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Fulgores de Dios
Jo Ann Davidson
Capítulo 7
Aquí viene el Juez
na de las suposiciones fundamentales de todos los escritores bí-
blicos es que el Dios del cielo existe; ninguno de ellos alguna vez
expresa alguna duda acerca de esto. En cambio, cuentan cómo
era él, incluyendo su rol como Juez. El profeta Daniel ve la corte celes-
tial en una visión (Daniel 7: 9, 10, 22, 26, 27; 12:1-4), como lo hace Juan
en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 20:11-15). Esteban se refiere a
Dios como Juez (Hechos 7). Pablo habla de "Jesucristo, que juzgará" (2
Timoteo 4:1), y al "Señor, juez justo" (2 Timoteo 4:8; ver también Hebre-
os 12:23).
Los antiguos también conocían a Dios como Juez. Ana alaba al gran
Juez divino: "Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, y
sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la
tierra" (1 Samuel 2:10). Abraham se dirige a Dios: "El Juez de toda la
tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?" (Génesis 18:25). Él sabe que
Dios castiga con justicia al mal, pero que no destruiría innecesariamen-
te a la gente aun cuando la mayoría merezca el castigo. Él podría haber
sabido esto, porque Dios ofreció seguridad a quienes fueran a él al arca
durante el diluvio de Noé, una ocasión de juicio divino contra el mal
violento muy extendido (Génesis 6-9).
Cuando Abraham habla con Dios acerca del juicio, ya ha sido lla-
mado por Dios a una relación de pacto. Contra el oscuro informe de la
pecaminosidad universal (Génesis 1-11), Dios decide bendecir a este
mundo caído: "Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra"
(Génesis 12:3). 1 Él promete esto más de una vez a Abraham.
U
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"¿Habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo
de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? Porque yo sé que
mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino
de Jehová, haciendo justicia y juicio" (Génesis 18:18, 19).
Esta declaración específica de la promesa del pacto a Abraham es
pronunciada en medio del juicio contra Sodoma y Gomorra, haciendo
que la promesa de bendición universal que hace Dios sea aún más im-
presionante.
Génesis 18 describe el clamor (ze'aqáh) que sube a Dios desde So-
doma: "Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y
Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en
extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el
clamor que ha venido hasta mí" (Génesis 18:20, 21). La expresión ze'a-
qah/tse'aqah es un término utilizado para el grito de dolor, o para pedir
ayuda de quienes están oprimidos o violados. También se usa para el
sufrimiento de los israelitas durante su esclavitud injusta en Egipto. 2
La triste reputación de Sodoma ya se había establecido en Génesis
13:13: "Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Je-
hová en gran manera". Génesis 19 describe la corrupción hostil entre las
generaciones de "los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, to-
do el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo" (19:4). Poste-
riormente, Sodoma llegó a ser un símbolo de la sociedad humana en su
peor forma. Por ejemplo, la suerte futura del Israel idólatra es igualada
a la de Sodoma y Gomorra (Deuteronomio 29:23). Isaías compara la Je-
rusalén de sus días con Sodoma y Gomorra, condenándola por su de-
rramamiento de sangre, corrupción e injusticia (Isaías 1:9-23). También
compara el futuro juicio divino de Babilonia con el de las dos ciudades
escandalosas (Isaías 13:19, 20). Ezequiel compara las iniquidades de
Judá con los pecados de arrogancia y afluencia de Sodoma. También
ignoraban a los pobres (Ezequiel 16:46-50).
Dios viene a investigar la maldad de Sodoma en Génesis 18. Repite
su promesa del pacto a Abraham mientras estaba en camino a actuar
con juicios sobre una sociedad particularmente mala, repitiendo su
propósito último de bendecir a todas las naciones (versículo 18). El jui-
cio es necesario, pero su meta es dar bendiciones.
Lamentablemente, al fin, ni siquiera se pudo encontrar diez perso-
nas justas en Sodoma. "Pobre ciudad que no tiene ni siquiera diez per-
sonas inocentes, como Sodoma: todos los hombres se reúnen a la puer-
ta de Lot [...] hasta la última persona" (Génesis 19:4)". 3 Así vino el jui-
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cio divino. No obstante, se responde la consulta de Abraham a Dios:
"¿Destruirás también al justo con el impío?" (Génesis 18:23). El Juez di-
vino es muy misericordioso. Aunque no alcanzara a ser justo, Lot y sus
hijas son arrastrados fuera del cataclismo inminente que causarían los
ángeles.
Este es un punto destacado. Por causa de la misericordia de Dios
hacia Sodoma, los israelitas pudieron más tarde comprender que su
conquista de Canaán estaba bajo las directivas de Dios, quien no estaba
solamente eliminando naciones porque la mayoría de ellos eran per-
versos. Si hubiera sido posible, habría salvado aun a una pequeña mi-
noría de ciudadanos, como quería hacer con Sodoma, y aun antes, en el
arca del gran diluvio (Génesis 6:5).
El don de Dios de dar la tierra a Israel en cumplimiento de su pro-
mesa a Abraham necesita entenderse bajo esta luz. El éxodo de Israel
de Egipto fue una acción divina culminante contra la injusticia y la vio-
lencia. Sin embargo, "este no es para implicar que los israelitas no eran
pecadores ellos mismos, con tanta necesidad de la misericordia y la
gracia como el resto de la raza humana. La historia posterior de su
conducta en el desierto demuestra eso más allá de toda duda. Así como
también demuestra la infinita paciencia y la gracia perdonadora de
Dios por sus caminos pecaminosos y rebeldes". 4
La liberación de Israel, de hecho no es diferente de lo que Dios ha
hecho con otras naciones. Todas las naciones están bajo la soberanía de
Dios.
"Por cuanto Dios también dio tierras a otras naciones, la singulari-
dad de Israel no reside en meramente haber recibido tierra de Yahweh,
sino en su relación de pacto con Yahweh. [...] Si ese pacto había de ser
amenazado por el descuido de Israel, entonces los meros hechos histó-
ricos del éxodo y el establecimiento serían contados como nada más,
frente al juicio de Dios, que la migración desde otras naciones". 5
El profeta Amos presenta este punto. Dios hace un pacto especial
con Israel (Amos 3:2), pero ciertamente no es la única nación que Dios
juzga ni la única nación que experimenta un éxodo: "Hijos de Israel,
¿no me sois vosotros como hijos de etíopes, dice Jehová? ¿No hice yo
subir a Israel de la tierra de Egipto, y a los filisteos de Caftor, y de Kir a
los arameos?" (Amos 9:7).
Amos está confrontando a Israel con la realidad. Ellos no podían
pretender ser la única nación que le importaba a Dios. Aún más revela-
dor, Israel llega a ser una nación pecaminosa. Aunque afirma que es el
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pueblo especial de Dios, su relación con él se deteriora tan desespera-
damente que Dios está listo para abandonarlo.
"En un sentido [...] no hay diferencia entre Israel y cualquier otra na-
ción. [...] Dios es el mismo Agente en cada historia nacional, cada mi-
gración racial. [...] Un Señor gobierna a todos, designando el lugar que
deben dejar, la distancia a la que deben mudarse y el lugar donde se es-
tablecerán. [...] Un Gobierno divino reina sobre todos, y una Providen-
cia moral observa todo y juzga todo. El Señor no mira a la gente a la luz
de su pasado histórico sino a la luz de su moral presente. Cada nación
está igualmente bajo su escrutinio moral". 6
Una y otra vez, los escritores bíblicos enseñan que todas las naciones
de la Tierra son tenidas por responsables bajo el Dios soberano del cie-
lo. El Dios que llamó a Abraham a ser una bendición para todas las na-
ciones es el Dios que gobierna a todas ellas. Él quiere que Israel sea su
apreciada posesión. Pero también declara que "Mía es la tierra". El Re-
ino de Dios nunca puede ser limitado a la nación de Israel.
Un problema, que es un corolario, involucra al divino Juez, que usa
a otras naciones como instrumentos de su justicia. Esto se ve en la Es-
critura cuando Dios trae juicios sobre una sociedad en la que "aún no
ha llegado a su colmo la maldad", como se dice de los amorreos en
Génesis 15:16. En armonía con esto, los israelitas reciben una estricta
advertencia de no interpretar sus victorias sobre las naciones de Ca-
naán como resultado de su justicia. Solo es porque Dios los usa como
agentes de sus juicios, al castigar la horrible maldad de los cananeos
(Deuteronomio 9:4-6). Israel nunca debe pensar que es superior a otras
naciones. De hecho, Moisés enfatizó que si alguien merece ser destrui-
do, es Israel: ellos existen solo por la gracia perdonadora de Dios (Deu-
teronomio 9). La destrucción de las naciones cananeas se describe repe-
tidamente en términos morales: Dios actúa con justicia divina contra la
excesiva maldad de estas naciones. Y él hará precisamente lo mismo
con Israel si sigue las prácticas de los cananeos.
Aun antes de que se alejara del Sinaí, Israel cae en una rebelión ca-
tastrófica con la apostasía del becerro de oro (Éxodo 32-34). El libro de
Deuteronomio comienza y concluye con la pecaminosidad de Israel. El
capítulo inicial recuerda el trágico fracaso de la generación del Éxodo.
Termina con el futuro fracaso de generaciones posteriores, que final-
mente conduciría al derramamiento de los juicios de Dios, mientras
otras naciones observan con asombro. "¿Por qué hizo esto Jehová a esta
tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira?" Viene la respuesta: "Por
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cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él concertó
con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto" (Deuteronomio 29:24,
25).
Los hijos de Israel, redimidos de la opresión y la esclavitud, lamen-
tablemente permitieron que las tendencias pecaminosas envenenaran
sus vidas en los siglos siguientes. La ira del juicio de Dios, por lo tanto,
castiga su grave rebelión tan severamente como había hecho con los
egipcios; su milagrosa liberación del éxodo termina en un exilio. Y esto
demuestra, como siempre insistieron los profetas y los salmistas, que la
condición de Israel no es diferente de los pecados de toda la humani-
dad: dureza de corazón, sordera a la Palabra de Dios, falta de disposi-
ción a andar en sus caminos y rebelión pecadora (Deuteronomio 10:12).
Su verdadera necesidad es un corazón nuevo (Isaías 43:25; Jeremías
31:34; Ezequiel 36:24-32).
El libro de los Jueces presenta el mismo principio mientras Israel se
establece en la tierra de Canaán. Una y otra vez, Dios usa a otras na-
ciones como instrumentos de juicio contra la apostasía y la rebelión de
Israel (Amos 6:14; Oseas 10:10; Isaías 7:18; 9:11). En los últimos años de
la monarquía, los profetas describen grandes imperios del mundo co-
mo instrumentos en la mano de Dios para castigar a Israel: "Oh Asiría,
vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré
contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira [Israel] le en-
viaré" (Isaías 10:5, 6).
Dios puede elegir a cualquier nación como su agente de juicio. El jui-
cio divino sobre Egipto sería realizado por Nabucodonosor (Ezequiel
30:10, 11). Más tarde, Babilonia misma caería bajo juicio, aun cuando
Dios la había usado para castigar a Israel. Los violentos excesos de Ba-
bilonia la pusieron bajo el juicio divino con el rey Ciro, de los medos y
los persas (Isaías 13:17-19; 47:6, 7).
El lenguaje de Jeremías es especialmente notable: Dios llama al rey
Nabucodonosor "mi siervo" cuando el ejército de Babilonia lleva a Is-
rael al exilio (Jeremías 25:9; 27:5, 6; 43:10; 50:44), por causa de la persis-
tente maldad de Israel. Tanto de Dios como de Nabucodonosor se dice:
"no perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia" (Jeremías 13:14) al
destruir a Jerusalén. Tanto Dios como Babilonia quebrantan, destruyen,
esparcen, expulsan, pelean, derriban, persiguen a Israel, y lo envían al
exilio. La historia bíblica cuenta cómo diferentes naciones se opusieron
a Dios y llegaron a ser tan incorregiblemente malvadas que fueron des-
truidas. Desde la perspectiva humana, estas tácticas son políticas y or-
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ganizadas humanamente, pero las afirmaciones de los profetas eran
que Dios estaba actuando, cumpliendo los propósitos globales de su
soberanía.
Durante algunos actos de juicio, Dios desempeña un papel más ac-
tivo liberando al pueblo de las manos de sus enemigos (Isaías 64:6, 7;
Salmo 81:11, 12); en otras ocasiones, uno más pasivo. O él abandona al
pueblo (Salmo 81:11-16; Isaías 34:2; 43:28; 47:6; 64:7; Jeremías 29:21;
Ezequiel 22:31; ver también Romanos 1:24-28), subrayando la enseñan-
za bíblica de que hay relaciones intrínsecas entre las acciones pecami-
nosas y sus consecuencias.
Algunos cristianos modernos piensan que Dios es como un "abuelo
en el cielo", que no tiene severidad, que cree que sus hijos merecen la
felicidad sin tomar en cuenta normas morales. Se permite a Dios ser
amante, pero no juez. Sin embargo, el Dios de la Escritura pretende te-
ner el derecho de tratar a la injusticia. Él promete vengar la falta de
humanidad del hombre contra el hombre, los pecados que dañan a la
sociedad y destruyen a los seres humanos creados a su imagen. Los
profetas presentan la misma idea.
Para Nahúm, aun la naturaleza tiembla ante el Creador soberano,
quien administrará retribución justa. Se preocupa acerca de la pecami-
nosidad de Judá (1:2-4), juzgando a la ciudad de Nínive, aun cuando
una vez se arrepintió, como uno que "imaginó mal" (1:7-11).
Habacuc profetizó durante los últimos años de Judá, y estaba pre-
ocupado por su maldad y su injusticia. Se preocupa por la pecaminosi-
dad de Judá (1:2-4). El Juez divino responde que él está levantando a
los babilonios (1:5-11), por lo cual Habacuc expresa preocupación ya
que, como idólatras y opresores violentos, ellos son mucho más malva-
dos que Judá, y deberían ser ellos mismos juzgados (1:12-17). Habacuc
reconoce que Israel es pecaminoso, pero no puede entender por qué
Dios usa a un pueblo aún más malvado para administrar castigos.
Dios responde que Babilonia tiene una motivación mala, y es arro-
gante y violenta, pero ella será castigada por sus pecados: como ha
hecho a otros, así le será hecho a ella (2:6-20). Dios puede usar a las na-
ciones con motivos malos y crueldad para realizar su voluntad; no obs-
tante, por causa de esto, ellos también afrontarán el juicio divino. Es
notable que, en todo esto, en última instancia, se manifestará la gloria
de Dios.
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Habacuc termina su libro con una oración, recordando que Dios- re-
veló su gloria y su poder en Egipto en favor de Israel. Él ruega a Dios:
"en la ira acuérdate de la misericordia" (3:2), y luego expresa su fe:
"Aunque la higuera no florezca,
ni en las vides haya frutos,
aunque falte el producto del olivo,
y los labrados no den mantenimiento,
y las ovejas sean quitadas de la majada,
y no haya vacas en los corrales;
con todo, yo me alegraré en Jehová,
y me gozaré en el Dios de mi salvación" (3:17,18).
El profeta Ezequiel también lucha para comprender los actos de jui-
cio de Dios. Él está en la generación misma que experimenta la furia de
Dios durante el exilio. Los pecados de Israel son tan terribles y extensos
que Dios no tiene otra alternativa sino cumplir las amenazas del Pacto,
de lo cual les ha advertido:
"Hijo de hombre, mientras la casa de Israel moraba en su tierra, la
contaminó con sus caminos y con sus obras; como inmundicia de mens-
truosa fue su camino delante de mí. Y derramé mi ira sobre ellos por la
sangre que derramaron sobre la tierra; porque con sus ídolos la conta-
minaron. Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tie-
rras; conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué" (Eze-
quiel 36:17-19).
Todos afrontan el juicio, aun los elegidos: "A vosotros solamente he
conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por
todas vuestras maldades" (Amos 3:2). Todas las voces proféticas expre-
saron la inflexible convicción de que todas las personas están bajo el
juicio de Dios. Isaías lo hace con palabras ardientes:
"Y la tierra se contaminó bajo sus moradores;
porque traspasaron las leyes,
falsearon el derecho,
quebrantaron el pacto sempiterno.
Por esta causa la maldición consumió la tierra,
y sus moradores fueron asolados;
por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y
disminuyeron los hombres" (Isaías 24:5,6).
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En sus actos de juicio, Dios puede obrar por medio de agentes hu-
manos que se encuentran dentro y fuera de la línea del Pacto. También
emplea los elementos, tales como el viento, el agua y la oscuridad, por-
que él es el Soberano sobre toda la creación. 7 En el caso de Sodoma y
Gomorra, Dios entregó su castigo con fuego, como promete hacerlo
otra vez, según el Apocalipsis. No obstante, su intención final es siem-
pre bendecir.
"Dios tiene básicamente la misma intención, con las naciones, que
tuvo con Israel, porque ambos 'sabrán que yo soy Yahweh'. Lejos de ser
solo espectadores-testigos de algo que concierne únicamente a Yahweh
y a Israel, las naciones están directamente involucradas. Todo el pacto
histórico entre Yahweh e Israel tuvo, desde el comienzo, una dimen-
sión universal. Las naciones son verdaderos testigos. Las acciones sal-
vadoras de Yahweh, el castigo y la restauración que él impuso a Israel
eran al mismo tiempo, una predicación a las naciones". 8
Los profetas son conscientes de dos verdades complementarias: La
soberanía de Dios sobre las naciones incluye su propósito redentor pa-
ra su pueblo. Su obra redentora está relacionada con su propósito de
bendecir a todas las naciones. Por medio de todo esto, Dios sería vindi-
cado y glorificado en todo el universo.
Estas son noticias muy buenas. La norma por la cual todas las nacio-
nes son juzgadas por su maldad es la misma norma de la misericordia
de Dios: "Y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré
clemente para con el que seré clemente" (Éxodo 33:19). Cada nación se
beneficia con este principio divino. Dios compara su imparcialidad con
las naciones con la habilidad de un alfarero:
"Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a
casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija
de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo
otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra
de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfare-
ro, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la ma-
no del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel" (Jerem-
ías 18:1-6).
Si cualquier nación se arrepiente, será conservada; si una nación eli-
ge hacer el mal a pesar del deseo de Dios de bendecirla, ella sufrirá el
castigo divino (Jeremías 18:7-10).
El libro de Jonás es casi un "estudio de casos" de los principios re-
velados en Jeremías 18. Jonás es comisionado para anunciar el castigo
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sobre la malvada Nínive. La ciudad entera se arrepiente, desde el rey
en su trono hasta el ciudadano más pobre. De esa manera, Dios "se
arrepintió", y retiene el castigo. Sin embargo, esta demostración memo-
rable de la misericordia de Dios al tratar con la malvada Nínive es una
frustración extrema para Jonás. Él, obviamente, conoce el carácter mise-
ricordioso de Dios: "Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando
aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo
que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericor-
dia, y que te arrepientes del mal" (Jonás 4:2; el énfasis fue añadido).
Pero, lo que debería causar alegría -que Dios trata a toda la gente
con la misma gracia que dispensó a Israel (y aun sobre Jonás mismo)-
despierta la furia de Jonás. La declaración final de Dios a Jonás debería
cancelar cualquier tendencia que pudiéramos tener de imponerle nues-
tras ideas propias al Todopoderoso: "¿No tendré yo piedad de Nínive,
aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que
no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y mu-
chos animales?" (Jonás 4:11).
La actitud de Jonás hacia la impía Nínive es muy diferente de la de
Abraham hacia Sodoma y Gomorra. Los cristianos, al meditar en la ob-
via maldad que encuentran en el mundo que los rodea, deberían ser
inspirados a seguir el ejemplo de Abraham y rogar con urgencia por la
misericordia de Dios. Comisionado a proclamar la destrucción de
Nínive, Jonás huye en la dirección contraria, y admite más tarde que él
lo hizo precisamente porque sospechaba que Dios tendría compasión.
En contraste, Abraham, informado de la intención de Dios de castigar a
Sodoma y a Gomorra, inmediatamente comienza a interceder, sabiendo
que Dios es misericordioso (Génesis 18).
El autor Nathan MacDonald encuentra un hilo que corre por textos
como Génesis 18, Éxodo 32 al 34 (la apostasía del becerro de oro y la in-
tercesión de Moisés), Salmo 103:6 al 10 9 y Ezequiel 18 (la discusión de
la cautividad babilónica), y sugiere que la conversación entre Dios y
Abraham en Génesis 18 enseña la naturaleza perdonadora de Dios y
también la importancia de la intercesión. 10 "El Juez de toda la tierra",
sin ninguna duda, hará lo que es correcto. Él es el "Dios misericordioso
y compasivo", que no se goza con la muerte del impío sino que desea
que se aparte de sus caminos y viva (Ezequiel 18:23). Su perdón y su
misericordia se ejercen sobre todas las naciones, no solo sobre Israel.
El Salmo 33, por ejemplo, celebra el carácter de Dios (verdadero, fiel,
amante de la rectitud y la justicia), y luego hace la declaración univer-
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sal de que "de la misericordia de Jehová está llena la tierra". Dios tiene
"misericordias sobre todas sus obras" (Salmo 145:8, 9); escucha a todos
los que claman a él, así como lo hizo durante la liberación del Éxodo.
En un notable cambio de las plagas, aun Egipto encontrará bendiciones
redentoras cuando clame a Dios (Isaías 19).
No hay favoritismo en ninguno de los tratos de Dios con las nacio-
nes. Todas están bajo castigo por causa del pecado, pero todas pueden
volverse a Dios y encontrar misericordia. Esto es fundamental: el casti-
go divino siempre está vinculado con la misericordia de Dios. Dios
siempre está apasionadamente preocupado acerca de la pecaminosi-
dad, el abuso, la corrupción, la brutalidad y el derramamiento de san-
gre. De hecho, es tan apasionado que los mensajes que él dio por medio
de los profetas acerca de estos problemas ocupan más espacio, en el
Antiguo Testamento, que cualquier otra cosa. El Juez divino actúa del
mismo modo en ambos Testamentos. La causa básica del juicio nunca
cambia. Dios nunca altera sus normas de justicia.
Dios, el Juez justo
Los escritores bíblicos insisten en que Dios es un Juez justo y recto, e
indican por qué esto es así. Por un lado, antes de emitir un castigo, de-
be saberse todo lo posible acerca del caso que se investiga. Cuanto más
se sabe, mayor es la posibilidad de que el juicio sea correcto. La corte
celestial está presidida por un Juez que conoce "el fin desde el princi-
pio". Nada está oculto de sus ojos. Hasta puede percibir todos los moti-
vos, y con ello juzgar cada caso en forma absolutamente equitativa.
"No juzgará según la vista de sus ojos,
ni argüirá por lo que oigan sus oídos;
sino que juzgará con justicia a los pobres [...]
Y herirá la tierra con la vara de su boca,
y con el espíritu de sus labios matará al impío.
Y será la justicia cinto de sus lomos,
y la fidelidad ceñidor de su cintura" (Isaías 11:3-5).
Otra cualidad esencial para un juez honorable es la reputación de in-
tegridad. El Dios del cielo es un "Dios de verdad" (Salmo 31:5); "Él es la
Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud;
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Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto" (Deute-
ronomio 32:4).
Dios también juzga con equidad. La maldad no pasa inadvertida. En
última instancia, aun se ocupará de la opresión: "Desde los cielos hicis-
te oír juicio; la tierra tuvo temor y quedó suspensa cuando te levantas-
te, oh Dios, para juzgar, para salvar a todos los mansos de la tierra"
(Salmo 76:8, 9). Él nunca actúa en forma caprichosa. Sus actos de juicio
están claramente relacionados con el pecado y sus efectos, pero espe-
cialmente con el propósito de liberar a su pueblo oprimido. Esto se sub-
raya en numerosas denuncias proféticas (por ejemplo, Jeremías 5:12-17;
6:13-15). De hecho, esta es la razón por la que los escritores bíblicos re-
almente se regocijan de la promesa de los juicios divinos.
"Brame el mar y su plenitud,
el mundo y los que en él habitan;
los ríos batan las manos,
los montes todos hagan regocijo
delante de Jehová, ^
porque vino a juzgar la tierra,
juzgará al mundo con justicia,
y a los pueblos con rectitud" (Salmo 98:7-9).
De acuerdo con el Salmo 96, el aspecto específico de la obra de Dios
que requiere una alabanza especial es el hecho de que él viene a juzgar
con justicia y verdad (versículos 10, 13). El juicio divino se espera con
gozo, porque todo lo que ahora se está sufriendo, en cuanto a injusti-
cias y violencia, entonces quedará libre de ello. El juicio son buenas
nuevas en el nivel individual, así como para una nación, como veremos
en el próximo capítulo.
Las acciones humanas, sean buenas o malas, tienen consecuencias,
que resultan en condenación o en liberación divinas. Dios puede pro-
ducir desastres (ra'ah), que es "el fruto de sus pensamientos" (Jeremías
6:19; el énfasis fue añadido; Oseas 8:7; 10:13). Él lo dice de otro modo:
"Y sobre ellos derramaré su maldad" (Jeremías 14:16; el énfasis fue aña-
dido). Dios da a "cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus
obras" (Jeremías 17:10; 32:19); "y con los juicios de ellos los juzgaré"
(Ezequiel 7:27). Dios siempre está preocupado acerca de la equidad y la
responsabilidad, y promete que el castigo será comparable con el cri-
men. Hay una conexión entre el pecado y su consecuencia, y Dios es el
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mediador de las consecuencias que son intrínsecas a la maldad misma.
No obstante, su intento salvífico permanece constante, y su preocupa-
ción misericordiosa siempre es bendecir. 11
El pecado humano contamina toda la creación. El impío prospera
(Jeremías 12:1), y el inocente sufre por razones desconocidas (por ejem-
plo, Job) al quedar atrapado en los efectos de los pecados de otros. La
pecaminosidad humana afecta toda vida, incluyendo a los animales y
la tierra. El mundo natural es atrapado en forma inocente en los resul-
tados del pecado, un testimonio de cuán interconectada está la vida.
No sorprende, entonces, que la restauración final incluya al mundo
natural. Ambos Testamentos insisten en que el propósito de Dios no es
menos que un nuevo cielo y una nueva Tierra, donde prevalecerá la
justicia en forma universal. Se restaurará la naturaleza: la venida de
Dios pondrá fin a la violencia que ha tenido que sufrir. No es extraño
que los profetas y los salmistas supliquen que venga el juicio. 12
La Biblia entera, en forma consistente, revela el carácter misericor-
dioso del Juez divino sin reducir ni ignorar las terribles realidades del
pecado. El Nuevo Testamento nunca niega o anula lo que revela el An-
tiguo Testamento acerca de Dios: su compromiso con la justicia, que
abarca todo, y su odio implacable a todo lo que oprime o disminuye el
bienestar humano. Su promesa de bendición a todas las naciones nunca
ha cambiado.
De hecho, en términos de pensamiento legal directo, Dios es de-
masiado benévolo. Es paciente, condescendiente y "lento para la ira", y
a veces aun pospone el castigo, como aprendió Jonás de mala gana
(Jonás 4). Sin embargo, con misericordia, en última instancia, destruirá
completamente el pecado y sus terribles consecuencias. 13 Está actuan-
do con una agenda redentora muy amplia, que incluye a todos los pue-
blos, a toda la creación, ansiando traer su gran salvación. Sí, "el Juez de
toda la tierra" hará lo correcto.
"Porque Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Legislador, Je-
hová es nuestro Rey; él mismo nos salvará" (Isaías 33:22).
Referencias
1
"El Dios Creador tiene un propósito, una meta, y es nada menos que bendecir a las
naciones de la humanidad. Tan fundamental es esta agenda divina que Pablo define el
texto del Génesis como que declara 'de antemano la buena nueva' (Gálatas 3:8). Y la vi-
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sión final de la Biblia entera indica el cumplimiento de la promesa abrahámica, cuando
personas de cada nación, tribu, lengua y pueblo se reunirían alrededor de los redimi-
dos en la nueva creación (Apocalipsis 7:9)" (Christopher J. H. Wright, The Mission of
God: Unlocking the Bible's Grand Narrative [Downers Grove, Ill.: InterVarsity Pres (IVP),
2006] p. 328).
2
Éxodo 3:7. Los salmistas también la usan cuando apelan a Dios para que escuche su
clamor contra un tratamiento injusto (por ejemplo, Salmo 34:17). Gráficamente, tam-
bién es el grito de una mujer que es violada (Deuteronomio 22:24, 27).
3
John Goldingay, Old Testament Theology: Israel's Gospel (Downers Grove, Ill.: IVP,
2003), p. 228.
4
Christopher J. H. Wright, Knowing Jesus through the Old Testament (Londres: Marshall
Pickering: Downers Grove, Ill.: IVP, 1992), p. 32.
5
Wright, New International Biblical Commentary: Deuteronomy (Peabody, Mass.: Hen-
drikson; Carlisle, UK: Paternoster, 1996), p. 36.
6
J. A. Motyer, The Bible Speaks Today: The Message of Amos (Downers Grove, Ill.: IVP,
1974), pp. 196, 197.
7
Por ejemplo, el cruce del Mar Rojo (Éxodo 14, 15). El uso divino de las fuerzas natura-
les se ve en todo el Antiguo Testamento, incluyendo la enfermedad y las hambrunas
(Números 11:33; Deuteronomio 28:20-24, 58-61; 2 Samuel 24:15-17; Salmo 88:16; 90:5-8).
Aun los animales y las aves pueden ser usados (ver Jeremías 7:33; 12:9; 16:4; 19:7; 27:6;
28:14, en paralelo con "la espada" en 15:3). La desolación de la Tierra, un efecto de la
maldad humana, puede ser usada por Dios como un instrumento de castigo (Jeremías
3:2,3; 5:24,25; 14:2-12). La buena creación de Dios está en riesgo por causa de la conduc-
ta humana pecaminosa.
8
Walter Vogels, God's Universal Covenant (Ottawa: Saint Paul University, 1979), p. 69.
9
"Jehová es el que hace justicia, y derecho a todos los que padecen violencia. Sus cami-
nos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Je-
hová, lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para
siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados" (Salmo 103:6-10).
10
Nathan MacDonald, "Listening to Abraham - Listening to YHWH: Divine Justice and
Mercy in Genesis 18:16-33", Catholic Biblical Quarterly 66 (2004), pp. 25-43.
11
Por ejemplo, Jeremías presenta tanto a Judá como a las naciones circundantes el idén-
tico don del perdón y la restauración divinos, si ellos solo se arrepentían (Jeremías
12:14-17).
12
Ver, por ejemplo, el Salmo 96 y el Salmo 98.
1 13
Elena de White, en forma conmovedora, describe este principio a través de los
ojos de Jesús: "Cristo vino a salvar a Jerusalén con sus hijos; pero el orgullo, la hipo-
cresía, la malicia y el celo farisaico le habían impedido cumplir su propósito. Jesús co-
nocía la terrible retribución que caería sobre la ciudad condenada. Vio a Jerusalén cer-
cada de ejércitos, a sus sitiados habitantes arrastrados al hambre y la muerte, a las ma-
dres alimentándose con los cuerpos muertos de sus propios hijos, y a los padres e hijos
arrebatándose unos a otros el último bocado; vio los afectos naturales destruidos por
las angustias desgarradoras del hambre. Vio que la testarudez de los judíos, evidencia-
da por el rechazamiento de la salvación que él ofrecía, los induciría también a rehusar
someterse a los ejércitos invasores. Contempló el Calvario, sobre el cual él había de ser
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levantado, cuajado de cruces como un bosque de árboles. Vio a sus desventurados
habitantes sufriendo torturas sobre el potro y crucificados; los hermosos palacios, des-
truidos; el templo, en ruinas; y de sus macizas murallas, ni una piedra sobre otra,
mientras la ciudad era arada como un campo. Bien podía el Salvador llorar de agonía
con esa espantosa escena a la vista.
"Jerusalén había sido la hija de su cuidado y, como un padre tierno se lamenta sobre un
hijo descarriado, así Jesús lloró sobre la ciudad amada. ¿Cómo puedo abandonarte?
¿Cómo puedo verte condenada a la destrucción? ¿Puedo permitirte colmar la copa de
tu iniquidad? Un alma es de tanto valor que, en comparación con ella, los mundos se
reducen a la insignificancia; pero ahí estaba por perderse una nación entera. Cuando el
sol ya en ocaso desapareciera de la vista, el día de gracia de Jerusalén habría terminado.
Mientras la procesión estaba detenida sobre la cresta del monte de las Olivas, no era
todavía demasiado tarde para que Jerusalén se arrepintiese. El ángel de la misericordia
estaba entonces plegando sus alas para descender por los escalones del Trono de oro a
fin de dar lugar a la justicia y al juicio inminentes. Pero el gran corazón de amor de
Cristo todavía intercedía por Jerusalén, que había despreciado sus misericordias y
amonestaciones, y que estaba por empapar sus manos en su sangre. Si quisiera sola-
mente arrepentirse, no era aún demasiado tarde. Mientras los últimos rayos del sol po-
niente se demoraban sobre el Templo, las torres y las cúpulas, ¿no la guiaría algún
ángel bueno al amor del Salvador y conjuraría su sentencia? ¡Hermosa e impía ciudad,
que había apedreado a los profetas, que había rechazado al Hijo de Dios, que se sujeta-
ba ella misma por su impenitencia en grillos de servidumbre: su día de misericordia ca-
si había pasado!
"Sin embargo, el Espíritu de Dios habla otra vez a Jerusalén. Antes de pasar el día, reci-
be Cristo otro testimonio cuya voz se levanta en respuesta al llamamiento de un pasado
profético. Si Jerusalén quiere oír el llamamiento, si quiere recibir al Salvador que está
entrando por sus puertas, puede salvarse todavía" (El Deseado de todas las gentes, pp.
530, 531).
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2012 01-07 complementario

  • 1. © Recursos Escuela Sabática Fulgores de Dios Jo Ann Davidson Capítulo 7 Aquí viene el Juez na de las suposiciones fundamentales de todos los escritores bí- blicos es que el Dios del cielo existe; ninguno de ellos alguna vez expresa alguna duda acerca de esto. En cambio, cuentan cómo era él, incluyendo su rol como Juez. El profeta Daniel ve la corte celes- tial en una visión (Daniel 7: 9, 10, 22, 26, 27; 12:1-4), como lo hace Juan en el Nuevo Testamento (Apocalipsis 20:11-15). Esteban se refiere a Dios como Juez (Hechos 7). Pablo habla de "Jesucristo, que juzgará" (2 Timoteo 4:1), y al "Señor, juez justo" (2 Timoteo 4:8; ver también Hebre- os 12:23). Los antiguos también conocían a Dios como Juez. Ana alaba al gran Juez divino: "Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra" (1 Samuel 2:10). Abraham se dirige a Dios: "El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?" (Génesis 18:25). Él sabe que Dios castiga con justicia al mal, pero que no destruiría innecesariamen- te a la gente aun cuando la mayoría merezca el castigo. Él podría haber sabido esto, porque Dios ofreció seguridad a quienes fueran a él al arca durante el diluvio de Noé, una ocasión de juicio divino contra el mal violento muy extendido (Génesis 6-9). Cuando Abraham habla con Dios acerca del juicio, ya ha sido lla- mado por Dios a una relación de pacto. Contra el oscuro informe de la pecaminosidad universal (Génesis 1-11), Dios decide bendecir a este mundo caído: "Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra" (Génesis 12:3). 1 Él promete esto más de una vez a Abraham. U
  • 2. © Recursos Escuela Sabática "¿Habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio" (Génesis 18:18, 19). Esta declaración específica de la promesa del pacto a Abraham es pronunciada en medio del juicio contra Sodoma y Gomorra, haciendo que la promesa de bendición universal que hace Dios sea aún más im- presionante. Génesis 18 describe el clamor (ze'aqáh) que sube a Dios desde So- doma: "Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí" (Génesis 18:20, 21). La expresión ze'a- qah/tse'aqah es un término utilizado para el grito de dolor, o para pedir ayuda de quienes están oprimidos o violados. También se usa para el sufrimiento de los israelitas durante su esclavitud injusta en Egipto. 2 La triste reputación de Sodoma ya se había establecido en Génesis 13:13: "Mas los hombres de Sodoma eran malos y pecadores contra Je- hová en gran manera". Génesis 19 describe la corrupción hostil entre las generaciones de "los hombres de la ciudad, los varones de Sodoma, to- do el pueblo junto, desde el más joven hasta el más viejo" (19:4). Poste- riormente, Sodoma llegó a ser un símbolo de la sociedad humana en su peor forma. Por ejemplo, la suerte futura del Israel idólatra es igualada a la de Sodoma y Gomorra (Deuteronomio 29:23). Isaías compara la Je- rusalén de sus días con Sodoma y Gomorra, condenándola por su de- rramamiento de sangre, corrupción e injusticia (Isaías 1:9-23). También compara el futuro juicio divino de Babilonia con el de las dos ciudades escandalosas (Isaías 13:19, 20). Ezequiel compara las iniquidades de Judá con los pecados de arrogancia y afluencia de Sodoma. También ignoraban a los pobres (Ezequiel 16:46-50). Dios viene a investigar la maldad de Sodoma en Génesis 18. Repite su promesa del pacto a Abraham mientras estaba en camino a actuar con juicios sobre una sociedad particularmente mala, repitiendo su propósito último de bendecir a todas las naciones (versículo 18). El jui- cio es necesario, pero su meta es dar bendiciones. Lamentablemente, al fin, ni siquiera se pudo encontrar diez perso- nas justas en Sodoma. "Pobre ciudad que no tiene ni siquiera diez per- sonas inocentes, como Sodoma: todos los hombres se reúnen a la puer- ta de Lot [...] hasta la última persona" (Génesis 19:4)". 3 Así vino el jui-
  • 3. © Recursos Escuela Sabática cio divino. No obstante, se responde la consulta de Abraham a Dios: "¿Destruirás también al justo con el impío?" (Génesis 18:23). El Juez di- vino es muy misericordioso. Aunque no alcanzara a ser justo, Lot y sus hijas son arrastrados fuera del cataclismo inminente que causarían los ángeles. Este es un punto destacado. Por causa de la misericordia de Dios hacia Sodoma, los israelitas pudieron más tarde comprender que su conquista de Canaán estaba bajo las directivas de Dios, quien no estaba solamente eliminando naciones porque la mayoría de ellos eran per- versos. Si hubiera sido posible, habría salvado aun a una pequeña mi- noría de ciudadanos, como quería hacer con Sodoma, y aun antes, en el arca del gran diluvio (Génesis 6:5). El don de Dios de dar la tierra a Israel en cumplimiento de su pro- mesa a Abraham necesita entenderse bajo esta luz. El éxodo de Israel de Egipto fue una acción divina culminante contra la injusticia y la vio- lencia. Sin embargo, "este no es para implicar que los israelitas no eran pecadores ellos mismos, con tanta necesidad de la misericordia y la gracia como el resto de la raza humana. La historia posterior de su conducta en el desierto demuestra eso más allá de toda duda. Así como también demuestra la infinita paciencia y la gracia perdonadora de Dios por sus caminos pecaminosos y rebeldes". 4 La liberación de Israel, de hecho no es diferente de lo que Dios ha hecho con otras naciones. Todas las naciones están bajo la soberanía de Dios. "Por cuanto Dios también dio tierras a otras naciones, la singulari- dad de Israel no reside en meramente haber recibido tierra de Yahweh, sino en su relación de pacto con Yahweh. [...] Si ese pacto había de ser amenazado por el descuido de Israel, entonces los meros hechos histó- ricos del éxodo y el establecimiento serían contados como nada más, frente al juicio de Dios, que la migración desde otras naciones". 5 El profeta Amos presenta este punto. Dios hace un pacto especial con Israel (Amos 3:2), pero ciertamente no es la única nación que Dios juzga ni la única nación que experimenta un éxodo: "Hijos de Israel, ¿no me sois vosotros como hijos de etíopes, dice Jehová? ¿No hice yo subir a Israel de la tierra de Egipto, y a los filisteos de Caftor, y de Kir a los arameos?" (Amos 9:7). Amos está confrontando a Israel con la realidad. Ellos no podían pretender ser la única nación que le importaba a Dios. Aún más revela- dor, Israel llega a ser una nación pecaminosa. Aunque afirma que es el
  • 4. © Recursos Escuela Sabática pueblo especial de Dios, su relación con él se deteriora tan desespera- damente que Dios está listo para abandonarlo. "En un sentido [...] no hay diferencia entre Israel y cualquier otra na- ción. [...] Dios es el mismo Agente en cada historia nacional, cada mi- gración racial. [...] Un Señor gobierna a todos, designando el lugar que deben dejar, la distancia a la que deben mudarse y el lugar donde se es- tablecerán. [...] Un Gobierno divino reina sobre todos, y una Providen- cia moral observa todo y juzga todo. El Señor no mira a la gente a la luz de su pasado histórico sino a la luz de su moral presente. Cada nación está igualmente bajo su escrutinio moral". 6 Una y otra vez, los escritores bíblicos enseñan que todas las naciones de la Tierra son tenidas por responsables bajo el Dios soberano del cie- lo. El Dios que llamó a Abraham a ser una bendición para todas las na- ciones es el Dios que gobierna a todas ellas. Él quiere que Israel sea su apreciada posesión. Pero también declara que "Mía es la tierra". El Re- ino de Dios nunca puede ser limitado a la nación de Israel. Un problema, que es un corolario, involucra al divino Juez, que usa a otras naciones como instrumentos de su justicia. Esto se ve en la Es- critura cuando Dios trae juicios sobre una sociedad en la que "aún no ha llegado a su colmo la maldad", como se dice de los amorreos en Génesis 15:16. En armonía con esto, los israelitas reciben una estricta advertencia de no interpretar sus victorias sobre las naciones de Ca- naán como resultado de su justicia. Solo es porque Dios los usa como agentes de sus juicios, al castigar la horrible maldad de los cananeos (Deuteronomio 9:4-6). Israel nunca debe pensar que es superior a otras naciones. De hecho, Moisés enfatizó que si alguien merece ser destrui- do, es Israel: ellos existen solo por la gracia perdonadora de Dios (Deu- teronomio 9). La destrucción de las naciones cananeas se describe repe- tidamente en términos morales: Dios actúa con justicia divina contra la excesiva maldad de estas naciones. Y él hará precisamente lo mismo con Israel si sigue las prácticas de los cananeos. Aun antes de que se alejara del Sinaí, Israel cae en una rebelión ca- tastrófica con la apostasía del becerro de oro (Éxodo 32-34). El libro de Deuteronomio comienza y concluye con la pecaminosidad de Israel. El capítulo inicial recuerda el trágico fracaso de la generación del Éxodo. Termina con el futuro fracaso de generaciones posteriores, que final- mente conduciría al derramamiento de los juicios de Dios, mientras otras naciones observan con asombro. "¿Por qué hizo esto Jehová a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira?" Viene la respuesta: "Por
  • 5. © Recursos Escuela Sabática cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto" (Deuteronomio 29:24, 25). Los hijos de Israel, redimidos de la opresión y la esclavitud, lamen- tablemente permitieron que las tendencias pecaminosas envenenaran sus vidas en los siglos siguientes. La ira del juicio de Dios, por lo tanto, castiga su grave rebelión tan severamente como había hecho con los egipcios; su milagrosa liberación del éxodo termina en un exilio. Y esto demuestra, como siempre insistieron los profetas y los salmistas, que la condición de Israel no es diferente de los pecados de toda la humani- dad: dureza de corazón, sordera a la Palabra de Dios, falta de disposi- ción a andar en sus caminos y rebelión pecadora (Deuteronomio 10:12). Su verdadera necesidad es un corazón nuevo (Isaías 43:25; Jeremías 31:34; Ezequiel 36:24-32). El libro de los Jueces presenta el mismo principio mientras Israel se establece en la tierra de Canaán. Una y otra vez, Dios usa a otras na- ciones como instrumentos de juicio contra la apostasía y la rebelión de Israel (Amos 6:14; Oseas 10:10; Isaías 7:18; 9:11). En los últimos años de la monarquía, los profetas describen grandes imperios del mundo co- mo instrumentos en la mano de Dios para castigar a Israel: "Oh Asiría, vara y báculo de mi furor, en su mano he puesto mi ira. Le mandaré contra una nación pérfida, y sobre el pueblo de mi ira [Israel] le en- viaré" (Isaías 10:5, 6). Dios puede elegir a cualquier nación como su agente de juicio. El jui- cio divino sobre Egipto sería realizado por Nabucodonosor (Ezequiel 30:10, 11). Más tarde, Babilonia misma caería bajo juicio, aun cuando Dios la había usado para castigar a Israel. Los violentos excesos de Ba- bilonia la pusieron bajo el juicio divino con el rey Ciro, de los medos y los persas (Isaías 13:17-19; 47:6, 7). El lenguaje de Jeremías es especialmente notable: Dios llama al rey Nabucodonosor "mi siervo" cuando el ejército de Babilonia lleva a Is- rael al exilio (Jeremías 25:9; 27:5, 6; 43:10; 50:44), por causa de la persis- tente maldad de Israel. Tanto de Dios como de Nabucodonosor se dice: "no perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia" (Jeremías 13:14) al destruir a Jerusalén. Tanto Dios como Babilonia quebrantan, destruyen, esparcen, expulsan, pelean, derriban, persiguen a Israel, y lo envían al exilio. La historia bíblica cuenta cómo diferentes naciones se opusieron a Dios y llegaron a ser tan incorregiblemente malvadas que fueron des- truidas. Desde la perspectiva humana, estas tácticas son políticas y or-
  • 6. © Recursos Escuela Sabática ganizadas humanamente, pero las afirmaciones de los profetas eran que Dios estaba actuando, cumpliendo los propósitos globales de su soberanía. Durante algunos actos de juicio, Dios desempeña un papel más ac- tivo liberando al pueblo de las manos de sus enemigos (Isaías 64:6, 7; Salmo 81:11, 12); en otras ocasiones, uno más pasivo. O él abandona al pueblo (Salmo 81:11-16; Isaías 34:2; 43:28; 47:6; 64:7; Jeremías 29:21; Ezequiel 22:31; ver también Romanos 1:24-28), subrayando la enseñan- za bíblica de que hay relaciones intrínsecas entre las acciones pecami- nosas y sus consecuencias. Algunos cristianos modernos piensan que Dios es como un "abuelo en el cielo", que no tiene severidad, que cree que sus hijos merecen la felicidad sin tomar en cuenta normas morales. Se permite a Dios ser amante, pero no juez. Sin embargo, el Dios de la Escritura pretende te- ner el derecho de tratar a la injusticia. Él promete vengar la falta de humanidad del hombre contra el hombre, los pecados que dañan a la sociedad y destruyen a los seres humanos creados a su imagen. Los profetas presentan la misma idea. Para Nahúm, aun la naturaleza tiembla ante el Creador soberano, quien administrará retribución justa. Se preocupa acerca de la pecami- nosidad de Judá (1:2-4), juzgando a la ciudad de Nínive, aun cuando una vez se arrepintió, como uno que "imaginó mal" (1:7-11). Habacuc profetizó durante los últimos años de Judá, y estaba pre- ocupado por su maldad y su injusticia. Se preocupa por la pecaminosi- dad de Judá (1:2-4). El Juez divino responde que él está levantando a los babilonios (1:5-11), por lo cual Habacuc expresa preocupación ya que, como idólatras y opresores violentos, ellos son mucho más malva- dos que Judá, y deberían ser ellos mismos juzgados (1:12-17). Habacuc reconoce que Israel es pecaminoso, pero no puede entender por qué Dios usa a un pueblo aún más malvado para administrar castigos. Dios responde que Babilonia tiene una motivación mala, y es arro- gante y violenta, pero ella será castigada por sus pecados: como ha hecho a otros, así le será hecho a ella (2:6-20). Dios puede usar a las na- ciones con motivos malos y crueldad para realizar su voluntad; no obs- tante, por causa de esto, ellos también afrontarán el juicio divino. Es notable que, en todo esto, en última instancia, se manifestará la gloria de Dios.
  • 7. © Recursos Escuela Sabática Habacuc termina su libro con una oración, recordando que Dios- re- veló su gloria y su poder en Egipto en favor de Israel. Él ruega a Dios: "en la ira acuérdate de la misericordia" (3:2), y luego expresa su fe: "Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación" (3:17,18). El profeta Ezequiel también lucha para comprender los actos de jui- cio de Dios. Él está en la generación misma que experimenta la furia de Dios durante el exilio. Los pecados de Israel son tan terribles y extensos que Dios no tiene otra alternativa sino cumplir las amenazas del Pacto, de lo cual les ha advertido: "Hijo de hombre, mientras la casa de Israel moraba en su tierra, la contaminó con sus caminos y con sus obras; como inmundicia de mens- truosa fue su camino delante de mí. Y derramé mi ira sobre ellos por la sangre que derramaron sobre la tierra; porque con sus ídolos la conta- minaron. Les esparcí por las naciones, y fueron dispersados por las tie- rras; conforme a sus caminos y conforme a sus obras les juzgué" (Eze- quiel 36:17-19). Todos afrontan el juicio, aun los elegidos: "A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades" (Amos 3:2). Todas las voces proféticas expre- saron la inflexible convicción de que todas las personas están bajo el juicio de Dios. Isaías lo hace con palabras ardientes: "Y la tierra se contaminó bajo sus moradores; porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra, y sus moradores fueron asolados; por esta causa fueron consumidos los habitantes de la tierra, y disminuyeron los hombres" (Isaías 24:5,6).
  • 8. © Recursos Escuela Sabática En sus actos de juicio, Dios puede obrar por medio de agentes hu- manos que se encuentran dentro y fuera de la línea del Pacto. También emplea los elementos, tales como el viento, el agua y la oscuridad, por- que él es el Soberano sobre toda la creación. 7 En el caso de Sodoma y Gomorra, Dios entregó su castigo con fuego, como promete hacerlo otra vez, según el Apocalipsis. No obstante, su intención final es siem- pre bendecir. "Dios tiene básicamente la misma intención, con las naciones, que tuvo con Israel, porque ambos 'sabrán que yo soy Yahweh'. Lejos de ser solo espectadores-testigos de algo que concierne únicamente a Yahweh y a Israel, las naciones están directamente involucradas. Todo el pacto histórico entre Yahweh e Israel tuvo, desde el comienzo, una dimen- sión universal. Las naciones son verdaderos testigos. Las acciones sal- vadoras de Yahweh, el castigo y la restauración que él impuso a Israel eran al mismo tiempo, una predicación a las naciones". 8 Los profetas son conscientes de dos verdades complementarias: La soberanía de Dios sobre las naciones incluye su propósito redentor pa- ra su pueblo. Su obra redentora está relacionada con su propósito de bendecir a todas las naciones. Por medio de todo esto, Dios sería vindi- cado y glorificado en todo el universo. Estas son noticias muy buenas. La norma por la cual todas las nacio- nes son juzgadas por su maldad es la misma norma de la misericordia de Dios: "Y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente" (Éxodo 33:19). Cada nación se beneficia con este principio divino. Dios compara su imparcialidad con las naciones con la habilidad de un alfarero: "Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: Levántate y vete a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; y volvió y la hizo otra vasija, según le pareció mejor hacerla. Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfare- ro, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la ma- no del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel" (Jerem- ías 18:1-6). Si cualquier nación se arrepiente, será conservada; si una nación eli- ge hacer el mal a pesar del deseo de Dios de bendecirla, ella sufrirá el castigo divino (Jeremías 18:7-10). El libro de Jonás es casi un "estudio de casos" de los principios re- velados en Jeremías 18. Jonás es comisionado para anunciar el castigo
  • 9. © Recursos Escuela Sabática sobre la malvada Nínive. La ciudad entera se arrepiente, desde el rey en su trono hasta el ciudadano más pobre. De esa manera, Dios "se arrepintió", y retiene el castigo. Sin embargo, esta demostración memo- rable de la misericordia de Dios al tratar con la malvada Nínive es una frustración extrema para Jonás. Él, obviamente, conoce el carácter mise- ricordioso de Dios: "Ahora, oh Jehová, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericor- dia, y que te arrepientes del mal" (Jonás 4:2; el énfasis fue añadido). Pero, lo que debería causar alegría -que Dios trata a toda la gente con la misma gracia que dispensó a Israel (y aun sobre Jonás mismo)- despierta la furia de Jonás. La declaración final de Dios a Jonás debería cancelar cualquier tendencia que pudiéramos tener de imponerle nues- tras ideas propias al Todopoderoso: "¿No tendré yo piedad de Nínive, aquella gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir entre su mano derecha y su mano izquierda, y mu- chos animales?" (Jonás 4:11). La actitud de Jonás hacia la impía Nínive es muy diferente de la de Abraham hacia Sodoma y Gomorra. Los cristianos, al meditar en la ob- via maldad que encuentran en el mundo que los rodea, deberían ser inspirados a seguir el ejemplo de Abraham y rogar con urgencia por la misericordia de Dios. Comisionado a proclamar la destrucción de Nínive, Jonás huye en la dirección contraria, y admite más tarde que él lo hizo precisamente porque sospechaba que Dios tendría compasión. En contraste, Abraham, informado de la intención de Dios de castigar a Sodoma y a Gomorra, inmediatamente comienza a interceder, sabiendo que Dios es misericordioso (Génesis 18). El autor Nathan MacDonald encuentra un hilo que corre por textos como Génesis 18, Éxodo 32 al 34 (la apostasía del becerro de oro y la in- tercesión de Moisés), Salmo 103:6 al 10 9 y Ezequiel 18 (la discusión de la cautividad babilónica), y sugiere que la conversación entre Dios y Abraham en Génesis 18 enseña la naturaleza perdonadora de Dios y también la importancia de la intercesión. 10 "El Juez de toda la tierra", sin ninguna duda, hará lo que es correcto. Él es el "Dios misericordioso y compasivo", que no se goza con la muerte del impío sino que desea que se aparte de sus caminos y viva (Ezequiel 18:23). Su perdón y su misericordia se ejercen sobre todas las naciones, no solo sobre Israel. El Salmo 33, por ejemplo, celebra el carácter de Dios (verdadero, fiel, amante de la rectitud y la justicia), y luego hace la declaración univer-
  • 10. © Recursos Escuela Sabática sal de que "de la misericordia de Jehová está llena la tierra". Dios tiene "misericordias sobre todas sus obras" (Salmo 145:8, 9); escucha a todos los que claman a él, así como lo hizo durante la liberación del Éxodo. En un notable cambio de las plagas, aun Egipto encontrará bendiciones redentoras cuando clame a Dios (Isaías 19). No hay favoritismo en ninguno de los tratos de Dios con las nacio- nes. Todas están bajo castigo por causa del pecado, pero todas pueden volverse a Dios y encontrar misericordia. Esto es fundamental: el casti- go divino siempre está vinculado con la misericordia de Dios. Dios siempre está apasionadamente preocupado acerca de la pecaminosi- dad, el abuso, la corrupción, la brutalidad y el derramamiento de san- gre. De hecho, es tan apasionado que los mensajes que él dio por medio de los profetas acerca de estos problemas ocupan más espacio, en el Antiguo Testamento, que cualquier otra cosa. El Juez divino actúa del mismo modo en ambos Testamentos. La causa básica del juicio nunca cambia. Dios nunca altera sus normas de justicia. Dios, el Juez justo Los escritores bíblicos insisten en que Dios es un Juez justo y recto, e indican por qué esto es así. Por un lado, antes de emitir un castigo, de- be saberse todo lo posible acerca del caso que se investiga. Cuanto más se sabe, mayor es la posibilidad de que el juicio sea correcto. La corte celestial está presidida por un Juez que conoce "el fin desde el princi- pio". Nada está oculto de sus ojos. Hasta puede percibir todos los moti- vos, y con ello juzgar cada caso en forma absolutamente equitativa. "No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres [...] Y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura" (Isaías 11:3-5). Otra cualidad esencial para un juez honorable es la reputación de in- tegridad. El Dios del cielo es un "Dios de verdad" (Salmo 31:5); "Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud;
  • 11. © Recursos Escuela Sabática Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto" (Deute- ronomio 32:4). Dios también juzga con equidad. La maldad no pasa inadvertida. En última instancia, aun se ocupará de la opresión: "Desde los cielos hicis- te oír juicio; la tierra tuvo temor y quedó suspensa cuando te levantas- te, oh Dios, para juzgar, para salvar a todos los mansos de la tierra" (Salmo 76:8, 9). Él nunca actúa en forma caprichosa. Sus actos de juicio están claramente relacionados con el pecado y sus efectos, pero espe- cialmente con el propósito de liberar a su pueblo oprimido. Esto se sub- raya en numerosas denuncias proféticas (por ejemplo, Jeremías 5:12-17; 6:13-15). De hecho, esta es la razón por la que los escritores bíblicos re- almente se regocijan de la promesa de los juicios divinos. "Brame el mar y su plenitud, el mundo y los que en él habitan; los ríos batan las manos, los montes todos hagan regocijo delante de Jehová, ^ porque vino a juzgar la tierra, juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos con rectitud" (Salmo 98:7-9). De acuerdo con el Salmo 96, el aspecto específico de la obra de Dios que requiere una alabanza especial es el hecho de que él viene a juzgar con justicia y verdad (versículos 10, 13). El juicio divino se espera con gozo, porque todo lo que ahora se está sufriendo, en cuanto a injusti- cias y violencia, entonces quedará libre de ello. El juicio son buenas nuevas en el nivel individual, así como para una nación, como veremos en el próximo capítulo. Las acciones humanas, sean buenas o malas, tienen consecuencias, que resultan en condenación o en liberación divinas. Dios puede pro- ducir desastres (ra'ah), que es "el fruto de sus pensamientos" (Jeremías 6:19; el énfasis fue añadido; Oseas 8:7; 10:13). Él lo dice de otro modo: "Y sobre ellos derramaré su maldad" (Jeremías 14:16; el énfasis fue aña- dido). Dios da a "cada uno según sus caminos, y según el fruto de sus obras" (Jeremías 17:10; 32:19); "y con los juicios de ellos los juzgaré" (Ezequiel 7:27). Dios siempre está preocupado acerca de la equidad y la responsabilidad, y promete que el castigo será comparable con el cri- men. Hay una conexión entre el pecado y su consecuencia, y Dios es el
  • 12. © Recursos Escuela Sabática mediador de las consecuencias que son intrínsecas a la maldad misma. No obstante, su intento salvífico permanece constante, y su preocupa- ción misericordiosa siempre es bendecir. 11 El pecado humano contamina toda la creación. El impío prospera (Jeremías 12:1), y el inocente sufre por razones desconocidas (por ejem- plo, Job) al quedar atrapado en los efectos de los pecados de otros. La pecaminosidad humana afecta toda vida, incluyendo a los animales y la tierra. El mundo natural es atrapado en forma inocente en los resul- tados del pecado, un testimonio de cuán interconectada está la vida. No sorprende, entonces, que la restauración final incluya al mundo natural. Ambos Testamentos insisten en que el propósito de Dios no es menos que un nuevo cielo y una nueva Tierra, donde prevalecerá la justicia en forma universal. Se restaurará la naturaleza: la venida de Dios pondrá fin a la violencia que ha tenido que sufrir. No es extraño que los profetas y los salmistas supliquen que venga el juicio. 12 La Biblia entera, en forma consistente, revela el carácter misericor- dioso del Juez divino sin reducir ni ignorar las terribles realidades del pecado. El Nuevo Testamento nunca niega o anula lo que revela el An- tiguo Testamento acerca de Dios: su compromiso con la justicia, que abarca todo, y su odio implacable a todo lo que oprime o disminuye el bienestar humano. Su promesa de bendición a todas las naciones nunca ha cambiado. De hecho, en términos de pensamiento legal directo, Dios es de- masiado benévolo. Es paciente, condescendiente y "lento para la ira", y a veces aun pospone el castigo, como aprendió Jonás de mala gana (Jonás 4). Sin embargo, con misericordia, en última instancia, destruirá completamente el pecado y sus terribles consecuencias. 13 Está actuan- do con una agenda redentora muy amplia, que incluye a todos los pue- blos, a toda la creación, ansiando traer su gran salvación. Sí, "el Juez de toda la tierra" hará lo correcto. "Porque Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Legislador, Je- hová es nuestro Rey; él mismo nos salvará" (Isaías 33:22). Referencias 1 "El Dios Creador tiene un propósito, una meta, y es nada menos que bendecir a las naciones de la humanidad. Tan fundamental es esta agenda divina que Pablo define el texto del Génesis como que declara 'de antemano la buena nueva' (Gálatas 3:8). Y la vi-
  • 13. © Recursos Escuela Sabática sión final de la Biblia entera indica el cumplimiento de la promesa abrahámica, cuando personas de cada nación, tribu, lengua y pueblo se reunirían alrededor de los redimi- dos en la nueva creación (Apocalipsis 7:9)" (Christopher J. H. Wright, The Mission of God: Unlocking the Bible's Grand Narrative [Downers Grove, Ill.: InterVarsity Pres (IVP), 2006] p. 328). 2 Éxodo 3:7. Los salmistas también la usan cuando apelan a Dios para que escuche su clamor contra un tratamiento injusto (por ejemplo, Salmo 34:17). Gráficamente, tam- bién es el grito de una mujer que es violada (Deuteronomio 22:24, 27). 3 John Goldingay, Old Testament Theology: Israel's Gospel (Downers Grove, Ill.: IVP, 2003), p. 228. 4 Christopher J. H. Wright, Knowing Jesus through the Old Testament (Londres: Marshall Pickering: Downers Grove, Ill.: IVP, 1992), p. 32. 5 Wright, New International Biblical Commentary: Deuteronomy (Peabody, Mass.: Hen- drikson; Carlisle, UK: Paternoster, 1996), p. 36. 6 J. A. Motyer, The Bible Speaks Today: The Message of Amos (Downers Grove, Ill.: IVP, 1974), pp. 196, 197. 7 Por ejemplo, el cruce del Mar Rojo (Éxodo 14, 15). El uso divino de las fuerzas natura- les se ve en todo el Antiguo Testamento, incluyendo la enfermedad y las hambrunas (Números 11:33; Deuteronomio 28:20-24, 58-61; 2 Samuel 24:15-17; Salmo 88:16; 90:5-8). Aun los animales y las aves pueden ser usados (ver Jeremías 7:33; 12:9; 16:4; 19:7; 27:6; 28:14, en paralelo con "la espada" en 15:3). La desolación de la Tierra, un efecto de la maldad humana, puede ser usada por Dios como un instrumento de castigo (Jeremías 3:2,3; 5:24,25; 14:2-12). La buena creación de Dios está en riesgo por causa de la conduc- ta humana pecaminosa. 8 Walter Vogels, God's Universal Covenant (Ottawa: Saint Paul University, 1979), p. 69. 9 "Jehová es el que hace justicia, y derecho a todos los que padecen violencia. Sus cami- nos notificó a Moisés, y a los hijos de Israel sus obras. Misericordioso y clemente es Je- hová, lento para la ira, y grande en misericordia. No contenderá para siempre, ni para siempre guardará el enojo. No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados" (Salmo 103:6-10). 10 Nathan MacDonald, "Listening to Abraham - Listening to YHWH: Divine Justice and Mercy in Genesis 18:16-33", Catholic Biblical Quarterly 66 (2004), pp. 25-43. 11 Por ejemplo, Jeremías presenta tanto a Judá como a las naciones circundantes el idén- tico don del perdón y la restauración divinos, si ellos solo se arrepentían (Jeremías 12:14-17). 12 Ver, por ejemplo, el Salmo 96 y el Salmo 98. 1 13 Elena de White, en forma conmovedora, describe este principio a través de los ojos de Jesús: "Cristo vino a salvar a Jerusalén con sus hijos; pero el orgullo, la hipo- cresía, la malicia y el celo farisaico le habían impedido cumplir su propósito. Jesús co- nocía la terrible retribución que caería sobre la ciudad condenada. Vio a Jerusalén cer- cada de ejércitos, a sus sitiados habitantes arrastrados al hambre y la muerte, a las ma- dres alimentándose con los cuerpos muertos de sus propios hijos, y a los padres e hijos arrebatándose unos a otros el último bocado; vio los afectos naturales destruidos por las angustias desgarradoras del hambre. Vio que la testarudez de los judíos, evidencia- da por el rechazamiento de la salvación que él ofrecía, los induciría también a rehusar someterse a los ejércitos invasores. Contempló el Calvario, sobre el cual él había de ser
  • 14. © Recursos Escuela Sabática levantado, cuajado de cruces como un bosque de árboles. Vio a sus desventurados habitantes sufriendo torturas sobre el potro y crucificados; los hermosos palacios, des- truidos; el templo, en ruinas; y de sus macizas murallas, ni una piedra sobre otra, mientras la ciudad era arada como un campo. Bien podía el Salvador llorar de agonía con esa espantosa escena a la vista. "Jerusalén había sido la hija de su cuidado y, como un padre tierno se lamenta sobre un hijo descarriado, así Jesús lloró sobre la ciudad amada. ¿Cómo puedo abandonarte? ¿Cómo puedo verte condenada a la destrucción? ¿Puedo permitirte colmar la copa de tu iniquidad? Un alma es de tanto valor que, en comparación con ella, los mundos se reducen a la insignificancia; pero ahí estaba por perderse una nación entera. Cuando el sol ya en ocaso desapareciera de la vista, el día de gracia de Jerusalén habría terminado. Mientras la procesión estaba detenida sobre la cresta del monte de las Olivas, no era todavía demasiado tarde para que Jerusalén se arrepintiese. El ángel de la misericordia estaba entonces plegando sus alas para descender por los escalones del Trono de oro a fin de dar lugar a la justicia y al juicio inminentes. Pero el gran corazón de amor de Cristo todavía intercedía por Jerusalén, que había despreciado sus misericordias y amonestaciones, y que estaba por empapar sus manos en su sangre. Si quisiera sola- mente arrepentirse, no era aún demasiado tarde. Mientras los últimos rayos del sol po- niente se demoraban sobre el Templo, las torres y las cúpulas, ¿no la guiaría algún ángel bueno al amor del Salvador y conjuraría su sentencia? ¡Hermosa e impía ciudad, que había apedreado a los profetas, que había rechazado al Hijo de Dios, que se sujeta- ba ella misma por su impenitencia en grillos de servidumbre: su día de misericordia ca- si había pasado! "Sin embargo, el Espíritu de Dios habla otra vez a Jerusalén. Antes de pasar el día, reci- be Cristo otro testimonio cuya voz se levanta en respuesta al llamamiento de un pasado profético. Si Jerusalén quiere oír el llamamiento, si quiere recibir al Salvador que está entrando por sus puertas, puede salvarse todavía" (El Deseado de todas las gentes, pp. 530, 531). Material provisto por RECURSOS ESCUELA SABATICA © http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática