiritual en traer grandes cantidades de personas a Jesucristo
     habla por sí sola. No tenemos más que mirar lo que Dios está haciendo hoy en día en el mundo
     para darnos cuenta de que la efìcacia de nuestros esfuerzos evangelísticos depende en buena
     medida del resultado que obtengamos en las batallas espirituales libradas en las regiones celestes.
         Las Escrituras señalan que nuestra arma principal para enfrentarnos al enemigo en esta batalla
     es la oración de guerra.
                                 PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
1.     Hable de alguna metodología evangelística o de algunas técnicas de crecimiento de la iglesia
     que conozca las cuales no parezcan estar funcionando todo lo bien que deberían.
2.      ¿Cómo describiría usted cada segmento del «cordón de tres dobleces» que Dios está juntando?
     Nombre algunos líderes de cada uno de ellos. ¿Puede [p 60] imaginárselos apoyando sus ministe-
     rios mutuamente?
3.      ¿Cree usted que cristianos como Juana Francisco pueden ser maldecidos realmente? ¿Podría
     ella haber muerto de no haberse roto la maldición?
25

4.     ¿Qué temas le gustaría que se trataran si fuera usted a asistir a una reunión de la Red de Guerra
     Espiritual?
5.    Nombre varias de las áreas específicas que el resto del cuerpo de Cristo puede aprender del
     movimiento pentecostal/carismático.
26

[p 61]
CAPÍTULO TRES
Jesús a la ofensiva
Si el ministerio público de Jesús comenzó con su bautismo, su primer acto de ministerio implicó el
más alto grado de guerra espiritual a nivel estratégico. «Jesús fue llevado por el Espíritu al desier-
to, para ser tentado por el diablo» (Mateo 4:1).
   El antiguo Testamento no tiene ningún relato paralelo de este tipo de actividad. Jesús introdujo
algo nuevo en la historia de la salvación. Al enfrentarse al enemigo en aquel choque de poder al
más alto nivel, el Señor le estaba extendiendo aviso, a él como a todo el mundo, de que la batalla
había empezado. ¡El reino de Dios había llegado!
                               EL REINO DE DIOS ESTÁ AQUÍ
El mensaje de que el reino de Dios había llegado fue prominente en la predicación de Juan el [p
62] Bautista, de Jesús y de los apóstoles. La razón por la que vemos tanto la frase: «Arrepentíos
porque el reino de Dios se ha acercado», es que se trata del momento más crucial de la historia de
la humanidad desde la caída de Adán y Eva. Y ese momento crucial abarca la encarnación de Je-
sús, su nacimiento virginal, su bautismo, su ministerio, su muerte y su resurrección. La mayor apli-
cación del mismo a lo largo del resto de la historia comenzó el día de Pentecostés.
    La venida de Jesús fue un acontecimiento tan radical debido a que Satanás había gozado hasta
entonces de un poder casi ilimitado aquí abajo en la tierra. Esto no supone pasar por alto el hecho
de que Dios es en última instancia el Rey de reyes, el Señor de señores y el Creador de todo el
universo—incluso de Satanás—. El diablo es una mera criatura que hasta determinado momento
no existía, y que se encontrará al final en un lago de fuego, deseando ansiosamente no haber sido
creado nunca (véase Apocalipsis 20:10). Sin embargo, al mismo tiempo no debemos tomar a la
ligera la descripción bíblica de Satanás. La Biblia le llama «el dios de este sìglo» (2 Corintios 4:4),
«el príncipe de la potestad del aire» (Efesios 2:2) y «el príncipe de este mundo» (Juan 12:31). Y
Juan afìrma que «el mundo entero está bajo el maligno» (1 Juan 5:19). El lenguaje empleado es
imponente.
    Si pensamos que Satanás tiene un poder formidable en nuestros días, debemos darnos cuenta
de que más poder tenía aún cuando vino Jesús. El Señor anunció que El estaba comenzando el
reino de Dios, y se enfrentó al enemigo en una batalla que continúa en la actualidad. Satanás sabía
muy bien que el Hijo de Dios aparecía «para deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3:8), y estaba
furioso de que invadieran su reino. Pero [p 63] Jesús no sólo invadió el reino del diablo, sino que le
derrotó decisivamente en la cruz como tan vívidamente lo describe Pablo en Colosenses: «Y des-
pojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz»
(Colosenses 2:15).
    Incluso antes de la cruz, Jesús pudo decir que, hasta entonces, nadie en los tiempos del Anti-
guo Testamento había sido mayor que Juan el Bautista, «pero el más pequeño en el reino de los
cielos, mayor es que él» (Mateo 11:11). Podía anunciar la victoria final unos tres años antes de que
se cumpliera realmente en la cruz, porque el diablo ya había sido derrotado en aquel choque de
poder que conocemos corrientemente como «la tentación de Jesús».
                             JESÚS PROVOCA EL CONFLICTO
En vez de ocuparse de sus asuntos y permitir a Satanás que escogiera el momento y el lugar del
ataque, Jesús tomó la iniciativa y pasó a la acción inmediatamente después de su bautismo. Antes
de anunciar su programa en la sinagoga de Nazaret, llamar a sus doce discípulos, predicar el Ser-
món del Monte, alimentar a los 5.000 o resucitar a Lázaro de los muertos, sabía que le era necesa-
rio librar una decisiva batalla espiritual en el nivel estratégico.
27

   El lugar que Jesús escogió para ello es significativo. Fue «al desierto», que era considerado
como el territorio de Satanás. El Diccionario de Teología del Nuevo Testamento dice de eremos, la
palabra griega traducida por desierto: «Un lugar de peligro mortal … y de poderes demoníacos», y
«sólo cuando el juicio de Dios ha caído se obtiene victoria sobre el desierto y sus espíritus malig-
nos».1
    Para que el combate de Jesús con el diablo fuera [p 64] decisivo, había que darle, por utilizar
un término deportivo, la ventaja de «jugar en casa». El Señor entró en el territorio del enemigo sin
vacilaciones ni miedo de ningún tipo. Satanás sabía lo que se jugaba, y por lo tanto se empleo a
fondo. Llegó incluso a ofrecerle a Jesús su posesión más preciada: «Todos los reinos del mundo y
la gloria de ellos» (Mateo 4:8). Se libró una cruenta y decisiva batalla, pero el resultado de la mis-
ma jamás estuvo en duda. El poder de Satanás no ha podido nunca, ni podrá competir con el poder
de Dios.
    Jesús ganó. El diablo fue derrotado. Aquel choque de poder abrió espiritualmente el camino pa-
ra todo lo que Jesús tenía que realizar durante los tres años siguientes, incluyendo su muerte y
resurrección.
                       ¿PODEMOS IDENTIFICARNOS CON ESTO?
Llegados a este punto, algunos tal vez piensen que Jesús pudo enfrentarse al enemigo con tal po-
der porque era Dios: la segunda persona de la Trinidad. Y ya que ninguno de nosotros somos Dios,
no podemos identificarnos con esta clase de guerra espiritual.
    Esta es una cuestión tan decisiva que me voy a «poner teológico» y voy a tratar la relación en-
tre las dos naturalezas de Cristo. Permítame decir antes de empezar que creo que una de las cla-
ves para comprender cómo refleja o no refleja nuestro ministerio hoy en día el ministerio de Jesús
es entendiendo lo que el teólogo sistemático Colin Brown llama «Cristología del Espíritu»2, y a lo
que yo he hecho referencia con el término «teología de la encarnación». Explico esto con algún
detalle en mi libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal),
de manera que aquí sólo lo resumiré.
    [p 65] Mi premisa teológica es la siguiente: «El Espíritu Santo fue la fuente de todo el poder de
Jesús durante su ministerio terrenal. El Señor no ejerció ningún poder propio ni por su propia cuen-
ta. Hoy en día nosotros podemos esperar hacer lo mismo, o cosas mayores que Jesús, porque
hemos recibido acceso a la misma fuente de poder».3
    Sin olvidar el hecho de que Jesús fue en todo momento plenamente Dios y completamente
humano durante su ministerio terrenal, esto se desprende claramente de sus propias palabras: «No
puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre» (Juan 5:19). Según Filipen-
ses 2, Jesús se hizo voluntariamente obediente al Padre durante su encarnación en la tierra (véase
Filipenses 2:5–8). Accedió a renunciar a sus atributos divinos durante algún tiempo: no hizo obras
milagrosas por su propia naturaleza divina, ya que si lo hubiese hecho habría violado su pacto de
obediencia con el Padre. Todos sus hechos prodigiosos fueron realizados por el Espíritu Santo
obrando a través de El (véase Mateo 12:28; Hechos 10:38; Lucas 4:1, 14,17). Por tal razón, Colin
Brown llama a esto «Cristología del Espíritu».
    Así, cuando Jesús estaba a punto de dejar esta tierra, pudo decir con verdad a sus discípulos
que les convenía que El se fuese (véase Juan 16:7). Sólo después de que se había ido pudo en-
viarles al Paracleto (Juan 16:14). Jesús expresó: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí,

1
  O. Bocher, “Wilderness”, The New International Dictionary of New Testament Theology, Colin
Brown, ed., Vol. 3, pp. 1005, 1008 (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1978).
2
  Colin Brown, That You May Believe: Miracles and Faith Then and Now (Grand Rapids, MI:Wm. B.
Eerdmans Pub. Co., 1985).
3
  C. Peter Wagner, How to Have a Healing Ministry (Ventura, CA:Regal Books, 1990), pp. 102–
103).
28

las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan
14:12).
                 [p 66] EL SIGNIFICADO DE LA TENTACIÓN DE JESÚS
Volviendo ahora al choque de poder que hubo en la tentación de Jesús, ya he dicho anteriormente
que Satanás se empleó a fondo, pero ¿cuál fue específìcamente su plan de ataque?
    El diablo atacó a Jesús precisamente igual que lo hizo con Adán y Eva en la primera tentación:
en el aspecto de la obediencia a Dios. Satanás logró engañar al primer hombre y la primera mujer
para que desobedecieran a Dios, y esperaba poder hacer lo mismo con el Señor. De modo que lo
intentó tres veces, sabiendo que si Jesús rompía el pacto de obediencia que había hecho con el
Padre el plan de salvación habría fracasado.
    Jesús hubiera podido convertir las piedras en pan y lanzarse desde el templo llamando a los
ángeles en su socorro, pero en ambos casos habría tenido que utilizar sus atributos divinos—lo
cual siempre podía hacer—. Podría haber afirmado su deidad y tomado los reinos de Satanás sin
adorarle. Pero ya que el Padre no le había mandado que hiciera ninguna de esas tres cosas, no las
llevó a cabo. A diferencia de Adán y Eva, El obedeció al Padre.
    Lo que vemos, entonces, es a Jesús en su naturaleza humana confrontando directamente al
enemigo. Cierto que El seguía siendo la segunda persona de la Trinidad, pero eso era sólo algo
accidental en el caso de aquel choque de poder. El hecho central es que Jesús, como ser humano,
desafió abiertamente a Satanás su territorio y lo venció. Y esto lo hizo mediante el poder del Espíri-
tu Santo que recibió durante su bautismo cuando éste descendió sobre El en forma de paloma.
(Marcos 1:10). A continuación, «fue llevado por el Espíritu» a enfrentarse con el diablo (Lucas 4:1).
Y después de que [p 67] Satanás hubiera sido derrotado, «Jesús volvió en el poder del Espíritu a
Galilea» (Lucas 4:14).
   La pregunta sigue siendo: ¿Podemos identificarnos hoy con esto? Pues nosotros podemos ser
tentados por el diablo como lo fue Jesús, ya que El «fue tentado en todo según nuestra semejan-
za» (Hebreos 4:15), y también tenemos acceso al mismo Espíritu Santo (Juan 16:14). Además, el
Señor dijo a sus discípulos, y presumiblemente a todos nosotros: «He aquí os doy potestad […]
sobre toda fuerza del enemigo» (Lucas 10:19). Yo personalmente creo que tenemos las posibilida-
des teológicas y espirituales para hacer las obras que hizo Jesús.
   Pero me apresuro a señalar que esta es principalmente una conclusión teórica. El si debería-
mos hacerlo, en qué medida, y bajo qué circunstancias, constituye una pregunta diferente y más
perentoria.
                             ¿CUÁN LEJOS DEBERÍAMOS IR?
Una de las razones por las que debemos ser cautos en esto, es que no tenemos ejemplos bíblicos
de los doce apóstoles ni de otros dirigentes cristianos del primer siglo que desafiaran al diablo a un
choque directo de poder como lo hizo Jesús. Yo presumiría que la mejor explicación de ello es que
Dios no les guió a hacerlo. Al parecer el Espíritu Santo no llevó literalmente a ninguno de ellos al
desierto, ni a ningún otro escenario de choque de poder como en el caso de Jesús. Si los discípu-
los siguieron el ejemplo de Jesús e hicieron sólo lo que veían hacer al Padre, podemos concluir
que el Padre, muy obviamente, no lo estaba haciendo.
    ¿Qué sucede cuando hoy en día los cristianos gritan: «¡Te ato, Satanás!»? Tal vez no tanto
como esperamos. El diablo será finalmente encadenado durante mil [p 68] años, pero eso lo lleva-
rá a cabo un ángel y no un ser humano (véase Apocalipsis 20:1–2). Por otro lado, el decir «¡Te ato,
Satanás!» puede ser útil para declarar a otros y a nosotros mismos que no nos gusta en absoluto el
diablo y que queremos verle neutralizado en el mayor grado posible.
   No seré yo de los que regañen a los hermanos y hermanas que reprenden agresivamente al
diablo, como no criticaría tampoco a un soldado americano en el Golfo Pérsico que gritara: «¡Aquí
29

estamos, Sadam Husein!» Ninguno de los soldados esperaba siquiera ver a Sadam Husein perso-
nalmente, pero sí declaraban quién era el verdadero enemigo.
    Jesús nos ayuda a entender esto. El expulsa de una mujer a un espíritu de enfermedad que la
había mantenido atada durante 18 años. Luego, explicando lo que había hecho, dice que Satanás
era quien la había tenido así todo ese tiempo (véase Lucas 13:10–16). Yo no creo que Jesús esta-
ba diciendo que el diablo mismo había pasado esos 18 años endemoniando a aquella mujer, sino
que había sido el último responsable, como comandante en jefe de las fuerzas del mal, de que esa
misión fuera delegada a un determinado espíritu de enfermedad. De modo que si Jesús puede de-
cir que Satanás la había atado a ella, resulta apropiado que nosotros digamos: «¡Te ato, Sata-
nás!»—siempre que entendamos las limitaciones de nuestra actuación.
    Por tanto, aunque puede ser dudoso que Dios espere de nosotros el que entremos en una con-
frontación directa con el diablo mismo, no hay muchas dudas respecto de que tenemos un manda-
to divino de confrontar a los poderes demoniacos en niveles inferiores a Satanás. Los ejemplos del
Nuevo Testamento son tan numerosos que no necesitan repetirse. Jesús relacionó [p 69] clara-
mente la predicación del reino de los cielos con el echar fuera demonios (véase Mateo 10:7, 8).
    Lo que el Señor no especificó fue si debíamos esperar un combate con lo demoniaco sólo al ras
del suelo—lo cual es bastante obvio—o si la lucha iría en ascenso hasta incluir también la guerra
espiritual en el nivel del ocultismo o en el estratégico. En este punto hay ciertos desacuerdos entre
aquellos que enseñan y participan activamente en la guerra espiritual en nuestros días. Según
puedo percibir, el consenso general es que debemos ministrar con bastante libertad al ras del sue-
lo, echando fuera los demonios corrientes, y que haríamos bien en mantenernos alejados de cho-
ques directos con el dios de este siglo: Satanás mismo. Algunos son más precavidos en cuanto a
hacer frente a las fuerzas demoníacas en los niveles intermedios y otros más agresivos.
   Creo que Dios puede estar llamando, equipando y capacitando a un número reducido de diri-
gentes cristianos para que pasen a primera línea, a la guerra espiritual en el nivel estratégico. Y
pienso que El está levantando a grandes cantidades de creyentes para respaldar a esas personas
moralmente, así como por medio de la intercesión, el aliento y los recursos materiales. Dios, según
mi opinión, está en vías de elegir un grupo cada vez más amplio de «boinas verdes» tales como
Eduardo Lorenzo, Cindy Jacobs, Larry Lea, Carlos Anacondia, John Dawson, Edgardo Silvoso o
Dick Bernal, quienes librarán las batallas decisivas de alto nivel contra los gobernadores de las ti-
nieblas y por ende verán aumentos mensurables en los números de perdidos que se convierten
«de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18).
                          [p 70] LA CONQUISTA DE UNA CIUDAD
¿Qué tenía que decir Jesús a sus discípulos acerca de la guerra espiritual en el nivel estratégico?
Algunas de sus intrucciones más directas no se encuentran en los evangelios, sino más bien en el
libro del Apocalipsis. Es bastante corriente olvidar que más de dos capítulos enteros de ese libro
son palabras literales de Jesús. Mi Biblia me lo recuerda, ya que están escritas con tinta roja. El
contenido de las cartas a las siete iglesias de Asia es una de las pocas partes de la Escritura que
fueron al parecer dictadas literalmente por Dios al escritor humano.
    Cada una de las siete iglesias recibió un mensaje distinto. Sin embargo todos esos mensajes
tienen algunas cosas en común. Por ejemplo: cada carta comienza con algunas frases descriptivas
acerca de su autor, Jesucristo. Todas ellas afirman que su contenido es «lo que el Espíritu dice a
las iglesias». Y lo más importante para nosotros ahora: en cada una de las siete cartas aparece un
único verbo relacionado con la milicia: vencer.
    De hecho, hay algunas promesas bastante extraordinarias que dependen de ese hecho de ven-
cer en cada una de las cartas. Si vencemos, como Jesús quiere que lo hagamos: (1) comeremos
del árbol de la vida; (2) no sufriremos el daño de la segunda muerte; (3) comeremos del maná es-
condido; (4) tendremos autoridad sobre las naciones; (5) seremos vestidos con vestiduras blancas;
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C peter wagner_-_1992_oracion_de_guerra

  • 1. ORACIÓN DE GUERRA Cómo buscar el poder y la protección de Dios en la lucha por edificar su reino. C. Peter Wagner
  • 2. 2 [p 4] Hace cinco años no habría podido escribir este libro. Sin embargo, en 1990 poco más o menos, sonó lo que parecía ser una alarma divina convocando a la Iglesia en todo el mundo a una batalla espiritual de proporciones, intensidad y seriedad hasta entonces desconocidas. En ese tiempo, Dios me puso en la más rápida curva de aprendizaje que he experimentado en mis treinta y cinco años de ministerio. En el presente libro me siento constreñido a compartir lo que estoy aprendiendo. Creo que por medio de este volumen Dios puede cambiarlos a usted y a su iglesia, poniéndoles en la vanguardia de la mayor ofensiva de evangelización mundial que haya habido en los dos mil años de historia del cristianismo. C. Peter Wagner [p 5]
  • 3. 3 [p 6] © 1993 EDITORIAL CARIBE P.O. Box 141000 Nashville, TN 37214-1000 Título en inglés: Warfare Prayer © 1992 by C. Peter Wagner Published by Regalbooks A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas son tomadas de la Versión Reina Valera de 1960. Traducido por Juan Sánchez Araujo Reservados todos los derechos. Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra sin la debida autorización de los editores. ISBN: 0-88113-118-0 E-mail: caribe@editorialcaribe.com www.gruponelson.com EX LIBRIS ELTROPICAL
  • 4. 4 [p 7] Dedicado con cariño a la familia Potter Karen y Curt Christopher, Phillip y Jennifer [p 8]
  • 5. 5 [p 9] CONTENIDO INTRODUCCIÓN 1. En el frente Argentina ha sido la vanguardia de un experimento altamente significativo que nos ha ayudado a aprender más acerca de las dimensiones espirituales de la evangelización mundial. 2. La verdadera batalla es espiritual Toda la tecnología evangelística del mundo sólo tendrá un efecto mínimo a menos que se gane la batalla espiritual. 3. Jesús a la ofensiva En vez de ocuparse de sus asuntos y permitir a Satanás que escogiera el momento y el lugar del ataque, Jesús tomó la iniciativa y pasó a la acción inmediatamente después de su bautismo. [p 10] 4. Demonios tras los arbustos A menudo existe una relación perniciosa entre seres demoníacos y objetos fisicos, a pesar de que dichos objetos en sí no sean más que madera, metal, piedra, plástico, etc. 5. Territorialidad: Entonces y ahora A lo largo del Antiguo Testamento resulta evidente que los pueblos de aquel entonces—incluso Israel, desgraciadamente, en algunos momentos—consideraban que los dioses, deidades, espíri- tus o potestades angélicas de varias clases tenían jurisdicción territorial. 6. El adiestramiento de los guerreros Tres cosas que debemos hacer para resistir con éxito al diablo: (1) someternos a Dios; (2) acercar- nos al Señor; y (3) limpiar nuestras manos y purificar nuestros corazones. 7. La remisión del pecado de las naciones Aquellos que remiten los pecados de las naciones no deben dejar de identificarse personalmente con las faltas que fueron o están siendo cometidas, aunque no sean tan culpables de ellas como de algunos otros pecados. 8. Nombres y cartografía de las potestades Los antropólogos y los expertos en misiones que viven actualmente entre ciertos grupos humanos del mundo, descubren que los principados y las potestades son conocidos por sus nombres hoy en día. 9. Las reglas para conquistar ciudades Levantemos el estandarte de Cristo en los lugares más sucios y oscuros. Aceptemos el desafio que nos presenta una ciudad grande y poco familiar. 10. Hay que evitar las trampas Pelear contra los principados y las potestades espirituales no es una actividad para timoratos o pusilánimes. Se trata de una guerra y hay que esperar víctimas.
  • 6. 6 [p 11] INTRODUCCIÓN Desde hace varios años, una ola de interés en lo sobrenatural y en las posturas cristianas res- pecto de la guerra espiritual se ha extendido por toda la cristiandad. Libros de autores como Frank Peretti han estimulado a ciertos públicos, mientras que otros escritores como Walter Wink han hecho lo propio con otras clases de auditorios. Breaktroughs [Ataques de Ruptura] dirigidos por Larry Lea, y las conferencias sobre guerra espiritual de John Wimber, han atraído a millares de personas. Algunos seminarios teológicos están introduciendo en su currículum cursos acerca de la espiritualidad y el combate espiritual, la sanidad y la liberación. En mi libro Wrestling with Dark An- gels [Lucha con los ángeles de las tinieblas, Regal Books] aparece una lista parcial de dichos cur- sos. [p 12] En mi caso, empecé a sintonizar con este nuevo énfasis allá por el año 1980, cuando comenzaba mi investigación en las dimensiones espirituales del crecimiento de la iglesia. Pasé varios años examinando la influencia de las señales y los prodigios espirituales en el crecimiento de ciertas iglesias y recopilé mis hallazgos en el libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal Books). Luego, en 1987, comencé a estudiar la oración. Después de pasar un tiempo considerable creando mi propia biblioteca y reuniendo algunas bi- bliografías sobre la oración, descubrí tres áreas de ese campo que me parecieron importantes y que no reciben la debida cobertura de la investigación, la literatura y la enseñanza. Son las siguien- tes: (1) intercesión a nivel estratégico, (2) intercesión por los dirigentes cristianos, y (3) la relación que existe entre la oración y el crecimiento de la iglesia local. Durante varios años voy a concen- trarme en estas tres áreas. Como una de las consecuencias de mi estudio ha surgido el proyecto de escribir una trilogía sobre la oración, en la que cada libro se ocupará de uno de los tres temas mencionados. Este es el primero de dichos libros y trata de la guerra espiritual en un nivel estratégico, así como de la ora- ción de guerra necesaria para tomar parte en ella. Se están publicando muchos libros nuevos acerca de la guerra espiritual, pero hasta ahora nin- guno de ellos ha intentado hacer un estudio de ese campo ni investigar extensamente las opinio- nes de los teólogos, eruditos bíblicos, escritores actuales y profesionales. Un vistazo a las notas y al índice de este libro mostrará la variedad de autoridades a quienes he consultado. Estoy agrade- cido a todos ellos pues yo no hubiera [p 13] podido escribir un libro muy sustancioso basándome sólo en mis propios conocimientos y experiencia. Sobre algunos temas que se tratan con cierta profundidad en este libro no se ha publicado nada todavía. He incluido más textos bíblicos aquí de los que he encontrado en ningún otro libro, en par- te porque muchos ponen en tela de juicio que haya respaldo bíblico alguno para la guerra espiritual en un nivel estratégico. Los conceptos de territorialidad espiritual y los nombres de potestades han recibido mucha atención en este libro. La santidad se menciona a menudo en las otras obras, pero rara vez es analizada con la profundidad que creo se necesita para una oración de guerra eficaz. Muchos otros asuntos de los que trato han sido también mencionados por otros autores, pero cada uno aportamos una percepción particular que aumenta nuestro conocimiento colectivo. Después de todo esto tal vez piense que tiene en sus manos un tratado erudito. Espero que el libro posea la integridad de los eruditos, pero cada capítulo está lleno de historias y anécdotas frescas de los Estados Unidos y otras partes del mundo, especialmente de Argentina. Yo soy un teórico, pero de los que sienten inclinación hacia las teorías que funcionan. Mi laboratorio principal para comprobar estas teorías ha sido la Argentina, de modo que va usted a leer sobre muchos in- cidentes ocurridos allí. Algunos de ellos son serios y trágicos, como la muerte de una bruja. Otros graciosos, como el episodio de «El demonio de las llaves».
  • 7. 7 Mi percepción del potencial que tiene la guerra espiritual en un nivel estratégico para la eficacia del evangelismo fue despertada por el pastor Omar Cabrera de Argentina. Su «Visión del Futuro» se cita entre las diez iglesias mayores del mundo. [p 14] Cuando le visité en 1985, Omar me contó su experiencia personal en cuanto a identificar y atar a los espíritus territoriales que controlaban las ciudades en las que estaba comenzando obra pionera. Tengo una gran deuda con él y con su esposa, Marfa, por la inspiración y el apoyo que me han dado en este proyecto. Me he sentido fascinado al leer una carta reciente de Bernie May, director de los Traductores Wycliffe de la Biblia. Me picó el interés, en parte, porque hasta la fecha Wycliffe como organización no ha enfatizado especialmente la guerra espiritual a nivel estratégico—aunque muchos de sus misioneros traductores y de su personal administrativo se han visto envueltos en ella de cuando en cuando—. Pero la carta procede de la dirección de la misión. Bernie May cuenta de un traductor veterano que visitó su oficina y que, entre otras cosas, le di- jo: «Tengo dos objetivos para este tiempo en que estoy en casa. El primero es que necesito apren- der cuanto pueda sobre la guerra espiritual. Nuestra lucha fuera no es contra el clima, la malaria o las religiones falsas, sino contra los principados, las potestades, los gobernadores de las tinieblas de este siglo, las huestes espirituales de maldad en las regiones celestes de Efesios 6:12». Y continuó diciendo el misionero: «El segundo, es buscar más personas que nos apoyen en oración. Ya que la única forma en que podremos romper la oscuridad espiritual en aquella tierra es mediante la oración. Necesito intercesores que estén a mi lado». Huelga decir que me emocionó que las dos prioridades más altas en la agenda de este misione- ro fueran los temas de los dos primeros libros de la trilogía que estoy escribiendo. Pero todavía me entusiasmó más el que Bernie May mismo escribiera: «Como mi amigo de Asia, [p 15] yo también necesito conocer acerca de la guerra espiritual y tener gente que me apoye en oración». Estoy seguro de que esto es lo que el Espíritu está diciendo, no sólo a los Traductores Wycliffe de la Biblia, sino también a las iglesias en cada nación del mundo. Mi oración es que aquellos que están oyendo lo que el Espíritu dice, encuentren en este libro un instrumento en las manos de Dios para ayudarlos a acercarse a El y abrirse de una manera nueva a la oración de guerra poderosa. C. Peter Wagner Seminario Teológico Fuller Pasadena, California Estados Unidos [p 16]
  • 8. 8 [p 17] CAPÍTULO UNO En el frente Argentina es un buen escenario para empezar a explicar lo que es la guerra espiritual. Como escribiera anteriormente, Considero tres naciones de mucha importancia para mí. • Aquellas que están experimentando en este momento el mayor derramamiento del poder del Espíritu de Dios: China y Argentina. • Las prioritarias en mi agenda de ministerio personal: Japón y Argentina. • Naciones del Tercer Mundo que están haciendo actualmente contribuciones especificas al cristia- nismo del Mundo Occidental: Corea en la oración y Argentina en la guerra espiritual. Desde 1990, mi esposa Doris, y yo hemos [p 18] realizado muchos viajes de ministerio a Ar- gentina para tener un testimonio de primera mano y participar en lo que equivale a un laboratorio sobre la relación entre la guerra espiritual a nivel estratégico y la evangelización. Para nosotros Argentina ha sido la vanguardia de un experimento altamente significativo que nos ha ayudado a aprender más acerca de las dimensiones espirituales de la evangelización mundial. TRES NIVELES DE GUERRA ESPIRITUAL Según veo desplegarse el cuadro mundial, el año 1990 marcó el comienzo de un ascenso rápi- do del interés a través de las líneas denominacionales, por la guerra espiritual, particularmente por lo que a mí me gusta llamar «guerra espiritual estratégica». Una vez dicho y hecho todo, hay probablemente muchísimos grados discernibles de guerra es- piritual. En este momento, sugiero tres niveles generalizados sobre los cuales existe un consenso bastante amplio entre los líderes cristianos que se especializan en esta clase de ministerio. Com- prendo que cada uno de dichos niveles es susceptible de varias subdivisiones, y que se solapan entre sí considerablemente por las líneas más bien delgadas que los separan. Sin embargo, me ha sido de ayuda distinguir los siguientes: 1. Guerra espiritual al ras del suelo Se trata del ministerio de echar fuera demonios. La primera vez que Jesús envió a sus 12 discí- pulos, «les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera» (Mateo 10:1). Cuando los setenta a quienes el Señor mandó en Lucas 10, volvieron de su misión, le dijeron con gran gozo: «Señor, aun los demonios [p 19] se nos sujetan en tu nombre» (Lucas 10:7). Cuando Felipe evangelizó Samaria «de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces» (Hechos 8:7). Todos estos son casos de guerra espiritual al ras del suelo. Esta clase de guerra espiritual es la variedad más corriente que encontramos en el Nuevo tes- tamento y la más comúnmente practicada por los cristianos en el día de hoy. Los grupos e indivi- duos comprometidos en «ministerios de liberación» en general están librando una guerra espiritual al ras del suelo. En tiempos modernos hemos visto bastante de esto en los Estados Unidos, parti- cularmente entre los pentecostales y carismáticos, y misioneros de todas las filiaciones han vuelto de los campos de misión con relatos referentes a ello. En ciertas partes del mundo, como la India, la mayoría de los convertidos en algunas iglesias de pueblo han sido liberados de malos espíritus. A lo largo y ancho de países como China, Nepal o Mozambique, el evangelismo eficaz es casi in- concebible sin que vaya acompañado de un ministerio de liberación. La mayoría de los libros acerca de la guerra espiritual que hay en las librerías cristianas tratan de la guerra al ras del suelo. Y aunque sean relativamente nuevos para algunos de nosotros, los ministerios de liberación llevan ya tiempo a nuestro alrededor y un buen número de líderes cristia-
  • 9. 9 nos, aunque en mi opinión no los suficientes, han adquirido considerable experiencia en este cam- po. 2. Guerra espiritual en el nivel del ocultismo Parece evidente que hay un cierto tipo de poder demoniaco que obra a través de los chamanes, los canalizadores de la Nueva Era, los curanderos, las brujas y los magos, los sacerdotes satanis- tas, los [p 20] llamados adivinadores, etc. Dicho poder es substancialmente distinto de los demo- nios ordinarios que pueden causar dolores de cabeza, disputas matrimoniales, ebriedad o escolio- sis. Cuando el apóstol Pablo estaba en Filipos, una adivinadora le importunó durante varios días hasta que por fin echó fuera de ella al espíritu. Aparentemente esto era algo diferente de los demo- nios corrientes, ya que aquello causó tal conmoción política que los misioneros fueron encarcela- dos (véase Hechos. 16:16–24). No hace muchos años, los cristianos de los Estados unidos eran bastante ignorantes acerca de esta actividad espiritual en el nivel del ocultismo. Algunos ni siquiera parecían prestar mucha aten- ción al hecho de que Nancy y Ronald Reagan utilizasen en Washington a un astrólogo como con- sultor para la toma de decisiones a nivel presidencial. Y la incidencia de que el gobernador Michael Dukakis hubiera nombrado a una mujer como «bruja oficial del estado de Massachusetts» puede no haber sido una de las principales razones por las cuales los evangélicos no votaron por él para presidente. Pocos en esa época tenían mucha información acerca de la guerra espiritual en el nivel del ocultismo. Sin embargo las cosas están cambiando. Resulta asombroso saber que el número de brujas inscritas en Alemania excede al de clérigos cristianos. Un misionero en Francia cuenta que más franceses enfermos consultan a médicos brujos que a los especialistas en medicina. No es fácil tener datos concluyentes, pero con toda probabilidad el movimiento religioso que más está cre- ciendo en América es la Nueva Era. En un sentido real Jesús vino a destruir las obras del diablo. Esto fue solo una manera para lo- grar la meta final que era buscar y salvar lo que se había perdido. [p 21] Libros excelentes sobre el tema, como Understanding the New Age, [Entendiendo la Nueva Era] de Russell Chandler (Word Inc.), Supernatural Faith in the New Age, (La fe sobrenatu- ral en la Nueva Era] de Paul McGuire (Whitaker House) y Evangelizing the New Age [Evangelizan- do la Nueva Era] (Servant Publications), están elevando nuestro nivel de conciencia y preocupa- ción acerca de la guerra espiritual en el nivel del ocultismo. La cubierta de Christianity Today co- rrespondiente al 29 de abril de 1991 representa al poder demoníaco descendiendo a la tierra desde una luna llena, y el libro The Satanic Revival, [El renacimiento satánico] de Mark I. Bubeck (Here’s Life Publishers), documenta gran parte de lo que está sucediendo en los Estados Unidos y ofrece sugerencias para la acción de los cristianos. 3. Guerra espiritual a nivel estratégico En este nivel nos enfrentamos a una concentración todavía más siniestra de poder demoníaco: los espíritus territoriales. En la epístola a los Efesios, Pablo escribe: «Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes« (Efesios 6:12). Nada en este versículo indica que una o más de estas categorías encajen en la descripción de espíritus territoriales, pero muchos, incluyéndome a mí, piensan que tal cosa es muy probable. (Trataré el tema más adelante.) Un relato bíblico claro de guerra espiritual a nivel estratégico lo tenemos en Apocalipsis 12, donde se nos dice: «Hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles» (v. 7). Esto es algo bastante [p 22] diferente a tratar con el ocultismo o echar fuera un demonio de lujuria.
  • 10. 10 Indudablemente el acontecimiento más influyente que ha estimulado el interés por la guerra es- piritual ha sido las publicaciones de las dos novelas de Frank Peretti, This Present Darkness [Esta patente oscuridad] y Piercing the Darkness [Penetrando la oscuridad, Crossway Books]. Muchos cristianos que no habían pensado apenas en la posibilidad de que los sucesos que moldean la so- ciedad humana pudieran guardar relación con las luchas entre poderosos seres espirituales, hablan ahora abiertamente de tal probabilidad. De hecho, aunque saben la diferencia, muchos leen This Present Darkness [Esta patente oscuridad] más como un documental que como un relato de ficción algo extravagante. EL ENFOQUE DE ESTE LIBRO Este libro trata de la guerra espiritual a nivel estratégico y del tipo de oración que se requiere para librarla, aunque no sea posible separar del todo ni con precisión dicha guerra de las otras dos cla- ses antes mencionadas. Como los lectores de This Present Darkness fácilmente comprenderán, que estos tres niveles están íntimamente relacionados entre sí y lo que sucede en uno de ellos puede afectar y afectará a lo que pase en los demás. Con toda probabilidad, yo mismo cruzaré de vez en cuando los límites que los separan, pero mi énfasis principal será en el nivel estratégico, o en lo que algunos llaman intercesión a nivel cósmico. No creo que debiéramos considerar la guerra espiritual como un fin en sí mismo. En un sentido válido, Jesús vino para destruir las obras del diablo (véase 1 Juan 3:8), pero ese fue sólo un medio para buscar y [p 23] salvar lo que se había perdido (véase Lucas 19:10). Jesús quería, sobre todo, atraer de nuevo a los seres humanos a la comunión con el Padre, y estuvo dispuesto a morir en la cruz para hacerlo posible. Su interés se centraba en las personas, y el diablo era simplemente uno de los obstáculos, aunque el más imponente de todos, que se interponían en el camino de la re- dención humana. Veo el corazón de Dios amando de tal manera al mundo que da a su Hijo unigé- nito. ¿Y por qué razón? Para que todo aquel que en el cree no se pierda, sino que tenga vida eter- na (véase Juan 3:16). La prioridad más importante de Dios es la evangelización: llamar para sí un pueblo que honre y glorifique su nombre. Esta es también mi prioridad más alta. He entregado más de treinta y cinco años de ministerio activo a las misiones, la evangelización y el crecimiento de la iglesia, y si me quedan aún diez años de servir a Dios, quiero que éstos contribuyan aumentar el número de almas que han de salvarse alrededor del mundo. Mi interés en la guerra espiritual es directamente pro- porcional a su eficacia para mejorar la evangelización. Lo que me trae de nuevo a la Argentina. ARGENTINA La expulsión del gobernador de Adrogué El suburbio de clase media alta llamado Adrogué, en Buenos Aires, había experimentado poca evangelización eficaz. Muchos lo habían intentado, pero sin conseguirlo. La mayoría de las iglesias protestantes establecidas en Adrogué habían luchado y terminado por cerrar sus puertas. Se trata- ba de un camposanto de fundadores de iglesias. [p 24] Entre los supervivientes estaba una iglesia bautista, que después de setenta años tratando de evangelizar Adrogué contaba sólo con setenta miembros. Y lo más preocupante todavía era que ninguno de esos setenta miembros residía en la localidad. Nadie recordaba que se hubiera conver- tido nunca ningún residente de Adrogué. El pastor Eduardo Lorenzo había aceptado un llamamiento a esa iglesia en 1974. Era un diri- gente dinámico que aplicaba los principios del crecimiento de la iglesia, y en trece años, hasta 1987, vio aumentar la congregación de 70 a 250 miembros. Aun así, pocos de esos miembros viví- an en Adrogué.
  • 11. 11 En 1987 comenzó una ola de crecimiento, y cuando visité aquella iglesia en 1990, había pasado la marca de los 600 miembros y construido un nuevo auditorio que tenía capacidad para 2.000. A mediados de 1991 ya asistían 1.000 personas a la iglesia, y Eduardo Lorenzo me dijo: «¡Si para 1993 no llegamos a los 2.000 miembros será porque no lo estaremos intentando!» ¿Qué sucedió en 1987? ¿Cómo se convirtió la evangelización mediocre en evangelización efi- caz? La respuesta está en la aplicación de la guerra espiritual a nivel estratégico en primera línea. Esto no aconteció ni rápido ni fácilmente. Como muchos de nosotros, Eduardo Lorenzo no había sido enseñado en ningún tipo de guerra espiritual. Algunos de sus profesores de seminario consi- deraban el hecho de enfrentarse a lo demoníaco como un asunto de los pentecostales, pero fuera de lugar para los bautistas respetables. Viniendo de ese transfondo, Lorenzo necesitó varios años para llegar a la raíz de las dificulta- des existentes en la evangelización de Adrogué y comprender sus dimensiones espirituales. [p 25] Cara a cara con un demonio Todo comenzó a principio de la década de los 80, cuando el pastor Lorenzo se vio enfrentado con una mujer endemoniada. Aunque se sentía completamente inadecuado para ello, reprendió al de- monio en el nombre de Jesús. ¡El demonio salió y la mujer fue liberada! Esto no lanzó a Lorenzo a un ministerio continuo de liberación, pero sí avivó su interés en el tema. En aquel tiempo, uno de los miembros de su iglesia viajó a los Estados Unidos y aprendió algunas cosas acerca de la gue- rra espiritual, las cuales transmitió a la congregación a su regreso. Lorenzo patrocinó dos semina- rios sobre guerra espiritual en su iglesia: uno de los cuales fue dirigido por Edward Murphy, de Overseas Crusades, y el otro por John White, el conocido siquiatra cristiano y escritor del Canadá. El proceso de reequipamiento de la congregación estaba en marcha. Poco después la batalla comenzó en serio y el enemigo intentó infiltrarse en la iglesia. Se des- cubrió que una mujer, la cual fingía haberse convertido a Cristo, era un agente encubierto de las fuerzas demoníacas que dominaban Adrogué. Los demonios empezaron a manifestarse abierta- mente en los cultos. Satanás estaba contraatacando e intentando intimidar a los creyentes. Según explica Eduardo Lorenzo: «Satanás se sentía contento si podía mantener a aquella pequeña iglesia bautista dando vueltas y más vueltas. Había cegado eficazmente al evangelio las mentes de los inconversos de Adrogué. Alo largo de los años varias congregaciones más habían sido destruidas. Ahora nosotros mismos estábamos experimentando su ataque directo». Por medio de un largo proceso de oración, ministerio y discernimiento, Lorenzo y los dirigentes de su iglesia identificaron por fin al principado demoniaco más [p 26] importante que controlaba Adrogué. Descubrieron incluso el nombre de este espíritu territorial. Sintiendo que había llegado el momento de Dios para la última batalla, reclutaron a un equipo de 35 ó 40 miembros de la iglesia los cuales se comprometieron a pasar desde el lunes hasta el viernes de una determinada semana en ayuno y oración. El viernes por la noche, doscientos creyentes casi toda la congregación se unieron a ellos para interceder a nivel estratégico, y tomaron autoridad sobre el principado que do- minaba la ciudad y sobre las fuerzas demoníacas menores. Aquella noche, a las 11:45, los que oraban sintieron de un modo colectivo que algo se rompía en el ámbito espiritual, y supieron que la batalla había terminado. El espíritu malo se había ido y la iglesia comenzó a crecer. No sólo la membresía se triplicó en poco tiempo, sino que ahora el 40 por ciento de la misma es del mismo Adrogué. ¡El año de la victoria fue 1987! El declinar de Argentina Con toda probabilidad, lo que sucedió en Adrogué en 1987 no hubiera sucedido en 1977—diez años antes. De todas las naciones de Latinoamérica, Argentina, juntamente con otras como Uru- guay y Venezuela, no había experimentado el rápido crecimiento de las iglesias protestantes o evangélicas tan característico de todo el resto del continente. Argentina había sido muy conocida
  • 12. 12 como indiferente o resistente al evangelio. A excepción del impacto extraordinario que tuvo la cam- paña evangelística de Tommy Hicks a principios de los años 50, el movimiento evangélico en Ar- gentina había estado relativamente estancado. Sin embargo, un cambio espectacular acaeció en 1982 con la guerra contra Gran Bretaña por la posesión [p 27] de las Islas Falkland, cuando Argentina trató sin éxito de ocupar las Islas Malvinas, como ellos las llaman. La victoria británica produjo un cambio radical en la sicología social de Ar- gentina, que había conseguido la reputación poco envidiable de ser el pueblo más orgulloso de Latinoamérica. Su orgullo nacional quedó hecho añicos. Muchos se volvieron resentidos. La Iglesia les había fallado, los militares les habían fallado, el peronismo les había fallado. ¡Estaban listos para probar algo nuevo! Pero la base del orgullo argentino se había ido erosionando en forma grave desde mucho antes de 1982. En otro tiempo la décima potencia económica mundial, Argentina, que alardeaba de tener un nivel de vida superior al del Sur de Europa, era considerada justamente por muchos como la joya de Sudamérica. Juan Domingo Perón tuvo grandes ambiciones para el país mientras fue su dirigente político, durante buena parte de las décadas de los 50 y 60. Pero una vez que la influen- cia de Perón comenzó a desvanecerse a comienzo de los años 70, éste se vinculó con un podero- so curandero, José López Rega, conocido popularmente como el brujo. López Rega sirvió bajo Perón como ministro de Bienestar Social, y después de la muerte de éste, como consejero principal de su tercera mujer, Isabel Perón, durante los dos años que ella ocupó la presidencia. El brujo logró levantar un monumento público a la hechicería (desmantelado más tarde) y mu- chos dicen haberle oído maldecir abiertamente a la nación cuando perdió el poder tras el golpe militar de 1976. Obviamente los principados y las potestades del mal sobre Argentina lo estaban pasando de maravilla, ya que su misión consiste en hurtar, matar y destruir, y [p 28] estaban haciéndole todo eso y más a uno de los mejores países del mundo. El espiritismo, procedente sobre todo de Brasil, comenzó a inundar la nación. Bajo el gobierno de los militares, miles según algunos incluso decenas de miles de sospechosos políticos «desapa- recieron» para siempre. Muchos de sus cuerpos ha sido descubiertos recientemente en remotas fosas comunes. Argentina, la que en otro tiempo fuera la décima potencia económica mundial, se encuentra ahora en el décimo lugar empezando desde abajo según algunas estimaciones. No es extraño, por lo tanto, que el país esté maduro para el mensaje del evangelio. Como es de esperarse, en tal vacío espiritual, y rodeados de una miseria social tan grande, casi cualquier cam- bio es considerado por muchos como un giro a mejor. El poder de la brujería sigue creciendo. En medio de cada dos casas en toda una manzana, hay tiendas con escaparates que exhiben artefac- tos de ocultismo. Las sectas falsas como el mormonismo están experimentando un rápido creci- miento. Un enorme y adornado templo mormón domina la carretera que une el aeropuerto de Ezei- za con Buenos Aires. Y según la revista Somos, el actual presidente, Carlos Menem, consulta re- gularmente con una «bruja personal» llamada Ilda Evelia que le aconseja desde hace 28 años y cita también las siguientes palabras de un alto cargo del gobierno: «La verdad es que la mayoría de nosotros consultamos con brujas, y lo hacemos muy a menudo». Vitalidad espiritual Aunque gran parte de Argentina todavía lucha con el dominio de los gobernadores de las tinieblas, la luz del evangelio de Cristo está progresando más que nunca en [p 29] la historia. Dios está le- vantando una compañía de dirigentes espirituales argentinos de primer orden y los está utilizando para abrir «sus ojos [de los argentinos], para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la po- testad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados» (Hechos 26:18). J. Philip Hogan, hasta hace poco director ejecutivo del Departamento de Misiones Exteriores de las Asambleas de Dios, sabe mejor que nadie lo que Dios está haciendo en el mundo. Sus viajes
  • 13. 13 internacionales le han llevado multitud de veces a Argentina a lo largo de muchos años. Hogan está asombrado de lo que ahora ve en aquel país, y expresa: «Argentina se encuentra en medio de un avivamiento absolutamente soberano y desconocido hasta ahora en su historia. Conozco igle- sias de las cuales han sacado los asientos para poder apiñar a más gente dentro». Edgardo Silvoso, de Harverst Evangelism, uno de los principales expertos en el movimiento cristiano en Argentina, dijo en 1987: «La iglesia en Argentina ha crecido más en los últimos cuatro años que en los cien anteriores». Los «cuatro años» de Silvoso se remontan a 1984, cuando el evangelista Carlos Anacondia lle- vó a cabo su primera gran campaña en la ciudad de La Plata. Muchos observadores utilizan esa fecha cuando hablan del comienzo del actual derramamiento de vitalidad espiritual en Argentina. Carlos Anacondia Carlos Anacondia era un cristiano comprometido, propietario de una fábrica de tuercas y tornillos de Quilmes, en las afueras de Buenos Aires, cuando Dios lo llamó al [p 30] ministerio evangelísti- co. Probablemente no fue mera coincidencia que el mismo día de 1982 en que él iniciaba su prime- ra campaña pública, los británicos hundieran el acorazado General Belgrano en la Guerra de las Malvinas. En aquel entonces Carlos tenía 37 años y era padre de ocho hijos. Después de observar el ministerio de Carlos Anacondia, tanto desde cierta distancia como de primera mano, estoy listo para adelantar una hipótesis. Aunque algunos otros candidatos probables sean Reinhard Bonnke o Billy Graham, mi previsión es que Anacondia puede muy bien resultar el evangelista de campañas más eficaz de todos los tiempos. El ministerio de Carlos Anacondia, más que el de ningún otro evangelista que yo haya estudiado, es un instrumento para aumentar la tasa de crecimiento de las iglesias que participan en sus campañas. En La Plata, por ejemplo, la Iglesia de las Asambleas de Dios de la Diagonal, pastoreada por Alberto Scataglini, creció de 500 a más de 2.500 en tres años después de la campaña de Anacon- dia. Han celebrado sus cultos dominicales en una cancha de baloncesto alquilada desde entonces, debido a que su templo no tenía cabida para todos los asistentes. Durante el mismo período de tiempo, la vecina Iglesia Bautista de Los Olivos, cuyo pastor es Alberto Prokopchuk, experimentó un crecimiento de 200 a más de 1.600 miembros. En una reciente visita que hice a Argentina, trabajé con pastores de cuatro ciudades distintas. Sin ninguna pregunta directriz por mi parte, en cada una de esas cuatro ciudades oí a los dirigentes cristianos referirse de una manera natural a las nuevas tendencias en sus respectivas localidades como «antes de Anacondia» y «después de Anacondia». Durante más de veinte años [p 31] estu- diando la evangelización urbana de campaña, nunca he escuchado testimonios tan constantes del ministerio de un solo evangelista. El pastor Alberto Scataglini, principal anfitrión de la campaña de Anacondia que hizo época en La Plata, dice: «El [Carlos Anacondia] transmite su ministerio. No es meramente cosa de una per- sona. Allí donde va parece transmitir a otros la misma unción que él tiene. Eso le diferenció mucho de cualquier otro evangelista que habíamos tenido aquí. Antes, el evangelista venía, y una vez que se iba el avivamiento había acabado, el poder desaparecía». LA ORACIÓN DE GUERRA ¿Qué está haciendo Carlos Anacondia que no hacen generalmente otros evangelistas de campa- ñas urbanas? Creo que la oración de guerra. En esto concuerda mi amigo Edgardo Silvoso. Edgardo Silvoso dice que Anacondia y los otros prominentes evangelistas argentinos «incorpo- ran a su trabajo de evangelización un nuevo énfasis en la guerra espiritual el desafio de los princi- pados y potestades, y la proclamación del evangelio no sólo a las personas, sino también a los carceleros espirituales que las mantienen cautivos». Según Silvoso, la oración es la variable princi- pal. «Los evangelistas empiezan orando por las ciudades antes de proclamar el evangelio en ellas,
  • 14. 14 y únicamente después de que sienten que las potestades espirituales sobre la región han sido ata- das, comienzan a predicar». Un accesorio permanente de las campañas de Anacondia es su ministerio de liberación, posi- blemente uno de los más sofisticados y masivos que se conozca. Bajo la dirección de Pablo Botta- ri, un siervo de Dios [p 32] sabio, maduro y dotado, literalmente miles de individuos son liberados de demonios durante cada una de las 30 a 50 noches consecutivas de una campaña. La tienda de liberación de 45 metros, levantada detrás de la plataforma al aire libre del orador, está funcionando desde las 8 de la noche hasta las 4 de la madrugada de cada día. Anacondia la llama la «unidad de cuidados intensivos espirituales». Allí, numerosos equipos adiestrados por Bot- tari en la oración de liberación llevan a cabo el ministerio real de imposición de manos. Yo no he visto una oración de guerra que sea un final en sí mismo. Mi interés principal es una oración de guerra que contribuya a la evangelización de una forma efectiva. No he visto nunca a ningún evangelista de campañas que sea tan agresivo en público confron- tando los malos espíritus como Anacondia. Mediante un desafío prolongado de gran volumen y potencia lo que hace en realidad es ridiculizar a los espíritus hasta que éstos se manifiestan de una manera u otra. A los no iniciados, el escenario del solar de la ciudad donde celebra sus campañas puede parecerles una confusión total, pero para los miembros especializados y experimentados de los 31 equipos de ministerio de la campaña de Anacondia, se trata simplemente de una noche más de oración de guerra en primera línea en la que el poder de Jesucristo sobre las fuerzas demonia- cas se manifiesta ante todos. Y el poder de las reuniones es imponente. Se producen muchas curaciones milagrosas. Hay, por ejemplo, [p 33] tantos milagros dentales, empastes, dientes nuevos y sustituciones de puentes defectuosos por muelas sanas que sólo se concede tiempo para dar testimonio público a aquellos que han tenido más de dos muelas empastadas. En una ocasión se informó de que un enano había crecido 38 centímetros. Se sabe de peatones desapercibidos que pasaban cerca de las reuniones y que cayeron bajo el poder del Espíritu Santo. En la ciudad de Santiago del Estero, un sacerdote local decidió oponerse a la campaña invadiendo el área con una procesión religiosa. Cuando llegaron, los cuatro hombres fuertes que llevaban la imagen de la virgen favorita del sacerdote cayeron al suelo bajo el poder del Espíritu y la imagen se quebró en mil pedazos. Dos de dichos hombres pasaron la noche en el hospital ¡y los otros dos en la tienda de liberación de Anacondia! Esto es la oración de guerra en acción. La oración dirigida por el Espíritu abre el camino para que las bendiciones del reino de Dios vengan a la tierra con sanidades, liberaciones, salvación, santidad, compasión por los pobres y los oprimidos, y el fruto del Espíritu. Sobre todo, Dios es glo- rificado, adorado y alabado. TRACE LAS LÍNEAS DE BATALLA Como ya he dicho antes, no considero la oración de guerra como un fin en sí misma. Soy una persona muy pragmática en el sentido de que las teorías que más me gustan son aquellas que funcionan. Mi interés principal es la oración de guerra que ayuda a realizar un evangelismo eficaz como en el ministerio de Carlos Anacondia. Mi esposa Doris, y yo tuvimos el privilegio de participar en la ciudad de Resistencia en un experimento [p 34] real de la relación entre la guerra espiritual y la evangelización. Edgardo Silvoso es un estratega evangelístico de primer orden. Hace años, Dios le llamó a un ministerio de evangelista en su tierra nativa de Argentina, pero después de algún tiempo se sintió insatisfecho, preguntándose si el fruto que veían en decisiones por Cristo era verdaderamente del tipo que permanece. Silvoso había leído un estudio el cual revelaba que en la campaña evangelís- tica media para toda una ciudad, sólo del 3 al 16 por ciento de los que tomaban su primera decisión
  • 15. 15 por Cristo terminaban en las iglesias colaboradoras. Y muy pocas, si es que había alguna, de las iglesias informaban de un aumento notable en su tasa de crecimiento después de la campaña. En- tonces empezó a sospechar que debía de haber una forma mejor de evangelizar. Ed Silvoso estudió los cursos de crecimiento de la iglesia en el Seminario Fuller y desarrolló una estrategia completamente distinta para el evangelismo a nivel de ciudad, la cual denominó Plan Rosario porque iba a ponerla en práctica en la ciudad de Rosario, Argentina. Se asoció con su cuñado, Luis Palau, e intentó el experimento en 1976. En vez del 3 al 16 por ciento usual, todo un 47 por ciento de aquellos que tomaban por primera vez la decisión de seguir a Cristo se integraron en las iglesias. Este no es lugar apropiado para entrar en los detalles de aquella estrategia evangelística, pero las principales innovaciones de la misma tenían que ver con establecer metas de discípulos más que de decisiones, y de fundación de nuevas iglesias. Dos años después, Silvoso y Palau repitie- ron el esfuerzo en Uruguay y registraron un 54 por ciento de integración de convertidos. [p 35] Luego, Edgardo Silvoso contrajo una rara enfermedad mortal miastenia gravis y le dieron como máximo dos años de vida. Fue entonces cuando fundó su ministerio actual, Harvest Evange- lism, que tiene oficinas tanto en Buenos Aires, Argentina, como en San José, California. Dios trajo intercesores a su vida y fue sanado milagrosamente a través de la oración. Todo aquel episodio llevó a Ed y a su mujer, Ruth, a una relación más estrecha con Dios de la que jamás habían tenido, y los inició en una herramienta hasta entonces poco enfatizada para el evangelismo: ¡la guerra es- piritual! La caída de Merigildo Como caso de prueba, Silvoso trazó un círculo de 160 kilómetros de radio alrededor de su ciudad natal de San Nicolás, donde estaba estableciendo el centro de adiestramiento de su organización, Harvest Evangelism. Ed descubrió que dentro de aquel círculo habían 109 localidades y pueblos sin iglesia evangélica, y un estudio mostró que Merigildo, un poderoso brujo, había aplicado pode- res sobrenaturales de ocultismo al área en cuestión para mantener fuera de ella el evangelio. Sil- voso reunió a dirigentes cristianos, pentecostales y no pentecostales, para hacer una seria oración de guerra. Luego tomaron dominio sobre la zona en el nombre de Jesús y Silvoso dijo: «Hemos dado a los discípulos de Merigildo y a los gobernadores de las tinieblas que mandan sobre ellos un aviso de desahucio sellado con la sangre de Jesucristo». Sintieron que el poder maligno estaba roto. ¡Hace poco recibí un informe de Silvoso diciéndome que ahora en cada una de las 109 locali- dades mencionadas hay una iglesia evangélica! [p 36] Plan Resistencia Después de la experiencia de Merigildo, Silvoso se fijó en la ciudad de Resistencia, situada en la región norteña de Argentina llamada Chaco. El avivamiento tan predominante en muchas partes del país parecía haber pasado de largo a Resistencia. Y aunque en un principio ese nombre tenía connotaciones militares, la ciudad resultó ser también espiritualmente resistente. A principios de 1990 menos de 6.000 personas de una población de 400.000 eran evangélicos meramente el 1, 5 por ciento. En 1989, Silvoso había iniciado un Plan Resistencia de tres años dirigido a conseguir un evan- gelismo significativo y mensurable. Lo basó, no sólo en las técnicas punteras de crecimiento de la iglesia, sino en lo que es todavía más importante: la guerra espiritual sobre la que había estado aprendiendo. Ed Silvoso discernía dos principales fortalezas demoníacas sobre la comunidad evangélica en Resistencia: un espíritu de desunión y un espíritu de apatía hacia los perdidos. De modo que tras- ladó a la ciudad a su equipo de Harvest Evangelism y durante más de un año puso allí cimientos de oración, guerra espiritual y preparación de líderes.
  • 16. 16 Para el mes de abril de 1990 había cambiado el curso de los acontecimientos. Casi todos los pastores estaban unidos y de acuerdo con el Plan Resistencia. Los cristianos habían comenzado a testificar y a hablar de sus vecinos como de «los que todavía no son creyentes». La desunión y la apatía habían sido vencidas por el poder de Dios. En abril de 1990, Ed Silvoso nos invitó a mi esposa, Doris, y a mí a visitar Resistencia y a adies- trar líderes en los principios del crecimiento de la iglesia. Mientras [p 37] yo me dedicaba a esto último, Doris tomaba la temperatura espiritual del lugar, y lo que descubrió la alarmó: era obvio que los creyentes tenían muy poco conocimiento acerca de la guerra espiritual estratégica y de la ora- ción de guerra. A menos que eso cambiara, las posibilidades de un impacto evangelístico significa- tivo eran escasas. Mi esposa sintió que Dios quería que aquello sufriera un cambio. Llamada a los generales Doris y Ed Silvoso acordaron pedir ayuda a uno de los principales expertos en la oración de guerra: nuestra amiga Cindy Jacobs de Generales de la Intercesión. Cindy y Doris realizaron tres visitas más a la Argentina en 1990. La pregunta que yo me hacía era si la guerra espiritual a nivel estraté- gico podría realmente producir cambios mensurables en la evangelización de Resistencia. En junio, Cindy dio dos seminarios intensivos sobre la oración de guerra a varios cientos de pastores, intercesores y otros dirigentes cristianos, primero en Buenos Aires y luego en Resisten- cia. Marfa Cabrera, que había sido precursora junto con su marido Omar Cabrera en el avivamiento de Argentina, hizo equipo con Cindy como intérprete. El efecto fue electrizante. Los líderes argenti- nos no sólo deseaban saber acerca de la intercesión a nivel estratégico, sino que querían ver cómo se realizaba y querían hacerla ellos mismos. ¡En seguida! Bajo la dirección de Dios, Cindy invitó a aquellos que sentían un llamado especial y tenían sus vidas en orden, a reunirse la mañana siguiente en la ciudad. Un grupo de ochenta se presentaron y marcharon hasta la Plaza de Mayo de Buenos Aires para enfrentarse durante [p 38] cinco horas de intensa lucha con las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes. Eduardo Lorenzo, pastor de la Iglesia Bautista de Adrogué y director de Harvest Evangelism en Argentina, condujo al pequeño ejército de intercesores. Entre otras cosas, el grupo discernió la presencia de un espíritu de brujería y otro de muerte en el ministerio de Bienestar Social donde el notorio brujo de Perón, José López Rega, había tenido su despacho. Cindy sintió que antes de ir a Resistencia era necesario extender aviso de la llegada del Reino de Dios a todos los poderes malignos que pudieran haber tenido influencia nacional. Cuando el grupo abandonó la plaza, experimentaron una sensación de victoria: los principados y las potestades no habían sido destruidos, pero la oración de guerra había comenzado en cierta medida a debilitar la presa que tenían sobre Argentina. Llegando a Resistencia, Cindy, Doris, Marfa, Eduardo y los demás descubrieron que los nom- bres de los espíritus que gobernaban sobre esa ciudad eran conocidos por la gente desde hacía generaciones. San La Muerte—el espíritu de muerte—era tal vez el más poderoso de ellos. Gran número de ciudadanos de Resistencia le guardaban tanta devoción que tenían diminutas imágenes de hueso de su ídolo implantadas quirúrgicamente bajo la piel o bajo los pezones, creyendo la falsa promesa de que ello les aseguraría una «buena muerte». Es difícil imaginarse el nivel de vaciedad y desesperación que había penetrado la ciudad. Otros espíritus de casi el mismo rango resultaron ser: Pombero, un espíritu de división que pro- ducía terror, especialmente a los niños durante el tiempo de la siesta y por la noche; Curupí, un espíritu de perversión sexual [p 39] y de incesto cuya imagen se caracterizaba por un órgano viril ridículamente largo; la Reina del Cielo, un espíritu religioso que había pervertido el verdadero ca- rácter de la iglesia tradicional; y el espíritu de Masonería, una forma de poder ocultista inteligente- mente disfrazado. Aparentemente, coordinando las actividades de todos ellos estaba un principado de adivinación o brujería representado por una serpiente.
  • 17. 17 Sorprendentemente, las imágenes de estos espíritus y sus actividades aparecían claramente pintadas en varios grandes murales populares de la plaza central de la ciudad. Después de que Cindy diera un seminario de un día entero a los pastores, intercesores, el equipo de Harvest Evangelism y otros sobre la oración de guerra, un grupo de setenta aproxima- damente se sintieron guiados a ir a la plaza y librar una batalla de primera línea. Después de orar colectivamente, arrepentirse y confesar los pecados representados por esos principados y potesta- des malignos, se enfrentaron a los espíritus durante cinco horas de lucha espiritual. Sólo entonces les dio Dios la seguridad en sus espíritus de que habían abierto brecha. Una vez terminado todo, levantaron sus voces juntos en alabanza y exclamaciones de victoria. Fruto que permanece ¿Qué sucedió? El Plan Resistencia de Harvest Evangelism siguió adelante como programado, con acontecimien- tos evangelísticos para toda la ciudad en agosto y octubre de 1990. Cindy y Doris hicieron dos visi- tas más al lugar. Edgardo Silvoso cuenta que las gráficas de crecimiento de las iglesias de Resis- tencia experimentaron un marcado giro en sentido ascendente a partir de abril, cuando el [p 40] grupo oró en la plaza de la ciudad. En un acto público 250 personas se bautizaron en piscinas por- tátiles, mientras que multitudes de casi 17.000 abarrotaron un campo abierto día tras día para asis- tir a reuniones evangelísticas en las que se quemaban cada noche, en un bidón de 200 litros, obje- tos utilizados en rituales ocultistas y de brujería. Se informó también de que el alcalde de la ciudad había hecho profesión de fe en Cristo. Cien- tos de personas fueron sanadas físicamente y liberadas de demonios. Se iniciaron por lo menos dieciocho iglesias nuevas. Pero lo más importante de todo fue que la población evangélica de Resistencia se duplicó prác- ticamente durante 1990. Informes como éste indican que la oración de guerra tuvo indudablemente algún efecto directo sobre el fruto de la evangelización. Tal vez una de las señales del debilitamiento de los espíritus territoriales sobre Resistencia haya sido la suerte trágica de la gran sacerdotisa del culto de San La Muerte. Dos semanas antes de que en octubre comenzara la ofensiva evangelística, el lecho de la mujer se incendió y, por al- guna razón, las llamas parecieron actuar selectivamente, ¡ya que consumieron sólo su colchón, a ella y su estatua de San La Muerte! San La Muerte mantuvo su promesa de conceder a sus seguidores una buena muerte del modo que cabe esperar del padre de las mentiras. [p 41] PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR 1. Considere nuevamente la descripción de los tres niveles de guerra espiritual (pp. 16–19). Men- cione ejemplos de aquellos que haya usted experimentado personalmente o de los que haya oído hablar. 2. ¿Está usted de acuerdo en que no deberíamos «considerar la guerra espiritual como un fin en sí misma»? Explique su opinión. 3. Cuando el espíritu territorial fue echado de Adrogué, Eduardo Lorenzo había aprendido su nombre. ¿Cuánta importancia cree usted que tiene la revelación de los nombres? 4. Hable acerca de las campañas de Carlos Anacondia. ¿Le gustaría que se celebrara en su ciudad una campaña de ese tipo? 5. ¿Qué piensa que sucedió en realidad en las regiones celestes como resultado de la batalla espiritual de cinco horas en la plaza de Resistencia? [p 42]
  • 18. 18 [p 43] CAPÍTULO DOS La verdadera batalla es espiritual Para la inmensa mayoría de los cristianos norteamericanos la guerra espiritual que he estado describiendo es un concepto nuevo. Muchos han comenzado a preguntarse si será posible inte- grarla a sus ministerios dadas sus tradiciones y preparación. Pero ellos no son los únicos. Incluso los pastores argentinos luchan con algunas de las mismas cuestiones teológicas y prácticas. APRENDA LA LECCIÓN Disfruté mucho hablando con el pastor Alberto Prokopchuk, de la Iglesia Bautista de los Olivos, La Plata, Argentina, porque podía identificarme muy estrechamente con su trasfondo. La tradicional preparación bautista para el ministerio [p 44] que había recibido no incluía un curso en Guerra Es- piritual. Su ministerio en la Iglesia Bautista de Los Olivos no era muy diferente de lo que vemos en tantas iglesias típicas de nuestras ciudades americanas: un sólido ministerio de enseñanza bíblica, un nivel de moralidad relativamente alto, el fruto del Espíritu manifestado en un grado razonable, y miembros que oran, diezman, asisten a los cultos y testifican a sus vecinos cuando se les presenta la oportunidad. ¡Todo eso y ningún crecimiento! Bajo el ministerio de Alberto, la iglesia de Los Olivos había permanecido estancada en 30 miembros durante muchos años, hasta que Carlos Anacondia llegó a La Plata para realizar una campaña. Alberto y la Iglesia Bautista de Los Olivos colaboraron en ella, y a medida que asistían a los cultos noche tras noche y observaban a Anacondia, comenzaron a aprender acerca de la ora- ción de guerra. Quedaron profundamente impresionados por los resultados no sólo por las miles de personas que eran sanadas físicamente y liberadas de espíritus malos, sino todavía más por las 50.000 que tomaron públicamente una decisión por Cristo. Nunca se había visto en La Plata nada que se acercara a esto. Sin embargo, el observar a Anacondia y a su equipo llevar a cabo la campaña y el trasladar ese tipo de ministerio a una iglesia bautista tradicional eran dos cosas muy distintas. No obstante, una cosa que sí sabían cómo hacer los bautistas era evangelizar. De modo que los dirigentes laicos de Los Olivos abordaron a Alberto y le dijeron: «Tengamos una campaña evangelística en nuestra propia iglesia». Alberto no estaba listo para aquello. «No tengo el don de evangelista», replicó. «¿Debemos in- vitar a un evangelista de fuera?» «No, hagamos un trato», le respondieron: [p 45] «Usted predica en la campaña y nosotros oramos a Dios para que le conceda el don de evangelista». Posiblemente en un momento de debilidad, Alberto accedió. Organizaron la campaña y celebra- ron el primer culto. Alberto predicó un mensaje evangelístico e hizo la invitación. ¡No hubo respues- ta! Mientras se angustiaba interiormente por su evidente falta de poder, le pareció escuchar una voz dentro de sí que le decía: «¡Intenta hacerlo a la manera de Anacondia!» Medio desesperado, Alberto decidió jugarse el todo por el todo y lo intentó. Hizo una enérgica oración de guerra y reprendió directamente a los espíritus como había visto hacerlo tantas veces a Carlos Anacondia. Una vez atados los espíritus con la autoridad que Jesucristo le había dado, hizo nuevamente la invitación. ¡Esta vez más de quince personas saltaron de sus asientos y vinieron corriendo al frente para recibir a Cristo como Salvador y Señor!
  • 19. 19 La Iglesia Bautista de Los Olivos ha crecido de los treinta miembros que tenía hasta más de 900. Pero eso no es todo. Prokopchuk ha comenzado congregaciones satélites en otras partes de la ciudad que suman un total de 2.100 miembros. La meta de Alberto Prokopchuk para su iglesia, junto con su red de congregaciones satélites, es de 20.000 miembros para el año 2000. No es ne- cesario decir que Alberto lo ha estado haciendo «como Anacondia» desde entonces. LA VERDADERA BATALLA La lección fundamental que Alberto Prokopchuk aprendió fue que la verdadera batalla para una evangelización eficaz es una batalla espiritual. El lo aprendió a su manera, y otros lo estamos aprendiendo a la nuestra. [p 46] El Movimiento del Crecimiento de la Iglesia, al cual represento, ha sido bendecido por Dios y utilizado para estimular cambios fundamentales tanto en el ministerio de la iglesia local co- mo en la evangelización del mundo. Este movimiento comenzó en 1955 y durante los aproximada- mente 25 años que estuvo bajo la inspiración de su fundador, Donald McGavran, trabajó en el de- sarrollo de los nuevos aspectos tecnológicos radicales de crecimiento de la iglesia y evangelismo que tan ampliamente aclamados han sido. Yo creo que Dios quiere que hagamos un mejor trabajo evangelizando nuestra nación en los próximos años. Y en mi opinión lo haremos en la medida que comprendamos que la verdadera batalla es espiritual. Alrededor de 1980, algunos de nosotros comenzamos a explorar cuáles podrían ser algunas de las dimensiones espirituales del crecimiento de la iglesia. Eso no significa que ahora consideremos malo ningún aspecto tecnológico o que vayamos a sustituir lo tecnológico por lo espiritual. No; la tecnología ha sido sumamente útil para las iglesias y misiones, y seguimos trabajando con ahínco para mejorarla y actualizarla. Sin embargo, lo que hemos descubierto es que toda la tecnología evangelística del mundo po- drá tener un efecto mínimo sólo si se logra ganar la batalla espiritual. Es algo así como un automó- vil nuevo con los últimos adelantos de la ingeniería; que puede ser muy bonito y [p 47] estar cons- truido a la perfección, pero que no funcionará hasta que se le eche gasolina en el depósito. Lo mismo sucede con el poder espiritual en el evangelismo y el crecimiento de la iglesia. Para ilustrarlo, considere la década de los 80 en América. Esos fueron los años del desarrollo rápido de algunas de las mayores iglesias que ha visto jamás la nación. Casi todas las áreas me- tropolitanas tienen ahora una o más megaiglesias que no existían antes. Los seminarios sobre el crecimiento de la iglesia y los recursos evangelísticos se han multiplicado. Las escuelas cristianas privadas y el uso por los creyentes de los medios de comunicación han aumentado extraordinaria- mente. En la superficie parecía que el cristianismo estaba haciendo grandes progresos en nuestro país, pero las estadísticas presentan un cuadro bien distinto: al final de la década la asistencia a la iglesia era la misma que en sus comienzos, y la membresía de las iglesias protestantes había dis- minuido. Yo creo que Dios quiere que hagamos un mejor trabajo evangelizando nuestra nación en los próximos años. Y en mi opinión lo haremos en la medida que comprendamos que la verdadera ba- talla es espiritual. APRENDA ACERCA DE LA LUCHA En 1980 sentí de Dios que necesitaba concentrarme en las dimensiones espirituales del crecimien- to de la iglesia. Por mi íntima amistad con John Wimber—a quien entonces algunos apodaban «Don Señales y Prodigios»—supe que el evangelismo con poder sería lo primero en mi nueva agenda. También sentía que después de aquello vendría la oración, aunque debo admitir que no tenía en ese momento ninguna pista de cómo ésta podía relacionarse con la evangelización eficaz.
  • 20. 20 [p 48] En mi libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal Books), publicado en 1988, compartí mi investigación sobre las señales y los prodigios, y un año antes había comenzado a estudiar con ahínco y a enseñar acerca de la oración. Sin embargo, has- ta que no llegó el magnífico Congreso de Lausana sobre la Evangelización Mundial en Manila, en el verano de 1989, no aprendí realmente en cuanto a la verdadera batalla. Aunque no sabía demasiado acerca de ella, para 1989 había empezado por lo menos a enten- der dos cosas: (1) La evangelización funcionaría mejor si iba acompañado de una oración fervoro- sa, y (2) en el cuerpo de Cristo, a nivel internacional, Dios había dotado, llamado y ungido a ciertos individuos que estaban siendo extraordinariamente eficaces en el ministerio de intercesión. Yo me encontraba en posición de integrar esas nuevas nociones en el Congreso Lausana II, porque era miembro del Comité Internacional de Lausana que patrocinaba el congreso. Mientras oraba acerca de cómo unir la oración con la evangelización, Dios impresionó mi mente con el pensamiento de que debía tratar de identificar a 30 ó50 de esos intercesores de primer or- den y desafiarles a venir a Manila pagándose sus propios gastos, pasar por alto el proceso de se- lección de participantes establecido, alojarse en el Hotel Plaza Filipino frente al Centro de Conven- ciones donde se celebraría el congreso, y orar durante las 24 horas del día todo el tiempo que du- rara el mismo. Los dirigentes del Comité de Lausana accedieron, y pedí a Ben Jennings, de la «Campaña de Oración por la Gran Comisión» de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, que organizara y dirigiera el [p 49] proyecto. Ben realizó un magnífico trabajo y, cumpliendo nuestras expectativas más elevadas, se presentaron cincuenta intercesores. A través del equipo de intercesión de Manila, Dios nos dio lo que a mí me gusta llamar una «pa- rábola viviente», a fin de hacernos ver con claridad cuáles son los verdaderos temas subyacentes en la evangelización mundial. Pero antes de que describa esa parábola tengo que explicar aún otro factor decisivo. EL CORDÓN DE TRES DOBLECES En la primavera de 1989 comencé a aprender acerca de otra dimensión espiritual relacionada con el evangelismo: la profecía personal. No quiero entrar en detalles aquí de cómo individuos como John Wimber, Cindy Jacobs y Paul Cain ayudaron a abrirme esta nueva área de entendimiento, sólo decir que en un principio yo era un poco escéptico al respecto. Sin embargo, ahora creo que el ministerio profético es un ministerio válido e importante en estos días. A comienzos del verano de ese mismo año, John Wimber me dijo que Dick Mills me telefonea- ría con una profecía y me recomendó que prestara mucha atención a ella. Para mi desconcierto yo nunca había oído de Dick Mills, pero John lo describió como uno de los profetas más respetados de América con una trayectoria muy probada. Seguidamente supe por Cindy Jacobs, que conocía bien a Mills, que el telefonear a extraños iba en contra de las costumbres de éste. Por casualidad, Cindy resultó estar invitada en casa el día que Dick Mills me llamó. No detallaré aquí lo que decía la profecía, pero el asunto de la parábola viva de Manila era una aplicación profética de Eclesiastés 4:12 a mi ministerio: «Cordón [p 50] de tres dobleces no se rompe pronto». Dick me dijo que sentía que Dios me estaba llamando a servirle como catalizador para que ayudara a unir tres cordones que El deseaba trenzar en un diseño a fin de cumplir sus propósitos en años venideros. Esos tres cordones eran: los evangélicos conservadores, los caris- máticos y los liberales escrupulosos. Lausana II habría de desempeñar un papel importante en cuanto a la unión de los dos primeros cordones. Aunque Lausana I, celebrado en Suiza en 1974, había incluido sólo una participación simbólica de pentecostales y carismáticos, quince años más tarde, en Lausana II, estos grupos eran bastante prominentes. Algunos dijeron que, por el número de manos levantadas en las sesio- nes plenarias, tal vez la mayoría de los participantes fueran carismáticos.
  • 21. 21 Resultó que aproximadamente la mitad de aquellos que se reunieron para formar el equipo de intercesión de Manila eran evangélicos conservadores y la otra mitad pentecostales o carismáticos. Más tarde supe que, por ser la primera vez que esos dos grupos se habían mezclado a ese nivel, al principio les asaltaron una variedad de pensamientos. Los carismáticos se decían a sí mismos: «Me pregunto si estos evangélicos saben en realidad cómo orar y ponerse en contacto con Dios». Y los evangélicos, por su parte, pensaban: «¿Se van a poner estos carismáticos a gritar, chillar y a revolcarse por el suelo?» Pero para el deleite de todos los implicados, descubrieron que al empezar a orar juntos no había ninguna diferencia apreciable entre ellos. Cuando entraron al salón del trono de Dios en compañía unos de otros se encontraron hablando y oyendo las mismas cosas. Los evangélicos animaban a los carismáticos y los [p 51] carismáticos a los evangélicos. Dos de las cuerdas de Dios se estaban uniendo. LA PARÁBOLA VIVIENTE Una de las señales visibles más extraordinarias que he percibido de Dios ocurrió durante la primera noche que el equipo de intercesión de Lausana se reunió en la suite de oración del Hotel Plaza Filipino. La víspera de la mayor convocación internacional sobre evangelización celebrada hasta la fecha, Dios nos dio una parábola viviente para mostrarnos de una vez por todas que la verdadera batalla por la evangelización del mundo es espiritual. Los cincuenta intercesores se sentaron alrededor de aquella gran habitación de hotel en círculo. Venían de doce naciones distintas, la mayor parte de ellos de Norteamérica. Diez de los interceso- res eran filipinos. Y aunque mi esposa, Doris, y yo no somos intercesores, nos invitaron a participar en las actividades de la sala de oración por haber concebido la idea. Naturalmente, el primer elemento de la reunión fue presentarnos. Y cuando habíamos recorrido poco más de la mitad del círculo, una mujer filipina, llamada Juana Francisco, de alrededor de se- senta años de edad se dio a conocer y nos habló del ministerio de intercesión que había ejercido durante muchos años. Dos o tres minutos después, mientras hablaba otro, Juana Francisco sufrió lo que más tarde supimos que era un ataque crítico de asma. Gritó, su rostro se puso pálido y co- menzó a jadear ruidosamente tratando de respirar. Una oleada de pánico recorrió la sala. Dos hombres tomaron a Juana por los brazos y la lleva- ron medio en volandas afuera, al pasillo del hotel. Justo al otro lado del vestíbulo estaba la habita- ción ocupada por Bill y [p 52] Vonette Bright, de Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo. Lo- graron colocar a la mujer en la cama de Bill y afortunadamente una de las intercesoras filipinas era médico, de manera que salió con Juana para atenderla. Con el consuelo de que ya se encontraba bajo cuidado facultativo, dos o tres intercesores oraron por su salud y luego continuamos con las presentaciones. Casi al terminar de dar la vuelta al círculo, alguien irrumpió en la sala gritando: «¿Quién tiene un automóvil? ¡Es una emergencia! ¡Debemos llevarla al hospital …! ¡La doctora dice que está mu- riendo!» Dos mujeres—que no hacía mucho que se conocían—, saltaron de sus sillas de inmediato y sa- lieron rápidamente por la otra puerta al pasillo del hotel. Una de ellas, Mary Lance, es reconocida como evangélica—presbiteriana de Charlotte, Carolina del Norte—y ha sido durante muchos años la intercesora personal de Leighton Ford, presidente del Movimiento de Lausana, el que ostentaba el cargo más alto del congreso. La otra era Cindy Jacobs, a la que ya me he referido anteriormente. Cindy es una conocida carismática independiente. El espíritu de vudú Una vez en el pasillo, Mary Lance y Cindy se miraron a los ojos y supieron en seguida en el Espíri- tu que habían recibido el mismo mensaje de Dios. El Señor les había dicho a ambas que el ataque de Juana Francisco era debido a la invasión de un espíritu de vudú. El vudú filipino había sido pro-
  • 22. 22 ferido contra el grupo y Dios había retirado lo suficiente su protección como para que ese espíritu de enfermedad alcanzara a la intercesora, de un modo muy parecido a la manera en que en el pa- sado permitiera al enemigo acceder a Job. En cuestión de [p 53] segundos, Mary Lance y Cindy se asieron las manos, se pusieron de acuerdo en el Espíritu, hicieron una oración de guerra y rompie- ron el poder del demonio en el nombre de Jesús. Precisamente en ese momento, Bill Bright, que no sabía nada de lo que había sucedido, salió del ascensor y se dirigió a su habitación. Allí, tendida en su cama, se encontraba aquella extraña filipina tratando de respirar y debatiéndose con la muerte. Su acción automática como cristiano fue imponerle las manos y orar por su sanidad, lo que hizo en el mismo momento que Mary Lance y Cindy rompían la maldición. Juana Francisco abrió los ojos y comenzó a respirar con normalidad. ¡La crisis había terminado! Para entonces Doris y yo estábamos en el pasillo. Bill Bright salió de su habitación, vino hacia nosotros y nos dijo con una voz bastante emocionada: «¡Tenemos mucho poder! ¡Deberíamos utili- zarlo más a menudo!» ¿Qué nos muestra Dios? El propósito de Dios detrás de las parábolas, en este caso de una parábola viviente, es enseñar a su pueblo una lección importante. Cuando analizo aquel acontecimiento, la interpretación está cla- ra. Aunque aquellos 4.500 líderes cristianos seleccionados de casi 200 naciones del mundo se re- unieron en el congreso Lausana II en Manila a fin de elaborar una estrategia para la evangelización de 3.000 millones de personas que no conocen todavía a Jesucristo como Señor y Salvador, Dios quería que todos ellos conocieran la verdadera naturaleza de su tarea. En la parábola puedo ver tres lecciones principales: 1. La evangelización mundial es un asunto de vida o muerte. Hablando médicamente, Juana Francisco estuvo al [p 54] borde de la muerte. En términos espi- rituales, 3.000 millones de personas en el mundo están a punto de sufrir una muerte todavía más terrible: la muerte eterna en el infierno. Si Juana Francisco hubiera muerto, habría ido al cielo. La crisis evangelística a la que se enfrenta el pueblo de Dios es mucho más seria que la breve crisis habida en el Hotel Plaza Filipino, ya que si los inconversos mueren no van al cielo. 2. La clave para la evangelización mundial es escuchar a Dios y obedecer lo que oímos. Mary Lance Sisk y Cindy Jacobs recibieron ambas una revelación inmediata de Dios. Como in- tercesoras experimentadas estaban acostumbradas a esto, de modo que no las tomó por sorpresa. Y el hecho de que las dos escuchasen la misma palabra al mismo tiempo confirmó a cada una de ellas que estaban oyendo correctamente. Pero ellas también sabían que el escuchar a Dios era sólo el primer paso. El segundo consistía en tener el valor de obedecerle mandase lo que mandase. Sabían que El quería que se rompiera la maldición, de modo que actuaron y, otra vez, lo hicieron como cada una de ellas lo había hecho muchas veces antes: tomaron autoridad en el nombre de Jesús y ninguna tuvo duda alguna de que en ese instante la batalla se había ganado. 3. Dios va a utilizar a todo el cuerpo de Cristo para completar la tarea de la evangelización mundial. Los evangélicos no van a cristianizar el mundo por sí solos. Los carismáticos tampoco van a hacerlo. Dios escogió a una evangélica y una carismática para que se encontraran en el pasillo y libraran una batalla espiritual. Luego, para sellar el asunto, escogió a Bill Bright, uno de los partici- pantes evangélicos más visibles del [p 55] movimiento de Lausana, para hacer la oración de sani- dad y ver cómo el Señor levantaba a Juana Francisco del lecho de muerte. ESPÍRITUS TERRITORIALES
  • 23. 23 Antes de la celebración en Manila de Lausana II, no hubo mucha discusión sobre la manera en que los espíritus territoriales podían influir en la evangelización mundial ni siquiera entre los pentecosta- les y los carismáticos, y menos aún entre los evangélicos. Aunque este tema no formaba parte del diseño global llevado a cabo por el comité de progra- ma, cinco de los talleres de Manila trataron de los espíritus territoriales y de la intercesión en el ni- vel estratégico. Los que hablamos de ello fuimos: Omar Cabrera y Edgardo Silvoso de Argentina, Rita Cabezas de Costa Rica, y Tom White y yo de los Estados Unidos. El interés en estos talleres superó las expectativas y, antes de terminar el congreso, yo sentí que Dios quería que tomase cier- to liderazgo en cuanto a investigar más el asunto. John Robb, de World Vision, precipitó la convocatoria de un grupo muy selecto que vivía en Es- tados Unidos que tenía cierto conocimiento de la guerra espiritual a nivel estratégico. Casi por de- fecto me convertí en el coordinador del acontecimiento. Entre los 30 individuos que asistieron a la primera reunión en Pasadena, California, el 12 de febrero de 1990, estaban Larry Lea, Gary Clark, John Dawson, Cindy Jacobs, Dick Bernal, Edgardo Silvoso, Mary Lance Sisk, Gwen Shaw, Frank Hammond, Bobbie Jean Merck, Jack Hayford, Joy Dawson, Beth Alves, Ed Murphy, Tom White, Charles Kraft y otros. Bobbye Byerly dirigió simultáneamente a un grupo de intercesión que estuvo orando durante todo el encuentro en la sala contigua. [p 56] El grupo empezó a autodenomlnarse la «Red de Guerra Espiritual» con el subtítulo de «Grupo Surgido de Lausana II en Manila para Estudiar la Guerra Espiritual a Nivel Estratégico». Ninguno de los miembros de la Red se considera a sí mismo un experto, pero todos están de acuerdo en que la verdadera batalla para la evangelización del mundo es espiritual, y que cuanto más aprendamos acerca de ella más eficazmente podremos concluir la Gran Comisión dada por Jesús de hacer discípulos a todas las naciones. Algunos del grupo están avanzando en ello. El excelente libro de John Dawson La reconquista de tu ciudad (Editorial Betania) es el primer libro analítico y de enseñanza que tenemos sobre la oración de guerra. Las obras de Dick Bernal tales como Storming Hell’s Brazen Gates [La entrada descarada al infierno tormentoso] (Jubilee Christian Center) y Come Down Dark Prince [Ven, prín- cipe de las tinieblas] (Companion Press) comparten ministerios reales de guerra espiritual en el campo misionero. Mi libro Engaging the Enemy [Comprometiendo al enemigo] (Regal Books) reúne tratamientos del tema por 18 dirigentes cristianos, algunos de la Red de Guerra Espiritual—tales como Tom White, Dick Bernal, Larry Lea, Jack Hayford, John Dawson, Edgardo Silvoso, etc—y otros como Michael Green, Paul Yonggy Cho, Timothy Warner u Oscar Cullman. Possessing the Gates of the Enemy, [Poseyendo la entrada del enemigo] de Cindy Jacobs (Chosen Books) es el manual práctico de cómo hacemos en realidad la intercesión en la Red. El importante concepto de cartografía o mapping espiritual (véase el capítulo 8) es introducido por George Otis hijo en su libro The Last of the Giants [El último de los gigantes] (Chosen Books). [p 57] EL PODER ESPIRITUAL EN LA EVANGELIZACIÓN No todos los que se lanzan a evangelizar son igual de eficaces. Y puesto que esto es así, resulta útil saber quiénes son los más efectivos y qué están haciendo que otros no hacen. Esta es una de las tareas de los profesores de crecimiento de la iglesia como yo. Llevo más de dos décadas estu- diando iglesias que crecen y otras que no crecen, estudio del que han surgido ya algunas respues- tas. El crecimiento de la iglesia es en cierto modo complejo. Hay tres series de factores que inter- vienen cuando se hace un análisis del crecimiento o de la decadencia de congregaciones: los fac- tores institucionales—la iglesia puede cambiar si lo desea—; los factores contextuales, que son condiciones sociológicas—la iglesia no tiene poder para cambiar—; y los factores espirituales, que reflejan la mano de nuestro Dios soberano. Cuando se consideran a escala mundial, parece sin embargo que los factores institucionales y contextuales tal vez no sean tan decisivos como los espirituales. Esto resulta obvio cuando uno se
  • 24. 24 fija en el crecimiento de los movimientos pentecostales y carismáticos durante los 40 ó 50 años pasados. Aunque ha habido algún crecimiento vigoroso entre iglesias no carismáticas y no todas las denominaciones e iglesias carismáticas crecen, sigue siendo cierto que a lo largo de las últimas décadas el crecimiento más asombroso de la iglesia a nivel mundial se ha registrado entre aquellas iglesias que dependen de un modo más explícito del poder espiritual; a saber las pentecostales y carismáticas. El movimiento pentecostal/carismático tiene sus raíces en los comienzos del siglo XX, pero su poderoso crecimiento no empezó realmente hasta después de la [p 58] Segunda Guerra Mundial. En aquel entonces, en 1945, contaba con 16 millones de adherentes en todo el mundo. Para 1965, su número había aumentado hasta los 50 millones. En 1985 tenía ya 247 millones. Y la increíble cifra que arroja 1991 es de 391 millones. En toda la historia, ningún otro movimiento humano voluntario o militarista y no político ha crecido tan extraordinariamente como el movimiento pentecos- tal/carismático durante los últimos 25 años. Una denominación pentecostal, las Asambleas de Dios, creció de 1,6 millones en 1965 hasta 13,2 millones en 1985. Aunque se trata de un grupo relativamente nuevo, las Asambleas de Dios es ahora la denominación mayor o la segunda en número de miembros en más de 30 naciones del mundo. En una sola ciudad, Sao Paolo, Brasil, cuenta con 2.400 iglesias. El movimiento cristiano con mayor tasa de crecimiento en los Estados Unidos es el carismático independiente. Salvo algu- nas excepciones, la megaiglesia más grande de cualquier área metropolitana de América es pen- tecostal o carismática. También eran pentecostales/carismáticas las seis mayores iglesias del mundo que en 1990 tenían una asistencia a los cultos de 50.000 personas o más. Aunque no soy historiador profesional, me atrevería a adelantar una hipótesis: Creo que en toda la historia, ningún otro movimiento humano voluntario no militarista y no político ha crecido tan ex- traordinariamente como el movimiento pentecostal/carismático durante los últimos veinticinco años. [p 59] Parece razonable pensar que aquellos que venimos del ala evangélica tradicional de la Iglesia haríamos bien en estar abiertos a aprender de nuestros hermanos y hermanas carismáticos. Y la lección más fundamental, según mi parecer, es que tienen una comprensión más avanzada del carácter espiritual de la verdadera batalla por la evangelización. Las señales y los prodigios, la liberación de espíritus demoniacos, las sanidades milagrosas, la adoración sostenida y entusiasta, las profecías y la guerra espiritual son considerados por muchos de ellos como las manifestaciones normales del cristianismo. La demostración de este poder espiritual en traer grandes cantidades de personas a Jesucristo habla por sí sola. No tenemos más que mirar lo que Dios está haciendo hoy en día en el mundo para darnos cuenta de que la efìcacia de nuestros esfuerzos evangelísticos depende en buena medida del resultado que obtengamos en las batallas espirituales libradas en las regiones celestes. Las Escrituras señalan que nuestra arma principal para enfrentarnos al enemigo en esta batalla es la oración de guerra. PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR 1. Hable de alguna metodología evangelística o de algunas técnicas de crecimiento de la iglesia que conozca las cuales no parezcan estar funcionando todo lo bien que deberían. 2. ¿Cómo describiría usted cada segmento del «cordón de tres dobleces» que Dios está juntando? Nombre algunos líderes de cada uno de ellos. ¿Puede [p 60] imaginárselos apoyando sus ministe- rios mutuamente? 3. ¿Cree usted que cristianos como Juana Francisco pueden ser maldecidos realmente? ¿Podría ella haber muerto de no haberse roto la maldición?
  • 25. 25 4. ¿Qué temas le gustaría que se trataran si fuera usted a asistir a una reunión de la Red de Guerra Espiritual? 5. Nombre varias de las áreas específicas que el resto del cuerpo de Cristo puede aprender del movimiento pentecostal/carismático.
  • 26. 26 [p 61] CAPÍTULO TRES Jesús a la ofensiva Si el ministerio público de Jesús comenzó con su bautismo, su primer acto de ministerio implicó el más alto grado de guerra espiritual a nivel estratégico. «Jesús fue llevado por el Espíritu al desier- to, para ser tentado por el diablo» (Mateo 4:1). El antiguo Testamento no tiene ningún relato paralelo de este tipo de actividad. Jesús introdujo algo nuevo en la historia de la salvación. Al enfrentarse al enemigo en aquel choque de poder al más alto nivel, el Señor le estaba extendiendo aviso, a él como a todo el mundo, de que la batalla había empezado. ¡El reino de Dios había llegado! EL REINO DE DIOS ESTÁ AQUÍ El mensaje de que el reino de Dios había llegado fue prominente en la predicación de Juan el [p 62] Bautista, de Jesús y de los apóstoles. La razón por la que vemos tanto la frase: «Arrepentíos porque el reino de Dios se ha acercado», es que se trata del momento más crucial de la historia de la humanidad desde la caída de Adán y Eva. Y ese momento crucial abarca la encarnación de Je- sús, su nacimiento virginal, su bautismo, su ministerio, su muerte y su resurrección. La mayor apli- cación del mismo a lo largo del resto de la historia comenzó el día de Pentecostés. La venida de Jesús fue un acontecimiento tan radical debido a que Satanás había gozado hasta entonces de un poder casi ilimitado aquí abajo en la tierra. Esto no supone pasar por alto el hecho de que Dios es en última instancia el Rey de reyes, el Señor de señores y el Creador de todo el universo—incluso de Satanás—. El diablo es una mera criatura que hasta determinado momento no existía, y que se encontrará al final en un lago de fuego, deseando ansiosamente no haber sido creado nunca (véase Apocalipsis 20:10). Sin embargo, al mismo tiempo no debemos tomar a la ligera la descripción bíblica de Satanás. La Biblia le llama «el dios de este sìglo» (2 Corintios 4:4), «el príncipe de la potestad del aire» (Efesios 2:2) y «el príncipe de este mundo» (Juan 12:31). Y Juan afìrma que «el mundo entero está bajo el maligno» (1 Juan 5:19). El lenguaje empleado es imponente. Si pensamos que Satanás tiene un poder formidable en nuestros días, debemos darnos cuenta de que más poder tenía aún cuando vino Jesús. El Señor anunció que El estaba comenzando el reino de Dios, y se enfrentó al enemigo en una batalla que continúa en la actualidad. Satanás sabía muy bien que el Hijo de Dios aparecía «para deshacer las obras del diablo» (1 Juan 3:8), y estaba furioso de que invadieran su reino. Pero [p 63] Jesús no sólo invadió el reino del diablo, sino que le derrotó decisivamente en la cruz como tan vívidamente lo describe Pablo en Colosenses: «Y des- pojando a los principados y potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz» (Colosenses 2:15). Incluso antes de la cruz, Jesús pudo decir que, hasta entonces, nadie en los tiempos del Anti- guo Testamento había sido mayor que Juan el Bautista, «pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él» (Mateo 11:11). Podía anunciar la victoria final unos tres años antes de que se cumpliera realmente en la cruz, porque el diablo ya había sido derrotado en aquel choque de poder que conocemos corrientemente como «la tentación de Jesús». JESÚS PROVOCA EL CONFLICTO En vez de ocuparse de sus asuntos y permitir a Satanás que escogiera el momento y el lugar del ataque, Jesús tomó la iniciativa y pasó a la acción inmediatamente después de su bautismo. Antes de anunciar su programa en la sinagoga de Nazaret, llamar a sus doce discípulos, predicar el Ser- món del Monte, alimentar a los 5.000 o resucitar a Lázaro de los muertos, sabía que le era necesa- rio librar una decisiva batalla espiritual en el nivel estratégico.
  • 27. 27 El lugar que Jesús escogió para ello es significativo. Fue «al desierto», que era considerado como el territorio de Satanás. El Diccionario de Teología del Nuevo Testamento dice de eremos, la palabra griega traducida por desierto: «Un lugar de peligro mortal … y de poderes demoníacos», y «sólo cuando el juicio de Dios ha caído se obtiene victoria sobre el desierto y sus espíritus malig- nos».1 Para que el combate de Jesús con el diablo fuera [p 64] decisivo, había que darle, por utilizar un término deportivo, la ventaja de «jugar en casa». El Señor entró en el territorio del enemigo sin vacilaciones ni miedo de ningún tipo. Satanás sabía lo que se jugaba, y por lo tanto se empleo a fondo. Llegó incluso a ofrecerle a Jesús su posesión más preciada: «Todos los reinos del mundo y la gloria de ellos» (Mateo 4:8). Se libró una cruenta y decisiva batalla, pero el resultado de la mis- ma jamás estuvo en duda. El poder de Satanás no ha podido nunca, ni podrá competir con el poder de Dios. Jesús ganó. El diablo fue derrotado. Aquel choque de poder abrió espiritualmente el camino pa- ra todo lo que Jesús tenía que realizar durante los tres años siguientes, incluyendo su muerte y resurrección. ¿PODEMOS IDENTIFICARNOS CON ESTO? Llegados a este punto, algunos tal vez piensen que Jesús pudo enfrentarse al enemigo con tal po- der porque era Dios: la segunda persona de la Trinidad. Y ya que ninguno de nosotros somos Dios, no podemos identificarnos con esta clase de guerra espiritual. Esta es una cuestión tan decisiva que me voy a «poner teológico» y voy a tratar la relación en- tre las dos naturalezas de Cristo. Permítame decir antes de empezar que creo que una de las cla- ves para comprender cómo refleja o no refleja nuestro ministerio hoy en día el ministerio de Jesús es entendiendo lo que el teólogo sistemático Colin Brown llama «Cristología del Espíritu»2, y a lo que yo he hecho referencia con el término «teología de la encarnación». Explico esto con algún detalle en mi libro How to Have a Healing Ministry [Cómo tener un ministerio de sanidad] (Regal), de manera que aquí sólo lo resumiré. [p 65] Mi premisa teológica es la siguiente: «El Espíritu Santo fue la fuente de todo el poder de Jesús durante su ministerio terrenal. El Señor no ejerció ningún poder propio ni por su propia cuen- ta. Hoy en día nosotros podemos esperar hacer lo mismo, o cosas mayores que Jesús, porque hemos recibido acceso a la misma fuente de poder».3 Sin olvidar el hecho de que Jesús fue en todo momento plenamente Dios y completamente humano durante su ministerio terrenal, esto se desprende claramente de sus propias palabras: «No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre» (Juan 5:19). Según Filipen- ses 2, Jesús se hizo voluntariamente obediente al Padre durante su encarnación en la tierra (véase Filipenses 2:5–8). Accedió a renunciar a sus atributos divinos durante algún tiempo: no hizo obras milagrosas por su propia naturaleza divina, ya que si lo hubiese hecho habría violado su pacto de obediencia con el Padre. Todos sus hechos prodigiosos fueron realizados por el Espíritu Santo obrando a través de El (véase Mateo 12:28; Hechos 10:38; Lucas 4:1, 14,17). Por tal razón, Colin Brown llama a esto «Cristología del Espíritu». Así, cuando Jesús estaba a punto de dejar esta tierra, pudo decir con verdad a sus discípulos que les convenía que El se fuese (véase Juan 16:7). Sólo después de que se había ido pudo en- viarles al Paracleto (Juan 16:14). Jesús expresó: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, 1 O. Bocher, “Wilderness”, The New International Dictionary of New Testament Theology, Colin Brown, ed., Vol. 3, pp. 1005, 1008 (Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1978). 2 Colin Brown, That You May Believe: Miracles and Faith Then and Now (Grand Rapids, MI:Wm. B. Eerdmans Pub. Co., 1985). 3 C. Peter Wagner, How to Have a Healing Ministry (Ventura, CA:Regal Books, 1990), pp. 102– 103).
  • 28. 28 las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Juan 14:12). [p 66] EL SIGNIFICADO DE LA TENTACIÓN DE JESÚS Volviendo ahora al choque de poder que hubo en la tentación de Jesús, ya he dicho anteriormente que Satanás se empleó a fondo, pero ¿cuál fue específìcamente su plan de ataque? El diablo atacó a Jesús precisamente igual que lo hizo con Adán y Eva en la primera tentación: en el aspecto de la obediencia a Dios. Satanás logró engañar al primer hombre y la primera mujer para que desobedecieran a Dios, y esperaba poder hacer lo mismo con el Señor. De modo que lo intentó tres veces, sabiendo que si Jesús rompía el pacto de obediencia que había hecho con el Padre el plan de salvación habría fracasado. Jesús hubiera podido convertir las piedras en pan y lanzarse desde el templo llamando a los ángeles en su socorro, pero en ambos casos habría tenido que utilizar sus atributos divinos—lo cual siempre podía hacer—. Podría haber afirmado su deidad y tomado los reinos de Satanás sin adorarle. Pero ya que el Padre no le había mandado que hiciera ninguna de esas tres cosas, no las llevó a cabo. A diferencia de Adán y Eva, El obedeció al Padre. Lo que vemos, entonces, es a Jesús en su naturaleza humana confrontando directamente al enemigo. Cierto que El seguía siendo la segunda persona de la Trinidad, pero eso era sólo algo accidental en el caso de aquel choque de poder. El hecho central es que Jesús, como ser humano, desafió abiertamente a Satanás su territorio y lo venció. Y esto lo hizo mediante el poder del Espíri- tu Santo que recibió durante su bautismo cuando éste descendió sobre El en forma de paloma. (Marcos 1:10). A continuación, «fue llevado por el Espíritu» a enfrentarse con el diablo (Lucas 4:1). Y después de que [p 67] Satanás hubiera sido derrotado, «Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea» (Lucas 4:14). La pregunta sigue siendo: ¿Podemos identificarnos hoy con esto? Pues nosotros podemos ser tentados por el diablo como lo fue Jesús, ya que El «fue tentado en todo según nuestra semejan- za» (Hebreos 4:15), y también tenemos acceso al mismo Espíritu Santo (Juan 16:14). Además, el Señor dijo a sus discípulos, y presumiblemente a todos nosotros: «He aquí os doy potestad […] sobre toda fuerza del enemigo» (Lucas 10:19). Yo personalmente creo que tenemos las posibilida- des teológicas y espirituales para hacer las obras que hizo Jesús. Pero me apresuro a señalar que esta es principalmente una conclusión teórica. El si debería- mos hacerlo, en qué medida, y bajo qué circunstancias, constituye una pregunta diferente y más perentoria. ¿CUÁN LEJOS DEBERÍAMOS IR? Una de las razones por las que debemos ser cautos en esto, es que no tenemos ejemplos bíblicos de los doce apóstoles ni de otros dirigentes cristianos del primer siglo que desafiaran al diablo a un choque directo de poder como lo hizo Jesús. Yo presumiría que la mejor explicación de ello es que Dios no les guió a hacerlo. Al parecer el Espíritu Santo no llevó literalmente a ninguno de ellos al desierto, ni a ningún otro escenario de choque de poder como en el caso de Jesús. Si los discípu- los siguieron el ejemplo de Jesús e hicieron sólo lo que veían hacer al Padre, podemos concluir que el Padre, muy obviamente, no lo estaba haciendo. ¿Qué sucede cuando hoy en día los cristianos gritan: «¡Te ato, Satanás!»? Tal vez no tanto como esperamos. El diablo será finalmente encadenado durante mil [p 68] años, pero eso lo lleva- rá a cabo un ángel y no un ser humano (véase Apocalipsis 20:1–2). Por otro lado, el decir «¡Te ato, Satanás!» puede ser útil para declarar a otros y a nosotros mismos que no nos gusta en absoluto el diablo y que queremos verle neutralizado en el mayor grado posible. No seré yo de los que regañen a los hermanos y hermanas que reprenden agresivamente al diablo, como no criticaría tampoco a un soldado americano en el Golfo Pérsico que gritara: «¡Aquí
  • 29. 29 estamos, Sadam Husein!» Ninguno de los soldados esperaba siquiera ver a Sadam Husein perso- nalmente, pero sí declaraban quién era el verdadero enemigo. Jesús nos ayuda a entender esto. El expulsa de una mujer a un espíritu de enfermedad que la había mantenido atada durante 18 años. Luego, explicando lo que había hecho, dice que Satanás era quien la había tenido así todo ese tiempo (véase Lucas 13:10–16). Yo no creo que Jesús esta- ba diciendo que el diablo mismo había pasado esos 18 años endemoniando a aquella mujer, sino que había sido el último responsable, como comandante en jefe de las fuerzas del mal, de que esa misión fuera delegada a un determinado espíritu de enfermedad. De modo que si Jesús puede de- cir que Satanás la había atado a ella, resulta apropiado que nosotros digamos: «¡Te ato, Sata- nás!»—siempre que entendamos las limitaciones de nuestra actuación. Por tanto, aunque puede ser dudoso que Dios espere de nosotros el que entremos en una con- frontación directa con el diablo mismo, no hay muchas dudas respecto de que tenemos un manda- to divino de confrontar a los poderes demoniacos en niveles inferiores a Satanás. Los ejemplos del Nuevo Testamento son tan numerosos que no necesitan repetirse. Jesús relacionó [p 69] clara- mente la predicación del reino de los cielos con el echar fuera demonios (véase Mateo 10:7, 8). Lo que el Señor no especificó fue si debíamos esperar un combate con lo demoniaco sólo al ras del suelo—lo cual es bastante obvio—o si la lucha iría en ascenso hasta incluir también la guerra espiritual en el nivel del ocultismo o en el estratégico. En este punto hay ciertos desacuerdos entre aquellos que enseñan y participan activamente en la guerra espiritual en nuestros días. Según puedo percibir, el consenso general es que debemos ministrar con bastante libertad al ras del sue- lo, echando fuera los demonios corrientes, y que haríamos bien en mantenernos alejados de cho- ques directos con el dios de este siglo: Satanás mismo. Algunos son más precavidos en cuanto a hacer frente a las fuerzas demoníacas en los niveles intermedios y otros más agresivos. Creo que Dios puede estar llamando, equipando y capacitando a un número reducido de diri- gentes cristianos para que pasen a primera línea, a la guerra espiritual en el nivel estratégico. Y pienso que El está levantando a grandes cantidades de creyentes para respaldar a esas personas moralmente, así como por medio de la intercesión, el aliento y los recursos materiales. Dios, según mi opinión, está en vías de elegir un grupo cada vez más amplio de «boinas verdes» tales como Eduardo Lorenzo, Cindy Jacobs, Larry Lea, Carlos Anacondia, John Dawson, Edgardo Silvoso o Dick Bernal, quienes librarán las batallas decisivas de alto nivel contra los gobernadores de las ti- nieblas y por ende verán aumentos mensurables en los números de perdidos que se convierten «de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios» (Hechos 26:18). [p 70] LA CONQUISTA DE UNA CIUDAD ¿Qué tenía que decir Jesús a sus discípulos acerca de la guerra espiritual en el nivel estratégico? Algunas de sus intrucciones más directas no se encuentran en los evangelios, sino más bien en el libro del Apocalipsis. Es bastante corriente olvidar que más de dos capítulos enteros de ese libro son palabras literales de Jesús. Mi Biblia me lo recuerda, ya que están escritas con tinta roja. El contenido de las cartas a las siete iglesias de Asia es una de las pocas partes de la Escritura que fueron al parecer dictadas literalmente por Dios al escritor humano. Cada una de las siete iglesias recibió un mensaje distinto. Sin embargo todos esos mensajes tienen algunas cosas en común. Por ejemplo: cada carta comienza con algunas frases descriptivas acerca de su autor, Jesucristo. Todas ellas afirman que su contenido es «lo que el Espíritu dice a las iglesias». Y lo más importante para nosotros ahora: en cada una de las siete cartas aparece un único verbo relacionado con la milicia: vencer. De hecho, hay algunas promesas bastante extraordinarias que dependen de ese hecho de ven- cer en cada una de las cartas. Si vencemos, como Jesús quiere que lo hagamos: (1) comeremos del árbol de la vida; (2) no sufriremos el daño de la segunda muerte; (3) comeremos del maná es- condido; (4) tendremos autoridad sobre las naciones; (5) seremos vestidos con vestiduras blancas;