2. La película “La Ola” está basada en hechos reales acontecidos en 1967 en un
Instituto de Palo Alto en California, en donde un profesor de historia, para responder
la pregunta de sus alumnos de cómo pudo ser posible la pasividad del pueblo alemán
ante las atrocidades del nazismo, llevó a cabo una ocurrente y dramática experiencia
pedagógica en la que se ha basado esta película.
Como vemos, la película está ambientada en un grupo de adolescentes de un
instituto de la Alemania actual. El profesor encargado de un seminario
sobre autocracia es, en esta ocasión, el que pregunta a sus alumnos si consideran
posible el retorno de una dictadura totalitaria y, frente a la seguridad con que los
jovencitos responden que no, les propone el experimento. Iniciado éste, el docente va
reproduciendo en sus clases todos los elementos que fueron capaces de conducir a la
gente normal a mirar hacia otro lado, e incluso participar en muchos casos, ante los
horrores del III Reich. Los alumnos, inicialmente escépticos y evasivos, con insólita
rapidez y casi sin darse cuenta, los van asumiendo con absoluta inconsciencia y
entusiasmo. Muy pronto son ellos mismos quienes inventan nuevos pasos a seguir,
superando las previsiones del profesor.
El docente propone su experimento como un juego y convoca la elección de un
líder. Tras un interesante tanteo de candidatos, es el profesor quien resulta elegido.
Una vez “en el poder legítimo”, el profesor cambia su actitud por un papel autoritario e
impone medidas disciplinarias: Silencio, postura quieta y erguida en la silla, pedir
permiso y ponerse en pie para hablar… Con la simple explicación de que todo eso es
bueno para el organismo, acalla las protestas. Usando la misma bondadosa excusa
exige comenzar las clases haciendo un ejercicio: Marcar el paso al estilo militar,
añadiendo el astuto argumento de que, con el estruendo del pateo simultáneo,
molestan a “los de abajo”. No es casualidad que “los de abajo” sean otro grupo que
sigue un seminario sobre anarquía. Los alumnos, divertidos y entregados al jueguecito,
sorprenden al profesor tomando la iniciativa de ponerse en pie y cuadrarse cuando
entra en clase.
El líder electo, convertido ya en dictador populista, propone la necesidad de
escoger un nombre que identifique al grupo. Los alumnos hacen propuestas y él va
anotando las ideas en la pizarra. Todas menos la de una alumna que, desde el
principio, muestra señales de resistencia. Al final, queda fijado un nombre: “La Ola”. El
docente propone el uso de un “uniforme” que los distinga -tan sólo camisa blanca y
3. vaqueros- y designa a un alumno poco aceptado, pero que sabe dibujar, para que
diseñe el logo grupal.
Con toda esta parafernalia simbólica, el profesor-dictador consigue que se
sientan un nosotros en oposición a los otros. Cuando, en una situación de acoso, se
defienden entre ellos, todos, especialmente los más débiles, saborean una sensación
de seguridad que desconocían. Las reticencias iniciales desaparecen. Los disidentes son
expulsados del grupo y su libertad de expresión entorpecida y secuestrada. Sin la
camisa blanca y el saludo de rigor, se está mal visto y excluido de fiestas y actividades.
Llenan el instituto y la ciudad de pegatinas y pintadas con su logo. Los alumnos de
otros grupos, incluyendo varios del seminario sobre anarquía, se apuntan a La Ola. Los
que no caben o son de otros cursos, se convierten en “simpatizantes”. Muchos
compañeros del instituto, aun sin comulgar con el asunto, se adhieren a la movida, en
cuanto se dan cuenta de que “conviene”. El grupo ya se ha convertido en un
movimiento, que arrastra poco a poco a casi todo el alumnado.
El profesor, gracias a la ayuda de su esposa y de su alumna resistente,
verdadera y heroica protagonista de la historia, adquiere consciencia del monstruo que
ha creado, que ya amenaza con sobrepasar los muros del instituto y convertirse en un
nuevo movimiento neonazi a gran escala, reconoce que su experimento se le ha ido de
las manos y concluye que debe detenerlo de inmediato. Ante el alcance de lo ocurrido,
el arrepentido profesor decide poner fin a la locura conduciéndola al máximo extremo,
con la esperanza de que los alumnos perciban hasta dónde son capaces de llegar por la
manipulación, se horroricen, se avergüencen, reaccionen y aprendan la lección. Para
ello, convoca una masiva reunión de miembros y simpatizantes de La Ola, en la que los
exalta al máximo con un enfervorizado discurso, con el que consigue que el grupo se
lance literalmente al linchamiento físico de un “traidor” al glorioso proyecto.
En ese momento, el profesor detiene todo en seco, trata de hacer ver a sus
alumnos que el experimento ya ha contestado a sus dudas y les abre los ojos a la
barbaridad a la que se han dejado arrastrar. Todos parecen confundidos, como
despertando de un extraño sueño, y poco a poco, a distintos ritmos, van asimilando la
realidad. Unos ocultan su rostro con las manos, otros niegan con la cabeza, otros
lloran, otros miran sin salir de su asombro. Pero el alumno más fanático, un chico que
antes del experimento era el hazmerreír de todos y que idolatraba a ese movimiento
que le había otorgado seguridad y autoestima, un desequilibrado muchacho que había
confiado todas sus esperanzas a aquella locura y a su líder, no puede tolerar que su
sueño se esfume de repente. El muchacho, enloquecido, saca una pistola que lleva
4. consigo, hiere a un compañero y finalmente se suicida, pues no puede soportar la idea
de que “La Ola” haya acabado. El profesor finalmente es detenido como culpable de
todo el moviento.